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DEFICIENCIA AUDITIVA EN EL NIÑO.

ASPECTOS SOCIOLINGÜÍSTICOS Y PEDAGOGICOS


Por la Lic. Nelly Berrocal

La sordera de nacimiento o adquirida antes de los dos años, priva al niño


de experiencias que lo conectan con el mundo: ruidos ambientales, voces
de los padres y la gratificación de la propia producción de sonidos.

La discapacidad del niño sordo se ubica a nivel de la lengua oral o lengua


fónica, porque no puede organizar un sistema lingüístico a partir de lo que
dicen los otros. Su percepción auditiva dañada no está en condiciones de
transmitir al cerebro los datos lingüísticos acústicos suficientes para el
procesamiento que mantendrá los niveles normales de la actividad
intelectual.

La falta de una lengua materna que cumpla la función lengua materna


(concepto que hace referencia a la apropiación espontánea de la lengua) a
través del cual el niño va a organizar el mundo y que le permitirá
desarrollar aprendizajes de todo tipo a futuro, lo priva de experiencias
comunicativas que operan sobre la red conceptual de base y lo somete al
riesgo de un progresivo aislamiento psicolingüístico. (CIDI/OEA 2002)

El niño oyente, durante el primer año almacena datos simbólicos sobre el


mundo que le rodea y se entrena para procesar a partir del segundo año
de vida la información lingüística, encontrando significados en cada
experiencia, asociándola a las anteriores, entiende rápidamente que todas
las personas transmiten información, intercambian pensamientos y
sentimientos a través de lo que dicen y oyen. A los 5 - 6 años tiene en su
vocabulario alrededor de 5,000 palabras y ha podido establecer millones
de contactos significativos mediante el código lingüístico.

El niño sordo no comprende lo que se le dice ni puede expresar lo que


quisiera, pese a que en la familia hay una red de significaciones comunes
contextualizadas acompañadas de gestos y mímica, el nivel de estos
intercambios no puede evolucionar. Se trata de un niño inteligente, ávido
y cooperador que a sus 3 o 4 años está al nivel de un oyente pre-verbal de
12 ó 18 meses, se percibe en él una sonrisa de comprensión fingida e
impotente, no puede comprender el juego que se le explica, aun cuando
quiera participar.

Al no hablar la lengua de sus padres, y que ellos no hablan una lengua


accesible al niño, desencadena un problema de “incompatibilidad
lingüística”, que hace referencia a un postulado sobre la naturaleza de la
comunicación : “La comunicación se produce cuando los interlocutores
comparten significados”. Los padres no encuentran el modo de
comunicarse con él, se encuentran en una situación de protección-
frustración y ayuda-autonomía, porque sienten que el niño no está
equipado para desenvolverse solo.

El niño hipoacúsico o con una audición disminuida, logra por sí mismo


adquirir palabras sueltas, onomatopeyas, vocalizaciones ininteligibles , en
otros casos se trata de sorderas progresivas que deterioran el acceso inicial
a la lengua, en general los niños hipoacúsicos tienen buenos niveles de
aprovechamiento de restos auditivos, sin embargo no es suficiente para
acceder a la lengua oral en el modo y tiempo correspondientes. El
hipoacúsico es un niño sordo con mejor nivel de lenguaje fónico expresivo
(mejor articulación y mejor timbre) pero con el mismo tipo de dificultades a
nivel de comprensión del lenguaje oral, su ventaja real respecto del niño
sordo se basa en el aprovechamiento que puede hacer de las prótesis
auditivas y de los tratamientos fonoaudiológicos.

El niño sordo no puede apropiarse por sí mismo de la lengua oral de su


grupo, sin la intervención de un especialista, pero ¿qué estrategias
utilizará el maestro frente a este reto que desencadena la carencia de
audición?. Se trata de un niño que debe enfrentar la relación pedagógica
desde una dificultad previa: la barrera lingüística entre él y su maestro
oyente.

Para que el niño sordo “hable” es necesario encontrar caminos alternativos


para la recepción casi inexistente y suscitar la producción de la palabra.

A nivel de recepción el niño se centra sobre las formas de mayor


significación, la disociación del circuito audio-articulatorio, resultado de la
deficiencia auditiva, imposibilita la construcción de la lengua fónica propia
de los oyentes.

Dado que filogenéticamente el niño sordo tiene intactas sus capacidades


intelectuales, no parece válido atribuir a la deficiencia auditiva la rigidez
conceptual, la insistencia en el error, la falta de iniciativa, la tendencia a la
repetición, la escasa creatividad. Estos atrasos son el resultado de una
falta de intervención educativa oportuna o de una intervención
reeducativa insuficiente o inadecuada para el desarrollo de sus
capacidades comunicativas.

La lengua fónica es la lengua que el niño sordo puede aprender gracias a


los métodos de oralización, articulación, lectura labial, entrenamiento
auditivo etc. Este aprendizaje, en la mayoría de los casos no garantiza
sino un conocimiento relativo de dicha lengua, sin embargo el niño sordo
debe aprenderla como segunda lengua, para poder comunicarse con los
oyentes. La falta de audición constituye una barrera para la percepción
del significante fónico y todo lo relacionado con la lengua oral. La visión
viene a suplir este déficit y se constituye en el canal perceptivo que capta
la transferencia a la gestualidad del medio comunicativo.

La lengua de señas es la lengua natural del niño y del adulto sordos, pues
es la única que pueden reconocer y adquirir directamente, es la única
lengua para la cual el niño sordo no es deficiente, sin embargo dada la
característica de lengua minoritaria, tampoco como único código es
suficiente.

La escuela bilingüe tiene como objetivo aportar al niño sordo, tan pronto
como sea posible, la primera lengua como garantía de un desarrollo
cognitivo adecuado e implementar el acceso a la lengua fónica como
segunda lengua. Se afirma que el hecho de ser bilingüe posibilita al niño
la adquisición y uso de estrategias metacognitivas y metalingüísticas que
le facilitan el cambio de código de una lengua a otra.
Se da por supuesto el apoyo de los padres totalmente involucrados en el
trabajo de la escuela bilingüe, donde ellos deben aprender esa lengua para
facilitar la comunicación y el vínculo afectivo con su hijo sordo.

“A pesar de que la divulgación de Lengua de Señas en las escuelas, sea


una realidad, todavía no se ha llegado a una firme comprensión de que la
vía primaria de acceso al intelecto del individuo sordo es el ojo”. (Ferreira
Brito J. 1993) Esta realidad exige la implementación de una educación
especial bilingüe que garantice una educación de buen nivel, con una
pedagogía cuyo enfoque tenga en cuenta no su discapacidad en lengua
oral sino sus capacidades intelectuales y visuales para todo tipo de
aprendizaje.
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Bibliografía: Aprendizaje en alumnos con Necesidades Educativas
Especiales, Ministerio de Cultura y Educación. República de Argentina
1992
El Desarrollo cognitivo y lingüístico de los niños sordos. Marchesi, Alvaro
1991

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