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INTRODUCCION
El presente trabajo tratará sobre el pueblo inuit, grupos étnicos que viven en el
ártico y que poseen características comunes.
Por ello, para tratar de abarcar todas las preguntas y objetivos que pretende esta
investigación, se ha divido el texto en tres capítulos. El primer capítulo dará una
definición de lo que significa en realidad el ser inuit, así como los antecedentes u
orígenes de esta cultura, que se remontarían a pueblos llegados de Siberia. En el
segundo capítulo se desarrollarán los inicios del contacto de los Inuit con europeos, y
posteriormente con representantes de gobiernos americanos; y también cómo tales
contactos influenciaron social, económica y políticamente sobre los inuit. En el tercer
capítulo se dará un vistazo a lo que fue cultural y socialmente la comunidad inuit en el
pasado, haciendo un contraste con lo que se vive en el ártico hoy en día, las tradiciones
que se mantuvieron, los cambios que se presentaron y los desafíos que plantea el siglo
XXI a los inuit.
Capítulo I
Inuit es el nombre común que se da a los distintos pueblos indígenas con
similaridades culturales que habitan en las tundras septentrionales de Los Estados
Unidos y Canadá; como también en partes de Groenlandia, y Rusia.
Se indica que el término inuit es ofensivo pues se cree que denota “los que
comen carne cruda”, relacionándolo con la palaba “askâwa” de origen Cree, lengua
hablada por nativos de zonas más cálidas, y que significa “carne o huevos crudos”
(Israel, s/f) aunque el significado y origen aún siguen siendo discutidos por lingüistas.
1.1 Antecedentes
Según las investigaciones realizadas, la historia de los inuit podría dividirse en
dos fases, la primera libre de influencias europeas, y la segunda relacionada con un
contacto con pueblos extraños a ellos, siendo tal contacto motivo de cambio para las
comunidades del ártico; otros señalan que la primera fase también incluyen las pocas
relaciones que hubieron con pueblos como los vikingos, pues no fueron una amenaza
para la cultura inuit.
Los estudios de aquella primera fase, de los orígenes de los actuales inuit,
señalan que este pueblo sería descendiente de lo que se ha denominado “la cultura
Thule” o “protoinuit”, cultura que emergió de la zona occidental de la actual Alaska,
luego de haber cruzado por Siberia, cerca del año 1000 d.C, y que se extendió por todo
el ártico, llegando en su paso por oriente hasta Groenlandia en el año 1300. Los
vínculos entre la Thule y los Inuit son biológicos, culturales y lingüísticos (Gardiner,
2005).
En los asentamientos Dorset que se han examinado en los últimos años se han
encontrado arpones usados para cazar morsas y focas en aguas abiertas, herramientas
de pesca, cuchillos de nieve, placas de marfil usadas para proteger los trineos,
recipientes de esteatita tallados, y máscaras talladas de madera que sugieren una bien
desarrollada vida intelectual y ceremonial (Gardiner, 2005).
Los Tuniit, eran por supuesto, nombrados en leyendas inuit, por la convivencia
de ambos durante siglos; según esas leyendas, tales habitantes eran gigantes, personas
que eran más altos y fuertes que los inuit, pero que eran muy asustadizos, gente amable
que no usaban arcos ni flechas y por tanto fáciles de matar; lo curioso es que al mismo
tiempo, hay leyendas que se refieren a la Dorset como enanos (Tyrrell, 2011).
El primer contacto con Europa se estableció con los vikingos que se asentaron en
el sur de Groenlandia en el año 982, zonas que los nórdicos encontraron vacía hasta tal
fecha. Los vikingos llegaron de la cercana Islandia y exploraron la costa este
canadiense. Las antiguas sagas nórdicas dan testimonio de sus encuentros con los
“skrælingar”, probablemente un nombre común que no diferenciaba a los nativos de
América con los que habían tenido encuentro, que incluirían por tanto los Tuniitt y los
Thule (Gardiner, 2005).
Cerca de 1350, bastante después de la desaparición de los Dorset, el clima se
hizo mucho más frio, tal fenómeno se llamó “pequeña era de hielo”. Durante este
periodo los nativos de la zona de Alaska pudieron continuar con sus actividades de caza
de ballenas, pero los aborígenes de Canadá y Groenlandia en cambio, se vieron forzados
a abandonar la caza, no solo de ballenas sino otras especies que prácticamente
desparecieron de la zona; los inuit de Canadá tuvieron que subsistir con una dieta
mucho más pobre, además de la perdida de acceso de materiales como los huesos de
ballenas, vitales para la fabricación de herramientas y viviendas (Tyrrell, 2011).
El cambio climático forzó a los inuit a una migración al sur, a los bordes del
límite arbóreo; es posible que esta movilización a nuevos territorios, especialmente en la
zona de Labrador, se haya extendido hasta el siglo XVII, época en donde empiezan una
mucha mayor interacción con los europeos.
Capitulo II
Los inuit no parecen haber interferido con las operaciones de los vascos, pero se
señala que saquearon las estaciones balleneras en invierno para obtener herramientas y
objetos de hierro trabajado, para adaptarlas a sus propias necesidades. Puede que
aquellos saqueos a los establecimientos vascos fueran una causa para el fin de sus
actividades balleneras, pero aún hay mucha incertidumbre sobre el tema por falta de
pruebas; otra teoría manejada es una que indica que el factor determinante fue la
ausencia de ballenas por la intensa caza que sufrieron, pues fueron cazadas 20000
ballenas en el transcurso de 50 años (Doubleday, 2003).
En el mismo siglo, en 1576, la búsqueda de Martin Frobisher por el Paso del
Noroeste fue el primer contacto de post-colombino bien documentado entre europeos e
los inuit. La primera expedición de Frobisher desembarcó en lo que se nombró
posteriormente la bahía de Frobisher, en la isla Baffin. Frobisher encontró inuits en la
isla Resolución, donde cinco marineros abandonaron el barco bajo órdenes de
Frobisher, para ir a buscar el mar de Oeste, y que aparentemente cansados de su
aventura, trataron de huir en una pequeña balsa, para luego desaparecer (Morrison y
Germain, 1995).Tal acontecimiento se convirtió en parte de las leyendas inuit, pues se
narraba que fueron los inuit los que ayudaron a los tripulantes en su estadía, al creerlos
abandonados. Algo memorable de este suceso fue que Frobisher llevó un inuk
indispuesto a Inglaterra, que fue capturado para un posible intercambio por los cinco
marineros perdidos que Frobisher consideró raptados por los Inuit; este inuk fue
posiblemente el primero en visitar Europa y que falleció al poco tiempo al contagiarse
de gripe (Morrison y Germain, 1995).
Hasta el siglo XIX en el ártico fue aún testigo del aislamiento de comunidades
inuit de las latitudes más altas y occidentales, algo que se haría mucho más raro
mientras más pasaba el tiempo. La Compañía de la Bahía de Hudson instaló puestos de
operaciones tales como Great Whale en 1820, hoy en día lugar de los pueblos de
Whapmagoostui y Kuujjuarapik, donde productos de la caza comercial de
ballenas fueron procesados y las pieles negociadas (Garnier, 2005).
Todo ello demuestra que los inuit se hicieron cada vez más dependientes de
otros pueblos, lo cual significaba que la sociedad indígena había perdido su antigua
autosuficiencia.
Como se dijo anteriormente, los pequeños puestos centrales del norte eran
principalmente usados para asuntos de vigilancia, pues no hubo grandes cantidades de
población dispuestas a colonizar esas tierras; excepto quienes se interesaron en la caza,
las pieles y posteriores hallazgos de zonas ricas en minerales (Collins, 1994).
A principios de la década de 1960, alentados por primera vez por los misioneros,
por la perspectiva de trabajar remuneradamente, forzados por el hambre y obligados por
la policía, la mayoría de los inuit canadienses se ubicaron en los asentamientos
permanentes. Las migraciones nómadas que eran característica central de la vida ártica
se habían convertido en una parte mucho menos significativa de la vida de los pueblos
del norte. Los inuit, que una vez fueron un pueblo autosuficiente dominando un
ambiente extremadamente duro, en el lapso de dos generaciones, se transformaron en
una minoría pequeña y débil.
Como ven, son varios los grupos que se han organizado para reclamar derechos
sobre la posesión de tierras, por lo que en 1982 se estableció la Federación Tunngavik
de Nunavut , con el fin de hacerse cargo de este tipo de negociaciones. Otro hecho
destacado es la creación del Consejo Circumpolar Inuit, el cual representa a los pueblos
inuit de Alaska, Canadá, Groenlandia y Chukotka en Rusia, que se reunió por primera
vez en 1977 para discutir la problemática inuit, y que a lo largo del tiempo ha lidiado
con distintos problemas como el hecho de que la comunidad inuit estuvo separada por
divisiones geopolíticas que surgieron durante la Guerra Fría, que trajo como
consecuencias que los inuit que vivían en territorio ruso recién empezaran a trabajar
activamente en conjunto y como miembros de la organización, después del colapso de la
Unión Soviética (Greig, 2006).
No se puede negar que la presencia política de los inuit ha sido mucho mayor en
Canadá que en Estados Unidos, ejemplo de ello es Leona Aglukkaq que fue nombrada
como Ministra de Salud en ese país en el 2008, siendo la primera inuk en mantener una
posición de ese nivel, sumándose a los anteriores secretarios parlamentarios inuit, Jack
Anawak y Nancy Karetak-Lindell (Payton, 2012).
Capítulo III
Debido a las crónicas y apuntes hechos por los europeos que llegaron a las
costas canadienses y de Alaska a lo largo de siglos, además de los balleneros
comerciantes y representantes de los gobiernos de Canadá, Estados Unidos; y los
trabajos de etnohistoria realizados también sobre los pueblos inuit más recientemente,
analizando las tradiciones que aún se mantienen, los restos arqueológicos y simbólicos,
etc.; se han podido establecer grandes avances en cuanto al estudio de los pueblos del
ártico que como hemos visto, se remontan a cientos de años atrás.
La caza proporcionó a los inuit una dieta equilibrada como también materia
prima para la ropa, vivienda, utensilios domésticos y de calefacción, creación de botes y
trineos, armas de caza, juguetes y creaciones artísticas. Piedras, cuidadosamente
seleccionadas y talladas, fueron utilizadas para la creación de objetos importantes como
flechas, lanzas, arpones y cabezas, raspadores y cuchillos. La esteatita, material
relativamente blando y de fácil tallado, se utilizó para la producción de “qulliqs”, que
eran lámparas de aceite, además de recipientes de cocción (Greig, 2006).
Los inuit utilizaron ropa de invierno eficaz para mantener el calor corporal,
evitando al momento de la fabricación, agujeros que permitan que el aire frio ingrese.
En Alaska, Rusia y Canadá se utilizaba además de piel de foca, piel de caribú, mientras
que los inuit de Groenlandia usaban piel de oso polar. En invierno, con el fin de crear un
efecto de colchón de aire caliente, la ropa fue ligeramente entallada y usada en dos
capas, la exterior con el pelo mirando hacia la zona interior, y la interior con el pelo
mirando hacia afuera; en verano en cambio, sólo la capa interior se llevaba. La capucha
fijada en el interior de sus abrigos o “parkas” evitaba la filtración de aire caliente por el
cuello, mientras que las madres también utilizaban una parte adicional de sus capuchas
para llevar a los niños pequeños en su “amauti” (Tyrrell, 2011).
Muchos ancianos en la actualidad aún recuerdan los tiempos en los que los
inuit vivían un estilo de vida nómada, hace más de 60 años. Dependiendo de la
temporada, se seguía se a los animales por el ártico, cazándolos para la fabricación ropa
y alimento; tuvieron que reubicar y reconstruir sus campamentos con frecuencia,
siguiendo las mismas tradiciones que se establecieron generaciones atrás.
A inicios y mediados del siglo XX, la mayoría de los inuit seguían viviendo en
tiendas de piel durante el verano, aunque a veces usaban tiendas de lona obtenidas de la
Compañía de la Bahía de Hudson. En ambos tipos de tienda, el interior se dividía en
dos, una parte trasera utilizada para dormir, y una parte delantera para la cocina y la
vida diaria; el lugar para dormir de la mujer estaba siempre al lado de la “kudlik”, que
era una lámpara de aceite generalmente tallado en piedra esteatita utilizada para la
iluminación, calefacción y cocina, pues era deber de la mujer prenderla y hacerla
funcionar. El lugar para dormir del hombre estaba cerca de las armas y el equipo de
caza; los niños dormían entre sus padres para darse calor. Hoy en día la “kudlik” es
sustituida por un producto industrial moderno, la estufa, que de fácil transporte y que es
operada con gasolina (Tyrrell, 2011).
Durante el invierno, los inuit vivían en iglúes, que fueron erigidos por separado
o unidos por túneles como fue el caso de algunos clanes, conservando la misma
disposición interior que se tenía en las carpas usadas en verano. La nieve debía tener
una consistencia específica para poder construirlos, siendo el elemento más
importante un túnel de entrada baja, que repelía el aire frío, evitando que el viento
penetrara en su interior. Como medida adicional para prevenir el frio, se agregaba una
capa de nieve sobre el área de dormir que los ponía a un nivel más elevado con respecto
al suelo (Tyrrell, 2011).
Debido a las condiciones climáticas difíciles propias del invierno ártico, durante
esta temporada las familias se unían más que nunca; es por ello que las visitas mutuas
en lugares comunes de caza entre los diferentes grupos aumentabas, sirviendo además
para el intercambio de noticias y experiencias, pero sobre todo para el intercambio de
comida de distintos tipos. Es también durante esta época del año, en donde los viajes se
realizaban por trineos tirados por perros, aunque también había quienes se seguían
transportados a pie. En las épocas más cálidas, se utilizaba sobre todo el “kayak” o
barco de hombres, para el transporte en solitario, y los “umiak” o barco de mujeres para
el trasporte de familias (Issenman y Baril, 1998).
No hay duda que los sesentas marcaron el final de las tradiciones inuit como se
conocían, al ser las poblaciones característicamente nómadas trasladadas a ciudades y
pueblos, volviéndose sedentarios al ubicarse en asentamientos permanentes.
Sin embargo, la gente de la tercera edad aún sigue contando leyendas y mitos
que han sido transmitidos desde hace cientos de años atrás, narrando la acción de dioses
y seres mágicos. A pesar de que la población inuit es cristiana, se escuchan y difunden
estas historias al ser parte de su tradición y de las creencias de sus antepasados;
prácticas e ideas del chamanismo animista se han mantenido constantes, por ejemplo, la
creencia de que existen seres especiales en la tierra y en el mar es muy extendida, y se
dice que estos seres siguen siendo vistos hoy en día. Además, el “atik” o el ponerle a un
recién nacido el nombre de una persona fallecida cercana continúa siendo considerada
como una forma de reencarnación, ampliando los lazos de parentesco y proporcionando
a los bebés la protección de espíritus a través de estos nombres (Morrison y Germain,
1995). El baile de tambores ha sido revivido y es ahora un icono cultural latente entre
los Inuit. Así mismo, el interés por el chamanismo está regresando, algunos incluso
afirmando que se debería crear una "iglesia chamana" para encajar con la tradición
cristiana (Kral, 2011).
Las historias y leyendas, que forman parte de la mitología inuit y que son
difundidas hasta la actualidad, pese a ser no todas creídas o a veces adaptadas al
cristianismo, se suelen contar por gente mayor, a quienes aún se les guarda el respeto
que se le tenía hace mucho tiempo, aunque no al mismo grado. Entre los cuentos más
contados se encuentran el Ukaleq, El Perro Gigante, Anarteq, Kúnigseq o la leyenda de
los enanos (Rasmussen, 1921). Constantemente en tales historias aparecen deidades
importantes para los antiguos inuit, como Sedna, señora de los animales marinos, Akna,
madre de la fertilidad, Nanook, maestro de los osos polares, o Sila, la personificación
del aire.
Laugrand (2000) señaló que el cosmos inuit no era regido por nadie, no había
figuras de madres o padres divinos, no hay creadores, como tampoco hay eternos
castigos después de la vida.
Los inuit creían que todas las cosas tenían forma de espíritu o poseían alma, al
igual que los humanos. Estos espíritus se mantienen a persistir después de la muerte, y
los ritos y tabúes relacionados a su religión estaban relacionados a precauciones que se
debían tener en un ambiente agreste como aquel en el que vivían (Laugrand, 2000).
3.3 Desafíos
Si bien el mayor desafío que han tratado de combatir los grupos activistas inuit
ha sido el peligro de una desaparición cultural y una omisión de la propiedad territorial
del pueblo inuit, el siglo XXI ha manifestado otros desafíos, que se han venido
presentando en mayor o menor amplitud y que necesitan un análisis y replanteamiento
para buscar posibles soluciones.
Sin duda, de los problemas que se enfrentan los inuit hoy en día, este es el más
delicado y urgente, pero no es el único al que combaten. Otros de los desafíos por los
que pasa el inuk comprenden los casos comunes que vemos día a día en cualquier
sociedad de occidente, y de las que los inuit también ahora forman parte.
Uno de ellos es la alta tasa de suicidio que se registran entre inuit comparada a la
población que viven en el resto de Canadá y EE.UU. Por ejemplo, en Nunavut la tasa
de suicidio es 11 veces mayor que el promedio nacional, y que reclama la vida de cerca
de dos docenas de inuit cada año, generalmente jóvenes varones (Webber, 2008).
Sin embargo, los suicidios no son nada nuevo en la comunidad inuit, pues
estudios comprobaron que algunos de los ancianos inuit usaban el suicidio como forma
de purificar su alma, garantizando a través de una muerte violenta un buen viaje al más
allá (Leenaars, 2000).
Leeneraars explica aquel antiguo proceso, indicando que las personas que
buscaban cometer tal acto, pedían la ayuda y asistencia de tres miembros de su familias,
quienes tratarían de disuadirlo, pero a la tercera petición que se haga, el familiar estaría
obligado a asistirlo; siendo el acto muchas veces no personal, sino que sería un suceso
sabido y hasta a veces concurrido por los familiares.
Una vez aceptada la asistencia, se planeaban los detalles para el suicidio, como
el vestirse como usualmente se vestía a los muertos, con la ropa al revés; el suicidio
sucedía en un lugar en particular, en donde se llevaban también las posesiones del
fallecido para ser destruida.
Sin embargo esta tradición sería muy distinta a la situación actual: la antigua
tradición, con todo el ritual que conllevaba, y que se aplicaba solamente a ancianos, ha
sido dejada de lado pues en la actualidad los que cometen este tipo de acto son jóvenes,
y lo hacen a través de distintas maneras; ejemplo de ello es un caso en 1993,en el cual
dos adolescentes que formaban parte de la comunidad inuit se suicidaron, mientras que
muchos otros adolescentes intentaron hacerlo, a través de combinaciones letales de
alcohol y drogas (Weber, 2008).
Otro asunto fuertemente polémico son los casos de embarazos tempranos, que al
igual que los suicidios, también acurren entre los inuit con más frecuencia que en otras
zonas de Estados Unidos y Canadá, y es de preocupación del gobierno, que buscan en la
actualidad, mediante programas de educación sexual en las escuelas, combatirlos
(Collins, 1994). Sin embargo aquella preocupación sería principalmente del estado, pues
tras entrevistas y consultas realizadas a mujeres inuit sobre el tema, se hace evidente
que no se observa el lado negativo a tal hecho, criticando solamente el uso de sustancias
perjudiciales como el alcohol, que se ha visto siendo consumido por jóvenes mujeres
embarazadas; tal punto de vista se debe a que tradicionalmente la mujer inuk se casaba a
inicios de su adolescencia, teniendo ya a los 18 o 20 años cerca de dos hijos,
generalmente con hombres mayores que están en plena juventud; tradición que de cierta
forma se ha mantenido, aunque ahora no involucra precisamente un matrimonio
(Collins, 1994).
Sin embargo son muchas las mujeres inuit consultadas que empiezan a indicar
que la planificación familiar se debe empezar a controlar, pues el problema de los
embarazos en adolescentes lleva también a otro problema, que es el boom demográfico
que se empezó a evidenciar en las ciudades inuit en el siglo pasado. Este incremento
seria prejudicial a largo plazo pues dentro de las próximas décadas la nueva generación
de inuit se unirá al grupo de personas que actualmente está compitiendo por los puestos
de trabajo bastante limitados de la región; las mujeres entrevistadas indicaron que los
niños conforman una boca más que alimentar en familias con pocos recursos, y que las
ganancias que se generan por la caza no sería suficiente (Collins, 1994).
Como conclusión, observamos que todos los problemas, aunque distintos, están
relacionados directamente con el proceso de cambio social y cultural. Los propios inuit
sienten la transformación por la que están pasando, tratando muchos de aferrarse a sus
antiguas tradiciones, predicando las lenguas nativas que las generaciones recientes han
olvidado o embarcándose en la caza de focas o caribús utilizando técnicas de caza que
se remontan hasta la cultura Thule.
CONCLUSIONES
Los pueblos inuit se desarrollaron en solitario por décadas antes de la llegada de
europeos a sus costas; fueron una cultura hábil e ingeniosa, que se supo sobreponer a un
clima agreste.
Las tradiciones inuit se iniciaron gracias a los primeros aportes, de la cultura Dorset y
Thule, que se instalaron hace más de mil años en las costas de América; siendo esta
ultima la que se desarrolló hasta convertirse en el actual inuit.
El contacto con los españoles degeneró la sociedad inuit, pues trajo consigo elementos
extraños, armas, nuevos alimentos y enfermedades, que acabaron matando a grandes
cantidades de individuos.
Pese a ello, se observa a una población inuit que cada vez más crece en su accionar
político social y económico, observándose que nuevas generaciones se interesan en la
conservación y continuación de sus tradiciones.
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