Вы находитесь на странице: 1из 23

VIII Pleno Casatorio Civil: ¿En

qué se diferencian la nulidad y la


ineficacia en sentido estricto?
Por
Editorial EnfoqueDerecho
-
6 abril, 2016
2
3734

Compartir en Facebook

Compartir en Twitter

Por Miguel Ángel Pérez Caruajulca, alumno de la Facultad de Derecho de


la PUCP. Asistente de docencia del curso “Instituciones de Derecho Privado
2” en la misma casa de estudios. Practicante del Área de Proyectos,
Infraestructura y Construcción del Estudio Hernández & Cía. Abogados.

El autor manifiesta su más sincero agradecimiento a Walter Vásquez


Rebaza por su apreciable ayuda con la revisión y comentarios a este
trabajo. Asimismo, desea hacer extensivo su agradecimiento y
reconocimiento al profesor Rómulo Morales Hervías por las enseñanzas
recibidas y por la confianza depositada ciclo a ciclo en el curso
Instituciones de Derecho Privado 2. Finalmente, el autor pone de relieve
que cualquier error presente en este trabajo le es completamente
imputable.

Recientemente, un tema controversial ha concentrado la atención de la


comunidad jurídica. Se trata del VIII Pleno Casatorio Civil cuyo objeto de
análisis son los actos de disposición de bienes sociales por un solo
cónyuge. La discusión se centra en determinar cuál es la sanción jurídica
aplicable a estos actos de disposición realizados sin la participación de uno
de los cónyuges, a propósito de la interpretación de lo establecido en el
artículo 315 del Código Civil Peruano (1). Son dos los remedios o
sanciones que se han desarrollado tanto jurisprudencial como
doctrinariamente: (i) la nulidad y (ii) la ineficacia (en sentido estricto).

En el presente escrito, más allá de pretender sentar una posición jurídica


respecto al VIII Pleno Casatorio Civil, queremos ir un paso atrás para
poder aportar a una mejor comprensión de las materias en discusión. Así
pues, lo primero que uno se puede preguntar es (i) en qué consisten
dichos actos de disposición y (ii) en qué se diferencian la nulidad y la
ineficacia (en sentido estricto). En adelante, esbozaremos las posibles
respuestas a estas interrogantes.

 Los actos de disposición de bienes

Cuando se hace referencia a actos de disposición, a lo que se alude es, en


última instancia, a los negocios jurídicos o actos de autonomía privada en
virtud de los cuales se dispone de bienes o de derechos, y que implican la
modificación de la esfera jurídica patrimonial de un sujeto. Es mediante
los negocios jurídicos, principalmente contratos, que se realizan la
disposición, transferencia y/o gravámenes de bienes. Dichas disposiciones
pueden ser realizadas mediante un contrato de compraventa, un contrato
de donación, una permuta, un arrendamiento, etc. Las sanciones o
remedios de nulidad o de ineficacia (en sentido estricto) recaen pues sobre
estos negocios jurídicos.

 La formación de los Negocios Jurídicos

El hecho que el VIII Pleno Casatorio Civil pretenda determinar la sanción


aplicable a los actos de autonomía privada por los cuales se dispone
unilateralmente de bienes conyugales, teniendo que optar entre la nulidad
o la ineficacia (en sentido estricto), nos adelanta que dichos remedios o
sanciones son en sí mismos distintos. Pero, ¿cuáles son las diferencias
entre estas dos sanciones? ¿qué implicancias tiene el optar por una u por
otra sanción o remedio?

Para responder estas preguntas, lo primero que debemos mencionar


respecto a la nulidad y a la ineficacia en sentido estricto, es que éstas son
sanciones aplicables a los negocios jurídicos que se encuentran en una
situación patológica, esto es, actos que están en una situación de
anormalidad lo cual implica, en líneas generales, su no producción de
efectos jurídicos y con ello la no realización de ningún finalidad
práctica (2).

Ahora bien, para comprender qué es una situación patológica, debemos


entender en qué consiste una situación óptima o saludable en términos
jurídicos. En este punto es ineludible realizar una explicación de cómo es
que se forman y desarrollan los negocios jurídicos hasta alcanzar su
finalidad para poder advertir así en qué etapa de su formación aparece
una patología.

Los negocios jurídicos como hechos jurídicos que se presentan en la


realidad, pasan por un proceso que va desde su constitución hasta la
consecución de su finalidad. Así, para que un acto de autonomía privada
pueda llegar a cumplir su propósito práctico para el cual ha sido concebido
debe antes pasar por tres etapas secuenciales, esto es, debe transitar por
tres escalones hasta alcanzar su plenitud: (i) existencia, (ii) validez y (iii)
eficacia. Un negocio jurídico debe pues primero existir como tal, luego ser
válido y, asimismo, eficaz.

 Primer Escalón: Existencia e Inexistencia (3)

Como bien se ha dicho, ser, valer y ser eficaz (4) son situaciones distintas
con connotaciones y consecuencias jurídicas distintas también. Para
calificar a un hecho jurídico en la realidad social y jurídica éste tiene
primero que existir, es decir, tiene que presentarse en la realidad. Por
ejemplo, para decir que un contrato –negocio jurídico por antonomasia–
existe en la realidad, tienen que presentarse conjuntamente todos
aquellos elementos que lo estructuran y que nos permitan identificar
jurídicamente que estamos frente a un auténtico acuerdo patrimonial.

Siguiendo a una autorizada doctrina nacional (5) consideramos que el


contrato tiene cinco elementos: las partes, el acuerdo, el objeto, la causa
y la formalidad obligatoria (6). De esta manera, si en un determinado
hecho de la realidad aparecen conjuntamente estos elementos
estructurales podemos decir entonces que estamos frente a un contrato
que existe; contrariamente, ante la ausencia de alguno de ellos, diremos
pues que el contrato no existe como tal, en cuanto no ha logrado
completar su formación.

Un contrato se estructura por los elementos antes mencionados, su


ausencia determina la “inexistencia del contrato”. (7) Esta inexistencia
contractual es “la primera forma patológica del contrato (negocio
jurídico)”, (8) una situación en la cual no se va a configurar este tipo de
negocio y por ende no podrá surtir efectos jurídicos ni llegar a cumplir
ninguna finalidad. (9) Esta situación de inexistencia negocial no es
susceptible de subsanación, en tanto no hay negocio que corregir, ni
efectos negociales que activar.

La existencia es el primer escalón que un negocio jurídico debe recorrer


en el camino hacia su plena eficacia, por el contrario, la inexistencia
constituye su primer gran obstáculo.

 Segundo Escalón: Validez e Invalidez

Corroborado que un negocio jurídico –el contrato en este caso– presenta


todos los elementos configuradores de la categoría como tal, es que
podemos dar un paso adelante y transitar al análisis del siguiente escalón:
la validez. Los contratos, en cuanto actos de autonomía privada que
apuntan a cumplir determinadas finalidades prácticas, esto es, que buscan
satisfacer necesidades cotidianas mediante la reglamentación y
programación de los intereses de las partes que lo celebran, deben ser
acordes con los valores que propugna el ordenamiento jurídico. Así, los
negocios jurídicos deben ser compatibles con el sistema jurídico.

En tal sentido, no es suficiente que concurran todos estos elementos, es


decir, que exista un acuerdo, partes, un objeto, una causa y una
formalidad para afirmar que estamos ante un contrato digno de protección
que pueda surtir efectos. Será necesario que ese acuerdo haya sido libre
y sin vicios, que las partes sean sujetos capaces, que el objeto sea física
y jurídicamente posible, que la causa sea lícita, y que la formalidad sea la
requerida por la norma. Si todo eso se cumple podemos decir que estamos
frente a un contrato que existe y que es válido, pues además de presentar
los elementos configuradores de un negocio jurídico, cumple con los
requisitos de validez que postula el ordenamiento jurídico.

Contrariamente, cuando los elementos que pretenden configurar un


contrato incumplen los requisitos de validez, se presenta la segunda
patología del negocio jurídico. Esta patología es conocida como invalidez.
Se puede llegar a la invalidez por dos caminos: la nulidad y la anulabilidad.
Un contrato puede ser nulo o anulable por estar inmerso en las causales
de nulidad o de anulabilidad, respectivamente.

Así, en el Código Civil (10) se regulan las causales que generan estas dos
formas de invalidez. Siendo un negocio jurídico sancionado con nulidad
cuando:

1. Falta la declaración de voluntad de las partes;


2. Haya sido realizado por persona absolutamente incapaz;
3. Su objeto sea física o jurídicamente imposible o indeterminable;
4. La causa o finalidad sea ilícita;
5. Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad;
6. Adolezca de simulación absoluta;
7. La ley lo declare expresamente.

Si un contrato incurre en alguna de estas causales, ello determinará su no


producción absoluta de efectos jurídicos.(11) El negocio jurídico nulo no
podrá cumplir ninguna finalidad en tanto la reglamentación en él
contenida no es idónea para satisfacer necesidades prácticas dado que
atenta contra el ordenamiento jurídico, por lo tanto no es digno de
protección estatal. “La nulidad implica la improductividad automática y
general de los efectos”. (12)

La sentencia de nulidad por la cual se establece la invalidez de un negocio


jurídico es declarativa, lo cual significa que se limita a reconocer una
situación existente e insubsanable. En el Código Civil se establece un plazo
de prescripción de 10 años para pedir la nulidad de un negocio jurídico,
pudiendo solicitarla cualquier persona con interés. Incluso la nulidad
puede ser observada de oficio por el juez. La nulidad es la forma más
grave de la patología denominada invalidez, en la cual se protegen
intereses y valores generales de la sociedad.

Por otro lado, tenemos a la anulabilidad. En la anulabilidad, a diferencia


de la nulidad, su protección está circunscrita a las partes del negocio
jurídico, toda vez que la afectación de los vicios que la generan recae y
aquejan tan solo a ellos mismos. Por lo cual únicamente la parte
legitimada para solicitar judicialmente la invalidez por anulabilidad de un
acto de autonomía privada, es aquella que ha sido afectada por el vicio,
teniendo para ello un plazo de 2 años y siendo la sentencia que emita el
juez constitutiva, (13) esto es, la invalidez se constituirá a partir de ese
momento extendiéndose retroactivamente hasta el momento de la
celebración del negocio. (14)

Una particularidad adicional de un contrato que incurre en anulabilidad es


que, a diferencia de un contrato nulo que no genera en ningún momento
efectos, éste sí llega a surtir efectos provisionalmente, pudiendo estos
efectos mantenerse y continuar en el tiempo en caso el acto se convalide
o confirme. Un acto se convalida cuando transcurre el plazo de 2 años
para alegar la anulabilidad; y se confirma cuando la parte que ha sido
afectada por la causal de anulabilidad reafirma la validez del contrato
celebrado e informa que desea sus efectos (confirmación expresa) o
simplemente ejecuta el contrato a pesar de tener conocimiento del vicio
sufrido (confirmación tácita), superándose así la afectación inicial
causada.

Un contrato incurre en causales de anulación en los siguientes casos:

1. cuando una de las partes está inmersa en incapacidad relativa


(natural y de obrar),
2. por estar viciado por error, dolo y violencia o intimidación moral,
3. cuando así lo declare la ley expresamente
Es importante mencionar que las causales de invalidez, ya sea de nulidad
o de anulabilidad, se presentan en el momento de la formación del negocio
jurídico. Es decir, en el momento en que deben concurrir todos los
elementos configuradores del contrato y cumplir con los requisitos de
validez estipulados en el ordenamiento. Estas causales se determinan en
un momento específico en el tiempo y espacio: cuando el contrato se
forma. (15)

 Tercer Escalón: Eficacia e Ineficacia en sentido estricto (16)

Habiendo transitado el primer escalón y corroborado que el negocio


jurídico existe -en cuanto presenta todos los elementos configuradores-,
y luego de haber ascendido al segundo escalón y haber comprobado que
es válido –ya que cumple con los requisitos de validez del ordenamiento-
, lo último a verificar es si ese negocio jurídico es también eficaz, ósea,
susceptible de surtir efectos jurídicos. La eficacia es el tercer y último
escalón que deben alcanzar los negocios jurídicos para que puedan
cumplir las finalidades prácticas por las cuales han sido concebidos.

Así pues, como regla general un negocio jurídico que presenta todos los
elementos que lo configuran como tal y que cumpla además con todos los
requisitos de validez establecidos por el ordenamiento, debería surtir
efectos automáticamente. A saber, debería ser eficaz, ser apto de cumplir
su finalidad. Si se escala satisfactoriamente por el primer y segundo
escalón, se debería entonces alcanzar automáticamente el tercer escalón:
la eficacia. Por ejemplo, un contrato de compraventa que está conformado
por todos sus elementos y que no ha incurrido en causales nulidad o
anulabilidad, debería estar en aptitud de generar ya las obligaciones de
transferencia de la propiedad y del pago del precio entre las partes e
incluso incentivar su cumplimiento, modificando así las situaciones
jurídicas de las partes y satisfaciendo los intereses prácticos que los
llevaron a celebrar ese contrato.

No obstante, ello no siempre es así. Hay determinados supuestos en que


si bien se tiene un acto de autonomía privada perfectamente conformado,
tanto a nivel de existencia como de validez, este aun no cuenta con la
aptitud de producir efectos, de poder modificar esferas jurídicas, de poder
cumplir su finalidad. Cuando ello sucede nos encontramos frente a un
negocio jurídico que si bien es existente y válido, no es eficaz. Cuando
esta situación se presenta es que estamos frente a la tercera patología del
negocio jurídico, a la cual se le denomina ineficacia en sentido estricto.

La ineficacia en sentido estricto es la patología que se presenta por


causales distintas a las de la inexistencia e invalidez, toda vez que estas
patologías se ubican en diferentes escalones. “Un acto de autonomía
privada válido es ineficaz cuando no produce sus efectos por factores
extrínsecos o por el incumplimiento de un requisito legal”. (17) La
ineficacia solo puede determinarse una vez que se ha corroborado que el
negocio jurídico no está inmerso en supuestos de inexistencia o en
causales de invalidez. La ineficacia en sentido estricto se reputa de
negocios existentes y válidos, se analiza necesariamente en el tercer y
último escalón en el camino de los negocios jurídicos.

Son ejemplos de causales de ineficacia en sentido estricto: “la ausencia


de legitimidad de contratar, la falta de realización de la condición o la
ausencia de inscripción”, (18) la resolución, entre otros. Como se puede
notar, estos son casos en los cuales un negocio no surte o deja de surtir
efectos por causales distintas a las de inexistencia o de invalidez.

La ineficacia en sentido estricto puede ser a su vez provisional o definitiva.


Es definitiva cuando el negocio ya no surtirá en adelante efectos jurídicos,
ejemplos de ello son la resolución del contrato, la no realización definitiva
de una condición suspensiva, el cumplimiento de una condición resolutoria
o de un plazo de vigencia. Es provisional cuando el negocio si bien en un
momento no surte efectos, es posible que posteriormente cobre eficacia,
como por ejemplo, en el caso de un contrato sometido a un determinado
plazo de inicio de vigencia, un negocio que falta ser inscrito, (19) un
contrato celebrado por alguien que carece de legitimidad para contratar.
En todos los casos de ineficacia provisional, el negocio jurídico podría
cobrar eficacia y modificar situaciones jurídicas.
Determinados supuestos de negocios jurídicos inmersos de manera
provisional en causales de ineficacia, pueden ser subsanados mediante la
ratificación, como por ejemplo los contratos celebrados por personas que
carecen de legitimidad. (20) Muestra de ello es el contrato celebrado por
el falsus procurator. En este supuesto se estipula que aquel negocio
realizado por un falso representante o por un representante que excede
sus poderes de representación es ineficaz (en sentido estricto) o
inoponible respecto al representado lo cual significa que ese negocio a
pesar de existir y ser válido no surte efectos respecto al titular de las
situaciones jurídicas inmersas en el contrato, salvo que opte por
ratificarlo. La figura que aquí subyace es la falta de legitimidad del falsus
procurator para disponer por medio del contrato de situaciones jurídicas
ajenas.

Otro ejemplo es el contrato de arrendamiento realizado por un


copropietario sin la participación de los otros copropietarios, donde el
contrato es válido para las partes que celebraron el contrato pero ineficaz
para la copropiedad, toda vez que el copropietario que arrendó
unilateralmente carece de legitimidad para contratar. El negocio celebrado
se convertirá en eficaz totalmente cuando los otros copropietarios lo
ratifiquen. (21)

El negocio jurídico realizado por uno sólo de los cónyuges sería pues
también un caso en el cual el cónyuge que dispone unilateralmente carece
de legitimidad para contratar. (22)

La ausencia de legitimidad no es pues causal de inexistencia o de invalidez


del negocio jurídico, sino causal de ineficacia en sentido estricto.

Como se ve, una de las peculiaridades de la ausencia de legitimidad para


contratar como supuesto de ineficacia en sentido estricto es que puede
ser susceptible de subsanación, esto es, el negocio jurídico carente de
efectos respecto al verdadero titular de las situaciones jurídicas
comprometidas puede llegar a surtir efectos de manera definitiva en caso
opere la ratificación del negocio por su parte. Se entiende por ratificación
al negocio jurídico unilateral por el cual se atribuye eficacia al contrato (de
por sí ineficaz) celebrado por el sujeto carente de legitimidad. (23)

Otra particularidad de la ineficacia en sentido estricto por ausencia de


legitimidad es que el afectado por esta patología puede pedir la
declaración de ineficacia del negocio jurídico en cualquier momento, en
cuanto no se ha establecido expresamente un plazo de prescripción. (24)

 La disyuntiva del VIII Pleno Casatorio Civil

Así en el VIII pleno casatorio civil se busca determinar si la patología de


los negocios jurídicos realizados por un solo cónyuge se ubica en el
segundo escalón, es decir, si son inválidos o si, por el contrario, están en
el tercer escalón, esto es, si son ineficaces en sentido estricto.

Serían inválidos por nulidad, según se ha dicho, (25) por tres razones: i)
por ausencia de declaración de voluntad del cónyuge no participante, ii)
porque su objeto es jurídicamente imposible y/o iii) porque tiene un fin
ilícito. Y serían ineficaces en sentido estricto en cuanto son realizados por
una parte que carece de legitimidad para contratar.

El optar por una u otra opción, como se ha visto hasta este momento,
tiene consecuencias jurídicas distintas, en cuanto se ubican en etapas o
escalones distintos de la vida del negocio jurídico y toda vez que
responden a causales distintas también.

Si se opta por la nulidad, lo cual determinaría la invalidez del negocio


jurídico, ello significaría la improductividad de efectos jurídicos del negocio
desde un inicio, tanto para las partes contratantes como para el cónyuge
no participante, así como la imposibilidad de subsanación. “La nulidad del
Contrato impediría también que el adquirente de buena fe actuase
remedios contractuales supletorios establecidos por ley, tales como las
garantías de saneamiento, resolución por incumplimiento y otros
remedios sinalagmáticos”. (26)
La parte que contrató con el cónyuge no autorizado sólo podría pedir
jurisdiccionalmente que se le indemnice la afectación a su llamado “interés
negativo” (27) por haber celebrado un contrato inválido, esto es, que se
le reestablezca a la posición inicial en la que hubiera estado antes de
celebrar este negocio. El plazo para solicitar la nulidad es de 10 años.

En cambio, si se opta por la ineficacia en sentido estricto, ello significaría


que el negocio jurídico no surte efectos provisionalmente respecto al
cónyuge preterido, pero éste tiene el poder de ratificar ese negocio
jurídico o dejarlo sin efectos definitivamente con respecto a su persona
(oponibilidad), pudiendo ejercer esta pretensión en cualquier momento
dada su imprescriptibilidad.

En caso esto último suceda, quedaría a salvo la vinculación entre las


partes que celebraron el contrato, para quienes el contrato sí surtiría
efectos. En este caso la parte que celebró el contrato podría exigir el
cumplimiento del contrato y, toda vez que ello no va a ser posible de
realizar, dada la negativa de ratificación, podría demandar el
resarcimiento por la afectación a su “interés positivo”, (28) es decir, el
interés en el cumplimiento efectivo del contrato que se verá reflejado en
el daño emergente y lucro cesante que el incumplimiento de su
contraparte le haya generado. La protección del tercero, así como del
cónyuge afectado, quedan aseguradas con esta posición.

Finalmente, sea cual sea la decisión de la Corte Suprema respecto a este


tema, esperamos que lo aquí desarrollado coadyuve a una mejor
comprensión de los aspectos jurídicos sometidos a discusión en este Pleno
Casatorio Civil.

1. Artículo 315 del Código Civil: Para disponer de los bienes sociales
o gravarlos, se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene
poder especial del otro.
2. Es importante mencionar que no todos los casos de ineficacia en
sentido estricto responden a situaciones patológicas, tal como se
verá más adelante.
3. Para un análisis de la importancia y utilidad de la categoría de
existencia e inexistencia del negocio jurídico, véase: MORALES
HERVÍAS, Rómulo. “Inexistencia e invalidez del Contrato en el
Código Civil peruano de 1984”. En: Revista Jurídica del Perú.
Derecho Privado y Público. Normas Legales. Lima: Gaceta Jurídica.
2009. pp. 85-111. Disponible en:
http://works.bepress.com/romulo_morales/6/. Asimismo, para un
análisis detallado de la inexistencia del negocio jurídico como un
fenómeno distinto a la nulidad en el ordenamiento jurídico peruano
ver: VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “La inexistencia del negocio
jurídico. ¿Duplicación inútil, hipótesis de escuela o genuina categoría
operativa?”. En: Revista Jurídica del Perú 141. 2012. pp. 164-188.
Disponible en: http://works.bepress.com/walter_vasquezrebaza/3
4. MORALES HERVÍAS, Rómulo. “Patologías y Remedios del Contrato”.
Lima: Jurista Editores. 2011. p. 191.
5. Ídem. p. 193.
6. La formalidad obligatoria no se presenta en todos los actos de
autonomía privada, tan solo en aquellos llamados “ad
solemnitatem”, la regla general es que los negocios jurídicos tengan
libertad de forma.
7. Cabe mencionar que, por política legislativa, muchas veces las
consecuencias jurídicas ante la ausencia de algunos de estos
elementos podría variar. Por ejemplo, tal es el caso del
ordenamiento italiano en el cual la ausencia de acuerdo, de objeto
o de causa no se sancionan con la inexistencia, sino con nulidad
(invalidez) toda vez que se ha plasmado esa solución expresamente.
Distinto es el caso peruano, en donde no se menciona que la sanción
aplicable ante la ausencia del objeto o de la causa sea la invalidez
del negocio jurídico, pero sí se ha plasmado que la ausencia de
declaración de voluntad (caso que determinaría la inexistencia de
un negocio jurídico unilateral) o la ausencia de formalidad
obligatoria, se sancionan con nulidad.
8. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Ob. cit. 2011. p. 195.
9. Un ejemplo de inexistencia del contrato es el contenido en el artículo
1359 del Código Civil que regula la ausencia de acuerdo: “No hay
contrato mientras las partes no estén conformes sobre todas sus
estipulaciones, aunque la discrepancia sea secundaria”. (El énfasis
es nuestro)
10. Causales de nulidad. Artículo 219.- El acto jurídico es nulo: 1.-
Cuando falta la manifestación de voluntad del agente. 2.- Cuando
se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo
dispuesto en el artículo 1358. 3.- Cuando su objeto es física o
jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable. 4.- Cuando
su fin sea ilícito. 5.- Cuando adolezca de simulación absoluta. 6.-
Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad. 7.-
Cuando la ley lo declara nulo. 8.- En el caso del artículo V del Título
Preliminar, salvo que la ley establezca sanción diversa.Causales de
anulabilidad. Artículo 221.- El acto jurídico es anulable: 1.-
Por incapacidad relativa del agente. 2.- Por vicio resultante de error,
dolo, violencia o intimidación. 3.- Por simulación, cuando el acto real
que lo contiene perjudica el derecho de tercero. 4.- Cuando la ley lo
declara anulable.
11. Debe entenderse por no producción absoluta de efectos a aquellos
referidos al contrato mismo, dado que pueden darse casos en que
el contrato nulo sí produzca efectos jurídicos marginales, como por
ejemplo, en caso se hayan efectuado las prestaciones se genera la
obligación de restitución de las mismas, entre otros casos.
12. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 205.
13. “La demanda de anulación tiende a la remoción judicial del contrato;
la sentencia que acoge la demanda es una sentencia constitutiva,
pues modifica la posición jurídica de las partes, al privar al contrato
de su eficacia originaria”. En: BIANCA, Massimo. “Derecho Civil 3:
El contrato”. Traducción del italiano por Fernando Hinestrosa y
Édgar Cortés. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 2007. p.
690
14. Artículo 224 del Código Civil: El acto jurídico anulable es nulo
desde su celebración, por efecto de la sentencia que lo declare.Esta
nulidad se pronunciará a solicitud de parte y no puede ser alegada
por otras personas que aquellas en cuyo beneficio establece la ley.
15. Es importante mencionar que la diferenciación entre existencia y
validez como dos escalones distintos, además de las consecuencias
jurídicas que acarrean, sirve también para fines didácticos. En la
realidad ambas etapas convergen y son analizadas en el mismo
momento: la celebración del negocio jurídico.
16. Se tiene que tener cuidado con la utilización del término “ineficacia”,
ya que se lo suele utilizar indiscriminadamente cuando en realidad
su utilización tiene connotaciones y cargas distintas. No es lo mismo
hablar de “ineficacia en sentido general” que de “ineficacia en
sentido estricto”. La ineficacia en sentido general alude a la no
producción de efectos jurídicos de un negocio jurídico, sea cual fuere
su causal. Es así que un negocio jurídico inválido, por ejemplo, es a
su vez ineficaz en cuanto no producirá efectos negociales. En cambio
la ineficacia en sentido estricto es aquella que se presenta
específicamente en este tercer escalón, luego de haber comprobado
la existencia y validez del negocio. La ineficacia en sentido estricto
es un tipo de ineficacia en sentido general.
17. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 96
18. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 201.
19. Por ejemplo, el contrato por el cual se constituye una hipoteca que
no ha sido aún inscrito, existe y es válido pero aun es ineficaz en
sentido estricto hasta su inscripción en Registros Públicos. Véase al
respecto: MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “La constitución del
negocio jurídico hipotecario ¿Inscripción
constitutiva?” En: http://polemos.pe/2015/09/la-constitucion-del-
negocio-juridico-hipotecario-inscripcion-constitutiva/
20. “La legitimidad del sujeto proviene de ser titular de situaciones
jurídicas subjetivas. (…) la legitimidad es una cualidad del sujeto y
la ilegitimidad es la ausencia de dicha cualidad”. MORALES
HERVÍAS, Rómulo. “La falta de legitimidad del contrato:
inoponibilidad o ratificación”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Vol.
208. 2016. p. 310. Disponible
en: http://works.bepress.com/romulo_morales/38/
21. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 95.
22. Véase al respecto: MORALES HERVÍAS, Rómulo. “La falta de
legitimidad del contrato: inoponibilidad o ratificación”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia. Vol. 208. 2016. pp. 309–332; y VASQUEZ
REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes sociales por
parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales a favor de la
tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno Casatorio Civil”.
En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-
la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-
corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-
suprema-2/
23. ROPPO, Vincenzo. “El Contrato”. Traducción del italiano por Nélvar
Carreteros Torres a cura de Eugenia Ariano Deho. Lima: Jurista
Editores. 2009. p.283.
24. En ese sentido: MORALES HERVIAS, Rómulo. “La imprescriptibilidad
de la accionabilidad de la pretensión de ineficacia en sentido
estricto”. En: Actualidad Jurídica. Nº 230. Lima: Gaceta Jurídica.
2014. p. 84. Así como ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “¿Prescripción
de la pretensión de ineficacia ex artículo 161 del CC?”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia 200. Lima: Gaceta Jurídica. Mayo de 2015. p.
45.
25. Tercer Pleno Jurisdiccional Civil y Procesal Civil, octubre de 2015,
Arequipa.
26. VASQUEZ REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes
sociales por parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales
a favor de la tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno
Casatorio Civil”.
En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-
la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-
corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-
suprema-2/
27. “Es llamado así porque se lo identifica con el interés a no iniciar una
tratativa como la que ha expuesto al sujeto a sufrir las
incorrecciones de la contraparte: y dado que iniciar esa tratativa ha
grabado al sujeto con gastos inútiles y le ha hecho perder otras
ocasiones de negocios (…)” (El énfasis es del original). En: ROPPO,
Vincenzo. Op. cit. p. 190.
28. Es el “(…) interés a la ejecución del contrato válidamente celebrado,
y a la adquisición de las correspondientes ganancias” (El énfasis es
del original). En: Ídem. pp. 190-191.

LA DISPOSICIÓN UNILATERAL DE LOS BIENES SOCIALES

VIII Pleno Casatorio: ¿Nulo o


ineficaz? ¿Tiene relevancia
práctica el debate?
Enviar por email

Noticia clasificada en:Acto unilateralBienes socialesCorte SupremaIneficaciaNulidadVIII Pleno Casatorio Civil

El autor afirma que es fundamental que la Corte Suprema concluya a favor de la


ineficacia para resolver los actos de disposición unilateral de bienes sociales. Así,
considera que no solo se protege al cónyuge afectado (quien tendría la oportunidad
de ratificar el contrato), sino que también se permite que el tercero mantenga su
adquisición, si esta ha sido de buena fe y confiando en la información del Registro.
(Foto: Redes / Referencial)

El VIII Pleno Casatorio busca resolver el siguiente caso: la sociedad conyugal conformada
por “A” y “B” es propietaria de un inmueble. “B” transfiere (o grava) el predio a favor de “C”
sin el asentimiento de “A”. ¿”A” debe demandar la nulidad o ineficacia del contrato entre “B”
y “C”?

El caso admite un dato adicional que se presenta con frecuencia: aun cuando el inmueble
es de la sociedad conyugal, está inscrito en el Registro solo a nombre de “B”. Esto significa
que “C” contrató confiando en la información registral, la cual publicitaba a “B” como único y
legítimo propietario. Incluso cuando “A” plantea su demanda “C” ya inscribió el bien a su
favor.

En la audiencia del Pleno, el análisis de los amicus curiae se hizo desde la posición de “A”,
en su condición de cónyuge afectado, para determinar si el contrato entre “B” y “C” era nulo
o ineficaz. Sin embargo, poco se ha dicho sobre la posición de “C” en su condición de
adquirente que confió en la información registral (que publicitaba a “B” como propietario) y
a quien ahora se le busca afectar con la demanda. Sobre esto último, me preocupa
particularmente lo sostenido por el profesor Morales Hervias, quien durante su exposición
sostuvo enfáticamente que en este caso ningún rol debía jugar el principio de fe pública
registral (2014 CC), restándole así importancia al hecho de que “C” haya actuado confiando
en el Registro.
Me parece importante distinguir dos escenarios:

El primero es aquel en donde “C” ya transfirió el bien a favor de un tercero (“D”), quien lo
inscribe a su favor. La demanda planteada por “A” –nulidad o ineficacia, eso es lo de
menos– indefectiblemente se estrellará contra la pared que “D” levante para protegerse: esta
pared se llama fe pública registral. El caso encaja perfectamente dentro del supuesto del
2014 CC: “D” es un tercero respecto del vicio que afecta al contrato de compraventa
celebrado entre “B” y “C”, por lo que aquello que finalmente se resuelva en el proceso de
nulidad o ineficacia no podría afectarlo, salvo que “A” acredite su mala fe (por ejemplo, que
“D” conocía que el título de adquisición de “C” presentaba una irregularidad).

El segundo escenario es aquel en donde “C” no transfiere el bien a favor de un tercero (“D”)
sino que lo mantiene inscrito a su favor. ¿”C” podrá defenderse de la demanda planteada
por “A” invocando el 2014 CC? No, por la sencilla razón que “C” no es un tercero con relación
al contrato que presenta el vicio (contrato entre “B” y “C”), sino que es parte del mismo.
Entonces, el manto protector de la fe pública registral no lo cubre.

Sin embargo, no deja de tener importancia que “C” haya contratado con “B” confiando en la
información registral, pues precisamente para eso existe principio de oponibilidad (primer
párrafo del 2022 CC). Aun cuando la norma escuetamente señale que la oponibilidad de
derechos reales la determina la fecha de inscripción en el Registro, el mensaje de fondo es
más contundente: los derechos reales sobre inmuebles que no estén inscritos en el Registro
no perjudican a tercero; sólo aquello que está inscrito puede ser oponible a quien adquiere
algún derecho sobre el mismo bien.

¿Qué es lo que “A” busca hacer valer con su demanda? Que el inmueble que “B” vendió (o
gravó) a título personal, en realidad le pertenecía a la sociedad conyugal. Es decir, “A”
pretende hacer valer la condición de propietaria de la sociedad conyugal; “A” busca oponerle
a “C” una situación jurídica real (propiedad) que nunca estuvo inscrita, lo cual es algo que
precisamente no permite el principio de oponibilidad.

El caso es similar a la doble venta: supongamos que “B” vende el mismo inmueble el día 1
a favor de “A” (que no inscribe su derecho) y el día 2 a favor de “C” (que sí inscribe). Cuando
“B” vendió el bien a “C” ya no era propietario, pero el registro aún lo publicita como tal. La
compraventa entre “B” y “C” presenta un vicio de ineficacia: “B” no tenía legitimidad para
vender el bien, pues era de propiedad de “A” (pasa lo mismo cuando “B” transfiere o grava
el bien de propiedad de la sociedad conyugal). No obstante ello, “C” está protegido - no por
el 2014 pues no es un tercero registral, sino - por el 1135 CC, que no es otra cosa que una
aplicación del principio de oponibilidad: “vence el comprador cuyo derecho primero se
inscribió (“C”), no siéndole oponible aquello que no se publicitó (adquisición de “A”).
La conclusión es que el Registro permite sanear los vicios de ineficacia que afectan al título
de quien inscribe su derecho (el contrato de “B” a favor de “C”). Haber contratado con quien
no es el real propietario es un vicio de ineficacia que el Registro se encarga de corregir,
siempre que aquél que inscribe lo haga de buena fe. Lo que el Registro no puede sanear
son los vicios de invalidez, pues como bien señala el artículo 2013 CC, “la inscripción no
convalida los actos que sean nulos o anulables con arreglo a las disposiciones vigentes”.

Esta es la verdadera importancia práctica de lo que se debate en el VIII Pleno: si se


concluye a favor de la nulidad del contrato entre el cónyuge “B” y “C”, entonces se
imposibilitará que la confianza en el Registro proteja la adquisición de “C”, aun cuando esta
haya sido realizada de buena fe. Lo único que podría hacer “C” para evitar que la demanda
lo alcance sería transferir el bien a un tercero (“D”) y que este invoque a su favor el 2014, el
cual sí lo protege frente a los vicios de nulidad que afecten el título de su transferente (“C”).

Es fundamental que la Corte concluya a favor de la ineficacia del contrato entre “B” y
“C, pues de esa forma no solo se protege al cónyuge afectado (“A”), dándosele la
oportunidad de ratificar el contrato si así lo considera conveniente (esto es algo en lo que la
mayoría de los amicus curiae han coincidido), sino también porque se tutela el tráfico
jurídico, permitiendo que “C” mantenga su adquisición siempre que la haya hecho de
buena fe, confiando en la información brindada por el Registro (sobre esto último los amicus
curiae y la doctrina nacional no se han pronunciado).

------------------------------------------
Alan Pasco Arauco es asociado del Estudio Ferrero Abogados. Docente de Derechos Reales y
Garantías en la Universidad de Lima. Abogado por la UNMSM, con estudios de Maestría en Derecho
Civil en la PUCP.

EL CONTRATO DE TRANSFERENCIA DE UN BIEN SOCIAL REALIZADO POR UN


SOLO CÓNYUGE ES INEFICAZ

El Octavo Pleno Casatorio ya


fue resuelto… y nadie se ha
dado cuenta
Enviar por email
El autor sostiene que la Corte Suprema en una reciente sentencia ha dado respuesta
a la interrogante planteada en el Octavo Pleno Casatorio, que busca determinar si el
contrato de transferencia de un bien social que ha sido celebrado sólo por uno de
los cónyuges, es nulo o ineficaz. Señala que, de acuerdo al pronunciamiento
emitido, el contrato de compraventa celebrado por uno de los cónyuges sin el
asentimiento del otro es perfectamente subsanable, siempre que se acredite la
buena fe del adquirente.

Imagen:blog.enalquiler.com

Como es bien sabido por todos, el Octavo Pleno Casatorio busca resolver la siguiente
pregunta: ¿El contrato de transferencia de un bien social que ha sido celebrado sólo por uno
de los cónyuges, es nulo o ineficaz? Y como es también conocido por todos, seguimos a la
espera de la sentencia a dicho Pleno.

Sin embargo, hace poco[1] la Corte Suprema ha emitido una casación que responde de
manera contundente a dicha interrogante, por lo que el problema planteado por el Octavo
Pleno ya habría quedado resuelto.

Se trata de la Casación N° 353-2015-Lima Norte (la “Casación”), que resolvió el siguiente


caso: la sociedad conyugal conformada por Vicentina Inés Félix Mendoza y Jorge Simón
Rosales Jara era propietaria de un predio de 1,000 m2 (el “inmueble”), al haberlo adquirido
de su anterior propietaria, la Cooperativa de Vivienda de los Trabajadores del Consejo
Provincial de Lima (la “Cooperativa”).
Sin embargo: (i) en el contrato de adjudicación celebrado con la Cooperativa sólo figuraba
como adquirente el cónyuge[2]; (ii) el Inmueble únicamente lo poseía el cónyuge; y (iii) en
su DNI el cónyuge figuraba como soltero. Valiéndose de todos estos elementos, que le
daban la apariencia de ser el único propietario, el cónyuge vendió el Inmueble a Víctor David
Aguilar Huamani mediante contrato de transferencia de acciones y derechos (que no fue
otra cosa que una compraventa) de fecha 22 de octubre del 2001 (en adelante la
“compraventa”). El comprador cumplió con pagar el precio e inmediatamente tomó posesión
del Inmueble.

Luego de más de 9 años de celebrada la compraventa apareció la cónyuge (que no había


participado en la celebración de dicho contrato) solicitando su nulidad.

Tanto en primera como en segunda instancia se amparó la demanda, declarándose nula la


compraventa, con la única diferencia que mientras para el Juez el contrato era nulo por
vulnerar el orden público, para la Sala Superior el contrato adolecía de un fin ilícito.

La Corte Suprema, finalmente, amparó el recurso de casación planteado por el comprador


y declaró infundada la demanda de nulidad. El argumento fue muy simple: dicho comprador
había actuado de buena fe, es decir, confiando en que quien le vendía era el único
propietario del bien, por lo cual su adquisición debía ser protegida.

Expresamente la Corte Suprema sostuvo que: “Se presume bajo el principio de la buena fe,
que el transferente era el único con derecho a dicho predio, aunado al hecho que en la
constancia de posesión presentado en el proceso, aparece únicamente el nombre del
vendedor, lo que contribuye a la confianza del impugnante [comprador], que su transferente
era soltero y por tanto el bien enajenado era un bien propio”

¿Qué nos está diciendo la Corte Suprema con esto? Que el contrato de compraventa
celebrado por uno de los cónyuges sin el asentimiento del otro es perfectamente
subsanable, siempre que se acredite la buena fe del adquirente.

¿Y qué tiene que ver esto con lo que se discute en el Octavo Pleno? Si el contrato fuese
nulo – que es precisamente una de las tesis en debate - no habría forma de corregirlo, por
más buena fe que tuviera una de las partes del contrato. Un contrato nulo es, por definición,
insubsanable: para él no funcionan ni la confirmación (que aplica para contratos anulables)
ni la ratificación (que aplica para contratos ineficaces), y por ende al margen de la buena fe
con que hubiese actuado una de las partes de dicho contrato, el vicio de nulidad no
desaparece.
Imaginemos que alguien se “adjudica”, mediante documentos falsificados, una parte de la
playa y me la vende. Yo, actuando de buena fe, creo que él es el propietario y firmo una
compraventa. Este contrato recae sobre un objeto jurídicamente imposible y como tal es
nulo, y seguirá siendo nulo por más buena fe que yo pueda probar. Mi buena fe no cura el
vicio de nulidad, pues ésta tutela intereses generales (se protege a la sociedad en su
conjunto) que van más allá del estado subjetivo con que actúan las partes del contrato.

Incluso si quien me vendió la playa la hubiese tenido inscrita a su nombre y luego yo también
la registro a mi favor, ello tampoco curaría el vicio de nulidad, porque como bien lo establece
el artículo 2013° CC, ni siquiera la inscripción registral permite convalidar los contratos nulos.

Entonces, si la Corte Suprema convalidó la Compraventa fue porque la consideraba


subsanable, y si la consideraba así es porque, desde su punto de vista, el vicio que la
aquejaba no era la nulidad. ¿Cuál era el vicio entonces? La única posibilidad que queda es
la ineficacia. A través de esta Casación, entonces, la Corte ha resuelto la interrogante del
Octavo Pleno: el contrato de transferencia de un bien social realizado por uno solo de los
cónyuges es ineficaz (no nulo), y como tal es factible que quede saneado (corregido,
subsanado, convalidado) si es que se cumplen determinados requisitos.

Un tema distinto es si para entender “subsanado” dicho vicio de ineficacia basta con una
buena fe sustentada en elementos extra registrales. Por ejemplo, en el caso analizado, la
buena fe del comprador se construyó sobre tres elementos: su vendedor figuraba en el DNI
como soltero, en el contrato sólo él figuraba como adquirente y además sólo él ejercía la
posesión. Sin embargo, otros podrían considerar que la buena fe, para servir como un
mecanismo de saneamiento de esta clase de contratos, debe verse sustentada en
información registral. Es decir, sólo si la buena fe se sustenta en una partida según la cual
quien me vende es el propietario, es posible que el contrato quede “curado” en caso dicha
información haya resultado errónea.

Pero este es un tema adicional sobre el cual es posible abrir otro debate: ¿sobre qué
elementos debe construirse la buena fe? ¿Cabe una buena fe que, sin estar sustentada en
la información registral, permita corregir los vicios de titularidad del transferente? Estas
preguntas las abordaré en un próximo artículo.

Por ahora, lo que importa es que ya tenemos una solución al Octavo Pleno, aun cuando
haya pasado desapercibido para la mayoría.

(*) Alan Pasco Arauco es abogado asociado de Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU &
Uría.
[1] La sentencia casatoria que es materia del presente comentario fue publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 31 de enero del 2018.
[2] Dado que al momento de la celebración de dicho contrato el cónyuge ya se encontraba
casado, el bien le pertenecía realmente a la sociedad conyugal.

Вам также может понравиться