Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
DEMOCRACIA
Y MEDIOS
DE COMUNICACIÓN
ISBN 970-32-2272-2
Para
José Luis, Fernando,
Jorge Alejandro
y Lorenza, siempre...
Para
José Luis, Fernando,
Jorge, Alejandro
y Lorenza, siempre...
CONTENIDO
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII
Mariano PALACIOS ALCOCER
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXI
Manuel ALONSO MUÑOZ
Reconocimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXIII
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXV
CAPÍTULO PRIMERO
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA
Y MEDIOS
I. Democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
II. Medios de comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
III. Participación ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Privacidad del individuo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO
I. Alcance e influencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
II. Poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
III. La presentación mediática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
1. Prensa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. Radio y televisión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
IX
X CONTENIDO
CAPÍTULO TERCERO
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES
CAPÍTULO CUARTO
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA
Y ADVERSIDADES
CAPÍTULO QUINTO
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA LIBERTAD
DE ACCESO A LA INFORMACIÓN
CAPÍTULO SEXTO
LA OPINIÓN PÚBLICA
CAPÍTULO SÉPTIMO
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA
DE LOS MEDIOS
CAPÍTULO OCTAVO
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO
DE MEDIOS
CAPÍTULO NOVENO
AVANCES TECNOLÓGICOS
XIII
XIV PRESENTACIÓN
De acuerdo con Giovanni Sartori, citado por el autor del libro que usted
está empezando a leer, “saber de política es importante aunque a muchos
no les importe, porque la política condiciona toda nuestra vida y nuestra
convivencia”. Absolutamente cierto. Sólo habría que agregar que la polí-
tica, a su vez, siempre es determinada por una definición de orden eco-
nómico.
El doctor Stein Velasco nos advierte que la opinión pública está confi-
gurada con base en el debate teórico, el análisis de asuntos particulares,
pero también en la perspectiva multivaria de los diversos puntos de vista,
intereses, preocupaciones y demandas de los diversos estamentos en que
la sociedad se integra, que a su vez derivan los componentes susceptibles
de prefigurar un juicio sobre el quehacer público y privado, la conducta de
quienes integran estos sectores y específicamente, de quienes asumen las
decisiones finales.
Si bien lo anterior cabe dentro de lo posible en todo entorno social
porque es inherente a la naturaleza humana, una suerte de consenso his-
tórico establece que el mejor marco para el desarrollo social es el de la
democracia; y de ésta, al parecer lo único en que todo el mundo continúa
de acuerdo sería en que, de acuerdo con el postulado clásico, está llama-
da a determinar las condiciones para el establecimiento de un gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Por lo demás, hay una demo-
cracia para cada momento de la historia y para cada grupo humano den-
tro de ella. Así somos. Estamos de acuerdo en la abstracción y cuando
llegamos a los hechos, la disensión da común denominador a palabras y
acciones ya no de clases o de grupos, de meros individuos.
Independientemente de lo anterior, está claro que hay un saldo ganan-
cioso en el reconocimiento de que la participación ciudadana en la forma-
ción de las alternativas de gobierno y en la toma de decisiones de la
sociedad forma parte no sólo de un discurso unificado en el signo de la glo-
balidad, sino, en más de un caso, también de la realidad. Si esa realidad
XXI
XXII PRÓLOGO
MEDIOS Y DEMOCRACIA
específico de este país, que constituye un territorio natural para las refle-
xiones que aquí están siendo vertidas.
En realidad, el consenso vigente en los inicios del siglo XXI fue expre-
sado en plena Reforma por Guillermo Prieto con las siguientes palabras:
“Considero a la prensa como la égida de la libertad, como el escudo más
firme de los derechos del hombre y por lo tanto, sostengo que debe ser li-
bre como el pensamiento”.
No obstante, el ejercicio del poder conlleva una tentación de hegemo-
nía, de la cual queda testimonio en los diferentes textos legales que al res-
pecto han surgido en diversas etapas de la historia. Sergio López Méndez
es autor de un párrafo altamente ilustrativo en su ensayo El saber y el po-
der alrededor de la imprenta. De la independencia a nuestros días,
singularmente coincidente con los rumbos actuales sobre la materia im-
perante en, prácticamente, todos los países:
Ahora bien, del dicho al hecho no siempre son cortas las distancias. Y
como la realidad contrastaba, dramáticamente a veces, con los plantea-
mientos no por inteligentes menos utopistas del gran periodista de la Re-
forma, López Méndez, como consecuencia de su análisis de una época
marcada por las contradicciones y la insurgencia de una sociedad repri-
mida, virtualmente en el cierre de un capítulo y la apertura de la otra den-
tro del proceso histórico, anota a continuación:
UN MUNDO INTERDEPENDIENTE
NUESTRO TIEMPO
Si, como queda claro, es la tesis del libre flujo de la información la que
predomina la realidad contemporánea en esta materia, queda perfecta-
mente clara la razón que asiste al doctor Stein Velasco para preocuparse
sobre cómo, en dicho escenario, sería posible establecer esa alianza entre
sociedad y medios para determinar las conductas del poder en la defini-
ción democrática.
De lo que se trata en nuestros días, y esto está claramente testimoniado
en el registro hemerográfico, es de dejar en manos de los medios el control
de su propia conducta, sin más que los códigos éticos determinados por los
propios editores, como marco normativo del ejercicio informativo.
Esto, en el México de nuestro tiempo, cuando el Poder Judicial ha sido
reconstituido por la dialéctica del entorno político que prefiguraron los re-
sultados electorales de 2001, marca una interesante coincidencia con la
forma de pensar y la constancia que de ella se dejó en el propio texto consti-
tucional, del México donde Francisco Zarco redactaba aquella ley cuya de-
liberada lasitud no tenía otro ámbito adverso en lo formal que el de los
jurados especiales. Se aprietan los tornillos en el caso de las instituciones
del Estado, pero se lubrican cuando se trata de la empresa periodística.
Globalidad no descarta interdependencia; se trata, en todo caso, de
conceptos consustanciales. De ahí que se acentúe el carácter genérico y
aun la vaguedad de conceptos como “objetividad e imparcialidad” y se
consolide, de manera simultánea, la correspondencia entre libertad de ex-
presión y libre acceso a la información, contribuyentes sustantivos a la
XXVIII PRÓLOGO
CERTEZA EN LA POLÉMICA
PARA TERMINAR
No son pocos los años de mi vida los que han transcurrido en el mundo
del periodismo, en el ámbito amplio de la comunicación. Pertenezco a esa
tribu. Sé, porque son las mías, de sus preocupaciones, proyectos, pers-
pectivas.
Por eso me ha resultado grata (aun cuando preocupante) la amable soli-
citud del doctor Stein Velasco para escribir los párrafos que ahora me dis-
pongo a culminar.
Mucho más grato fue verificar cómo, a medida que transcurría la lectu-
ra de los originales, fue encontrando la coincidencia de intereses natural
entre un estudioso de su propia sociedad y el gremio al cual pertenezco,
que asimismo, tiene como proyecto vital la observación de la sociedad y
XXXII PRÓLOGO
XXXIII
INTRODUCCIÓN
XXXV
XXXVI INTRODUCCIÓN
I. Democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
II. Medios de comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
III. Participación ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Privacidad del individuo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
CAPÍTULO PRIMERO
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS
1
2 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
I. DEMOCRACIA
líticas en el ámbito social”. El control del poder, México, Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, p. 91.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 3
en cuanto a las formas, condiciones y grados en que ese gobierno del pue-
blo debe ser ejercido.2
Tan pronto como se inicia una búsqueda en la definición de la democra-
cia se encuentra que ella ha sido entendida en una amplia gama de formas
diversas. En varias ocasiones las propuestas son coincidentes. Sin embar-
go, paradójicamente, también hay puntos de vista distintos y hasta diver-
gentes entre ellos mismos. Como un ejemplo de definición reciente que
guarda relevancia por su representatividad se encuentra la adoptada por los
jefes de Estado y de gobierno participantes en la Conferencia de Seguridad
y Cooperación en Europa (CSCE), que fue firmada en el otoño de 1990 e
incorporada dentro de la Carta de París. En ella se sostuvo que el gobierno
democrático está basado en la voluntad del pueblo, expresada regularmen-
te a través de elecciones libres y justas. La democracia tiene como funda-
mento el respeto para la persona humana y el Estado de derecho. La demo-
cracia es la mejor salvaguarda de la libertad de expresión, de la tolerancia
de todos los grupos de la sociedad y de igualdad de oportunidades para ca-
da persona. La democracia, con su carácter representativo y plural, otorga
al electorado el escrutinio y la obligación de las autoridades públicas de
obedecer la ley e impartir la justicia en forma imparcial. Nadie debe estar
por arriba de la ley.3
No puede perderse de vista que en la superficie un gobierno puede ajus-
tarse o reunir las características formales contenidas en una definición de
democracia. Sin embargo, en sustancia puede distar de serlo, de ser indife-
rente ante el desarrollo democrático de una sociedad, o incluso impedirlo.
Respecto a tal hecho, las palabras de Anthony Arblaster pueden brindar
una explicación. En su obra Democracy, este autor argumenta que la de-
mocracia es un concepto antes de convertirse en un hecho, y debido a que
es un concepto, ella no tiene un único significado preciso o sobre el cual
más allá de una forma de gobierno o sistema político como tal. La demo-
cracia ha sido, es y será también un ideal a alcanzar por diversas socieda-
des, y, por ello mismo, sujeta a transformarse de acuerdo con las deman-
das, expectativas, esperanzas e ilusiones de una sociedad. Un ideal a la luz
del cual la realidad sea vista y un futuro a construirse. Refiriéndose a las
expectativas con que se ha rodeado a la democracia, Shapiro y Hac-
ker-Cordón observan que el ideal democrático vive en una tensión que se
ajusta a las realidades políticas en la mayor parte de los sistemas llamados
democracias.7 Divorciar lo que la democracia constituye como sistema po-
lítico de las creencias populares que se tienen de ella impide compenetrar
su mística y comprender las razones que le otorgan tan grande importancia
en el mundo moderno.8
En la literatura sobre la democracia se encuentra asimismo, que en algún
momento fue común el hablar de los “prerrequisitos” para establecer un
gobierno democrático, o bien de los “requisitos” para su mantenimiento y
operación.9 Las propuestas al respecto son variadas y con características
cuestionables en distintas ocasiones.
En otros casos, hay quienes en lugar de pensar en prerrequisitos o requi-
sitos han puesto su atención en las condiciones de la democracia, tal y co-
mo lo hace J. Roland Pennock. Este autor encuentra que no es posible iden-
tificar una de ellas, que en particular sea “necesaria” o “suficiente” para el
establecimiento o desarrollo de la democracia. Ello ocurre debido a que ta-
les condiciones son materias de grado, a menudo no están sujetas a medi-
ción y tienden a intercambiar sus características con unas y otras. Pennock
organiza las condiciones referidas en tres grandes grupos: históricas, so-
cioeconómicas y político-culturales. En el primer grupo se encuentra la
identidad y lealtad nacional con el sistema de gobierno, así como un sus-
tantivo periodo de constitucionalismo. En el segundo grupo pone a una so-
ciedad necesariamente “abierta” y al impedimento para que se concentre el
poder. En el tercero, ubica a la dignidad, autonomía y respeto a la persona;
la creencia en los derechos individuales; la confianza, tolerancia y volun-
tarla mediante calificativos, la dinámica que la distingue, así como las ex-
pectativas que la rodean como un ideal, reflejan una situación innegable
respecto a la democracia. Ella es que el intento de definirla, de caracterizar-
la, de acotarla, de plantearla conforme a los ideales que debe perseguir,
puede derivar en un ejercicio poco fértil, cuyos resultados sean limitados,
parciales o apartados de una realidad total y lleven a formar ideas incluso
equívocas.
Todo lo anterior no puede formar un obstáculo que impida encontrar el
alma de las columnas sobre las que se ha venido construyendo la democra-
cia a lo largo de su vida, en las diversas formas que ha tomado y con las dis-
tintas atribuciones o expectativas que se le han otorgado. En esta búsqueda
hay respuestas indiscutibles. En todo momento la democracia se destaca
por un elemento básico: el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pue-
blo, con facultades y controles constitucionales. Necesariamente este ele-
mento requiere para su materialización y auténtica operación de una condi-
ción fundamental: la participación ciudadana. En este orden de ideas, es de
importancia fundamental que la sociedad esté debidamente informada, con
acceso a la información, que los sistemas y medios de comunicación estén
ampliamente abiertos y accesibles para todo miembro de la sociedad y por
ninguna razón que ellos estén bajo el control de unos mismos intereses par-
ticulares.17
En una democracia, la participación ciudadana es condición sine qua
non.18 Ella es fuente de expresión del sentir popular que da lugar a la for-
mación del consenso social, conforme al cual deben quedar acotadas las
decisiones políticas gubernamentales. Por ello, la participación ciudadana
también es base de la legitimidad de toda autoridad gubernamental y de las
decisiones que esta última tome. Una democracia se distingue porque su
gobierno es producto del consenso, y no resultado de la coerción. En ella,
el gobierno descansa en una legitimidad popular —no significando por
ello un mero actuar populista—, donde la voluntad popular es expresada a
través del voto universal y secreto, de manera periódica y reconocida como
auténticamente valedera y definitoria en los resultados electorales. El dere-
17 Apter, David E., The Politics of Modernization, Chicago, University of Chicago
Press, 1965, p. 456.
18 Vaclav Havel, por ejemplo, ha destacado esta característica con las siguientes pa-
labras: “Freedom and democracy require participation and therefore responsible action
from us all”, en Knopf, Alfred A. (ed.), The Art of the Impossible: Politics as Morality in
Practice Speeches 1990-1996, Canadá, 1997, p. 5.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 9
19 Bobbio, Norberto, The Future of Democracy, Cambridge, Polity Press, 1987, p. 19.
20 Réniz Caballero, Doris, “En qué consiste el compromiso de informar al receptor”,
Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2 (62), abril-junio de 1999, p. 99.
21 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 65.
10 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Para todo aquel que está atento y abierto a las demandas sociales, cada
día queda menor duda de que numerosos miembros de la sociedad exigen
más democracia, y que uno de los caminos a través del cual busca ese
avance es teniendo una mayor y más directa participación. Esta participa-
ción no se reduce a intervenir en procesos electorales populares, sino que
exige los espacios institucionales para que la ciudadanía exprese y defina
los problemas que le son comunes y prioritarios, así como para proponer
e incluso decidir las soluciones que deben ser implementadas por las au-
toridades públicas. De seguir avanzando esta tendencia, que bajo cual-
quier punto de vista debe apoyarse si se está comprometido con el desa-
rrollo genuino de la vida democrática, indiscutiblemente la participación
ciudadana debe estar apoyada por una información sólida, oportuna, ob-
jetiva, veraz y amplia.
Lo anterior hace necesario formular un cuestionamiento sobre los facto-
res y causas propias de los medios de comunicación, que permiten o impi-
den a una sociedad conocer sobre las diversas cuestiones públicas que
afectan su vida, así como sobre sus respectivos efectos.23 En este quehacer
deben abrirse en toda su amplitud los accesos a la sociedad a efecto de que
proponga, decida y elija lo que más le convenga en su conjunto. Por tanto,
los medios, en su quehacer democrático, además de brindar una informa-
ción con las características referidas, deben abrir un foro para el debate pú-
blico que permita al ciudadano dialogar con las autoridades públicas por
medio de vías y formas institucionales, así como opinar, proponer o reali-
zar cualquier contribución respecto a la toma de decisiones públicas o en
torno a la aplicación u operación de políticas gubernamentales de interés
de la ciudadanía. En una democracia, los medios deben ser vehículos de
participación y expresión ciudadana, ante toda instancia pública o privada
y ante la misma sociedad.
Por ningún motivo debe pasarse por alto la relación que puede guardar
la participación ciudadana con la información, conforme a la cual los
miembros de una sociedad toman decisiones. Este punto guarda especial
importancia dentro de un sistema que aun cuando muestra haber entrado en
una etapa de transición democrática, exhibe asimismo fuertes rezagos eco-
nómicos, sociales y culturales. Al respecto, las palabras del profesor nor-
teamericano Thomas Christiano son ilustrativas:
...the problems of participation and rational ignorance are not the same for
everyone. They do not imply that everyone is poorly informed; they lead
to deep inequalities of information and influence on collective decision
making… People are more sophisticated in their abilities to reason to the
extent that they are better educated, as well as to the extent that they have
the incentives to use sophisticated reasoning.
dos debates y argumentos sobre el derecho de los medios a publicar tal in-
formación. La justificación mayormente utilizada por los medios para fun-
dar ese actuar es que ellos también tienen como cometido principal el de
informar sobre variadas cuestiones de interés para diversos integrantes de la
sociedad. Ello incluye, entre otras materias, lo que organizaciones e institu-
ciones, públicas o privadas, o representantes de las mismas y los propios
miembros de la sociedad desean dar a conocer al resto de la ciudadanía, así
como lo que la sociedad debe conocer respecto al desempeño de las facul-
tades y obligaciones de aquellos que detentan un poder político en un car-
go público, así como sobre las actividades financiero-empresariales de
aquellos que detentan un poder económico.
Respecto a las fronteras hasta dónde pueden éticamente llegar los me-
dios de comunicación masiva en lo correspondiente a la privacidad del in-
dividuo, ya sea en su calidad de servidor público o como político, es útil
formular algunas reflexiones. Para comenzar, se podría pensar sobre la me-
dida en que este grupo de individuos puede gozar del derecho a la privaci-
dad de la misma forma que cualquier otro ciudadano. Al respecto, se llegan
a encontrar declaraciones que indican que cuando un ciudadano desempe-
ña un cargo público o político, este hecho le reduce el ámbito de su privaci-
dad. Por ejemplo, en la Gran Bretaña se registra la declaración de un miem-
bro de la Casa de los Comunes del Partido Conservador en el sentido de
que cuando un ciudadano decide ocupar un cargo público, él cede en cierta
forma un poco de su derecho a una privacidad.33 Respecto a esta asevera-
ción, cabe hacer diversas observaciones. Desde un punto de vista jurídico,
o se tiene un derecho o no se tiene, pero nunca se tiene un poco o se pierde
un poco de él. La condición de actuar como persona pública no debe ser
factor que disminuya o amplíe un derecho, como es aquel a la privacidad.
Tomando como base que la privacidad es necesaria para proteger el desa-
rrollo de todo individuo en su calidad de ser humano, ésta no puede ser li-
mitada o a contrario sensu ampliada, cuando se trata de ejercerla por ser-
vidores públicos o políticos. De esta forma, puede afirmarse que estos
individuos públicos no son distintos a cualquier otro ciudadano.34
33 Véase el debate que dio lugar al reporte denominado “Younger Committee Report.
House of Commons”, July 13th, 1972; citado en Jones, Mervyn, Privacy, Newton Abbot,
David & Charles (eds.), 1974, p. 193.
34 Bok, Sissela, Lying: Moral Choice in Public and Private Life, Londres, Quartet,
1980, p. 176.
18 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
I. Alcance e influencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
II. Poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
III. La presentación mediática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
1. Prensa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. Radio y televisión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO
19
20 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
market sphere. But whether the media are private or public, they clearly
reside in the public sphere.36
36 Janoski, Thomas, Citizenship and Civil Society, Cambridge University Press, Uni-
ted Kingdom, 1998, p. 15.
37 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
Contribuciones, Buenos Aires, año XV, núm. 2, abril-junio de 1998, p. 11.
38 Woldenberg, José, “De la pluralidad en los medios”, Medios, democracia y fines,
México, UNAM, Fundación Friedrich Naumann, 1990, p. 23.
39 Nimmo, Dan y Combs, James E., Political Communication, Nueva York, Long-
man, 1983, p. 12.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 21
40 Gouldner, Alvin W., The Dialectic of Ideology and Technology: The Origins,
Grammar, and Future Ideology, Nueva York, Seabury, 1976, p. 15.
41 Blumler, Jay, “Election Communication and the Democratic Political System”, en
Paletz, D. L. (ed.), Political Communication Research: Approaches, Studies, Assess-
ments, Norwood, Ablex, 1987, p. 170.
42 Ball, Allan R., Modern Politics and Government, 2a. ed., Hong Kong, The Mac-
millan Press Ltd., 1977, p. 133.
43 Sandoval Vásquez, Guillermo, “Lo prudente es la audacia”, Contribuciones, Bue-
nos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, p. 160.
22 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
media effects are embedded in the actions of the policy actor, just as the
policy actors “own behavior comes to be reflected in journalists” formu-
lations. Media and policy are part of a single ecology in which cultural
materials cumulate and dissipate, often imperceptibly, throughout a me-
dia policy web.46
44Ibidem, p. 161.
45McCombs, Maxwell, “The Agenda/Setting Approach”, en Nimmo, D. y Sanders,
K. (eds.), Handbook of Political Communications, Beverly Hills, California, 1981, pp.
121-140.
46 Molotoch, Harvey L. et al., “The Media-Policy Connection: Ecologies of News”,
en Paletz, D. L. (ed.), Political Communications Research: Approaches, Studies. Assess-
ments, 1987, p. 28.
47 Weaver, David, “Media Agenda-Setting and Elections: Assumptions and Implica-
tions”, en Ablex, Paletz, D. L. (ed.), Political Communication Research: Approaches,
Studies. Assessments, Norwood, 1987, p. 186.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 23
I. ALCANCE E INFLUENCIA
48 Para ver una opinión sobre la forma en que puede darse una colaboración entre los
actores políticos y los medios de comunicación, en el análisis de los factores involucra-
dos en la integración e implementación de las políticas gubernamentales sin tocar el
meollo de la integración de la agenda de los medios, resulta interesante ver el trabajo de
John Greenaway sobre el caso de la Gran Bretaña. John Greenaway, Steve Smith y John
Street, Deciding Factors in British Politics. A case Studies Approach, Londres, Routledge,
1992.
49 Gurevitch, Michael y McQuail, Denis, Mass Communication Theory, Beverly
Hills, California, Sage, pp. 176-178.
24 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
II. PODER
En 1924 Weber destacó la relación de los medios con los partidos políti-
cos, con el mundo de los negocios y con los diversos grupos e intereses que
buscan ejercer para su provecho una influencia sobre la sociedad.55 Actual-
mente los medios son vehículos amplia e intensamente utilizados a diario
por instituciones, organizaciones y actores políticos, así como por empre-
sas privadas y sus representantes, para hacer llegar sus mensajes a la ciuda-
danía. Por lo que toca al ámbito público, ello ocurre particularmente en
épocas de procesos electorales. Al respecto, Splichal considera que en total
contradicción con las ideas clásicas del pluralismo democrático, se ha he-
cho claro que la capacidad persuasiva de los medios es mayor en los países
con democracia plural que en sociedades totalitarias.56
Diversos estudiosos de la materia otorgan a los medios de comunicación
un importante poder en su actuar, presencia e influencia. Entre otros seña-
lamientos hechos por ellos, está la observación de que las condiciones ac-
tuales evidencian que los medios tienen un libre acceso para definir de ma-
nera activa la “realidad” política. Ello ocurre particularmente a través de
los procesos de obtención, cobertura, producción y presentación de noti-
cias. De esta forma, el electorado recibe una presentación final de los acon-
teceres políticos, en un momento dado. Así, los medios y comunicadores
encuentran el espacio para dar un significado político a las noticias y difun-
dirlo con un impacto sobre la sociedad y la formación de su opinión.57
En este orden de ideas, Ericson, Baranek y Chan explican que los me-
dios pueden regir la información a favor de sus propios intereses. Estos
analistas añaden que los medios también participan como protagonistas de
…existe una amplia dependencia entre los procesos políticos y los medios
masivos. Estos últimos serían los que dominan en la discusión pública en
torno a controversias sociales, los que fijan las prioridades para los ciuda-
danos y partidos políticos y determinan las interpretaciones de la realidad
política... Desde la perspectiva de la ciencia política, en este contexto se
formula la tesis del poder o del predominio de los medios masivos.60
Por su parte, el político Václav Havel apunta que hay una fuerza con una
enorme influencia en la política. Esta fuerza son los medios de comunica-
ción masiva. De acuerdo con su experiencia personal, Havel comenta que
sólo hasta cuando el destino lo llevó al campo de la alta política se dio
cuenta totalmente del doble filo que representa el poder de los medios. Asi-
mismo, añade que este doble filo no es exclusivo en los medios, sino que es
un factor o expresión de la naturaleza dual de la civilización actual.61
62 Rolke, Lotear, “La función social constitutiva de las relaciones públicas. Una con-
tribución a la discusión sobre una teoría científica de la comunicación”, Contribuciones,
Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, p. 22.
63 Miliband, Ralph, The State in Capitalist Society, Londres, Quartet, 1973, p. 200.
64 Véase la obra de Chomsky, N. y Herman, E., Manufacturing Consent, Nueva
York, Pantheon, 1988.
65 Williams, K., “The Light at the End of the Tunnel: The Mass Media, Public Opi-
nion and the Vietnam War”, en Elridge, J. (ed.), Getting the Message: News, Truth and
Power, Londres, Routledge, 1993, p. 326.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 29
1. Prensa
66 Sobre esos puntos de vista, véase el trabajo de Hall, S. et al., Policing the Crisis,
Londres, MacMillan, 1978.
67 Gripsund, J., “The Aesthetics and the Politics of Melodrama”, en Kahlgreen and
Sparks (eds.), Journalism and Popular Culture, Londres, Sage, 1992, p. 89.
30 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
mostrable. Sin embargo, no puede ignorarse que hay espacio para el interés
comercial o político por parte del periódico para presentar una posición o
abordar temas en la forma en que su segmento de lectores los acepta o, en
todo caso, no se ofende o desinteresa.
El periodismo también utiliza otros formatos, tales como columnas, ar-
tículos especializados o de actualidad, así como comentarios, en donde se
expresa y se acredita su respectiva autoría. Dentro de estos formatos, en-
cuentran un espacio de expresión y opinión diversos participantes, como
académicos y especialistas en una materia, autoridades sobre diversos tó-
picos, y figuras políticas con un reconocimiento público. Estos actores
buscan y llegan a recibir en menor o mayor grado un reconocimiento de ve-
racidad y credibilidad en materia política por el lector de un periódico o re-
vista. Por lo general, ellos son factores de formación de la opinión pública,
articuladores de la opinión, guías para la integración de la agenda informa-
tiva y fuentes de evaluación del desarrollo de los procesos políticos. Una
característica fundamental que en especial debe guardar un comunicador
profesional de este género es la de tener una objetividad e imparcialidad
sobre el análisis de los eventos que ocurren en el escenario político, con es-
pecial atención sobre aquellos que no están al alcance de la vista común de
la ciudadanía, y presentarlos con el razonamiento, fundamentación y análi-
sis necesarios para que tengan sentido y comprensión para la ciudadanía.
Otra característica de este género de comunicadores es la de ser conocidos
y estar compenetrados en el escenario de la política, lo que les puede per-
mitir un mayor acceso y discernimiento informativo. En este orden de
ideas, el punto básico y sustantivo es la credibilidad apoyada en el profe-
sionalismo y la autoridad moral del comunicador.
En las columnas, artículos o comentarios periodísticos, sus autores selec-
cionan y abordan el tópico que consideran con mayor relevancia, y presen-
tan a los lectores datos, comentarios y evaluaciones al respecto. Los colum-
nistas, articulistas o comentaristas también toman como fuentes sustantivas
de información a los propios actores políticos o servidores públicos, ya sea de
manera confidencial o abierta. Algunos de estos comunicadores tienen sus
antecedentes como periodistas, pero también hay quienes ocupan o anterior-
mente han ocupado cargos políticos, cargos dentro de la administración pú-
blica o han estado involucrados en procesos políticos.
Otro formato de periodismo lo representa el uso del humor, la sátira, la
ironía y el doble sentido para realizar comentarios sobre cuestiones y acto-
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 31
2. Radio y televisión
35
36 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
sus efectos no puede ser pasada por alto. Sin embargo, la tarea de medir la
relación causa-efecto entre una nota o imagen informativa y la conducta
con que reacciona el auditorio no es simple. Cabe señalar en términos muy
generales la siguiente trayectoria histórica hasta los años treinta, sociólo-
gos norteamericanos y europeos comenzaron a prestar atención a la ante-
rior relación con motivo del surgimiento del nazismo y la presencia detec-
tada de técnicas de propaganda política. El interés avanzó fuera del campo
político, y se posicionó en el ámbito comercial respecto a la venta y compra
de bienes y servicios. Sin embargo, la investigación empírica fue por de-
más limitada y, con ello, la obtención de resultados. Posteriormente, desde
los años cincuenta prevaleció la idea de que los efectos eran limitados y
acotados por factores sociales y culturales que caracterizaban a un audito-
rio. A partir de los sesenta se presentó una nueva visión dirigida por la es-
cuela semiológica, representada principalmente por Umberto Eco. A tra-
vés de este enfoque, la comprensión de los efectos de la comunicación
masiva precisaba del entendimiento de la semiótica social y de una situa-
ción de comunicación determinada, tomando en cuenta el potencial de en-
tendimiento del mensaje, la diversidad de significados que puede recibir
una información por parte de distintos grupos e individuos de una audien-
cia, y la variedad de reacciones que la información puede provocar.
El mensaje político está integrado con un código de elementos dominan-
tes que, dependiendo del desciframiento que haga el auditorio, producirá
empatía o rechazo. De esta forma, hay mensajes partidistas cuyos elementos
dominantes serán descifrados, comprendidos, aceptados y apoyados por di-
versos militantes y simpatizantes. El contenido dominante del mensaje po-
lítico y de su desciframiento por el auditorio podrá determinar la suma de
apoyos o atenuar actitudes negativas de los miembros de la sociedad. Esto
guarda especial importancia en los procesos electorales, respecto al voto in-
deciso o indefinido.71 Sin embargo, ese mensaje no tiene asegurado por sí
mismo un éxito. Éste debe ser elaborado con todo cuidado, tomando como
parte esencial de su punto de partida y destino final a la sociedad.
La elaboración del mensaje político no es una cuestión simple.72 De
acuerdo con asesores en comunicación, se presenta la dificultad de que los
lograr? ¿En qué se distinguen de sus contrincantes? ¿Por qué los electores deben votar
por ellos? En la definición de la estrategia, las preguntas esenciales son: ¿Qué están tra-
tando de decir? ¿A quiénes quieren decírselo? ¿Cómo pueden alcanzar sus objetivos?
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 39
Este analista observa que incluso cuando las posiciones ideológicas de los
partidos son más convergentes hacia el centro en lugar de divergentes, la
imagen personal del candidato se convierte en elemento de sustantiva im-
portancia para obtener la credibilidad del elector y por tanto su voto.74
La imagen de un candidato o de un partido político es una cuestión de
percepción pública. El logro de una buena imagen para el candidato o para
su partido se ha convertido actualmente en uno de los objetivos principales
de las campañas modernas. Una vez diseñada la respectiva estrategia, se
presenta la imagen y propuesta del candidato. Cabe precisar que, asimis-
mo, los candidatos y los partidos tendrán imágenes configuradas de mane-
ra independiente y gratuita por parte de los medios y comunicadores, así
como por los oponentes políticos. Sartori subraya que “…cuando habla-
mos de personalización de las elecciones queremos decir que lo más im-
portante son los ‘rostros’ (si son telegénicos, si llenan la pantalla o no) y
que la personalización llega a generalizarse, desde el momento en que la
política en ‘imágenes’ se fundamenta en la exhibición de personas”.75
En relación con la imagen de un candidato, las palabras de un asesor de
Richard Nixon en su campaña presidencial, expresadas en un memorando,
son por demás elocuentes sobre la importancia de los medios. En ese docu-
mento se señala que la aprobación de los electores de un candidato no está
basada en una realidad, sino que es producto de una química particular
entre el elector y la imagen del candidato. La respuesta electoral es a la
imagen, no al hombre, y esta visión depende a menudo más de los medios
que del propio candidato.76 En este mismo orden de ideas, un reconocido
publicista político ha dicho:
Este mismo autor añade con relación a la observación anterior que “Los
espectadores, vale decir ‘jabones’ los principales protagonistas en el juego
de la democracia resultan convertidos en encandilados espectadores de un
gran espectáculo montado para ellos pero sin ellos, o sea todo lo contrario
de cuanto supone una democracia en acción”. En este quehacer, Flores Zú-
ñiga encuentra la presencia de despachos de especialistas en imagen
“...contratados para aconsejar políticas externas o internas...”, que deben
seguir campañas diseñadas por publicistas con un altísimo costo, que la-
mentablemente estructuran un “...acallamiento de las diversidades y las di-
ferencias”.78
Respecto al fenómeno del manejo de imagen y la relación que hoy guar-
dan los actores políticos con sus partidos, dentro del marco de la acción de
los medios Sartori formula la siguiente afirmación: “Cuanto más vota el
elector al símbolo, a la ideología o al programa de un partido, más depen-
den los candidatos de su partido para ser elegidos...”, lo cual se hace más
pronunciado en los grandes partidos de masas. Sin embargo, este mismo
autor precisa que tal dependencia:
84 Joslyn, R., “Political Advertising and the Meaning of Elections”, en Kaid, L.,
Nimmo, D. y Sanders, K. (eds.), New Perspectives on Political Advertising, Carbondale,
Southern Illinois University Press, 1986, p. 183.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 45
85 Sobre los electores hay innumerables estudios, en particular sobre la forma en que
se delinea la conducta electoral. Ejemplo de estos trabajos, con un interesante contenido,
puede ser Heath, A. et al., Understanding Political Change, Oxford, Pergamon, 1991;
Rose, R. y McAllister, I., The Loyalties of Voters, Londres, Sage, 1990. Respecto a los
candidatos y sus equipos de campaña, hay diversos trabajos de gran interés. Uno de ellos
que ofrece información interesante con una investigación bien fundada sobre el caso de
Inglaterra es Butler, D. y Kavanagh, D., The British General Election of 1992, Londres,
MacMillan, 1992; Salmore, S. y Salmore, B., Candidates, Parties and Campaigns: Electo-
ral Politics in America, Washington, C. Q. Press, 1985. En torno al papel de las agencias
asesoras, son relevantes de mencionar como ejemplos, las siguientes obras: O’Shaugh-
nessy, Nicholas, The Phenomenon of Political Marketing, Londres, MacMillan, 1990; Ke-
lley, Stanley, Professional Public Relations and Political Power, Baltimore, John Hopkins
Press, 1956; Luntz, F., Candidates, Consultants and Campaigns: The Style and Substance
of American Electioneering, Oxford, Blackwell, 1988; Petracca, M., “Political Consultants
and Democratic Governments”, Political Science, 22(1), pp. 11-14; Schnudson, M., Adver-
tising: The Uneasy Persuasion, Nueva York, Basic Books, 1984.
86 Lippmann, Walter, Public Opinion, Nueva York, Macmillan, 1954, p. 248.
46 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
gico de los medios, muy en especial por lo que toca a la televisión, ha veni-
do relegando la comunicación política interpersonal.
Los nuevos métodos de comunicación política se empezaron a desarro-
llar en los Estados Unidos. Ellos fueron evolucionando paulatinamente.
Sin lugar a dudas, un significante desarrollo en el campo de la comunica-
ción política lo presentó la campaña presidencial de Eisenhower en 1952.
Su equipo de campaña incorporó a destacados miembros de agencias de
publicidad, comisionó a Gallup para investigar los intereses de los electo-
res y contrató al actor Robert Montgomery para apoyar la imagen del can-
didato a la presidencia. Eisenhower hizo uso de mensajes en la televisión y
en la radio que se transmitieron en entidades federativas que eran clave en
el proceso electoral. Diversos mensajes expresando su apoyo en cuestiones
de interés para el electorado y una promesa de solución a sus problemas se
transmitieron repetidamente durante los últimos días de su campaña. Otro
importante capítulo fue en 1960, con la transmisión televisiva del debate
por la presidencia entre Kennedy y Nixon. Los posteriores eventos han ve-
nido marcándose por un incremento significativo en la cobertura, sofistica-
ción y costo de las campañas.87
Hoy en día, las formas y vehículos de manifestación, discusión, confi-
guración propia y participación se ven determinados en diversos sentidos e
intensidades por los medios y comunicadores. Colin Seymour-Ure, ha-
ciendo énfasis en el caso de la televisión, afirma que este medio de comuni-
cación se ha convertido en parte integral del espacio en donde toma lugar la
vida política.88 Por su parte, Rosendo M. Fraga considera que “Es probable
que la comunicación televisiva ocupe un espacio cada vez mayor en el
marketing político”.89
En términos prácticos, cada día parece hacerse más creciente la opinión
de los políticos que consideran o admiten que la televisión se ha convertido
en el medio crucial de la comunicación con los electores, y sienten que es
esencial el empleo de agencias de publicidad, empresas de encuestas, de
relaciones públicas y de expertos en imagen. De esta forma, se ha hecho la
siguiente afirmación: “Los políticos han comenzado a abandonar o a poner
en duda sus viejas convicciones y teorías sobre el poder de los medios de
87
Sabato, L., The Rise of Political Consultants, Nueva York, Basic Books, 1981.
88
Colin Seymour-Ure, “Prime Ministers” Reactions to Television”, Media, Culture
and Society, vol. 11, núm. 3, 1989, p. 308.
89 Fraga, Rosendo M., op. cit., p. 57.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 47
tantes de otros países simplemente por tener una reunión y quedar insertos
en el trabajo político. Al respecto, él revela que estos actos políticos, como
muchos más, son un mero teatro.92 Para Havel, vivimos en una época don-
de alguien que no guarde una conciencia y trabajo con los medios, por
ejemplo, no podría ser presidente de los Estados Unidos. Los políticos hoy
en día emplean consultores mediáticos para diseñar su imagen. Algunos de
ellos se han convertido virtualmente en esclavos de los medios, que son-
ríen a las cámaras, pero no a la gente. Otros invierten gran cantidad de
tiempo y dinero para vincularse con periodistas o comunicadores de me-
dios electrónicos. Así, ellos forman parte de un gran espectáculo teatral.
Havel sostiene que todos los políticos, voluntariamente o no, realizan
en un momento dado el papel de actores, escritores del libreto, directores
y presentadores de espectáculos teatrales políticos. Sin embargo, él pun-
tualiza que este juego teatral político es ambivalente, y tiene un doble fi-
lo, porque esos actores pueden motivar a la sociedad a seguir grandes y
benéficos caminos, así como generar en la ciudadanía una cultura política
democrática, donde los electores tengan responsabilidad y un compromi-
so cívico. Sin embargo, ellos también pueden movilizar las peores pasio-
nes e instintos del ser humano y crear masas de fanáticos que llevan a un
país al infierno. Este sentir Havel lo finaliza con la siguiente expresión:
“Theater is clearly an integral part of politics. But is also true that it can
be turned into a highly effective instrument of abuse”. Al respecto, el au-
tor se pregunta: ¿Dónde está la frontera entre lo positivo y negativo de lo
señalado? ¿Cuál es el límite entre lo legítimo y lo ilegítimo de ese actuar?
¿Dónde se divide el discurso público honesto y el mensaje demagógico?
¿Cómo se puede reconocer el punto más allá del cual la expresión de un
entendimiento de las necesidades dramáticas y difícil existencia de mu-
92 Así, con sus propias palabras este autor sostiene al respecto que: “...all these and
other symbolic political acts resemble theater more than anything else. They too involve
allusion, multiplicity of meaning, and suggestiveness; they too portray an abridged rea-
lity, making an essential connection without being explicit; they too have a universally
accepted ritual framework that has stood the test of time... Of course a political action
cannot serve as a symbol or play an important role unless it is known about. Today, in
the era of mass media, it is often true that if a deed lacks adequate coverage, particularly
on television, it might just as well have remained undone. Even those who doubt the po-
litical importance of spatiotemporal architecture or the meaning of political symbols and
rituals cannot deny one aspect of theatricality in politics: the dependence of politics on
the media”.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 49
Sin duda alguna, el uso de los medios en procesos electorales debe con-
templar diversos elementos. Respecto a las condiciones para lograr con
éxito una campaña electoral en los medios, se encuentran entre sus princi-
pios básicos, a los diez siguientes:
101 Nimmo, Dan, The Political Persuaders, Nueva York, Prentice-Hall, 1970, p. 39.
102 Rolke, Lothar, op. cit., p. 21.
103 Esto no ha ocurrido sin crítica u oposición alguna por diversos actores políticos.
Por ejemplo, en agosto de 1996, en la revista británica New Statesman, Calre Short, refi-
riéndose a los comunicólogos que empezaban a tomar una presencia sustantiva en la co-
municación del Partido Laborista, declaró: “I think the obsession with the media and the
focus groups is making us look as if we want power at any price and we don’t stand for
anything”.
54 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Hoy los consultores adquieren en una campaña electoral más importancia que
los ideólogos, los militantes y los dirigentes de antaño. Una tecnología llama-
da, sin tapujos, “political marketing” ha entrado hondo en la realidad latinoa-
mericana. Los partidos pagan fortunas a estos pundits o expertos imagólogos
que, con alguna excepción, rara vez hablan bien el idioma nativo. Los líderes
tradicionales son desplazados por demiurgos de la imagen.105
...los políticos cada vez tienen menos relación con acontecimientos genui-
nos y cada vez se relacionan más con “acontecimientos mediáticos”, es
decir, acontecimientos seleccionados por la vídeo-visibilidad y que des-
pués son agrandados o distorsionados por la cámara. [Por otra parte, Sar-
tori observa que] ...la vídeo-política atribuye un peso absolutamente des-
proporcionado, y a menudo aplastante, a quien no representa una “fuente
autorizada”, a quien no tiene ningún título de “opinion maker”. Esto re-
presenta un pésimo servicio a la democracia como forma de gobierno de
opinión.108
106 Priess, Frank, “El marketing político y su incidencia en el éxito electoral – una vi-
sión de la literatura más reciente”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66),
abril-junio de 2000, p. 150.
107 Plasser, Fritz, op. cit., p. 126.
108 Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 113-115.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 57
109 Schiller, Herbert, Information and the Crisis Economy, Norwood, Ablex, 1984, p. 117.
110 Greenaway, John et al., op. cit., p. 51.
58 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
ran que tales asesores creen que ellos están haciendo el proceso electoral
más democrático. Esos asesores sostienen que no controlan los votos como
lo hicieron los viejos jefes políticos a través de un sistema paternalista, ni
que tampoco pueden obligar a asumir una disciplina al electorado o influir
sobre la conducta de los elegidos. Destacan, asimismo, que no hay eviden-
cia empírica sobre una relación causal directa entre el ver comerciales y el
voto. Por último, los asesores consideran que su participación en los proce-
sos contribuye a tener las puertas abiertas y permitir el acceso a los reporte-
ros para conocer las estrategias y puntos de vista del candidato y, en gene-
ral, sobre la información de la campaña.111
En todos sentidos resulta relevante examinar las formas, mecanismos y
métodos a través de los cuales los partidos y candidatos en campañas elec-
torales y en sus intervalos entre ellas buscan incidir y utilizar los medios de
comunicación con la ayuda de sus asesores y expertos en diversas mate-
rias, para lograr la mayor cobertura, alcance de su mensaje político y mejor
presentación informativa por los medios ante el electorado. Este ejercicio
se concentra en distintos tipos de actividades que destacan por su impor-
tancia:
a) Encuestas de opinión
b) Mercadotecnia política
c) Manejo de las relaciones públicas
d) La campaña negativa
1. Encuestas de opinión
Los sondeos son hoy algo necesarios, no sólo para prever o pronosticar
los resultados electorales, sino también para el análisis político. Es desde
esta perspectiva que deben ser ubicados en su justa dimensión, sin subesti-
marlos ni tampoco sobrestimarlos… Negarles significación o utilidad es
negar también la realidad, muestra su empleo en todo el mundo. Hoy no
puede realizarse análisis político sin recurrir a instrumentos objetivos que
aportan las ciencias sociales, como son los sondeos de opinión.112
115 Napolitan, Joseph, ¿Cómo ganar las elecciones?, Quito, Edipla-Editores, 1995, p. 15.
116 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 90.
117 Ibidem, p. 86.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 61
118 Huneeus, Carlos, “Las encuestas de opinión pública en las nuevas democracias de
América Latina”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2(62), abril-junio de 1999,
pp. 9-11.
62 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
¿Es eso lo que piensa la gente? Quien afirma esto no dice la verdad. De
hecho, la mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos es: a) débil
(no expresa opiniones intensas, es decir, sentidas profundamente); b) volá-
til (puede cambiar en pocos días); c) inventada en ese momento para decir
algo (si se responde “no sé” se puede quedar mal ante los demás); y sobre
todo, d) produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los
medios de comunicación.
En este sentido, también José Antonio Mayobre afirma que por regla ge-
neral todo actor político rechaza el resultado de encuestas que le son adver-
sas, pero les otorgan veracidad a aquellas que le benefician a él, a su candi-
dato o a su partido político.124
Se encuentran al mismo tiempo comentarios por actores políticos que
sostienen la importancia del quehacer político electoral tradicional anterior
a que se introdujeran herramientas de comunicación y venta de su imagen
al electorado. En lo que parecen coincidir todo partido político y sus candi-
datos en torno a las encuestas es cuando el resultado de alguna de ellas les
es desfavorable. Entre las más socorridas respuestas se encuentran algunas
como las siguientes: las encuestas son irrelevantes, no reflejan una reali-
dad, carecen de apego a la realidad de la voluntad del electorado, difiere de
otras también realizadas, la única encuesta que cuenta es la del día de la
elección.125
En relación con la utilización de encuestas en una democracia, se han
observado tres aspectos fundamentales: primero, la aplicación de una téc-
nica para llevar a cabo encuestas con el propósito de analizar la opinión pú-
blica; segundo, el empleo de esta herramienta por actores políticos, y, por
último, la presentación de la información obtenida a través de los medios
de comunicación a un amplio auditorio.126
Asimismo, en relación con la democracia, deben tomarse en cuenta dos
importantes elementos de las encuestas de opinión. Por una parte, ellas de-
ben realizarse permanentemente y estar guiadas conforme a métodos cla-
ros, transparentes y objetivos, abiertos al escrutinio público. Por otra parte,
tomando el importante papel que desempeñan los medios de comunica-
ción, por ningún motivo perder de vista lo señalado por Sartori:
124 Mayobre, José Antonio, “The Case of Venezuela”, en Swanson, David y Mancini,
Paolo (eds.), Politics, Media, and Modern Democracy-An international Study of Innova-
tion in Electoral Campaigning and their Consequences, Westport, Praeger, 1996, p. 242.
125 Para una referencia en el caso de Inglaterra, véase Bauman, S. y Herbst, S., “Ma-
naging Perceptions of Public Opinion: Candidates and Journalists Reactions to 1992
Polls”, Political Communications, 11 (2), pp. 133-144.
126 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 85.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 65
Este mismo autor formula una advertencia que resulta conveniente tener
presente: “Creo que somos muchos los que estamos de acuerdo —aunque
sólo lo digamos en voz baja— que la sondeodependencia es nociva, que las
encuestas deberían tener menos peso del que tienen, y que las credenciales
democráticas (e incluso “objetivas”) del instrumento son espurias”.128 En
este orden de ideas y haciendo referencia al caso argentino, Rosendo M.
Fraga estima que “La credibilidad acerca de los sondeos es alta en la opi-
nión pública, aunque la mayoría de las personas reconocen que no influyen
en su decisión de voto”. Asimismo, añade que “Pese a ello, la mayoría de la
gente, al igual que los políticos, empresarios, periodistas y jueces, creen
que la difusión de los sondeos influye en la decisión de voto. Pareciera en
consecuencia que la gente cree que influye en otros, pero no en sí mis-
mos”.129
Se ha señalado también que las encuestas sirven para manipular la opi-
nión pública, lo cual tiene una importancia mayor en procesos electorales.
Al respecto, debe advertirse la presencia de encuestas realizadas por des-
pachos desconocidos o creados para brindar resultados ajenos a la realidad,
pero con objeto de mostrar ante un electorado resultados negativos hacia
un candidato y positivos a favor de otro. Estas encuestas generalmente son
calificadas como “fantasmas”.
2. Mercadotecnia política
de tener entre sus efectos el generar una más amplia credibilidad a favor de
una propuesta política, así como una mayor legitimidad por el camino en que
se toma alguna decisión al respecto. Este elemento se ve reforzado cuando se
hace uso de medios que brindan un espacio al intercambio de ideas, en lugar
de aquellos que presentan exclusivamente una imagen de impacto visual que
provoca más una reacción emotiva que una reflexión y conclusiones sosteni-
bles sobre bases más sólidas.
Por su parte, el modelo propagandístico no se apoya en la razón argu-
mentada. Éste se basa en la generación de creencias e impresiones, o bien
en la utilización de las existentes que puedan favorecerle en sus objetivos.
En este supuesto, hay un actor activo: el promotor expositor, y un actor pasi-
vo: un grupo que sólo escucha. Consecuentemente, no ocurre un intercam-
bio de ideas o argumentos. Por regla general, queda reducida la participación
y libertad de expresión del actor oyente, mismo que le deja como uno más en
una masa o grupo de gente, cualquiera que sea el tamaño de ellos. Asimismo,
este modelo dirige sus mayores esfuerzos a la creación de sentimientos, ha-
ciendo a un lado la convocatoria a la reflexión o fundamentación de conclu-
siones. Adicionalmente, sus recursos en términos de medios van dirigidos a
la integración de un liderazgo que conduzca a ese grupo unido por razones
emotivas, en lugar de buscar la participación y asociación libre y razonada
de un individuo con otros, con una dirección electa por ellos mismos.
Por último, el modelo de la comercialización parte de la base de que lo
político cae en un ámbito igual o muy similar al de un producto comercial.
En este sentido, se buscan las demandas que han sido ignoradas o que no
han recibido la atención adecuada. Desde esta perspectiva, la comerciali-
zación hace que se forme una convocatoria al individuo, no viéndolo como
tal, sino estrictamente como un consumidor. En este contexto, el actor polí-
tico activo se construye con la integración de elementos que brindan una
posibilidad de obtener satisfacción a la demanda referida. Esto lleva a la
creación de una imagen de venta. Por lo que toca a la creación de un lide-
razgo y de su legitimidad, éstas se construyen sobre elementos emotivos o
de adjudicación de atributos personales, donde los programas políticos son
innecesarios o irrelevantes.132 A través de este proceso, adicionalmente,
puede observarse una fuente de legitimación del ejercicio del poder: la que
ejercen los medios de comunicación.
132 Achache, Gilles, “El marketing político”, en Dominique Walton et al., El nuevo
espacio público, Barcelona, Gedisa, 1992, pp. 112-123.
68 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
138 Levy, D., “What Public Relations Can Do Better Than Advertising”, Public Rela-
tions Quarterly, vol. 34, núm. 4, 1989, pp. 7-9.
72 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
sente en los grupos sociales y en los grupos entre sí, así como transferir co-
nocimiento y experiencia, para evitar que cada generación deba comenzar
nuevamente desde cero”. En su opinión, en las sociedades más complejas
tales funciones se cumplen a través de tres sistemas básicos: “...el sistema
económico, el sistema político-administrativo y el sistema de orientación”.
En este último sistema Rolke coloca a las relaciones públicas. Al respecto,
este autor argumenta que al igual que los otros sistemas, el de orientación
“...presenta una conducta auto referencial y autopoiética (elabora todo en
función de su propia lógica)”. Él añade que “Al mismo tiempo necesita
plasmarse en un intercambio con los sistemas adyacentes como son el sis-
tema político-administrativo y el económico, es decir crear formas de au-
toinfluencia intersistémica”.146 De esta forma, “Dado que se define a través
del producto que elabora para el sistema integral, debe crear formas y ofer-
tas para el uso de terceros o para su propia influencia. Estas formas son fá-
cilmente reconocibles”. En el caso de los medios masivos y su entorno, es-
tas formas se visualizan en la “...venta de prestaciones promocionales, es
decir publicidad y receptividad ante la oferta de relaciones públicas”.147
El éxito de las relaciones públicas está sujeto al grado de credibilidad o
confianza que ellas generen. Esta importancia es expuesta por Rolke al
afirmar que tal resultado “...depende hoy más que nunca de una perfecta ar-
ticulación funcional entre las diversas partes del sistema”. En este sentido
—añade Rolke—, las relaciones públicas “...aluden a la creación de con-
fianza entre las instituciones y sus públicos, al gerenciamiento publirrela-
cional o al aseguramiento de los flujos de información”.148
Las relaciones públicas guardan un lugar especial en la tarea del perio-
dismo. Tradicionalmente se entendió que la relación entre publirrelacionis-
tas y periodistas se caracterizaba de manera definitiva por la presencia y ac-
ción de influencias personales e independientes. Sin embargo, la concepción
moderna de esa relación es que ambos grupos se han adaptado entre ellos
mismos y buscan ejercer una influencia mutua, de manera estratégica, a tra-
vés de diversos medios, técnicas y recursos.149 De esta forma, para los perio-
distas es de importancia primordial la actualidad, exclusividad, veracidad y
relevancia de la noticia que quiere ser conocida por una sociedad. Por lo que
Con base en lo anterior, Rolke señala que esta relación ha ido evolucio-
nando y ha formado un modelo de predecible desbalance —pattern of pre-
dictible imbalance—.151 La conclusión a la que se llega es que los publirre-
lacionistas y los periodistas se integran en un sistema de cooperación en
donde, a pesar de que puedan darse elementos antagónicos con compro-
4. La campaña negativa
Las acciones que son parte de ese tipo de campañas, por regla general
tienden a promover y generar la incredulidad, el escepticismo o la indiferen-
cia en el electorado. Lo anterior produce un círculo vicioso: la publicidad ne-
gativa es creída porque los políticos no son creídos por los electores, a causa
en gran medida por la publicidad negativa que producen los medios.157
Los efectos de las campañas negativas no son del todo claros y precisos.
En tanto que algunos piensan que ellos tienen un carácter determinante y
definitivo, otros encuentran elementos para considerar que no es necesa-
158 Como ejemplo puede tenerse la campaña negativa contra Clinton por consumo de ma-
rihuana y relaciones extramaritales y, sin embargo, los resultados populares le favorecieron.
159 Ansolabehere, S. e Iyengar, S., Going Negative, Nueva York, Free Press, 1995, p. 9.
160 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., pp. 185 y 186.
161 Ibidem, p. 185.
162 Idem.
CAPÍTULO CUARTO
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA
Y ADVERSIDADES
163 Mayhew, Leon H., Professional Communication and the Means of Social Influen-
ce, Cambridge, Cambridge University Press, 1977, p. 109.
81
82 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
164 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
cit., p. 10.
165 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 191.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 83
166 Scannell, P. y Cardiff, D., A Social History of British Broadcasting, Oxford, Basil
Blackwell, 1991, vol. 1, p. 10.
167 Valadés, Diego, op. cit., p. 93.
168 Boventer, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitula-
ción ante la realidad”, en Thesing, Josef y Hofmeister, Wilhelm (eds.), Medios de comu-
nicación, democracia y poder, Buenos Aires, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung,
1995, p. 64.
169 Gottfried Mahrenholz, Ernst, “Los medios de comunicación y el poder”, en The-
sing, Josef y Hofmeister, Wilhelm (eds.), Medios de comunicación, democracia y poder,
Buenos Aires, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung, 1995, p. 78.
84 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
En una sociedad que lucha por alcanzar una democracia, o bien preser-
varla y perfeccionarla, los medios de comunicación deben incrementar su
presencia en la promoción y logro de tales objetivos, así como en la supera-
ción de los problemas que se presenten. Para tal efecto, una condición sine
qua non es el fomentar y obtener la credibilidad y confianza ciudadana
fundada en la veracidad, objetividad e imparcialidad de la información,
apartada de intereses particulares, ajena a manipulaciones y a desorienta-
ciones. En este contexto, la profesión y actuación de los medios de comu-
nicación y de los comunicadores se prestigian y se legitiman. Asimismo,
no puede haber fórmula jurídica, fuerza política o interés económico que la
limite, obligue o corrompa. Los valores ético-morales deben ser ejercidos
en el ámbito de la libertad; estar comprometidos con el respeto a la libertad,
conciencia y dignidad de cualquier otro individuo en su esfera privada;
quedar sujetos al escrutinio público y ser evaluados permanentemente por
la credibilidad y confianza de una sociedad. La presencia y operación prác-
tica de las anteriores características lleva a la siguiente correlación: el esta-
do de los medios de comunicación y actuación de los comunicadores co-
rresponde y refleja el nivel de avance y madurez democrático de una
sociedad. Hugo Osorio también observa este aspecto y señala: “De ahí que
los medios sean, o deban ser, un reflejo fiel de la historia y de la forma de
vida, democrática o no, de un país”.174 En este sentido, también es necesa-
rio tener presente la afirmación del constitucionalista Carpizo: “Una de-
mocracia se fortalece y vitaliza con medios libres, independientes, respon-
Sin duda alguna, tal y como afirma Carpizo: “Los medios de comunicación
son un poder porque poseen los instrumentos y los mecanismos que les dan la
posibilidad de imponerse; porque condicionan o pueden condicionar la con-
ducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia de su
voluntad y de su resistencia”.182 La democracia impone establecer pesos y
contrapesos al poder. El poder de los medios no está exento de tal condición.
En este escenario se ha propuesto como necesario, contar con un marco nor-
mativo o políticas regulatorias para orientar el actuar de los medios a favor de
los intereses genuinos de toda una sociedad y fines de la democracia, así como
someter su actuar al escrutinio, examen y juicio de la sociedad —accountabi-
lity—. Cabe destacar que la corriente de vanguardia al respecto es aquella que
otorga esta función a la sociedad, y no a alguna autoridad pública. El dejarlo a
la sociedad puede constituir una más sólida garantía, ya que, tal y como lo ob-
serva Don Hazen, las empresas de medios de comunicación son difíciles de
escudriñar y supervisar por oficiales gubernamentales, porque los medios tie-
nen la posibilidad de criticarlos, así como la habilidad de exhibirlos o vincu-
larlos con problemas de orden político.183 A esta propuesta le asisten sólidos
argumentos; sin embargo, la actuación de tal ente representante de la sociedad
debe quedar normada jurídicamente.
Por otro lado, también hay quienes ven que los medios deben reunir
ciertas condiciones en su actuar en la democracia. De esta forma, Danny
Schechter propone los siguientes pasos para orientar cambios significati-
vos en los medios de comunicación a favor de la democracia. Ellos son:
182 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 95, mayo-agosto
de 1999, p. 351.
183 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 14.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 89
184 Schechter, Danny, “Making Media Work”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.),
Media and Democracy Congress, San Francisco, Institute for Alternative Journalism,
1996, p. 6.
185 Idem.
186 Hoynes, William, Public Television for Sale: Media, the Market, and the Public
Sphere, Westview, Boulder, 1994, pp. 168-176.
90 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
187 Walljasper, Jay, “Media & Democracy”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.),
Media and Democracy Congress, San Francisco, Institute for Alternative Journalism
1996, p. ix.
188 Nimmo, Dan y Combs, James E., Political Pundits, Nueva York, Praeger, 1992, p. xv.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 91
191 Watt Hopkins, W., “The Supreme Court Defines the Marketplace of Ideas”, Jour-
nalism and Mass Communication Quarterly, 73, 1, 1966, p. 44.
192 Splichal, Slavko, op. cit., p. 298.
193 Ibidem, p. 301.
194 Ibidem, p. 304.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 93
ter ideológico o psíquico.199 Este hecho —afirma el autor— les da “...la po-
sibilidad de imponerse; porque condicionan o pueden condicionar la
conducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia
de su voluntad y de su resistencia”.200 Asimismo, Carpizo considera que
“Los medios deben proporcionar la noticia, la información, no crearlas ni
matizarlas, menos transformarlas de acuerdo con sus intereses”.201
Diversos analistas destacan que entre los intereses que más llegan a inci-
dir sobre la información que recibe una sociedad, son aquellos concentra-
dos en un grupo o estrato económico. En este sentido, Sartori expresa que
...es bueno tener presente que para los grandes magnates europeos de hoy
—los Murdoch o los Berlusconi— el dinero lo es todo, y el interés cívico
o cultural es nulo. Y lo irónico de esta situación es que Berlusconi y Mur-
doch, en su escalada hacia los desmesurados imperios televisivos, se ven-
den como “demócratas” que ofrecen al público lo que el público desea,
mientras que la televisión pública es “elitista” y ofrece al público la televi-
sión “que debería querer”.202
Dentro de este mismo orden de ideas, hay quienes encuentran que la de-
mocracia ha sido acomodada a efecto de ocultar que el verdadero y auténti-
co centro de decisiones de los procesos electorales no está en la ciudadanía,
sino en el grupo de propietarios y directivos de las grandes corporaciones,
así como en las cabezas de las elites burocráticas, o bien por quienes enca-
bezan los centros y aparatos de seguridad del Estado. La forma más eficaz
de llevar a cabo todo lo señalado, indican numerosos críticos, es a través de
la información que los medios transmiten a la sociedad. En este razona-
miento se añade que la ciudadanía puede elegir a su gobierno. Sin embar-
go, la implementación de medidas de carácter social o de otras que afecten
los intereses de los grandes capitales, aun cuando ellas cuenten con el inte-
rés del gobierno electo, inevitablemente serán obstaculizadas e impedidas
por la elite burocrática y sus empleados, por la salida de capitales, o el uso
de otros medios por otras corporaciones. En este sentido, aquellos que au-
ténticamente están en posibilidad y detentan el poder real de tomar decisio-
nes e implementarlas están ajenos o no sometidos al voto electoral y juicio
del electorado.
Como remedio a la anterior situación, algunos proponen la despolitiza-
ción de los medios. Sin embargo, puede preverse que aun cuando la infor-
mación fuese comunicada por medios totalmente despolitizados o apolíti-
cos, la integración y presentación de la misma con diversos sesgos e
intereses personales o de grupo parece inevitable. En diversas ocasiones se
han hecho observaciones al respecto. Ellas han expuesto el impacto de es-
tructuras políticas, económicas y sociales que aun cuando puede ser en for-
204 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., pp. 758 y 760.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 97
205 Huckfeldt, Robert y Sprague, John, Citizens, Politics, and Social Communication:
Information and Influence in an Election Campaign, Cambridge, Cambridge University
Press, 1995, p. 51.
206 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 191.
98 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Las conclusiones de este autor son dramáticas: “En los medios de comu-
nicación lo real se evapora, todo se vuelve igualmente válido y con ello fi-
nalmente indiferente; es decir, se vuelve comprable e identificable en su
carácter de mercancía... la moral política sería manipulable según conve-
niencias y necesidades”.213
Al respecto, Claus Jacobi encuentra que los medios de comunicación
...se vuelven cada vez más perfectos y más triviales, cada vez más podero-
sos y bárbaros. Las noticias se manipulan cada vez en forma más lograda,
ya sea para fines comerciales o ideológicos. Se jadea y se jacta. Los me-
dios de comunicación penetran, de modo cada vez más impío, en la esfera
privada, no solamente de las casas reales. Las formas y los contenidos se
vuelven cada vez más obscenos, acercándose cada vez con menos preocu-
pación a la pornografía.214
215 Boorstin, Daniel J., The Image, Weidenfeld & Nicholson (eds.), 1962, p. 35.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 101
217 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 13.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 103
222 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 14.
223 Boorstin, Daniel J., op. cit., p. 35.
224 Fiske, John, “Popularity and the Politics of Information”, en Dahlgreen, Peter y
Sparks, Colin (eds.), Journalism and Popular Culture, Londres, Sage, 1922, p. 49.
225 Belsey, Andrew y Chadwick, Ruth, “Ethics and Politics of the Media: the Quest
for Quality”, en Belsey, A. y Chadwick, R. (eds.), Ethical Issues in Journalism and the
Media, Londres, Routledge, 1992, p. 2.
226 Ibidem, p. 4.
227 Ibidem, p. 6.
106 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
228 Katz, Jon, “Guilty”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy,
San Francisco, Institute for Alternative Journalism, 1996, p. 63.
229 McChesney, Robert W., “The Internet and the Future of Democracy”, en Hazen,
Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy, San Francisco, Institute for Alternati-
ve Journalism, 1996, p. 31.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 107
Hoy más que nunca, la gente tiene problemas, pero no posee la solución a
esos problemas. Hasta ahora se consideraba que en la política la solución
de los problemas de la gente había que reclamársela a los políticos (al
igual que en la medicina hay que pedírsela a los médicos, y en derecho a
los abogados). No obstante, el gobierno de los sondeos, los refrendos y la
demagogia del directismo atribuyen los problemas a los políticos y la so-
lución a la gente. Y en todo ello, la televisión “agranda” los problemas
(creando incluso problemas que en realidad no existen, problemas super-
fluos) y prácticamente anula el pensamiento que los debería resolver.230
231 Tiffen, Rodney, News and Power, Sydney, Allen & Unwin, 1989, p. 51.
232 McChesney, Robert W., “The Internet and the Future of Democracy”, cit., pp. 26
y 27.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 109
tran que las sumas que hoy en día se gastan en actividades de comunica-
ción política y en otras que inciden en ella llegan a ser comparables con los
gastos de mercadotecnia de las más grandes empresas comerciales para la
venta de sus productos y bienes.233 Críticos de este fenómeno señalan que
ello provoca una discriminación y actúa en perjuicio de organizaciones y
actores políticos, que carecen de financiamiento o es por demás reducido o
insignificante frente a los recursos que se requieren para contender y tener
oportunidades reales de triunfar electoralmente. Aun en los casos de países
con restricciones o topes legales respecto al gasto en campañas, algunos
partidos y candidatos tienen una cuantía de recursos que frente a la de otros
refleja diferencias sustantivas en términos financieros y, por tanto, con el
consecuente efecto negativo para algún candidato. De esta forma, en la me-
dida en que el monto de los recursos financieros se ha convertido en un fac-
tor determinante en la comunicación política, la oportunidad de triunfo por
partidos y candidatos en los procesos políticos ha aumentado o disminui-
do. Esta situación ha sido vista con preocupación por diversos analistas.
Por ejemplo, se observa que el alto costo financiero de las campañas elec-
torales en los medios ha “...convertido las campañas en operaciones finan-
cieras de alto riesgo para la democracia”.234
Aun considerando, por un lado, que grandes cantidades de recursos fi-
nancieros no aseguran la calidad y eficacia de la comunicación política y,
por otro, que el uso de la creatividad y la imaginación en la comunicación
no son monopolio de la existencia de grandes recursos financieros, no pue-
de dejarse de ver que en términos prácticos la mayor cantidad de recursos
económicos representa una ventaja real y sustantiva en los procesos electo-
rales. Esta situación, consecuentemente, abre las puertas a la participación
y triunfo político a favor de unos cuantos con amplios recursos financieros,
lo que provoca un desequilibrio desfavorable para las fuerzas sociales
frente al poseedor de recursos económicos, limita las opciones políticas de
la sociedad o el conocimiento de ellas por la opinión pública y, consecuen-
temente, obstaculiza el avance democrático.
En relación con los recursos económicos necesarios para tener un espa-
cio en los medios, cabe formular algunas consideraciones adicionales. En
primer término, el acceso a los recursos necesarios para lograr una comuni-
cación política efectiva no es equitativo o abierto de igual forma para
Se observa que con mayor intensidad, los actores políticos prestan una
especial atención a los medios y les otorgan características determinantes
para el triunfo o derrota electorales. Para varios de esos actores, los medios
son capaces de transformar todo lo bueno, en malo, y viceversa. Como
consecuencia, numerosos actores políticos encuentran necesario apoyarse
con profesionales en diversas áreas que inciden en la comunicación políti-
ca. Actualmente se ha convertido en una práctica cada día más extensa el
empleo de especialistas en comunicación, imagen, mercadotecnia, encues-
tas, relaciones públicas y otros recursos afines.
De esta forma, los actores políticos abren la formulación e implementa-
ción de sus programas y políticas a una intervención determinante de los
profesionales referidos, de donde se derivan innumerables actividades que
se canalizan a través de los medios. Hay quienes encuentran que este hecho
ubica en lugar inferior a los principios y valores sobre los que se estructura
la ideología e historia del partido a que pertenezca el actor político en cues-
tión. En consecuencia, el compromiso partidista institucional con sus prin-
cipios y valores se puede ver desplazado por un interés personal de prota-
gonismo político y de búsqueda de popularidad de acuerdo con el resultado
de encuestas y en la forma recomendada por expertos en medios. De igual
forma, los valores, convicciones, conocimiento, experiencia y cercanía
con la ciudadanía de un candidato pueden quedar relegados en aras de res-
ponder exclusivamente a conclusiones sobre muestreos de opinión, para la
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 111
237 Sobre este tema, la consulta de las siguientes obras resulta interesante: Gitlin,
Todd, The Whole World is Watching: Mass Media in the Making and Unmaking of the
New Left, Berkley, University of California Press, 1980; Patterson, Thomas, The Mass
Media Election, Nueva York, Praeger, 1980; Nimmo, Dan y Combs, James E., Mediated
Political Realities, Nueva York, Longman, 1983.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 113
sobre los medios y viven orientados hacia ellos. Les otorgan una omnipo-
tencia capaz de moderar las actitudes y creencias del público a su tamaño.
Según ellos, los medios pueden ser todo lo bueno y todo lo malo”. Adicio-
nalmente se observa que:
247 Cameron, James, Point of Departure, Londres, Grafton Books, 1964, p. 74.
248 Abramson, J. B., “Four Criticisms of Press Ethics”, en Lichtenberg, Judith (ed.),
Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp.
229-268.
249 Katz, Jon, “Guilty”, op. cit., p. 64.
250 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 180.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 117
251 Baudrillard, Jean, In the Shadow of the Silent Majorities, Nueva York, Semiotext,
1983, p. 23.
252 Cabe destacar que diversos analistas han tomado como una base del proceso de-
mocrático electoral a la racionalidad del votante para elegir a sus gobernantes. Para
otros, tal racionalidad es imposible que ocurra. Este es un tema que puede merecer un en-
sayo de proporciones extensas y sobre el cual existen varias discusiones que van más allá
del propósito del presente trabajo. No por ello deben dejarse a un lado algunos comenta-
rios por su propia incidencia o relevancia para el tema de los medios y la democracia.
Asumir como premisa el que en una sociedad democrática invariablemente los ciudada-
nos racionalizan el por quién votar, por qué y para qué, así como cuál es el mejor partido
y programa gubernamental ofertado, puede llevar a resultados o conclusiones que no ca-
san con la realidad. La experiencia diaria muestra que un individuo en un sistema demo-
crático difícilmente tiene el tiempo, interés o el conocimiento especializado para lograr
racionalizar en todo momento y en cada caso una decisión respecto a diversas y numero-
sas cuestiones políticas, económicas y sociales, entre otras. En este sentido, las palabras
expresadas por Alexis de Tocqueville en su obra La democracia en América cobran ac-
tualidad. En su alusión al hecho de que un individuo tiene que tomar como ciertos diver-
sos hechos sobre los que no tiene ni el tiempo ni el poder de examinar o verificar por sí
mismo, señala que: “When the ranks of society are unequal, and men unlike each other in
condition, there are some individuals invested with all the power of superior intelligence,
learning, and enlightenment, while the multitude is sunk in ignorance and prejudice. Men
living at these aristocratic periods are therefore naturally induced to shape their opinions
118 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
ciendo una creciente apatía en el ciudadano para ejercer sus derechos elec-
torales, cuyo ejemplo más ilustrativo lo encuentra en los Estados Uni-
dos.253
Por lo que toca a la apatía ciudadana respecto a la información política,
específicamente sobre el caso de los Estados Unidos, Jesse Drew comenta
que nunca antes la democracia se ha presentado tan débil, ineficaz y sin pro-
fundidad, que en procesos electorales recientes. Al respecto, añade que la si-
tuación no puede ser peor, por dos motivos. Por un lado, debido a que sólo
un poco más de una cuarta parte de la población votante elige al ejecutivo fe-
deral o la mayoría en el Congreso. Por el otro, debido a que el debate político
se rige por la difamación, la publicidad de campañas ausente de valores, el
predominio de la demagogia y la desinformación. Adicionalmente, Drew
observa que la ausencia de un discurso político genuino provoca la apatía,
ignorancia y alienación de la sociedad. Para este autor, una condición fun-
damental de la democracia es la existencia de un público informado. Por
ello, dice Drew, el papel de los medios de comunicación masiva es el de
educar e informar, exponer e investigar. Esto es hoy más necesario que
nunca; sin embargo, concluye él mismo, instituciones fuertes e indepen-
dientes de medios no son posibles de encontrar.254 También sobre ese país
se observa que año tras año se va reduciendo la pequeña proporción de la
población que se toma la molestia de informarse, a través de los medios,
como periódicos y noticieros televisivos.255 Asimismo, se encuentra que
en la proporción en que la gente dedica más tiempo a ver la televisión se re-
by the superior rank standard of a person or a class of persons, while they are averse to
recognize the infallibility of the mass of the people... The contrary takes place in ages of
equality. The nearer the citizens are drawn to the common level of an equal and similar
condition, the less prone does each man become to place implicit faith in a certain man
or a certain class of men. But his readiness to believe the multitude increases, and opi-
nion is more than ever mistress of the world. Not only is common opinion the only guide
which private judgment retains among a democratic people, but among such a people it
possesses a power infinitely beyond what it has elsewhere”. Tocqueville, Alexis de, De-
mocracy in America, trad. de Henry Reeve, Londres, Oxford University Press, 1971, pp.
297 y 298.
253 Bobbio, Norberto, Democracy and Dictatorship, Minneapolis, University of Min-
nesota Press, 1989, p. 36.
254 Drew, Jesse, “Using Grassroots Media in the New Electronic Age”, en Hazen,
Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy, San Francisco, Institute for Alternati-
ve Journalism, 1996, pp. 112 y 113.
255 Fallows, James, Breaking the News: How the Media Undermine American Demo-
cracy, Nueva York, Vintage Books, A Division of Random House, Inc., 1997, p. 64.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 119
La democracia puede vivir y crecer sólo cuando hay una sociedad que
tiene las puertas abiertas para informarse sobre cualquier cuestión de su
interés, a efecto de adquirir un conocimiento verdadero y fundado, for-
marse una opinión y tomar una decisión. Para alcanzar este objetivo, la
libertad de expresión, así como la libertad de acceso a la información a
través de los medios de comunicación y por todo individuo, constituyen
condiciones fundamentales.
La información que permita a cada individuo participar como miembros
de una sociedad, es indispensable. Las oportunidades para los medios de
ocupar un lugar trascendente en este espacio, son inagotables. En este or-
den de ideas, se hace imperioso un compromiso de instituciones, organiza-
ciones y actores políticos, en conjunto con medios masivos y comunicado-
res, con el cumplimiento de la libertad de información y de la libertad de
acceso a la información. Todo ello acompañado de información guiada por
la objetividad, imparcialidad, veracidad y respeto a la privacidad de cada
individuo. Los señalamientos de Réniz Caballero refuerzan lo señalado.
121
122 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
I. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
262 Key, V. O., Public Opinion and American Democracy, Nueva York, Knopf, 1967.
263 Williams, Raymond, Communications, Harmondsworth, U. K., Penguin, 1976,
p. 134.
264 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 100.
124 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
produce bases que permiten un correcto gobierno. Para que la verdad al-
cance al ciudadano —dice él—, se hace indispensable la libertad de expre-
sión. En consecuencia, sostiene que la verdad no es la más profunda de las
necesidades; si los individuos van a ser sus propios gobernantes, mucho
más esencial es la demanda de que cualquier verdad sea puesta en el cono-
cimiento de todos los ciudadanos.268
Adicionalmente a lo expuesto por Meiklejohn, hay otros que otorgan un
valor más a la libertad de expresión. Éste es la participación política. Con-
cediéndole virtudes a ello, Lichtenberg, sin embargo, puntualiza que ésta
no es una precondición indispensable de la democracia, como es la igual-
dad; cuando mucho, a mayor participación, mejor para la democracia. Esta
autora observa que el involucramiento político añade otras valiosas cues-
tiones, por las que la ciudadanía podría sacrificar la participación.269
El argumento de que la libertad de expresión contribuye a la búsqueda,
encuentro y difusión de la verdad supone que la decisión racional surge de
la consideración de que cada ciudadano debe conocer todo hecho, reflexio-
nar sobre él y tomar una determinación. De esta forma, como afirma el pro-
fesor Thomas I. Emerson, el individuo que busca el conocimiento y la ver-
dad sigue un continuo diálogo socrático, a través del cual debe escuchar
todos los aspectos que se dan sobre una cuestión específica, especialmente
cuando es presentada por aquellos con fuertes convicciones y que presen-
tan argumentos para seguir un camino distinto. Emerson añade que en este
caso, el individuo debe considerar todas las alternativas, probar sus argu-
mentos frente a aquellos opuestos al mismo, y hacer uso de distintas inteli-
gencias para privilegiar la razón sobre la falsedad. Por consiguiente, conti-
núa señalando este autor, la supresión de la información, de la discusión, o
del cuestionamiento de las opiniones sostenidas frente a otras impide u
obstaculiza a un individuo el alcanzar un juicio y conclusión racional, blo-
quea la generación de nuevas ideas y tiende a perpetrar el error.270
La idea de que la libertad de expresión acelera la búsqueda de la verdad,
frecuentemente se presenta en la metáfora del mercado de las ideas. Por
268 Meiklejohn, Alexander, Free Speech and its Relation to Self-Government, Nueva
York, Harper Brothers Publishers, 1948, pp. 88 y 89.
269 Lichtenberg, Judith, “Foundations and Limits of Freedom of Press”, en Lichten-
berg, Judith (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University
Press, 1995, pp. 131 y 132.
270 Emerson, Thomas I., “Toward a General Theory of the First Amendment”, 72 Ya-
le Law Journal, 877, p. 7.
126 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
271 Véase el juicio Abrams vs. United States, 250 U.S. 616 (1919).
272 Middleton, Kent R. y Chamberlain, Bill F., The Law of Public Communication,
3a. ed., Longman Publishing Group, 1994, pp. 25 y 27.
273 Bacon, Jerome, “Access to the Press-A New First Amendment Right”, 80 Harvard
Law Review, 1967, p. 1641.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 127
274 Blasi, Vincent, The Checking Value in the First Amendment Theory, Am. B.
Found. Res. J., 1977, pp. 521 y 538.
275 Kantor, Harry, “Efforts made by various Latin American countries to limit the po-
wer of the President”, en Parliamentary versus Presidential Government, Oxford Uni-
versity Press, Arend Lijphart, 1995, pp. 109 y 110.
128 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
282 Tribe, Laurence, American Constitutional Law, 2a. ed., 1988, p. 785.
130 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
286 Stuart Mill, John, “On Liberty”, en Essays on Politics and Society, Toronto, Uni-
versity of Toronto Press, 1977, p. 260.
287 Milton, John, Areopagítica, 32 Great Books of the Western World, 1952, p. 409.
132 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
288 Steinberg, C., The Mass Communicators, Westport, Greenwood Press, 1958, p. 327.
289 Denton, R. E. y Woodward, G. C., Political Communication in America, cit., p. 42.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 133
290 Cockerell, M. et al., Sources Close to the Prime Minister, Londres, MacMillan,
1984, p. 9.
134 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Australia. Este país cuenta con la ley federal denominada The Freedom
of Information Act, de 1982. Ella establece el derecho de acceso a los
registros gubernamentales. En este ordenamiento se prevé la figura del om-
budsman, encargado de la promoción del cumplimiento de esta ley y de co-
nocer sobre las quejas de las materias contempladas por la misma. Asimis-
mo, establece el derecho de los ciudadanos para acudir ante la instancia
judicial competente y hacer llegar su caso ante la Corte Suprema de ese
país. Las anteriores características se aplican en las legislaciones locales.
Austria. La ley de libertad de información se denomina Auskunftspfli-
chtgesetz,293 la cual obliga a las autoridades federales a responder a solici-
tudes sobre información en materias que caen dentro de su jurisdicción. En
ella sólo se autoriza a que un ciudadano obtenga información, pero no ac-
ceso a los documentos mismos.
Bélgica. Tanto a nivel nacional294 como al local,295 se encuentran leyes
que norman el acceso de un individuo a la información gubernamental. Ca-
da una de las anteriores jurisdicciones tiene una comisión encargada de su-
pervisar el cumplimiento del respectivo ordenamiento jurídico.
Belice. La ley de este país en materia de libertad de información fue apro-
bada en 1994. En ella se establece un acceso general a los documentos en po-
sesión de los distintos departamentos del gobierno, a excepción de aquellos
pertenecientes al Poder Judicial. Está excluida la información de los docu-
mentos que afecten la seguridad nacional, defensa, relaciones internacio-
nales y procesos propios del gabinete del Poder Ejecutivo. Las inconformi-
dades pueden ser elevadas al conocimiento del ombudsman, quien tiene
facultades para instruir la develación de la información solicitada, salvo
aquella que cae dentro de las excepciones. La parte que no encuentre una
respuesta afirmativa debidamente fundada puede acudir ante la Corte Su-
prema.
Bosnia y Herzegovina. Su ley fue aprobada en junio del 2000. Sus normas
cubren a todos los departamentos, agencias y otros cuerpos administrativos
y gubernamentales, así como a los tribunales del Poder Judicial y otros órga-
nos que realicen por ley una función pública. Asimismo, establece un amplio
316 Official Information Act 1982. Local Government Official Information and Mee-
tings Act 1987.
317 Lov om offentlighet I forvaltningen av 19 juni 1970 nr 69.
144 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
No hay una ley específica en esta materia. Diversos esfuerzos se han he-
cho al efecto, sin que al momento se haya adoptado un ordenamiento tal.
Algunas leyes llegan a tratar en cierta forma cuestiones relativas al acceso
a la información. Por ejemplo, como condición para formar parte de la
OTAN, en 1999 se aprobó una ley en donde se aborda la información clasi-
ficada, la cual no puede ser divulgada porque puede dañar los intereses del
Estado o porque esa información está protegida por otras leyes a favor de
los intereses de otros ciudadanos u otras organizaciones.318
Portugal. En este país hay una ley específica que establece y regula el
derecho de acceso a la información gubernamental. En ella se indica que
toda persona tiene acceso a la información contenida en cualquier forma en
archivos del gobierno. Las excepciones a este acceso son en virtud de la
necesidad de seguridad interna o externa, confidencialidad de la justicia y
por privacidad personal. El cumplimiento de esta ley está a cargo de la Co-
misión para el Acceso a Documentos Administrativos, la cual es una agen-
cia independiente del Parlamento.319
Sudáfrica. La Constitución de 1996 de este país señala en su artículo
32 que cada individuo tiene derecho a obtener información en posesión
del gobierno, y a cualquier información que posea alguna otra persona y
que se requiera para ejercer o proteger un derecho. La ley específica en
esta materia fue aprobada por el Parlamento en mayo del 2000. En ella se
señalan condiciones para la entrega de información en manos del go-
bierno. De esta forma se establecen excepciones fundadas en información
clasificada, secretos comerciales, información que viole la privacidad, o
que sea obtenida de una persona que no esté obligada por ley de haber brin-
dado esa información ante una autoridad gubernamental. Las inconformi-
dades por denegación de acceso a una información proceden ante una auto-
ridad administrativa y posteriormente ante un tribunal judicial.320
Suecia. Su ordenamiento en materia de acceso a la información guber-
namental señala que todo ciudadano sueco tiene libre acceso a documentos
oficiales. La implementación e interpretación del anterior principio se con-
cibe de forma amplia. Las decisiones en un sentido negativo pueden ser
apeladas ante tribunales administrativos, teniendo como instancia última a
forma verbal, tal como ocurre según lo previsto en las legislaciones danesa
y holandesa. Sin embargo, en otros países se requiere que en la solicitud
correspondiente se invoque expresamente el derecho que le asiste para pe-
dir la información en cuestión.
En numerosos países se permite sólo el acceso a documentos registra-
dos. Esto trae consigo riesgos para la libertad de acceso a la información,
en virtud de que puede haber autoridades que intencionalmente eviten un
registro cuando estiman que la información en cuestión no debe ser revela-
da. Sin embargo, también hay avances sustantivos a favor de esa libertad.
Por ejemplo, en la legislación danesa se establece que todo oficial guberna-
mental debe levantar un registro de toda información de hechos sobre los
que tengan conocimiento incluso en forma verbal.330 Por su parte, el orde-
namiento neozelandés va más allá y establece el derecho de acceso tanto a
información registrada como a la no registrada.331
Un ámbito de especial significado en la libertad de acceso a la informa-
ción corresponde a las excepciones. En general, las legislaciones incluyen
el mismo conjunto de ellas. Sin embargo, el alcance o grado de aplicación
varía de país a país. Por una parte están las excepciones que excluyen gru-
pos enteros de información. Toda información que se encuentre en uno de
esos grupos puede ser retenida por una autoridad pública aun cuando su de-
velación no cause daño alguno. Entre estos casos se encuentran los docu-
mentos surgidos o vinculados con reuniones del Consejo de Ministros o de
secretarios de Estado en Portugal,332 los documentos generados por o para
conocimiento de un tribunal o para una consulta legislativa en el Reino
Unido,333 documentos relativos a negociaciones con otros países, como
ocurre en Finlandia,334 documentos y material informativo reunido con el
propósito de integrar estadísticas públicas o investigación científica en Di-
namarca,335 registros de órganos regulatorios financieros en Estados Uni-
dos.336 En el mayor número de las legislaciones, las excepciones se definen
con la aplicación del respectivo enunciamiento de pruebas de daño. Estas
330 Act on Access to Public Administration Files/Act No. 572, December 19, 1985,
Article 6 (1).
331 Official Information Act, 1982, section 2 (1).
332 Promotion of Access to Information 2000, section 41 (1) (c).
333 Act on Free Access to Information, 41 (1) (a).
334 Freedom of Information Act, 1997, section 24 (1) (c).
335 Freedom of Information Act, Exemption 8.
336 Act on the Access to Public Information Files, section 10 (6).
148 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
pruebas pueden variar en cada orden jurídico. Por ejemplo, por lo que toca
a las relaciones internacionales, en Irlanda se aplica el que se afecte adver-
samente —affect adversely—,337 en Canadá, que se provoque un mal —be
injurious to—, en Sudáfrica que lesionen —prejudice—338 y en los Esta-
dos Unidos que dañen —damage—.339
En otras legislaciones se privilegia a la prueba de proporcionalidad en
lugar de la de daños. Por ejemplo, la ley danesa señala que el acceso a los
expedientes debe ser limitado cuando la protección es esencial respecto a
la protección de la política exterior danesa.340 En otras legislaciones se pre-
vé un balance más explícito entre los beneficios y daños de la develación
de la información. En este caso se encuentra por ejemplo Bélgica, donde se
autoriza la retención gubernamental de información cuando el beneficio
para el interés público no es superior a la necesidad de confidencialidad
con el propósito de proteger las relaciones internacionales de ese país.341
La misma fórmula se adoptó en Noruega.342
Por otro lado, las legislaciones contienen previsiones que brindan una
protección al razonamiento de las autoridades públicas conforme a las cua-
les forman sus bases y criterios para tomar una decisión. En algunos casos
se adoptan amplias definiciones. Por ejemplo, la ley danesa cae en este su-
puesto.343 La legislación holandesa contiene un mandato que prohíbe la de-
velación de información de opiniones personales sobre políticas conteni-
das en documentos para consulta interna gubernamental. En todo caso, las
opiniones personales sólo pueden ser dadas a conocer cuando ello favorece
al efectivo gobierno y conducción de orden democrático del país y de ma-
nera que no delate a algún individuo que haya formulado esa opinión; es
decir, se llega a conocer la opinión en el supuesto referido, pero no a quien
la emitió.344 El nombre de la persona que la haya emitido sólo puede ser da-
do a conocer con la anuencia del mismo.
345 Dinamarca: Act on Access to Public Administration Files, section 11(1); Suecia:
Freedom of the Press Act, Article 9; Australia: Freedom of Information Act 1982, Sec-
tion 36(5).
346 Freedom of Information Act 1997, section 20(2) (b).
150 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
347 408 U.S. 665, 684-685, Media Law Rep. 2617, 2624-2625(1972).
348 417 U.S. 817, 834, 1 Media Law Rep. 2379, 2386 (1974).
349 438 U.S. 1, 14-15, 3 Media Law Rep. 2521, 2526 (1978).
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 151
350 Department of Air Force v. Rose, 425 U.S. 352, Media Law Rep. 2509 (1976).
351 “…any executive department, military department, Government corporation, Go-
vernment controlled corporation or other establishment in the executive branch of the fe-
deral government… or any independent regulatory agency” (5 U.S.C. sec 552 (f) (1988).
352 445 U.S. 169, 5 Media Law Rep. 2473 (1980).
353 445 U.S. 136, 6 Media Law Rep. 1001 (1980).
152 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
358 Report of meeting: Call for an Open Europe. Views from civil society on access to
E. U. documents. European Parliament, 27 February 2001.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 159
tros del Parlamento Europeo. Ello se debía a que tales propuestas no reu-
nían los requisitos de transparencia y creación de un gobierno abierto
dentro de las instituciones de la Unión Europea, tal y como había sido acor-
dado en el Tratado de Ámsterdam. Adicionalmente, esa asociación de pe-
riodistas deploró el hecho de que el proceso legal para la elaboración de ese
código estuviese siendo llevado a cabo en forma por demás secreta, lo cual
cerraba a la ciudadanía la posibilidad de participar en su configuración. Su
propuesta fue contundente, el código referido debía ser construido sobre
las bases siguientes: la ciudadanía debe tener participación en su integra-
ción y en las decisiones que construyan tal ordenamiento; se debe abrir el
acceso a toda la información, incluida aquella calificada como clasificada;
las excepciones a la regla anterior deben estar establecidas en formas preci-
sas, bien definidas y mínimas; debe ser aplicado a todas las instituciones de
la Unión Europea, incluidas las judiciales; la solicitud de información no
debe ser acompañada de alguna razón que la apoye y debe haber un dere-
cho al anonimato; la entrega de la información debe ser expedita; debe ha-
ber un derecho a apelar ante un órgano independiente y sin costo alguno;
los servidores públicos deben tener un derecho y obligación de divulgar in-
formación, aun si ésta no ha sido solicitada por algún interesado o cuando
algún oficial del gobierno la oculte en detrimento del interés público. Res-
pecto a este último supuesto, se ha señalado que el servidor público debe
gozar de una protección. Por otro lado, se considera que se debe llevar a ca-
bo un proceso de educación sobre la naturaleza y operación del principio
del gobierno abierto, tanto con los servidores públicos como con la socie-
dad en general.359
La anterior propuesta se extendió entre más organizaciones ciudadanas,
las cuales presentaron su oposición al proyecto de código para normar el
acceso a la información contenida en documentos de la Unión Europea. De
esta forma, haciendo alusión al documento que se estudiaba en el Consejo
de esa Unión, tales organizaciones indicaron que tal propuesta debilitaba
derechos vigentes de la ciudadanía, no seguía el espíritu del Tratado de
Ámsterdam y se erosionaban los niveles democráticos.360
leyes que norman esta situación están dirigidas a proteger el interés del
Congreso para recibir información precisa y oportuna sobre agencias gu-
bernamentales, y su operación donde tiene la obligación de ejercer una su-
pervisión.
Por último, cabe destacar que en el ámbito académico no existe una
coincidencia respecto al posible derecho del Congreso para legislar a efec-
to de definir la información que debe ser clasificada. A pesar de que la Cor-
te Suprema no se ha pronunciado en este orden, la tendencia más fuerte es
aquella que considera que, en efecto, el Congreso sí tiene la facultad para
proceder en ese sentido.
CAPÍTULO SEXTO
LA OPINIÓN PÚBLICA
361 Graham Wilson, Francis, A Theory of Public Opinion, Chicago, Regnery, 1962, p. 5.
165
166 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
esta forma, puede aseverarse, tal y como lo ha señalado Sartori, que la de-
mocracia se define como un gobierno de opinión.362 Al respecto, puede
añadirse que mientras más debidamente informada esté esa opinión públi-
ca, más oportunidad habrá de tener un gobierno democrático. El politólogo
italiano añade, asimismo, que “Si la democracia tuviera que ser un sistema
de gobierno guiado y controlado por la opinión de los gobernados, enton-
ces la pregunta que nos deberíamos replantear es: ¿Cómo nace y cómo se
forma una opinión pública?” La respuesta de Sartori es breve: “Casi siem-
pre, o con mucha frecuencia, la opinión pública es un ‘dato’ que se da por
descontado. Existe y con eso es suficiente”.363
Sartori precisa que:
...la noción pública denomina sobre todo opiniones generalizadas del pú-
blico, opiniones endógenas, las cuales son del público en el sentido de que
el público es realmente el sujeto principal. Debemos añadir que una opinión
se denomina pública no sólo porque es del público, sino también porque
implica la res pública, la cosa pública, es decir, argumentos de naturaleza
pública: los intereses generales, el bien común, los problemas colectivos.
opinión pública, así como para promover, forzar o justificar la toma de de-
cisiones políticas, económicas y/o sociales sin importar que éstas se alejen
de las auténticas necesidades de la sociedad. Sobre este último punto, el
científico político Ulrich Sarcinelli apunta que:
...la opinión pública surge esencialmente como producto del cultivo de la
opinión por parte de intereses organizados, actores prominentes, institu-
ciones estatales y no estatales. Así, la opinión pública propiamente como
tal, es esencial para la formación de la opinión pública política, es parte de
un sistema complejo en que recién se constituye la realidad política: de un
proceso total en que se produce y se presenta la política, se imponen y se
fundamentan las decisiones políticas. En la era de la televisión, más que
en cualquiera época, rige que la misma actuación política es, en gran me-
dida, una actuación comunicativa... la televisión cumple la función de me-
dio conductor tanto para la percepción como para la presentación de la po-
lítica.368
I. ANTECEDENTES Y DESARROLLO
A finales del siglo XIX y principios del XX, la opinión pública fue estu-
diada y analizada sistemáticamente con un enfoque sociológico. Los paí-
ses que comenzaron a ponerle especial atención fueron los Estados Unidos
y Alemania. A finales de los años veinte del siglo pasado, el interés en las
393 Para algunas otras ideas sobre este tema, véase Plamenatz, John, Democracy and
Illusion. An Examination of Certain Aspects of Modern Democratic Theory, Londres,
Longman Group Limited, 1973, pp. 144-147.
394 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., p. 63.
395 Plamenatz, John, Democracy and Illusion. An Examination of Certain Aspects of
Modern Democratic Theory, cit., pp. 146 y 147.
LA OPNIÓN PÚBLICA 177
Participation is, clearly, the proper avenue of approach to the study of pu-
blic opinion, for, in various senses, public opinion is participating opinion.
But the legitimating of participation rests on the older, broader, and more
philosophical proposition that just governments are governments to
which, in some sense, the subjects have given their consent. Like partici-
pation, consent is never perfect, and like it also there are variations in
form of consent. Since we can hardly say that nonexistent opinion can be
public opinion, we can hardly say that a primitive and inarticulate accep-
tance of a governing order is really consent.424
V. EL DEBATE DEWEY-LIPPMANN
426 Lasch, Christopher, “Journalism, Publicity, and the Lost Art of Argument”, Media
Studies Journal, 9, 1, 1995, p. 89.
427 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 31.
428 Splichal, Slavko, op. cit., p. 137.
186 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
429 Las palabras usadas por Dewey para hacer esta definición son “…a large body of
persons having a common interest in controlling the consequences of social transac-
tions”. Véase Dewey, John, The Public and Its Problems, cit., pp. 126 y 137.
LA OPNIÓN PÚBLICA 187
431 Dewey, John, The Public and its Problems, cit., p. 142.
432 Ibidem, p. 169.
433 Ibidem, p. 177.
434 Ibidem, p. 211.
LA OPNIÓN PÚBLICA 189
of our codes largely determines what group of facts we shall see, and in what light we
shall see them”. Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 125.
442 Lippmann, Walter, The Phantom Public, cit., pp. 20, 36 y 37.
443 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 397.
192 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
velar los hechos ocultos y generar una visión de la realidad que permita a la
gente actuar. Asimismo, sostuvo que el problema de la formación de opi-
niones no debe ser tratado como uno correspondiente a libertades civiles.
Debe ser una cuestión de cómo hacer al mundo invisible, posible de ser vis-
to por la ciudadanía de un Estado moderno —“how to make the invisible
World visible to the citizens of a modern state”—.449 Para Lippmann, las
preguntas fundamentales son: ¿Dónde y cómo pueden los ciudadanos o los
medios de comunicación obtener la información que ellos necesitan?
¿Quién debe brindarla? y, en su caso, ¿Quién debe pagar por ella? Las liber-
tades ciudadanas no son suficientes para formar opinión pública, porque tal
supuesto llevaría a una premisa inválida, que es el que la verdad es espontá-
nea o que los medios para asegurar la verdad existen cuando no hay alguna
interferencia externa.450 Según el autor, la clave para la formación de una
adecuada opinión pública es la creación de una inteligencia organizada
—organized intelligence— o de una debida maquinaria de seguimiento. Ni
la prensa ni cualquier otra institución pública o privada a la que la ciudadanía
estuviese dispuesta a confiar en ella o someterse a su administración podría
llevar a cabo la creación y operación de tal maquinaria de conocimiento
—machinery of knowledge—.451 Sólo un cuerpo de inteligencia integrado
por especialistas y expertos independientes podría asegurar el flujo continuo
de información confiable.
En su comprensión de la democracia, Lippmann vio que los medios de co-
municación no operan como mediadores del diálogo, sino que fundamental-
mente ellos cambian la calidad de la comunicación. En este ámbito, la función
de las noticias es la correspondiente a destacar un evento; la función de la ver-
dad es develar hechos ocultos, vincularlos a ambos y formar una visión de la
realidad conforme a la cual puedan actuar los miembros de la sociedad.452
Los enfoques sostenidos por Dewey y Lippmann anteriormente expues-
tos han sumado respectivamente a diversos y numerosos adeptos, los cua-
les han formulado aportaciones y argumentos para fortalecerlos o ampliar-
los. La controversia presentada por esos dos autores a inicios del siglo
pasado sigue en diversas formas aún viva hoy en día.
I. ESTADO DE DERECHO
453 Dicey, A. V., Introduction to the Study of the Constitution, Londres, MacMillan,
1939, pp. 188-195.
195
196 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
cos. Por ejemplo, el profesor alemán Karpen sostiene: “La estabilización del Estado
constitucional exige fundamentalmente mejoras económicas. Los politólogos han llegado
a la conclusión de que, por debajo de un producto bruto social de seis mil dólares per cá-
pita, es imposible preservar la democracia y el Estado de derecho de modo permanente
ante situaciones de crisis... cuando lo que está en juego es la sobrevivencia misma, las
consideraciones que hacen al orden jurídico y orden político pasan a segundo plano. Para
que el Estado constitucional democrático funcione, hace falta contar con alimento sufi-
ciente, una moneda estable, economía social de mercado y justicia social”. Karpen,
Ulrich, op. cit., p. 114. Para conocer algunos argumentos relativos a la dependencia eco-
nómica de unos países respecto de otros y sus efectos en el ámbito político, véase Wilbe-
re, C. K., The Political Economy of Development and Underdevelopment, Nueva York,
Random House; Szentes, T., The Political Economy of Underdevelopment, Budapest,
Akademiai Klado, 1983.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 199
dan vida real al Estado moderno de derecho. La relación entre ellos merece
las siguientes observaciones:
1. La desigualdad que viven numerosos miembros de distintas socieda-
des, tanto en el ámbito social como en el político, económico y cultural, así
como la inequidad en la distribución de la riqueza, son problemas que de-
penden de elementos estructurales de los propios sistemas económicos,
políticos o sociales que son adoptados por una sociedad o impuestos sobre
ellas. Sin embargo, las características que hoy revisten a los medios y co-
municadores convierten a éstos en factores que pueden aportar soluciones
a tales problemas. Respecto a la incidencia que los medios y comunicado-
res pueden tener en esos ámbitos, Sean Mc Bride señala que “...la informa-
ción no es sólo un bien destinado a servir de alimento a la facultad intelecti-
va del hombre, sino que es un recurso económico tan importante como la
materia prima.461
En este mismo orden de ideas, Hugo Osorio Meléndez afirma que:
Asimismo, añade este autor que “Ya casi es un slogan afirmar que nues-
tras economías dependen ahora de la información en todas sus formas más
que de las estructuras de producción”.463 En su opinión, actualmente “...in-
formación y medios se configuran como estrategias e instrumentos de po-
der que estimulan y crean el fenómeno nuevo de la globalización y se forta-
lecen con ello como causas del crecimiento, desarrollo y riqueza y como
mecanismos de enorme capacidad de orientación de las visiones comunes
del hombre, el Estado y la sociedad”.464
Aunado a lo anterior, no puede perderse de vista que hay factores que
contribuyen a fomentar y fortalecer el desarrollo de la desigualdad e ine-
461 Mc Bride, Sean, Un solo mundo. Voces múltiples, México, UNESCO, 1981, p. 221.
462 Osorio Meléndez, A. Hugo, “Medios de comunicación y conflicto social”, Contri-
buciones, Buenos Aires, 2/2002, año XIX, núm. 2 (74), Konrad Adenauer Stiftung.
CIEDLA, abril-junio de 2002, p. 11.
463 Ibidem, p. 16.
464 Ibidem, p. 17.
200 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
470 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., p. 65.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 203
Jorge Carpizo indica sobre los medios y su poder que “...deben existir
pesos y contrapesos para impedir también la arbitrariedad, porque si no, co-
mo en el caso del gobierno, su resultado es también la opresión de los indivi-
duos”.471 Cabe añadir, asimismo, que a la luz de la premisa básica de que en
el Estado moderno de derecho el poder se encuentra limitado, puede soste-
nerse que por ningún motivo los medios y comunicadores pueden estar
exentos de la aplicación de esta premisa, particularmente cuando se observa
una creciente presencia, influencia y poder de los mismos. La propensión
hacia el acumulamiento del poder presente en la naturaleza humana y de la
vulnerabilidad de toda ley y mecanismo que intente impedirlo obligan a que
el ejercicio del poder gubernamental, así como de toda instancia pública o
privada y de todo interés económico o político que incida sobre él, deban ser
materia de atención permanente y prioritaria.472 Esta premisa debe ser apli-
cada sobre los medios y comunicadores en todo momento.
El Estado moderno de derecho y el quehacer de medios y comunicado-
res guardan un importante vínculo que por sus efectos requiere de una
atención prioritaria y permanente. Las palabras de Osorio Meléndez no
pueden ser soslayadas cuando advierte que:
Son los medios los que imponen hoy la agenda al entramado social. Influ-
yen en el colectivo y en la opinión que crean, hasta el punto de llegar a
participar de la operación práctica del país con actividades supletorias que
influyen en la administración social y de la justicia. Actividad tanto más
importante cuanto mayor es el desprestigio de la política, de los políticos y
de los partidos.
Este mismo autor puntualiza que “Otro aspecto que acrecienta el rol de
los medios por los efectos que consiguen es que, debido a la fascinación y
encanto que ellos producen, condicionan automáticamente las verdades
sociales, jurídicas, éticas y morales que entregan, convirtiéndolas en ver-
dades mediáticas autónomas”.473
471 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 355.
472 Para un interesante análisis del Estado con base en conceptos del poder, derecho y
legitimidad, véase Dyson, Kenneth, The State Tradition in Western Europe. A Study of
an Idea and Institution, Oxford, Martin Robertson, 1980, pp. 117-134.
473 Osorio Meléndez, A. Hugo, “Medios de comunicación y conflicto social”, cit., p. 24.
204 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
474 Véase la propuesta de Valadés, Diego, respecto a los elementos del “control políti-
co”, op. cit., p. 179.
475 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 344.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 205
478 Bacon, Jerome, op. cit. Esta opinión ha sido rechazada por diversos expertos en la
materia, como ejemplo Nelly, David y Donway, Roger, “Liberalism and free Speech”, en
Lichtenberg, Judith (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge Uni-
versity Press, 1995, pp. 66-101.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 207
los medios realicen una función de servicio público, y e) el interés del go-
bierno en transmitir sus puntos de vista a la ciudadanía y el de preservar los
derechos de todos los ciudadanos.479
Respecto a lo expuesto, puede observarse que un problema fundamental
de la regulación de los medios es el de lograr un equilibrio adecuado entre
los diversos intereses participantes. Sin embargo, el alcanzar ese equilibrio
no es una tarea sencilla. Los intentos de establecer regulaciones y controles
democráticos, a menudo se confrontan con elementos externos que gene-
ran fuentes de inequidad en la influencia sobre los propios medios o la pro-
pia participación en los mismos por parte de los miembros que integran a la
sociedad. Cualquier normatividad que asegure igualdad de derechos para
incidir sobre los medios de comunicación sólo puede materializarse bajo el
entendido de que las fuentes de desigualdad referidas no se conviertan en
rectoras de decisiones. La ciudadanía enfrenta amplias condiciones de de-
sigualdad para lograr un acceso a los medios de comunicación —tanto para
divulgar sus opiniones como para participar en discusiones públicas.
Todo lo anterior incide necesariamente no sólo en el quehacer democrá-
tico de los medios, sino también en la propia democratización de los mis-
mos. Las formas de reglamentación adoptadas para desarrollar el trabajo
democrático, así como para democratizar la comunicación, han estado bá-
sicamente dirigidas a materializar el derecho de recibir información. Este
hecho se ilustra claramente a través del marco normativo adoptado para re-
gir el servicio público de comunicación en Europa —Public Service
Broadcasting (PSB)—, a partir de los años veinte del siglo pasado. Esta
normativa se construyó con base en cuatro postulados: a) el servicio públi-
co de comunicación tiene las funciones básicas a favor del auditorio de
educar, informar y entretener; b) el servicio público de comunicación
atiende a un auditorio integrado tanto por elites con conocimientos espe-
cializados como por una audiencia popular; c) el servicio público de comu-
nicación debe asegurar acceso universal a los programas presentados en
los medios de comunicación en todo el territorio nacional, así como brin-
dar la debida calidad técnica en sus transmisiones, y d) el servicio público
de comunicación debe ofrecer programación para las minorías étnicas, lin-
güísticas, regionales, religiosas y otras.480
1. El debate doctrinal
481 Mulgan, Geoffrey, Communication and Control, Cambridge, Polity, 1991, p. 259.
482 Idem.
483 Staël, Mme. de, Des circonstances actuelles qui peuvent terminer la Révolution et
des principes qui doivent fonder la République en France, París, Droz, 1979, p. 113. Asi-
mismo, afirmó: “...faire un journal est un emploi public, tandis qu´écrire un livre n’est
que l’exercice d’un droit consacré”, op. cit., pp. 115 y 116.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 209
blic power— similar a los tres poderes del gobierno, éste debería estar su-
jeto irremediablemente a firmes restricciones legales. Franklin estuvo
preocupado no por la posibilidad de los diarios de criticar a gobernantes y
servidores públicos, sino por el amplio poder que tenían esos medios de
presentar y difundir acusaciones falsas que podían arruinar la reputación
de individuos por toda su vida. Él subrayó que la libertad de la prensa no
podía ser anárquica, sino que debería quedar sometida a los principios del
Estado de derecho y al conocimiento público. Para destacar esta posición,
Franklin afirmó que ante la corte de la prensa —the court of the press— no
hay ley alguna, consecuentemente, y repitiendo literalmente sus palabras,
sostuvo: “The accused is allowed no grand jury to judge of the truth of the
accusation before it is made, nor is the name of the accuser made known to
him, nor has he an opportunity of confronting the witnesses against him,
for they are kept in the dark as in the Spanish court of Inquisition”.484 De
acuerdo con él, por tanto, la libertad de prensa no se equiparaba al ejercicio
de una licencia personal sin reglamentación alguna.
En el ámbito del debate teórico, Judith Lichtenberg se encuentra entre
los estudiosos que apoyan la regulación gubernamental. Ella formula di-
versas consideraciones para sustentar la conveniencia de una regulación
que asegure o haga más viable el acceso del individuo para expresarse a
través de los medios. En lugar de sostener que aquellos que no tienen tal
acceso gozan indiscutiblemente del derecho para hacerlo, la autora enfoca
su análisis para sostener que el permitir el acceso de los individuos a los
medios de comunicación para ejercer su libertad de expresión no represen-
ta una violación a los derechos de aquellos que son propietarios o controlan
algún medio de comunicación. Ella sostiene que la regulación permite ase-
gurar y ampliar la independencia de los medios. Asimismo, estima que la
regulación no sólo otorga esa independencia del poder público, sino res-
pecto del dinero.485
Lichtenberg hace alusión al hecho de que en algún momento se pensó
que los medios podrían servir como un antídoto frente al abuso del poder
público. Sin embargo, señala que lo anterior ha trabajado en un sentido
contrario porque los propios medios han reforzado tal poder, en virtud de
que el acceso a los medios tiene una distribución inequitativa, igual que
otras formas de poder. Ello no quiere decir que los menos poderosos nunca
puedan expresarse en los medios de comunicación, sino que el conjunto de
las acciones mediáticas no está prioritariamente a su favor, dado que los
medios constituyen per se un poder que está aliado íntimamente con otros
grandes poderes.486
Esta autora estima que en gran parte la disputa sobre la regulación de
los medios se centra en la utilidad de la misma respecto de los efectos y
objetivos que se buscan lograr a través de ésta.487 En este sentido, los crí-
ticos de la regulación consideran que la libertad de los medios está en el
centro de lo que es una sociedad moderna, y que cualquier obstáculo o li-
mitación a ella es por tanto inaceptable. Al respecto, Lichtenberg argu-
menta que se ha malentendido el significado del compromiso con la liber-
tad de medios en una sociedad moderna. Esa libertad es contingente en el
grado en que ella promueva ciertos valores correspondientes al interés de
proteger la libertad de expresión. Es decir, la libertad de los medios es
instrumental, y debe operar en la medida en que permita alcanzar ciertos
objetivos. De esta forma, si los medios de comunicación masiva realizan
acciones tendientes a suprimir u obstaculizar a la diversidad y a empobre-
cer, reducir o impedir el debate público, entonces el ejercicio de esa liber-
tad es improcedente. Consecuentemente, dice la autora que la regulación
de los medios debe ser aceptada a efecto de alcanzar los propósitos esen-
ciales de la libertad de los mismos.488
Lichtenberg continúa sus ideas sobre este tópico preguntando qué es lo
que se busca con la libertad de expresión. Al respecto, estima que hay dos
objetivos. Por una parte, el que los miembros de la sociedad puedan comu-
nicarse sin interferencias y, por otra, que haya mucha gente comunicándo-
se o al menos participando en la difusión y recepción de numerosas ideas y
puntos de vista. Asimismo, estos objetivos se construyen respectivamente
sobre dos principios. En un caso está el de no interferencia o no censura
—noninterference or no censorship— y, en el otro, el de la multiplicidad
de voces —multiplicity of voices—. Sin embargo, encuentra la autora que
los dos principios referidos pueden estar en conflicto entre ellos. Esta si-
502 Fiss, Owen M., “Why the state?”, en Lichtenberg, J. (ed.), Democracy and the
Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 152.
503 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 352.
504 Ibidem, p. 748.
505 Ibidem, pp. 746 y 747.
216 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
506 Nozick, Robert, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974, p. ix.
507 Bollinger, Lee C., “The Rationale of Public Regulation of the Media”, en Lichten-
berg, J. (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press,
1990.
508 Holmes, Stephen, “Liberal Constraints on Private Power?: Reflections on the Ori-
gins and Rationale of Access Regulation”, en Lichtenberg, J. (ed.), Democracy and the
Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 51.
509 Ibidem, p. 21.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 217
para formar una coraza que les impide adoptar un total y voluntario com-
promiso o responsabilidad social con los consumidores. 4) El imponer una
regulación gubernamental, aun cuando tenga la intención más benigna, po-
ne en riesgo a un sistema animado por el ideal de libertad frente a la inter-
vención del poder público. La intervención del gobierno necesariamente
afecta negativamente ese ideal y destruye la premisa fundamental sobre la
cual deben operar los medios.514
Para este autor, el problema de acceso y diversidad de los medios de co-
municación persiste, quizá en parte, porque las propuestas reformadoras
han fracasado en entender la sociología de los mismos. Los comunicadores
están guiados por una abstracta pero poderosa y autorreguladora fórmula.
El corazón del problema no sólo está en adquirir un acceso a un medio, si-
no un acceso efectivo a un auditorio masivo. Para alcanzar este objetivo se
debe aplicar un modelo de responsabilidad profesional, al que Carl Ses-
sions Stepp denomina “professional responsibility model”. En éste, la idea
de responsabilidad social es fundamental, misma que requiere de una ade-
cuada estrategia para su implementación. Este autor propone como estrate-
gia la siguiente: 1) Cooptar la ideología profesional y construir una imagen
de los medios como independientes, profesionales y sujetos al escrutinio.
2) Ampliar la educación y responsabilidad social de los medios. 3) Promo-
ver la eliminación del papel sobrerregulador del gobierno y limitarlo a ta-
reas de apoyo de comunicación de asuntos públicos.515
También en contra de la regulación de los medios, T. M. Scalon formula
pronunciamientos que ejemplifican algunas otras posiciones dentro de este
grupo. Para él, la idea de que hay algo especialmente malo acerca de la re-
gulación gubernamental sobre el contenido de la expresión, ya sea que ésta
tome la forma de prohibiciones de contenido o estableciendo requisitos,
tiene una relevancia obvia en torno a cuestionamientos sobre la regulación
de los medios de comunicación masiva.516 En la opinión de este autor, el
análisis de la libertad de expresión requiere identificar los valores que ésta
busca promover o proteger. Al respecto, él inicia tal ejercicio abordando
los valores concomitantes para satisfacer ciertos intereses privados am-
pliamente compartidos. Ellos incluyen, en primer término, intereses que
todos los ciudadanos tienen para expresarse oralmente o por escrito, y te-
ner la oportunidad de comunicarlos a aquellos que quieren escucharlos o
leerlos. En segundo término están los intereses particulares para obtener un
espacio en los foros de expresión que queremos escuchar o leer. En tercer
lugar están los intereses en donde no hay una participación directa del indi-
viduo como expresador de ideas o escuchador de ellas, sino como parte ge-
neral de una sociedad que goza de los beneficios culturales, políticos y tec-
nológicos provenientes de la libertad de expresión.517
Scanlon continúa su argumentación señalando que adicionalmente a las
categorías de intereses privados, hay otros valores morales y políticos más
generales, mismos que la libertad de expresión supuestamente también de-
be proteger. En este orden de ideas, el valor más mencionado es el de con-
tar con instituciones políticas democráticas, justas y eficaces. Este impor-
tante interés público da mayor apoyo a los intereses individuales para tener
acceso a los medios de expresión. El valor público también brinda un nue-
vo elemento a los argumentos sobre la libertad de expresión, porque la po-
lítica democrática justa requiere de una igualdad de oportunidad para parti-
cipar y que no es necesariamente dentro del ámbito del interés particular de
los individuos.518 Para este autor, la ausencia de limitaciones genera un se-
rio riesgo para los valores referidos. Al respecto, Scanlon sostiene que los
gobiernos —ya sean electos o no— tienen una tendencia o actitud de impe-
dir las expresiones de sus críticos.519 Como resultado, los gobiernos a me-
nudo están poco o nada dispuestos a promover o facilitar que quienes ex-
presan esas ideas o puntos de opinión sean escuchados. Lamentablemente
esta actitud no resuelve, sino que agrava los costos de una expresión res-
tringida.520
El autor sostiene que los supuestos empíricos sobre los que se basa la li-
bertad de expresión no están limitados a las creencias sobre la conducta de
los gobiernos. También se deben incluir las creencias sobre la conducta
de agentes privados, frente a los cuales también se requiere de una protec-
ción. Para Scanlon, resulta extremadamente difícil establecer expresamen-
te las limitaciones que le dan un significado y comprensión a la libertad de
expresión en un momento dado del tiempo. Nuestra comprensión de las li-
mitaciones se realiza principalmente a través de una serie de ejemplos, que
517 Scanlon, T. M. Jr., “Current Regulation Reconsidered”, cit., pp. 335 y 336.
518 Ibidem, p. 336.
519 Ibidem, p. 337.
520 Ibidem, pp. 337 y 338.
220 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
521 Scanlon, T. M. Jr., “Current Regulation Reconsidered”, op. cit., pp. 338 y 339.
522 Ibidem, p. 340.
523 Ibidem, p. 341.
524 Ibidem, p. 343.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 221
2. El debate judicial
puesto por Lee Bollinger. Aun cuando este estudioso de la materia parte de
la idea de que los medios escritos y los medios electrónicos no tienen una
diferencia fundamental como medios de comunicación masiva, él señala
que cada uno de ellos es percibido de manera diferente, a causa del distinto
desarrollo histórico que los caracteriza. La prensa tiene una historia más
amplia, y su regulación se ha ido delineando paulatinamente con el avance
de diversas libertades, produciendo en términos reales una regulación por
demás holgada. En contraste, los medios electrónicos son de una creación
más reciente, y su desarrollo ha alcanzado una gran velocidad. Ante estos
hechos, Bollinger percibe que la sociedad prefiere una reglamentación que
les rija con más precisión.540 Aquellos a favor de la desregulación respon-
den que si no hay diferencia entre ambos medios, y que si la reglamenta-
ción de los medios escritos es reducida en cantidad y sustancia hasta el gra-
do de poder decirse que la prensa goza de una desregulación, entonces lo
lógico es que el mismo criterio rija a los medios electrónicos y su regla-
mentación.
Sobre la diferencia de enfoques para regular a la prensa en forma distin-
ta que a los medios electrónicos, Judith Lichtenberg intenta explicar esta
situación con las siguientes palabras:
That may partly explain why from the beginning government regulation
of broadcasting was not seen as trampling freedom of the press. Today, of
course, when most people rely heavily on television for the news, no one
doubts that the electronic media are a mainstream part of the press. But
that leaves us with a dilemma about the proper objects of media regula-
tion.541
540 Bollinger, Lee, “Freedom of the Press and Public Access: Toward a Theory of
Partial Regulation of the Mass Media”, cit.
541 Lichtenberg, Judith, op. cit., p. 2.
542 Ibidem, p. 8.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 227
543 Coase, R., “The Federal Communication Commission”, 2 Journal of Law and
Economics I, 1959.
544 Este criterio encuentra una expresión judicial en los Estados Unidos en el juicio
Lion Broadcasting Co. vs. FCC, en donde se determinó que: “When there are substan-
tially more individuals who want to broadcast than frequencies to allocate, it is idle to
posit an unbridgeable First Amendment right comparable to the right of every individual
to speak, write, or publish”. 395 U.S. 367, 388 (1969).
228 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
A. Estados Unidos
545 Red Lion Broadcasting Co. vs. FCC. 395 U.S. 367 (1969).
546 Kellner, D., Television and the crisis of Democracy, Oxford, 1990, pp. 201-207.
230 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
B. Gran Bretaña
547 FCC vs. League of Women Voters of California. 468 US 384 (1984).
548 Véase Fowler, M. S. y Brenner, D. L., “A Marketplace Approach to Broadcast Re-
gulation”, Texas Law Review 60, 207, 1981.
549 Sykes Committee on Broadcasting (923) Cmnd. La historia de los medios electró-
nicos en la Gran Bretaña se encuentra contenida en el trabajo integrado por cuatro volú-
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 231
menes en la obra de Briggs, A., The History of Broadcasting in the United Kingdom,
Oxford, 1961-1979, vols. I, II, III y IV.
550 Crawford Committee on Broadcasting (1925) Cmnd. 2599.
232 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
C. Francia
D. Alemania
Bajo el tratado de unión entre la Alemania del Este y del Oeste, los me-
dios electrónicos se han venido rigiendo por las bases e interpretaciones
que habían tenido lugar en Alemania del Oeste. La fuente principal de fi-
nanciamiento de la televisión pública alemana es a través del pago de una
licencia por el poseedor de un aparato de radio o de televisión. La publici-
dad representa una aportación reducida, y su difusión está sujeta a diversas
limitaciones.
E. Italia
574 Sassoon, D., “Italy: The Advent of Private Broadcasting”, en Kuhn, R. (ed.), The
Politics of Broadcasting, Londres, 1985, pp. 122 y 126-132.
575 Decision 202/1976 (1976), Giurisprudenza Costituzionale, 1267.
242 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
577 En la denominada The Broadcasting Act 1990, en las secciones 36 y 107, se re-
quiere que la televisión terrestre independiente y los servicios de radio nacionales trans-
mitan anuncios políticos partidistas.
578 Buckley vs. Valeo 424 US 1 (1976).
579 Así lo establece la denominada The Broadcasting Act 1990, en la sección 8 (2) (a).
580 Decisión 8886-217, del 18 de septiembre de 1986, Rec 1986, 141; posteriormente,
la Ley del 30 del septiembre de 1986 reformó el artículo 14 y prohibió esa publicidad po-
lítica.
244 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
mandas de justicia y equidad de oportunidad, por una parte y, por otra, una
apreciación con sensibilidad de la función que cumplen los procesos elec-
torales.
En el caso de la Gran Bretaña, el supremo tribunal de ese país consideró
en el juicio Lynch vs. BBC la demanda del Partido de los Trabajadores, en
el sentido de que éste había sido excluido de un foro electoral y de un pro-
grama con la participación del público a través de llamadas telefónicas.
Desde un punto de vista administrativo, el partido había sido excluido por-
que no reunía dos requerimientos de la BBC: 1) que tuviese al menos can-
didatos en cinco localidades constituencies, y 2) que a través de las encues-
tas autorizadas tuviese al menos el 5% del total de votos para la elección de
la Asamblea del Norte de Irlanda de ese año. El órgano superior de justicia,
a través del juez Hutton, expresó que el principio de imparcialidad no obli-
gaba a un trato de igualdad, y que los dos requisitos establecidos para tener
un acceso a los medios eran razonables.587
Problemas de mayor complejidad ocurrieron en el juicio Lynch vs. BBC.
En esa ocasión, el Partido Nacional Escocés —SPN— impugnó la distri-
bución publicitaria en medios electrónicos para la elección general de
1987, que había sido acordada por las autoridades en materia de medios
electrónicos de comunicación, en virtud de la ausencia de un acuerdo al
respecto entre los partidos políticos contendientes. Los tres principales
partidos —Conservador, Laborista y la Alianza Liberal-Social Demócrata
(SNP)—, recibieron cada uno cinco anuncios políticos de campaña, el
SPN dos, y otro, denominado Plaiid Cymru, uno. De los cinco anuncios
políticos en mención, dos fueron transmitidos en Escocia y tres a través de
toda la Gran Bretaña.
El argumento de los quejosos fue que el órgano denominado IBA in-
cumplía sus deberes de imparcialidad y de lograr un balance en la presenta-
ción de los tópicos políticos de importancia, desde el momento en que no
había dado la importancia suficiente a nivel nacional respecto a lo concer-
niente a Escocia. Se argumentó que en Escocia el SNP tenía derecho a un
trato igual al de los principales partidos británicos, sobre la base del núme-
ro de candidatos y votos recibidos en recientes elecciones. Un miembro de
la Casa de los Lores —House of Lords—, lord Prosser, afirmó que la IBA
tenía la obligación de asegurar un adecuado balance entre los partidos res-
pecto a la distribución de anuncios electorales. Sin embargo, encontró que
caso de que se determine que un partido debe quedar excluido del acceso a
la presentación de este tipo de programas políticos, el partido afectado no
puede ejercer recurso alguno ante una autoridad judicial, salvo que argu-
mente y tenga las pruebas de que las autoridades violaron los principios de
equilibrio y justicia.
En otros países, las reglas son menos estrictas sobre esos programas po-
líticos fuera de los tiempos de procesos electorales. De esta forma, en Fran-
cia, la Ley de 1986 otorgó un derecho de acceso a los medios para tales
programas, a todos los partidos con representación en la Asamblea o el Se-
nado.591 En Italia, los partidos políticos fueron facultados para presentar
sus programas fuera de procesos electorales, a través de canales privados.
Asimismo, ellos han gozado del derecho de participar en programas de de-
bates organizados por la RAI, en la misma forma establecida para progra-
mas de debate electoral.592 Sin embargo, una comisión del Parlamento está
facultada para asignar a los partidos políticos tales oportunidades. Cual-
quier partido que se considere excluido no tiene recurso ante algún órgano
judicial.
Por lo que toca a las conferencias de prensa, como se ha señalado pre-
viamente, los medios electrónicos guardan el privilegio de presentar las fa-
cetas que estiman más relevantes del mensaje político enviado por un parti-
do. En este ámbito, los medios electrónicos están regularmente sujetos tan
sólo a guardar un equilibrio e imparcialidad, lo cual por regla general se
encuentra establecido en términos por demás muy amplios, imprecisos, y
cuyo cumplimiento se hace laxo. Las conferencias de prensa son cubiertas
por los medios a invitación o convocatoria de los actores políticos y sus
equipos. Al respecto, tomando en consideración como elementos funda-
mentales de la democracia a los principios de equidad, imparcialidad, obje-
tividad y justicia, sería conveniente reflexionar sobre la oportunidad de es-
pacio que deben recibir los partidos de oposición para presentar una
réplica, cuando la conferencia de prensa es convocada por el gobierno o
por el partido en el poder y ella versa sobre cuestiones de relevante trascen-
dencia para la sociedad.593
tos políticos integrados en una alianza habían recibido una cobertura extre-
madamente pobre en programas y noticias de los medios electrónicos, en
comparación con la que se le había otorgado al Partido Laborista. Todo
ello a pesar de que en la elección general celebrada en el año anterior
(1983), los partidos reclamantes habían obtenido una alta votación. Por su
parte, la BBC sostuvo que no tenía jurisdicción para considerar ese tipo de
reclamos políticos. Asimismo, declaró que aun cuando tuviese facultades
para pronunciarse al respecto, en ese momento por las condiciones del caso
no era apropiado que así lo hiciese. Por su parte, la instancia judicial ante la
que se elevó la queja, denominada Divisional Court, consideró con cierta
ausencia de claridad o precisión que la BBC sí tenía jurisdicción sobre la
materia en cuestión, pero que había ejercido legalmente una discrecionali-
dad para determinar el que no procedería a realizar la investigación que co-
rrespondía a la queja presentada.
Adicionalmente, esa corte decidió que no era posible para la BBC tomar
una decisión en el sentido solicitado por los querellantes, porque ello im-
plicaría interferir en la política editorial de los medios sobre una cuestión
política. Respecto al argumento de los partidos en el sentido de que habían
alcanzado una alta votación en la pasada elección, la corte estimó que los
medios podían tomar un criterio distinto, guiado por otras bases para ejer-
cer su facultad editorial respecto a programas y noticias.595
En otro juicio, la instancia judicial denominada Divisional Court fue re-
querida de hacer cumplir a un medio la aplicación del principio de impar-
cialidad en la transmisión de publicidad electoral. Al respecto, ese órgano
judicial determinó que los medios de comunicación electrónicos tenían ga-
rantizada una discrecionalidad respecto a sus programas y noticias. Asi-
mismo, sostuvo que la actuación de los mismos debería ser cuestionada só-
lo cuando ésta fuese ampliamente irracional y arbitraria.596
La actitud de evadir el tomar determinaciones firmes y claras respecto a
los medios de comunicación electrónica sobre sus programas y noticias se
hace también evidente en decisiones judiciales de Italia. Por ejemplo, en
una serie de juicios donde el Partido Radical y otros grupos minoritarios se
querellaron de que la RAI no les brindaba una cobertura justa, diversas ins-
tancias judiciales encontraron que en efecto los medios en cuestión debían
actuar de manera imparcial. Sin embargo, se ha rechazado el argumento de
que ello otorgue un derecho a los partidos políticos para obligar a los
medios a darles un trato amplio y justo en las noticias de acuerdo con la
propia opinión de esos institutos.597 De igual forma, la Corte de Apelación
de Roma rechazó el argumento de que una cobertura inadecuada de noti-
cias era violatoria del artículo 21 de la Constitución italiana, donde se esta-
blecía la libertad de expresión. Para esta Corte, no había evidencia de que
hubiese habido alguna interferencia con la libertad garantizada a favor de
la editorialización de programas y noticias. La salvaguarda de los princi-
pios básicos establecidos en la Ley de 1975 para asegurar un acceso de los
partidos a los medios, de acuerdo con el Poder Judicial italiano, era una
función principalmente reservada a la Comisión Parlamentaria más que a
las cortes judiciales.
También hay ejemplos donde se afirma que los órganos judiciales y
otras instancias pueden intervenir en casos extremos. En este contexto, la
Corte Constitucional alemana sostuvo la prohibición de presentar en un
medio de comunicación local, Westdeutscher Rundfunk Köln —WDR—,
tres días antes de unas elecciones locales, un programa donde debatían los
candidatos de tres partidos principales —CPD, SPD y FDP—, pero que ex-
cluía al Partido Verde.598 En esta ocasión la Corte consideró de mayor im-
portancia el salvaguardar el derecho a la participación electoral justa, que
privilegiar la libertad editorial del medio local. La Corte Constitucional
pudo intervenir partiendo de la base de que la Constitución garantizaba el
derecho de los partidos políticos a un trato justo.
En este mismo ámbito, en la Gran Bretaña la BBC encontró que un pro-
grama de televisión sobre temas políticos de actualidad trataba de manera
injusta a un partido local porque excluía su opinión sobre un tema de inte-
rés para esa circunscripción. La programación referida se concentraba en
las ofertas de los candidatos del Partido Laborista y del Conservador, pero
hacía a un lado al Partido Social Demócrata Liberal, a pesar de que la alian-
za partidista que había sido el antecedente de este partido había alcanzado
el segundo lugar en el número de votos en la última elección. Este caso se
distingue del juicio R. vs. Broadcasting Complaints Commission mencio-
nado con antelación, en que en uno de ellos se presentó una querella por un
partido local sobre un trato injusto sobre una cuestión en particular, en tan-
599 Simmons, S. J., The Fairness Doctrine and the Media, Berkley, California, 1978,
pp. 47-50.
600 538 F 2d. 349 (1976).
601 Kennedy for President Committee vs. FCC (Kennedy 1) 636 F. 2d. 417 (DC Circ.
1980).
602 El derecho a comprar tiempo en los medios tiene su fundamentación en la primera
enmienda constitucional. Véase CBS vs. FCC 453 US 367 (1981).
603 Kennedy for President Committee vs. FCC (Kennedy 1) 636 F. 2d. 417.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 253
607 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
cit., p. 10.
608 Véase Jones, J. C., Mass Media Codes of Ethics and Councils: A Comparative
International Study on Professional Standards, París, UNESCO, 1980.
609 Actualizado el 20 de junio de 2001.
610 Aprobado en 1982.
611 Adoptado el 13 de abril de 2000.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 255
ñalando lo que está permitido; en otros casos, lo que está prohibido. De igual
forma, se hace presente la idea de que las bases contenidas en el código de
conducta deben estar sometidas a principios ampliamente reconocidos por la
sociedad, tales como la justicia y el bien público. Otros opinan que el código
debe construirse sobre valores propios y específicos de los medios, como
pueden ser imparcialidad, objetividad y veracidad.699 Para otros más, la ra-
zón primaria y esencial de un código de conducta es el asegurar la calidad de
la información.700 Asimismo, hay quienes consideran que el ejercicio de la
labor informativa debe tener una autorización en forma de licencia, misma
que debería retirarse en caso de violaciones serias al código en cuestión. En
esos códigos se hace una incorporación de bases y lineamientos, conforme a
los cuales deben regir su atención quienes desarrollan la tarea periodística.
En ocasiones esto se hace mediante una amplia exposición.
Entre los países que destacan por presentar en sus códigos de conducta
una más amplia exposición de bases y principios está Canadá. En esos có-
digos se establece que el periodista debe buscar e informar la verdad, la li-
bertad de expresión y el derecho de trato igual para todo ciudadano confor-
me a lo dispuesto por la ley. Asimismo, se indica que éste debe capturar la
diversidad de la experiencia humana, hablar por los que no pueden, promo-
ver el debate cívico para construir las comunidades de ese país y servir al
interés público.701 También se establece que el papel del periodista es ayu-
dar a la sociedad a comprender el mundo en que ella vive, brindando una
información completa, exacta y plural como garantía de la libertad y la de-
mocracia. De igual forma, se señala que la información es del interés públi-
co, y que ella debe tener una libre circulación; consecuentemente, los he-
chos ocurridos y las ideas deben ser informados sin obstáculos. Con
precisión se expresa que la credibilidad es el sustento más preciado del pe-
riodista.702
En términos generales, en la mayoría de los códigos se hace un énfasis es-
pecial en que la información debe estar construida sobre la base de la verdad
699 Klaidman, Stephen y Beauchamp, Tom L., The Virtuous Journalist, Nueva York,
Oxford University Press, 1987, p. 19.
700 Belsey, Andrew y Chadwick, Ruth, “Ethics and Politics of the Media: the Quest
for Quality”, cit., p. 13.
701 Lineamientos Éticos de la Asociación de Periodistas Canadienses, Preámbulo.
702 Código de Ética Profesional de los Periodistas de Québec, Preámbulo y artículos
1o. y 2o.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 263
703 Como ejemplo véase el Código de Ética Profesional del Periodista en Bielorrusia,
artículos 1o.-4o.
704 Código de Ética para Periodistas de Bangladesh, artículos 1o.-2o.
705 Véase Código de Ética Profesional del Periodista de Bielorrusia, artículo 4o.; Có-
digo de Conducta de la Asociación Nacional de Periodistas de Brasil, artículo 4o.; Códi-
go de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo primero y Código de Ética de la
Asociación de Periodistas de Croacia, Preámbulo.
706 Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Ghana, artículo 1o.1.
707 Principios Deontológicos, artículo 2o.
708 Declaración de Principios del Comunicador Social, artículo 3o.
709 Código de Ética Periodística del Colegio de Periodistas del Perú, artículo 1o.
710 Asociación de Periodistas de Croacia, artículo 2o.
711 Código de Ética del Diario The Bangkok Post, artículo 1o.
712 Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Hong Kong y el Código de
Ética Periodística de la Asociación Nacional de Periodismo de Hungría, Código de Ética
para la Prensa, Radio y Televisión de Suecia, artículo 1o.
264 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
713 Código de Ética del Consejo de Prensa de Alemania, artículos 1o. y 2o.; Asocia-
ción Independiente de Periodistas de Georgia, Preámbulo y artículos 1o.-3o.
714 Código de Ética Periodística, artículo 1o.
715 Asociación de Periodistas de Australia, Preámbulo.
716 Por ejemplo, véase el Código Ético de la Asociación de Periodistas Investigadores
de Armenia, Preámbulo; Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artícu-
lo 3o., y Código de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos de los Estados Uni-
dos, artículo V.
717 Véase por ejemplo, el Código de Conducta de la Asociación Nacional de Periódi-
cos de Brasil, artículo 3o.; Código de Conducta del Diario The Bangkok Post, artículo
3o.; Bases Éticas de la Asociación Canadiense de Periodistas, enunciado sin número de
artículo; Lineamientos para la Buena Práctica Periodística de la Unión de Periodistas
de Finlandia, artículo 7o., y el Código de Ética de la Asociación de Medios de las Islas
Fidji, Lineamientos Generales.
718 Véase Código del Consejo Periodístico de Bangladesh, artículo 5; Código de Ética
del Consejo Alemán de Prensa, artículo 2o.; Código de Ética de los Periodistas de Litua-
nia, artículo 19; Código de Ética del Consejo Sud Africano de Medios, artículo 3o., y
Código de Conducta de la Asociación Nacional de Periodistas Húngaros, sección 3, ar-
tículo 4o. (a).
719 Por ejemplo, consultar el Código de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia,
artículo 3o.; Código de Prensa para los Periodistas de Bosnia, artículo 2o.; Código de Ética
para los Periodistas de Nueva Zelanda, enunciado inciso a), y Código de Ética de Asocia-
ción de Periodistas de Polonia, enunciado del principio de honestidad.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 265
Por lo que toca al soborno, éste se establece por regla general como una fal-
ta ética.720
La gran mayoría de los códigos imponen el compromiso de confidenciali-
dad sobre los periodistas y la protección de la identidad de aquellos que brin-
dan información.721 En Alemania se abordan en forma detallada diversos su-
puestos respecto a la confidencialidad, que resultan interesantes de conocer.
Así, se dispone que todas las cartas de los lectores que lleguen al escritorio
del editor deban ser tratadas como documentos confidenciales, y bajo nin-
gún motivo deben ser entregadas a terceras personas. Como regla general, la
confidencialidad convenida en encuentros o entrevistas debe ser respetada.
Cuando una fuente está de acuerdo en brindar información para su publica-
ción, bajo la condición de permanecer en el anonimato y con protección co-
mo informante, ello debe ser respetado. La confidencialidad sólo puede
romperse cuando la información en cuestión se relaciona con la planeación
de un acto criminal, en cuyo caso el periodista tiene el derecho a reportar el
caso a las autoridades públicas. Tampoco se puede guardar la confidenciali-
dad si después de una consideración cuidadosa del material informativo se
encuentra que por razones de Estado significativas es necesario divulgar la
información en cuestión. Esta situación puede surgir en particular, si el or-
den constitucional puede afectarse o ponerse en peligro. El reportaje sobre
planes y actividades que se encuentran clasificadas como secretas está per-
mitido, si después de una profunda consideración se encuentra la necesidad
de informarle al público en virtud de que ello debe ser del conocimiento de
la sociedad y no dejarle bajo ocultamiento. Asimismo, las enfermedades fí-
sicas o mentales deben ser tratadas con confidencialidad. Todo individuo
tiene el derecho a ser protegido por las revelaciones hechas en violación al
compromiso de confidencialidad, tanto durante su vida como después de
su muerte.722
720 Véase Código de Ética del Club de Periodistas y del Instituto de Comunicadores
de Malta, artículo 5o.; Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo 28, y
Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Guatemala, artículo 17.
721 Por ejemplo, el Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 8o.; Códi-
go de Prensa para los Periodistas de Bosnia, artículo 13; Código Deontológico de la
Prensa de España, artículo 10; Código de la Asociación Independiente de Periodistas de
Georgia, artículo 4o.; Código Ético de la Unión de Periodistas de Finlandia, artículo 17;
Unión Nacional de Periodistas de Irlanda, artículo 7o., y Código de Ética de la Asocia-
ción de Periodismo de Noruega, artículos 3.1 y 3.4.
722 Consejo de Prensa Alemán, artículos 2.6 (10), 5 lineamiento 5.1, lineamiento 4.1,
artículo 6o., lineamiento 8.3.
266 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
723 Véase, por ejemplo, las Bases Éticas de la Asociación Canadiense de Periodistas,
enunciado.
724 Consultar el Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artículo
6o. (b).
725 Véase la Declaración de Principios de la Asociación Canadiense de Periodistas,
sin número de artículo.
726 Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo décimo.
727 Código Nacional de Conducta de Dinamarca, artículo B.5.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 267
esa réplica tenga el mismo espacio, tiempo y otras condiciones que carac-
terizaron a la información que dio lugar al problema.728
Otra cuestión que abordan estos códigos de conducta es la prohibición
de acciones discriminatorias relacionadas con raza, credo, sexo e idio-
ma.729 De igual forma, se prevé que los periodistas den un trato justo a toda
persona, y que estén conscientes del alcance de sus reportajes evitando ge-
neralizaciones que dañen a minorías. Asimismo, se prohíben comentarios
incendiarios, alusiones impertinentes o prejuiciosas sobre características
individuales. Ellos deben poner atención particular a efecto de no provocar
reacciones racistas, sexistas u homofóbicas.730
Existen códigos donde se protege el principio de pluralidad. En este sen-
tido, se prevé que el periodista viola este principio cuando por alguna ra-
zón se opone a la discusión o publicación de opiniones con las cuales él no
está de acuerdo.731
En algunos casos los códigos hacen alusión al tema del terrorismo. Por
ejemplo, en Bélgica se señala que la presentación de actos terroristas y de
violencia no deben ser glorificados.732 Asimismo, en Nigeria se indica que
el periodista no debe presentar reportes de violencia, asaltos, terrorismo en
forma tal, que se exalten y recompensen estos actos frente a la sociedad.733
En numerosos países y con amplitud se trata el tema de los actos crimina-
728 Al respecto consultar el Código Albanés de Ética para los Periodistas, artículo 2o.;
Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo vigésimo séptimo; Código
de Ética de la Unión de Periodistas de Finlandia, artículos 18-22; Código de Ética de la
Unión Nacional de Periodistas de Irlanda, artículo 4o., y Código Ético de la Práctica del
Periodismo de la Asociación Noruega de Periodistas, artículos 4.14 y 4.15.
729 Por ejemplo, véase Código de Honor de Periodistas Australianos, artículo 1o.; Có-
digo de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia, artículo 4o.; Código de Princi-
pios Periodísticos de Bélgica, artículo 4o.; Bases Éticas de la Asociación Canadiense de
Periodistas, Enunciado sobre Discriminación, y los Principios de Deontología de Grecia,
artículo 7o.
730 Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artículo 2o.
731 Al respecto véase como referencia: Código de Conducta Periodística de Azerbai-
ján, artículos 2o. y 3o.; Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 4o.; De-
claración de Principios de la Asociación de Periodistas de Canadá, Preámbulo; Código
de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia, artículo 2o.; Carta de Ética Profesio-
nal de la Asociación Nacional de Periodistas de Perú, artículo 3o.; Código de Ética del
Sindicato de Periodistas de Eslovaquia, artículo 1o., y Código Deontológico de la Profe-
sión Periodística de España, Preámbulo.
732 Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 6o.
733 Código de Ética para Periodistas de Nigeria, artículo 8o.
268 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
les. En algunos de ellos se señala que los periodistas deben evitar en sus re-
portajes la identificación de parientes y amigos de acusados criminalmen-
te. Ello sólo puede ser posible en casos en que esté en juego el interés
público. De igual forma, se indica que la prensa no debe presentar una
identificación de víctimas de violencia sexual ni proporcionar datos que
contribuyan a su identificación. Tampoco se debe identificar a víctimas o
testigos de abusos sexuales sobre menores de quince años.734 En otros ca-
sos se señala que los periodistas no podrán tratar a un individuo como cri-
minal hasta que haya una sentencia. También se establece sobre el perio-
dista la obligación de no prejuzgar respecto a la culpabilidad de un
acusado.735 En Dinamarca se dispone que las víctimas de crímenes y acci-
dentes merezcan el mayor respeto. Lo mismo rige respecto a los familiares
de los señalados anteriormente. También se indica que no se deberá hacer
alusión en un reportaje al hecho de que el acusado se encontró anterior-
mente bajo acusación alguna o haya sido convicto por la realización de un
crimen.736 En algunos casos se prevé que la publicación de nombres u otros
datos de identificación relacionados con un crimen sólo se justifica sobre
la base de que ello es demostradamente del interés público. La identidad de
una persona generalmente no debe realizarse ante un tribunal, salvo que la
naturaleza del crimen o la condición de la parte involucrada así lo amerite
por razones de fuerza mayor.737 De todos los códigos examinados, se en-
cuentra un tratamiento más amplio y específico al tema de criminalidad en
Alemania.738
De la misma forma, hay códigos donde también se encuentran preceptos
dirigidos a fomentar y desarrollar la solidaridad entre los periodistas. En
este sentido, se establece que el periodista debe salvaguardar el prestigio
de la profesión, respetar el honor y dignidad de sus colegas y que no debe
permitir acciones que erosionen la autoridad del periodismo. En su tarea
creativa, el periodista no debe abusar de la confianza de sus colegas que
734 Véase como ejemplo el Código de Ética Periodística de Albania, artículos 10, 11,
12 a), b) y 13.
735 Un ejemplo de ello se encuentra en el Código de Prensa de Periodistas de Bosnia,
artículos 10 y 11.
736 Código Nacional de Conducta Periodística de Dinamarca, artículos 3o., 5o. y 8o.
737 Véase, por ejemplo, el Código de Ética de la Unión de Periodistas de Finlandia,
artículos 26, 27 y 28.
738 Código de Ética del Consejo de Prensa de Alemania, lineamientos 8.1, 11.4, 13,
13.1, 13.2, 13.3 y 13.4.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 269
Por su parte, Nigel G. E. Harris también advierte que un código que sim-
plemente aboga por niveles ideales de conducta para los periodistas, sin
guardar un vínculo con lo que ocurre en la práctica y las realidades de la ta-
rea informativa, será considerado como irrelevante por la mayoría de los
periodistas. Por tanto, difícilmente podrá influir en sus actos. Si un código
puede lograr un mejoramiento en la conducta profesional de reporteros y
editores, ello se deberá a que contempla y se basa en las realidades que ca-
racterizan la práctica de esa profesión.754
273
274 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
“...pursuit of political freedom may override the search for economic ef-
ficiency”.755
Si bien, como se ha visto en otras partes del presente libro, los medios de
comunicación tienen una significativa incidencia en el ámbito de la políti-
ca, en la economía no la tienen menor. De esta forma, organizaciones y ac-
tores que participan en el ámbito de la economía promueven y protegen sus
intereses intensamente a través de los medios. Este hecho tiene un impacto
sobre la política en la misma forma que las acciones mediáticas de institu-
ciones y actores políticos la tienen sobre la economía. Así, los medios de
comunicación se convierten en crisoles donde intereses políticos y econó-
micos se llegan a concatenar, conjugar o reaccionar, provocándose efectos
diversos.
Si por definición los medios de comunicación constituyen foros de par-
ticipación de los intereses de la política y de la economía y, a su vez, los
propios medios realizan funciones con efectos políticos y económicos, re-
sulta relevante formular algunas consideraciones sobre los mismos medios
a la luz de dos fenómenos que merecen especial atención por sus funda-
mentos y fines económicos y con un intenso impacto sobre la democracia:
el libre mercado y el monopolio de los medios.
755 Garnham, Nicholas, Capitalism and Communication: Global Culture and the Eco-
nomics of Information, Londres, Sage, 1990, p. 110.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 275
756 Kelley, David y Donway, Roger, op. cit., pp. 66-101; Friedman, Milton, Capita-
lism and Freedom, Chicago, University of Chicago Press, 1962, pp. 16 y ss.
757 Véase McQuail, Denis y Siune, K., New Media Politics, Londres, Denis McQuail
y K. Siune (eds.), Sage, 1986.
276 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
de expresión. En defensa del libre mercado en los medios, se señala que los
arreglos que produce la economía de mercado promueven una diversidad
de opiniones, y sirve para responder a la necesidad de la democracia de te-
ner una ciudadanía informada, capaz de emitir un juicio sobre las cuestio-
nes centrales que le afectan. Asimismo, argumentan que el mercado es el
mejor arreglo institucional para asegurar que la prensa actúe como un con-
trapeso respecto al gobierno.
En oposición a las ideas a favor del libre mercado en los medios, diversos
analistas presentan argumentos por demás interesantes. Watt Hopkins afir-
ma que la convicción de que la libre competencia genera todas las opiniones
necesarias y las trae a un mercado para su elección por el ciudadano está
marcada de una inocencia o ignorancia. Esta idea del libre mercado descansa
en diversas premisas falsas, tales como: 1) que cada ciudadano tiene libre ac-
ceso al mercado; 2) que la verdad que asume un individuo no se desarrolla
subjetivamente, sino que se forma de manera objetiva; 3) que la verdad está
siempre presente en el mercado como un bien identificable; 4) que la gente
es capaz de distinguir la verdad de la mentira con toda certeza.758
Se sostiene por diversos analistas que es falso que el libre mercado cons-
tituya una condición intrínseca para alcanzar y sostener la democracia. Por
el contrario, se afirma, el libre mercado afecta negativamente la relación
entre medios de comunicación y democracia. Dentro de esta opinión, exis-
te una tensión entre los objetivos internos de los medios de comunicación y
los contextos en que opera o se desea que opere el libre mercado. Más aún,
añaden los críticos del libre mercado que la operación del mismo inhibe la
difusión de la información y de la pluralidad de las diversas opiniones, que
debe ocurrir en una sociedad democrática.
Los críticos del libre mercado señalan que no hay que confundir la liber-
tad de expresión con la libertad de los medios para comunicar, o querer ex-
tender la cobertura de la libertad de expresión para dejar bajo su manto a la
libertad de los medios de comunicación. Por ejemplo, en el caso de los
Estados Unidos, la Corte Suprema de Justicia ha interpretado que la liber-
tad de los medios para comunicar es parte de la libertad de expresión, y que
ello ampara el derecho de los propietarios o editores de los medios para di-
fundir lo que ellos deseen. Así, en un juicio donde el querellante exigía un
espacio para responder a un diario local en virtud de los ataques publicados
por ese medio en contra de su candidatura a una legislatura local, esa Corte
petar la independencia editorial.762 Sin embargo, cabe subrayar que ese ti-
po de compromisos constituyen una especie de declaración de buena vo-
luntad de dejar un margen de acción a editores o articulistas u otros
comunicadores, que participen en el medio de comunicación en cuestión.
Distintos críticos consideran, asimismo, que la independencia editorial
puede con frecuencia confrontarse con el criterio e intereses de propieta-
rios de medios, o bien que la libertad de expresión no empata de manera in-
condicional con el derecho a la propiedad privada. Más aún, se afirma, lo
anterior es muestra clara e irrefutable de que para la información en benefi-
cio de la sociedad no es condición vital la protección a la propiedad privada
y la operación del libre mercado.
Opositores al libre mercado señalan que los comunicadores y la función
de informar de los medios están en tensión con los requerimientos que im-
pone el libre mercado, y que éste queda lejos de brindar un acuerdo institu-
cional a través del cual se dé respuesta a las necesidades de la democracia.
Más aún, sostienen que el libre mercado está en conflicto con las propias
necesidades de la democracia. Asimismo, hacen la acusación de que el li-
bre mercado provoca un quebranto en la relación entre la información y la
democracia, ya que para que los medios sobrevivan en este ámbito ellos
tienen que satisfacer las preferencias de sus consumidores. Así, el impera-
tivo del libre mercado es incompatible tanto con los valores éticos de la in-
formación como con la función democrática. Es incompatible con la diver-
sidad que supuestamente el libre mercado debe generar.
Lejos de promover una diversidad de opinión, el libre mercado motiva
un actuar por los medios, hacia la producción y presentación de noticias de
una forma que tan sólo esté dirigida a satisfacer a su audiencia, sin que se
dé lugar a la pluralidad o diversidad de opiniones que puedan estar en con-
tradicción. De esta forma, no resultaría conveniente para los medios abrir
una programación informativa donde concurriese una diversidad de opi-
niones, sino circunscribir la información a un ámbito de los valores cultu-
rales predominantes en una sociedad, en sacrificio de aquellos correspon-
dientes a minorías o formas alternativas de pensamiento social, económico
y político. Consecuentemente, los medios de comunicación masiva tende-
762 Estudiosos de esta materia comentan el hecho de que ese tipo de compromisos no
siempre son cabalmente cumplidos o llevados a cabo en su totalidad por diversos propie-
tarios de medios. Como ejemplo véanse los comentarios sobre el magnate de medios,
Murdoch, en Pilger, John, Heroes, Londres, Jonathan Cape, 1986, capítulo 44.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 279
763 Sobre este tema, véanse los trabajos de Entman, R., Democracy without Citizens:
Media and the Decay of American Politics, cit.; Bennet, W. Lance, News: The Politics of
Illusion, 2a. ed., Nueva York, Longman, 1988.
764 O’Neil, John, “Journalism in the Market Place”, en Belsey, Andrew y Chadwick,
Ruth (eds.), Ethical Issues in Journalism and the Media, Londres, Routledge, 1992, p. 23.
280 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
It might be objected that these arguments for the claim that the market dis-
torts the relationship of journalism and democracy depend on a number of
assumptions about preferences of consumers that are open to challenge. I
have assumed that preferences are homogeneous, and hence that diversity
of opinion is not served by that market.767
La crítica señala que el libre mercado puede provocar tan sólo una limi-
tada diversidad de opiniones cuando mucho, si es que ella ocurre. Ello trae
consigo la desarticulación de puntos de vista existentes en una sociedad, lo
cual a su vez impacta negativamente la existencia de una sociedad infor-
mada y crítica, conocedora de los problemas que le afectan principalmente.
En su opinión, los efectos de la operación del libre mercado respecto a los
medios de comunicación pueden brindar un servicio a la democracia, pero
puntualiza con cuidado, a la democracia de un tipo particular. Para este
765 Idem.
766 Ibidem, p. 24.
767 Idem.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 281
autor, la democracia funciona con un libre mercado, cuando éste actúa co-
mo un lugar del mercado político. Es decir, en la medida en que la demo-
cracia sirva principalmente como un medio para la suma del interés, ac-
tuando como un mercado subrogado satisfaciendo preferencias en el cual
los votos operan como una moneda subrogada, los medios de comunica-
ción pueden operar como un vehículo. Dentro de este vehículo el autointe-
rés y opiniones percibidas de grupos particulares se articulan, aun cuando
aquellos con mayor capacidad de compra tienen un mayor grado de in-
fluencia. Sin embargo, apunta O’Neil, en la medida en que la democracia
no es un mercado, sino un foro en el que ciudadanos informados debaten
racionalmente las cuestiones que les preocupa, entonces el libre mercado y
el actuar de los medios dentro de él no sirven a la democracia. En tanto que
los medios de comunicación y comunicadores realicen propiamente su ac-
tividad y función, ellos servirán para fortalecer, promover y proteger la de-
mocracia. Por su parte, el libre mercado, como un marco institucional para
los medios de comunicación, tenderá a minar y obstaculizar el ejercicio de
la misma. Por tanto —afirma O’Neil— “Democracy as a forum is under-
mined by market-driven media”.768
Algunos otros opositores a la operación del libre mercado en el ámbito
de los medios proponen como fórmula alternativa a favor de la democra-
cia, a la operación centralizada de los mismos. Esta posición también ha re-
cibido críticas por otros oponentes al libre mercado. Para ellos, un sistema
centralizado dominado por el Estado o un sistema descentralizado operado
por el libre mercado no son los únicos caminos existentes a seguir, o de los
cuales se tiene que escoger uno obligatoriamente. Por supuesto, la gama de
alternativas puede llegar a ser amplia —señalan ellos—, dada la posibili-
dad de combinaciones y creatividad que puede darse. Sin embargo, subra-
yan enfáticamente que en este sentido debe tenerse como un objetivo pri-
mordial el desarrollo de los medios a favor de la democracia. De esta
manera, John Keane estima viable la posibilidad política de tener medios
de comunicación descentralizados, socializados y no constreñidos a los
efectos del libre mercado, que brinden un foro para la expresión democráti-
ca y la información que contribuya a la construcción de la democracia.769
Refiriéndose en particular a la comunicación vía internet comercial, Ro-
bert W. McChesney formula una interesante observación respecto a una de
II. MONOPOLIO
774 McChesney, Robert W. , “The Internet and the Future of Democracy”, cit., p. 32.
775 Shah, Anup, Corporate Influence in the Media. http: //www. Globalissues.
Org/human Rights/ Media/ Corporations/ Owners. asp? Print/True.
776 Bagdikian, Ben H., The Media Monopoly, 6a. ed., Beacon Press, 2000, pp. xx-xxi.
777 Schönbohm, Hörst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., pp. 61 y 69.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 285
sus gobernantes. En una sociedad liberal, añade este autor, los medios son
utilizados en una proporción menor con tales objetivos.781 Es decir, en una
mayor o menor medida, los medios tienen un impacto sustantivo para indu-
cir la conducta o incidir en la formación del pensamiento de una sociedad.
Diversas evidencias muestran que la monopolización de los medios permi-
te sistemáticamente tanto la distorsión de la información a efecto de aten-
der a las directrices de intereses, así como la manipulación de ella por re-
presentantes de intereses políticos y/o económicos, a favor de las clases
privilegiadas. Al respecto, Raymond Williams sostiene que todos los me-
dios de comunicación han sido utilizados para obtener o ejercer varios be-
neficios, desde un control político hasta una ganancia económica.782
Para algunos analistas, el actual actuar de los medios, privados u oficia-
les, deja serias dudas sobre la garantía de pluralidad democrática. Este he-
cho se hace más dramático cuando la propiedad de ellos se concentra en
unas mismas manos. Algunos estiman que los medios privados y oficiales
centralizan, mediatizan y deforman una comunicación transparente entre
electores y gobierno, en detrimento de la democracia. Asimismo, advierten
que en beneficio de una genuina vida democrática, plural y participativa,
los medios de comunicación no deben actuar o constituirse en un poder
moral por encima de la sociedad.783 Esto se hace más preocupante cuando
se presenta el fenómeno del monopolio de los mismos. Así, Bagdikian afir-
ma que el control monopólico de los medios por el gobierno o corporacio-
nes es inherentemente malo. Este hecho impide la apertura y flexibilidad
necesarias para mostrar la amplia riqueza y variedad de los valores y nece-
sidades de la sociedad. En la opinión de este autor, la respuesta al problema
no está en la eliminación de la empresa privada en los medios masivos, si-
no en la restauración de una genuina competencia.784
Las fórmulas para evitar el anterior problema son complejas, y quizá sus
resultados tienen poco alcance o limitado efecto.785 Para que cualquier fór-
mula tenga un beneficio en este sentido se debe partir de la independencia
y profesionalismo de los medios de comunicación y de los comunicadores.
Diversos analistas preocupados por el impacto adverso de la formación de
789 Sobre estas opiniones véase por ejemplo, Kennedy, Dan, Monopoly Money, Bos-
ton-Phoenix, January 17, 2002.
790 Valadés, Diego, op. cit., p. 11.
791 Mark Crispin, “What”s wrong with This Picture?”, The Nation, enero 7 de 2002.
CAPÍTULO NOVENO
AVANCES TECNOLÓGICOS
I. AVANCES E IMPACTOS
289
290 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
793 Barber, Benjamin, A Place for Us: How to Make Society Civil and Democracy
Strong, Nueva York, Hill and Wang, 1998, p. 17.
794 Al respecto véase el trabajo de Archibugi, Daviel et al. (eds.), Re-imagining Poli-
tical Community: Studies in Cosmopolitan Democracy, Stanford, Stanford University
Press, 1998.
AVANCES TECNOLÓGICOS 291
796 Mitchman, Carl, Thinking Through Technology. The Path Between Engineering
and Philosophy, Chicago, The University of Chicago Press, 1994, p. 298.
797 Winner, Landon, The Whale and the Reactor: A Search for Limits in an Age of
High Technology, Chicago, The University of Chicago Press, 1986, p. 19.
AVANCES TECNOLÓGICOS 293
799 Como referencia consultar [http: //bostonreview. mit. edu/ BR23.3/ mcchesney. html].
800 McChesney, Robert W., Rich Media, Poor Democracy, cit., p. 318.
AVANCES TECNOLÓGICOS 295
II. INTERNET
801 Crack, Bernard, Education for Citizenship and the Teaching of Democracy in
Schools, Suffolk, Qualifications and Curricula Authority, 1998.
802 Blumler, Jay G. y Coleman, Stephen, “Realizing Democracy Online: A Civic
Commons in Cyberspace”, IPPR/Citizens Online Research Publication, núm. 2, marzo
de 2001, p. 13.
296 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
The Global Information Infrastructure… will circle the globe with infor-
mation superhighways on which all people can travel. These highways…
will allow us to share information, to connect, and to communicate as a
global community. …from these connections we will derive robust and
sustainable economic progress, strong democracies, better solutions to
global and local environment challenges, improved health care, and ulti-
mately a greater sense of shared stewardship of our planet…The GII
—Global Information Infrastructure— will spread participatory demo-
cracy. In a sense, the GII will be a metaphor for democracy itself.
Para Gore, este desarrollo permitiría una nueva era ateniana de demo-
cracia.804
Con el avance tecnológico de la comunicación a través del Internet ha
habido una vasta elaboración de literatura al respecto.805 Entre ésta, hay
contribuciones que se han dedicado a exaltar con optimismo un efecto po-
sitivo de la “red” sobre la democracia, entre los que destaca Howard
803 Carey, James W., “Space, Time and Communications: a Tribute to Harold Innis”,
en Communications as Culture, Nueva York, Routledge, 1989, p. 156.
804 Gore, Al, “Forging a New Athenian Age of Democracy”, Intermedia, 22 (2), 4.
1995, p. 4.
805 Entre los trabajos que destacan a fines del siglo pasado y que representa aún una
importante contribución al conocimiento están: Kitchen, Rob, Cyberspace: The World in
Two Wires, Nueva York, John Wiley and Sons (eds.), 1998; Jones, Steven G., Virtual
Culture, Sage, Londres, Steven G. Jones (ed.), 1997; Loader, Brian D., The Governance
of Cyberspace, Londres, Routledge, Brian D. Loader (ed.), 1997; Loader, Brian D.,
Cyberspace Divided, Londres, Routledge, Brian D. Loader (ed.), 1998; Tsagarousianou,
Roza, Tambini, Damian y Bryan, Cathy (eds.), Cyberdemocracy: Technologies, Cities
and Civic Networks, Londres, Routledge, 1998.
AVANCES TECNOLÓGICOS 297
municaciones. Por ejemplo, Marc Surman observa que cada vez que ha
acontecido un desarrollo tecnológico en ese campo surge invariablemente
la idea de que habrá un cambio social en forma masiva y con efectos positi-
vos.815 Este estudioso de la materia observa que cuando la televisión por
cable comenzó a ser introducida en los años sesenta, se sostuvo que ello
mejoraría la educación, impediría el crimen y la decadencia urbana, rom-
pería el aislamiento social, ayudaría a la gente a comunicarse y promovería
la democracia.816 Sin embargo, cabe señalar que muchas de las cosas augu-
radas a favor de la televisión por cable no están a la vista.817
Frente a otros medios de comunicación, el Internet se distingue por lo si-
guiente: a) su apertura de acceso tanto para los productores de un mensaje
como por una audiencia. El acceso universal a la información es una cues-
tión básica en el ámbito de la democracia;818 b) su interactividad descentra-
lizada; c) costo relativamente bajo de producción, distribución y consumo;
d) diversidad de contenido; e) su amplia medida actual de independencia
gubernamental y censura corporativa,819 y f) una relativa igualdad en la
participación de transmisores y receptores de mensajes.820 Las anteriores
características hacen suponer a algunos que el usuario tiene la posibilidad
de convertirse en el editor de su propio medio escrito de comunicación. De
igual forma, a las amplias opciones que brinda el Internet se les observan
como serias amenazas a los atractivos de la televisión por cable, y hacen
quedar a las cadenas de esos medios de comunicación como rezagadas en
el avance de la comunicación.821 Al respecto, sin embargo, se empiezan a
ver movimientos sustantivos en el ámbito de los medios de comunicación
815 Surman, Marc, Wired Words: Utopia, Revolution and the History of Electronics
Highways. [www. isoc. org/isoc/whatis/ conferences/ inet/96/ proceedings/ e2/ e2_1. htm].
816 Surman, Marc, Drive Through Democracy. [www. virtual school. edu/ mon/ Elec-
tronic Frontier/].
817 Besser, H., “From Internet to Information Superhighway”, en Brook, J. et al., Re-
sisting the Virtual Life, City Lights, San Francisco, I. Boal, p. 60.
818 Howard, Michael, “The Internet and Democracy”, documento de la conferencia
del International Institute for Self-management. Community Informatics: an electronic
network for economic democracy. University of Teeside. U.K. 28 June-5th July 2002.
Véase aportación en [http: //www. cira. org. uk/ y en A:|intdem.htm].
819 Al respecto, consultar: [http//bostonreview.mit.edu/Br26.3/sunstein.htm].
820 Berman, Jerry y Morris, John B. Jr., The Broadband Internet. The End of the
Equal Voice?, CFP, abril de 2000. Véase aportación en [http: www. cdt. org/ publica-
tions/].
821 Idem.
AVANCES TECNOLÓGICOS 299
ca. Para ellos, la comunicación por red permite un fácil acceso, directo,
económico y universal a la obtención de información sobre procesos polí-
ticos. Las nuevas tecnologías, asimismo, facilitan el acceso a documentos
gubernamentales, se abren amplias y múltiples vías de comunicación entre
la sociedad y entre la ciudadanía y sus gobernantes, e incluso surgen opor-
tunidades de sustituir los procesos electorales convencionales con una par-
ticipación directa.
Dentro de esta posición, Winkel distingue a su vez tres grupos, con los
siguientes rasgos:
Posición pesimista. Desde este ángulo, se niega que el Internet abra es-
pacios a la participación ciudadana. En su opinión, el ciberespacio permite
y fomenta estructuras que son incompatibles con la democracia moderna. A
través del Internet se desintegra el espacio público político, ya que se parti-
culariza la información en sacrificio del interés social. Asimismo, se advier-
que hagan apología de la violencia. Asimismo, ven que a fin de “…que las
virtudes de la tecnología informática puedan ponerse al servicio de la de-
mocracia moderna y se desactiven los peligros resultantes de la amenazan-
te sinergia entre comercialización, desintegración y fragmentación, el
Estado deberá asumir un rol activo en el proceso de transformación de las
tecnologías informáticas, entre otras cosas, para equilibrar el poder econó-
mico”. Desde este punto de vista, se señala que el Estado debe cumplir:
Por otra parte, hay elementos que conciernen en forma totalmente direc-
ta a los usuarios. Entre éstas se encuentra la observada por Paul Wallich,
quien considera que mucha de la información que brinda Internet está ba-
sada en la confianza.831 Paradójicamente, tal y como lo señala Alintha
Thornton, en la medida en que el Internet crece y aumenta el interés en és-
te, también se extiende una paranoia respecto al mismo.832
Otro elemento que sin duda alguna se ha convertido en un tema de la
preocupación de los usuarios es el de la confidencialidad y vigilancia a la que
pueden quedar expuestos. Al respecto, Reinghold considera que los go-
biernos o alguna organización privada pueden obtener información para
propósitos particulares.833 La posibilidad de que los correos electrónicos
puedan ser leídos por terceros a los cuales no están dirigidos, por supuesto
es una realidad actual. Asimismo, existen correos y otras comunicaciones
electrónicas que pueden ser alteradas o falsificadas, sin que sea posible el
encontrar las fuentes de tal actuar. De igual forma, se puede enviar comu-
nicación “amistosa” para obtener datos e información. Al respecto, es im-
portante tener presentes las advertencias de Foucault, quien encontró que
en tanto que una libre comunicación le da al ciudadano la posibilidad de
830 Idem.
831 Wallich, Paul, “Wire Pirates”, en Scientific American: The Computer in the 21st
Century, Nueva York, 1995, p. 186.
832 Thornton, Alinta, Does Democracy Create Democracy, Internet Paper, octubre de
2002.
833 Reinghold, Howard, op. cit., p. 106.
AVANCES TECNOLÓGICOS 305
834 Foucault, Michael, Discipline and Punish, Nueva York, Random House, 1979, p. 290.
835 Reinghold, Howard, op. cit., p. 106.
836 Jacobs, Joanne, op. cit.
837 Ibidem.
306 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
ción política mediática avant garde. Sin embargo, este mismo autor señala
que la participación política a través del internet es un recurso al cual sólo
tiene acceso una elite educada, y que éste no se ha llegado a constituir aún
en un medio de comunicación y movilización política.838
Las anteriores observaciones muestran que el Internet aún no reúne ne-
cesariamente, como algunos presuponen, todos los elementos para ser en la
actualidad el apoyo y promotor de la democracia en el ámbito de los avan-
ces tecnológicos mediáticos. Tal y como lo señala Schneider en términos
sencillos: “A necessary condition for the development of a strong and posi-
tive democratic political identity is the ability to talk about politics with ot-
hers”.839 A pesar de su desarrollo, las características y limitaciones del
Internet no permiten que sus ventajas sean utilizadas por todos los miem-
bros de una sociedad.
838 Bimber, Bruce, The Internet and Political Communication in the 1996 Election
Season, Internet Paper. [http://www. abc.net.au /ola/citizen/interdemoc /democ. htm#] y
[http://www.sscf.ucsb.edu/!survey 1/index.html].
839 Schneider, S., The Public Sphere and Computer-Mediated Political Discussion,
Internet Paper. [http:// www. sunyit. edu/ SIGNO AGUA steve/].
AVANCES TECNOLÓGICOS 307
esa información no debe ser una función pública, sino que la información
que se transmite a través de éste debe ser controlada o limitada por padres,
tutores y maestros de menores. En respuesta a esta argumentación se sos-
tiene que es simplemente imposible para esos responsables de menores el
ejercer ese tipo de vigilancia y que, por tanto, se requiere de un apoyo ma-
yor.843
La regulación del Internet necesariamente trae consigo un cuestiona-
miento respecto a la forma en que ello debe ser hecho y los alcances que
debe tener. Por ejemplo, en Australia se adoptó una legislación específica
denominada Acta de la Reforma a los Servicios de Comunicación Electró-
nica de 1999, Broadcasting Services Amendment —On line Services
Act—. En contraste, en las legislaciones de Canadá, Estados Unidos y Eu-
ropa no hay ordenamientos específicos que rijan al Internet en lo particu-
lar. Sin embargo, hay diversas leyes que se aplican a medios de comunica-
ción masiva tradicional que, asimismo, inciden sobre el Internet. En este
orden están aquellos ordenamientos jurídicos relativos a derechos de autor
y propiedad intelectual, así como sobre difamación. Sin embargo, también
existe otro amplio conjunto de leyes que regula a los medios de comunica-
ción tradicional, pero que no han sido aplicados al Internet. Sobre las par-
ticularidades de la normativa que se aplica sobre el Internet en diversos
países, resulta interesante contrastar los siguientes casos.
843 Darlington, Roger, Should the Internet be Regulated? Internet Paper [http: www.
Roger darlington. co. uk/ regulation. html]. Última modificación realizada a la informa-
ción de Internet, 20 de mayo de 2003, pp. 1-5.
312 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Cabe subrayar que en este país, el Internet no está clasificado como me-
dio de comunicación ni como servicio de telecomunicación, sino que ha si-
do referido legalmente como servicio de información, information service.
En consecuencia, la reglamentación vigente de medios no cubre al Inter-
net.844
Alemania. En este país se encuentra un primer y amplio esfuerzo para
regular al Internet a través de una legislación federal. En 1997, el Bundes-
tag promulgó una legislación que establece las condiciones generales para
los servicios de información y comunicación denominada Gesetz zur Re-
gelung der Rahmenbedingungen für Informations-und Kommunikations-
dienste (luKDG). Respecto a ella se encuentran antecedentes de interés, así
como conceptos y definiciones novedosos en la materia, que por su rele-
vancia se abordan a continuación.
A principios de 1996 se dio una confrontación entre el gobierno alemán
y algunos proveedores del servicio de Internet. El ministro de Justicia de
Bavaria informó a CompuServe, una empresa privada prestadora de esos
servicios en Alemania, pero con su base en los Estados Unidos, que enfren-
taba una responsabilidad por violación a las leyes en materia de prohibi-
ción de la pornografía vigentes en ese país europeo. Las penas alcanzaban
el encarcelamiento de altos dirigentes de la empresa. Ello la llevó a limitar el
acceso a la información en cuestión para reducirlo sólo a grupos de discu-
sión, de acuerdo con una lista entregada por la propia policía alemana. De
hecho, cerca de 200,000 suscriptores alemanes a CompuServe perdieron la
oportunidad de participar en esos grupos de discusión. El efecto no se con-
centró sólo en Alemania. Asimismo, aproximadamente cuatro millones de
suscriptores a nivel mundial que entraban por el sitio alemán se les negó el
acceso a través de grupos de discusión. Esto hechos provocaron críticas,
particularmente en los Estados Unidos.845
La acción tomada por el ministro alemán estimó que el servicio de Com-
puServe era sencillo de administrar y que fácilmente podría excluirse a los
usuarios alemanes. Puede considerarse que nunca se pensó en la aplicación
de su decisión en forma extraterritorial. Sin embargo, la empresa provee-
dora de ese servicio no contaba con la tecnología necesaria para imponer
844 Wimmer, Kurt, Mass Media Regulation and the Internet, Global Internet Public
Initiative, Internet paper, mayo 7 de 2002, p. 2.
845 Meyer, Michael, “A Bad Dream Comes True in Cyberspace: The Germans Cencor
an Online Service and the Rest of Us Too”, Newsweek, 8 de enero de 1996, p. 65.
AVANCES TECNOLÓGICOS 313
un filtro sólo sobre los usuarios alemanes. Este problema ilustra en térmi-
nos prácticos la forma en que el gobierno de un país puede tomar una deci-
sión respecto al Internet e involuntariamente llegar a afectar a otros indivi-
duos ubicados fuera de sus fronteras jurisdiccionales.
Otro antecedente más se encuentra en 1997, a pocas semanas del inci-
dente referido anteriormente. En este caso, autoridades alemanas advirtie-
ron a distintos proveedores de servicios que podrían caer en alguna respon-
sabilidad de orden legal por estar divulgando literatura a favor del nazismo
e incitación a la violencia a favor de esa corriente política. Los proveedores
del servicio reaccionaron en formas distintas. Un proveedor alemán deno-
minado T-Online canceló el acceso al material en cuestión, con lo cual cer-
ca de un millón de suscriptores quedaron impedidos de tal información. Al
no contar con la tecnología de filtros, nuevamente la acción alcanzó a mu-
chos más usuarios fuera de Alemania. En contraste, dos proveedores radi-
cados como tales en Estados Unidos —American Online y CompuServe—
no tomaron medida alguna al respecto.
En este contexto, el Bundestag tomó la decisión de promulgar la legisla-
ción en cuestión, denominada luKDG, el 1 de agosto de 1997.846 De acuer-
do con el artículo 1o., fracción (1), su propósito es crear un fundamento le-
gal confiable para la construcción de un libre mercado en materia de
servicios de información y comunicación. En ella se hace una distinción
entre proveedores de servicios de Internet y aquellos que hacen transmisio-
nes por medio de la televisión o la radio. Para tal efecto se creó el concepto
de “multimedia”, dentro del cual quedó el Internet. Asimismo, estableció
nuevas reglas para establecer la responsabilidad de los proveedores del ser-
vicio de Internet y previó requisitos sobre el prestador de esos servicios pa-
ra asegurar la transparencia y privacidad de la información, así como pro-
tección de derechos de autor para las bases de datos.
Sin duda alguna la parte correspondiente a la responsabilidad de los pro-
veedores de servicios no es un tema concluido. Ésta continúa siendo una
cuestión complicada y con efectos que rebasan las fronteras de Alemania.
La luKDG establece que los proveedores son responsables por el conteni-
do del material que ellos transmiten. Al respecto, no debe olvidarse que el
proveedor de este servicio no sólo brinda al usuario un acceso a informa-
ción, sino que también otorga un espacio donde un usuario puede crear su
propia página en la red con contenido informativo elaborado por él mismo,
y a la cual tienen acceso otros usuarios del propio Internet. En este sentido,
la luKDG en su artículo 1o., fracción (5), párrafo 2, hace responsable no
sólo al que elabora el material, sino también al que lo permite transmitir,
siempre y cuando haya tenido pleno conocimiento de que se iba a enviar la
información en cuestión, y que no se utilizaron los medios técnicos para
impedirlo. De esta forma, la ley en mención lleva a que el proveedor sea
sumamente cuidadoso respecto al material informativo que se incorpora en
su servicio y sirva como una especie de filtro; que en la elaboración del
contrato de servicios imponga previamente condiciones sobre la informa-
ción que se intenta transmitir, y causales para dar por terminado dicho con-
trato en caso de violaciones a las mismas. No obstante lo anterior, no se lle-
ga a resolver el problema de jurisdiccionalidad. Si una autoridad quiere
ejercer una acción sobre el creador o transmisor de información prohibida
a través de Internet, se requiere que esa misma autoridad tenga jurisdic-
ción sobre esos mismos usuarios del Internet. Hasta aquí puede llegar la
luKDG; sin embargo, por su propia naturaleza y alcance deja sin atender el
supuesto de acciones sobre usuarios o proveedores de servicios que resi-
den en otros países.
Por otra parte, la luKDG impone sobre los prestadores de servicios del
Internet la obligación de brindar cierta información a un solicitante, tal y
como su nombre, dirección y representante legal. Lo anterior, con el pro-
pósito de que el interesado pueda iniciar alguna acción legal contra ellos,
en caso de que estime que han cometido alguna violación a sus derechos
por el material que haya difundido. Asimismo, se prevé la obligación de
ofrecer libre de cualquier costo el precio de los bienes y servicios que se
ofrezcan mediante anuncios en Internet. De igual forma, la luKDG con-
templa salvaguardas a favor de la privacidad. En este sentido, dispone que
la información sobre un usuario, únicamente puede ser dada a algún intere-
sado cuando existe previa autorización de la parte involucrada o cuando
existe una instrucción judicial o lo prevé en alguna forma la ley.
Adicionalmente, la luKDG extiende el concepto de publicaciones para
incluir el almacenamiento mediático de datos en forma electrónica u ópti-
ca. De esta forma, una publicación también incluye cualquier base de datos
almacenada en la memoria de una computadora o en una red de Internet sin
que ello obligue a que esté impresa.
China. Las autoridades de este país parten del principio de que el Internet
debe ser una herramienta que contribuya al desarrollo del mercado y el co-
AVANCES TECNOLÓGICOS 315
mercio. Éstos son los campos que merecen atención y protección para ase-
gurar su libre y amplia transmisión. Cualquier otro tema para ser difundido
a través del Internet, así como su acceso por algún usuario en ese país, debe
estar bajo la estricta vigilancia y permiso de su gobierno. De esta forma, un
acceso amplio al Internet en China está limitado a un reducido número de
usuarios cuidadosamente seleccionados, los cuales principalmente traba-
jan dentro de la industria de la computación y sobre materias científicas.
La regulación del Internet en China inició en 1996, a través de normas
que impusieron a los proveedores de servicios el exclusivo uso de líneas te-
lefónicas otorgadas por el gobierno. Por su parte, los usuarios se deben re-
gistrar con la policía y firmar un compromiso de que no causarán un daño a
los intereses nacionales.847 Durante largo tiempo, la transmisión de Inter-
net para y desde China atraviesa por dos puertas, siendo éstas Beijing y
Shangai. Paredes de fuego son utilizadas para impedir el acceso a sitios en el
Internet. Algunos de ellos están bloqueados permanentemente y otros en
momentos determinados.848
A finales de 1997 China adoptó nuevas normas para regir al Internet. De
acuerdo con ellas, los proveedores de servicios fueron puestos bajo la su-
pervisión de autoridades gubernamentales. Los proveedores de servicios
también quedaron obligados a brindar ayuda a esas autoridades para en-
contrar a aquellos que cometieran violaciones al uso del Internet. Por otro
lado, se estableció como delito en torno al Internet la comisión de hechos
vinculados con la subversión política, la divulgación de secretos de Esta-
do, difusión de la pornografía y la violencia.849
Singapur. Este país ha asumido una actitud aún más extrema que aque-
lla en China. Los proveedores de servicios de Internet son controlados por
una autoridad gubernamental —Singapore Broadcasting Authority—, la
cual tiene entre sus facultades la de determinar cuándo hay un material con
contenido objetable que obliga a impedir la transmisión del mismo. Dentro
de ese concepto han quedado cuestiones que van desde la pornografía has-
ta aquellas que lesionan la moral pública, la estabilidad política y la armo-
nía religiosa del país. Todo proveedor de este servicio debe estar registrado
847 Miller, Greg, “Testing the Boundaries: Countries Face Cybercontrol in Their Own
Ways”, Los Angeles Times, 1997. SIRS Knowledge Source. [http:// sks–can. sirs. com/].
848 Idem.
849 GILC Asia Free Speech Page, “China Clamps new Controls on Internet”, Reuters,
30 de diciembre de 1997. Posted by CNN [http: //cnn. com/ WORLD/ 9712/ 30/ china.
Internet. reut/ index. hmtl].
316 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
tres asuntos que deben recibir definiciones, conforme a las cuales se pueda
obtener el resto de las respuestas. Estos problemas a responder son: ¿Cómo
debe regularse el Internet? ¿Qué autoridad debe gobernar el ciberespacio?
¿Quién y cómo debe ser tal autoridad elegida para ejercer facultades en
forma global, es decir, sin quedar sujeta o frenada por alguna frontera físi-
ca de algún país?
En virtud de la naturaleza global del Internet, su regulación requiere de
medidas ad hoc. En este sentido, en un esfuerzo por encontrar una solución
que permita la regulación del Internet y solucionar el problema de jurisdic-
cionalidad, Barrie Gordon propone las siguientes medidas:854
Tratado multilateral. Un tratado internacional puede resultar apropiado
para establecer las más fundamentales reglas que rijan al ciberespacio, don-
de se aceptaría la declaración de un espacio separado en forma similar a lo
convenido en materia de mares y espacio sideral. Sin embargo, se considera
que un tratado tal no permite el establecimiento de regulaciones específicas
y detalladas para regir el ciberespacio. No puede perderse de vista que el
Internet mismo está cambiando a tal velocidad, que los procesos de elabora-
ción y modificación de los tratados internacionales no podrían permitir los
ajustes necesarios en forma oportuna y eficaz. La reglamentación de este or-
den quedaría rezagada frente a los avances tecnológicos del Internet.
La regulación del Internet a través de tratados multilaterales puede re-
sultar un camino viable, el cual no está libre de objeciones. Hasta el mo-
mento no hay un tratado de esa naturaleza sobre la materia. El único exis-
tente que podría acercarse a ello es el Acuerdo sobre Servicios Básicos de
Telecomunicaciones, auspiciado por la Organización Mundial del Comer-
cio. Con base en este Acuerdo, los Estados firmantes garantizan brindar
acceso a la infraestructura básica de telecomunicaciones y se comprome-
ten a impedir toda conducta anticompetitiva en esa industria. Lo anterior,
consecuentemente, se concreta en términos del Internet a la oferta de líneas
físicas de teléfono.
Debe destacarse que hay quienes ven con escepticismo el uso de trata-
dos multilaterales como solución al presente problema. Por ejemplo, John-
son y Post estiman que a través de su uso surgirán más dificultades que so-
luciones. Entre las razones que exponen están el que el proceso que lleva a
854 Gordon, Barrie, The Legal Challenge of Regulating the Internet. Fact or Fallacy?,
Internet Paper, capítulo 4, 23 de enero de 1998 [http: //www. geocities. com/ Athens/
Academy/ 5090/ index. html].
318 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
855 Johnson, David R. y Post, David G., “And how shall the Net be Governed?”, A
Meditation on the Relative Virtues of Decentralized, Emergent Law, 1996 [http: //www.
cli. org/ emdraft. html].
856 Idem.
AVANCES TECNOLÓGICOS 319
the decentralized jeans of net governance is that the nations of the world
would agree to enforce the rules established by sysop and user interactions,
just as they now enforce contracts entered by private parties”.857
Organización internacional. Las reglas para tener acceso a ese territorio
podrían ser establecidas por una organización internacional. Algunos con-
sideran que la creación de una organización internacional es la mejor solu-
ción. Ella debe ser creada y reconocida por una mayoría de Estados sobera-
nos. Se estima que una organización tal, podría dar respuestas adecuadas y
oportunas a cualquier problemática, así como asegurar la implementación
de sus decisiones a través de los propios Estados participantes.
Puede preverse que esa organización adquiriría un gran poder, donde
serían necesarios contrapesos. Barrie Gordon cuestiona cuál sería el papel
de los Estados soberanos si llegara a operar esa organización internacional,
y responde que el mayor problema son las diferencias filosóficas entre paí-
ses. Los Estados Unidos y China son citados como ejemplo. En tanto que
en el primer país se deja un campo extremadamente amplio a la libertad de
expresión, en el segundo hay una regulación de las ideas y límites a la in-
formación. El buscar una solución intermedia puede resultar infructuoso.
La respuesta a este problema descansa en una solución peculiar. Ella con-
siste en dejar a los Estados la regulación del Internet, específicamente de la
pornografía infantil, y aplicar la ley dentro de su respectivo territorio.
Cuando se rompen sus fronteras geográficas entonces entra en operación la
organización internacional, la cual, a través de un tratado multilateral, se
encargaría del cumplimiento de la ley. Para ello se requerirían mecanismos
para hacer efectivo el cumplimiento de la ley. Ellos, según Gordon, pueden
quedar bajo la tutela de la misma organización internacional a través del
acuerdo de los países participantes. Otro camino podría ser la creación de
una Corte Penal Internacional.858
A través de esta solución, una organización internacional quedaría fa-
cultada para regular todo lo relativo al Internet. Johnson y Post nuevamen-
te expresan reservas respecto a esta solución. En su opinión, una institu-
ción de esa naturaleza corre el riesgo de ser tomada por facciones, cuyos
efectos serían desastrosos, en virtud de que ejercerían un control sobre la
libre circulación de la información.
857 Idem.
858 Gordon, Barrie, op. cit.
320 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
Por otro lado, hay quienes consideran que tal medida es recomendable si
se adoptan pesos y contrapesos sobre el poder que se le confiera a tal orga-
nización. Más aún, algunos observan que ella puede encontrar un ejemplo
práctico a seguir en la Organización Internacional de la Aviación Civil.
Esta organización es vista en su estructura como semejante a las Naciones
Unidas, con una Asamblea integrada por representantes de cada uno de los
países miembros.859
Gordon señala que el modelo que propone tiene debilidades, mismas
que él expone de la siguiente forma. El tratado multilateral propuesto es un
instrumento que no puede responder con oportunidad a los avances del de-
sarrollo tecnológico del Internet y, por tanto, las bases para la regulación
acordadas en el mismo pueden quedar obsoletas en muy breve tiempo, sin
posibilidad de actualizarlas con oportunidad. Otro punto es que ese tratado
tendría que tener un amplio y comprometido apoyo de Estados Unidos, en
virtud de que es donde se encuentran el mayor número de sitios de la red en el
mundo. La elaboración de un tratado del orden referido podría provocar di-
ferencias sustantivas con el resto de los países firmantes. Por lo que toca a
la creación de una organización internacional, señala que un proceso tal
puede llevar mucho tiempo, y que los problemas que afectan al Internet re-
quieren de medidas más próximas en tiempo. Asimismo, no puede perder-
se de vista que diversos países objetarían el que esa organización tuviera
poderes como los que se busca asignarle. En lo relativo a la creación del te-
rritorio virtual, puede encontrarse una fuerte objeción por parte de los pro-
veedores de servicios de Internet. Asimismo, se puede dar el caso de que si
un país no participa en el organismo internacional referido, no será posible
obligar a los proveedores de servicios que radican en el mismo a construir
ese espacio virtual. Por lo que toca a la aplicación del cumplimiento de la
ley, se pueden dar innumerables problemas de conflicto jurídico.
En torno a lo anterior no pueden escaparse cuestionamientos que ponen
en duda la viabilidad de una solución tal. En este sentido, está la participa-
ción de Estados soberanos. Esta propuesta, como se ha visto, quedaría sin
viabilidad alguna si no se cuenta con la participación de los mismos. Aun
así, tal y como observa Zakalik, si se tiene la participación de Estados so-
beranos para la aplicación de las regulaciones adoptadas por los usuarios,
tales regulaciones no llegarán a ser suficientes para dar respuesta a cuestio-
• Frenar eficazmente la curva de crecimiento del spam, sin que ello lle-
ve a limitar al mercado a través del Internet.
• Limitar los mensajes no deseados por el consumidor y a la vez prote-
ger el derecho a la libre expresión.
• Enfrentar los retos tecnológicos que viven los prestadores de servi-
cios de Internet, sin que se cierren las posibilidades de obtener me-
dios innovativos para alcanzar a cada individuo.
• Tomar en cuenta los intereses de cada estado de la Unión Americana
y proteger los derechos que como consumidor tiene cada ciudadano.
865 Berman, Jerry y Bruening, Paula J., “Can Spam be Stopped?”, op. cit.
324 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
3. Jurisdiccionalidad y responsabilidad
men, cuyo servidor se ubicó en Italia. La revista Playboy inició una acción
legal fundada en que la editorial de referencia había violado la instrucción
judicial de 1981, al haber distribuido tal material por Internet. Por su parte,
la editorial señaló que no estaba distribuyendo imágenes a usuarios dentro
de los Estados Unidos, sino que sólo estaba colocando imágenes fotográfi-
cas en el servidor de una computadora ubicada en Italia. Al respecto, la
Corte norteamericana expresó su desacuerdo con el último argumento, y
sostuvo que quien proporcionaba ese material, en efecto invitaba a usua-
rios de Internet en los Estados Unidos a verlo, lo cual constituía una viola-
ción a la instrucción que impedía la distribución de esas fotografías en ese
país. Ese tribunal precisó que el acusado tenía el derecho de operar su sitio
en la red, pero que estaba impedido de aceptar suscriptores radicados en los
Estados Unidos.
En torno a lo expuesto y de acuerdo con las características de ejemplos
referidos, surgen interrogantes centrales: ¿Qué ocurre si quien es impedido
de enviar material por Internet no cumple con la instrucción judicial? ¿Có-
mo se puede hacer aplicable en términos prácticos tal resolución judicial?
Las condiciones que caracterizan al Internet son base para sostener que su
regulación provoca un serio problema jurisdiccional.869 Sin embargo, para
otros esta opinión resulta exagerada.870
En teoría, resulta cierto que una nación pueda aplicar sus leyes sobre
una transacción transnacional que tiene efectos locales. Ello no lleva a que
cada nación donde la información, a través del Internet, cruce sus fronte-
ras, pueda regular tal información. Al respecto, es conveniente distinguir
entre la jurisdicción prescriptiva de un Estado y aquella para darle cumpli-
miento a ésta. Un gobierno puede establecer normas que prohíban una co-
municación por medio de Internet, a efecto de impedir consecuencias que
lesionen a miembros de la ciudadanía. Sin embargo, la implementación pa-
ra hacer efectivo el cumplimiento de su legislación y su respectiva sanción
en caso de violación depende de la capacidad de hacer cumplir la ley. Una
nación puede dar cumplimiento a su ley sobre personas físicas o morales
que tienen una presencia o inversiones dentro de su territorio. Sin embar-
go, la amplia mayoría de los proveedores de servicios de Internet no tienen
869 Véase, por ejemplo, la opinión de Jonson, David y Post, David, “Law and Bor-
ders-The Rise of Law in Cyberspace”, Stanford Law Review, 1996, p. 48.
870 En este grupo se encuentra Goldsmith, Jack L., “Against Cyberanarchy”, Univer-
sity of Chicago Law Review, 1998, p. 66.
328 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
lizar una notificación a ese proveedor de que está enviándose material con
contenido ofensivo o ilegal, entonces se puede formar un supuesto dentro
del cual al incurrir en alguna violación se genere una responsabilidad.
Las más exitosas acciones dirigidas a establecer una responsabilidad
han contemplado la cooperación entre autoridades públicas de los distintos
países involucrados. Por ejemplo, la pornografía infantil está prohibida en
todos los países miembros de las Naciones Unidas en cumplimiento a la
Convención sobre los Derechos de la Niñez. A menudo hay una coopera-
ción entre países para romper anillos de pornografía infantil que trasciende
fronteras geográficas. En este contexto, los países no están buscando la
aplicación de sus leyes por otros, sino que en un objetivo común, cada país
aplica su ley para impedir y castigar tal crimen. Lo mismo ocurre en el ám-
bito de los derechos de autor y protección de propiedad intelectual. Asi-
mismo, recientemente el Consejo de Europa elaboró el proyecto de un
Convenio sobre Crimen Cibernético, donde se incluyen cuestiones de coo-
peración, investigación y persecución transnacional de actos criminales.
Por su parte, la Conferencia de la Hague en Derecho Internacional Privado
ha avanzado en la elaboración de un convenio sobre jurisdicción en mate-
ria civil y mercantil. Sin embargo, aún no hay una resolución internacional
en materia de jurisdicción respecto a cuestiones surgidas del Internet.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS
tado sesgado de la realidad, mismo que aún está sujeto a la particular inter-
pretación de un analista o un grupo de ellos.
Las encuestas, asimismo, pueden ser utilizadas para manipular la opi-
nión pública. El uso de ellas para mostrar resultados que se apartan de la
realidad, con objeto de favorecer o desfavorecer a instituciones o actores
políticos, también se ha vuelto una práctica común. Ello se logra mediante
las denominadas “encuestas fantasmas”. Este hecho evidencia más aún la
importancia de contar con una reglamentación que señale los requisitos y
condiciones que debe guardar toda encuesta sobre la opinión pública.
En relación con la democracia, las encuestas de opinión deben realizarse
permanentemente y estar guiadas conforme a condiciones y requisitos pre-
cisos y fundados. Entre ellos están la aplicación de métodos claros, trans-
parentes y objetivos, abiertos al conocimiento y escrutinio públicos. Toda
encuesta debe reunir requisitos metodológicos y analíticos de la mayor ca-
lidad y precisión, y, por su parte, los medios de comunicación deben dese-
char la publicación de resultados de despachos encuestadores que no reú-
nan las condiciones anteriores. Idóneamente, cada encuesta que se
publique debe estar acompañada de todas las bases y factores metodológi-
cos que se aplicaron en ella para construirla y obtener los resultados. Al
respecto, puede observarse que hay ciertos avances. De esta forma, con re-
lación a la formulación e implementación de encuestas, hay un código de
ética adoptado por los despachos miembros de un organismo internacional
–WAPOR–. En este código de conducta se establece que todo resultado
obtenido mediante una encuesta debe señalar el nombre del despacho o
empresa que la realizó; presentar la base técnico–metodológica conforme a
la cual se elaboró el trabajo, y se obtuvieron los resultados en cuestión; in-
dicar las características del universo de la muestra; señalar el vehículo que
se utilizó para realizar la encuesta —entrevista personal, invitación a emi-
tir su opinión, cuestionamiento telefónico, entre otros—, así como indicar
la fecha en que se realizó la misma encuesta.
En todo caso, es indispensable otorgar a las encuestas y respectivos re-
sultados, su correcta dimensión y alcances reales. Una encuesta con una
correcta metodología, sin duda alguna puede producir una sustantiva y re-
levante información para la toma de decisiones. Sin embargo, la pondera-
ción y análisis adecuado deben estar siempre presentes para la obtención
de conclusiones más acertadas o próximas a la realidad. Un análisis políti-
co que no tome en cuenta los resultados brindados por ellas carecerá de un
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 345
pública debe entender que esa información puede ser administrada por
ellos, sólo en representación y para beneficio de cada ciudadano.
Debe destruirse cualquier elemento que coadyuve a proteger y fomentar
la discrecionalidad, arbitrariedad e impunidad de autoridades gubernamen-
tales. Aun cuando las autoridades públicas puedan reconocer la importancia
de la apertura democrática en lo tocante al acceso a la información, las pre-
siones burocráticas, políticas o económicas para controlarla se hacen presen-
tes. Cuando ello ocurre, se da un lugar de preeminencia a la debilidad o pre-
juicio en el pensamiento de una autoridad o al privilegio de sus intereses
personales para tomar una determinación.
La participación y el escrutinio ciudadano, así como la libertad de acce-
so a la información por todo individuo, tienen obstáculos significativos
que frenan su avance. Entre ellos se encuentran:
1. Tradiciones autoritarias.
2. Gobiernos que aun cuando son electos democráticamente no to-
man iniciativas para el desarrollo democrático.
3. Cultura de participación limitada o sin fomento para su desarrollo.
4. Presencia de autoridades gubernamentales y de una burocracia em-
peñada en actuar bajo un manto de confidencialidad e indiferencia
hacia la sociedad y sus problemas, asumiendo actitudes exclusiva-
mente técnicas para la formación de políticas que excluyen la par-
ticipación ciudadana por considerarla innecesaria o irrelevante.
formal de una ley no llega a ser por sí misma del todo suficiente. Al respec-
to, se hace indispensable como condición sine qua non que la ley sea cabal-
mente respetada y aplicada por toda autoridad. De igual forma, es necesa-
rio que ella sea supervisada por instituciones autónomas e independientes,
que además amplíen día a día la libertad de acceso a la información, y que
promuevan que el actuar de toda autoridad esté abierto al escrutinio de la
sociedad. Se requiere, asimismo, que la información obtenida sea debida-
mente utilizada por el interesado y la sociedad en su conjunto. No se puede
perder de vista que es necesario que el círculo democrático en términos de
libertad de acceso a la información se cierre adecuadamente dependiendo
del debido y correcto uso que haga de la información quien la obtenga a
través de este ejercicio.
Dentro de la democracia, la ley que establezca la garantía de la libertad
de acceso a la información y su respectivo ejercicio debe ser construida
con base en las siguientes premisas fundamentales:
De las condiciones sobre las que se debe construir una ley que norme la
libertad de acceso a la información, la correspondiente a las “excepciones”
reclama una atención sumamente especial. La forma en que ellas se cons-
truyan o interpreten determinará la dimensión de la libertad en cuestión y
su ejercicio. Por ello, toda excepción debe ser sólidamente justificada. La
358 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
del gobierno, con el fin de conocer si los ingresos obtenidos a través de sus
funciones son coincidentes con sus cuentas privadas. La información y
conclusiones de la instancia encargada de esa responsabilidad deben ser
otorgadas al interesado que las solicite.
Por su parte, la legislación del Reino Unido garantiza el acceso a regis-
tros gubernamentales en áreas específicas, salvo que se caiga en el supues-
to de una excepción, y ella esté debidamente sustentada. El interesado debe
mostrar que la información solicitada está dentro de un área donde su ob-
tención es permitida. Asimismo, la legislación otorga el derecho a todo
ciudadano de ver registros computarizados con datos sobre el interesado,
lo cual está dirigido a proteger la reputación del propio individuo. Asimis-
mo, se incluye el derecho de un miembro de la sociedad que desee obtener
registros no computarizados sobre él mismo en el ámbito médico, escolar y
de trabajo social. De igual forma, se establece la obligación de publicar las
acciones realizadas en cumplimiento de leyes en materia de medio ambien-
te y seguridad, contra empresas que las violan.
La posición de vanguardia de diversas organizaciones y asociaciones en
Europa han pugnado por tomar como premisas de la nueva legislación de
esa comunidad a las siguientes:
puede estar ahí, mas si éste no da espacio para que a través de él corra una
opinión pública formada de manera democrática, entonces no hay demo-
cracia en términos reales.
El quehacer de los medios de comunicación y comunicadores que ope-
ran en una sociedad, cuya transmisión de hechos y opiniones forma un ele-
mento medular para la formación de una opinión pública, integra a su vez
una base para la realización de acciones políticas colectivas. La opinión
pública tiene una relevancia real en la medida en que los actos de quien de-
tenta el poder estén abiertos al escrutinio público, a través de canales abier-
tos e institucionales. Por sus propias características de interlocución, debate
y foro de expresión del sentir de los miembros de una sociedad democrática,
hoy en día los medios de comunicación masiva llegan a constituir nuevos
ductos —frente a los medios clásicos— para que la expresión de la opinión
pública enriquezca el contenido del debate democrático, incremente sus-
tantivamente la interlocución de demandas e intereses, y otorgue dirección
a la toma de decisiones a favor de la sociedad en su conjunto.
El desarrollo y fortalecimiento de medios y comunicadores comprome-
tidos con la sociedad, con los genuinos intereses de ella y con la vida de-
mocrática, requieren de garantías y libertades que sólo pueden ser brinda-
dos por un Estado de derecho moderno.
Esta condición obliga a realizar una permanente revisión de la normati-
vidad que incida sobre los medios y comunicadores, para determinar si ella
ofrece los elementos que aseguren tal desarrollo, así como para definir sus
alcances y sus retos. A través de este ejercicio se podrá obtener una visión
clara que permita la formulación acertada de propuestas que contribuyan a
la construcción y aplicación de nuevas fórmulas jurídicas. Todas ellas diri-
gidas a fortalecer y ampliar el trabajo democrático de medios y comunica-
dores, a favor de la sociedad en su conjunto.
La regulación de los medios en un Estado de derecho moderno enfrenta
el reto de lograr un equilibrio entre diversos actores que participan en la so-
ciedad. Alcanzar ese equilibrio no es una tarea sencilla. En el intento de lle-
varlo a cabo, se debe tomar en cuenta la existencia de distintos elementos
que generan fuentes de inequidad respecto a la influencia sobre los propios
medios. No puede dejarse de observar que la ciudadanía puede sufrir am-
plias condiciones de desigualdad para lograr un acceso a los medios de co-
municación —tanto para divulgar sus opiniones como para participar en
discusiones públicas—. Cualquier normativa que asegure igualdad de de-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 369
rechos para incidir sobre los medios de comunicación sólo puede materia-
lizarse bajo el entendido de que las fuentes de desigualdad referidas no se
conviertan en rectoras de decisiones.
La regulación de los medios debe estar dirigida a dar cumplimiento a la
libertad de expresión y a la libre circulación de la información, a efecto de
que la ciudadanía tenga un conocimiento sobre los problemas que le afec-
tan y respecto a las soluciones que pueden adoptarse. Cuando los medios
de comunicación llevan a cabo acciones que lesionan estos fines, entonces
el ejercicio de esa libertad es improcedente. En todo momento la legisla-
ción en materia mediática, su interpretación y aplicación, debe tener como
objetivo la materialización de los fines de la democracia.
Las principales áreas de regulación de los medios de comunicación, en
términos generales, contemplan tres amplios grupos: a) regulación sobre el
contenido de la información, donde se prevé el establecimiento de normas
que rijan la cobertura noticiosa de diversas cuestiones, y que aseguren un
acceso a la expresión de distintas corrientes de opinión; b) regulación sobre
la configuración y estructura de los medios de comunicación, misma que to-
ma como elemento primordial la adopción de medidas dirigidas a impedir
prácticas monopólicas, así como a acotar la propiedad y dirección de los me-
dios; c) regulación sobre el financiamiento de la programación, destinada
principalmente a asegurar la difusión informática y programática que por no
ser del interés político, económico o social de un patrocinador sería abando-
nada o pasada a un lugar sin importancia alguna. Esta clasificación es tan só-
lo un mero ejercicio que permite reflejar de alguna forma las cuestiones don-
de hay un énfasis o especial interés regulatorio, en donde cada caso no se
encuentra separado del otro, sino estrechamente vinculado.
La regulación de los medios de comunicación se presenta hoy en día co-
mo un tema con diversas aristas, sobre las cuales se vierten distintas y va-
riadas controversias. Un punto central de debate se cierne sobre la facultad,
amplitud o límites del poder público para determinar las reglas conforme a
las cuales deben actuar los mismos.
En el análisis de la regulación gubernamental, y de sus respectivas venta-
jas o desventajas, debe realizarse un ejercicio de reflexión en donde se con-
templen necesariamente los siguientes elementos: a) Las fronteras dentro de
las cuales debe actuar el poder público. Ello implica determinar las circuns-
tancias, así como los términos y condiciones bajo los cuales el poder público
puede intervenir en relación con las actividades de empresas de medios de
370 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
874 773 BverfGe 118 (1986), conocido como el Cuarto Juicio de Televisión y 83
BverfGe 238 (1991)-Sexto Juicio de Televisión.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 375
nados para proteger intereses de grupos, sino para servir al interés común,
y que esos consejos administrativos estén integrados por una amplia gama
de individuos pertenecientes a diferentes organizaciones, para asegurar la
pluralidad y la imparcialidad en la programación.875
Los principios establecidos por la Corte Constitucional alemana, en
contraste con los que rigen en la Gran Bretaña, difieren y llegan a ser in-
compatibles. Por principio, la BBC se rige por un decreto —Charter— es-
tablecido mediante una prerrogativa real —Royal Prerogative—, es decir,
no está establecida mediante una ley promulgada por el Parlamento. En
tanto que en Alemania los medios electrónicos deben ser regulados por una
ley promulgada por el Parlamento, en la Gran Bretaña los medios se regu-
lan mediante un decreto gubernamental. En este contexto, el decreto puede
ser revisado en cualquier momento que el gobierno considere que la BBC
ha incumplido con los términos de sus obligaciones y responsabilidades.876
Por supuesto, la decisión de revocar el decreto en cuestión no es una mate-
ria sencilla y libre de serias consecuencias. Incluso podría darse el supues-
to de que tal decisión fuese cuestionada y combatida en el ámbito judicial.
Sin embargo, existe claramente definido el precedente de la renuencia ju-
dicial de interferir en el ejercicio de las facultades gubernamentales otorga-
das a través de prerrogativas reales.877 De esta forma, por regla general, en
los países anteriormente mencionados, con frecuencia se encuentran accio-
nes ante las respectivas instancias judiciales. La excepción se encuentra en
la Gran Bretaña.
En lo que se refiere a las licencias otorgadas a medios electrónicos pri-
vados, ellas sólo pueden ser revocadas mediante una decisión de la autori-
dad denominada The Independent Television Commission, que actúa co-
mo un órgano regulador independiente. Asimismo, en la Gran Bretaña el
gobierno disfruta de amplias facultades para inducir a las autoridades regu-
ladoras de esos medios a no incluir ciertas cuestiones en programas. Antes
de 1988, estas facultades fueron ejercidas en cinco ocasiones, para señalar
en términos generales que la BBC no debe expresar su propia opinión so-
bre temas políticos. Sin embargo, a fines de 1988 el gobierno británico
prohibió tanto a la BBC como a la IBA —entonces responsable de los me-
ción de los órganos judiciales, por regla general, se encuentra que ellos han
preferido no adoptar una decisión que responda con una estricta precisión
el sentido que debe seguirse. Sus respuestas van dirigidas a fijar amplios
principios que refrendan la obligación de los medios de comunicación de
guardar una objetividad, imparcialidad y equidad, en lugar de establecer la
existencia de un derecho de acceso en iguales condiciones y términos a fa-
vor de partidos mayoritarios y minoritarios, en cada programa organizado
por un medio de comunicación masiva.
Puede argumentarse que la reglamentación de la publicidad política
electoral es deseable como medida para asegurar un acceso a todos los par-
tidos. Particularmente, a efecto de que la fuerza financiera de algunos de
ellos no se desborde en un gran despliegue publicitario en los medios elec-
trónicos, que provoque una desaparición de los partidos minoritarios en el
mapa de la opinión pública. La publicidad política electoral, por su natura-
leza, contenido, objetivo y efectos sobre la sociedad es sustancialmente di-
ferente a la publicidad comercial, aun cuando se haga uso de las mismas o
semejantes herramientas. La publicidad política electoral tiene hoy en día
un impacto y correlación con la democracia y la participación de una socie-
dad. Este hecho obliga a reflexionar sobre fórmulas regulatorias que ase-
guren un cierto equilibrio y equidad para que todos los partidos sean escu-
chados por el electorado.
La construcción y desarrollo de una sociedad democrática requiere de
medios y comunicadores con una comprensión de su quehacer en donde
opere la crítica fundada y objetiva, surgida de hechos reales y demostrables.
Asimismo, se precisa de un compromiso con la verdad y un rechazo al enga-
ño y a la manipulación; de una actitud que contribuya a solucionar los retos,
preñada de inconformidad ante las situaciones de ilegalidad, irregularidad e
injusticia en agravio de la sociedad en su conjunto o en contra de cualquiera
de sus miembros. Se necesita de una conciencia respecto a lo que debe ser
del dominio público y lo que corresponde estrictamente a la privacidad de
una persona o su familia, en el ejercicio de su propia libertad individual. Se
hace indispensable una autocrítica que promueva el abandono de actitudes
preferenciales que imponen diversos sistemas de intereses, para asumir acti-
tudes abiertas, plurales, imparciales y objetivas, que permitan brindar la in-
formación que requiere una sociedad para su propio perfeccionamiento y el
de sus instituciones.
Todo el anterior quehacer requiere necesariamente estar regido por un
conjunto de principios y valores ético-morales, que medios y comunicado-
378 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
En tanto que los objetivos establecidos por esos códigos pueden ser fácil-
mente observados, su materialización y cumplimiento por los propios me-
dios y comunicadores resulta una cuestión que no es tan evidente, y deman-
da de un continuo examen. Al respecto se observa como conveniente la
operación de instancias que determinen si los preceptos establecidos en ellos
son verdaderamente cumplidos, o bien, en caso de violación a éstos, debida-
mente sancionados. La creación y trabajo de estas instancias tendrán una
mayor solidez en la medida en que en esas tareas no sólo intervengan repre-
sentantes del gremio informativo, sino también, y significativamente, miem-
bros de la sociedad o de sus asociaciones civiles y organizaciones sociales.
El incumplimiento de normas contenidas en esos códigos debe ser publicita-
do para que a su vez reciba la mayor sanción por la propia sociedad: el cues-
tionamiento sobre la verdad y objetividad que deben caracterizar a medios
y comunicadores y, en su caso, la pérdida de la credibilidad. A través de
380 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO
387
388 BIBLIOGRAFÍA
BALL, Allan R., Modern Politics and Government, 2a. ed., Honk Kong,
The Macmillan Press, 1977.
———, Modern Politics and Government, The Macmillan Press, 1981.
BAPTISTC, Claude-Jean, “Media Accountability System: an Overview”,
en Organizing Media Accountability. Experiences in Europe. [http://
www. ejc. nl/ hp/ mas/ betrand.html].
BARAN, Nicholas, “The Privatization of Telecommunications”, en
McChesney, Robert W. et al. (eds.), Capitalism and the Information
Age: The Political Economy of the Global Communications Revolu-
tion, Nueva York, Monthly Review Press, 2001.
BARBER, Benjamin, A Place for Us: How to Make Society Civil and
Democracy Strong, Nueva York, Hill and Wang, 1998.
BARBROOK, R. y CAMERON, A., “The Californian Ideology”, Journal
of Computer-Mediated Communication, 1 (4), Internet Paper. [http://
www. is. in-berlin.de/ SIGNO AGUApit/ZKP/ californ. asc].
BARDOEL, Joe, “Beyond Journalism: A Profession Between Informa-
tion Society and Civil Society”, European Journal of Communica-
tion, 11 (3).
BARENDT, Eric M., Broadcasting Law: A Comparative Study, Gran
Bretaña, Oxford, Clarendon Press, Oxford University Press, 1993.
———, “The Influence of the German and Italian Constitutional Courts
on their National Broadcasting System”, Public Law, 93, 1991.
BARNETT, Steven, “New Media, Old Problems: New Technology and
the Political Process”, European Journal of Communication, 11(3).
BARRON, Jerome, “Access to the Press: A New First Amendment
Right”, Harvard Law Review, 80, 1967.
BARRY, Brian, Democracy and Power, Oxford, Clarendon Press, 1991.
BAUDRILLARD, Jean, In the Shadow of the Silent Majorities, Nueva
York, Semiotext, 1983.
BAUMAN, S. y HERBST, S., “Managing perception of Public Opinion;
Candidates and Journalists Reactions to 1992 Polls”, Political Com-
munications, 11 (2).
BELSEY, Andrew, “Privacy, Publicity and Politics”, en BELSEY, Andrew
y CHADWICK (eds.), Ethical Issues in Journalism and the Media,
Londres, Routledge, 1992.
BENNET, W. Lance, News: The Politics of Illusion, 2a. ed., Nueva
York, Longman, 1998.
BIBLIOGRAFÍA 389
SHAPIRO, Andrew L., “The Net that Binds. Using Cyberspace to Create
Real Communities”, The Nation, junio 21 de 1999. [http:// past. the-
nation. com_ issue_ 990621/ shapiro.shtml].
SHAPIRO, Ian y HACKER-CORDON, Casiano, “Promises and Disappoint-
ments: Reconsidering Democracy’s Value”, en SHAPIRO, Ian y HAC-
KER-CORDON, Casiano (eds.), Democracy’s Value, Cambridge, Cam-
bridge University Press, United Kingdom, 1999.
SIMMONS, S. J., The Fairness Doctrine and the Media, Berkeley, 1978.
SLATER, Don, “Political Discourse and the Politics of Need: Discourses
on the Good Life in Cyberspace”, en LANCE BENNET, W. y ENTMAN,
Robert M. (eds.), Mediated Politics: Communications in the Future
of Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001.
SMITH, Stephen A., “Communication and Technology: The Future of
American Democracy”, contribución presentada en Union Sympo-
sium Lecture Series. Fayetteville, Arkansas. 19 de septiembre de
1984. Publicado en Vital Speeches of the Day. Octubre de 1984. [A:/
Communication and Technology the Future of American Demo-
cracy. htm].
SPLICHAL, Slavko, Public Opinion. Developments and Controversies in
the Twentieth Century, Maryland, Rowman & Littlefield Publishers,
1999.
SPARKS, Colin, “Popular Journalism: Theories and Practices”, en
DAHLGREN, P. y SPARKS, C. (eds.), Journalism and Popular Cultu-
re, Londres, Sage, 1992.
———, “The Internet and the Global Public Sphere”, en LANCE BEN-
NET, W. y ENTMAN, Robert M. (eds.), Mediated Politics: Communi-
cations in the Future of Democracy, Cambridge, Cambridge Univer-
sity Press, 2001.
STEIN VELASCO, José Luis, “Constitucionalismo, poder y legitimidad”,
en Problemas actuales del derecho constitucional. Estudios en ho-
menaje a Jorge Carpizo, México, UNAM, 1994.
———, “Reformas constitucionales”, El Financiero, 9 de octubre de
1991.
———, “Constitución y realidad”, El Financiero, 27 de noviembre de
1991.
STEINBERG, C., The Mass Communicators, Westport, Greenwood
Press, 1958.
408 BIBLIOGRAFÍA