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Mercantilismo:
Aunque es a partir del siglo XVI cuando aparecen las primeras teorías económicas que dan
forma a la doctrina mercantilista, no es hasta fines del siglo XVII cuando se puede hablar
con propiedad y toma cuerpo de doctrina económica el mercantilismo entendido como
enriquecimiento de las naciones mediante acumulación de metales preciosos. Los rasgos
esenciales del mercantilismo son:
A lo largo de los siglos XVII y XVIII en los que se desarrolla esta doctrina económica, el
mercantilismo se presenta con matices y modalidades distintas según los países o las
épocas.
El mercantilismo francés:
El mercantilismo francés es muy diferente al español, al carecer Francia de minas de oro y
plata, por lo que ésta intenta adquirirlos en los mercados exteriores. Colbert (1619-1683),
ministro de Luis XIV, institucionalizó la exportación de productos franceses para crear oro
y a cuyos efectos desarrolló de forma muy importante la industria gala. Por ello, el
mercantilismo francés es conocido por colbertismo. Colbert consiguió el progreso de Nueva
Francia (Canadá) y convirtió este territorio en el almacén de trigo de Francia. Hasta
entonces la penetración francesa en las orillas del río San Lorenzo había sido poco intensa.
La industria:
No tenía el menor interés en enriquecer al pueblo. El Estado creaba industrias para
proveer el mercado interno. Protegía empresas particulares e impulsaba la creación
de otras. Con créditos, franquicias para determinados impuestos, subvenciones,
reducción de los intereses de préstamo al 5%, libertad para despedir trabajadores,
etc. Quebrantó la rigidez del corporativo sistema laboral francés de la época.
Favoreció el aumento de la población para disponer de mayor cantidad de mano de
obra. Concedió la exención tributaria temporal a las familias con más de diez hijos y
a los que se casan jóvenes. Prohibió la emigración de obreros y procuró atraer a
oficiales extranjeros con sus familias, aprendices y herramientas. Creó manufacturas
reales, empresas con producción controlada por el Estado donde se imparten
enseñanzas técnicas. Intendentes e inspectores fijan precios y analizan calidades.
El comercio:
Protegió el comercio interior de la competencia extranjera. En 1664 y 1667 se
decretó un aumento de las aduanas de puertos: los holandeses, máximos
perjudicados, adoptaron idéntica medida sobre las mercancías francesas que se
repartían mundialmente desde Amsterdam. Colbert decidió prescindir de este
intermediario y planeó la construcción de una flota mercante y de guerra suficiente
(se pasó de 18 buques en 1661 a 276 en 1683), mediante subvenciones. Los
empresarios que adquiriesen naves extranjeras cobrarían 2,5 libras por cada
tonelada de su capacidad; pero si la construían en su propio país, el premio sería de
5 libras. Se fundaron Compañías Comerciales al estilo inglés y holandés:
Compañías de las Indias Orientales, Occidentales, del Senegal, del Levante y del
Norte, cuyo éxito no duró más que la vida de Colbert. Francia en realidad no sentía
el empuje colonial de sus vecinos. Los tributos constituían una pieza fundamental.
Los privilegiados no pagaban impuestos directos sobre la renta (talla). Sólo los
campesinos tributaban. Constituían el 90% de la población (17 ó 18 millones).
Dedicaban al menos 30 días al año a las obras públicas del Estado como caminos y
acequias y otros 30 a su respectiva jurisdicción señorial. Colbert ejercía un control
directo sobre los nombramientos en el ejército y la Administración.
Fue Keynes, en su teoría general del dinero (1936), el que presentó un nuevo apoyo a las
doctrinas mercantilistas, al defender y demostrar que un excedente de exportaciones podría
aumentar el empleo, la producción y la renta interior, aunque también sostuvo que estaban
indicadas restricciones importantes al comercio internacional. (José Luis Carranza)
Las consecuencias lógicas de estas doctrinas son absurdas, a la vez que terribles. Absurdas,
porque renunciar a las ventajas del comercio internacional implica tener que producir a un
coste mayor lo que puede obtenerse de modo más económico. Significa que los ciudadanos
de Groenlandia no deben comprar café en Colombia, sino producirlo en la Tundra, o que
los cirujanos no deben contratar enfermeras, para evitar así la competencia de la mano de
obra "cualificada". Llevada a su conclusión lógica, la doctrina debería defender el
autoconsumo individual completo, para asegurarse de que el trabajo nunca falta. Decía el
americano Henry George que había que ser muy necio para pensar que es bueno establecer
en tiempos de paz, lo que los enemigos tratan de imponerte en tiempos de guerra: el
bloqueo de los puertos para evitar el aprovisionamiento desde fuera. También son terribles
porque, de acuerdo con estas teorías, no puede existir armonía de intereses entre las
naciones. Un país que carezca de determinado recurso (por ejemplo petróleo), no tiene
forma de adquirirlo entregando otra cosa que no sea dinero, -recordemos que, según la
doctrina mercantilista, el resto de países no deberían comprar productos extranjeros
elaborados. Por tanto, si dicho país no produce dinero -entiéndase dinero-mercancía, como
el oro-, su única salida es la conquista militar. En este sentido, la doctrina hitleriana del
Lebensraum fue la conclusión lógica de las políticas proteccionistas keynesianas de los
años 30, al igual que el colonialismo constituyó el ideal de la etapa mercantilista. El
economista francés Fréderic Bastiat resumió la idea con su célebre frase: "Si las mercancías
no cruzan las fronteras, lo harán los soldados" Este evangelio de la escasez, este "miedo a
las mercancías" como lo denominó el sueco Eli Heckscher, se fue haciendo popular durante
el Renacimiento, y podemos asegurar que su auge fue el resultado de la paulatina
generalización de la economía monetaria y crediticia y de la transición desde el
autoconsumo hacia la producción para el mercado. Los mercantilistas se fijaron como
objetivo proteger al productor nacional, para garantizar tanto los aprovisionamientos
indispensables, como el empleo. Sin embargo, cegados con este deseo, perdieron de vista el
objetivo final de la producción, que no es otro que la satisfacción más abundante posible de
las necesidades del consumo. De este modo, abogaron por una serie de medidas restrictivas
que garantizasen la escasez de mercancías, los precios altos y la abundancia de poder
adquisitivo. En general, no fueron capaces de advertir que, en condiciones normales, el
poder de compra radica en la propia producción; que los bienes se cambian por bienes a
través de esa gigantesca cámara de compensación que es el crédito comercial; que la
función del dinero es servir como unidad de cuenta y como garantía de la soberanía del
consumidor y que en general, sólo se requiere su presencia física para ajustar las diferencias
entre pagos y cobros. Tampoco alcanzaron a comprender que las tasas de atesoramiento
inusualmente elevado, se producen únicamente, cuando se destruye el crédito y no queda
otro modo de conservar riqueza que a través del atesoramiento de moneda. Todos estos
puntos quedarán aclarados conforme avancemos en nuestra exposición. (José Ignacio del
Castillo.
Su discípulo David Ricardo dio un paso más: demostró que todos los países
se pueden beneficiar especializándose cada uno en la producción de bienes aunque
no tengan ventaja absoluta en ellos; es suficiente que tengan ventaja comparativa,
es decir, que sean capaces de producirlo a un precio menor.
Nº de obreros 10 10
Horas 140 140
mensuales por
obrero
Horas en cada 2 4
par de zapatos
Horas en cada 10 7
abrigo
Producción mensual sin especialización
Pares de 5 x 140 / 5 x 140 / 4 = 525
zapatos 2 = 350 175
Abrigos 5 x 140 / 5 x 140 / 7 = 170
10 = 70 100
Producción mensual especializándose
Pares de 700 0 700
zapatos
Abrigos 0 200 200