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No sabe lo que es un hospital. Menos una escuela. La única vida que conoció es la
de la servidumbre. Desde su "comunidad cautiva", una especie de prisión verde en
la zona del Alto Parapetí, unos 300 kilómetros al sur de Santa Cruz, la capital
departamental, Miguel se ha jurado no morir esclavo.
"Mis padres comían como perritos alrededor de una bandeja en el suelo donde los
patrones tiraban la comida. Mi madre murió así, encarcelada y con miedo. Ya no
tengo miedo a los patrones. Mi único miedo es repetir la historia de mis padres".
El relato de Miguel podría ser el de cualquiera de los 77.000 guaraníes
distribuidos en el Chaco boliviano, que ocupa parte de los departamentos de Santa
Cruz, Chuquisaca y Tarija.
La batalla empezó hace más de 15 años, y obtuvo sus primeras victorias en los
tribunales. En el Alto Parapetí natal de Miguel, la Corte Interamerican a de
Derechos Humanos y la Organización Internacional del Trabajo confirmaron en
2005 que los indígenas son sometidos a un régimen de servidumbre. Según la
Cruz Roja, alguna forma de esclavitud persistía en al menos 26 de las 40 grandes
haciendas de la zona en 2006.
Según datos del INRA, de las 106 millones de hectáreas cultivables en Bolivia
actualmente, el 35,3% está saneado, el 12,5% está en proceso y la mitad restante
está por sanear.
Alto Parapetí es una de las zonas más calientes del conflicto. Para llegar, hay que
recorrer 294 kilómetros hacia el sur de Santa Cruz. La distancia, en taxi, obliga a
cinco horas de amores desgarradores al son de la cumbia a todo volumen. El
camino atraviesa Ñancahuazú, la localidad que dio nombre al grupo guerrillero
comandado por Ernesto Che Guevara entre 1966 y 1967. Al volante, Carlos, de
origen guaraní, masca coca.
Los grandes terratenientes, en alianza con los grupos de poder político, económico
y mediático regional, organizaron en 2007 "Comités de defensa de la tierra" y
grupos de choque armados para sabotear cualquier intento de expropiación.
En dos años, los guaraníes han liberado dos asentamientos, Tacete e Iviyeca. En
total, son 600 hectáreas en las que viven 20 familias. "Es un comienzo. No se
apropiarán más de nuestra mano de obra con la que construyeron su riqueza.
Vamos a liberar a nuestro pueblo y a reconstruir nuestro territorio", se entusiasma
José Luis. Confía en que el Gobierno de Morales le dará a cada integrante de la
APG el promedio de 50 hectáreas per cápita que reclaman.
Entre los beneficiados estuvo Oswaldo Monasterio Nieme, el dueño de Unitel, una
de las cadenas más incendiarias contra Morales, que recibió 10.000 hectáreas en
1990. El día del referéndum constitucional, Unitel sostuvo el empate a pie de urna
durante dos horas.
Cuando los resultados oficiales anunciaron la victoria del Sí, Unitel sembró dudas
de fraude electoral.
http://www.eldiariointernacional.com/spip.php?article2351
CONCEPTO DE
FEUDALISMOHTTP://CONCEPTO.DE/FEUDALISMO/
Te explicamos qué es el feudalismo y cómo era la relación entre el señor feudal y
los vasallos. Además, cuándo surge y cómo termina.
El feudo era un contrato entre el señor feudal y el vasallo.
Feudalismo
En cuanto al fin del feudalismo, este proceso histórico no tiene una fecha
exacta de finalización, ya que fue desarrollándose de manera dispar por
distintas partes de Europa. Sin embargo, muchos historiadores concuerdan
con que los viajes a Oriente con fines comerciales generaron una nueva clase
social: la burguesía. Esta nueva clase social, formada por hombres libres
pero no nobles, será el actor decisivo de las etapas que estaban por venir.
Fuente: http://concepto.de/feudalismo/#ixzz5EXrLL7sk
Vamos a ver hoy cómo vivían los campesinos en la Edad Media. Aquí tienes un resumen con algunas de las
ideas más importantes (Libro Vicens Vives páginas 30-31) para que lo leas con atención, y después, unas
Un feudo estaba formado por las tierras que el rey o un noble habían “donado” a otro señor feudal. El señor feudal
se reservaba las mejores tierras para él (reserva señorial) que trabajaban sus siervos. En la reserva señorial se
construía el castillo.
– sus siervos (que no podían abandonarlas, ni casarse, ni hacer muchas otras cosas sin el permiso del señor, a quien
pertenecían).
– labradores libres que debían pagarle unas rentas (parte de la cosecha, trabajo personal en las tierras del señor…).
Algunos labradores eran propietarios de sus tierras (pero éstos eran muy pocos).
Los señores tenían además el derecho de jurisdicción sobre las tierras del feudo, es decir, podía dictar leyes,
impartir justicia, cobrar impuestos por cruzar el puente, moler en su molino, cocer en su horno, etc.)
Los campesinos (siervos y libres) eran la mayoría de la población (más del 90%) y trabajaban para sobrevivir. La
tierra no producía cosechas importantes al utilizar técnicas y herramientas agrícolas antiguas (azadas, arados…).
La agricultura practicaba un sistema de rotación bienal. La economía era de autoconsumo y ellos mismos tejían su
ropa, criaban su ganado, cortaban la madera… Tan sólo compraban algunos productos como la sal o utensilios de
hierro y cobre.
Actividades
1. ¿Cómo era el trabajo en el campo en la época feudal? ¿Qué instrumentos y técnicas utilizaban? Busca en Internet
¿Con qué tipo de sistema crees que se obtendrían mejores cosechas? ¿Por qué?
5. Dibuja en tu cuaderno un feudo medieval anotando los diferentes elementos que aparecen en él (bosques del
señor, prados del señor, castillo del señor, tierras del señor, molino del señor, puente del señor, tierras de los
campesinos libres y siervos, iglesia, vila, herrería…). Fijate en el dibujo siguiente dibujo, y si necesitas más detalles,
Economía feudal
http://enciclopedia.us.es/index.php/Econo
m%C3%ADa_feudal
La economía feudal se caracteriza por la ruralización de la producción y la subsistencia. En
la Edad Media, las ciudades pierden protagonismo en la vida económica y social. Las
pocas urbes que hay están directamente vinculadas al cultivo del campo y al mercado
local.
Índice
[ocultar]
1La agricultura
2El artesanado
3El comercio
4Referencias
La agricultura
La agricultura y la gran propiedad fueron las bases de la economía feudal. Mientras la
población se mantuvo en cifras bajas no fue necesario ampliar la superficie de cultivo, pero
a partir del siglo XII se hicieron necesarias nuevas roturaciones. Las técnicas de cultivo
continuaron siendo las utilizadas en la época romana, salvo en el mundo islámico, que
desarrolló la técnica del regadío, con nuevos instrumentos, como la noria. Los campesinos
tendían a hacerse sus aperos de labranza. Los musulmanes introdujeron, lentamente, el
cultivo del algodón, la caña de azúcar y la seda. Además, no hubo integración de
agricultura y ganadería, por lo que los abonos eran escasos y las cosechas exiguas. El
ganado era poco y caro, sobre todo el de animales grandes. En España, se reguló la
explotación ganadera, ovina principalmente, con la institución de la Mesta, en el año 1273.
En torno a los pueblos se estableció un sistema de explotación de la tierra, muy parecido
en todas partes. En los alrededores inmediatos del pueblo se encontraban las huertas de
frutas y hortalizas, las mejor regadas y abonadas, que se cultivaban de forma intensiva.
Luego se situaban las tierras dedicadas a las leguminosas y los cultivos de regadío, más
lejos estaba el cereal de secano, trigo y escanda, más allá los pastos y baldíos, y por
último el bosque, que proporcionaba leña y caza.
Las órdenes religiosas tendieron a favorecer la roturación de tierras. En general las
explotaban directamente, por medio de campesinos jornaleros. Mientras tanto, los señores
feudales tendían a explotar sus tierras de manera indirecta, por medio
de: arrendamientos, prestimonios, enfiteusis o foro, rabassa morta, aparcería, etc.
A partir del siglo XIII se comienza a renovar el utillaje, y empieza a utilizarse la mula, en
lugar del buey, como animal de tiro.
Los productos básicos fueron los cereales, la vid y las hortalizas, pero también, el aceite, la
miel, la sal y la pesca. La sal y las especias eran fundamentales para la conservación de
los alimentos. Estas eran las principales mercancías de los mercados.
El artesanado
El artesano es un figura vital en las comunidades medievales; ya que la mayoría de ellas
deben procurarse sus propios aperos de labranza, paños y los útiles cotidianos.
Desde el siglo XI los artesanos comenzaron a agruparse en cofradías de ayuda mutua.
Estas cofradías estaban alentadas por la Iglesia y consagradas a un santo o virgen. Las
cofradías comenzaron a reglamentarse por estatutos, algunos de ellos privilegiados, y
acogían artesanos de distintos oficios. Paralelamente se crearon los gremios, con
artesanos del mismo oficio, o de oficios complementarios, que reglamentaron la
producción y el aprendizaje. Los reglamentos de los gremios regulaban desde cómo y con
qué se debían hacer los productos, hasta los precios. Se intentaba evitar el fraude y la
competencia irresponsable. Cada gremio tenía sus maestros, inspectores y cajeros,
elegidos cada uno o dos años.
El aprendizaje del oficio también estaba regulado, y había tres categorías: aprendiz, oficial
y maestro. Las condiciones del aprendiz estaban pactadas. El aprendiz lo era durante un
periodo concreto, de tres a ocho años. Una vez superado el período se convertía en oficial
y podía ejercer el oficio por su cuenta o por cuenta ajena. El oficial podía pasar a ser
maestro superando un examen, que consistía en la presentación una obra maestra que
acreditase su dominio del oficio.
Los gremios más poderosos tendieron a controlar el gobierno de la ciudad, y a tener un
reglamento privilegiado, con sus propias leyes y sus jueces.
La mayoría de los ingenios que permitían transformar los productos agrarios para su
consumo eran de propiedad señorial.
La industria textil fue una de las más prósperas, de una importancia casi tan grande
como la agricultura. Además, implicaba a numerosos oficios, desde el ganadero hasta el
tintado. Destacaron los paños florentinos y flamencos. Los paños eran, generalmente, de
lana o piel; la seda era un artículo de lujo; pero también sobresalieron los paños
de lino y cáñamo. En torno a la industria textil se desarrollaron los tintes, como el glasto,
el alumbre, etc.
De importancia vital fue la minería, sobre todo metálica, que proporcionaba hierro para la
labranza. Los productos principales serán: el hierro, el estaño, el cobre, el mercurio o
azogue y el plomo. Las minas solían ser de propiedad real.
Fue de destacar la industria de la construcción, que nos dejó iglesias, catedrales,
monasterios, lonjas, casas gremiales, castillos, puentes, murallas, etc. Las técnicas de
construcción tuvieron una evolución impresionante, desde el arte prerrománico hasta el
gótico. Este será un oficio de especialistas, donde la división del trabajo está más
asentada.
Es en la Edad Media cuando comienza a desarrollarse la burguesía, y un
incipiente capitalismo, que es plenamente feudal, como el resto de la sociedad. En cuanto
se recuperó el comercio apareció el interés por acumular dinero, incluso con la patente de
corso.
El comercio
Uno de los tópicos más arraigados de la Edad Media es que el comercio desapareció
totalmente. Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que la actividad comercial
disminuyó, sobre todo la internacional de productos de poco valor añadido, ni mucho
menos desapareció. Lo que ocurría era que, en gran medida, las rutas comerciales no
estaban en manos cristianas, sino musulmanas. El comercio siguió siendo importante, en
productos no ubicuos, como la sal o los metales, y los artículos de lujo, de alto valor
añadido. El comercio a larga distancia está abierto, pero es escaso. Este comercio se
organiza en torno a dos ejes fundamentales: el Mediterráneo y el Báltico e interior del
continente. Después de las oleadas de las invasiones el comercio se recupera, en los
siglos VI y VII. Es la época de esplendor de Bizancio. A partir del siglo X el comercio
vuelve a tener un auge importante.
Desde el siglo XII mejoran notablemente los métodos de navegación, por la adopción de
la brújula, el astrolabio y el timón fijo. Además, la capacidad de carga de las cocas, barcos
mercantes, aumentó. La carabela, con sus 300 toneladas de carga, no fue inventada hasta
el siglo XIV. Por otro lado, siempre fue muy importante la navegación fluvial. Todas las
grandes ciudades de Europa tenían puerto, pero las nuevas técnicas facilitaban la
navegación de altura. Constantinopla y Alejandría eran los grandes puertos comerciales
internacionales del Mediterráneo.
El comercio internacional estuvo dominado por musulmanes, genoveses y venecianos.
Genoveses y venecianos comerciaban, desde el siglo XI, sobre todo con Bizancio, pero
también con Asia, a través de los musulmanes. Los productos más transportados fueron
los metales y los paños, sobre todo de Flandes, Francia e Inglaterra; y las especias
asiáticas. A lo largo de la Edad Media, los musulmanes pierden el dominio del
Mediterráneo en favor de Aragón.
Pero el comercio no sólo se centró en torno al Mediterráneo. En el Atlántico norte y el
Báltico se creó otro importante eje comercial, donde dominaban el comercio flamencos y
normandos, desde el siglo XII. Desde aquí partían rutas fluviales (Rin, Danubio) y
terrestres que llegaban a Novgorod y Kiev, y de allí a Asia. Otras rutas importantes
comunicaban el Atlántico norte con la península ibérica. A través del sur de Francia, por
el Ródano, se comunicaban estos dominios comerciales.
Muy fructífero fue, también, el comercio entre musulmanes y cristianos en la península
ibérica, que conectaba las rutas musulmanas con las cristianas.
Fue en el ámbito del comercio del Báltico donde las ciudades portuarias firmaron un pacto
de amistad y mutua libertad de comercio. El primer pacto lo firmaron las ciudades de
Lübeck y Hamburgo en 1230, pero a él se fueron adhiriendo otras ciudades. En 1247 se
había creado la Hansa, una asociación de mercaderes que se unió para fomentar el libre
comercio, terminar con la piratería y defenderse de los príncipes de las ciudades que
querían poner impuestos de paso. La Hansa perduraría hasta 1669, y llegó a contar con
200 ciudades asociadas, del entorno báltico.
Los mercaderes que establecían relaciones en diferentes ciudades velaban por sus
intereses a través de los consulados. Los consulados organizaban las relaciones
comerciales, tenían sus jueces, y procuraban infraestructuras, en los puertos, a los
comerciantes.
El comercio al por menor se organizó en torno a un sistema de ferias y mercados locales
en distintas ciudades. El mercado, o la feria, era una concesión real, que se desarrollaba
en unos días concretos. Los mercados se montaban en planicies, o al pie de las murallas y
puertas de las ciudades, ya que no había lugares abiertos dentro, aunque en ciudades
importantes, como Barcelona, Valencia, París, Génova o Florencia se edificaron lonjas
para albergar el mercado. Los días de mercado eran la oportunidad de hacer compras de
lo que no se podía proveer el campesino. Los mercados estaban gravados con impuestos,
que recibía el Señor. Se podían encontrar productos foráneos que traían los buhoneros,
pero fundamentalmente se vendían productos de la tierra.
La feria fue un mercado más importante, que se hacía en determinadas fechas señaladas.
Las transacciones de las ferias eran más cuantiosas, y se compraban cosas que durarían
todo el año. Tuvieron ferias
importantes Brujas, Ypres, Lille, Champaña, Beaucaire, París, Fréjus, Amberes y Medina
del Campo. En Amberes y Brujas se creará la primera bolsa de valores (siglo XV); en
Medina del Campo (siglo XIII) se inventará la letra de cambio, o de feria, desarrollada
luego en Italia, y en torno a ellas aparecen las instituciones financieras, de crédito y
préstamo, y el derecho mercantil.
Desde el siglo XII, se generalizan en Europa las acuñaciones de moneda, cosa habitual en
el mundo musulmán. La moneda musulmana solía tener mejor calidad que la cristiana, y
se utilizaba como moneda de intercambio internacional, habitualmente.
En 1401 se crea en Barcelona el primer banco europeo: la Taula de Canvi. En el 1402 se
abren establecimientos parecidos en Fráncfort, en Génova en el 1407. Los banqueros
italianos, como los Medici, se hicieron con la hegemonía de la banca, para lo que
implicaron a sus familiares en el negocio, lo que les permitía tener abiertas sucursales en
diferentes ciudades.
Referencias
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del siglo XVICRISIS DEL FEUDALISMO. ECONOMIA RURAL Y DEMOGRAFIA EN NORMANDIA
ORIENTAL DESDE COMIENZOS DEL SIGLO XIV A MEDIADOS DEL SIGLO XVI. Paris, 1976
Conclusión general: Entorno de algunas líneas de demarcación: No traeré a la memoria las
preguntas que se plantearon al principio de este estudio. Este libro nació en realidad a partir
del vértigo experimentado frente a un gran vacío teórico: el desconocimiento de la vida
económica de las saciedades precapitalistas y también de una certeza, de que si
desconocemos "el modo de producción" de una sociedad no podemos realizar ningun análisis
histórico satisfactorio. En cierto sentido este es un libro de combate. Un combate sin
ambigüedades dirigido contra el empirismo considerado como el principal obstáculo para el
desarrollo científico. Ya no es posible ignorar que la vida económica de una sociedad, aun la
medieval, es una realidad coherente de la cual se deben descifrar las reglas de
funcionamiento. Es menos admisible eludir este problema protegiéndose detrás de una crítica
escolástica del término "feudalismo”(1) , o confiriendole una etiqueta ideológica que lo
confinará al ámbito de lo accesorio y del olvido... Este es el sentido fundamental de nuestro
tema de estudio. Resultará penoso ignorar estas exigencias y el camino será aún más difícil,
pero el esfuerzo será ampliamente recompensado. Desde otro punto de vista, este libro
representa una elección simple y clara: utilizar conceptos esenciales del marxismo solamente
en condiciones rigurosamente científicas evitando por sobre todas las cosas una utilización
especulativa que nos llevaría a un formalismo estéril, a la, repetición de generalidades vacías y
al fin de cuentas, a revestir de un lenguaje marxista artificial, una práctica histórica ajena al
materialismo histórico. Se me objetará quizás que todo investigador marxista hace esta
elección y que sería abusivo introducir entonces una nueva línea de demarcación aunque fuera
1. Si esta palabra desagrada que se busque otra! pero que no hagan desaparecerr el problema
al mismo tiempo. 119 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X.
secundaria. Subjetivamente no niego, que el argumento tiene valor. Queda que cada uno
saque de este principio las mismas consecuencias, dependiendo que desarrollen o no la lógica
hasta sus últimos efectos. Esto significa que inicialmente sólo se postulaba la coherencia de la
sociedad estudiada, en especial la historia económica. Ni esquema preestablecido ni definición
prematura del sistema. Al principio era como una tabla rasa. No había nada. Hay más, no sólo
la "experiencia" estaba reducida a su más simple expresión (los conceptos generales del
materialismo histórico), sino que además el camino posterior implicó largos desarrollos donde
la reflexión teórica puede parecer ausente. Concesión a un empirismo denunciado por otro
lado? En realidad, el esfuerzo de abstracción y generalización, sólo tiene sentido si se apoya en
la masa de los materiales que la investigación histórica se precia en acumular. No se trataba de
sacar de los materiales aquello que hubiese podido ilustrar una teoría general más o menos
preconcebida, sino, por el contrario, partir de datos laboriosamente reunidos, observar sus
correlaciones, despejar las hipótesis permitiendo tomar en cuenta y reconstruir así, como un
puzzle, algunos de los mecanismos de la economía feudal, con todo lo que este camino implica
de titubeos y de riesgo de errores. Proceder así sería dejar de lado deliberadamente las
impaciencias teóricas, en tanto que tal problemática no conducirla en lo inmediato más que a
una teorización parcial (ya que se apoya en la investigación parcial), dejando en las
oscuridades vastos aspectos del feudalismo. Quien quiera polemizar no tendrá ninguna
dificultad en observar que el rol de las superestructuras mentales no ha sido abordado o que el
de la ciudad está apenas tratado, para citar sólo dos ejemplos. Podrá revelar también, sobre el
plano del análisis histórico curiosas convergencias con algunas conclusiones de inspiración
malthusiana. Se ha observado también que los campesinos normandos vivían en abundancia
cuando eran poco numerosos y caían en desgracia en tiempos de alza demográfica. Habríamos
negado estos hechos "indiscutibles", con el pretexto de que sirvieron de puntos de apoyo a
construcciones ideológicas más que controvertidas? De una manera más general sabemos qué
desconfianza, justificada a mi entender, alimentan los historiadores marxistas, ante el rol a
veces exhorbitante, atribuído a la demografía en la evolución de una sociedad. Tratándose del
feudalismo, esta desconfianza no debe enmascarar la importancia realmente considerable de
este factor, importancia ligada a los aspectos originales del modo de producción (el carácter
individual de la producción introduce una relación constante entre los movimientos de la
producción y de la población). Sobre este punto preciso, el dilema del investigador es
inevitable, por poco que signifique un recurso ideológico. Tal es la elección efectuada. Una
elección epistemológica en las que las implicancias sobrepasan (y mucho), el cuadro de la
presente investigación. Si creí un deber justificarlo ampliamente, es porque me pareció cada
vez más, como la condición de una progresión hacia los objetivos fijados, permitiendo 120
Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. desgarrar el frente empírico
y evitar el estancamiento o retroceso. El verdadero debate no se encuentra al nivel de tal o
cual conclusión relativa al feudalismo, sino a un nivel más fundamental de la problemática.
Mientras tanto, sin embargo, debemos volver ahora a las conclusiones, distinguiendo aquellas
que se expusieron para la identificación del sistema socioeconómico estudiado, de las relativas
a la gran crisis de los siglos XIV Y XV. Que es el feudalismo? La racionalidad Boletín de Historia
Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. los puntos sobre los cuates estas
investigaciones de Normandía aportan una contribución a una teoría del feudalismo.
Características estructurales. Dos conclusiones serán tenidas en cuenta; una relativa a la
producción y la otra a la relación social (o relación de producción). La forma de producción
característica del sistema, es decir la que juega el rol dominante imprimiendo a la economía
sus ritmos de crecimiento, es la pequeña producción campesina. Una visión exclusivamente
institucional ha enmascarado a veces esta evidencia, sobreponiendo el marco jurídico de la
producción (el señorio) a la unidad fundamental de producción (la explotación campesina). Es
necesario volver a este punto pues este dato rige el conjunto de los análisis ulteriores (3). 1- La
afirmación se apoya sobre la parte de la producción campesina dentro de la producción global.
Ciertamente una parte desigual: en los antiguos centros de población las reservas señoriales
jugaron siempre un apreciable rol; pero la expansión agraria medieval aseguró a la explotación
campesina una preponderancia económica abrumadora. De esta manera las inversiones
agrícolas (semillas, herramientas, mantenimiento de tierras de cultivo), reposan en primer
lugar sobre las espaldas de los campesinos. Asimismo el crecimiento se manifiesta par la
multiplicación de estas unidades de producción y su extensión en el espacio, mientras que el
decrecimiento se manifiesta en la disminución del número de las explotaciones. Finalmente los
trends de los precios agrícolas están en plena concordancia con la evolución de la
productividad media de los campesinos: los precios suben cuando la producción progresa y
bajan cuando la producción decae. 2- La hegemonía de la pequeña producción hunde sus
raíces en el estado de la tecnología agrícola. Repitamos que no hay organización del trabajo
más eficiente que aquella que se enlaza alrededor de la utilización completa de un trend de
trabajo y que en esas condiciones la gran explotación (cuya presencia es por regla general un
legado del pasado dominial) debe resistir un handicap 3. Este punto de partida es opuesto at
que propone Kula en la teoría de "sistema feudal". El lo define de la siguiente m anera "un
sistema socioeconómico, especialmente agrario de fuerzas productivas mediocres, de
comercialización debil, corporativo y en el cual la unidad fundamental de producción es la gran
propiedad territorial, las pequeñas explotaciones campesinas que rodean a esta, están
subordinadas económicamente y los tributos pagados por ella le confieren su poder. Th éo r i e
éc on om i qu e du systh em e feodal. Pour un modele de l’économie polonaise XVI-XVIIIe
siecles, París, La Haye, 1970 p.21. (Traducción castellana .Edit siglo XXI) 122 Boletín de Historia
Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. de productividad que no puede superar más,
que por circunstancias particulares: privilegios de origen social (para las explotaciones
señoriales), una particular fertilidad de los suelos, facilidades de la circulación de los productos
(proximidad de los grandes mercados de consumo y de las vía nabegables), o incluso una
coyuntura de altos precios y bajos salarios. Pero esto confiere a la gran explotación una
situación marginal cuya evolución no es regida por la dinámica de este tipo de explotación,
sino que, por el contrario, está subordinada al juego de los precios, a los destinos de la
pequeña explotación: la gran explotación es próspera (cuando y porqué) la pequeña vegeta,
inversamente, ella declina cuando la otra manifiesta toda su vitalidad. La adaptación de la
pequeña producción a las exigencias de la tecnología supone además una estratificación
socioprofesional, del campesinado, según dos niveles esenciales. La conducción de una "ferme
a une charrue" (granja con arado) es en efecto una empresa compleja que exige una
combinación de un trabajo calificado (tareas de dirección) y de un trabajo simple (tareas de
ejecución). De ahí el poder y la permanencia de la separación entre cultivadores (laboreurs) y
jornaleros (manouvriers), separación muy antigua pero aún acentuada por el progreso de las
técnicas de cultivo en los siglos XI Y XIII(4). La complementariedad de estos dos grupos, sin
ninguna duda, ha contribuido a mantener y reforzar, las solidaridades aldeanas en el orden
económico, en la medida en que el usufructo de los derechos de uso y de pasturas comunales
era indispensable para la supervivencia de los jornaleros y por consecuencia aprovechable
para la pequeña producción en su conjunto. 3- Las instituciones sociales tienden también a
preservar a la pequeña producción. Así, la comunidad campesina aldeana juega en este plano
un rol análogo al del "oficio" en el artesanado urbano. Defensa de los derechos de uso cuya
importancia ya ha sido recalcada. Rechazo de todo aquello que puede romper los equilibrios
socioeconómicos y especialmente la innovación técnica. Lejos de oponerse a la pequeña
producción individual es a su vez auxiliar y protectora. Al mismo tiempo se da un bloqueo
tecnológico que es una de las características mayores del sistema y cuyo término supone el
debilitamiento de esas instituciones. De manera que el crecimiento en este sistema toma
necesariamente un carácter extensivo y se expone al riesgo de rendimientos decrecientes. 4- A
la hegemonía de la pequeña producción corresponde probablemente una demografía original.
Su primera característica se refiere a la naturaleza misma del régimen demográfico
especialmente a su principal mecanismo autoregulador: la adaptación de la nupcialidad a las
variaciones tendenciales de la 4. Deleage (A.) Ha subrayado la importancia de esta separación
a partir de la Alta Edad Media. La vie rurale en Bourgogne jusqu'au debut du XIe siecle. Macon,
1941, 3 vol. th. de lettres. 123 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-
446X. mortalidad, sobre la base de una fecundidad prácticamente estable. Semejante
microrregulación (se hace a escala de la explotación familiar) solo es concebible en un sistema
dominado por la pequeña producción individual; en donde el "establecimiento" de los niños
queda subordinado a la desaparición de sus padres. La segunda originalidad se refiere a la
importancia excepcional del hecho demográfico en el funcionamiento del sistema y en sus
eventuales irregularidades. Esto es el resultado del carácter extensivo del crecimiento
económico: los progresos de la producción suponen los de la población y recíprocamente. Pero
la estrecha relación entre las dos formas de crecimiento pueden ser rotas cuando el
crecimiento demográfico, obedeciendo a mecanismos que le son propios, prosigue una
trayectoria autónoma y ya no es apuntalado por el crecimiento económico. Siendo la pequeña
producción, de alguna manera el eje del sistema, es en el seno de la explotación campesina, y
tomando el pulso de este microorganismo, que nos hemos esforzado en descubrir los resortes
del crecimiento y por consecuencia la dinámica del sistema. Significa esto que la hegemonía de
la pequeña producción es tal, que el lugar económico del señor es accesorio y que se
encuentra entonces confinado en un rol social y político? Los hechos contradicen esta
hipótesis. El campesino se inserta en efecto en relaciones sociales determinadas y el desarrollo
de su explotación no podría ser comprendido independientemente de la renta señorial a la
cual está sometido (5). Veamos ahora la relación de producción. La originalidad del sistema
estudiado reside no sólo en las características de la producción sino en un tipo de explotación
del hombre, cuyos rasgos distintivos trataremos. 1 - La renta es el aspecto principal de la
intervención económica del señor. En la función de este último hemos distinguido una acción
directa (participación en las actividades de producción), y una acción indirecta (efecto de la
renta señorial sobre la producción campesina). Su acción directa es en definitiva bastanta
pequeña. Asegura la responsabilidad de equipos de uso colectivo (molinos, hornos), pero
teniendo en cuenta el rol limitado de la reserva cultivada, no interviene más que de manera
marginal en la esfera de las actividades productivas propiamnente dichas. Por el contrario el
señor ejerce indirectamente, una influencia constante y multiforme sobre estas actividades.
Pues la primera razón de ser del sistema es proveer a los dueños de la vida social de una renta
que es extraída de la producción y que en consecuencia hipoteca más o menos pesadamente
el funcionamiento de las explotaciones campesinas. 5. Es por esto que no se puede recurrir al
concepto de modo de producción campesino (o sistema socio-económico campesino) para
definir el sistema estudiado. 124 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-
446X. 2 - La tasa de renta señorial no tiene una evolución anárquica. Al contrario, por el juego
de mecanismos socioeconómicos diversos, está afectada por un movimiento de baja
tendencial que sólo es interrumpido en el período estudiado por la intervención de un factor
extraeconómico: el desarrollo del botín de guerra y de la fiscalidad real. 3 - El movimiento de
baja tendencial de la tasa del tributo se desprende de la misma estructura social. El principio
de la tendencia con relación a las cargas consuetudinarias implican en efecto tal evolución. En
la presión contradictoria ejercida por cada una de los dos protagonistas, sobre la tasa de renta,
el campesino dispone el usufructo de la tierra y el control del proceso de producción, de una
mayor ventaja. Mientras que el señor excluído de este proceso, sólo ejerce presiones en virtud
de actos de origen extraeconómico. A la larga, resulta una evolución de la relación de fuerza
económica favorable al campesino y generadora de una erosión de la tasa de renta. Desde
entonces, sólo una nueva definición de las presiones extraeconómicas; es decir un
reordenamiento político de las relaciones de explotación, es susceptible de revertir por un
tiempo la tendencia. Hegemonía de la pequeña producción y extracción señorial son las
características principales de un sistema económico cuyos cimientos aparecen de esta manera
contradictorios. Por un lado el carácter individual o familiar del proceso de producción, y por el
otro, el carácter señorial de la apropiación de la tierra y el poder. Entre estos dos aspectos las
tensiones son constantes; de ahí sin duda que la evolución original de la tasa de renta es
también probablemente, el origen profundo de la dinámica del sistema. Estas dos series de
observaciones están en contradicción con la definición tradicional del feudalismo en la
historiografía marxista? Sin proceder al exámen sistemático de las diversas formulaciones
adoptadas, advertimos que gravitan en torno at siguiente tema: Propiedad del señor sobre la
tierra y propiedad limitada del señor sobre el campesino. No objetaremos nada a esta
definición salvo que califica una relación de producción y solamente una relación de
producción. No puede de ninguna manera caracterizar un modo de producción. Recordemos
que este concepto se aplica a combinaciones originales de las relaciones de producción y
fuerzas productivas. Retener sólo una de sus dos dimensiones sería empobrecerlo y conducirla
a inevitables confusiones. En efecto, las sociedades pueden presentar analogías formales en la
relación de explotación sin tener las mismas bases técnicas, la misma organización de la
producción, la misma lógica de funcionamiento. Conviene pues, definir al feudalismo, tal como
lo observamos en Europa occidental, no sólo por una relación social sino por ciertos caracteres
de la producción, caracteres que no podríamos reducir a una vaga referencia, a la
predominancia de la economía agrícola o a un nivel (indeterminado) de fuerzas productivas.
Por lo tanto podríamos proponer la siguiente formulación: el feudalismo es la hegemonía de la
pequeña producción individual (por lo tanto el nivel de 125 Boletín de Historia Social Europea.
Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. fuerzas productivas que esta hegemonía supone) más la renta
señorial asegurada por una coacción de orígen político (o extraeconómico) (6). Pero estas
observaciones contradicen sobre todo el modelo de "economía campesina" o del "modo de
producción campesina", cuyo crédito actual está ligado a la reciente difusión de los trabajos de
A. Chayanov (7) y a la con Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X.
crisis del "tipo antiguo" cuyo modelo, establecido por E. Labrousse (10), parece conservar todo
su valor para los tiempos medievales. Al respecto, P. Vilar (11), ha puesto en guardia al
historiador contra la tentación de los largos plazos y de las medias, recordando que "el hombre
no se nutre de medidas" y que el rasgo más claro de las viejas economías es la desigualdad de
las cosechas más que su insuficiencia. Pero es necesario remarcar también que a través de
estos tres siglos de historia normanda, la frecuencia y la gravedad de las crisis de subsistencia
presentan fuertes variaciones y que ellas son ampliamente tributarias de las fluctuaciones
largas. Se rehusaró pues una falsa oposición entre el corto plazo y el largo plazo, uno y otro
indispensables para el análisis histórico; y nos detendremos en las . fluctuaciones largas,
porque nos parecen específicas de la economía feudal y porque sus orígenes son menos
conocidos. El hecho más importante parece residir en la alternacia de fases de crecimiento y
de fases de retrocesos o estancamientos. Sin duda la existencia de estos ciclos ha sido
estableciada de sde hace tiempo. Pero las interpretaciones que han sido dadas por W.Abel (12)
, M. Postan (13), Verhulst, y E.Le Roy Ladurie tienen un carácter exclusivamente demográfico,
de manera que el lazo entre ese tipo de fluctuaciones y el modo de producción feudal
desaparece. En efecto, en la perspectiva neomalthusiana lo esencial se sitúa en la divergencia
de la población y de los recursos: el crecimiento más rápido del número de hombres
determina un sobrepoblamiento, el parcelamiento de la tierra, una baja de la productividad,
creando las condiciones de una crisis agraria. Negaremos esos fenómenos? Ciertamente no. Ya
sea tratemos precios, salarios, producción, población, productividad, desde Normandía hasta
Inglaterra, todos 10. Ver también las observaciones recientes de Vilar (P.) sobre el tema
"Reflexions sur la crise de l’ancien type. Inégalités des récoltes et sousdéveloppements" en
Conjuncture économique structure sociales, París 1974. Traduccón castellana en Economía,
derecho, historia; edit Ariel. 11. Vilar (P.) art cit. p.41-42. 12. Ver la conclusión de Abel: "Las
bajas de los precios de los siglos XIV y XV y de los XVII y XVIII fueron el resultado de un
estancamiento o disminución de la población, provocadas por las epidemias y las guerras pero
"del exterior", no por una causa endógena en el sentido de Malthus, aunque ellas aparejen las
consecuencias previstas por él." Obra cit, p.406. 13. Postan y su escuela han recurrido (a
diferencia de Abel), a una explicación de tipo endógena: el famoso ciclo de la teoría
malthusiana pero se reunen con Abel en una interpretación de carácter pan-demográfico. 127
Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. los índices concuerdan. Y se
lo ve en dos momentos, el crecimiento demográfico tropieza con un inborrable techo de
recursos. En verdad la debilidad de la teoría Malthusiana reside no en lo que afirma sino en lo
que silencia: el rol jugado en esas fluctuaciones por la evolución del tributo. Volvamos ante
todo al proceso de crecimiento, tal como se lo pudo percibir antes de 1315, o de 1450 a 1550,
o aún en un período más breve de 1360 a 1400. Presenta un conjunto de caracteres comunes
que el diagrama siguiente resume: CARACTERES DEL CRECIMIENTO Tiene siempre un carácter
extensivo y se manifiesta por la conquista del espacio agrícola (sobre una base técnica
prácticamente constante) y por los progresos de poblamiento. Comprende también una baja
tendencial de la productividad del trabajo. En razón de las permanencias técnicas, la extensión
de la producción en el espacio, después la sobrecarga de los hombres que implica una
declimación de la productividad global por el juego de múltiples factores (mediocridad de las
tierras marginales, retroceso de la ganadería, parcelamiento de las explotaciones, subempleos,
etc.) A ese proceso corresponde también un trend ascendente de los precios y una evolución
en tijera de los precios agrícolas y de los precios industriales. El encarecimiento de los precios
agrícolas tiene por punto de apoyo principal la baja productividad en ese sector; inversamente
el alza de los precios agrícolas favorece el 128 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2,
1990. ISSN 2250-446X. crecimiento, justificando particularmente la puesta en valor de tierras
marginales, mediocres, acentuándose la baja productividad. Finalmente, con el crecimiento se
da un debilitamiento de los salarios reales que es el índice de una pauperización de la masa
campesina. Y hay allí, naturalmente un nuevo factor de debilitamiento en la productividad. El
último elemento del proceso de crecimiento: es el descenso de la tasa de tributo. Es un
elemento indispensable e inseparable de la baja productividad. La multiplicación de los
hombres y la parcelación de la tierra a fines del siglo XIII sería inconcebible si no se hubiera
exigido menos de cada rústico. Inversamente, cuando el producto por cabeza disminuye la
parte de este producto susceptible de ser cedida declina también y tiene acá una acción de
cambio en la tasa de tributo. Sin una baja tendencial de la tasa de tributo, el mantenimiento de
una tendencia larga a la reproducción extensiva (económica y demográfica), a pesar de la
declinación de la productividad, serí a incomprensible. Gracias a ella una parte más grande del
producto es afectado por los gastos de equipamiento y por la consumición campesina, es decir
a la "Reproducción". Naturalmente, ese proceso crea las condiciones de su hundimiento.
Llegará a un umbral, más allá del cual por la baja de la productividad se volverá cada vez más
aleatoria la "reproducción simple" para un gran número de explotaciones. Pero el verdadero
umbral crítico será aquel a partir del cual,el volúmen del tributo señorial tendrá signos de
disminución, cuando los efectos de la baja de la tasa no sean más compensados por los del
crecimiento económico y demográfico. La clase señorial deberá entonces tomar más sobre
cada uno y es ella quien, por un acto político dará vuelta a la página al crecimiento.
Observaciones análogas se aplican al proceso de decrecimiento. Sin duda ella no es la simple
imágen inversa del crecimiento. A fines de la Edad Media, se manifestó bajo la forma de crisis
violenta y generalizada, cronológicamente limitada, pero desbordando de su cuadro
económico y demográfico; para afectar todos los aspectos de la vida social. La sucesión de
muchas explociones, separadas por fa Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN
2250-446X. explotaciones menos eficientes, etc.) Por razones inversas a aquellas anunciadas
más arriba, ese movimiento de la productividad es estrechamente solidario al de la tasa de
tributo. Desde ese punto de vista, la presión señorial y real, a pesar de las apariencias , es un
factor decisivo de desarrollo. CARACTERES DEL DECRECIMIENTO Al decrecimiento corresponde
también un trend descendente de los precios y un encarecimiento de los precios industriales.
La contracción de los precios agrícolas refleja la creciente eficiencia de la agriculatura pero
reactúa sobre la producción, (forzando la retracción sobre las mejores tierras) y sobre la
productividad. Finalmente el decreciminto se desdobla en un alza de los salarios reales y en un
mejoramiento de los niveles de vida, desde el momento en que las tempestades económicas o
militares se alejan. Ese fenómeno está, él mismo, en estrecha relación con los progresos de la
productividad. Movimiento acumulativo, el decrecimiento encuentra sin embargo en la
evolución de la productividad un mecanismo autorregulador que le asigna límites. Estos son
alcanzados cuando la productividad llega a un nivel tal que la explotación campesina está en
condiciones de soportar las nuevas cargas fiscales y asimismo practicar una producción
extensiva. Desde entonces las condiciones socioeconómicas para otra fase de crecimiento
estan realizadas. 130 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. Este
conjunto de consideraciones nos conducen a ver en los movimientos largos, otra cosa que
fenómenos coyunturales ligados a las variaciones de la masa monetaria o de la población. El
hecho de integrar gran número de elementos de la tesis malthusiana en la interpretación y de
introducir el rol del tributo y de la productividad no conduce a una simple suma, sino a un
vuelco de las perspectivas. Esto significa que esos movimientos de larga duración son
específicos de la econoía feudal, ya que el comportamiento original del tributo y de la
productividad es propio de ese sistema. Esto también vuelve a decir que la dinámica de larga
duración está principalmente sometida a la acción de dos leyes socioeconómicas tendenciales
y complementarias,donde una (ley de baja tendencial de la tasa de tributo), está ligada a la
contradicción entre la apropiación señorial de la tierra y el carácter individual del proceso de
producción, y la otra (la ley de la baja tendenciaL de la productividad) a los caracteres de la
producción (pequeña producción que no permite más que un crecimento extensivo).
Adelantamos acá una crítica. Afirmar que la economía feudal está sometida a la acción de esas
leyes, no es caer en la "trampa de la economía pura" o caer en una especie de
"economicismo"? Y no es tambien poner en cuestión el rol de la lucha de clases en la historia?
Ciertamente no. Una deformación de nuestras conclusiones podría justificar semejante crítica,
si se reduce el funcionaqmiento del sistema, a una vulgar mecánica de orden exclusivamente
económico. Pero nada de lo dicho autoriza a hacer una disociación de lo económico y lo social.
Sería así mismo fácil destacar que este análisis pone en primer plano la lucha de clases,
uniéndola sin embargo a las condiciones objetivas en las cuales ella se desarrolla: señalar la
importancia de la evolución del tributo, no es atribuir un rol central al enfrentamiento
permanente entre señores y campesinos? Es por el contrario, rechazar con determinación una
visión de la historia (extraña por otra parte al marxismo) dominada por una lucha de clase que
se la habría, ante todo, aislado de un conjunto de condiciones objetivas. Contradicciones del
feudalismo. Una teoría del feudalismo debería dar cuenta por igual, de su génesis y de su
desaparición. Naturalmente, no será una cuestión los orígenes de ese modo de producción. En
cuanto al problema de su disgregación, siempre ha sido encarado de una manera muy parcial
que no autoriza ninguna conclusión de conjunto. Las dimensiones sociales, políticas, mentales
e ideológicas serían indispensables para la interpretación de un proceso que, por otra parte se
continúa más allá del límite cronológico adoptado. El único elemento vertido en el texto es la
131 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. elaboración de un
"modelo" de la acumulación en el feudalismo, modelo en donde se recuerdan los principales
rasgos. Exite una tendencia acumulativa en el seno de este sistema. Su componente principal
es una acumulación "feudal" (ligada a los mecanismos específicos de este sistema) y
discontinua (propia de llas fases de crecimiento). Ella está trabada por las fuerzas productivas y
las relaciones de producción del sistema pero debilita, poco a poco, la acción de freno que se
le opone. De manera que cada ola acumulativa rompe más lejos y favorece más el surgimiento
de las relaciones de producción capitalistas. Este modelo, sin presentar contradicciones
mayores con el esquema pintado por Marx en 1853, difiere sensiblemente. Marx conecta la
génesis del capitalismo a dos condiciones fundamentales. Por un lado la acumulación de
riquezas bajo la forma de dinero obtenido por la usura y beneficios del comercio y
provenientes pues de la esfera de la circulación; y por otra parte, la transformación de los
bienes de producción en bienes libres y alienables, junto a la aparición de condiciones que
permiten a la fortuna comprar trabajo libre. Reencontramos esas dos condiciones con algunos
matices en la interpretación de su génesis. Por encima de la formación de "fortunas arcaicas",
nos parece necesario situar el conjunto del proceso de "acumulación feudal"; en cuanto a la
transformación de los bienes de producción en bienes libres, que corresponde al umbral crítico
alcanzado en el siglo XVI por la baja de la tasa de tributos, baja resultante de una contradicción
mayor entre la apropiación señorial de bienes de producción y el carácter individual de la
producción. La interpretación propuesta señala más el rol de las contradicciones específicas
del feudalismo en su propia disgregación. En el fondo, ésta no se aleja del pensamiento de
Marx. Y sin embargo; estos matices tienen una importancia, que es necesario señalar. La
articulación establecida entre las contradicciones del feudalismo y la génesis del capitalismo
termina por alejar la idea de una filiación directa entre la disolución de los modos de
producción precapitalistas (tomados en su generaliad) y el capitalismo, idea subyacente en el
texto de las Formen , citado arriva . Aquello que se dijo de la acumulación feudal conduce a
pensar, que es del feudalismo, y sólo de él, del que puede proceder el capitalismo. Crisis del
feudalismo El exámen de la crisis de los siglos XIV y XV, nos lleva a formular un conjunto de
hipótesis sobre la naturaleza y las leyes del feudalismo. Inversamente, la reflexión sobre el
sistema socio-económico, da una luz diferente sobre la significación de las catástrofes de fines
de la Edad Media. 132 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. De la
crisis propiamente dicha y de la mutación que la prolonga, realicemos un rápido balance Río
arriba, la crisis de un modo de producción: El eje de principios del siglo XIV no es un episodio
entre otros, de la serie de confrontaciones dramáticas entre los recursos y las necesidades que
han jalonado la historia del feudalismo. Es preciso ver aquí más profundamente el comienzo de
la crisis de un modo de producción. Qué decir entonces? Primero el sistema agotó sus
posibilidades de expansión en una conquista casi integral del espacio cultivable. En Normandía,
se realizó desde mediados del siglo XIII, punto verdadero de partida de la crisis. Desde
entonces, el impás es manifiesto. Un impás económico primeramente. Todas las
contradicciones del crecimiento se acumulan y exacerban: la sobrecarga de los hombres crece
peligrosamente,la productividad cae, la miseria se extiende, y si el nivel de actividades se
mantiene durante un tiempo, es al precio de una inflación que retrasa los plazos, pero que los
agrava al mismo tiempo. Tijeras malthusianas? Es cierto. Pero acá no está lo más grave en el
drama que se anuncia. Si el problema se apoya en esos únicos términos, una epidemia y
algunas hambrunas habrían sido suficientes para realizar los ajustes necesarios. No es nada
porque el impás económico desemboca sobre un impás social. El término de la expansión
desencadena la caída de la renta señorial. Y cómo el señor obligaría a sus hombres a
contribuciones suplementarias, cuando no dispone más sobre ellos de poderes suficientes? El
impás es al mismo tiempo político, institucional, moral. Es el carácter de generalidad de la
crisis (en aquello que afect a todos los aspectos de la vida social), que queremos designar por
la expresión "crisis del feudalismo". Significa simplemente que el sistema no puede funcionar
más tiempo sobre sus bases tradicionales y que es pues condenado a la desorganización. La
señal de esta desorganización está dada por la feudalidad cuando se lanza en aventuras
militares, de las cuales espera ingresos de emergencia. El implacable mecanismo guerra-
fiscalidad-guerra se pone en movimiento y son derribados. Cómo la trama, ya tan anémica de
las unidades de producción campesina habría podido resistir a la avalancha de la nuevas cargas
que recaen sobre ella..? Los expedientes de toda clase (privaciones, endeudamiento,
enajenación del patrimonio), no tienen más que un tiempo. Después de 1337 la imposición
fiscal rompe los equilibrios de la economía campesina. No se necesita más para que la
sociedad, como un barco ebrio, sea expuesta a todas las catástrofes. Tanto más delante de
esta marea humana, agitada por convulsiones cada vez más violentas, la fragilidad irrisoria de
las instituciones políticas no ofrece ningún recurso. 133 Boletín de Historia Social Europea.
Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. Y las catástrofes, en efecto, se abaten las unas sobre las otras
enmarañándose: el hambre, la peste, la guerra. Sería insensato, querer minimizar los efectos o
pretender que los mecanismos económicos son los únicos aún directamente responsables de
la regresión demográfica. Ninguna duda es permitida sobre la amplitud de los estragos
imputables a las epidemias. Ninguna duda tampoco, sobre las desdichas de la guerra, pues
ésta sale de sus normas feudales tradicionales, y se transforma en un enfrentamiento
multiforme, donde cada uno padece en su carne y en sus bienes. Es cierto que las
contingencias biológicas, militares y sociales tienen los primeros roles, en los tres grandes
derrumbes sufridos por Normandía. Bajo el efecto de explosiones de intensidad creciente, el
cuerpo social fue en las tres recuperaciones desintegrado. De ahí la indecible desolación de
esta provincia hacia 1450. Señalando el impacto de la guerra y disturbios sociales la
interpretación propuesta marca, un cieto retorno a las antiguas tesis. En efecto creemos, que
el acontecimiento y la política, han hecho injustamente los gastos del largo plazo y de lo
económico puro y que testarudos, los hechos vuelven a la superficie. Sin embargo, "el
supuesto tradicional" como antes el "supuesto malthusiano" es más aparente que real. Es
evidente un rechazo a la tendencia que desea aislar las "catástrofes" del contexto que les
perrnitió engendrarlas. Cuando la cronología pone en evidencia los siniestros
encadenamientos de las "tres plagas de Dios", cuando revela además que la desgrac ia lejos de
golpearnos de improviso, siempre es precedida por signos anunciadores, cómo admitir
entonces una visión accidental y política de la crisis de los siglos XIV y XV? Y luego, oculto por
un momento por las convulsiones en todos los órdenes, lo económico ha conservado sus
derechos. Detrás del fracaso de las armas, prosigue el lento y silencioso reacomodamiento de
los campos. La granja campesina se agranda y se concentra; su eficiencia se acrecienta. Una a
una las condiciones de un nuevo ímpetu agrícola se reúnen. Cuando se anuncia, el espectro del
hambre, de la emfermedad y de la guerra, se alejan como por encantamiento. Una mutación
se acaba, cuyo sentido es necesario develar ahora. Rio abajo : un feudalismo centralizado.. No
se ha intentado en este trabajo recoger los distintos rasgos originales de la sociedad
renacentista, una sociedad nueva, en distintos aspectos. Se trata simplemente de seguir la
lógica del desarrollo del feudalismo, es decir percibir las principales modificaciones
intervinientes en el funcionamiento de este sistema socioeconómico a través de la larga y
penosa gestación anterior. Hemos visto que la caida de las rentas señoriales abrieron la fase
aguda de la crisis del feudalismo. La solución dada a ese problema tiene una significac ión
particualar; at tributo directo se superpone, de manera 134 Boletín de Historia Social Europea.
Núm. 2, 1990. ISSN 2250-446X. permanente, un sobretributo fiscal, cuya mayor parte irriga por
canales múltiples, las tesorerías señoriales. Ninguna revolución en esto. Las dos clases
fundamentales de la sociedad permanecen frente a frente. Sólo las modalidades de
explotación del uno para con el otro han cambiadol. El poder del príncipe apoya, en adelante,
al del señor, para sacar de la producción campesina aquello que es necesario para el sustento
de la clase dirigente. Entre las dos formas de imposición, la coexistencia se volvió necesaria
pero muy difícil. Más poderosa la administración monárquica es más apta para mantener su
rol cuando, al contrario, la administración sensorial se desmorana. La vía está abierta a una
centralización aumentada de la renta, combinado a la hipertrofia del aparato del Estado, con el
absolutismo en el horizonte. A la crisis del feudalismo, este reacomodamiento de la "relación
de producción" no provee sin embargo más que una solución temporaria. El sistema no salió
de los impas, en el cual el siglo XIII lo había encerrado. El extraordinario dinamismo que parece
testimoniar la economía normanda al día siguiente de la tormenta no debe ilusionar. La
evolución de las técnicas agrarias permanece frenada por las relaciones sociales; el
crecimineto se mantiene extensivo, expuesto a las mismas contradiccioens que en otros
tiempos. Algunas decenas de años bastaron, así, para que un nuevo bloqueo del crecimiento
reapareciera con su cortejo habitual de calamidades sociales. Pero la declinación del
feudalismo se manifiesta más aún a través del empuje del capitalismo que lo ha penetrado. Sin
duda no ha podido fundir aún, al antiguo modo de producción. Sólo queda decir que ha
corroido todos los mecanismos. Por todas partes, la renta y el beneficio se mezclan
intrincadamente. Nuevos reflejos económicos surgen, sobre todo, el peso de las actividades
comerciales e industriales, aumentando súbitamente y reaccionado con fuerza sobre el sector
agrario, refugio de los arcaismos. Es un cuerpo extraño al feudalismo que crece en su seno,
alimentado por el cordón umbilical del proceso de acumulación. Por ser discontinuo su
crecimiento, no guarda menos un efecto disgregador que torna irreversible la declinación del
feudalismo. Nada más falso desde entonces que la representación de un mundo rural inmóvil
en sus estructuras del siglo XIII al XVIII. La idea de permanencia se apoya evidentemente sobre
hechos reales: el estancamiento técnico, límites similares de la producción y de la populación,
de continuidades jurídicas y sociales. Pero esta visión hija del estructuralismo, ignora las
contradicciones del antiguo sistema, vuelve a arrojar sobre los factores exteriores (clima,
epidemias o guerra), la responsabilidad de sus crisis, no rinde cuenta, finalmente de la
reorganización del sistema,ni del movimiento entablado hacia otro tipo de organización social.
Tales son las principales conclusiones de esta obra. Más allá del ejemplo normando, tienen
ellas valor más general? Se puede cuestionar la muy famosa diversidad medieval? Dejaré de
lado este falso dilema, que sólo una 135 Boletín de Historia Social Europea. Núm. 2, 1990. ISSN
2250-446X. problemática desusada puede volver a valorar. Nuestra atención no ha sido
retenida por las especificidades locales. Más que la Normandía, era un sistema
socioeconómico, el feudalismo, el que estaba en el centro de nuestras preocupaciones. Su
exploración será, en efecto, obra de largo aliento; pero deseamos sin embargo que, sin esperar
mucho, adquiera el derecho de ciudadano que le ha sido largo tiempo rehusado. Traducción:
Silvia E.Ottavianelli Marcela D. Inchausti
https://www.scoop.it/t/movimiento-economico-entre-los-anos-del-dominio-romano-hasta-
los-anos-medievales
En cada feudo había un castillo, que era la residencia del señor, varias aldeas, en las que
vivía el señor, y tierras de cultivo, pastos y bosques. Las tierras se dividian en la reserva y los
mansos.
La reserva era la parte de la tierra explotaba por le propio señor. Los cultivos que se
obtenian en ella pertenecía en su totalidad al señor.
Los mansos, era la tierra que le señor concedía a los campesinos para su sustenso. A cambio
de estas tierras los campesinos tenían que pagar al señor unas rentas. ejemp: dinero,
productos o servicios personales.
Los bosques, que eran propiedad exclusiva del señor. Y cuando los campesinos querían cazar
o buscar leña en él debían pedir permiso o pagar un impuesto. En sus feudos los señores
impartian justicia y cobraban impuestos. Además, los señores cobraban impuestos a los
comerciantes cuando atravesaban sus dominios (peaje) y cuando cruzaban los puentes
(pontazgo).
Los señores cobraban rentas diferentes a los campesionos, por ejemplo una parte de la
cosecha, determinados frutos o animales (cerdos, pavos,etc) entregados una vez al año, días
de trabajo obligatorio en las tierras del señor (corveas) y pequeños pagos por usar el horno,
el molino, la herrería, etc.
Los campesinos evidentemente vivían en el Feudo en pequeñas aldeas y en casas humildes.
Los campesinos libres por el contrario sí podían abandonar el feudo y decidían sus actos
personales. Trabajaban en los mansos del señorío pagando a cambio unas rentas al señor y
el diezmo a la iglesia.
La aldea medieval
La aldea medieval no fue una mera continuación de las aldeas y poblados anteriores, sino
una nueva forma de poblamiento y organización de la vida rural que se desarrolló en Europa
a partir del año 1000. Los campesinos, que hasta entonces vivían dispersos en casas aisladas
en medio de los campos de labor o se desplazaban frecuentemente de un lugar a otro, se
concentraron en aldeas agrupadas en torno a un castillo, una torre o una iglesia parroquial.
La vivienda campesina.
Sus viviendas eran muy pobres, hechas de adobe, madera y cañas. Tenían una sóla
habitación en la que toda la familia comía y dormía.
El trabajo en el campo era muy duro. Toda la familia, incluidos niños y ancianos, trabajaban
de sol a sol con herramientas muy rudimentarias. Como no tenían abonos, cada año
cultivaban solo la mitad de la parcela. La otra mitad se dejaba en barbecho, es decir sin
cultivar, para que la tierra recuperase su fertilidad. Esto provocaban que la producción
agrícola fuese muy baja.
El trabajo en el campo era muy duro. Toda la familia campesina (hombres y mujeres, niños y
ancianos) trabajaba de sol a sol con herramientas muy rudimentarias: hoces, guadañas,
azadas y arados romanos.
Los campos solían estar dispuestos en anillos concéntricos en torno a la aldea. En un primer
anillo, inmediato a las casas, se situaban los pequeños huertos familiares, cuyas frutas y
hortalizas completaban la dieta alimenticia. Más allá, en un segundo círculo, se extendían los
viñedos, los olivares y, sobre todo, los campos de cereal. Finalmente, los límites del término
ya correspondían al dominio del bosque, una despensa de frutas y animales.
Solo los más ricos disponían de bueyes y caballos para tirar del arado y remover mejor la
tierra. Los más pobres lo hacían con azadas y palas. Además, como disponían de poco abono,
tan solo aquel que proporcionaba el ganado, era necesario dejar descansar la tierra. Cada
año se cultivaba solo la mitad de la parcela y la otra mitad se dejaba en barbecho, es decir,
sin cultivar, para que la tierra descansara y recuperara su fertilidad. Por todo ello, los
rendimientos eran muy bajos.
La dieta campesina.
Los glúcidos se tomaban en cantidad abusiva, de los cuales la totalidad eran cereales y
leguminosas, el cereal (centeno y cebada en la mesa campesina) se consumía en pan y, sobre
todo, cocinado como gachas. Se tomaban potajes de legumbres y, entre las verduras,
predominaban el nabo, la cebolla y la berza. La carne era un alimento de clases privilegiadas,
el labriego la comía en contadas ocasiones, principalmente de cordero y de cerdo, se
consumía fresca en época de matanza y el resto del año ahumada o en salazón, la mayor
parte de las veces, en no muy buenas condiciones. El pescado se consideraba un alimento
para enfermos, débiles, etc., y solo se consumía durante la Cuaresma. El vino era uno de los
pocos lujos permitidos al campesino, lo tomaba mezclado con miel y especias y, a menudo,
cocido. También bebía cerveza, a la que se añadió lúpulo a partir de la Plena Edad Media.
Ambas bebidas les proporcionaban buena parte de las calorías que consumían diariamente.
Ahora, la diferencia entre vasallo y siervo radicaba en que los vasallos eran gente poderosa,
que estaban al servicio de otras personas pudientes, y los siervos estaban en una situación
de servidumbre, vivían en una situación cercana a la esclavitud, y estaban obligados a pagar
una renta al señor, generalmente eran campesinos.
Ahora, los campesinos generalmente se clasificaban en los campesinos libres y los siervos,
como ya explicamos.
Sociedad y economía
feudalhttp://www.icarito.cl/2009/12/79-6066-9-4-el-
feudalismo.shtml/
La sociedad se organizó en torno a estamentos (grupos sociales cerrados) y se
fundamentó en los lazos de dependencia y en el vasallaje.
1. El feudalismo
2. Orígenes del feudalismo
3. Características del feudalismo
4. Desarrollo y apogeo del feudalismo
5. Sociedad y economía feudal
6. La crisis del feudalismo
La negra muerte
A mediados del siglo XIV, una plaga conocida como la peste negra (una variedad de peste
bubónica) asoló a Europa, con un efecto devastador.
Se extendió desde Asia Central hacia Occidente, desde el sudoeste hacia el Mediterráneo
y rodeando las costas del Atlántico Norte y el Báltico. Esta enfermedad infecciosa era
fulminante; la mayoría moría en un plazo de 48 horas. Según se estima, en esa época
murió entre un tercio y la mitad de la población de Europa, Oriente Medio, norte de Africa e
India.
La peste negra se llamó así debido a uno de sus síntomas: las dolorosas lesiones de color
negro que exudaban sangre y pus.
¿Sabías que?
Entre el siglo XI y el XIII las tierras feudales aumentaron su rendimiento agrícola debido a
progresos en las herramientas y aperos, tales como: la introducción del arado con ruedas y
la mejor sujeción de los yugos en los animales de tiro.
Febrero 2007
Nota: Desde la época colonial, los países que hoy integran a América Latina
estuvieron sujetas a disposiciones y Reales Células de Carácter económico,
política, sociocultural y religiosa de sus respectivas monarquías que con su
accionar culturizaron toda la vida de los pueblos colonizados y conquistados.
Lo cierto es que esta clase social no pudo ir más allá de su existencia porque
no le interesó la inversión en estos territorios o estaba en incapacidad de
hacerlo, carecían de interés en su desarrollo interno.
Este régimen echó sus raíces a finales del imperio Romano de Occidente y
llegó a su culminación entre los siglos IX y XII y declinó en la baja Edad Media,
lo que minó la estructura feudal con el choque de la cultura musulmana y
europea que a lo largo de siete siglos, es decir desde el siglo VIII hasta el siglo
XV; turcos, árabes y judíos se instalaron en la Península Ibérica, donde crearon
un activo comercio, introduciendo productos como el azúcar, algodón, la cría de
gusano de seda, base de manufactura textil, surgiendo así de ese modo una
nueva clase social, una burguesía comercial, que cada vez adquiría mayor
poder económico, pues las exigencias y consolidación en ascenso de esta
clase social, obligo muy excepcionalmente a la monarquía española a revisar el
sistema socioeconómico, a pesar de que se resistieran a reconocer y conceder
derechos políticos a esta clase emergente. Se estaba viviendo una etapa de
transición de lo feudal al capitalismo mercantil (1era etapa) del modo de
producción capitalista.
De ahí que en 1542, las nuevas Leyes de India reafirman el Poder Real:
supresión por dos generaciones, es decir, el fin de la concesión perpetua de
encomiendas. El encomendero no era el amo de los indios, ni podía imponer
justicia, porque el indio no era siervo del encomendero “sino súbdito del rey”.
Las medidas de la monarquía no nacieron por el respeto de la persona humana
sino por una motivación capitalista, ya que proteger la mano de obra explotada
evitaba el exterminio del indio, de modo que esto le proporcionaba metales
preciosos y riquezas a la corona.
Como la burguesía criolla carecía del poder político optó por llevar a cabo
revoluciones en todas las colonias, porque consideraban que controlando las
aduanas, el monopolio del gobierno, los ingresos públicos, los altos cargos
públicos, el ejército y el aparato estatal del cual dependían las leyes de
exportación e importación; cumplió su prometido, la independencia política,
pero luego no pudo proteger, resultado de las revoluciones internas y control
geopolítico del capitalismo.
Una cuarta tesis del reformismo dice que la aristocracia feudal gobernó los
países latinoamericanos durante los siglos XIX y XX, demorando el desarrollo
capitalista y el surgimiento de una burguesía nacional.
El comienzo del imperialismo, que Vladimir Lenin llamó fase superior del
Capitalismo, a finales del siglo XIX determinó una nueva fase del desarrollo en
América Latina. La inversión de capitales financieros extranjeros, transformó a
estos países a dependientes semicoloniales.
Las materias primas que en gran medida han estado en manos de la burguesía
criolla, abastecen al mercado europeo y luego al norteamericano. Se adueñan
de los yacimientos mineros, plantaciones y control de enclaves en territorios
latinoamericanos en componendas serviles de sus gobernantes.
Ha estado gobernada por una burguesía que no ha llevado a cabo los objetivos
de la democracia; no ha roto con los vínculos de dependencias del capital
financiero extranjero; no ha ejecutado proyectos netamente nacionalistas y no
ha podido realizar un plan de desarrollo sostenido.
Bolivia se mantendrá aún feudal mucho tiempo. Hasta que no estallen grandes
movimientos de masas que la conmuevan desde sus cimientos. Hoy día, es apenas
una desdichada república de cerca de tres millones y medio de habitantes, de los
cuales una insignificante minoría sabe leer, conoce el mundo civilizado, piensa
dificultosamente y se baña. Ya hablaremos en otros capítulos de las causas de este
atraso y el desnivel que acusan ciertos países sudamericanos donde el feudalismo
está más acentuado. Por otra parte, no han existido en Bolivia grandes cerebros que
hayan marcado una época o que pudiera considerárselos como precursores de una
cultura. Los dirigentes son juristas, políticos o generales de corta visión. Aquellos
doctores de la famosa Universidad de Chuquisaca dieron su máximo grito en 1809
y se extinguieron. En otras repúblicas de América el espíritu liberal florece con
cierta reciedumbre en las vidas y en las páginas escritas de Sarmiento, Alberdi,
Cecilio Acosta, González Prada, Montalvo, Benito Juárez, Lerdo de Tejada, Blanco
Fombona. En Bolivia —si exceptuamos a Gabriel René Moreno, que vivió
desterrado toda su vida—, los demás escritores apenas si tienen importancia en su
propia localidad. Los de ahora, entre ellos los más ponderados, apoyan el
feudalismo y lo aplauden, sin dejar de expresar por eso cierta vaga idealidad, un
“liberalismo” que se acomode a su expresión en público Prácticamente, en su hogar
y en sus conciencias, coexisten la metafísica y el sistema feudal, trabazón
coordinada de intereses.
Cuando se fundó esta república, tenía más o menos un territorio de tres millones de
kilómetros cuadrados, que lo fué perdiendo, a pedazos, porque en todo el país
jamás; hubo unidad material ni supo crearse un interés colectivo. La minoría
directora habitaba las montañas; su lema era Dios y Patria. Pero su preocupación
inmediata no estaba en las lejanas fronteras sino en someter a sus vasallos
indígenas. A pesar de todas las proclamas de la independencia, los indios
permanecían en el servaje y los grandes hacendados disponían de miles de brazos
gratuitos.
“Un territorio con tejado sobre los Andes y faldeos, ríos, bosques y gomales hacia
el interior del continente —dice Rodríguez Mendoza en su América Bárbara—, es
un organismo trágicamente original, cuya historia debe ofrecer una multitud de
tipos y escenas inequivocadamente propias. Existen todos los climas y todos los
productos en este gran riñón suelto y, por consiguiente, sin orientación fija, de
difícil articulación, y en el cual, si los intereses no son contrapuestos, tampoco son
concordantes, porque se trata de regiones ligadas a salidas divergentes y extrañas a
un mismo centro cardíaco. Cada zona del territorio mira hacia un punto diverso, se
da la espalda, tiene otro ambiente físico y, por consiguiente, otros hábitos y otros
intereses” (Pág. 116).
Los tres millones de kilómetros cuadrados de territorio, sin duda alguna, no podían
ser atendidos ni cultivados por una población primitiva que no concebía sino
procedimientos milenarios de cultivo. Desde el tiempo del Inka, dueño y señor del
Kollasuyo, pertinaz y civilizador, la agricultura no hizo ningún progreso. Al
contrario, había decaído. Ya no se veían aquellos famosos canales de irrigación de
los campos, ni la selección de semillas, ni la distribución metódica y equitativa de
la tierra entre las familias, ni el trabajo organizado y colectivo. Los españoles y sus
descendientes destruyeron el admirable sistema agrario de los indios, inimitable
hasta ahora y que, en una época, les dió tanta fama por su sagacidad y sabiduría.
Historiadores y científicos como Humboldt, De la Croix, Prescott y otros, no
escatiman sus elogios. Carli, filósofo italiano, se atrevió a decir que moralmente el
indígena del Tahuantisuyo era superior al europeo de la conquista. Voltaire y
Rousseau se maravillaron de una civilización tan ordenada y sagaz, de acuerdo al
espíritu de sus habitantes y a su propia psicología. Don Alejandro Korn, filósofo
argentino, ha escrito una magnífica página sobre la filosofía de los quichuas,
encontrándola de tanta belleza como elevación moral, de acuerdo a la naturaleza.
* * *
La mina no puede ser explotada sin la máquina. Y la máquina eleva el nivel social
del trabajador. Las minas agrupan a su alrededor millares de trabajadores, y éstos
comprenden su fuerza y la manera cómo son explotados. En la propia mina hay una
visión exacta de cuánto puede dar el trabajo físico y su aprovechamiento por el
patrón. De aquí, pues de estos centros mineros han brotado todas las inquietudes, y
de ellos surgirá más tarde el movimiento que estructure todo el altiplano.
A pesar de que las minas, durante mucho tiempo, fueron traba jadas con métodos
primitivos, la explotación, cada vez en mayor escala, impuso un ritmo diferente del
siglo pasado. En otra época el latifundista al mismo tiempo que explotaba la tierra
tenía intereses en la mina. En la época presente los intereses de los mineros ocupan
el primer rango dentro de la .economía y el patrón feudal se encuentra sometido a
su vasallaje.
* * *
No tiene maestros ni ejemplos de calidad que imitar. Sus modelos de cultura son: o
bien los generalotes audaces y motineros, surgidos en el tumulto de las luchas
caudillistas, o los doctores deshonestos —mezcla confusa de latín y constitución
republicana—, listos a defender sus intereses particulares. Pero no hay duda: quien
venció a ambos fué el minero enriquecido, que impuso luego su influencia. El
comercio en ciernes, sin expansión propia, jamás tuvo influencia considerable,
jugando un rol de segundo orden a la cola de los mineros, a los cuales compraba
letras de crédito sobre Londres y Nueva York.
La minoría feudal que sabía leer y escribir tenía horror de pensar, y cuando lo
hacía, ausente de moralidad —o mejor dicho, con su “moralidad”—, resolvía todos
los asuntos a su favor, sintiéndose feliz de haberlos resuelto así, contando siempre
con el apoyo de la religión. “En todas las épocas existieron pobres y ricos, estaba
escrito en el libro del Señor”. ¿Qué tenía de extraño, pues, que en Bolivia una clase
íntegra de la sociedad estuviese sometida a los más duros servicios? ¡Estaba escrito
en el libro del Señor!
Y los que no tenían fortuna —pero pensaban tenerla poniendo esfuerzo y voluntad,
en realidad la clase media—, se sometían incondicionalmente a los señores
feudales, les hacían toda clase de adulaciones, disputándose en servilismo e
indignidad.
Como en todo país feudal, en Bolivia la situación de las clases humildes tenía que
ser lamentable y desastrosa. Ya analizaremos a su tiempo cuando estudiemos las
diferentes clases sociales. Los siervos del medioevo no lo fueron menos. Sin
conocimientos elementales y en las peores condiciones de vida, su mentalidad
pobrísima es producto de su raquítica experiencia y en buena parte de su
superstición. El feudalismo, para subsistir, remachó en las tinieblas ciertas ideas
madres, las cuales, sostenidas por la Iglesia y la sociedad, siguen gravitando con tal
prestigio y fuerza, que es preciso una catástrofe para arrumbarlas. Así, por ejemplo,
la desgracia y la pobreza las soporta el humilde trabajador, creyendo que es un
legado legítimo de su destino fatal e irremediable. Con absoluta buena fe, se
imagina que Dios, desde lo alto, ocúpase en establecer rangos, distingos y
privilegios entre los hombres, premiando a los mejores y a los buenos. Pero la
práctica nos enseña que el Señor del cielo, gran humorista, premia a los peores y a
los malos. (El trabajador no puede darse cuenta de esta malicia celestial sino
cuando tiene conciencia de clase).
Todo pueblo ingenuo y presa de la superstición, cree mucho más en los misterios,
en los filtros de brujas, en los hombres mesiánicos y providenciales, que en su
propia fuerza. Y como existe un empeño formal de parte de la clase opresora para
mantenerlo en el oscurantismo —a pesar de las promesas y discursos—, no es raro
sorprenderse que el pueblo boliviano, como otros pueblos sudamericanos, ponga su
destino en la suerte, en la lotería y en el milagro.
ELEMENTOS SOCIALES
Pero el mestizo, que integra el cuarenta por ciento de la población en las ciudades,
constituye la gleba electoral, al servicio de los blancos. Son los escuderos y siervos
en las mal llamadas luchas democráticas, así como los indios se encuentran entre el
servaje y la esclavitud.
Hacemos esta generalización y nos encontramos con que hay tres ramas de
población diferenciadas: los blancos directores, llamados decentes y caballeros; los
mestizos calificados despreciativamente de cholos, y, finalmente, los indios, o sean
los campesinos agricultores. Si bien es cierto que la fortuna nivela en muchas
ocasiones clases sociales, pero con mucha dificultad las jerarquías. Tendrán que
pasar una o dos generaciones para que los cholos e indios enriquecidos obtengan
una situación de privilegio y figuren en el mismo rango que las “familias
aristocratizadas”. Esto es pleno feudalismo. Pero al desarrollarse la industria
minera, una nueva capa ha sobrepuesto a los rangos sociales, mezclándose en vida
de los latifundistas hasta dominarlos.
LUCHAS CAUDILLISTAS
Fueron los caudillos Arce y Pacheco, grandes industriales y millonarios, los que
inauguraron la política de preponderancia de la mina sobre la tierra. Hasta entonces
el poder había sido disputado en el propio cuartel, y los presidentes eran ungidos
por sus propios soldados con el beneplácito de los terratenientes. Al aparecer en el
escenario público Arce y Pacheco, los caudillos militares pobres y audaces, muy a
su pesar, tuvieron que inclinarse ante ellos y servirlos, pero no ya en calidad de
primeras espadas, sino de segundones. El último militar, Narciso Campero, dió a su
gobierno un tinte liberal y cedió el poder. El ejército ya no tenía la influencia de
antaño y se encontraba en completa desorganización. Arce, caudillo civil,
industrioso y pacifista, le dió nueva estructura. Lo subordinó a su política
conservadora representó en Bolivia el mismo papel que García Moreno en el
Ecuador, siendo, desde luego, Arce hombre de negocios.
Arce y Pacheco, después del éxito económico de sus minas, formaron partidos
políticos alrededor de sus personas. Tenían nombres sugestivos: partido
constitucional y partido demócrata. Arce, hombre tenaz, inteligente y con un fuerte
carácter, agrupó a la clase feudal y la quiso transformar en burguesía progresista.
Le dió conocimiento. Fué el primero que construyó el ferrocarril boliviano al
Pacífico para exportar el producto de sus minas. Pacheco, su rival, buscó la alianza
de los descontentos, y, sirviéndose de su dinero, repartido pródigamente, pudo
competir con Arce. Pero ambos partidos eran conservadores, remachados en las
viejas y rancias tradiciones, y sus programas se referían inciertamente a las
libertades políticas. En el hecho, ninguno de los dos, cuando subieron al poder,
respetaron esas libertades ni las canalizaron. Siguieron la regla común y torpe:
anular al adversario, persiguiéndolo sañudamente.
* * *
¿Qué es lo que hacía la masa popular en los tiempos de Arce y Pacheco? Desde el
comienzo de la historia boliviana la masa oscurecida y sin visión, presta su apoyo a
los caudillos de uno u otro bando. Sometida a los señores, se entusiasma por sus
querellas e intereses, y llegado el caso, da su sangre por los que saben halagar sus
pasiones y estimular sus apetitos. También se habla ocasionalmente de reformas.
Pero ellas jamás se cumplen son olvidadas al día siguiente que los caudillos llegan
poder.
Belzu, nacido en el cuartel, igual que Melgarejo, Daza Morales, no puede ostentar
el prestigio del apellido. Santa Cruz, Ballivián y Linares pertenecen a familias con
lustre, enriquecidas y dirigentes. La inmensa popularidad del general Belzu antes y
después de su gobierno, es preciso buscarlo en su origen plebeyo. Más tarde, los
liberales, para derrocar a los caudillos conservadores vinculados a la tradición,
volvieron al pueblo y le hablaron un lenguaje de libertad embriagador.
Pero nadie fue tan respetado entre los caudillos conservadores como Arce. Había
subido al poder con muchísimos millones, ganados en sus minas de plata, y quiso
tener el placer de gastarlos en empresas diversas, que nunca supo explotar bien,
arruinándose años más tarde. En su juventud fué muy pobre, trabajó como obrero
para costear sus estudios y se abrió paso demostrando un carácter de hierro y una
voluntad a prueba. De familia estimable y distinguida, aunque desestimada, Arce, a
pesar de su inmensa fortuna, fué amable y demócrata a su manera. Al descender de
la presidencia notó que había gastado toda su fortuna, enriquecido a algunos,
corrompido otros y agotado sus energías. Los liberales le acusaron
implacablemente de corruptor y tirano. Nunca le dejaron en paz y por todo el país
sembraron la conspiración y el desorden. El anciano sofrenó a todos sus
adversarios, empleó cuantos métodos de seducción tuvo a su alcance, y muchas
veces su mano férrea hizo apretar algunas gargantas. Triunfó, convirtiéndose en el
único elector, dueño y señor de sus huestes conservadoras y del país. Arce, para los
liberales, no sólo era el presidente clerical, enemigo del pensamiento libre, sino
también el “amigo de Chile” —arma que se esgrimió en contra de su gobierno con
singular perfidia—, aprovechándose de los estrechos contactos que tenía su firma
minera con hombres de negocios de aquel país. Los liberales, en la oposición, se
titulaban patriotas y puritanos, exagerando su extraordinario interés por las
libertades y el bien público. Treinta y tantos años después el partido republicano —
compuesto de todos los deshechos de los demás partidos—, para derrocar a los
liberales les hacía las mismas acusaciones que ellos le hicieron a Arce, de ser amigo
de Chile. Se repitió a las masas, el año 20, que Montes y Gutiérrez Guerra estaban
vendidos a este país y subordinados a sus intereses. Y había un pie de referencia en
los negocios que realizaba el presidente Montes y la facilidad que tenían los
chilenos para explotar minas en Bolivia.
Alguna vez —y eso en éstos últimos tiempos— al artesano más obsecuente o al que
se distinguió por su combatividad, se le eligió concejal o se le dió un cargo
:honorífico, de tal manera que estuviese representado el “pueblo” . . . Pero nunca,
en las cámaras, llegó a sentirse un obrero genuino, fiel intérprete de su clase y de
sus aspiraciones. Ni artesanos ni indios ingresaron al parlamento: les estaba
prohibido. Y si alguna vez, por rara casualidad, emergió un hombre de la plebe,
generalmente dúctil y de poca inteligencia, los bandos caudillistas lo absorbieron en
sus filas, tallando su personalidad con el halago y la seducción. A los otros, a los
que lucían un fuerte carácter, les estaba señalado el destierro y la prisión. Iturralde,
caudillo conservador, se atrevió a decirle a un líder obrero, cierta ocasión, que su
banca de diputado –honesta y legalmente ganada, en disputa victoriosa contra los
dos partidos tradicionales–, estaba reservada para los “caballeros” . . . Se le
invalidó, por consiguiente, su acta de representantes. ¡Iturralde fué aplaudido por
sus colegas! . . .
No hay duda que en estas luchas caudillescas el capital extranjero arroja sus cartas
al ganador. Chilenos e ingleses tuvieron fuerte influencia desde el tiempo de Arce,
como hoy día los norteamericanos, esqueleto y alma de la mínima burguesía
nacional.
Comprendiendo este peligro, tanto Siles como Salamanca, desde hace años, han
reprimido las organizaciones, clausurado sus diarios, perseguido a sus líderes e
instaurado el terror.
[1] La “revolución federal” contra el presidente Alonso, fue en realidad, el triunfo
de los comerciantes y burgueses paceños, que deseaban su independencia y libertad
económica, rompiendo el acatamiento debido a la capital aristocrática Sucre, y a su
feudalismo acentuado de cepa española.
[La tragedia del Altiplano. Buenos Aires: Editorial Claridad, 1935? Esta obra
consta de tres partes: “La tragedia del Altiplano”, “Bolivia Feudal. Divisiones
sociales” y “Bolivia y la guerra”. Aquí se incluyen sólo las dos primeras partes.
Preparación digital del texto de Marina Herbst]
BIBLIOGRAFÍA
https://www.ensayistas.org/herbst/docu/marof2.htm
Feudalismo minero
No es del todo correcto decir que la Revolución Federal (1898-1899) coincidió con la quiebra de la
minería de la plata, pues en un sentido importante se puede afirmar que fue, más bien, su producto. La
minería de la plata fue el verdadero sostén económico del régimen político de los conservadores. Cuando
quebró la minería argentífera, producto del brusco descenso de los precios de la plata en el mercado
internacional, este sostén económico se diluyó y con el también se vino abajo su régimen político. Se
puede muy bien afirmar que éste es el significado de la Revolución Federal.
En forma simultánea al descenso de los precios de la plata en el mercado internacional, las cotizaciones
del estaño comenzaron a experimentar un alza importante que, con naturales fluctuaciones, se extendió
durante las siguientes décadas. La explotación de estaño se convirtió, entonces, en el nuevo vértice sobre
el cual giraría no sólo la economía del país, sino también su nuevo régimen político.
El partido liberal, posesionado del poder político (desde 1899 hasta 1920), constituiría un nuevo régimen
que se mostraría extraordinariamente sensible a los requerimientos de esta nueva minería. La ideología
liberal fue encumbrada a rango de ideología estatal. Se consideraba entonces que el desarrollo de la
industria minera significaba el progreso de país. Por ello había que incentivar, por sobre todas las cosas,
el buen desenvolvimiento de esta industria. Para ello había que estimular la inversión extranjera, entonces
se dieron facilidades para las concesiones de minas al capital extranjero y, como producto de esta política,
llegaron al país varias empresas inglesas, estadounidenses, francesas, chilenas que consiguieron
concesiones del Estado boliviano para explotar estaño, wolfram, antimonio, plomo, zinc, etc. Nunca antes
el capital extranjero tuvo una mayor participación en nuestra economía. Tanto así que hasta el año 1912
se registraron 213.964 concesiones, entre chicas y grandes y nacionales y extranjeras (Albarracin, 108).
Se trata de un verdadero auge de la minería.
Uno de los rubros más florecientes de la minería era el estañífero, producto del desarrollo de la industria
alimenticia enlatada en el mundo industrializado. La demanda de este producto creció en tal magnitud que
su precio experimentó ascensos extraordinarios. En 1898 la tonelada de estaño estaba cotizada en 63
libras esterlinas, al año siguiente, en 1899, el precio había ascendido a 144 libras. Casi 20 años después,
es decir en diciembre de 1918, el precio se había duplicado, pues la tonelada de estaño se cotizaba en 304
libras, y, un año después, en 1920, en 420 libras.
Por otro lado, las vetas de Estaño que se fueron descubriendo en este tiempo, además de las que se había
despreciado durante el período de la minería de la plata, eran tan ricas que prácticamente se extraía estaño
puro. La famosa veta “contacto” de Patiño contaba, por ejemplo, con una ley del 60%, y no era raro
encontrar vetas con 65 y hasta 70 %.
A estos dos factores extraordinariamente favorables, los empresarios mineros dedicados a la explotación
del estaño sumaron la tecnología más moderna del momento y pagaron los salarios más bajos del mundo,
a juzgar por un economista de la época. Juan Albarracin sostiene que durante buena parte de los 20 años
liberales, el jornal de un trabajador minero era de 1 boliviano (1/2 dólar) y sus jornadas de trabajo podían
durar 12, 24 y hasta 36 horas seguidas. La sobreexplotación de la mano de obra fue también, sin lugar a
dudas, el origen de las inmensas fortunas que se crearon. No es pues extraño, entonces, que los
empresarios mineros del estaño estuvieran, como Patiño, entre los hombres más ricos del mundo.
Los tímidos intentos que se hicieron para regular las condiciones de trabajo chocaron siempre contra la
fuerte resistencia liberal en el parlamento. Aducían que la ley de la oferta y la demanda regulaba de modo
óptimo los precios y, por ende, los salarios y ninguna regulación estatal sería provechosa para la industria.
Además –sostenían los liberales- la industria minera del país significaba su progreso, y gobierno o ley que
fuera contra la minería, estaba yendo contra el progreso del País.
Estos fueron los argumentos con los que se intentó justificar que la política tributaria con respecto a la
minería fuera prácticamente inexistente en el país. Lo cierto es que jamás permitieron que la minería fuera
gravada con otro impuesto que no fuera el 3 % al valor de la exportación. La producción y las utilidades
no pagaron, durante las dos décadas liberales, un solo centavo de impuestos. (Formalmente existía un
impuesto del 2 % al valor de las utilidades, pero nunca fue aplicado).
Tal era la situación de las empresas mineras con respecto al Estado, que mientras éstas se enriquecían, el
Estado apenas podía cubrir sus gastos más elementales, y cuando no podía cubrirlos, reducía sueldos a
empleados públicos, pero jamás intentó gravar con mayores impuestos a la minería. De este modo,
mientras los ingresos del Estado no pasaron nunca de 31 millones de bs hasta 1920, solo la “Salvadora”
de Patiño tenía un capital de 2.000 millones de bs.
El mismo presidente Montes se quejó en el parlamento en los siguientes términos. “Las importaciones
tienen un valor de 31 millones de bs y generan 5 millones para el Estado, mientras que las exportaciones
tienen un valor de 101 millones y pagan sólo 3 millones al Estado”.
Todo este proceso de penetración de capital extranjero en la economía boliviana generó verdaderas
economías de enclave. Conviene detenernos en la cronología histórica, para pasar a conceptualizar las
economías de enclave y posibilitar, de este modo un análisis del efecto de este tipo estructuración
económica en el desarrollo del país
Las economías de enclave son economías típicas de países subdesarrollados. Todos estos países en algún
momento de su historia han tenido las características de este tipo de economías. Para comprenderlas es
conveniente compararlas con las industrias típicas de los países desarrollados. Veamos:
Fundamentalmente las industrias vanguardia de los países desarrollados han sido industrias productoras
de bienes de consumo manufacturados (la industria textil ha sido la más representativa) Estas industrias
producen, en primer lugar, para un mercado interno. El mercado interno constituye una comunidad que
tiene una capacidad de compra y, por lo tanto de demanda de las industrias. El mercado interno se va
formando justamente con las industrias estables de una economía que generan fuentes de trabajo estables
y, consecuentemente, ingresos y poder de compra a sus trabajadores. Además de generar un mercado
interno, las industrias manufactureras demandan materias primas y además medios de producción. Para
satisfacer esta demanda se van formando en la sociedad industrias productoras de materias primas y de
medios de producción (este es el sector I de los modelos de reproducción). Las industrias vanguardia, así
como las otras industrias del sector I generan ganancias. Estas ganancias son reinvertidas en la economía.
Esta reinversión se traduce en una ampliación de la capacidad productiva de estas industrias o,
alternativamente, en otras industrias que cubren con el tiempo todos los rubros de la economía. A la par
del desarrollo de las industrias el mercado interno se va fortaleciendo. Cuando las industrias se han
fortalecido se lanzan al mercado exterior, exportando parte de su producción y generando divisas para la
economía en su conjunto. Con estas divisas la economía puede importar del exterior, materias primas u
otros productos manufacturados que no se producen dentro de ella.
Todas estas actividades económicas pagan impuestos al Estado. Se trata de impuestos a la producción, a
las ganancias, a las transacciones, etc, etc. Los impuestos son pagados por las industrias manufactureras,
así como las del sector I. El mercado interno también tributa mediante impuestos a los ingresos de los
consumidores. De este modo se crea un Estado fuerte que tiene la capacidad de invertir estos recursos,
mediante la denominada inversión pública, fundamentalmente en caminos y medios de transporte. Esta
inversión es fundamental para la economía, puesto que gracias a ella la economía de un país se integra y,
entonces, las industrias llegan con sus productos a todos los confines de un territorio nacional. El mercado
interno crece y demanda más de las industrias, las que a su vez, generan mayores ganancias y tienen
mayor capacidad de reinvertir su capital. De este modo las industrias vanguardia han generado efectos
multiplicadores para toda la economía, consistentes en un Mercado interno con una demanda importante,
un estado económicamente fuerte que tiene la capacidad de realizar inversión pública significativa que
integra las distintas regiones de la economía y además se ha generado otras industrias que a su vez tiene
los mismos efectos multiplicadores de las industrias vanguardia.
Se construye infraestructura:
FIG. 1
FIG. 2
Este resumen esquemático nos ayuda a conceptualizar las economías de enclave. Se trata de industrias
extractoras de materia prima que pertenecen a la economía de un país industrializado, pero que
geográficamente están localizadas en un país subdesarrollado. El efecto que causan en las economías de
países subdesarrollados donde se localizan son completamente adversos: no generan mercado interno, no
integran la economía, no benefician el surgimiento de un Estado fuerte con capacidad de inversión
pública significativa. Cuando la materia prima se agota, la industria abandona el país donde se localizó
habiendo saqueado sus recursos naturales, sin dejar nada a cambio.
El período liberal se extendió por 20 años, desde la revolución federal de 1899, hasta el golpe de Estado
del partido republicano en 1920. Constituye uno de los períodos democráticos más prolongados que ha
tenido Bolivia en su vida republicana. Sin embargo es una democracia restringida, pues en ella sólo tienen
derecho a voto los que poseen un ingreso determinado, son hombres y alfabetos. Mujeres, analfabetos y
gente sin ingreso estable están completamente excluidos de todo tipo de participación política.
Se suele caracterizar al sistema político que se generó en esta época con el denominativo de Super-Estado
minero feudal. Con este concepto se alude a la relación que existió entre el escuálido Estado boliviano y
el verdadero poder que existía detrás de él: las grandes empresas mineras. Ellas controlaban
absolutamente toda la economía del país y, consiguientemente, su influencia sobre el Estado era
determinante.
La más influyente de estas empresas fue la Patiño Mines, propiedad del potentado minero Simón Patiño.
La historia de este controversial personaje comienza con una pequeña mina que había recibido el nombre
de “La Salvadora”, por sus prodigiosos yacimientos estañíferos, en la localidad de Llallagua. Se
encontraba en competencia con la empresa chilena “Compañía Estañífera de Llallagua” que hacía todos
los esfuerzos por comprar a Patiño su propiedad. Rehusó ser absorbido por esta empresa y, por el
contrario, adquirió, con préstamos, la Compañía minera de Uncía, constituyéndose ya un serio competidor
de la Compañía Chilena. Su poder económico fue acrecentándose vertiginosamente y pudo, desde muy
temprano, diversificar sus actividades penetrando principalmente en el sistema financiero: en 1906
organizó el Banco Mercantil.
Desde 1914 comenzó Patiño a realizar una jugada maestra que los convertiría no sólo en el empresario
más poderoso del país, sino en el más grande productor de Estaño del sistema económico internacional.
Por intermedio de la empresa inglesa Duncan Fox y del Banco Anglo Sudamericano compró
anónimamente acciones de la Compañía Estañífera de Llallagua . En 1924 se presentó a la junta de
accionistas de esta compañía siendo ya dueño de dos terceras partes de sus acciones y dispuso la fusión de
ambas empresas conformando la Patiño Mines Enterprises Consolidated Incorporated. En ese momento el
poder económico de Patiño era varias veces mayor que el del Estado Boliviano.
En estas condiciones ningún gobernante boliviano escaparía a su decisiva influencia. Se formó una rosca
conformada por abogados, banqueros, periodistas, parlamentarios, ministros, empleados públicos,
oficiales del ejército que actuaban bajo las órdenes directas o indirectas de este potentado. Era un
verdadero poder, detrás del poder formal del Estado: era el Super- Estado minero feudal.
BIBLIOGRAFÍA
Albarracin Millán, Juan. “El Poder Minero”. Editora Urquizo Ltda. La Paz, 1972.
https://realidadnacionalboliviana.wordpress.com/2012/05/24/feudalismo-minero/
CUESTIONARIO:
https://www.semana.com/nacion/articulo/aqui-no-hay-capitalismo-sino-
feudalismo/7764-3
SEMANA: Doctor Echavarríá, usted tiene fama de ser un capitalista bastante crítico del
sistema. ¿Le parece acertada esta definición?
HERNAN ECHAVARRIA: No sé si como definición sea acertada. Pero no tengo ningún
inconveniente en reconocer que el capitalismo es un sistema muy imperfecto. Es un
régimen muy ineficiente y, sobre todo, muy egoísta.
S.: ¿ Y cómo aplicaría estos conceptos al capitalismo colombiano? H.E.: Para
comenzar, habría que aclarar que en Colombia no hay capitalismo. Lo que hay es
feudalismo.
S.: ¿En qué sentido?
H.E.: Existen ciertos requisitos para que un sistema pueda ser considerado capitalista.
Uno de ellos es el mercado de capitales. Aquí ya no existe. En una época lo hubo,
hace 40 ó 50 años, cuando se fundaron empresas importantes como Fabricato,
Coltejer, las cervecerías, etc. Todas eran sociedades anónimas. Eso duró hasta 1979,
cuando la sociedad anónima prácticamente desapareció.
Se las cogieron unos tres o cuatro ricos y el gobierno no fue capaz de controlar ese
fenómeno. Como consecuencia, hoy en día en Colombia no existe el mercado de
capitales.
S.: ¿Entonces fuímos capitalistas y retrocedimos?
H.E.: Es que Colombia no solamente es feudal por el problema del mercado de
capitales. Lo es más por que la clase dirigente está interesada sólo en invertir en la
tierra y no en otras cosas. Y esa es la característica principal del feudalismo.
S.: Pero, es que desarrollar el sector agrícola no necesariamente es feudal.
H.E.: Es que la mayoría de estas inversiones no se hace para desarrollar el sector
agrícola, sino para valorizar las tierras, sin ponerlas a producir.
S.: Usted habla como si hubiera muchas tierras ociosas, pero según el ex presídente
Carlos Lleras, en Colombia ya no quedan tierras buenas.
H.E.: Yo creo que él está equivocado. Por ejemplo, en el mismo seminario en el que él
afirmó eso, los representantes de la Federación de Cafeteros dijeron que en Colombia
había 4 millones de hectáreas disponibles para sembrar café y que está sembrada
solamente una cuarta parte. Uno viaja por las sabanas de Bolívar, del Magdalena, etc.
y ve que todos esos son charrascale con una cabeza de ganado aqui o allá. En
cualquier pueblo, todas las mangas alrededor del área urbana generalmente
pertenecen a algún comerciante o profesional que es el rico de la región y que no las
cultiva, pues lo que está esperando es su valorización.
S.: Entonces qué se puede hacer, ¿la reforma agraria?
H.E.: Sí, pero yo no creo que obligatoriamente tenga que hacerse expropiando. Desde
hace años yo creo que lo que se debe hacer es establecer un impuesto sobre la tierra
catastral sin mejoras.
S.: O sea, gravar al que no produce.
H.E.: Hoy en día se grava la producción. Si usted tiene dos predios contiguos de igual
calidad, uno explotado y otro sin explotar, el catastro del explotado es el doble o el
triple del que está sin explotar. Un catastro inteligente debe tener en cuenta el valor de
la tierra y no su productividad. El día que pongan ese impuesto, o se trabaja la tierra, o
hay que venderla porque si no, de dónde sale la plata para pagar el impuesto.
S.: Con todo respeto, esto suena un poco simplista. ¿Acaso la reforma agraria puede
limitarse a un impuesto?
H.E.: Yo le he dado muchas vueltas a la cuestión. Y, aunque suene muy sencillo,
nunca he llegado a nada más concreto, que en mi opinión pueda tener verdaderos
efectos.
S.: Usted estuvo recientemente en Cuba. ¿Qué impresión le dejó ese viaje?
H.E.: Es indudable que ha habido grandes progresos. Lo que más me impresionó es
que el sistema tiene realmente un criterio claro sobre sus prioridades. Cuando deciden
mejorar la situación de la canasta familiar, la educación, la salud, etc., ponen todo el
peso del Estado hacia esa dirección, hasta que resuelven esos problemas. No les
importa mucho que queden rezagados otros sectores, pues ellos saben que no
alcanza para todo.
S.: ¿ Y usted cree que se requiere un sistema comunista para imponer ese tipo de
prioridades?
H.E.: No. Yo creo que bajo un régimen capitalista también se pueden determinar
prioridades. Sin embargo, hay que reconocer que en Colombia no hemos sido muy
buenos para eso. O si no, qué sentido tiene que se hayan hecho inversiones
gigantescas en un aeropuerto como el de Rionegro, mientras dejan morir el Hospital
de San Vicente de Paul. Los antioqueños están muy orgullosos de su aeropuerto,
¿pero cuántos viajan en avión? Compare usted esta cifra con la de los que se
enferman, y hay que reconocer que la cosa no tiene mucho sentido.
S.: Entonces, ¿funciona más el comunismo que el capitalismo?
H.E.: No. Aunque es indudable que ha habido un progreso considerable, hablando
usted con la gente se da cuenta de que algo falta en Cuba. Nosotros nos encontramos
accidentalmente un par de muchachas muy simpáticas, por ahí de unos 25 años. Una
era técnica en grúas, la otra técnica en maquinaria industrial. Después de tomarse
unos cocteles con nosotros y de hablamos de todos los logros de la revolución, nos
dijeron al final algo inesperado: que ellas y la mayoría de la juventud, si les abrieran
las puertas, se irían. Que no les faltaba nada, pero que se sentían en el colegio. Ese
pudo haber sido un encuentro excepcional, pero sin duda alguna es muy indicativo.
S.: Más sorprendente tal vez que el hecho de que se quieran ir de Cuba, es que dos
muchachas de 25 años sean técnicas en grúas y maquinaria industrial.
H.E.: Esa es de las cosas que más admiro yo de la revolución cubana. Se ha hecho un
esfuerzo increíble por tecnificar la sociedad. Un esfuerzo no sólo superior al que se ha
hecho en Colombia, sino que probablemente supera al de los Estados Unidos.
Mientras que nosotros nos la pasamos produciendo caballeros de universidad, que no
saben hacer nada y a los que después no podemos conseguirles trabajo, ellos
orientan a su juventud hacia cosas prácticas y eficientes.
S.: Usted había estado en Cuba hace casi 25 años. ¿Han cambiado mucho sus
impresiones de la revolución entre ese viaje y el de ahora?
H.E.: Bueno, yo siempre he respetado mucho a los comunistas. Desde que leí a Marx
cuando estudiaba en Londres. Es gente estructurada que sabe para dónde va. No
están interesados en robarse unos cuantos pesos. Tienen una doctrina que es el
desarrollo y lo logran a un costo que yo no soportaría, como es la ausencia de libertad,
pero lo logran. Por lo tanto, yo no es que dudara que el comunismo produjera el
desarrollo. Lo que dudaba es que los cubanos se pudieran volver comunistas, y en ese
punto sí tengo que admitir que me equivoqué.
S.: En general, no refleja usted mucho optimismo. Si el capitalismo no funciona, ni el
comunismo tampoco, entonces ¿cuál es la conclusión?
H.E.: Que es una vaina.--