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Los
estados El
 agregado
 sociopolítico
 más
 desarrollado
 es
 el
 Estado,
 cuyos
 inicios


están
 presentes
 en
 los
 denominados
 estados
 emergentes.
 Representan
 éstos
 la

culminación
 de
 la
 centralidad
 política,
 con
 todos
 los
 requerimientos
 económicos
 y

sociales
 que
 ello
 supone.
 Se
 trata
 de
 un
 agregado
 decididamente
 orgánico,
 en
 el

cual
 la
 continuidad
 de
 los
 grupos
 sociales
 garantiza
 una
 coherencia

política,
cuya
expresión
manifiesta
y
representativa
es
el
poder
para
imponer
la
fuerza
po
r
parte
de
las

personas
legitimadas
para
ello,
a
través
de
las
instituciones.
Ahora
el
poder
configura
una

desigualdad
 expresa
 en
 el
 acceso
 a
 los
 recursos,
 que
 da
 vida
 a
 una
 sociedad

distribuida
 por
 estratos,
 bien
sean

estamentos,
o
bien
sean
clases
en
el
caso
de
que
los
individuos
puedan
corregir
a
lo
larg
o
de
la
vida
el

lugar
que
ocupan
por
nacimiento
en
la
escala
social,
pasando
libremente
de
unos
grupos

a
otros.

5.7.1
Los
orígenes
del
estado

Algunas
de
las
precisiones
que
se
han
hecho
con
anterioridad,
a
propósito
de
las
socieda
des
de
bandas
 y
las
 tribales,
sirven
 también
para
las
sociedades
estatales:
para
algunos

teóricos
el
auténtico
Estado
 es
el
 que
 nace
en
el
 tránsito
 del
 feudalismo
 al

capitalismo.
 Las
estructuras
 organizativas
 de
 algunas

sociedades
que
existieron
con
anterioridad
a
esta
época,
más
o
menos
complejas,
no
serí
an
auténticos

Estados.
Por
esta
razón,
cuando
nos
referimos
a
estos
últimos,
frecuentemente
los
llamam
os
Estados
 antiguos
 o
 tradicionales,
 haciendo
 énfasis
 así
 en
 que
 se
 trata
 de
 una

distinción
 más
 de
 grado
 que

sustancial.
Para
el
Estado
que
surge
en
Europa,
al
socaire
del
desarrollo
del
capitalismo,
r
eservamos
el

nombre
de
Estado
moderno.
En
consecuencia,
empleamos
la
denominación
de
Estado
Trad
icional
para
 los
Estados
no
modernos,
en
general.

Por
 otro
 lado,
 la
 documentación
 histórica
 nos
 proporciona
 información
 acerca
 de

los
 Estados

emergentes
a
través
del
tiempo.
El
antecedente
más
antiguo
es
el
de
un
área
irrigada
po
r
los
ríos
Tigris
 y
 Eufrates,
Mesopotamia,
 que
 se
 aproxima
 espacialmente
 a
 lo
 que

hoy
 es
 Irak,
 y
 donde
 hace
 7.000
 años
 se
 inició
 un
 período
 formativo
 que

condujo,
 corriendo
 el
 tiempo,
 hace
 5.000
 años,
 a
 un
 reino

militar
hereditario
con
características
de
Estado.

¿Qué
 razones
 nos
 llevan
 a
 pensar
 que
 se
 trataba
 de
 un
 auténtico
 Estado,
 aunque

adjetivado
 como

tradicional?
En
primer
lugar
el
altísimo
grado
de
urbanización
que
se
alcanzó.
Lo
que
en
l
a
actualidad

es
la
ciudad
irakí
de
Warka
era
la
ciudad
de
Uruk,
donde
vivían
varias
decenas
de
miles

de
personas

(acaso
40.000).
Al
sur
de
ésta,
en
la
desembocadura
del
Eufrates,
estaba
Ur,
cuya
poblaci
ón
debía
ser
 similar
a
la
anterior.

Pero
en
Mesopotamia
 se
 había
 producido
 una
 importante
estratificación
 social,



con
especialistas
en

distintas
actividades
artesanas
y
con
personas
de
muy
diferente
status.
También
había
una

jerarquía
 de
 cargos
 públicos,
 bien
 organizados,
 a
 modo
 de
 funcionarios.
 Y
 había

colegios
 sacerdotales
 que

ejercían
un
control
sistemático
del
clero
y
de
las
actividades
a
éste
asociadas. En
 el

Valle
 del
Nilo
 sucedió
 algo
 parecido.
 Aquí
 el
 período
 formativo
 se
 inicia
 hace

6.000
 años,
 que
 acabaría
dando
lugar
a
un
imperio
hace
5.000
años.
Por

tanto,
la
unificación
política
dio
lugar
a
algo

que
se
suele
denominar
"imperio".
Realmente,
esta
voz
imperio
se
empezó
a
utilizar
en
é
poca
romana:

el
imperium
era
algo
así
como
la
capacidad
para
mandar
sobre
las
tropas.
Corriendo
el
ti
empo
imperio
 se
empezó
a
utilizar
como
sinónimo
del
territorio
de
un
Estado

formado
por
varias
unidades
étnicas,
 por
 lo
 regular
 como
 producto
 de
 la

colonización.
 Sin
 embargo,
 y
 en
 sentido
 lato,
 también
 suele
 utilizarse
 la
 voz,

gracias
 a
 una
 nueva
 traslación
 del
 campo
 semántico,
 para
 designar
 a
 aquellos

potentes
Estados
que
poseen
capacidad
para
ejercer
su
influencia
sobre
otros
Estados.
En

su
conjunto,
 a
este
último
fenómeno
lo
llamamos
imperialismo M.
 Sahlins
 señala
 la

diferencia
 entre
 un
 Estado
 y
 un
 imperio,
 siguiendo
 a
 Steward
 y
 a
 Faron:
 Un

imperio
 representa
 un
 nivel
 de
 integración
 sociocultual,
 que
 es
 más
 alto
 que
 el

del
 Estado
 y

cualitativamente
diferente
de
éste,
lo
mismo
que
el
nivel
del
Estado
es
diferente
del
de
l
a
comunidad.
 Steward
y
Faron
añaden:
El
Estado
desarrolló
 formas

totalmente
nuevas
de
 religión,
de
organización
 política
y
económica,
y
de
militarismo.
Al
mismo
tiempo
que
se
configuraba
este
Estado
egipcio,
sucedía
algo
similar
en
el
valle

del
Indo
por
la
 misma
 época.
 Un
 caso
 más
 lo
 encontramos
 en
 el
 valle
 del
 río

Amarillo,
 aunque
 bastante
 después,
 cuando
 hace
 unos
 4.000
 años
 hizo
 su
 aparición

un
 Estado,
 como
 resultado
 de
 numerosas
 transformaciones
económicas
y
sociales.
Hace
aproximadamente
4.000
años
se
inició
en
Mesoamérica
un
período

formativo,
en
el
 transcurso
 del
 cual
 se
 produjeron
 numerosas
 innovaciones
 (Sanders

y
 Prince),
 justamente
 coincidiendo
 con
 el

desarrollo
pleno
de
una
agricultura
que
en
el
valle
de
México
había
comenzado
incipiente
mente
hace
 más
 de
 7.000
 años.
 Cuando
 se
 llega
 a
 comienzos
 de
 nuestra
 era,
 el

valle
 de
 Teotihuacán,
 un
 valle
 lateral
 del
 gran
 valle
 de
México,
en
 las

tierras
altas,
albergaba
 150.000
 habitantes
 y,
a
juzgar
 por
el

desarrollo
urbano,
era
la
cabeza
de
un
verdadero
imperio
que
tuvo
una
vida
cultural
muy

activa
en
los
 primeros
doscientos
años
de
nuestra
era.
En
 el
 área
 andina
 el
 proceso
 fue,
 desde
muchos
 puntos
 de
 vista,
 paralelo
 al

de
Mesoamérica.
 Hace
 alrededor
 de
 3.500
 años,
 o
 tal
 vez
 un
 poco
 antes,
 se
 inicia

un
 período
 formativo
 que
 conduce
 al
 nacimiento
 de
 un
 imperio
 o
 un
 Estado,
 en

tierras
 peruanas,
 400
 o
 500
 años
 antes
 de
 nuestra
 era.

Como
en
el
caso
de
Mesoamérica,
también
aquí
el
maíz,
que
se
había
domesticado
varios

siglos
atrás,

parece
ser
la
clave
de
un
progresivo
desarrollo
que
espolea
numerosas
innovaciones. La

literatura
 antropológica
 nos
 suministra
 numerosos
 datos
 acerca
 de
 estos
 estados

emergentes
 de

época
cercana
al
presente,
siendo
un
caso
significativo
el
del
estado
zulú
que

forman
los
pueblos
de

habla
bantú,
dedicados
al
pastoreo
y
a
la
agricultura
de
roza,
en
el
sudeste
de
Africa
a
c
omienzos
del

siglo
XIX
(hacia
1828
se
puede
hablar
de
Estado),
merced
a
la
unión
por
conquista
de
va
rias
jefaturas

independientes,
y
que
fragua
al
calor
de
la
amenaza
de
los
colonizadores
holandeses
y
br
itánicos. De
lo
 dicho
 se
 desprende
 que
el
Estado
es
 una
 formación
jurídico‐
política
muy
 reciente,
 puesto
 que

ocupa
una
fracción
muy
pequeña
de
la
existencia
del
Homo
sapiens,
sin
duda
debido
a
la

gran
cantidad
 de
elementos
que
requiere
su
emergencia.
Los
primeros
Estados
nacidos
en
Mesopotamia,
en
el
valle
del
Nilo,
en
el
valle
del
Indo,

en
el
valle
del
 Río
 Amarillo,
 en
 Mesoamérica
 y
 en
 el
 área
 andina
 Perú
 son

conocidos
 como
 Estados
 prístinos
 o

primarios:
nacen
por
evolución
independiente
y
no
por
imitación.
La
mayor
parte
de
los
E
stados
que
 han
existido
se
han
conformado
a
imagen
y
semejanza
de
otros
existentes.
De
acuerdo
con
lo
expresado,
el
nacimiento
del
Estado
requiere
un
apreciable
grado
de
s
edentarismo,
 densidades
 de
 población
 mucho
 más
 altas
 que
 las
 de
 las
 formaciones

sociopolíticas
 previas
 y,

concurrentemente,
otras
variables.
A
juzgar
por
lo
que
sabemos
de
los
Estados
prístinos,

el
tiempo
que
 transcurre
 entre
 la
 domesticación
 de
 las
 plantas
 y
 la
 aparición
 del

Estado,
 allí
 donde
 éste
 emergió

primariamente,
es
variable.
Mientras
que
en
el
valle
de
Teotihuacán
el
lapso
es
de
siete

milenios,
en
 otros
casos
del
Viejo
Mundo
es
tan
sólo
de
dos
milenios.
¿Por
qué
nacieron
los
primeros
Estados?
La
polémica
es
vieja
en
las
ciencias
sociales
y
n
o
ha
servido

para
clarificar
por
entero
las
causas
que
abocaron
a
la
emergencia
de
los
Estados
prístino
s.
Desde
el
 siglo
XIX
han
sido
muy
diferentes
las
hipótesis
acerca
del
fenómeno.
Una
de
las
tesis
más
conocidas
sobre
el
nacimiento
del
Estado
es
la
del
conflicto
interno

de
Engels.
De

acuerdo
con
esto
último,
la
aparición
de
la
propiedad
privada
trastorna
por
entero
la
evo
lución
de
la

sociedad.
Una
cadena
de
cambios
induce
la
desigualdad
en
el
acceso
a
los
recursos.
La
a
menaza
de
los
 pobres
 genera
 la
 respuesta
 por
 parte
 de
 la
 elite
 de
 crear
 un

poder
 centralizado
 que
 garantice
 el
 mantenimiento
 de
 sus
 privilegios.
 La
 tesis
 se

construyó
 a
 partir
 de
 la
 suposición
 decimonónica,
 hoy

desechada
en
los
términos
de
entonces,
de
que
había
existido
un
“comunismo
primitivo”.
Otra
de
las
tesis
manejadas
es
la
del
conflicto
externo.
Los
grupos
más
fuerte
y
agresivos

dominarían
a

los
más
débiles,
dando
lugar
a
la
unificación
bajo
una
estructura
social
centralizada
tipo
E
stado.
Es
la
 tesis

formulada
originariamente
en
un
contexto
evolucionista.
La
investigación
ha
demostrado
q
ue
la

guerra
se
halla
en
la
base
del
desarrollo
de
algunos
Estados,
pero
no
como
una
causa
si
no
como
una
 consecuencia
 de
la
 organización
 social
 previa.
De
 otra
manera,
la
 causa

sería
 un
 obstáculo
y
 no
 una
 ventaja
para
el
desarrollo
del
Estado.
Existe
otra
hipótesis
que
relaciona
el
aumento
de
la
población
y
la
aparición
del
Estado.

R.
Carniero,
E.

Boserup,
M.
Harris
y
otros
la
han
esbozado,
pero
no
de
la
misma
manera.
Según
E.
Bose
rup,
el
simple

aumento
de
la
presión
demográfica
conduce
a
un
esfuerzo
para
mejorar
la
organización
s
ocial.
Por
su

parte,
M.
Harris
sostiene
que
el
progreso
de
la
presión
demográfica
conduce
a
una
crisis

de
recursos

que
obliga
a
crear
nuevas
formas
de
organización
que
permitan
la
intensificación
de
la
pr
oducción.
En
fin,
existen
otras
muchas
hipótesis,
no
verificadas,
como
la
de
K.
Wittfogel
que
asocia

el
nacimiento
 del
 Estado
 con
 la
 aparición
 de
 las
 grandes
 obras
 de
 irrigación

(como
 parece
 haber
 sido
 norma
 en

muchos
de
los
casos
de
los
Estados
prístinos)
con
el
perfeccionamiento
de
la
organización

social.
 Sin

embargo,
en
el
suroeste
americano,
por
ejemplo,
existieron
sociedades
hidráulicas
que
no

conocieron
 la
aparición
del
Estado. Una
 teoría
 más
 es
 la
 de
 E.
 Service,
 conocida
 con

el
 nombre
 de
 “institucionalización
 del
 liderazgo”.
 Después
 de
 desechar
 la
 teoría
 del

conflicto
 externo
 porque
 la
 guerra
 es
 un
 hecho
 social
 demasiado
 común,

y
tras
rechazar
la
teoría
hidráulica
por
entrañar
demasiadas
excepciones,
elige
como
hipót
esis

del
origen
del
Estado
la
institucionalización
del
liderazgo.
Si
en
las
bandas
ya
hay
diferenc
ias
de
status,
que
no
pasan
de
ser
individuales,
a
medida
que
evolucionan
las
sociedades
las
diferencias

se
agrandan,
 lo
 que
 obliga
 a
 una
 redistribución
 generalizada
 que,
 con
 efecto
 de

bola
 de
 nieve,
 acaba
 por

desembocar
en
el
“gran
hombre”.
Sin
embargo,
para
que
la
sociedad
pueda
mantener
los

beneficios
 de
 la
 centralización
 que,
 hasta
este
momento,
es
germinal,
 ha
 de

instaurar
 la
jerarquía
 permanente

que
deviene
en
Jefatura,
tras
lo
que
se
puede
producir
una
institucionalización
del
poder

que
aboque
 al
Estado. 5.7.2
Los
rasgos
distintivos
de
la
organización
estatal
Se
deduce,
en
consecuencia,
que
la
organización
 social
que
denominamos
Estado

requiere
una
 serie
 de
 condiciones
 que,
 aun
 admitiendo
 las
 diferencias
 que
 existen

entre
 todos
 los
 Estados
 que
 se
 han
 señalado,
 aproxima
 a
 los
 mismos,
 haciendo

posible
 que
 nos
 referimos
 a
 ellos
 en
 términos

relativamente
homogéneos.
Entre
estas
condiciones
básicas
se
hallan
las
que
siguen: La

organización
 de
 un
 agregado
 humano
 bajo
 la
 forma
 estatal
 supone
 la

institucionalización
 del

liderazgo
político,
como
resultado
de
la
acción
de
los
grupos
dominantes,
así
como
la
terr
itorialización
 de
un
espacio
geográfico. La
 institucionalización
 del
 liderazgo
 comporta
 el

mayor
 desarrollo
 posible
 del
 aparato
 coercitivo,

amparado
en
una
fuerza
(policial
y
militar)
que
garantice
el
orden
previsto
en
las
normas

establecidas,
 según
la
interpretación
de
los
órganos
especializados
(jueces
y
tribunales).
Las
normas
que
emanan
de
los
órganos
e
instituciones
del
Estado
lo
hace
en
virtud
de
la

potestad
o

poder
socialmente
reconocido
que
recae
sobre
los
mismos,
así
como
en
virtud
de
la
auto
ridad
o
de
la
 legitimidad
 que
los
ampara.
La
territorialización
constituye
el
mecanismo
indispensable
que
permite
tanto
el
control
de
l
espacio
y

de
la
producción,
como
el
de
los
ciudadanos
que
habitan
en
el
mismo
(mediante
recuent
os
y
censos). Otro
 de
 los
 rasgos
 característicos
 del
 Estado
 se
 funda
 en
 el
 ejercicio

de
 la
 soberanía
 que
 lleva
 aparejada.
 La
 larga
 discusión
 surgida
 en
 el
 Estado

moderno
 acerca
 de
 si
 la
 soberanía
 reside
 en
 el

pueblo
o
en
la
nación,
la
zanjará
el
constitucionalismo
moderno
con
el
enunciado
de
que

la
soberanía

nacional
reside
en
el
pueblo,
del
que
emanan
todos
los
poderes
del
Estado.


Del
estado
antinguo
al
estado
moderno
En
la
actualidad,
todas
las
sociedades
de
la
Tierra
se
hallan
integradas
en
estas
estructura
s
que
hemos

denominado
Estados
y
sometidas
a
las
leyes
de
éstos.
Sin
embargo,
sigue
habiendo
socied
ades
que
en
 la
 práctica
 poseen
 una
vinculación
muy
 débil
 con
los
Estados
a
los
 que

pertenecen
 por
 ser
éstos
 un

producto
caprichoso
de
la
descolonización,
lo
cual
se
convierte
en
fuente
de
conflictos.
Po
r
otro
lado,
 los
 Estados
 que
 existen
 en
 la
 actualidad
 no
 han
 surgido
 en

circunstancias
 comparables.
 Los
 Estados
 actuales
 obedecen
 a
 configuraciones
 políticas

que
 se
 han
 logrado
 siguiendo
 vías
 muy
 diferentes.

Sucesivas
generaciones
de
Estados
han
experimentado
distintos
grados
de
perfeccionamient
o
en
sus
 instituciones
hasta
llegar
al
presente.
Los
requerimientos
políticos
y
jurídicos
que
acompañan
a
los
Estados
actuales
hace
que
s
e
dude
de
la
 existencia
del
Estado
antes
de

finales
de
la
Edad
Media
europea,
como
ya
se
ha
dicho.
A
menudo,
el
 problema
 se

ha
 resuelto
 utilizando
 conceptos
 muy
 variados:
 Estado
 antiguos,
 Estados
 tradicionales,

Estados
 modernos,
 etc.
 Realmente,
 la
 solución
 teórica
 del
 problema
 se
 alcanzaría

creando
 nuevas
 denominaciones
 ad
 hoc,
 que
 acabarían
 por
 hacer
 interminable
 la

terminología
 según
 avanza
 la
 investigación. Por
el
momento,
 podemos
 quedarnos

con
la
idea
 de
 que
el
Estado
antiguo
 requirió
la
existencia
 de
 formas
 complejas
 de

organización
 social
 en
 un
 territorio
 determinado,
 que
 incluyeron
 diferentes

criterios
de
estratificación,
una
economía
de
intercambio
basada
en
el
mercado,
un
apreci
able
grado
 de
 urbanización,
 una
 cierta
 organización
 burocrática,
 un
 determinado

desarrollo
 cultural
 que,
 salvo
 excepciones,
 supuso
 el
 uso
 de
 los
 documentos

escritos
 y
 la
 aparición
 de
 las
 formas
 tributarias
 que

hacen
posible
una
redistribución
mínima
de
la
riqueza. En
el
 tránsito
del

feudalismo
al
capitalismo,
en
la
Europa
de
los
siglos
XIV
y
XV
empiezan
a
aparecer

formaciones
 estatales
 que
 presentan
 caracteres
 más
 propios
 de
 los
 Estados

modernos
 que
 de
 los

antiguos:
limitación
del
poder
regio,
aparición
de
los
ejércitos
permanentes,
institucionaliza
ción
de
la
 diplomacia,
incremento
de
la
burocracia,
etc.
En
los
siglos
XVI
y
XVII
se
produce
una
cristalización
de
las
tendencias
anteriores,
si
acas
o
con
algunos

rasgos
añadidos
que
cobran
especial
importancia:
asentamiento
de
la
idea
de
soberanía
y

monopolio
 del
 poder
 del
 Estado
 frente
 a
 los
 poderes
 intermedios,
 la
 creciente

uniformidad
 del
 derecho,
 la
 fiscalidad
 permanente,
 etc.
 La
 uniformidad
 jurídica
 y

cultural
 (incluyendo
 el
 uso
 de
 la
 lengua)
 que
 acompañó
al
nacimiento
de
los
Estados‐
nación
acabaría
generando
conflictos
en
aquellas
regiones
de
 los
 Estados
 que,

poseedoras
 de
 una
 tradición
 cultural
 propia,
 recibieron
 con
 descontento
 su

integración
en
los
nuevos
Estados.
El
posterior
Estado
liberal,
que
bebe
en
las
fuentes
de
las
grandes
revoluciones
europeas

y
americana
 y
 que
 inaugura
 el
 Nuevo
 Régimen,
 permitirá
 la
 separación
 entre
 el

ámbito
 público
 y
 el
 privado,
 la

conquista
de
las
libertades
individuales
a
salvo
de
la
intervención
del
Estado,
la
separació
n
de
poderes,
 la
soberanía
popular
y
el
ejercicio
del
poder
por
representación.
El
paso
al
Estado
social
es
consecuencia
de
una
adaptación
del
anterior
y
tiene
lugar
en

el
período
de
 entreguerras.
 Su
 característica
 fundamental
 es
 el
 de
 ser
 fuertemente

intervencionista,
 capaz
 de
 prestar
a
los
ciudadanos
todo
tipo
de
servicios. El
 último

paso
 en
 la
 evolución
 del
 Estado,
 al
 igual
 que
 los
 anteriores
 se
 produce
 en
 el

ámbito
 occidental,
 con
 el
 nacimiento
 del
 llamado
 Estado
 plenamente
 constitucional

que
 se
 instaura
 progresivamente
al
iniciarse
el
último
tercio
del
siglo
XX.
Sin
embargo,
siguen
sin
resolverse
algunos
de
los
grandes
problemas
que
caracterizaron
al

nacimiento

del
Estado
moderno
y
que
adquirieron
importancia
según
transcurría
el
siglo
XIX.
Uno
de

éstos
fue
el
 propiciado
 por
el
 nacionalismo
 y
 que
explica
el
 nacimiento
 de
 los

llamados
 nacionalismos
 culturales

que,
en
algunos
casos,
devinieron
en
el
surgimiento
de
nuevos
Estados.
Europa
vivió
a
fin
ales
del
siglo
 XX
los
últimos
episodios
por
el
momento
de
estos
procesos
de
segregación.
En
el
mundo
actual
conviven
Estados
muy
diversos
que,
por
supuesto,
no
son
fruto
de
u
na
evolución

lineal
que
impide
vislumbrar
el
futuro
de
cada
uno
de
ellos.
La
colonización
europea
fue

introduciendo
 distintos
modelos
 de
Estado,
adaptados
a
la
 realidad
 territorial
y

supeditados
primordialmente
a
los

objetivos
económicos
de
las
metrópolis,
que
sufrieron
innumerables
cambios

tras
la
descolonización,
 generalmente
 contando
 con
 el
 concurso
 del
 regímenes

despóticos,
 que
 explican
 las
 fuertes

explosiones
sociales
que
se
han
producido
y
se
siguen
produciendo
en
muchas
partes
de

los
antiguos
 territorios
coloniales
de
África,
Asia,
América
y
Oceanía.

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