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Esta teoría surgió en los años 40 con los trabajos de Daly (1940) y Hyot
(1949) , y se afianzó entre los economistas en los años 50 y 60 debido a los
trabajos desarrollados por North (1955), Pfouts (1960) y Tiebout (1962). Critíca
a la teoría del crecimiento regional por etapas, afirmando que existen regiones
que queman etapas sin pasar por la primera de las fases, la fase de
subsistencia (como ha ocurrido en los estados del oeste americano). Plantea
que las regiones son economías abiertas muy dependientes del exterior, divide
la economía en dos sectores (sector básico exportador y sector residencial,
éste último muy dependiente de la demanda local), y considera, dentro de un
enfoque puramente keynesiano, que las exportaciones son el motor que inicia
el crecimiento local y/o regional, determinando su alcance a través del efecto
multiplicador que dichas exportaciones a otras regiones producen sobre las
actividades residenciales (particularmente sobre los servicios y la
construcción). En palabras de Richardson (1977, pág. 24), el valor de la teoría
radica en que destaca la importancia de la apertura de las economías
regionales y el papel que desempeñan los modelos de demanda nacionales (o
extrarregionales) cambiantes en el crecimiento regional, o dicho de otro modo,
la importancia de la apertura en el análisis de las economías infranacionales, la
interdependencia entre las diferentes zonas de un país y el principio de que lo
que ocurre dentro de una región depende crucialmente de lo que ocurre más
allá de sus fronteras (Richardson, 1986, pág. 67; Richardson, 1972, págs. 313-
314).
Las ventajas de esta teoría son varias. La primera, que considera las relaciones
interregionales como vínculos comerciales, poniendo de manifiesto la
necesidad de cada región de competir con el resto en determinados sectores
especializados; la segunda, que la existencia de una demanda externa
importante evita el problema de la escasez de la demanda interna para poder
crecer, que se producía como consecuencia del limitado tamaño del mercado
local; y, la tercera, la detección de los riesgos de una excesiva especialización,
ya que la demanda externa de productos concretos puede fluctuar
considerablemente a largo plazo.