movimiento
fragmentado
para
una
sociedad
polarizada
Conferencia
impartida
en
la
Escuela
Nacional
de
Antropología
e
Historia,
INBA.
En
el
marco
del
I
Congreso
Transdisciplinario
"Estéticas
de
la
calle"
Eugenio
Echeverría
Mayo
2013
Ante
nada
agradecer
a
Marco
Tulio
Pedrosa
por
la
invitación
y
felicitar
a
todo
el
equipo
del
I
Congreso
Transdisciplinario
"Estéticas
de
la
Calle"
por
la
propuesta,
organización
y
coordinación
del
encuentro.
Participar
en
un
panel
cuyo
título
de
presentación
es
"Perspectiva
institucional
en
torno
al
graffiti"
implica
invariablemente
la
institucionalización
de
un
movimiento
social
que
nació
con
vocación
contracultural
hace
más
de
40
años.
Un
movimiento
contracultural
podría
definirse
como
un
conjunto
de
valores,
tendencias
y
formas
sociales
que
chocan
con
lo
establecido
dentro
de
una
sociedad.
Teniendo
en
cuenta
lo
anterior,
la
contracultura
podría
definirse
como
la
realización,
más
o
menos
plena,
de
las
aspiraciones
e
ideales
de
un
grupo
social
minoritario.
Las
últimas
décadas
nos
han
mostrado
que
los
diferentes
movimientos
contraculturales
evolucionan
hasta
diferentes
puntos:
(1)
pueden
caer
en
el
olvido,
(2)
permanecer
en
lo
que
conocemos
como
underground,
(3)
desvanecerse
al
ser
engullidos
por
el
sistema
o
(4)
afectar
a
la
cultura
hegemónica
desde
dentro,
es
decir,
jugando
las
reglas
del
juego.
El
graffiti
actualmente
parece
estar
situado
entre
el
tercer
y
el
cuarto
caso:
ha
sufrido
un
proceso
muy
claro
de
institucionalización
pero
no
sabemos
si
será
neutralizado
y
morirá
tal
y
como
lo
conocemos
hasta
ahora
o
tendrá
la
capacidad
de
incidir
y
cuestionar
el
orden
social
establecido.
En
su
desarrollo
nuevas
e
interesantes
posibilidades
se
han
abierto
camino:
los
graffiteros
pueden
sustentarse
mediante
trabajos
de
encargo
o
de
autor
que
requieren
de
su
conocimiento
técnico
y
de
su
identidad
artística.
Los
graffiteros
pueden
acceder
a
becas
y
convocatorias
de
instituciones
públicas
y
privadas:
gobierno,
galerías,
centros
culturales
y
museos.
La
obra
de
graffiteros
que
destacan
en
la
escena
nacional
e
internacional
pasa
a
formar
parte
de
colecciones
de
arte
públicas
y
privadas
más
o
menos
ambiciosas,
con
mayor
o
menor
peso.
Así
mismo
el
graffiti
se
ha
beneficiado
del
auge
de
la
cultura
low
brow,
de
perfil
alternativo-‐mainstream
y
comercial,
lo
cual
ha
abiero
las
puertas
para
aquellos
que
hace
40
años
no
tenían
demasiadas
oportunidades
de
vivir
de
su
propia
vocación,
generando
un
sinfin
de
opciones
estratégicas
que
a
muchos
les
esta
permitiendo
no
sólo
vivir
de
su
trabajo,
si
no
desarrollarse
profesionalmente
en
el
medio
artístico.
El
medio
artístico,
con
todo
y
su
halo
de
cuestionable
irreverencia,
exclusividad
y
aparente
independencia,
no
debe
dejar
de
entenderse
como
uno
de
los
eslabones
más
importantes
de
la
cultura
hegemónica.
Bajo
ciertas
características,
es
en
sí
mismo
un
eslabón
del
sistema
social,
cultural,
político
y
económico
propio
del
capitalismo
y
del
neoliberalismo.
La
consecuencia
a
lo
anterior
es
que
el
graffiti
hoy
es
un
movimiento
fragmentado
entre
aquellos
que
les
sigue
interesando
desarrollarse
en
el
marco
del
graffiti
hip
hop,
más
purista
y
voluntariamente
ajeno
a
las
instituciones
aunque
dependiente
de
las
mismas
por
confrontación
más
aparente
que
real,
y
un
graffiti
que
al
insertarse
en
la
escena
artística
se
considera
institucionalizado
y
como
tal
aparentemente
no
amenazante,
no
confrontativo,
no
subversivo.
Los
límites
y
las
líneas
de
un
graffiti
institucionalizado
y
como
tal
supuestamente
domesticado,
y
un
graffiti
ilegal
y
como
tal
supuestamente
subversivo,
se
diluyen
y
crean
una
borrosa
mezcla
que
no
se
puede
segmentar
de
manera
tajante
diciendo
que
el
graffiti
ilegal
es
subversivo,
y
el
graffiti
institucionalizado
es
pobre
en
contenido
crítico.
Ambas
declaraciones
serían
falsas,
pues
aquello
que
hace
que
una
propuesta
artística
y/o
comunicativa
sea
o
no
confrontativa
no
es
el
hecho
de
que
ésta
se
de
en
el
marco
de
una
institución,
si
no
la
carga
discursiva
y
el
posicionamiento
político
que
declare
dicha
propuesta
en
sí
misma.
Paralelamente
y
como
consecuencia
sería
inválido
considerar
un
tipo
de
movimiento
más
interesante
o
relevante
que
otro,
pues
al
no
ser
vinculante
el
contexto
en
el
que
se
produce
y
muestra,
ambos
movimientos
-‐el
sociocultural
y
supuestamente
ajeno
a
las
instituciones
y
el
artístico
o
inserto
en
las
instituciones-‐
presentan
en
sí
mismos,
de
manera
potencial,
la
posibilidad
de
cuestionar
el
orden
social
establecido
y
de
este
modo
ofrecer
una
visión
crítica
que
despierte
conciencias
y
sea
coherente
con
las
bases
sobre
las
que
nace
el
graffiti
contemporáneo,
esto
es
el
graffiti
en
tanto
movimiento
contracultural.
Que
una
expresión
suceda
de
modo
espontáneo,
"ilegal"
y
ajena
a
las
instituciones
no
asegura
su
capacidad
subvertiva.
Que
una
expresión
se
materialce
dentro
de
un
espacio
considerado
como
regulado
y
por
lo
tanto
institucionalizado
no
vacía
de
contenido
y
de
fuerza
a
dicha
propuesta.
Sin
embargo,
y
precisamente
por
haber
sido
invitado
a
hablar
sobre
la
institucionalización
del
graffiti,
quiero
centrar
mi
plática
en
una
problemática
que
resulta
independiente
al
tipo
de
graffiti
que
podamos
producir,
ya
sea
en
el
marco
de
un
espacio
institucional
y
bajo
lineamientos
previamente
pactados,
o
producido
en
una
fábrica
abandonada
a
las
afueras
de
la
ciudad
de
manera
ilegal.
Antes
de
iniciar
con
dicha
problemática
me
gustaría
enfatizar
que
institucionalización,
en
su
sentido
peyorativo,
no
esta
relacionado
con
el
marco
que
alberga
o
financia
la
propuesta,
si
no
con
el
contenido
de
la
misma.
De
este
modo
un
graffiti
institucionalizado
podría
entenderse,
dados
los
orígenes
del
movimiento,
como
un
graffiti
domesticado,
al
servicio
del
pensamiento
hegemónico
y
exento
de
una
visión
crítica.
Teniendo
en
cuenta
lo
anterior,
el
discurso
del
graffiti,
por
todos
conocido
como
una
cuestión
de
identidad,
pertenencia,
reivindicación
contracultural
y
de
cuestionamiento
social
parece
haber
caido
en
la
retórica.
Desde
los
70´s
hasta
la
primera
década
del
siglo
XXI
hemos
visto
suceder
diferentes
tipos
de
movimientos
sociales
y
contraculturales
cuyo
reto
principal
ha
sido
el
pasar
de
la
crítica
y
la
confrontación
a
la
reflexión
y
al
enriquecimiento
de
la
cultura
actual.
El
graffiti
ha
perdido
actualmente
su
capacidad
subversiva
y
en
pocas
ocasiones
ha
generado
propuestas
reflexivas
al
servicio
del
ciudadano.
Citando
a
Fernando
Figueroa
Saavedra,
autor
de
“Graphitfragen.
Una
mirada
reflexiva
sobre
el
graffiti”:
“Seguramente
el
Graffiti
Move
se
encuentre
con
bastantes
complicaciones
en
su
progresivo
desarrollo
como
verdadera
expresión
popular.
Entre
ellas
ya
se
perfilan
algunas
como
su
culto
al
ego
que
aminora
el
potencial
de
construcción
colectiva,
su
recocido
banal
y
en
lo
victimista
que
desarma
su
discurso
asi
como
su
institucionalización
que
lo
condena
a
insertarse
y
morir
en
el
sistema.”
En
este
caso
podriamos
decir
que
aquello
que
funcionaba
en
los
70´s
ya
no
funciona
actualmente.
Los
tiempos
cambian
y
el
graffiti
ha
evolucionado
hacia
la
técnica,
la
estética,
la
comercialización
y
el
consumo
masivo
olvidando
su
naturaleza
crítica
y
confrontativa.
Hoy
en
día
a
nadie
sorprende
un
tag
en
una
propiedad
pública
o
privada,
a
nadie
le
parece
subversivo,
nadie
se
siente
cuestionado
por
el
graffiti
lo
cual
ha
llevado
a
que
personas
como
Guillermo
Heredia
afirmen,
no
sin
controversia,
que
el
graffiti
ha
muerto.
Esta
frase
contundente
hace
referencia
a
la
falta
de
capacidad
del
graffiti
para
cuestionar
el
sistema
cultural
y
social
hegemónico.
Si
abordamos
el
graffiti
desde
la
cuestión
contracultural
podemos
afirmar
que
se
ha
desviado,
que
ha
resultado
en
fuegos
artifiales
y
ha
caído
en
el
juego
de
la
estética
lo
cual
ha
procurado,
paralelamente,
una
evolución
maravillosa
y
muy
valiosa
tanto
a
nivel
estético
como
técnico.
Sin
embargo
creo
que
sería
interesante
recuperar
el
peso
confrontativo
del
graffiti,
dirigiendo
el
conocimiento
técnico
y
estético
adquirido
a
lo
largo
de
las
últimas
décadas
hacia
el
ciudadano
con
la
intención
de
provocar
procesos
de
reflexión
colectiva
en
la
ciudadanía.
Insisto
en
que
dicho
objetivo
puede
darse
o
no
en
el
marco
de
un
espacio
regulado
y/o
inserto
en
el
circuito
del
arte
actual,
sin
embargo
siempre
tendrá
más
alcance
y
poder
comunicativo
si
se
da
en
el
entorno
urbano.
Con
respecto
a
la
institucionalización
del
graffiti,
es
obvio
y
a
nadie
sorprende
el
hecho
de
que
ha
sido
absorvido
por
el
sistema
cultural
predominante.
Ahora
bien,
difiero
de
Fernando
Figueroa
Saavedra
quien
afirma
que
la
institucionalización
del
graffiti
condena
al
movimiento
a
insertarse
y
morir
en
el
sistema.
Si
al
hablar
de
institucionalización
Fernando
Figueroa
Saavedra
se
refiere
a
la
relación
del
graffiti
con
aquellos
espacios
insertos
en
el
circuito
del
arte
actual,
considero
que
dicha
definición
de
institucionalización
no
tiene
porqué
afectar
negativamente
la
capacidad
expresiva
del
graffiti,
todo
lo
contrario:
se
ha
demostrado
que
jugar
las
reglas
del
juego,
conocer
y
entender
el
sistema
con
el
fin
último
de
cuestionarlo
y
enfrentarlo,
es
una
estrategia
que
funciona
en
tanto
enriquece
el
inconsciente
colectivo
y
como
tal
beneficia
a
la
comunidad.
El
graffiti
esta
dentro
del
sistema.
Sin
embargo
se
podría
decir
que
esta
sedado
y
que
en
pocas
ocasiones
se
presenta
como
un
movimiento
propositivo
y
posicionado
frente
a
aquellas
problemáticas
que
afectan
al
grueso
de
la
sociedad.
Ejemplos
de
un
graffiti
al
servicio
de
la
sociedad
sería
el
generado
por
Banksy
especialmente
a
principios
de
los
dos
miles,
o
a
nivel
nacional,
el
trabajo
de
La
Piztola
el
cual
podemos
reconocer
como
un
actor
importante
en
el
Conflicto
de
Oaxaca,
año
2006.
Del
mismo
modo
que
reconocemos
dichos
referentes,
podemos
afirmar
que
corremos
el
riesgo
de
que
el
graffiti
caiga
desde
el
punto
de
vista
artístico
en
una
moda
vacía,
sin
contenido
y
como
tal
débil;
y
desde
el
punto
de
vista
sociocultural,
corremos
el
riesgo
de
quede
estancado
en
una
transgresión
superficial
argumentada
por
la
ilegalidad
del
acto
en
sí,
hoy
en
día
estéril.
Como
comentaba
anteriormente
no
es
lo
mismo
rallar
un
edifcio
público
o
privado
en
1972
que
en
el
2013.
Actualmente
el
graffiti
necesita
cuestionarse,
reflexionar
y
madurar
y
ese
trabajo
sólo
lo
pueden
llevar
a
cabo
los
actores
del
movimiento
ya
que
ellos
son
los
que
lo
conforman
y
definen
a
través
de
su
práctica.
Los
graffiteros
son
los
que
actuan
y
como
tal
deciden
el
rumbo
del
desarrollo
del
movimiento.
Comentaba
anteriormente
que
el
graffiti
tiene
un
potencial
importante
de
incidir
en
la
sociedad
y
en
la
opinión
pública
dada
su
tradición
como
movimiento
de
arte
público
o
de
expresión
popular.
La
capacidad
de
incidir
en
la
sociedad
y
en
la
opinión
pública
es
poder.
Lo
cual
significa
algo
muy
sencillo:
el
graffitero
y
todavía
mas,
los
graffiteros,
tienen
un
poder
inmenso.
El
que
lo
ocupen
o
no,
y
el
cómo
lo
ocupen,
no
depende
de
si
es
un
movimiento
que
se
desarrolla
en
el
marco
de
la
institución
o
ajeno
a
las
mismas,
si
no
de
qué
tan
domesticados
y
qué
tan
propositivos
sean
los
graffitis
actuales.
El
concepto
peyorativo
de
"institucionalización"
no
debe
relacionarse
con
el
huésped
o
financiador
de
un
graffiti,
si
no
con
el
pensamiento
domesticado
y
adormecido.
Un
graffiti
institucionalizado
es
un
graffiti
sin
intención,
sin
conciencia,
sin
voluntad.
El
poder
y
la
capacidad
de
activar
conciencias
que
tene
el
graffiti
en
tanto
lenguaje
relacionado
con
el
arte
público
reside
totalmente
en
los
mismos
graffiteros.
Sin
embargo
pocas
veces
vemos
un
graffiti
que
esté
al
serivico
del
ciudadano.
Vemos
graffitis
egocéntricos
y
ególatras
destinados
a
uno
mismo
o
al
grupo,
al
alarde
técnico
y
estético,
a
la
búsqueda
encubierta
de
la
fama.
En
dicho
camino
se
pierden
objetivos,
bases
ideológicas,
propuestas
específicas
y
voluntad
de
enriquecer
a
la
sociedad.
Pocas
veces
vemos
graffitis
que
busquen
redefinir
la
mexicaneidad
desde
lo
contemporáneo,
tampoco
se
busca
cuestionar
problemáticas
profundamente
enraízadas
que
afectan
a
las
personas
que
por
rango
de
edad
estan
vinculadas
al
graffiti:
el
conflicto
en
las
relaciones
interpersonales,
la
sexualidad,
la
violencia,
el
respeto
o
falta
de,
el
papel
de
la
juventud
en
la
sociedad
mexicana,
el
sistema
político,
social
y
económico,
etcétera.
Creo
que
es
imprescindible
luchar
en
contra
de
los
estragos
de
la
globalización
y
de
la
moda,
esto
es
luchar
en
contra
de
la
institucionalización
de
la
conciencia,
para
poder
ofrecer
un
discurso
propio
en
lenguaje
universal
al
resto
de
la
sociedad.
Bajo
esta
premisa
me
gustaría
también
resaltar
el
trabajo
de
Neuzz
quien
considero
un
interesante
embajador
de
la
tradición
mexicana,
comunicador
de
leyendas
y
mitos
que
definen
el
pasado
y
el
presente
de
una
cultura
rica
que
por
supuesto
va
más
allá
del
mariachi
o
el
tequila.
En
sus
intervenciones
públicas
en
el
extranjero
Neuzz
busca
redefinir
la
visión
que
un
grupo
específico
de
personas
tiene
sobre
la
mexicaneidad,
y
lleva
al
extranjero
una
visión
y
propuesta
tan
honesta
como
valiosa
Si
el
graffitero
quiere
transgredir,
enfrentar
y
cuestionar,
tiene
que
empezar
por
cuestionarse
a
si
mismo
y
generar
propuestas
concretas.
.
¿Representa
el
trabajo
de
Neuzz
una
práctica
subversiva
y
confrontativa?
Por
supuesto,
en
tanto
lucha
contra
los
estereotipos
que
buscan
simplificar,
estandarizar
y
limitar
una
cultura
rica
y
compleja
como
es
la
mexicana.
En
tanto
Neuzz
trabaja
en
Atlanta,
Puerto
Rico,
Barcelona,
Berlín,
Melbourne
y
otras
ciudades
del
mundo,
comparte
una
visión
más
profunda
y
auténtica
de
lo
que
es
la
mexicaneidad,
afectando
de
este
modo
la
visión
que
se
tiene
de
nosotros
en
tanto
cultura
específica,
con
usos
y
costumbres
que
les
son
propios
y
significativos.
Por
otra
parte
me
remonto
a
una
frase
citadada
por
Mibe
del
colectivo
Tecpatl
en
referencia
a
su
propio
trabajo,
la
cual
citó
en
conferencia
en
el
palacio
de
Bellas
Artes
hace
aproximadamente
4
años:
“Si
no
voltean
a
ver
nuestro
trabajo,
es
fallido!”
Es
decir,
si
el
ciudadano
no
voleta
a
ver
una
obra
de
arte
público,
ésta
pierde
su
razón
de
ser.
Si
no
comunica,
no
sirve.
Si
no
sugiere,
evoca,
apunta,
o
invita
a
la
reflexión,
el
graffiti
en
sí
se
vuelve
invisible.
Ahora
bien,
por
otra
parte
es
importante
mencionar
que
no
hay
premisa
que
obligue
a
un
graffitero
a
ser
subversivo.
Pero
si
estamos
inconformes
con
nuestro
entorno,
si
cuando
decimos
que
hacemos
graffiti
argumentamos
que
lo
hacemos
porque
no
estamos
de
acuerdo
con
el
sistema,
entonces
sí,
tenemos
la
obligación
de
ir
más
allá.
Lo
importante
no
es
la
confrontación
desarticulada,
menos
aún
la
confrontación
violenta.
Lo
valioso
es
el
impulso
que
damos
a
las
propuestas
que
trabajamos,
el
nivel
de
conciencia
y
como
tal
la
intención
de
nuestro
trabajo.
Generalmente
diversos
tipos
de
públicos
resolverán
diversos
tipos
de
significados
para
un
único
graffiti,
sin
embargo
la
intención
es
el
primer
requisito
que
debe
poseer
una
obra
de
arte
público
o
de
expresión
popular
destinada
a
detonar
procesos
de
reflexión
colectiva
en
la
sociedad
civil.
Finalmente
y
considerando
el
desarrollo
de
la
escena
nacional,
diferente
a
aquella
sucedida
en
otras
regiones
del
mundo,
es
interesante
observar
cómo
el
graffiti
mexicano
ha
ido
conformando
un
discurso
e
identidad
propia.
Comentaba
anteriormente
el
trabajo
de
Neuzz.
Me
parece
interesante
y
valioso
así
mismo
hablar
sobre
el
trabajo
de
Saner
y
cómo
éste
justamente
juega
con
las
instituciones
y
con
el
alcance
del
mainstream
para
proponer
y
difundir
una
visión
endémica
y
específica
de
una
parte
de
la
cultura
oaxaqueña
y
mexicana,
considerada
en
términos
globalizadores
como
subcultura.
El
trabajo
de
Saner
parte
siempre
del
elemento
de
la
máscara
y
del
ritual.
Su
carrera
representa
un
interesante
paradigma
de
la
idea
principal
de
mi
intervención.
Si
bien
podemos
afirmar
que
el
trabajo
de
Saner
se
inserta
en
lo
que
hoy
podemos
entender
como
mainstream
dadas
las
instituciones
a
las
que
ha
accedido,
también
podemos
afirmar
que
su
obra
rescata
y
defiende
la
subcultura
como
parte
del
patrimonio
de
la
humanidad
al
presentar
un
característico
y
personal
acento
mexicano,
difundiendo
una
visión
contemporánea
sobre
la
tradición
y
la
idiosincrasia
del
país.
Como
tal,
y
como
he
afirmado
a
lo
largo
de
mi
intervención,
es
posible
cuestionar
lo
establecido
y
proponer
un
discurso
propio
haciendo
uso
del
alcance
y
la
infraestructura
inherentes
a
la
cultura
hegemónica
y
sus
canales
de
difusión.
Un
ejemplo
más
sería
el
graffiti
realizado
por
el
colectivo
La
Piztola
el
año
pasado
en
la
fachada
de
la
Escuela
de
Danza
Folclórica
del
Centro
Cultural
del
Bosque,
institución
dependiente
del
Instituo
Nacional
de
Bellas
Artes.
La
cual
mostraba
a
un
joven
que,
cubierto
con
una
máscara
propia
de
los
danzantes
tradicionales
oaxaqueños,
utilizaba
un
lápiz
a
modo
de
arma
de
fuego
declarando
abiertamente
que
la
educación
del
grueso
de
la
sociedad
es
la
mejor
herramienta
para
el
desarrollo
de
la
misma
y
la
liberación
social
e
intelectual
del
individuo.
Dar
una
perspectiva
institucional
sobre
el
graffiti
no
supone
hablar
de
un
graffiti
supuestamente
atrapado
en
el
marco
de
la
institución.
Dar
una
perspectiva
institucional
sobre
el
graffiti
es
cuestionar
cuál
es
la
relación
y
la
capacidad
del
graffiti
para
incidir
en
las
instituciones:
paradigmáticas,
políticas,
económicas,
sociales
y
culturales,
utilizando
las
posibilidades
que
la
misma
cultura
dominante
ofrece.
Finalmente
hay
que
entender
que
son
las
mismas
instituciones,
especialmente
las
culturales,
las
interesadas
en
generarse
oportunidades
para
la
reflexión
y
autocrítica,
pues
de
dichos
procesos
depende
la
evolución
de
sus
propios
lineamientos
en
tanto
institución
al
servicio
de
la
sociedad.
Por
lo
mismo
no
es
de
extrañar
que
institución
y
pensamiento
crítico
convergan
en
algunos
contextos,
del
mismo
modo
que
tampoco
es
de
extrañar
que
instituciones
específicas
busquen,
por
cuestiones
políticas,
propuestas
no
confrontativas
y
sí
domesticadas.
La
relación
entre
la
expresión
popular
y
las
instituciones,
la
relación
entre
el
arte
actual
y
las
instituciones
no
es
una
ecuación
de
absolutos,
por
lo
contrario,
un
complejo
entramado
que
conviene
analizar
y
observar
detenidamente.
Quizás
lo
importante,
a
estas
alturas
del
desarrollo
del
graffiti,
es
entender
que
éste
fluctúa
de
un
modo
mucho
más
libre
de
lo
que
se
podría
pensar,
entre
la
subcultura,
la
contracultura
y
la
cultura
hegemónica,
independientemente,
insisto,
del
contexto
en
el
que
se
produzca
y
presente.