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DANIEL FELIPE MORENO MENDOZA 11.

3 18/12/2012

THE ENGLISH SCHOOL LITERATURA NM OLGA LUCÍA RAYO S.

COMENTARIO DE TEXTO – “ODA A LA TRISTEZA”


de Pablo Neruda

El siguiente comentario abordará el poema “Oda a la Tristeza” perteneciente al


poemario “Odas Elementales” que fue escrito en 1954 por el poeta chileno Pablo
Neruda. Neruda nació en Parral, Chile, en 1904, como Ricardo Eliécer Neftali
Reyes Basoalto, adoptando posteriormente su seudónimo en homenaje al poeta
checo Jan Neruda. A lo largo de su vida recorrió gran parte del mundo. Neruda
participó activamente en la política, siendo adherido al partido comunista. El
poeta, aferrado a tendencias literarias como la vanguardia, la poesía social, se
caracterizó por manejar un lenguaje generalmente sencillo, como también su uso
de simbología e imágenes. Su obra literaria le mereció el Premio Nobel de
Literatura en 1971. Este poema pertenece a su quinta etapa literaria, en la que el
poeta repasa el camino que ha recorrido con edad y madurez. El poema tiene
como género mayor la oda, explícita en el título del poema. Este título es uno
mixto entre temático y remático, al mencionar el tema del poema, la tristeza, y el
género del poema, una oda. Sin embargo, en esta oda el poeta expresa, con
exaltación, su desprecio por la tristeza, en vez de admirarla. Se hará un análisis
de los contenidos, la composición temática, las estructuras externa e interna y el
estilo de la pieza lírica en mención.

Para empezar, el poema contiene como idea principal el rechazo rotundo por
parte del autor hacia la tristeza. Ésta se evidencia en la forma directa como se
dirige el autor, a través de un “yo poético”, a la tristeza, despreciándola,
dictándola, negándola. El poema explora, a manera de isotopías, los temas de la
encarnación de la tristeza, el dominio sobre la tristeza, el optimismo y patriotismo
como contras para tristeza, y finalmente la erradicación de la tristeza.

Por el lado de la composición, los primeros cinco versos del poema abordan el
tema de la encarnación de la tristeza. El hablante lírico se dirige a la tristeza y a
sus diferentes manifestaciones rastreras, como “escarabajo / de siete patas rotas”
en los primeros dos versos y “rata descalabrada” en el verso 4. El tema del
dominio y autoridad que se puede ejercer sobre la tristeza entre los versos 6 y 15,
al darle prohibiciones y órdenes como “Aquí no entras. / No pasas” (Versos 5 y 6)
y “Ándate” (Verso 7), respectivamente. Otro ejemplo notable de la autoridad es
cuando el hablante se impone sobre la tristeza al decir “Aquí vive un poeta” y “La
tristeza no puede / entrar por estas puertas” entre los versos 13 y 15. Ahí él se
confirma como el dueño y amo de sí mismo, como si fuera una casa, y así quien
decide quién entra quién no. En la última frase, el hablante toma una posición
más distante hacia la tristeza, al referirse a esta en tercera persona y ya no en
segunda. Con este cambio el hablante busca presentar la idea como si fuera una
norma, un hecho. El tema del optimismo y patriotismo se desarrolla entre los
versos 16 y 20, pues en ellos cuenta que “Por las ventanas / entra el aire del
mundo, / las rojas rosas nuevas, / las banderas bordadas / del pueblo y sus
victorias”, lo cual se remonta a su compromiso social de aire patriótico, el cual
una vez manifestó hacia España. Del verso 21 al 24 se retoma el dominio sobre la
tristeza, puesto que el hablante vuelve sobre las prohibiciones y órdenes como
“No puedes” en el verso 21 y “Sacude” en el verso 23. Del verso 25 en adelante, se
trata el tema de la firme y determinada erradicación de la tristeza por parte del
hablante, al contar lo que le hará a la tristeza para destrozarla y finalmente
enterrarla.

En cuanto a su estructura externa, los versos del poema figuran entre versos de
Arte Menor bisílabos y versos de Arte Mayor endecasílabos. Predominan los
versos de arte menor. “Oda a la Tristeza” es, por otra parte, una pieza lírica
monoestrófica que tiene treinta y cuatro versos. Se maneja una rima libre,
habiendo rima asonante, por ejemplo, en los versos 27 y 31 con las palabras
“trozos” y “ojos”. Como intensificadores sonoros, se emplea la aliteración, como en
la expresión “esqueleto de perra” en el verso 5, que repite la “e” mientras que
cierra con un énfasis en la “r” para darle una sensación áspera y de desprecio
hacia esta tristeza. Otra aliteración se encuentra en el verso 18, “rojas rosas
nuevas”. Se da sobre la primera sílaba, “ro”, en las primeras dos palabras, y
sobre la terminación “as” en las tres palabras”. Esta aliteración busca darle
remembranza a esta expresión como símbolo de lo contrario a la tristeza. Un caso
similar se presenta en el siguiente verso con la similitud de sonidos en “banderas
bordadas”. Los versos en su mayoría están encabalgados, con la excepción de los
versos 7, 8, 21 y 22. Estos versos esticomíticos albergan órdenes y prohibiciones
que el hablante lírico le impone a la tristeza, las cuales buscan ser breves y
contundentes. El ritmo que maneja el poema no es consistente, al haber
oraciones tanto cortas como largas que están encabalgadas o no. Esto muestra
cierta espontaneidad en lo que el hablante está diciendo, que son sentimientos y
pensamientos que están surgiendo casi de inmediato, en vez de un discurso
preparado en contra de la tristeza. No obstante, no significa que la determinación
de enfrentar a la tristeza haya sido inmediata también. Predomina el
encabalgamiento suave, con pausas versales tanto marcadas como no marcadas.
Se encuentran encabalgamientos abruptos en los versos 9, 11 y 23 para enfatizar
en el verbo imperativo de las órdenes que el hablante le da a la tristeza. Estos
encabalgamientos buscan ser breves y terminantes.

Por otra parte, en relación con la estructura interna, el hablante lírico es un


poeta en búsqueda de la felicidad. Este poeta busca la felicidad agotando la
existencia de la tristeza que lo rodea. Él mismo se da a conocer como en el verso
13 al decir “Aquí vive un poeta”, y luego la enumeración a partir del verso 15 de
qué le hará a la tristeza para extinguirla. El objeto lírico es la tristeza; es el
mismo sentimiento que quiere encarar el que lo lleva a buscar la felicidad y
manifestarse en contra de la tristeza. A través de este objeto lírico, el hablante da
vida a un oponente, volviéndolo físico para poder tener una visión más clara de a
qué se está enfrentando. El motivo lírico es la decisión a enfrentar y vencer la
tristeza, que alude directamente a la idea principal, pues es a través del rechazo,
y luego la eliminación, que el poeta busca encarar a la tristeza. El poema tiene
una actitud apostrófica, donde el tú a quien el hablante lírico se dirige es la
tristeza, lo cual es explícito en primer verso con el vocativo con que se abre el
poema. El tono del poema es eufórico, evidenciado por la determinación del poeta
de ahuyentar a la tristeza. Este tono está pronunciado en el estilo.

Seguidamente, en el estilo, se ve en el nivel morfosintáctico un uso de verbos en


imperativo, como en los versos 8 (“Ándate”), 9 (“Vuelve”) y 23 (“Sacude”). Estos,
junto con los verbos conjugados en presente como contando lo que ya son
hechos, como “No pasas” en el verso 7 y “Aquí no entras” en el verso 22 reafirman
el tono determinante del poeta, quien se ha concientizado de que es el dueño de
esta tristeza y por esta razón puede hacer con ella lo que le plazca, en este caso,
dándole órdenes y dictando su naturaleza. La conjugación verbal cambia
posteriormente a partir del verso 25; ahora el poeta habla en futuro, por ejemplo,
“yo pisaré” (Verso 25), “yo barreré” (Verso 27), “yo te torceré” (Verso 30). Este
cambio de tiempo verbal evidencia la firmeza y decisión del poeta de erradicar a la
tristeza. Respecto a la adjetivación, se emplean epítetos a lo largo del poema: En
el verso 4, el poeta se refiere a la tristeza como “rata descalabrada” donde el
adjetivo denigra aún más al sentimiento contra el cual el poeta quiere atacar.
Otro ejemplo, esta vez de doble adjetivación, se encuentra en el verso 18 al
mencionar las “rojas rosas nuevas”. Estas tres palabras juntas representan lo
positivo, el amor y la felicidad, en otras palabras, todo lo contrario a la tristeza. El
hablante recurre al deíctico personal “yo” como anáfora durante la enumeración
de los versos 25 a 32 para dar énfasis a su determinación. El hablante también
utiliza un deíctico espacial en el verso 13, al decir “Aquí vive un poeta”. En este
caso, el “yo” ha sido sustituido por “Aquí”, donde “vivir” se encuentra en función
de la palabra “ser”. Con esta oración contundente y afirmativa, el hablante lírico
se da a conocer, lo cual será analizado posteriormente a nivel semántico. Otra
figura del nivel morfosintáctico es la enumeración, acentuada por el asíndeton,
durante los primeros cinco versos para describir a la tristeza: “Tristeza,
escarabajo / de siete patas rotas, / huevo de telaraña, / rata descalabrada, /
esqueleto de perra”. El hablante vuelve sobre la enumeración y el asíndeton a
partir del verso 25 y hasta el 32, nombrando qué le hará a la tristeza. Este último
se ve interrumpido por la aparición de la conjunción “y” para presentar la última
acción que el hablante tomará y así concluir el poema. Por otro lado, se
encuentran figuras de repetición, como la reduplicación a lo largo del poema de la
palabra “no” que el hablante le impone a la tristeza. Esta reduplicación hace que
en el poema se desarrolle un motivo recurrente del rechazo y la negación hacia la
tristeza. También, se hace una reduplicación del verso 9, “Vuelve”, en el verso 11
para enfatizar en la firmeza del hablante al ordenar a la tristeza que se aleje de él.
Además, esta reduplicación marca el comienzo del paralelismo de los versos 10 y
12, donde el poeta ordena a la tristeza que vuelva “al Sur con tu paraguas” y “al
Norte con tus dientes de culebra”, respectivamente. Se reduplica también el verso
6, “Aquí no entras”, en el verso 22, que representa al poeta reafirmando su
posición.

De contera, en cuanto al nivel semántico, se personifica, animaliza y cosifica a la


tristeza a lo largo del poema. Para facilitar su combate contra este sentimiento, el
hablante lírico le da vida a la tristeza, la saca de la abstracción para definirla
como lo monstruoso y lo nocivo, ya sea persona, animal o cosa. El poeta
animaliza a la tristeza llamándola “escarabajo / de siete patas rotas” en los
primeros dos versos y “rata descalabrada” en el cuarto verso. Además, le atribuye
“dientes de culebra” en el verso 12, lo cual es a su vez una metáfora del peligro y
un símbolo de veneno, y “alas de murciélago” en el verso 24, como símbolo de lo
oscuro y feo. La personificación se evidencia en el verso 10 cuando se le atribuye
un paraguas como accesorio, mientras que la cosificación se da al llamar a la
tristeza “esqueleto”. Otro recurso estilístico semántico que frecuenta es la
metáfora. El poema en sí es una metáfora extendida, o alegoría si se prefiere, de
la tristeza. Esta alegoría se apoya no sólo en las prosopopeyas mencionadas
anteriormente, también en una serie de metáforas y símbolos a lo largo del
poema. Un ejemplo se da en el verso 10, cuando se hace referencia a un
paraguas: El paraguas es símbolo de la lluvia, que es una metáfora del llanto. En
los versos 16 y 17, “Por las ventanas / entra el aire del mundo”. Este “aire del
mundo” es una metáfora de la esperanza. El hablante emplea una metáfora para
sí mismo que es la de una casa, diciendo que “Aquí vive un poeta” (es decir, la
persona en este cuerpo es un poeta) en el verso 13, que “La tristeza no puede /
entrar por estas puertas” en los versos 14 y 15, y que “Por las ventanas / entra el
aire del mundo”. Otra metáfora se encuentra en el verso 29, donde se habla de
“las cuatro puntas del viento”; ésta es una metáfora de todos lados, rectificando
que el hablante dejará la tristeza completamente destruida, sin bases, toda
desunida. En el verso 31, el hablante emplea una metáfora de cerrar los ojos al
decirle a la tristeza “yo te coseré los ojos”. El poema cierra con una metáfora en
los versos 33 y 34: “(…) enterraré tus huesos roedores / bajo la primavera de un
manzano” es una metáfora de un funeral. En esta metáfora, la primavera es una
metonimia de la felicidad que florecerá. Respecto a los campos semánticos,
resalta aquel relacionado con lo grotesco y lo feo: al relacionar a la tristeza con
términos como “escarabajo de siete patas rotas”, “huevo de telaraña”, “rata
descalabrada”, “esqueleto de perra”, “alas de murciélago”, “las plumas que caen
de tu manto”, “barreré los trozos de tu cadáver”, “te torceré el cuello” y “te coseré
los ojos”. Este campo, de corte naturalista, es contrastado por uno de lo bello,
que observa la realidad desde lo positivo, que comprende términos como “el aire
del mundo”, “rojas rosas nuevas”, “banderas bordadas”, el “pueblo y sus
victorias”, “la primavera” y “un manzano”.

“Oda a la Tristeza” de Pablo Neruda es, en conclusión, un poema que muestra al


poeta, implícito como hablante lírico, decidido a vencer la tristeza y recibir a la
felicidad. Basándose en la idea principal del rechazo hacia este sentimiento, el
poeta busca ahuyentar gradualmente a la tristeza. Le da vida a la tristeza para
poderla denigrar, luego se impone ante ésta como la autoridad, la combate
resaltando lo positivo y bueno de la vida, y finalmente alude a su posterior acción
de erradicarla. Neruda se muestra ya sabio y maduro en esta oda para eliminar la
tristeza que lo ha rodeado en diferentes momentos de su vida. A través de
isotopías de la tristeza, una sola estrofa que busca énfasis en las ideas con el
contraste de frases cortas y largas, frases encabalgadas y esticomíticas, frases
cortadas suave y abruptamente, la repetición de sonidos, un tono eufórico para
probar su determinación, un manejo del lenguaje autoritario, imperativo y de
desprecio a la tristeza, y la alegorización de la tristeza para poder encararla
mejor, Neruda consolida una evolución radical de sus sentimientos, distantes ya
del poema XX, tres décadas atrás, donde escribía “los versos más tristes esta
noche”.

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