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La admisión de los hechos en la audiencia preliminar funcionarial (Venezuela)


Ronald Alejandro Suarez Campos - ronaldsuarezc_84@hotmail.com

1. Prólogo
Introducción
Metodología
2. Antecedentes Históricos
Antecedentes Investigativos
Antecedentes Jurisprudenciales
Consideraciones Generales
Fundamentación Teórica
Definición de Términos Básicos
3. Conclusiones y recomendaciones
Referencias Bibliográficas

PRÓLOGO
El estudio del proceso tiene por objeto principal el análisis de actos procesales, considerados en
sí y en la vinculación con actos que los preceden y los siguen, no se trata de contemplar al proceso en su
naturaleza esencial, sino de examinar los diversos elementos de ese complejo fenómeno, de estudiar
cada conducta individualmente considerada y examinar las diversas circunstancia de forma, lugar y
tiempo en que deben realizarse para que el proceso alcance su destino normal, que es la norma jurídica
individual en que consiste la sentencia.
El proceso se desarrolla y avanza a causa de la actividad o conducta de los sujetos que
intervienen en él, y de allí la importancia que tiene el estudio de las conductas procesales en particular.
Esas conductas realizadas por las partes en el proceso sean por parte del demandante o por el
demandado es indispensable que ellos participen para ejercer correctamente la defensa. De esta forma
ha de asegurarse la defensa y un acceso igualitario y libre justiciables al órgano jurisdiccional.
En este sentido, toda persona tiene derecho a participar en procedimientos pluralistas y
ampliamente participativos, en los que se asegure la igualdad y debate que permita la contradicción o
defensa, desarrollados con las formas preestablecidas en el ordenamiento jurídico. Este derecho
fundamental se trata del debido proceso, siendo éste, el pilar fundamental del derecho procesal y fuente
emanadora de principios que han de ser derroteros para procesar un derecho justo.
En la actualidad el proceso se inicia con una fase, que es escrita, el resto de la actividad procesal
se lleva a cabo en audiencia. Siendo este método el único que asegura la virtualidad y la operatividad de
los principios del proceso, los cuales son: inmediación, publicidad, celeridad oralidad, entre otros. La
aplicación de todos los principios garantizan que en el proceso se hagan defectivos todos los derechos
sustantivos.
Ahora bien, la Audiencia Preliminar, es presidida por el juez y las partes deben comparecer
obligatoriamente, ya que el proceso se tiene que desarrollarse en presencia de los interesados, siendo la
obligatoriedad un deber, de cuyo incumplimiento, devienen consecuencias adversas en el proceso,
imponiéndoles trascendentes cargas procesales, y si la inasistencia es por parte del demandado se
entenderá admitido los hechos y que en ese acto el juez sobre la base de dicha confesión dictará en un
acta la sentencia.
Así esta investigación pretende dar respuesta a la dicotomía que surge en el artículo 131 de la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo, de que si se puede considerar como una posible solución al vacío
que contiene la Ley del Estatuto de la Función Pública, en cuanto a la inasistencia del Estado en la
mencionada audiencia y a su vez determinar si es una confesión o una admisión que se le aplicaría al
Estado en el caso de su incomparecencia. Estas respuestas son importantes ya que resuelven el camino
del derecho a la defensa en el proceso laboral dentro del ámbito funcionarial.
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Para analizar y despejar las incógnitas de una posible aplicación de la Ley Orgánica Procesal
Laboral referente a la Admisión de los Hechos por parte del Estado que es El Patrono y que por
existir el hecho social trabajo, se podría aplicar por analogía el articulo 131 con el objeto de darle
respuesta a este vacío que actualmente esta aconteciendo dentro del marco jurídico actual. Este trabajo
de investigación se organizó en tres capítulos. En el primero de ellos, se señala la necesidad de realizar
el estudio debido a que se contraponen las instituciones anteriormente mencionadas. Igualmente se
justifica desde el punto de vista práctico, ya que con la elaboración se pretende aclarar la confusión
existente en el Derecho Contencioso Funcionarial.
En este mismo capítulo I, se explana de manera clara la metodología utilizada para el desarrollo
de esta investigación. Ya en el capítulo II, se hace un análisis de los trabajos que la doctrinal nacional, así
como la internacional han realizado acerca de este aspecto, al igual que de jurisprudencias. Finalmente
en el capítulo III, se presentan las conclusiones en las cuales se pone de manifiesto la originalidad del
enfoque realizado.

CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
Planteamiento del Problema
La Función Pública está constituida por el conjunto de función de arreglos institucionales
mediante los que se articulan y Pública gestionan el empleo público y las personas que integran éste, en
una realidad nacional determinada. Dichos arreglos comprenden normas, escritas o informales,
estructuras, pautas culturales, políticas explícitas o implícitas, procesos, prácticas y actividades diversas
cuya finalidad es garantizar un manejo adecuado de los recursos humanos, en el marco de una
administración pública profesional y eficaz, al servicio del interés general.
En el ámbito público, las finalidades de un sistema de gestión del empleo y los recursos humanos
deben compatibilizar los objetivos de eficacia y eficiencia con los requerimientos de igualdad, mérito e
imparcialidad que son propios de administraciones profesionales en contextos democráticos. Ahora bien,
los sistemas de la Función Pública pueden incluir uno o más tipos de relación de empleo entre
las organizaciones públicas y sus empleados, más o menos próximas al régimen laboral
ordinario. La función pública de un país puede albergar relaciones de empleo basadas en un
nombramiento o en un contrato, reguladas por el derecho público o por el derecho privado, y
cuyas controversias se sustancian ante órganos judiciales especiales o ante tribunales comunes.
En virtud de esto, los sistemas de función pública deben contar con mecanismos laborales
que aseguren, por los medios adecuados en cada caso, el control de presencia, la realización
completa de la jornada de trabajo, los instrumentos para la reducción del absentismo y, en general,
el cumplimiento de sus obligaciones laborales por parte de los empleados públicos que se
caracterizan por su consagración profesional al desempeño de una tarea pública remunerada.
Ahora bien, el Derecho Procesal ha existido desde que el hombre en sus relaciones
interpersonales y sociales se ha visto inmerso en conflictos con los demás miembros de la sociedad,
dada la misma naturaleza de los hombres que hacen necesaria su resolución, independientemente de los
medios que se utilicen para alcanzar tal fin. La aparición de los conflictos de intereses es consecuencia
del quebrantamiento de las normas básicas de convivencia, de los deberes y derechos que se establecen
entre los hombres para hacer posible la tolerancia social entre todos.
Una primera etapa de la evolución humana llevó al hombre a la satisfacción de sus intereses a
través de la resolución privada de los conflictos, tal es el caso del uso de la venganza privada y la Ley del
Talión. Esta forma primitiva de justicia era aceptable en su época en virtud de que la defensa es propia de
cada ser, es natural o esencial. Al respecto Longo (2000), señala:
En este sentido, la defensa, en cualquier organización humana y, por ende, social, no
puede desconocerse; lo determina de esa forma su indisoluble pertenencia a la condición
esencial del hombre; pero, para evitar que en su nombre se preserve también el de la
agresión, al tiempo de reconocer el derecho a ella, se execra la práctica de la violencia
privada, tanto como se veta la agresión y se materializa el tránsito del poder natural de
defenderse que poseer <cada hombre>...(p. s/n).
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Frente a este panorama surge la necesidad del estudio del Derecho Procesal, como una
disciplina jurídica. Ello permite observar los principios básicos y normas que regulan la función
jurisdiccional del Estado y fija los procedimientos que se han de seguir para obtener la actuación del
derecho positivo. A su vez determinar los sujetos que deben someterse a la jurisdicción del Estado y los
funcionarios encargados de ejercerla.
El Estado aparece como depositario de la función de Administrar justicia dado el sacrificio que ha
realizado el hombre a favor de los intereses supra individuales. Donde dicho otorgamiento al Estado de
las funciones que se le han encomendado, el mismo no se agota en sí, no es suficiente el acto, lo cual
debe complementarse con el Proceso. Éste, es entendido como un conjunto de etapas y actividades que
sirven como medio canalizador de la Función Pública de Administrar Justicia.
De allí la previsión contenida en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, según
la cual “el proceso es un instrumento para la realización de la justicia” (Artículo 257). Al respecto,
Calamandrei (1943), había observado el carácter instrumental del proceso, al concebir a la Jurisdicción
como una actividad secundaria, dado que opera sólo frente al incumplimiento de alguna de las normas
primarias o básicas que se han establecido para poder vivir en armonía.
El Derecho Procesal, a través de la evolución legislativa rompe definidamente con aquellos
procesos anticuados moldes privatistas, de origen Romano-Canónico para renovar sus instituciones e
incorporar a sus sistemas nuevas formas de Tutela Jurídica que garanticen al ciudadano la más amplia,
pronta y eficaz protección de los derechos e intereses que forma su esfera jurídica. Tal afirmación dentro
de la concepción científica moderna coloca al sistema del proceso civil, como rama del derecho procesal
en el campo publicista, como puesto en él, se desarrolla una relación jurídica procesal que tiene como
cabeza al juez representante del Estado en la Administración de Justicia, tutelando el interés público
esencial en la solución de los conflictos.
Al respecto, en el sistema actual la tendencia lleva a que se cumpla el principio de que los jueces
en sus decisiones deben atenerse a las normas de derechos, y así mismo con el poder que se le otorga,
buscar la verdad dentro de los limites de las facultades que la ley les concede. Este traspaso de poder se
ha verificado mediante los tres términos de un trinomio único que constituye el fundamento y el fin último
del proceso los cuales son: El derecho, la justicia y la verdad.
Se dice entonces, que este sistema procesal procura la obtención de los objetos de una justicia
rápida, sencilla y leal, con la aplicación de los principios de igualdad, lealtad y probidad, en los momentos
más significativos del proceso, asegurando al demandado su derecho a la defensa, que es por mandato
de la Constitución de la República de Venezuela, un derecho inviolable. Se busca así, la celeridad
procesal y la estricta igualdad del proceso.
De allí los mandamientos y principios que forman las propiedades o importancia de la función
jurisdiccional consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), según los
cuales “Venezuela es un estado de derecho y de justicia...”(Art. 2); “Todos tienen acceso a la justicia...se
consagra la defensa de los intereses colectivos y difusos, y la tutela judicial efectiva...”(Art. 26); “El debido
proceso será inviolable en todo proceso judicial y en todo trámite administrativo”(Art.49).
Los anteriores artículos muestran que el debido proceso, es un derecho que tienen todas las
personas a participar en procedimientos pluralistas y ampliamente participativos en donde se consagran,
no solo, el imperativo constitucional, sino también en razón de que el pacto hecho entre el hombre y el
Estado debe ser cumplido con base a un principio general del derecho.
De lo anterior se evidencia la existencia de un diagnóstico previo en la búsqueda de nuevas
estructuras procésales, liquidando los procesos anteriores a la reformas. Al respecto, Couture (1945)
señala:
Que los procesos viejos, se consideraban como un proceso desesperadamente escrito,
desconcentrado, secreto, burocrático, lento, con ausencia total de inmediación, de
contacto directo con el juez con los principales sujetos de la litis y con la prueba, con
poca publicidad”. (p. s/n)
En la actualidad en Venezuela el proceso se inicia con una fase, que es escrita, el resto de la
actividad procesal se lleva a cabo en Audiencia. Este sistema por Audiencia es el único método que
asegura la virtualidad y la operatividad de los principios del proceso, los cuales son: a) Inmediación; b)
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Publicidad; c) Concentración; d) Celeridad; e) Economía; f) Buena Fé; h) Oralidad; i) Equidad. La


aplicación de todos los principios garantizan que en el proceso se hagan efectivos todos los derechos
sustantivos, pero con especial énfasis en el principio de Inmediación, ya que por su interdependencia con
los demás principios, este es el pilar fundamental.
La importancia del principio de Inmediación, supone la comunicación personal del juez con las
partes y el contacto directo de aquel con los actos de adquisición de la prueba, como instrumento para
llegar a una íntima compenetración de los intereses en juegos a través del proceso y de su objeto
litigioso. En este sentido, Palacio (2000) define el principio de Inmediación como: “Aquel que exige el
contacto directo y personal del juez o tribunal con las partes y con todo el material del proceso
excluyendo cualquier medio indirecto de conocimiento judicial”. Lo que indica que este principio es el
medio más apropiado para lograr la justicia y este a su vez es un instrumento poderoso en el logro de la
Verdad en el Proceso.
Las bondades e importancia del principio de Inmediación en la aplicación del proceso se debe a
la intervención del juez, para escuchar los argumentos de las partes y además presenciar las prácticas de
las pruebas; incidiendo altamente en el logro de las conciliaciones en la Audiencia Preliminar. En este
sentido, la Inmediación es uno de los principios esenciales en los procesos basados en la Oralidad, ya
que ambas categorías están íntimamente ligadas en el Juicio Oral y se presuponen recíprocamente.
Por las consideraciones anteriores, cabe señalar que en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo
(2002) Venezolana, se observa un predominio de la Oralidad en todas sus fases, los cuales tiene como
ventajas indudables, la búsqueda de las soluciones, el mantenimiento del juez cerca del proceso y de las
partes, en el mejoramiento de la comunicación de los actos procésales y la regularización de los lapsos
para recurrir. La Oralidad se desarrolla en la Audiencia Preliminar, que tiene lugar una vez que se ha
instruido la causa, con la finalidad de depurar el proceso.
La Audiencia Preliminar, es presidida por el juez y las partes deben comparecer obligatoriamente,
ya que el proceso oral tiene que desarrollarse con la presencia de los interesados, sean que acudan
personalmente o por medio de apoderados judiciales, siendo la obligatoriedad un deber, de cuyo
incumplimiento devienen consecuencias adversas en el proceso, imponiéndoles transcendentes cargas
procésales, en caso de inasistencia de las partes a la Audiencia.
Dentro del Derecho Procesal existen dos instituciones que están relacionadas estrechamente con
la aplicación de la mencionada Ley Orgánica Procesal del Trabajo: La Confesión Ficta y La Admisión de
los Hechos.
La Confesión Ficta, es la sanción que impone la ley al litigante reticente, quien no obstante, de
haber sido legalmente citado para que concurra a contestar la demanda, se resiste a comparecer,
renunciando con su omisión al sagrado derecho de defensa que la ley le ha garantizado en el artículo 362
del Código de Procedimiento Civil, “Si el demandado no diere contestación a la demanda dentro del plazo
indicado en este código se tendrá como confeso en cuanto no sea contraria a derecho la petición del
demandante, si nada probare que le favorezca...”. Normativa esta, de la cual se desprende que para la
procedencia de la Confesión Ficta se necesita que: a) el demandado no de contestación a la demanda; b)
la demanda no sea contraria a derecho; c) no pruebe nada que le favorezca.
La Admisión de los Hechos, constituye la falta de referencia concreta a las afirmaciones sobre lo
que se tiene la carga de declarar en la contestación de la demanda, esto es el silencio frente a lo antes
mencionado, siempre que exista una norma legal expresa; tal como lo establece el artículo 35 del Código
de Procedimiento Civil Venezolano; “El silencio de las partes se entenderá como admisión de las
cuestiones no contradichas expresamente.” y el artículo 131 del la Ley Orgánica Procesal del Trabajo; “Si
el demandado no compareciere a la audiencia preliminar, se presumirá la admisión de los hechos
alegados por el demandante...”.
El problema fundamental del estudio radica en que existe un artículo en la mencionada Ley
Orgánica Procesal del Trabajo, que establece que si el demandado no comparece a la Audiencia
Preliminar, se entenderán admitidos los hechos y que en ese acto, el juez sobre la base de dicha
confesión dictará en un acta la sentencia. En el citado artículo surge la dicotomía de establecer si en la
Ley del Estatuto de la Función Pública, cabría la posibilidad de una aplicación análoga con la mencionada
Ley, por existir un vacío en la norma en cuanto a la incomparecencia del Estado a dicha Audiencia, en
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consecuencia, podría incurrir el Estado en una presunta Admisión de los Hechos en cuanto a la
pretensión que persigue el demandante a través de su litis.
Sobre la base de las consideraciones anteriores se plantea una serie de interrogantes, así: ¿Cuál
es la condición laboral del funcionario público cuando el Estado no comparece en la audiencia
preliminar?, ¿Qué dice la Ley del Estatuto de la Función Pública en cuanto a la audiencia preliminar
funcionarial?, ¿Existe identidad entre la Confesión y la Admisión de los Hechos? ¿Qué efecto produce la
Confesión ficta y la Admisión de los Hechos en el plano procesal Laboral?
Para dar respuesta a dichas interrogantes, surge la imperiosa necesidad de realizar el presente
estudio sobre la labor de la Función Pública en Venezuela, el desarrollo de la Audiencia Preliminar
tipificado en la Ley del Estatuto de la Función Pública, así como, la relación de identidad entre Confesión
Ficta y Admisión de los Hechos, establecer con exactitud sus conceptos, sus diferencias y semejanzas,
planteándose como problema de la investigación u objeto general, contrastar la Admisión de los Hechos
por parte del Estado en la Audiencia Preliminar Funcionarial, en vista, de que el Estado es el Patrono
número uno del país y existe un elemento de conexión entre el funcionario Público con la Administración
Pública, como lo es el hecho social trabajo, lo cual podría darse la posibilidad de la aplicación analógica
del artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, para así poder contrarrestar y dar respuesta de
una manera veraz y eficaz este vacío de la norma reguladora de la Función Pública.
Objetivos de la Investigación
Objetivo General
Analizar la Admisión de los Hechos en la Audiencia Preliminar Funcionarial con aplicación
analógica a la Ley Orgánica Procesal del Trabajo.
Objetivos Específicos
1. Indicar la condición laboral actual del funcionario público en el país, frente al Estado.
2. Explicar la Audiencia Preliminar Funcionarial tipificada en la Ley del Estatuto de la Función
Pública.
3. Especificar la Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos.
4. Establecer la distinción de la Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos.
5. Estudiar los efectos de la Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos en el Proceso Laboral
Venezolano.
Justificación
La investigación que se propone se justifica desde el punto de vista teórico-dogmático por cuanto
contribuiría a profundizar en lo que respecta a las instituciones que son: La Confesión Ficta y La Admisión
de los Hechos, se realizará una investigación exhaustiva con doctrinas, jurisprudencias y textos relativos
al tema objeto de estudio, lo que coadyuvará a la profundización de la problemática planteada.
El estudio sobre estas instituciones supone un adelanto en posibles conflictos con relación a la
identidad de la confesión ficta y la admisión de los hechos en el plano contencioso funcionarial, debe
analizarse y delimitarlas, a fin de hacer más científico el conocimiento en el proceso, por lo que se
estudiará la violencia para promover la paz en el proceso actual. De allí la importancia y la pertinencia de
la presente investigación.
Así, al determinar si produjo un beneficio en esclarecer, lo que es la Admisión de los Hechos y la
Confesión Ficta en el campo del Derecho Laboral para así poderlos aplicar de manera correlativa en el
Procedimiento Contencioso Funcionarial, debido a que estas se contraponen y posteriormente se
analizaría la relación entre violencia y estado, pudiéndose determinar su aplicación adecuada de dichas
instituciones, para generar cambios en la imagen del ejercicio en los conflictos del trabajo, sobre los
cuales recae una contribución importante para el éxito del nuevo proceso laboral y de protección procesal
del trabajador, con el objetivo de darle una mejoría en cuanto al desenvolvimiento inclusive del
contencioso funcionarial, en vista de que la mencionada Ley presenta cierta deficiencias procedimentales,
en virtud de que no prevé el caso de que el Estado no asista a la Audiencia Preliminar Funcionarial.
Igualmente el presente trabajo desde el punto de vista práctico se justifica, ya que con la
realización de este estudio se pretende aclarar la confusión entre dos instituciones como son: la admisión
de los hechos y la confesión ficta establecidas en el artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo
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que son un factor fundamental para así poder determinar a ciencia cierta, si en la inasistencia del
Estado a la Audiencia Preliminar opera la Confesión Ficta o la Admisión de los Hechos.
Por esta razón se justifica la elaboración de dicho trabajo aunado a que este se enmarca dentro
del Polo I de investigación: Estudiar la Violencia para promover la paz, cuyo propósito es estudiar y
comprender el fenómeno de la violencia para promover la cultura de la paz, como vía de mejoramiento de
la calidad de vida de los habitantes de la región y del planeta en su conjunto, encuadrado
específicamente en la línea de la violencia y el proceso judicial, con especial énfasis en nuevo proceso
laboral; esto se identifica directamente con el tema en estudio entre dos instituciones: la admisión de los
hechos y la confesión ficta, lo cual asumen un papel descriptivo de una situación que si no es aclarada
con la mayor celeridad posible podría ser un eje singular de violencia.
Por lo tanto en el Proceso Contencioso Funcionarial Venezolano la difusa interpretación de
dichas instituciones puede acarrear situaciones violentas entre los sujetos que intervienen en el proceso,
que buscan obtener la solución de una controversia en el aspecto laboral.
Con el tema de estudio se pretende dar un aporte a la ciencia jurídica para evitar conflictos en los
procesos contenciosos. Asimismo el estudio servirá de material bibliográfico valioso, siendo esto
provechoso no solo para los estudiosos del Derecho Procesal, como para quienes a diario litigan y
necesitan conocer a fondo los medios que la Ley Orgánica Procesal del Trabajo les brinda.

Metodología
Tipo de la Investigación
Atendiendo al área de estudio, el Derecho Procesal, la presente investigación es de tipo
documental la cual se ocupa del estudio de problemas planteados a nivel teórico, las fuentes de
información para ser tratadas son fundamentalmente el material impreso, los recursos audiovisuales y/o
electrónicos. Según Ramírez (1998), define la investigación documental como:
…una variante de la investigación científica, cuyo objetivo fundamental es el análisis de
diferentes fenómenos de la realidad a través de la indagación exhaustiva, sistemática y
rigurosa, utilizando técnicas muy precisas; de la documentación existente, que directa o
indirectamente, aporte la información atinente al fenómeno estudiado.
Con la finalidad de lograr los objetivos específicos propuestos en la presente investigación, se
empleó el diseño bibliográfico, básico de las investigaciones documentales. A través de la revisión del
material documental de manera rigurosa, sistemática y profunda se procedió al análisis de dos
instituciones como son: La Admisión de los Hechos y La Confesión Ficta, para determinar el alcance
dentro un contexto específico: el Derecho Procesal Laboral.
La presente investigación se basó en un enfoque jurídico dogmático que según Witker (1999) “es
aquella que concibe el problema jurídico desde una perspectiva estrictamente formalista, descontando
todo elemento fáctico o real que se relacione con la institución, norma jurídica o estructural legal en
cuestión”. (p/sn).
Técnicas de Recolección de la Información
A fin de lograr los objetivos del presente estudio, ubicado dentro de la modalidad de investigación
documental, para recolectar la información se emplearon las Técnicas Operacionales para el Manejo de
las Fuentes Documentales tales como:
Técnicas de Subrayado, de fichaje, notas de referencias, citas textuales, internet, observación
documental.
La técnica del subrayado permite resaltar los aspectos que se consideran relevantes de una
lectura. El Fichaje consiste en un conjunto de procedimientos metodológicos que sirve para la recolección
de manera organizada, de los materiales necesarios para el desarrollo del tema que se ha planteado. Por
otra parte la observación documental se realiza a partir de una lectura general de los textos y en dos
fases: lectura inicial y factura determinada de los textos a fin de extraer de ellos datos de mayor utilidad
para la investigación.
Técnicas para el Análisis e Interpretación de la Información
Se emplearon técnicas propias del análisis de interpretación de textos jurídicos tales como: la
interpretación jurídica del artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo y de otras leyes, para
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descubrir el sentido que encierra. Esta aparece como una forma de expresión que suele ser un
conjunto de signos escritos sobre el papel.
Procedimiento: Los datos recolectados fueron interpretados mediante las técnicas del resumen
analítico y el análisis crítico. Por medio del primero se puede determinar la estructura y los contenidos
básicos de las fuentes consultadas en función de los datos. Y a través de la segunda técnica se evaluó y
validó el contenido de las ideas expuestas por los autores consultados, las cuales sirvieron de bases
teóricas para sustentar los análisis y conclusiones asumidas por los autores de la presente investigación.
En opinión de Bravo Jáuregui (1987) el análisis jurídico:
se aplica a los tratados internacionales, a las constituciones, a las leyes, a los códigos,
decretos, reglamentos y demás textos jurídicos. Aunque con algunas precauciones
puede aplicársele aquellos textos que de alguna manera se refiere a cuestiones de tipo
jurídico, sin serlo totalmente”. (p.63)
La interpretación lógica lo que busca es descubrir el espíritu de la ley, para controlar, completar,
restringir o extender su letra. Por su parte la interpretación histórica trata de comprender el derecho como
fenómeno universal humano en el cual se hace necesario el estudio de la historia jurídica de la
humanidad de un modo comprensivo. El texto legal puede ser claro, lo que no produciría dudas sobre el
pensamiento de sus lecturas.

CAPÍTULO II
DESARROLLO
Antecedentes Históricos
En relación a la Admisión de los Hechos, el primer procedimiento que se ha verificado en la
historia universal fue la realizada por Jesucristo, quien admitió los hechos por el cual se le juzgaba ante
Poncio Pilatos; esta aseveración tiene su fundamento en la Biblia Católica y se describe de forma precisa
en el Evangelio de San Juan 19 versículo 37 Entonces Pilatos le pregunto “Entonces, ¿Tu eres rey?”
Jesús contesto” Tu lo has dicho”: “Yo soy Rey”. Ahora si bien es cierto, Jesucristo admitió ante Poncio
Pilatos ser el Rey de los Judíos, hecho por el cual se le juzgaba, no admitió la culpa respecto al delito que
se le acusaba.
Es así que la Admisión de los Hechos en Venezuela tiene su origen en la denominada Corte de la
Causa en Providencia prevista en el artículo 235 de Código de Enjuiciamiento Criminal y en la Ley de
Beneficios del Proceso Penal, en sus artículos 9, 10, 11, este beneficio se aplicaba cuando el procesado
admitía su culpabilidad en los hechos que se le imputaban, se abreviaba así el proceso, ya que con esta
inculpación el juicio se colocaba en estado de sentencia. En virtud de la admisión de los hechos por
parte del reo le era conmutada la pena por otras medidas sustitutivas de prisión y en casos graves al
encausado se le aplicaba una reducción de la pena.
En a cuanto al procedimiento de la Admisión de los Hechos en el Derecho Comparado este tiene
sus raíces en el “Plea Guilty” norteamericano que es la suplica del reo y en la “Conformidad Española”,
aunque sin dejar de existir gran diferencia entre ambas, siendo la naturaleza jurídica de esta ultima la de
un allanamiento, ya que exige un acto de disposición de la parte acusadora, un juicio de homologación
por parte del tribunal pues debe ser vigilante del cumplimiento de los requisitos legales y una sentencia
vinculada a la petición de condena por parte del acusado. En cambio en el “Plea Guilty” no hay lugar a
esas limitaciones del poder del tribunal, ya que reconoce ser culpable “Guilty”.
Por su parte el legislador Venezolano consagra esta institución de la Admisión de los Hechos en
el Código Orgánico Procesal Penal dentro del libro III, titulo III, artículo 376, estableciendo un proceso
penal donde el acusado tiene la potestad de admitir los hechos.
En cuanto la Confesión, en el libro del Génesis V9, en el Antiguo Testamento, cuando Yahvé
pregunta a Caín por su hermano Abel, aquel contesta que no sabe que no es guardián de su hermano,
pero agrega: “mi culpa es demasiado grande para soportarla”. De esta manera, en una forma táctica pero
absolutamente compresible Caín ha confeso su culpa, constituyendo esta expresión la primera confesión
de un hecho en el curso de la historia.
En este sentido, en el Nuevo Testamento Lamec descendiente de Caín dijo a sus mujeres Ada y
Silla “Escuchad mi voz mujeres de Lamec oíd mi palabra, yo mate a un hombre que me hirió y así mismo
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a un joven por una confusión que recibí”. En el se registra otra confesión de un hecho, por lo
anteriormente dicho se considera que la confesión ha sido históricamente consustancial con el
hombre, cuando es capaz de echar sobre sí la carga de sus propias culpas.
Se Observa como a partir de los más remotos tiempos la Confesión acompaña a la historia de la
justicia, desde la época en que aún sin leyes escritas, existía un derecho más o menos primitivos en el
cual eran necesarios elementos de juicio que trajeran certidumbre en cuanto a la comisión de un hecho.
Es conveniente señalar que durante la Edad Media, en el período que va desde la caída del
Imperio Romano de Occidente hasta el Renacimiento, cuando todo el peso de la Iglesia triunfante se hizo
sentir en el mundo, los procedimientos se agudizan para obtener la Confesión como medio precioso para
comprobar la comisión de hechos o delitos contra la religión católica. Lo más importante era lograrla y
para ello se recurría a cualquier medio para lograr ese objetivo.
Más allá de los albores del renacimiento y en pleno siglo XVII se torturaba así mismo para
obtener confesiones de hechos que tuvieran algún contenido religioso y los refinamientos en la práctica
de tortura se hicieron cada vez más crueles, sobre todo en la época de la inquisición. La evolución
contemporánea sin embargo, ha ido desprestigiando a la “Regina Probatio” como era llamada la
Confesión. Se abolieron los tormentos y posteriormente los juramentos en los actos de declarar, por
cuanto ello implicaba una “tortura spiritualis” que obligaba al imputado a confesar un acto cierto o no,
desnudo en toda especie de defensa y en manos de su inquisidor.
En el siglo de las luces señala Gómez:
El hombre se sitúa en el centro del universo, la iglesia católica ha sufrido serios
resquebrajamientos que amenazan sus fortalezas. El ser humano recobra su dignidad
vulnerada y los tormentos que durante la inquisición se empleaban en el nombre de
Dios...ya son la sombra del pasado (p.107).
A este respecto señala Quintano que el descrédito de la antigua “Regina Probatiorum”, trajo como
consecuencia la volición del tormento y no solamente esto sino la no consideración de la confesión como
prueba propiamente dicha. En las leyes procésales modernas ni siquiera se habla de prueba de
Confesión sino de interrogatorio que pueden utilizarse como medio de prueba.
Por ello es que el proceso moderno, bajo el signo del principio fundamental de la presunción de
inocencia, expresa Mariconde 1996, “Es preciso que la ley asegure la defensa y la audiencia, la
posibilidad de ofrecer las pruebas... y las pruebas de cargos existentes puesto que solo así estará en
condiciones de defenderse...” (p. 25 y 55). De acuerdo a ello el Sistema Procesal Venezolano la
Confesión constituye uno de los medios de pruebas; en efecto, el Código Civil (1982) la contempla en sus
artículos 1400 al 1405, y el Código de Procedimiento Civil (1987) la coloca encabezando los medios
probatorios señalados por la ley, se regula en el Capitulo III, Titulo II, del libro Segundo. De esto se infiere
que la Confesión es un medio de prueba de inminente carácter personal, en caso de ser Judicial es un
acto procesal y medio de prueba.
Es de hacer notar que la evolución de la Admisión de los hechos y la Confesión ficta, su
nacimiento no deviene del derecho procesal laboral y pero a su vez estas instituciones, si se pueden
establecer dentro de otras ramas generales del derecho, según la nueva visión unitaria y garantista de la
teoría general del proceso.
Para dar respuesta a esta tesis sostiene que tanto el derecho procesal civil, penal y laboral en
principio se presentan como polos separados, pero a través de este estudio se concluye que son
básicamente iguales frente al tratamiento de la “unidad” procesal, ya que buscan un mismo fin, que es la
solución de conflictos ínter subjetivos de trascendencia jurídica y la posibilidad de libre acceso a la
jurisdicción.
Por lo tanto estas dos instituciones establecidas inadecuadamente dentro del procedimiento
laboral, están reguladas de manera especial por las normas procésales que rigen la materia, estas son
ficciones jurídicas que a pesar de que su origen no es propiamente de la rama antes mencionada, están
comprendidas en la normativa como innovación en esta nueva Ley.
Se tiene entonces, que la Admisión de los Hechos y la Confesión Ficta de acuerdo al problema
objeto a estudio están contemplado en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo (2002) en el artículo 131,
9

ambas instituciones la toman como igual significado, creando confusión en cuanto a su aplicación
dentro de la legislación en comento.

Antecedentes Investigativos
En tal sentido Suárez, (1999) en su investigación, titulado “La Significación Humanista del Nuevo
Código Orgánico Procesal Penal”, el autor expone que: “Ante el poder coercitivo del Estado se
contrapone una concepción humanista del Derecho, donde éste es capaz de devolver al hombre
trasgresor el status que le corresponde por mandato divino y por efecto de las interpretaciones” (p.60). El
autor antes citado concluyo lo siguiente:
La relación de la Admisión de los Hechos beneficia al imputado porque recibe la condena
inmediatamente y sale del juicio, pero también la victima, porque si no esta satisfecha
puede demandar una acción civil contra el imputado e incluso contra terceros civilmente
responsable, se beneficia el Tribunal y por ende se descarga el sistema carcelario, pues
habrá menos procesados.(p.61)
Así mismo Manzaneda (2000), en su intervención en las Jornadas de Derecho Procesal Penal, en
la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, señalo que: “La Admisión de los Hechos
no debe tomarse como una Confesión de culpabilidad”, porque para empezar la Confesión no aparece
en el Código Orgánico Procesal Penal como medio de prueba, por consiguiente no hay que traerla desde
el exterior, o sea , desde el Código de Enjuiciamiento Criminal para aplicarla en el Código Procesal
Vigente, en segundo lugar porque tampoco es lo que se busca, es decir, que la persona confiese y al
hacerlo de esa manera se siente culpable, y que el juez examine esa Admisión de los Hechos y ahora
que examine la Confesión, sea Judicial o Policial. Se concluye que la Admisión de los Hechos
simplemente es una condición para que el procesado pida la aplicación inmediata de la pena, que según
el Ministerio Público le corresponde a esta persona, pero no es una confesión.
En cuanto a la Admisión de los Hechos, Antequera y Aparicio (2001) en su tesis de grado titulado
“La Sentencia por Admisión de los Hechos en el Código Orgánico Procesal Penal Venezolano”, los
autores sostienen que: “Siendo esto un proceso penal donde el acusado tiene la potestad de admitir los
hechos objetos de la causa penal que se le sigue” (p.55). Ahora bien tal y como señalan los autores
citado Ut Supra este nuevo procedimiento presenta beneficios que sobrevienen al imputado cuando
acepta los hechos, entonces puede prescindir del juicio, correspondiendo al Tribunal de Control dictar
inmediatamente la Sentencia que resuelva el proceso.
En esta doble satisfacción obtenida por la vía jurisdiccional, se comprueba que la Admisión de
los Hechos es el medio idóneo para la solución de conflictos en donde, las partes encuentran una
solución inmediata y que luego es homologada por parte del órgano de jurisdiccional; es de destacar que
esta institución de la norma penal es una excepción, ya que en ella juega un papel importante la voluntad
de las partes que sólo era observada por el procedimiento civil.
Igualmente con referencia a la Confesión se citará un trabajo investigativo cuyo autor es Silva y
Torrelles (2002) en su investigación expone: “La Actuación del Patrono en la Participación de Despido en
el Procedimiento de Estabilidad Laboral Relativa Vigente”(p.45); los autores también afirmaron que el
efecto procesal de esta falta de participación que: “Equivale a una Confesión del patrono de que dicho
despido se hizo sin justa causa, distinguiéndola así de la Confesión Ficta que opera en el proceso
Ordinario” ( p.58).
De los trabajos citados anteriormente, se desprende que la investigación de tipo documental
dogmático jurídica, es la indicada para analizar las dos instituciones, la Admisión de los Hechos y la
Confesión Ficta, a través de la revisión, selección y estudio de las fuentes bibliográficas. Así como se
puede conocer sus efectos dentro del proceso.
Antecedentes Jurisprudenciales
Para el desarrollo de la presente investigación fue de vital importancia el realizar una revisión
jurisprudencial que versa de sobre distintas sentencias emanadas de los diferentes Tribunales de la
República, además de los criterios expuestos por el Tribunal Supremo de Justicia, relacionadas con este
estudio.
10

Con respecto al tema en estudio la Sala Casación Civil, en sentencia de la fecha cinco de
abril de 1995, con ponencia del Magistrado Dr. Héctor Grisanti Luciani, caso: José García contra
Banco de Fomento Comercial de Venezuela C.A., estableció que:
El artículo 351 denunciado establece que las cuestiones previas que enumera, entre las
cuales se encuentra la caducidad de la acción (Ord. 10), debe ser contestada dentro de
los cinco días siguientes al vencimiento del lapso de emplazamiento y que el silencio de
la parte, se entenderá como admisión de las cuestiones no contradichas. Por su parte,
el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil, es el que trata de la confesión ficta, y
dispone que se le tendrá por confeso al demandado cuando se diere contestación a la
demanda y no sea contraria a derecho la petición del demandante, siempre que nada
probare que le favorezca.
En este sentido a criterio de la Sala antes mencionada se trata de dos cuestiones completamente
distintas. En razón de que la cuestión previa trae en el Código, la sanción para cuando el actor no diere
contestación a la misma, y consiste en que la admisión es cierta y por ende la demanda queda
desechada a tenor de lo establecido en el artículo 356 del Código de Procedimiento Civil el cual establece
lo siguiente: “Artículo 356.- Declaradas con lugar las cuestione previas a que se refieren los ordinales 9,
10 y 11 del artículo 346, la demanda quedara desechada... omisis...”.
Respecto a la ausencia del demandado a dar contestación a la demanda, la jurisprudencia de la
Sala de Casación compilada por Ramírez y Garay (1.995) establece que:
La ausencia del demandado a dar contestación a la demanda trae como resultado, que
el demandado queda confeso, es decir, que acepta como ciertos los hechos narrados
en el libelo de la demanda. En el primer caso, la presunción es iuris et de iure, en el
segundo caso, es una presunción iuris tantum.
En el caso de especie, la recurrida sostiene, en relación con la sanción establecida en el
artículo 351, que "...no puede haber confesión sobre el derecho y que siendo la
caducidad un problema de derecho, no puede producirse la confesión ficta...".
Considera la Sala, que la recurrida actuó ajustada a derecho, cuando declaró sin lugar
el pedimento formulado por la parte demandada, de que se considera confeso a la parte
actora, por no dar contestación a la cuestión previa opuesta. En consecuencia, la
denuncia de los artículos 351 y 362 del Código de Procedimiento Civil, es improcedente.
De conformidad con lo establecido en la jurisprudencia, si el actor no concurre a contradecir la
cuestión previa opuesta por la parte demandada, no incurre en confesión ficta, simplemente queda
admitida, conforme lo precisa la ley. En el caso de la confesión ficta, el demandado sucumbirá en la
demanda, si no probare algo que le favorezca o que la acción es contraria a derecho; según lo
establecido en el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil.
Al respecto la Sala de Casación Social, en Sentencia del 25 de Marzo del 2004, con ponencia del
Magistrado Omar Alfredo Mora Díaz, en juicio intentado por el Sindicato Nacional de Trabajadores
Caballericeros, Aprendices, Capataces, Serenos de Cuadra, Similares y Conexos de Venezuela contra el
Instituto Nacional de Hipódromos (I.N.H.), se estableció que:
...Como el tribunal del alzada, no se percataron que el demandado en este caso, es un
instituto que goza de los privilegios y prerrogativas de la República....
...Cuando los apoderados o mandatarios de la Nación no asistan al acto de la
contestación de la demanda intentado contra ella, o excepciones que hayan sido
opuestas, se tendrá unas y otras como contradichas en toda sus partes, sin perjuicio de
la responsabilidad que la omisión apareja al representante del Fisco”. De estas
prerrogativas goza el Instituto Nacional de Hipódromo, según el artículo 4 del Decreto-
Ley que lo crea, existen jurisprudencias al respecto, determinan que gozan de todas y
cada una de las prerrogativas y privilegios que le acuerda la Ley Orgánica de la Hacienda
Pública Nacional, la Ley Orgánica Procesal del Trabajo entre otras que expresamente lo
determinen.
En cuanto al efecto de la confesión no es aplicable a los entes de la Administración Pública en
ninguno de sus niveles, ya que por mandato de los artículos 6 de la Ley Orgánica de Hacienda Pública
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(2.000); por otra parte también es aplicable la regla contenida en el artículo 12 de la Ley Orgánica
Procesal del Trabajo (2.002). Ahora bien, es de entenderse que el Estado en el uso de Ius Imperium
debe contar con algunas prerrogativas que le permitan ciertas ventajas procésales frente a los
administrados en los juicios en donde vea sus intereses en peligro.
En la sentencia que se analiza se puede observar que el juez contencioso en atribución de sus
poderes puede aplicar la analogía traer al proceso soluciones que se encuentren en otras normas para
allanar las lagunas axiológicas que se presentaren en el proceso esta afirmación se desprende de lo
esbozado por la sentencia en estudio cuando establece:
Cuando la cuestión no pueda resolverse por la operatividad de las leyes analógicas,
entran a jugar los principios generales del derecho. En el derecho Civil el principio de la
extensión interpretativa se admite plenamente en toda sus formas. En el Derecho
Administrativo no cabe duda de que tanto en el caso de la ley de individualización
incompleta, como en la ley faltante, procede el razonamiento por analogía.
Sobre la base anterior, este Juzgado considera que al no esta previsto en la Ley del Estatuto de
la Función Publica (2002), la ausencia de una de las partes y, vista la analogía existente entre la materia
laboral y funcionarial, “por el hecho social trabajo”, no obstante la pertenencia a regímenes
jurisdiccionales diferentes, debe completarse la norma pautada por el artículo 103 de la Ley de Estatuto
de la Función Publica, para los supuesto de incomparecencia de las partes con el artículo 130 y 131 de la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo, y en aplicación de tales conceptos este tribunal aplica lo previsto en
él articulo 131 de dicha ley que a la letra dice: “...Si el demandado no compareciere a la audiencia
preliminar se presumirá la admisión de los hechos alegados por el demandante y el tribunal sentenciara
en forma oral conforme a dicha confesión...”

Consideraciones Generales
La fundamentación filosófica donde se enmarca esta investigación por su contenido procesal, es
en la escuela de Derecho Positivo o mejor denominada iuspositivismo. Una versión de esta corriente
filosófica, es la calificada como nacional y expresa que no existen criterios universales de justicia, o de
ética, o de moralidad. Para esta el derecho es una norma expedita por una autoridad y que puede ser
aplicada coactivamente independientemente del contenido moral de la norma. Es esta versión radical, el
derecho serán las normas expedidas por el Parlamento Ingles, como las normas expedidas por Hitler o
por el General Franco, que es una autoridad que expide una norma y que es aplicada coactivamente.
En cuanto a la corriente positivista, sostiene que cualquier norma puede ser apoyada
coactivamente por alguna autoridad, es una norma jurídica, existen versiones moderadas que consideran
que la conexión entre esos valores universales y las normas jurídicas puede o no darse. El positivismo
jurídico moderno, señala que debe haber una vinculación entre criterios de moralidad, justicia y normas
jurídicas. Cuando se da esa vinculación, entonces se esta ante un derecho justo o ante un derecho
bueno, un derecho con contenido moral. Cuando no se da, entonces está ante un derecho injusto, está
ante un derecho poco ético o un derecho no moral y por lo tanto hay la posibilidad de hacer una critica a
ese derecho.
De allí que, el grave riesgo, en la versión radical del positivismo, es si se despoja de todo
contenido moral al derecho, entonces cualquier norma puede ser considerada como una norma jurídica
que debe ser obedecida por los ciudadanos sin miramientos alguna de ser justa o injusta.
Realizadas las consideraciones anteriores se infiere que; el positivismo es una ciencia que nace
con la voluntad de hacer del derecho una ciencia, y que a la hora de solucionar problemas lo importante
no es que la solución sea justa, le basta que exista una norma que de una solución. En este caso la
normativa planteada en el tema de investigación confunde dos instituciones como la Admisión de los
Hechos y la Confesión Ficta y a la hora de aplicarla la toman como igual significado. Entonces se trata de
explicar la Admisión de los hechos en el Derecho Contencioso Funcionarial, y por tal razón el objeto de
esta investigación encuadra en la corriente filosófica señalada.
Conviene destacar que, es característico de la teoría del iuspositivismo, la utilización del método
experimental inductivo, es decir, la utilización del análisis de una serie de hechos concretos para obtener
12

concepto o principios generales relativos a los atributos comunes del derecho vigente, lo que
conduce a la obtención y compresión de verdades jurídicas a posteriori.
Tal método, dirige la investigación a verdades empíricas, las cuales no pudieran expresarse como
esencias constitutivas o de categorías propias, sino hacia fenómenos de los cuales se puede inducir los
elementos comunes a las normas jurídicas objeto de estudio, con lo que se llegaría a elaborar teorías
explicativas del derecho.
Por otro lado, al estudiar la naturaleza del proceso, se ha concebido como el conjunto de
conductas que intervienen organizadamente en la creación de una norma individual por el juez, donde la
organización se logra solamente, si las conductas individuales de los varios sujetos procésales se
realizan bajo ciertas formas de expresión y en ciertas condiciones de lugar y de tiempo que permitan a
cada sujeto conocer con certeza la conducta realizada por los demás y la igualdad de tratamiento en el
proceso.
En cuanto a la forma de los actos procésales, son aquellos requisitos que deben llenar las
conductas de los sujetos del proceso en relación al modo de expresión de la misma. A estos modos de
expresión se refiere primero al uso del idioma legal, que es el castellano, segundo a la escritura tanto los
actos de las partes y del tribunal deben realizarse por escrito y tercero la publicidad que los actos han de
realizarse en forma pública.
Respecto a la ley, ésta no solamente establece las formas de expresión de los actos procésales,
sino también el lugar en que deben realizarse para que produzcan su efecto jurídico en el proceso,
Rengel. (Quién cita a Palacio 2.000) refiere que, “Es el ámbito especial dentro del cual deben cumplirse”
(p.232), es decir, el local u oficina destinada para oír y despachar, en la sede del tribunal de una
circunscripción determinada.
Cabe agregar, que así como los actos procésales tienen su ámbito espacial de realización,
también tienen un ámbito temporal, o tiempo de los actos procésales, que constituye en general la teoría
de los días y horas hábiles para la realización de los actos y en particular la teoría de los términos o
lapsos procésales, con el fin de asegurar a las partes de certeza jurídica, la igualdad de tratamiento y la
lealtad del contradictorio.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, el proceso se presenta como un fenómeno
jurídico complejo, constituido por una sucesión continua de actividades que realizan en él los sujetos que
intervienen, y la teoría de los actos procésales no tiene otra finalidad sino de estudiar los componentes de
ese complejo fenómeno, valer decir, es conducta individualmente considerada para que el proceso
alcance su destino normal, que es la norma jurídica individual en que consiste la sentencia.
En ese mismo sentido en el acto procesal se tiene que las conductas deben ser realizadas por los
sujetos del proceso y ser susceptibles de constituirlo, modificarlo o extinguirlo, éste a su vez deriva una
clasificación sencilla, en primer lugar consiste en distinguir los actos con arreglo a los sujetos que lo
realizan: que son los actos de las partes, los actos del juez y de sus auxiliares y en segundo lugar, con
arreglo a la función que cumplen en el proceso.
En cuanto a los actos del juez, o judiciales, son aquellas conductas realizadas en el proceso por
los agentes de la jurisdicción, no sólo a los jueces, sino también a sus auxiliares o colaboradores, ya sean
permanentes u ocasionales. Por tanto son las diligencias realizadas por el juez con facultad legal para
ello, constituye propiamente actuaciones extrajudiciales, preparatorias de un juicio, y que sólo pueden
adquirir valor procesal, cuando son incorporadas al proceso, que permite asegurar la igualdad del
contradictorio entre las partes.

En relación con este último, los actos del juez se pueden distinguirse en dos grandes categorías:
a) Actos de decisión o resoluciones, son las providencias dictadas por el juez para resolver una cuestión
controvertida entre las partes; y b) Actos de sustanciación o instrucción del proceso, estos son actos de
mero trámite y no de decisión o resoluciones.
En referencia a la clasificación anterior de los actos procésales se encuentran, encontramos los
actos de partes, las conductas realizadas en el proceso por el demandante y por el demandado y
eventualmente por terceros intervinientes que se hacen parte en la causa. Por las diversas funciones que
tiene el proceso, entre los actos de las partes se pueden distinguir: a) Aquellos relativos a la constitución
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del proceso, es la demanda; b) Los relativos a su modificación o desarrollo; y c) Los que lo terminan
o extingue, por la transacción, la conciliación, por el desistimiento y convencimiento en la demanda.
Haciendo referencia a los actos relativos a su modificación o desarrollo del proceso, son los actos
de impulso procesal, lo cual son realizados por las partes con el fin de llevar adelante el proceso hacia su
meta definitiva, que es la sentencia. Al igual que la alegación de la falta de presupuestos procésales, en
este caso el acto de las partes es planteado como cuestión previa y los actos de promoción de prueba, el
cual corresponde estos al período de desarrollo del proceso llamado de instrucción o sustanciación.
En base a lo anterior, conviene destacar que para determinar exactamente la naturaleza jurídica
de la participación de las partes en el proceso o la conducta procesal de las partes como medio de
prueba, primero hay que analizar que son las cargas y obligaciones procésales.
En relación a las cargas procésales, Carnelutti (citado por Rengel-Romberg, 1999) sostiene que
estas son “La necesidad de realizar un acto para prevenir un juicio procesal; de donde se sigue que no es
una obligación, sino un imperativo del propio interés de la parte, frente al cual no existe ningún derecho
de la contraria” (p.290).
Es así que la diferencia entre la carga y obligación reside entonces en la sanción impuesta por el
incumplimiento del acto, es decir, cuando se omite una obligación procesal opera una sanción jurídica,
mientras que el incumplimiento de una carga, origina la pérdida de los beneficios procésales impuestas
por la ley, al acto mismo.
Dicho de otra manera, existirá carga procesal cuando el ejercicio de una facultad esté puesto
como condición para obtener una cierta ventaja dada por la ley, es decir su ejercicio es necesario para
alcanzar un interés, que de no hacerlo, no se impondría una sanción, sino más bien, la pérdida de ese
beneficio. No obstante, obligación y carga tienen en común un elemento de tipo formal, consistente en el
vínculo de la voluntad de la parte inerte, no dándole el beneficio establecido en la ley, mientras que el
incumplimiento de la obligación procesal aprovecha al adversario.
Por otra parte, la diferencia entre la carga y obligación procesal también surge del ámbito
subjetivo, específicamente en el interés de la parte, es decir, cuando la parte actúa en interés ajeno hay
obligación, mientras que si la parte actúa en interés propio, habrá una carga. En el mismo orden de ideas,
Couture (citado por Cuenca, 1965) expresa: “...en el proceso existen tres imperativos, deber, a favor de la
colectividad, obligación, a favor de otro y en contra de sí mismo, y carga, a favor de sí mimo.”(p.269)
Ahora bien mientras la definición de deber implica el sacrificio de un interés propio en beneficio
de un interés ajeno, la noción de carga afirma, un comportamiento que no es propiamente un deber, sino
una actividad libre para obtener una ventaja que le proporciona la ley a las partes para el caso de que
adopte la conducta prevista por ella.
Así mismo, Cuenca (1965), señala que: “A veces la cargas son privada de alguna parte, como la
de la demanda del actor y de la contestación al demandado, pero con frecuencia, pero con frecuencia
existen cargas comunes, como la de afirmación y demostración de los hechos. Estas cargas comunes se
distribuyen por igual o en relación con la distinta posición que cada parte tenga en el proceso. (p.269)
Se puede señalar que la participación, tiene como función distribuir la carga, en el eventual
proceso que se instaure. En el proceso laboral es un proceso de oficio, donde las partes no necesitan
instar los actos procésales para que estos se cumplan y ello como consecuencia de las características
del derecho de fondo que se ha de realizar en ese proceso, en el que esta interesado el orden público.
Además, se trata de un derecho que tiene su fundamento en la discriminación inversa que se hace a
favor del trabajador para superar las desigualdades que se corrigen no solo en el derecho de fondo, sino
también a en el derecho procesal laboral.
En el proceso civil, donde prima la igualdad entre las partes, parece ser lo justo y equitativo, que
corresponda probar a quien afirma. Pero en el proceso laboral corresponderán mayores cargas a quien
debería en principio probar. La naturaleza jurídica de la participación pareciera que se aproxima más a la
noción de carga procesal, que a la de obligación o deber procesal, ya que su incumplimiento no puede
constituir una pena y en consecuencia no puede ser una obligación procesal. Para que pueda
considerarse una obligación debe generar un perjuicio.
De los anteriores planteamientos se deduce que los actos procésales de las partes, con
referencia a los actos de defensa, siendo este un derecho inviolable que corresponde al demandado en el
14

actos de contestación de la demanda, donde se traduce en la más importante carga que pesa sobre
él, sin embargo, puede liberarse de ella realizando los actos concretos de defensa en las condiciones
temporales y de forma establecidas en la ley procesal y evitar así el perjuicio que la omisión de tales
actos, le acarrea la confesión ficta, establecida en el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil
(1987). En relación con este último, en materia Laboral el solo hecho de que el demandado no asista a
algún acto del proceso, así se trate de la contestación de la demanda o en la Audiencia Preliminar, y esté
nada alegare ni probare que le favorezca, operaría la confesión ficta, en la forma planteada por la Ley
Orgánica Procesal del Trabajo (2002).
Se observa claramente que con esta confesión se violaría en mayor o menor medida el derecho a
la defensa y al debido proceso del demandado, que comprende el derecho de probar los hechos
alegados, disponer del tiempo y de los medios adecuados para ejercer la defensa, ser oído en cualquier
clase del proceso con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, tal como lo establece en
artículo 49 numerales 1 y 3 de la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela.
A los efectos de este, al no comparecer a la Audiencia Preliminar el demandado, debe
presumirse la admisión de los hechos aducidos por el demandante siempre que los mismos, no sean
contrarios a derecho, es decir, que el legislador ante la confesión ficta del demandado, autoriza al Juez a
sentenciar, y por otra parte, pues la declaración oficiosa de inadmisibilidad de tales hechos, debe
fundarse en que la pretensión va en contra del orden público, las buenas costumbres o alguna
disposición expresa de la Ley.
Por último, el efecto del artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, se materializa en el
momento de no asistir a la audiencia, el demandado se encuentra lesionado, quedando confeso, siendo
esta una institución propia del rebelde que debió contestar en el tiempo oportuno, imponiéndole una
sanción, que deviene del incumplimiento de la carga procesal. Igualmente al no comparecer este se
presumirá que “admite los hechos” alegados por el actor, esta institución que se presenta como una
variante de la Confesión, que lo mismo seria en el procedimiento funcionarial en el caso de que el Estado
no asista a dicha Audiencia Preliminar, quedando de una manera evidente la posibilidad de abarcar el
vacío de la Ley del Estatuto de la Función Publica en cuanto a la problemática antes mencionada.

Fundamentación Teórica
Condición laboral del funcionario público cuando el Estado no comparece a la audiencia
preliminar
En cuanto a la condición actual del funcionario público frente al Estado por existir un elemento de
conexión entre ambos que es el denominado Hecho Social Trabajo, que es netamente de índole laboral,
y si bien es cierto no tiene utilidad alguna en la legislación jurídica de Venezuela, la distinción entre
funcionario y empleado, en cambio, ofrece interés diferenciar los agentes o servidores privados de la
misma. Los agentes o servidores públicos de la administración son funcionarios o empleados públicos,
mencionados reiteradamente en las disposiciones constitucionales y legales vigentes en el país, los
cuales se hallan vinculados a la administración por nexos de derecho público. Los agentes o servidores
privados están ligados a la administración por nexos del derecho privado.
Funcionarios o empleados públicos, son los individuos que en razón, de nombramiento de
autoridad competente o de otro medio de derecho público, participan en el ejercicio de la función pública,
al servicio de las entidades públicas estatales. Por lo tanto, es necesario acotar los elementos que
integran el anterior planteamiento. Primero es necesario que el ingreso de la administración se realice en
virtud de nombramiento de la autoridad competente, de elección popular o del cuerpo calificado para ello,
de sorteo o de otro sistema autorizado por las leyes que rijan la materia, que son naturalmente, normas
de derecho publico.
En Francia, el Consejo de Estado ha considerado que, cuando las cláusulas de un contrato
contienen estipulaciones anormales en un contrato de derecho privado, y justificadas por el interés del
servicio y que el agente ocupa en el servicio publico puesto de funcionario, puede encontrarse en una
situación contractual de derecho publico, ligado al Estado por un lazo administrativo y tener la cualidad de
funcionario.
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Cuando la incorporación de un individuo a la Administración se efectúa en virtud de contrato,


no deja de serle aplicable la situación estatutaria organizada por las leyes; tan solo quedan a salvo
las condiciones contenidas en el contrato y solo en cuanto no contradigan preceptos de orden publico.
Por lo tanto deben exagerar la importancia del elemento formal, para calificar el individuo como
funcionario público, donde se debe atender principalmente el examen de labor misma encomendada la
sujeto y a las condiciones en que la presta. Puede darse el caso de verdaderos funcionarios públicos que
para eludir la aplicación de ciertas normas jurídicas, no han ingresado a la función pública en virtud de
nombramiento, sino amparados en un contrato de derecho privado, lo que resultaría una simulación.
En un segundo elemento es indispensable que el individuo, para que pueda ser funcionario
público participe en el ejercicio de las funciones públicas, cuales quiera sea la naturaleza de estas.
Podría tratarse del ejercicio de la función legislativa, administrativa o judicial, por lo que los funcionarios
públicos pueden pertenecer a la rama legislativa, administrativa o judicial.
Por tercer y último elemento el individuo no puede ser calificado como funcionario público sino
esta al servicio directo de una persona pública estatal llamase La República, un Estado, un Municipio, un
instituto autónomo. En lo tocante al instituto autónomo, pieza de la administración descentralizada, los
cuales forman parte integrante del Estado en sentido amplio, el personal esta sometido al mismo régimen
de la administración centralizada, salvo que la ley establezca una excepción a la regla general y otorgue
a los empleados respectivos el goce de alguna de las ventajas contempladas en la Ley Orgánica del
Trabajo.
Ahora bien, en este mismo orden de ideas surge el fenómeno denominado como la
Laboralización de la Función Pública, cuyo estudio y análisis lleva a la reflexión de todas las
particularidades o singularidades jurídicas del personal al servicio de la Administración Pública, derivadas
de su carácter público, cuando ésta actúa como si se tratase de un empresario privado, siendo parte de
un estatuto, que en la práctica ha devenido en un contrato de trabajo y que plantea importantes
disfuncionalidades aplicativas de las normas laborales.
No obstante, la relación agente público, para utilizar una expresión fuera de moda con la
Administración se rige por la teoría del acto administrativo unilateral o estatutario. Así, la relación
funcionarial ha sido tradicionalmente concebida como aquella relación de carácter continuado mediante la
cual la Administración Pública se sirve, a través de la correspondiente remuneración, de la actividad
profesional de personas físicas que aparecen encuadradas en su propia organización administrativa
formando parte de la misma. Se inicia a través del acto administrativo de nombramiento, del cual derivan
derechos y obligaciones para cada uno de los sujetos de la relación, predeterminados por normas
unilaterales de carácter público.
Siguiendo los anteriores postulados, esta relación se distingue fácilmente de la relación de trabajo
privada, entre cualquier trabajador y su empresa, en la medida en que ésta se configura por medio de un
acto jurídico de carácter privado “un contrato”, en el que son las propias partes, las que pactan todas las
condiciones de trabajo y sin posibilidad de que una de ellas pueda unilateralmente alterarlas, excepción
claro esta, del contrato de trabajo por adhesión, que por su unilateralidad, en su nacimiento, tiene
similitud con el acto estatutario, solo que el de derecho privado, es un contrato.
A lo largo del siglo pasado, surgieron distintas teorías que intentaron explicar la especial
naturaleza de la relación que une al funcionario con la Administración en la que presta sus servicios. Sin
embargo, de todas ellas la que más éxito tuvo, no sólo en el país, sino también en los modelos de
Función Pública que resultan afines, fue la teoría unilateralista o estatutaria, que parte de la especial
posición de supremacía de la Administración en el momento de instauración de la relación.
Acontece, no obstante, que el estudio de la naturaleza jurídica de la relación de empleo público
se ha realizado hasta ahora teniendo en consideración únicamente el dato de que uno de los sujetos de
esta relación era la Administración Pública y el otro el funcionario público, que constituye uno de los
elementos básicos de la propia organización administrativa y con la que aparece plenamente identificado.
Naturalmente, toda esta concepción del empleo público se fundamenta en la consideración ideológica de
la situación de superioridad de la administración pública dentro del ordenamiento jurídico nacional con
motivo de su servicio a los intereses generales, así como de la atribución a la misma de un conjunto de
16

potestades que le permiten incluso imponer, a través de actos de naturaleza unilateral, su voluntad a
los particulares.
Partiendo de esta visión, no es de extrañar que la doctrina clásica considerara la voluntad del
funcionario en el momento inicial de constitución de la relación como algo prácticamente irrelevante y, a
partir de este dato, construyera la teoría unilateralista o estatutaria para explicar la naturaleza de la
relación de empleo como algo completamente distinto de la relación de trabajo privada.
Ahora bien, definir la naturaleza jurídica de la relación del empleo público, teniendo en
consideración únicamente la posición de superioridad de la Administración Pública, en cuanto servidora
de los intereses públicos y la falta absoluta de relevancia del consentimiento prestado por el funcionario
para su incorporación a la Administración, acerca a una visión parcial y diferenciada de la realidad que
hoy en día constituye el empleo en la Administración.
Se hace necesario cada vez más, superar esta concepción y profundizar en el significado que ha
tenido el reconocimiento constitucional del derecho a la libertad de sindicalización de los funcionarios
públicos, en la consagración de determinados valores y principios que aparecen a lo largo de todo el texto
constitucional y que también son perfectamente aplicables a este ámbito y, sobre todo, se hace necesario
empaparse en el contenido real de la relación, pues el propio devenir de los acontecimientos ha
demostrado que apenas existen diferencias sustanciales entre ambos tipos de relaciones, en contra de lo
que habitualmente se ha considerado.
Efectivamente, si se centra por ejemplo en el caso venezolano, acontece que esta visión
tradicional de la relación funcionarial aparece distorsionada actualmente por el propio desenvolvimiento
de la realidad y, sobre todo, por la entrada en vigor de la Constitución 1999, pues ésta reconoce una serie
de valores y principios que hacen que nos planteemos seriamente, si no es ya el momento de superar
esa perspectiva estatutaria, anclada en el pasado económico y jurídico.
En efecto, tal como se ha sostenido, esta visión formal y vinculada teleológicamente en todo caso
a la consecución de los intereses generales, desemboca necesariamente en una concepción acontractual
de la relación de empleo público, ya que tal visión se desenvuelve en el interior del propio ordenamiento
administrativo, que se concibe cerrado y aislado del ordenamiento jurídico general.
De esta forma, la relación de empleo público se entiende como instrumental a la eficacia del
aparato administrativo, subsumida en la perspectiva finalística que le informa y preservada del
reconocimiento de intereses contradictorios, como son los que subyacen a un entendimiento contractual
de dicha relación. En virtud de ello, el análisis de la relación de empleo público desde el enfoque
exclusivamente iusadministrativista resulta insatisfactorio, toda vez que limita formalmente el campo de
observación de la misma, propio del Derecho administrativo, haciendo prevalecer la Administración frente
a los funcionarios.
A pesar de que se puede dejar de tener en consideración el análisis, la especial posición que
ocupa el funcionario público dentro de la organización administrativa, resulta evidente que con el
reconocimiento constitucional de todos estos derechos y valores a los que anteriormente se ha hecho
referencia, el constituyente patrio ha querido poner de manifiesto y resaltar la llamada relación de
servicio. Esto es, lo decisivo para determinar la naturaleza de la relación que une al funcionario con la
Administración no va a ser ya única y exclusivamente la llamada relación orgánica, es decir, aquella en
virtud de la cual el funcionario se muestra hacia el exterior como formando parte de la organización en la
que presta sus servicios y con la que aparece completamente identificado, sino también y principalmente,
la llamada relación de servicio, en cuya virtud el funcionario público no es sino un trabajador más, que
realiza sus tareas en el ámbito de una administración pública a cambio de su correspondiente
remuneración que le otorgan una serie de derechos de carácter colectivo, y son precisamente estos
derechos colectivos, los que vienen a poner en tela de juicio la base dogmática de la teoría estatutaria.
Conviene al propuesto explicar los postulados esenciales de la tesis estatutaria, que ha tenido
aceptación casi unánime, en los diferentes ordenamientos jurídicos de corte continental, como sucede por
ejemplo, con Francia, España, Italia y Alemania.
De conformidad con la tesis estudiada, se otorga gran importancia a la voluntad de la
administración, en virtud de sus funciones a favor del colectivo y se le resta al empleado público,
significación en cuanto a la voluntad se refiere, aparte de reconocer, que la administración, se manifiesta
17

por intermedio de personas naturales, pero lo relevante en cuanto a la condición de funcionario


público, es en primer lugar el nombramiento por autoridad competente, en segundo el que se
desempeñe en una función pública remunerada y en último término, que sea con carácter permanente,
conforme pauta el artículo 3 de la Ley del Estatuto de la Función Pública, es de hacer notar, que no se
requiere en la definición la aceptación del cargo, lo que incide en la función pública, no como requisito
esencial, para ser funcionario público, sino como un requisito de validez, del acto de nombramiento, cual
sucede con el juramento conforme a la Ley respectiva , publicada en Gaceta Oficial Nº 21.799 de fecha
30 de agosto de 1945, en cuyo artículo 1 se lee lo siguiente: “Ningún empleado podrá entrar en ejercicio
de sus funciones sin prestar antes juramento de sostener y defender la Constitución y Leyes de la
República y de cumplir fiel y exactamente los deberes de su empleo”.
No cabe duda alguna de que ésta es la teoría que ha tenido éxito en el ordenamiento jurídico
venezolano, es decir, la configuración del nombramiento meramente como un acto administrativo
unilateral y el sometimiento de los funcionarios públicos a un régimen definido básicamente mediante
leyes y reglamentos, subordinados al principio de legalidad. Sin embargo, y aun siendo plenamente
conscientes de su aceptación tanto por la doctrina como por la jurisprudencia, en virtud de que dado el
alcance y las repercusiones que tiene esta teoría, resultaría necesario analizar sus postulados, para así
poder replantear posteriormente la consistencia actual de todos y cada uno de los planteamientos y de
las premisas de las que parte.
Ahora bien, son varios los pilares en los que se basa esta concepción estatutaria, pero entre
todos ellos, destaca como argumento principal, la consideración de la administración pública es un sujeto
de derecho, que, debido a su función de servicio a los intereses generales, ocupa una clara posición de
primacía y superioridad respecto a los demás. Efectivamente, como quiera que la administración actuaría
en estos casos intentando satisfacer un interés público: garantizar el funcionamiento de los servicios
públicos mediante la admisión de los empleados, estaría plenamente justificado que se encontrara en una
posición de superioridad, al igual que cuando dicta cualquier acto administrativo. No podrían fundirse en
un contrato o en un acto administrativo bilateral los dos actos, a través de los cuales la administración y el
funcionario expresan su voluntad, dado que se trata de dos actos unilaterales y de desigual valor, puesto
que es distinta su causa jurídica.
Sólo, pues, el acto administrativo unilateral del nombramiento constituiría la relación de empleo
público, mientras que el acto de aceptación del empleado tendría meramente carácter secundario y
accesorio, influyendo únicamente sobre la eficacia del acto administrativo.
Pues bien, este argumento ha constituido la piedra angular de todo el sistema en la medida en
que de él, se han hecho derivar prácticamente todas las especialidades que, frente al régimen laboral,
han caracterizado tradicionalmente a la relación jurídica funcionarial. Efectivamente, partiendo de la
desigual posición jurídica de los dos sujetos, estaría plenamente justificada la negación contractual, de la
naturaleza misma de la relación funcionarial. Se explicarían asimismo, sin necesidad de realizar grandes
esfuerzos interpretativos, la mayoría de los aspectos que han identificado y dado sustantividad a la
relación funcionarial como una relación jurídica completamente distinta y alejada de la relación privada
laboral. De la misma manera, estaría plenamente justificado que la administración dictara con carácter
unilateral normas jurídicas de obligatorio cumplimiento para sus empleados, colocando a éstos en una
situación objetiva exclusivamente determinada por las correspondientes normas jurídicas.
Las consecuencias de esta argumentación, no pueden tratarse a la ligera, toda vez que implican
no sólo la exclusión de cualquier presunción de contractualidad que se pretenda observar en el momento
inicial de la instauración de relación de empleo, sino que también incidirá, a lo largo de todo el desarrollo
de la misma, excluyendo cualquier intento de participación de los funcionarios públicos en el
establecimiento de sus condiciones de trabajo a través del instrumento de la negociación colectiva.
Efectivamente, el funcionario, al aceptar mediante la toma de posesión el nombramiento, estaría
manifestando meramente su consentimiento para su inminente incorporación a un régimen legal o
estatutario predeterminado, es decir, a una situación jurídica objetivamente definida y en la que se le
negó en el pasado, la posibilidad de debatir o negociar sus condiciones de empleo. Pues bien, también
de este aspecto concreto han deducido los autores que, dado que la voluntad de las partes no es libre
para determinar sus propias condiciones de trabajo, carece completamente de sentido hablar de contrato.
18

Otro aspecto importante que han resaltado algunos autores para justificar la teoría
unilateralista que enlaza directamente con los postulados ya desfasados de la teoría política, es la
idea de que el servicio de los empleados públicos es una necesidad imprescindible para la propia
subsistencia del Estado, así sin jueces, magistrados, sin profesores, o médicos, etc., el Estado sería
incapaz de cumplir sus propios fines y, en consecuencia, vendría a menos su propia razón de ser.
El cuerpo de los empleados constituye el medio con el cual la administración consigue sus fines.
Dado, pues, que la vida del Estado no puede depender de un mero acuerdo de voluntad que puede o no
alcanzarse, en todo aquello que sea necesario para la propia subsistencia del Estado, éste no actúa
llegando a acuerdos con los ciudadanos, sino más bien, imponiendo su voluntad, aplicando su soberanía.
Cabe aquí acotar la distinción que hace el Profesor De Pedro (2004) en cuanto a la distinción
entre órgano administrativo y funcionario público:
...Diferenciación que, sin duda, será ilustrativa como explicación del tema. El primero,
constituye un conjunto de competencias, es una parte de la Administración Pública,
comparte su personalidad, se identifica con ella; el segundo es una persona física, un
sujeto determinado, una persona que goza de unos derechos y está obligado por unos
deberes, los cuales puede, incluso, ejercerlos contra la propia Administración. Ambos,
órgano y funcionario, pueden coincidir en un mismo titular y, de hecho, lo hacen
frecuentemente. Son dos conceptos jurídicos yuxtapuestos y no mezclados: el órgano
carece de personalidad y posee competencia; el funcionario es sujeto de derechos y
obligaciones; el funcionario puede ascender o ser sancionado pero no el órgano...
No obstante, la sola explicación estatutaria, que pretende despojar de todo valor a la voluntad del
funcionario público en la instauración de la relación, carecería en los momentos actuales en que vivimos
de todo fundamento, por no decir que resultaría completamente irrisorio, si tenemos en consideración el
cada vez mayor número de personas que aspiran a ocupar puestos en la función pública. No se discute
aquí, pues, la premisa de la que se parte, toda vez que es indiscutible que para el cumplimiento de los
fines que el Estado tiene atribuidos, deviene imprescindible contar con medios personales, esto es, con
funcionarios públicos, que sean capaces de llevar a cabo todas aquellas actividades que sean necesarias
para el adecuado servicio y consecución de los intereses generales. Ahora bien, parece a todas luces
exagerado, anular la voluntad del funcionario público por entender únicamente que algo tan importante
como la permanencia del propio Estado, no puede dejarse al albur de un mero acuerdo de voluntades
con los particulares, que podría o no darse.
Por lo anteriormente expuesto, se evidencia estar de espaldas a la realidad, cuando el Estado
hace gala de un cúmulo de personas que ejercen función pública, sin estar amparados por la condición
de empleados de carrera, surgiendo variados funcionarios, que aún ejerciendo función pública, no gozan
de la estabilidad propia de estos y alguno, como los contratados, por ejemplo, coexisten bajo el régimen
de Derecho del Trabajo.
Consecuencia de lo anterior, es la imposición de los regímenes estatutarios o funcionariales, que
deslindan el derecho funcionarial del derecho del trabajo, esta concepción es de vieja data, cuando en
sistemas como el francés, la función pública se distinguía claramente del empleo privado, siendo
sintomática la cita Hanker que dice lo siguiente:
...En la concepción nacida de la Revolución, los hombres formados especialmente para el
servicio al Estado no son empleados en el sentido del Derecho privado, sino más bien
sus agentes: no se puede distinguir el Estado-empleador del Estado poder público, ya
que no se puede desprender de esta segunda cualificación. Los funcionarios representan
al Estado al mismo tiempo en que le sirven. Sin duda ellos tienen aspiraciones,
reacciones personales, pero sería inconcebible que pudieran entrar en contradicción con
los intereses superiores que defiende la Administración. Para esta última, el personal es
un medio de acción, de la misma manera que el dominio o el dinero.
Es oportuno reproducir textualmente estas palabras por entender que resumen a la perfección la
filosofía que envuelve toda la particularidad de la función pública francesa y que hasta el tiempo reciente
ha justificado la aplicación a los empleados públicos de unas reglas jurídicas completamente diferentes a
las aplicadas a los trabajadores privados. En efecto, ante las dificultades para distinguir la figura del
19

Estado-poder público del Estado-empleador, acontece que toda la persona que presta sus servicios
en una administración pública se convierte automáticamente en representante del Estado. Como el
Estado representa los intereses públicos, sus empleados, más propiamente dicho, sus agentes pues ni
siquiera sería correcto denominarlos trabajadores- están representando también los intereses generales.
Esta representación del interés general impediría cualquier intento de los funcionarios de hacer
prevalecer sus intereses particulares.
Por ello no es extraño, que a partir de esta concepción la función pública haya constituido para la
doctrina del siglo XIX y primera parte del XX, un grupo social aparte, voluntariamente cerrado, pues, tal
como apuntaba Tocqueville: “Los funcionarios administrativos, casi todos burgueses, forman ya una clase
que tiene su espíritu particular, sus tradiciones, sus virtudes, su honor, su orgullo propio. Es la
aristocracia de la nueva sociedad que está ya formada y viva” (p/sn)...
Por otra parte, dado que los funcionarios no son considerados como empleados del Estado, sino
más bien como sus medios de acción, resulta difícil admitir que ellos puedan tener otros intereses que no
sean los suyos y, en consecuencia, que puedan protagonizar reivindicaciones profesionales. En
coherencia con este planteamiento resultaría, pues, totalmente inconcebible reconocer a los agentes
públicos los derechos sindicales reconocidos al resto de los trabajadores, toda vez que sería ilógico
pensar siquiera en la posibilidad de que los funcionarios pudieran tener otros intereses distintos a los
intereses generales que ellos están llamados a satisfacer y que intentaran hacerlos prevalecer, por
ejemplo, a través del instrumento de la huelga. De todo ello resulta que, por una parte, el Derecho del
trabajo no se aplica a la función pública y, por otra, que los medios de actuación colectiva resultan
incompatibles con el régimen estatutario y las garantías allí concedidas.
Desde este mismo punto de vista, la igualdad jurídica que en el ámbito privado preside las
relaciones entre empresarios y trabajadores no tendría aplicación en las relaciones entre el Estado y sus
agentes. Entre personas privadas se impone la igualdad en la medida en que todos los intereses en
presencia son de la misma naturaleza e igualmente respetables. Por el contrario, desde el momento en
que el poder público interviene, esta pretendida igualdad, debe desplazarse en provecho de aquél,
porque los fines que éste persigue no son comparables a los de los individuos o las colectividades
privadas. La situación del funcionario en sus relaciones con el Estado es, pues, necesariamente de
subordinación. Así concebida, la Función Pública no es un oficio como otro cualquiera, es un servicio.
Por su parte, el juez administrativo, a través de sus innumerables decisiones, ha ido forjando un
Derecho de la Función Pública cuya principal característica ha consistido tradicionalmente en el carácter
desigual de las relaciones que unen a las Administraciones Públicas con las personas que les sirven: al
participar directamente en la ejecución misma del servicio público, la situación jurídica de los empleados
debía verse dominada por las exigencias ligadas a este verdadero dogma de Derecho administrativo
general.
Toda esta concepción política se expresa en el plano jurídico en la especial naturaleza del vínculo
que une a la administración con sus agentes. Ésta, lejos de tener un carácter contractual, tal como
sucede en el ámbito de las relaciones privadas de trabajo, se caracterizaría básicamente por su carácter
estatutario o unilateral, sin que el acercamiento que se está produciendo en los últimos años con el
Derecho laboral le haya hecho perder su carácter específico, es decir, su finalidad: que es el servicio
público. Pues bien, esta concepción ideológica acerca de la particularidad de la Función Pública fue
tempranamente ratificada por el Consejo de Estado Francés, que reconoció que las decisiones tomadas
en violación del estatuto funcionarial no eran competencia del juez del contrato, lo que era tanto como
afirmar, que la función pública no tenía en modo alguno carácter contractual.
Pero no obstante lo anterior, en Venezuela desde 1975, se reconoce a los empleados públicos el
derecho a las prestaciones sociales, que la Ley del Trabajo, reconoce a los trabajadores privados y luego,
por intermedio de las “Actas Convenios”, comenzó un lento pero progresivo, reconocimiento del derecho
de los empleados públicos a la sindicalización, que fue definitivamente expresado primero en el artículo 8
de la Ley Orgánica del Trabajo y posteriormente en el artículo 32 de la Ley del Estatuto de la Función
Pública, al permitir, a los empleados de carrera, exclusivamente, la sindicalización y el derecho a la
huelga igualmente el artículo 88 de la Ley que se comenta, dejó en manos del Ministro de Infraestructura
el “...Evaluar el costo de los proyectos y acuerdos de las convenciones colectivas de trabajo en la
20

Administración Pública Nacional...” y al reconocimiento al derecho a la sindicalización se hizo


realidad, mediante la ratificación del Convenio de la OIT 87, de 1948, Sobre Libertad Sindical y
Protección del Derecho de Sindicalización, ratificado por Venezuela el 29/07/1976, otra normativa de la
OIT que ampara la sindicalización de empleados públicos, es la Convenio Nº 98 sobre Derecho de
Sindicalización y Negociación Colectiva de 1949 ratificado por Venezuela el 19/12/1968, igualmente en la
Declaración de Derechos del Hombre de 1948 se establece en su artículo 23:
1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones
equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria,
que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y
que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección
social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus
intereses.
En igual forma la Carta de Derechos Humanos de la Unión Europea, establece en su artículo 22
la Igualdad entre hombres y mujeres.
Debe garantizarse la igualdad de oportunidades y de trato entre hombres y mujeres en materia
de empleo y de trabajo, incluida la igualdad de retribución por un mismo trabajo o por un trabajo de valor
igual.
El principio de igualdad de trato no impedirá a ningún Estado miembro mantener o adoptar
medidas que ofrezcan ventajas concretas destinadas a facilitar al sexo menos representado el ejercicio
de actividades profesionales o a evitar o compensar desventajas en sus carreras profesionales.
Artículo 29: Condiciones de trabajo justas y equitativas
1.- Todo trabajador tiene derecho a condiciones de trabajo sano, seguro y digno.
2.- Todo trabajador tiene derecho a la limitación de la duración máxima del trabajo y a
períodos diarios y semanales de descanso, así como a un período anual de vacaciones
pagadas.
Artículo 30. Protección de los jóvenes en el trabajo
Está prohibido el trabajo infantil. La edad mínima de admisión al trabajo no debe ser
inferior a la edad en que concluye la escolaridad obligatoria, sin perjuicio de disposiciones
más favorables para los jóvenes y salvo excepciones limitadas.
Los jóvenes admitidos a trabajar deben disponer de unas condiciones de trabajo adaptadas a su
edad y deben estar protegidos frente a la explotación económica y cualquier trabajo que pueda ser
perjudicial para su seguridad, salud o desarrollo físico, mental, moral o social, o poner en peligro su
educación.
El Estado venezolano suscribió la Carta Internacional Americana de Garantías Sociales o
Declaración de los Derechos Sociales Del Trabajador, en la IX Conferencia Internacional Americana en
Río de Janeiro el año 1947, que si bien no ha sido ratificado, ni convertido en Ley Aprobatoria, establece
en su artículo 24 lo siguiente:
…Artículo 24. Los empleados públicos tienen derecho a ser amparados en la carrera
administrativa, de modo que se les garantice, mientras cumplan sus deberes, la
permanencia en el empleo, el derecho al ascenso y los beneficios de la seguridad social.
El empleado tiene también derecho a ser amparado por una jurisdicción especial
contencioso-administrativa y en caso de sanción, el de defensa dentro del procedimiento
respectivo…
Ello así, en la marco interno se tienen los derechos constitucionales sociales de sindicalización,
previstos en los artículos 95, 96 y 97 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que
pautan la libertad sindical y en especial el derecho a la huelga de los funcionarios públicos . Así como las
normas preconstitucionales de la Ley Orgánica del Trabajo, ya citadas , gozando los empleados privados
de una estabilidad relativa, tendencia que se acentúa en el Funcionario Público, dado que la estabilidad
absoluta de este, es un dato, que comienza a pertenecer al pasado.
21

Por tal razón se señala que la estabilidad absoluta pertenece al pasado, no por cuanto ella es
dañina en si misma o no exista actualmente, sino por la forma como se ha utilizado la contratación
colectiva inexistente en el pasado desde el punto de vista jurídico, pero que era una realidad que debían
afrontar las Administraciones Públicas y que hicieron mella en el sistema funcionarial, al punto que se fue
haciendo cada día más necesario, el empleado contratado, por virtud del cuestionamiento de la
estabilidad absoluta, por razones económicas y por el abuso en las contrataciones colectivas públicas,
pero al advenir la tesis del ingreso irregular, convertido en regular, a título de castigo a la Administración
reticente en proveer concursos, fue necesario que una norma, de rango constitucional, eliminase tal
ingreso irregular, el artículo 146 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
Pero además de lo antes indicado la Administración se ha visto obligada a utilizar los métodos del
derecho laboral para el ingreso de personal, así la contratación, desde hace muchos años, es una forma
de anormalidad-normal, utilizada por la administración pública, para el ingreso de personal, esa fórmula,
antes de la vigencia de la actual Carta Magna, podía erigirse en un medio de ingreso irregular a la
Carrera Administrativa, en virtud de una sentencia, que se dice obra de la Dra. Hildergad Rondón de
Sansó, quien en la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, quiso, por este medio, sancionar a los
entes públicos, que no llamaban a concurso, lo que no se hace desde mucho tiempo atrás, quizás unos
veinte o treinta años.
Pero al advenir la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, esta, en su artículo 146
, eliminó esa posibilidad, dejando como única alternativa, que el ingreso a la Función Pública fuese por
medio de concurso, eliminándose el ingreso irregular , vía contractual, para formar parte del funcionariado
público, pero no eliminó el contrato en si mismo, lo que debió ser una consecuencia lógica; pero este
ingreso irregular, sigue sucediendo y, cada día con mayor fuerza, para poder citar que los Jueces del
Trabajo las secretarias y el personal administrativo de los circuitos laborales, por solo citar un ejemplo,
son contratados por unos pocos meses, sujeto a su rendimiento, la posibilidad de renovación del contrato,
renovación por cierto que no tiene los efectos que surte en materia laboral, de indeterminación de la
relación de trabajo y ahora, en lugar de seguirle un proceso al Juez así nombrado, se le revoca el
contrato o no se le prorroga, lo que implica que existe un sistema dual de empleo en la Administración,
uno, el del concurso, casi abolido en la práctica, y el otro, el del contrato, que genera, según las
sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, un desplazamiento competencial ; en efecto, en el primer
caso, serán competentes los tribunales contenciosos administrativos y en materia de contratados, que ya
son mayoría, son competentes los tribunales laborales.
Como se dijo anteriormente, la competencia para solucionar los conflictos que se planteen entre
la administración y su personal va a ser distinta según se trate de funcionarios o de personal laboral. Si
se trata de aquéllos, será competente la rama contencioso-administrativa; si por el contrario se trata de
personal sujeto al Derecho del trabajo, la competencia será de los tribunales Laborales. La distinción no
es en absoluto insignificante, sobre todo si se tiene presente el carácter tuitivo, que caracteriza a la
jurisdicción social y que la Jurisdicción contencioso-administrativa es considerada como una Jurisdicción
mucho más lenta, más cara, más técnica y más alejada del justiciable. Como se demuestra con el cierre
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, por un año y nada significativo ocurrió en el país
por ello.
Resulta difícil entender cómo, aun pudiendo realizar las mismas funciones, dependiendo de la
naturaleza de la relación que une al trabajador con la administración puedan estar sometidas a diferentes
regímenes competenciales Por ello mismo, desde algunos sectores laboralistas se critica esta solución
como un intento más por parte de los administrativistas de identificar y reafirmar la naturaleza del
personal estatutario como una naturaleza propia y distinta a la de las demás relaciones de trabajo.
Éstas son, pues, las distinciones más relevantes que actualmente existen entre ambos tipos de
personal, pues han pasado ya a ser meras anécdotas las diferencias sustanciales en cuanto a
inamovilidad. La pregunta más inmediata que se puede plantear es la de si es o no, constitucionalmente
admisible, o incluso conveniente, que trabajando ambos tipos de personal en la misma organización
administrativa, existan este tipo de discriminaciones, máxime cuando en numerosas ocasiones no van a
existir diferencias sustanciales en cuanto a las tareas desempeñadas.
22

Antes de formular cualquier tipo de respuesta apresurada es preciso partir de un dato


esencial y del cual no podemos olvidarnos: la relación que une al funcionario con la administración es
una relación de carácter estatutario, con las numerosas implicaciones y consecuencias que ello lleva
consigo; por el contrario, la relación que une al personal laboral con la Administración en la que presta
sus servicios es de carácter contractual. He aquí ya un dato que muestra una diferencia importantísima
que va a impedir hablar, al menos teóricamente, de la existencia de una relación de semejanza entre el
personal laboral y el funcionario público y, en lógica consecuencia, la aplicación del mismo régimen
jurídico.
De tal manera que si la misma se proyecta en el tiempo, esta situación es fácil advertir, que en
pocos años, no habrá un funcionariado público, sino personal contratado de la administración y la
competencia para conocer, si se sigue la tendencia actual, será la de los tribunales del trabajo, con lo
cual, desde un punto de vista práctico jurídico se centrará el problema competencial en el ámbito
subjetivo y no en el objetivo, es decir, se tomará en consideración al trabajador ámbito subjetivo y no al
ente para el cual se presta el servicio ámbito objetivo a pesar de que según, la Ley del Estatuto de la
Función Pública, sólo podrá procederse por la vía del contrato en aquellos casos en que se requiera
personal altamente calificado para realizar tareas específicas y por tiempo determinado y expresamente,
prohibiéndose, la contratación de personal para realizar funciones de Funcionarios Públicos ordinarios, en
consecuencia, la norma en cuestión, no tiene forma de cumplirse a cabalidad .
En este sentido, la forma de actuar de la Administración violentaría varios principios básicos, en
primer lugar el de legalidad, por cuanto, no obstante la prohibición legal se contrata a personal, para
realizar labores de funcionarios fijos u ordinario, pero al mismo tiempo, se violenta la normativa de la
igualdad ante los cargos públicos y por último se atentan los derechos de sindicalización y huelga, que
según se apuntó arriba, sólo procede para el personal de carrera, cual postula el artículo 32 de la Ley del
Estatuto de la Función Pública.
Ahora bien, unas especificada la condición del funcionario publico frente al Estado, procedemos a
desarrollar lo que es la Audiencia Preliminar en el Contencioso Funcionarial Venezolano, en virtud de
esto, la justicia administrativa, ha dicho la Jurisprudencia Constitucional Española, es una justicia de
tutela de derechos e intereses legítimos, una tutela de posiciones subjetivas.
Existen muchas opiniones conceptuales sobre la jurisdicción contenciosa administrativa, por
ejemplo para Moles, el Contencioso Administrativo, es ante todo, lo que indica su nombre, una contención
o controversia con la Administración, la cual puede suscitarse, tanto respecto a un acto administrativo
tildado de ilegal o ilegitimo, como respecto a un derecho subjetivo lesionado o la reparación de un daño.
Por otro lado García Enterria (2005), ha expresado: El contencioso no es, modo alguno, un proceso al
acto, o de protección de la sola legalidad objetiva; es un proceso de efectiva tutela de derechos los
recurrentes y los de la administración, entre si confrontados.
La jurisdicción contenciosa administrativo consagrada en él articulo 259 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, es un sistema de control de la actividad de los poderes públicos en
el ejercicio de sus potestades y privilegios, para someter su actuación a la legalidad y al derecho. Otorga
al juez amplias facultades para anular los actos administrativos generales o individuales, contrarios a
derecho (usurpación, abuso, y desviación de poder), condenar al pago de sumas de dinero y a la
reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la administración (contractual o extra
contractual); conocer de reclamos de prestación de servicios (la prestación normal o anormal de un
servicio público) y disponer de lo necesario para el reestablecimiento de las situaciones jurídicas
subjetivas por la actividad administrativa.
Amparadas todas en el principio de legalidad administrativa que conlleva al sometimiento pleno
de la administración pública al ordenamiento jurídico, y al control judicial, de manera que no haya
exclusión a ese control. La constitución garantizara el sometimiento de las administraciones públicas al
principio de legalidad, tanto en relación a las normas que rigen su propia organización, como el régimen
jurídico, el procedimiento administrativo y el sistema de responsabilidad. Establece los principios que
influyen en la actuación administrativa y garantizan el sometimiento pleno a la Ley y al Derecho.

La Audiencia Preliminar Funcionarial tipificada en la Ley del Estatuto de la Función Pública.


23

En virtud de esto, el procedimiento contencioso administrativo según Merkl,:


El procedimiento administrativo es un modo de producción de un acto, por aplicación de
normas jurídicas superiores a ese acto. Administrar es un obrar humano, consciente. En
todo obrar se distingue un fiere o un factum o teleológicamente, un camino y una meta.
En la Ley sobre el Estatuto de la Función Pública, en su articulo 93 regula el proceso
contencioso administrativo en materia de función pública, correspondiendo a los tribunales competentes
en materia de función pública conocer y decidir todas las controversias que se susciten con motivo de la
aplicación del presente Decreto Ley en particular las siguientes:
Las reclamaciones que formules los funcionarios o aspirantes a ingresar en la función pública
cuando consideren lesionados sus derechos por actos o hechos de los órganos o entes de la
administración pública nacional.
Las solicitudes de declaratorias de nulidad de las cláusulas de los convenios colectivos.
Ahora bien, el procedimiento continua con una admisión de la querella, un lapso de
emplazamiento que se le otorga al Estado para que conteste la querella, entendiéndose la contestación,
el acto efectuado por el demandado donde confirma o rechaza en todo o en parte la pretensión del
demandante en este caso el funcionario público, y no habiendo asistido el Estado al acto de contestación
de la demanda, ha sido criterio jurisprudencial reiterado así como lo establece el articulo 102 de Ley
sobre el Estatuto de la Función Pública, que cuando el Estado no contesta la demanda se entiende que
el Estado contradice en todas sus partes, debido al privilegio que goza el Estado.
No siendo así, en el caso planteado, debido a que el funcionario público o empleado público,
goza del principio constitucional como es que el Estado está en la obligación de garantizar la estabilidad
laboral y los elementos que esto conlleva, tomando en consideración el hecho social trabajo.
Con relación a la audiencia preliminar, la falta de comparecencia del patrono en este caso el
Estado se entiende como admitidos los hechos, cuya interpretación analógica debería ser aplicada con el
artículo 131 de Ley Orgánica Procesal del Trabajo, con el objetivo de complementar el vacío que
presenta la Ley sobre el Estatuto de la Función Pública, en el articulo 104 referente a la audiencia
preliminar, en vista de que no prevé la incomparecencia del Estado a la mencionada audiencia, donde el
Juez Contencioso debe actuar como un intermediario para la conciliación entre las partes y en vista de
que no se puedo lograr la conciliación por la falta de presencia del Estado, el Juez debe decidir con
conforme a la aplicación de la norma que mas favorezca al trabajador en este caso el funcionario
público, atendiendo al principio denominado como el In dubio Pro Operario.
La Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos.
En virtud de lo anteriormente citado, se considera distinguir la confesión ficta y la admisión de los
hechos para determinar a ciencia cierta, si es la Confesión o la admisión de los hechos, la sanción
procesal que le impondría el juez contencioso al Estado por su abstención a no contestar la litis y por no
asistir al llamamiento del órgano jurisdiccional a comparecer a la audiencia preliminar.
En consecuencia, la Confesión en casi todas las épocas, sin distinción de Estado y legislaciones,
ha sido considerada la confesión como la reina de la prueba “Regina Probationum”. En el derecho
contemporáneo a ocupado un carácter especial, no obstante en la actualidad se han iniciado
cuestionamientos a los paradigmas que fundamentan a la confesión.
Al respecto Henríquez La Roche, (citado por Rodrigo Morales 2003) define la confesión como:
“El reconocimiento o aceptación que hace una persona de hechos relevantes a una determinada litis o
relación jurídica que le concierne y que son opuestos al efecto jurídico que reclama, espera o interesa al
declarante”. (p.252)
Tal como se ha visto, se observa que la confesión se hace énfasis en el reconocimiento o
aceptación de hechos. Indudablemente esta debe versar sobre hechos, pero no necesariamente sobre el
reconocimiento o aceptación de los hechos, ya que el confesante puede no aceptar los hechos y
justificarse solo a narrar su visión, e incluso redactar otros hechos no expuestos por la contraparte, pero
que influyen en el objeto del proceso. En este mismo orden de ideas, es oportuno hacer mención a la
clasificación de la confesión y, tomando en consideración los modos de ser en la confesión viene a
encontrarse en el procedimiento, se distinguen varias clases de confesión, que son a saber las
siguientes; Primero: según sus propiedades se refieran al Juez, Segundo: según al adversario del
24

confesante, Tercero: por el contenido de la confesión, Cuarta; la confesión expresa y Quinta: la


confesión provocada.
De tal manera que, la primera consideración que debe hacerse es atendiendo a las propiedades
que se refieran al juez, la confesión puede ser judicial o extrajudicial. La judicial es aquella hecha por la
parte o por su apoderado dentro de los límites del mandato, ante un juez, aunque éste sea incompetente
(Art. 1401 CC) y la extrajudicial aquella que se hace fuera del proceso, a la parte misma o a quien la
representa, o también a un tercero (Art. 1402 CC).
Ambas clases de confesión tienen por su naturaleza algunas semejanzas: a) Por el objeto, puesto
que ambas versan sobre la verdad de un hecho. b) Por el sujeto, que siempre será una u otra de las
partes interesadas, y c) Por el carácter de prueba, puesto que ambas son declaraciones de ciencia. En
cambio se diferencian en que no es igual su eficacia probatoria: la judicial hace plena prueba del hecho
confesado; la extrajudicial produce el mismo efecto si se hace a la parte misma o a quien la representa
pero si se hace a un tercero produce sólo un indicio.
En segundo lugar, debe observase lo atinente a las propiedades que se refieren al confesante y
en razón de ello, la confesión puede ser espontánea o provocada. La espontánea es aquella hecha por la
parte en forma libre, sin coacción de ninguna especie y por iniciativa del confesante. La provocada es
cuando se obtiene mediante interrogatorio hecho por la parte contraria o el juez.
En tercer lugar, según las propiedades que se refieren al adversario, pueden ser: divisible e
indivisible. Es divisible cuando el adversario del confesante tiene el poder de dividir el contenido de la
confesión aceptando la parte que le sea favorable y rechazando aquella favorable al confesante. Y es
indivisible cuando debe aceptarla o rechazarla en su totalidad.
En cuarto lugar se encuentra la confesión expresa: Es la que hace la parte afirmando el hecho y
pretensiones discutidas con señales claras y sin dejar duda, aun cuando lo perjudique. Esta se puede
dividir en simple, cualificada y compleja. La simple es aquella en la cual se afirman los hechos que la
parte contraria pone como base a su demanda sin añadir nada. La confesión es cualificada cuando el
confesante reconoce el hecho, pero atribuyéndole una significación jurídica distinta. La confesión es
compleja, cuando se refiere a varios objetos distintos, uno de los cuales le es favorable y otros contrarios
al interés del confesante.
En quinto y último lugar de esta clasificación esta la confesión provocada: La cual se origina por
un interrogatorio de la parte contraria o por interrogatorio del juez, o en virtud de un acto procesal
estipulado por la ley. Por la inasistencia a un acto que así lo califique la ley o por negarse a contestar en
el interrogatorio, es lo que se conceptúa como “confesión ficta”.
El cual es conceptualizado por Couture, (citado por Rengel-Romberg 1999): “la rebeldía del juicio,
o contumacia que se origina por la omisión del demandado de comparecer a estar a derecho, cuando ha
sido emplazado personalmente, absteniéndose de participar en el proceso que se le sigue” (p. 514).
Desde este punto de vista del autor citado, entonces que es una sanción que impone la ley al
litigante reticente, quien no obstante hacer sido legalmente citado para que concurra a contestar la
demanda se resiste a comparecer, renunciando con su omisión al sagrado derecho de la defensa que la
ley le ha garantizado.
Esta actitud omisiva impide al juez conocer y estimar las razones, argumentos que puedan utilizar
en su defensa y no le queda mas camino que premiar la diligencia del actor sancionando al demandado
con la apreciación de que son ciertos los alegatos del demandante y por consiguiente procedente su
reclamación. Claro que ello no es tan absoluto, tiene un carácter presuntivo, que sólo adquiere validez
total si el demandado nada probare que le favorezca y que la petición del demandante no sea contraria a
derecho.
Por otra parte, y a fin de enfatizar la norma rectora con relación a la confesión ficta es el artículo
362 del Código de Procedimiento Civil que dice: “Si el demandado no diere contestación a la demanda
dentro de los plazos indicados en este Código, se le tendrá por confeso en cuanto no sea contraria a
derecho la petición del demandante, sin nada probare que le favorezca”. De la norma, In comento se
desprende que para la procedencia de la confesión ficta se necesita que concurran los siguientes
elementos: Primero: Qué el demandado no dé contestación a la demanda; Segundo: Que la demanda no
sea contraria a derecho; y Tercero: Que no pruebe nada que le favorezca.
25

En relación al primer supuesto de procedencia de la confesión ficta, consiste en que el


demandado no de la contestación a la demanda, la ausencia de esta por que no compareció dentro
del lapso de su emplazamiento a hacer la contestación ni por sí, ni por medio de apoderados; o porque
habiendo comparecido esta sea ineficaz, en todo caso lo que se deriva con esta conducta omisiva por
parte del demandado, es la regla general que traslada la carga de la prueba de lo que se pretende, es
decir, tiene que probar que no es cierto lo que se le imputa.
Siguiendo este orden de ideas, el hecho relativo a que la petición no sea contraria a derecho,
tiene su fundamento en el entendido que, la acción no esté prohibido por ley, es decir, que no sea
contraria al orden público, a las buenas costumbres o algunas disposiciones expresas. También este
supuesto debe involucrarse a los efectos de la pretensión, en el caso, de que hay incongruencia entre los
hechos narrados y lo que se pretende, porque no puede subsumirse en la hipótesis jurídica que pretende.
Debiendo entenderse, que si la acción está prohibida por la ley, no hay acción, y no es que sea
contraria a derecho, sino que sencillamente no hay acción. De tal forma, que lo contrario a derecho más
bien debería referirse a los efectos de la pretensión Por lo que, en realidad existen pretensiones
contrarias a derecho, cuando la petición no se subsume en el supuesto de hecho de la norma invocada.
En cuanto al segundo supuesto, concerniente a que si nada probare que le favorezca, se refiere a
que el demandado que no dio contestación a la demanda, podrá promover cuantas pruebas crea
conveniente, siempre y cuando vayan dirigidas a hacer contraprueba a los hechos alegados por el actor.
Siendo así, cuando el demandado va a probar algo que lo favorezca en el sentido de demostrar la
inexistencia de los hechos que narró el actor, no requerirá plena prueba, siéndole suficiente en
consecuencia las dudas, en razón de que, lo que exige la ley es probar algo. Esto tiene que ver con la
ficción (la confesión), la cual no puede ocultar la realidad. Si se está ante una futura ficción, la sola duda a
favor de la realidad ya tiene que eliminarla. Debido a que el proceso persigue que el valor justicia se
aplique, por cuanto el fallo lo que busca es hacer justicia, no puede hacerla si se funda en ficciones y no
en la realidad.
En tal sentido, la jurisprudencia venezolana en una forma reiterada, ha venido señalando en
diversidad de fallos, que lo único que puede probar el demandado en ese “algo que lo favorezca”, es la
inexistencia de los hechos alegados por el actor, la inexactitud de los hechos, pero ha indicado de esta
forma, que no puede nunca el contumaz probar ni excepciones perentorias, ni hechos nuevos que no ha
opuesto expresamente.
Conviene destacar que existen materias se evidencia funcionan los efectos del artículo 362 del
Código de Procedimiento Civil, como sucede en los juicios donde está interesado el orden público, y la
falta de contestación no invierte nada, por lo que el actor sigue teniendo sobre sí la carga de la prueba.
Igual sucede en los juicios en el cual demandado es un ente público que goza de los privilegios del fisco,
cuya situación es idéntica a la planteada, es decir, se da por contestada la demanda y en consecuencia
no existe la posibilidad de inversión de la carga de la prueba, como se ha señalado.
En este sentido, según la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia, en fecha 18
de diciembre de 2003, juicio que por derecho de jubilación intentó el Sindicato Nacional de Trabajadores
contra el Instituto Nacional de Hipódromos, en el cual este es un Instituto que goza de los privilegios y
prerrogativas de la República, y no se aplica mecánicamente el efecto jurídico propio de la no asistencia a
la audiencia preliminar, como lo es la presunción de la admisión de los hechos.
Se observa claramente, cuando se está en presencia de una falta de contestación o contumacia,
debe tenerse claro que el demandado aún no está confeso; en razón de que, el contumaz por el hecho de
inasistir, nada ha admitido, debido a que él no ha alegado nada, situación ante la cual debe tenerse claro,
que no se origina presunción alguna en su contra. De tal manera, que hasta este momento, la situación
en la que se encuentra el demandado que no contestó la demanda, tiene la carga de la prueba, en el
sentido de probar que no son verdad los hechos alegados por la parte actora.
Tal como se ha visto en una demanda donde se afirman unos hechos y simplemente se niega su
existencia, la carga de la prueba la tiene la parte accionante, sin embrago, si el demandado no contesta
la demanda, el legislador por disposición establecida en el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil,
estableciendo la carga de la prueba, siendo a él, a quien le corresponde probar algo que lo favorezca.
26

Sin embargo, al tratarse de una distribución legal de la carga de la prueba, el demandante


deberá estar pendiente de que puede subvertirse esta situación de carga en responsabilidad del
demandado, y por eso la parte actora debe promover pruebas, debido a que, si el demandado que no
contestó ofrece pruebas y prueba algo que le favorezca, le reinvierte la carga al actor y entonces ese
actor se quedaría sin pruebas ante esa situación, pudiendo terminar perdiendo el juicio, porque él no
probó y a él correspondía la carga cuando se le reinvirtió.
En consecuencia de la carga procesal que genera la inactividad del demandado, el legislador
admite que esta disposición del artículo 362 del Código de Procedimiento Civil, es una presunción juris
tantum, capaz de prueba en contrario, y el efecto está en el hecho de que, a pesar de haberse operado la
confesión, el juicio continúa, se abre la fase probatoria, y el juez habrá de considerar en la sentencia el
valor de dicha presunción.
Ante la situación planteada, se debe plantear que hablar lo que es la presunción y de acuerdo al
artículo 1394 del Código Civil (1982), “las presunciones son las consecuencias que la Ley o el Juez sacan
de un hecho conocido para establecer uno desconocido”. Las primeras son denominadas por la doctrina
procesal presunciones legales, y las segundas presunciones hominis o judiciales.
Es así que, las presunciones legales están previstas en el artículo 1395 del Código Civil (1982),
que dispones:
La presunción legal es la que una disposición especial de la Ley atribuye a ciertos actos o
a ciertos hechos. Tales son: 1) los actos que la ley declara nulos sin atender más que a su
cualidad, como hechos en fraude de sus disposiciones; 2) los casos en que la ley declara
que la propiedad o la liberación resultan de algunas circunstancias determinada; 3) la
autoridad que da la ley a la cosa juzgada. La autoridad de la cosa juzgada no procede sino
respecto de lo que ha sido objeto de la sentencia. Es necesario que la cosa demandada
sea la misma, que la nueva demanda esté fundada sobre la misma causa, que sea entre
las mismas partes, y que éstas venga al juicio con el mismo carácter que en el anterior.
Ahora bien, las presunciones legales en doctrina, según admita o no la prueba en contrario, se
clasifican en absolutas o iure et de iure y en relativa o iuris tantum, tal como lo dispone el Código Civil
(1982). En efecto, el artículo 1397 establece que: “La presunción legal dispensa de toda prueba a quien la
tiene a su favor, a menos que haya reservado la prueba en contrario.”
Así mismo Rengel-Romberg (1992) define las presunciones legales iuris et de iure de la siguiente
manera:
Son todas aquellas establecidas por la ley, que dispensan de toda prueba a quien las
tiene en su favor y no admiten prueba en contrario, cuando, fundada en esta presunción,
la ley anula ciertos actos o niega la acción en juicio, salvo que haya expresamente
reservado la prueba en contrario. (p.245)
De igual modo el citado autor, define las presunciones relativas o iuris tantum, a diferencia de las
absolutas, como: “... aquellas que se pueden impugnar con prueba en contrario por la parte contra la cual
operan y destruir así la pretensión, es decir, presume que el hecho es cierto hasta que no se desvirtué
con plena prueba” (p.247)
Al respecto, Devis (1993) sostiene que “las presunciones relativas o iuris tantum, eliminan el
hecho presumido del presupuesto de hecho para la producción de los efectos jurídicos perseguidos por
quien las invoca e imponen a la otra parte la carga de prueba el hecho contrario o la inexistencia de ese
hecho presumido”. (p.697)
Tanto en las presunciones legales iuris tantum como iure et de iure, existen dos hechos. Uno, al
que se le denomina, hecho base de la presunción y otro que se denomina hecho presumido. En ambos
casos el hecho base de la presunción previsto por la norma debe estar demostrado o haber sido
admitido.
Ahora bien, la diferencia está, en que cuando la presunción legal tiene carácter iuris tantum, el
hecho presumido por la norma puede ser desvirtuado. No obstante, si la parte contra quien opera está
presunción, demuestra la inexistencia del hecho base de la presunción, aún cuando tenga carácter
absoluto, el que la invocó no puede verse favorecido por ella, ya que como se apuntó, tanto en la
27

presunción iuris tantum como en la presunción iure et de iure es necesario la existencia


incontrovertida, es decir, demostrado o aceptado del hecho base de la presunción.
De igual modo, Devis E. (1993) sostiene que:
Las presunciones hominis o judiciales se mueven de un hecho conocido para derivar el
conocimiento de un hecho ignorado, y por tanto es un instrumento del cual el juez puede
servirse para declarar la certeza de los hechos, lo cual no ocurre con la presunción legal
iuris tantum o relativa, ya que consta simplemente de una norma que excluye la
necesidad de probar un elemento de la cuestión de hecho no sirviendo para conocer
hechos, sino para repartir la carga de la prueba entre las partes. ( p.699)
Es por ello, que dichas presunciones no pueden ser consideradas como un medio de prueba,
sino como una regla de prueba, ya que, no hacen fe directamente y por sí misma de una cosa, sino que
dan fe de ello por una consecuencia sacada de otra cosa, utilizadas como reglas de experiencia para la
valoración de la prueba.
En efecto, el demandado confeso puede presentar en el curso probatorio la contraprueba de los
hechos alegados en el libelo de la demanda, lo cual es parcialmente correcto, pues el demandado tiene el
derecho de hacer esa contraprueba para tratar de desvirtuar la presunción iuris tantum.
Respecto a la confesión a que se refiere el artículo 1401 del Código Civil, consiste en la
afirmación de un hecho que produce consecuencias jurídicas en contra de la persona que la hace,
debiendo esta afirmación ser expresa y realizada con el ánimo de confesar, y tiene valor de plena prueba
en contra del confesante.
Por otra parte, debe afirmarse que la confesión ficta, no es una prueba, sino una directriz para el
juez al invertir la carga probatoria en contra del demandado; es tácita y desvirtuable en el debate, por lo
cual, el artículo 1401 del Código Civil no es aplicable a la presunción de confesión del artículo 362 del
Código de Procedimiento Civil.
En este mismo sentido, la naturaleza de la confesión, distingue está con la confesión ficta, así
pues, la confesión es un medio de prueba, mientras que la confesión ficta , es una presunción que se
desprende de la Ley, establecido en el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil (1987), y que se
produce cuando reúnen las circunstancias que ella estipula.
Es conveniente resaltar que los efectos de la confesión ficta, impulsan al juez a resolver el
asunto debatido en base a esa confesión, que no existe en el proceso como una prueba, sino que es
producto de una ficción jurídica que el legislador elabora, en base a la contumacia del demandado al no
contestar ni probar nada que le favorezca, siempre que la petición del actor no sea contraria a derecho.
Con sujeción a ello, la rebeldía del demandado al no contestar la demanda, no constituye per sé
una confesión, sino que para que sea apreciada como tal requiere además, de la ausencia de cualquier
otra actividad probatoria por parte del contumaz, y de que la pretensión no sea contraria a derecho, en el
momento que se cumplen todas estas circunstancias es cuando se puede hablar de confesión, ésta no
se produce como una declaración desfavorable de parte, sino como una consecuencia jurídica que el
legislador asigna a determinadas conductas de las partes, lo que constituye una presunción legal.
En este mismo orden de ideas, es preciso hacer la mención de la Admisión de los Hechos, ha
sido objeto de criticas tanto por autores, jueces y profesionales del derecho, puesto que es una institución
novedosa que carece de antecedentes, o instituciones similares en el Derecho Procesal Penal
Venezolano, quizás la figura que más se le parecía era la Corte de la Causa en Providencia, consagrado
en el derogado Código de Enjuiciamiento Criminal, siendo esta figura que le dio su origen a dicha
institución.
En lo que se refiere al Derecho Comparado, la figura en estudio se podría equiparar al “Plea
Guilty” anglosajón y a la “Conformidad Española”. El legislador venezolano consagró la figura del
procedimiento por Admisión de los Hechos en el Código Orgánico Procesal Penal Venezolano (2001),
dentro del Libro III, titulo III, en el artículo 376, que dice: “En la Audiencia Preliminar, o en el caso de
flagrancia, una vez formulada la acusación y antes del debate, el imputado, admitido los hechos objetos
del proceso podrá solicitar al tribunal la imposición inmediata de la pena”.
Por su parte el texto del artículo 376 del COPP establece la oportunidad procesal penal para que
el imputado admita los hechos que se le imputan y solicite la imposición inmediata de la pena, es en la
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audiencia preliminar, en el caso del procedimiento ordinario, o en el juicio oral, después de


presentada la acusación y antes del debate probatorio, en el caso del procedimiento abreviado.
En consecuencia, se salvaguardan los principios fundamentales sobre los que se asienta la
admisión de los hechos en el sistema acusatorio, es decir, a) que ésta debe producirse después de
formulada la acusación y conocida por el imputado y su defensor (certeza), y b) se produzca de boca del
mismo imputado y en presencia del tribunal (oralidad e inmediación).
Así mismo, se observa claramente que el acusado al admitir los hechos renuncia en parte a
derecho y garantías procésales así la promoción voluntaria de los hechos que constituyen objeto del
proceso, a cambio de esa admisión obtiene una disminución de la pena conforme a las reglas pautadas
por la ley, situación que es procedente en nosotros para todos los delitos, peor que en otras legislaciones
solo se procede por delitos de mediana y de mínima gravedad.
En este sentido, debe entenderse que para el ordenamiento procesal penal esta institución
consiste en la resolución judicial dictada antes del Estado de Sentencia por medio de la cual pone término
al procedimiento penal previa admisión de los hechos por parte del imputado.
Respecto a las condiciones que anteceden la admisión de los hechos, debe apuntarse que tiene
como finalidad, el resolver una situación de forma rápida, es decir, que este es un modo de auto
composición procesal, el cual requiere la manifestación de voluntad del imputado, quien se compromete
a asumir los efectos correspondientes que se derivan de esta admisión.
De conformidad con la tendencia de la admisión de los hechos en el ordenamiento jurídico
venezolano, existen leyes que de alguna manera contemplan expresamente situaciones que van inmersa
la aceptación de una de las partes en el proceso. En tal sentido, la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales (1988), en el artículo 23 establece: “...La falta de informe
correspondiente se entenderá como aceptación de los hechos incriminados.”. En lo antes mencionados
queda evidenciado que si no cumplen con la obligación de dicho informe sobre la pretendida violación o
amenaza que hubiere motivado la solicitud de amparo, se entenderá como una admisión.
De igual forma, la admisión de los hechos en el Derecho Procesal Civil constituye la falta de
referencia concreta a las afirmaciones sobre lo que se tiene la carga de declarar en la contestación de la
demanda, esto es el silencio frente a lo ante mencionado, siempre que exista una norma legal expresa,
tal como lo establece él articulo 351 del Código de Procedimiento Civil Venezolano (1987); “El silencio de
las partes se entenderá como admisión de las cuestiones no contradichas expresamente”.
Según se ha citado, el silencio equivale a la admisión de los hechos, por que si esto fuese falso,
el demandado tendría interés en contestar o comparecer a la audiencia preliminar. Pero esta carga solo
existe cuando la ley lo dispone expresamente y le establece consecuencia debido a la falta del contumaz
al proceso.
En este sentido, según sentencia de la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia,
en fecha cinco de abril de 1995, se establece que:
El artículo 351 establece que las cuestiones previas, entre las cuales se encuentra la
caducidad de la acción (ord. 10), debe ser contestada dentro de los cinco días siguientes
al vencimiento del lapso de emplazamiento y el silencio de la parte, se entenderá como
admisión de las cuestiones no contradichas. Por su parte, el artículo 362 del Código de
Procedimiento Civil, es el que trata de la confesión ficta, y dispone que se le tendrá por
confeso al demandado cuando no se diere contestación a la demanda y no sea contraria
a derecho la petición del demandante, siempre que nada probare que le favorezca.
Con respecto a estas dos instituciones del derecho venezolano, la Sala considera que se trata de
dos cuestiones completamente distintas. La cuestión previa trae el Código, la sanción para cuando el
actor no diere contestación a la misma, que consiste en que se considera que la admite como cierta, esta
sanción establecida por el artículo 351, no puede generar una confesión, ya que no puede haber
confesión sobre el derecho y que siendo la caducidad un problema de derecho, no puede producirse la
confesión ficta.
Conviene destacar, que la Ley Orgánica Procesal del Trabajo (2002), en su artículo 131, señala
expresamente: “Si el demandado no compareciere a la audiencia preliminar, se presumirá la admisión de
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los hechos...”, en este caso concreto, la inasistencia por parte del demandado produce
inmediatamente sin mas dilación la sentencia por la aceptación de los hechos alegados por el
demandante.
De conformidad con lo anteriormente expuesto, se debe decir que la ley Orgánica Procesal del
Trabajo, tiene una estrecha relación con rama Contencioso Funcionarial, por el “hecho social trabajo”,
regulada en la Ley del Estatuto de la Función Pública (2002), en el artículo 103 en el caso de ausencia de
una de las partes en el proceso. En el derecho administrativo, no cabe duda de que tanto en el caso de la
ley de individualización incompleta, como en el de la ley faltante, procede el razonamiento por analogía,
como lo estipula el artículo 4 del Código Civil (1982): “...Cuando no hubiere disposiciones precisa de la
Ley, se tendrán en consideración las disposiciones que regulan casos semejantes o materias análogas; y,
si hubiere todavía duda, se aplicaran los principios generales del derecho.”
Al respecto Bobbio (1.989), señala que el razonamiento por analogía es:
Aquella operación llevada a cabo por los interpretes del derecho, mediante la cual se
atribuye a un caso o a una materia que no encuentra una reglamentación expresa en el
ordenamiento jurídico, la misma disciplina prevista por el legislador para un caso y para
una materia similar (p.465).
En base a lo anteriormente expuesto, se debe afirmar que la analogía representa en realidad un
doble papel en los sistemas de integración jurídica; como procedimiento para construir partes que falten
de una norma y para ampliar el alcance de las leyes a casos no incluidos en ella (analogía legis o
analogía de la ley), basándose para ello en un precepto particular. Es un procedimiento para explicitar
toda la norma general en que debe subsumirse un determinado caso no previsto (analogía juris o
analogía del derecho) y, se basa en una pluralidad de disposiciones particulares, por medio de un
procedimiento inductivo en el cual se desarrollan principios generales y se aplican a los casos que no
caen bajo ninguna de las prescripciones legales.
En efecto la analogía brinda la posibilidad de allanar las lagunas axiológicas o las imprevisiones
normativas. Se recurre a esta solución del derecho para salir del vacío de la norma o materia analógica y
además para resolver un caso. De lo dicho se desprende, que todo razonamiento por analogía, tiene un
aspecto lógico: la analogía jurídica surge de la estimación de su justicia intrínseca, partiendo del supuesto
de que si dos casos son substancialmente iguales y, uno de ellos esta regulado en forma dada por el
derecho, es de elemental justicia que se regule de igual modo el otro.
Con respecto a la situación planteada de la analogía, se concluye que en el Contencioso
Funcionarial no existe una norma que regule el efecto que trae la incomparecencia del demandado a la
audiencia, ante esta laguna normativa, se aplica en forma extensiva el artículo 131 de la Ley Orgánica
Procesal del Trabajo (2002).
En cuanto a las consideraciones anteriores cabe agregar que la admisión está extendida a otras
actitudes del demandado frente a la necesidad de manifestarse. En ese sentido se encuentra la
vaguedad y la ambigüedad, esto es la falta de referencia concreta a los hechos sobre los que se tiene la
carga de declarar, eludiendo mediante expresiones incompletas o erróneas la contestación de las
afirmaciones de la demanda, por cuanto la negación meramente general o la generalidad de la negación
constituyen un tipo de admisión, llamada parcial, distinta a la del silencio.
En relación a el silencio, se advierte claramente que las consecuencias de la admisión de los
hechos, se encuentran en la vaguedad, ambigüedad, evasión o generalización y esto debe relacionarse
con la aceptación de la pretensión del actor en el momento de la contestación de la demanda o la
audiencia preliminar, para extraer el resultado de esta admisión y su alcance. Este silencio o admisión ha
sido asentado por la doctrina aunque con la terminología de reconocimiento tácito.

Semejanzas y Diferencias de la Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos


En cuanto a las diferencias y semejanzas de la confesión ficta y admisión de los el hechos, la
confesión ficta en el momento que exista una demanda donde se afirman unos hechos y simplemente se
niega su existencia, la carga de la prueba la tiene la parte accionante, sin embrago, si el demandado no
contesta la demanda, el legislador por disposición establecida en el artículo 362 del Código de
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Procedimiento Civil, puso en su cabeza la carga de la prueba, siendo a él, a quien le corresponde
probar algo que lo favorezca.
Ahora bien, al tratarse de una distribución legal de la carga de la prueba, el demandante deberá
estar pendiente de que puede subvertirse esta situación de carga en cabeza del demandado, y por eso la
parte actora debe promover pruebas, debido a que, si el demandado que no contestó ofrece pruebas y
prueba algo que le favorezca, sé reinvierte la carga de la prueba y el actor entonces se quedaría sin
pruebas frente a esa situación, lo que generaría una sentencia desfavorable para éste, ya que no probó
lo que le correspondía en esta etapa del proceso donde la carga se le reinvirtió.
Por otra parte, y a fin de enfatizar lo esgrimido se observa que el artículo 362 del Código de
Procedimiento Civil (1987) señala: “Si el demandado no diere contestación a la demanda dentro de los
plazos indicados en este Código, se le tendrá por confeso en cuanto no sea contraria a derecho la
petición del demandante, si nada probare que le favorezca”
Conviene destacar, que la norma in comento, hace referencia a tres elementos de procedencia
para la confesión ficta y que son a saber los siguientes: a) el demandado no dé contestación a la
demanda; b) la demanda no sea contraria a derecho; y c) no pruebe nada que le favorezca.
En tal sentido, cuando se está en presencia de una falta de contestación o contumacia, por la
circunstancia de inasistir o no contestar la demanda, debe tenerse claro que el demandado aún no está
confeso; en razón de que, el contumaz por el hecho de inasistir, nada ha admitido, debido a que él no ha
alegado nada, pero tampoco ha admitido nada, situación ante la cual debe tenerse claro, que no se
origina presunción alguna en su contra. De tal manera, que hasta este momento, la situación en la que se
encuentra el demandado que no contestó la demanda, está referida a que tiene la carga de la prueba, en
el sentido de probar que no son verdad los hechos alegados por la parte actora.
Siguiendo este orden de ideas, el hecho relativo a que la petición no sea contraria a derecho,
tiene su fundamento en el entendido que, la acción propuesta no esté prohibida por ley, o no se
encuentre amparada o tutelada por la misma; por lo que, al verificar el juez tal situación, la circunstancia
de considerar la veracidad de los hechos admitidos, pierde trascendencia al sobreponerse las
circunstancias de derecho a las fácticas, ya que aunque resulten ciertos los hechos denunciados no
existe un supuesto jurídico que los ampare y que genere una consecuencia jurídica requerida.
Debiendo entenderse en este sentido, que si la acción está prohibida por la ley, no hay acción, y
no es que sea contraria a derecho, es sencillamente no hay acción. De tal forma, que lo contrario a
derecho más bien debería referirse a los efectos de la pretensión (un caso palpable de ello, viene a ser el
que pretende cobrar una deuda de juego judicialmente, para lo cual carece de acción). Por lo que, en
realidad existen pretensiones contrarias a derecho, cuando la petición no se subsume en el supuesto de
hecho de la norma invocada.
En cambio, el supuesto relativo a sí nada probare que le favorezca, hace referencia a que el
demandado que no dio contestación a la demanda, podrá promover cuantas pruebas crea conveniente,
siempre y cuando vayan dirigidas a hacer contraprueba a los hechos alegados por el actor.
En tal sentido, la jurisprudencia venezolana en una forma reiterada, ha venido señalando en
diversidad de fallos, que lo único que puede probar el demandado en ese “algo que lo favorezca”, es la
inexistencia de los hechos alegados por el actor, la inexactitud de los hechos, pero ha indicado de esta
forma, que no puede nunca el contumaz probar ni excepciones perentorias, ni hechos nuevos que no ha
opuesto expresamente.
Al respecto, esta Sala de Casación Civil en Sentencia del 27 de marzo de 2001 (Caso: Mazzios
Restaurant C.A.) estableció lo siguiente:
El artículo 362 citado, considera que el demandado que no contesta la demanda se le
tendrá por confeso, cuando en el término probatorio no pruebe nada que lo favorezca y la
demanda no sea contraria a derecho. Luego, para tenerlo como confeso, lo que se
declara en el fallo definitivo, como una garantía al derecho de defensa, se le permite al
demandado probar algo que lo favorezca, lo que significa que ni siquiera se le exige una
plena prueba contra una presunción en su contra.
Omissis...
La confesión expresa puede siempre ser revocada o rectificada mediante la prueba del
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error de hecho (artículo 1404 del Código Civil), y por ello los efectos del silencio que
conduce a que alguien se tenga por confeso, igualmente y con mayor razón pueden ser
revocados, no siendo necesario el alegato y prueba del error de hecho, ya que el artículo
362 del Código de Procedimiento Civil previene que con probar algo que favorezca al no
concurrente, evita que se consoliden los efectos del silencio, y por tanto que se le tenga
por confeso. Se trata de principios generales, congruentes con el mantenimiento del
derecho de defensa de las partes.
Se observa entonces, que a criterio del Tribunal Supremo de Justicia , el contumaz debe dirigir su
carga probatoria a hacer contraprueba de los hechos alegados por su accionante, de lo cual se puede
concluir a evento en contrario que devienen en infructuosas las pruebas promovidas con relación a
excepciones o defensas que debieron haberse alegado en la oportunidad procesal de la contestación y
no se hizo, con lo cual dichas pruebas no van dirigidas a beneficiar a la parte por cuanto lo controvertido
quedó fijado con los hechos que alegó la parte actora, y su negativa de existencia.
Conviene destacar, que el rebelde al momento de promover pruebas, debe dirigir esta actividad
probatoria a llevar al proceso medios que tiendan a hacer contraprueba a los hechos alegados por el
accionante, ya que no le está permitido probar aquellos hechos que vienen a configurar defensas o
excepciones que requerían haberse alegado en su oportunidad procesal
Tales afirmaciones pueden entenderse de mejor forma, bajo el siguiente escenario, en la causa
principal que originó el presente amparo, el objeto de la acción es una resolución de contrato por falta de
pago, en el cual el demandado no dio contestación a la demanda, siendo así, su actividad probatoria ha
debido estar enfocada en desvirtuar los hechos constitutivos que afirmó su contraparte, esto es, que la
obligación no existió o no podía existir. El demandado, no produjo pruebas que desvirtúen los hechos
alegados por la actora; sino que, promovió una serie de probanzas como fueron: a) documento de
propiedad del inmueble a nombre de la ciudadana Alicia Salazar, b) acta de defunción N° 81 del 13 de
mayo de 1997, correspondiente al fallecimiento de Alicia Salazar, c) exhibición del documento que le
acreditaba a Alicia Peralta García la propiedad, representación o derecho con que actuó al momento de
la celebración del contrato de arrendamiento y d) testimoniales, dirigidas a demostrar que su accionante y
a la vez arrendatario no era la propietaria del inmueble arrendado, lo que conllevaría a la nulidad del
contrato suscrito con la accionante, pruebas estas correspondientes a una excepción perentoria que no
fue alegada en su oportunidad, y que no contradicen las circunstancias alegadas en el escrito libelar (que
quedaron como ciertas al no haberse dado contestación a la demanda y no cumplirse los extremos del
artículo 362 del Código de Procedimiento Civil), por lo cual resulta obvio que, la no concurrente no
promovió nada que le favoreciera.
Se ha discutido en doctrina, que si a pesar se obedece a una excepción perentoria, y esta debe
ser opuesta expresamente en la contestación, el demandado puede probar el pago, como algo que lo
favorezca, fundado en la letra del ordinal 2° del artículo 532 del Código de Procedimiento Civil. Pero de
ello ser posible, se requeriría, conforme a dicha norma, documento auténtico que pruebe el pago, lo que
no ocurrió en el caso de autos.
Sin embargo, se observa que el criterio de la Sala citada Ut Supra que estos argumentos no
tienen relación con violaciones constitucionales, por cuanto se está en presencia de vicios legales que
tiene que ver con la motivación y el juzgamiento que sobre el fondo de la causa debe hacer el Juez a
cuyo conocimiento corresponda dicho juicio, lo cual originaría una tercera instancia; no siendo éste el
objetivo del amparo, debido a que no se puede pretender que cada vez que se produzca un fallo que
desfavorezca a una parte de la relación jurídica debatida, ésta interponga una acción de amparo,
mediante la cual se aspire que el Juez de amparo entre a conocer de un juicio ya decidido; por lo cual se
considera que, el juez a quo, erró al considerar procedente la presente acción de amparo.
Ahora bien, la recurrida considera que la acción incoada no cumple con los requisitos de
procedencia que se exigen en la acción de amparo contra decisiones judiciales, debiendo en
consecuencia revocar la decisión proferida por el juzgado de la causa y declarar improcedente la acción
interpuesta.
Tomando en cuenta todo lo anteriormente expuesto se puede hacer la pregunta, ¿ Qué puede
probar el confeso?, la respuesta a ello, es que el demandado, debe probar algo que lo favorezca, es
32

decir, probar la inexistencia de los hechos que narró el actor en su pretensión, para ilustrar este
criterio y tomando en cuenta el texto de la jurisprudencia analizada, el demandado debe probar la
existencia del contra documento, que es la prueba de existencia del cumplimiento de la obligación por
parte del deudor.
Siendo así, cuando el demandado va a probar algo que lo favorezca en el sentido de demostrar la
inexistencia de los hechos que narró el actor, no requerirá plena prueba, siéndole suficiente en
consecuencia las dudas, en razón de que, lo que exige la ley es probar algo. Ello tiene que ver con la
ficción (la confesión), la cual no puede ocultar la realidad. Si se está ante una futura ficción, la sola duda a
favor de la realidad ya tiene que eliminarla. Debido a que el proceso persigue que el valor justicia se
aplique, por cuanto el fallo lo que aspira, es hacer justicia, no puede hacerla si se funda en ficciones y no
en la realidad.
Con respecto a la Admisión de los Hechos, se encuentra regulada dentro del Código Procesal
Civil Modelo para Iberoamérica (1975), ya que antes los trámites procésales era casi igual al de los juicios
ordinarios, donde se consagraba un proceso escrito, lento y carente de las notas de inmediación y
dirección del proceso. Sustituyendo el proceso formado por actos sucesivos, monologal, por la reunión de
los interesados en audiencia (procesos por audiencias) con la efectiva, necesaria y activa presencia del
juez.
En este sentido, la innovación de la audiencia preliminar, tendrá lugar necesariamente en
presencia del tribunal, y de las partes, que deberán hacerlo en forma personal, salvo motivo fundado que
a juicio de aquél justifique la comparecencia por representante, sin perjuicio del patrocinio letrado
obligatorio.
En el caso de la inasistencia del demandado, como regla se dictará sentencia “teniendo por
ciertos los hechos afirmados por el actor” y excepcionalmente si se tratare de cuestiones de orden público
o derechos indisponibles no se tiene por ciertos los hechos alegados por el actor. Esto quiere decir, que
la ausencia tanto por actor como el demandado, trae consecuencias graves por dicho incumplimiento, a
tono con la necesidad de asegurar la efectiva realización del acto.
En cuanto al Proceso Laboral en Uruguay, se encuentra regulado por el Código General del
Proceso (1989), esta ley que sigue los lineamientos del Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica,
consagrando igualmente proceso por audiencias y sustituyendo el proceso escrito, donde ahora tiene una
plena vigencia en los principios de inmediación, celeridad, oralidad, poderes-deberes del tribunal,
concentración, economía. En cuanto al principio de inmediación, prevé que todas las audiencias deben
realizarse directamente por el tribunal y con respecto de la celeridad, el legislador se dispuso que el
tribunal y sus auxiliares deben buscar la más pronta y eficiente administración de justicia a la mayor
economía en el proceso en un mismo acto de todas las diligencias que sea menester realizar.
En efecto en el Código General del Proceso, igualmente tiene consecuencias por parte de las
partes, el cual son severas con el fin de efectivizar la inmediación en la audiencia y asegurar el
cumplimiento de su complejo contenido. Por su parte, si quien injustificadamente no comparece es el
demandado, la ley dispone que el juez debe dictar sentencia de inmediato teniendo por ciertos los hechos
afirmados por el actor en todo lo que no se haya probado lo contrario, en este caso se da la admisión de
los hechos.
Ahora bien en Ibero América específicamente en la República Oriental del Uruguay auténtica
pionera en este campo, ha utilizado significativas innovaciones que traen las reformas, la incorporación al
régimen legal patrio del proceso monitorio, siendo ésta una estructura con beneficios por más de un
siglo, manteniéndola en el Código General del Proceso de 1989. Buscando esta estructura una forma
breve de resolver los conflictos intersubjetivos, acogiéndose a las tendencias modernas que regulan los
procesos, con el fin de obtener una celeridad.
En este sentido, la incorporación de la estructura monitoria a las leyes procésales, es un peculiar
mecanismo que concilia la celeridad que se intenta introducir al trámite de los procesos con la
constitucional garantía de la defensa en juicio, que es respetada en esencia, llevando la oportunidad de
su ejercicio para una etapa posterior, con lo que se obtiene útiles consecuencias prácticas en la
economía de tiempo, esfuerzos y gastos.
33

En efecto, este proceso monitorio, se trata de tipos procesales unificados por la idea común
de la celeridad con que han de desenvolverse para evitar un peligro, sea éste que se torne ilusoria la
ejecución de la sentencia de mérito o que se frustre el derecho, orientado hacia la búsqueda y recepción
de nuevas técnicas de tutela. Conciliando la protección del derecho y el derecho de defensa de la
contraparte. De tal manera que este esquema monitorio conjuga adecuadamente ambas exigencias, pues
permite el expedito despacho de las medidas y proporciona al legitimado para contradecirla en la
audiencia y en la oposición posterior de prueba.
Tomando en consideración la importancia de la celeridad en los procesos por audiencias, se
rompe el paradigma existente anteriormente en los juicios lentos, ya que, “justicia lenta no es justicia”.
Couture (1975) consideraba: “El tiempo en el pretorio es mas que el oro, es justicia” (p-241) Por eso, el
tiempo es esencial, así como la aguja del reloj, que avanza si detenerse.
En este sentido, debe entenderse como tiempo procesal razonable, el cumplimiento de los plazos
que en cada caso tiene establecido la norma. Con ello, la celeridad puede ser controlada sin esfuerzos
extras por el mismo juzgador, impidiendo la demora o paralización del proceso, y el juez dentro de sus
facultades ordenatorias deberá impulsar o intimar a los litigantes para el fiel cumplimiento de los términos.
Debido a lo anteriormente mencionado, la confesión ficta es entendida como una presunción que
se origina por la inactividad del demandado en el proceso y se desprende de la Ley, en el artículo 362 del
Código de Procedimiento Civil (1987), que se produce cuando reúnen las circunstancias que ella
estipula, el cual necesita prueba en contrario para desvirtuar lo dicho por el autor en el libelo de la
demanda.
Por el contrario la admisión de los hechos opera de forma automática en el proceso, se da la
producción de la sentencia inmediatamente que se desprende la inactividad de la parte, es decir, el
silencio de la parte se presumirá la admisión de la cuestiones no contradichas expresamente o de los
hechos alegados por el demandante. Donde el demandado no necesita prueba, ya que su incumplimiento
de la carga conlleva a una sanción.
En este mismo sentido, existen criterios donde determinaban a la confesión ficta como él genero
y la admisión de los hechos como la especie, lo cual es falso, porque para que sea cierto, ambas
instituciones deben tener características similares. En principio, no hay similitud entra la admisión de los
hechos y la confesión ficta, pero estas dos instituciones tienen su semejanza respecto a “las cargas
procésales”.
En cuanto a la carga procesal, es entendida como; el constreñimiento o amenaza a realizar una
conducta (positiva o negativa), que un sujeto procesal experimenta a consecuencia de los inconvenientes
o perjuicios que la no realización de tal conducta comporta legalmente o causa de las ventajas que puede
perder en el caso de no realizarla. Esta íntimamente ligada a posibilidades y oportunidades de
actuaciones procesales de las partes.
En consecuencia sólo existen en el proceso “cargas procesales”, es decir, situación de necesidad
de realizar determinado acto para evitar que sobrevenga un perjuicio procesal. Con otras palabras, se
trata de “imperativos del propio interés”, es decir, las partes tienen la carga de comparecencia a la
audiencia y en caso contrario, soportara las consecuencias de omitir ese deber que la ley le atribuye al
demandado
Por consiguiente esta carga de comparecencia del demandado es la amenaza que experimenta a
causa de la consecuencia inmediata de su inasistencia que deriva, la declaración de rebeldía. Esta
asistencia del demandado constituye deberes procésales, que suponen una conceptuación del proceso
de la función jurisdiccional, como una realidad sustantiva para el servicio de la justicia, siendo amparado
en base a una tutela judicial efectiva “El Garantismo Procesal”
Se observa claramente que el deber procesal es un imperativo de orden público procesal a
diferencia de la obligación de índole civil, que constituyen cargas de actuar de un modo determinado, de
la que se derivan unas determinada consecuencias de la inactividad. Su incumplimiento, por ser contrario
al orden público, origina un ilícito para la correcta ordenación procedimental que origina la sanción.
Efectos de la Confesión Ficta y la Admisión de los Hechos en el Proceso Laboral Venezolano.
Según la discrepancia sostenida en la doctrina y jurisprudencia cuando el demandado ha
incurrido en confesión ficta no podrá, por esa misma circunstancia, hacer en el debate probatorio ninguna
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prueba sobre un hecho extraño a la contraprueba de la confesión, es decir, ninguna de las


excepciones que deben ser opuesta, expresa y necesariamente en el acto de contestar la demanda
de fondo. Si ello se permitiera, la ley consagraría el absurdo de hacer privilegiada la situación jurídica del
contumaz a quien se pretende sancionar.
En este sentido, la confesión ficta, no es una prueba, sino una directriz para el juez, al invertir la
carga probatoria en contra del demandado, es tácita y desvirtuable en el debate. Pero en cuanto a las
pruebas que el demandado puede aportar al proceso, en el caso de estar confeso, existen dos tesis. Una,
que el confeso no tiene posibilidad de demostrar que los hechos relatados en el libelo sean inciertos, y
que el juez únicamente deberá observar si la petición del demandante no es contraria al derecho.
No obstante por su parte el Código de Procedimiento Civil (1904) No explica, en su artículo 286 el
cual era el efecto de la confesión ficta esta afirmación se hace a tenor de lo establecido en el artículo que
se menciona anteriormente y que expresa lo siguiente: Se le tendrá por confeso al demandado en cuanto
no sea contraria a derecho la petición del demandante, si en el término probatorio no prueba que la
inasistencia fue ocasionada por caso fortuito o de fuerza mayor, o que no ha existido nunca la obligación
cuyo cumplimiento se le demanda.
Este era el criterio doctrinario riguroso que sostenía el maestro Sanojo. Por su parte, Feo (2001)
consideraba que el demandado sí tenía la posibilidad de toda prueba que le favoreciera, ya que esta
tesis establece que el demandado sí estaba en la posición de promover toda prueba que le favoreciera
independientemente de que no hubiera asistido al acto de contestación.
Ante esas dos posiciones, el legislador de 1916, optó por la segunda, aún cuando con ciertas
variantes, y así asienta el maestro Borjas (2001) en sus comentarios:
La confesión ficta del reo contumaz y la del litigante que no comparece en la oportunidad
debida a absolver las posiciones solicitadas por su contraparte, son confesiones
judiciales, y hacen por consiguiente plena prueba contra la parte que, conforme a la
ficción legal, las prestó; pero una y otra, lo mismo que la confesión expresa, pueden ser
revocadas siempre que el confesante compruebe su propia incapacidad para obligarse
en el asunto sobre que recayeron, o que fueron resultado de un error de hecho, o
arrancados por violencia o sorprendidos por dolo.
En virtud de lo considerado anteriormente, el reo era declarado confeso, pero podría siempre
promover pruebas sobre cualquiera de los extremos expresados, aún cuando sobre ello la ley hiciese un
mutis per foro, sin olvidarse que la presunción legal de que es voluntaria la inasistencia del rebelde, es
solo una presunción iuris tamtun, la cual admite prueba en contrario.
Ahora bien, como el legislador autoriza al confeso para comprobar en el término probatorio algo
que lo favorezca, es evidente que, a más de las expresadas circunstancias, cuya prueba debe serle
aceptada para desvirtuar los efectos de la confesión, puede hacer la de cualquier otra que tienda al
mismo objeto, pero no con la absoluta libertad que proclama Feo, a pretexto de que la ley no hace
distingos ni excepciones, sino dentro de la libertad que, según se deja expuesto, permiten los principios
que rigen la materia, y por consiguiente, no podrá ser admitida la prueba de ninguna excepción de hecho
extraña a la contraprueba de la confesión, es decir, de ninguna de las excepciones que deben ser
opuesta, expresa y necesariamente en el acto de contestar de fondo la demanda.
A los efectos de este último caso planteado se permitiese, la ley consagraría el absurdo de hacer
privilegiada la situación jurídica del reo contumaz, a quien se pretende penar. Pero la demostración de
aquellos hechos que no constituyen excepción, sino la contraprueba de lo alegado por el actor, la
comprobación de que son contrarios a la verdad, no puede serle negada al reo confeso sin menoscabar
su derecho de defensa, porque nadie necesita más de la prueba que aquél contra quien existe una
presunción.
Las consideraciones anteriormente expuestas por el maestro Borjas, también las acogió el
legislador en el Código de Procedimiento Civil (1987), en el artículo 362 que “si el demandado no diere
contestación a la demanda dentro de los plazos indicados en este Código, se le tendrá por confeso en
cuanto no sea contraria a derecho la petición del demandante, sin nada probare que le favorezca”.
Entiende la ley, que donde existe discrepancia es en determinar el alcance de la locución “nada
probare que lo favorezca”. En cuanto a su interpretación tanto la doctrina como la jurisprudencia se han
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acordado al respecto y es permitida la prueba que tienda a enervar o paralizar la acción intentada,
hacer la contraprueba de los hechos alegados por el autor, demostrar que ellos son contrarios a
derecho. En cambio, no es permitida la prueba de aquellos hechos constitutivos de excepciones que han
debido alegarse en la contestación de la demanda.
Aunados a estos, el confeso sólo puede hacer la contraprueba de los hechos alegados en el
libelo, sin alegar excepciones que debía oponer en el acto de la contestación en este sentido la Sala Civil,
en sentencia del 26 de septiembre de 1979, estableció la siguiente doctrina:
Existen dos circunstancias para que se produzcan los efectos que la ley atribuye a la
confesión ficta: 1) No ser contraria a derecho la petición, pretensión, o petitorio contenido
en el libelo de la demanda, lo cual significa, conforme a jurisprudencia pacífica y
consolidada de esta Corte, que la petición de sentencia condenatoria o declarativa,
formulada por el actor en su demanda, no esté prohibido pro la ley, sino al contrario
amparada por ella. La pretensión deducida debe responder, por lo consiguiente, a un
interés o bien jurídico que el ordenamiento positivo tutele; 2) Falta de prueba del
demandado para desvirtuar la presunción iuris tantum de veracidad de los hechos
aducido en la demanda.
Se observa que la jurisprudencia sostuvo la posición de Borja, la cual consiste en que el
demandado que incurre en confesión ficta, bien sea porque no presentó su escrito de contestación o no
asistió al acto de posiciones jurada, sólo puede hacer la contraprueba de lo alegado por el actor en su
libelo, pues obviamente los hechos admitidos en las posiciones juradas estampadas deben versar sobre
lo alegado en la demanda, pero no podrá demostrar el confeso un hecho extraño a la prueba de
confesión, es decir, ninguna excepciones que deben ser opuestas, expresa y necesariamente en la
contestación de la demanda.
En efecto la ley procesal en relación con el contenido del artículo 362 del Código de
procedimiento Civil (1987), sólo es aplicable al supuesto de hecho a “la no comparecencia”, tratándose de
una norma sancionatoria, no puede interpretarse de manera extensiva, ni aplicar por analogía a casos
distintos de expresamente contemplado: la comparecencia con un poder defectuoso. En este caso sería
un contrasentido afirmar que no hubo comparecencia a la contestación.
Por lo tanto, en el derecho procesal civil, desde el año 1873 hasta la actualidad, la norma a pesar
de sus reformas, viene con los mismo lineamientos y no siempre dentro de ella ha existido la posibilidad
de que, automáticamente, se le tenga por confeso de inmediato, al demandado que no contestó la
demanda solamente , sino que en el término probatorio nada probare que lo favorezca y que la petición
del actor no sea contraria a derecho, estos tres requisitos constituyen la trilogía necesaria para consumar
la confesión ficta.
Para dar respuesta a sus efectos por la inasistencia de la parte al acto de la litis-contestación,
cabe preguntarse ¿Qué efecto produce contra el demandado por su inasistencia?, para responder se
genera dos efectos diferentes, según la manera de proceder en dicho acto el demandado, y según sea la
actuación posterior del propio actor. Si optare por los efectos de la falta del actor dependerá de la
diligencia de éste o de su negligente proceder y la manera de proceder del demandado, su ausencia en el
acto de la litis-contestación, seda la verdadera contumacia, para quedar confeso.
En Venezuela en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo (2002), tiene un predominio de la oralidad
en todas su fases, lo cual tiene como ventajas indudables, la transparencia de las soluciones, el
mantenimiento del juez cerca del proceso y de las partes, pues existe un componente que es el Principio
de Inmediación, es uno de los principios pilares esenciales de los procesos, para buscar el mejoramiento
de la comunicación de los actos procesales y la regularización de los lapsos para recurrir.
Al respecto, la oralidad se desarrolla en la audiencia preliminar, que es una fase que tiene lugar
una vez que se realice la notificación al demandado, a través de una serie de audiencias orales, se
escuchara a las partes y se intentará su conciliación o su sometimiento a arbitraje o se procurará el
saneamiento del proceso a través de un despacho saneador, pero salvo que el demandado no asista
injustificadamente y se le declarará confeso no habrá otra solución del fondo.
De todo ello desprende que la consecuencia por la inasistencia por parte del demandado a la
audiencia preliminar, no supone la confesión ficta como castigo, sino la rebeldía, cosa muy distinta, en
36

tanto que no implica un vencimiento automático del incompareciente, sino simplemente la


continuación del proceso en su perjuicio, que no libera al demandante de su carga de probar, ni
impide la liberación tardía del demandado al proceso, aunque sin derecho a reposición.
Tal como se ha visto, la rebeldía supone la demostración después de la firmeza de la sentencia,
en el caso que no comparezca el demandado a la audiencia, se presumirá la admisión de los hechos
alegados por el demandante y el Tribunal sentenciará en forma escrita conforme a dicha confesión, en
cuanto no sea contraria a derecho la petición del demandante.
En este mismo orden de ideas, el proceso laboral ordena luego del efecto del artículo 131 de la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo, remitir los recaudos al Juez de Juicio para que éste procediera a
sentencia la causa sin más dilación. Pero la norma finalmente adoptada atribuye la función de sentenciar
al mismo Tribunal de Sustanciación, Mediación y Ejecución mediante la elaboración de un acta que
contenga la sentencia en los cinco días siguientes a su publicación.
Sin embargo, cuando son varios los demandados, no puede sentenciarse en rebeldía contra los
codemandados comparecientes, ya que los efectos de la inasistencia no pueden perjudicarles de acuerdo
al principio de autonomía de actuación de los litisconsortes. En todo caso los efectos son muy drásticos, a
diferencia que la Ley del Código de Procedimiento Civil (1916), que prevé un tiempo de espera para el
acto de contestación al demandado. En este caso la ley procesal laboral, el legislador impide el derecho
de contradicción en razón de la incomparecencia a un acto cuyo cometido no tiene que ver en absoluto
con la contestación a la demanda y consiguiente ejercicio del derecho de contradicción.
Al respecto, Devis Echandía, (citado por Henríquez La Roche 2002) define al derecho de
contradicción como:
un interés público, que consiste en el derecho de obtener la decisión del conflicto que se
le plantea al demandado mediante la sentencia que el órgano jurisdiccional debe dictar
(...). Contempla la defensa de dos principios fundamentales para la organización social,
como son el que prohíbe juzgar a nadie sin oírlo y sin darle los medios adecuados para
su defensa, en un plano de igualdad de oportunidades y derechos a hacerse justicia por
sí mismo. (p.354)
Con sujeción a este criterio domina actualmente con la doctrina procesal, el artículo 26 de la
Constitución de la República consagra para todos el “derecho de acceso a los órganos de administración
de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos; a la tutela efectiva
de los mismo y a obtener con prontitud la decisión correspondiente”.
En consecuencia del demandado que no compareció a la audiencia preliminar no tiene la
posibilidad de desvirtuar la confesión ficta que obra en su contra mediante loa promoción y evacuación de
la contraprueba de los hechos libelados, tal como ocurre en el procedimiento ordinario como lo establece
el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil, pues la sentencia fundada en la confesión ficta se
produce en la misma audiencia, sin que la ley prevea un lapso de promoción de pruebas.
Dicho de otro modo los efectos de la inasistencia a ciertos actos del proceso, contempla que con
base en dicha confesión, el Juez de Sustanciación, Mediación Y Ejecución, proceda a sentenciar la causa
ateniéndose a la sola confesión del demandado, igualmente se presume que admite los hechos.
Aunado a ello, el sólo hecho de que le demandado no asita a un acto al proceso, así se trate de
la contestación de la demanda, no puede significar que debe ser fatalmente condenado, ya que incluso
en este supuesto, aunque se vea impedido de alegar hechos nuevos en su defensa, puede traer al
proceso ciertas pruebas, aunque limitadas contra pruebas de los hechos alegados por el demandante,
como generador de derecho invocado.
En este sentido, que el demandado nada alegare y probare nada que le favorezca, operaria la
confesión ficta, en cuyo caso sería irremediablemente, condenado si la petición del demandado no fuere
contraria a derecho, lo que existiría según reiterada doctrina y jurisprudencia cuando la demanda
contiene peticiones que no son contraria al orden público o las buenas costumbres, o cuando dichas
peticiones carecen de cobertura legal, pues en tal caso debe ser demostrada por el demandante
interesado.
De conformidad con lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(1999) en su artículo 49, que copiado es el tenor siguiente:
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El debido proceso se aplicara a toda las actuaciones judiciales y administrativas y, en


consecuencia... 3.- Toda persona tiene derecho a ser oída en cualquier clase del
proceso, con la debida garantía y dentro del plazo razonable determinado legalmente, por
un Tribunal Competente, independiente e imparcial establecido con anterioridad... 4.-
Toda persona tiene derecho a ser juzgado por sus jueces naturales en la jurisdicciones
ordinarias o especiales, con las garantías en estas constitución y en la ley.
En este caso, el Proceso Laboral prevé cuando la petición del demandante no sea contraria a
derecho para que procese la confesión del demandado, dispone que se sentencie la causa conforme a
dicha confesión sin mayor dilación, en los siguientes supuestos:
Si el demandado no asiste a la Audiencia Preliminar.
Si el demandado no consignare oportunamente y por escrito la contestación de la demanda.
Si el demandado comparece a la Audiencia de Juicio.
Se tiene así, que la formulación de la confesión en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo podría
contradecir el derecho a la defensa y al debido proceso, toda vez que en el primer caso, tratándose de la
inasistencia a la audiencia preliminar, podría resultar condenado por un juez (el juez de Sustanciación,
Mediación y Ejecución) que no es propiamente el juez natural, único autorizado para juzgarlo (Art. 49,
num. 4, CRBV). Además, en los tres supuestos mencionados se violaría en mayor o menor medida el
derecho a la defensa y al debido proceso del demandado, que comprende, entre otros aspectos, el
derecho a probar los hechos alegados, disponer del tiempo y de los medios adecuados para ejercer su
defensa, ser oído en cualquier clase de proceso con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, tal como lo establece el (Art. 49, num. 1 y 3, CRBV).
Resulta oportuno destacar, en el primer supuesto mencionado, es decir el de la confesión
prevista en el artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, por la inasistencia del demandado a
la audiencia preliminar, si bien es esta la oportunidad fundamental para que el demandado consigne sus
pruebas, aunque no lo hiciere pudiera ocurrir que dentro de las pruebas aportadas por el propio
demandante junto con la demanda, las cuales, en virtud del principio de la comunidad de la prueba se
incorpora al proceso y aprovecha a ambas partes, se encontrara algunas que enervara, total o
parcialmente, la pretensión del actor.
Para dar concluido la elaboración de este ultimo objetivo planteado en esta investigación, se hizo
necesario estudiar con apoyo de doctrinas, jurisprudencias para lograr una visión clara de la condición
actual del funcionario público frente al Estado, así como el desarrollo de la audiencia preliminar
funcionarial, y la interpretación exhaustiva de la Admisión de los Hechos y la Confesión Ficta, y con esto
saber su identidad, sus diferencias, semejanzas y por ultimo los efectos que se desprenden desde el
momento de la ausencia del demandado en la audiencia o contestación de la demanda, imponiéndole
cargas por su incumplimiento. Como resultado, se logró el desarrollo de los objetivos en esta
investigación, para estudiar y comprender el fenómeno violencia en el proceso judicial, con especial
énfasis en el nuevo proceso laboral, para así promover la cultura de la paz como una vía de
mejoramiento de la calidad de vida.

Definición de Términos Básicos


Admisión: Acción y efecto de admitir.
Admitir: Aceptar, autorizar la tramitación de un recurso o de una querella. Recibir.
Asistencia: Concurrencia a un lugar, presencia actual en un punto.
Audiencia: Acto de oír los soberanos u otras autoridades a las personas que exponen, reclaman
o solicitan alguna cosa. También, ocasión para aducir razones o pruebas que se ofrece a un interesado
en juicio o en expediente. Lugar destinado para dar audiencias, las diligencias que se practican ante el
juez o tribunal, principalmente para probar o alegar.
Audiencia Preliminar: Es uno de los momentos fundamentales y estelares en el juicio de
trabajo, es un acto fundamenta, esencial en el proceso, constituye la primera fase de la primera instancia
en el procedimiento oral que la nueva ley ha instituido para oír a las partes en el proceso e incitarlo a la
conciliación en la búsqueda de arreglar sus diferencias.
Carga: Tributo o gravamen que se impone a una persona o cosa.
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Carga de la Prueba: La obligación de probar lo alegado, que corresponde a la parte que


afirma, en virtud del principio latino: actori incumbit onus probandi (al actor le incumbe la carga de la
prueba), mientras al demandado solo le corresponde la prueba de las excepciones por él opuestas.
Deber Jurídico: Necesidad moral de una acción u omisión, impuesta por la ley, pacto o decisión
unilateral irrevocable, para servicio o beneficio ajeno y cumplimiento de los fines exigidos por el orden
social humando.
Institución: Establecimiento o fundación de una cosa. Cosa establecida o fundad. Cada una de
las organizaciones fundamentales de un Estado, como República, Monarquía, Feudalismo, Democracia.
Garantismo Procesal: Es el ejercicio de la función jurisdiccional a través del Derecho Procesal
implicado básicamente en el sistema de garantías constitucionales para conseguir la tutela judicial
efectiva.
Obligación: Es un vinculo jurídico en virtud del cual una persona, denominada deudor, se
compromete frente a otra, denominada acreedor, a ejecutar en su beneficio una determinada prestación
de dar, hacer o no hacer, valorable en dinero, la cual, en caso de no ser cumplida pro el deudor,
comprometería a este a responder por su patrimonio.
Presunción: Es producto de una doble operación mental: inductiva en cuanto a partir de los
hechos establece un principio general y deductiva en cuanto aplica esta directiva común a los hechos en
particular, en virtud de que en circunstancias iguales, se producen los mismos comportamientos. Es la
consecuencia que se logra por establecimiento de caracteres comunes en los hechos.
Sanción: Solemne confirmación de una disposición legal por el jefe del Estado, o quien ejerce
sus funciones.
Sentencia: Decisión que legítimamente dicta el juez competente, juzgando de acuerdo su opinión
y según leyes procésales y las normas aplicable.

CAPÍTULO III
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Conclusiones.
Tomando en consideración los objetivos de la presente investigación y sobre la base del análisis
de las fuentes jurídicas documentales se concluye lo siguiente:
1. Existe una relación de índole laboral entre el Estado y el Funcionario
Público, cuyo elemento de conexión es el hecho social trabajo, en consecuencia, éste goza del
principio constitucional, como lo es la estabilidad laboral y los elementos que esto conlleva donde el
Estado está en la obligación de garantizarlos bajo cualquier circunstancia.
2. La falta de contestación y aunado a esto la incomparecencia por parte
del Estado a la Audiencia Preliminar Funcionarial, produce no una confesión ficta, sino la admisión
de los hechos sobre la base de la pretensión del demandante a través de su litis.
3. Por otra parte la falta de disposición expresa en la Ley del Estatuto de la
Función Pública, que regule la incomparecencia del Estado a la mencionada audiencia, podría existir
la posibilidad de la aplicación analógica del artículo 131 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo,
referente a la admisión de los hechos por parte del patrono en la audiencia preliminar, en virtud de
que es evidente que existe una relación de trabajo entre el funcionario público y el Estado, bien sea a
través de un acto contractual o estatutario, ajustándose perfectamente el supuesto de hecho con el
supuesto de derecho tipificado con la norma laboral alterna, capaz de resolver de una manera
eficiente y eficaz este vacío de ley en cuestión.
Después de concluir lo anteriormente señalado se sugiere a continuación lo siguiente:
Recomendaciones
Pareciera que el futuro del contencioso funcionarial, tal y como se conoce actualmente, llega a su
fin, para implantar un “régimen de derecho laboral democratizado”, a los agentes de la Administración
Pública, la administración se dirige en forma galopante hacia la implantación de un único régimen para su
personal, que de continuar la actual tendencia de no hacer concursos, será la implantación del régimen
laboral de corte democrático y participativo, para los agentes públicos, pero de ser ello así, o de
pretenderse modular el Derecho del Trabajo cuando la Administración sea el patrono, para evitar y/o
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minimizar el efecto nocivo de la sindicalización, contratación colectiva y las huelgas, entre otras
cosas:
1. Debe hacerse una seria reflexión, por cuanto las modulaciones que se avizoran en el Derecho
Laboral, aplicado al ámbito público, puede generar una aplicación no integra del sistema laboral,
con la pérdida absoluta de la inamovilidad preconizada por la relación estatuaria y la pérdida de
la competencia pro-futuro de los tribunales de lo contencioso administrativo, lo cual está previsto
en la proyección que se adelantó sobre las contrataciones administrativas y la tendencia
jurisprudencial a considerar que hoy día, aún cuando se hubiese ingresado en forma irregular a la
administración pública, no se aplica el principio mencionado, por cuanto la constitución de 1999,
eliminó esa posibilidad y la teoría de los propios actos o de confianza legítima, no se viene
aplicando judicialmente, con el énfasis debido.
La tensión entre estos dos bloques normativos, cada uno de ellos con principios y finalidades
distintas, se hará evidente en casi todos los momentos de la relación laboral y/o administrativa. Tensión
en parte resuelta legislativamente por la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia, con grandes
dosis de contradicciones, según entienda que la Administración Pública, cuando actúa como empresario,
debe estar plenamente sometida a la legislación laboral, sin ningún tipo de privilegio, o por el contrario,
entienda que deben tenerse en cuenta las específicas normas y principios que rigen la actuación de la
administración como sujeto de carácter público, aun cuando se someta al derecho privado.

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Ronald Alejandro Suarez Campos


ronaldsuarezc_84@hotmail.com
Barquisimeto, Venezuela fecha de realización 12/10/2006

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