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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

Esa delgada luz que es el silencio


Aproximaciones a la escritura del silencio
en la literatura latinoamericana

Colección Escritores Pereiranos (Ensayo)


Volumen 28

1
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

Ramírez Rave, Juan Manuel


Esa delgada luz que es el silencio : aproximaciones a la escritura
del silencio en la literatura latinoamericana / Juan Manuel Ramírez Rave. —
Editor César A. Hurtado O. — Medellín : La Carreta Editores : Alcaldía de
Pereira. Instituto Municipal de Cultura y Fomento al Turismo, 2012.
108 p. ; 14 x 21,5 cm. — (Colección de escritores pereiranos ; 28)
Incluye bibliografía.
1. Ensayos colombianos I. Hurtado O., César A., ed. II. Serie.
Co864.6 cd 21ed.
A1377302

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

ISBN: 978-958-97532-8-6

© 2012 Juan Manuel Ramírez Rave


jmramirezrave@gmail.com
© 2012 Instituto de Cultura y Fomento al Turismo de Pereira
www.pereiraculturayturismo.gov.co
© 2012 Alcaldía de Pereira
www.pereira.gov.co/

Coordinación editorial
La Carreta Editores E.U.
Editor: César A. Hurtado Orozco
Teléfono: (57-4) 250 06 84
http:www.lacarretaeditores.com
Medellín, Colombia.

Primera edición: diciembre de 2012

Carátula: diseño de Álvaro Vélez

Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombia


por Impresos Marticolor, Medellín

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bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, comprendidas las lecturas universitarias, la
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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

Todo se hace en silencio. Como


se hace la luz dentro del ojo.
Jaime Sabines

Oigo el paso de la luz sobre su piel


Homero Aridjis

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

Contenido

Cómo nombrar en este mundo con esta sola boca ........... 13

De mudos peces o Sor Juana entre lo inefable


y lo indecible ................................................................ 21
I. Mudos peces: el silencio como castigo .......................................... 23
II. Sor Juana entre lo inefable y lo indecible .................................... 28
III. Primero sueño: del despertar del poeta
en el iluminado mundo ............................................................ 34

El agua imperceptible del silencio en el Estanque


Inefable de Jorge Carrera Andrade .............................. 47
I. Nos faltan las palabras y las tenemos en exceso ............................ 50
II. La ventana –mi propiedad mayor– ............................................. 53
III. El agua imperceptible del silencio .............................................. 56

Borges o la escritura del silencio ...................................... 63


I. Entre silencios textuales, del subtexto y como tema ...................... 65
II. Silencios… ................................................................................. 67
III. De silencios textuales y del subtexto en el relato «La espera» ..... 68
IV. La escritura de lo inefable .......................................................... 71

Rulfo: Luvina, el habla del silencio .................................. 79


I. Rulfo: profeta y mártir de la causa de la escritura del No ............. 81
II. La escritura del silencio .............................................................. 85
III. De John Cage a Juan Rulfo: un mundo de silencio sonoro ......... 86
IV. Luvina: el habla del silencio ...................................................... 89

Bibliografía ....................................................................... 99

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

De mudos peces
o Sor Juana entre lo inefable y lo indecible

Óyeme con los ojos,


ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo pues me quejo muda.

Sor Juana Inés de la Cruz

21
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

La obra literaria, y la obra artística en general, buscan la alusión,


la sugerencia, no pretenden explicarlo todo y menos aún tienen
todas las respuestas. Al no alcanzarle al artista las palabras, ni el
lienzo, ni las estructuras, ni las notas, debe acudir al silencio,
porque con él logra rescatar lo inaudible, lo que no tiene pala-
bras, como bien lo expresa Santiago Kovadloff «toda la fuerza de
una obra consiste en lo que el escritor sabe sugerir de
innombrable»5.
Con frecuencia se ha asumido la lectura del silencio como
«tópico» o «tema» en la obra de la mexicana Juana Ramírez de
Asbaje, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz (1648-
1695), desde una perspectiva en la que se pondera no lo silen-
cioso de su obra, sino lo silenciado en ella, lo cual reviste marcadas
diferencias. En el primer caso los silencios son una máscara que
oculta el rostro de otra realidad, la aprisionan. Son silencios en
cuanto ocultamiento, acallamiento o negación de algo que po-
dría ser dicho o explicitado alguna vez6.
En Occidente, por ejemplo, se ha alimentado la idea que el
silencio es opresión, que no existe un silencio sin el acto de si-
lenciar, que el silencio es el lugar de la muerte, de la nada, del
no-ser, un lugar de control del que todos esperamos escapar. Este
silencio de la máscara, que para la gran mayoría es el único, aguar-
da –según una maniquea creencia– un momento para romperse.
Lamentablemente, esta idea del silencio como ausencia o ca-
rencia es la más extendida, desde la antigüedad, en la sociedad
occidental.
Por otra parte, en la obra de la poetisa mexicana confluyen
gran variedad de silencios, los cuales, por ejemplo, pueden ser
abordados desde el punto de vista lingüístico y/o comunicativo.
A su vez, ofrece la posibilidad de mirar el silencio en el mundo
de lo escrito –el silencio literario–, a través de propuestas que

5. Kovadloff, Santiago. El silencio primordial. Buenos Aires: Emecé Edito-


res, 1993. p. 32.
6. Ibíd., p. 9.

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

brindan posibilidades de análisis e interpretación, como la de


Carmen Bobes Naves, quien nos presenta diversos modos de
tratamiento de este «fenómeno», diferenciando entre silencios
textuales y del subtexto.
Advertimos de paso que estas tipologías no serán aplicadas
directamente para hacer explícita la presencia del silencio en la
obra de sor Juana. Partimos del reconocimiento de un silencio
impuesto y asumido por la poetisa mexicana –debido en gran
parte a las características particulares de la época en que vivió7–
, pero sin perder de vista el objetivo fundamental: desvelar en su
obra la escritura de un silencio que es presencia y revelación, es
decir, que se encuentra lejos de la ausencia o la carencia. Lejos
del déficit o falta de sonidos, habla o ruido. Un silencio que va
más allá del plano físico, del apalabrado vacío.

I
Mudos peces: el silencio como castigo

No tenían plumas que las levantasen, y sin embargo se


sostenían con alas transparentes, y al intentar hablar
emiten una voz exigua y proporcionada a su cuerpo, y
profieren por su grito débiles lamentos, y frecuentan las
casas, no las selvas; odian la luz, vuelan de noche y de la
tardía hora del crepúsculo han tomado su nombre.

Metamorfosis - Ovidio

7. En la presentación de la compilación de documentos reunidos en el año


2004 por la Biblioteca Ayacucho bajo el título Polémica: Sor Juana Inés de la
Cruz, Mirla Alcibíades dice: «No fue plácida la vida en la colonia, aunque
habitualmente nos inclinemos a creer lo contrario. Obviamente en la vida
regular –la seglar–, pero también en los espacios cerrados de la cristiandad se
vivían experiencias poco santas: odios, inquinas, recelos, competencias, en fin,
todo el variopinto registro de las pasiones humanas».

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JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

En la cultura greco-romana existieron divinidades y referentes


mitológicos relacionados con el silencio, asociados, en la mayo-
ría de los casos, con aspectos negativos: carácter restrictivo, im-
positivo, marginal, oscuro y sancionatorio, entre otros.
La representación del dedo sobre los labios es una imagen
recurrente, lo que nos hace pensar en un silencio de la «oclu-
sión», en donde se debe prescindir de la palabra. La divini-
dad no invita al silencio, obliga a callarse, de esta forma por
ejemplo, Ovidio al referirse a Harpócrates en su «Metamorfo-
sis» lo nombra como «(…) el que reprime la voz y ordena
silencio con el dedo»8.
En segundo lugar, algunos de los nombres impuestos a estas
divinidades están asociados a la garganta del hábito, al dogma y
al prejuicio. Tal es el caso de Tacita Muta (Tacita Muda) quien
antes de ser venerada como divinidad de los muertos era una
alegre ninfa llamada Lara (Lala o Larunda) nombre procedente
del griego, laleo, que significa «hablar»9. Dicho cambio se da
porque la náyade actuó en perjuicio de la autoridad y del poder
del dios Júpiter, el cual la castigó por ser demasiado «locuaz»10, lo
que le costó su lengua, la reducción para siempre al silencio y el
exilio junto a los Manes, en el lugar que corresponde a los «si-
lenciados». La historia de la ninfa Lara ha servido, entre otras

8. Ovido. Metamorfosis. Traducido por: Antonio Ruiz de Elvira. Barcelo-


na: Círculo de Lectores, 1997. p. 261.
9. Para una discusión más a fondo sobre este tema, recomendamos de Eva
Cantarella, Una diosa como punto de partida: Tácita Muda, contenido en Pasa-
do próximo: mujeres romanas de Tácita a Suplicia, Ediciones Cátedra, Universitat
de Valencia, Instituto de la Mujer, Madrid, 1997.
10. Según Ovidio en Fastos II (583-616), con frecuencia Almón acon-
sejaba a la ninfa Lara para que esta contenga su lengua, sin embargo, la
náyade no la contiene y advierte a su hermana Yuturna del peligro que
representa el amor sin medida del dios Júpiter y le aconseja alejarse de las
orillas del río para que así evite la unión de sus miembros con el dios supre-
mo. A su vez, compadeciéndose de las casadas, visita a Juno y le confiesa
que su marido ama a la náyade Yuturna. Por este hecho, el dios lleno de ira
le arranca la lengua de la que había hecho un uso imprudente y le pide a
Mercurio que la lleve a donde habitan los Manes, el lugar adecuado para
quienes no hablan.

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

cosas, como base para diversos estudios de género y derecho de


la mujer ya que simboliza «la domesticación y mutilación del
valor de la palabra femenina»11.
Así, cobra importancia la proximidad que el silencio, des-
de la antigüedad, establece con el castigo, la oscuridad y el
infierno. La ninfa Lara es condenada al silencio y arrastrada
al infierno. Las Minieidas, aquellas tres doncellas hijas de
Minias, fueron convertidas en murciélagos por no acudir al
culto del dios Baco y preferir seguir narrando sus relatos.
Ascálafo, indiscreto espía de Plutón, fue quien al delatar a
Proserpina hizo imposible su regreso al cielo; pero su castigo
no dio espera y fue la misma «oscuridad» la «sombra» quien
lo convirtió en el ave «(…) que ahora sirve a los agoreros de
supersticioso indicio»12.
Contra Rufino o San Jerónimo, citado por sor Juana en el
Neptuno alegórico dice:
Qui iusto plus ese loquax arcanaque suevit
Prodere, piscosas fertur victurus in undas:
Ut nimiam pensent æterna silentia cocem13.
«A quien ha solido ser más hablador de lo justo, y revelar
los secretos, a él se le lleva a vivir en las ondas llenas de peces,
para que el silencio eterno compense su voz excesiva». Bajo el
anterior panorama no sorprende la claudicación y el silencio
definitivo al que es conducida sor Juana, producto de la pre-
sión social y clerical ejercida con mano de hierro en la Nueva
España, que la llevaron a vivir sus últimos años en un mundo
marcado por la soledad, el miedo, la censura, la incompren-
sión y la envidia.

11. Enna Castillo Montero, Introducción. «Tácita Muta y el derecho fe-


menino a la palabra», en: Vivir en femenino. Estudios de mujeres en la antigüedad.
Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona, 2002., p. 10.
12. Alejandro Soriano Vallés, El primero sueño de Sor Juana Inés de la
Cruz: bases tomistas. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2000. p. 73.
13. Contra Rufino. II, 488-490, ibíd., p. 375.

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JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

Será la misma poetisa quien reflexione y llame a la mesura en


el uso de la palabra, quizá consciente del desigual trato y del
desdoro que carga toda mujer en aquella época. Lastre heredado
de los griegos quienes consideraban que «en las mujeres, el silen-
cio adornos es»14, apreciaciones que también hacen eco en la
Biblia: «una mujer en silencio es un don de Dios»15. La mujer, la
poetisa, la religiosa, parece anticipar su censura; recordemos por
ejemplo lo que años después va a sentenciar la «enigmática» sor
Filotea de la Cruz en su famosa carta:
No apruebo la vulgaridad de los que reprueban en las mujeres el uso
de las letras, pues tantas se aplicaron a este estudio, no sin alabanza
de San Jerónimo. Es verdad que dice San Pablo que las mujeres no
enseñen; pero no manda que las mujeres no estudien para saber;
porque sólo quiso prevenir el riesgo de elación en nuestro sexo,
propenso siempre a la vanidad16.
Sor Juana fue gradualmente sometida a vivir un silencio físi-
co, como resultado de una persecución sistemática que puede y
debe ser rastreada a lo largo y ancho de su obra, la cual es rica en
diversidad de ejemplos del denominado silencio oclusivo.
Al final, la monja jerónima tuvo que tragarse, como lo sugie-
re Gonzalo Celorio, «una a una, todas las palabras de la Res-
puesta a sor Filotea de la Cruz con la que la monja había
defendido y justificado su vocación literaria y su dedicación a las
letras profanas»17, bajar los ojos frente a la figura del misógino
arzobispo Francisco Aguiar y Seijas y retornar al amparo de su
antiguo confesor Antonio Núñez de Miranda.
Una vez dados estos pasos y bajo la dirección espiritual de
Núñez, «abjuró de la literatura. Se impuso el silencio en la peor

14. Ajax Sófocles, en: Tragedias, Madrid, Editorial Edaf, S.L., 2008. p. 40.
15. Eclesiastés 26.13 a 18.
16. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas IV. Comedias, sainetes y
prosa. Cuarta reimpresión. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. p, 695.
17. Gonzalo Celorio, Sor Juana Inés de la Cruz. «Hacia una poética del
silencio», en: Revista de la Universidad de México. ISSN 0185-1330, N.º 26,
2006., p. 44

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

de sus condiciones, en la más cruel, la más abyecta: la censura;


peor aún: la autocensura»18. En resumidas cuentas: debió, fiel a
sus coqueteos con la ciencia, con el mito y con la tan «erudita»
cultura egipcia19, adoptar un radical símbolo del silencio, es de-
cir, convertirse en un «mudo pez», dedicado al cuidado de sus
hermanas enfermas, sólo a la espera de un inminente contagio,
como si en verdad le temiera a aquella sentencia hecha tiempo
atrás por sor Filotea de la Cruz:
Estoy muy cierta y segura que si V. md., con los discursos vivos de su
entendimiento, formase y pintase una idea de las perfecciones divi-
nas (cual se permite entre las tinieblas de la fe), al mismo tiempo se
vería ilustrada de luces su alma y abrasada su voluntad y dulcemente
herida de amor de su Dios, para que este Señor, que ha llovido tan abun-
dantemente beneficios positivos en lo natural sobre V. md., no se vea obliga-
do a concederla beneficios solamente negativos en lo sobrenatural (…)20
[La cursiva es mía].
Paradójicamente, años antes, en medio de la fama y el reco-
nocimiento virreinal, la poetisa le cantaba al marqués de la La-
guna lo siguiente, sin saber que se cantaba a sí misma:
Por lo cual a Pitágoras, por ser maestro del silencio, le figuraron en
un pez, porque solo él es mudo entre todos los animales; y así era
proverbio antiguo: Pisce taciturnior21, a los que mucho callaban; y
los egipcios, según Pierio, lo pusieron por símbolo del silencio; y
Claudiano dice que Radamanto convertía a los locuaces en peces,
porque con eterno silencio compensasen lo que habían errado ha-
blando22.

18. Ibíd., p. 44.


19. En la Carta de Sor Filotea de la Cruz aparece el siguiente
cuestionamiento: «Y con todo eso, el Espíritu Santo dice abiertamente que el
pueblo de los egipcios es bárbaro: porque toda su sabiduría, cuando más, pene-
traba los movimientos de las estrellas y cielos, pero no servía para enfrentar los
desórdenes de las pasiones; toda su ciencia tenía por empleo perfeccionar al
hombre en la vida política, para no ilustraba para conseguir la eterna». Sor
Juana Inés de la Cruz, Obras completas IV, op. cit., p. 695.
20. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas IV, op. cit., p. 696.
21. «Más callado que el pez». Cantarella, Eva, op. cit., p. 375.
22. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas IV, op. cit., p. 361.

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JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

II
Sor Juana entre lo inefable y lo indecible

–el silencio intimando a los vivientes,


uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo,
Harpócrates, la noche, silencioso;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes–

El sueño - Sor Juana Inés de la Cruz

Del silencio como censura


Ya hemos hecho alusión a un pasaje del Neptuno alegórico con el
objeto de constatar la presencia recurrente de la censura en la
obra de sor Juana. Censura que ha sido estudiada ampliamente y
que ha llevado a formular en más de una ocasión la pregunta
concluyente: ¿no fue sor Juana condenada al silencio?23 Será este
mismo texto el que nos guíe en un nuevo camino, ya que adver-
timos en él la confluencia de «otro» silencio, más cercano a lo
inefable, es decir, más vinculado con una poética del silencio.
Es cierto que algunos apartes del largo texto en prosa escrito
en 1680, pueden ser leídos en un doble sentido: como
prefiguración de la censura o como un llamado a la economía
verbal. Lo anterior es resaltado por Celorio en su estudio al vin-
cular el hecho con la «situación subordinada y las modalidades
que adopta nuestra lengua en el habla criolla»24.
En la obra dedicada a los marqueses de la Laguna, sor Juana
plantea que los antiguos veneraron a Neptuno como dios del
silencio. Pero lejos de la veracidad del dato, la autora conjetura

23. Margo Glantz, Prólogo, obra selecta I sor Juana Inés de la Cruz. Cara-
cas, Biblioteca Ayacucho, 1994., p. LXXXI.
24. Celorio, op. cit., p. 37.

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

a partir de un verso de Horacio25 que por ser Neptuno dios de las


aguas y sus hijos los «peces mudos», es razonable que lo adorasen
como dios del silencio y del consejo, así como rey de tan silen-
ciosos vasallos26. Conviene resaltar el valor que entraña dicha
aseveración en la medida en que la monja jerónima, haciendo
uso de sus vastos conocimientos de los clásicos y de la religión,
introduce un nuevo dios sincrético27, un dios que fundamenta par-
te de su producción escrita y que según Mabel Moraña remonta
a sor Juana
por los caminos del paganismo y el hermetismo para celebrar y re-
presentar a los marqueses de la Laguna a través de una operación
sincrónica que no era inhabitual en el discurso barroco, vinculán-
dolos al silente Neptuno, cuya asociación con el agua evoca el título
de los homenajeados28.
La presencia de un dios del silencio (el más frecuente
Harpócrates) transversaliza la obra de la denominada Décima
Musa. Presencia que no es gratuita, pues la influencia de la figu-
ra mitológica de Harpócrates29 en la obra de sor Juana no sólo se

25. O mutis quoque piscibus / Donatura cycni, si libeat, sonum, en un


texto traducido en el año de 1738 aparece así: «O mutis quoque piòcibus /
Donatura cygni, i libeat, òonum!» «O tu que puedes dar, fi quieres, / Aun à los
mudos peces canto de Cifne!». Horacio Flacco Quinto. Poesias Lyricas. («O tú
que puedes dar también a los mudos peces, si te place el don del cisne»).
Traducido por el R.P. Urbano Campos. Cervera: Imprenta de la Pontificia y,
Real Univerfidad, 1738. Libro IV. p. 248.
26. Sor Juana Inés de la Cruz, Inundación castálida. Edición, intro-
ducción y notas de Georgina Sabat de Rivers. Madrid, Editorial Castalia,
1982., p. 375.
27. Al considerar sor Juana al silencio como divino, nos permite ubicarla
en la corriente teológica cristiana, y especialmente en la tradición monástica
de los Jerónimos, en donde el silencio es un principio fundamental para la
contemplación y como muestra de disciplina y recogimiento. Además, la auto-
ra mexicana da muestras en sus escritos de la asimilación de elementos griegos
y egipcios lo que permite un tránsito en sus obras de lo sagrado a lo profano.
28. Mabel Moraña, Viaje al silencio. Exploraciones al discurso barroco.
México, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional Autónoma de
México, 1998., p. 163.
29. Para una mejor ilustración sobre la presencia de Harpócrates en la obra
de la poetisa mexicana recomendamos el ensayo «Sor Juana, Harpócrates y el
silencio» realizado en la Universidad Nacional Autónoma de México por Jor-
ge Alcázar.

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JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

refleja en algunos elementos estéticos dispersos en ella, sino en


los recurrentes ataques que la poetisa debió enfrentar por parte
de sus enemigos debido a su egipcianismo.
En la obra escrita por la poetisa mexicana, Harpócrates pue-
de ser interpretado como símbolo de un obligado acallamiento.
Es así como en la conocida «Respuesta de la poetisa a la muy
ilustre sor Filotea de la Cruz» en 1691, deja entrever las marcas
de la autocensura a la hora de juzgar sus escritos, ya sean propios
o por encargo:
Esa carta que vos, señora mía, honrasteis tanto, la escribí con más
repugnancia que otra cosa; y así porque era de cosas sagradas a quie-
nes (como he dicho) tengo reverente temor, como porque parecía
querer impugnar, cosa a que tengo aversión natural. Y creo que si
pudiera haber prevenido el dichoso destino a que nacía –pues, como
a otro Moisés, la arrojé expósita a las aguas del Nilo del silencio,
donde la halló y acarició una princesa como vos–; creo, vuelvo a
decir, que si yo tal pensara la ahogara antes entre las mismas manos
en que nacía, de miedo de que pareciesen a la luz de vuestro saber los
torpes borrones de mi ignorancia30.
En otro aparte de la correspondencia cruzada que la monja
jerónima mantuvo con sus misóginos superiores se advierte las
constantes persecuciones, interpelaciones y encrucijadas que
tenía que soportar gracias a su genio:
(…) con todo esto nunca he querido asentir a las instancias que a
que responda me ha hecho, no sé si la razón o si el amor propio (que
éste tal vez con capa de razón nos arrastra) juzgando que mi silencio
sería el medio más suave para que V.R. se desapasionase; hasta que
con el tiempo he reconocido que antes parece que le irrita mi pa-
ciencia, y así determiné responder a V.R. salvando y suponiendo mi
amor, mi obligación y mi respeto31.
Para algunas voces, sor Juana es la primera feminista de Améri-
ca. Sus discursos a favor de la mujer iban en dirección contraria de

30. Sor Juana Inés de la Cruz, Polémica. Caracas, Biblioteca Ayacucho,


2004., p. 105.
31. Carta de la madre Juana Inés de la Cruz escrita al R.P.M. Antonio
Núñez, de la Compañía de Jesús (1682), en: Sor Juana Inés de la Cruz, Polémi-
ca. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2004., p. 133.

30
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

los mandatos divinos y de las premisas de la iglesia: ¿acaso las


mujeres no se quedaron mudas cuando Pablo les exigió que se
callaran en la Iglesia? ¿No son la viva imagen del Demonio en el
Paraíso? Sor Juana no creía en esto, mientras la sociedad así lo
exigía. Por ello, esos «Radamantos» terrenales: Aguiar y Seijas,
Fernández de Santa Cruz, Núñez y toda la cúpula masculina de
la jerarquía eclesiástica se encargaron de castigar su locuacidad,
convirtiéndola en un mudo pez enclaustrado en las Américas,
compensando así lo que había errado hablando,
(…) y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas
sabias; luego es grande daño el no haberlas. Esto debían considerar
los que atados al Mulieres in Ecclesia taceant, blasfeman de que las
mujeres sepan y enseñen; como que no fuera el mismo apóstol el que
dijo: bene docentes. Demás de que aquella prohibición cayó sobre lo
historial que refiere Eusebio, y es que en la iglesia primitiva se po-
nían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos;
y este rumor confundía cuando predicaban los apóstoles y por eso se
les mandó callar; como ahora sucede, que mientras predica el predi-
cador no se reza en alta voz32.
El silencio es un tema constante en la obra de sor Juana, tal
como lo demuestran las huellas viscerales dejadas por la autora
en sus versos y prosa. Dicho tema permanece porque la expe-
riencia mística, recogimiento, reflexión y retracción se combi-
nan con la represión, el dogma, el secreto y la culpa, creando así
una amalgama, un juego de la ambigüedad, en donde el tema
del silencio se convierte en el mejor camino para mostrar las
contradicciones del orden dogmático que impera en el Barroco
criollo33. Sor Juana es hija de una nueva retórica, en donde la

32. Sor Juana Inés de la Cruz, Polémica, op. cit., p. 99-100.


33. Indica Mabel Moraña que «La lectura del reverso del texto, la búsque-
da de lo oculto y camuflado, la interpretación, en fin, de ambigüedades, reti-
cencias, ironías y subterfugios es, en efecto, imprescindible en toda aproximación
al discurso barroco.
Varios estudios han hecho hincapié recientemente en los artificios que adopta
sor Juana para canalizar y al mismo tiempo enmascarar mensajes de contenido
contrahegemónico. La conceptualización del periodo virreinal como «sociedad
de máscaras», las referencias a las «trampas de la fe» o las «tretas del débil»
llaman la atención sobre la existencia de un doble registro ideológico y discursivo

31
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

manipulación del silencio y la palabra son la base de la persua-


sión y la elocuencia. Sor Juana deambula entre el decir y el ca-
llar, sus silencios revelan, sus palabras ocultan. Sor Juana se
muestra sumisa y rebelde, sagrada y profana, clara y oscura...

Del silencio como revelación


o mutis quoque piscibus
donatura cycni, si libeat, sonum.

Horacio

El silencio está presente de principio a fin en la obra de sor Jua-


na. ¿La palabra? La palabra es justo medio. El poeta en su lucha
constante debe apalabrar el mundo. Debe vivir la nostalgia de la
palabra auténtica, aquella que sólo brota del silencio. Queremos
mostrar esa otra cara del silencio en la obra de sor Juana. Pasar
del «mudo pez» censurado, al libre canto del cisne. Virtud que el
mismo dios Harpócrates le puede conceder y que la autora resal-
ta en el Neptuno alegórico «oh a los mudos peces pudieras dar, si
te placiera el canto del cisne»34.
Queremos aventurarnos a ver un dios que invita a la mesura,
al «juego» de la ambigüedad, a una búsqueda de lo inefable, en-
tendiendo ésta como una vertiente del silencio. Si aceptamos lo
anterior, veremos que el hilo que nos sacará del laberinto silen-
cioso presente en la obra de sor Juana será la alusión, porque «lo
que a la descripción directa le está vedado, puede, a su modo,
lograrlo la aproximación indirecta»35.

que se advierte tanto en sor Juana como en el resto de la literatura del periodo:
el de la hegemonía y la marginalidad barroca, el del poder y el de la resistencia,
polos de un sistema cuyo inestable equilibrio está en la base misma del sujeto
colonial hispanoamericano. («La retórica del silencio en sor Juana Inés de la Cruz»,
en Mabel Moraña, Exploraciones al discurso barroco. México: Facultad de Filosofía
y Letras. Universidad Nacional Autónoma de México, 1998., p. 166-167).
34. Sor Juana Inés de la Cruz, «Neptuno alegórico», en: Obra selecta I,
Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 291.
35. Santiago Kovadloff, op. cit., p. 10.

32
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

Al silencio debemos aproximarnos con pies alados, debemos,


como lo propone Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próxi-
mo milenio, esquivar un encuentro directo con la mirada inexo-
rable de la Medusa, a fin de no quedar petrificados por la
objetividad y la realidad que nos circundan. Recordemos que
la alusión, en su etimología (alludere), remite al juego, a la diver-
sión y aún a la broma, su connotación apunta a la idea de enta-
blar con alguien o con algo un vínculo lúdico (ludus). A su vez
el juego es levedad, debido a su condición siempre lateral y su-
gestiva, en contraposición a lo serio que es irremediablemente
literal, solemne, grave o severo.
La obra literaria busca la alusión, la sugerencia, no pretende
explicarlo todo y menos tiene todas las respuestas. Al no alcan-
zarle al escritor las palabras debe acudir al silencio, porque con
él logra rescatar lo inaudible, aquello que se le hace innombrable.
Guillermo Sucre en su obra La máscara, la transparencia, dice:
«Con pocas palabras, un poema o una obra pueden llegar a
iluminarnos todo un mundo: no en lo que dice, sino en lo que
deja de decir reside su poder.36»
En este sentido, resulta iluminador un pasaje de la «Respues-
ta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz», en donde
se logra entrever dos silencios que se oponen. En la primera par-
te del fragmento sor Juana parece presentar un silencio negati-
vo, fuertemente vinculado al «decir nada», pero en la segunda
parte sale airosa con un silencio más vinculado a lo inefable:
(…) para huir de la dificultad de responder, y casi me he determina-
do a dejarlo al silencio; pero como éste es cosa negativa, aunque
explica mucho con el énfasis de no explicar, es necesario ponerle
algún breve rótulo para que se entienda lo que se pretende que el
silencio diga; y si no, dirá nada el silencio, porque ése es su propio
oficio: decir nada. Fue arrebatado del Sagrado Vaso de Elección al
tercer Cielo, y habiendo visto los arcanos secretos de Dios dice:
Audivit arcana Dei, quae non licet homini loqui. No dice lo que vio, pero
dice que no lo puede decir; de manera que aquellas cosas que no se puede

36. Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia: ensayos sobre poesía


hispanoamericana. 2a. ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1985. p. 293.

33
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

decir, es menester decir siquiera que no se pueden decir, para que se entienda
que el callar no es no haber qué decir, sino no caber en las voces lo mucho que
hay que decir. Dice San Juan que si hubiera de escribir todas las mara-
villas que obró nuestro Redentor, no cupieran en todo el mundo los
libros (…)37 [la cursiva es mía].

III
Primero sueño:
del despertar del poeta en el iluminado mundo

Siendo de noche, me dormí; soñé que de una vez quería


comprehender todas las cosas de que el Universo se compone; no
pude, ni aun divisas por sus categóricas; ni aun sólo un individuo.
Desengañada, amaneció y desperté.

Resumen del biógrafo padre Diego Calleja de la Compañía


de Jesús del poema «Primero sueño» (1695).

Sor Juana es una autora de ruptura, en la medida en que sus


«silencios» –al menos en parte de su vida– no consisten sólo en
dejar de hablar, sino en un saber revelar, al tiempo que sorpren-
de por sus ocultamientos. La obra de la poetisa mexicana se ade-
lanta 300 años al diferenciar «(…) entre lo inefable y lo indecible.
El primero se refiere a la falta de palabras por expresar o definir
un misterio pleno; habría tanto que decir sobre él que se torna
inexpresable. En lo indecible, que es la muerte, no hay nada que
decir. Ambos están encubiertos por el silencio, pero hay un gran
contraste entre ellos»38.

37. Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz (1691).


en: Sor Juana Inés de la Cruz, Polémica. Caracas, Biblioteca Ayacucho,
2004., p. 74.
38. Carol Prunhuber, Agua, silencio, memoria y Felisberto Hernández.
Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986. p. 123-124

34
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

De la sombra…
Lo inefable y lo indecible son contraste y tensión, ambos se ha-
cen presentes en los versos de «El sueño». Extenso poema en
donde la monja Jerónima expresa su deseo desesperado de co-
nocer por vía racional los principios y causas que rigen «el ser
del Cosmos». En los primeros versos, tal como propone Ramón
Xirau, «la sombra aparece no sólo como el paso al sueño, sino, y
principalmente, como símbolo del mal.39»
Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;
(…)
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa40
El sueño que sor Juana nos presenta, aparece primero como
telón de fondo de la sombra. La poetisa inmersa en una sociedad
caracterizada por sus miedos, no queda excluida de ellos. Por el
contrario, en su obra deja uno de los primeros registros de la
percepción negativa de la oscuridad y el silencio en la Nueva
España. Pero a su vez, el contraste no se hace esperar, y así como
la Diosa (luna) «tres veces hermosa», se muestra con «tres her-
mosos rostros» (tres fases), el silencio en «El sueño» se escribe
como imagen audible contrapuesta al vacío:
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,

39. Ramón Xirau, Entre la poesía y el conocimiento: antología de ensayos


críticos sobre poetas y poesía iberoamericanos. Prólogo de Adolfo Castañón;
selección de Josué Ramírez y Adolfo Castañón. México, Fondo de Cultura
Económica, 2001., p. 90.
40. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I. Lírica personal. Cuarta
reimpresión. México: Fondo de Cultura Económica, 2001. p, 335.

35
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

sumisas sólo voces consentía


de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo y canto, del oído
mal, y aun peor del ánimo admitido41,
El silencio aparece vinculado a las aves nocturnas. Aves que
alzan su obscuro y pesado vuelo entre los versos de la poetisa. El
imperio del silencio es, sin embargo, un espacio audible por el
que «la avergonzada Nictimene», la lechuza, «acecha de las sa-
gradas puertas los resquicios», con «su vuelo torpe y cantar estri-
dente y desacompasado, mal admitido por el oído, peor por el
alma (…)»42.
Miedos: miedo al silencio, al vacío, a lo oscuro.
La garganta del hábito: ninfas reducidas al silencio, indiscretos
espías convertidos en búhos, doncellas transformadas en aladas aves
por preferir narrar sus relatos y no rendir culto a Baco. En el mito,
aún entre cristianos el «locuaz» es acallado. Entonces, apartado de
la palabra, le queda el silencio. Un silencio que en la obra de sor
Juana descansa en tenues sonidos. En su «Guía al Primero sueño»
Ramón Xirau resalta lo siguiente: «Junto al búho (ministro de Plutón),
hoy indicio supersticioso de agoreros, los murciélagos componen la
capilla no cantadora, sólo capaz de algunas notas, y aún más pausas
que notas, como marcadas por el compás de un viento tan tardo
que el viento mismo parece dormirse»43.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas hierba,
a la deidad de Baco inobedientes,
—ya no historias contando diferentes,
en forma sí afrentosa transformadas—,
segunda forman niebla,
ser vistas aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficïosas, digo,

41. Ibíd., p. 335-336


42. Ramón Xirau, op. cit., 90.
43. Ibíd., p. 91.

36
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

atrevidas Hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas, con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio al agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas, negras, longas entonando,
y pausas más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez, que el viento
con flemático echaba movimiento,
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.44

Del silencio…
Los versos pausados, con una fuerte presencia de lo visual y
sensitivo, están marcados por la tensión de un silencio «oclusi-
vo» representado por Harpócrates y su implacable dedo que
obliga callar:
Este, pues, triste són intercadente
de la asombrada turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al sueño persuadía;
antes sí, lentamente,
su obtusa consonancia espacïosa
al sosiego inducía
y al reposo sus miembros convidaba
—el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio oscuro
con indicante dedo,
Harpócrates, la noche, silencioso;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes—.45

44. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 336-337.
45. Ibíd., p. 336-337.

37
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

A la vez, emerge en cada una de las palabras otro silencio


que se hace presencia, que es revelación, fuerza creativa, fuente
llena de sonidos, formas y sentidos. El silencio en «El sueño» se
describe como un «són intercadente», como un sonido irregular
y constante que marca a una asombrada, confusa y desordenada
muchedumbre temerosa y a una naturaleza que se mantiene
quieta por miedo a violar el silencio; pero que se escribe como
una armonía silenciosa que invita a escuchar, a simplemente es-
cuchar aquello que no puede llegar a oírse, que es: lo inefable46,
lo inasible.
El viento sosegado, el can dormido,
éste yace, aquél quedo
los átomos no mueve,
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco, sacrílego rüido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aun la instable mecía
cerúlea cuna donde el Sol dormía;
y los dormidos, siempre mudos, peces,
en los lechos lamosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces47,
La travesía intelectual inicia y en este viaje de ensueño no se
admiten palabras. El poeta se enfrenta a la doble negación: el
espacio silencioso y la soledad del alma, el espacio silencioso y la
visión de un mundo que por oscuro debe ser iluminado. El poeta
enfrentado a las trabas de lo racional y perceptivo. El poeta en-
caminado a lo inefable, a la presencia innegable de lo oculto.

46. El mundo siempre nos habla, busca comunicarse con nosotros, pero
lamentablemente la gran mayoría no tenemos oídos para escucharlo, debería-
mos estar más atentos a lo que dice Max Picard: «el silencio se muestra en mil
formas inefables: en el silencioso despuntar del día, en la apacible aspiración
de los árboles hacia el cielo, en el sigiloso descenso de la noche, en el silente
cambio de las estaciones, en el claro de luna que como una lluvia de silencio
cae y penetra en la noche, pero sobre todo en el silencio de la vida interior
(…)» MaxPicard, El mundo del silencio: ensayo. Traducido por Norberto Silvetti
Paz. Caracas, Monte Avila, 1971., p. 20-21.
47. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 337.

38
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

Del sueño…
El sueño por fin extiende sus alas amparado por el silencio: «El
sueño todo, en fin, lo poseía;» dice la poetisa, «todo, en fin, el
silencio lo ocupaba»48. Es medianoche y todos duermen, el la-
drón, el amante que siempre está en vela, el tímido venado con
vigilante oído. Todos fatigados por las tareas diurnas, por el tra-
segar de la vida que le cede el paso al sueño, tan cercano a la
muerte. Todos sucumben a Morfeo: el sayal y la púrpura, las po-
bres gentes de la choza y el rey en su castillo. Ante Morfeo todos
son iguales, porque para él «el sayal mide igual con el brocado».
El alma queda aislada del mundo exterior.
Muerte pasajera: el alma aún aislada sigue atrapada en el cuer-
po. El cuerpo fatigado queda al margen de la muerte-vida:
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno,—en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado—,
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo49,
Sor Juana prefigura a John Cage. Anticipa su cámara anecoica.
En «El sueño», la poetisa es capaz de aislar los ruidos que no le
interesan o que pueden interferir con su viaje en el sueño y, de
esta manera, escuchar más allá de lo que se quiere y debe escuchar.
El silencio en «El sueño» como en el experimento y en la obra de
Cage está repleto de sonidos. Para sor Juana y para Cage, siempre
habrá sonidos, aunque sólo sean los de nuestro cuerpo50. Es así

48. Ibíd., p. 339.


49. Ibíd., p. 340.
50. Al introducirnos en la cámara anecoica escucharemos como mínimo
un sonido agudo que corresponde al funcionamiento del sistema nervioso y
uno grave que corresponde a la circulación sanguínea.

39
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

como el corazón y los pulmones son testigos de la continuidad


de la vida, aun cuando la lengua misma se quede quieta y ose
desmentirlos:
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados, los sentidos
—con no replicar sólo defendidos—,
y la lengua que, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía51.

De la luz…
Para los occidentales, fieles a su terror ctónico y su rechazo a la
oscuridad, la luz, lo blanco, lo brillante han sido siempre los más
poderosos aliados de la belleza. Por el contrario, lo oscuro, lo
opaco y lo negro han tenido una connotación negativa. Dicha
concepción terminó por filtrarse en todos los espacios del arte,
la arquitectura y en general la vida. En «El sueño», sor Juana
camina esta línea luminosa al tratar de dar respuesta con los ojos
inconscientes del sueño a su pregunta por el saber humano.
Entonces, acude a partir del verso 266 a la alegoría cósmica de la
caverna para demostrar el contraste existente entre el conoci-
miento y la oscuridad de la percepción sensorial del hombre.
Platón, en el VII libro de La República, nos cuenta que en
un antro subterráneo en donde sólo pasa la luz por una abertura,
viven desde la infancia dos hombres amarrados. Los hombres
sólo ven las sombras que se proyectan en la pared de la caverna:
hombres, figuras de animales. Escuchan sonidos, sombras que
hablan; ¿Qué más pueden ver y oír? También ven pasar sombras
mudas, despojadas de sonido. Además, si pudiesen conversar entre
sí, ¿no convendrían en nombrar a las sombras que tienen delan-
te?, pregunta Sócrates. Para ellos, concluye, la verdad sería las
sombras de las imágenes.
Luego, un cautivo es liberado y al mirar hacia la luz le que-
mará sus ojos y le impedirá distinguir los objetos de las sombras

51. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 341.

40
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

que veía antes. Ya no ve fantasmas, ve objetos reales, más cerca-


nos a la verdad. ¿Qué sucede si el hombre debe nombrarlos?
Sumido en la perplejidad creerá que lo que antes veía era más
real que lo que ahora ve. Al hombre le duelen los ojos incluso al
mirar al fuego. Prefiere mirar las sombras, más claras que lo que
ahora sus doloridos ojos ven. Irritado y molesto el hombre:
[Necesitará] acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de
arriba. En primer lugar [mirará] con mayor facilidad las sombras, y
después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en
el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación
[contemplará] de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo,
[mirará] la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el
día, el sol y la luz del sol52.

Del conocimiento…
En el «El sueño», sor Juana libra una larga batalla entre la luz y
la sombra, el sol y las tinieblas. Quiere que el imperio de la
noche desaparezca ante el imperio del día. Quiere desde la poe-
sía acercarse al conocimiento. Quizá por eso la primera estrofa
debe partir de la comparación: del mismo modo que el Faro
cristalino proyecta su ligera luz sobre la superficie del mar, rei-
no de Neptuno, dios del silencio, para descubrir las naves más
distantes. La Fantasía, respaldada por el tranquilo sueño, copia
las imágenes del mundo con su pincel invisible y así el alma
cree se acerca al conocimiento:
Y del modo
que en tersa superficie, que de Faro
cristalino portento, asilo raro
fue, en distancia longísima se vían
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo
las que distantes le surcaban naves,
(…)

52. Platón. La República, VII Libro. Traducción C.Eggers Lan. Madrid:


Editorial Gredos, 1992.

41
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

así ella, sosegada, iba copiando


las imágenes todas de las cosas,
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores, las figuras
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, más aun también de aquéllas
que intelectuales claras son Estrellas53,
De ahí en adelante, el alma, tiene la mirada libre para mirar
todo lo creado:
(…) la vista perspicaz, libre de anteojos,
de sus intelectuales bellos ojos,
(sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele),
libre tendió por todo lo crïado54:
Pero llega el fracaso. Al igual que el cautivo liberado de la
caverna, el soñador es cegado por el exceso de luz-conocimien-
to. La multitud de objetos contemplados se hace incomprensi-
ble: «y por mirarlo todo, nada vía, / ni discernir podía»55.
Entonces quien durmió en busca de conocimiento retrocede
aturdido:
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que—entorpecida
con la sobra de objetos, y excedida
de la grandeza de ellos su potencia—,
retrocedió cobarde56.
Queda lugar para intentarlo de nuevo. El camino que sigue
es el del método aristotélico: «La totalidad de las cosas queda
precisada en las coordenadas de las diez categorías».57 Luego, sor
Juana explica su método desde la escala del ser. El hombre es un

53. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 342.
54. Ibíd., p. 346.
55. Ibíd., p. 347.
56. Ibíd., p. 346.
57. Ramón Xirau, op. cit., 95.

42
ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

microcosmos que participa en el amor divino y que por la gracia


divina, puede acercarse a su creador58.
el Hombre, digo, en fin, mayor portento
que discurre el humano entendimiento;
compendio que absoluto
parece al ángel, a la planta, al bruto;
cuya altiva bajeza
toda participó Naturaleza.

Del despertar…
ahora que en las pupilas y en las cimas todas
un Sol de cobre nace y otra Luna se va
sólo queda en los labios la palabra no dicha
sólo queda en la piel miedo y deseo
por la ventana mira como un doble la luz

Alba - Homero Aridjis

La poetisa sabe de su dificultad. Descubre la inabarcable dimen-


sión del proyecto emprendido. Entonces, desbordada por su atre-
vimiento, por su deseo de apalabrar la suma del conocimiento se
resigna:
Estos, pues, grados discurrir quería
unas veces; pero otras, disentía,
excesivo juzgando atrevimiento
el discurrirlo todo,
quien aun la más pequeña,
aun la más fácil parte no entendía59
Despierta del sueño, la poetisa debe enfrentarse a la falta de
palabras para expresar o definir ese misterio pleno que se le pre-
senta, que aun en la parte más fácil no entiende; porque senci-
llamente habría tanto que decir sobre él que se torna inexpresable.

58. Ibíd., p. 95.


59. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 353.

43
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE

El despertar es igual al nacimiento del día: las cadenas del


sueño desatan lentamente los miembros extenuados, poco a poco
despiertan los entumecidos nervios, al tiempo que se cobran los
sentidos y los ojos son abiertos. Al final, con el cerebro ya des-
ocupado, los fantasmas huyen, como fácil humo, en viento con-
vertidos.
Se desvanecen las fantasías cuando se acerca el sol al Orien-
te, mientras el otro hemisferio se entrega a lo nocturno. La no-
che cede ante el día. Las sombras son subsumidas por la luminosa
luz del día. Suenan con claridad las aves, tocando sus bélicos
clarines. Derrotados la noche, la sombra y el silencio se replie-
gan en la claridad sonora del día:
más que a la fuerza, el medio de salvarse,
ronca tocó bocina
a recoger los negros escuadrones
para poder en orden retirarse,
cuando de más vecina
plenitud de reflejos fue asaltada,
que la punta rayó más encumbrada
de los del Mundo erguidos torreones60.
Finalmente, el orden de las cosas y los colores es restablecido
por «la dorada ilustrada del Sol madeja hermosa»61. Con la luz
del día vuelven a vibrar los sentidos al quedar el mundo comple-
tamente iluminado. Entonces, el soñador despierta por completo.
Al hacerlo sabe que «aquellas cosas que no se puede decir, es me-
nester decir siquiera que no se pueden decir, para que se entienda que
el callar no es no haber qué decir, sino no caber en las voces lo mucho
que hay que decir62.
El poeta quiso acercarse al conocimiento, a su capacidad para
conocer; pero de su intento sólo quedan dudas, porque ¿Cómo po-
drá conocer quien todo lo ignora de la «breve flor» y especialmente

60. Ibíd., p. 358-359.


61. Ibíd., p. 359.
62. Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz (1691),
op. cit., p. 74.

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ESA DELGADA LUZ QUE ES EL SILENCIO

de las reinas de las flores, la rosa, «dulce herida» de Venus? ¿Cómo


aquel que es incapaz de conocer un ente particular podrá atre-
verse a discurrir acerca del universo entero, tanto más alto que
el monte Atlas, tanto más exigente en esfuerzo y fuerzas que las
que se le exigieron a Hércules?63
Despierta el poeta.
Despierta el alma del poeta, y en su retorno del sueño debe
asumir como San Juan su incapacidad para escribir todas las
maravillas que obró nuestro Redentor64, porque no cabrían en
todo el mundo los libros.
Despierta el alma del poeta al mundo, y en su retorno del
sueño, se hace la revelación como se hace la luz dentro del ojo65,
en el silencio…
Despierta el poeta y frente a él se abre el Mundo iluminado:
mientras nuestro Hemisferio la dorada
ilustraba del Sol madeja hermosa,
que con luz judiciosa
de orden distributivo, repartiendo
a las cosas visibles sus colores
iba, y restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a luz más cierta
el mundo iluminado y yo despierta66.

63. Xirau, op. cit., p. 96.


64. Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz (1691),
op. cit., p. 74.
65. Jaime Sabines, Lento, amargo animal... En Antología Poética. México,
Fondo de Cultura Económica, 2005. Horal, 1950.
66. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I, op. cit., p. 359.

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