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La necesidad de usar el viejo reloj-despertador era evidente.

Un pequeño
reloj-radio digital que heredé de mi abuelo empezó a despertarme todas
las mañanas. El reloj estaba parado lejos de mi cama con el objetivo de
estar obligado a despertarme y ponerme de pie para poder callar los
estruendosos sonidos que la maquinita gritaba y alistarme para llegar
temprano a la universidad. Al tener el parlante ya viejo, el sonido era
comparable al de una sirena de bomberos desgastada o a un ganso
siendo torturado, no pasó mucho tiempo para reconsiderar el uso de la
maquinita por otra menos escandalosa, pero hurgando a la maquinita,
descubrí que podía utilizar la función de radio combinada con la función
de despertador y así levantarme con las últimas noticias, siempre al día
y con la seductora gruesa voz de algún locutor de alguna estación y
comenzar el día con algún comentario para el desayuno, alguna idea para
rondarla en el minibús o simplemente con la satisfacción de empezar el
día como un ciudadano informado, que escucha radio todas las mañanas
y ciertamente orgulloso de estar al tanto de lo que pasa en su país. Que
equivocado que estaba.

En lo único en lo que no me equivoqué fue en lo de levantarme con las


últimas noticias. Noticias que acababan de ocurrir hace unos pocos días
eran lanzadas a todos los radioyentes. La seductora voz de algunos
locutores dejó de ser seductora cuando, después de varias semanas
como radioyente, empecé a notar cierto halo de preocupación, angustia
y de sin alternativa indiferencia, y no por nada. Tampoco tenía el agrado
de comentar en el desayuno alguna noticia, aunque las primeras
semanas sí por supuesto, pero después, era mejor callar a riesgo de
empezar el día con un poco de desagrado, preocupación y hasta de
miedo. Rondar alguna idea en el minibús tornaba desagradable el
camino y cierto orgullo de ser un ciudadano informado sí lo tenía, pero
éste se veía opacado por el mero hecho de que, sí, estaba informado,
informado de los acontecimientos que pasan en el país, tal vez lo que
algunos llamarían la “realidad del país”, pero ¿realmente quería conocer
esa realidad? O la verdadera cuestión es si ¿conocer esa realidad era
bueno o malo para mi persona? ¿en qué grado me afecta? ¿me afecta?
El lector se preguntará, que siempre ha escuchado este sujeto. Te lo diré
en pocas palabras lector: violencia, violencia y violencia.
Pero ese no es el verdadero problema. La violencia, aparte de ser una
cualidad inherente de los seres y de ser repudiada en la especie humana,
al poseer la humanidad una asombrosa capacidad de empatía, el deseo
de erradicar la violencia está en el análisis de los aspectos del desarrollo
de la sociedad y está en manos de estudiosos de ésta y finalmente en
nuestras manos.
El problema ronda en los medios de comunicación, que, gracias a una
lógica de capitalismo y consumo, la mayoría se han transformado en
medios amarillistas que apelan con ímpetu a las emociones de la gente,
con el simple afán de entretenerles, pasar el chisme, ofrecerles
productos o generarles deseo por cosas que no tienen y que en el fondo
más que entretenerles les están enfermando. ¡Qué digo! ¡Nos están
enfermando! Y todas las mañanas, la importancia que recibían los
nuevos presos en la cárcel de San Pedro era gigante frente a los presos
que se reincorporan a la sociedad que, para los medios, no tienen
ninguna importancia y son invisibles, o el énfasis que ponen en los
asesinatos y violaciones frente a eventos culturales que también están
sucediendo. Pero como dije al principio, el problema ronda por ahí, pero
sigue sin ser el problema.
Michael Moore en su documental “Bowling for Columbine: un país en
armas” (2002) empieza a dilucidar el porqué hay más violencia en
Estados Unidos que en Canadá, algo curioso siendo países tan cercanos,
y la respuesta no solo fue que en Estados Unidos se venden muchas
armas, un factor también muy influyente eran los medios de
comunicación, esto lo confirma en otro documental “Capitalism: A Love
Story” (2009). Moore se da cuenta que la violencia disminuye cuando los
medios de comunicación trasmiten noticias violentas en horarios tardíos
o nocturnos, evitando mostrar noticias violentas al amanecer en el
desayuno, en familia en el almuerzo, y pasarlas mejor en la noche. Aquí
claramente hay una influencia sobre la psique de la población, sobre la
mente, sobre su manera de interpretar la realidad e interpretar el país
donde viven, tener una cierta percepción de su comunidad y su manera
de relacionarse con ella, con confianza o con miedo, y todo esto ronda
alrededor del cuerpo. Hay un cuerpo afectado por un ente (que puede
ser el televisor, la radio o las redes sociales), y la manera y el grado en
que afecta este ente al cuerpo va a determinar como va actuar el cuerpo
y como va a pensar la mente (incluyendo a la mente dentro del cuerpo,
intentando salir del binario cuerpo/mente). Siguiendo la lógica de salir
del binario cuerpo/mente, hay otro binario entre afectador/afectado, la
persona “normal” y el medio de comunicación que le dice algo sin el
espacio de refutación a lo que el medio dice, la persona o el sujeto, solo
puede refutar al medio, discutiendo lo que dijo con otra persona (a
través de su cuerpo) o en sí misma, refutar al medio en su mente (en su
cuerpo). ¿Cómo salir del binario? Pues cuando la persona intenta
tornarse medio de comunicación, pero tratando de informar, no de la
situación de la realidad, sino de la situación de él mismo o de su cuerpo,
lo que simplemente se podría decir “expresarse”, algo que hacen los
artistas, pero cuando tu cuerpo es el afectado, cuando tu cuerpo es el
lienzo y la obra de arte, entonces es performativo, es performance.
Por fin llegamos al problema; ¿Cómo expresar todo lo ya antes dicho en
una performance?

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