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Loli Gimeno TEMA 24 Australia 2016

TEMA 24. COHERENCIA TEXTUAL: DEÍXIS, ANÁFORA Y CATÁFORA. LA


PROGRESIÓN TEMÁTICA
INTRODUCCIÓN Commented [1]: No me acuerdo del tema. Sé de que
va pero no recuerdo qué faltaba. Si quieres revisarlo,
perfecto. Yo tendría que empezar de cero...
1. LA COHERENCIA TEXTUAL Lo que te apetezca pero ve contando tiempo que
1.1 COHERENCIA Y COHESIÓN inviertes, pf. Un abrazo.
1.2 COHERENCIA GLOBAL Commented [2]: Estoy en ello. Tomo yo las
decisiones de quitar y poner y lo paso a definitivos
para ir avanzando y que cuando vuelvas sobre él sea
- Marco de integración global. Macroestructura y superestructura ya sobre un terreno seguro y cerrado.
- Presuposiciones e implicaciones
- Selección y ordenación de la información

1.3 COHERENCIA LINEAL


- El párrafo.

1.4 COHERENCIA LOCAL


1.5 COHERENCIA PRAGMÁTICA

2 OTROS PROCEDIMIENTOS DE COHERENCIA TEXTUAL


2.2 LA DEÍXIS.
2.2.1 DEÍXIS Y ANÁFORA
2.2.2 CLASES DE DEÍXIS
DEÍXIS PERSONAL
DEÍXIS ESPACIAL
DEÍXIS TEMPORAL
2.3 LA ANÁFORA Y LA CATÁFORA.

3 LA PROGRESIÓN TEMÁTICA. LA ARTICULACIÓN EN TEMA Y REMA.

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA

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TEMA 24. COHERENCIA TEXTUAL: DEÍXIS, ANÁFORA Y CATÁFORA. LA


PROGRESIÓN TEMÁTICA.

INTRODUCCIÓN
Tanto la gramática tradicional como diversas corrientes lingüísticas modernas consideraban la oración
como la unidad máxima de descripción; pero en las últimas décadas surge interés por analizar el modo
en que las oraciones se unen en secuencias superiores para producir fragmentos coherentes de lenguaje.

La búsqueda de unidades lingüísticas y estructuras superiores a la oración fue desarrollada por


investigadores de diferentes disciplinas: lingüística, sociolingüística, pragmática, etnografía de la
comunicación, teoría de la variación, análisis del discurso, teoría de la enunciación, lingüística del texto,
retórica, etc. preocupadas por describir y analizar los diversos factores - lingüísticos y extralingüísticos-
que intervienen en el uso que hacemos de las lenguas al hablar y escribir. Estos acercamientos presentan
una preocupación común: todos ellos acentúan la necesidad de considerar el lenguaje como un
fenómeno dinámico, social e interactivo, bien entre hablante y oyente o entre escritor y lector.
Consideran que el significado es transmitido no mediante simples oraciones sino mediante intercambios
más complejos en los cuales las expectativas y creencias de los participantes, el conocimiento que
comparten sobre ellos mismos y el mundo y la situación en la que interactúan juegan un papel crucial.

Los planteamientos de estas corrientes, que podríamos englobar bajo el término genérico de enfoque
pragmático o sociopragmático, se diferencian de las teorías gramaticales (en especial de estructuralismo)
en no ser inmanentistas, es decir, en considerar que las formas gramaticales, en tanto que son usadas,
están impregnadas de significados socioculturales, son portadoras de intenciones, pueden ser usadas
para convencer, para engañar, para dominar, para enseñar, etc. La crítica al inmanentismo constata un
hecho fundamental: la lengua que estudian los estructuralistas y generativistas no se habla.

Asimismo, se diferencian de las posturas normativistas en poner el acento no en lo que es correcto o


incorrecto, sino en lo que dentro de un grupo social determinado se considera más o menos apropiado
para las diferentes situaciones de comunicación en que se pueden encontrar los individuos que
pertenecen a ese grupo.

A partir de la segunda mitad de los 60, aparece en Europa una nueva corriente lingüística que se
presenta como alternativa a todas las anteriores y que adquirió un rápido desarrollo: se trata de la
Lingüística del texto, que también es denominada por algunos autores Gramática del discurso. Al
nacimiento y fundamentación de esta corriente se hallan asociados nombres como los de W. Dressler, E.
Coseriu, S.J. Schmidt, J.S. Petöfi, H. Weinrich, T. A. Van Dijk, Horst Isenberg o Erhard Agricola.

Que aparezca en este periodo no significa que esa fecha sea el comienzo de la preocupación por el texto,
sino sólo el momento en que los trabajos sobre esta unidad lingüística comienzan a destacar como

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intentos de diferenciarse del resto de las escuelas lingüísticas, bien ampliando, bien sustituyendo las
teorías existentes. El final de la década de los 60 se caracteriza según Bernárdez en Introducción a la
Lingüística del texto por el regreso de la Semántica, la formulación de la Pragmática y el surgimiento
oficial de la Lingüística del texto que nace como lingüística decididamente semántica y pragmática.

Sin embargo, podemos considerar que el interés lingüístico por los textos tiene unos orígenes mucho
más antiguos que se remontarían a la Retórica clásica o a las más modernas Estilística y Poética. Estas
disciplinas han ejercido una influencia directa en el nacimiento y desarrollo de la lingüística textual.

Las causas por las que aparecen los estudios textuales pueden ser internas, de la propia disciplina
lingüística y externas, basadas en el contexto intelectual en que se mueve la lingüística.

Las causas propiamente lingüísticas surgen de la insuficiencia de los modelos teóricos existentes para
explicar algunos hechos de lengua. Ni el estructuralismo ni el generativismo habían ido más allá del
estudio de las oraciones aisladas. Era difícil aplicar criterios tan formales como los que utilizaban en
unidades lingüísticas mayores. Pero teóricos procedentes de ambos enfoques empezaron a plantearse
fenómenos sintácticos que no podían explicarse sin tener en cuenta el contexto. Algunos de estos
fenómenos que escapan a la capacidad explicativa de una gramática oracional eran, por ejemplo, la
coordinación, el uso del artículo, la pronominalización, las correlaciones temporales, los interrogativos...
Muchos de los primeros trabajos de lingüística textual fueron intentos de ampliar o modificar las
gramáticas oracionales al uso, estructuralistas o generativas para poder explicar esos fenómenos.

Entre las causas externas, se podría citar el desarrollo de disciplinas relacionadas con el tratamiento
automático del lenguaje, desde la documentación a la traducción mecánica; estas disciplinas necesitan
disponer de descripciones lingüísticas rigurosas adecuadas para el tratamiento de textos completos y no
de frases aisladas.

Otro tipo de influencias proviene de la situación intelectual en que se mueve la lingüística, es decir, las
ideas generales sobre el desarrollo y las necesidades de la ciencia. Así, mientras la lingüística del siglo XX
ha mostrado una clara tendencia al aumento de la formalización acompañado de un programa de
trabajo cada vez más restringido, la lingüística del texto, al mismo tiempo que procura no abandonar la
formalización, incluye entre sus preocupaciones más destacadas aspectos psicológicos y sociológicos,
con lo cual tienden a borrarse los límites entre “lingüística” y las demás disciplinas que se encargan del
lenguaje.

En el desarrollo de la Lingüística textual se han esbozado dos tendencias fundamentales:

1.- La primera concepción parte de la Gramática generativa y pretende ampliarla sustituyendo el término
inicial Oración por el término Texto. Esta tendencia se ha preocupado esencialmente de explicar algunos
fenómenos sintácticos y semánticos que no se podían describir adecuadamente en el nivel oracional. Se
partía en estos modelos de ampliación de la gramática oracional de la siguiente consideración: si en la
gramática es posible establecer un nivel morfémico que se integra en un nivel superior, el de las
palabras, éste a su vez en el del sintagma, y estos unidos forman el nivel superior, la frase, no hay
razones de principio para no considerar que el nivel de las oraciones se subordina, a su vez, a uno más
elevado, el de los textos (o los párrafos, que luego se integran en textos). Admitir que el texto es un nivel
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especial, formado por unidades del nivel inferior, es decir frases, se puede resumir en la consideración
de texto como un conjunto de frases.

2.- Sin embargo, a medida que avanzaron los estudios textuales, se puso de manifiesto que un texto
puede ser inaceptable, agramatical aun cuando las frases que lo componen sean perfectamente
gramaticales. La situación parece a primera vista similar a la existente en el nivel de la oración, donde
sintagmas correctamente construidos pueden dar lugar a una frase agramatical. Pero, a diferencia de la
frase, el texto posee condiciones de gramaticalidad que no son básicamente sintácticas, sino muy
fundamentalmente semánticas y pragmáticas, es decir sociales.

De ahí que la gramática textual se viera obligada a sustituir el concepto de “competencia lingüística” de
Chomsky por lo que se denomina, según autores y escuelas, “competencia expresiva”, “saber
elocucional”, “competencia pragmática” o, en términos de Dell Hymes “competencia comunicativa”,
definible como la capacidad de generar y entender textos correctos y aceptables. Para poder explicar
esta competencia hay que salirse necesariamente de los marcos de la gramática en sentido tradicional.

En esta segunda fase de la lingüística textual, el texto no se considerará fundamentalmente (aunque sí


secundariamente) un conjunto de frases con una determinada estructuración, sino la unidad
fundamental del lenguaje entendido comunicativamente. Así entendida, la Lingüística del texto implica
mucho más que la una ampliación de la unidad de estudio: es un punto de vista nuevo y más global del
hecho lingüístico.

(La importancia que ha adquirido esta nueva corriente queda puesta de manifiesto en la distribución de temas de la oposición: 23, 24 y 25 se
refieren al concepto de texto y sus propiedades y del 26 al 32 a diversos tipos de textos.)

Según Bernárdez, Texto es la unidad lingüística comunicativa fundamental, producto de la actividad


verbal humana, que posee siempre carácter social; está caracterizado por su cierre semántico y
comunicativo, así como por su coherencia profunda y superficial, debida a la intención (comunicativa)
del hablante de crear un texto íntegro, y a su estructuración mediante dos conjuntos de reglas: las
propias del nivel textual y las del sistema de la lengua.

La unidad que denominamos texto está, pues, estructurada a partir de varios niveles de organización:

1.- Posee una estructura semántica, pues consta de una serie organizada de ideas que el emisor
pretende transmitir al receptor.
2.- Posee una estructura sintáctica: los enunciados que lo constituyen mantienen entre sí relaciones
formales de distinto tipo.
3.- Posee también una estructura comunicativa o pragmática, en el sentido de que en él están implícitas
las relaciones entre los elementos que intervienen en el acto de comunicación.

Los principales autores que trabajan dentro de esta perspectiva coinciden en este triple tratamiento de
las realidades textuales y, a la vez, proponen que se preste atención no sólo al producto acabado sino el
proceso de construcción y elaboración, así como a los mecanismos que intervienen en la comprensión de
los textos.

Cada uno de estos niveles se relaciona con una de las propiedades textuales a las que nos referiremos a
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continuación: coherencia, cohesión y adecuación.

Una vez definido el concepto de texto, podemos señalar que dos de los temas que han acaparado más la
atención de los lingüistas textuales han sido, por una parte, el estudio de las propiedades del texto, es
decir de los requisitos que ha de cumplir cualquier manifestación verbal para que pueda ser considerada
un texto y, por otra, la clasificación de los tipos de texto según diversos criterios.

Llamamos propiedades del texto a todos los requisitos que ha de cumplir cualquier manifestación verbal
para poder considerarse un texto y, por lo tanto, para poder vehicular el mensaje en un proceso de
comunicación. Podemos considerar las siguientes propiedades textuales, relacionadas obviamente con
los distintos niveles de estructuración textual:

1. Adecuación: Es la característica de los textos que están bien construidos desde el punto de vista
comunicativo. Tiene que ver con la pertinencia del mensaje en relación con el contexto y
situación en que se emite; del estudio de estas cuestiones se encargan nuevas disciplinas como
la pragmática o ciertas corrientes de la sociolingüística.

2. Coherencia: Es la propiedad inherente a todo texto que hace que pueda ser percibido como una
unidad comunicativa y no como una sucesión de enunciados inconexos. Se relaciona con la
estructura semántica del texto y consiste en la correcta progresión de las ideas en el mismo
gracias a una estructura conveniente, a una correcta conexión de los párrafos; consiste también
en la ausencia de absurdos o saltos semánticos.

3. Cohesión: Es la manifestación lingüística de la coherencia: un texto está bien cohesionado si hay


mecanismos lingüísticos que revelan la relación coherente de sus partes. La cohesión es una
cualidad básicamente lingüística y microtextual, se basa en elementos lingüísticos y opera dentro
del texto como tejiendo una red de referencias y repeticiones que lo hacen más ágil y variado.

4. Presentación: Tanto los textos escritos como orales deben presentarse a la audiencia. Desde la
óptica del emisor, una buena elocución y una escritura clara del texto son imprescindibles para
facilitar el trabajo de comprensión al receptor. Textos adecuados, coherentes y cohesionados
pueden fracasar por defectos formales como una elocución demasiado rápida o una mala
caligrafía.

5. Estilística: Se refiere a la capacidad expresiva general de un texto; es decir, a la riqueza y


variación lingüística, la calidad y la precisión del léxico, etc.

Obviamente, la frontera entre las propiedades es difusa y, en parte, engañosa, porque todas se refieren
a la misma realidad, el texto, y sólo tienen sentido en su conjunto global.

1.- COHERENCIA
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El término coherencia aparece por primera vez en lingüística aplicado a la estructura de la lengua como
una propiedad de ésta en tanto que sistema. El concepto adquiere (tb dentro de la lingüística) otra
acepción de carácter semántico ligada al contenido referencial del mensaje, a aquello de lo que el texto
habla. La coherencia es la continuidad de isotopías discursivas o solidaridad semántico-referencial entre
las partes de un todo, basada en la recurrencia o repetición de elementos en el mensaje. Este concepto
fue tomado en cuenta por la lingüística textual y por el análisis del discurso. En un primer momento, muy
ligado a la semántica estructural, aparece como una propiedad inherente de los textos que se manifiesta
lingüísticamente a través de la cohesión, a través de la evidencia en la superficie textual de los recursos
lingüísticos empleados para garantizar la continuidad del significado y la progresión textual.
Posteriormente, se hace hincapié en el aspecto pragmático de esta noción y se define como un proceso
dinámico vinculado a la interpretación del texto en función de la situación comunicativa, del
conocimiento del mundo y de los usos lingüísticos que se suponen en los participantes en la
comunicación. La necesidad de coherencia es un principio general que regula la interpretación y las
marcas de conexidad son la manifestación superficial de la coherencia, pero por sí mismas no garantizan
ésta. Coherencia y cohesión son las dos caras de un mismo fenómeno.

1.1.- Coherencia y cohesión


Enrique Bernárdez considera que al plantearnos qué es la coherencia textual no es suficiente con señalar
las relaciones que deben existir entre las unidades lingüísticas que representan superficialmente el texto,
sino que será necesario considerar el proceso total desde la intención comunicativa misma del hablante
hasta las estructuras lingüísticas en que se manifiesta finalmente esa intención. Un texto no es
coherente porque las frases que lo componen guarden entre sí determinadas relaciones, sino que esas
relaciones existen precisamente por la coherencia del texto.

En esta línea se considera la distinción entre cohesión y coherencia propuesta por Salomon Marcus:

Coherencia significa una cierta capacidad de actuar como unidad, mientras que cohesión se refiere a la
existencia de conexión entre las diferentes partes. La coherencia es de naturaleza más bien semántica,
nos remite a un cierto significado global del texto; la cohesión parece dominada por aspectos sintácticos
y relacionales entre los componentes. Sin embargo, sería imprudente y simplista considerar la coherencia
como fenómeno exclusivamente semántico y la cohesión como exclusivamente sintáctico.

La delimitación, repetimos, no resulta siempre sencilla y, por otro lado, hay que considerar que ambos
fenómenos tienen su origen en factores pragmáticos prelingüísticos. En este sentido, señala Bernárdez
que las causas de la coherencia deben hallarse en las estructuras profundas del texto. Estas estructuras
no son básicamente de carácter semántico o sintáctico, sino fundamentalmente pragmático. La
coherencia es un fenómeno pragmático que interviene antes de la estructuración propiamente
lingüística del texto. No puede ser de otro modo si consideramos que el texto es texto en función, sobre
todo, de la intención del hablante de construirlo.

Lo que llamamos coherencia corresponde al proceso prelingüístico que parte de la intención


comunicativa. Esta se desarrollará en un "plan" del texto que, a continuación, llegará a manifestarse
verbalmente por medio de determinadas operaciones. Es decir, la coherencia no es la intención
comunicativa, pero depende directamente de ella; corresponde más bien a ese plan global que sirve de
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expansión a las intenciones comunicativas.

En consecuencia, un texto llega a ser coherente, y a reflejarse superficialmente en una sucesión


lineal de unidades lingüísticas relacionadas debido a la existencia de ese plan global previo a la
articulación. Podemos resumir de la siguiente forma el proceso:

1. El hablante tiene una intención comunicativa.


2. El hablante desarrolla un plan global que le permitirá, teniendo en cuenta los factores
situacionales, conseguir que tenga éxito su texto, es decir, que cumpla su intención
comunicativa.
3. El hablante realiza las operaciones necesarias para expresar verbalmente ese plan global, de
manera que a través de las estructuras superficiales el oyente sea capaz de reconstruir o
identificar la intención comunicativa inicial.

De esta manera, un texto puede ser incoherente en cada una de las tres fases. El caso menos frecuente
es el de la incoherencia de la intención comunicativa en un determinado contexto situacional. Nos
encontraríamos con una persona con problemas psicológicos o neurológicos.

En la fase siguiente puede ocurrir que el hablante sea incapaz de construir correctamente el plan de
producción del texto; esta incoherencia puede deberse a una mala apreciación de las condiciones
situacionales, a un desconocimiento de las posibilidades del oyente, etc. Por ejemplo, un texto científico
puede resultar coherente para un científico, pero incoherente para una persona sin la suficiente
preparación. O el caso más general en que un hablante supone conocidos datos que el oyente ignora:
una narración donde no se identifique explícitamente a los protagonistas suponiendo que el oyente
puede reconocerlos cuando éste no es capaz de hacerlo, etc. Este tipo de error es muy frecuente.

Los errores en la tercera fase repercuten directamente sobre la formulación lingüística, de manera que el
texto, además de incoherente, sería inconexo y/o gramaticalmente incorrecto. La diferencia con los
casos anteriores es clara, ya que en estos podemos tener como resultado superficialmente una sucesión
de oraciones correcta; mientras que los errores en la estructuración lingüística dan lugar a estructuras
superficialmente anómalas. Este tipo de estructuración incoherente (el caso en que "se sabe lo que se
quiere decir, pero no se sabe cómo decirlo") es extremadamente frecuente tanto en el proceso de
aprendizaje de lenguas extranjeras como, desgraciadamente, en el propio uso de la lengua materna.

Vemos, pues, que la coherencia es algo que se va desarrollando desde el momento mismo en que un
hablante decide producir un texto, y que llega hasta su estructuración superficial. La coherencia es
inicialmente pragmática, pero, a continuación pasa a manifestarse en términos semánticos
(conservación del tema, continuación de cadenas nominativas, progresión temática, etc.) y,
paulatinamente, según nos acercamos a los niveles más superficiales, con medios sintácticos o incluso
fónicos.

Si seguimos el camino inverso, que es el que realmente sigue el oyente al percibir un texto, vemos que el
papel de cada uno de estos tipos de manifestación de la coherencia va siendo más importante según
subimos: la coherencia fónica tiene muy escasa importancia, pues una sucesión de fonemas puede
resultar coherente por la entonación, sin que el texto tenga realmente coherencia ninguna; la coherencia
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sintáctica (estructuración adecuada de las oraciones, con relaciones formales entre ellas) es más
importante, pero aún no suficiente; la coherencia semántica permitirá considerar si el texto tiene sentido
o no, mientras que la comparación del texto con las condiciones situacionales y otras de tipo pragmático
permitirá juzgar la coherencia del texto en un contexto determinado.

Según lo expuesto, podemos considerar que la coherencia es, además de una propiedad del texto,
también un proceso. Uno de los autores que más ha estudiado este concepto es Van Dijk, que le ha
dedicado un capítulo (el IV) de su obra Texto y contexto. Allí señala que, intuitivamente, la coherencia es
una propiedad semántica de los discursos, basada en la interpretación de cada frase individual
relacionada con la interpretación de las otras frases. Un discurso es coherente si para cada una de sus
sentencias, las sentencias previas son relevantes.
La coherencia es la propiedad fundamental inherente a todo texto que hace que pueda ser percibido
como una unidad comunicativa y no como una sucesión de enunciados inconexos. Por coherencia se
entiende la conexión de las partes en un todo. La coherencia proporciona a un texto un significado global
y organiza las relaciones entre los elementos que lo integran, de tal manera que el receptor podrá
captarlo como una unidad significativa a la que podrá asignar un tema o resumir su contenido.

La coherencia es la propiedad que ha de caracterizar la estructura semántica o de contenidos del texto


bien construido. Se manifiesta en diferentes niveles, la totalidad del texto, sus partes constitutivas y los
diversos enunciados que lo componen lo que permite distinguir entre coherencia global, lineal y local.

Pero la coherencia no es sólo una propiedad del texto, sino que debe ser reconocida por el interlocutor,
los textos son coherentes en la medida en que son interpretables, por lo que conviene distinguir varios
aspectos de la coherencia:

1. Coherencia global.

Algunos autores, como Coseriu, señalan que la coherencia representa un caso particular de lo que se
denomina congruencia o conformidad de la actividad lingüística con las leyes universales del hablar.
Estas normas universales del hablar constituyen el denominado saber elocucional, integrado por el
conocimiento del mundo y de las cosas, los principios generales del pensar humano, la exigencia de
claridad y no repetición, el no decir lo obvio, lo imposible o lo extravagante, etc. En relación con la
coherencia global, podemos referirnos a las siguientes cuestiones:

El Marco de Integración Global. La macroestructura y la superestructura.

Para que pueda decirse que un enunciado o sucesión de enunciados constituye un texto tiene que
poseer un núcleo informativo fundamental, que es el asunto del que trata. Al interpretar el texto, el
receptor capta esa unidad de sentido, a la que se subordinan los distintos enunciados que lo integran.
Ese núcleo fundamental ha recibido diversos nombres: tópico del discurso, marco de integración
global, superestructura temática o el más tradicional de tema.

En relación con esta cuestión, Van Dijk plantea dos tipos de estructura presentes en cualquier texto: la
macroestructura y la superestructura. La macroestructura es el contenido semántico de la información,
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ordenado lógicamente; puede ser considerada como la representación semántica global que define el
significado de un texto concebido como un todo único. La superestructura sería la forma como se
presenta en un texto determinado esta información. Algunos autores denominan marco del discurso al
"género" o tipo de texto al que se adscribe el discurso. Al percibir un texto, el receptor lo ubica en las
coordenadas implícitas de su marco y lo interpreta en función del mismo, con lo que cobra coherencia lo
que en marco distinto podría resultar inaceptable.

Cada texto posee su propio marco en función del cual se le atribuye coherencia y se le asigna un
significado. Por ejemplo, un texto puede presentarse como referido al mundo real o como referido a un
mundo alternativo como el de los sueños o la ficción literaria; puede presentarse como "dicho en serio"
o "irónico" o "humorístico", etc. Los marcos posibles de un texto son innumerables. Son ejemplos de
marco la charla intrascendente, la exposición didáctica, los chistes, los géneros periodísticos, el discurso
científico especializado, la divulgación, todos los tipos de textos de carácter jurídico o administrativo, el
discurso político, el discurso publicitario, todos los géneros y subgéneros literarios, los folletos
explicativos, las recetas de cocina, las instrucciones de uso que acompañan a un aparato, los sermones
dominicales, la carta comercial y la carta personal, los anuncios por palabras, los telegramas, etc. Cada
marco posee sus propias leyes de coherencia interna; de ahí que la aceptabilidad o inaceptabilidad de un
texto no sea un factor absoluto.

Podríamos referirnos a la distinción entre la macroestructura y la superestructura con el siguiente


ejemplo: en el caso de un accidente de circulación la macroestructura ordenaría de forma lógica los
datos del suceso: los actores (conductores y vehículos), los hechos (adelantamiento, colisión, invasión de
calzada, etc.), las circunstancias (velocidad, niebla, autopista, etc.), las causas (frenazo, giro repentino,
etc.), las consecuencias (vueltas de campana, salida de la calzada, rotura de un brazo, etc.). Si este hecho
aparece en un periódico, el texto tendrá seguramente superestructura de noticia periodística (título,
lead, exposición de los hechos en orden de pirámide decreciente, etc.), en cambio, si se han de exponer
los mismos hechos en una denuncia, una llamada telefónica a los familiares o en una instancia o carta de
reclamación, probablemente se ordenarán de manera específica y diferente en cada caso, según la
superestructura de cada uno de estos diversos tipos de texto.

Así pues, la macroestructura es el contenido semántico y lógico y la superestructura la forma cómo


este se ordena en un texto determinado.

Implicaciones y presuposiciones.
La presencia de un M.I.G. o tópico de discurso es condición necesaria para aceptar la
aceptabilidad de un texto como tal. Sin embargo, no es suficiente: la coherencia de un texto exige,
además, la no violación de las implicaciones y presuposiciones que contienen sus secuencias. La
implicación y la presuposición son relaciones de carácter lógico-semántico. Su transgresión origina
secuencias absurdas o contradictorias.

La implicación: Una proposición P implica otra proposición Q cuando, si P es verdadera, Q es también


necesariamente verdadera: Pedro se ha casado con María implica María se ha casado con Pedro.

La presuposición: Se dice que una proposición P presupone otra proposición Q cuando, si Q es falsa, no
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tiene sentido P (no es ni verdadera ni falsa). El hijo del rey de Francia es calvo presupone existe el rey de
Francia y el rey de Francia tiene un hijo.

En sentido amplio, las presuposiciones son aseveraciones no expresadas, subyacentes al enunciado, que
condicionan su aceptabilidad y su adecuación a una situación dada. Por ejemplo, un enunciado como
Pedro escribió una carta a su tía encierra, entre otras, las siguientes presuposiciones: Pedro es un ser
humano. Pedro tiene una tía. Pedro sabe escribir, etc. Si el discurso prosigue, los enunciados posteriores
no podrán violar estas presuposiciones. Serían inaceptables: aunque era totalmente analfabeto, etc.

Selección y ordenación de la información.


Relacionadas también con la coherencia están la cantidad de datos aportados y la ordenación en la
exposición de los mismos. A esta cuestión de la progresión temática nos referiremos posteriormente.

Tanto los textos que versan sobre secuencias de sucesos como los que describen características,
propiedades o estados, operan necesariamente una selección de hechos o características que resulten
relevantes. Un discurso excesivamente completo en el que se pretendieran explicar todas y cada una de
las acciones, hechos o características, resultaría chocante. Evidentemente, el grado de completividad
aceptable depende del tipo de texto de que se trate y del propósito comunicativo. Las características de
una cadena de fidelidad son perfectamente pertinentes en el folleto que acompaña al aparato, pero no
en una novela en la que el protagonista se pone a oír música.

Del mismo modo, la aceptabilidad de una secuencia textual exige el respeto a ciertas reglas que rigen el
orden de exposición de hechos. Así, por ejemplo, son perfectamente normales: Apareció María. Venía
completamente mojada. En cambio, resultarían inaceptables:  Venía completamente mojada. Apareció
María.

La ordenación normal de las descripciones va de lo general a lo particular, del todo a la parte, del
continente al contenido, de lo grande a lo pequeño, etc.; lo que corresponde al orden normal de
captación de las cosas. En la narración de hechos, si no hay ninguna marca temporal, se interpreta lo que
viene a continuación como posterior en el tiempo.

2. Coherencia lineal.

Un segundo nivel de coherencia textual lo constituye la coherencia estructural o lineal, que algunos
autores denominan con Van Dijk coherencia interna. Si el texto es suficientemente extenso, el tema
aparece articulado en diferentes secuencias de significado o de ideas, cada una de las cuales adquiere
sentido en relación con el significado general. Estas secuencias de significado pueden corresponderse
con partes más o menos definidas del texto (capítulos, episodios, párrafos) que mantienen relaciones de
significado unas con otras y tienen también unidad en sí mismas. De esta manera puede decirse que el
contenido de un texto forma una estructura.

Algunos autores, como Greimas, han señalado que esta coherencia interna se manifiesta por medio de
las isotopías, entendidas como la iteratividad a lo largo de una cadena lingüística de unidades de
contenido que aseguran la homogeneidad del discurso. Se trataría, en opinión de Weinrich de alguna
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manera de la textualización del concepto de campo léxico: una sucesión de significados que configuran el
significado global del texto. Un concepto similar al de isotopía puede ser el de eje semántico.

El párrafo: La subunidad más característica de los textos no dialogados es el párrafo. El párrafo es un


concepto muy importante en el escrito. Se trata de una unidad significativa y visual: desarrolla una única
idea completa distinta a la de los otros párrafos que muy frecuentemente aparece expresada a través de
una oración temática y aparece marcado gráficamente en el texto con puntos y aparte y espacios en
blanco. Agrupa las oraciones entre sí por temas y puede separar las distintas partes de un texto: la
introducción, los argumentos, las conclusiones, etc.

El párrafo puede tener diversos tipos de estructura: desarrollo de una idea, matización de una idea
anterior, ejemplo, tesis, argumentos, orden cronológico, etc. En la lengua oral, sobre todo en las
exposiciones monologadas, esta unidad intermedia entre la oración y el texto también existe y tiene la
misma importancia, aunque no la denominamos párrafo; de hecho, no tenemos ninguna palabra para
denominarla (utilizamos período, fragmento o parte de discurso para referirnos a ella).

Dos consideraciones importa subrayar: primero, que el párrafo es una parte relativamente autónoma del
texto; y, segundo, que cada párrafo está relacionado de forma significativa con los otros párrafos. Como
todos los elementos de un texto están interrelacionados, los diversos párrafos se relacionan entre sí,
estableciéndose una sintaxis de los párrafos que nos puede ayudar a percibir la estructura general del
contenido de un texto.

La relación entre los párrafos y la progresión de las ideas del tema nos ofrecerá la estructura del texto.
Ya nos hemos referido con anterioridad a los conceptos de macroestructura y superestructura. De
acuerdo con esta última, cada texto sería adscribible a un género que determinaría gran parte de sus
características.

La organización de las ideas en lo que podríamos denominar la macroestructura varía, obviamente, en


cada texto concreto de acuerdo con su tema, intención, nivel de formalidad, etc. Normalmente, se
señalan diversas posibilidades de estructuras textuales (que afectan especialmente a los textos
expositivos y argumentativos) entre los que podemos citar las siguientes:

- estructura analizante o deductiva. El tema aparece al principio y se amplía o demuestra


en los párrafos siguientes.
- estructura sintetizante o deductiva. Varias ideas sucesivas nos llevan al tema, que tal vez
aparezca a mitad del texto, o al final, a modo de conclusión.
- estructura encuadrada. Aparece el tema al principio, se desarrolla y se repite o se
reafirma en la conclusión.

Existen, evidentemente, más modelos de estructuras textuales, dependiendo de la intención del autor y
del tipo de texto, así como del carácter de los contenidos. Podemos hablar también de estructuras
simétricas (la extensión de las diversas partes es regular) o asimétrica o irregular ( si las partes están
descompensadas); abierta o cerrada, etc.

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3. Coherencia local.

Hay un tercer nivel de coherencia: la coherencia local. Entre los distintos enunciados y también dentro
de cada uno de ellos y sus constituyentes sintácticos, los elementos lingüísticos establecen entre sí
relaciones de significado. Estos elementos han de ser coherentes unos con otros si se quiere que el texto
sea entendido completamente por el oyente o lector, es decir, si se quiere que la comunicación tenga
éxito.

4. Coherencia pragmática.

Como señalaba Bernárdez, existe en la coherencia una dimensión pragmática fundamental que explicaría
las relaciones que se establecen entre el enunciado y los objetos a que éste se refiere, los participantes
en la comunicación y el contexto situacional en que se produce. Esta coherencia pragmática se relaciona
con la adecuación a la que nos hemos referido en el tema anterior. Para que exista coherencia textual, es
necesario primeramente que exista coherencia entre los hechos de realidad que se comunican mediante
el lenguaje.

De este modo, resultarían inaceptables enunciados como el siguiente: La casa estaba derruida. Su
cárter y su motor yacían por el suelo. Del mismo modo, es el conocimiento del mundo el que infunde
coherencia a secuencias como: Fuimos a la playa, jugamos a la pelota y tomamos el sol. En efecto, jugar
a la pelota y tomar el sol son hechos perfectamente compatibles en nuestra experiencia con estar en la
playa. Pertenecen a su marco. En cambio, resultaría extraño: Fuimos a la playa, llamamos a la puerta y
compramos cinta adhesiva.

La coherencia pragmática se refiere también a las relaciones entre emisor y receptor del texto.
Podríamos considerar que a la coherencia global, propia del emisor, le correspondería por parte del
receptor la coherencia pragmática que por una parte recupera la información semántica codificada y por
otra le añade todos aquellos supuestos culturales, ideológicos, de creencias que el receptor posee. El
receptor no sólo realiza una operación de traducción, sino que va interpretando, realizando inferencias,
aportando sus propios conocimientos en una especie de diálogo activo con el emisor que rellena los
huecos del texto. Cualquier texto nos pone en contacto con otros muchos del mismo u otro tipo.

Podemos considerar, en resumen, que la coherencia es la propiedad textual referida a la información.


Es básicamente semántica y afecta a la organización profunda del contenido del texto.

3.- PROCEDIMIENTOS DE COHERENCIA TEXTUAL


Vamos a comentar a continuación algunos fenómenos lingüísticos que es necesario interpretar como
índices de coherencia textual. Nos centraremos en los que aparecen en el enunciado del tema, aunque
algunos, como la deixis forman parte también de la adecuación y a otros, como la anáfora y catáfora, son
índices igualmente de cohesión textual. La delimitación de los fenómenos de las diversas propiedades
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Loli Gimeno TEMA 24 Australia 2016

textuales es difusa porque están relacionados.

3.1 - LA DEÍXIS
La vinculación del discurso a su contexto de referencia es determinante para otorgarle a un texto
continuidad de significado, coherencia. Aunque es mucho más, pues el anclaje del texto a u contexto ha
sido codificado y gramaticalizado en las lenguas en un número variable (pero determinado) de
elementos que se llenan de sentido discursivo, esto es, de referencia gracias a la situación de
enunciación. Se trata de ELEMENTOS DEÍCTICOS. Deíxis significa “señalamiento”, “indicación”, de modo
que los elementos deícticos, al depender de la enunciación, apuntan a cualquiera de las tres constantes
de todo proceso comunicativo: personas participantes, espacio en que se sitúan ellas y otras entidades, y
tiempo de enunciación. Estos elementos inscriben su funcionamiento discursivo en la lengua (como
código) y vinculan la expresión enunciada con el contexto espacial, temporal y personal de su
enunciación:
Según Lyons, “por deíxis se entiende la localización e identificación de personas, objetos,
eventos y actividades de las que se habla o a las que se alude, en relación con el contexto
espaciotemporal creado y sostenido por la enunciación y por la típica participación en ella de un
solo hablante y al menos un destinatario.”

Aunque es una función conocida desde los griegos (algunos señalan a Apolonio Discolo en el II a. C. como
el primer formulador del concepto), ha sido el filósofo y lingüista Bühler quien ha mostrado la
importancia de la función deíctica en la explicación del funcionamiento de las lenguas, señalando cómo
hay palabras que significan conceptos y palabras cuya única función es ser señaladoras. Bühler distingue
tres ámbitos de funcionamiento del lenguaje humano: el campo simbólico, el mostrativo y el pictórico. El
fenómeno de la deixis ocupa por completo el campo mostrativo, el señalamiento de objetos y entidades
de manera relativa, o sea, refiriéndolos al punto cero de un sistema de coordenadas constituidas por el
yo-aquí-ahora del hablar.

Se entiende por deíctico cualquier elemento que remite al contexto extralingüístico que rodea
al acto de comunicación. Dentro del discurso, la deíxis señala y sitúa en el espacio y el tiempo
personas, objetos y acciones, tomando como punto de referencia el eje de coordenadas
centrado en el yo - aquí - ahora del hablante (en todas las cuestiones relacionadas con la
enunciación, la posición física y psicológica del hablante es fundamental y constituye el eje
básico de referencia. Esta característica hace que se pueda hablar de un egocentrismo presente
en todos los fenómenos de deíxis). Se comprende, pues, la deíxis en la situación canónica de
comunicación, es decir, aquella en que un emisor se comunica con un receptor/es presente/s en
el coloquio. Esta situación es egocéntrica en el sentido de que el hablante se convierte en el Yo
centro de la enunciación y lo remite todo a su punto de vista. Como en la situación de
comunicación el "yo" va cambiando conforme los interlocutores toman la palabra, el
señalamiento deíctico será siempre relativo y cambiante, ya que se referirá al hablante en ese
momento de la enunciación.

Además distingue tres tipos de mostraciones o señalamientos: una de tipo gestual, referida a los

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Loli Gimeno TEMA 24 Australia 2016

elementos que están presentes físicamente en el entorno (enunciador y los objetos señalados por las
expresiones deícticas); otra de tipo reflexivo, pues se alude a algo que se ha mencionado en el discurso y
que se recupera mediante un elemento lingüístico de carácter pronominal (anáfora) y, por último, un
señalamiento simbólico, consistente en aludir a entidades que no están presentes en el entorno físico,
sino creadas por el discurso.

Siguiendo a Kerbrat-Orecchioni, las unidades deícticas se definen como aquellas “cuyo funcionamiento
semántico-referencial (selección en la codificación e interpretación en la descodificación) implica tomar
en consideración algunos de los elementos constitutivos de la situación de comunicación: el papel que
desempeñan los actantes del enunciado en el proceso de la enunciación y la situación espaciotemporal
del locutor y, eventualmente, del alocutario”. La gramaticalización de estos contenidos, según Lyons y
Levinson, es la prueba más clara de que las lenguas naturales están diseñadas para ser usadas en la
interacción cara a cara. (Si no se puede anclar un producto lingüístico no tiene sentido e intención).

Así pues, en el proceso de comunicación es el hablante quien otorga referencia a ciertos elementos que
de por sí la tienen vacía (incapaces de comunicar nada desvinculados del productor que los
contextualiza). En esto consiste la deixis: un tipo de vínculo referencial entre ciertas expresiones
lingüísticas y lo que representan, tanto en lo extralingüístico (el entorno físico en que se desenvuelve la
comunicación) como en el universo del discurso del que se trata en el hablar (anáfora o catáfora). El
locutor es quien llena de referencia a dichos elementos en el aquí y ahora de su enunciación.

La deixis, en tanto que fenómeno gramaticalizado y estructurado en todas las lenguas, es analizado por
la semántica. No obstante, en cuanto que es dependiente de la situación contextual, su estudio
pertenece también a la pragmática.

Las expresiones deícticas tienen una naturaleza híbrida: utilizando una terminología propia de la
semiótica, son a la vez símbolos e índices. Su carácter simbólico permite su integración en la estructura
semántica de la lengua, de la que se extrae su valor lingüístico. Poseen un significado invariable e
independiente del objeto al que hacen referencia, ocupan un lugar en una determinada estructura y
adoptan una forma lingüística en cada lengua; como índices, se encuentran en una relación de
contigüidad con la situación de enunciación: localizan e identifican un ente del contexto extralingüístico.
Esta relación de contigüidad hace que su referencia y su identificación sean cambiantes y dependan del
acto de enunciación. Establecen canónicamente una conexión existencial con el objeto al que hacen
referencia, al cual identifican o localizan en el espacio o en el tiempo. Así, por ejemplo, el pronombre yo
es en parte un símbolo, ya que significa de manera invariable "la persona que está diciendo yo", forma
una estructura con el resto de los pronombres personales y está asociado con su significado por medio
de una regla convencional en cada lengua concreta. Pero, por otra parte, funciona también como índice,
en tanto que define a su objeto por el hecho de estar en una relación contextual con éste, de manera
que el significado del pronombre cambia según quién sea el que produzca el enunciado. Lo que varía con
la situación de enunciación es el referente (los deícticos son unidades de referencia ocasional), no el
significado, pues éste, como algo estructurado que es, permanece constante de un uso a otro. (Yo, tú)
(mesa- denotación estable, bonito, correr, gritar- referencia puntual)

3.1.1 – Deixis y anáfora

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En ocasiones los conceptos de deixis y anáfora se entrecruzan pero se pueden distinguir. Los elementos
deícticos y los anafóricos (ánafora y catáfora) tienen en común su ausencia de autonomía referencial y su
débil saturación semántica (naturaleza híbrida). La atribución de referentes en estos elementos es un
proceso de saturación semántica que suple la falta de denotación estable con informaciones
procedentes del contexto. La diferencia estriba en que la deixis extrae dicha información del entorno
creado por el yo-aquí-ahora de la enunciación, mientras que la anáfora la extrae del cotexto lingüístico,
de lo que tradicionalmente se ha llamado antecedente (o subsecuente, en el caso de la catáfora) (Ej.pág.221 MAD)

Hay quien prefiere hablar de referencia exofórica (deixis) y referencia endofórica (anáfora). La foricidad
(del griego “llevar”) es un proceso textual o discursivo mediante el cual un elemento indeterminado y
vacío de referencia, se llena reenviando bien a partes del discurso ya dichas (anáfora), o por decir
(catáfora), bien a lo extralingüístico (referencia exofórica).

Las relaciones que se establecen entre el antecedente y el elemento anafórico son de correferencia y de
recuperación. En la deixis sólo se da el proceso de recuperación de referencia y nunca el de
correferencia. Pero para otros autores la anáfora es un tipo especial de deixis (textual), pues en todos los
elementos anafóricos es posible reconocer siempre un origen deíctico.

Según A.Reboul, las características de la anáfora podrían esquematizarse:

1.- Existencia de un proceso referencial particular


2.- Paso por otra expresión referencial, el antecedente
3.- Que la expresión referencial esté desprovista de autonomía referencial
4.- Existencia de una relación de correferencia
5.- Existencia de una relación de recuperación.

Teniendo en cuenta que en el proceso de recuperación ha de ser posible asociar cambios de estado al
referente (Correferencia actual o virtual: A Sansón le cortaron la cabellera y luego se la quemaron – A Sansón le cortaron la cabellera y le volvió a crecer)
Como señalan Brown y Yule, al procesar e interpretar un texto introducimos un referente en nuestra
propia representación mental, luego se van relacionando esas experiencias posteriores con dicha
representación mental y no con la expresión verbal original del texto (el antecedente). Es decir, la
anáfora se produce son que haya correferencia virtual. Por esa razón es más difícil separar referencia
endofórica y referencia exofórica (deixis), dado que, en ambos casos estaríamos ante una representación
mental (noción de contexto).

Esto es lo que permite que puedan darse rupturas de concordancia y casos de silepsis como en
el ejemplo de Cervantes “El estudiante compró un asno allí donde los vendían”. La anáfora es un
procedimiento lingüístico discursivo que permite mantener la progresión textual reduciendo al
máximo la redundancia léxica, pues los elementos pronominales, al remitir a representaciones
creadas anteriormente en el universo discursivo, van activándolas en nuevos contextos
discursivos.

3.1.2 – Clases de deixis


Una primera distinción básica entre las unidades o expresiones deícticas tiene que ver con el tipo de
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información que transmiten las formas deícticas, según sea relativa a los participantes, al lugar en que se
encuentran y al tiempo del hablar. Desde este punto de vista, el fenómeno de la deixis queda parcelado
en tres bloques: deixis personal, deixis locativa o espacial y deixis temporal. A veces se incluye la deixis
social, para las lenguas que tienen gramaticalizadas las relaciones sociales de poder, cortesía,
generación, sexo, en formas de tratamiento u otros elementos lingüísticos relativos a la jerarquización
social de los participantes en el evento comunicativo.

DEIXIS PERSONAL
La deixis personal hace referencia al papel de los interlocutores en el evento comunicativo en que se
produce el enunciado: pertenecen los pronombres personales, los posesivos, los demostrativos y la
flexión verbal de persona. Los pronombres personales y posesivos son los elementos que se han
gramaticalizado para la expresión de la deixis personal. Aunque en castellano las formas verbales han
categorizado en la desinencia el contenido de “persona” pq ya vienen indicado en el verbo, la presencia
o no del pronombre sujeto suele llevar o un valor de énfasis, de contraste o de individualización.

Para recibir contenido referencial, los pronombres


personales deben extraerlo del acto de enunciación, algo evidente en el caso de YO o TÚ (deícticos
puros) que seleccionan a los participantes en el evento comunicativo (persona que habla y persona a
quien aquélla se dirige). Pero no es necesario en el caso de los pronombres sujeto de tercera persona,
los cuales, pese a no tener una referencia estable, no necesitan extraerla de la situación física, pues
pueden acudir también al contexto. ÉL, ELLA(S), ELLOS son deícticos negativamente pq indican que el
individuo que denotan no puede ser ninguno de los actantes del proceso de comunicación; pero tb son
anafóricos. La tercera persona debe distinguirse de la primera y de la segunda en que en éstas el
hablante y el oyente deben estar necesariamente presentes. En cambio, lo aludido con la tercera
persona puede estar presente o ausente y quedar, incluso sin especificación. Esto permite que la
categoría de la tercera persona pueda combinarse tanto con la categoría espacial de lo próximo como
con la de lo remoto (él está aquí, ahí o allí) y referirnos demostrativamente a él como éste, ese o aquél.
El YO sólo se vincula con el contenido deíctico de proximidad aquí (aunque ese aquí pueda ir desde
donde estoy sentado hasta el planeta tierra) y el TÚ puede representar lo próximo pero está adscrito a la
esfera de lo relativamente próximo, ahí.

Dentro del comportamiento deíctico de los pronombres personales es muy interesante describir el
significado de la forma NOSOTROS. En realidad no se corresponde con una primera persona plural (un
yo+yo+yo..), sino que se trata de un YO+OTROS (excepto en el plural de modestia en que nosotros=yo).
En VOSOTROS puede por un lado tratarse de un destinatario tú+tú+tú... o de un tú+él (+ella)... En la
categoría de alocutarios, la selección de tú/usted dependerá de las relaciones sociales que establezcan
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los participantes. Usted es la forma de respeto y de distancia social. La oposición vosotros/ustedes no es


del todo semejante pq según en que zonas ustedes es la única forma empleada para el alocutario plural.

DEIXIS ESPACIAL
La deixis espacial codifica la localización relativa de los elementos del contexto de la enunciación. Son
deícticos espaciales los pronombres demostrativos (éste, ese, aquél), los adverbios de lugar (aquí, ahí,
allí) llamados también adverbios demostrativos por el paralelismo estructural; expresiones referenciales
de carácter situacional (adverbios de lugar o frases preposicionales) del tipo a la izquierda, al norte,
cerca, lejos; y verbos de movimiento de carácter deíctico (ir/venir, acercarse/alejarse, llevar/traer).

Los pronombres demostrativos son a la vez unidades deícticas personales y locativas, pues su paradigma
se organiza según un criterio de distancia relativa con respecto al punto cero que constituye el origen del
hablar y en el que se sitúa el locutor: este expresa cercanía, ese un grado intermedio y aquel lejanía. Algo
semejante ocurre con la distinción aquí-ahí-allí. En casos de deixis ad oculos (“ante nuestros ojos”) las
formas este y aquí identifican el espacio en el que se encuentra el yo que habla.

DEIXIS EMPÁTICA O EMOCIONAL: Aunque los participantes del acto comunicativo compartan el mismo
espacio físico real el hablante tiene intención de distanciarse, asignando al tú un espacio diferente para
representar una barrera piscológica. (¿Cómo vienes con esa facha? Si se pone esta facha no se produce el distanciamiento)

Si esto es así, parece que la idea de asignar formas deícticas objetivas y estables a los pronombres
personales y posesivos (YO, mío, este, aquí) (TÚ, tuyo, ese, ahí) (ni tú, ni yo=él, ella, suyo, aquel, allí),
aunque suponga un equilibrio funcional no tiene fundamento. Más bien parece haber sólo una esfera, la
del YO, que pueda integrar, o no, en su entorno al TÚ e incluso a ÉL. La ubicación espacial de éstos se
mide relativamente con respecto a la subjetividad del que habla, dado que el locutor siempre se coloca
en un aquí implícito o explícito con respecto al cual sitúa a los otros elementos (interlocutores o
personas y entidades de las que se habla), bien compartiendo su espacio, bien fuera de él.

Por otra parte, nuestro idioma cuenta tb con una serie binaria (proximidad/no proximidad) de adverbios
deícticos acá/allá que localizan de una manera más vaga y poco delimitada, como si se tratase de una
expresión imprecisa concebida como un continuum que puede, incluso, admitir gradaciones No te lo lleves tan allá)
Por el contrario, la serie ternaria es más concreta y puede, como se ha dicho, admitir tres delimitaciones
de proximidad: dentro de mi espacio (aquí) y fuera de mi espacio (más próximo ahí- menos próximo allí)

Los adverbios de lugar también conocen empleos anafóricos. Pueden señalar un espacio coincidente con
el expresado por otro elemento (habría correferencia espacial) Ej. Caí al suelo y aspiré allí los gases del coche Pero lo
más habitual es su empleo anafórico para referirse a síntesis conceptuales de fragmentos anteriores Ej. No
tenemos bastante ayuda. Ahí radica el problema Así se comporta tb la locución de ahí que, que se ha especializado
como conector lógico consecutivo y apunta fóricamente a los contenidos precedentes.

Las parejas de verbos deícticos ir/venir y llevar/traer informan del desplazamiento de un móvil desde un
punto de reposo a otro desde la perspectiva con la que mira y percibe el movimiento el YO de la
enunciación. Hacia el punto en donde se encuentra el hablante el movimiento lo expresan venir y traer;
si el movimiento es de fuga o alejamiento desde la posición del hablante, viene expresado por ir y llevar.
Ej. Mañana vendrá Pedro a buscar comida /Mañana irá Pedro a buscar comida
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DEIXIS TEMPORAL
La deixis de tiempo está gramaticalizada en las lenguas para la localización de acontecimientos o
eventos, en relación con un momento T que se toma como referencia axial y con respecto al cual se mide
la anterioridad, la posterioridad o la coexistencia nocional de dos o más acontecimientos. El punto de
origen (T) es el punto de la enunciación y es la que vale de referencia con respecto a la cual se miden
otros acontecimientos. La deixis temporal sitúa lo descrito en el discurso en relación con el momento en
que tiene lugar el evento comunicativo: se incluyen en este tipo de deixis en español determinados
adverbios (ahora, hoy, ayer, mañana, entonces...), adjetivos (pasado, próximo, siguiente...) y frases
nominales y preposicionales con valor temporal (en este año, el mes que viene...) así como la
conjugación verbal del tiempo.

La categoría gramatical del tiempo ubica el acontecer del verbo en el imaginario eje del tiempo natural o
real del hablante. Normalmente, medidas desde el yo - ahora del hablante o momento de enunciación-,
nuestra interpretación psicológica del transcurso temporal discierne tres zonas:

- El periodo más o menos amplio en que experimentamos y comunicamos nuestra


vivencia, simultáneo con el momento de la enunciación y que denominamos presente.

- El periodo precedente que abarca todos nuestros recuerdos, que es anterior al momento
de la enunciación y que denominamos pretérito o pasado.

- El periodo todavía no realizado ni vivido de lo que imaginamos, proyectamos, deseamos,


que es posterior al momento de la enunciación y que denominamos futuro.

DEIXIS SOCIAL
Algunos autores hablan, finalmente, de deixis social, que reflejaría el estatus de jerarquización que el
discurso reconoce o establece entre los interlocutores, según las convenciones sociales que presiden la
comunicación interpersonal.

Se ejerce mediante determinados signos y expresiones que poseen las lenguas para aludir al rango de los
participantes en la situación comunicativa (en algunas lenguas, como el tamil rural- una lengua de la
India- hay hasta seis pronombres de segunda persona para mencionar el rango relativo entre hablante y
oyente). En español se manifiesta mediante la distinción tú/usted, el empleo de ciertos vocativos
(caballeros, señoría, señoras y señores, estimado cliente, etc.) y de fórmulas de tratamiento: majestades,
excelentísimo señor, etc.

LA FORICIDAD
Si la deixis es una función señaladora que designa directamente, aunque sin nombrarla, a la realidad
extralingüística, la foricidad consiste en la referencia a un elemento presente en el discurso. Este
elemento puede haber aparecido antes o aparecer después en el texto. En este sentido, formas como él,
su, este, ese, aquel ( cuando remiten a palabras del texto), los pronombres relativos, etc. son elementos
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fóricos. Los demostrativos y los pronombres personales de tercera persona pueden funcionar
indistintamente como deícticos o anafóricos.

3.2 - LA ANÁFORA Y LA CATÁFORA


Constituyen uno de los más importantes mecanismos de coherencia textual. Se entiende por anáfora el
mecanismo mediante el cual un elemento del texto remite a otro que ha aparecido anteriormente. Su
opuesto es la catáfora que remite a una aparición posterior.

La anáfora puede expresar una identidad de referencia o de sentido. En la anáfora de referencia, ambos
términos tienen el mismo referente, es decir, representan a la misma persona o cosa. En un enunciado
como: María se peina. Se funciona como anáfora de María y ambos términos hacen referencia a una misma persona. Sin embargo, en
un ejemplo de anáfora de sentido como: Yo tengo una moto y mi novia también tiene   = moto, aunque evidentemente,
no se trata del mismo objeto. Este ejemplo nos sirve también para ilustrar la anáfora elíptica. El elemento
anafórico puede constar de una única palabra o de varias, o incluso estar representado por  : Pedro ya está
aquí.  Llegó anoche.  Está muy cansado. En este ejemplo, el elemento anafórico, que está elíptico, es el
pronombre personal de tercera persona que hace referencia a Pedro, sujeto de las oraciones.

La catáfora, como hemos señalado, no es otra cosa que el mecanismo inverso, en que la foricidad tiene
la función de anticipar o anunciar un elemento que va a aparecer nombrado más adelante en el mismo
texto. Es un fenómeno menos frecuente, presente, sobre todo, en la lengua hablada en algunas
construcciones de C.I. pronominal: Le di el libro a Juan (Le funciona como elemento catafórico anticipador de Juan) / Todos
estaban en casa. Mi padre, mis hermanos../ Oye bien esto: no pienso dejarte más dinero./ Lo que pasó fue lo siguiente: se dejó las llaves en casa.

LAS PROFORMAS: La anáfora y la catáfora pueden estar desempeñadas por distintas clases de palabras e
incluso por sintagmas con significado léxico. Sin embargo, los elementos anafóricos por excelencia son
las denominadas proformas, elementos especializados en la función sustitutoria. Se suele distinguir
entre proformas léxicas, pronombres y pro-adverbios.

Las proformas léxicas: Determinadas unidades léxicas de significación muy amplia desempeñan con
frecuencia la función de sustitutos. Debido a su comprensión mínima y extensión máxima, pueden
reemplazar a cualquier término para apuntar al mismo referente.

- Cosa es el sustituto prácticamente universal de los sustantivos que designan realidades


no animadas tanto materiales como no materiales; puede sustituir también secuencias
de discurso: Me he comprado una cosa: un cepillo. Tiene dolor de muelas. Es una cosa muy desagradable.
- Persona, más restringido, es el sustituto común de sustantivos con rasgo + humano.
- Hacer es el sustituto de un gran número de verbos: ¿Qué hace Juan? Duerme, lee / María se peina y
Ana hace lo mismo.
- Los verbos de significación de voz media exigen como sustituto pasar o suceder: María se
parece a su padre y a Ana le sucede lo mismo. / ¿Qué te pasa? Me duele la cabeza.

Los pronombres: Entre los pronombres personales, sólo es proforma el de tercera persona, como ya
hemos señalado, la 1ª y 2ª personas del singular tienen un valor deíctico: Ayer llegaron Luis y Ana. Él está muy
contento de haber vuelto.

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Los demostrativos, posesivos y ciertos indefinidos tienen clara función de sustitutos: El profesor y los alumnos se
han ido. Aquel a casa. Estos al bar. / Juan trajo su escopeta. Pedro la suya. / Los chicos se entretuvieron por el camino. Todos perdieron el tren.

Son también proformas los relativos e interrogativos. Los primeros son siempre anafóricos; los segundos,
en interrogación directa, catáforicos: Le abordó un joven; el cual, tras contarle una historia, le pidió dinero./ ¿Quién está ahí? Pepe.

Los proadverbios: Son proadverbios aquellos adverbios que funcionan como sustitutos de adverbios o
de complementos circunstanciales: Todos estaban dentro. Allí hacía menos frío. / Dieron las tres. Entonces se marchó.

3.2 - LA PROGRESIÓN TEMÁTICA. LA ARTICULACIÓN EN TEMA Y REMA


El concepto de progresión temática, fundamental para la coherencia estructural del texto, está
relacionado con la unidad temática y con la estructura del contenido. Cada uno de los enunciados que
compone un texto introduce información relacionada con el tema del mismo. De esta forma, se puede
decir que el tema está presente, de manera implícita o explícita, en todos los enunciados del texto. Pero
esto no quiere decir que cada uno de ellos contenga la misma información que los demás; al contrario.
Cada enunciado implica -y en parte, repite- la información del anterior y añade una información nueva.

La información textual se reparte en dos categorías: INFORMACIÓN DADA, aquella que se presupone
conocida (bien pq sea fácilmente extraíble del entorno -conocimientos extralingüísticos-, bien pq se haya
mencionado ya en el discurso) y, por tanto, sirve de base o punto de partida -el TEMA o tópico-; y la
INFORMACIÓN NUEVA, que se presupone desconocida por el destinatario, lo que es realmente nuevo -el
REMA o comentario-. El equilibrio entre lo que ya se sabe y lo desconocido asegura la comprensión y el
interés de la comunicación. La articulación dado-nuevo es determinante para la construcción de los
productos comunicativos pq actúa como eje vertebrador de los textos, de los enunciados y de la
estructura oracional.

Tema puede definirse como Aquello que contiene lo ya conocido o presupuesto y que, en
consecuencia, posee la menor información en un contexto dado o en una situación de
enunciación.
Rema es lo que aporta el contenido fundamental del mensaje en un contexto dado o en una
situación determinada, lo que expresa lo nuevo, lo que se comunica acerca del tema, es decir, lo
que resulta más rico en información con respecto al tema.
El concepto de articulación en tema y rema se debe a la Escuela de Praga y se desarrolló inicialmente
dentro de los modelos oracionales pero han sido aplicados posteriormente al análisis de los textos
compuestos por secuencias de frases. El tema y el rema van cambiando a medida que el receptor
descodifica el texto, porque lo que es desconocido inicialmente (rema1) pasa a ser sabido (tema) y hace
de puente para presentar datos nuevos (rema2). A este desarrollo informativo (introducción de un
elemento que va a servir de inicio - eje de la comunicación y desarrollo del mismo por medio de la
transmisión de informaciones nuevas sucesivas acerca de ese objeto -o suceso, etc.- ya conocido) se
llama tematización o progresión temática (Frantisek Danes) y es, como ya hemos señalado, la base de la
progresión de la información en el texto.

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En el discurso hablado los grupos fónicos son los que se encargan de explicitar el reparto informativo. El
hablante suele unir o disgregar las secuencias con fines comunicativos precisos. Cada una de las
secuencias constituye una unidad de información. El hablante es el que en cada momento evalúa la
relación entre lo que quiere decir y las necesidades de su interlocutor y para ello emplea los recursos
que le proporciona la entonación para indicar la articulación dado/nuevo (tema/rema). El orden no
marcado es el que presenta la información conocida en primer lugar y se reserva la información nueva
para el final. Esto tiene una explicación de orden psicolingüístico, pues lo nuevo debe estar conectado de
alguna manera con entidades ya conocidas que ayuden a procesar y a almacenar la información.
La planificación textual debe tener en cuenta la dosificación informativa de los elementos textuales para
controlar satisfactoriamente la progresión temática y hacer del producto resultante un buen texto.

Uno de los problemas que suelen presentarse en el análisis (tanto a nivel oracional como textual) es el
hallazgo del tema y el rema de una frase. En general, existe la tendencia a identificar tema con el
sintagma nominal en función de sujeto, mientras que el predicado es normalmente el rema. El tema- el
objeto del pensamiento- es lo que aparece previamente como dado en la mente en el acto de pensar.
Como los sustantivos son las formas lingüísticas bajo las cuales pensamos la realidad de modo
independiente, el sujeto lógico o tema se presenta casi siempre bajo la forma de un sintagma nominal,
pero ello no es forzoso, como se verá. El predicado lógico o rema aparece en un segundo momento
como elemento nuevo referido a aquel.

La tematización: Una misma estructura sintáctica profunda puede aparecer articulada de formas muy
distintas en el habla. Se denomina tematización la operación lingüística que consiste en convertir un
elemento del enunciado en tema. Además del orden (anteposición, pasiva...) existen giros sintácticos
específicos de tematización enfática: en cuanto a, en lo que respecta a, sobre....
He leído ya ese libro Ese libro lo he leído ya
T R T R

La focalización: La focalización es el procedimiento inverso a la tematización. Consiste en resaltar un


elemento del enunciado como foco o rema. Los recursos focalizadores son fundamentalmente la
entonación enfática, unida a las pausas y determinados giros sintácticos. Según sea el contexto de la
conversación, el hablante puede dar por sentados unos elementos u otros y focalizar en cada caso el
segmento que resulta informativo frente a otras opciones posibles.

CONCLUSIÓN
Después de lo expuesto, podemos concluir diciendo que el texto es una estructura sintáctica, semántica
y pragmática, constituido por varios niveles de organización. Su dinamismo y su dependencia de los
parámetros contextuales obligan a traspasar las fronteras gramaticales de la oración e instalarnos dentro
de una gramática discursiva y supraoracional. Los distintos componentes de lo comunicativo (lo
intencional, lo enunciativo y lo semántico-referencial) cristalizan y se hacen visibles en la superficie
textual (lo que se ha llamado tb microestructura), a través de los elementos lingüísticos que la
componen: relaciones estructurales y jerarquía, deixis, ordenadores de la materia discursiva y

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mecanismos de cohesión textual, mantenimiento de isotopías textuales, etc.. Dicho de otro modo, la
unidad texto está atravesada por los tres elementos consustanciales e inherentes a él: lo comunicativo,
lo pragmático, lo estructural.

EL Anáisis del Discurso, como culminación de todo lo aquí expuesto, se mueve desde un nivel macro-
social a otro micro-social y viceversa, entregándonos un enfoque bien fundado y crítico para el estudio
de problemáticas sociales, el poder, y la desigualdad. Por otro lado, está tomando, dice van Dijk, su
propio lugar en las Humanidades y Ciencias Sociales entregándonos visiones o perspectivas de los
fenómenos sociales y mentales que, posiblemente, otras disciplinas lo hacen tangencialmente. Debe
tenerse en cuenta que el AD no es un método aplicable al diseño de investigaciones psicológicas,
sociológicas, antropológicas o socio-política. Postula a ser una disciplina autónoma. Específicamente, en
el ámbito de la "psicolingüística" el AD plantea que el uso de la lengua y la manifestación del
pensamiento se manifiestan en lo que van Dijk denomina "interacción social discursiva".

En este sentido, habría que agregar que no son muchas las especialidades del saber humano capaces de
ofrecer oportunidades válidas para entender cómo los hablantes usan una lengua, piensan, e interactúan
"reproduciendo" de esta manera su pertenencia grupal, y socio-cultural; ello desde el diálogo cotidiano a
la formalidad del discurso científico, o desde lo cotidiano a la rigidez del discurso pedagógico en el aula,
etc.

El camino de la ciencia del lenguaje en las décadas venideras será textual, discursivo, comunicativo,
crítico e interdisciplinario. Esta visión necesariamente ha de romper las fronteras del aula.

BIBLIOGRAFÍA
Para elaborar el tema se ha empleado la siguiente bibliografía:
López García, Ángel y otros, Libro de Lengua española, COU, Editorial ECIR.
Bosque, Ignacio y otros, Libro de Lengua castellana y literatura, !º de Bachillerato, Editorial AKAL.
Bernárdez, Enrique, Introducción a la Lingüística del texto, Espasa Calpe, 1982.
Cassany y otros, Enseñar Lengua, Grao, Barcelona, 1994.

Otras referencias:
Van Dijk, T, Texto y contexto, Cátedra.
Luna, X, La coherència i la cohesió del text en Text i ensenyament, Camps ed. 1990
Vallduví, E. Text i cohesió, A l´entorn de la gramàtica textual, Suplement Generalitat de Catalunya, n. 8
Gregorio de Mac, M.I; Rébola de Welti, M.C, Coherencia y cohesión en el texto, Buenos Aires, Plus Ultra.

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