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democrática o de la democracia
mainstream?
Uno de los indicadores más reproducidos por medios de comunicación para establecer la calidad
democrática de los países es el Índice de Democracia (ID) que calcula The Economist Intelligence
Unit (EIU) desde el año 2006. Con dicho índice pretende clasificar el estado de las democracias en
países de todos los continentes. A partir de una serie de indicadores, los países quedan clasificados
según cuatro “calidades” de democracia.
El ID toma en cuenta cinco categorías –que agrupan 60 indicadores- para clasificar las democracias:
1) proceso electoral y pluralismo, que contempla la libertad en la celebración de elecciones, la
competencia política justa y otras cuestiones vinculadas con la libertad política; 2) participación
política, que mide niveles de participación en cada país, considerando la predisposición de la
ciudadanía para contribuir al debate público, para involucrarse en partidos o movimientos políticos y
para acudir a las urnas con regularidad; 3) cultura política es la categoría que indicaría en qué
medida las sociedades tienen asimiladas las reglas del juego electoral y, por lo tanto, son capaces
de sobrellevar adecuadamente los resultados electorales; 4) libertades civiles y derechos humanos
básicos, alude a la capacidad de cada país para garantizar derechos humanos y derechos de las
minorías, así como también libertad de culto, de reunión y asociación, etc., aun cuando la voluntad
que impere sea la de las mayorías; 5) calidad del funcionamiento del Gobierno, finalmente, es la
categoría que mide la capacidad/voluntad de los Gobiernos para implementar las decisiones o
propuestas.
El ID asume valores entre 0 y 10, correspondiéndose los valores más altos con mayor calidad
democrática. Cada una de las cinco categorías obtiene una calificación en una escala de 0 a 10, y el
ID es un promedio simple de esas categorías. A su vez, la calificación de cada categoría se calcula
promediando el valor de los indicadores que la conforman convertidos a una escala de 0 a 10.
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Así, el ID clasifica a los países en cuatro niveles de democracia: a) democracias plenas, que engloba
a aquellos países que tienen una cultura política sólida, además de garantizar cabalmente derechos
y libertades políticas y civiles. Además de esto, en los países con democracia plena los medios de
comunicación son plurales y diversos, existe un sistema eficaz de controles y equilibrios entre
poderes, y el funcionamiento del Gobierno es satisfactorio. Los problemas en el funcionamiento de la
democracia son muy limitados en los países que pertenecen a esta categoría de democracia; b)
democracias imperfectas, en aquellos países que tienen elecciones justas y libres, donde también se
respetan las libertades políticas y civiles básicas, pero que a su vez presentan un desarrollo
insuficiente de la cultura política, tienen bajos niveles de participación y presentan problemas de
gobernanza; c) los regímenes híbridos serían aquellos en los que los resultados electorales no son
confiables. Generalmente los Gobiernos ejercen presiones sustantivas sobre los partidos o
candidatos opositores y la baja intensidad de la cultura política, la participación y el funcionamiento
del Gobierno es más marcada que en la categoría anterior. En estos regímenes la corrupción está
muy extendida y el estado de derecho es débil. No existen el equilibrio y la división de los poderes
del Estado, y el trabajo de los medios de comunicación está condicionado por las presiones de los
poderes fácticos; por último, d) los regímenes autoritarios son aquellos que se asemejan a las
dictaduras. The Economist engloba con este rótulo a los países en los que si se celebran elecciones
no son justas ni libres, tienen instalada la censura y se ejerce de manera sistemática la persecución
a la diferencia ideológica. No hay respeto alguno por las libertades civiles, por el derecho de las
minorías y el derecho a la información. La división de poderes no existe.
¿Cómo obtiene la Economist Intelligence Unit la información para clasificar las democracias de los
países? Fundamentalmente por dos vías: encuestas de opinión de aquellos países que cuentan con
ellas –aunque las que utilizan principalmente son World Values Survey, Eurobarometer, Gallup y
Latin American Barometer– y la “evaluación de expertos”. Respecto de esta última fuente de
información, la EIU no ofrece mayores detalles sobre los “expertos”: sólo se sabe que son 130
[6]
especialistas y economistas . Tampoco la Unidad revela detalles metodológicos imprescindibles
para conocer el modo en que se elaboran los rankings. Paradojas de un índice que, entre otras
cuestiones, mide transparencia y calidad democrática.
Un panorama del último informe de la EIU (2017) en América Latina podría otorgarnos algunas
pistas, si no del origen de los “expertos”, al menos de sus inclinaciones ideológicas:
Sesgos ideológicos:
Desde otra arista, es fácil encontrar sesgos ideológicos al recorrer el cuestionario, lo que se hace
presente en la elaboración de categorías e indicadores. Una de las mayores polémicas esbozada por
D. Levine y J. Morales[8] es la inclusión de las categorías «libertad económica y propiedad privada»
como partes constitutivas de las «libertades civiles». Independientemente de la posición respecto a la
libertad económica –lo que de por sí constituye una polémica entre la derecha y la izquierda – son
muchos quienes consideran que sería más correcta su utilización como un componente de la
dirección de las políticas públicas en la evaluación de un Gobierno, en lugar de un indicador de
calidad de la democracia. Es decir que, tal como está planteado el actual sistema de puntuación, la
FH obtiene resultados que subestiman la calidad de la democracia en los países gobernados por la
izquierda.
En este sentido los únicos países de la región considerados como “No Libres” son Cuba y
Venezuela. Mientras que otros como Honduras (no reconocimiento de los comicios) o Brasil (golpe
parlamentario e intento de proscripción del candidato con mayor intención de voto) son considerados
“Parcialmente Democrático” y “Libre” respectivamente en su informe 2018.
En la misma línea, elementos clave como el nivel de participación electoral a menudo son
meramente reducidos al porcentaje de la población apta para votar que efectivamente acude a las
urnas sin ponderar otros factores que hacen a la participación ciudadana desde la sociedad civil, la
libertad de expresión y organización, y a los mecanismos de participación popular. Es decir no toma
en cuenta, por ejemplo, que en muchos casos los pedidos de rendición de cuentas o la protesta
social pueden ser acallados por la represión, interfiriendo en la calidad democrática.
Para poder realizar elecciones verdaderamente libres el electorado debe contar con una distribución
relativamente equitativa de los recursos cognitivos, es decir, debe contar con las herramientas
conceptuales que le permitan elegir a conciencia y disponer de una pluralidad de información. A
menudo se enfatiza la libertad de prensa, sin considerar factores clave como el grado de
alfabetización y acceso a la educación media y superior de la población. Por su parte el escándalo
de Cambridge Analytica[10] pone al descubierto nuevas formas de manipulación de la opinión
pública que implican nuevos desafíos en términos analíticos y en la creación de indicadores eficaces
a la hora de medir los derechos civiles, como el derecho a la información personal y a la información
fidedigna.
En cuanto al sufragio universal, dos de las variables más difundidas, la ampliación o no del derecho
al voto a los nacionales que habitan en el exterior, y a los extranjeros que han residido por un tiempo
considerable en el país, pueden considerarse como un indicador de calidad, sin embargo no forman
parte del los indicadores de FH. De manera que si bien se registran la igualdad de género, la libertad
religiosa y el racismo, se excluye la xenofobia por parte del Estado.
A modo de conclusión
[1] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-20372011000200003
[2] Munck, Gerardo (2004), “La política democrática en América Latina: contribuciones de una
perspectiva institucional”, Política y Gobierno, XI
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_nlinks&ref=4754375&pid=S1665-
2037201100020000300031&lng=es
[3] http://www.celag.org/hablamos-cuando-hablamos-democracia/
[5] https://infographics.economist.com/2018/DemocracyIndex/
[6] http://www.eiu.com/home.aspx#about
[8] http://www.redalyc.org/html/308/30804502/
[9] https://freedomhouse.org/report/freedom-world/freedom-world-2018
[10] https://www.celag.org/cambridge-analytica-el-big-data-y-su-influencia-en-las-elecciones/
Camila Vollenweider
es historiadora y socióloga, miembro del Centro Estratégico Latinoamericano de
Geopolítica (CELAG) de Quito, Ecuador
Bárbara Ester
Licenciada en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) Profesora en Sociología
Universidad de Buenos Aires (UBA).
Fuente: http://www.celag.org/indicadores-de-la-calidad-democratica-o-de-la-
democracia-mainstream/
URL de origen (Obtenido en 16/04/2018 - 02:46):
http://www.sinpermiso.info/textos/indicadores-de-la-calidad-democratica-o-de-
la-democracia-mainstream