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No es fácil definir la naturaleza del arte. Todos tenemos la experiencia personal del
sentimiento estético y suponemos, con muchos antropólogos, la potencialidad de
ese sentimiento en todas las sociedades humanas.
El arte prehistórico es de tan larga duración que hay que acotarlo y dividirlo para que
pueda ser abarcable. Debemos preguntarlos cuál es su principio y su final; por qué
aparece y qué criterios usar para su ordenamiento.
1 Homo erectus es un cajón de sastre donde se han incluido fósiles que tenían muy poco que ver
entre sí, salvo el hecho de ser cronológicamente anteriores a neandertales y cromañones. Una
parte de ellos, el erectus clásico, hallado en África y Asia, pertenece aún al mundo pitecino. En
cambio, los mal llamados erectus que aparecen en África hace aproximadamente medio millón de
años, que crean la técnica levallois y el achelense final, dominan el fuego y ocupan las cuevas son
plenamente humanos y deben llamarse Homo sapiens arcaico. Una parte de ellos emigra a
Europa, donde acabarán dando lugar a los neandertales; otra parte se queda en África y da lugar al
hombre anatómicamente moderno (cromañón), que posteriormente se extiende por todo el mundo.
durante milenios no tuvo nada parecido a una expresión artística y usó la
misma tecnología que los neandertales.
Desde los postulados de la Arqueología de la Mente, Mithen (1998) ha
propuesto que el arte surge como consecuencia de la fluidez cognitiva entre
las distintas inteligencias humanas (técnica, natural, social y lingüística). Para
Müller-Karpe, se debe a una “intensificación de la conciencia”, entendida no
como un fenómeno natural sino como un hecho cultural, histórico. Nuestros
antepasados paleolíticos poseían ciertamente la capacidad psíquica de
reflexión; ahora bien, por alguna razón empezaron a hacer uso de esa
potencialidad antes dormida. Según G. H. Luquet, el comienzo estuvo
marcado por la observación de trazos naturales que evocaban formas
concretas. Para S. Giedion, es el deseo de expresar las experiencias o
emociones internas del artista. Leroi-Gourhan lo achaca a la esencia del
mundo en su dualidad estructural (?). El nacimiento del arte pudo ser también
más utilitario y responder a la ansiedad y el miedo (la “angustia cósmica” de
W. Worringer) con la magia de la caza o de la fecundidad. Pero no hay
contradicción entre los fines utilitarios y los estéticos.
En cualquier caso, fueron los cromañones los verdaderos creadores
del arte, y la aparición de éste en cualquier parte del mundo coincide con la
colonización de los territorios por parte de aquéllos.
Hacia 40.000 BP, los hombres anatómicamente modernos entraron en
Europa, territorio neandertal por excelencia. Los neandertales fueron
desapareciendo progresivamente; huyendo de la presión de los recién
llegados se refugiaron en los territorios más occidentales y meridionales de la
Península Ibérica, donde se extinguieron definitivamente. No obstante,
durante cierto tiempo hubo interacción cultural entre ambas especies 1 y los
neandertales “copiaron” algo de los cromañones, produciendo industrias
aculturadas (chatelperroniense en Francia meridional y la cornisa cantábrica,
ulluziense en el norte de Italia, szeletiense en Europa oriental y ocheviense
en Croacia-Eslovenia)2.
Es en este momento donde aparece el arte paleolítico en sus dos
campos fundamentales: el arte rupestre y el arte mueble. Mientras el arte
rupestre más antiguo es anicónico, simples trazos sobre las paredes que
parecen marcas de presencia o propiedad (“marcas del espíritu sobre la
naturaleza”), el primer arte mobiliar es zoomorfo y en tres dimensiones:
esculturas de bulto redondo cuya complejidad técnica y temática sugiere una
tradición anterior desconocida. En ambos campos pronto se manifestarán
tanto el naturalismo como la abstracción.
Kozlowski (1992) ha secuenciado la evolución del primer arte europeo,
el Auriñaciense:
-Antes de 35.000 BP, adornos personales de incisivos perforados y conchas.
-De 35.000 a 32.000 BP, piezas de arte portátil de estilo figurativo-realista,
como las esculturillas de Vogelherd y Stadel.
-Entre 32.000 y 28.000 BP, inicio del arte rupestre.
1 No hay un acuerdo definitivo sobre si neandertales y cromañones son dos especies distintas o dos
subespecies de la especie Homo sapiens. Los partidarios de la primera opinión los denominan
respectivamente Homo neanderthalis y Homo sapiens; los partidarios de la segunda opinión, Homo
sapiens neanderthalis y Homo sapiens sapiens.
2 Hay autores que critican la supuesta “aculturación” neandertal y consideran el chatelperroniense
como un desarrollo propio del musteriense; cfr. el artículo de ERRICO, ZILHAO, JULIEN, BAFFIER
y PELEGRIN en “Current Anthropology” Volume 39, Supplement, June 1998.
En palabras de Conkey y Soffer (1997), desde 100.000 BP el sapiens
sapiens tiene la capacidad de crear imágenes, pero no la ejercita hasta que el
contexto cultural y social es el adecuado (incremento demográfico, nueva
tecnología en sílex y hueso, tendencia a la planificación y especialización
económica, lenguaje verbal y visual, estructura social más cohesionada...)
Del estudio de los mal llamados pueblos primitivos actuales, los arqueólogos han
inferido aspectos del comportamiento y los valores de los pueblos prehistóricos.
Desde la publicación en 1890 de The Golden Bough, del antropólogo británico sir
James Frazer, estas analogías fueron frecuentes en la interpretación del arte
prehistórico por parte de los prehistoriadores de la época (Breuil, Obermaier, etc.)
Predominaba el paradigma evolucionista según el cual todos los pueblos pasaban
por determinados estadios evolutivos: salvajismo – barbarie – civilización, con
idénticos comportamientos en cada uno de ellos.
Resulta difícil cuantificar estas manifestaciones, pues han dejado escasos restos
materiales que permitan su valoración. Sin embargo, el recurso a la Etnología nos
permite suponer su existencia.
1. Primeros datos
Antes del siglo XIX conocemos varios casos de percepción del arte rupestre
paleolítico, que no de su identificación como tal:
● Lope de Vega, en su obra Las Batuecas del Duque de Alba (1597) habla de
uno de los complejos más importantes hoy en día de abrigos y canchales de
arte prehistórico esquemático, situado en Salamanca. Lope habla de casa
trogloditas pintadas de bermellón, pero en realidad parece que se refería a
las casas modernas y no a las figuras rojas prehistóricas de los abrigos.
El comienzo de los estudios sobre las obras de arte prehistóricas se cifra alrededor
de la segunda mitad del siglo XIX. La primera pieza de arte paleolítico descubierta
fue un bastón perforado con una representación muy parca de una probable ave,
exhumado en la cueva suiza de Veyrier por F. Mayor entre 1833 y 1838. En torno a
1845, en la excavaciones de A. Brouillet en la cueva Chaffaud, aparece un hueso
con dos ciervas grabadas en hilera, que es atribuido a la cultura céltica.
Entre 1860 y 1870 la curiosidad coleccionista lleva al saqueo del arte mobiliar de las
cuevas del Perigord y Pirineos, pero también se empieza a enfocar el tema con más
precisión científica, pues junto a las piezas artísticas aparecen útiles de sílex y
restos de animales extintos, lo que lleva a catalogarlas en la prehistoria, sin más
precisiones.
Desde los años setenta del siglo XIX hay detectado arte mueble paleolítico de
España a Rusia. Comienzan las sistematizaciones científicas. E. Lartet y H. Christy
recogen en Reliquiae Aquitaniae (1865-1875) el corpus de las piezas muebles
documentadas en la época, y E. Piette confecciona la primera clasificación formal y
cronológica.
En 1878, se localizaron en las paredes de la cueva Chabot unos grabados que
representaban animales; sin embargo, no se tuvieron en cuenta por la cerrazón
dogmática de los prehistoriadores franceses. Un año después, en 1879, se produjo
el auténtico descubrimiento científico del arte rupestre del Pleistoceno: la cueva de
Altamira. Marcelino Sanz de Sautuola, erudito y mecenas de Santillana del Mar,
llevaba varios años excavando la cueva cuando una mañana le acompañó su hija de
cinco años, María, que vagando aburrida entró en una sala de techo muy bajo y
contempló estupefacta en la bóveda el espectacular panel de los polícromos, repleto
de grandes bisontes. “¡Papá, papá, toros!”
Pero el decisivo hallazgo por el joven investigador abate Breuil en 1896 de los
grabados de Pair-non-Pair, que aparecieron “sellados” por estratos de habitación del
Paleolitico Superior posteriores y verificaban por tanto incuestionablemente la
existencia de un arte rupestre paleolítico que representaba animales, condujo al
reconocimiento de Altamira. En 1902 Cartailhac escribió el artículo La cueva de
Altamira: mea culpa de un escéptico, en desagravio a Sautuola, y junto con Breuil
estudió la cueva dando lugar a un trabajo publicado en 1906 que terminó con
cualquier duda sobre su autenticidad.
● L'arte dell'antica etá della pietra, de P.Graziosi (1956). Intenta encajar el arte
mueble de Italia en el universo del arte paleolítico hispano-francés,
estableciendo dos provincias: la francocantábrica, más naturalista, y la
mediterránea, con tendencia a la geometrización.
● La Historia del Arte Hispánico, de F. Jordá (1978) aglutina y ordena todas las
manifestaciones artísticas prehistóricas de la Península Ibérica, tanto
muebles como rupestres.
Hay que señalar que los últimos descubrimientos se han producido en sistemas
cársticos que habían permanecido cerrados desde finales del Pleistoceno, lo que ha
permitido a veces una conservación excepcionalmente buena, tanto del arte
rupestre como de su contexto y de las condiciones naturales del medio subterráneo,
entre estas cabe destacar Tito Bustillo (Asturias) donde las pinturas no fueron vistas
hasta 1968.
En el primer lustro de los noventa tiene lugar el hallazgo de tres grandes “sitios
mayores” de arte rupestre paleolítico, las “Tres Cs” como las denomina Clottes:
● la Cueva Chauvet (1994) en Francia, que han sido calificada como el "Nuevo
Lascaux" por mostrar un nutrido catálogo de figuras muy originales y de alta
calidad estética. Sus paredes albergan gran realismo y profusión de manadas
de rinocerontes, caballos y grupos de carnívoros junto a bisontes en visión
frontal. Estos grabados han sido datados hace 32.000 años lo que ha
provocado una discusión sobre los paradigmas cronoestilísticos manejados
hasta ahora.
¿Para que sirven estas dos últimas ? Para hacer analogías, comparar
sociedades actuales primitivas contemporáneas con hipotéticas sociedades
primitivas.
● El Materialismo Histórico:
● Corrientes actuales:
● Publicaciones periódicas.
● La novela y el cine
Introducción
La división del arte paleolítico entre rupestre y mobiliar es menos operativa de lo que
parece. En efecto:
1. Concepto y división.
El arte mobiliar participa de todas los aspectos del arte prehistórico en general,
incluidos los dos campos en que se realiza: el figurativo y el abstracto. Su variedad y
riqueza obliga a estructurar de algún modo el estudio de las numerosísimas piezas.
Sin embargo, la clasificación más operativa del arte mueble, y la que seguiremos
aquí, es la que utilizó A. Leroi-Gourhan en su obra Prehistoire de l'Art Occidental
(1965). El prehistoriador francés divide el arte mueble paleolítico en tres grupos,
según los soportes en que fueron realizadas las obras y el uso previsto para éstas.
Ambos criterios están en relación, pues naturalmente la inversión de tiempo y
energía que realiza el artista paleolítico es proporcional a la duración probable de la
pieza y a su carácter práctico, decorativo o religioso. Los tres grupos son:
Esta clasificación implica una asignación de significados: funcional a los objetos del
primer grupo, decorativa (y probablemente de referente étnico) a los del segundo, y
sagrada a los del tercero.
● Soportes orgánicos. Los principales tipos son hueso, asta, marfil, dientes
animales, conchas de moluscos y ámbar. El mayor o menor uso de cada uno
depende de las disponibilidades de cada zona: en la Europa occidental y
mediterránea abundan los materiales procedentes de ungulados (caballo,
ciervo, bisonte, reno); en la Europa central y del este es muy corriente el uso
de marfil de paquidermos o ámbar del Báltico. En la Península Ibérica hay
grandes diferencias según las zonas: en el Cantábrico, Barandiarán ha
calculado el uso de asta de cérvido en un 70% de los casos, el hueso en un
21% y la piedra en un 9%. En cambio, en el Mediterráneo son más
abundantes las plaquetas grabadas (aunque el enorme número de ellas de la
cueva de Parpalló introduce un sesgo en la estadística).
En función del objeto que se desee fabricar o decorar se seleccionan
los distintos tipos de hueso. Las piezas recortadas se hacen sobre huesos
delgados como escápulas; los silbatos, sobre falanges; las flautas y estuches
sobre huesos finos y largos de ave; los colgantes sobre hioides; las espátulas
sobre costillas, etc.
Las armas de caza y pesca (azagayas, puntas, arpones, varillas) se
hacen en gran parte con asta de cérvido, materia más fácil de trabajar por
abrasión. También obras más elaboradas, como bastones perforados y
propulsores. En marfil se han fabricado puntas y hasta lanzas, sobre todo en
Europa del Este, pero sobre todo se emplea para objetos de adorno y
estatuillas de probable uso religioso. Igual utilidad se ha dado al ámbar de las
costas polacas. Los dientes fueron a menudo usados como colgantes
mediante entalles o perforaciones. Los más frecuentes son los caninos
atrofiados de ciervo, cuya curiosa forma quizá sugirió algún efecto protector
como amuleto. También las conchas perforadas tienen un uso decorativo.
Los objetos hechos con materiales orgánicos permiten obtener datos
paleontológicos y cronológicos, al ser susceptibles de datación absoluta
mediante el método del carbono-14.
● Soportes inorgánicos. Son los diferentes tipos de piedra, desde los simples
cantos rodados a las plaquetas de caliza, esquistos o pizarra. Las superficies
planas son muy aptas para el grabado y la pintura. Recordemos como casos
emblemáticos las numerosas plaquetas grabadas con figuras femeninas de
Gönnersdorf o las grabadas y pintadas de la valenciana cueva del Parpalló.
Otros minerales se usaron para hacer esculturas como la arenisca o
las piedras semipreciosas. Hay que citar finalmente la existencia de algunas
figuras de cerámica (arcilla cocida), aunque son absolutamente
excepcionales, en los yacimientos checos de Dolni, Vestonice y Pavlov, en el
yacimiento austriaco de Krems-Wachtberg y un fragmento de venus adornada
con brazaletes hallada en Kostienki (Rusia). Sin embargo, la cerámica no se
usó en Europa ni en Próximo Oriente para hacer recipientes hasta el
Neolítico, quizá por su fragilidad para unas gentes nómadas. Sí hay
testimonio de recipientes cerámicos decorados con impresiones de cuerda en
el final del paleolítico japonés y en el mesolítico del Sáhara y del Nilo medio.
Según el esquema de Leroi-Gourhan, los principales objetos de arte mueble son los
siguientes:
-Flautas y tubos. Fabricados sobre huesos largos de ave (más huecos y finos
que los de otros animales) Las flautas tienen una o más perforaciones. Los
estuches servían, se supone, para guardar agujas de hueso, colorante, etc.
Suelen decorarse con trazos en paralelo o formando retícula.
● Objetos religiosos. Son los más elaborados. Se les atribuye esa función por
lo respetado de sus convenciones y su hallazgo en “lugares especiales”,
aunque también por exclusión, si no es posible asignarles una utilidad
práctica inmediata.
5. Técnicas de realización.
El estudio técnico del arte mueble debe comenzar por indagar los modos de
obtención y preparación de la materia prima. La decisión del artista de qué soporte
utilizar está en relación con su diseño mental previo. De éste hasta que la obra llega
a manos de un arqueólogo hay toda una cadena operativa que debe desentrañarse
y que incluye la elaboración, el uso, el desecho, los procesos post-deposicionales, la
recuperación y la consolidación de la pieza en cuestión.
Introducción
Los temas tratados en el arte mueble pueden resumirse en tres grandes grupos:
figuras animales, figuras humanas y signos (lo mismo que en el arte rupestre). No
aparecen referencias al paisaje, vegetación, suelo, etc. La distinción entre los
grupos no es tan clara a veces, pues algunas figuras están a medio camino entre la
representación naturalista y el signo, y quizá muchas representen conceptos más
que objetos.
El arte mobiliar ocupa un territorio mucho más extenso que el rupestre (que parece
concentrarse en algunas zonas). Hay cierta homogeneidad en cada una de las
grandes unidades geográficas, como veremos a continuación. Pero también existen
diferencias, no siempre en sentido evolutivo, a lo largo de un periodo de tiempo tan
dilatado como el Paleolítico superior.
1. Representaciones animales.
Las representaciones animales son las más vistosas y conocidas del arte mueble
paleolítico, aunque no las más frecuentes. Por ejemplo, en el paleolítico cantábrico,
el 80 % de las representaciones lo constituyen los signos, y una cuarta parte de las
representaciones animales se acompañan de signos.
-en Francia, predominan las representaciones del caballo, reno y bisonte, por
este orden, con escasa presencia porcentual de los ciervos. La
representación suele ser naturalista. El arte mueble francés es más dado a la
elaboración escultórica (excelentes figuras animales sueltas o formando parte
de propulsores o bastones perforados).
-en el Cantábrico, las ciervas, caballo y cápridos son los más numerosos, y
hay muy pocos bisontes. Hay una tendencia a la representación esquemática
o simplificada (especialmente de las cabras en visión frontal). En el
Cantábrico hay menos escultura, aunque pueden citarse una cabeza de cabra
en Tito Bustillo y las aves (por otra parte casi ausentes del bestiario español)
de Buxu y La Viña.
● Grupo siberiano. Este extenso territorio abarca desde los Urales hasta el
pacífico. Es muy poco conocido, pero destaca el yacimiento de Malta, en
Irkutsk, en cuyas cabañas M. Guerassimov encontró numerosas estatuillas de
ave realizadas en marfil, estilizadas o naturalistas. Lo más destacable es que
estas figuras aparecían a la derecha de los hogares, junto a objetos de
atribución masculina (armas de caza), mientras que las numerosas figuras
femeninas (“venus”) aparecían al otro lado con otro tipo de industrias
(raspadores, agujas, cuchillos). Esto aporta datos interesantes para la
interpretación del arte mueble.
2. Representaciones humanas.
3. Signos.
Lo cierto es que a este apartado vienen a parar todas las representaciones que no
tienen cabida en los dos epígrafes anteriores. Por ello existe una evidente confusión
en su tratamiento. Además no es fácil determinar qué es un signo y qué no lo es.
Los signos pueden entenderse como una abstracción o como la esquematización de
un objeto figurativo.
También hay que tener en cuenta que la complejidad de los signos está asociada a
los tipos de soportes sobre los que se realizan. Aquellos de uso más precario, como
azagayas o arpones, suelen recibir decoraciones más simples que los útiles de
mayor duración, incluso en el primer caso la decoración podría tener una motivación
funcional, como mejorar la adherencia a sus soportes, poder introducir venenos, etc.
También se observa en algunos signos una tendencia a agruparse por zonas
geográficas lo que pudiera ser indicativo de un contenido étnico, como referente
cultural en el significado de los mismos.
4. Asociaciones y escenas.
Las asociaciones de signos y animales han sido estudiadas por Barandiarán. Los
signos que aparecen asociados a los hocicos, se interpretan como representación
del aliento, lengua.. Otros que aparecen por el cuerpo pueden ser armas clavadas o
heridas o quizá tengan un significado más profundo o que forme parte de ritos
mágicos propiciatorios o que pudieran ser convenciones que tratan de representar
una característica específica del animal.
Las asociaciones entre figuras animales y de éstas con figuras humanas también
son frecuentes. Delporte ha establecido distintos tipos de asociación, sin llegar todas
ellas a la categoría de escena: así ha hablado de asociaciones aleatorias y
superposiciones cuando en una misma pieza se localizan varias figuras que no
presentan una relación temática evidente. Pueden ser verdaderos palimpsestos o
superposiciones de animales, signos, humanos cuyas líneas se cortan o entrelazan
ignorándose unas figuras a otras (algunas plaquetas de Las Caldas). A veces
incluso están recubiertos de " trazos parásitos" aparentemente sin sentido que
dificultan enormemente la lectura de las figuras. Otras veces aparecen formando
autenticas escenas cuyo contenido narrativo e incluso dramático se hace patente:
representaciones de caza, acoplamiento sexual ...
Sin embargo la mayoría de las representaciones que intuimos como escenas son
difíciles de encuadrar en un género concreto. Se trata de figurillas en fila,
afrontadas, asociaciones de figuras diversas que respetan sus espacios respectivos,
grupos de figuras esquemáticas femeninas...
En resumen los tres temas que configuran el arte mobiliar, ofrecen todas las
posibles combinaciones interpretativas. De este modo el arte mobiliar paleolítico se
nos muestra en toda su riqueza y complejidad, resistiéndose a ser encasillado en
criterios lineales y simplificadores.
Introducción
Desde una perspectiva diacrónica, el arte mueble europeo no presenta las mismas
características de evolución en todo el continente europeo a lo largo de sus varias
decenas de miles de años de vigencia. Para estudiar este largo periodo es
necesario subdividir el tiempo, aun cuando esta división sea artificial, estableciendo
las convergencias y divergencias acaecidas durante estas horquilla temporales entre
núcleos geográficos afines, aunque a veces hayan desarrollado sistemas
socioeconómicos distintos en ambientes paleotecnológicos dispares.
Esta acotación geográfica abarcaría desde Alemania hasta Rusia; más del 50 % del
territorio europeo. Nos centraremos en los yacimientos y colecciones más
importantes.
1 Aunque no profundicemos en ello, hay que dejar constancia de que también hay elementos
mobiliares, básicamente ornamentales, en países de la Europa suroriental, como Eslovenia,
Croacia, Grecia continental y sobre todo Rumanía.
el caballo, están perfectamente proporcionados y repletos de detalles
corporales y signos por el cuerpo.
-Los yacimientos de esta época cuentan con sepulturas que nos informan de
su mundo metafísico, ideológico, artístico y hasta de su moda. En Dolni-
Vestonice hay un enterramiento triple de jóvenes, una mujer (con un feto
entre las piernas) y dos hombres con un brazo sobre ella como “protección”,
ambos con claras señales de muerte violenta. Los tres cadáveres estaban
vestidos y adornados con diademas de cuentas de marfil y dientes de
carnívoro. Igualmente está aquí la sepultura de la mujer de cara deformada.
En el emplazamiento ruso de Sungir hallamos otras inhumaciones
espectaculares. Un hombre de unos 60 años fue enterrado con una camisola
y un casquete adornados con 3.500 perlas de marfil. Un niño y una niña
fueron enterrados cabeza contra cabeza (la misma posición que aparece en
una esculturilla de Gagarino); 7.500 perlas de marfil decoraban sus trajes,
llevaban brazaletes y estaban rodeados de multitud de ofrendas.
2. Zona franco-cantábrica.
● Arte mueble Solutrense (20.000 – 16.000 BP). Durante este periodo el arte
mobiliar es relativamente escaso. Hay plaquetas y cantos decorados con
diseños faunísticos poco naturalistas, industria ósea y adornos con simples
dibujos lineales. Cabe destacar:
1 Otras interpretaciones menos poéticas creen que se trata de un bambi defecando, con un pájaro
posado sobre el excremento.
del Magdaleniense medio de Duruthy (caballo completo muy realista, en
postura de reposo), Les Espelugues (esculturilla en marfil de caballo entero),
Mas d-'Azil (cabeza de caballo relinchando) e Isturitz (“taller” con alrededor de
180 figurillas en arenisca que representan sobre todo caballos y bisontes).
Además citaremos un par de esculturillas con modelos femeninos: la
llamada “Venus de Las Caldas” (probable fragmento de propulsor en asta,
que muestra un cuerpo femenino con cabeza y pezuñas de cabra) y el
incisivo de caballo de Mas-d'Azil, en el que se grabó con gran destreza
técnica una figura de mujer, auténtica miniatura del Magdaleniense medio.
Pero las estrellas de este lote de objetos con trasfondo “ideológico” son
los bisontes de arcilla de Tuc d'Audoubert, únicos en el arte prehistórico.
Aunque en esencia son movibles, fueron realizados en y para un espacio
subterráneo acorde con el concepto parietal. Están modeladas en barro de la
propia cueva, con un acabado perfecto y detalles sorprendentes. Apoyados
sobre un bloque cárstico hay un bisonte de unos 63 cm, quizá macho y otro
de unos 60 cm, quizá hembra. Sobre el piso hay otro bisonte mucho más
pequeño (12 cm) y hasta otro grabado en el suelo (50 cm).
Hasta hace muy poco, este epígrafe hubiera podido denominarse “zona
mediterránea”. Pero los nuevos descubrimientos en el interior de la Península
convierten en impropio el término.
La cueva del Parpalló (Gandía, Valencia) es uno de los yacimientos
paradigmáticos del Paleolítico europeo. Sus 6.245 superficies decoradas (sin contar
el soporte óseo) la hacen destacar del resto de colecciones muebles. Pero el valor
fundamental de Parpalló es su extraordinaria secuencia cronoestratigráfica, que
recorre casi todo el Paleolítico Superior y permite observar con datos objetivos la
evolución estilística de la zona.
Los soportes son mayoritariamente pétreos, aunque también se aprovechan
el hueso y el asta. Los temas son sobre todo signos y animales, aunque se echa en
falta la fauna fría (bisonte, reno, mamut) en beneficio de caballos, uros, ciervas,
ciervos y cabras, algún carnívoro, aves y un antropomorfo. En cuanto a la técnica, lo
más significativo es la incorporación desde el inicio de la pintura, e incluso de la
conjunción de pintura-grabado.
El fenómeno Parpalló no es un hito aislado sino que obedece a una
organización consecuente del territorio, donde quedan articulados emplazamientos
de contextos industriales y parietales diseminados por las provincias y regiones
costeras meridionales y otras limítrofes interiores. El arte parpallense puede
sistematizarse, siguiendo a V. Villaverde, de la siguiente manera:
1) Representaciones animales
2) Representaciones humanas
Las convenciones en los antropomorfos son mas escasas que en los zoomorfos.
Una de ellas es la forma de representar las figuras esquematizadas femeninas
durante el Paleolítico Superior Final, que aparecen tanto en el Arte parietal como en
el Arte mobiliar. Se trata de siluetas femeninas estilizadas grabadas o talladas en
azabache. Son figuras acéfalas y apodas con indicación de pechos, cintura y la
curva de los glúteos muy señalada. Las encontramos desde la Cornisa Cantábrica a
Siberia.
Otra convención son las Venus en bulto redondo. Confeccionadas en piedra,
marfil y cerámica propias del Paleolítico Superior Inicial (Gravetiense). Las
occidentales y parte de las rusas figurarían a mujeres desnudas y sin rostros con
senos y caderas enormes, grandes glúteos, y con piernas y brazos insinuados. Las
figurilas orientales presentan en ocasiones adornos, como cinturones, collares y
brazaletes. Las figurillas siberianas son mas estilizadas, con melena, con
indicaciones de ojos y boca, y suelen estar vestidas. Durante el Gravetiense existió
en Europa una gran unidad cultural.
3) Las asociaciones
En bastantes casos, cada soporte mobiliar acoge un solo tema, sea figura o signo.
En otros casos se produce una asociación de figuras, que pueden ser similares o
no, sobre el mismo soporte y sobre un solo campo (cada una de sus caras).
En algunos casos un tema se reitera sobre la misma cara del soporte
(caballos de una espátula de Tito Bustillo). En otros casos existen combinaciones de
temas distintos a veces en una sola cara o en las dos caras del soporte. Estas
combinaciones suelen ser: uro + caballo; ciervo + caballo; ciervo +caballo + pez etc.
Hay otras combinaciones, con distintas figuras, y en algunos casos signos (En
las dos caras de un omoplato del Castillo, se han grabado 2 caballos, y 1cierva, una
cabeza de cierva y un dudoso pez). En la “venus” de Las Caldas (asta de unos
20cm.) del Magdaleniense Medio, aparecen, en grabado y relieve, figuras de
interpretación discutida. S. Corchón, aprecia una figura humana bestializada, con
rasgos en la cabeza y en las patas de cabra, y humanos en el cuerpo, hombros,
vulva y piernas, mientras que en la otra cara, muy deteriorada, restos de una
representación de difícil definición.
El tubo de La Torre, del Magdaleniense Final, ofrece la combinación temática
más compleja del arte mobiliar cantábrico. En él se encuentran figuras muy
detalladas (solo cabeza y parte anterior del tronco) y algunos signos en hileras.
El orden de relleno del soporte mueble nos acerca los esquemas espaciales de
los/as autores/as. Barandiarán al estudiar “el Tubo de La Torre” pudo determinar,
gracias a las superposiciones de los motivos, tres fases en el proceso. El cual no
seguía un esquema “normal” desde nuestra óptica de ir grabando. No se realizó,
pongamos por caso de izda a dcha., sino que se realizo “por saltos”, reservando
huecos intermedios donde al final fueron encajados los diseños más complejos.
Esto mismo ha sido comprobado en diversas obras mobiliares.
Debemos tener en cuenta que las composiciones se llevaban a cabo sin
esbozos previos o trazos para el encuadre. Esta técnica es casi desconocida en el
arte mueble.
La decoración de las piezas mobiliares se encuentra condicionada por el
soporte y sus dimensiones. Existen tres tipos de soportes básicos: alargados, planos
y cilíndricos. Estos soportes tienen espacios disponibles (susceptibles de decorar)
que originan el campo visual (área abarcada mentalmente por el grabador
prehistórico sobre la que distribuye de modo racional los elementos de la
composición). Ante el campo del soporte el/la autor/a puede reaccionar de varias
maneras, bien intenta acaparar todo el campo físico disponible encuadrando la
figura, o bien trata de acomodar el motivo forzando su disposición con distintas
soluciones, a veces acertadas (cabezas vueltas hacia atrás, patas replegadas, en
otras ocasiones conllevan deformaciones como grabar la cuerna de natural hacia
atrás de los cápridos hacia delante.
5) La composición artística
Es una idea generalizada que los objetos de arte o decorados forman parte de la
cultura que los creó, con un sentido y funcionalidad propia para las sociedades a las
que iban dirigidos; o lo que es lo mismo, existe la idea generalizada que el arte
mueble lleva consigo parte del saber y de las creencias de la sociedad a la que
pertenece.
1 Para hacer ver las dificultades de semejante tarea, Sanchidrián pone ejemplos de nuestra cultura
contemporánea: una insignia de un club de fútbol, las figurillas de un Belén, una lata de cocacola...
sólo quien conozca los códigos de esta cultura podrá comprender esos objetos completamente.
Desde la escuela anglosajona de antropología social se ha intentado otorgar
explicaciones a las obras mobiliares pleistocenas, con más o menos acierto. Pero la
mayoría de las deducciones sobre el significado de estos objetos deben todavía ser
contrastadas y sólo resultan, hoy por hoy, plausibles a nivel de hipótesis de trabajo.
Ello es debido a la limitación del registro arqueológico, que será siempre parcial y
por la dificultad de establecer la contemporaneidad de los materiales que se
comparan y relacionan.
● Los útiles y los signos. La tecnología lítica y, sobre todo la ósea también
facilitan la posibilidad de extraer conclusiones sobre territorialidades e
intercambios de información; por ejemplo, los propulsores vuelven a estar
distribuidos entre los Pirineos y la Dordoña, lo que puede ser indicativo de un
cierre de redes sociales o regionalización cultural.
Algunos útiles óseos muestran signos complejos grabados, que
aparecen al mismo tiempo en múltiples lugares y soportes, ello podría ser una
especie de " distintivo étnico " y servir como demarcador territorial del radio de
acción del grupo en cuestión.
Por otra parte las combinaciones de ideomorfos mantienen encerrado
un mensaje que todavía no sabemos leer. Al margen de esto algunas series
monótonas de signos, de incisiones profundas en objetos alargados y
cilíndricos, recurrentes sobre un mismo territorio, podría haber sido usados
como sellos de impresión para decorar el cuero.
1. Introducción.
Desde hace 40.000 años, el Homo sapiens sapiens, el tipo humano actual, habita
las regiones del suroeste de Europa. La cueva como lugar de habitación se
convierte en centro de la vida social de los grupos paleolíticos. La situación
estratégica de muchas de estas cavernas les permitía controlar el paso de los
animales y tener acceso a las materias primas necesarias para la fabricación de
instrumentos. La boca de las cuevas permite contar con lugares abrigados donde
vivir. El interior de las cuevas, que nunca fue lugar de habitación, se va convirtiendo
en el área preferida para colocar figuras e imágenes.
Las técnicas que se utilizan en el arte rupestre paleolítico son casi las mismas que
se utilizan actualmente; sólo el soporte, la pared de las cuevas, es específico. El
arte paleolítico es enormemente rico y variado. Resulta sorprendente la calidad
artística y la perfección técnica alcanzada por los artistas del Pleistoceno.
● En el dibujo (sea con carbón, ocre o pincel) se plasma un sujeto por medio
de líneas simples y finas que lo contornean. En algunos casos sólo se
presenta el esbozo; en otros, el carboncillo permite más detalle. El dibujo es
una técnica casi exclusiva del arte rupestre. Se usaban carbones de pino o
enebro. Hay tres modalidades de trazo en los dibujos:
1 Antiguamente se pensaba que los pigmentos se mezclaban con aglutinante graso o sangre, pero
los modernos snálisis han demostrado que no era así.
componentes del colorante puede servir para discriminar entre diseños
estilísticamente similares pero realizados por distintas manos y en momentos
diferentes. Los colorantes, en concreto el ocre, fueron además usados en el
Paleolítico Superior para otros fines no artísticos, como el curtido de pieles o
la protección contra los insectos.
Los modos de aplique del color sobre los soportes son muy variados:
impresión directa con la yema de los dedos, espátulas, pinceles (de cerdas o
ramitas desflecadas), muñequillas de cuero o tubos aerográficos.
La superficie coloreada puede obtenerse mediante tamponado o
punteado, enlucido, soplado o aerografía y estarcido (cuando se interpone un
objeto ante el soplado, como una mano).
En virtud de la densidad del color hablaremos de tinta plana o tinta
modelada, y según los colores manipulados podemos hablar de motivos
monocromos o bícromos. No hay ningún caso claro en que se hayan
encontrado más de dos colores en una misma figura.
-el trazo digital, realizado sobre un soporte blando al deslizar uno o más
dedos de una mano (los llamados “macarrones”). La mayor parte de las
imágenes son signos lineales serpentiformes o meandriformes, aunque
también hay motivos figurativos de buena factura (figura femenina de Pech-
Merle, équido y lechuza de Chauvet, uro de doña Clotilde...)
=Trazo múltiple. La silueta del motivo se traza con una serie de cortos
trazos consecutivos, subparalelos, encadenados y poco densos, de
modo que parte de la superficie del soporte queda intacta.
3. El soporte material.
Hasta hace apenas una década, el arte rupestre sólo se conocía en cavidades,
generalmente en su interior, y en algunos abrigos, especialmente en el suroeste de
Francia. Pero en las dos últimas décadas se han ido descubriendo numerosos
santuarios al aire libre (Foz Coa, Siega Verde, Domingo García) y en lugares donde
alcanza la luz del sol, como la boca de las cuevas o abrigos sin desarrollo interno.
Lorblanchet (1995) concluye que de las más de trescientas estaciones de arte
parietal paleolítico catalogadas en la actualidad tenemos siete al aire libre, alrededor
de una treintena en abrigos bien iluminados, en torno a una veintena próximas a las
entradas y el resto en cavidades profundas.
2. Animales representados
-bisonte/uro/caballo
-cérvido/cáprido
-mamut/rinoceronte
-oso/carnívoro/pez/ave/híbrido.
Los bisontes recorren todo el arco cronológico del arte parietal paleolítico, aunque
decantados hacia los episodios más modernos. Su radio de influencia, no obstante,
queda acotado por el eje Pirineos-cornisa cantábrica, al sur del cual no se ha
hallado ningún ejemplar. Están construidos en prácticamente todas las técnicas y
son fáciles de identificar por la acumulación adiposa del lomo y la cornamenta
sinuosa. En bastante ocasiones la parte delantera del animal se representa con más
volumen, incluso exagerando desproporcionadamente la curva cérvico-dorsal.
Por el contrario, los uros son propios de zonas meridionales en todas las épocas, y
están presentes en las áreas septentrionales al comienzo de la evolución artística.
Realizados en un sinfín de recursos técnicos, destacan por su grandes cuernas en
forma de lira o proyectadas hacia adelante.
Los caballos son casi omnipresentes en todas las etapas y lugares. Es el animal
más número de veces plasmado. Se identifican por la forma de la cabeza y la
crinera, y presentan convenciones regionales y cronológicas notables (ej. los
équidos de crines escalonadas, mandíbulas arqueadas y morros planos de algunos
yacimientos Solutrenses mediterráneos)
1 La cueva de Chauvet se descubrió en 1994 en Ardèche, Francia. La gran calidad de su arte hizo
que se atribuyera al Magdaleniense, pero las dataciones con C-14 ofrecieron fechas de 32.000
años: ¡Auriñaciense!. Es por tanto el arte rupestre más antiguo que se conserva.
Entre los cérvidos distinguimos el ciervo, el reno y el megáceros. En los ciervos es
cómodo discriminar entre macho y hembra, pues aquéllos presentan cuernas y
éstas no. Las ciervas son muy frecuentes en el Cantábrico y en el Mediterráneo
durante el Solutrense e inicio del Magdaleniense. Destaca la presencia de las
hembras que detentan un número importante de representaciones. En bastantes
casos la atribución es segura, aunque ciertas figuras podrían representar a ciervos
durante la estación de desmogue de las astas. El reno se reconoce por la curvatura
de sus astas y la pilosidad del pecho, sin evidencias nítidas de su descenso por
debajo del eje cornisa cantábrica-Pirineos. Los megáceros son muy poco
frecuentes: Chauvet y la región de Quercy; de ellos sobresale su giba y sus amplias
y palmeadas astas.
Entre los proboscidios rupestres, hay que disociar el mamut del elefante, lo que se
hace con facilidad gracias al cúmulo de grasa de la corcova y al pelaje del primero;
pero si el artista olvidó esa última particularidad resulta complicado. Hay ejemplares
naturalistas y otros muy esquemáticos y convencionales, donde sólo se aprecia la
línea cérvico-dorsal y de la cabeza-trompa. Aunque aparece sobre todo en latitudes
septentrionales, lo hemos encontrado en la meseta castellana (Los Casares) y en el
sector mediterráneo francés (Chabot, Le Figuier, Chauvet).
Los carnívoros tienen poca incidencia en las representaciones parietales; hay sin
embargo varias especies: osos (Combarelles, Trois-Frères, Chauvet... y modelado
en arcilla en Montespan; permanecen al norte de los Pirineos), leones o mejor dicho
leonas (con el mismo límite geográfico, su anatomía es inconfundible y su dentadura
ostentosa; Gabillou, Trois-Frères y las impresionantes manadas de Chauvet) y
cánidos (lobo de Font-de-Gaume, zorro de Altxerri).
Los peces y animales acuáticos son muy poco abundantes pero tiene una gran
dispersión geográfica, ya que aparecen en todas las zonas con concentraciones de
cavidades decoradas. Hay peces de río y de mar, entre los que destacan los
salmónidos (truchas y salmones) en Niaux, Mas d'Azil, etc.; focas (seis pintadas en
rojo en Nerja, ocho grabadas en Cosquer) y hasta medusas (únicamente en
Cosquer).
Las aves son extremadamente raras en el arte parietal (hay más en el arte mueble).
La determinación de las especies representadas es muy problemática, aunque se
pueden distinguir algunas anátidas (Escabasses y Labastide) y lechuzas/búhos
(Trois-Frères, Le Portel, Chauvet). Los únicos casos de aves marinas son los
pingüinos de Cosquer.
Lo normal en el arte parietal son los animales de perfil; también los hay de frente,
sobre todo las cabezas. A veces el cuerpo se pone de perfil y la cabeza de frente.
1. Figuras masculinas
Son bastante escasas. En relación con las representaciones parciales, resulta difícil
encontrar falos aislados; por lo general están adosados a sus propietarios. Podemos
citar un pene y testículos grabados en Cosquer y una probable figuración fálica
exenta, modelada en arcilla, en Bedeilhac. Además, aprovechando el relieve natural
en forma de pene, se siluetearon personajes en Le Portel.
Hay además figuras no bestializadas, pero cuyas cabezas están ausentes o son
poco precisas: Sous-Grand-Lac (enorme falo y brazos extendidos) o los ya citados
hombres de Le Portel.
● escenas de coito. Sólo contamos con dos casos. En Les Combarelles dos
seres antropomorfos de similar hechura componen quizá una pareja en los
momentos previos al acoplamiento. En Los Casares dos personajes mal
definidos están en pleno acto; el masculino gira su vista hacia dos mamuts.
Jordá interpretó esa conjunción de motivos como una hierogamia.
● hombre como víctima. Ofrece dos variantes: una donde se le vincula con
bovinos y otra en la que aparece asaeteado. La primera podría ponerse en
relación con los “mitos” de cazadores de bisontes-caballos. La segunda se
trata quizá de una variante regional, pues los mejores ejemplos se ubican en
cavidades muy próximas: Pech-Merle y Cougnac.
2. Figuras femeninas
Por otro lado tenemos unas cuantas figuras como la llamada “Parturienta” de
Gabillou y sobre todo los impresionantes relieves de La Magdelaine y la Roca de los
Brujos de Angles-sur-l'Anglin. Las figuras de Angles constan de bajorrelieves que
representan en dimensiones reales a cuatro mujeres desde los muslos a mitad del
torso, asociadas a dos bisontes completos. Las de La Magdelaine son dos mujeres
reclinadas con las piernas apoyadas, respectivamente sobre un caballo y un bisonte,
en la postura típica que puede rastrearse del mundo clásico a nuestros días.
Las figuras de Laussel, también relieves, se vieron al tratar del arte mobiliar.
3. Improntas de manos
Junto a las improntas de las manos hay que hacer también referencia a otros
motivos digitales, confeccionados con igual técnica y que aparecen en las grandes
composiciones de manos. Se trata de la huella de la última falange doblada de un
dedo que suele aparecer en series paralelas, sólo se han documentado en Gargas y
Pech-Merle. Este motivo decorativo reúne la peculiaridad de ser indicativo de la
actividad en el interior de las cuevas de mujeres y niños, por tratarse de un gesto
físico imposible de realizar por hombres adultos.
Cuando visitamos un sitio de arte rupestre del Pleistoceno, sobre todo una cueva,
nos llama la atención el amasijo de animales, con ausencia total de elementos del
paisaje, en desorden, produciendo una sensación de caos. Pero esto es sólo una
impresión, puesto que el arte rupestre paleolítico mantiene un orden y sigue unas
reglas que hoy comenzamos a despejar. Los soportes, las técnicas y los temas se
conjugan entre sí para ofrecernos un monumental espectáculo.
● Campo manual. Ámbito espacial abarcado por una persona sin cambiar de
posición, sólo con movimiento de pie y rodillas pero no laterales. L-G confirmó
la validez de este concepto al comprobar que el 70 % de los animales
rupestres tienen medidas de eje longitudinal entre 25 y 80 cm, y el radio del
campo manual es de 30-40 cm. A raíz del campo manual el autor citado
propone tres tipos de organización de las figuras en un mismo panel:
● Figuración del suelo. Aunque creemos que los animales están flotando
sobre un universo de roca, hemos visto que sí se busca el enmarque y la
integración en el soporte. Además, con bastante asiduidad se dejan ver las
líneas del suelo donde se apoya el animal, nunca materializado por el artista
de modo explícito, pero sí en dos versiones: líneas ficticia y natural. La
primera la determinan las alineaciones de animales; la segunda un accidente
natural de la roca (pliegue, grieta, arista) que puede ser horizontal o en otro
sentido, en cuyo caso los animales adoptan posturas extrañas.
Pero hoy día resultan más objetivos los módulos establecidos por L-G:
L-G estableció (1965, 1983) una tabulación y clasificación de los temas parietales a
partir de un conjunto importante de cuevas decoradas de Francia y España. En
primer lugar agrupó y designó los componentes figurativos:
Lo mismo hizo después con los signos (cfr. supra), clasificándolos en S1 (signos
finos), S2 (signos plenos) y S3 (puntuaciones). [En el tema 12, S1 y S2 al revés].
Las entradas están señaladas por signos (puntos, trazos rectos, líneas alargadas) y
animales del grupo C, sobre todo cérvidos. Los grandes conjuntos de imágenes,
paneles centrales, están compuestos por variaciones de la fórmula A – B + C, es
decir la combinación caballo con bisonte o uro acompañada a veces de fauna del
grupo C que la complementa. Los camarines y divertículos están reservados a los
signos plenos. En los estrechamientos o pasos que separan los grandes paneles
encontramos los mismos temas que en la entrada. Y los fondos de las cuevas
albergan a los animales peligrosos (grupo D) y las figuras masculinas.
3. Ejemplos de composiciones.
Se han establecido de forma teórica unos grandes ámbitos espaciales para deducir
la organización del medio subterráneo: áreas de estancia, de tránsito y de
decoración, cada una con indicios arqueológicos particulares.
En cuanto a las áreas de decoración, las hay tanto espaciosas como reducidas. El
acceso a los lienzos rocosos podía ser directo o mediante andamiajes (como los
conocemos en Lascaux). Debajo de los paneles se encuentran fragmentos y
esquirlas óseas que en otro tiempo se interpretaron como ofrendas pero hoy día se
consideran “basura” del almuerzo de los artistas.
II. Arte rupestre de la cornisa cantábrica1
De estas etapas iniciales del Paleolítico Superior proceden los yacimientos con
composiciones de manos: El Castillo, La Garma, Fuente del Salín (en Santander) y
escasos ejemplos en Altamira y Tito Bustillo. En la primera fase artística de Llunín
se pintaron en rojo numerosos signos puntiformes, un gran meandriforme y una
silueta femenina de perfil.
1 Cfr. continuamente el Tema 17: La cronología del arte rupestre: evolución estilística, y, en
concreto, el cuadro crono-estilístico de Leroi-Gourhan (fig. 115 del Sanchidrián)
De las etapas Magdalenienses contamos con un elevado número de documentos
localizados en su mayoría en las profundidades de complejos cársticos.
● Cueva de El Bosque (Asturias): pinturas negras con signos, uro y sobre todo
24 cabras encajadas en los relieves naturales de la roca, que aludirían a un
“escenario montañoso”.
● Cueva de Coímbre (Asturias): en su sector interno se grabaron con incisiones
finas y a veces estriadas algunos uros, caballo, cérvidos y cápridos.
● Cueva del Pindal (Asturias): una de las cavidades clásicas del Cantábrico. Su
decoración ha pasado por varias etapas, con una primera cercana al Estilo III
(Magdaleniense inferior) con especímenes animales y signos en rojo, y otra
más tardía del Estilo IV (Magdaleniense medio-superior) con fauna grabada
naturalista, que de vez en cuando se asocia con la pintura. El bestiario
incluye 13 bisontes, 8 caballos con cérvidos, un proboscidio y un pez.
● Cueva de Cullalvera (Cantabria): su caso resulta llamativo no por la cantidad
y calidad de las figuras sino por la ubicación, pues los pocos paneles están
salpicados a lo largo de más de un kilómetro de galería. Aunos 200 m de la
boca hay varios signos simples, en torno a los 700 m aparece un grupo de
claviformes rectilíneos, cerca de los 1000 m un par de caballos negros, y al
fondo, más de 100 m después, más signos simples.
● Monte de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria): elevación cárstica de forma
cónica que incluye las cuevas de El Castillo, La Pasiega, Las Monedas y Las
Chimeneas. Las dos primeras atesoran figuras (respectivamente 300 y 700
motivos) de diferentes fases. Al margen de los polícromos caben en el
Magdaleniense unos dibujos negros de El Castillo y unos grabados de La
Pasiega. Las obras pintadas en negro en Las Monedas (más de una docena
de caballos, 4 renos y cápridos, dos bisontes, 1 ciervo y 1 oso) se han puesto
1 Según el artículo de F. Bernaldo de Quirós reproducido en las pp. 64-84 de la Guía Didáctica.
y están en todas las posturas: parados, a la carrera, mugiendo... Los tamaños
son inferiores al natural (unos 2 m) salvo la gran cierva, de tamaño natural
(2,25 m). Cada animal está tratado por separado, sin atención a los demás,
pero no se prodcen superposiciones, salvo en un caso. Se utiliza el relieve
natural para dar realismo a los cuerpos de los bisontes. A la derecha de la
sala hay otras pinturas más antiguas y de diferente estilo: figuras rojas de
caballos panzudos y de patas cortas, 2 manos “positivas” en rojo y 4
“negativas” en violeta y multitud de signos rojos (claviformes en su mayoría).
Sobrepuesta a las figuras rojas hay una colección de pinturas negras (5
caballos, 3 cérvidos, 2 cápridos, 3 bisonte sy 1 bóvido). En todo el gran techo
hay grabados finos realizados con buril, entre los que destaca un magnífico
ciervo.
2) La segunda sala presenta varias representaciones principalmente grabadas:
“macarrones” y una hermosa cabeza de bisonte grabada con los dedos;
bellos grabados, algunos muy esquemáticos, un interesante conjunto de
signos pintados, un friso con una cierva grabada completa de trazo múltiple e
interior estriado, y otro friso enfrente con una buena colección de grabados,
entre ellos dos ciervas completas de gran calidad.
3) Una galería en la que destacan un bello toro grabado completo y algunas
pinturas.
4) La tercera sala, a cuya izquierda se encuentra la denominada “Hoya”, tiene
una figura negra de bisonte a la entrada y una cabeza de cierva también
negra rodeada de cabras, con gran paralelo a la cierva del gran panel,
especialmente en el uso de los relieves naturales.
Sin embargo, para el profesor Bernaldo de Quirós el arte rupestre de Altamira debe
equipararse al momento de ocupación de la cueva y fundamentalmente al
Magdaleniense inferior cantábrico1. La fecha de un omoplato con grabado de cierva
hallado en el nivel Magdaleniense da 14.500 BP, confirmando su pertenencia al
Magdaleniense inferior cantábrico. La semejanza formal entre las diversas figuras
permite proponer una cronología similar para todas las representaciones artísticas
de Altamira. Y en efecto, las dataciones AMS de los bisontes dan una media de
14.000 BP y los tectiformes de la “Cola de Caballo” 15.500 BP.
Dentro de este nivel Magdaleniense inferior se pueden considerar varias etapas. Las
figuras de la “serie negra”, al menos las de la “Cola de Caballo”, se podrían situar
dentro de los primeros momentos de ocupación, mientras que el “Gran Panel” se
situaría en un momento posterior.
1. Interior peninsular.
Este territorio es muy amplio y resulta difícil definir límites o paquetes homogéneos,
más aún cuando existen estaciones artísticas de diversos tipos (cuevas, peñas al
aire libre) y de amplias cronologías.
En la cabecera del Ebro se hallan las cuevas de Penches, Ojo Guareña y Atapuerca
(donde hay un prótomo indeterminado muy cuestionado).
La cuenca del Duero incluye las estaciones de Foz Côa y Mazauco en Portugal, y
Siega Verde en Salamanca.
● Los Casares, el gran sitio de la cuenca del Tajo por la envergadura y cantidad
de sus motivos así como su diversidad técnica (pinturas rojas y negras,
diferentes tipos de grabados). Se han identificado al menos dos etapas, una
del Estilo III avanzado y otra con detalles más naturalistas semejantes al
Estilo IV antiguo, con los que se ejecutaron caballos, uros, cérvidos,cápridos
y los inusuales antropomorfos, pisciformes, rinoceronte y carnívoros.
● Las manifestaciones de las cuevas de La Hoz, El Reguerillo y la recién
descubierta de El Reno parecen en sintonía con Los Casares, con dos fases
de análoga cronología y temática. Si queremos matizar más, las figuras
grabadas y pintadas de El Reno se orientan únicamente hacia el Solutrense o
el Estilo III.
2. Litoral mediterráneo.
2. Aquitania y periferia.
Además, en estas fases primigenias hay que incluir las composiciones de manos
negativas impresas en estas cavidades de Lot: Merveilles, Roucadour (con animales
intermedios entre los Estilos II y III), Pech-Merle y Fieux.
En Pech-Merle las dataciones ofrecen una cifra de 24.000 BP para el panel
de manos-caballos moteados, y en Cougnac, los megáceros dan entre 25.000 y
22.000 BP.
B) Arte parietal Solutrense. En esta región son pocas las cavidades adscritas al
Estilo III antiguo. Podemos destacar las estaciones de Travers de Janoye (animales
muy escuetos y signos simples, pintados básicamente en rojo y encuadrados en
relieves naturales) y de Villars (donde además de la monótona temática de bisontes,
caballos, cápridos y cérvidos, sobresale una “escena” con un bisonte atacando a un
personaje humano).
1 “Otro ejemplo [del Estilo III] es Lascaux. En números redondos la fecha de Lascaux es el 15.000, o
sea del Magdaleniense antiguo, pero la cueva fue frecuentada durante algunos siglos.”
(Artehistoria.com)
Finalmente hemos de destacar un grupo de enclaves que, aunque no todos
pertenecen a esta horquilla cronológica, tienen en común la escultura como vehículo
de manifestación gráfica. En su mayoría son frisos escultóricos realizados en
bajorrelieves en abrigos o entradas de cavidades, donde llega la luz solar.
● Roc de Sers. Sus bloques desprendidos se han considerado arte mueble (cfr.
supra, Tema 6).
● Chaire-à-Calvin. Estos ejemplares permanecen en el sitio donde fueron
modelados. Muestran animales de talla media de alrededor de 1,20 m. un
bisonte incompleto y varios caballos, varios de ellos en posición de cópula.
Aunque tradicionalmente se consideraban un episodio transicional entre losn
Estilos III y IV, en la actualidad se tiende a clasificarlos en el Magdaleniense
medio [o sea, Estilo IV antiguo, según el cuadro cronoestilístico de L-G].
● Roc-aux-Sorciers de Angles-sur-l'Anglin. En un inusual friso de más de 15 m
contemplamos bastantes animales de gran formato (bisontes, cabras,
caballo, cérvido, un probable felino) y sobre todo, en su centro, tres figuras
femeninas de tamaño natural (llamadas “las tres gracias”), todo en estilo
naturalista, a vece sen altorrelieve, que estuvo pintado de rojo y negro.
● Cap Blanc. El lienzo alcanza 13 m de longitud, con figuras en altorrelieve
como el caballo central, que mide 2,20 m. Se han documentado restos de
coloración roja.
● Comarque. Se semiesculpió un caballo gigante, de unos 2,30 m de longitud.
● La Magdelaine. Hemos visto sus relieves femeninos en el Tema 11.
3. Pirineos.
4. Europa Centro-Oriental.
A diferencia del arte mueble, que suele ser recuperado en una capa arqueológica y
puede datarse perfectamente por medios cronoestratigráficos, el arte rupestre, en la
gran mayoría de las ocasiones, permanece totalmente aislado de cualquier contexto
arqueológico; por ello su datación resulta problemática. Para solventar esa
deficiencia se emplean diversos métodos y técnicas analíticas, que pueden
subdividirse en procedimientos indirectos y directos. Los primeros se llaman también
de datación relativa, y los segundos de datación absoluta. Siempre es deseable la
conjunción y contrastación de varios de estos métodos.
1. Dataciones indirectas.
● Marco tecnoestilístico. Estos sistemas han estado en vigor hasta hace poco
tiempo. Para su confección se parte del auxilio de determinadas
superposiciones y del presupuesto de que un ciclo artístico pasa por distintas
fases de progresión estética en función del tiempo, dentro de un esquema
global de lo simple a lo complejo; asimismo algunos recursos técnicos serían
propios de ciertos contextos y por ello podrían ser utilizados como
marcadores cronológicos (p.ej: la utilización de la pluma como instrumento de
aplicación de pintura exclusivo del arte levantino).
Ejemplos clásicos son los cuadros secuenciales de Breuil, Jordá y
Leroi-Gourhan y la evolución cromática del primero en figuras amarillas, rojas,
negras y bícromas. No obstante las técnicas pueden ser recurrentes tanto en
el espacio como en el tiempo, y, en cuanto a los estilos, los hallazgos de las
cuevas de Cosquer y Chauvet en los años noventa dieron la voz de alarma,
ya que desde una óptica estilística corresponderían a episodios tardíos,
mientras que las dataciones numéricas los hacen muy antiguos. Así pues los
marcos tecnoartísticos están siendo cuestionados o matizados, básicamente
debido a su rigidez y simplicidad.
2. Dataciones directas.
1 El método de datación radiocarbónica con carbono 14 es la técnica más fiable para conocer la
edad de muestras orgánicas de menos de 60.000 años. El carbono 14 es un isótopo del carbono
que se encuentra en la atmósfera en muy pequeñas proporciones (pues el más abundante es el
carbono 12) y es fijado por todos los tejidos vivos. Cuando un organismo muere el carbono 14
comienza a desintegrarse junto a todo el resto, pero a diferencia de otros elementos, éste lo hace
de manera predecible, teniendo una vida medible promedio de 5730 años. Ésto significa que el
tiempo necesario para que la cantidad de isótopos originales se reduzca a la mitad es de 5730
años. .Estimando cuánto se ha desintegrado se pueden datar la muerte del organismo.
determinadas zonas de Europa los procesos litoquímicos pueden ser muy
rápidos.
No obstante, estos depósitos de carbonato cálcico permiten su
datación por medio de los isótopos de la serie de uranio, si bien suelen
ofrecer una fuerte imprecisión cronológica o un rango amplio, dificultando el
uso de los resultados con un enfoque preciso, de ahí que se este utilizando
como complemento de otras técnicas de datación.
El arte rupestre paleolítico, hasta hace muy poco, permanecía en las paredes de las
cavidades totalmente descontextualizado; no existía posibilidad alguna de datación
directa.
Este esquema será modificado en 1954, sugiriendo una evolución más compleja,
centrada en dos ciclos: El Auriñaco-perigordiense y el Solutreo-Magdaleniense.
Este sistema fue criticado por la propia validez de los conceptos presentados. Las
superposiciones no responden de igual a igual a los periodos culturales, sino que
incluso pueden representar periodos muy cortos de realización. Por otra parte la
división en dos grupos es netamente arbitraria. (Lascaux, incluida en el auriñaco-
periogordiense, se sitúa cronológicamente en el Magdaleniense).
Hoy por hoy, lo inusual de la cueva Chauvet se explica como la expresión de un arte
regional vinculado a nivel temático y formal con el arte mueble Auriñaciense del sur
de Alemania (por ejemplo las figurillas de Stadel y Vogelherd), aunque todavía se
escuchan voces que ponen en duda las dataciones de Chauvet, aduciendo que son
los materiales carbonosos los que tienen esa edad, y no las pinturas realizadas con
ellos.
1. Intentos de interpretación.
Desde los primeros momentos de la admisión como auténticas de las obras de arte
plasmadas en el interior de las cavidades, comenzaron a surgir preguntas sobre el
porqué de ese arte tan escondido y espectacular. Después de un siglo de
investigación varias han sido las respuestas ofrecidas por los estudiosos, la gran
mayoría ya desechadas o superadas y otras que van siendo matizadas, pero casi
todas ellas van dejando un poso del que nos vamos enriqueciendo día a día. En
esta evolución de las teorías sobre la interpretación del arte rupestre merecen
destacarse las siguientes hipótesis, que son las que más éxito han tenido a lo largo
del siglo XX y que aportaron mayor nivel al debate.
A) Arte por el Arte. Esta teoría tuvo gran aceptación durante los momentos finales
del siglo XIX y fue defendida por estudiosos como S. Reinach y M.Boule que creían
en la tendencia innata del hombre a expresarse libremente; no consideraban que los
autores del arte rupestre tuvieran otra motivación que no fuera la propia libertad de
pensamiento y comunicación, no se entiende un arte tan magistral sin el amor a lo
bello.
Esta idea fue abandonada relativamente pronto por sus valedores, pero
además podrían ofrecerse argumentos para su refutación, como la repetición casi
constante de los temas, lo que sería el exponente de un universo "ideológico"
colectivo al cual los artistas sirven.
Reinach imagina unos rituales en los que sólo participarían los adultos, en los
lugares más ocultos de las cavernas, lugares que estarían prohibidos a los no
iniciados. Los rituales tendrían como fin asegurar el éxito de la caza.
También en este caso el compendio de signos tiende a ser despreciado,
atendiéndose exclusivamente a las imágenes más espectaculares de los conjuntos
parietales y tampoco queda resuelta la presencia de animales peligrosos o
indeseables no cazados como leones, osos, rinocerontes....
H. Breuil ampliará esta propuesta y le dará la coherencia total que le faltaba
respecto al significado de cada uno de los temas. Justifica la presencia de animales
peligrosos aduciendo que ellos también son elementos del ritual, estos animales
eran pintados con el fin de que no perjudicaran a los hombres.
Añadirá también el matiz de la fecundidad, o sea, el objetivo de las figuras
artísticas y de las ceremonias era multiplicar la caza y la fertilidad de las especies
para poder saciar el hambre y reforzar la abundancia de recursos para poder
mantener al grupo. Breuil creía que los actos que se llevaban a cabo en los rituales
simulaban la actividad de la caza, disparando contra los animales figurados para
que fueran abatidos con mayor facilidad mediante los influjos de la magia simpática.
Para apoyar esta teorías había elementos materiales convincentes como las
Venus esteatopigias (figurillas de mujeres desnudas) que serían sacerdotisas o
diosas de la fertilidad, o las representaciones en algunos paneles de animales en
actitud de preacoplamiento o en plena cópula, además la mayoría de las hembras
de los herbívoros muestra un vientre muy prominente, como si estuvieran grávidas y
aparecen bastantes animales heridos con flechas y venablos.
Al mismo tiempo los signos quedan perfectamente integrados en la teoría y
dotados de significación: los alargados y simples corresponderían con venablos o
armas arrojadizas, los haces rectilíneos verticales serían empalizadas para acorralar
a los animales y los ideomorfos complejos (círculos y cuadrados) representarían
trampas para favorecer la caída y posterior captura de las presas. Los animales
figurados en silueta escueta, sin apenas detalles anatómicos, los acéfalos y
prótomos aislados son recreaciones de actos mágicos: decapitación y muerte del
animal, o la eliminación de los sentidos de la presa para facilitar su captura.
Las figuras humanas son explicadas en la misma línea; las manos
relacionadas con cuadrúpedos indicarían el deseo de apropiación del animal, los
modelos masculinos van siempre tocados con una cabeza de animal, luego serían
máscaras o pieles que portan los cazadores para poder acercarse a las presas,
aunque también podría ser héroes míticos o brujos disfrazados como bestias para
poder absorber sus cualidades vitales y físicas.
Estos razonamientos serán criticados por Leroi-Gourhan y Laming-Emperaire
a partir de argumentos científicos. Sus argumentos eran bastante simples y
contundentes. Se preguntaban porqué, si el arte parietal era una manifestación
propiciatoria de caza, no existía una sola escena de caza en las numerosas cuevas
estudiadas (sólo existe un panel que asemejaría una escena de caza en Lascaux, si
bien junto a la escena aparecen un pájaro, un rinoceronte y puntos que nos hacen
preguntarnos sobre su significado), los animales "heridos" son sólo una pequeña
minoría y los animales figurados están representados vivos; no tenemos ni uno
muerto. Igualmente los signos con forma de flecha que aparecen sobre los
cuadrúpedos también aparecen sobre el lomo de las mujeres....
En cualquier caso, si los artistas representaban los animales
consumidos/cazados en los yacimientos arqueológicos contemporáneos debería
haber un registro paleontológico correlacionado exactamente con la fauna figurada,
pero sorprendentemente cuando se excavan depósitos paleolíticos de los atrios de
las cuevas y se examinan las trazas dejadas por los productos alimenticios en las
piezas dentarias humanas, se descubre por un lado el alto componente vegetal de
la dieta de los hombres paleolíticos y por otro el desequilibrio entre lo consumido y lo
figurado. Así es, no aparece en todo el arte rupestre un diseño que se pueda
asimilar claramente con una planta y por otro lado habría que pensar que la magia
de caza no tuvo ningún efecto y a pesar de ello continuaron pintando
desesperadamente durante milenios los mismos animales sin resultado alguno.
A título de ejemplo señalar que en el complejo de Lascaux los habitantes de
las cuevas consumían en abundancia renos, sin embargo de las cientos de
imágenes plasmadas en las paredes tan sólo estaba representado un ejemplar de
esta especie frente a 88 de ciervo. En síntesis, los análisis entre la fauna culinaria y
el bestiario figurado son concluyentes para rechazar las interpretaciones a partir de
los postulados sobre la magia de caza y fecundidad.
Por lo tanto:
2. Conclusión.
Sin embargo, en África no hay las cuevas profundas, calcáreas, que hay en Europa,
que han protegido durante muchos milenios pinturas rupestres antiquísimas. El arte
africano está en la mayor parte de los casos al aire libre, lo cual ha hecho que se
conserve peor. Pero el que se conserva es más reciente, lo que ha permitido
conocer el significado de ese arte, casi casi hablando con sus autores. Es el caso
del arte de los bosquimanos, de los kalahari, de los sanghi (?), que en algunas
zonas se practicó hasta el siglo XIX. En cambio del arte paleolítico europeo, que se
dejó de practicar hace 10.000 años, hemos perdido totalmente la memoria.
Not all rock art in these three zones is prehistoric; in some areas these arts
flourished into the late nineteenth century, while in other areas rock art continues to
be made today. In the Drakensberg Mountains of South Africa, a number of rock
paintings depict clashes between San (Bushmen) people and European colonists
mounted on horses and armed with rifles. Many of the Drakensberg works use subtle
polychrome shading that gives their subjects a hint of three-dimensional presence.
The product of many authors, time periods, and cultures, the flowing naturalism and
lively sense of movement of the best rock art attests to the conviction of masterful
hands and trained eyes.
A) Northern Zone:
Tassili-n-Ajjer in Algeria is one of the most famous North African sites of rock
painting. Its imagery documents a verdant Sahara teeming with life that stands in
stark contrast to the arid desert the region has since become. Tassili paintings and
engravings, like those of other rock art areas in the Sahara, are commonly divided
into at least four chronological periods based on style and content. These are: an
archaic tradition depicting wild animals whose antiquity is unknown but certainly goes
back well before 4500 B.C.; a so-called bovidian tradition, which corresponds to the
arrival of cattle in North Africa between 4500 and 4000 B.C.; a "horse" tradition,
which corresponds to the appearance of horses in the North African archaeological
record from about 2000 B.C. onward; and a "camel" tradition, which emerges around
the time of Christ when these animals first appear in North Africa. Engravings of
animals such as the extinct giant buffalo are among the earliest works, followed later
by paintings in which color is used to depict humans and animals with striking
naturalism. In the last period, chariots, shields, and camels appear in the rock
paintings. Although close to the Iberian Peninsula, it is currently believed that the
rock art of Algeria and Tassili developed independently of that in Europe.
While these traditions are successive, it does appear that earlier ones continued on
for varying lengths of time after the appearance of later ones. Two important
qualifiers need to be made. First, many scholars have recently questioned a pan-
Saharan chronology and there is a move away from grandiose chronological
schemes to concentrating more on understanding regional chronological variability.
Second, the Sahara, given its vast size and various political complications, is still an
inadequately researched area in terms of rock art and very few dates exist. As more
work is done and techniques for dating advance, it is likely that this four-period dating
scheme will be modified in particular regions and that more will be learned about the
origins and demise of Saharan rock art.
B) Central Zone:
Of the three zones, the art of Central Africa is the least studied and least well
understood. This zone stretches from the Zambezi River to below the Sahara Desert.
The art differs significantly from that to the south and to the north in that images of
animals and human beings do not predominate. Instead, the art is principally
comprised of finger-painted, monochromatic geometric images. Because of the
finger-painted geometric images, some scholars are investigating the link between
the central zone and the Khoi art of the southern zone.
There is one anomaly in the central zone—the art of the Kondoa region in central
Tanzania. Although very faded with age, the art in this region is not finger painted
but, like the fine-line southern African images, is also brush painted. In subject
matter and style, it is more closely related to southern African San painting—and, in
particular, that of Zimbabwe—than to any of the images in the central zone. It is
believed that this enigmatic body of art is closely related to the Hadza and Sandawe
people who, until recently, were still involved in hunting and gathering.
C) Southern Zone:
This zone stretches from the South African Cape to the border between Zimbabwe
and Zambia formed by the Zambezi River. The rock painting of this region is
characterized by exquisitely minute detail and complex techniques of shading.
Engravings are also found in this zone, generally on boulders and rocks in the
interior plateau of southern Africa, while paintings are found in the mountainous
regions that fringe the plateau. There are only a few places where paintings and
engravings are found in the same shelter. Aboriginal San hunter-gatherers made
most of these paintings and engravings.
While the rock art of southern Africa is different from that of the central and northern
zones, it is not homogenous. There is, for example, great diversity between the art of
the Matopo Hills in Zimbabwe, the Brandberg in Namibia, and the Drakensberg
Mountains in South Africa. Nevertheless, scholars have suggested that a great deal
of San art throughout southern Africa may be explicitly and implicitly linked to San
shamanic religion. Principally, a great deal of San art depicts their central most
important ritual, the healing or trance dance, the complex somatic experiences of
dancers, and various metaphors, such as death, that are intimately related to this
dance.
In addition to San rock art, there are also rock paintings and engravings made by
closely related Khoi pastoralists. These people acquired domestic stock through
close interaction with Bantu-speaking people some 2,000 years or more ago.
Although there is some evidence that they also made engravings, Bantu-speakers'
rock art is characterized by finger painting in a thick, white pigment. Often found
superimposed over San or Khoi paintings, this art is implicated in initiation rituals and
in political protest and is not a shamanistic art.
The earliest history of rock painting and engraving arts in Africa is uncertain.
Increasing archaeological research in Africa demonstrates that many sites remain to
be discovered. In addition, artworks on exposed rock walls are vulnerable to
damaging weather and harsh climates, and although many do survive, only tentative
steps have been made toward direct dating techniques.
Much more easily datable are painted and engraved rocks that have been buried
deliberately, or that have fallen off the wall and become submerged in soil. Radio-
carbon dating provides an estimate of when these rocks were buried, although it is
still not possible to determine how old the images were before burial.
The seven slabs of rock with traces of animal figures that were found in the Apollo 11
Cave in the Huns Mountains of southwestern Namibia have been dated with unusual
precision for ancient rock art. Originally brought to the site from elsewhere, the
stones were painted in charcoal, ocher, and white. Until recently, the Apollo 11
stones were the oldest known artwork of any kind from the African continent. More
recent discoveries of incised ocher date back almost as far as 100,000 B.C., making
Africa home to the oldest images in the world.
Incised stones found at the Wonderwerk Cave in the Northern Cape province of
South Africa suggest that rock engraving has also had a long history on the
continent. The stones, engraved with geometric line designs and representations of
animals, have been dated to circa 8200 B.C. and are among the earliest recorded
African stone engravings.
This small polychrome stone, found buried with a human skeleton near the
Lottering River in the southern part of the
Western Cape province of South Africa, is
famous not only for its great age but also its
beautiful and unusually well-preserved
imagery. Three figures with white faces and
vibrantly elongated ocher bodies stride across
this round stone's surface.
Behind the eland, a human figure holds the tail of the animal; this figure's legs are
also crossed, mimicking those of the eland's back legs. This human figure's legs
continue all the way underneath the rock shelf, and close inspection reveals that the
figure does not have feet but antelope hooves. Next to this figure are two more in
similar pigment. The first is of a human figure bending forward with one arm
stretched out behind its back. It apparently has no head—although the pigment may
have worn away—and a short skin-cloak, known as a kaross, falls from the chest.
Just above and to the right of this figure is one with an animal head, wearing a full
kaross. To the right, in an orange pigment, is another human figure with an arm
behind its back. This figure too, like the one clutching the eland's tail, has antelope
hooves instead of feet and its hairs are erect like those on the eland itself. The arms-
back posture—adopted by contemporary San at dances in the Kalahari Desert of
Namibia and Botswana when they ask God to infuse them with supernatural energy
—is frequently depicted in San art. Bending forward is closely related to the arms-
back position and is adopted by dancers when the supernatural energy begins to
"boil" in their stomachs. These three human-animal figures suggest a close
association between the dying eland and the ecstatic experience of dancers.
Indeed, in the Kalahari, the San often like to perform a trance dance around or near
the carcass of a freshly killed eland in order to harness supernatural energy (known
as n/om) from the animal. When they have harnessed this energy, they enter an
altered state of consciousness in which they stumble about, sweat profusely, and the
hair on their bodies stands on end. So closely are the experiences of trance and the
death of eland in their physical manifestation that the San talk about trance as "the
death that kills us all." They speak of their experience metaphorically; for them, there
is no difference between death and trance.
The link between the dying eland and the human figure clutching its tail in this cluster
of images is a graphic metaphor—an allusion to the close parallels between death
and trance. Once this metaphor was identified at this site, a new vista opened up for
scholars, and many other religious metaphors and symbols were identified in San
art. It is for this reason that the site is often referred to as the Rosetta Stone of
southern African rock art.
In a remote area of South Africa lies one of the last places San people painted.
Situated just south and east of Lesotho, Nomansland was so called by the colonial
authorities because virtually no settlers and very few Bantu-speaking people lived
there. From a colonial perspective, the many San people who lived there were
propertyless nomads because they lived by hunting and gathering and followed the
movements of the game. Despite the presence of San people, then, the area was, in
a colonial mindset, effectively a No Man's Land. Ironically, because the area was
settled so late in colonial history, the San managed to sustain their way of life in the
face of increasing hostility before they were, as all over South Africa, slain or forced
to amalgamate with their more powerful Bantu-speaking neighbors.
Some of the last paintings made by the San come from this area. These include
many intriguing images of grotesque figures, enigmatic thin red lines fringed by white
dots, and numerous, complexly shaded eland. None of the images, however, are
more intriguing than those with large heads. At many sites, scholars have discovered
anthropomorphic images with heads that are exaggerated in size. Typically, these
heads are greatly detailed; they are painted in profile with chin, upper and lower lips,
nose, eye, and ear. Moreover, the images often have a characteristic headdress.
Below the head, less detail is evident—figures have no legs, or they have arms
without hands; in some sites, there are heads without any bodies whatsoever. Each
head is unique to a particular site, making them especially significant.
Their uniqueness raises interesting questions about what they represent. Many of
the figures have features, such as blood from the nose or divining switches, that
indicate they are depictions of San shamans. It is possible that these images are
portraits of individual, powerful shamans. If so, they are not portraits in the Western
sense of the word; many of them have unrealistic features that point to their
transformation into animal form. If these are portraits of San shamans, then they
represent what those shamans look like in the spirit world.
For most of the twentieth century, people followed a "gaze and guess" approach to
interpreting southern African San rock art. They would simply look at the art and feel
confident enough to pronounce on its meaning. Of course, such pronouncements
made by missionaries, explorers, and colonialists were heavily prejudiced against
San people. The San were seen to be simple and crude and therefore their art was
simple and crude. At best, the art was seen as a sort of menu—they painted and
engraved what they ate. During the 1960s, scholars began to approach the art more
systematically, in order to get away from the earlier, obviously simplistic, attempts to
understand the art. In particular, they undertook quantitative studies of the images.
This revealed a marked patterning in certain parts of southern Africa. The eland, the
largest of all antelope, was the most commonly depicted animal in most areas, in
stark contrast to archaeological evidence that San people ate mainly small antelope
and wildebeest, which were rarely depicted. Clearly, the San were not painting a
menu; they were choosing to paint eland for other reasons.
To understand what these reasons might be, scholars began to read about San
beliefs and practices. They were fortunate in that a German linguist, Wilhelm Bleek,
and his sister-in-law Lucy Lloyd had collected some 12,000 pages of /Xam San
beliefs, folklore, and ritual practices in the 1870s. These were written down in the
/Xam language in the orthography developed by Bleek and translated verbatim.
Today these notebooks are stored in the Jagger Library at the University of Cape
Town, where one can see the San text on one side of a notebook and the English
translation, line for line, on the opposite page. In addition to this invaluable resource,
anthropologists living among San groups of the Kalahari Desert of Namibia and
Botswana from the 1950s onward provided detailed material on San practices and
beliefs. These San did not paint or engrave on stone but still practiced the rituals that
were integral to the art.
Central to these rituals is an invisible energy, said by the San to be found in almost
all animals but in great quantities in the eland. San shamans harness this
supernatural energy in order to undertake the dangerous journey to the world of
spirits, where they must perform various tasks such as rainmaking, fighting off evil
spirits, and curing the sick. This potent energy was to be found, particularly, in the
eland's blood, fat, and sweat. Oral testimony from a man who painted with San
people in the nineteenth century as well as chemical tests show that many of the
images of eland are made with blood; the art itself is redolent with this supernatural
energy.
As scholars came to understand San beliefs in greater detail, more and more of the
art could be related to San religious beliefs concerning the world of the spirits and
the ritual by means of which they contacted that world—the healing or trance dance.
This dance was, and still is in the Kalahari, the central mechanism for harnessing the
supernatural power residing in eland and other animals. Often performed around the
carcass of a recently killed animal, the trance dance is circular in movement; men
and older women shamans dance in a circle, while young women sit, clap, and sing
songs (themselves thought to carry supernatural energy). The rhythmic singing and
clapping and the intense dancing for hours on end produce altered states of
consciousness in which the shamans experience, first, visual imagery, and later,
more complex multisensory hallucinations.
Comprendidas como América del Norte se incluyen las tierras del Canadá, Estados
Unidos y el Norte de Méjico, hacia el paralelo 28.
a) Las llanuras bajas. Esta amplia región incluye parte de Perú, Bolivia y Ecuador,
está representada por la región norte de Amazonas-Guyana del sur de Venezuela,
sureste de Colombia, norte de Brasil, Guyana, Suriname y la Guayana francesa.
También está relacionado el arte rupestre del área del Caribe especialmente con
Venezuela en cuanto a sus influencias iconográficas antiguas.
Los pictogramas se encuentran tanto en los enclaves en cuevas, abrigos
como en roquedales y acantilados. Pueden ser figurativos o geométricos y se
presentan en colores numerosos: rojos, naranjas, amarillos, marrones, negro y
blanco. Las pinturas pudieran estar relacionadas con otro tipo de iconografía pintada
tradicional como puede ser la reflejada en cestería o pintura decorativa corporal.
Ofrecen los pictogramas una gran secuencia cronológica cubriendo varios milenios
de estilos superpuestos que van cambiando con el tiempo en todos los aspectos,
tecnológicamente hablando, tanto desde la forma de aplicación como en el
contenido.
Los petroglifos pueden ser repiqueteados o grabados, conteniendo a menudo
pigmentos colorantes. La mayoría se sitúan en grandes bloques y rocas a lo largo
de los cursos fluviales, particularmente de los grandes ríos. Durante la estación seca
es cuando generalmente son visibles, al bajar el nivel del agua. También es cuando
los peces se ven forzados a sumergirse en canales y pozas más profundas, por lo
que este tipo de manifestaciones se ha puesto en correlación con la pesca. Algunos
petroglifos son gigantes y se sitúan en las laderas graníticas del área de los rápidos
Atures en el Orinoco. Representan figuras enormes, como anacondas de 30 a 50
metros, pájaros,seres humanos, caimanes... que se pueden observar desde grandes
distancias. Parecen ser una expresión local. La edad es incierta pero se pueden
situar por analogía con pinturas de las cuevas alrededor del 1200 al 1400.
El arte de las cuevas subterráneas ofrece técnicas variadas: pintura, grabado
y varias formas de escultura. La mayoría se han identificado en Brasil y constituyen
composiciones desde muy simples a muy complejas. En las cuevas calizas del
Caribe son también frecuentes particularmente en Cuba. La pintura es la técnica
más extendida tanto en la boca como en el interior más recóndito de las cavidades.
A veces las formaciones naturales están modeladas en tres dimensiones, en
muchos casos en antropomorfos.
b) Las altas planicies y zona andina. Toda Suramérica es muy rica en enclaves de
arte rupestre correspondiente a diferentes épocas y culturas. Las concentraciones
más antiguas se han identificado en Patagonia, en el centro y Norte de Brasil (Minas
Gerais) y en el extremo Noreste de Brasil, datándose estos conjuntos entre el
11.000 y el 6000 B.P. Otro conjunto se encuentra en la altiplanicie de Brasil oriental,
aunque su edad no exceda probablemente de los 9000 B.P. La cuarta concentración
corresponde a los cazadores-recolectores que se movieron por las altiplanicies de
los Andes durante el Holoceno antiguo. Esta amplia área cultural se distribuye entre
Perú, Bolivia, Norte y Centro de Chile y el Noroeste y centro occidental de Argentina.
3. Australia
Las obras comentadas son de arte mueble, cantos rodados rodados calizos o de
esquisto y algunas porciones de hueso. Vuelven a ser mayoritarios los caballos y los
bovinos, aunque a veces debido al esquematismo la especie es difícil de identificar.
La técnica constante es el grabado, a veces con finas incisiones rellenas de rojo.
De la fachada mediterránea de la Península Ibérica proceden dos piezas,
desgraciadamente sin contexto arqueológico exacto, que estilísticamente enlazan
con ese continuismo figurativo esquematizante. Son dos plaquetas del abrigo de
Sant Gregori de Falset (Tarragona). Una representa una cierva con contorno de
“alambre de espino” y el cuerpo relleno con series geométricas de trazos cortos; la
otra, un tren delantero de uro con relleno interior listado y una probable cierva.
También es posible hallar en estas fechas unos pocos objetos utilitarios
decorados en la tradición Magdaleniense. Los arpones de las cuevas de Lluera-I y
Los Azules presentan una decoración geométrica a base de series de dos líneas
paralelas cubiertas de líneas cortas. Es curioso que el ejemplar de Los Azules había
recibido antes trazos en “alambre de espino”, sufriendo posteriormente una especie
de revalorización simbólica. La misma decoración se da en algunos colgantes sobre
hueso procedentes de las cuevas de El Piélago, Morín, etc.
Con el advenimiento del Aziliense asistimos a la drástica hecatombe del
fenómeno rupestre paleolítico. Los estertores finales de la expresión parietal pueden
hallarse en la cueva francesa de Gouy (zoomorfos de llamado “Estilo V”) así como
las figuras del complejo cárstico de Ojo Guareña (cfr. Tema 14).
Tanto el soporte como sus motivos parecen tener un sentido simbólico, no aleatorio.
Se decoran las caras, no el volumen. Los signos simples se asocian entre sí o con
complejos, pero no los complejos entre sí. Los signos simples suelen colocarse en
cantos alargados, los complejos en cantos redondeados, cuadrangulares o
informes. El número 2 es casi constante entre los puntos, y el tres en los trazos
rectos transversales. Por lo general, los motivos se orientan respecto al eje mayor
del canto.
En cuanto a los cantos grabados, según el estudio de D'Errico (1994), se
decoraron con útiles líticos, presumiblemente buriles, y en acciones rápidas de
trazos yuxtapuestos con movimiento de vaivén. Los temas, aunque presentan
variabilidad, repiten con asiduidad los grupos de líneas rectas contrapuestas, y a
veces las líneas exteriores de esos haces rectilíneos. Los cantos grabados difieren
en su uso de los pintados, pues se utilizaron muchas veces como retocadores.
Las piezas óseas están decoradas con diversas modalidades de grabado.
Los soportes, aparte de algunos fragmentos óseos, son instrumentos como
punzones, azagayas o espátulas en los que se trazan temas geométricos simples.
Como ejemplos podemos citar la espátula de Los Azules (cuyas dos superficies
están rellenas con alineaciones de puntos) y el colgante de Moulin-à-Troubat.
Sobre la función y el significado de todo este conjunto de piezas aún no existe
una conclusión definitiva, aunque sí sabemos lo que no son. Lamentablemente, la
mayoría proceden de excavaciones antiguas y su contexto arqueológico no está
claro. En un primer momento, a finales del siglo XIX, los cantos pintados se
interpretaron como expresión de un arte pobre y decadente, comparado con el
clasicismo naturalista Magdaleniense, aunque también hubo quien veía en ellos un
arte más complicado y conceptual, por sus motivos abstractos.
Sabemos que las culturas epipaleolíticas obedecen a cambios
socioeconómicos de los grupos humanos posglaciares, que conducen a la búsqueda
de otras vías de expresión gráfica, una vez que los conceptos heredados de épocas
anteriores han perdido su vigencia. Couraud ha confirmado que los cantos pintados
demostraban un lenguaje complejo, con un reducido número de signos y
combinaciones estandarizadas. D'Errico desechó la hipótesis de que los cantos
grabados fueran sistemas de notación como calendarios (las líneas se
confeccionaron en el mismo momento, no espaciadamente en el tiempo).
Excavaciones recientes han revelado la relación de algunos cantos pintados
con enterramientos humanos (Los Azules). Y la repartición territorial de los motivos
nos indica un sistema de comunicación visual, aunque desconozcamos lo que
querían transmitir. D'Errico defiende que la gran mayoría de las imágenes tenidas
como abstractas en el tránsito del Pleistoceno al Holoceno pueden ser resultado de
la esquematización máxima de figuras animales y humanas.
Al sur del Ebro, los primeros episodios del Holoceno conllevan un vacío total de
representaciones gráficas. Las gentes del epipaleolítico laminar mediterráneo no
produjeron nada relacionado con el arte.