Prólogo

El Taller Literario del INBA-lchicult en Ciudad Juárez pertenece al

Sistema Estatal de Talleres del Instituto Chihuahuense de la Cultura. La breve pero imprecisa historia del taller
También está subvencionado por el Musao de Arte del INBA de
Ciudad Juárez.
del INBA en Ciudad Juárez (1980-2004)
Esta publicación es posible gracias al apoyo parcial del Gobierno del
Estado a través del Instituto Chihuahuense de la Cultura y del
José Manuel García-García
Programa del Parque Central Poniente Hermanos Escobar 2004.
También contó con la contribución de algunos de los talleristas
incluidos en la antología. La madre de todos los talleres (197 4-1980)

En 1996, Francisco José Amparán publicó un artículo en Fronte-

ras (número 3): "Escritores norteños generación pre 68". En él,
Amparán ofrecía un trazo histórico general de los talleres literarios
norteños, trazo que se basó, a su vez, en el texto de Alejandro
García Ortega, "Hacia una madurez de la literatura mexicana en
provincia: de los talleres literarios a la labor editorial en el centro y
norte de México (1974-1988): una primera perspectiva" (tesis
para la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de Guana-
juato, 1988).
Nos informaba Amparán que el taller literario, como fenóme-
no cultural, nació en 1974 con el primero en San Luis Potosí (y
que a veces sesionaba en Aguascalientes). En él se formaron los
que "iban a constituir la columna vertebral del sistema de talleres
literarios". Este experimento fue apoyado por el Departamento
de Promoción Cultural del INBA y era coordinado por el escritor
ecuatoriano Miguel Donoso Pareja. De pronto, los jóvenes escri-
tores de aquella época, reunidos bajo dirección de Donoso, pu-
dieron desarrollar "una actitud crítica a la obra de otros y autocrí-
tica a la propia".
Dos años después, en 1976, la primera promoción "ya estaba
madura" (el tiempo de maduración de un taller es de "tres años";
los integrantes de esa primera promoción "se desparramaron por
diversos lugares de la provincia mexicana, especialmente en el
norte". Sigo citando: "En ese año, José de Jesús Sampedro em-

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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
pieza a coordinar el Taller Literario de La Laguna, en las casas de
la cultura de Torreón y Gómez Palacio. El Taller de La Laguna se
dividirá en taller de poesía (al mando del mismo Sampedro) y en
taller de prosa (coordinado por David Ojeda y luego por Alberto
Huerta). Surgen los talleres en León, Celaya, San Miguel de
Allende, Tampico, Saltillo, Monterrey, Ciudad Juárez [en 1980],
Culiacán, Villahermosa y Puebla, coordinados por Armando
Adame, Alberto Enríquez, Fernando Nieto Cadena, Ignacio Be-
tancourt, Bernardo Ruiz y Daniel Sada, entre otros". En general,
esta "primera promoción" creó una "segunda promoción" que
pasará a ser el núcleo principal de las actividades culturales de
toda una época (la que actualmente estamos viviendo).
¿cuáles son las características de un taller literario? Amparán
responde: "Va a someter a sus miembros a una disciplina de tra-
bajo rigurosa [o no tanto; había algunos coordinadores muy pa-
salones]; va a abrir nuevas perspectivas literarias a personas con
muy poco background de lectura; implicará en muchos casos el
tomar una postura ante la literatura y la vida, política, social, exis-
tencialmente; va a permitir el contacto con otros dedicados a lo
mismo, vía intercambios, encuentros y ciclos de lectura; serán
promotores fundamentales para el surgimiento de numerosas re-
vistas, la mayoría de efímera vida; se convertirán en vehículos de
publicación", "sembrarán la semilla que luego, en los ochenta,
dará un fruto que, en algunos casos, está ya cuajado: premios,
publicaciones". La verdad es que "muchos poetastros [de la ge-
neración anterior] se vieron sometidos a una crítica implacable",
fueron tachados de "cursis, anacrónicos y babosos".
Al principio, los talleres serán duramente criticados. En Ciu-
dad Juárez, los escritores antitalleristas locales le dirán al maestro
Ojeda que los miembros del taller son vulgares porque pertene-
cen a un nivel social bajo (es decir, no son "educados", "forma-
les" y de "familias reconocidas", équé se puede esperar de ellos?).
Por su parte, Amparán señala que la crítica antitaller fue un
fenómeno generalizado: "El establishment va a atacar a los talle-
ristas de greñudos, mariguanos y homosexuales, irrespetuosos
hacia la decencia, las buenas costumbres y a Amado Nervd'.
También se acusará al taller de "no ser vehículo de estudio real
[libresco] de la literatura". El ingenio lego de los autores locales se
desbordará en burlas (¿el taller?, voy, voy, pos ni que fuera car-
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
pintería -risas-). Posteriormente, algunos de los talleres serán
blanco de los ataques de grupos feministas-lésbicos. En fin, a los
talleres les llueve duro y tupido.
Un momento, por fayor
Para el chavo que pertenecía al taller, en cambio, la experiencia
significaba -entre otras rnil cosas- la posibilidad de confraternizar
con otros de su misma causa, de adquirir conocimientos rudi-
mentarios de la literatura y de crear una parcela de amigos y es-
pacios que le permitieran formar un núcleo de respuestas a la crí-
tica social. Eran los amigos, las lecturas de Rayuela, las disquisi-
ciones acerca del viejo Borges, las papalinas evocativas, el reve
más o menos literaturizado, la sensación de pertenencia, la posi-
bilidad de "eternizar" nimiedades, la fe en un propósito, la vuelta
al corazón de las utopías, la formación de una comunidad en
constante diálogo neurotizado y las publicaciones (benditas pu-
blicaciones que llegaban a completar el cuadernillo o el libro).
Al coordinador del taller se le veía como el promotor, el más-
ter cultural, el sospechosamente dedicado a ayudar al prójimo, el
misionero de una fe cínica pero generosa, el detentador de efíme-
ros poderes que al fin de cuentas nadie reconocería, el apasiona-
do defensor de posibilidades (promesas literarias y tardías espe-
ranzas), el viajero condenado a celebrar la parcela cultural que le
tocó como destino-manifiesto-patria-chica y -ni modo- el san
Juan Bautista ungido al carruaje de la literatura (carruaje que mi-
les como él empujan y solo unos cuantos la disfrutan desde arri-
ba).
Otra vez: el tallerista es la promesa literaria que puede confir-
mar públicamente las ventajas del cepilleo literario, el embajador
a contrapelo de su taller-incubadora, el pírrico potencial, el parri-
cida emboscado, el miembro (eeeeh) activo de un culto colectivo
a la literatura como fuente de inspiración, el aspirante al estatus
merecido, el amigo de· complicadas complicidades, lector a me-
dias de todo, el angustiado lector de metas que, como dice el poe-
ta, se quiebran al cabo de la tercera publicación (si nos ponemos
pesimistas, claro).
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
La formación de la segunda promoción
En 1980 nace el Taller de Literatura del INBA coordinado por el
maestro David Ojeda. Al principio se integran Miguel Ángel Chá-
vez, Ricardo Morales y Jorge Humberto Chávez; un par de años
después llegan Alonso Lastra, José Manuel García, Willivaldo
Delgadillo, Joaquín Cosío, Marco Antonio García y Rosario San-
miguel. Por los siguientes cinco años habrá sesiones regulares
(por lo menos una vez al mes). David Ojeda vendrá desde San
Luis a coordinar los trabajos de aquellos jóvenes. La amistad fue
tejiendo su darwinismo jerárquico: los amigos eran los amigos:
David y Jorge, David y Miguel Ángel, David y Ricardo. Y los talle-
ristas eran los talleristas.
Pero no por ello los integrantes -que conformaban la segunda
promoción- dejaron de convertirse en una verdadera genera-
ción: compartimos el mismo espacio, casi todos éramos de los
años cincuenta (o principios de los sesenta). Hubo una gran amis-
tad (que tuvo sus desencuentros). Hubo complicidades en pro-
yectos culturales (la revista Nod, las lecturas públicas, los viajes a
Albuquerque y a otras ciudades). Se mantuvo siempre una acti-
tud más o menos cínica (las bromas literarias eran cosa cotidia-
na), contestataria (los escritores locales de la generación anterior
representaban para nosotros el humor involuntario; paradójica-
mente algunos de ellos fueron, al pasar el tiempo, nuestros men-
tores en diferentes espacios culturales). Veíamos a la literatura co-
mo una respuesta existencial, un oficio, una religión, una propie-
dad ganada en la crítica, la autocrítica y el trabajo talleril. No
pocos escritores pasaron por el taller y se fueron enojados (Jesús
Vázquez), asustados (Pilo Galindo) o frustrados por ser tan male-
tas (aquí poner los nombres de los que así como llegaron se fue-
ron). La acumulación de premios por parte de Jorge Humberto
Chávez (apoyado cien por ciento por nuestro Miguel Donoso Pa-
reja, que fue David Ojeda) y las publicaciones de Miguel Ángel
fueron un estímulo para todos. Curiosamente no buscábamos la
publicación sino la creación (intuitiva casi) de un proyecto cultu-
ral que quiso consolidarse en la revista Nod (que se redujo a tres o
cuatro números mal distribuidos; el último de ellos fue "expropia-
do" por una facción del taller (ya muy dividido al final de su exis-
tencia).
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El taller del maestro Ojeda existió por siete años (de 1980 a
1987). Fue una vida demasiado larga. Los expertos le dan a los
talleres una vida regular de tres años; cuatro o más convierte a sus
integrantes en codependientes de su coordinador. Pero el Taller
del INBAen Ciudad Juárez vivió siete. Tiempo más que suficiente
para definir a cada miembro: Jorge Humberto fue el beneficiario
directo de Ojeda: publicado, premiado y heredero del Taller del
INBA. Con el tiempo se asoció con el maestro Enrique Cortazar
para iniciar proyectos como los encuentros nacionales de poetas.
Se convirtió en un verdadero promotor cultural y un poeta reco-
nocido por su calidad. Miguel Ángel Chávez siguió publicando li-
bros de poesía, luego pasó al periodismo cultural y al -díqamos-
comercial y de opinión; su mentor, el periodista Elías Montañés.
José Manuel García (servidor) se dedicó a la academia desde
1984 y tuvo como amigo de proyectos a Ricardo Aguilar. Wílli-
valdo Delgadíllo se dedicó al activismo cultural (la "toma del IN-
BX' fue un momento -"su" momento- importante en este senti-
do), y demostró ser buen novelista (lento pero seguro) y recons-
tructor de la historia de nuestra ciudad {asociado con Miguel
Ángel Berumen).
Joaquín Cosía, por su parte, le entró al teatro y a la dramatur-
gia; trabajó en la UACJ y asoció su nombre en no pocas ocasio-
nes con el nombre de Ysla Campbell. Marco Antonio García tra-
baja en la promoción editorial (junto con Wíllivaldo)y apoya a los
escritores jóvenes; sobre todo, García se ha dedicado a la actua-
ción. Rosario Sanmiguel, por su parte, se unió (tardíamente) a la
academia y ha sido promotora editorial, y también le hace al pe-
riodismo cultural (mediante la coordinación de revistas literarias).
Por último, están Alonso Lastra (eligió vivir en el anonimato, se-
pararse de todo el mundillo literario local) y José Luis Soto (que
radica permanentemente en Albuquerque).
Pero decía yo que el ciclo del primer taller literario se inició en
el otoño de 1980 y terminó en 1987 cuando el maestro Ojeda
declaró clausurado el taller y salieron "graduados" (digámoslo
así) y felices (divididos y peleados) los talleristas de la primera
promoción. Algunos tuvieron suerte en materia de publicaciones
y de premios; otros han preferido el sabroso anonimato. Repito:
sin hacer a un lado las diferencias entre los talleristas "de Ojeda",
podemos hablar de una verdadera generación de escritores; la
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 José MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
bauticé hace unos años atrás como la "Generación de Nod" (por
la revista del taller).
La continuidad de los talleres
El poeta que hereda el Taller Literario del INBAes Jorge Humber-
to Chávez. Él se encargará del tallereo por espacio de once años,
de 1988 a 1999. Este Taller (o promociones de talleres) tuvo di-
versos ciclos y diferentes miembros. En él surgieron poetas como
Agustín García, Carmen Amato (aunque Carmen ha estado prác-
ticamente en todos los talleres literarios de nuestra ciudad), Edgar
Rincón Luna y César Silva (entre otros).
Por alguna extraña circunstancia de la vida, Jorge Humberto
Chávez me pasó la "estafeta" de la coordinación del Taller del
INBA en el año 2000. De hecho, fue un poco antes, en 1999,
cuando fui invitado por Jorge a coordinar algunas sesiones del
Taller del INBA.
Asistí a cinco reuniones y así pude conocer más a Édgar Rin-
cón Luna, César Silva, Jorge López Landó, Juan Pablo Santana y
a Lily Olivas. Mi coordinación del taller coincidió con otro proyec-
to cultural que en esos días apenas andábamos planeando: el su-
plemento literario Armario de la revista Semanario. Una cosa
ayudó a la otra.
Así, desde enero del 2000 he viajado cada quince días desde
Las Cruces, Nuevo México (casi cien millas de ida y vuelta), a
Ciudad Juárez. La vida del taller tiene sus encantos: se trabaja
con nuevas generaciones, hay proyectos que cristalizan rápida-
mente (aunque algunos se quiebren, ni modo) y se mantiene viva
la tradición talleril.
(Recordemos.) La primera reunión del taller coordinado por
mí fue el día 29 de enero del 2000. Acudieron diez de los trece
solicitantes. Hablé acerca de mi método de trabajo y las metas
que teníamos a corto y largo plazo. Les expliqué a cada becario
sus responsabilidades: traer a cada reunión, por lo menos, un tex-
to con fotocopias para todos. Cada tallerista leerá a su turno y
luego escuchará (en silencio y sin tomar una postura defensiva)
las críticas o sugerencias que se le hagan a su trabajo. Aceptará las
sugerencias que mejor le ayuden y se encargará posteriormente
de cepillar y limpiar su texto.
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
La experiencia duró hasta el verano del 2002, cuando el gru-
po se redujo a cuatro miembros: Jorge López Landó (maestro bi-
lingüe), Mauricio Rodríguez (periodista), Juan Pablo Santana ·
(administrador) y Ruth Elizabeth (secretaria). Fue una gran expe-
riencia: participaron en lecturas que organizó Amato en el Segun-
do y Tercer Encuentro(s) de Poetas en Ciudad Juárez (años 2001,
2002). Fueron publicados en el suplemento Armario (y publica-
dos en dos cuadernillos) y en las Memorias del Segundo Encuen-
tro de Poetas. Una magnífica cuentista que se retiró para atender
sus negocios (Yuvia Cháirez) fue publicada en la revista Fronte-
ras. Mauricio obtuvo la Beca Alfara Siqueiros y luego la publica-
ción de su libro Zero Borderland (lchicult, 2002).
Al terminar el ciclo del Taller Laesta (que duró casi dos años y
medio: de principios del 2000 a mediados del 2002) se inició el
del Taller del Corazón Verde: un Lugar Común. En él hay prosis-
tas (Cristina Juárez, Hiram Rodríguez Reyes, Emma Vázquez
Ríos), poetas (Osvaldo Ogaz Meléndez, Susana Chávez -que ya
salió del taller-}, y escritores que practican ambos géneros (Ruth
Elizabeth González Ramos y Bias García Flores). Son talleristas
que han mantenido constancia en el trabajo, en la asistencia (que
a veces por razones circunstanciales es difícil mantener), en la
producción literaria (en estos casos cada quién tiene su ritmo y su
musa) y en la camaradería (parece que el punto de reunión y re-
tiro espiritual sigue siendo un antro de vicio etílico muy popular).
El Taller Laesta fue promotor de tres excelentes poetas: Jorge
López Landó, Mauricio Rodríguez y Juan Pablo Santana (anota-
dos en orden alfabético). La nueva promoción la constituyen es-
critores con propuestas muy interesantes (me refiero a Susana
Chávez, Osvaldo Ogaz, Bias García Flores y Cristina Juárez Díaz
de León), junto con escritores que inician sus primeros pasos en
la literatura.
La idea es continuar la herencia dejada por David Ojeda, no
malograr este esfuerzo de años, trabajar para que se formen nue-
vos poetas, nuevos críticos, nuevos cronistas, nuevos prosistas.
Trabajo difícil. El darwinismo estético se impone. Al final del día
(por no decir "al final de la jornada": un lugar común y qué ho-
rror, no) la suma de reduce a unos cuantos.
¿para qué sirve un taller literario? En nuestro caso, el Taller
Literario del Museo de Arte del INBA de Ciudad Juárez, en sus
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
veintitrés años de vida ha servido para crear buenos lectores, un
puñado de excelentes poetas y otro de promotores culturales.
Lectores, autores y promotores han creado a su vez otros talleres,
revistas literarias, suplementos culturales y encuentros nacionales
para que otros escritores, tal vez talleristas jóvenes, recién antolo-
gados o publicados en Tierra Adentro o la editorial más próxima
al bolsillo o al corazón. Sirve para establecer comunicación, inter-
cambio de libros, amistades, gustos, acuerdos, mutuas fascinacio-
nes o francos desencuentros. Un taller (bien manejado) es un se-
millero de posibilidades (que no de promesas) a corto, mediano y
largo, larguísimo plazo. Quien apueste por los talleres lo hará por
la organización de los creadores en metas más o menos ambicio-
sas: leer, escribir, publicar, o sus extremos: convertirse en busca-
premios o maquinitas de publicar cosas buenas, malas, regulares.
En caso de dudas, recuerde usted: el taller de arte forma pin-
tores; el taller literario, se supone, debe formar escritores. Lo de-
más es una ganancia demasiado extra (ordinaria).
Y ahora ... presentación de becarios
Yuvia Hernández Cháirez. Nació en Ciudad Juárez el 1 de sep-
tiembre de 1977. Médico-veterinaria zootecnista por la UACJ. Ha
publicado en El Diario de Juárez, La Caloría (revista de la carrera
de nutrición), en Armario (números 12 y 32), en los dos Cuader-
nillos de Armario (11 de mayo y 24 de junio). También en el libro
Memorias del Segundo Encuentro de Poetas en Ciudad Juárez
(UACJ-lchicult,2000) y en la revista Fronteras (número 18, otoño
del 2000). Ha leído en diversos foros, unos promovidos o apoya-
dos por el ayuntamiento juarense o por el INBNlchicult. Antes de
ser tallerista participó en el Segundo Encuentro de Poetas en Ciu-
dad Juárez; luego, como becaria del taller, estuvo en el Tercer En-
cuentro de Poetas en Ciudad Juárez.
Jorge López Landó. Nació el 26 de diciembre de 1973 en
Ciudad Juárez, Chihuahua. Licenciado en ciencias de la comuni-
cación por la UACH. Diplomado en recursos humanos por el Ins-
tituto Tecnológico de Monterrey, campus Juárez. Es traductor y
maestro de inglés.
Jorge ha publicado en El Hocicón Nocturno (Tijuana, 1993),
Palabras (números 1 y 4, UACH, 1994), Armario (número 11,
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
mayo del 2000 y número 38, noviembre del 2000) y en los dos
Cuadernillos de Armario.
· Juan Pablo Santana. Nació en Ciudad Juárez el 23 de junio
de 1972. Tallerista del INBA desde 1998. Licenciado en adminis-
tración de empresas. Becario del ITESM. Ha publicado reseña de
cuento. En 1989 y 1990 obtiene (respectivamente) el segundo y
primer lugar en el Concurso de Colegios de Bachilleres en el gé-
nero del cuento. Participa en el IIIEncuentro de Poetas en Ciudad
Juárez del 11 al 13 de mayo del 2000, así como en la lectura de
poesía del día 9 de junio, auspiciada por el INBNichicult, y en la
lectura del 24 de junio de ''Arte en el parque", auspiciado por el
Ayuntamiento de Juárez 1998-2001. Otras publicaciones: "Las
páginas bien dobladas", en Cuadernillos de Armario n. 1 (11 ma-
yo del 2000); "No tanto como el amor", "¿Te vas?", "Te perdí",
en Armario n. 15 (12 junio del 2000). "Las páginas bien dobla-
das", en Cuadernillos de Armario n. 2 (24 junio del 2000). Ade-
más, Santana es conocedor de textos bíblicos, biografías de pa-
nistas, administrador de dineros y razoñador certificado.
Mauricio Rodríguez. Nació el 30 de julio de 1975 en Torreón,
Coahuila. Es periodista. Reportero del periódico Norte de Ciudad
Juárez. Ha participado en el III Encuentro de Poetas en Ciudad
Juárez (11 al 13 de mayo del 2000), en la Feria Binacional del
Libro en el Museo de Arte e Historia del INBA (Ciudad Juárez,
diciembre del 2000). Ha publicado en Armario n. 1 (8 mayo del
2000) y Armario n. 2 (24 de junio del 2000) y también en el Cua-
dernillo de Armario n. 1 (11 de mayo del 2000).
Patricia Arellano. Nació en Ciudad Juárez en 1974. Egresada
de la carrera de ciencias de la comunicación en la UACH y ade-
más actriz de teatro. Trabajó como coeditora de secciones cultura-
les del periódico El Mexicano. Actualmente es promotora cultu-
ral por el lchicult.
Bias García Flores. El Bias García profesionista: primero que
nada nació en una colonia del poniente de Ciudad Juárez un 21
de agosto de 1975. Licenciado en ciencias de la comunicación
por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma
de Chihuahua, campus Juárez. Estudiante del diplomado en gé-
neros literarios por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Actualmente es asesor técnico del Ichicult en Ciudad Juárez y ha
publicado en Armario (números 127, 143, 145 y 146).
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)

Osvaldo Ogaz Meléndez. Nació en Ciudad Juárez, Chihua-

hua, un 10 de enero de 1976; tiene sus 25 jóvenes años. Licen-
ciado en ciencias de la comunicación por la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad Autónoma de Chihuahua, campus
Juárez. Trabaja en la Escuela de Mejoramiento Social para Meno-
res México, donde ha dirigido (entre otras actividades culturales)
cursos de poesía. Ha publicado en Armario; sus sonetos aparece-
rán en una antología preparada por Gabriela Borunda. Primera promoción
Marco Gallardo Olvera. Estudiante de sociología en la Uni-
versidad Autónoma de Coahuila. Nació en Torreón, Coahuila, un Taller Literario Laesta
22 de marzo de 1978. Ha publicado en Armario varios de sus
cuentos. También escribe poesía.
Ruth Elizabeth González Ramos. Licenciada en ciencias de la
comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universi-
dad Autónoma de Chihuahua, campus Juárez. Ha escrito artícu-
los para la revista política Cuarto Poder (años 1993-1994). Parti-
cipó en la última etapa del Taller Literario Laesta. Ha publicado
en el periódico El Diario de Juárez y en el suplemento cultural
Armario (número 128); Ruth es juarense y nació en 1973.
Cristina Juárez Díaz de León. Nació en Ciudad Juárez un 15
de marzo de 1983; obtuvo el primer lugar en concurso de carta
romántica en 1999 en el ITESM, campus Juárez. Ha publicado en
el Cimarrón (marzo y abril del 2001), en www.latecla.com.mx, en
el semanario Ya!, en Armario (144, 151) y participó en el Tallerde
Cuento Fantástico en 2002 (coordinado por Eugenio Aguirre) im-
partido en el Museo del INBA en Ciudad Juárez.
Hiram Rodríguez Reyes. Nació en la ciudad de Chihuahua en
1974. Licenciado en contaduría por el Instituto Tecnológico de
Ciudad Juárez. Estudia guitarra clásica desde 1993. Ha ofrecido
varios conciertos y escrito algunos relatos en Armario.
Emma Vázquez Ríos. Licenciada en educación por la Univer-
sidad Pedagógica Nacional. Desde hace quince años se dedica a
la docencia. Coordina la Sala de Lectura del Ichicult. Ha publica-
do en Armario.

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 José MANUEL GARCÍA-GARCÍA (coMP.) CIUDAD DE CIERTO, RÍO

La voz dañosa que no contesta teléfonos Para encontrarte

aparece en la noche por instantes, escondida tras los párpados, me pierdo en la ciudad
espejo de ruinas que no descubrí pasar por mis manos, por los parques, barrios bajos,
respiro agotador que terco me jala al mar hondo. en cantinas y prostíbulos yo busco
Hoy no quiero pasar por las mismas calles, nunca te encuentro.
ni ver mañana la misma gente esperar un camión,
la vida, Para recordar tu rostro,
oculto incluso ante las cicatrices más tímidas me dejo bañar con la tristeza del amanecer,
desdeñaré mis motivos, el tiempo invertido, mis estériles llaves. pero eres un adiós
que dejó el viento,
la única que murió siendo azul
Mauricio Rodríguez al suspirar
cuando esperaba en mi desvelo.
Perséfone, la mujer de la brisa

Eras luz en calles Soñar la noche

de solitaria espera,
fuiste fuego en brazos
de los desconocidos.
Si preguntara cómo te encontré,
yo vería desde muy dentro
Porque estuve ciego
caminando por tu mar.
Te llevas mi nostalgia
en maletas sucias
para ocultar las bondades
que ya no te hacen reír,
y dejas que las flores
se marchiten cuando callas,
porque esas caricias indiscretas
ya no te pueden alcanzar el corazón.
Inmaculada en la obscuridad ...
ahora eres su reina
y el día te extraña,
tanto como yo te deseo.
Soñar la noche
no es vivir las horas del insomnio
imaginando reductos laberintos
catervas como voces
llovería. el insecto aplaza su conquista de la rama
en la incansable flama de mis nervios
en el entierro de los tiempos lejanos
la llamarada que crece invertida
en sus horizontes habitados por fantasmas
como leyendas
pasajes celestiales que se funden
con segundos partidos
entretejiendo el cabello del recuerdo
con la letra de un autómata invidente
que imita los sonidos de la calle con sus manos
y se ahoga en una simple bocanada.
Soy el mohín permanente de la luna
un cráneo que transita el universo

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 JOSÉ MANuEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
la vuelta del aire que sostiene viva
cada hoja que seca se desprende de su roble Comparecencias al inicio de la calma
cada sueño que pienso y reconstruyo
cuando el despertador me acumula los regresos
De la primera precisión
y me desprende a la frontera de lo incierto
puedo elegir el riesgo
cada vez que amanece en este invierno sin nieve.
llamándole abandono
a la nostalgia
Soñar la noche
chingadamadre.
retrato infiel de lo que es la deriva
sonrisa que busca espacios vacíos
Bosquejo de Susana la noche para así escaparse
otorgándole a la calma
Sangre es el amor Susana
cada momento que cabe
sangre como el odio
cada mirada que aparta
que se lleva entre las piernas
esta claridad que no se comparte
ventana que da paso y cede
entre rendijas en él
y la rima de siempre
ojo dé de Dios
ciego como el camino es respuesta que a nadie convence
-el que-
perpetuo
interminable fuerza de labios para contener la hora
en el perfil con ciertas ganas
a media luz es
abandono reformando este paraje.
deja la ciudad atrás Susana, déjala
que el mundo viva su guerra 11
Del segundo llega la forma
que los niños de la calle sigan matando su muerte
date cuenta visión descriptiva
el agitar de íos pretextos
espíritu de luz es despedida
siempre bella que alguna vez serán poemas
unas palabras para no acordarse
que uno siempre recuerda de la espalda va un recoveco a musitar
el lamento de los lobos
lo que creemos
alguna vez dejamos atrás otra vez el ánima se hace presente
séase indescriptible
es la ciudad Susana es la ciudad
lo que nos marca por siempre
anacrónicamente
los indicios de nostalgia.
que la vida firme
este papel
soñaré que no hay sueños
al instante en que el cansancio se me escapa.

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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
CIUDAD DE CIERTO, RÍO

111 Titán
Va del labio a la piel una serpiente
-la fábula es un juego del instinto- Llégala como baila
Y a mí me queda la relatoría de los instantes sonora esta parkeada
hay algo que clama por la calma (pérfida)
medidas de la noche justo a nuestro lado
que se apegan a escuchar el corazón. los gabachos chapuceros
la arman de borlo en el bordo.
Ignorante de lo que más se añora
vengo como nuevo visitante Tapita a la brizna los chispa
anexo pal trompo es el machín rin.
silente
sin rostros que agradar Guitarra, tandito, el clavo
soy yo el que ahora observa ante este espejo Chavita saca la carcacha.
La rima ramera es:
caricia que no se puede tocar. Su dicha.

IV Vamos pues por las trompudas bien moridas

El cuarto va encerrando sus esquinas para cruzar la front tear
los clavos diminutos de la apreciación (chitón que la abuela guacha).
que se incrustan
y es aquí donde está la contorsión New.
barroquismo verbal Ya como las fases
para no acompañarse del descanso fases otras veo llegar
trépate loco al tren
que los ojos sean la excusa predilecta que te trampa la nostalgia
de quienes más tiemblan pluma el sombrero
cuando el aroma es una selva de emoción cadena y mambo.
-no hemos llegado al mañana para reclamar olvido-
pero podemos creer Mi carnal
que el entonces es una suposición de la alegría recorre el tiempo desierto y hambre,
nada más la cara siempre sonriente
al inicio de la calma. guardo gestos en las manos
para hacerle la fuga a la de piedra
a la llorona
esa pinche jaina gacha.

30 31
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
Caracterizada la pelona
alegra breve esta huida
ábrela como camino los años
porque medianoche es nada.
Prosa
Yuvia H. Cháirez
Danny
Escribo esto desde el asiento trasero de mi camioneta en la com-
putadora portátil (laptop) que me ha prestado un amigo. Lo que a
continuación se darán el gusto de leer es solo una versión de los
hechos, un preludio de la historia; digamos, pues, un resumen.
Sin el mismo la historia no tendría la cachondez que realmente
tiene. Si han viajado en camión urbano (rutera) comprenderán lo
que intento explicarles... · por culpa de la mugre Elva. Elva es mi amiga del alma, por lo cual
¡Ruteras!
Yo solía viajar en los llamados "transportes urbanos", que cobra-
ban uno cincuenta -ahora tres pesos- por viaje, en el cual podías
ver todo tipo de cultura urbana: desde los clásicos viejitos que ba-
jan en el IMSS, hasta las señoras fodongas que van y vienen del
S-Martes de frutas y verduras, pasando por las colegialas relajien-
tas, los niños llorones, los cholos tronándosela en la parte trasera,
los obreros a las cuatro de la tarde, los borrachos de todos los
viernes, los vendedores, la señora que no tiene para la amputa-
ción de su pierna y, iay!, imiren qué fea la tengo ya, pa que vea
asté que no digo mentiras!, vendo chicles, mentiras, dulces, ga-
rampiñados, sueños, ilusiones, frustraciones, reniegos, chocola-
tes, paletas a peso, y que una canción y "ai" con lo que guste co-
operar, payasitos de seis siete años, venimos de un centro de re-
habilitación pa drogadictos, ¿vedá?, y pos yo era uno de esos
cholos que no creía en Dios, évedá", pero Dios es amor, es per-
dón, évedá? ... Un sin fin de circo, maroma y teatro llamado como
fuera que se llamara la rutera (Permisionarios Unidos, Autotrans-
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portes del Valle de Juárez, 1-A, 1-B, Ruta 4, Circunvalación, 27
Tec, Ruta 30, etcétera, etcétera).
Un profesor en la secundaria nos dijo una vez que lo más in-
seguro era subirse a una rutera; ahora comprendo que no tenía la
más mínima idea de lo que hablaba, porque, que yo me acuerde,
nunca lo vi treparse a una; y uno de los doctores de la escuela de
veterinaria nos dijo que el precio que uno pagaba para subirse a
una rutera era relativamente poco, pues por uno cincuenta (de
ese tiempo) de pasaje, obtenías: masaje, baño sauna, discoteca,
un paseo que ni Reino Aventura podía superar y transporte ... cla-
ro, esto de personas que nunca les pasó lo que a mí...
Ahora la historia
Resulta que estoy sola esperando la rutera ("ruta", pa ahorrar sa-
liva). él.a calle? Una de esas que podrían estar dentro de una clá-
sica película barata de terror. Son las diez de la noche en un típico
invierno enjundioso de Ciudad Juárez, que traducido quiere de-
cir que está bien oscuro y las luces de la calle no sirven ni de chis-
te. La razón por la cual me encuentro yo en este predicamento es
la he visitado esa tarde, y con eso de que nos platicamos los chis-
mes, la vida, que si quieres tamales, que si quieres buñuelos, que
mira el regalito que te traigo y todas esas cosas, se me hizo tarde,
y para rematarla, nadie en mi casa. En fin, mi amiga me dice que
tiene que irse a trabajar( ...) y que cerca de su trabajo pasa el ca-
mión. Bueno, iqué remedio!, ¿verdad? Nos vamos a la dichosa
parada; mi amiga se va a su trabajo y me deja sola, a mí y a mi
alma. Ni un maldito carro pasa, mucho menos la famosa ruta y
yo me digo a mí misma: "Misma, le vuelves hacer caso a la jija de
su re pinche madre de Elva". Estoy a punto de darme por vencida
y largarme caminando hasta llegar a un teléfono cercano, cuando
de la nada (y digo "de la nada", porque no la vi venir) aparece la
famosa ruta.
-iCentro! -grita el joven rutero al abrir la puerta.
Aunque temerosa porque el camión va solo, realmente no
tengo de otra sopa más que de esa y me subo. Le pido por favor
que me de oportunidad de pagarle en unos minutos, a lo que ac-
cede con una sonrisa. Y allá vamos. el.a estación de radio? La de
los Laboratorios Carnacho ("¿Sufre usted de cansancio? Pruebe
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 JOSÉ MANuEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
las vitaminas B-7 que Laboratorios Camacho pone a su servi-
cio..."). Yo estoy que pillo de miedo. Desde chiquilla esa estación
me ha causado un espanto horrible. El chofer entonces le cambia
a una estación de oldies en inglés, en frecuencia de AM, que tra-
ducido quiere decir que salimos de Guatemala pa caer en gua-
tepeor.
__¿Tiene miedo? -me pregunta sonriente.
-Sí -respondo.
"Tonta", me digo a mí misma, "este sujeto es un perfecto des-
conocido".
-No tenga miedo -me dice-. Yo no le voy a hacer nada.
Mire, esa gente mala nos da una reputación fea a los honestos,
neta.
__¿De verdad?
-Me llamo Daniel, pero me puede decir Danny. ¿y usté?
-Diana -mentí.
-Mucho gusto. Oiga, ¿qué anda haciendo a estas horas tan
sola? De seguro viene de ver al novio ...
-¿Cuál?
"iClaro!", me vuelvo a decir a mí misma. "iCuéntale toda tu
vida, tarada!".
-Pos yo pensaba que una muchacha tan bonita como usted
debe tener algún novio por ahí. ..
-No, puros amigos cariñosos ...
-Órale ...
Se detiene en una parada. Aunque hay mucha gente, nadie
se sube. Seguimos el camino.
-Oiga, de puedo hacer una pregunta? -me dice.
-Sí.
__¿Le gustan los Beatles?
-Mucho, épor qué lo pregunta?
-Por la camiseta. Está padre ... ¿y le gustan o es pura moda?
-No, me gustan de ley...
__¿cuál es su canción favorita?
-In my lije -respondo, y aunque parezca extraño (crnásr},
la canción suena en la radio.
Danny le sube mientras ríe y me dice:
-Bruja.
Al terminar la canción, otra pregunta:
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
_¿Cuántos años tiene?
-Dieciocho.
-Yo también. ¿Es de aquí?
--Juaritos cien por ciento, sí.
-Son raros ya los que son de aquí. Fíjese, yo conozco un
montón de veracruzanos, torreoneros, chilangos, chiapanecos,
sonorenses y tamaulipecos, pero usté es la primera juarense que
conozco, la neta ...
-Me halaga. Aquí tiene lo del pasaje -digo, estirando el
brazo para pagarle.
-No, así déjelo.
-Lo van a regañar...
-A mí no me regañan. Más bien yo los regaño a ellos...
Llegamos a mi parada. Antes de que yo diga "bajan", Danny
detiene la ruta y abre la puerta. Aquí es donde comienza lo tene-
broso de todo el asunto, pues al bajarme, piso la banqueta, me
acomodo las bolsas, y al volverme a ver al camión, este desapare-
ce a media calle, tras un gran hoyo negro rodeado de luces rojas,
mismo que se vuelve a cerrar una vez que el vehículo ha pasado.
Yo estoy que pillo de miedo, cuando escucho a los ruteros de la
ronda nocturna a mis espaldas. Me vuelvo a ellos y uno me dice
entre sonrisas:
-Por usté ha de volver el condenado chamuco. Solo por us-
té.
Desde entonces duermo con las llaves de mi carro y un cruci-
fijo bajo la almohada. En cuanto a Danny ... ya van varias veces
que lo he visto saludarme desde el retrovisor de mi camioneta ...
El fin del mundo
A los compañeros de Veterinaria
6:30AM
iAy qué pinche cruda! Ese es el saludo de mi cerebro al abrir los
ojos. En verdad que nunca antes la cama había estado tan calien-
tita y suavecita como el día de hoy, miércoles, del mes de junio. El
primero en decirme "ibuenos días, güey!" es el tapado excusado
del baño. El espectáculo verde-amarillento que salió de mi boca
solo provocó que le procediera otro espectáculo amarillo-verduz-
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
Jorge López Landó
Bailando al mismo compás
It's the law of the jungle, if you got the hunger,
what doesn't kill you makes you stronger.
Gene Simmons/Tomrny Thayer
Betrayed
No sé qué me pasó, se me hace que me cegué por el coraje. Uno
nunca está preparado para algo así, en serio. Siempre creemos
que este tipo de cosas no puede pasarnos a nosotros, pero eso es
una mentira: si nos llegan a suceder estas.cosas, y bastante rápi-
do, ni siquiera tenemos oportunidad de reaccionar, de veras. Lo
mío empezó de la manera más estúpida. Yo tenía doce años y
acababa de entrar a primero; el patio de la secu era todo mi mun-
do; ahí se hacía y deshacía uno de morritas, amigos y broncas.
Me acuerdo que estábamos a finales de abril y teníamos mucho
calor porque el aire del salón no servía.
Eran casi las once de la mañana y fue a esa hora cuando em-
pezó todo al estar en la fila de la tiendita. Como siempre, en cuan-
to sonaba la chicharra salíamos todos corriendo para alcanzar a
comprar algo, pero las cosas cambiarían ese viernes.
Desde ese día ni mi vida ni la de López serían las mismas;
durante un par de horas tuvimos la creencia de todo alumno de
secundaria, esa de que uno de los dos sería recibido el lunes co-
mo héroe y todos querrían estar con él y decirse sus amigos,
mientras que el otro regresaría a clases siendo un perdedor y na-
die lo escogería para que estuviera en su equipo de fut, ni siquiera
de portero.
Faltaban unos minutos para salir a recreo y García, Ángel y yo
estábamos listos para correr como alma que lleva el diablo hasta
el puesto donde íbamos a comprar un burro de colorado y una
soda (es que los de colorado se acababan más pronto que los de
verde o los de frijoles, quién sabe por qué). La chicharra sonó y
corrimos. Llegamos y fuimos de los primeros en la fila. García y
Ángel sacaron su dinero y me lo dieron para que comprara los
burros, pero mientras lo contaba, el estúpido de López se metió a
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
la brava en la fila aventando a unas niñas de segundo que esta-
ban antes que nosotros. Ellas le reclamaron pero él no les hizo
caso. Yo me molesté y también le reclamé diciéndole que se fuera
hasta el final porque nosotros habíamos llegado primero. Se burló
de nosotros y no se quitó. Él había sido uno de esos niños que
cuando están en primaria hacen siete años en lugar de seis, así
que ahora que estábamos en secundaria, él era de los más altos
en primer año. Cuando se rió de nosotros me enojé y lo empujé;
los demás niños se empezaron a amontonar y en menos de lo que
canta un gallo ya estábamos diciéndonos hasta de lo que nos íba-
mos a morir. De repente ocurrió, yo jamás lo vi venir, y como es-
taba muy caliente acepté a la primera sin medir las consecuen-
cias.
-lQué, muy bule?
-iBájale de huevos! No te metas así nomás en la fila.
-Yo hago lo que me da la gana, y cállate o te pongo una
chinga.
-lTú y cuántos más?
-Yo solo. ¿Por qué no nos damos un tiro a la salida tú y yo?
Te espero en la puerta.
+-Simón, órale, no te vayas a rajar.
-Nel. Te voy a meter tus patadas.
-Eso si me dejo. Estaré manco, güey.
Y fue como nos pusimos de acuerdo. Yo nada más iba a com-
prar tres burros y tres sodas y en cambio había terminado acep-
tando un tiro que me acababan de cantar. García me dijo que no
había bronca, que en cuanto viera que me estaban dando se iba
a meter, pero que si veía que iba partiendo, nomás iba a echar ojo
de que no se metieran los campas de López. Ni chanza tuvimos
ya de comprar nada. Con la boruca se nos fue el tiempo y se hizo
un amontonamiento en la tiendita. Tuvimos que regresamos al
salón sin comer, y todo por andar haciéndole al machito. La hora
y media que faltaba hasta que diera la una para salir de clases se
me hizo muy corta; se me figuró que había pasado muy rápido.
Estaba nervioso y sudando mucho. Por fin el reloj marcó la una
en punto, y en cuanto me colgué la mochila en la espalda fui al
baño. Ángel tuvo que irse porque si no el camión del transporte
escolar lo dejaba; García me siguió y le dije cómo me sentía.
-iNo mames, pinche Jorge!
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 JOSÉ MANuEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
-Ya te dije. No es que tenga miedo, y menos a ese güey, pe-
ro la verdad es que sí me tiembla.
-iEres un culo! No te·rajes, tú nomás en cuanto se te deje
venir pártele su madre a ese cabrón.
-Ajá, como si fuera tan fácil.
-lQué, ahora me vas a salir con que ya no quieres darte ese
tiro?
-Acuérdate de cómo le dejó el ojo al chavo del "B".
-No seas joto. ¿cómo sí pudiste sonarte a Marco?
-Eso fue el año pasado, cuando estábamos en sexto...
_¿y qué chingados? Neta que te estás viendo medio mari-
cón.
-iTampoco, tampoco! Nunca me he rajado y tú me has visto
pelearme, no te hagas.
-Pos eso sí. Pero de todos modos, si no te das el tiro ahorita,
López te va a trampar el lunes.
-Es que ...
-iEs que nada! Ándale, zacatito pal conejo mis güevos.
-Bueno, sin llorar. Si me chinga me chingó.
De repente llegó a mear Poncho, el primo de García. Estaba
en otro grupo, pero siempre se nos pegaba. Eso sí, aunque andu-
viéramos nosotros en las bicis o en la patineta, él andaba muy
peinadito, no le gustaba andar cochino. Se me hace que su mamá
lo peinaba con un gel especial porque siempre traía el pelo muy
raro, como de colores.
-lQué mi Jorge, listo pa que el López te ponga una joda?
-iGánele de aquí Ponchillo, no esté fregando! El Jorge le va
a ganar a ese puto, vas a ver.
-Hasta crees. Lo mismo dijeron los otros batos a los que les
partió su jeta. Acuérdate del. ..
-iYa estuvo! Vamos a que le pongas sus patines a ese hijo de
la chingada de una vez.
-Sí, pérate tantito, García, nomás dejo tiro el agua.
-Es el miedo que ...
-Que te vayas de aquí, Alfonso, o le digo a mi tía lo del re-
porte que te pusieron, ¿eh?
-iMe voy, me voy! No le digas nada a mi mamá.
-Bueno, ya vete pues.
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Salimos del baño y nos dirigimos a la calle. Ahí estaban los
compas de López esperándome para que no me fuera a ir para
otro lado. Cada paso que daba me sentía peor, creí que me iba a
desmayar, las piernas me pesaban mucho y las manos me esta-
ban sudando demasiado. Llegamos a donde habíamos acordado
y puse mi cara de matón. García amenazó a López diciéndole
que por lo menos le iba yo a romper la nariz de un trancazo, lo
cual me hizo temblar de nervios. Recibí un puñetazo en la mejilla
izquierda. No me caí pero di unos pasos hacia atrás. Después una
patada en la pierna derecha y un empujón. Ese sí me tiró, me fui
de nalgas y todos se rieron de mí. Todos menos García quien me
gritó que me parara y le partiera el hocico al pendejo de López. A
lo mejor fue el haberme caído de sentón. o el hecho de que se
rieran de mí, no estoy seguro, la cosa es que ahí fue cuando esta-
llé. Me le dejé ir a López con todo el encabronamiento que pude.
Primero le di un golpe en la frente, y cuando se puso las manos en
la cara me le aventé encima. Nos caímos y yo estaba arriba de él.
No supe cómo pero empecé a darle de chingazos en la cara. En
eso uno de sus amigos me tiró una patada en la espalda; García
lo empujó y entonces a él le aventaron un mochilazo a la cabeza.
Se cayó y empezó a llorar. Me enfurecí y vi que la mochila se ha-
bía abierto a la hora de caer al suelo. Cogí un compás que estaba
tirado y se lo enterré en el cuello al niño que le había aventado la
mochila a mi amigo. Le salió un chorro de sangre bien fuerte que
me manchó la camisa. El niño se cayó y se retorcía rete gacho.
Parecía que quería gritar; no se quitaba las manos del cuello y
hacía un ruido como de un gato cuando lo acaricias. Me agaché y
lo empecé a picar con el compás.
Todo fue tan rápido que ni me fijé dónde se lo clavé, creo que
fue en la mera panza y en el pecho. Ninguno de los niños que
estaban ahí se metió. Le di hasta que me cansé, ya no se movía.
Luego llegaron unas señoras y me jalaron de la camisa, eran ma-
más de los otros niños que estaban ahí. Una de ellas empezó a
gritar como histérica; yo ya tenía las manos llenas de sangre. Gar-
cía estaba llorando y López nomás se me quedaba viendo. Todo
estuvo muy raro. Llegó la farola y una señora les dijo a los polis
que yo había sido el que lesionó al niño que estaba tirado en el
suelo. Me treparon y me trajeron hasta aquí, luego una señorita
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JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
me pidió mis datos y hablaron por teléfono a mi casa para decirle
a mi familia lo que había pasado. Después llegó el padre a platicar
conmigo, pero nomás me estuvo regañando y tirando un sermón
medio chafa.
-Te digo que entiendas; lo que hiciste estuvo mal; no es dig-
no de alguien que siga las enseñanzas del hijo de Dios. Pero, bue-
no, ya que me terminaste de dar santo y seña de todo, dime, ltú
qué sentiste, hijo?
-Nada, poquito calor, pero nada más.
_¿y estás arrepentido de lo que hiciste? ¿Entiendes el peca-
do que cometiste?
-Sí, padre. Sé que no cumplí con el mandamiento ese de
"no matarás".
-Exactamente, pero no te preocupes. Aquí nos reunimos to-
dos los sábados para tener una asamblea de oración y podrás re-
zar para el perdón de tus pecados.
-Mi agüelita dice que Dios es amor y que perdona todo, ¿no
me voy a ir al infierno, verdad?
-No, si te arrepientes de corazón tus pecados quedarán per-
donados.
-Ya entendí, entonces, si hago lo que yo quiera, aunque
sean cosas malas, si me arrepiento, éde todas formas voy al cielo?
-iYa te dije qué no! Mira, hijo, Dios es amor, pero no es ton-
to. Si tratas de engañarlo estarías perdiendo el tiempo. Solamente
él sabe y conoce la verdadera naturaleza de nuestros actos.
-Ah, ya veo.
-Eso espero, y ahora cuéntame qué piensas hacer para ga-
narte el perdón de Dios Nuestro Señor.
-No sé todavía. Mis papás están muy decepcionados de mí.
Y aparte voy a pasar muchísimo tiempo aquí adentro. Yo creo
que mejor me dedico a aprender algo. Parece que hay un taller
donde enseñan carpintería y otro de estructuras metálicas. Me
dan ganas de meterme a uno de los dos para aprender algo y que
el tiempo se me pase más rápido.
-Bien pensado, Jorge, bien pensado. Aunque en ocasiones
llegues a creer lo contrario, cinco años aquí en el tribunal te van a
hacer mucho bien. Ya verás, ya verás.
46
.•
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
-Pero es que yo no quería matar a ese niño, padre; ni siquie-
ra sé su nombre. Ayúdeme a salir, no sea malo, ándele, por el
amor de Dios.
-iClaro, nomás eso me faltaba! Ahora sí hablas del amor de
Dios. Tienes qué entender que yo estoy aquí para ayudarte, pero
al parecer no quieres aceptar mi ayuda. A ver, ¿cómo no pusiste
Ja otra mejilla cuando te golpeaban; que acaso no fue eso lo que
te enseñaron en el catecismo? ¿Nunca habías oído que Jesús pu-
so la otra mejilla cuando lo abofetearon?
-Una vez en misa escuché algo de eso, pero creí que no era
cierto.
-Pues ya ves que sí, y cuídate, aquí hay gente de todo tipo.
Ponte abusado, no dejes que nadie se te acerque cuando estés
dormido. Hay otro pasaje bíblico que dice que cuando fueron a
arrestar a Jesús, uno de sus discípulos tomó una espada y le cortó
Ja oreja a uno de los oficiales que estaban ahí para llevarse a Je-
sús, y él le dijo que guardara su arma, porque el que a hierro ma-
ta, a hierro muere. ¿No habías oído eso nunca? Piénsalo. No sería
nada raro que alguien tratara de hacerte daño; tú atentaste contra
la vida de un semejante y tuviste éxito. Dios es justo, y por algo
permite que ocurran las cosas, lo a poco creías que lo que hiciste
fue una coincidencia? No señor, lo que tú hiciste, ese acto tan
malvado y con el cual ofendiste a Dios, fue obra del maligno.
-GQué? No, padre, no es cierto. Yo no quiero que me pase
nada, de veras. Sáqueme de aquí. Yo no le quise hacer daño al
otro niño. No fue mi intención lastimarlo. Ándele, no sea gacho.
-Ya es muy tarde para eso, ¿no crees? Solo te queda arre-
pentirte y rezar para que nada malo te suceda. Yo ya me voy, so-
lamente vine a recoger unos papeles y a conocerte. Mañana ven-
go para coordinar la asamblea de oración; espero verte por ahí. Y
no se te olvide rezar, es lo menos que puedes hacer para redimir-
te.
-Está bien, padre, voy a rezar para que nadie se meta con-
migo, pero eso sí, en cuanto se me acerque alguien con malas in-
tenciones, neta que sí le parto su madre.
-GVes a lo que me refiero? No eres capaz de aceptar el casti-
go divino que Dios te envía. Ten fe y todo saldrá bien. Ten fe en
nuestro Padre Dios.
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
-Sí, lo que usted diga, padre, lo que usted diga ...
Luego pasó el tiempo, mi campa. Estuve yendo como tres
meses a la asamblea de oración, pero nomás nos regañaban y
nos hacían sentir rete feo con todo lo que nos decían. Al cabo de
un año hubo una bronca entre los internos en una cascarita de fut
que nos estábamos aventando. Todo estaba más o menos contro-
lado hasta que entre la bola piqué a un bato con una punta que
me trajo una vez mi carnal. Los guardias me vieron y después de
darme una calentadita me cambiaron de celda. A las dos sema-
nas recibí una segunda sentencia porque el mono al que piqué se
murió. Ahora nomás estoy esperando a cumplir los dieciocho pa-
ra que me trasladen a la jaula de adultos donde me voy a aventar
otros diez años. Pero bueno, yo ya le dije lo mío, campa. Usted se
ve como de unos trece o catorce años, ¿por qué está aquí?
Mauricio Rodríguez
El Mago (bajo el sombrero)
A Sergio Ávila
Nadie lo conoció así en ese entonces. Siempre bajo el sombrero,
el Mago ocultaba la armonía de los sonidos, esos que la paz inter-
na siempre escucha y confunde con halagos; bajo el sombrero
hacía la duda presente como marioneta en un teatro vacío espe-
rando un aplauso que no llegaba a emitirse, esperando algo que
le llevara al éxito o a la derrota definitiva, buscando en su perpe-
tuidad el único acto que no se atrevió a realizar.
Bajo el sombrero guardaba sus pesares. Lacerada iba la año-
ranza por el viento y el mago, cansado, aturdido, se reducía en la
forma en que la vida se llevaba a cada día las promesas, viendo
desfilar las imágenes de amigos que hoy solo vivieron en su men-
te, como personajes o extraños seres de una obra borgiana.
El cuarto donde vivía el Mago era como un intestino desga-
rrado, donde la podredumbre hacia su tierra prometida y callada
recorría sus malas noches, y reconocía cada uno de sus buenos
actos, y trataba de darle una explicación al error de su desespe-
ranza, colocando siempre las dudas como invitadas especiales en
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
su mesa de trabajo, en la caja de sorpresas que le representaba
una palabra de consuelo.
Situado como un híbrido de varios estilos artísticos, describía
incansablemente su afán por no catalogarse en una sola corriente
artística, pero a pesar de su experiencia fantástica -dicen que lle-
gó a tener dieciocho personas a su cargo, entre herreros, albañiles
carpinteros, que no sabían lo que construían pues solo seguían
las indicaciones- su relación con la complejidad de los sentidos
cada vez fue más estrecha.
Siempre metido en la cara de los extraños, su carta de presen-
tación era una sonrisa amable con la que se ganó el cariño y el
respeto de los que le vieron hacer sus gráficas mentales en plena
calle. "Palabrerías", decían algunos, mas todos coincidían en que
su forma de hablar tenía "algo" que irresistiblemente atraía al es-
pectador furtivo.
Él fue felizcon su trabajo de artista urbano. A diferencia de los
virtuosos, nunca tuvo que ensuciarse las rodillas para pedir un
poco de reconocimiento en los grandes círculos intelectuales de la
ciudad. Sí, él como artista se arrodilló, pero en la más oscura va-
guedad de su conciencia artística, allí es donde se quedó enreda-
do entre dilemas que jamás -los que le conocimos- llegamos a
comprender.
Le llamábamos el Mago por su facultad extraordinaria de ha-
cernos ligera la carga de los días; siempre tenía el antídoto exacto
con base en sus palabras complejas y a sus extraños ritos de so-
brevivencia. ¿su nombre? Eso es lo que menos importa. Es uno
de esos tantos desafortunados que sin querer es homónimo de
esos ilustres personajes que aparecen en la nota policiaca, "Dany
Flores", "Pablo López": podría ser cualquiera, pero creo que to-
dos los que le conocieron estaban conformes con la idea que su
nombre real era el Mago.
El Mago. Alguien me contó una de las muchas versiones que
se cuentan, que ese nombre se lo habían otorgado a raíz a su afi-
ción a los sombreros.
Blanda y manejablemente, cada mañana muy temprano se
levantaba para recorrer las calles lleno de la más completa inspi-
ración, pues -según él- todos los días eran el gran día.
"La creación más hermosa la lograba de lo que transcurría a
su alrededor", decía. Las páginas de lo cotidiano fueron el mejor
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
bató y que aún los tiene en su poder, por lo que regresan a la
recámara para pedirle que devuelva el dinero. José Luis se des-
pierta al escuchar la discusión y decide intervenir. Pide a Ismael
que devuelva el dinero. Ismael dice que ni siquiera los ha visto;
entonces las miradas se vuelven a Elvira, quien se mete al baño.
Cuando regresa continúa la discusión y firmemente acusa a Is-
mael de haberse quedado con el billete:
-Él lo tiene, ese güey es bien ratero -asegura.
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Blanca (amiga de todos los implicados) le comentó tiempo atrás a
Norma que la Gorda, como apodaban a Elvira, le había robado
un billete de veinte dólares que sacó de su bolsa, mientras Blanca
iba por cerveza y cacahuates a la cocina. Blanca la vio, pero no
dijo nada; se sintió apenada; solo dejó de invitarla a su casa.
A Ismael, por otra parte, solo bastaba recodarle quién era;
meses antes lo culparon de haber robado el televisor portátil de
Mariana. Era una de esas tardes en que todos salieron, menos Is-
mael; solo el compadre de José Luis pasó a visitarlos para invitar-
los a cenar; como no los encontró, decidió esperarlos y se tomó
un café con el muchacho; se cansó de esperar y se fue. Los dos se
culpaban mutuamente. Al compadre se le conocían mañas; ya
tenía antecedentes entre sus conocidos como gandalla, ventajoso
y ladrón, por lo que de esa situación tampoco se aclaró nada.
111
Ismael aseguraba que algo extraño sucedía, pues según él se le
habían perdido varias libretas y no encontraba ni su Biblia, aun-
que todos sabían que era tan mentiroso y distraído que probable-
mente las hubo dejado en el coche de algún amigo.
-Ahora importan los quinientos pesos -gritó José Luis-.
Así que te me encueras, güey; vas a ver cómo sí los traes.
Su cuñado aceptó, solo si salían las mujeres del cuarto. El bi-
llete no apareció.
Norma, por su parte, decide desvestir a Elvira; la encerró en
el baño y la Gorda aceptó desnudarse. El billete no apareció.
José Luis decidió ir por Jaime (esposo de Elvira), que llegó
sereno, aunque un poco abrumado por tal situación. Aceptó que
la responsable era su mujer, pero que él no contaba con los fon-
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
dos suficientes para pagar la deuda, así que Norma llamó a la po-
licía. Tanto Ismael como Elvira se niegan a ir a la delegación. La
policía se fue; que José Luis se arreglara con el lío, que no valía la
pena hacer un problema mayor por quinientos pesos.
-Ya me cansé de este pedo --dice José Luis y comenzó a
dar de golpes a la pared-: Quiero mi lana y la quiero ya.
Los demás se intimidaron; sabían que era bueno para pelear
y que de más joven había subido al ring, por lo que decidieron
juntarle el dinero entre billetes chicos, monedas, dólares y pesos.
-Cómo que no iban a parecer --dijo, sonriente.
IV
Norma se despide. Todos regresan a dormir, hasta Mariana que
se había despertado al escuchar el alboroto.
A la mañana siguiente José Luis entra al baño y se sienta en el
inodoro. Lo primero que ve en el tapete, bajo sus pies, es el billete
de a quinientos. Se echa a reír y dice:
-Ya hasta estoy cagando lana.
José Luis llega al trabajo; está desvelado aunque de buen
humor. Termina su jornada y llega a casa; ve en el patio a Elvira y
a Norma tomándose unas cervezas. Se sienta junto a ellas. Des-
pués de un rato saca de su bolsa el famoso billete, ríe y dice:
-Yo invito las otras.
Bias García Flores
Hambriento
Vivo muy mal.
En el carrusel periférico de la ciudad acabo de matar a mi úni-
co amigo: le puse una golpiza. Se la merecía. Maldito perro. Eso
no se hace. Yo entiendo lo de no tener nada qué comer, estar sin
servicios, llenarme solo del olor de la gente, pero nunca he llega-
do tan bajo.
Creo también que en realidad no hay un culpable en todo es-
to. El pobre animal se las ingeniaba para sobrevivir. Llegaba con
un pedazo de pan, con alguna verdura sucia y de vez en cuando
con pequeños insectos en el hocico. Me miraba ofreciéndome lo
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
que traía. Recuerdo cómo devoró al ratón que se metió por equi-
vocación al cuarto; fue un. festín.
Mis vecinos lo querían mucho. El viejo Abelardo -que tenía el
estómago a punto de reventar por su afición al alcohol- era real-
mente grotesco. Y doña Meche, que yo no sabía si estaba viva o
muerta, aunque por lo menos el olor ya lo tenía. No pensé en ese
cariño honesto que le tenía a mi mascota cuando la estrellé contra
el suelo.
Hoy desperté creyendo que todo había sido un sueño, pero
no, la sangre estaba ahí. Su cuerpo abierto no he dejado de pa-
tearlo.
No puedo quitarme de la mente la imagen: el recién nacido,
muerto ya, sangrando, en las fauces del bruto animal. No lo perci-
bí bien en un primer momento; de hecho creía que se trataba de
un gato (hasta me dio gusto y asombro ver cómo era tragado),
pero no. Me acerqué bien y pude ver la escena: el pequeño hu-
mano despedazado en el suelo era disfrutado por mi infeliz ami-
go.
¿En qué bote de basura lo encontró? ¿Quién, puta madre, lo
dejó por ahí?
El día en que se acabó el agua en la colonia
Mamá siempre ha sido muy paciente para todo; no hay nada que
le sobresalte, ni siquiera los dolores, que ya es mucho decir; ella
simplemente prefiere aceptarlos como partes de su espíritu. Por
las mañanas, después de estarme hablando varias veces desde su
cama con su voz de mujer madura y cansada, llega a paso lento
hasta mi cuarto. Hoy hizo lo mismo:
-Ya es hora, ya levántate.
-Ya voy -contesté con mis labios llenos de una saliva espe-
sa repleta de gratos recuerdos de la noche anterior
"...tengo que ir a trabajar, tengo que ir... a trabajar ...", balbu-
ceo.
Solo de recordar cuánto había sudado en la cantina que no-
sotros convertimos en burdel, confesionario, salón de baile, hom-
bro para la lloradera, entre otras cosas, me daban ganas de me-
terme a la regadera y quedarme ahí mínimo una hora. Sentir el
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
agua caer sobre mi cuerpo borrando cada beso, cada caricia, ca-
da mirada, purificándome, llevándome a un sueño, a mi sueño,
qué pinche sueño ... Es que me puse tan borracho que lo primero
que hice al llegar a la casa fue irme a la cama. Es mejor que ya me
levante.
Corro por el pasillo para llegar al baño; voy descalzo y en ro-
pa interior; cuido que mi sobrina no me vea. Algo extraño pasa;
abro el agua caliente pero nada; de seguro el bóiler se apagó; ten-
dré que bañarme con agua helada. Otra vez intento, pues, con el
agua fría; de verdad lo intento; me fijo bien, es la llave del agua
fría; espero el chorro pacientemente, pero no sale nada. Reviso
en el lavabo; misma respuesta: no hay agua. Se me hace tarde;
miro en el espejo; recuerdo lo de ayer; qué mujer la de ayer, Veró-
nica. Me dijo que vivía en el poniente de la ciudad, igual que yo,
qué coincidencia.
Vuelvo a mi realidad. No hay agua ni para bañarme ni para
lavarme los dientes ni para nada. Deposito una gran cantidad de
la propia en la tasa del excusado. "¿Qué haré?", pienso mientras
meo. iAh, ya sé! Iré a casa de mi abuela, al fin que no está lejos de
aquí, sirve que de una vez le pido de desayunar, al cabo llegaré
tarde al trabajo. Así que me visto con la ropa de ayer y agrego una
gorra para que no me vean el cabello esponjado, lentes oscuros
para evitar la luz del sol y mi cambio dominguero.
La gente que me cruza se queda viéndome con un gesto de
reprobación, y es que en ese preciso momento me doy cuenta de
la tragedia: mi camisa, la mejor que tengo (y la más vieja), está
repleta de una extraña combinación de vómito, tabaco, cerveza y
quién sabe cuántas cosas más. Me muero de vergüenza. No me
queda más opción que apresurar el paso para llegar a casa de mi
abuela, pero súbitamente alguien me toma del brazo:
-lQué pasó? ¿A dónde vas con tanta prisa?
Era Verónica, la chica de ayer, y era cierto que vivía al po-
niente de la ciudad, igual que yo, maldita coincidencia. No pude
decirle nada, solo la miré, di media vuelta y seguí corriendo más
rápido que al principio, mientras ella me gritaba, desconcertada,
algo que no quise escuchar. Cruzo la calle a gran velocidad; ya no
sé ni qué pensar; solo miro al frente. Oigo el aullar de una sirena
y luego un grito:
-iPárate!
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
Lo que me faltaba. Me detengo; me llevo las manos al rostro;
limpio mi sudor y saludo:
-Buenos días
-Buenos días, joven, ¿a dónde con tanta prisa?-me dice el
tipo aquel.
-Voy a casa de mi abuela -contesto un tanto agitado.
-lCon tu abuelita?
-Sí, señor.
-A ver, ven para acá, pon las manos sobre la patrulla y abre
las piernas.
Empieza a registrarme y sigue el interrogatorio:
-lDe dónde vienes?
-De mi casa, lo que pasa es que se acabó el agua, fíjese, y
necesito bañarme, por eso traigo mi ropa aquí conmigo para po-
derme ir a trabajar.
-lA trabajar en domingo? Ni siquiera nosotros, güey -me
dice el guardián del orden mientras sigue registrándome de pe a
pa.
Me incomoda, me irrita esta situación. Me deja sin dinero. Me
voy. Camino. Estoy a punto de llegar; paso por la esquina de aca-
cias y táscate donde está la piedra de don Nicolás; hace mucho
que no lo veo; no sé dónde esté. Solo noté que en la piedra don-
de acostumbraba sentarse había un grotesco mono humanoide;
algo así como un muñeco inflable vestido a la campirana, quién
sabe qué estaba haciendo ahí.
Ahora recuerdo lo que me dijo una vez el don: "Cuando tú
eras niño, tu padre solía traerte a la casa los lunes para que vieras
el béisbol con nosotros, y uno de esos días (lunes de serie mun-
dial) tu padre me robó, me golpeó y me sacó un ojo, mismo que
tú tomaste con la mano y colocaste en su lugar. Si no lo hubieras
hecho tendría la mitad de mi vista. Estoy en deuda contigo, aun-
que después yo asesiné a tu padre, aún así estoy en deuda conti-
go". Eso me dijo don Nico; pobre loco.
A veces me pongo a pensar muy seriamente sobre lo que ha-
cemos o dejamos de hacer y cómo lo tratamos de relacionar (o
justificar) con cosas sobrenaturales. No dudo de la existencia de
un ser superior, pero no puedo aceptar que tengo un karma es-
pantoso, que me he portado muy mal y que ahora por eso estoy
como estoy: mojado, sucio, sin dinero y sin abuela en casa.
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
¿Dónde estará? Cuando era niño me gustaba confundirla con
mi otra abuela y me reía de cómo no se percataba de ello. De
seguro fue al mandado. No, se fue a bañar a casa de doña Chela.
Lo descubrí en la nota que dejó en la mesa. O sea que tampoco
aquí hay agua. ¿pero por qué con doña Chela sí...? Cosa de tu-
berías, pensé. Ni modo. Tendré que ir de acomedido. No me que-
da más remedio que cambiarme de camisa; ya no puedo con la
pestilencia.
En el transcurso del camino recuerdo que doña Chela es la
persona más pobre del barrio, eso sin contar la tragedia de su fa-
milia: sus tres pobres hijos sufrían de problemas mentales muy
graves y su esposo había muerto hacía quince cuando le aplica-
ron una inyección con el medicamento equivocado, dejando a la
pobre seño sola para siempre, soledad que la orilló a dedicarse
devotamente al párroco de la iglesia de la esquina, quien siempre
le decía:
-No dejes de pedirle a Dios por ti y por tus hijos; ya verás
que te escucha. Ah, y pide también por las ánimas del purgatorio
y por los que arden en las llamas del fuego eterno.
-lPues no que el infierno no existe, padre?
-iCállate y haz lo que te digo, hija!
No recuerdo si alguna vez vi fila semejante como la que había
para entrar a casa de doña Chela, ni siquiera las del puente en
diciembre.
-lPos qué están regalando?- pregunté al último de la fila.
-Nada, que no hay agua en toda la colonia y más allá, solo
aquí. Hace rato vinieron los de la Junta y dijeron que no se lo
explicaban, que era probablemente obra de los topos -me dijo
mientras miraba su reloj y echaba un vistazo al frente, desespera-
do.
Total que empiezo a avanzar en la fila y saco la cabeza a un
lado para ver si encuentro a mi abuela, pero a la única que veo es
a doña Chela que se aproxima. Lucía diferente, estaba que no
cabía de contenta.
_¿Cómo está, doña?
-Bien, muy bien, gracias a Dios.
Ese "gracias a Dios" no era muy común; en ese momento en
particular valía cada letra de la frase.
-iQué bueno, señora!
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
_¿ya sabes que estoy cobrando cinco pesos por ducha?
-No, no sabía.
-No lo vas a creer, pero el padre tenía razón.
-iAh, qué bien!
¿y eso qué tiene que ver?, me preguntaba.
-Fíjate que me dijo que rezara con todas mis fuerzas y así lo
hice, de tal suerte que ayer, después de orar, fui a la cama y soñé
que el mismo Dios bajaba y se sentaba junto a mí; pero no venía
solo, venía con unas mujeres muy hermosas que le servían en to-
do. Comenzó a hablar: "Graciela, tus súplicas han llegado a mis
oídos, y si bien no eres ni la mitad de Job, te has portado bien y
has sufrido lo suficiente. Yo estoy aquí para ayudarte; así que es-
cúchame bien: mañana voy a traer la calamidad a esta porción de
la ciudad; voy a hacer que el agua se acabe en todos lados, me-
nos en tu casa. ¿cómo la ves? Y va a venir mucha gente a pedirte
de favor que los dejes bañarse, que les regales una cubetita. Ja-
más la Junta de Aguas tendrá tantas quejas como mañana, y tú
serás la única beneficiada, cpor qué?, iah! porque vas a vender el
agua a la gente. El precio lo pondré en una cajetilla de cigarros
que te entregaré para tales efectos. Tu milagro durará solamente
veinticuatro horas".
Mientras doña Chela decía esto, yo no sabía ni qué pensar,
pero estaba buena la charra y seguí escuchándola.
Nunca supe de cosas religiosas, y a lo más que había llegado
era al sexto círculo del infierno de la Comedia de Dante, por lo
que todo lo que decía la vieja era muy divertido.
-Pues muy bien -le dije con una sonrisa hipócrita-. Oiga,
¿y a mi abuela no la ha visto?
-iAh!, sí, fíjate que se desmoronó en el agua en medio de
grandes dolores, pero no te preocupes, tú no tienes nada que te-
mer -sonrió.
_¿cómo dijo?- pregunté, incrédulo y enojado.
-Es que se me olvidó decirte que como el agua es bendita, al
encontrar cuerpo impuro lo desintegra y solo los de la tribu de
Leví pueden aspirar al baño purificador. Adiós.
Dio media vuelta y se fue.
Yo estaba que me llevaba la chingada y no por todo lo que
dijo doña Chela, sino porque no me podía salir de la fila que
avanzaba a buen ritmo. Algo me detenía. Lo peor es que yo no
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
veía salir a nadie de los que entraban. Me asaltó un pensamiento:
puros pecadores. Estoy frito.
Miré hacia atrás y vi a mucha gente formada y pude com-
prender en ese momento que jamás llegaría al trabajo.
Ramona Jiménez
Cuando desperté, ella ya no estaba; era normal. Habían estado
tocando la puerta:
-Necesitamos el cuarto.
Nunca fumé y aquellas colillas en el cenicero del buró me pre-
ocuparon algo (porque tampoco sentía afecto por las chicas parti-
darias del tabaco). "Debió hacerlo mientras yo dormía", me dije,
tranquilizándome. Cerré los ojos. "¿No me habrá robado?"; los
abrí bruscamente y me puse a buscar.
Sobre el sillón de dos plazas estaba un sostén negro que pare-
cía de niña de doce años, pero eso sí, con sus rellenitos bien pues-
tos. "¿Dónde dejé el pinche pantalón?".
Debajo de la cama encontré una minifalda roja y un par de
tacones del mismo color, y así fui recopilando prendas: blusa ne-
gra escotada sobre el ventilador, calzones rosas con encaje y osito
de peluche bordado entre las sábanas, bolsa roja con una enorme
letra "G" dorada en el centro tirada en la alfombra y entreabierta.
-Esta méndiga puta no solo se llevó mi cartera, sino hasta mi
ropa -dije, apretando los dientes.
Todo estaba en silencio. La puerta del baño estaba cerrada y
era la última posibilidad de encontrarla o por lo menos de encon-
trar algo mío. Abrí algo nervioso, pero nada. Solo condones usa-
dos en el bote de la basura y unas heces enormes en el excusado
que me hicieron salir rápidamente de ahí.
-iPuta asquerosa! -grité a todo pulmón.
Mi respiración se aceleró y comencé a llorar como si me hu-
bieran quitado mi juguete favorito. Ciertamente era algo grave,
pero no para tanto.
Estuve un buen rato preguntándome por qué dejó sus cosas y
concluí que seguramente era parte de una red de ladrones bien
organizados que se dedicaban no solo a robar pertenencias per-
sonales, sino que, en un acto de cinismo, se disfrazaban con las
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 JOSÉ MANuEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
ropas del afectado para apoderarse también del vehículo del mis-
mo y salir del motel sin ningún problema, lo cual comprobé aso-
mándome por la ventana. Me dejó a pie.
Revisé la bolsa más a fondo. Encontré lápiz labial, sombras,
delineador, un billete de cien pesos que me causó confusión, con-
dones y otras cosas de mujeres. Todavía no se secaban mis lágri-
mas cuando comencé a carcajearme:
-iVieja pendeja, olvidó su credencial! -Me retorcía de pla-
cer.
Cuando me calmé, hice un esfuerzo inútil por recordarla de-
bajo de mí. Hacía apenas unas horas que me la había cogido, pe-
ro no reconocía su imagen en la foto.
-Ramona Jiménez -susurré consternado.
-Pos no me acuerdo, pero ya te chingaste -finalicé recos-
tándome en la cama.
No sé cuánto tiempo pasó, llamaron muchas veces a la puer-
ta:
-iYa es hora, chingada madre, te vamos a cobrar el doble!
-gritaban.
Yo estaba enloqueciendo. Vi en el espejo del techo a una mu-
jer. Miré a un lado, luego al otro y nada. Solo yo.
Me puse de pie y descubrí con horror mi verdad: figura delga-
da, cabello corto, senos pequeños, pezones grandes, sexo rasura-
do, caderas anchas, nalgas celulíticas.
-Ramona Jiménez -dije con suave timbre-. Soy una vie-
ja, soy una vieja puta.
Otra vez comencé a llorar.
-Y celulítica -grité lleno de coraje.
Abrí las ventanas y la luz me cegó (aunque también me ilumi-
nó). Ahora entendía la presencia del billete de cien pesos. Pero,
¿por qué tan barata?
Al poco rato me vestí y tomé rumbo a la caseta del motel (que
me pareció muy familiar) para pedir un taxi. Mientras caminaba
recordé cómo me· gustaban los rancheros gordos que fumaban
demasiado.
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CIUDAD DE CIEITTO, RÍO
Ruth Elizabeth 6onzález Ramos
Gigantes en el patio
En el origen, todos los gigantes tenían un nombre: Polifemo, Go-
líat, Kraken, Ganoko. La mayoría ha dejado huellas mitológicas;
sus muertes y batallas fueron escritas. Nunca escribí sobre ellos,
por eso han venido a despertarme. Reclaman un nombre, alguna
hazaña memorable que les permita existir en algún libro. De todo,
hay algo heroico que exalta mi recuerdo; se mantuvieron de pie
en la crisis del 86. Mi padre no.
Ellos eran dos. Vivían en el patio del número 5339 de la calle
Magnolia; no socializaban mucho, como yo; nunca apreciamos a
"las masas", aunque por masas entendiéramos más de un amigo
y un amigo podía ser cualquiera; solo con el hecho de estar ahí,
callado uno al lado del otro, otras veces jugando y riendo por
cualquier tontería. Esa semejanza a mí me permitió ser considera-
da su amiga; ¿por qué no?, también vivíamos en la misma casa y
me agradaban más que cualquiera de mis hermanos. Tal vez, me-
nores en edad, su tamaño era sobresaliente, su fuerza incompara-
ble a la mía, mi apodo familiar, la Ñanga, lo decía todo, pero a
ellos no les importaba que fuera débil o delgada; me admitían en
sus juegos más rudos porque sabían que mi ligereza era una vir-
tud, pues sin ella las piruetas a doble giro sobre sus brazos hubie-
ran sido imposibles.
Había noches largas en las que ninguno de los tres hablaba,
solo contemplábamos la posibilidad de ser invadidos por naves
espaciales. Las ocasiones que tuve oportunidad de subir al techo
para contemplar alguna irregularidad en el firmamento, volteaba
de reojo y a mi lado estaban las dos cabezas despeinadas de este
par, que fingiendo ser serios conmigo movían sus manos en señal
de apoyo, pero podía adivinar por sus movimientos su burla ínti-
ma cuando gritaba "iun ovni!, iun ovni!", como si al escucharme
vieran en mí al extraterrestre en la azotea amenazado por la pre-
sencia de humanos en su patio. En realidad eran mis cinco her-
manos que salían siempre a comprobar si dichos gritos eran acep-
tables o refutables por tratarse de algún fenómeno astronómico.
No me importaba que los titanes se burlaran un poco de mis ob-
sesiones, pues yo me burlaba de ellos cuando en verano, con su
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
afán de espantar a las avispas, parecían dementes de diez brazos
agitándolos todos al mismo tiempo tratando de evitar esas inva-
siones menores. Esos fueron los buenos tiempos, cuando las
compras de mis padres eran abundantes; la clase media, se podía
decir, tenía una firme y digna presencia en nuestro patio. Para los
gigantes y la Ñanga el país era solamente un patio en la Magnolia.
Las lluvias y la nieve cubrían estos días en que los dos habi-
tantes del patio y su amiga comenzaron a escuchar los ruidos de
algo que no era bueno, de algo que hacía cambiar los ojos de mi
padre de color miel a guinda. Mi madre comenzó a fumar, a refu-
giarse en los vals de los Straus, en la zarzuela de La paloma, en El
cascanueces y en ocasiones hasta en Javier Solís o Jorge Negrete;
los gigantes y yo preferíamos a Mozart, pero admito que Alfredo
Krause algunas veces hizo que abrazara y besara a mis amigos y
me pusiera más empalagosa y pesada que las avispas en julio.
Una noche corrí asustada a despertar a los gigantes. Temblo-
rosa, lloraba y me agitaba de tanto balbucear:
-Casi la mata, hubieran visto, cayó muerta, la estrangulaba
contra el despensero y se desplomó, mi mamá, la pobre esta to-
siendo.
Otras, muchas veces, corrí a ellos a pedirles refugio llorando
por alguna otra pelea. Mi obsesión por los ovnis cesó; ahora que-
ría que los invasores de la casa se fueran: los gritos, las cuentas,
los "no alcanza" de mamá, los golpes de papá, las portadas de
Impacto con sus mujeres semidesnudas. Los gigantes con su vigo-
rosa presencia no podían hacer nada. Mis padres eran como sus
padres; les alimentaban al igual que a nosotros seis, pero ellos ha-
bitaban el patio un lugar donde el dólar comenzaba a escucharse
como el enemigo. Comprendía la impotencia de mis amigos; no
fueron tiempos de doncellas y castillos para que salieran a luchar
y matar; eran tiempos de devaluaciones, sindicatos, fricciones en
un sistema que comenzaba su propia metamorfosis en cada casa
de la calle Magnolia y en todos sus alrededores. La putrefacción
comenzó a olerse. Peor aún, que yo empezaba a sentirme un ca-
pullo en busca de alas para huir. Me colgaba en los brazos de los
gigantes, engendraba la esperanza de que los días de lluvia y nie-
ve junto a mis amigos serían eternos.
La masacre fue por toda la calle; las cuadras de los burócratas
fueron acribilladas y los sobrevivientes emigraron a la nueva clase
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
baja; un solo golpe y mi padre sangraba su cartera por toda la
sala; el precio por la casa recién vendida se desplomó de un día
para otro.
Mis titanes me despidieron y aunque no eran del tipo llorón,
esa tarde los sauces parecieron serlo.
Ayer toqué sus troncos secos, inflamados de tiempo y maltra-
to, separados el uno del otro, en el mismo lugar; ya no están de
pie, pero aún no se rinden, siguen en mis sueños, reclamando un
nombre, una historia.
El visitante
Al nacer hembra debes prever que tu cuerpo es como una casa,
con puertas, ventanas, jardines, patio; un sitio que te protege del
exterior, un interior que puede ser decorado por manos ajenas a
lastuyas; los visitantes son así; tu casa no es ningún templo, es el
umbral de tu bien, de tu mal, de tu niña y de tu bestia.
Llegaba en la tarde, justo en la tarde; seguro no ignoraba que mi
padre no estaba a esa hora, tampoco mi mamá, solo mi hermano
y yo. Al abrir me cargaba.
-Buenas tardes -dijo mi hermano, muy propio.
-Hola, muchacho, écómo estás?, cdónde está tu papá?
-Se fue de compras con mi mamá. ¿Gusta esperar?
-Sí, claro -decía mientras mientras me cargaba más alto.
Nunca lo había visto, creo que mi hermano sí, ya que le dio el
pase con toda confianza. Se sentó en el sofá y me llevó a su ro-
dilla.
-lQuieres caballito? -me preguntó.
Yo solo asentí. Los caballos siempre han sido mis favoritos,
pero su rodilla era un pony brusco y rasposo.
Mi hermano fue a la cocina a traer agua para el hombre. Pasó
del potro a otro juego.
--lMe enseñas tu ombliguito?
Pero esa pregunta fue para distraer mi atención. Con una ma-
no me ató para sí; la otra bajó. Comenzó a tocar los pétalos de mi
cuerpo. Sacudía y agitaba su respiración a mi oído. Y el agua de
mi hermano parecía no interesarle, jugaba mejor con la mía, fres-
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
de las historias de la nana. Y desde entonces corro en estos bos-
ques bajo la mirada oscura de ese hombre encorvado de tez páli-
da al que llaman Canjé que,· sentado en la copa del árbol negro,
todo lo mira, todo lo sabe, todo lo siente, todo lo ve.
De la inmortalidad
Mis uñas están sucias, llenas de mierda. De mierda y sangre. De
mierda, sangre y tierra. Mi respiración es agitada, pesada. El cielo
es de color café. Café como en los dibujos que la abuela nos ense-
ñaba cuando hablaba del fin del mundo. Pobre abuela, si viera
que esto no se acabará nunca. Es el principio del fin, el principio
del fin ... así, sin un final.
Del principio del fin, como nos han enseñado a repetir desde
que tuvimos la edad suficiente para dar de palazos. He visto a
tanta gente caer, una tras otra. Recuerdo que las primeras noches
me levantaba sudorosa entre gritos y sollozos. Ya no. Ahora que-
do dormida como bebé, es que lo que se aprende aquí, allá, afue-
ra.
Solo somos instrumentos. La única huella que podríamos de-
jar es un palazo, dos palazos. Y decimos "lo hago por ti, herma-
no" antes de verlo, verla caer.
De mí nadie esperaba tanto. Ya ni la máquina nodriza pro-
nosticó esto; ya no sé si sorprenderme, bien he aprendido que los
que auguran la caída de los demás son los primeros en recibir los
montoncitos de tierra encima.
Mi respiración se entrecorta. Entierro la pala y volteo alrede-
dor. La fuente de poder parpadea de forma alarmante en el brazo
de IKN; se ve que está agotado; sus músculos no parecen dar
más; a final de cuentas es de los sobrevivientes como yo. Entierra
la pala una vez más. Otra. Es cuando nota que me he detenido y
levanta su mirada gris. Sonríe; se ha dado cuenta que me asusta
la alarma de su fuente.
-Solo prométeme que no permitirás que se lleven mis botas
--dice con una sonrisa.
Esquivo la mirada, no quiero verlo caer ni que me vea llorar.
-Anda, promételo -estira una de sus huesudas manos.
-He visto caer a tanta gente, IKN, a demasiada -murmuro.
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CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Las nubes terrosas corren a nuestro alrededor absorbiendo
todo lo que nos acongoja, todo lo que se topa en su camino.
-Deja que te comparta algo -musita cuando se sienta en
un terrón que yo acababa de acomodar-. No recuerdo ni en que
libro lo leí, solo que era demasiado bueno para ser olvidado -el
amarillo de la fuente se va convirtiendo lentamente en un rojo
intenso--. Decía algo como: "Cuando el último hombre quedó
sobre la tierra, se dio cuenta que era inmortal, ya que ...
-La muerte solo existe en los ojos de los demás" -comple-
té.
Ya no podía contener las lágrimas. Él enjugó una con la punta
de sus dedos y sonrió de nuevo.
-Te veré más tarde, ¿de acuerdo? Sirve que me cuentas qué
se siente ser inmortal.
Ya nada pude decir. Solo asentí antes de ver cómo sacaba el
cristal vital de su dispositivo y colocándolo en la palma de mi ma-
no la cerró besándola; después de esto lo vi caer, de una forma
lenta, diferente. Limpié el resto de mis lágrimas y miré alrededor.
Solo rostros cansados nos observaban, ya sin esa rapiña de siem-
pre en los ojos. Ya a nadie le interesaba saquear los cuerpos, ya ni
los cristales tan preciados. Ya nada.
Me hinqué junto a IKNsin temor a ser golpeada en la nuca, y
acomodando sus manos, sus ojos, sus labios, me puse a dar de
palazos una y otra y otra vez.
Vaya, estoy hasta la madre de todo esto. La inmortalidad no
es tan divertida como la anunciaban en los antiguos programas
de televisión de la época de mi abuela, sobre todo en un mundo
completamente acabado. A veces escucho pisadas, gritos, llantos,
pero después descubro que todo está aquí, en la cabeza.
No te preocupes, abuela, no es tan malo como parecía.
Día cualquiera
Veinticuatro minutos treinta y ocho segundos en la línea. El ca-
mión de UPS avanza lento pero constante. Toda la semana pasa-
da te tocó ir detrás de él. Hoy vas un poco tarde.
El sol provocando calor a las 8:25 AM en pleno diciembre chi-
huahuense. Subirle al radio, sacar el libro de Yépez de la bolsa
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 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
floreada y voltear alrededor. Sonreírle a la chica que va en el auto
de al lado, recordar la noche del sábado, la escasez de alcohol en
la sangre, el exceso de confusión e ira en lo que quedaba del espí-
ritu.
Prender el calentón, cambiar de carril y pararse cinco autos
atrás de un autobús americano: "Si usted tiene que viajar a Los
Ángeles o a Phoenix, piense en nosotros, tenemos salidas día-
. ...."
nas
Apagar el calentón porque los pies comienzan a arder. Dar
oídos al estúpido locutor que repite el horóscopo del periódico
local. Dejar de hacerlo. Escuchar en la radio la canción que te lle-
gó a cantar una de esas primeras noches en que salieron. Sentir
las lágrimas agolparse en tus párpados. Correrlo de tu mente. Ale-
jar la imagen del sábado al ver al último de tus inspiraciones acos-
tarse con una de tus más íntimas conocidas.
Ver que el autobús que va enfrente se detiene y contrae sus
puertas. Se baja el chofer, abre el compartimiento de las maletas.
Salen los tripulantes: veintitrés en total. Todos recogen sus cosas,
se las echan al hombro y caminan rumbo a la garita peatonal. La
línea se detiene unos siete minutos. El camión se echa a andar y
sigue su lento caminar.
Verlo buscar la mano de ella, entrelazarla con la suya, sonreír-
le. Murmurarle cosas al oído. Por eso yo escojo la vía del salmón.
La armónica acompaña las palabras que brotan de aquel extraño
personaje al cual solo unos cuantos acompañan con sus aplau-
sos. Te llevas la oscura botella a los labios y deseas desaparecer
en ella. Dejar de verlos. Dejar de sentir cualquier cosa.
-Buenos días -sonríes con una mueca.
Cincuenta putos minutos esperando a que te toque el turno.
-(,Qué trae de México? -pregunta, bajándose los lentes es-
tilo Terminator.
Piensas en la ensalada de atún que tu madre te hizo, en las
botas de veinte dólares que compraste hace tres semanas, en el
paquete de toallas sanitarias que guardas junto con las botas en la
bolsa de Burlington en el fondo del asiento.
-Nada -sonríes de nuevo.
-Bájese, abra la cajuela -dice con voz autoritaria.
Chingada madre, me ves cruzar todos los días. ¿Aun así me lo
pides cada vez que me ves?
90
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Apagas el auto, te bajas torpemente, abres la cajuela. Ni si-
quiera echa un vistazo cuando ya la ha cerrado. Golpea con su
macana el tanque de gasolina del auto.
-lEs suyo el carrito? -pregunta con su acento méxico-ame-
ricano.
-No, es de mi papacito -contestas mustiamente mientras te
vuelves a subir al auto.
-Pásele -no le ha hecho gracia tu comentario.
Tanta pinche humillación y solo por el glamour de trabajar
para Relaciones Exteriores.
Llegar, buscar el pase donde dice que te puedes estacionar en
el área designada para el consulado y que no se lleven tu auto
como la otra vez. Sentir tu estómago encogerse al pensar en sus
ojos grises, en su sonrisa hipnotizadora. Corazón de melón escu-
chas a tu madre cantarte en el oído. Es Jonathan, madre, el cón-
sul. Sonríes de nuevo. No terminas de aprender. No quieres. Es
casi inevitable. Caminas cojeando porque las botas te aprietan y
las tapas se han desgastado de los bordes externos. Metes la pan-
za mientras das un último vistazo al reflejo negro de las puertas y
sientes cómo la vida te escurre de entre las piernas, constante-
mente.
Hiram Rodríguez Reyes
Monthly useless breahfast: primera sesión
Se desarrolló entre dos sujetos conocidos entre sí: AM y un servi-
dor. El objeto no fue otro más que el de hacer un atento llamado
a la comunidad de colegas useless (de la cual nos rodeamos y so-
lemos ingerir cerveza recitando cuanta idiotez se nos ocurra los
jueves por la noche en un conocido restaurante) para reunirnos
un domingo al mes en la mañana y desayunar en algún otro co-
nocido restaurante, y asimismo decir cuanta idiotez se nos ocurra.
Es decir, ampliamos los jueves a los domingos, un simple capri-
cho.
El primer intento fue, naturalmente, un fracaso. Useless en-
counter, le llamaría, llevado a cabo por un par de useless. El pri-
mero en arribar al lugar del encuentro fui yo. Como nadie llega-
91
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
No resulta fácil. Está sola. La soledad es un perro que la ha
perseguido por mucho tiempo.
A la edad de diez años Natalia sintió el despertar de los de-
seos; poco después descubriría las prácticas solitarias del placer al
rozar la almohada con sus delgados y adolescentes muslos. En
esos años vivió una agonía interminable; se sentía confundida; su
cuerpo mostraba cada vez más cambios en los que pronto descu-
briría un universo de placeres.
Los despertares de Natalia se presentaban intempestivamen-
te. Su adolescencia le llegó con una cara maltratada, pechos chi-
cos y un pequeño abrigo de vello en el pubis. Líquidos de distin-
tos olores despertaron el apetito de algo inexplicable, la necesi-
dad de conocer hombres. Todo quedó atrás cuando conoció a su
esposo; él transformó su vida. Por primera vez estaba ruborizada
ante alguien, las prácticas solitarias ya no se repetirían. La piel
ardiente de su cuerpo y las palabras que manchaban sus labios la
excitaban. Ella era el fruto más deseado, mientras que él saborea-
ba la cáscara del fruto podando sus excesos. Sus confusiones ha-
bían terminado. Poco a poco la había sumido en un mundo lleno
de fantasía y placeres. Las manos de él moldeaban su cuerpo. Sa-
bía que él estaba hecho para ella. Miraba su cuerpo y sus muslos
hasta el cansancio. La deseaba a toda hora.
Después de todo el placer vendría el olvido. La soledad de
casi diez años.
Al paso del tiempo Natalia conoció a Clemencia, su amiga y
cómplice. El día que se conocieron, Natalia acababa de llegar al
salón de baile; empezaron a platicar de cosas comunes. De inme-
diato Clemencia empezó a hablar de sus coincidencias, sus gustos
por ciertos hombres. Fueron familiarizándose y compartiendo
historias y soledades y también despertares; y eso las llevó a con-
vivir aún más.
Natalia ha sido su mejor aliada para soportar la soledad en la
que está inmersa. Aunque día a día se pregunte cuántas noches
pasarán sin hacer el amor, sin gozar de la forma y el estilo que le
dejó su esposo. Ese recuerdo baña su cuerpo, su cuerpo que cada
día desea el alimento, la presencia de otros hombres.
100
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Crónica de un tiempo vivo
Caminas por el centro de la ciudad. Buscas una papelería para
comprar material que necesita una de tus hijas para la tarea de la
escuela. Mientras lo haces, observas los anuncios, algunos son los
mismos de hace veinticinco o treinta años; lo único que ha cam-
biado tal vez es el color de la pintura, pero el nombre permanece,
como el caso de la Cafetería Central ubicada casi a contra esqui-
na de la calle 16 de Septiembre y la plaza del centro y que en la
actualidad el lugar sostiene un manta anunciando el negocio. Lo
recuerdas muy bien. Tenías doce años; pasabas por ese lugar y
veías a la gente que se reunía a tomar café acompañado de un
rico pan, personas de mayor edad que contaban sus aventuras o
arreglaban tal vez algún negocio. Se conocía como "el café donde
van los viejitos".
Tu padre te acompañaba a la escuela; caminaba a tu derecha
con su paso ligero, en silencio, pero con su gesto y su ceño en su
rostro delataba lo que le preocupaba.
Eran las mañanas frías y silenciosas. Estudiabas la carrera de
comercio; era a todo lo que podías aspirar en una familia tan nu-
merosa como la tuya.
Tu camino, la calle 16 de Septiembre desde la avenida Cad-
mio hasta llegar a la Cerrada del Teatro donde se encontraba la
escuela.
El invierno era duro y las mañanas frías; las lluvias y la nieve,
sobre todo en los meses de noviembre y diciembre que se acumu-
laba casi un cuarto de metro en ese tiempo, eran testigos del
acontecer matinal de la gente que pasaba por las calles y leía los
mensajes.
Un problema era el transporte. Cuando salías de tu casa en la
colonia Niños Héroes para esperar el autobús, ya venía lleno de
pasajeros de la colonia Altavista. Cansados de esperar tu padre y
tú, tomaban la decisión de caminar mientras otro pasaba; sucedía
algo curioso, eran varios y siempre pasaban llenos, siempre llega-
ban ustedes al centro antes que conseguir un camión con un lu-
gar disponible.
En ese entonces escuchabas decir a tu madre que en el Cine
Edén se presentaba una caravana de artistas con las Hermanas
Huerta, María Victoria, Irma Serrano con la canción La Martina,
101
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
las Hermanitas Núñez, por mencionar algunas. También lo leías
en la propaganda que pegaban en los negocios de la calle Maris-
cal y sus alrededores. Continúas caminando y te detienes en el
lugar donde alguna vez existió el Cine Alcázar, el Piojito que se
encontraba sobre la avenida 16 de Septiembre y donde la chava-
lada se reunía cuando se zorreaba las clases para ver películas co-
mo La llorona y El Santo contra las momias de Guanajuato; no
faltaban los sábados de matiné. Era impresionante el olor que
despedían los cines, especialmente el Edén; se decía que olía a
rata muerta y a humedad por lo viejo del edificio.
Llegar al centro de la ciudad, cuando la luna se ocultaba para
dar paso al nacimiento de una mañana soleada, era encontrarte
con mujeres saliendo de un bar o con el típico borracho durmien-
do en la banqueta junto a un negocio que aún estaba cerrado,
con el hombre desvelado y cansado que había cubierto un turno
de noche y esperaba el autobús para regresar a su hogar y des-
cansar.
Durante años te pareció que aquella época se había converti-
do en una pesadilla recurrente de casi todos los días. Ahora re-
flexionas. En ese tiempo pensabas que ya no vivirías en esa colo-
nia donde al llegar la tarde el agua dejaba de correr de las llaves
de tu casa por la altura en que se encontraban ubicadas; el vital
líquido no podía subir por las tuberías a cierta altura, al menos en
esas colonias.
Al regreso de la escuela a tu casa volvías a releer los anuncios,
siempre lo tenías en tu memoria: BAIARÍ con letras grandes y rojas,
con focos que se prendían y apagaban, se encontraba frente al
edificio del Cine Victoria donde se encontraba la escuela a la que
asistías, como referencia "altos Cine Victoria". Sabías que el Club
Bajarí era algo especial, no común, algo pasaba adentro que no
conocías pero te lo imaginabas.
Cada vez que te acercabas más al centro te encontrabas con
Tortas Nico, que aún existe, Zapaterías 3 Hermanos, Salinas y
Rocha, Zapaterías Canadá, etcétera.
Aquella escuela te dejó recuerdos históricos de una ciudad y
de una época irrecuperable en la que no se hablaba de devalua-
ciones ni de problemas de partidos políticos, tampoco de las dife-
rencias de alcoba que nuestros padres tenían, menos de mujeres
jóvenes encontradas muertas, ni de ejecutados.
102
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Son tantos los recuerdos que vienen a tu mente cada vez que
pasas por el centro de la ciudad que sientes que los años no han
pasado; la sientes tuya; te sientes familiarizada con sus calles y
piensas que la gente que pasa junto a ti es la misma de hace vein-
ticinco o treinta años. Echas de menos y añoras aquellos tiempos.
Imágenes del alma
Atrapada en su propia tibieza, Virginia no puede conciliar el sue-
ño a pesar del cansancio que se ha adueñado de cada uno de sus
huesos. Las arrugas en su rostro reflejan a alguien que ha sem-
brado su vida con esfuerzo. Le da miedo que repentinamente al-
guna arruga falte. En su almohada su cruzan sus fatigas, sus sue-
ños. Hace tiempo que no duerme tranquila y entrega sus espe-
ranzas a la noche. Las sábanas son su cómplice, se esconde en
ellas, las sujeta, pasan las horas y ella espera, no sabe qué.
Tras un obstinado insomnio Virginia amaneció nublada; al
abandonar su cama intenta reconstruir la extraña armonía de los
goces y gemidos que AlfonsoJe provocaba; las bocas teniéndose,
entregándose una a la otra; reconstruir aquella esencia que lo en-
volvía en el olor inconfundible de su cuerpo. Se ve con los pies
acomodados, junto a los de él, cubriéndolos; quisiera decirle que
lo quiere, que él está hecho para ella. Lo imagina introduciéndo-
se vigorosamente; ella con las piernas abiertas, blancas y abiertas
al aire, como alas de mariposa. Su boca succionando sus pezo-
nes, provocando un orgasmo inesperado, mostrándole sus glú-
teos fuertes y duros, moviendo su cuerpo provocativo, siempre
caliente, cuerpo que no vacila, que no guarda reservas. Es un
cuerpo expuesto. Necesita recordar la maravillosa historia con Al-
fonso, el lenguaje corporal con el que se excitaba.
Viviren un total amor, en la anhelada armonía, con la alegría
del primer rayo del sol y el último parpadeo de la noche. Lo bus-
ca; quiere poseerlo pero no puede evitar el temor de la imposibi-
lidad de esa fantasía, de ese delirio. Lo amaba; siempre se lo dijo
y fue correspondida, pero ahora tiene urgencia de él. Allí está,
viéndose la exacta imagen de la soledad; sobre el espejo descubre
sus arrugas, una mirada gris y marchita que un día había sido lim-
pia, vivaz, entusiasta. En otros tiempos ella había observado su
103
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
Francisco Guerrero
High Turn Overs
1. Me llamo Larry. Soy gabacho. Vine de Illinois hace cinco años
para trabajar en la maquila en Juárez. Soy ingeniero de produc-
ción. Estamos haciendo arneses para carros. Conocí a Mima ha-
ce tres años; teipeaba los arneses en la línea con una cinta negra
que cortaba de dos pulgadas. El que iba a pegar se lo ponía en el
labio inferior, antes de aplicarlo en el arnés. Para las dos de la tar-
de ya tenía el labio hinchado y se le veía muy sensual. Como es-
taba divorciado, la invité a salir en plan de novios. Al principio
ella no quería; decía que era yo muy grande, que parecía su pa-
pá. A los pocos meses de salir nos casamos, bien casados.
Ya tenemos una hija: se llama Liz. Cada vez que Mima le va a
cambiar el pañal, se pone el teip en el labio inferior antes de pe-
garlo al pañal para sujetarlo. Ya no se le hincha el.labio, solo cuan-
do la beso mucho. Liztiene los ojos azules como yo. Mis hijos ma-
yores, cuando vienen de Illinois a visitarme, juegan con ella; di-
cen que se parece a mí.
Este matrimonio no es como el que tuve con mi primera es-
posa, Caro!; nunca imaginé que la vida de casado fuera "so ea-
sy".
2. Me llamo Simón. Soy de Durango. Llegué a Juárez hace dos
años cuando tenía apenas dieciocho. En la planta conocí a Ju-
dith; ella es de Ascensión; trabajaba en el almacén contando to-
das las cosas que traen los proveedores para la maquiladora. El
día que nos hicieron la fiesta de Navidad me puse muy borracho;
bailé con ella, pero se me pegó mucho; nos pusimos bien calien-
tes y a escondidas nos fuimos para el almacén; sobre el suelo va-
cié un tambo que estaba lleno de guantes blancos de algodón (de
los que usamos para ensamblar tablillas); ahí la acosté; le estuve
acariciando las piernas mientras le besaba la boca, luego sus tetas
(como en las películas); le bajé los "jins", me la saqué y pa dentro.
No fue fácil; me costó trabajo; ella gritaba (lo bueno que la música
estaba fuerte); le salió sangre; tuvimos que tirar muchos guantes a
la basura. Sentimos bien bonito.
118
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
Al día siguiente ella se fue para Ascensión y ya no regresó. En !
enero me llamó para decirme que no le había bajado. En febrero i
~·
vino con sus papás a buscarme, que estaba preñada, que tenía- $
mos que casarnos.
El mes que entra nace el niño, pero yo no me voy a casar;
estoy muy joven para eso y además tengo mi novia; ella no se
preña: me pone un condón antes de empezar.
3. Cada lunes el señor Niven viene a la línea de ensamble y nos
da un beso en el cachete a todas las muchachas; somos como
quince. Cuando me da mi beso me dice que tengo ojos bonitos.
Estamos armando unos switches que sirven para levantar los fa-
ros delanteros de los carros deportivos. Cuando me dieron entre-
namiento, me dijeron que mi trabajo era muy importante, porque
si no, no se pueden encender las luces del carro. Yo estoy al final
de la línea probando cada switch, por eso soy muy importante.
Antes estaba en otra planta armando radios para carros; pero na-
die me dijo que mi trabajo era importante, ni me besaban los lu-
nes ni me decían que tengo ojos bonitos.
4. La supervisora de la línea pasaba todos los días por mí a las
seis de la mañana en su carro para ir a trabajar a la planta. Al
subir me daba un beso en la mejilla y me decía:
-Muy buenos días, Yolanda. ¿cómo amaneciste?
A las nueve íbamos a desayunar a la cafetería. Me endulzaba
mi café y le quitaba las hojas a mi tamal. En la línea de ensamble
cada rato me visitaba para saber cómo iba mi trabajo. A las tres y
media terminaba mi turno y me iba a mi casa. Ella salía a las cin-
co de la tarde. Decía que si la esperaba me llevaba hasta mi casa.
Un día la esperé porque tenía trazas de nevar; así que me llevó,
no a mi casa, sino a la suya. Me sentó en el sillón; puso el radio y
me dio una cerveza; quería fajarme la güey pero no me dejé. Al
salir de su casa me di cuenta que no había nevado. Al día siguien-
te ya no regresé a trabajar; me dio miedo que entonces sí nevara.
5. Abordo la rutera en Zaragoza, el nuevo. Pago con dos mone-
das de a dos pesos. El chofer me dice que le pase para adentro; le
pido el cambio y me contesta que no tiene, que se lo pida al bajar.
El radio suena muy fuerte dentro de la rutera; están tocando mú-
119
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)
sica de tambora; me siento atrás de dos muchachas jóvenes; por
su plática deduzco que trabajan en una maquiladora. A le pre-
gunta a B: · --lA dónde vas? -pregunta.
--lPor qué te saliste de R?
-Porque no ponen el radio en la estación que a mí me gusta
-responde B.
La rutera hace una parada. Se sube un grupo de muchachas
jóvenes, también trabajadoras de maquila. Cada una paga su bo-
leto exacto. Le doy el asiento a la última que subió. Me sonríe,
pero no me da las gracias.
-iQué decente! -dice A a B.
La ruta frena bruscamente antes de pasar un tope. Cómo me
ofuscan los topes. En esta ciudad todo lo arreglan con topes. El
chofer se pasa la luz roja y el guiador que viene en la calle perpen-
dicular le mienta la madre. Llegamos a la parada del parque in-
dustrial. Bajan algunas y suben otras; una de ellas saluda al cho-
fer:
-iQuihubo, Meny! Ya vas lleno, ¿pos qué les das?
-Es la música, mi Sofy, es la música. Pásale -le dice el cho-
fer y no le cobra.
Las muchachas platican entre todas muy alegres; algunas ele-
van la voz (la música está muy fuerte}. Hacen planes para irse a
bailar; es viernes, son las cuatro de la tarde, hace mucho calor, es
verano, el camión huele a sudor y a algo más. La ruta se llenó;
voy parado; con el calor y el roce de los jeans tengo una breve
erección que trato de disimular metiendo mi mano izquierda a la
bolsa del pantalón. La que va sentada a la altura de mi bragueta
se da cuenta y le dice a B:
--lYa viste? Está bien bueno.
-Sí, ya lo noté -contesta B, levantando su cara para verme
con una sonrisa que correspondo.
Llegamos al "puente al revés"; se baja la mitad del pasaje.
Sofy se despide diciéndole al chofer:
-Nos vemos en el Bandoleros en la noche.
-Okey, te lo perfumas, -le contesta el chofer.
-iYo siempre!, dice Sofy, coqueta.
Los dos y todo el camión ríen. Ya no más pasaje. Pronto lle-
gamos al Monumento. Ahí bajaremos todos. Atrás de mí viene A
y me dice:
120
CIUDAD DE CIERTO, RÍO
--lNo me vas a ayudar a bajar?
-Sí -le digo, y le doy la mano.
-Al cine -contesto.
_¿No quieres ir a un lugar más tranquilo?
--lComo a dónde?
-Al hotel.
-No traigo lana.
-No le hace, me acaban de dar mi reparto. Vamos, te va a
gustar -me dice.
La tomo del brazo y nos dirigimos al hotel.
El chofer nunca me dio el cambio.
Roberto Sáenz Huerta
La noche final
Una muchedumbre grita extasiada. Silbidos. Ofensas. Dale duro,
dale, es tuyo. Porras que se escuchan de manera ensordecedora.
El ambiente se encuentra inundado por una densa capa de humo
proveniente de cigarros que son consumidos con esmero. El olor
a cerveza solo es superado por el fétido olor de los sanitarios.
El centro de atención son dos hombres que en medio del in-
mueble luchan como dos gladiadores, pero en lugar de redes o
tridentes llevan guantes de piel. El sudor y la sangre se mezclan en
un extraño matrimonio.
Es una pelea de box, deporte que por azares de destino yo
practico. Deporte al cual le he entregado mi vida. Las energías de
mi juventud se agotaron en los gimnasios golpeando peras, costa-
les y saltando cuerda. Quería ser alguien, ser querido y admirado;
dejar de ser una sombra. Largos años de batalla he vivido. He
saboreado la victoria y me enfermó la derrota. Durante un tiempo
parecía que el mundo estaba a mis pies y la luna al alcance de mi
mano. Tenía amigos, dinero, mujeres. Pero el tiempo no perdona
y ese ímpetu, esa energía, llegó a su fin, y con ella vinieron las
derrotas, el fin de los amigos. Las mujeres y el dinero se esfuma-
ron. Aquellos días en que los promotores se peleaban por tener-
me se han ido.
121
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.)

Hoy estoy aquí, en la espera de mi turno para pelear. A pesar

de que tantas veces se ha repetido esta escena, no dejo de sentir
temor; sé que al dar los primeros golpes se me quitará el miedo.
Lo triste es que hoy es la última noche en que voy a pelear. No
tengo la oportunidad para vencer a mi joven contrincante. Tiene
toda la energía propia de sus años. Después de esto no me volve- Contenido
rán a contratar. Nunca pensé que fuera tan triste el final; más bien
nunca estuve preparado ni para recibir lo que el boxeo me dio, ni
para este final.
Escucho la voz de uno de los promotores que nos indican que
es nuestro turno. Me dirijo a una imagen de la Virgen de Guada-
lupe; hago una reverencia y una pequeña oración. Me encamino
al encordado. Daré mi última pelea. Prólogo
La gente grita consignas en mi contra y aplaude a mi rival. La breve pero imprecisa historia del taller del INBA en Ciudad Juárez
Subo el entarimado. Mi contrincante también lo hace. Nos salu- (1980-2004)
damos. Él lo hace con altivez, yo de manera humilde. Nuestros José Manuel García-García.
La madre de todos los talleres (1974-1980) 7
entrenadores nos despojan de las batas. El anunciador dice nues- Un momento, por favor 9
tros nombres. El mío provoca una silbatina. El referí nos llama al La formación de la segunda promoción 10
centro del cuadrilátero. Nos da las indicaciones que ya sabemos. La continuidad de los talleres 12
Nos envía a nuestras esquinas. Y ahora presentación de becarios 14
El cronometrista activa el silbato. Suena la campana llaman-
PRIMERA PROMOCIÓN
do al combate. Hoy es mi última noche, noche que tenía que lle- TALLER LITERARIO l..AEsTA
gar. Poesía
Es la noche que nadie quiere alcanzar. Jorge López Landó
Yo no soy 19
Fauna 19
Sutil 20
Putas 20
Juan Pablo Santana
Las páginas bien dobladas .21
Solo soy sal 22
Las horas amables ..............23
Olvido 23
No tanto como el amor 24
Una vez me pediste te escribiera un poema bonito
y contesté que no . 25
Mauricio Rodríguez
Perséfone, la mujer de la brisa .......26
Soñar la noche .. 27
Bosquejo de Susana la noche . 28
Comparecencias al inicio de la calma . .... 29
Titán ......31

122 123
 JOSÉ MANUEL GARCÍA-GARCÍA (COMP.) CIUDAD DE CIERTO, RÍO

Prosa Ruth Elizabeth González Ramos

Yuvia H. Cháirez Gigantes en el patio 81
Danny 32 El visitante 83
El fin del mundo 35 El noveno .... 84
Una carta 39 Cristina Juárez Díaz de León
Jorge López Landó La Nostalgia 85
Bailando al mismo compás ........... 42 De la inmortalidad 88
Mauricio Rodríguez Día cualquiera 89
El Mago (bajo el sombrero) 48 Hiram Rodríguez Reyes
Monthly useless breakfast: primera sesión 91
SEGUNDA PROMOCIÓN En la bahía San Carlos 93
TAUER LITERARIO CORAZÓN VERDE: UN LUGAR COMÚN Emma Vázquez Ríos
Poesía La esencia 98
Patricia Arellano Los despertares de Natalia 99
Escribes 55 Crónica de un tiempo vivo .. 101
Cae 56 Imágenes del alma 103
Ir al sur 56
Bias García ÜNE HIT WONDERS
Mirándote 57 Poesía
Bar 57 Daniel Aguirre
Dedo 58 El camino de los sueños me lleva hacia ti 107
Osvaldo Ogaz Meléndez Sergio Ávila
Soneto al soneto 58 Mi locura 108
Soneto a la crítica II 59 Míriam Cano
Perversión (soneto inverso) 59 Abismal ...........
108
Soneto del amor gramatical 60 Susana Chávez
Soneto monosilábico ............60 La raíz de tu saliva 109
Soneto erótico V 61 Antonio Flores Shroeder
Soneto erótico XI 61 La noche y la locura 110
Soneto erótico XIV ......... 62 Alicia López Hernández
Soneto erótico XV 62 Breve 14 . ......
111
Soneto erótico XXI 63 Carolina Muñoz
Más simple que eso ..........
113
Prosa Alejandro Quintero
Patricia Arellano El amor es un escarabajo maligno 113
Semilla de uva 64 Javier Sauceda Alcalá
Unas botas negras ..... 65 Intacto 114
Marco Gallardo Prosa
Y si te alcanzo 67 Cristóbal Garza
Grabada confesión 68 Lo que te espera 115
Por idiota 70 Francisco Guerrero
No hay problema ..... 71 High Turn Overs . 118
Bias García Flores Roberto Sáenz Huerta
Hambriento 73 La noche final 121
El día en que se acabó el agua en la colonia 74
Ramona Jiménez 79

124 125
 índice de autores

AGUIRRE,Daniel: 107.
ARELLANO,Patricia: 55, 56, 64, 65.
Áv1LA, Sergio: 108.
Esta primera edición de
CANO, Míriam, 108. Ciudad de cierto, río
CHÁIREZ,Yuvia H.: 32, 35, 39. (antología del Taller Literario INBA-lchicult
en Ciudad Juárez 2000-2004)
CHÁVEZ,Susana: 109.
se terminó de imprimir en Chihuahua, Chih., México,
FLORESSHROEDER,Antonio: 110. en noviembre de 2004, en los talleres gráficos de Impresos Santander.
GALLARDO,Marco: 67. 68, 70, 71.
Corrección: Luis David Hernández.
GARCÍA,Bias: 57, 58, 73, 74, 79. Edición: Martín Reyes.
GARCÍA-GARCÍA,José Manuel: 7.
GARZA,Cristóbal: 115.
GoNZÁLEZRAMos, Ruth Elizabeth: 81, 83, 84.
GUERRERO,Francisco: 118.
JuÁREZÜÍAZ DELEÓN, Cristina: 85, 88, 89.
LóPEZ HERNÁNDEZ,Alicia: 111.
LóPEZ LANDó, Jorge: 19, 20, 42.
MuÑoz, Carolina: 113.
ÜGAZ MELÉNDEZ,Osvaldo: 58, 59, 60, 61, 62, 63.
QUINTERO,Alejandro: 113.
RODRÍGUEZ,Mauricio: 26, 27, 28, 29, 31, 48.
RODRÍGUEZ REYES,Hiram: 91, 93.
SÁENzHUERTA,Roberto: 121.
SANTANA,Juan Pablo: 21, 22, 23, 24, 25.
SAUCEDOALCALÁ, Javier: 114.
VÁZQUEZRíos, Emma: 98, 99, 101, 103.

126