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" POR QUE SOY TAN SABIO "

Ensayo sobre sociología, poesía y arte


... y algo más.

Conferencia de Gabriel Adolfo Restrepo Forero.

Universidad de Antioquia, con motivo de los 25 años del Departamento de


Sociología.
2

Septiembre 22 de 1993
PORQUE SOY TAN DISCRETO

El título de este ensayo, lo mismo que el subtítulo, habrán asombrado a


más de un lector. En Colombia no se suele usar de modo tan manifiesto la
primera persona del singular. Hacerlo, nos parece 1
, sería pecar de
narcisismo. Y sin embargo una hipótesis muy verosímil de un psicoanalista
atribuye a un excesivo narcisismo nada menos que la propensión a la
violencia del colombiano . 2

Como en un buen cuento, permita el lector diferir la intención de los


títulos , pues el asunto que se ha dicho reclama en principio con mayor
urgencia la atención, a saber: ¿cómo explicar esa paradoja de una aparente
desmesura del ego que significa el ser narcisista, con un más bien patente
encogimiento del hombre colombiano, por lo menos tal cual aparece en el
trato diario o en la representación de sí mismo o en el discurso académico?

Porque, por ejemplo, para situar el asunto en perspectiva, podemos


comparar la representación del "yo" nacional frente al "yo" un tanto extremo
- lo digo como chanza - del argentino. De éste se afirma en broma que
para suicidarse le basta subirse al ego y arrojarse de él. En cambio, el ser
colombiano aparece las más de las veces como en diminutivo y sólo en
ocasiones - aunque éstas sean cada vez más frecuentes y más feroces- salta

1 La misma utilización que hago aquí (allí, arriba) de la primera persona del plural es
sintomática de lo afirmado. Puede revelar, por ejemplo, un enmascaramiento del yo en la
facilidad gregaria de lo plural o de lo impersonal, de lo colombiano, del partido, de la
familia, de la secta, y aún de la humanidad, etc.
2
2 Según mis diarios fue Simón Brainsky y está registrado el 10 de mayo de 1992 :
"Narcisismo y violencia: Brainsky atribuye al narcicismo la violencia en Colombia.
Incapacidad para salir de su propio interés. Oír o contemplar al otro" . Diarios, 1992, pagína
193.
3

la fiera. Como quien dice, en el colombiano hay un David y un Goliat, es


decir, un chiquitín y un gigante. Y son el mismo.

¿En qué sentido, pues, podría decirse que el colombiano sea narcisista y que
en ese síndrome se esconda o una propensión a la violencia o una
manifestación de ese ser violento? ¿Por qué el argentino, que parece
narcisista, no es sin embargo violento y como se demostró en el célebre
partido de fútbol del 10 de septiembre exhibió una cierta grandeza, que es
aquella que se manifiesta en la derrota?

Tal vez la respuesta arroje la clave para descifrar esa especie de oxímoron 2

que significó la triste alegría de la celebración del triunfo de Colombia frente


a Argentina tras el partido : cerca de 80 muertos y 1.000 heridos. Una
ocasión, pues, para el salto de la fiera. Como quien dice, David venció a
Goliat, pero no pudo vencerse a sí mismo. En la victoria, la derrota.

El abuso del diminutivo - lo sabemos gracias a José Gutiérrez - puede ser un


modo de ocultar y a la vez de manifestar el autoritarismo, por vía de
disimulo o de exageración contraria 3 . A la vez, el encogimiento ordinario
del yo podría representar todo lo opuesto, un ego hinchado en el fondo
2
2 Marchese, Angelo y Forrandellas, Joaquín. Diccionario de Retórica, crítica y terminología
literaria. Barcelona, Ariel , 1986. "El oxímoron es una especie de antítesis en la cual se
colocan en contacto palabras de sentido opuesto que parecen excluírse mutuamente, pero
que en el contexto se convierten en compatibles (ejem.: oscura claridad, música callada,
soledad sonora). El oxímoron es frecuentísimo en la literatura ascéticomística, cuando se
describe el éxtasis o la "noche de los sentidos": ¡Oh desmayo dichoso! ¡Oh muerte que das
vida!, ¡ Oh dulce olvido! (Fray Luis de León); Dios deseado y deseante (Juan Ramón
Jiménez). El oxímoron se puede crear también por la rima, colocando conceptos opuestos
en relación: en el poema El Viajero de Antonio Machado se hacen rimar sombría y claro
día, hermano y lejano; también nace un oxímoron dialéctico por procedimientos de
paralelismo: ¿Adónde, nubes del ocaso, / con esa luz breve, adónde? / ¿Adónde, nubes del
poniente, / con esa luz eterna, adónde? (Juan Ramón Jiménez)

3 Gutiérrez, José. De la Pseudoaristocracia a la autenticidad. Psicología Social Colombiana .


Bogotá, Tercer Mundo, 1966, tercera edición (la primera había sido en 1961).
4

interior al que se apega, pero que se contiene o se reprime cuando asoma al


exterior, salvo cuando se manifiesta libre de ataduras en las rupturas
violentas.

Representación o expresión más que represión sería pues todo un programa


de cambio de la mentalidad colombiana. En lo cual las artes, junto al
psicoanálisis y a las ciencias sociales, jugarían un papel de extraordinaria
importancia. Este será uno de los motivos de esta conferencia, pero antes es
preciso afinar los argumentos.

Pues aquí difiere sin embargo el análisis sociológico frente al enfoque clínico
del psicoanálisis o a la psiquiatría, tal como aparece en la causación del
psicoanalista citado . Porque el narcisismo del colombiano, o por mejor decir
el yo aherrojado del colombiano, el yo contenido en la domesticidad de sus
fantasías, no es causa, aunque lo causado puede a la vez trocarse en causa
en una especie de círculo vicioso, sino manifestación de la violencia, o
mejor, modalidad subjetiva de aquellos factores responsables de la etiología
de la violencia en Colombia: que no son otros que los autoritarismos de
distinto signo, concomitantes con una reducción de la libertad que sin
embargo no produce ley u orden alguno duradero.

Para no ser tildado de traidor a los clásicos, dentro de la neoescolástica a la


que nos hemos acostumbrado en las escuelas de sociología y en general en
las universidades, digamos con el sociólogo Robert K. Merton que hay un
sadismo social o institucional 4
. El teórico norteamericano acuñó este

4
4 Merton , Robert K. Ver el apartado "Sadismo social y eufemismo sociológico", en "Las
perspectivas de ' los de adentro' y 'los de afuera' ", en La Sociología de la Ciencia.
Investigaciones teóricas y empíricas. Madrid, Alianza, 1973. Tomo I, p. 194 "El término '
sadismo social' alude a las estructuras sociales organizadas de tal modo que infligen
sistemáticamente dolor, humillación , sufrimiento y profunda frustración a grupos y
estratos particulares" .
5

concepto para algunos rasgos de las instituciones sociales o científicas,


cuando éstas lesionan al individuo excéntrico o innovador con la reiteración
de lo "normal" o lo dominante y llama eufemismo sociológico a un callar
sobre esta dura realidad.

Pese a todos los avances más bien formales de nuestra democracia, ésta
todavía es autoritaria 5
, conserva rasgos hereditarios propios de la
monarquía de la que procede nuestra frágil república , se mantiene gracias
6

a un sistema de adhesiones familiares o de amistades regionales o de


lealtades estamentales.

En Colombia, país de muchas leyes y poca justicia, país de muchas


amnistías y de poca paz, se olvida que no son las leyes las que producen
orden, sino que es el orden el que produce las leyes. Y que, por tanto, el
orden es una función no sólo de la legalidad, sino, más importante aún, de
la legitimidad. Y esta se funda en lo moderno no en la unanimidad o como
dice Durkheim, en la solidaridad mecánica, sino en la conciliación de las
diferencias , o sea en una solidaridad orgánica, que es producto de la
educación y de la cultura, antes que de la política o de la fuerza.

5
5 De ello son muestra el excesivo poder del ejecutivo, en detrimento de los otros poderes,
pese a todas las reformas; la ausencia de un sistema de gobierno y oposición transparente;
la escasa independencia del poder de la opinión; el desconocimiento del poder basado en
el saber, etc.
6
6 Aunque no se ha consagrado el poder hereditario, de hecho éste ocurre con frecuencia.
Cuando López Michelsen alude a la "Estirpe calvinista de nuestras instituciones políticas",
debiera ponerse muy en duda el hecho de que hubiéramos imitado hasta la asimilación los
modelos sajones de la democracia. Acaso su contrincante, Alvaro Gómez Hurtado pudiera
contradecir demostrando, como lo hizo en su libro, La Revolución en América, que la
herencia hispana no cejó. Y contra los dos habría que advertir que nuestro sistema político
es un híbrido, de democracia formal y de dejos de virreinato, o, por lo menos, de sociedad
estamental (y aún en algo, de castas), o, en los términos de Antonio García, de "sociedad
señorial".
6

Por lo mismo, es bastante grave que la educación y la cultura reproduzcan


de una manera lineal el autoritarismo de la sociedad colombiana. Porque
pese a los avances cuantitativos y a algunas reformas en sus métodos, la
educación no se ha erigido como senda de la libertad. Las clases
magistrales, la anulación de la experiencia, la uniformación del yo según un
modelo de orden, la obsesión por las formalidades mostrarían que la
escolástica que criticaban con tanto empeño Caldas y Manuel Ancízar o
López de Mesa aún sigue vigente.

POR QUE ESCRIBO TAN BUENOS LIBROS

Y aquella escolástica no es tan ajena como pensaríamos a los claustros


universitarios. Así como hoy parecemos ser apenas una reedición del
pasado, porque unos se figuran como neomarxistas, aquellos como
neopositivistas y los otros como neoliberales, todos son neoescolásticos y
en las benditas aulas lo somos con mayor razón.

No hemos dejado de ser en realidad escolásticos. Hemos cambiado los


títulos de los mamotretos y de los bártulos (que son tan pesados, como el
libro de Economía y Sociedad, en la edición del Fondo de Cultura
Económica , con el cual podría cometerse un asesinato), pero el espíritu es
el mismo: la recitación, la repetición, la veneración, el seguimiento a
distancia.

Se dirá: ¿no consiste en esto la academia? Es cierto que toda escuela


supone mucho de ronda por la tradición. Nadie verá la luz del alba si no ha
traspasado la noche. Casi imposible es innovar sin sumergirse en la forzosa
alienación del pasado. Como en la nutrición, el organismo es, antes de
7

afirmarse a sí mismo, búsqueda de alimento, recepción y digestión. El


ejercicio de la lectura es uno de sumisión voluntaria al pensamiento de otro
y el hecho de que por lo general uno elija al autor y al libro no quita el que
la lectura sea receptividad hacia otro.

Pero la academia ha sido también, y no olvidemos los orígenes, paseo,


peripatetismo, camino abierto, diálogo vivaz, exposición de la subjetividad,
aventura, experiencia y ante todo pasión : no sólo por el padecimiento que
implica la disponibilidad a las influencias de los libros o de los maestros, sino
- y esto es lo esencial - por la disposición activa, muchas veces intuitiva o
inconsciente de una búsqueda que está orientada por motivos vitales antes
que puedan ser pensados como intelectuales .

Pero dada nuestra propensión escolástica, sería quizás hora de aceptar que
somos actores, comediantes acaso cuando más nos creemos trágicos. De
nuevo, la sabiduría sociológica nos obligaría a este reconocimiento: me
refiero a la escuela del interaccionismo simbólico que muestra hasta qué
punto la sociedad hoy en día tiende a ser estética o dramática, porque
puede ser pensada en términos de escena.

Pero podríamos prescindir de esa culta referencia para advertir que la


evolución histórica de esta América Ladina (subrayo el concepto), que en
otros escritos he justificado, es decir, esta América heterogénea cuando no
mestiza, tan cercana en su ser a la biodiversidad, es en esencia una
demostración de juego mimético. De ahí nuestra vocación estética y de ahí
ese rasgo de cambiar de máscaras en la mezcla de etnias y en la reflexión
multiforme de los espejos variantes que sirven para un retozo de
identificaciones siempre precarias por lo mutantes, según los centros de
poder a los que hemos sido sujetos o los modelos que adoptemos como
espejo o libreto de espectáculo.
8

En el fondo no hemos madurado en Colombia. Somos los niños que gozan


en la contemplación de su reflejo, actores que aún se hallan adheridos a un
papel que mañana o pasado mañana se cambiará por otro. Somos si se
quiere un eterno Narciso que no ha muerto a la simbiosis con la naturaleza
y a su propio embelesamiento , porque no ha distinguido en la otra imagen
su propia identidad.

Y estos rasgos de la cultura de América Ladina traspasan a la academia, con


su nefasta disposición de sillas siempre predispuestas a la cátedra magistral
de alguno que recita o comenta un texto clásico. Atención evanescente de
un lado, voz cansina del otro y aquí y allá marionetas o títeres manejados a
control remoto.

Lo que me aterra de estas escenas y que puede ser propio de un narcicismo


velado es el ocultamiento tan minucioso del yo, la anulación de la
experiencia propia en la dictadura o la lucha de las clases, el
enmascaramiento o encapuchamiento de nuestro ser más íntimo con sus
luces y sombras en una cantaleta de lecciones ajenas. Pues el seguir otros
textos sin contextos, sin alusión o juicio a la propia experiencia, sea la
personal, sea la colectiva, narradas o sacadas a luz por la investigación, por
el arte o por la osadía de la disidencia (tan exiguas a veces) se prestaría
para que alguien se preguntara como en el juego de las tapitas (¿dónde está
la bolita, dónde está la bolita?): ¿dónde está el sujeto, dónde está el sujeto?
Y puesto que este sujeto (profesor, investigador, académico) se evade tanto
en un discurso repetitivo, cabe preguntar qué esconde el ocultamiento o
qué se quiere no decir cuando se dice tanto, qué se reprime tanto cuando
tanto se recita, qué citas cuando tántas citas, etcétera.

Y LA ANULACION DE LA VOZ
9

¿Por qué nos gusta tanto el mimo, que ha llegado a ser el más popular acto
callejero? El mimo nos refleja. Es nuestro modelo porque expone nuestra
asombrosa capacidad de imitación, tan propia de la relación del esclavo
frente al amo.

El mimo no habla. Carece de voz. Su expresión es la expresión del otro. Y en


este calco o en este clonaje o en esta reproducción reside la gracia de la
parodia.

Carecer de voz, callar la propia voz, reprimir la expresión, ocultar el propio


yo. Ese es el arte de la mímica nacional, de la mímica ladina, de la mímesis
académica, del mimetismo neoescolástico.

Pero también se podría sugerir que otra expresión del arte ha seducido a los
colombianos de un tiempo a acá: es la del ventrílocuo. Arte maravilloso
porque aquel que habla con el poder de camuflar la voz casi en las entrañas
crea la ilusión de que quien lo hace es otro, un muñeco que se anima de
vida con la expresión ajena. Somos en buena medida los muñecos que
hablan lo que otros han dictado con sus vísceras, con sus pasiones, con sus
pulsiones, con sus deseos, con su libertad.

De nuevo, pues, el síntoma es el mismo: un apocamiento o encogimiento


del yo que se esconde en miles de malabarismos, tras millones de
máscaras.

¿Qué hay en ello que podamos relacionar con el narcicismo, cuando éste nos
parece en apariencia que es la exaltación del yo?
10

Una distinción se impone. Narcicismo es diferente de ese necesario egoismo


y de ese indispensable amor a sí mismo que la naturaleza ha dictado a cada
ser como postulado de su propia conservación. Porque mientras el amor a sí
mismo es progresivo y condición de un objetivo amor a los demás, el
narcicismo encierra una regresión hacia la inexpresividad, hacia la oralidad
que es mera succión y no expresión, hacia una confusión preverbal con la
madre o con la naturaleza, hacia la placidez osmótica del ser que no ha
devenido en conciencia y que por lo tanto no puede apreciarse a sí mismo
en la diferencia con los otros, ni percibir a los otros en la diferencia consigo
mismo. El yo narcisista, como natural que es, es asocial, anterior a la
cultura, encerrado en el placer de la placenta.

Y esas regresiones - es la tesis - son dictadas por las represiones. Por los
miedos. Por la organización colectiva de un terror que no por ubicuo y sutil
es menos terrorífico. Por una violencia lábil. O por una inseguridad frente a
la vida o a la subsistencia, inseguridad asociada no sólo a la cercanía de la
muerte o al desamparo, sino al estar distante del poder, percibido como
una oportunidad de refugio o de sobrevivencia y en especial al poder que
se sustenta en el Estado o en la clase social, vistos como la lista telefónica
de los conocidos o de los amigos.

"La libertad, ¿no estará de cárcel?" . 7

Se anuda un círculo vicioso de violencia que produce miedo y de miedo que


produce violencia. Sólo la libertad salvaría, la expresión y no la represión, la
representación y no el autoritarismo.

7
7 Verso de "El muro" de Una presente Ausencia. Libro de poemas, inédito, 1991.
11

Otra muestra del engarzamiento de narcicismos es la aparente unanimidad


que suele encubrir las relaciones colectivas. Quien visite las academias,
quien lea los periódicos se asombrará con la aparente paz, pues no hay
crítica, no hay en la superficie conflictos, no se manifiestan disidencias.

Y sin embargo toda esta aparente paz es la paz de los sepulcros, es la paz
producida por el miedo, es la paz de los fantasmas, la paz de quienes
deambulan como muertos cuando están vivos. Porque la aparente
unanimidad se produce a costa del desconocimiento del otro, de una
ignorancia o de una desatención que se parecen a un asesinato simbólico o
a una anulación imaginaria . El narcicismo y aún el mimetismo nacional
fuerzan a que el más próximo, el hermano, el vecino, el conciudadano, sean
los más ajenos, como si lo lejano se acercara y lo cercano se desplazara .

Cada cual sabe que su producción intelectual, poca o mucha, es


desconocida. Pasa ignorado. Y no es que el trabajo intelectual no deje de
ser, como será siempre, un oficio que se inicia en la soledad. Pero que
concluya en la soledad, he ahí la diferencia, he ahí el problema. Cualquiera
que mire las revistas encontrará que el trabajo de reseñas y de crítica es
exiguo. En cambio, qué veneración al que viene de lejos. Aquí sí que cobra
validez este simple aserto: si el mundo moderno aproxima lo distante,
también aleja lo próximo, de modo que es válido el verso:

"Qué bien lejos


lo presente, qué cerca lo distante" . 8

Pues la metáfora es apenas una glosa a lo que pasa, por ejemplo, en Bahía
Solano donde es más fácil comunicarse con Sidney o Paris, que hacerlo con

8
8 Del libro de poemas: El verbo Itinerante. Inédito, 1989.
12

Acandí o Quibdó. Pero ello, a la vez, no es más que una paráfrasis de lo que
sucede cuando el vecino o el próximo llegan a ser objetos de
desconocimiento o de indiferencia, cuando no de odio.

¿Cómo no recordar al célebre Estanislao Zuleta, cuando apreciaba que la


paz no es apaciguamiento, cuando indicaba que la paz será la expresión y el
libre juego de los conflictos y no su ocultamiento?

Pero los miedos y las regresiones narcisistas se tragan la voz y hasta la risa
y en general la catarsis (incluso la del llanto) y con ello nos restan esa
gracia asociada a los músculos simpáticos, por lo cual no es raro que en los
medios intelectuales, como también ocurre en los campos, sea alta la
frecuencia de padecimientos por úlcera o dispépsia . Y por esa contracción
de las entrañas, todo el cuerpo sufre de un encogimiento atroz que está
asociado a la falta de libertad y por tanto a la sofocación de la belleza.

POR QUE SOY UNA FATALIDAD

Así pues no conviene ser como las momias chibchas que parecen vueltas al
principio uterino en la noche de la muerte. Y para no ser muerto en vida
narro mi experiencia o mi búsqueda sociológica, ya que una efemérides de
un cuarto de siglo nos pone en trance de anamnesis y de anagnórisis, es
decir, de memoria y de reconocimiento.

Y esa experiencia puede ser descrita como la lucha contra la fatalidad. Una
imagen dará cuenta de ese agonismo que es parecido a la lucha de Jacob
contra el ángel. Narro como si fuera un diario, el diario que he llevado
desde hace treinta años ( y que sea motivo):
13

Hoy domingo 20 de septiembre cuando escribo me he encontrado por


tercera vez con Pambelé. Su sombra ha sido recurrente, como la de un
fantasma que se cruza como maravillosa epifanía en mi camino. Tantos
encuentros suscitan la imagen de un "sparring" secreto. Como si estuviera
boxeando con él en el encordado, que se parece a un corral.

Corral. Sí, tal fue el motivo del primer encuentro y lo será de los otros dos.
Hace cerca de tres años. Bus o chiva entre Cartagena y Turbaco. A lado y
lado de la vía corrales de ganado. Corralejas. Toros. Miedo. Agonismo.
Fatalidad. Fascinación por la muerte. Pambelé es saludado en un paso por
los viajeros del bus y los comentarios aluden objetivos a su degradación:
que había malgastado su plata , que habían intentado rehabilitarlo y que
seguía en lo mismo, que estaba vuelto un guiñapo.

La segunda vez fue junto al Coliseo de Bogotá. Escenario de boxeo, también.


Corral en cierta manera. El día puedo recordarlo, 25 de abril de 1993,
porque ese día EL ESPECTADOR había publicado su biografía 9
. Esa vez lo
saludé. Estreché una mano hecha para el tambor y para el golpe. Me mostró
orgulloso el folleto. Era él transpuesto a la página, el lejano, la imagen, la
figura. Allí estaba entre los mil personajes del siglo. Pero aquí estaba él,

9
9 El Espectador. Los mil protagonistas del siglo XX. "Cervantes Reyes, Antonio. Colombia
(1945- ...) Boxeador. Más conocido como Kid Pambelé, fue el primer campeón colombiano
de boxeo profesional, oriundo de San Basilio de Palenque, antiguo pueblo de negros
africanos del departamento de Bolívar, fue ídolo nacional durante varios años. De violenta
pegada como ambas manos, conquistó la corona mundial Salter ligero (140 libras de peso)
con la Asociación Mundial de Boxeo, el 28 de octubre de 1972 en ciudad de Panamá frente
a Alonso Peppermint Frazer, panameño, noqueándolo en el décimo asalto. Es el boxeador
colombiano que más ha participado en peleas de campeonatos mundiales en 23 ocasiones.
Perdió la corona de las 140 libras ante Aaron Pryor, de los Estados Unidos, en 1980. Su
estilo de boxeo era depurado y se le calificaba como un esgrimista del tinglado. Sin
embargo, la potencia de su pegada le permitió sobresalir como un noqueador nato. Efectuó
espectaculares combates frente a peleadores de gran fama como Nicolino Locche, de
Argentina; Lyon Furuyama, del Japón; Carlos María Jiménez, de Argentina: Shinichi Kadota,
de Japón; Esteban de Jesús, de Puerto Rico; Hoct Thompsohn, de Australia; Fernando
Montilla, de República Dominicana".
14

junto o próximo a mí, a pie, solo y acaso esta vez no necesitaba mendigar
el reconocimiento.

Tercer round, tercer encuentro hoy, domingo 21 de septiembre. Frente a la


plaza de toros La Macarena de Santafe de Bogotá. Hay novillada. Corrales.
Corralejas. La fascinación por la muerte. El Kid pasa, esta vez el traje
manchado, pero en su cabeza (¿de qué rey de que tribu de qué etnia
africana despojada, aherrojada?) porta un impecable sombrero azul. Grita.
Gesticula. De nuevo deja como estela los comentarios denigrantes.

Glorias como memorias, tristes dejos. ¿Qué espera la piedad, si es que la


hay, para abrigar al hombre en su derrota, siquiera fuera un tanto parecida
al abrazo en la victoria? Terrible decirlo, la muerte. Los espectadores
esperan el fin. La fatalidad. Cervantes, el Kid, será de nuevo famoso cuando
lo inevitable restaure su fama y perdone su falta. Como si la sociedad
consagrara de nuevo su ley implacable de culto a la muerte y de silencio a
la vida.

Una sociedad casi funeraria. Pero, ¿no estábamos frente a la plaza de toros?
Es decir, ¿junto a los corrales, cerca a las corralejas?

A la noche, sobre esta meditación debí llamar a Juan Manuel Roca y decirle
que me dictara un extraordinario pasaje que describe como no lo haría
ningún sociólogo el problema del mimetismo y del desagarramiento de la
identidad nacional. Copié el texto que es tomado de Nacionalidad para
armar. Dice:

"Quizás me vuelva reiterativo, pero voy a complementar algo ya expresado.


Hace unos días hablaba con una amiga española y le decía que en Colombia
no hay una identidad nacional, porque la aristocracia quiere ser inglesa, la
15

burguesía francesa, la clase media norteamericana y el pueblo mejicano.


Ella abrió sus empozados ojos de un azul de piscina y me inquirió : ¿Y nadie
quiere ser español? Yo le dije que sí, que todos: aristócratas ingleses,
burgueses afrancesados, clase media norteamericana y pueblo mejicano
quieren ser españoles los domingos cuando hay toros. Ese día todos se
visten de andaluces" .

El enigma de las corralejas había sido descifrado. Tanta mímesis histórica de


la cultura francesa o sajona no había sido capaz de borrar la huella del circo,
de las corralejas, del espectáculo de la muerte. Terquedad de la cultura,
pues ni la España católica, ni la España musulmana, ni la España judía, ni la
España goda o franca o visigoda habían podido borrar las trazas de la
dominación que se inició con la catástrofe de Numancia, es decir, con la
huella latina, con la fascinación por el circo, con el agonismo del mundo
antiguo y si se quiere, mucho antes, con el Minotauro. Eso somos: laberinto,
minotauro. Falta Ariadna.

Palimpsesto de palimpsestos, nuestra historia es por ello la de una América


Ladina, más que latina, una América astuta, hábil para la traducción, pronta
a la picaresca, dispuesta al teatro.

Allí estaba para recordármelo ese ladino de San Basilio de Palenque,


vencedor en plazas de los cinco continentes, que rondaba por la feria como
si esperara el turno para salir al ruedo, a la corrida.

Como sucede con toda dramaturgia, desde los novelones hasta las
telenovelas y aún en las mejores las novelas, ya se sabe quién es la
víctima, quién es el victimario y quiénes son los testigos. Más aún, se sabe
que el drama concluye con la tragedia de la inmolación. Pero lo que no se
sabe es cómo y cuándo y eso es lo que nos retiene. Presos pues de la
16

mitología griega renovada en Crónica de una Muerte Anunciada: el dominio


de la fatalidad.

¿Cómo salir de allí? Cómo remplazar el agonismo por el protagonismo?


Cómo fundar nuestra autonomía en la libertad? Hé ahí la cuestión.

ECCE HOMO

Pero Pambelé es para mí el trasunto de otro fantasma, que fue el que


decidió que me dejara seducir desde adolescente por el daimon o demonio
de la poesía, ese misterio que hiere a sus obedientes con la marca de hierro
candente y los destina a una aventura y a una búsqueda inenarrable.

Si hablo de él, de ese fantasma, por primera vez en voz alta, aquí y ahora,
es porque relatar su infortunio, semejante al de Pambelé, tiene una
significación histórica y sociológica. Él fue un desertor de aquello que
Antioquia representó para el país en el primer tercio del siglo. ¿Cómo un
descendiente directo del padre de Félix Restrepo, quien fuera el que más
propugnó por la liberación de los esclavos, decidió hacerse o se hizo
esclavo casi un siglo después de la Constitución de Cúcuta? ¿Cómo un
sobrino de uno de los fundadores del Banco de Bogotá optó o se dejó llevar
de modo anticipado por el destino de Pambelé?

Siempre será un enigma. Pero hay algunas pistas en esa historia de


detectives. El general Uribe Uribe (por lo demás pariente de Francisco
Restrepo Gómez, mi abuelo, el fantasma) había alertado en un periódico de
Manizales a la juventud en 1907 sobre el peligro de sucumbir a lo que
llamaba "El mayor Flagelo Nacional" (así se denominaba el artículo) 0
1

1
10Uribe Uribe, Rafael. "El mayor Flagelo Nacional", en Obras Selectas. Bogotá, Imprenta
Nacional, 1979, tomo segundo, 287-294.
17

Allí advertía Uribe Uribe -como lo había hecho años antes Mariano Ospina
Rodríguez a sus hijos - sobre los peligros de la "homicida literatura" y en
particular sobre el riesgo mortal de la poesía. Como intérprete del ethos
antioqueño, incitaba a los jóvenes a dirigir sus energías hacia empresas de
progreso.

"Pero ya muy pronto fue demasiado tarde para algunos" 1 1

Francisco Restrepo, entonces de 23 años, ya se había inficionado de poesía


en la Gruta Simbólica, de la cual era contertulio. Era con probabilidad uno
de aquellos señoritos de Bogotá de quienes hablaba con desdén Tomás
Carrasquilla.

El romanticismo tardío del muy desigual poeta Francisco Restrepo no se


avenía a la sociedad que entonces pujaba hacia el capitalismo, un
capitalismo muy desordenado, en especial en Bogotá, y aventurero como
todos los iniciales, que bien mereció la metáfora de La Vorágine en la
trasposición de José Eustasio Rivera 2
1
.

Como sea y cualquiera sea el juicio estético sobre su poesía, dispersa,


afectada por una facilidad para el verso y sobretodo muy lacrimosa y falta
de ironía, Francisco Restrepo se hundió poco a poco en la morfina, de la que
fue adicto hasta mendigar pequeñas dosis de los estudiantes de medicina
de la Universidad Nacional, en la plaza de los Mártires, donde hoy queda el

1
11 Verso del poema: "La Gruta Simbólica", en El Verbo Itinerante. Inédito. 1987.
1
12Una de las primeras novelas urbanas, pese a que transcurre en la selva, porque como he
sostenido en otros textos, esa selva es una transposición de la ciudad percibida, distancia
que explica el éxito de la novela frente al inmediatismo más bien pobre de Osorio Lizarazo,
por ejemplo en Casa de Vecindad.
18

Cartucho. Murió de morfina allí y puede por lo menos decirse que fue
fundador de esa miseria de los miserables o de los desechables.

Hubiera sido un Rousseau, un Thomas de Quincey, un Rimbaud o un


Baudelaire, quizás hoy lo reconociéramos como uno de aquellos escritores
decisivos por su iluminación profana para alumbrarnos en ese descenso o
estación en los infiernos que suele ser el trance de la humanidad o de los
individuos en algunos momentos de la vida, más o menos profundos, más o
menos duraderos o pasajeros y que arrojan claridades sobre ese ser el
hombre una "frágil caña pensante".

Pero no lo era. O le faltaba la capacidad de aquellos o, más probable aún,


adolecía - como sucede todavía en la sociedad colombiana - de aquella
libertad para expresar, con pena o sin ella, esa bestialidad que el hombre
suele ser y sin cuyo reconocimiento se hace más tortuoso el ascenso hacia
la perfección.

Muchas veces me he preguntado hasta dónde llega la responsabilidad


individual y hasta dónde la responsabilidad social. En los casos de Pambelé y
de aquel pobre poeta, ¿puede la sociedad librarse de responsabilidad por el
destino de un individuo a cuenta de la libertad y de la responsabilidad
individual? ¿Dónde se encuentran el individuo, la sociedad y la especie?

Es un acertijo ético que en todo caso esperaría una respuesta para la cual
hoy, en las condiciones de la sociedad actual, quizás no alcanzan los
medios, porque quizás no se estime como relevante la pregunta.

Lo cierto es que aquel poeta murió de morfina y a sus descendientes -


librados a la calle o al albur en una sociedad que ya empezaba a mostrar la
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entropía de la piedad campesina - les tocó pagar la pena y comenzar desde


el arroyo.

Uno de ellos, ese que aquí se llama yo, decidió entablar un diálogo
imposible con aquel fantasma que muriera en 1924. El diálogo propio de la
"sociedad de los poetas muertos". Un diálogo en el que, como Orfeo, para el
rescate del alma del abuelo, que es el prototipo del alma de mendigos y
desechables, ha de descenderse hasta los mismos infierno , con el riesgo de
quedar desgarrado en el intento, si no se halla la Ariadna o la Beatriz - es
decir, el amor - que condujeran a Dante de aquellas profundidades hacia el
Paraíso.

Habría que añadir a aquel enigma inicial otro propio de la infancia, donde se
tejen todos los fantasmas, como es el que mi hermano mayor en un año y
compañero de juegos se rezagaba año tras año en la vida por una
incapacidad que yo no podía saber en la infancia que era congénita.

Recuerdo que en la primaria - asediado por ese mundo de miedos, de culpas


y de violencia que ya se vivía en el país, en el hogar y en la escuela - veía
con angustia infinita el grabado " Caín y Abel" de las Cien Lecciones de
Historia Sagrada 13. Pues la lectura y la escritura se asociaban desde
temprano a la culpa, de uno u otro modo, y yo leía con pánico la lección
cinco: "Después de tan horrible delito, Dios llamó a Caín y le dijo: ' ¿En
dónde está tu hermano ' Y Caín contestó con altivez: ' No lo sé , ¿ soy yo
acaso guarda de mi hermano?' " . Yo que era el custodio de mi hermano
mayor debí presentir entonces que la altivez me estaría vedada. Porque
¿cómo ser Caín? Al mismo tiempo, yo era quién sabe por qué argucia del
destino Jacob, que había usurpado la primogenitura de mi hermano.
1
13 Establecimientos Benziger y Co. , S.A., Tipógrafos de la Santa Sede Apostólica,
Einsiedeln, Suiza, 1956.
20

Tal vez si hubiera sido como Caín hubiera sido más apto para un mundo que
exige agresividad o por lo menos una afirmación sin mengua del yo. Pero
los miedos y las culpas producían una especie de parálisis tan terrible como
la que veía en la abuela materna que había sido alguna vez telegrafista y
liberal de agitación de plaza y que entonces era llevada en andas como
cualquier Amfortas que hubiera perdido por quién sabe qué culpas a la
comunidad del Santo Grial.

El hecho de que mi hermano hubiera permanecido en una perpetua infancia-


halándome a la vez hacia allí, forzando mi regreso narcisista- fue siempre
para mí tan incomprensible como su silencio, su ser inefable, un poco Dios
en su ingenuidad o en su inocencia, un silencio tan profundo que también ha
sido mi marca, hasta el punto de querer exorcizarlo con esa oración muda
que es la poesía.

Pienso que la orientación mística hacia una búsqueda como la del Grial
surgió de esos misterios de la infancia, lo mismo que la vocación poética y
una preocupación por la justicia, marcada por la moral y en especial por la
moral religiosa en esa encrucijada de la vida que es la del inicio de la edad
de la razón, en los siete años.

LA AVENTURA SOCIOLOGICA

Tales enigmas decidieron mi vocación por la poesía. Pero también por la


sociología. Los fantasmas del poeta y del hermano "fronterizo" (como
llamaban el síntoma en aquella época) determinaron que pronto
abandonara la aparente vía de salvación señalada por otro hermano él si
mayor, la Ingeniería Química.
21

Por supuesto, Camilo Torres Restrepo fue la causa decisiva para que
estudiara sociología. Fui voceador de El Frente Unido y ví en aquel sacerdote
la encarnación de esa fusión entre búsqueda religiosa, justicia social y
escritura. Tanto más era atractiva su figura, cuanto que había podido
instaurar una academia basada en un diálogo libre con comunistas y con
protestantes, con vocación nacional. De su trágica muerte no me he
recuperado, como pienso que ha sucedido con la sociología y con muchos de
mis coetáneos.

Aquellos que por alguna razón (y de nuevo la infancia encierra algunas


claves, aunque las convicciones añaden lo principal ) no aceptaríamos el
dilema de adherir a la rebelión armada o de asimilarnos a un sistema que
estimábamos - como aún estimamos- injusto, proseguiríamos un camino de
enormes dificultades. Por decirlo de alguna forma, nos habíamos quedado
"con el pecado y sin el género", es decir, con el estigma y al parecer sin la
posibilidad de influir en la sociedad para transformar el estado.

Pero de nuevo habría que admirar a Estanislao Zuleta cuando hacía el elogio
de la dificultad. Porque la dificultad forma el carácter y dicta la
perseverancia.

A otro maestro debe mucho la generación de sociólogos a la que pertenezco


y alguna vez llegará el momento de mirar la trayectoria con perspectiva. Me
refiero a Darío Mesa, bajo cuyo proyecto intelectual nos refugiamos aquellos
que hubiéramos esperado que el diseño de una sociología crítica no hubiera
naufragado, como sucedió con la muerte de Camilo Torres Restrepo y con la
diáspora subsiguiente. Una diáspora - digámoslo de paso - que se hizo bajo
tantos equívocos como los que dieron lugar a una injusta denigración de la
obra de Orlando Fals Borda. Otros engimas y misterios.
22

Hoy creo que prolongar el modelo ideado por Darío Mesa sería paralizar a
una sociología que más que asimilar la teoría está urgida de un mayor
volumen de investigaciones específicas y de trascender las parroquiales
fronteras de una formación unidisciplinaria.

En todo caso hoy miro el largo peregrinaje de 23 años desde que salí de
aquella escuela con cierta serenidad. Una alquimia muy compleja de
describir en poco espacio se ha debido producir entre la búsqueda religiosa,
aún incompleta como es toda búsqueda religiosa, la poesía y la escritura (el
oficio de la noche), el estudio crítico de la sociedad, el oficio académico y
otros oficios prácticos que he desempeñado como Quijote que sale de su
casa y regresa a ella apaleado (y a veces, para ser también apaleado allí por
haber salido, pues otro vicio del narcicismo es la endogamia y el temor a la
separación) , todos ellos referidos a la ideación de un futuro.

Diré de modo muy breve que desde 1979 tracé de un modo más bien
intuitivo el programa de trabajo que me permitiría atar tantos cabos sueltos:
el estudio de la cultura, pues a ella se refieren la religión, la ciencia, la
poesía, aún la planeación social, el arte, la paz, la educación, la universidad
y el carnaval.

POR QUE EL CARNAVAL

Es hora de descifrar el embrollo de los títulos y antetítulos empleados en


este ensayo. "Por qué soy tan sabio", "Por qué soy tan discreto", "Por qué
escribo tan buenos libros", "Por qué soy una fatalidad", pertenecen al libro
Ecce Homo, de Federico Nietzche 4
1
. El utilizarlos es una especie de mímesis
1
23

paródica para acentuar el tema que trataba bajo esos apartados, a saber, el
del dilema de imitación o autenticidad, o el de narcicismo y amor a sí
mismo, pero también para justificar, de un modo quizás osado, lo insólito de
la narración de una experiencia vital e intelectual.

Pero hay algo más. El impulso religioso y estético me ha llevado durante


mucho tiempo a oír mil veces la ópera Parsifal, de Wagner, cuyo tema es la
búsqueda del Grial, un mito que traspasa todas las culturas.

Descifrar esa obsesión, que es la obsesión por la religión o si se quiere por la


mitología, me condujo a una lectura tardía de Nietzche que había temido
en mi juventud, cuando era la lectura preferida de todos mis compañeros de
estudio, y que diferí hasta este justo momento en que me ha sido muy
fructífera.

Como se sabe, el momento decisivo de la ruptura entre el filósofo y el


músico puede atribuirse a la ópera de plenitud del artista, Parsifal, que a
modo de ver de Nietzsche era la abjuración de lo que había enunciado en El
origen de la Tragedia, es decir, el encomio del espíritu dionisíaco. Digamos
de paso que Nietzsche es importante para comprender y aún para
trascender a Max Weber, porque es una profecía antiprofética, o sea, una
profecía estética más que moral o religiosa diseñada para liberar al hombre
de la jaula de hierro.

Ese mismo espíritu dionisíaco es el propio del carnaval, fenómeno que junto
con la sociología de la religión forma el mapa actual de mis
investigaciones.

14 Nietzche, Federico. Ecce Homo. Madrid, Aguilar, 1950.


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¿Por qué el carnaval? El carnaval encierra el problema de la religión, de las


artes y de la sociedad en su conjunto. De la religión, porque las
carnestolendas, que en principio fueron ritos orgiástico-religiosos, fueron
absortas por la religión católica y a la vez fueron objeto de la persecución de
las iglesias reformadas. De las artes, porque allí están bajo la energía
popular todas las expresiones estéticas, desde la música hasta la poesía. De
la sociedad, porque el carnaval es un laboratorio para examinar el dilema de
caos y de cosmos social.

Pero además el carnaval es el enigma de la identidad cultural de lo que he


denominado América Ladina, enigma que si descifrado en vista a un futuro
ojalá no tan lejano sería la clave para la ideación de un porvenir de
significación acaso universal.

No por azar se ha dicho que la vocación de América Latina es estética. Así lo


muestran las letras y las artes, en las que hemos alcanzado un
reconocimiento universal. La base de dicha vocación estética es la riqueza
de la diversidad biosociocultural, que ha instituido a la mímesis y al juego
como elementos decisivos en nuestra constitución natural e histórica.

El mundo del futuro será ético y científico en la medida en que sea, como
tiende ya a ser, estético.

Estamos pues situados en la frontera del mundo, siempre que sepamos


reconocer nuestra propia potencialidad, aquella que se encierra en esa cifra
secreta del pueblo que es el carnaval.

Para las ciencias sociales ahí existe un reto inmenso, siempre que salgan a
la calle y a la plaza y se hermanen con el arte y con la poesía.
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Aprender del carnaval también puede significar que transformemos el


círculo vicioso de miedo - violencia en un círculo virtuoso de libertad,
expresión y creatividad o que mudemos la represión en representación.

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