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"El problema universitario argentino

a la luz de la tradición universitaria europea”


.
Los grandes problemas de la cultura universal son velis nolis los
del itinerario religioso del hombre. (Carlos Disandro, Universidad y
cultura)

La referencia a la universidad no hace sino remitirnos a Europa, a la universitas


magistrorum et studientum del S. XIII, a las escuelas monacales y catedralicias y más
remotamente a la Academia de Platón. La crisis de la universidad argentina sólo podrá
desentrañarse a la luz de su auténtica naturaleza que no es sino la de la universitas que
gestó la europea medieval, pues la universidad en cuanto tal se constituyó cuando el
acercamiento progresivo del hombre al Logos inhumanado llegó a una de sus cimas. Nos
referimos a la universidad que comenzó a germinar entre los siglos X al XII y que floreció
en el S. XIII.
Si “la naturaleza de cada cosa es su fin” (Aristóteles, Política, I, 2, 8) la tarea de
discernir la naturaleza de la universitas será la de redescubrir su fin. Este no fue otro que el
cultivo del saber, cultivo que culminaba en la experiencia de lo sagrado (el itinerariun
mentis in Deus en bonaventuriana expresión).
No pretendemos ni se lograría aunque se intentara en tan breve trabajo bosquejar la
historia de la génesis, desarrollo y perención de la universidad medieval, mater o arquetipo
de toda intento de realizar la universidad. Solo haremos mención a algunos hitos de su
historia por considerarlos iluminadores respecto de su naturaleza.
La universidad fue el modo de concretar el humano deseo de saber. Lo que
especificaba la universidad era que el deseo de saber se intentaba cumplir mediante el
cultivo de la ciencia. Por tanto, no pretendemos aquí establecer que debamos realizar la
universidad del mismo que la realizaron los europeos medievales, o como la proyectaron y
concretaron Wilhelm von Humboldt (1767-1835) en la Universidad de Berlín o el Cardenal
John Henry Newman en la Universidad Católica de Dublín. Lo que proponemos es que la
universidad argentina se realice al modo (miméticamente) de las verdaderas universidades
europeas.
El hecho de recurrir a algunos hitos de la génesis (principalmente sus raíces
helenas) tiene el sentido de re-descubrir su carácter esencial, es decir, de discernir qué hace
a una institución esencial y no nominalmente universitaria o académica.

1
1- La naturaleza de la universidad europea

La universidad no puede comprenderse sin comprender la antigüedad y la


antigüedad no puede ser comprendida sino se comprende la Edad Media, pues “nada de lo
antiguo puede ser reinterpretado y traído a la significación histórica moderna sino a
través de la Edad Media. Ninguna forma de recuperación puede prescindir de ella como
mediadora”1
La universidad tienes sus primeras raíces en los helenos. En consonancia con
Disandro, Josef Pieper ubica los orígenes de la universidad en la Academia de Platón, de
allí que a los estudios universitarios les quepa el adjetivo de “académicos”:

Se puede afirmar con cierto fundamento que hay continuidad histórica y de hecho entre
nuestras Universidades y la primitiva Academia platónica, de la que deriva la denominación
de académico”2 Y más adelante afirma (…) la Escuela Platónica de Atenas – la Academia –
ha sido siempre el principio íntimo de nuestros centros académicos de formación 3

La continuidad entre lo heleno y lo cristiano puede constarse inclusive en un hecho


particular, pero no por ello de escasa importancia: la tradición medieval llamó al monje con
el antiguo título de musikós aner (el hombre o varón de las Musas). En el monje medieval
se reproduce, en alguna medida y con caracteres propios, aquella vida contemplativa de
que hablaban los pitagóricos; el varón de las musas de los monjes medievales es una
resonancia del ideal pitagórico de la armonía cósmico-humana. Salvo que en la época de
Pitágoras no existía históricamente la Iglesia, aunque sí existía en su realidad intradivina.
Esto lo anotamos contra algunos autores que se empeñan en sostener que es artificial
sostener el origen de la universidad medieval en la cultura griega, pues entre ellas se habría
producido un hiato. Así, por ejemplo, una autor de nuestro medio cuando se refiere a los
antecedentes de la universidad sostiene: La Academia platónica, el Liceo de Aristóteles o la
Biblioteca de Alejandría no guardan relación con la universidad medieval 4

1
CARLOS DISANDRO, Humanismo: fuentes y desarrollo histórico, Fundación Decus, La Plata, 1995, p. 150
2
Josef PIEPER, J., El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid, 1983, p. 175
3
Ibídem, p. 178.
4
Cfr. Cfr. CARLOS D. LASA y otros, Pensar la Universidad. Presente y futuro, Ediciones del IAPCH, Villa María,
2007, p. 35.
2
El principio de su desarrollo histórico está dado por ciertas comunidades de maestros
y discípulos que se organizaron y expandieron a partir aproximadamente del siglo V a.C.
Podemos mencionar: la comunidad pitagórica, la platónica y la aristotélica. Cada una de
ellas tuvo una característica peculiar: la comunidad pitagórica se caracterizó por una
tendencia catárquica: purificarse para poder inteligir la raíces últimas del cosmos. La
platónica intentó hallar en el relato mítico la contextura última del hombre, de allí su
tendencia ética y política, que ligaba a maestro y discípulo en la creación de una nueva
polis; en la aristotélica, en cambio, existió una tendencia estrictamente científica, en el
sentido de alcanzar un conocimiento de todos los niveles de la realidad, desde la
inteligibilidad del ser.

Este ritmo que en un cierto sentido es un progreso —desde la comunidad pitagórica a la


comunidad aristotélica (entre los s. VI a. C. y s. IV a. C.)— señala el ciclo completo,
paradigmático, de lo que llamamos "universidad": las raíces más profundas de la religión
griega y del hombre griego culminan en un acto de inteligibilidad. En el proceso que va de
la comunidad pitagórica a la comunidad aristotélica tendríamos de antemano la totalidad
del ciclo que habrá de recorrer la universidad occidental, europea, y que por eso mismo
será en definitiva una de las fuentes de Europa misma. Esa universidad tiene entre sus
primeras raíces, la actitud helénica de intelección del cosmos y del hombre, en el marco de
un vínculo entre «maestro y discípulo…5

El helenismo es en sustancia la armonía entre la estructura íntima del hombre y las


realidades que lo circundan y trascienden. El griego intenta penetrar esa realidad, busca
comprenderla pues se asombra ante ella, la contempla porque percibe que algo mayor que la
trasciende la sostiene y por ello su contemplación culmina en alabanza. La realidad conocida
de la que ha tenido una experiencia gozosa se convierte en realidad amada pues percibe la
continuidad entre el mundo trascendente, el mundo del espíritu y el cosmos. La realidad
inteligida es sistematizada conceptualmente (el itinerario intelectual tendrá su culminación en
la metafísica platónica-aristotélica) pero al mismo tiempo glorificada.

De allí la que vida theorética del hombre griego en el seno de la escuela pitagórica, de
la academia o del liceo se configure según la unidad de pensamiento y contemplación, que
puede sintetizarse en una vida con la verdad, verdad que es no mera abstracción sino realidad
digna de ser conocida, contemplada, amada, glorificada.

5
CARLOS DISANDRO, Universidad y Nación: tres disertaciones, Edición del autor, La Plata, 1965, p. 35. El
subrayado es nuestro.
3
Para el griego y en esto coincide con el cristiano, no hay escisión entre mythos y logos,
entre razón y pathos religioso. Esta característica de lo griego podemos constatarla tanto en
Platón que en el Gorgias cuando no pudiendo discurrir ya con Calicles acerca de su modo de
vivir, le narra un mythos en el que cree, en el que ha depositado su fe (“escucha lo que he
escuchado y he creído”), como en Aristóteles en el que a su Filosofía Primera es Theología.
Asimismo en el medioevo encontraremos sentencias como “la fe que se pone en busca de su
inteligencia” o bien “credo ut intelligan” (creo para comprender), sentencias que no hacen
sino ilustrar el espíritu de la época.

Si se examina el panorama que circundó el nacimiento de este órgano cultural — la


universidad — y aún si se retrocede a sus raíces más remotas, cuales son, v. g.: la
Academia platónica y el Liceo aristotélico, adviértese, de modo absolutamente claro,
un pathos religioso de cultura, que en nuestro entender, no sólo hizo posible la
estructura científica — en su clásico sentido — de la universidad, sino que también
facilitó y alimentó, por la escondida urdimbre de la vida del espíritu, la tarea y, aún
más, el ser mismo de la comunidad universitaria. 6

En este sentido también se entiende el método de estudio como una secuencia de


lectio, cogittatio, studium, meditatio, oratio, contemplatio. Se busca la verdad, pero para
aprehenderla se aplica con ardor, lo que compromete a todo el hombre que a esta empresa se
entrega. Esta verdad así buscada, meditada, contemplada, engendraba una adhesión (pistis)
tal, que conducía a una asimilación real, no a una repetición mecánica e infecunda del saber.
Este asimilarse el hombre a la verdad implicaba el compromiso de todo su ser: no solo de su
inteligencia, sino de su voluntad y de sus afectos. De este modo la tarea intelectual crecía en un
calor amoroso, en asentimiento práctico de la verdad, de modo que esta apertura de la
voluntad a la verdad conocida implicaba la unidad del pensamiento y del obrar.
Por ello con la aparición del cristianismo se inicia un nuevo ciclo que tendrá como
culminación la creación de la universidad medieval. La experiencia religiosa, en este caso
cristiana, es la que mueve al hombre a emprender la empresa de inteligir, de comprender
las raíces últimas de todas las cosas. Es el monacato y la patrística, como primera etapa de la
intelección cristiana, el antecedente próximo de la universitas.

Sólo doy-dos nombres: San Agustín y San Benito, que crean dos, comunidades en las que
se da nuevamente aquel principio helénico del saber y de la contemplación. Por eso la Edad
Media es ininteligible sin estos dos nombres. En San Agustín, tenemos en cierto modo la

6
CARLOS A. DISANDRO, Universidad y cultura, en Sapientia 9 (1948), p. 277.
4
reiteración de la forma pitagórica-platónica: la comunidad agustiniana se propone
conciliar, en última instancia, la vida religiosa y el nivel contemplativo de la inteligencia. A
su vez las comunidades benedictinas, sobre el trasfondo fundamentalmente romano de San
Benito, cumplen en cierto modo el ciclo platónico-aristotélico. Esas comunidades que se
diseminan por Europa a partir del s. VI y que son la base de muchas ciudades,
universidades y bibliotecas, establecen la vida religiosa fundada sobre la alabanza, sobre
aquella actitud originaria de veneración, que es al mismo tiempo el respaldo del
conocimiento y de la investigación. Esta es en definitiva, la forma de la cultura medieval: el
conocimiento del mundo y del hombre, enraizado en la actitud laudante7.

Así queda caracterizado el carácter eminentemente religioso de la vida universitaria.

Para entender la caracterización de la universidad que a continuación citaremos, es


preciso comprender el método científico medieval. Este método está expresado en la
palabra latina lectio. En el s. XII, en esas comunidades monacales, espirituales,
intelectuales se practica la lectura, la lectio de la sacra página. Esta lectio recibe una
interpretación: se lee y luego se interpreta, formulando precisamente un intelligere (inter-
legere). Este intus legere, este leer dentro según la expresión latina, tiene el sentido de que
el que lee no se queda en la superficie sino que penetra el texto para desentrañar su esencia.
La explicación del texto toma una doble ruta: o bien sirve para la vida espiritual de esa
comunidad, y entonces se hace la experientia del contenido textual, se gusta ese texto, se lo
aplica a las circunstancias del ámbito monacal, etc. Por otro lado, esa lectura plantea
problemas gramaticales, retóricos, filosóficos, teológicos; y entonces se investiga la
contextura de estos problemas según la tradición de los Padres. Y esta segunda actitud
genera la quaestio, palabra que deriva del verbo quaerere (inquirir, investigar). En el s. XII
pues el método de la lectio conduce a la experiencia espiritual y a la investigación
filosófica-teológica.

La universidad medieval nace de la vía de la quaestio; la vía de la experientia queda


circunscripta a las comunidades espirituales, monacales, las que sin embargo sirven de
respaldo, son el sostén religioso y contemplativo para el mundo de la inteligencia
especulativa y científica. Encuentro pues la totalidad del antiguo ciclo helénico… salvo que
en este ciclo medieval (lectio más experientia y quaestio) hallo un ámbito ampliado,
manifestado en toda su profunda significación teológica y cultural, emergente de una actitud
del alma libre, que goza en la contemplación de la armonía de las formas y se colma
entonces de un espíritu de veneración (connotación pitagórica), que crea una nueva
7
CARLOS DISANDRO, Universidad y Nación: tres disertaciones, óp. cit., pp. 38-39. El subrayado es nuestro.

5
comunidad en la tierra (connotación platónica) y que investiga la contextura del mundo
visible (connotación aristotélica).

La quaestio indaga todos los problemas del texto, pero como éste se refiere en primera
instancia a su significación "re-velatoria", esa quaestio lleva a la sistematización de la gran
ciencia especulativa de la Edad Media, es decir, la Teología, desde el cual se organiza todo
el saber según sus niveles propios.8

El método de lectio y de la quaestio constituye el itinerario formativo: la disputa


doctrinal –quaestio- del maestro desciende al discípulo, que se forma primero en la
introducción del saber, luego en la sistematización del saber especulativo, para ascender
finalmente de la contemplación.
Podemos ahora intentar sintetizar los caracteres que asumió la universidad
medieval9:
1- La universidad medieval constituyó un despertar a la riqueza de la ideas y al goce
de una nueva experiencia de lo sagrado;
2- Su tarea intelectual estuvo asida y entroncada con una común atmósfera de cultura
religiosa, centrada y vivificada por el culto;
3- La tarea de la escuela hundió sus raíces en la sustancia viva del pasado teológico y
filosófico, y la transmisión del saber fue en consecuencia sistematización ab initio
de las ideas madres de Occidente;
4- Cuál fue el sentido y la ubicación de la inteligencia universitaria medieval nos lo
muestra la trabazón de la doctrina con el poder teórico y cultural que la precedía.
Cuando se rompió esta trabazón y la doctrina se alejó de la theoría y el culto había
ya empezado ya el declinar de la universidad medieval como tal.
5- Perteneció en su realidad más profunda a un orden de saber teórico y se orientó en
tarea a la constitución de un saber sistematizado que hizo posible la multiplicación
del esfuerzo educativo.
6- Su labor clarificadora y humanista, asida a las fuentes de la cultura de donde
emergía, implicó su conversión al supremo designio pedagógico: ante todo la vida
con Dios. Es esclarecedor en este sentido la conferencia “Saber y cultura” (pp.73-
74) de Max Scheler (1874-1928) en el que sentencia claramente que todo saber
debe decir relación a Dios y a la salvación.

8
Ibídem, pp. 39-40. El subrayado es nuestro

9
Cfr. CARLOS A. DISANDRO, Universidad y cultura, op.cit, pp. 276-283.
6
"Pues incluso suponiendo que las ciencias positivas 1legasen a la perfección de su
proceso, el hombre como ser espiritual podría permanecer absolutamente vacío y aún podría
retroceder hasta un estado de barbarie, comparado con el cual todos los llamados pueblos
primitivos serían "helenos". Es más, puesto que todo saber practico, orientado hacia los fi-
nes del hombre en cuanto ser vital, tiene que servir en últi mo termino al saber culto,
puesto que el curso y transformación de la naturaleza han de servir y no dominar al
advenimiento del centro más hondo que posee el hombre, es decir, al florecimiento de su
persona, así resulta que la barbarie, científica y sistemática fundada, sería la más
espantosa de todas las barbaries imaginables. Pero también la idea humanís tica del saber
culto…, ha de subordinarse a su vez y po nerse en su última finalidad al servicio del saber
de salvación. Porque todo saber es en definitiva de Dios y para Dios " 10

7- La universidad del medioevo no solo por las circunstancias históricas sino por su
peculiar configuración perteneció a la esfera del logos, de la noesis no de la praxis.

a- Hacia un definición de universidad de acuerdo a la tradición europea

Lo dicho hasta aquí no permite aproximarnos a una definición de la universitas. La


denominación de universidad aparece por primera vez en un documento del Papa
Inocencio III dirigido en 1208 al Studium Generale parisiense, donde se habla de
univesitas magistrorum et scholarium Parisius commoration. Documento que indica la
fundación de la Universidad de París. Así se concibe la universidad como una corporación
de maestros y discípulos. Corporación que tiene un fin: el saber, transmisión y
contemplación de la verdad bajo modo de saber. Así queda expresado por Alfonso X el
Sabio en los años de su reinado en Castilla y León (1252-1284) en las Siete Partidas o
Libro del Fuero de las Leyes: “ayuntamiento de de maestros, e de escolares, que es fecho
en algún lugar con voluntad e entendimiento de aprender los saberes”11
En el mismo sentido afirma Carlos Sanz que “la universidad sólo es tal, si se da
esa apertura científica hacia el primer principio y causa última de las cosas. No puede
quedarse en una perspectiva meramente técnica, ni en lo estrictamente científico, sino que,
por el contrario, debe integrar los saberes particulares a la luz de la Sabiduría. Actitud
10
Cfr. CARLOS A. DISANDRO, La significación del conocer y la crisis humanística de la ciencia - Ciencia y
semántica, en Physis 2 (1975) Publicaciones del Dep. de Física de la Fac. de Ciencias y Exactas y Naturales de
la UBA, p.8. El subrayado es nuestro.

11
Segunda Partida, Título XXXI, Ley I, en Las Siete Partidas del muy notable rey don Alfonso el Sabio.
7
sapiencial que, llevada hasta las últimas consecuencias, no puede terminarse en un
planteamiento metafísico o de teodicea, sino que debe llegar hasta los principios
revelados”12
Para dar satisfacción al conocer en su más alto grado, la universidad será una
“escuela de sabiduría” o como la definiera el cardenal Newman “un imperio de la filosofía
y de la ciencia, que abarca, protege y coordina todas las ramas del saber y de la cultura”,
subrayando la función rectora, integradora, unificadora de la institución.
De allí la importancia y necesidad que la comunidad política tiene de la universitas
tal como lo expresara Leonardo Castellani parafraseando a Alfonso X:

Una universidad es una reunión de sabios (…) Dondequiera que esté un sabio (…) allí
está una universidad en germen. Y donde hay un grupo de sabios aunados, y alumnos «con
voluntad e entendimiento de aprender los saberes a ellos ayuntados… allí está la verdadera
universidad, por cuyo consejo y luz prosperan los reinos y se guían las naciones 13». Pues el
saber es luz, y cuanto más perfecto tanto es de suyo más difusivo, lo mismo que el bien, la
virtud, la belleza y todo lo que sea espíritu (…)14

Mucho más habría por decir de la universidad medieval y de la universidad europea que se
mantuvo fiel a sus principios. Sin embrago, para concluir, a la luz de lo expuesto pasaremos a
analizar la contextura de la universidad argentina.

2- La universidad argentina

La universidad medieval así entendida se prolongará hasta los siglos XVI y XVIII.
A partir de este momento se produce un cambio en la visión del mundo y en los objetos
científicos. Por eso la universidad posmedieval europea se organiza sobre la base de la
lectio, aunque cambiando los objetos a ser leídos e investigados. Así nace la universidad
moderna que transfirió la lectio literaria a la lectio de la realidad -cimentada sobre el
método de la ciencia filológica- y que se consolidó en primer lugar en Alemania e
Inglaterra.
Sin embargo concreción de la universidad moderna europea, especialmente en
Inglaterra y Alemania, no significó una ruptura abrupta con la universidad medieval. Hubo
12
Cfr. Bernardino Montejano, La universidad, Ediciones Ghersi, Buenos Aires, 1979, p. 77.
13
E porque de los omes sabios, los omes e las tierras e los rreynos se aprovechan, e se guardan, e se guían por consejo
dellos; porende queremos… fablar de los Estudios generales… e por cuyo deben ser fechos Segunda Partida, op.cit.

14
CASTELLANI, LEONARDO, La reforma de la enseñanza, Edic. Vórtice, Buenos Aires, 1993, pp. 52-253 y 254.
8
cambios: se mantuvo el modo universitario de la lectio, por ejemplo, aunque cambiaron los
objetos de estudio sobre los que el europeo se movió. Esto no sucedió con la universidad
hispanoamericana, heredera de la universidad de España, que nunca fue capaz de asimilar
el método de la lectio ahora realizado con la ciencia filológica.
De allí que Carlo Disandro sostenga, como tesis, que en esta universidad, como en
las de sus colonias, nunca se dio el paso de la universidad medieval a la universidad
contemporánea, “de allí su crisis congénita, una crisis de sentido histórico”15

La crisis de los cinco o seis siglos que siguen a la Edad Media proceden de la
desconexión de la inteligencia especulativa con su depósito teórico anterior, del abandono
de las formas artísticas que significan un acceso de la comunidad al culto y del olvido del
interno ritmo aristotélico de regreso a lo empírico. 16

En esto se resume el problema universitario argentino.


Se debe tener presente a la hora de estudiar la universidad argentina es que ésta se
funda (Universidad de Córdoba, S. XVII) en el contexto del Renacimiento y del Barroco.
Esto resulta de vital importancia para comprender la impronta con la que nace nuestra
universidad. El hombre barroco propio del siglo XVI-XVII se caracterizó por la ruptura en
la plano del conocimiento entre los visibilia e invisibilia Dei. Mientras que el hombre
antiguo (griego-latino-medieval) las cosas visibles remitían a las invisibles por la
mediación del símbolo, en el Renacimiento las cosas visibles se yuxtaponen a las invisibles
dando por resultado la divinización de la naturaleza. Con el Barroco ya no hay
yuxtaposición sino dialéctica, lo que produce la muerte del conocimiento simbólico
(permanece la ratio con olvido del mythos). En lo religioso esto significara la expansión de
la devotio moderna (primacía del sentimiento sin atingencia con el conocimiento en el
doble sentido de meditación y contemplación, de allí la preeminencia de lo ascético sobre
la sabiduría contemplativa)
Así las características de la universidad moderna, rasgos que adoptó la universidad
argentina, fueron:
1. Ruptura de ciencia y experiencia de lo sagrado. Si la Universidad renuncia a esta
exigencia "cultural", “cultual”, desaparece la "unidad". Podrán existir conocimientos
amontonados, pero sin orden que los articule. Existirán las piedras, pero no la catedral

15
CARLOS DISANDRO, Humanismo: fuentes y desarrollo histórico, op. cit., p.26.

16
CARLOS DISANDRO, Inteligencia griega y sabiduría cristiana, Editorial de la Hostería Volante, La Plata, 1964,
pp. 11-12
9
que las dispone hacia las alturas. Desaparece la universidad por la multiplicidad. Así
afirma Calos Lasa:
Perdido el Ser, olvidada la Unidad de todo lo que es, la universidad se descompone en
una multitud de ciencias particulares que se desarrollan sin orden ni concierto, sin la
unidad y la articulación que les da la filosofía. A propósito de esto apunta Montejano: "Aquí
el descenso es pronunciado y las Facultades aparecen 'yuxtapuestas como un mosaico'.
Surge la 'barbarie del especialismo' representada por 'sabios' incultos, conocedores de un
sector cada vez más reducido del universo, incapaces de insertar sus parciales
conocimientos en un 'todo', en una concepción general de la realidad".
Repitámoslo una vez más: perdido el Ser, perdida la Unidad, la esencia de la
universidad es irrealizable. En efecto, la universidad es un vocablo que procede de los
términos latinos versus (hacia) y unum (uno). La universidad será tal en tanto y en cuanto
todos los saberes particulares contenidos en ella confluyan y sean contemplados desde el
saber total, desde el saber de la Unidad de todas las cosas. De lo contrario la universidad
dejará de ser universidad para pasar a ser -con el perdón del neologismo- una diversidad.
Es la universidad quien libera al hombre de aquellas sombras de la caverna platónica; es
ella quien lo libera de la pura multiplicidad de las cosas que le impide ver el óntos ón (lo
verdaderamente real), el ser total.17
2. Ruptura con la sustancia viva del pasado teológico y filosófico; y por tanto,
desvinculación de la doctrina de la theoría y del culto.
3. Secularización de la universidad: reducida su vida a útiles fórmulas técnicas, lo que
en última instancia significa una deshumanización progresiva e ineludible del espíritu,
pues el mundo de la inteligencia especulativa y científica se hace estéril sin el sostén religioso
y contemplativo.
4. Abandono de la esfera del logos, de la noesis, siendo su lugar usurpado por la
praxis. La praxis será el distintivo de la universidad científica y profesional.

Y como ocurre en un orden absolutamente universal y necesario, el ethos y la praxis, al


excluirse de la inmutable perfección de las ideas, no pueden ni siquiera ejecutarse recta y
plenamente y desde luego provocan con la ceguera de su ruta el derrumbe de toda
jerarquía. La pérdida y la negación de lo sagrado, la ruptura con la fuente teórica de
occidente, el vuelco hacia el ethos y la praxis en contra de la necesaria primacía del
logos y la noesis, y, en fin, la quiebra de los ideales pedagógicos en el sentido de

17
CARLOS DANIEL LASA, El hombre a-lógico o la finalidad de la educación actual, Ediciones Convivio Filosófico,
Villa María, 1996, p135.
10
sacrificar el destino eterno del hombre a la posesión de bienes efímeros, constituyen la
cuádruple motivación de toda crisis universitaria.18

En la universidad moderna (impronta de la universidad argentina) no existirá ni la


tendencia catárquica: purificarse para poder inteligir la raíces últimas del cosmos; ni el
intento de hallar en el mythos la contextura última del hombre; ni siquiera una tendencia
estrictamente científica, en el sentido de alcanzar un conocimiento de todos los niveles de
la realidad, desde la inteligibilidad del ser. La universidad o bien se vulgarizará so pretexto
de acercarse a la comunidad o se hará específicamente técnica y profesional.

La Universidad no se ordena a la acción, sino a la teoría de la verdad; pero sin esta


teoría de la verdad no podrían otros dar sentido a la acción... pretender que la Universidad
ejerza una actividad social concreta e inmediata... es pretender inconscientemente anular,
precisamente, la verdadera y profunda acción social de la Universidad. Y un universitario
debe saber que las verdaderas influencias profundas son siempre teóricas y penetran el
todo... y, muchas veces, no se ven con los ojos de la carne" 19

Respecto de su excesiva tecnificación afirma Carlos Disandro:


Ahora bien, nosotros mantenemos la supremacía del Logos sobre la acción, el principio
de inteligibilidad, de que ya habló Heráclito con tanta pasión y ardor teológico, que es al
mismo tiempo fundamento de la realidad, de la inteligencia y del lenguaje humano. Frente
al voluntarismo activista, es decir, frente a un "ethos" oscurecido por los detritus históricos,
nosotros colocamos el ''logos''; frente a la “praxis" revaloramos la "theoría", y frente a la
"operatio" colocamos en primer lugar el "esse". 20
Dada esta ruptura con la tradición, la universidad argentina ha sufrido desde sus
orígenes y sufre aún hoy, aunque agravadas, una serie de graves carencias: carencia de
humanismo; ausencia de la lectio filológica; desvinculación con las fuentes culturales y
religiosas y, como consecuencia, carencia de sentido histórico; separación del orden
académico del orden profesional, prevaleciendo el segundo sobre el primero.
Consecuencia de este alejamiento de su fin, del olvido de su naturaleza, se hace
comprensible el problema universitario argentino que incluye aspectos tales como la
profesionalización, la especialización desmedida, el nominalismo, la enseñanza
18
CARLOS A. DISANDRO, Universidad y cultura, óp. cit., p.283.

19
CATURELLI, ALBERTO, La Universidad, Ed. Universidad Nacional de Córdoba, 1963, págs. 146 y 147. El
subrayado y las cursivas son nuestras.

20
CARLOS DISANDRO, La Universidad y la Nación. Tres disertaciones, óp. cit., p. 16.
11
manualística, el desarraigo de las fuentes, la desvinculación de la sociedad política, la
deserción, el gasto excesivo por alumno, etc.

Pues el desprecio por la antigüedad helénica, el rechazo de la meditación en lo


helénico, y la carencia absoluta de contacto con la antigüedad cristiana, en esos medios
intelectuales, habrá de orientar a las generaciones más jóvenes por todas las ciencias de la
cuantificación... y el daño será irreparable, en la misma medida en que el país sea
abandonado definitivamente por las Musas para que sea (también definitivamente) una
sociedad de vientres y monedas y no una sociedad de hombres libres o un pueblo de
artistas.21

La única salida es discernir de qué modo hemos de re-fundar la universidad,


quaestio que no podrá ser resuelto sino a condición de redescubrir su auténtica naturaleza.
Difícil quaestio, en tanto que la universidad de la que tenemos experiencia no es sino la de
la universidad moderna, manifestación del alejamiento progresivo del Logos. O creamos
en un reencuentro con el ser o perecemos.

Acerca de la experiencia de los sagrado


Aquí también se le va la cola a Disandro: hay que distinguir los actos que se pueden hacer ( como
posibilidad real entitativa), de los que se deben hacer ( como necesidad propia del ser en cuanto tal). Yo
puedo subir un cerro – a menos que sea rengo claro- o bailar el tango, pero no tengo necesidad de hacerlo.
Yo puedo conocer ( a menos que sea un idiota en sentido lato) y además, debo conocer para ser hombre.
Con respecto a mi experiencia (porque la experiencia es siempre existencial, yo no sé sobre la experiencia
de los demás, salvo que me la cuenten, entonces, en ese caso, lo que sé es un relato, una historia, no una
experiencia como tal), volviendo a “mi” experiencia de lo “sagrado”, es una expresión confusa y peligrosa
que más vale ni usar. Lo que me une a lo “sagrado” ( Dios, será?) es la Fe: Fe sobrenatural e infusa, dada por
Dios mismo en el Bautismo o de manera infinitamente generosa pero informe fuera de él. Qué experiencia
tengo yo de mi Fe: mi vida, mi existencia ( poca cosa es la vida nuestra en relación con lo sagrado). La
experiencia de un Santo Tomás es un problema para Santo Tomás, pero la vida en la Fe de Santo Tomás es
un recuerdo precioso y un tesoro para la Iglesia. Más de eso…

21
CARLOS DISANDRO, La Universidad y la Nación. Tres disertaciones, óp. cit., p. 54-55. El subrayado es nuestro.
12

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