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ESTABILIDAD EMOCIONAL

¿Qué es la estabilidad emocional?


La estabilidad emocional implica saber cómo vivir de manera equilibrada. Se trata de qué hacemos con lo
que nos sucede, cómo lo priorizamos, la importancia que le damos, de qué manera lo asimilamos o
capitalizamos; todo esto, sin perder nuestro centro ni dejarnos arrastrar por acontecimientos externos.

¿Qué aporta?
– Quienes logran cierto grado de estabilidad emocional toleran bien el estrés y las dificultades que se nos
presentan habitualmente, sin perder su eje por circunstancias cotidianas.
– Nos sitúa en nuestro lugar y, desde allí, todo se ve mucho más claro y con nuestros propios colores.
– Refuerza nuestra autoestima, ya que somos conscientes de que, pase lo que pase, contamos con nosotros
mismos y con todo nuestro potencial para salir adelante con la tranquilidad y con el aplomo necesarios.

¿Algún ejemplo?
Perder un trabajo (una pareja o una posibilidad con la que soñábamos) puede ser considerado algo negativo
y angustiarnos – somos humanos, ¡nos sucede a todos! – pero poder ver más allá, entender que tal vez ese
empleo nos impedía crecer profesional o económicamente y mostrar lo mejor de nosotros para conseguir
algo muchísimo más gratificante y redituable (en el campo que prefiramos) es el camino hacia la estabilidad
emocional.

¿Es posible alcanzarla de manera permanente?


Es posible ser una persona emocionalmente estable. No somos robots y lo más probable es que alguna vez,
en ciertas ocasiones, una acción o un hecho nos saquen momentáneamente de nuestras casillas. Pero la
medida de la reacción y el tiempo de vuelta a nuestro eje también implican un alto grado de estabilidad
emocional.

¿Cómo lograr estabilidad emocional?


Algunas ideas:
– Respira hondo
– Prioriza
– Respeta
– Aduéñate de tu lugar
– Concéntrate en lo que es realmente importante

¿Qué hacemos con las presiones internas y externas?


Habrá quien te diga que no tienes sangre en las venas por no hacer un escándalo ante (lo que ellos
consideran) tamaña circunstancia. O quién, directamente, te arengue a reaccionar de la manera en que ellos
consideran que deberías hacerlo. “Te engañó, ¿vas a escucharlo y perdonarlo? ¿Por qué nos vas a su oficina
o a la casa de su madre y le haces un escándalo?”
Asimismo, tu propia vocecita interior, esa que te ha acompañado hasta ahora, tal vez te incite a actuar de
modo poco racional o demasiado enfervorizado.

Cuando alcanzas estabilidad emocional, dejas de lado estas presiones, las escuchas, sean quienes sean
quienes las pronuncian, pero tomas tus propias decisiones desde un lugar absolutamente relajado. Sin
desvalorizar a aquellos que piensan distinto o tienen otra manera de proceder, pero por sobre todo, sin
desvalorizarte a ti.
¿Te consideras una persona estable emocionalmente?

La importancia de la estabilidad emocional

Lic. Myriam E. Carnaval de Vega

La personalidad no es la simple suma de pensamientos y sentimientos susceptibles de desarrollarse por

separado. Es una totalidad integrada. El pensamiento no funciona nunca aisladamente. En toda situación,

aún la más decididamente intelectual, nos acompaña el sentimiento. Lo que pensamos nunca es un hecho

puro; lo acompaña nuestra afectividad con respecto a la tarea que realizamos y a las cosas y a las personas

en ella implicadas; lo acompaña nuestro sentimiento de nosotros mismos y los demás, nuestra alegría,

nuestra ira, nuestra frustración, nuestro miedo, nuestra simpatía, etc.

La emoción interviene en la vida entera del hombre y a cada instante. Es el acompañamiento obligado de

toda experiencia y desarrollo. La civilización se ha hecho posible como consecuencia de que el hombre llegó

a dominar sus sentimientos y a controlarlos. La cultura reconoce como su fuente inspiradora, tanto como la

maravillosa capacidad para pensar críticamente, el enorme caudal de riqueza que encierran sus

sentimientos: la emoción eleva y ennoblece la vida humana.

La escuela debe tomar más conciencia de que el desarrollo satisfactorio del ser humano depende fatalmente

de la atención que se preste a sus necesidades afectivas. Lo que un hombre alcance a realizar en su vida, la

amplitud con que logre expandir sus potencialidades depende, mucho más allá de su capacidad mental, del

equilibrio emocional que consiga alcanzar. El rasgo más importante que define a un hombre pleno es su

estabilidad emocional. Sin ella, poco importan sus demás aptitudes. La inteligencia no funciona como

pensamiento puro en un vacío de la afectividad; su correlato natural es el sentimiento que provoca la

situación en que se mueve y opera. La evidencia científica ha probado claramente que existe una estrecha

interdependencia entre el rendimiento intelectual y la afectividad.

El temor, por ejemplo, inhibe procesos colectivos; la ansiedad desmedida genera torpeza mental; el examen

o evaluación en condiciones de tensión exagerada es causal de muchos fracasos que no guardan relación

con las aptitudes y la capacidad que efectivamente posee la persona. Un estallido emocional produce

desarreglos psíquicos y somáticos de todo orden.

Los sentimientos encontrados, los conflictos internos, las emociones reprimidas, pueden conducir a

perturbaciones profundas de la personalidad y constituyen, fatalmente, la causal que determina la

distorsión y el sofocamiento del proceso de desarrollo humano. La emoción es, a la vez, motor y freno del

despliegue de las potencialidades del hombre. El rol que los sentimientos lleguen a jugar en la relación del
“yo” dependerá del grado de control consciente que el hombre llegue a ejercer sobre su mundo emocional.

El bienestar y el equilibrio afectivo de una persona marcarán los límites de su autorrealización.

“La enseñanza —dice Wall, en su libro Educación y Salud Mental— es relativamente eficaz en Europa; pero

si se la considera como instrumento para preparar a los niños en el aspecto afectivo, para llevar una vida de

adultos dichosa y plena, todavía está plagada de imperfecciones”.

Debemos hacernos cargo que es, frente al problema del desarrollo emocional de los niños, donde los seres

humanos -en general-, cometemos los más graves errores y producimos las lesiones más profundas en la

personalidad naciente.

En medio de las tensiones y de las angustias que genera la vida moderna, reconocida como la “era de la

ansiedad”, la escuela no puede seguir demorando por más tiempo la tarea de asumir francamente las

responsabilidades de mejorar su contribución al desarrollo de la estabilidad emocional de la gente.

La escuela, los maestros, los padres, la comunidad toda, están ejerciendo permanentemente influencia en la

vida emocional del niño. Estos agentes deben comenzar por tomar clara conciencia de la gravitación

profunda que tienen sus actitudes en este campo.

La responsabilidad de guiar el proceso que permita a los niños auto comprenderse y auto determinarse,

convierte en imperativo categórico para padres y maestros la tarea de esforzarse por la propia comprensión.

La comprensión de sí mismo es condición previa e indispensable para la comprensión de los demás. La auto

comprensión y la comprensión del prójimo, son procesos que interactúan y se refuerzan mutuamente: La

madurez y salud mental de padres maestros dará la medida y la naturaleza del clima y de la ayuda que

encontrarán los seres en formación para la propia comprensión y el adecuado control de sí mismos.

Los seres humanos debemos aprender a controlar nuestras emociones, pero no al precio de ahogarlas

violentamente de nuestra intimidad, pues la enorme carga energética que poseen producirá estragos en las

profundidades más delicadas y frágiles del ser. La represión de los sentimientos conspira gravemente contra

la salud mental.

La vida no vivida, la vida que no se expande y no se realiza en plenitud expansiva, se torna en agresividad

hasta consigo misma.

”Parecería -dice Erich Fromm- que la cantidad de destructividad hallada en los individuos, es proporcional a

la magnitud en que se restringe la expansivita de la vida”.

¿Te consideras una persona estable emocionalmente?


RESPONSABILIDAD

Según un dicho oriental, “mil caminos nacen bajo tus pies”.

Quizá no nazcan mil caminos, pues no tenemos ante nosotros mil posibilidades a la hora de elegir. Pero sí es
cierto que existen muchas opciones: podemos ir hacia lo cómodo o hacia lo exigente, escoger una carrera u
otra, aceptar un trabajo o rechazarlo, salir a tomar unas copas o quedarnos en casa para estudiar o para
limpiar la ropa sucia.

Cada decisión configura la propia vida y la vida de quienes caminan a nuestro lado. En cierto sentido, nada
es indiferente. Quedarse en la cama en vez de ayudar en las tareas de la casa puede parecer un acto
insignificante, cuando en realidad me forma o me “deforma”, alegra o entristece a los demás miembros de
la familia.
Lo que escogemos plasma, por lo mismo, nuestro modo de pensar, de sentir, de amar, de actuar. En cierto
sentido, somos padres de nosotros mismos, pues lo que hacemos o dejamos de hacer entra a formar parte
de lo más íntimo de nuestros corazones.

Así lo explicaba san Gregorio de Nisa, un obispo del siglo IV: “Todos los seres sujetos al devenir no
permanecen idénticos a sí mismos, sino que pasan continuamente de un estado a otro mediante un cambio
que se traduce siempre en bien o en mal... Así pues, ser sujeto sometido a cambio es nacer continuamente...
Pero aquí el nacimiento no se produce por una intervención ajena, como es el caso de los seres corpóreos...
sino que es el resultado de una decisión libre y, así, nosotros somos en cierto modo nuestros mismos
progenitores, creándonos como queremos y, con nuestra elección, dándonos la forma que queremos”.

Porque somos libres a la hora de tomar decisiones, somos también responsables de lo que hayamos elegido.
Si amamos la libertad hasta el punto de haber levantado una estatua dedicada a ella (en la costa Este de los
Estados Unidos), también tenemos que edificar una estatua a la responsabilidad, como sugería Viktor Frankl
(1905-1997), no sólo en la costa Oeste de los Estados Unidos, sino, de modo mucho personal, en lo más
íntimo de nuestra conciencia.

La responsabilidad es el complemento irrenunciable de la existencia de quienes somos libres. Por eso es tan
importante detenernos un momento, antes de cada nueva elección, para valorar los pros y los contras, para
analizar a fondo cada posibilidad. Seremos así capaces de desvelar, con franqueza, si lo que deseamos hacer
corresponde a un proyecto de egoísmo enfermizo, o si nos conduce hacia ese bien que hace bella la propia
vida y la de quienes viven a nuestro lado.

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