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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras


Antropología sistemática I (Organización Social y Política) - Cátedra B
Profesor Titular: Mauricio Boivin
Ficha de cátedra

Apunte de lectura para el texto de Rita Segato, “Territorio, soberanía y crímenes de


segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez”

Alex Colman (Adscripto ASI-B, FFyL-UBA)

En esta clase se discutirá el texto de Rita Segato sobre los femicidios de Ciudad Juárez,1 que
articula problemáticas relativas, centralmente, a la Unidad V del programa, pero también permite
pensar aspectos de las otras unidades, particularmente de la I y la IV. La autora es una
antropóloga argentina, reconocida en la actualidad por sus trabajos sobre cuestiones de género,
particularmente la problemática de la violencia hacia las mujeres; pero también desarrolló
investigaciones en el campo de la etnomusicología y los estudios afrobrasileros. El texto no es
fruto de una investigación etnográfica centrada en los femicidios de Juárez, sino que va a ser el
producto de un ejercicio analítico de decodificación y desciframiento, una “apuesta
criminológica” en la que va a transponer algunos de los resultados de una investigación propia
sobre la mentalidad de los condenados por violaciones en la penitenciaría de Brasilia (Segato,
2003).
La tesis central de esta apuesta es que una serie particular de casos de femicidios ocurridos en la
localidad de Ciudad Juárez2 serían un modo de producción y reproducción de la impunidad; en
otras palabras, estos crímenes son la exhibición de la soberanía que un Segundo Estado –“que
controla y da forma a la vida social por debajo del manto de la ley” (Segato, 2013: 30)– pretende
sobre un territorio que incluye los cuerpos de las mujeres, cuyos asesinatos son utilizados como
un sistema de comunicación que permite ostentar ese dominio totalitario. El uso de los cuerpos
de las mujeres “como documentos” se fundamentaría en su asociación con la posición de objeto,
de acuerdo a las representaciones dominantes de la posición que ocupa en la estructura de

1
Ciudad del norte de México ubicada en el Estado de Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos.
2
Cuyas características son el “secuestro de mujeres jóvenes con un tipo físico definido y en su mayoría trabajadoras
o estudiantes, privación de la libertad por algunos días, torturas, violación “tumultuaria” […], mutilación,
estrangulamiento, muerte segura, mezcla o extravío de pistas y evidencias por parte de las fuerzas de la ley, amenazas
y atentados contra abogados y periodistas, presión deliberada de las autoridades para culpabilizar a chivos expiatorios
a claras inocentes, y continuidad ininterrumpida de los crímenes desde 1993 hasta hoy” (Segato, 2013: 17).

1
relaciones de género; en otras palabras, su posibilidad de constituirse en víctimas cuyos
sacrificios podrán ser fácilmente “absorbidos y naturalizados por la sociedad” (Segato, 2013, p.
34). La violación, por otra parte, sería la expresión de un acto de apropiación, de dominación
absoluta, física y moral. Además, la naturaleza tumultuaria de la misma obedecería a su carácter
de ritual comunitario, de participación y exposición común entre los miembros de una
organización secreta, en este caso, una fratría mafiosa.

Economía, impunidad y crimen corporativo

Segato va a hablar de las consecuencias del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –
TCLAN (en inglés: North American Free Trade Agreement, NAFTA)–, que entró en vigencia en
1994, en el proceso de acumulación desregulada que va a repercutir en la producción de mayores
diferencias, a nivel económico, en la localidad de Ciudad Juárez y otras ciudades de frontera; el
auge de las maquiladoras,3 bajo el decreto de maquila y vinculado al Programa de
Industrialización Fronteriza también va a repercutir en el proceso de acumulación. Según
distintos analistas, ambos procesos serían correlativos al aumento de la inmigración,
particularmente de hombres y mujeres jóvenes en busca de oportunidades laborales, y al
incremento de la actividad criminal, lo cual se expresa en el drástico aumento de los femicidios y
del tráfico ilegal entre fronteras. Este incluye “las mercancías producidas por el trabajo
extorsionado a las obreras de las maquiladoras, el valor excedente que la plusvalía extraída de
ese trabajo agrega, además de drogas, cuerpos y, en fin, la suma de los cuantiosos capitales que
estos negocios generan al sur del paraíso” (Segato, 2013: 15). Estos procesos de acumulación y
desregulación van a ser una condición de posibilidad del control totalitario del territorio.4 En este
sentido, los crímenes de Juárez lo que van a hacer es producir y reproducir la impunidad:
permiten sellar “un pacto de silencio capaz de garantizar la lealtad inviolable a cofradías
mafiosas que operan a través de la frontera más patrullada del mundo” (Segato, 2013: 28), y a su
vez, espectacularizan el poder soberano, garantizan a partir del ejemplo el acatamiento de esa
soberanía. De esta manera, los femicidios de Ciudad Juárez deben ser considerados, según la
autora, como “crímenes corporativos”, en los que “la dimensión expresiva del control totalitario

3
Las maquiladoras son empresas que no pagan impuestos de importación; el producto importado se comercializa en
el país de origen de la materia prima.
4
“La extrema asimetría por la extracción desregulada de ganancias por parte de un grupo es una condición crucial
para que se establezca un contexto de impunidad” (Segato, 2013: 37).

2
prevalece”. Esto se vincula con otros mecanismos de control del territorio y de las
representaciones, como una retórica nacionalista y la producción de un concepto exclusivo y
defensivo del “nosotros”; un tipo de patriotismo en el que “la primera víctima son los otros
interiores de la nación, de la región, de la localidad –siempre las mujeres, los negros, los pueblos
originarios, los disidentes” (Segato, 2013: 39).

El género como estructura de relaciones y el patriarcado como gramática

Para Segato, los asesinatos y crímenes sexuales deben ser pensados como símiles a actos
discursivos o expresiones de una “estructura simbólica profunda” compartida por el agresor y la
colectividad. La violación adquiere el significado de un control irrestricto y soberano, y un
aniquilamiento de estas mismas capacidades en los otros, la derrota física, psicológica y moral
del subyugado: la víctima “es expropiada del control sobre su espacio-cuerpo […] la violación es
el acto alegórico por excelencia de la definición schmittiana de la soberanía: control legislador
sobre un territorio y sobre el cuerpo del otro como anexo a ese territorio” (Segato, 2013: 20). En
este sentido, la autora plantea que puede ser pensada como un acto de colonización. El asesinato,
además, es considerado una muerte expresiva, una expresión de soberanía.
La violación va a tener dos ejes de interlocución, uno vertical y otro horizontal. En el eje vertical,
el violador le habla a la víctima, adquiriendo un carácter moralizador y disciplinador. El otro eje,
el horizontal, establece la comunicación entre el perpetrador del crimen y sus pares, “les solicita
ingreso en su sociedad y […] compite con ellos” (Segato, 2013: 23). El significado de las
violaciones y demás crímenes sexuales van a estar estrechamente relacionados, entonces, con la
producción de la masculinidad como un estatus ligado a su obtención y conquista. Esta
concepción parte de la consideración del género como una estructura de relaciones no observable
empíricamente; el patriarcado sería aquí una suerte de “gramática”, y lo que se puede observar
etnográficamente son procesos de instanciación de lo femenino y lo masculino en tanto
posiciones de una estructura relacional (Segato, 2003).
La elaboración teórica de la autora sobre el género va a tomar elementos del estructuralismo
levistraussiano: es una perspectiva que hace hincapié en la existencia de posiciones estructurales
y asimétricas de género por las que van a circular los sujetos; también va a hacer foco en la
imposición, por la prohibición del incesto, de un régimen de circulación “en que se divorcian los
términos de quien troca y quien es trocado, el masculino y lo femenino, calcados (pero no

3
inseparables) en los significantes del cuerpo del hombre y de la mujer. Queda, del lado del
primero de estos términos, el sujeto humano en la plenitud de su agencia, en cuanto el otro
término oscila entre la actuación del sujeto y la pasividad del objeto” (Segato, 2003: 65).
También toma la idea lacaniana de “castración” o “interdicción de la fusión originaria”,
operación que va a producir una “escena inicial” con una distribución determinada de papeles:
“lo materno, lo femenino, marcado por la participación en la satisfacción irrestricta, y la fusión a
ser desarmada, abolida; lo paterno, o fálico, por la apropiación del falo al captar para sí una
parcela del deseo materno, como un poderoso interceptador de ese deseo y, de esta forma,
instaurador de la ley o límite y de la separación de la cual dependerá la posibilidad de convivir
dentro de una norma social” (Segato, 2003: 72). A partir de la repetición “ad infinitum” de
procesos de “identificación secundaria” –es decir, la identificación con el “principio femenino” o
con el “principio masculino”, los cuales están dados por la antedicha escena inicial–, se irían
procesando las transformaciones de las personas en mujeres u hombres (en el sentido posicional
o estructural). Aquí, la construcción de lo masculino “implica la conquista de ese estatus a través
de pruebas de coraje y completud” (Segato, 2003: 73), cuyo objeto es la ostentación de la
potencia. Pero “para que un sujeto adquiera su estatus masculino […] es necesario que otro
sujeto no lo tenga pero que se lo otorgue a lo largo de un proceso persuasivo o impositivo que
puede ser eficientemente descrito como tributación” (Segato, 2013: 24).
La naturalización de la asociación entre las diferencias sexuales anatómicas y la posición en una
estructura de relaciones de género (la “matriz sexo-género”, de Gayle Rubin), como
profundización del proceso de “identificación secundaria” a partir de la imposición de las
representaciones dominantes, normaliza la concepción de las mujeres como objetos, y la
posibilidad de considerar sus cuerpos como territorio a ser conquistado y/o domesticado. El
papel de las representaciones y mecanismos de coerción es importante, dado que es lo que va a
enmascarar y/o a encorsetar las experiencias de circulación de los sujetos por los registros del
género (Segato, 2003: 76). En el caso de los crímenes de Ciudad Juárez, los cuerpos de las
mujeres aparecen como territorio de inscripciones, en los que se va a poder comunicar la
soberanía de la localidad; pero también van a jugar cierto papel en su legitimación las
percepciones de la comunidad, que van a representar a las mujeres asesinadas como “prostitutas,
mentirosas, fiesteras, drogadictas” (Segato, 2013: 35), la sexualidad irrestricta que debería
haberse sometido a las imposiciones de la norma.

4
Soberanía y representaciones del Segundo Estado

Para terminar, pensamos que el caso analizado por Segato va a permitir pensar el problema de las
representaciones sobre el Estado, tratado en la Unidad I, desde un punto de vista alternativo: el
de la ruptura de las representaciones usuales y los mecanismos que promueven la formación de
otras representaciones, esta vez ya no ligadas al Estado sino a un “Segundo Estado” o “contra
Estado”. Por ejemplo, como va a suceder en nuestro caso, la asociación entre las
representaciones de cohesión, vitalidad, control territorial, eficacia, impersonalidad y
omnipresencia –usualmente características del Estado– y otras formas organizacionales
(organizaciones secretas o clandestinas, redes de fratrías mafiosas, etc.). La cuestión es que los
procesos de desregulación económica comentados por la autora y vinculados a determinadas
políticas como la descentralización, parecerían estar asociados a una menor capacidad del
(primer) Estado de ostentar su soberanía mediante el control del territorio y, por lo tanto, van a
ser óptimos para el establecimiento de “microfascismos regionales”, que van a ocupar ese vacío.
Autores como David Nugent (2010) han analizado procesos en los que las representaciones
usuales que se tienen sobre el Estado –su carácter ilusorio como ente reificado y omnipresente–
van a sufrir cierto deterioro. En el caso analizado por este autor, una organización como la
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), proscrita y vuelta a la clandestinidad por la
dictadura peruana de Odría, fue –según el autor– asociada a determinadas representaciones que
construyeron la fantasía de un elaborado aparato político subterráneo que hacía las veces de
“contra Estado”. En nuestro caso, la representación del Segundo Estado de Juárez que da la
autora es la de un “control territorial absoluto a nivel subestatal por parte de algunos grupos y sus
redes de sustentación y alianza” (Segato, 2013: 37-38), una organización que mantiene una
“articulación tentacular con sujetos insertados en la administración oficial a varios niveles,
revelándose por lo tanto como un Segundo Estado que controla y da forma a la vida social por
debajo del manto de la ley” (Segato, 2013: 30). El carácter ostentatorio de los asesinatos y las
marcas de las vejaciones en los cuerpos de las mujeres pueden ser considerados, entonces, como
mecanismos que producen la idea de soberanía efectiva, son la espectacularización del poder
soberano; las horribles “coincidencias” establecen la asociación de este dominio con una idea de
omnipresencia y de amenaza latente al opositor; los derroteros de las investigaciones de los
crímenes hablan de la ineficacia de los representantes del orden público, posible tráfico de
influencias y/o poder de intimidación. Todo parece ostentar “la cohesión, vitalidad y control

5
territorial de la red corporativa que comanda” (Segato, 2013: 30). La salida que propone la autora
es, en este caso, la invención de nuevas categorías jurídicas para clasificar los crímenes y “la
aplicación urgente de formas de legalidad y control de cuño internacionalista” (Segato, 2013:
37), aunque señala que si los crímenes de Juárez son “crímenes del poder” quizás “sólo podamos
negociar su declinación y cese” (Segato, 2013: 51).

Referencias
Nugent, D. (2010). “States, secrecy, subversives: APRA and political fantasy in mid 20th century
Peru.” American Ethnologist, 37(4), 681-702.
Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la violencia – Ensayos sobre género entre la
antropología, el psicoanálisis y los derechos huamanos. Buenos Aires: Prometeo.
Segato, R. (2013). “Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo
de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.” En Territorio, soberanía y crímenes de
segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
Buenos Aires: Tinta Limón.

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