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Seminario: Neurosis, psicosis y perversión desde el psicoanálisis.

2015
El presente trabajo se inscribe dentro del curso Neurosis, psicosis y perversión
desde el psicoanálisis, correspondiente al módulo de Psicología del Ciclo de Formación
Integral de la carrera de grado en Psicología.
Nuestro propósito fue darle al trabajo un enfoque que aporte una articulación de
conceptos centrales en los textos elegidos, ya que hay ciertos puntos de encuentro,
pero también de diferencia entre los autores. El primer texto que abordamos fue el
propuesto por el docente, La organización genital infantil de Sigmund Freud, y el texto
con el que decidimos articularlo es la Clase 10 del Seminario V de Jacques Lacan. En
esencia se va a intentar plantear las distintas perspectivas de los autores frente a los
siguientes conceptos: el complejo de Edipo, el complejo de Castración y el concepto de
falo.
En particular entendemos que el texto freudiano La organización genital infantil
plantea como organizadores del desarrollo sexual infantil, los ejes falo-castración en el
contexto de los avatares del complejo de Edipo.
En este texto Freud (1923a), plantea que en la infancia “(...) para ambos sexos,
sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado
genital, sino un primado del falo” (p.146). Esta es la principal diferencia que se plantea
en el texto, acerca de la sexualidad infantil y la sexualidad adulta.
En el caso del niño, el complejo de Edipo, implica que éste pase por sucesivas
etapas a partir del descubrimiento de su genitalidad no teniendo conciencia de la
diferencia anatómica entre ambos sexos (asumiendo su universalidad).
Posteriormente, se sentirá amenazado frente a la prohibición de sus prácticas
autoeróticas, además se despierta en él, el interés por descubrir esa parte viril en el
otro. A partir de su investigación visual descubre la falta del pene en la niña, cuya
primer reacción es de negación, supone que esa falta es debido a que va a crecer en el
futuro pero luego concluye que necesariamente existió, pero fue removido y confirma la
amenaza como real (Freud, 1923a).
A pesar de este hallazgo seguirá permaneciendo su convicción de que las
mujeres respetables (incluída su madre) poseen pene. Cuando descubra que las
mujeres pueden dar a luz, llegará a la conclusión de que también su madre carece del
mismo. Esto sumado a las amenazas parentales definen las condiciones principales
del complejo de castración y finalmente se da el desenlace de este complejo y del de
Edipo posibilitando la formación de la identidad masculina, con la renuncia a la madre y
la aceptación de la prohibición del incesto (Freud, 1924).
El autor también menciona dos formas de satisfacción ofrecidas al niño por el
complejo de Edipo, una activa y otra pasiva. Una posibilidad puede ser ponerse en el
lugar del padre, de manera masculina, y de esta forma mantener comercio con la
madre, derivando en que el padre es sentido como óbstaculo. La segunda forma
puede ser el deseo de sustituir a la madre y así recibir el amor del padre, poniendo a la
madre en posición de obstáculo. Sin embargo ambas formas serían anuladas por la
posibilidad de castración. “Sí la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de
Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés
narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales”
(Freud, 1924, p.184). En caso de que dichas investiduras libidinales sean resignadas,
las aspiraciones sexuales son desexualizadas y sublimadas, y el yo del niño comienza
a separarse del complejo de Edipo. Freud nos habla de que este proceso consumado
de forma ideal equivale a una destrucción y cancelación del complejo. El niño puede
sustituir el objeto anterior por identificación.

La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo,


forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su
severidad, perpetúa la prohibición de incesto y, así, asegura al yo contra el
retorno de la investidura libidinosa de objeto (Freud, 1924, p.184).

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Consideramos pertinente profundizar el desarrollo psicosexual de la niña por lo
que extendimos la lectura a la conferencia treinta y tres de Sigmund Freud titulada La
feminidad.
Para comprender este proceso, Freud (1933) plantea el concepto de
bisexualidad, que en todo ser humano implica una síntesis mejor o peor aceptada de
rasgos masculinos y femeninos. Desde el punto de vista del desarrollo del individuo,
pone de manifiesto que tanto para el niño como para la niña, el par masculino-femenino
no existe desde un principio, sino que va antecedido por fases en las que desempeñan
una función predominante el par activo-pasivo y luego el fálico-castrado.
Freud (1933) plantea la existencia de una etapa preedípica, en la que se dan las
primeras mociones pulsionales de forma casi idéntica para ambos sexos. En dicha
fase, los niños descubren la sexualidad en distintas zonas de su cuerpo, iniciándose la
actividad masturbatoria. El niño lo hace a través de su pene y la niña mediante el
clítoris como zona erógena rectora, al cual le otorga un valor equivalente al pene. Es
en esta primera etapa en la que se considera a toda actividad sexual como masculina o
fálica (todo gira en torno al pene) y donde además la madre se convierte en el primer
objeto de amor para ambos.
Posteriormente aparece la diferenciación de los sexos y con ella una angustia
realmente significativa; y a partir de la cual, la sexualidad del niño y la niña tomarán
caminos diferentes.
En el caso de la niña, el inicio del complejo de Castración comienza con la
creencia de que todos tienen pene; luego comparando el tamaño del clítoris concluye
que fue castrada y surge el deseo de poseerlo por lo que experimenta sentimientos de
hostilidad. En este momento se instaura la envidia del pene, en donde se inician dos
virajes, que en el niño se hallan ausentes, y que para la niña significará la vuelta hacia
la feminidad. En primer lugar, se produce un cambio con respecto a la zona erógena
directriz, es decir, el clítoris debe ceder a la vagina su sensibilidad. Y la segunda es la
sustitución de la madre por el padre (el cambio de objeto de amor), ya que aparece el
desprecio a la madre por no haberle dado un pene, y al descubrir que ella también está
castrada, la lleva a elegir al padre como objeto de amor. Queda evidenciado de esta

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manera que la niña debe cambiar la zona erógena y el objeto, mientras que el niño
retiene ambos; es por ello que el desarrollo de la niña es más complejo (Freud, 1933).
El viraje hacia el padre le brindará tres posibles resoluciones del complejo de
castración: alejarse de toda vida sexual; mantener el deseo de tener pene negando la
castración (que puede llevarla a una elección de objeto homosexual) o buscar
sustitutos del pene que Freud califica como la salida “normal”. En este momento es
cuando inicia el complejo de Edipo en la niña (Nasio, 1996).
A continuación, planteamos estos mismos conceptos en el contexto de la obra
de Jacques Lacan, donde vemos como primer gran diferencia una relación menos
directa con lo biológico.
Evans (2007) dice:

(...) Lacan sigue a Freud al describir la etapa genital como un tercer


momento ulterior a las etapas oral y anal (S8, 268). Sin embargo, la
discusión lacaniana de esta etapa se centra en lo que Freud denominó
"organización genital infantil (también conocida como “fase fálica”): una
etapa en la que el niño sólo conoce un órgano sexual (el masculino) y
pasa por el complejo de castración. Lacan subraya entonces que la fase
genital sólo es pensable en la medida en que la marca el signo de la
castración; la “realización genital” sólo puede lograrse a condición de que
el sujeto asuma primero su propia castración (S4, 219). (p.102).

Para Lacan (2004) el Complejo de Edipo consta de tres tiempos lógicos. El


primero se caracteriza por el triángulo imaginario: madre, niño y falo, en donde la
madre fálica es el gran Otro (el primero en la vida psíquica del niño), en el sentido de
que es quien le presenta al mundo, y le marca los ritmos y pautas del mismo. El niño
desea ser su todo, su complemento, es decir, se identifica con el falo y se vuelve “(...)
deseo del deseo de la madre” (p.84). Cuando hace referencia al falo se apunta al
significante del deseo, no se reduce al sexo biológico. En este primer tiempo hay una
ilusión de completud.

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Después, la realidad le muestra al niño que el gran Otro no es tan perfecto y que
él no es el que lo completa. En este segundo tiempo lógico, plantea la introducción del
padre; se trata de la ley que está más allá del gran Otro. El padre (o representante de
la función paterna) interviene con la palabra para privar al niño de esa identificación, y a
la madre del falo. Es el encuentro con la ley del padre.
En el tercer tiempo del Edipo hay una salida de la figura padre-terrible al padre-
representante de la ley. Lacan plantea una identificación simbólica con el padre, y el
ingreso por parte del niño al orden simbólico. El papel fundamental del padre es el de
la palabra que significa la Ley. Si la madre y el niño reconocen la ley paterna, el padre
vuelve a colocar en su lugar el falo, como objeto deseado por la madre, como objeto
distinto del niño. Esta restauración es una castración simbólica: el padre castra al niño
diferenciándolo del falo y separándolo de la madre.
Para Lacan (2004), el falo es un significante metafórico, es la metáfora paterna.
Toda metáfora es para él una sustitución de significante; por lo que el nombre del padre
juega el papel de una metáfora que supone la sustitución de un significante (el deseo
de la madre) por otro (el Nombre del padre). Supera la relación dual con la madre y
entra en el mundo simbólico del lenguaje, de la cultura, de la civilización.
"(...) mientras que Freud sostiene que estos dos complejos están articulados de
distinto modo en varones y niñas, para Lacan el complejo de castración denota el
momento final del complejo de Edipo en ambos sexos" (Evans, 2007, p.54).
Para Lacan (2004), masculinidad y feminidad no son esencias biológicas, sino
que serían posesiones simbólicas.
Para concluir, tanto Freud como Lacan concuerdan en que “el único significante
sexual es el falo, y no existe ningún equivalente hembra de este significante (…) no hay
simbolización del sexo femenino como tal (…) el falo es el pivote que completa en
ambos sexos el cuestionamiento de sus sexos por el complejo de castración” (Evans,
2007, p.72).
Quisiéramos señalar que para Freud, la posición sexual del sujeto está
determinada por el sexo del progenitor con el cual se identifica en el complejo de Edipo.
Sin embargo, Lacan plantea que este complejo siempre envuelve la identificación
simbólica con el padre, y por lo tanto, la identificación edípica no puede determinar la

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posición sexual, sino que es la relación del sujeto con el falo lo que la define. De esta
forma la diferenciación entre los sexos sólo puede concebirse en un plano simbólico, ya
que la anatomía no determinaría la posición sexual.
Nos parece pertinente destacar que para Freud (1923b) la psicosis es una
perturbación o conflicto psíquico entre el yo y el mundo exterior. Podemos decir que
éste último no es percibido de ningun modo, ya que hay un rechazo a admitir nuevas
percepciones, y acerca del mundo interior vale señalar que se le resta valor psíquico a
causa de la ruptura con el exterior fue una frustración insoportable en relación a un
deseo por parte de la realidad. Es decir, frustración en el sentido del no cumplimiento
de aquellos deseos pulsionales de la infancia. El hecho de que termine en neurosis o
psicosis depende de la forma en que el yo responda ante la tensión conflictiva con sus
vasallajes.
Según Lacan, el Complejo de Castración o se reprime, o se reniega o se
repudia. En el caso de la neurosis se da mediante la represión, y en la psicosis
mediante la forclusión. En este último, el significante del nombre del padre no se
inscribe en lo simbólico, por lo que cuando tenga que metaforizar (sustituir) el deseo
materno, va a tener que recurrir al delirio porque no aparece el significante del nombre
del padre.
Para finalizar, de acuerdo con Freud (1924), por un lado hay algo en el orden de
lo heredado, de lo predeterminado, para de esta forma poder seguir el desarrollo, es
decir continuar de manera “normal” con la próxima etapa. Por el otro “(...) la falta de la
satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por fuerza
determinarán que los pequeños enamorados se extrañen de su inclinación sin
esperanzas” (p.181).

No tengo ninguna duda de que los vínculos causales y temporales aquí


descritos entre complejo de Edipo, amedrentamiento sexual (amenaza de
castración), formación del superyó e introducción del período de latencia
son de naturaleza típica; pero no tengo el propósito de aseverar que ese
tipo es el único posible. Variaciones en la secuencia temporal y en el
encadenamiento de estos procesos no pueden menos que revestir

5
considerable importancia para el desarrollo del individuo (Freud, 1924,
p.183).

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Referencias

Evans, D. (2007). Diccionario introductorio de psicoanálisis Lacaniano. Buenos Aires.

Paidós.

Freud, S. (1986a). Conferencia 33ª: La feminidad. En Obras Completas: nuevas

conferencias de introducción al psicoanálisis y otras obras (1932-1936) (Vol.

XXII, pp. 104-125). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1933)

Freud, S. (1986b). El sepultamiento del complejo de Edipo. En Obras Completas:

el yo y el ello y otras obras (1923-1925) (Vol. XIX, pp. 177-188). Buenos Aires:

Amorrortu. (Trabajo original publicado 1924)

Freud, S. (1986c). La organización genital infantil. En Obras Completas: el yo y el

ello, y otras obras (1923-1925) (Vol. XIX, pp. 141-150). Buenos Aires: Amorrortu.

(Trabajo publicado 1923a)

Freud, S. (1986d). Neurosis y Psicosis. En Obras Completas: el yo y el

ello, y otras obras (1923-1925) (Vol. XIX, pp. 151-160). Buenos Aires: Amorrortu.

(Trabajo publicado 1923b)

Lacan, J. (2004). Clase 10: la metáfora paterna II. En Seminario V: las formaciones del

inconsciente (1957-1958) (pp. 79-85). Buenos Aires: Paidós.

7
Nasio, J. D. (1996). El complejo de castración en el niño. En Enseñanza de 7

conceptos cruciales del psicoanálisis (pp.). Barcelona: Gedisa.

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