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ESCRITORES URUGUAYOS DE LOS 80 Y 90 - Variedad en la diversidad

21 de enero de 2015 a la(s) 0:55

Después de las dos notas que dedicáramos a los escritores uruguayos surgidos en la década de
los años 70, poetas y narradores, se imponía casi naturalmente realizar un balance proyectivo
que avanzara hacia finales del Siglo XX. Nos ocupamos aquí, en forma conjunta, de narradores
y poetas, en trabajo que inevitablemente –a causa de la mayor relativa cercanía del período
considerado- podrá resultar polémico. Bienvenidas sean entonces las señalizaciones,
acotaciones y críticas.

El primer lustro de los ochenta siguió la constante marcada en los años anteriores, en cuanto a
la intensa publicación y presencia de la poesía en el medio cultural uruguayo. Fue el tiempo del
claro desarrollo hacia la madurez expresiva de poetas de los setenta, como Elder Silva, Víctor
Cunha y Rafael Courtoisie. Pero también atestiguó el surgimiento de dos autores muy distintos
pero comparables por una estrategia de pausada y a la vez regular publicación de sus libros:
Jorge Castro Vega, que se destacó al aparecer premiado en un concurso que fue paradigmático
(el organizado por el diario El Día, la Embajada de España y Editorial Arca en 1982), y que ha
sabido decantar una voz caracterizada por un lirismo contenido en función de lo conceptual,
con textos que aspiran a una expresión limpia, estructurada con minucia perfeccionista. Por su
parte, Luis Pereira logra sus mejores momentos en la dimensión amatoria y erótica,
evolucionando desde el coloquialismo hacia una perspectiva estética que podría vincularse a lo
posmoderno.

Un número significativo de poetas giró en torno al Grupo Uno entre 1982 y el 87. Los nombres
más destacados son: Gustavo Wojciechowki (Macachín), con un perfil deudor del encare
dadaísta y un tono fuertemente iconoclasta. Agamenón Castrillón, en quien cierto
coloquialismo y preocupación social armonizan con las búsquedas formales y lingüísticas.
Héctor Bardanca, que desde la tendencia popularizante de sus primeros versos derivó hacia
una textualidad de sistemático y fecundo cuestionamiento de lo establecido. Álvaro Ferola,
que compartiendo el impulso y las búsquedas del grupo asumió no obstante en su obra una
enfática entonación social.

Dos narradores surgidos en el periodo son Julio Varela y Guillermo Álvarez Castro. Con varias
obras publicadas -entre las que se destacan, en el caso del primero, “Costumbres de Anita”
(premio en concurso y consecuente publicación por editorial Tae, en 1990), y en lo que hace al
segundo “Canción de Severino” (premio y edición de la Feria del Libro y el Grabado en 1985)-
ambos constituyeron ejemplos de escritores dotados de solvente oficio en camino de
afianzamiento, lo que los años siguientes no hicieron más que confirmar con creces.
Escritoras de obra lograda y estimulante

A fines de los ochenta hace su rutilante aparición Andrea Blanqué, quien luego de haber
superado el intento de algún comentador cultural de constituirla en una suerte de "Juana
postmoderna", desarrolló una voz intensa y propia, capaz de variados matices, modulaciones y
sutilezas, primero en la poesía y más tarde en los cuentos. A partir de “Sudestada”(Editorial
Planeta uruguaya, 2000), incursiona en el género novelístico con singular suceso, aunque a
nuestro criterio sigue siendo el relato corto sufuerte.

Silvia Guerra ha ido desgranando una obra poética calificada, rigurosa y persistente, siempre
en un nivel de superior calidad. A su vez, Marisa Silva evidenció una especial capacidad para
transmutar en materia literaria las pequeñeces cotidianas a través de sus solventes novelas, en
las que tocó además con conocimiento de causa y eficacia la temática del insilio y la cárcel en
tiempos de la pasada dictadura.

Otros nombres de interés son, en poético, los de Sabela de Tezanos, Mariella Nigro y Melissa
Machado, tres autoras hoy en plena madurez expresiva; la elaboración textual de Sabela, la
precisión formal e intelectual de Mariella, y la poderosa intuición de Melissa, han enriquecido
la poesía uruguaya. Isabel de la Fuente a su vez trabaja un lirismo muy adecuado a la
performance, desplegado en espectáculos donde la amalgama entre lo teatral y lo textual es
perfecta.

Lalo Barrubia, surgida en el marco del Grupo Uno, devino luego en referente insoslayable de la
mejor poesía transgresora de los años 90. Radicada en Suecia, ha decantado una obra de
mayor vuelo donde la cotidianeidad femenina se muestra descarnada desde un ángulo
diferente a la literatura de género.

Una muy buena narradora es Cecilia Ríos, que escribe relatos de firme estructura y original
encare. Mientras que la obra de Ana Solari incursiona con audacia en el terreno de la fantasía y
la ciencia ficción.

Potentes escritores

El caso de Luis Bravo ha llevado en algún momento a equívocos. Se lo filió al Grupo Uno,
cuando en realidad su vinculación al mismo -en lo estético, no en lo humano- no fue más que
una circunstancia si bien larga no esencial. Este poeta, riguroso y metódico, nunca comulgó en
altares "neo-dadá", sino que su camino fue el de un genuino esfuerzo de experimentación con
el lenguaje, con la disposición del verso, con el poema como tal, con la propia idea
convencional de poesía, culminando de manera coherente en su tendencia a la performance y
a la utilización de los nuevos medios tecnológicos al servicio de poema.

La poética de Aldo Mazzucchelli es una de las más interesantes de las surgidas en el final de los
ochenta. Ha desarrollado una voz inconfundible, y en su obra lo reflexivo y lo conceptual
soningredientes básicos. Más cerca en el tiempo volcó sus energías en el ensayo literario, con
erudición, singular vuelo y rigor investigativo.

Hebert Benítez Pezzolano ha demostrado con marcado rigor su vocación de artesano del verso.
Volcado hacia inquietudes radicalmente experimentales, ha ido forjando sin prisas pero sin
pausas un definido carácter, yendo en camino de constituirse en una voz insoslayable en el
contexto de la poética más reciente. En su largo poema elegíaco “Matrero” se amalgaman los
hallazgos de sus búsquedas formales con líneas tradicionales de la poesía uruguaya, con el feliz
resultado de una obra mayor.

Gabriel Peveroni se animó en la poesía con el tópico religioso desde una perspectiva
emparentable con cierta postura beat. Luego se mostró, en cuanto narrador, como el cronista
de la movida rockera y alternativa montevideana de los años noventa. Por caminos cercanos
pero con su propia personalidad, se desplegó la narrativa de Gustavo Escanlar; desde “Oda al
niño prostituto” a “Estokolmo” marcó su afán deliberado de escandalizar el poco audaz
ambiente cultural de aquellos años.

Poetas con obra madura e interesante son también Eduardo Roland, Gustavo Ribeiro, Jorge
Palma y Roberto Genta Dorado. Cada uno con su voz personal y sus propias inflexiones,
exponen hallazgos en muchos de sus textos y han marcando una segura parábola evolutiva.

Alvaro Ojeda, poeta de perfectas formas y gran vuelo expresivo, tiene ya en el género una obra
muy significativa. Y también se ha destacado como narrador, con cuentos y novelas bien
logrados y atractivos, que decantan en su reciente novela “La mula”(Editorial Estuario, 2014).

Y Julio Inverso, a través de un periplo creativo de ansiedad vertiginosa cortado abruptamente


por el suicidio al final de pasado siglo, fue elaborando la que hoy es considerada porla crítica
más solvente uno de los corpus poéticos más logrados y representativos de esa década. La feliz
iniciativa de Luis Bravo, al compilar en edición crítica la obra édita e inédita de Inverso, ha
permitido releer y valorar mejor su poderosa y original poesía.

En el género narrativo fue significativa, promediados los ochenta, la aparición de Juan Carlos
Mondragón, un narrador original y algo tardío, que ha dado a conocer con puntual disciplina
sus volúmenes de burilados cuentos caracterizados por una marcada perspectiva intelectual,
incursionando con el mismo talante en la novela. Por mitad de la década de los ochenta
retorna al país Fernando Butazzoni, cuya obra irá tomando mayor dimensión libro a libro.
Horacio Verzi, también retornado con la apertura democrática, aportará a la narrativa la
entonación de suspenso y el tema policial con cierta hondura.

Felipe Polleri es el más intenso y logrado de los narradores aparecidos en los noventa. Su
novela “Carnaval” (Editorial Signos, 1990), se aventuró sin concesiones y con gran potencia
metafórica en el universo marginal montevideano que antes no había merecido tratamiento
literario. Por su parte, Henry Trujillo explora en sus libros un ámbito similar. A su vez, los
jóvenes Ricardo Henry y Daniel Mella son cultores de una estética donde lo cruel y lo
escatológico son ingredientes decisivos, apartir de un formato típicamente posmoderno.

Fernando Loustaunau aporta una perspectiva de radicalismo a la novelística uruguaya de esos


años, unida a la preocupación por las identidades estético-ideológicas. Sus novelas, desde“14”
a “Diario de un demócrata moribundo”, merecen una atenta relectura; aparte de la solvencia
narrativa, contienen profundas reflexiones sobre el siempre recurrente tema de la identidad
uruguaya y sus bemoles. Mientras tanto, Enrique Ilera se constituyó en un auténtico "raro", es
un autor "de culto" conocido y admirado por muy pocos; sus relatos son terriblemente
luminosos y están aguardando una atenta lectura crítica.

Los casos de Carlos Rehermann, Amir Ahmed, Gustavo Espinosa y Pablo Casacuberta son los
de autores de escritura elaborada y con indudables brillos, de talante intelectual y
perfectamente sintonizados en sus obras con una sensibilidad generacional emergente en los
ochenta, que logró su espacio literario pero que sigue siendo saludablemente revulsiva. Carlos
Liscano, a su vez, ha venido estructurando mediante un esforzado laborar el estilo, válidas y
logradas metáforas narrativas relacionadas con ella experiendo de la cárcel y el exilio.

Por último, podemos mencionar a Xosé de Enriquez, quien se ha mostrado como un escritor
proteico,transitando cómodamente tanto por una poesía de filiación surreal como por elrelato
de sutil fantasía o el agudo ensayo.

Alejandro Michelena

NOTA: Este balance fue publicado en el semanario 7n, el pasado 15 de enero.

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