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El CVB representa el 3% de los tumores malignos, y ocupa el quinto lugar en orden de frecuencia dentro de las
neoplasias malignas del aparato digestivo, después de estómago, colon, recto y esófago
El cáncer de vesícula es el más frecuente de los tumores que se presentan en el árbol biliar
La incidencia de CVB oscila entre 2-13/100.000 habitantes
La edad de presentación más común se encuentra entre los 65-75 años, estimándose que aproximadamente el 90% de
los pacientes tienen más de 50 años.
Es más frecuente en el sexo femenino
Aproximadamente el 99% de los tumores malignos de la vesícula biliar se originan en el epitelio y de ellos, el 95% son
adenocarcinomas.
Factores de Riesgo
Suele aparece en edades avanzadas y es de tres a cuatro veces más
frecuente en mujeres que en hombres.
Este tumor se ha asociado a diversos factores como la existencia de litiasis
vesicular (80-90% de los pacientes con cáncer presentan colelitiasis)
La litiasis tiene una fuerte asociación con el cáncer de vías biliares y se trata
del principal factor de riesgo vinculado con el CVB
Estudios autópsicos han puesto de manifiesto que el riesgo de desarrollar
CVB en pacientes con colelitiasis es del 1%
a) Los pacientes con litiasis tienen un riesgo relativo de 2,4 de cáncer de
vías biliares si el lito tenía un tamaño de 2 a
b) 2,9cm y un riesgo relativo de 10,1 si este medía 3 o mas centímetros.
c) La litiasis desencadenaría una respuesta inflamatoria continua con
liberación de factores de crecimiento (promotores tumorales).
d) Estos ejercerían su efecto sobre un epitelio previamente dañado por
agentes que producen alteraciones en genes como p-53, el K-ras, el Bcl-2, el
MAPK y otros.
e) La hipótesis de la litiasis asociada a inflamación como causante de cáncer de vías biliares, es favorecida por la
observación de que en vesículas resecadas se presenta displasia, hiperplasia atípica y carcinoma in situ,
lesiones consideradas precursoras del cáncer invasor.
f) Se ha evidenciado una relación más estrecha con los cálculos de colesterol (hasta el 70% de los hallados en
pacientes con CVB son de este tipo), y con el tiempo de evolución de la colelitiasis.
Los portadores crónicos de Salmonella typhi y paratyphi tienen mayor riesgo de desarrollar neoplasia
Otros microorganismos como Clostridium aislado en la bilis de pacientes portadores de litiasis, parecen ser responsables
de la producción de sustancias carcinogénicas
Tanto la vesícula de porcelana que resulta de la calcificación sobre una inflamación crónica, como la unión
pancreatobiliar anómala que produce inflamación crónica, están asociadas a mayor riesgo de cáncer de vesícula.
De forma esporádica se ha comunicado asociación del CVB con la colitis ulcerosa, algunas formas de parasitosis y el
humo del tabaco.
La presentación clínica de los tumores de la vesícula biliar puede desarrollarse en cuatro posibles escenarios:
1) sospecha clínica por síntomas
2) hallazgo incidental con una técnica de imagen abdominal realizada por otro motivo
3) hallazgo incidental durante una cirugía de colecistectomía por presunta patología benigna
4) hallazgo incidental en la pieza quirúrgica después de la colecistectomía simple.
La presentación clínica más habitual es indistinguible de la que aparece en la patología benigna de la vesícula incluyendo
el cólico biliar y la colecistitis aguda.
De hecho, sólo un 50% de los tumores de vesícula son diagnósticados antes de la cirugía.
El crecimiento del tumor puede producir ictericia por obstrucción del conducto hepático común.
Los marcadores tumorales CEA y CA 19-9 suelen estar elevados pero no son útiles para el diagnóstico ya que carecen
de sensibilidad y especificidad.
Anatomía patológica
a) La gran mayoría de las neoplasia de la vesícula
biliar son adenocarcinomas (95-98%), siendo las formas
bien o moderadamente diferenciadas el 75-80% de las
mismas.
b) El único tipo histológico con una significado
pronóstico cIaramente favorable en cuanto a supervivencia
se refiere, es el adenocarcinoma papilar, siendo los
carcinomas “oat cell” y los adenoescamosos las formas de
peor pronóstico.
c) Otros tipos histológicos, de presentación casi
excepcional, serían: carcinoma escamoso puro; tumor de
células granulosas; rabdomiosarcoma embrionario;
carcinoide; carcinosarcomas, y tumores de estirpe
hematopoyético o linfático
Clasificación: Los tumores de la vesícula biliar pueden
clasificarse, según su aspecto macroscópico en infiltrantes
(más frecuentes), papilares o nodulares, en función de la
forma de crecimiento en el interior de la vesícula biliar.
Evolución:
El tiempo medio de progresión de las lesiones precursoras a cáncer invasivo se ha estimado en 15 años (5 años entre la
displasia y el carcinoma in situ y 10 años más entre el cáncer in situ y el invasivo).
La diseminación tumoral del CVB va a ser temprana tanto por extensión directa al
hígado como a otros órganos adyacentes.
Estos tumores tienden más a la invasión regional que intraperitoneal o a distancia
fuera del abdomen, siendo el hígado el órgano más frecuentemente afectado (entre el
40 y el 60%), tanto en invasión por contigüedad como metastásica.
La vía más importante por la que el CVB produce metástasis hepáticas es la
expansión angiolinfática a través de los pedículos portales glissonianos desde las
propias áreas de infiltración hepática directa
Localización:
La mayor parte de los CVB se localizan en el fondo vesicular (60%), seguido por orden de frecuencia del cuerpo
(30%) y cuello (10%); en algunos casos se afecta la vesícula biliar en su totalidad.
Diagnóstico
CLÍNICO:
o Los síntomas de presentación del CVB son poco específicos y difíciles de diferenciar desde el punto de vista
clínico de otras patologías más prevalentes, como el cólico biliar o la colecistitis crónica, motivo por el que es
difícil de sospechar de forma preoperatoria.
o El curso de la enfermedad es generalmente muy rápido y salvo casos aislados, la mayoría tienen una evolución
inferior a un año.
o El síntoma que se presenta con más frecuencia es el dolor (55-95%), que va a ser visceral, sordo, profundo,
persistente, sin exacerbaciones y adscrito al hipocondrio derecho; estas características permiten diferenciarlo del
dolor agudo, espasmódico y remitente del cólico biliar.
o Los otros síntomas que suelen presentar son ictericia (13-50%) y un síndrome tóxico paraneoplásico bastante
acusado (7-77%), ambos indicativos de enfermedad tumoral avanzada.
o Asimismo, la presencia de una masa palpable en hipocondrio derecho relacionada con CVB va a reflejar
irresecabilidad tumoral en un alto porcentaje de los casos.
o La ictericia se considera indicador de extensión de vecindad y casi siempre de infiltración de la vía biliar,
circunstancia que implica un pésimo pronóstico.
SEROLOGÍA:
I. Los niveles séricos de antígeno carcinoembrionario (CEA) y CA19-9 han sido estudiados como marcadores de
cribado potenciales en el CVB, aunque no son específicos.
La medición de valores de CEA mayor de 4 ng/mI tiene un 93% de especificidad para el diagnóstico CVB si se
comparan con valores de casos controles en pacientes sometidos a cotecistectomía por patología benigna de la
vía biliar; no obstante, la sensibilidad es sólo del 50%.
II. El antígeno sérico más utilizado en la práctica clínica y de más valor para el CVB es el CA 19-9, sintetizado por
las células del epitelio ductal biliar y pancreático en condiciones normales, alcanzando los valores más altos en
neoplasias pancreáticas; la cuantificación de valores de CA19-9 mayor de 20 U/ml tiene una sensibilidad del
79,4% y una especificidad del 79,2%, siendo por ello de gran utilidad en casos de hallazgos radiológicos
ambiguos o indeterminados,
ECOGRAFÍA:
La ecografía abdominal es el método de imagen diagnóstica inicial
Es muy sensible para detectar dilatación de la vía biliar intra y/o extrahepática y la presencia de lesiones
metastásicas hepáticas o infiltración directa del parénquima de los segmentos lVb y V.
La ecografíaDoppler color es una exploración no invasiva que permite estudiar los flujos arteriales y portales de
los elementos del hilio hepático; a medida que se adquiere experiencia va desplazando a la arteriografía en la
identificación de pacientes no resecables por invasión tumoral de estas estructuras.
En combinación con la ecografía convencional puede llegar a detectar la invasión portal en hasta el 83-86% de
los casos.
Se ha visto que al revisar de forma retrospectiva la ecografía, que es el
método de elección para el estudio de las litiasis vesiculares, a menudo se
puede identificar algún signo altamente sugestivo de neoplasia como son:
engrosamiento de la pared o calcificación, masa que protuye a la luz, pérdida
de interfase entre la vesícula y el hígado o infiltración hepática.
TC:
Es el método más sensible y rentable para estudiar los casos en los
que se sospecha CVB.
Es especialmente necesaria para la estadificación de las lesiones
avanzadas
Permite además, valorar la profundidad de la infiltración del
parénquima hepático en los cánceres avanzados de localización fúndica, así
como la presencia de lesiones metastásicas intrahepáticas y su localización;
en caso de CVB infundibular que infiltra la vía biliar principal, detecta con
muy alta sensibilidad la dilatación del sistema biliar intrahepático y el nivel topográfico de bloqueo del mismo.
La TAC también es de gran utilidad en el diagnóstico preoperatorio de las metástasis ganglionares de CVB,
circunstancia que puede contraindicar la cirugía o alterar la táctica quirúrgica
Un ganglio invadido se define en la TAC como una masa de partes blandas con diámetro antero-posterior de al
menos 1 cm que muestra anillo de captación o bien realce heterogéneo.
Sólo un 38-40% de los ganglios histológicamente afectados serán identificados por la TAC.
OTROS ESTUDIOS:
A. La ultrasonografía endoscópica (USE) presenta una alta sensibilidad para la detección de estos tumores y
además permite realizar el estudio de extensión locoregional y puede ser capaz de predecir la histología y
obtener material citológico.
B. La resonancia magnética (RM) y la colangiografía por resonancia magnética (CRM) permiten diferenciar los
tumores benignos y malignos siendo la RM especialmente útil para establecer el grado de invasión a nivel del
ligamento hepatoduodenal, del marco portal y para el estudio ganglionar.
C. La colangiografía endoscópica retrógrada (CPRE) y percutánea (CTPH) quedan reservadas para los casos en
los que es necesario colocar una prótesis biliar.
La clasificación de los tumores malignos de la vesícula biliar se puede hacer siguiendo la clasificación de Nevin descrita
en 1976 o la clasificación TNM, que es la más empleada.
Esta última ha sido modificada recientemente de forma que la nueva clasificación del 2010 incluye los siguientes
cambios:
1) se han incluido los tumores del conducto cístico
2) se diferencian las adenopatías regionales hiliares (N1) y a distancia (N2)
3) se han reagrupado los estadíos de forma que la resecabilidad y el pronóstico quedan mejor correlacionados
4) los tumores T4 (localmente irresecables) pasan del estadio III al IVA.
TRATAMIENTO
El tratamiento del carcinoma de la vesícula biliar depende de la forma de presentación y del estudio de extensión.
Tres situaciones distintas deben ser tenidas en cuenta:
Hallazgo incidental en pieza de resección de una colecistectomía, tumor resecable, o tumor irresecable avanzado.
La cirugía es el único tratamiento potencialmente curativo por lo que debe ser la primera opción a considerar.
Cuando se sospecha su existencia en un paciente que va a ser sometido a una colecistectomía por patología litiásica,
debe evitarse el abordaje laparoscópico ya que se han descrito implantes en los orificios de los trócares y diseminación
peritoneal.
QUIRÚRGICO:
La resección radical persigue la ausencia de tumor residual tras la resección quirúrgica; se han establecido tres
categorías en función del resultado: RO (ausencia de tumor residual micro y macroscópico); Rl (presencia de
tumor residual microscópico), y R2 (presencia de tumor residual macroscópico).
Los criterios de irresecabilidad del CVB son los siguientes: mala condición general del paciente (paciente no
operable); presencia de metástasis hepáticas, peritoneales o a distancia; afección extensa del tronco principal de
la vena porta o de la arteria hepática, y afección bilateral de ambas ramas portales o arteriales.
Asimismo, los pacientes con sospecha preoperatoria de CVB deben someterse a cirugía abierta con intención
curativa y radical en un solo tiempo; igualmente, aquellos en los que el CVB se descubre de forma intraoperatoria
durante el procedimiento laparoscópico deben ser convertidos a cirugía abierta para llevar a cabo la intervención
definitiva con intención curativa.
QUIMIOTERAPIA Y RADIOTERAPIA:
El carcinoma de vesícula biliar es resistente a la mayoría de los agentes quimioterápicos.
El más empleado es el 5-fluoracilo con tasas de respuesta del 5-30%.
También se ha usado la terapia regional intraarterial con mitomicina C, con tasas globales de respuesta del 48% y un
incremento de la mediana de supervivencia de 5 a 14 meses
Los beneficios de la radioterapia son modestos ya que no se pueden emplear dosis altas debido a la cercanía de
estructuras radiosensibles (hígado, riñón y médula).
Radioterapia
Los distintos modelos de aplicación de radioterapia (externa, intraoperatoria e interna, esta última usando dispositivos
insertados por vía percutánea o endoscópica que liberan la radiación localmente mediante agujas de iridio- 192 o de
cobalto-6O) se han usado como tratamiento paliativo para el CVB localmente avanzado y no resecable; los resultados
sugieren que podría aumentar la sobrevida, aunque el beneficio es escaso (de 6 a 8 meses en la mediana de
supervivencia).
Pronóstico: Globalmente, la supervivencia de los pacientes con neoplasias de vesícula biliar es menor del 5% a los 5
años, con una supervivencia media inferior a 6 meses, ya que la mayoría de ellos se diagnostican en estadios
avanzados.
Epidemiología y clínica
Se trata de un tumor infrecuente que se origina en el epitelio biliar
En Estados Unidos su incidencia es de 1 caso por 100.000
habitantes
Según su localización se clasifican en tres tipos: intrahepáticos,
perihiliares o distales.
1) Los colangiocarcinomas intrahepáticos son los más
infrecuentes y se comportan como tumores primarios hepáticos
2) Los tumores perihiliares o de Klatskin son los más
frecuentes y constituyen el 60-80% de los colangiocarcinomas.
Los factores de riesgo asociados al desarrollo de este tipo de tumor son: colangitis esclerosante primaria, colitis
ulcerosa, quistes coledocales, infección biliar por Clonorchis Sinensis y presencia de coledocolitiasis.
La presentación clínica depende básicamente de la localización del tumor aunque más de un 90% de los casos
presentan ictericia obstructiva.
La clasificación de los colangiocarcinomas es controvertida y compleja.
Los tumores perihiliares, se han subdividido clásicamente en 4 tipos en función de su extensión y tipo de
resección quirúrgica siguiendo la clasificación de Bismuth-Corlette (figura 7).
CLASIFICACIÓN TNM:
Tratamiento
La resecabilidad viene determinada por la ausencia de metástasis incluyendo ganglios retropancreáticos y paracelíacos,
ausencia de invasión de los grandes vasos y posibilidad de realizar una resección quirúrgica con márgenes libres.
Algunos grupos aconsejan realizar una laparotomía exploradora previa a la indicación de la cirugía con el fin de descartar
diseminación intraabdominal.
La colocación de una prótesis biliar previo a la cirugía es controvertido. Mientras algunos grupos consideran que mejora
la ictericia, permite obtener biopsias y facilita el acceso a la vía biliar después de la cirugía, otros postulan que favorece la
aparición de complicaciones (colangitis).
En caso de irresecabilidad, es aconsejable drenar la vía biliar por vía endoscópica o percutánea.
La vía endoscópica es seguramente más fácil y segura, sin embargo en el caso de los tumores proximales a menudo es
más eficaz el abordaje percutáneo.
La complicación a corto plazo más frecuente es la colangitis que se puede evitar administrando antibióticos profilácticos.
A largo plazo la complicación más frecuente es la obstrucción de la prótesis ya sea por progresión tumoral o por detritus
biliares o alimenticios.
Un único estudio prospectivo demuestra que la radioterapia no mejora la supervivencia de estos pacientes.
Asimismo, la quimioterapia no es una opción empleada habitualmente ya que no existen datos que demuestren
inequívocamente su eficacia.
Pronóstico
El pronóstico de los tumores biliares es malo.
Los tumores hiliares suelen diagnosticarse en fases avanzadas cuando ya existe infiltración hepática, vascular o
metástasis, lo que contraindica la cirugía, la supervivencia media es de 12-24 meses.
Los tumores distales tienen un mejor pronóstico con una supervivencia de 15-25% a los 5 años.
TUMORES DE LA PAPILA DE VATER
La papila de Vater es un área anatómica compleja que representa la unión entre el duodeno y el sistema ductal
pancreático y biliar.
Aunque su área es menor a 1 cm, esta zona tiene la mayor incidencia de tumoraciones del intestino delgado.
Los tumores pueden ser benignos (adenomas, lipomas, tumores estromales o neuroendocrinos) o malignos.
Los más frecuentes que son los adenomas y adenocarcinomas.
Epidemiología y clínica
El adenocarcinoma es el tumor más frecuente en la papila de Vater.
Su incidencia es de 2,9 casos por millón de habitantes.
Se origina en las células de la capa mucosa y sigue una progresión adenoma-carcinoma idéntica a la del cáncer
colorrectal.
Tan sólo un 5% de los ampulomas son adenomas puros.
Las enfermedades de riesgo para la aparición de estos tumores son la poliposis adenomatosa familiar (60% de
ellos presentan un ampuloma) y el síndrome de Peutz-Jeghers.
La clínica de presentación habitual es la ictericia (80%), la pérdida de peso (75%) y el dolor abdominal (50%).
Un tercio de los pacientes presentan pérdidas ocultas de sangre en heces.
De forma ocasional, el tumor se presenta en forma de pancreatitis aguda debida a obstrucción del conducto de
Wirsung o a disfunción del esfínter de Oddi.
Diagnóstico y estadificación
Inicialmente, las pruebas de laboratorio suelen mostrar un incremento de la concentración sérica de fosfatasa alcalina
seguida de hiperbilirrubinemia, a medida que el tumor obstruye la vía biliar.
No existen marcadores tumorales específicos para los tumores ampulares.
Imagenología:
La primera prueba diagnóstica ante un paciente con ictericia obstructiva suele ser la ecografía abdominal, que,
en este caso, pondrá de manifiesto una dilatación uniforme de todo el árbol biliar.
La CPRE permite obtener biopsias o efectuar un cepillado.
En los tumores que se originan en la zona intraampular es necesario realizar una esfinterotomía para poder
acceder al tumor.
La TC helicoidal con doble contraste es la técnica más informativa y más coste-efectiva para el diagnóstico de
estos tumores.
Esta técnica es capaz de detectar masas superiores a 1 cm, estudiar su relación con los órganos de vecindad y
descartar metástasis hepáticas.
La CRM aunque es una técnica precisa para el estudio de la vía biliar y permite también realizar el estudio de
extensión, es poco sensible para la detección de tumores pequeños intraduodenales.
La ultrasonografía endoscópica ha demostrado ser la técnica más precisa para la detección de estos tumores
(incluso para lesiones menores de 1 cm) y para el estudio de extensión locorregional, ya que establece el grado
de afectación de las capas de la pared e informa sobre la presencia de adenopatías o afectación de estructuras
vecinas.
Tratamiento
La resección local de los tumores ampulares está
reservada para los adenomas benignos, tumores
neuroendocrinos y adenocarcinomas superficiales
(T1N0M0) o cuando el riesgo quirúrgico es demasiado
elevado.
En el caso de los adenocarcinomas, la USE es la
técnica de elección para discernir aquellos que podrían
ser candidatos a tratamientos locales.
Sin embargo, teniendo en cuenta que hasta un 10% de
los tumores en estadio T1 presenta diseminación
ganglionar, la mayoría de grupos prefieren optar por el
tratamiento quirúrgico radical para minimizar el riesgo de recidiva local.
Los tratamientos locales pueden efectuarse por vía endoscópica mediante polipectomía cuando se trata de un
pólipo adenomatoso pediculado, o papilectomía cuando se trata de un pólipo sesil.
Estas técnicas sólo permiten realizar una resección local, presentan un riesgo de resección incompleta
Otra posibilidad es la ampulectomía quirúrgica que consiste en resecar el tumor incluyendo la pared duodenal y
la desembocadura de los conductos biliopancreáticos.
La duodenotomía se reconstruye y los conductos se reimplantan en el duodeno.
El riesgo de recidiva local no es despreciable por lo que se aconseja un seguimiento endoscópico anual con
toma de biopsias.
La duodenopancreatectomía cefálica (intervención de Whipple) es el tratamiento de elección.
Esta incluye colecistectomía, resección del conducto hepático común por debajo de la bifurcación, transección de
la porción del páncreas situada a la izquierda de los vasos meséntericos superiores, resección de 15 cm de
yeyuno a partir del ángulo de Treitz y linfadenectomía completa de las regiones perimesentéricas, portales y
adyacentes a la arteria hepática común, aorta y vena cava inferior.
Habitualmente se realiza una variante de esta intervención en la que se preservan 2-3 cm del duodeno
postpilórico, con lo que se evita la resección gástrica (preservación pilórica), disminuyendo con ello la
morbimortalidad asociada.
En centros de referencia, esta intervención se asocia a una mortalidad inferior al 5% y una morbilidad del 25-
50%, sobretodo a expensas de fístulas pancreáticas.
Quimioterapia: Los fármacos más empleados son 5-fluoruracilo, mitomicina y doxorrubicina.
Pronóstico y seguimiento
En los pacientes con enfermedad irresecable, el pronóstico es similar al del cáncer de páncreas, con una supervivencia
media de 5-9 meses.
Sin embargo, cuando puede efectuarse la resección, la supervivencia a los 5 años oscila entre el 25 y el 55%.
Los factores de mal pronóstico establecidos en la mayoría de estudios son la afectación adenopática, la presencia de
afectación del margen de resección y el grado de diferenciación tumoral.