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REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Shiskhin, A. F. (1970). Teoría de la Moral. México: Colección 70. (pp. 79 - 83).
La defensa de la patria era monopolio de la clase dominante. Tucídides narra que los
jefes espartanos ordenaron el exterminio a traición de dos mil ilotas que habían
salvado con su coraje al Estado, basándose en que habían infringido la prohibición
de participar en la defensa de su patria y, por consiguiente, de ser valerosos. Paul
Lafargue escribe también que los patricios romanos “se reservaban el privilegio de
defender la patria...”. Los extranjeros, proletarios, artesanos, mercaderes, siervos y
esclavos estaban exentos del servicio militar v no tenían derecho a llevar armas y ni
siquiera a tener valor, lo que era privilegio de la clase de los patricios. En Esparta
existía la bárbara costumbre de la caza colectiva de esclavos. En esta caza, la
juventud espartana se entrenaba para la guerra. El sistema de educación de los
aristócratas en Esparta estaba subordinado a las tareas de la preparación de guerreros
valerosos y sufridos, capaces de soportar las dificultades y privaciones de las
campañas, los tormentos a que eran sometidos los prisioneros, etc.
Junto con la aparición de las clases, pierden las mujeres la igualdad de derechos de
que gozaban hasta entonces. Así, si en las primitivas tribus griegas, la mujer ocupaba
una posición elevada y hasta gozaba de cierta ventaja sobre los hombres, en la Grecia
clásica, en cambio, su situación empeora bruscamente. En su infancia depende por
completo de los padres; después, del marido (que no elige y. frecuentemente, no
conoce hasta que se consuma el matrimonio), y si enviuda, de los hijos. Se le prohíbe
participar de modo alguno en la vida social y, comúnmente, su cultura es nula. Su
lugar es el gineceo, el departamento de la casa reservado a las mujeres, donde vivía
retirada, cuidando de los niños y vigilando a los esclavos que trabajaban en la casa.
En la antigua Grecia (Atenas), únicamente las mujeres públicas (heteras) estudiaban
canto y danza, conocían varios idiomas y no era raro que ejerciesen una gran
influencia en los asuntos públicos, como amigas de relevantes personalidades del
Estado. “El hecho de que para convertirse en mujer fuese preciso ser antes hetera, es
la condenación más severa de la familia ateniense”, escribía Engels. En realidad, la
monogamia sólo se aplicaba a las mujeres, no a los hombres. La infidelidad del
marido había sido convertida en ley por la costumbre. El adulterio se consideraba,
principalmente, un vicio en las mujeres, pero no en el hombre. De acuerdo con las
leyes de Solón, por la infracción de la fidelidad conyugal una mujer libre pagaba con
su vida o podía ser vendida como esclava. En Atenas, la mujer era un ser tan
despreciable e inferior como un esclavo. A través de toda la poesía griega,
comenzando por Hesíodo, el desprecio a la mujer es patente. Lo mismo sucede en la
filosofía. En ninguno de los filósofos más relevantes de la antigua Grecia aparece
claramente manifiesta la protesta contra la situación esclavizada de la mujer, como
tampoco contra la esclavitud. Platón agradecía a los dioses el que le hubieran
permitido nacer libre y no esclavo, hombre y no mujer. Aristóteles, el más grande
pensador del mundo antiguo, no admitía que el esclavo fuese hombre, y la mujer
libre miembro de la sociedad con igualdad de derechos.
En relación con lo que se acaba de decir puede plantearse la cuestión siguiente: ¿de
qué modo el mundo antiguo, que despreciaba el trabajo manual y no consideraba
hombre al esclavo, ni a la mujer miembro libre de la sociedad con plenitud de
derechos, pudo crear sistemas que contenían tan gran número de pensamientos en
los que se apoyaron los sistemas éticos posteriores?
- Cierto, contestaron los dioses. Habéis querido decir “Damyata” esto es, “dominad
vuestros apetitos”.
Cierto contestaron, los hombres. Habéis querido decir “Datta” es esto, “se
generoso”.
Así es, replico el padre. Los genios formularon la misma pregunta.
El padre contesto asimismo: “Da” y añadió: ¿me habéis comprendido?
Ciertos contestaron los genios. Habéis querido decir: “Davaydan” esto es “sed
benévolos”.
Así es contesto el padre “Dominio es si mismo, generosidad y benevolencia son las
tres virtudes que deben pregonarse”.
Según los filósofos si el hombre logra abandonar por completo sus preocupaciones
cotidianas su alma dejará de estar atada a este mundo y llegará entonces el momento
de su identificación con el espíritu universal o sea la liberación que representa el
sentido supremo de la vida humana.
LA MORAL BUDISTA.
El budismo en sus fases primitivas adopta una actitud ascética y pesimista. Sus
doctrinas implican una indiferencia con respecto a la sociedad. Con el concepto de
“charma”, ley universal cósmica y moral, se da la “danda” que es la sanción contra
el caos social. Mediante ella se salvaguardan el régimen de la propiedad y el orden
de las clases. El individuo determina sus deberes y derechos según la posición y
etapas de la vida. La historia del budismo constituye una lucha contra el poder y la
influencia de los brahmanes. Es característico del budismo el que no quede
satisfecho con ningún ideal que no sea la consecución del fin más elevado a la
liberación mediante el renunciamiento. Esa renunciación comprende a todas las
relaciones y tratos sociales. Tan elevado ideal no puede ser aceptado por todos y por
esto, hay dos tipos de preceptos: unos para los que luchan por la suma perfección y
otros, para los que habrán de contestarse con un grado menor de perfección. En
tiempos del rey Asoka, converso el budismo, la conducta de sus súbditos debió
regularse de conformidad con los ideales éticos prescritos, entre otros, la regla
“ahimisa” que prohibía matar a ninguna criatura viviente. En otros lugares como el
Tibet, los pobladores budistas bajo un régimen teocrático daban ejemplo de
ascetismo y celibato, dedicándose a la vida espiritual con la meditación y la
enseñanza de conocimientos sagrados.
“No hay fuego comparable a la pasión; no hay mal comparable al odio; no hay dolor
como esta vida carnal; no hay dicha superior a la paz”
“Un insensato oyó que el Buddha predicaba que debemos devolver el bien por el
mal y fue y lo insulto. El Buddha guardó silencio. Cuando el otro acabo de insultarlo,
le pregunto: “Hijo mío, si un hombre rechaza un regalo”; ¿de quien será el regalo? -
El otro respondió: “de quien quiso ofrecerlo”. -Hijo mío replico el Buddha, me has
insultado, pero yo rechazo tu insulto y este queda contigo. ¿No será acaso un
manantial de desventura para ti? -El insensato se alejo avergonzado pero volvió para
refugiarse en el Buddha”.
Si como es cierto, el hombre de Oriente fue más que ningún otro “homo religio sus”
no fue menos “homo eticus” en el que se fue elaborando la conciencia moral de la
humanidad como la demuestra el pensamiento y sentimiento moral y religioso del
brahmanismo, confucianismo y budismo.
LA MORAL CONFUCIANA.
El concepto de Confucio es el hombre latinizado del filosofo Chino Kung-Fu-Tse.
Su obra comprende la interpretación de los libros de la sabiduría china en (hombría
de bien) es fundamental en esta ética. Yen es el principio moral que determina las
relaciones humanas en la sociedad y en la familia e inculca el respeto a los que son
superiores a vosotros por la edad, bien por la posición social, dice Confucio.
“El perfecto es por si mismo perfecto. La ley del deber es para él, la ley del deber.
El perfecto es el principio y el fin de todos los seres; sin la perfección los seres no
existirían. Por eso el sabio estima esta perfección por encima de todo. El hombre
perfecto no se dedica a perfeccionarse a sí mismo para detenerse después, por eso en
su constancia se dedica a perfeccionar a los demás seres. Perfeccionarse a sí propio
es una gran virtud; perfeccionar a los otros es una gran sabiduría. Son virtudes de la
facultad racional pura y sin mezcla. Reunir la perfección interior y exterior
constituye la regla del deber. Así se debe obrar según lo exige las circunstancias”.
El hombre perfecto no cesa jamás de hablar bien.
MORAL MAZDEISTA.
El mazdeísmo clásico se constituyó en el primer milenio de nuestra era en la antigua
Persia, hoy Irán. Los arios de Irán, tenían en común con los de la India la veneración
al cielo en su doble claridad diurna y nocturna y el uso del fuego como vehículo de
la tierra al firmamento. Sobre la base de estos cultos del mazdeísmo, ergio su
doctrina Zoroastro. Doctrina reformada de los cultos de muy antiguo y diverso
origen.
En el orden moral esta doctrina se traduce en un drama cósmico que resume la lucha
entre espíritus de bien y espíritus de mal, en tres actos, a saber uno de creación; otro
de experiencia y el último, de disolución y retorno que asisten al destino de la vida
individual y del mundo en general. Nada de acontecimientos imprevisibles y
conmociones catastróficas, anunciadas por los profetas; nada de sucesos
imprevisibles, fortuitos, insolubles al término de los cuales cada individuo debe
someter sus actos a un juicio final. Una sola verdad: el triunfo de la justicia; las
exigencias de la conciencia marchan de mano con los principios de la razón e
imponen el reino del derecho. Esta es la fuente de nuestras creencias y de nuestras
concicciones más imperativas en la conducta moral y el comportamiento humano.