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La chabola

Pedro Lezcano nació en Madrid en 1920, pero su familia se trasladó a Gran Canaria cuando él era
todavía un niño. Aquí conoció el mar. Cursó los años comunes de Filosofía y Letras en La Laguna y la
especialidad de filosofía pura en Madrid. Parecía que su futuro estaría ligado a la docencia, pero se
dedicó a la tarea de impresor en la habitación trasera de la farmacia de su amigo. Pronto se convertiría
la imprenta en tertulia de la cultura insular: los poetas Agustín y José María Millares; los pintores
Antonio Padrón; el ensayista Ventura Doreste; el escultor Santiago Santana… De allí salieron, sin pie de
imprenta, octavillas de carácter político en unos años de rígida censura y se imprimieron colecciones de
poesía, como Antología cercada (1947), que supondría la primera muestra de la poesía social española,
antes de su aparición por la península.
Si tuviéramos que definirlo deberíamos hacerlo atendiendo a las diversas caras de su poliédrica
personalidad. Además de escritor, fue editor, dibujante, ajedrecista y micólogo. Participó en la política
canaria, a pesar de su inicial independencia ideológica; fue consejero y presidente del Cabildo de Gran
Canaria y diputado del Parlamento de Canarias. En 1989 obtuvo el Premio Canarias de Literatura. Es
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Hijo adoptivo de esa ciudad y
Miembro de Honor de la Academia Canaria.
Conocido preferentemente como poeta, Lezcano fue siempre un hombre de teatro. Cuando estudiaba
filosofía en Madrid ganó el premio nacional convocado por el Ateneo de Madrid por su
drama Desconfianza (1945), que no llegó a representarse porque finalizaba con un suicidio y la censura
de aquel momento lo impedía. En 1956 fundó el Teatro Insular de Cámara, en unión de su hermano
Ricardo y un amplio número de amigos. Comenzaron a representar obras tanto clásicas como
contemporáneas en el Museo Canario, de donde pasarían al teatro Pérez Galdós y a efectuar funciones
en diversos pueblos de la isla. Su obra La ruleta del sur (1956) es un poema escenificado que se estrenó
al aire libre, en el marco del Pueblo Canario. El Teatro Insular de Cámara se disolvió en 1968, tras la
marcha a Madrid de su director, Ricardo Lezcano; pero en sus doce años de existencia fue una luz en el
desierto cultural que era Canarias en aquellos años, en los que Pedro fue actor, director y dramaturgo,
con su característico entusiasmo.
La contribución del autor al campo de la narración está representada por su cuento El pescador (1964),
que también ilustró con grabados sobre cinc. Se trata de una breve historia sobre el retorno de un
pescador a su pequeño pueblo, después de haberlo abandonado huyendo del hambre y haber
desempeñado diversos oficios en la gran ciudad. El regreso del protagonista no es un fracaso sino un
éxito, pues el pescador ha aprendido cómo rentabilizar su trabajo y el de sus vecinos, evitando la
explotación de los intermediarios. Más amplia es su muestra narrativa Cuentos sin geografía (1968),
libro ilustrado por Antonio Padrón, donde incluye cuentos que podríamos clasificar en tres grupos: los
que desmitifican convenciones sociales, los que presentan la rebeldía del hombre frente a fuerzas
superiores y los que delatan injusticias. Con posterioridad publicó Diario de una mosca. La rebelión de
los vegetales (1994), donde recogió un cuento inédito e incluyó otro que ya había dado a conocer
en Cuentos sin geografía.
Su poesía es reflejo de su personalidad, pero influye en ella el momento histórico-literario que va
viviendo. Predomina la perfección formal y la temática intimista en sus poemas de estos años, tanto los
recogidos en folletos poéticos como los publicados sueltos en numerosas revistas de ámbito nacional,
como La estafeta literaria, Garcilaso, Mensaje, Posío o Espadaña. A partir de 1947 y su decisión de
instalarse en Canarias, su lírica va haciéndose cada vez más reflexiva y filosófica, más personal,
abriéndose a los problemas sociales y comprometiéndose con su diario acontecer: la paz, la guerra de
Vietnam, el maquis perseguido, el desalojo del pueblo saharaui. El léxico se abre, pues el poeta canta
para todos. Las formas se alteran, pues se busca la claridad en la comunicación, la comunión de ideas, lo
que puede llevar a un populismo, que el mismo autor reconoce pero que justifica por su compromiso
ético, esperando siempre poder cantar la belleza pura, cuando se hayan resuelto “otras cosas que piden
la palabra”.
El humor aflora muy tempranamente en la obra de Lezcano, desde sus comienzos como cronista
humorístico en la revista estudiantil Spes. Se desarrolla posteriormente desde la despreocupación
juvenil hasta la más sutil ironía, pudiendo llegar en ocasiones al más cruel sarcasmo. El humor, empero,
brota en mayor abundancia en la narración, a veces rozando el más delicado lirismo, y bordea
frecuentemente su prosa crítica.
Dentro de la obra que tratamos, Pedro Lezcano nos muestra la recogida diaria de una familia chabolista,
en contraposición con otro momento de impacto mundial, el lanzamiento de un satélite. La conexión
entre ambos viene dada por la visita de un norteamericano para informarles de la inmediata
desconexión de todos los electrodomésticos, lo que viene unido a la forma grotesca e irónica que le
adjudica Lezcano, ya que el hogar descrito posee indudablemente la inexistencia de electricidad.
Siguiendo esa trama, el autor nos expone principalmente el tema de la humildad y el desarraigo de la
familia, presente en la pobreza que se describe dado a la chabola.
Por otro lado, también aparece el contraste entre personas del mundo, exponiendo de tal forma las
desigualdades presentes entre ellas, en este caso de su época tras la guerra. Y por último la condición
humana y el territorio.
En la obra está anocheciendo en un emplazamiento costero, cerca de una playa se encuentra una
chabola construida con materiales reutilizados. En ella una familia está organizandose para la noche, la
madre reparte órdenes mientras cocina, la abuela ya está acostada, y se mantiene una conversación
acerca de los cohetes espaciales. Se reparte la cena y aparece un hombre que pide que se desconecten
los electrodomésticos, la familia parece entender que está pidiendo el silencio del bebé y con eso se
pone fin a la cena y todos marchan a dormir.

Pedro Lezcano da vida a pocos personajes a lo largo de su breve relato, pero presenta tres generaciones
marcadas: por un lado se nos presenta a Juan “el chinchorrero”, humilde y pobre. Además, se hace un
implícito hincapié en su capacidad de poder leer (Por eso Juan, que tiene buen humor y sabe leer los
periódicos, suele llamar la ONU a su chabola). Junto a él, su esposa, María, de la misma condición que
Juan. Los hijos, Pepa, Justo, Isabela y el niño, conforman la generación más joven, en contraste con la
vieja Juanitita, donde ambos se describen al igual que el resto de personajes, chabolistas.
María, la esposa, nos avanza, indirectamente, algunos datos cuanto dispone la actividad para la próxima
madrugada. Así habla como Pepa debe traer agua para proveer las necesidades de a chabola, de cómo
Justo debe ordeñar o de como Isabela debe atender a la abuela antes de irse al almacén. Pero otros
datos circunstanciales y ambientales nos concretan aun más la ubicación y hasta el tiempo de esta
verosímil escena recreada, probablemente perteneciente a la costa sureña el municipio grancanario de
Maspalomas, allá por los años sesenta. El extraño es un hombre desconocido, que no se expresa de
forma gramatical y que parece ser de origen norteamericano, por su conocimiento sobre el satélite en el
contexto de Maspalomas como lugar experimental de los EE.UU
Con respecto al narrador desde el punto de vista de la participación es externo porque no es parte
activa del relato, su perspectiva temporal es en presente, tiene un dominio omnisciente de los
acontecimientos dado que conoce sucesos pasados (“A Juanitita la llamaban Juanona cuando niña”…) y
por último intervine de forma subjetiva en la narración aportando sus impresiones (“que tiene buen
humor”…) al texto aparentemente objetivo.

Esta obra se puede dividir acorde a la estructura clásica de introducción-nudo-desenlace. La


introducción se corresponde a los dos primeros párrafos, el nudo abarca el resto del texto salvo la
última estrofa y en él se desarrollan los momentos previos a que la familia se acueste, finaliza con la
última estrofa en la que los personajes se acuestan.

En relación al tiempo podemos decir que se subdivide en dos: el interno y el externo


El externo sucede, a la vez que un acontecimiento de la astronáutica americana. A este respecto, cabe
destacar que podemos situar la historia en la época de misiones espaciales que se llevaban a cabo en la
estación de Maspalomas, de ahí esa presencia del americano. Es que al parecer por aquel entonces se
realizaba desde la estación de Maspalomas un seguimiento y apoyo a las misiones Apolo. Por otro lado
el tiempo interno de la obra transcurre durante un anochecer.

Cabe destacar que el espacio general de La chabola transcurre en un lugar de Canarias, por la utilización
de palabras autóctonas tales como “gofio”, “papas” o palabras relacionadas con el clima “quemadas por
el sol de la mañana”, “mares del pino”.
Por su parte el espacio de este fragmento trascurre en una chabola ubicada en la playa, construidas por
elementos reciclados.
El autor emplea una serie de recursos estilísticos con la finalidad de adornar, embellecer o exagerar su
obra. Por una parte, sitúa al comienzo del texto un caso de metáfora: “hermanas celestes”. A su vez
emplea la hipérbole, intensificando el color rojizo de las estrellas “estrellas marinas color sangre”. Por
otro lado, durante la explicación del nombre menguante de la abuela, aparece un asíndeton “A juanitita
la llamaban juanona cuando niña, juana siendo mujer hermosa, juanita al enviudar ya entrada en años, y
ahora, apensa hilvanada ya a este mundo, la llaman juanitita, como si su nombre, menguante año tras
año, no fuese el de ella misma, sino el de su futuro cada vez más chico”. Y por último, una
personificación “como sus hermanas palidecerán” y un paralelismo dispuesto en “que Pepa… , que justo
…”

Dentro de la simbología que se presenta en el texto podemos encontrar el nombre de “Juanitita”, el cual
expresa la vejez de la anciana a causa de su desarrollo de “Juanona” al que posee ahora, lo que muestra
su deterioro y su longevidad. Además encontramos el elemento principal, la chabola, con su significado
propio de pobreza. Por otro lado, las cajas de las paredes, que correspondían a cajas de tomates de
exportación; las mareas del pino, que corresponden específicamente a GC, y el americano, que se
vinculaba con la planta espacial que se estaba construyendo en Maspalomas durante los años 60.

Durante el transcurso de la obra es destacable el uso de lenguaje popular combinado con el irónico,
caracterizado por el léxico y expresiones canarias empleadas, introduciendo aún más la sensación del
escenario canario. De esa forma Lezcano se sirve de: las mareas del pino, específicas de la isla, volador,
carburo, choza, papas, gofio, arrebujar o berrea entre otros.

Dentro del género literario se trata de un texto de género narrativo, aunque realmente se trata
eminentemente de una descripción, narra algunos breves sucesos, contiene personajes que se
caracterizan con la descripción y/o el diálogo así como un ámbito espacio-temporal en el que se
encuadra. Además pertenece al subgénero de cuento, una narración breve e imaginaria .

Para finalizar como conclusión el desarrollo de las nuevas tecnologías no llegaron para todos, por
aquella época existía el contraste entre quienes no conocían que era una nevera con aquellos que ya
hablaban de satélites. El incremento de las tecnologías fue un avance en espiral que solo tuvo como
enfoque el centro, apartando a aquellos que disfrutaban de lo simple, de los que vivían entre lo que
podían encontrar.

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