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DEMOCRACIA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS


Serie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 206
Coordinador editorial: Raúl Márquez Romero
Cuidado de la edición: Miguel López Ruiz
Formación en computadora: D. Javier Mendoza Villegas
JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

DEMOCRACIA
Y MEDIOS
DE COMUNICACIÓN

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2005
Primera edición: 2005

DR © 2005. Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva, s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 970-32-2272-2
Para
José Luis, Fernando,
Jorge Alejandro
y Lorenza, siempre...
Para
José Luis, Fernando,
Jorge, Alejandro
y Lorenza, siempre...
CONTENIDO

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII
Mariano PALACIOS ALCOCER
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXI
Manuel ALONSO MUÑOZ
Reconocimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXIII
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXV

CAPÍTULO PRIMERO
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA
Y MEDIOS

I. Democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
II. Medios de comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
III. Participación ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Privacidad del individuo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

CAPÍTULO SEGUNDO
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO

I. Alcance e influencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
II. Poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
III. La presentación mediática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
1. Prensa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. Radio y televisión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

IX
X CONTENIDO

CAPÍTULO TERCERO
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES

I. Comunicación y mensaje político. . . . . . . . . . . . . . . 36


II. Manejo de medios e imagen. . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
III. Procesos electorales y participación de especialistas mediá-
ticos externos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
1. Encuestas de opinión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
2. Mercadotecnia política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
3. Manejo de las relaciones públicas . . . . . . . . . . . . . 72
4. La campaña negativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78

CAPÍTULO CUARTO
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA
Y ADVERSIDADES

I. Los medios en la democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . 82


II. Acciones mediáticas adversas a la democracia . . . . . . . . 93
1. Intereses sobre los medios y comunicadores. . . . . . . . 94
2. Desinformación y distorsión de la información . . . . . . 102
3. Información vs. espectáculo . . . . . . . . . . . . . . . . 104
4. Los medios y sus costos en los procesos electorales. . . . 108
5. Utilización de técnicas mercantiles vs. principios ideoló-
gicos y deliberación ciudadana política . . . . . . . . . . 110
6. Ausencia de objetividad, imparcialidad o veracidad. . . . 113
III. Adversidades de la actitud del indi vi duo hacia la infor-
mación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
CONTENIDO XI

CAPÍTULO QUINTO
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA LIBERTAD
DE ACCESO A LA INFORMACIÓN

I. La libertad de expresión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122


II. La libertad de acceso a la información . . . . . . . . . . . . 131
1.Premisas constitucionales y principales características de
los ordenamientos jurídicos en materia de acceso a la
información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
2.Desarrollo e implementación de normas en materia de
acceso a la información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
3.Acceso del Poder Legislativo a información del Poder
Ejecutivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160

CAPÍTULO SEXTO
LA OPINIÓN PÚBLICA

I. Antecedentes y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168


II. La evolución del estudio y análisis de la opinión pública . . 168
III. Opinión pública y democracia . . . . . . . . . . . . . . . . 174
IV. Opinión pública y consenso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
V. El debate Dewey-Lippmann. . . . . . . . . . . . . . . . . . 184

CAPÍTULO SÉPTIMO
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA
DE LOS MEDIOS

I. Estado de derecho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195


II. Regulación jurídica de los medios . . . . . . . . . . . . . . 204
XII CONTENIDO

1. El debate doctrinal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208


2. El debate judicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
3. Particularidades de la regulación de medios escritos y
electrónicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
4. Normas jurídicas sobre los medios electrónicos . . . . . . 228
III. Decisiones judiciales sobre comunicación política en me-
dios electrónicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
IV. Autorregulación a través de códigos de conducta . . . . . . 253

CAPÍTULO OCTAVO
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO
DE MEDIOS

I. El libre mercado en los medios de comunicación . . . . . . 274


II. Monopolio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284

CAPÍTULO NOVENO
AVANCES TECNOLÓGICOS

I. Avances e impactos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289


II Internet. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
1. Regulación del Internet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
2. Regulación del correo basura —Spam— . . . . . . . . . . 321
3. Jurisdiccionalidad y responsabilidad . . . . . . . . . . . . 324

Consideraciones y planteamientos . . . . . . . . . . . . . . . . . 331


Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 387
Democracia y medios de comunicación, editado
por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, se terminó de imprimir el 2 de marzo de
2005 en los talleres de Impresión y Comunica-
ción Gráfica, S. A. de C. V. En esta edición se
empleó papel cultural 70 x 95 de 50 kg para las
páginas interiores y cartulina couché de 162 kg
para los forros; consta de 1,000 ejemplares.
PRESENTACIÓN

El estudio del sistema democrático ha ocupado la atención del doctor Jo-


sé Luis Stein Velasco desde hace varios lustros. Diversas editoriales y
revistas especializadas han dado cuenta de sus oportunas e inteligentes
aportaciones en la materia; sin embargo, el trabajo que hoy nos presenta
contiene una virtud adicional: la de estudiar exhaustivamente la relación
de la democracia y los medios de comunicación.
La democracia como régimen político representa un ideal en las nacio-
nes más avanzadas del siglo XXI. Su adecuada construcción requiere de
instituciones jurídicas que garanticen el libre juego de los partidos políti-
cos y el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos; la preservación del
principio mayoritario se atempera con el reconocimiento de los derechos
de las minorías; la creciente ciudadanización de los órganos electorales ha
contribuido a su mayor transparencia; las reglas de la competencia electo-
ral vienen revisándose rigurosamente para generar procesos equitativos
entre los diversos actores políticos; la reglamentación del financiamiento
ha propiciado procesos que disminuyen las ventajas indebidas entre los
candidatos y partidos; los diversos medios de impugnación electoral aus-
pician el imperio del Estado de derecho.
Sin embargo, la emergencia de los medios de comunicación como un
factor determinante en los procesos electorales modernos obliga a una re-
flexión profunda. No basta el conocimiento de los principios filosóficos y
políticos en que descansa el sistema democrático, ni el recorrido puntual
de su evolución histórica o la reglamentación normativa de la competen-
cia en las democracias más avanzadas, para aquilatar el impacto de los
medios de comunicación masiva en la construcción de campañas exito-
sas, de candidatos competitivos, de imágenes electoralmente vendibles y
de mensajes convincentes ante el electorado. Los medios son, indiscuti-
blemente, instancias legitimadoras de los resultados electorales.

XIII
XIV PRESENTACIÓN

De ahí la importancia de la obra Democracia y medios de comunica-


ción, del doctor José Luis Stein Velasco, que aquí se presenta. Contiene
un análisis de la relación existente entre el sistema democrático y los me-
dios de comunicación, enfatizando la participación ciudadana en la vida
pública y el derecho a la privacidad del individuo, ya que las compe-
tencias electorales modernas presentan a los candidatos con sus fortale-
zas y debilidades, reales o imaginarias, en una delicada zona de penum-
bra donde resulta sumamente difícil diferenciar en qué momento la vida
privada de los políticos se vuelve vida pública. Respetar la privacidad del
individuo representa una necesidad de los sistemas democráticos.
Considerar a los medios de comunicación en el espacio político, advir-
tiendo sus alcances e influencias en la conformación del poder, es una
preocupación que acompaña los trabajos del doctor Stein. Por ello, una re-
visión puntual de los formatos de presentación mediática, como la prensa,
la radio y la televisión, resulta sumamente oportuna y enriquecedora. Par-
ticularmente cuando se les vincula con las elecciones, por el acceso a los
medios y el manejo de la imagen de los candidatos a través de especialistas
externos, tan socorrido en nuestros días. ¿Qué papel juegan las encuestas
de opinión, la mercadotecnia política, las relaciones públicas y la propa-
ganda negra en los procesos electorales? ¿Qué adversidades enfrentan los
medios en la democracia y la democracia en los medios? ¿Qué intereses
inciden sobre los medios y los comunicadores? ¿Qué factores propician
la desinformación o distorsionan la realidad? ¿Qué límites separan la ge-
nuina información política del espectáculo publicitario? ¿Por qué los cre-
cientes costos de los medios en los procesos electorales? ¿Por qué la
subordinación de los principios ideológicos y las propuestas programáti-
cas a la utilización de instrumentos mercantiles en la competencia electo-
ral? ¿Por qué la desconfianza creciente en la autenticidad de los políticos
y en la veracidad de sus planteamientos? Éstos son algunos de los cues-
tionamientos que la democracia contemporánea recibe en diversas latitu-
des, y que aborda con detenimiento la obra de José Luis Stein.
De singular importancia resulta el tratamiento que esta obra otorga al es-
tudio de la libertad de expresión y la libertad de acceso a la información en
los sistemas constitucionales contemporáneos. Define con precisión sus
características y destaca el desarrollo e implementación de las normas que
en la materia posibilitan el acceso a la información a los gobernados y a los
PRESENTACIÓN XV

poderes entre sí, principalmente el acceso de los Parlamentos a la infor-


mación de los Ejecutivos.
Una sociedad más informada y participativa enriquece la vida demo-
crática; por ello, la tarea de los medios implica informar al ciudadano con
transparencia y objetividad. Ambos, medios de comunicación y ciudada-
nos, se benefician del acceso a la información pública, y de su adecuado
manejo y escrutinio se derivan juicios sobre el desempeño del poder pú-
blico que redundan en beneficio de la democracia.
Un tema sustantivo del presente estudio se refiere a la opinión pública
como una vertiente de la soberanía popular, que permite trazar la direc-
ción que debe seguir un gobierno de acuerdo con los principios de la re-
presentación política y de los procesos de toma de decisiones, en
ejercicio de la libertad de expresión. No en balde se reconoce que la de-
mocracia es definida como un gobierno de opinión. Pero ¿cómo nace y
cómo se forma la opinión pública? ¿Qué tipo de datos contiene? ¿Quién
la valida y cómo influye en la política? Estos cuestionamientos nos per-
miten advertir la creciente importancia que la opinión pública adquiere
en el sistema democrático, y el papel definitivo que los medios de comu-
nicación tienen en la conformación de la opinión pública. Por ello, en su
integración intervienen diversos intereses que lo mismo incorporan he-
chos, que ficciones que se entremezclan en la realidad política.
La opinión pública se incluye en la esfera de la sociedad civil y se en-
tiende como la expresión que aprueba o disiente en torno a las institucio-
nes. Su manifestación es a través de la prensa, de la radio, de la televisión, y
de esta manera interactúa con los individuos, los grupos y los movimientos
sociales y políticos. La opinión pública no está exenta de manipulaciones;
sin embargo, existe la percepción generalizada de que debe ser atendida
por los políticos y los servidores públicos, ya que la opinión pública inci-
de sobre el gobierno y la política, y éstos sobre aquélla.
La importancia de un electorado provisto de una información abierta y
amplia sobre las cuestiones públicas, en contraste con la secrecía que ca-
racteriza a gobiernos totalitarios, es parte sustantiva de la democracia. En
el Estado totalitario se absorbe a la sociedad civil; es un Estado sin opi-
nión pública, y, en expresión de Bobbio, sólo se cuenta con opinión so-
cial, de ahí la importancia de destacar los vínculos entre opinión pública,
medios de comunicación, acción política y sistema democrático, en la
formación de consensos.
XVI PRESENTACIÓN

El consenso es requisito previo para la existencia de un gobierno repre-


sentativo, y se expresa como el entendimiento fundamental sobre distin-
tas cuestiones planteadas por los miembros de una sociedad. El consenso
supone la diferenciación de opiniones y la existencia de conflictos, y es
resultado del acuerdo de un grupo que superando diferencias antepone el
interés general, reduciendo la distancia de las opiniones individuales para
expresar una posición más ampliamente compartida.
Los consensos no son acuerdos permanentes ni estáticos, y las más de
las veces se despliegan a través de los medios convirtiéndose en fenóme-
nos comunicacionales. Consensos y disensos constituyen el perpetuo de-
venir de las democracias modernas. Vale la pena detenerse en el plan-
teamiento en torno al viejo debate Dewey-Lippmann sobre la función de
las sociedades activas frente a los individuos más capacitados, para la de-
finición de las prioridades sociales y sus mejores soluciones.
En los albores del siglo XXI parecen ya remotos las tensiones de la
guerra fría y los equilibrios bipolares. Hoy la democracia experimenta
una caracterización constitucional fundada en principios universalmente
aceptados; de ahí que la relación entre Estado de derecho, sistema demo-
crático y regulación jurídica de los medios de comunicación cobre impor-
tancia creciente. El tema de la regulación jurídica de los medios de
comunicación ha sido objeto de amplios debates doctrinarios y de enco-
nados planteamientos políticos, que se enriquecen con las aportaciones
formuladas por el doctor Stein al hacer una importante distinción entre
los medios escritos y electrónicos y al rescatar las más importantes deci-
siones judiciales de la Suprema Corte de los Estados Unidos, Gran Breta-
ña, Francia, Alemania e Italia sobre comunicación política en medios. Un
tratamiento especial merece el apartado relativo a la autorregulación de
los medios a través de códigos de conducta.
La regulación de los medios involucra un amplio número de intereses,
varios de ellos en competencia o contraposición, que se expresan en la ac-
titud de los propietarios y concesionarios a efecto de usarlos como
vehículos de expresión de sus propios intereses y de protección de sus de-
rechos; o bien, como la demanda de audiencias ciudadanas para tener ac-
ceso a los medios, unido al derecho de un auditorio a recibir o no
información; también se percibe como el reclamo de grupos sociales o
políticos para tener acceso a los medios con el propósito de difundir sus
opiniones; o bien, como el objetivo de la sociedad en que los medios rea-
PRESENTACIÓN XVII

licen una función educativa y de servicio público y, finalmente, como el


interés de los gobiernos en transmitir sus puntos de vista a la ciudadanía,
para ensanchar los márgenes de consenso.
De lo anterior puede colegirse —señala el autor— que uno de los pro-
blemas fundamentales de la regulación de los medios es lograr un equili-
brio adecuado entre los diversos intereses involucrados, partiendo del
reconocimiento de la desigualdad que enfrenta la ciudadanía para tener
acceso a los medios en la divulgación de sus ideas y en la discusión de los
asuntos públicos.
Si la regulación normativa de los medios de comunicación plantea re-
tos mayores, en consideración del autor éstos se agravan al vincular los
principios de la política con los de la economía, y lo demuestra estu-
diando los temas del libre mercado y del ejercicio monopólico de los
medios de comunicación; si éstos tienen una significativa incidencia en
el ámbito de la política, en el de la economía no la tienen menor.
A lo largo del presente estudio se sostiene que la libre información es
condición necesaria para la democracia, ya que los medios son vigilantes
del ejercicio del poder y coadyuvan a la existencia de una sociedad infor-
mada y crítica. Sin embargo, es frecuente que los principales proveedores
de información noticiosa sean los gobiernos, respecto de los cuales los
medios deben actuar como vigilantes y contrapesos. Los gobiernos, a su
vez, generan datos que tienden a justificar diversas tomas de decisión y la
adopción de programas o políticas y a exaltar lo positivo de ellas, evitando
referencia a los errores cometidos o a los efectos negativos de su actuación,
con el natural deterioro del sistema democrático. Estos fenómenos se
agravan con la tendencia actual hacia la concentración de los medios de
comunicación masiva en unas cuantas manos, bajo la figura de corpora-
ciones, principalmente norteamericanas, que dominan los medios mun-
diales; así, la globalización de los medios y sistemas informáticos ha
generado un intenso proceso de concentración, inconcebible hace una dé-
cada, y que dista mucho de haber concluido.
A la preocupación genuinamente democrática acerca del control mo-
nopólico de los medios de comunicación masiva se añade el problema de
que fijan la agenda de la discusión pública y llegan a actuar en ocasiones
como los responsables de un incuestionable poder moral por encima de la
sociedad y de sus instituciones. Frente a ello, para algunos teóricos con-
temporáneos no existe más remedio que la restauración de una genuina
XVIII PRESENTACIÓN

competencia informativa y un mayor escrutinio social. En esencia, todo


proceso monopólico en los medios de comunicación presenta caracterís-
ticas que vulneran la pluralidad y la calidad informativa, y este fenómeno
requiere la indispensable presencia de controles institucionales y de una
activa participación colectiva. Si los medios son poder, éste debe ser so-
cialmente atemperado.
En la parte final del presente estudio se desarrolla un importante capí-
tulo relativo a los avances tecnológicos y a su impacto en la sociedad del
siglo XXI, destacando el decremento de las audiencias masivas en el ám-
bito de la televisión al 50% en la década pasada en los Estados Unidos, la
desaparición de varios periódicos o la reducción significativa de sus tira-
jes, a cambio de un creciente número de individuos que adoptan nuevas
herramientas tecnológicas de datos, que les permite tener información
más personalizada de acuerdo con sus intereses específicos.
En el universo del Internet se ha registrado un crecimiento exponen-
cial que plantea severos cuestionamientos a la eficacia de los medios
tradicionales y que posibilita la formación virtual de grupos y asociacio-
nes políticas y sociales, el surgimiento de nuevas formas de interacción
ciudadana en el ámbito global, así como la transformación o desintegra-
ción de formas y vehículos políticos de participación comunitaria. La co-
municación por Internet ha dado pauta a formas más sofisticadas para
atraer la voluntad de los electores y para presentar con destinatarios seg-
mentados las propuestas de los partidos y los candidatos.
Como podrá advertirse, el presente trabajo ubica la centralidad de la
democracia y los medios de comunicación con una visión interdisciplina-
ria, tanto en el ámbito de la filosofía política como en el terreno de la nor-
matividad jurídica, sin descuidar las implicaciones socioeconómicas que
conlleva, por lo que su lectura se convierte en un referente obligatorio pa-
ra los interesados en el estudio del poder, para los actores políticos y para
los expertos en los temas comunicacionales.
Si bien es cierto que la obra del doctor José Luis Stein Velasco se refie-
re al ámbito genérico de la democracia y los medios de comunicación,
acercándonos valiosas aportaciones de lo ocurrido en otras latitudes sin
referirse explícitamente al caso mexicano, es precisamente en esto donde
descubro su mayor virtud, pues con la perspectiva que le permite su sóli-
da formación jurídica y su profundo conocimiento del sistema político
mexicano se sustrae a los asuntos nacionales de coyuntura y nos presenta
PRESENTACIÓN XIX

una propuesta indispensable para la discusión ordenada e inteligente de


esta asignatura aún pendiente en la democracia mexicana.
Sin duda que el presente trabajo académico del doctor José Luis Stein
Velasco resulta gratificante y oportuno en estos tiempos políticos carac-
terizados por la ausencia de ideas constructivas y tan ajenas a la luz de la
inteligencia.

Mariano PALACIOS ALCOCER


PRÓLOGO

De acuerdo con Giovanni Sartori, citado por el autor del libro que usted
está empezando a leer, “saber de política es importante aunque a muchos
no les importe, porque la política condiciona toda nuestra vida y nuestra
convivencia”. Absolutamente cierto. Sólo habría que agregar que la polí-
tica, a su vez, siempre es determinada por una definición de orden eco-
nómico.
El doctor Stein Velasco nos advierte que la opinión pública está confi-
gurada con base en el debate teórico, el análisis de asuntos particulares,
pero también en la perspectiva multivaria de los diversos puntos de vista,
intereses, preocupaciones y demandas de los diversos estamentos en que
la sociedad se integra, que a su vez derivan los componentes susceptibles
de prefigurar un juicio sobre el quehacer público y privado, la conducta de
quienes integran estos sectores y específicamente, de quienes asumen las
decisiones finales.
Si bien lo anterior cabe dentro de lo posible en todo entorno social
porque es inherente a la naturaleza humana, una suerte de consenso his-
tórico establece que el mejor marco para el desarrollo social es el de la
democracia; y de ésta, al parecer lo único en que todo el mundo continúa
de acuerdo sería en que, de acuerdo con el postulado clásico, está llama-
da a determinar las condiciones para el establecimiento de un gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Por lo demás, hay una demo-
cracia para cada momento de la historia y para cada grupo humano den-
tro de ella. Así somos. Estamos de acuerdo en la abstracción y cuando
llegamos a los hechos, la disensión da común denominador a palabras y
acciones ya no de clases o de grupos, de meros individuos.
Independientemente de lo anterior, está claro que hay un saldo ganan-
cioso en el reconocimiento de que la participación ciudadana en la forma-
ción de las alternativas de gobierno y en la toma de decisiones de la
sociedad forma parte no sólo de un discurso unificado en el signo de la glo-
balidad, sino, en más de un caso, también de la realidad. Si esa realidad

XXI
XXII PRÓLOGO

tiene una significación plenamente democrática, también es materia de


análisis, discusión, desacuerdo e infrecuentemente, de aproximaciones a
consenso. Es aquí donde aparecen los medios.
Sea cual sea la naturaleza de los medios, que invariablemente corres-
ponderá en cada caso a la del entorno social donde medren, prosperen o
padezcan, éstos son una herramienta de inevitable importancia figurati-
va, la cual les otorga peso específico y, como están las cosas en el mundo,
también puede considerárseles de relativa utilidad. Ciertamente son ne-
cesarios.
Hay que estar de acuerdo con el doctor Stein Velasco en que la ecua-
ción participación ciudadana-medios-decisiones de la clase en el poder es
susceptible de traducirse en procesos políticos, jornadas electorales,
constitución de gobierno e incidental aun cuando no invariablemente, en
resultados democráticos. Contrastantemente, para poder llegar a esos re-
sultados la condicionante es una atmósfera previa de democracia; para-
fraseando aquello de que dinero llama a dinero, democracia tendría que
llamar a más democracia. ¿Qué tan cierto puede ser esto de un mundo ca-
racterizado por una relatividad que no es precisamente la einsteniana?
A contestar ésta y otras interrogantes de similar naturaleza se dedica
esta obra, caracterizada por la acuciosidad de la investigación, la profun-
didad del interés analítico y la insólita claridad expositiva, que llega a
asumir el tono de una intervención académica en un colegio de profesio-
nales, de tal manera dicha que queda al alcance de todo receptor sin otra
condición que la del patrimonio personal de cada quien en materia de cu-
riosidad, la natural vocación al conocimiento consustancial de la natura-
leza humana.

MEDIOS Y DEMOCRACIA

Siendo necesariamente los medios un reflejo de la sociedad que los ge-


nera, es un error prescindir de su peso específico en los análisis del propio
cuerpo social. Democracia y medios se relacionan simbióticamente,
anota José Luis Stein Velasco en tal contexto. El compromiso de los polí-
ticos, dice, es interpretar con fidelidad las aspiraciones de una base elec-
toral y servir después a ésta, desde la administración, coadyuvando al
cumplimiento de la premisa general de justicia social. Los medios deben
PRÓLOGO XXIII

colaborar con la sociedad, no con los políticos ni con la burocracia, infor-


mándole con honradez, objetividad e imparcialidad.
Ahora bien, de igual manera que no siempre un sistema establecido
con fidelidad en los esquemas formales de la democracia es precisamente
democrático, y aun a veces atenta contra esa sustancia conceptual, los
medios pueden ser objetivos y hasta formalmente imparciales, pero no
necesariamente acatar premisas éticas. La contradicción va más allá de la
retórica, y, si se profundiza, llegará a descubrirse que no existe, pues los
medios simplemente responden a los intereses del segmento social que
les ha creado. Y en ese sentido tampoco podría acusárseles de falta de
honradez.
Se espera de ellos, puntualiza el autor, que estén dispuestos a “brindar a
la sociedad elementos indispensables para la solución de sus problemas”, y
plantea la necesidad de que la sociedad misma se reopolitice, expresión
que puede ser traducida como una suerte de actualización cívica conscien-
temente asumida. En ese entendido, los medios informan; la sociedad ana-
liza, procesa formulaciones y las plantea: la administración actúa: cada
quién su tiempo y circunstancia, donde a los medios corresponde un esce-
nario de foro ciudadano de incidencia en la conducta gubernamental. Lo
que está trazado es un círculo virtuoso.
El doctor Stein Velasco tiene razón al especificar que la información
es un bien común que algunos pocos aprovechan en mayor grado que la
mayoría, porque su arsenal tanto intelectual como cultural es más com-
pleto y desarrollado; y éste es un aspecto central de la polémica que en
torno a la democracia ha existido siempre: algunos, no muchos, disfrutan
de un patrimonio determinado por el origen, la definición clasista, que les
da un mejor grado de oportunidad de ser más iguales (en una expresión
cualitativa de ventaja dentro de la sociedad utópicamente igualitaria) que
otros, la mayoría, precisamente, que se supone debiera ser la privilegiada
número uno del entorno democrático. Ingrato, pero inevitable.
Es necesario, pues, situarse en la realidad para ir de lo deseable a lo
practicable. Y en dicha vertiente, Stein Velasco arma un formidable arse-
nal que consiste en un marco de referencia sólo parangonable, en la litera-
tura mexicana al respecto, a aquel clásico de la materia que fue el ensayo
sobre el derecho a la información del doctor Luis Castaño, cuyo valioso
texto, complementado con la historia del periodismo mexicano de María
del Carmen Ruiz Castañeda, son valiosas fuentes de consulta para el caso
XXIV PRÓLOGO

específico de este país, que constituye un territorio natural para las refle-
xiones que aquí están siendo vertidas.
En realidad, el consenso vigente en los inicios del siglo XXI fue expre-
sado en plena Reforma por Guillermo Prieto con las siguientes palabras:
“Considero a la prensa como la égida de la libertad, como el escudo más
firme de los derechos del hombre y por lo tanto, sostengo que debe ser li-
bre como el pensamiento”.
No obstante, el ejercicio del poder conlleva una tentación de hegemo-
nía, de la cual queda testimonio en los diferentes textos legales que al res-
pecto han surgido en diversas etapas de la historia. Sergio López Méndez
es autor de un párrafo altamente ilustrativo en su ensayo El saber y el po-
der alrededor de la imprenta. De la independencia a nuestros días,
singularmente coincidente con los rumbos actuales sobre la materia im-
perante en, prácticamente, todos los países:

Francisco Zarco, una vez aprobado el artículo séptimo Constitucional, re-


dactó la Ley Orgánica de la Libertad de Prensa. En ella se establecieron,
intencionalmente, definiciones muy vagas de los abusos de dicha libertad
con la finalidad de hacer que el goce del derecho en cuestión fuera prácti-
camente ilimitado. Además, los jurados que el artículo constitucional ha-
bía instaurado carecían de la presencia de un juez instructor, por lo que era
casi imposible perseguir a alguien por un presunto delito de imprenta. Tal
situación, curiosa y paradójicamente, creaba tribunales especiales para los
impresores, lo que contradecía la actitud de los liberales hacia los tribuna-
les especiales en cuestiones militares o religiosas.

Ahora bien, del dicho al hecho no siempre son cortas las distancias. Y
como la realidad contrastaba, dramáticamente a veces, con los plantea-
mientos no por inteligentes menos utopistas del gran periodista de la Re-
forma, López Méndez, como consecuencia de su análisis de una época
marcada por las contradicciones y la insurgencia de una sociedad repri-
mida, virtualmente en el cierre de un capítulo y la apertura de la otra den-
tro del proceso histórico, anota a continuación:

Evidentemente, la lasitud de la Ley Zarco dejó de existir, amén de la fuer-


te persecución porfiriana a los periódicos y periodistas contrarios al régi-
men. El Constituyente queretano, llegada ya la revolución, basó sus consi-
deraciones para la redacción de los artículos 6o. y 7o. constitucionales en
las que previamente había vertido el grupo liberal del 57. Una de sus im-
PRÓLOGO XXV

portantes innovaciones fue la de prohibición de secuestrar las imprentas


bajo la consideración de que éstas pudieran ser instrumento del delito.
Admirablemente, el Constituyente del 17 volvió a instaurar los jurados po-
pulares para los delitos de prensa, siempre que éstos atentaran contra el or-
den público o la seguridad exterior o interior de la nación (párrafo VI, ar-
tículo 20 constitucional). Esto aseguraba que el Estado no fuera juez y
parte cuando la libertad de imprenta diera lugar a ataques contra las autori-
dades o instituciones.

MEDIOS, PODER Y DEMOCRACIA

Y así podrían llenarse páginas y páginas con citas a propósito de los


momentos más significativos del ejercicio periodístico en la historia.
Invariablemente se encontrará un desarrollo en dos vertientes: al servicio
de los poderosos es una, y la lucha a favor de los desprotegidos, la otra.
Dice Alejandro Dumas en el párrafo final de El hombre de la máscara
de hierro que la nobleza, la fuerza y el valor (D’Artagnan) sucumbieron a
los intereses del poder, y sólo la astucia (Aramís, el paradigmático abate
D’Herblay) sobrevivió y moró sobre la tierra. A veces dan ganas de pen-
sar que lo mismo ocurre en el mundo de las palabras periodísticas, cuyos
patrones emblemáticos no siempre reflejan imágenes ideales, sino, por el
contrario, encarnan en arquetipos como el ciudadano Kane de Orson
Wells, aquel William Randolph Hearst cuya sencilla fórmula de éxito si-
gue provocando náusea: “Dadme sangre y sexo y os daré periódicos”.
Otros tiempos y otras ideas eran las que prevalecían cuando, por ejem-
plo, dijo Macaulay en pleno iluminismo que “la galería del parlamento
donde se sientan los periodistas se ha convertido en el cuarto poder del
reino”. Era justo el momento de la gran discusión nacional originada por
un texto incisivo y punzante, del poeta John Milton, la Areopagítica (y no
debe olvidarse la Epistula de tolerantia, de John Locke), enderezado a la
derogación de la Licensing Act.
Son de origen alegatos por la libertad de expresión, que en la práctica
reinstalaron a la Gran Bretaña en los campos de la inteligencia y el senti-
do común, de los cuales estaba ausente; en ellos se habían establecido dos
importantes mercados: el editorial y el publicitario, que hegemonizaban
holandeses y franceses, pues al prescindir del puritanismo implícito en la
XXVI PRÓLOGO

censura incursionaban con éxito en tan novedosas expresiones del comer-


cio. El valor de la palabra había comenzado a cotizarse en bolsa.
Por eso en la globalidad de la economía de mercado los excesos nor-
mativos no tienen lugar. Así de profunda es la raíz del tema abordado por
Stein Velasco, en la historia y en el tiempo.

UN MUNDO INTERDEPENDIENTE

Debe decirse que el autor no es un entusiasta improvisado, recién lle-


gado al tema por razones de moda o de oportunidad sexenal. El doctor
Stein Velasco tiene un consistente tronco académico firmemente arraiga-
do en la UNAM, The University of East Anglia y la Universidad Iberoa-
mericana. Estudioso vitalicio y docente vocacional, ejerce cátedra e
investigación como permanentes disciplinas de una vida comprometida
con la realidad de su tiempo.
Stein Velasco tiene un impresionante registro de actividad en el sector
público tanto en el ámbito internacional (la Conferencia Interamericana
de Seguridad Social es un ejemplo) como en el nacional, de algunas de
cuyas más importantes instituciones ha sido relevante colaborador: el
Instituto Mexicano del Seguro Social, el Infonavit, la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
son algunos de los escenarios desde los cuales ha servido a la sociedad.
Dentro del Partido Revolucionario Institucional ha desempeñado una ac-
tividad fructífera e intensa y está registrado como integrante de más de
una institución de asistencia privada.
Democracia y medios de comunicación, tema central de la obra que
ahora presentamos, es un tema que ya desarrolló en un primer y muy com-
pleto texto presentado este año de 2003 en el ámbito del Centro de Estu-
dios Estratégicos Nacionales. Anteriormente publicó completos trabajos
sobre problemas actuales del derecho constitucional; Democracia, parti-
cipación y representación política; El Estado democrático de derecho;
Democracia y Poder Legislativo; Constitucionalismo, poder y legitimi-
dad; Estado de derecho, sociedad y avance democrático; La reforma
constitucional en materia de derechos humanos. También la deuda ex-
terna, el sistema federal norteamericano y sus implicaciones económicas
han sido temas de su preocupación y análisis.
PRÓLOGO XXVII

El académico y el servidor público desembocan necesariamente en el


humanista, que ante la evidencia del carácter interdependiente del grupo hu-
mano antes y después de lo que hoy conocemos como globalidad, enfren-
tó alguna vez la fascinación intelectual (y social, naturalmente) de las dos
vertientes en que se planteó la conducta de los medios durante la segunda
mitad del siglo pasado, polémica cuyo marco fue la UNESCO de Ama-
dou M’tar M’Bow, patrocinadora del nuevo orden informativo mundial
alineada en el concepto del diálogo Norte-Sur, bajo el patrocinio intelec-
tual y ético de Sean McBride y, por la otra parte, el denominado libre flu-
jo de la información, que prevaleció en los hechos y configura la realidad
actual al respecto.

NUESTRO TIEMPO

Si, como queda claro, es la tesis del libre flujo de la información la que
predomina la realidad contemporánea en esta materia, queda perfecta-
mente clara la razón que asiste al doctor Stein Velasco para preocuparse
sobre cómo, en dicho escenario, sería posible establecer esa alianza entre
sociedad y medios para determinar las conductas del poder en la defini-
ción democrática.
De lo que se trata en nuestros días, y esto está claramente testimoniado
en el registro hemerográfico, es de dejar en manos de los medios el control
de su propia conducta, sin más que los códigos éticos determinados por los
propios editores, como marco normativo del ejercicio informativo.
Esto, en el México de nuestro tiempo, cuando el Poder Judicial ha sido
reconstituido por la dialéctica del entorno político que prefiguraron los re-
sultados electorales de 2001, marca una interesante coincidencia con la
forma de pensar y la constancia que de ella se dejó en el propio texto consti-
tucional, del México donde Francisco Zarco redactaba aquella ley cuya de-
liberada lasitud no tenía otro ámbito adverso en lo formal que el de los
jurados especiales. Se aprietan los tornillos en el caso de las instituciones
del Estado, pero se lubrican cuando se trata de la empresa periodística.
Globalidad no descarta interdependencia; se trata, en todo caso, de
conceptos consustanciales. De ahí que se acentúe el carácter genérico y
aun la vaguedad de conceptos como “objetividad e imparcialidad” y se
consolide, de manera simultánea, la correspondencia entre libertad de ex-
presión y libre acceso a la información, contribuyentes sustantivos a la
XXVIII PRÓLOGO

participación ciudadana guiada e impulsada por la opinión pública, cuyo


marco es inconcebible sin la conciencia de que todo derecho supone una
carga similar de obligaciones.
El determinante peso específico de las fuerzas del mercado radicaliza
la complejidad del contexto, pero también simplifica el ejercicio del dere-
cho a la información, cuya existencia se convierte en un condicionante de
la condición democrática del modelo social.
El discurso predominante descalifica al monopolio. Pero el periodista
Alejandro Romero puede escribir, sin faltar a la verdad:

El sol no se oculta en el reino de Rupert Murdoch. Hoy, cuando los paí-


ses han sido reemplazados por temibles imperios económicos y las na-
ciones han sido acorraladas por gigantescas multinacionales, los presi-
dentes se arrodillan a sus pies, las secretarias sienten escalofrío cuando
se le acercan, los niños lloran por culpa de su cara, y su expresa, la News
Corporation, una langosta que vale 5.3 billones de dólares y se dedica a
“producir y distribuir noticias, información y entretenimiento en todos los
lugares del globo”, se ha hecho la dueña de veinticinco periódicos amari-
llistas, cinco reconocidas editoriales, un inmenso estudio de cine que ha
producido tres de las cinco películas más taquilleras de la historia, varias
estaciones de televisión, tres sistemas satelitales, once canales especializa-
dos, siete revistas técnicas, un buscador de Internet.

Adviértase de paso que tan ilustrativo parlamento es provisto por el


buscador propiedad del señor Murdoch, Yahoo!
En contrapartida, aún dentro de la realidad tan poco grata significada
en la existencia de tan vastos monopolios, otro tipo de discursos definie-
ron otras formas de pensar: “Pertenezco a la generación del cambio, pero
la generación no se define por la edad, sino por una actitud ante la política,
ante la vida, una actitud ante nuestros conciudadanos, una actitud ante la
sociedad mexicana, ante la patria misma”, dijo un hombre de quien el autor
de este libro fue muy cercano colaborador: Luis Donaldo Colosio. Nadie
perdería la apuesta si reflexionara en que Stein Velasco, un convencido de
la necesidad del cambio, persiste en auspiciarlo, consciente de que hoy,
más que nunca, su necesidad es imperiosa.
De ahí que nos advierta, desde las páginas de su segundo capítulo,
“Los medios y las elecciones”, sobre tendencias de alto riesgo en el senti-
do de convertir a los candidatos en productos publicitarios químicamente
PRÓLOGO XXIX

puros, desligándolos de toda esencia social e invariablemente proclives a


convertirse en la clase de objeto que las reglas del marketing vayan deter-
minando. Y es que, podría suponerse, la propaganda involucionó al con-
cepto publicitario y naturalmente, la definición política fue suplantada,
no sustituida, con argumentos de venta ideados para situar marcas de ja-
bón en el mercado.
En tal contexto, parece utópico hablar de la comunidad de los medios co-
mo el civilizado foro desde el cual la sociedad participativa, convertida en
opinión pública, trazará caminos y dictará conductas a la administración. Pe-
ro conserva toda la vigencia el señalamiento de Stein Velasco cuando afirma
que tal debiera ser la función de la actividad periodística, sin la cual difícil-
mente podría concebirse la existencia misma de los medios.
La lectura de sus capítulos sobre “Evolución del estudio y análisis de
la opinión pública”, “Opinión pública y democracia”, “Opinión pública y
consenso”, es fundamental para los interesados en el tema y constituye
una valiosa aportación a la cultura política contemporánea. En las adelan-
tadas vísperas electorales que México está viviendo, los protagonistas de
la cada vez más cercana justa que no tomen conciencia, conocimiento y
destreza en tan obligada materia poco tendrán que hacer en un escenario
que se percibe esencial, fundamental, obligadamente inscrito en un linea-
miento mediático no sólo insoslayable, sino definitivamente inevitable.

CERTEZA EN LA POLÉMICA

La visión del autor sí resulta beneficiada de la formación académica y


el rigor metodológico consecuente. Pero, de manera fundamental, es re-
sultante de la experiencia militante de un hombre que ha visto a su socie-
dad desde las posiciones de análisis y decisión del partido que durante la
mayor parte del siglo pasado gobernó a este país. El epígrafe de Cicerón
no es un recurso fácil para presumir erudición. Ha sido certera, sagaz-
mente elegido.
Este libro es un aviso a tiempo para una sociedad en crisis. Para su diri-
gencia política, entendida ésta como la inteligencia en la academia, en los
partidos políticos, en la empresa privada y en la administración pública;
en los medios, naturalmente, porque pocas veces han sido reconocidos
como lo que esencialmente son actores políticos, como lo hace Stein Ve-
XXX PRÓLOGO

lasco. La inteligencia, pues, que no es reserva específica de tal o cual seg-


mento del conjunto social, sino patrimonio colectivo.
La inteligencia de todos y cada uno de los mexicanos, que, desde su
ubicación como personas, grupos, clases, debe transitar de la informa-
ción provista por los medios, a la conciencia de sí mismos, a la concien-
cia de la nación, para definir en forma y fondo al gobierno llamado a
continuar la transición iniciada en 2001.
Una transición en la cual lo que menos importará será la sigla partidis-
ta, porque ninguno de los partidos políticos podrá aspirar a hacerse, de
manera unilateral y monopólica, del poder delegado por el voto. Quizá la
variable predictible consista en la búsqueda de un equilibrio más real en-
tre los tres poderes, donde el Legislativo y el Ejecutivo ya saben que no
están solos porque el Judicial ha revaluado su presencia mucho más allá
de lo formal. Y porque, si las cosas salen bien, otro poder, el cuarto que
decía Macaulay, estará pendiente de ellos. Y a través de él, el verdadero y
más importante de todos los poderes: el de la sociedad.
La obra tiene un enfoque multidisciplinario con la natural prevalencia
del derecho, porque tal es la disciplina formativa del autor, pero también
porque le convierte en el eje rector de la conducta de la sociedad, y esto ya
no es resultante tanto del perfil profesional, como de la vocación social.
Así, el abogado Stein Velasco plantea con transparencia formulaciones
de tersa congruencia con las palabras de los propios periodistas; valga ci-
tar el caso de Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique, edición españo-
la), que en su trabajo El Quinto Poder diserta de la siguiente manera: “La
prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios,
en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de
los poderes... los tres poderes tradicionales (legislativo, ejecutivo y
judicial) pueden fallar, confundirse y cometer errores...”.
La globalización, apunta Ramonet, ha desnaturalizado de quince años
para acá, lo que alguna vez fue denominado el “cuarto poder”, es decir, la
voz surgida de la conciencia de los medios para dar cauce a la opinión pú-
blica constituida en el consistente ejercicio del derecho a la información.
Ahora ese cuarto poder, globalizado, es otro competidor del capital y sus
delegados políticos.
Por eso, concluye Ramonet, es urgente desarrollar una reflexión sobre
la manera en que los ciudadanos pueden exigir a los grandes medios de
comunicación mayor ética, verdad, respeto a una deontología que permi-
PRÓLOGO XXXI

ta a los periodistas actuar en función de su conciencia y no en función de


los intereses de los grupos, las empresas y los patrones que los emplean.
Pues es verdad: normar el derecho a la información es una imposibili-
dad en nuestro mundo, pese a la falta de lógica aparente de esto si se con-
sidera que en el mismo escenario hay marcos normativos para el ejercicio
de profesiones como el derecho, la medicina, las ingenierías, para la fun-
ción pública y para los cultos religiosos. Pero no para el mercado y sus
conductas.
Dentro de ese escenario debe darse, se está dando, la batalla cívica cu-
ya caracterización apunta José Luis Stein Velasco en este libro. La obli-
gatoriedad, más que la necesidad de esa confluencia del carácter
participativo de la sociedad con el papel que a los medios corresponde
dentro de ella, para garantizar el afincamiento de los puntos básicos del
entorno democrático y generar la retroalimentación del mismo, no es ne-
cesariamente una proeza, pero sí es un acierto percibir su calidad de ur-
gencia.
Y es una clara evidencia de conciencia la determinación de hacerlo. Si
se agrega a lo anterior la pulcritud idiomática, la impresionante suma de
recursos de inteligencia y la argamasa de la lógica que levantan el edificio
informativo y reflexivo de democracia y medios de comunicación, lo me-
nos que es posible, es agradecer esta valiosa contribución que en tan
oportuno momento llega a la sociedad mexicana.

PARA TERMINAR

No son pocos los años de mi vida los que han transcurrido en el mundo
del periodismo, en el ámbito amplio de la comunicación. Pertenezco a esa
tribu. Sé, porque son las mías, de sus preocupaciones, proyectos, pers-
pectivas.
Por eso me ha resultado grata (aun cuando preocupante) la amable soli-
citud del doctor Stein Velasco para escribir los párrafos que ahora me dis-
pongo a culminar.
Mucho más grato fue verificar cómo, a medida que transcurría la lectu-
ra de los originales, fue encontrando la coincidencia de intereses natural
entre un estudioso de su propia sociedad y el gremio al cual pertenezco,
que asimismo, tiene como proyecto vital la observación de la sociedad y
XXXII PRÓLOGO

sus conductas y, no sé aún a estas alturas si padece o disfruta más, la dis-


yuntiva permanente entre la objetividad y el compromiso.
Nadie está dispuesto a renunciar a su inteligencia ni a su conciencia, y
ésta, para mí, es la conclusión más valiosa que me deja la lectura del libro
de José Luis Stein Velasco. Pues del justo equilibrio entre esos compo-
nentes esenciales de la naturaleza humana depende la correcta inserción
de todo ser humano en el conjunto social.
Tal es, considero, el mensaje de fondo que aporta Democracia y me-
dios de comunicación. Un libro de lectura necesaria. Una lectura inevita-
blemente útil.
Grato ha sido el encargo de leer, reflexionar y opinar sobre esta obra.
Lo agradezco. Como agradezco mi circunstancia personal el privilegio de
que el autor cuente entre mis amigos. Testimonio invaluable de que la se-
lección natural tiene también en la relación social el peso específico que
Charles Darwin atribuyó en su teoría a su incidencia en la evolución de
las especies.
Este es un libro, finalizo, inscrito en los caminos de la evolución. Pen-
sado para México, por México. Por un mexicano. Celebrémoslo.

Manuel ALONSO MUÑOZ


RECONOCIMIENTO

Expreso mi gratitud al doctor Diego Valadés, director del Instituto de


Investigaciones Jurídicas de la UNAM, por la oportunidad que me ha
brindado para la publicación de este libro. Su invariable interés y amis-
tad con que me ha honrado de tiempo atrás los valoro ampliamente. Al
jurista con visión de estadista —condiciones que mucho se requieren en
nuestro país para gobernarlo—, le refrendo mi admiración y afecto.
La publicación de este trabajo permite una oportunidad para expresar
sentidos agradecimientos a amigos, que me han distinguido con su apoyo
y confianza en distintos momentos. En forma particular está un antiguo
reconocimiento a un mexicano de gran valía y con gran valor: a mi
maestro y amigo Jorge Carpizo. Otro más lo dirijo a Andrés Holzer, quien
desde hace muchos años y bajo diversas circunstancias me ha dado
significativas muestras de su aprecio.
La presente investigación tuvo un apoyo profesional determinante e
invaluable, que permitió el avance sustantivo y la materialización de este
libro. A la licenciada Ma. Elena Tanabe García le expreso mi más espe-
cial agradecimiento y reconocimiento.

José Luis F. STEIN VELASCO

XXXIII
INTRODUCCIÓN

Todos los males de la democracia pueden cu-


rarse con más democracia.
Alfred E. SMITH

Las patrias como la democracia se construyen


en la verdadera comunicación.
Eduardo SASTRÉ DE LA RIVA

El presente trabajo intenta establecer y analizar los principales elementos


que ocupan un lugar sustantivo en la relación entre democracia y medios
de comunicación, sus características particulares, su operación y efectos.
A lo largo de esta investigación, asimismo, se presentan evidencias que
alertan sobre la operación e impacto del quehacer de los medios en la de-
mocracia, e invitan a diversas reflexiones al respecto.
En este estudio también se comparan algunas de las teorías más desta-
cadas sobre el tema, así como opiniones de expertos en la materia. De
igual forma, se muestran ejemplos prácticos de lo ocurrido en diversos
países y la forma en que se refleja en sus respectivos ordenamientos jurí-
dicos. Los resultados serán elementos que contribuyan a obtener una ma-
yor comprensión de una materia que no sólo tiene importancia actual,
sino que es de gran trascendencia para toda sociedad moderna o para
aquella que busca serlo.
En la relación entre democracia y medios de comunicación hay temas
que merecen una atención especial, entre los que se encuentran la partici-
pación ciudadana y la vida privada del individuo. También hay otros que
sin duda alguna inciden en forma directa y tienen una singular importancia,
como son la libertad de expresión, el derecho de acceso a la información y
la opinión pública. Estos temas se abordan respectivamente en capítulos
que integran el presente libro. Otros más, los constituyen elementos que

XXXV
XXXVI INTRODUCCIÓN

inciden significativamente en el vínculo que se forma entre la democracia


y los medios, como son los procesos electorales; la intervención de espe-
cialistas en medios, imagen, encuestas, relaciones públicas y mercado-
tecnia; la democratización de medios; la regulación de medios y códigos
de conducta; el libre mercado y los monopolios, así como los avances tec-
nológicos en el ámbito de la comunicación. Finalmente, este trabajo con-
cluye con una serie de consideraciones y planteamientos.
La presente investigación ha tenido como objetivo mostrar las consi-
deraciones y señalamientos de diversos expertos en la materia, así como
presentar las experiencias ocurridas en otros países, poniendo especial
atención en algunos que son identificados, como democracias modernas.
Los resultados obtenidos buscan contribuir a la integración de un mar-
co de información y conocimiento, con base en el cual no sólo políticos o
comunicadores, sino cada ciudadano reflexione, se exprese y decida fi-
nalmente los pasos a seguir en el desarrollo democrático de México y el
actuar de los medios de comunicación en este destino.
CAPÍTULO PRIMERO
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA
Y MEDIOS

I. Democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
II. Medios de comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
III. Participación ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Privacidad del individuo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
CAPÍTULO PRIMERO
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS

La sabiduría sin elocuencia ha sido de escasa


utilidad para los Estados, pero la elocuencia
sin sabiduría a menudo ha constituido un gran
obstáculo y nunca una gran ventaja.
CICERÓN

Who steals my purse steals trash; tis somet-


hing, nothing; twas mine; tis his, and has been
slave to thousands; but he that filches from me
my good name robes me of that which not en-
riches him, and makes me poor indeed.
OTHELLO, act III

Hoy en día el pensar en la transición, fortalecimiento y avance de la de-


mocracia, sin considerar la importancia de los medios de comunicación,
puede llevar a conclusiones parciales e incluso erróneas. La relación en-
tre la democracia y medios de comunicación presenta por sí misma nu-
merosas y diversas complejidades, que invitan a la elaboración de distin-
tos análisis, desde múltiples y variados puntos de vista.
La relación que guarda la democracia y los medios de comunicación,
como se podrá observar a lo largo del presente estudio, es simbiótica. De
hecho, uno es inherente al otro.1 En consecuencia, el surgimiento, fortale-

1 El constitucionalista Diego Valadés, en su obra titulada El control del poder, al refe-


rirse a la relación entre los parlamentos y los medios de comunicación, afirma que ésta es
“paradójica”. En su opinión: “Si por una parte los medios desplazan parcialmente a los par-
lamentos en la función crítica del gobierno, por otro lado son los instrumentos de resonan-
cia de las deliberaciones parlamentarias. Sin el efecto de opinión que supone la posibilidad
de los actos parlamentarios, el esfuerzo por controlar al poder no tendría consecuencias po-

1
2 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cimiento, consolidación y desarrollo de la democracia requiere a su vez


del surgimiento, fortalecimiento, consolidación y desarrollo de medios
de comunicación y comunicadores libres, independientes, honestos, plu-
rales, incluyentes y responsables. Ellos, a través de su quehacer, deben
brindar a la sociedad una información veraz, imparcial, objetiva, oportu-
na y amplia.
Estas condiciones obligan a examinar permanentemente si los medios
están contribuyendo efectivamente a lograr el desarrollo de la democracia,
así como a perfeccionar mecanismos o construir nuevas fórmulas para for-
talecer esa tarea. En caso del supuesto de que los medios no contribuyan al
desarrollo democrático, se hace necesario ponderar hasta dónde llega ello,
qué factores lo han causado, cuáles son los obstáculos que impiden ese fin,
y cuál es el camino para que los medios y comunicadores cumplan su fun-
ción en una democracia a favor de la sociedad.
La democracia y los medios de comunicación constituyen por separado
dos temas de gran relevancia, y que por sí mismos son amplios, complejos
y polémicos. Cada uno ha sido y seguirá siendo materia de gran atención e
investigaciones específicas. El analizarlos en este trabajo en forma separa-
da reclamaría de tareas que desviarían a la principal, que es el objetivo de
este estudio. Por tanto, en las siguientes líneas se hace una referencia so-
mera sobre cada uno de esos dos temas, en donde se podrá observar desde
un inicio el vínculo natural que hay entre ellos.

I. DEMOCRACIA

La democracia se ha entendido ampliamente como un sistema donde el


gobierno es del pueblo. Sin embargo, este postulado no está libre de obser-
vaciones, precisiones y críticas. Históricamente, se observa que este poder
se ha ido acompañando de contrapesos y límites, de su ejercicio a través de
representantes, de su obtención por medio de elecciones libres y transpa-
rentes ante una diversidad de alternativas, de la universalidad del voto, así
como de la protección a libertades y derechos individuales. Asimismo, este
poder se ha delineado por la intervención de otros conceptos con su propia
dinámica, como son libertad, justicia, pluralidad, tolerancia y equidad, en-
tre otros. Sobre la democracia también se encuentran numerosas opiniones

líticas en el ámbito social”. El control del poder, México, Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, p. 91.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 3

en cuanto a las formas, condiciones y grados en que ese gobierno del pue-
blo debe ser ejercido.2
Tan pronto como se inicia una búsqueda en la definición de la democra-
cia se encuentra que ella ha sido entendida en una amplia gama de formas
diversas. En varias ocasiones las propuestas son coincidentes. Sin embar-
go, paradójicamente, también hay puntos de vista distintos y hasta diver-
gentes entre ellos mismos. Como un ejemplo de definición reciente que
guarda relevancia por su representatividad se encuentra la adoptada por los
jefes de Estado y de gobierno participantes en la Conferencia de Seguridad
y Cooperación en Europa (CSCE), que fue firmada en el otoño de 1990 e
incorporada dentro de la Carta de París. En ella se sostuvo que el gobierno
democrático está basado en la voluntad del pueblo, expresada regularmen-
te a través de elecciones libres y justas. La democracia tiene como funda-
mento el respeto para la persona humana y el Estado de derecho. La demo-
cracia es la mejor salvaguarda de la libertad de expresión, de la tolerancia
de todos los grupos de la sociedad y de igualdad de oportunidades para ca-
da persona. La democracia, con su carácter representativo y plural, otorga
al electorado el escrutinio y la obligación de las autoridades públicas de
obedecer la ley e impartir la justicia en forma imparcial. Nadie debe estar
por arriba de la ley.3
No puede perderse de vista que en la superficie un gobierno puede ajus-
tarse o reunir las características formales contenidas en una definición de
democracia. Sin embargo, en sustancia puede distar de serlo, de ser indife-
rente ante el desarrollo democrático de una sociedad, o incluso impedirlo.
Respecto a tal hecho, las palabras de Anthony Arblaster pueden brindar
una explicación. En su obra Democracy, este autor argumenta que la de-
mocracia es un concepto antes de convertirse en un hecho, y debido a que
es un concepto, ella no tiene un único significado preciso o sobre el cual

2 Sartori, Giovanni, Homo videns. La sociedad teledirigida, México, Taurus, 1998,


p. 123.
3 Para otros ejemplos de definición, véase Weale, Albert, Democracy, MacMillan
Press LTD, 1999, pp. 13-18; Murakami, Y., Logic and Social Choice, Nueva York, Do-
ver Publications, 1968, pp. 28 y 29; Pennock, J. Roland, Democratic Political Theory,
Nueva Jersey, Princeton University Press, 1979, pp. 6 y 7; Barry, Brian, Democracy and
Power, Oxford, Clarendon Press, 1991, pp. 25-27; Ceaser, James W., Liberal Democracy
and Political Science, Baltimore y Londres, John Hopkins University Press, 1990, pp. 6
y 7; Lijphart, Arend, Democracy in Plural Societies. A Comparative Exploration, New
Haven y Londres, Yale University Press, 1977, p. 4.
4 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

haya un solo acuerdo. El mismo autor señala que la democracia ha tenido


diferentes significados, así como connotaciones a lo largo de su historia, y
hoy en día es entendida en forma diferente, dependiendo de cada sistema
social y económico existente.4
Por otra parte, se observa que el término “democracia” con frecuencia se
acompaña de calificativos. Ello refleja en gran medida un intento de acotar
el término para lograr darle un significado más preciso, o bien para caracte-
rizar el campo en que algún estudioso de la materia ubica a la democracia a
efecto de delimitarla, medirla, evaluarla o contrastarla con otros sistemas.
La democracia adquiere matices de mayor complejidad, debido a que
ella se encuentra permanentemente inserta en transformaciones sociales,
políticas y económicas. En consecuencia, la democracia forma su concepto
dentro de un proceso dinámico; nunca en forma estática y sin transforma-
ción alguna. Burdeau parece ver esta misma característica de la democra-
cia cuando sostiene que “...se puede afirmar, sin paradoja, que el uso mis-
mo de las instituciones democráticas provoca la inestabilidad de la noción
de democracia. Si la observación es fundada conduce a concebir la demo-
cracia, no como un estado, sino como un movimiento”.5 El aceptar que la
democracia adquiere un significado de manera dinámica y no estática lleva
a concluir que aquellos que intenten definir a la democracia en términos de
cómo se configura en un momento preciso, a pesar de emplear el mayor ri-
gorismo académico posible, podrán quedar apartados de la realidad por el
propio avanzar de lo que una sociedad espera, otorga y demanda de la de-
mocracia. En este contexto, las palabras de Arblaster cobran una gran rele-
vancia: “To suppose that this century can fix the definition of democracy
or, even more arrogantly, that it is in this century that democracy has been
finally and definitively realized, is to be blind not only to the probabilities
of the future but also to the certainties of the past”.6
A la democracia también se le atribuyen diversas virtudes que surgen de
ideas, impresiones, expectativas, esperanzas y demandas de miembros
de una sociedad en búsqueda de una vida más digna, tanto en la esfera polí-
tica como en la económica y en la social. Por tanto, no puede perderse de
vista que la democracia se ha convertido en un concepto que se extiende

4 Arblaster, Anthony, Democracy, 2a. ed., Buckingham, Open University Press,


1994, p. 3.
5 Burdeau, George, La democracia, 2a. ed., Caracas y Barcelona, Ariel, 1970, p. 149.
6 Arblaster, Anthony, op. cit., p. 7.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 5

más allá de una forma de gobierno o sistema político como tal. La demo-
cracia ha sido, es y será también un ideal a alcanzar por diversas socieda-
des, y, por ello mismo, sujeta a transformarse de acuerdo con las deman-
das, expectativas, esperanzas e ilusiones de una sociedad. Un ideal a la luz
del cual la realidad sea vista y un futuro a construirse. Refiriéndose a las
expectativas con que se ha rodeado a la democracia, Shapiro y Hac-
ker-Cordón observan que el ideal democrático vive en una tensión que se
ajusta a las realidades políticas en la mayor parte de los sistemas llamados
democracias.7 Divorciar lo que la democracia constituye como sistema po-
lítico de las creencias populares que se tienen de ella impide compenetrar
su mística y comprender las razones que le otorgan tan grande importancia
en el mundo moderno.8
En la literatura sobre la democracia se encuentra asimismo, que en algún
momento fue común el hablar de los “prerrequisitos” para establecer un
gobierno democrático, o bien de los “requisitos” para su mantenimiento y
operación.9 Las propuestas al respecto son variadas y con características
cuestionables en distintas ocasiones.
En otros casos, hay quienes en lugar de pensar en prerrequisitos o requi-
sitos han puesto su atención en las condiciones de la democracia, tal y co-
mo lo hace J. Roland Pennock. Este autor encuentra que no es posible iden-
tificar una de ellas, que en particular sea “necesaria” o “suficiente” para el
establecimiento o desarrollo de la democracia. Ello ocurre debido a que ta-
les condiciones son materias de grado, a menudo no están sujetas a medi-
ción y tienden a intercambiar sus características con unas y otras. Pennock
organiza las condiciones referidas en tres grandes grupos: históricas, so-
cioeconómicas y político-culturales. En el primer grupo se encuentra la
identidad y lealtad nacional con el sistema de gobierno, así como un sus-
tantivo periodo de constitucionalismo. En el segundo grupo pone a una so-
ciedad necesariamente “abierta” y al impedimento para que se concentre el
poder. En el tercero, ubica a la dignidad, autonomía y respeto a la persona;
la creencia en los derechos individuales; la confianza, tolerancia y volun-

7 Estos autores también puntualizan que la democracia igualmente brinda un listado


engañoso de prácticas políticas que difícilmente merecen ser calificadas como democrá-
ticas. Shapiro, Ian y Hacker-Cordón, Casiano, “Promises and Disappointments: Reconsi-
dering Democracy’s Value”, en Shapiro, Ian y Hacker-Cordon, Casiano (eds.), Demo-
cracy’s Value, Cambridge University Press, United Kingdom, 1999, p. 1.
8 Sobre esta consideración véanse las afirmaciones de Burdeau, George, op. cit., p. 5.
9 Pennock, J. Roland, op. cit., pp. 206-208.
6 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tad de compromiso; una sociedad alfabetizada y educada; compromiso con


los procesos y valores democráticos; un espíritu público; nacionalismo;
consenso y compromiso partidista; así como instituciones.10 Finalmente,
en sus conclusiones sobre las condiciones de la democracia, Pennock hace
referencia a la importancia del constitucionalismo. Él argumenta que la lu-
cha de individuos a favor de sus derechos y el enfrentar tiranías que los
amenazaban o impedían su ejercicio da base a la teoría del mismo, el cual
es totalmente compatible con el pluralismo social. Este autor sostiene que
la anterior conclusión está reforzada por el hecho de que las más estables
democracias son aquellas donde el constitucionalismo fue firmemente es-
tablecido antes de que la democracia fuese altamente desarrollada.11
Por otra parte, también se ha sostenido que muy posiblemente la demo-
cracia continúe siendo un concepto contestatario así como crítico. Por
ejemplo, el politólogo Arblaster sostiene: “Democracy is likely to remain
not only a contestable concept, but also a ‘critical’ concept; that is, a norm
or ideal by which reality is tested and found wanting. There will always be
some further extension or growth of democracy to be undertaken”.12
Históricamente, se encuentra que la democracia ha sido en algunos
tiempos vista por una elite como uno de los peores tipos de gobierno, un
gobierno de la muchedumbre. Estudiosos de la materia han destacado este
punto en varias ocasiones. Así, C. B. Macpherson comenta al respecto que:

Democracy used to be a bad word. Everybody who was anybody knew


that democracy, in its original sense of rule by the people or government
in accordance with the will of the bulk of the people, would be a bad thing
fatal to individual freedom and to all the graces of civilized living. That
was the position taken by pretty nearly all men of intelligence from the
earliest historical times down to about a hundred years ago. Then, within
fifty years, democracy became a good thing.13

Actualmente el consenso mundial es que la democracia constituye un


elemento sine qua non de toda sociedad moderna. Aun y cuando ella no sea
la fórmula perfecta, hoy en día se le considera como la mejor para asegurar

10Ibidem, pp. 206-259.


11Pennock, J. Roland, op. cit., p. 257.
12Arblaster, Anthony, op. cit., p. 6.
13Macpherson, C. B., The Real World of Democracy, Oxford, Clarendon Press,
1966, p. 1.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 7

a la ciudadanía su participación, expresión y decisión tanto en la elección


como en la operación de un gobierno. En este sentido, Pennock sostiene
que la democracia se ha convertido en la norma, en el ideal al que todos as-
piran.14 De igual forma, se presenta como la mejor vía para que el electora-
do emita su juicio sobre las acciones y decisiones de quienes forman parte
de un gobierno y representantes de toda institución u organismo político.
De hecho, tal y como lo observó desde mediados del siglo pasado el politó-
logo francés George Burdeau: “Para millones de hombres de hoy… la de-
mocracia es el régimen que hace del poder el servidor de sus voluntades”.15
Si se desea comprender el significado que ha venido adquiriendo en di-
versos momentos la democracia, resulta esencial que se entienda el desa-
rrollo de las sociedades, de sus aspiraciones, de la formación y ejercicio del
poder que las ha regido.
En este orden de ideas, no se pueden hacer a un lado los factores decisivos
en la democratización de una sociedad, y de la forma en que se nutre y puede
avanzar la democracia. Finalmente, hay una cuestión de poder y de su distri-
bución. Aunado a lo anterior, debe tenerse en cuenta que la vida de una so-
ciedad y cultura democráticas involucra valores que determinan la forma en
que interactúa la gente y se comporta uno frente a otro, ya sea como indivi-
duos o como grupos.
Respecto a la vida de la democracia, hay un hecho que se presenta con
toda claridad como irrefutable. La idea de la democracia ha sido una idea
política que ha trascendido diversas etapas, ha evolucionado y se ha adap-
tado para responder a distintas necesidades e incluso intereses a lo largo de
la historia. Una reflexión seria sobre la democracia y la relación que existe
entre la idea y la realidad de la misma da lugar a consideraciones significa-
tivas. En este sentido, Arblaster observa: “...we discover that common sen-
se is a quite inadequate guide. And the problem of the relation between
idea and reality is only one of the difficulties”.16 La democracia debe ser
revisada a la luz de las realidades en que se pretende que opere. En este
sentido, puede encontrarse que la transición a la democracia a menudo se
traduce en un proceso gradual.
La gran variedad de formas de ver el significado, las múltiples y varia-
das características que pueden adscribírsele, los diversos intentos de aco-

14 Pennock, J. Roland, op. cit., p. 217.


15 Burdeau, George, La democracia, cit., p. 154.
16 Arblaster, Anthony, op. cit., pp. 3 y 4.
8 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tarla mediante calificativos, la dinámica que la distingue, así como las ex-
pectativas que la rodean como un ideal, reflejan una situación innegable
respecto a la democracia. Ella es que el intento de definirla, de caracterizar-
la, de acotarla, de plantearla conforme a los ideales que debe perseguir,
puede derivar en un ejercicio poco fértil, cuyos resultados sean limitados,
parciales o apartados de una realidad total y lleven a formar ideas incluso
equívocas.
Todo lo anterior no puede formar un obstáculo que impida encontrar el
alma de las columnas sobre las que se ha venido construyendo la democra-
cia a lo largo de su vida, en las diversas formas que ha tomado y con las dis-
tintas atribuciones o expectativas que se le han otorgado. En esta búsqueda
hay respuestas indiscutibles. En todo momento la democracia se destaca
por un elemento básico: el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pue-
blo, con facultades y controles constitucionales. Necesariamente este ele-
mento requiere para su materialización y auténtica operación de una condi-
ción fundamental: la participación ciudadana. En este orden de ideas, es de
importancia fundamental que la sociedad esté debidamente informada, con
acceso a la información, que los sistemas y medios de comunicación estén
ampliamente abiertos y accesibles para todo miembro de la sociedad y por
ninguna razón que ellos estén bajo el control de unos mismos intereses par-
ticulares.17
En una democracia, la participación ciudadana es condición sine qua
non.18 Ella es fuente de expresión del sentir popular que da lugar a la for-
mación del consenso social, conforme al cual deben quedar acotadas las
decisiones políticas gubernamentales. Por ello, la participación ciudadana
también es base de la legitimidad de toda autoridad gubernamental y de las
decisiones que esta última tome. Una democracia se distingue porque su
gobierno es producto del consenso, y no resultado de la coerción. En ella,
el gobierno descansa en una legitimidad popular —no significando por
ello un mero actuar populista—, donde la voluntad popular es expresada a
través del voto universal y secreto, de manera periódica y reconocida como
auténticamente valedera y definitoria en los resultados electorales. El dere-
17 Apter, David E., The Politics of Modernization, Chicago, University of Chicago
Press, 1965, p. 456.
18 Vaclav Havel, por ejemplo, ha destacado esta característica con las siguientes pa-
labras: “Freedom and democracy require participation and therefore responsible action
from us all”, en Knopf, Alfred A. (ed.), The Art of the Impossible: Politics as Morality in
Practice Speeches 1990-1996, Canadá, 1997, p. 5.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 9

cho del ciudadano a elegir presupone la presencia de alternativas entre las


que pueda pronunciarse a favor de alguna de ellas, a través de la participa-
ción de un electorado capaz de ejercer tal derecho que, de acuerdo con la
teoría democrática, lo hace con un conocimiento y de manera racional. En
este sentido, Norberto Bobbio señala que la participación en la democracia
liberal asume que una vez que los ciudadanos adquieren el derecho de ele-
gir a sus gobernantes, ellos están suficientemente bien informados para vo-
tar por el candidato con las mejores calificaciones y virtudes.19

II. MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En la opinión de Doris Réniz Caballero, la información es una necesi-


dad social y condición para normar la actuación de la sociedad, en la bús-
queda de soluciones a sus problemas y para lograr su progreso. Ella debe
ser, por tanto, un derecho de la sociedad.20
Indiscutiblemente, los medios a través de su acción informativa contri-
buyen de manera sustantiva a la formación del conocimiento político ciu-
dadano y a la toma de decisiones por la sociedad en su conjunto. Giovanni
Sartori señala en forma sucinta que: “Saber de política es importante aunque
a muchos no les importe, porque la política condiciona toda nuestra vida y
nuestra convivencia”.21 La información es un medio indispensable para al-
canzar importantes premisas y objetivos de la democracia. De esta forma, a
través de la información se pueden obtener los elementos cognitivos necesa-
rios para entender, contextualizar y evaluar los eventos políticos, así como
las decisiones gubernamentales; conocer y juzgar los procesos y resultados
de programas y políticas de un gobierno; facilitar la comprensión de las au-
ténticas causas, razones u objetivos de los mensajes y propuestas políticas;
analizar las respectivas justificaciones de un gobierno, instituto u organi-
zación políticos, de alguno de sus miembros o representantes y de otros ac-
tores políticos, respecto a sus decisiones o acciones; promover el debate
ciudadano y brindar a la sociedad elementos indispensables para la solu-
ción de sus problemas. En este sentido, mientras más se informe y conozca
la sociedad sobre las razones y dirección de la política, ella tendrá una ma-

19 Bobbio, Norberto, The Future of Democracy, Cambridge, Polity Press, 1987, p. 19.
20 Réniz Caballero, Doris, “En qué consiste el compromiso de informar al receptor”,
Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2 (62), abril-junio de 1999, p. 99.
21 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 65.
10 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

yor y más amplia oportunidad de participar de manera sustantiva en la


construcción y operación de la democracia.
En los tiempos modernos, la fuente principal de información de la socie-
dad está constituida por los medios de comunicación masiva. A través de
ellos, un mensaje o nota informativos alcanzan a un extenso número de ciu-
dadanos. Su presencia y fuerza se han incrementado, en la medida en que
ha crecido su cobertura a más individuos. Actualmente, los medios de
comunicación, particularmente la radio y la televisión, ocupan un lugar
predominante en la formación o inducción de la opinión pública en materia
política. Los recursos que aplican estos medios para lograr tal objetivo lle-
gan a niveles extraordinarios en términos económicos, de tecnología, de
sofisticación y de impacto. Esta condición de los medios les otorga a su vez
la posibilidad de incidir en diversas formas en el escenario político y, por
tanto, en la construcción de la democracia en sus diversas etapas de transi-
ción, fortalecimiento, consolidación y avance hacia nuevos estadios. Para-
dójicamente, también les puede permitir limitarla, erosionarla e incluso
destruirla.
Sin duda alguna, un elemento esencial para construir la democracia es la
participación de los miembros de una sociedad en los diversos procesos
institucionales para la formación de consensos y decisiones sobre los asun-
tos o problemas nacionales y de su interés particular. En todo momento la
solidez democrática de este quehacer dependerá de que la ciudadanía esté
provista con más información veraz, objetiva, completa y oportuna. Sobre lo
comentado con antelación, en ningún momento debe perderse de vista que la
información a la sociedad es parte sustantiva y primordial de una democra-
cia. La información debe ser entendida en un sentido amplio. Es decir, no
sólo información de hechos, sino de análisis, comentario, debate, discu-
sión, crítica y propuesta. Una sociedad democrática, por tanto, requiere li-
bertad de información y libertad de expresión. Estos elementos dan a los
medios de comunicación su fuerza vital para brindar a la sociedad la infor-
mación requerida para formar juicios y decisiones democráticas, que a su
vez sean parte del andamiaje cultural democrático de un pueblo.
En virtud de que tanto la democracia y la información encuentran su
principal recipiente en cada miembro que integra a una sociedad, resulta
necesario formular algunas consideraciones en torno a la importancia de la
participación ciudadana.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 11

III. PARTICIPACIÓN CIUDADANA

En la práctica de la democracia, histórica y generalmente las sociedades


se habían venido limitando básicamente a elegir a sus representantes y a
otorgarles un mandato, para decidir y actuar en torno a distintas materias
en el ámbito de su jurisdicción. Sin embargo, hoy en día proliferan nume-
rosas y variadas opiniones o propuestas que muestran una seria insatisfac-
ción con lo anterior y presentan diversos cuestionamientos al respecto.
Con relación a ello, Juan Carlos Flores Zúñiga señala que:

...hay una corriente que ha venido tomando fuerza y es la de la repolitiza-


ción de las sociedades, una repolitización que no se opone a la teoría de la
despolitización, sino que recoge lo principal de ella y plantea repolitiza-
ción en términos de conveniencia para la comunidad, combinando las
fuerzas sociales y populares en torno a canales de liberación tradicional,
para poder formalizar un sistema y hacer gobernable un sistema político.
Esto implica necesariamente la participación profunda, mesurada, calcula-
da si se quiere del periodista en asuntos de la comunidad, la política sin
mediatizar la vida política que es lo que nos tiene hoy enfrentados.22

Para todo aquel que está atento y abierto a las demandas sociales, cada
día queda menor duda de que numerosos miembros de la sociedad exigen
más democracia, y que uno de los caminos a través del cual busca ese
avance es teniendo una mayor y más directa participación. Esta participa-
ción no se reduce a intervenir en procesos electorales populares, sino que
exige los espacios institucionales para que la ciudadanía exprese y defina
los problemas que le son comunes y prioritarios, así como para proponer
e incluso decidir las soluciones que deben ser implementadas por las au-
toridades públicas. De seguir avanzando esta tendencia, que bajo cual-
quier punto de vista debe apoyarse si se está comprometido con el desa-
rrollo genuino de la vida democrática, indiscutiblemente la participación
ciudadana debe estar apoyada por una información sólida, oportuna, ob-
jetiva, veraz y amplia.
Lo anterior hace necesario formular un cuestionamiento sobre los facto-
res y causas propias de los medios de comunicación, que permiten o impi-
den a una sociedad conocer sobre las diversas cuestiones públicas que

22 Flores Zúñiga, Juan Carlos, “La dimensión ética y política de la comunicación”,


Contribuciones, Buenos Aires, año XV, núm. 2 (58), abril-junio de 1998, p. 191.
12 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

afectan su vida, así como sobre sus respectivos efectos.23 En este quehacer
deben abrirse en toda su amplitud los accesos a la sociedad a efecto de que
proponga, decida y elija lo que más le convenga en su conjunto. Por tanto,
los medios, en su quehacer democrático, además de brindar una informa-
ción con las características referidas, deben abrir un foro para el debate pú-
blico que permita al ciudadano dialogar con las autoridades públicas por
medio de vías y formas institucionales, así como opinar, proponer o reali-
zar cualquier contribución respecto a la toma de decisiones públicas o en
torno a la aplicación u operación de políticas gubernamentales de interés
de la ciudadanía. En una democracia, los medios deben ser vehículos de
participación y expresión ciudadana, ante toda instancia pública o privada
y ante la misma sociedad.
Por ningún motivo debe pasarse por alto la relación que puede guardar
la participación ciudadana con la información, conforme a la cual los
miembros de una sociedad toman decisiones. Este punto guarda especial
importancia dentro de un sistema que aun cuando muestra haber entrado en
una etapa de transición democrática, exhibe asimismo fuertes rezagos eco-
nómicos, sociales y culturales. Al respecto, las palabras del profesor nor-
teamericano Thomas Christiano son ilustrativas:

...the problems of participation and rational ignorance are not the same for
everyone. They do not imply that everyone is poorly informed; they lead
to deep inequalities of information and influence on collective decision
making… People are more sophisticated in their abilities to reason to the
extent that they are better educated, as well as to the extent that they have
the incentives to use sophisticated reasoning.

Asimismo, en opinión de este autor, es más viable que un individuo que


puede razonar sobre la información en una forma a la que se refiere como
sofisticada, tiene mayores posibilidades que otros de dar sentido a las noti-
cias políticas y relacionarlas con otros eventos y hechos en una forma
coherente. De esta forma —prosigue Christiano— algunos miembros de la
sociedad están en posibilidades de obtener y recibir más información que
otros, y, en virtud de tener una capacidad mayor de aprendizaje y razona-
miento sobre esas noticias, hacer más con esa información. En las propias
palabras de este autor, todo lo anterior se debe a que:
23 Al respecto, Sartori propone que para resolver esto se debe verter nuestro análisis
en la opinión pública y a lo que sabe o desconoce. Sartori, Giovanni, op. cit., p. 123.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 13

It is merely a systematic effect of the division of labor in society that gives


some people greater free access to information and greater ability to reason
about that information than others… The division of labor in society is such
that it produces systematic differences of access in information as well as
systematic differences in incentive structure for different citizens.24

La democracia exige para su propia vida y fortalecimiento de un gobier-


no abierto, la participación de la ciudadanía en la definición de sus proble-
mas y de sus soluciones, y que pueda hacer uso de medios de comunica-
ción y comunicadores que invariablemente estén a favor de la pluralidad
de las posiciones y propuestas políticas que ocurren en la sociedad, y que
este quehacer diario se realice con objetividad e imparcialidad, así como
con interés social y democrático. Por otra parte, vinculada de una forma
sustantiva, la democracia también requiere de una ciudadanía con una for-
mación y conocimientos que permitan darle un sentido, interpretación,
comprensión y racionalidad a la información.

IV. PRIVACIDAD DEL INDIVIDUO

En una democracia se debe tener un cuidado especial para proteger la in-


tegridad de cada persona. Una sociedad sin mecanismos que la garantice
estará erosionando no sólo la libertad individual, sino la de toda ella. En
una sociedad democrática, el individuo debe contar con mecanismos para
impedir ataques a su vida privada, a su prestigio o a su reputación, así como
para resarcir toda acción con tales efectos.
El señalamiento o imputación sobre una persona sin fundamento o prue-
bas, a través de lo cual se lesiona su probidad, honestidad y honor, afectan-
do su condición de miembro de una sociedad, es de por sí delicado. Sin em-
bargo, esta conducta se agrava sustantivamente cuando quien la realiza es
un medio o un comunicador, dados sus alcances de cobertura masiva. En
este orden de ideas, resulta conveniente tener presentes las palabras del
alemán Schönbohm. De acuerdo con él:

24 Christiano, Thomas, “The Rule of the Many”, en Fundamental Issues in Democra-


tic Theory, Westview Press, 1996, pp. 110-112 y 115. Asimismo, para un análisis sobre
la forma en que los medios de comunicación en los Estados Unidos pueden marginar y
excluir del mundo de la información a individuos que no son de raza blanca, véase a
Cambell, Christopher P., Race, Myth and the News, California, Thousand Oaks, Sage Pu-
blications, 1995.
14 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

A partir de la posición especial que detentan las instituciones de los medios


de comunicación masiva en un sistema jurídico democrático que cumple los
requisitos que plantea un Estado de derecho, se desprenden también dere-
chos y responsabilidades específicas para quienes se desempeñan en estos
organismos. Un lugar especial ocupa el respeto por el honor del individuo.
Un ciudadano lesionado en sus derechos, en particular en lo que atañe a su
honor y su reputación por informaciones difundidas en los medios y que no
se ajustan a la verdad, en general tiene pocas posibilidades de ver reparado
el daño ocasionado.

Este estudioso de la materia señala, asimismo, que “...los límites que se


fijan a los medios deben ser trazados con cierta amplitud para que puedan
ejercer debidamente la función que les compete. En cualquier caso, los me-
dios deberán respetar ciertos límites en interés de una adecuada protección
de la personalidad del ser humano”.25
Un elemento crucial en la protección de la vida privada se encuentra en
el trazo de la línea que divide a la misma respecto de lo público. Es decir,
en la delimitación de hasta dónde llegan las fronteras de una y de otra. Este
es un tema que invita a diversas consideraciones, pero en las que difícil-
mente se puede llegar a un acuerdo o conclusión única. La privacidad no es
un concepto sencillo. Sin una intención de discusión sobre las diversas in-
terpretaciones o definiciones de los límites que les separan, puede afirmar-
se que es necesario contar con ciertas bases fundamentales de lo que cons-
tituye la vida privada, para que al menos se pueda establecer cierta área de
la intimidad de cualquier individuo que debe ser obligatoriamente respeta-
da. En este sentido, los señalamientos que Belsey hace sobre la privacidad
pueden ser de gran utilidad. Para este autor, la privacidad, más que una for-
ma de vida, es una condición necesaria; es un requisito sicológico para una
vida satisfactoria. Belsey encuentra que la privacidad responde a la necesi-
dad de ofrecer una autoprotección contra ataques a la vida personal de un
individuo, a través de brindar una certeza, control y fortalecimiento del
sentido de identidad. De acuerdo con este autor, la privacidad reconoce la
importancia de no rendir el poder de controlar la propia vida de uno ante al-
guien más. Por ello –continúa Belsey–, la privacidad está vinculada estre-
chamente a los conceptos de autorrealización y respeto propio, dignidad y

25 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-


ción y derecho”, Contribuciones, Buenos Aires, año XV, núm. 2 (58), abril-junio de
1998, p. 71.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 15

seguridad personal, autonomía e identidad y, en general, a la integridad de


la persona. Asimismo, añade que la privacidad se distingue de las conse-
cuencias de su negación que representan los sentimientos de falta de defen-
sa, y las sensaciones de temor y vergüenza, de sorpresa, tensión y molestia
emocional.26 La defensa frente a la intromisión de la vida privada es
necesaria en una sociedad. El ejercicio de una libre invasión sobre la vida
privada de los miembros de una sociedad simplemente haría intolerable el
vivir en ella.
Para algunos estudiosos de la materia, la privacidad personal constituye
un derecho que sólo bajo ciertas circunstancias consideradas de “interés
público” puede ser reducido. Es decir, esta posición justifica el abordar la
privacidad de la vida personal de un individuo por los medios, sólo cuando
se lleva a cabo a favor de un bien mayor.27 Andrew Belsey estima que debe
haber límites a la privacidad, precisamente porque se vive en una sociedad.
Cuando esa sociedad —añade este autor— está basada en una democrática
pero no igualitaria distribución del poder y privilegios, las conductas de di-
versos integrantes de esa sociedad deben estar sujetas a un escrutinio pú-
blico.28 Para Belsey, este es el tipo de medios que se requieren en una de-
mocracia. Su explicación es expuesta en los siguientes términos:

Ordinary members of the public do not have access to this information,


which is why a free and fearless press is essential to a democratic society.
Unfortunately there are few examples in the world today of the press mat-
ching up to this ideal image, part of which is to scrutinize the exercise of
power and also, of course, at the same time to respect privacy-where it is
due.29

El anterior señalamiento de Belsey incorpora el escrutinio que los me-


dios de comunicación pueden hacer sobre el ejercicio del poder. Ello, por
supuesto, concierne en forma especial a aquellos miembros de la sociedad
que tienen una responsabilidad pública y que a través del ejercicio de sus
facultades y autoridad pueden favorecerse a sí mismos, directa o indirecta-

26 Belsey, Andrew, “Privacy, Publicity and Politics”, en Belsey, Andrew y Chad-


wick, Ruth (eds.), Ethical Issues in Journalism and the Media, Londres, Routledge,
1992, p. 81.
27 Ibidem, p. 77.
28 Belsey, Andrew, “Privacy, Publicity and Politics”, op. cit., p. 78.
29 Ibidem, p. 80.
16 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mente. De igual forma, incluye a aquellos detentadores de un poder econó-


mico, respecto a las fuentes de su riqueza y aplicación de las mismas, para
propósitos opuestos a los permitidos por la ley. En este orden de ideas, Fra-
ga no duda en advertir que “Guste o no, la vida privada de los candidatos,
jugará un papel más importante en la comunicación política, por lo menos
en el corto plazo”.30
Los medios pueden recurrir a fórmulas y mecanismos de significativa
importancia e impacto para atraer el interés de la ciudadanía y ampliar su
auditorio. Así, se ha observado que ellos pueden estar más proclives a re-
currir a presentaciones de la información para despertar emociones y senti-
mientos positivos o negativos, en lugar de ofrecer información que provo-
que la reflexión, la discusión y racionalización entre los miembros de una
sociedad, a efecto de que se pronuncien en la defensa de sus intereses o
participen en la toma de decisiones que son de prioridad para ellos. En con-
secuencia, la llave que utilizan los medios de comunicación para atraer una
mayor clientela e incrementar sus ventas e ingresos abre también espacios
donde se invade la vida privada de los actores políticos.31 Al respecto, Ré-
niz Caballero observa que “...en la lucha de intereses y necesidades infor-
mativos, la calidad resulta una gran perdedora. Ello se debe al estableci-
miento de una ecuación que identifica al interés del público únicamente
con una distracción frívola o vulgar de consumo fácil con un mal gusto”.32
Actualmente la invasión a la privacidad del individuo alcanza formas
brutales y sin escrúpulos. Ella se llega a desarrollar a través de técnicas y
herramientas por demás sofisticadas y lejanas a la vista de los propios afec-
tados. En este último rubro pueden caer las actividades llevadas a cabo por
instituciones gubernamentales de seguridad política, e incluso de carácter
privado, que utilizan recursos tecnológicos para la captación de información
y la formación de expedientes conteniendo datos de la más alta privacidad de
un individuo. Esta cuestión guarda por sí una importancia mayúscula y se
constituye como un tema de amplia reflexión, discusión y análisis. Sin em-
bargo, por lo que respecta particularmente a la privacidad del individuo, lo
que es de sustancial relevancia es la difusión de esos contenidos por los
medios de comunicación. Al respecto, se han suscitado múltiples y varia-
30 Fraga, Rosendo M., “Análisis de la opinión pública y su impacto en la sociedad”,
Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2 (62), abril-junio de 1999, p. 57.
31 Graber, Doris A., Mass Media and American Politics, 5a. ed., Washington, Con-
gressional Quarterly, 1997, p. 245.
32 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 101.
LA RELACIÓN ENTRE DEMOCRACIA Y MEDIOS 17

dos debates y argumentos sobre el derecho de los medios a publicar tal in-
formación. La justificación mayormente utilizada por los medios para fun-
dar ese actuar es que ellos también tienen como cometido principal el de
informar sobre variadas cuestiones de interés para diversos integrantes de la
sociedad. Ello incluye, entre otras materias, lo que organizaciones e institu-
ciones, públicas o privadas, o representantes de las mismas y los propios
miembros de la sociedad desean dar a conocer al resto de la ciudadanía, así
como lo que la sociedad debe conocer respecto al desempeño de las facul-
tades y obligaciones de aquellos que detentan un poder político en un car-
go público, así como sobre las actividades financiero-empresariales de
aquellos que detentan un poder económico.
Respecto a las fronteras hasta dónde pueden éticamente llegar los me-
dios de comunicación masiva en lo correspondiente a la privacidad del in-
dividuo, ya sea en su calidad de servidor público o como político, es útil
formular algunas reflexiones. Para comenzar, se podría pensar sobre la me-
dida en que este grupo de individuos puede gozar del derecho a la privaci-
dad de la misma forma que cualquier otro ciudadano. Al respecto, se llegan
a encontrar declaraciones que indican que cuando un ciudadano desempe-
ña un cargo público o político, este hecho le reduce el ámbito de su privaci-
dad. Por ejemplo, en la Gran Bretaña se registra la declaración de un miem-
bro de la Casa de los Comunes del Partido Conservador en el sentido de
que cuando un ciudadano decide ocupar un cargo público, él cede en cierta
forma un poco de su derecho a una privacidad.33 Respecto a esta asevera-
ción, cabe hacer diversas observaciones. Desde un punto de vista jurídico,
o se tiene un derecho o no se tiene, pero nunca se tiene un poco o se pierde
un poco de él. La condición de actuar como persona pública no debe ser
factor que disminuya o amplíe un derecho, como es aquel a la privacidad.
Tomando como base que la privacidad es necesaria para proteger el desa-
rrollo de todo individuo en su calidad de ser humano, ésta no puede ser li-
mitada o a contrario sensu ampliada, cuando se trata de ejercerla por ser-
vidores públicos o políticos. De esta forma, puede afirmarse que estos
individuos públicos no son distintos a cualquier otro ciudadano.34

33 Véase el debate que dio lugar al reporte denominado “Younger Committee Report.
House of Commons”, July 13th, 1972; citado en Jones, Mervyn, Privacy, Newton Abbot,
David & Charles (eds.), 1974, p. 193.
34 Bok, Sissela, Lying: Moral Choice in Public and Private Life, Londres, Quartet,
1980, p. 176.
18 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Por supuesto, el consentimiento de un individuo para divulgar infor-


mación sobre actividades privadas que involucran actos criminales, co-
rrupción o incumplimiento de responsabilidades públicas resulta innece-
sario. Se podría añadir que servidores públicos y políticos deben tener el
derecho a la privacidad para ser ejercido en toda su plenitud, y que sólo
cuando sus conductas, actitudes y formas de vida están fuera de la ley o
provocan el escándalo popular por su frivolidad, exhibicionismo o indis-
creción, ellas rebasan las fronteras del ámbito de una vida privada. Sin
embargo, cualquier hecho justificado que dé lugar a informar sobre la
conducta de un servidor público o político debe concentrarse en quién ha
incurrido en tal irregularidad, y por ningún motivo debe servir como pa-
saporte para penetrar en la vida privada de familiares o relaciones perso-
nales que no estén vinculados con la comisión del ilícito.
Los medios de comunicación deben poner especial atención para alcan-
zar ciertos objetivos necesarios en la práctica de la vida democrática. Entre
ellos está el brindar información sobre los aconteceres que tienen un signi-
ficado de trascendencia por lo que toca a la formación del destino de un
país y su sociedad, así como ser contrapeso, escudriñador y expositor de
los excesos de poder. Su atención principal no debe concentrarse en la vida
privada y en la búsqueda de irregularidades en la intimidad de los servido-
res públicos o políticos, sino en las conductas de estos individuos, que por
la comisión de actos contrarios a la ley causan un daño a la propia sociedad
y merman la vida democrática. Sin duda alguna, la investigación informa-
tiva y reporte noticioso de los medios sobre el ejercicio del poder, de su in-
cumplimiento o mal uso por servidores públicos o políticos, no puede fre-
narse aduciéndose una invasión a la privacidad de los mismos. Las
palabras de Belsey son elocuentes en este contexto: “...in a genuinely de-
mocratic society it would be unthinkable for the press to invade anyone’s
privacy. It would have better things to do, and would be content to do
them”.35

35 Belsey, Andrew, “Privacy, Publicity and Politics”, cit., p. 91.


CAPÍTULO SEGUNDO
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO

I. Alcance e influencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
II. Poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
III. La presentación mediática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
1. Prensa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. Radio y televisión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO

Los que sólo por la suerte se convierten en prín-


cipes poco esfuerzo necesitan para llegar a ser-
lo, pero no se mantienen sino con muchísimo...
Estos príncipes no se sostienen sino por la vo-
luntad y la fortuna —cosas ambas mudables e
inseguras— de quienes los elevaron; y no saben
si pueden conservar aquella dignidad.
MAQUIAVELO

Todos los caminos llevan al “raiting”.


V. TRUJILLO “BROZO”

Sin visión ni experiencia, los tiempos no


cuentan. Nada urge, porque se cree que lo im-
portante es estar sentado en el cargo y mante-
ner el rating en las encuestas.
Manuel CAMACHO SOLÍS

Independientemente de su carácter privado o no, los medios realizan un


quehacer y vierten sus resultados en el ámbito público, dentro del cual
tiene un lugar predominante el político. En este sentido, Thomas Janoski
afirma que:

…the media as private corporations or public agencies are inherently and


overwhelmingly in the public sphere, despite their possible overlap with
the market or state spheres. To a large degree, they interpret, manage, and
even constitute large segments of public discourse... In as much as media
organizations are private, they, like other corporations, are based in the

19
20 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

market sphere. But whether the media are private or public, they clearly
reside in the public sphere.36

Esta incidencia en el ámbito público es intrínseca a la acción de los me-


dios. El señalamiento de Hugo Osorio en este sentido es sumamente claro:
“Lo fundamental es insistir en que toda información noticiosa, para serlo,
debe de gozar de importancia para el grupo social al que está destinada, es
decir, debe ser pública o potencialmente pública”.37
Dentro de la incidencia de los medios en el ámbito público, su trabajo y
actuación en el campo de lo político ocupa un lugar predominante y de
gran relevancia. Para comprender la magnitud política de los medios, se de-
be tomar en cuenta como una base fundamental el hecho de que comunicar
es una condición indispensable para hacer política. Con su uso, los actores
políticos buscan convencer a una ciudadanía, justificarse ante ella y lograr
una aprobación que legitime sus acciones. En la relación medios y espa-
cio político, Woldenberg encuentra un vínculo, que expone con las si-
guientes palabras: “...comunicación y poder tienden a alimentarse mu-
tuamente”.38 Respecto a la relación entre medios y el espacio político, se
puede sostener que entre ellos se forma un vínculo construido por accio-
nes y reacciones que se generan por ambos. De esta manera, la informa-
ción presentada por los medios sobre un evento político incide en el campo
político sobre la sociedad, instituciones y actores políticos, produciendo
otras acciones por parte de estos últimos, los que a su vez generan otras
reacciones de los medios, y así sucesivamente.
En la opinión de especialistas en la materia como Nimmo y Combs, los
medios de comunicación y los comunicadores se han convertido en los prin-
cipales vehículos de mediación entre la gente y el mundo, a través de la in-
formación de noticias y presentación de reportajes sobre eventos locales e
internacionales.39 Ellos tienen la posibilidad de actuar como mediadores de
la ciudadanía frente al gobierno y, a su vez, como agentes de información

36 Janoski, Thomas, Citizenship and Civil Society, Cambridge University Press, Uni-
ted Kingdom, 1998, p. 15.
37 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
Contribuciones, Buenos Aires, año XV, núm. 2, abril-junio de 1998, p. 11.
38 Woldenberg, José, “De la pluralidad en los medios”, Medios, democracia y fines,
México, UNAM, Fundación Friedrich Naumann, 1990, p. 23.
39 Nimmo, Dan y Combs, James E., Political Communication, Nueva York, Long-
man, 1983, p. 12.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 21

para la sociedad. En este sentido, Gouldner sostiene que los medios de


comunicación se ubican entre la sociedad, por un lado, y las institucio-
nes, organizaciones, movimientos o las elites hegemónicas, por el otro.40
Por su parte, Jay Blumler afirma que en la medida en que la confianza en
instituciones sociales y públicas por parte de la ciudadanía ha declinado,
el electorado ha encontrado a los medios de comunicación como fuentes
de credibilidad y formación de sus opiniones y actitudes sobre diversas
cuestiones.41
La actuación e impacto de los medios dentro del escenario político con-
tiene elementos que pueden llegar a ser determinantes en el desarrollo de
una sociedad y, por tanto, debe ser materia de un permanente y serio análi-
sis en todo sistema político —especialmente en uno democrático o que as-
pira a serlo—. Sobre esta importancia que debe otorgarse a los medios,
Allan R. Ball afirma que dado el tamaño de los electorados modernos, la
creciente complejidad administrativa de la maquinaria gubernamental y
las avanzadas técnicas de manipulación masiva, el control y efectos de los
medios de comunicación masiva son de las más importantes consideracio-
nes en todos los sistemas políticos.42 Dentro de ese análisis, resulta indis-
pensable contar con elementos que permitan tener un conocimiento sobre
el alcance, influencia y poder de los medios.
Para Guillermo Sandoval Vásquez, la realidad en que opera actualmente
la política respecto a los medios de comunicación “…comienza a alejarse
del espacio tradicional de los partidos y a instalarse cada vez más en el es-
pacio mediático”.43
En tal orden de ideas, el académico chileno advierte que esta nueva rea-
lidad

...puede ser una oportunidad histórica, por la velocidad de la expansión


tecnológica, capaz de ayudar a quemar etapas en la construcción de una
sociedad más democrática. Pero si el hombre de esta era no logra manejar-

40 Gouldner, Alvin W., The Dialectic of Ideology and Technology: The Origins,
Grammar, and Future Ideology, Nueva York, Seabury, 1976, p. 15.
41 Blumler, Jay, “Election Communication and the Democratic Political System”, en
Paletz, D. L. (ed.), Political Communication Research: Approaches, Studies, Assess-
ments, Norwood, Ablex, 1987, p. 170.
42 Ball, Allan R., Modern Politics and Government, 2a. ed., Hong Kong, The Mac-
millan Press Ltd., 1977, p. 133.
43 Sandoval Vásquez, Guillermo, “Lo prudente es la audacia”, Contribuciones, Bue-
nos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, p. 160.
22 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

la adecuadamente, puede también transformarse en generadora de brechas


más amplias entre sectores sociales al interior de nuestras naciones, o en-
tre éstas.44

Los medios, por su parte, operan, asimismo, con su propia agenda. La


importancia de esta agenda de los medios ha sido enfatizada por
McCombs, como un importante elemento que ocupa un lugar de especial
relevancia en los procesos políticos. Desde esta perspectiva, es posible en-
tender que el ciudadano no está en posibilidad de conocer, saber o tener in-
formación sobre todos y cada uno de los elementos y características de los
eventos políticos que ocurren en el mundo, y que sólo absorbe o toma co-
nocimiento sobre aquellos que son reportados o enfatizados por los medios
de comunicación.45 En un intento por explicar cómo y por qué los actores
políticos y autoridades públicas forman sus agendas, y, de la misma forma,
los medios hacen lo propio con las suyas, así como la forma en que ambas
partes están vinculadas en la presentación de la “realidad” política, Molo-
toch y Protess ofrecen su argumentación a través de un modelo que deno-
minan “ecológico”. Ese modelo es explicado de la siguiente forma:

media effects are embedded in the actions of the policy actor, just as the
policy actors “own behavior comes to be reflected in journalists” formu-
lations. Media and policy are part of a single ecology in which cultural
materials cumulate and dissipate, often imperceptibly, throughout a me-
dia policy web.46

Trasladando la importancia de la integración de la agenda informativa


de los medios a los procesos electorales en particular, David Weaver afir-
ma que los medios son factores determinantes en la definición de la impor-
tancia pública de diversas cuestiones que ocurren en ese ámbito.47 Por lo

44Ibidem, p. 161.
45McCombs, Maxwell, “The Agenda/Setting Approach”, en Nimmo, D. y Sanders,
K. (eds.), Handbook of Political Communications, Beverly Hills, California, 1981, pp.
121-140.
46 Molotoch, Harvey L. et al., “The Media-Policy Connection: Ecologies of News”,
en Paletz, D. L. (ed.), Political Communications Research: Approaches, Studies. Assess-
ments, 1987, p. 28.
47 Weaver, David, “Media Agenda-Setting and Elections: Assumptions and Implica-
tions”, en Ablex, Paletz, D. L. (ed.), Political Communication Research: Approaches,
Studies. Assessments, Norwood, 1987, p. 186.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 23

anterior, instituciones, organizaciones y actores políticos buscan en una


forma u otra incidir a su favor o en contra de sus opositores en la formación
de las agendas de los medios de comunicación. Esta actividad, sin embar-
go, puede estar estrechamente cerrada al paso de la influencia de esos acto-
res políticos, o estar sujeta a factores y variables formadas por realidades o
coyunturas de diversos órdenes.48

I. ALCANCE E INFLUENCIA

El alcance e influencia de los medios de comunicación masiva han sido


materias de discusión que se remontan desde años atrás. Por ejemplo, Mi-
chael Gurevitch y Denis McQuail señalaron desde 1983 que la discusión
sobre esta problemática llevaba una duración de entre setenta a setenta y
cinco años.49 A lo largo de este tiempo, la interpretación sobre el alcance e
impacto de los medios ha ido variando. La opinión dominante ha seguido
un movimiento pendular que parte de una amplia creencia de que los me-
dios determinan profundamente las actitudes de la ciudadanía, hacia la
idea de que lo anterior no es cierto y de nuevo un regreso a una convicción
de que los medios en efecto constituyen un factor central y determinante en
la formación y guía de la opinión pública. En este recorrido pendular se ob-
serva que en las dos primeras décadas del siglo XX prevaleció la idea de
que los medios contribuían determinantemente a formar las ideas predomi-
nantes de la sociedad. Uno de los principales intérpretes de esta condición
fue Walter Lippmann, cuya opinión ejemplificó la visión de una sociedad
como una “sociedad de masas”, con una mayoría de individuos manipula-
dos por una pequeña elite. Esta interpretación se apoyó en gran parte en la
presencia del desarrollo de una prensa con mayores alcances sobre la po-
blación, en conjunto con la fuerza que tomaban la radio y el cine, lo cual se
conjugaba con las formas que iban tomando los movimientos políticos

48 Para ver una opinión sobre la forma en que puede darse una colaboración entre los
actores políticos y los medios de comunicación, en el análisis de los factores involucra-
dos en la integración e implementación de las políticas gubernamentales sin tocar el
meollo de la integración de la agenda de los medios, resulta interesante ver el trabajo de
John Greenaway sobre el caso de la Gran Bretaña. John Greenaway, Steve Smith y John
Street, Deciding Factors in British Politics. A case Studies Approach, Londres, Routledge,
1992.
49 Gurevitch, Michael y McQuail, Denis, Mass Communication Theory, Beverly
Hills, California, Sage, pp. 176-178.
24 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

masivos, especialmente aquellos conducidos por una ideología fascista,


que hicieron amplio uso de impactantes instrumentos de propaganda.50
Las conclusiones que prevalecieron durante ese periodo carecieron de un
análisis y datos académicos. Ellas descansaron básicamente en apreciacio-
nes y observaciones guiadas por un sentido común. A partir de 1930, la
academia comenzó a otorgar un análisis más sistemático al estudio de la co-
municación masiva. Los resultados predominantes dieron lugar al estable-
cimiento de la tesis de los “efectos mínimos” de los medios sobre la ciuda-
danía. De esta forma se sostuvo que los medios de comunicación por sí
mismos eran virtualmente impotentes para formar o guiar la opinión públi-
ca, y que ésta se integraba y dirigía en la interacción que ocurría en el seno
familiar, en las reuniones con amigos y compañeros de trabajo. Esta co-
rriente de interpretación prevaleció hasta finales de los años cincuenta. A
partir de entonces, vuelve a cobrar fuerza la otra, que observa a los medios
de comunicación como factores determinantes sobre la formación de la vo-
luntad de la ciudadanía.
La visión predominante actual es que los medios de comunicación no
sólo tienen un indiscutible poder económico y político, sino que adicional-
mente ejercen una influencia real y eficaz en la construcción e inducción
de la opinión pública. La actual interpretación es más compleja en contras-
te con la idea inicial de que los medios influían para determinar lo que al
ciudadano le gustaba o disgustaba, y, por tanto, favorecía o rechazaba. Por
principio, ella considera que los medios no sólo ofrecen información, sino
también marcos conceptuales. Conforme a ellos, la información y opinio-
nes se construyen para lograr fines determinados. En consecuencia, no
siempre brindan la visión de los hechos con objetividad e imparcialidad.
Estudiosos de este fenómeno, como Bernard Cohen, observan que los me-
dios no tienen que ser exitosos todo el tiempo y en cada ocasión para con-
vencer a su auditorio lo que tienen que pensar, pero son impresionante-
mente exitosos en transmitir elementos informativos que inciden
sustantivamente para formar una visión acerca de un evento político.51
Actualmente es un hecho el que los avances tecnológicos permiten a los
medios alcanzar a millones de individuos simultáneamente. Los testimo-
nios al respecto abundan. Por ejemplo, el autor del Homo videns afirma

50Lippmann, Walter, Public Opinion, Nueva York, Harcourt Brace, 1922.


51Cohen, Bernard, The Press and Foreign Policy, Princeton, Princeton University
Press, 1963, p. 13.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 25

que “Nos encontramos en plena y rapidísima revolución multimedia”.52


Este desarrollo de los medios ha hecho más pronunciada su presencia y uti-
lización en el campo de la política. Distintos analistas encuentran que este
crecimiento y cobertura de los medios ha tenido un sustantivo impacto en
el ámbito político. Al respecto, Flores Zúñiga señala que tal hecho ha lle-
gado a producir “...que medios de comunicación y comunicadores sean
punto de vinculación entre gobernantes y gobernados”.53 Este autor tam-
bién apunta que “La época contemporánea puede denominarse la era de la
tele política. El dominio en expansión de los medios audiovisuales sobre
la sociedad ha cambiado la manera de hacer política”.54 El crecimiento tec-
nológico y la ampliación de la cobertura ciudadana de los medios con una
impactante incidencia en el espacio político es un fenómeno que seguirá
estando presente. Difícilmente podría alguien sustentar sobre bases sólidas
lo contrario. Es de preverse que las herramientas y métodos de la comuni-
cación seguirán aumentando, perfeccionándose y utilizándose con propó-
sitos políticos sobre la ciudadanía.
Se observa por otra parte que los medios de comunicación han adiciona-
do ininterrumpidamente o complementado la cobertura de distintos even-
tos políticos, particularmente sobre las campañas electorales con la promo-
ción y presentación de entrevistas y debates de los candidatos. No puede
perderse de vista que hoy en día la conducción de las campañas electorales
está sustantivamente influida por la acción de los medios, particularmente
a través de los mensajes que ellos envían al electorado, las noticias positi-
vas o negativas que generen, la creación de una buena o mala imagen de su
candidato y las herramientas de persuasión que brindan diversos especia-
listas en comunicación. Ahí también se hace presente la participación de
comentaristas expertos, así como la exhibición de reportajes sobre las
cuestiones que ocupan un lugar especial en la opinión pública, y en los que
se abre un espacio de participación a la ciudadanía interviniendo con la for-
mulación de preguntas y señalamientos por vía telefónica. Todo ello incide
sustantivamente en la formación de la opinión pública y en la decisión del
electorado.
Lo expuesto anteriormente indica que la penetración y la influencia de los
medios son por demás amplias y vigorosas. Asimismo, se observa que ellos

52 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 11.


53 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 177.
54 Ibidem, p. 182.
26 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

participan en el espacio político en proporciones y con efectos tales, que en-


cuentran las puertas abiertas para configurarse en factores reales de poder.

II. PODER

En 1924 Weber destacó la relación de los medios con los partidos políti-
cos, con el mundo de los negocios y con los diversos grupos e intereses que
buscan ejercer para su provecho una influencia sobre la sociedad.55 Actual-
mente los medios son vehículos amplia e intensamente utilizados a diario
por instituciones, organizaciones y actores políticos, así como por empre-
sas privadas y sus representantes, para hacer llegar sus mensajes a la ciuda-
danía. Por lo que toca al ámbito público, ello ocurre particularmente en
épocas de procesos electorales. Al respecto, Splichal considera que en total
contradicción con las ideas clásicas del pluralismo democrático, se ha he-
cho claro que la capacidad persuasiva de los medios es mayor en los países
con democracia plural que en sociedades totalitarias.56
Diversos estudiosos de la materia otorgan a los medios de comunicación
un importante poder en su actuar, presencia e influencia. Entre otros seña-
lamientos hechos por ellos, está la observación de que las condiciones ac-
tuales evidencian que los medios tienen un libre acceso para definir de ma-
nera activa la “realidad” política. Ello ocurre particularmente a través de
los procesos de obtención, cobertura, producción y presentación de noti-
cias. De esta forma, el electorado recibe una presentación final de los acon-
teceres políticos, en un momento dado. Así, los medios y comunicadores
encuentran el espacio para dar un significado político a las noticias y difun-
dirlo con un impacto sobre la sociedad y la formación de su opinión.57
En este orden de ideas, Ericson, Baranek y Chan explican que los me-
dios pueden regir la información a favor de sus propios intereses. Estos
analistas añaden que los medios también participan como protagonistas de

55 Weber, Max, “Toward a Sociology of the Press”, Journal of Communication, 26,


3, 1976, p. 99.
56 Splichal, Slavko, Public Opinion. Developments and Controversies in the Twen-
tieth Century, Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc., 1999, p. 86.
57 Gerstle, J. et al., “Television News and Construction of Political Reality in France
and the United States”, en Kaid, L. L., Glester, J. y Sanders, K. R. (eds.), Mediated Poli-
tics in Two Cultures: Presidential Campaigning in the United States and France, Nueva
York, Praeger, 1991, pp 119-143.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 27

eventos políticos.58 Maria von Harpe, cuidando no otorgar un lugar exage-


rado a los efectos de los medios, reconoce sin embargo su importancia so-
bre la política y formación de la opinión pública. De esta manera, ella sos-
tiene respecto a los medios que:

...a menudo se sobrestima su efecto sobre la política y la opinión pública


en un sistema político abierto (democracia). Por supuesto, los medios pue-
den influir sobre la política, ya que participan en el proceso de la forma-
ción de la opinión pública. No obstante, no se puede determinar en qué
medida los medios ejercen influencia. En especial, no se puede determinar
el efecto a largo plazo. Esto es tan complicado, porque los receptores me-
diales no constituyen un grupo homogéneo.59

Otorgándole a los medios una mayor influencia, el profesor en ciencias


políticas y de la comunicación, Stefan Reiser, afirma que:

…existe una amplia dependencia entre los procesos políticos y los medios
masivos. Estos últimos serían los que dominan en la discusión pública en
torno a controversias sociales, los que fijan las prioridades para los ciuda-
danos y partidos políticos y determinan las interpretaciones de la realidad
política... Desde la perspectiva de la ciencia política, en este contexto se
formula la tesis del poder o del predominio de los medios masivos.60

Por su parte, el político Václav Havel apunta que hay una fuerza con una
enorme influencia en la política. Esta fuerza son los medios de comunica-
ción masiva. De acuerdo con su experiencia personal, Havel comenta que
sólo hasta cuando el destino lo llevó al campo de la alta política se dio
cuenta totalmente del doble filo que representa el poder de los medios. Asi-
mismo, añade que este doble filo no es exclusivo en los medios, sino que es
un factor o expresión de la naturaleza dual de la civilización actual.61

58 Ericson, R. V. et al., Representing Order, Milton Keynes, Open University Press,


1989, pp. 12 y 16.
59 Von Harpe, Maria, “La influencia de los medios de comunicación masiva en la
política americana”, en en Thesing, Josef y Hofmeister, Wilhelm, Medios de comunica-
ción, democracia y poder, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung, 1995, pp. 100 y 101.
60 Reiser, Stefan, “Política y medios de comunicación masiva en la campaña electo-
ral”, en Thesing, Josef y Hofmeister, Wilhelm, Medios de comunicación, democracia y
poder, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung, 1995, pp. 166 y 167.
61 Havel, Václav, op. cit., p. 227.
28 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Con el propósito de subrayar el poder de los medios en la selección y


presentación de la información, Rolke observa que la política de informa-
ción que realizan las organizaciones interesadas en obtener intervención,
como son los partidos políticos “...silenciosamente ha avanzado hasta cu-
brir una creciente porción de la tarea de investigación, en tanto que los me-
dios se han concentrado en el rol de seleccionar información”.62
El papel hegemónico que pueden jugar los medios ha sido objeto de ob-
servaciones tanto negativas como positivas. De esta manera, como ejemplo
del primer caso pueden citarse las afirmaciones de Ralph Miliband, quien
sostiene que los medios de comunicación en todas las sociedades capitalistas
han sido consistente y predominantemente agentes de un adoctrinamiento
conservador.63 En contraste, hay quienes ven positivo ese papel de los me-
dios, porque ofrece los canales de expresión de una sociedad y de los va-
lores sobre los que está construida, reafirmándolos y fortaleciéndolos. En
este sentido, se argumenta que los medios contribuyen a mantener un
consenso informando sobre eventos y procesos políticos, en una forma
favorable al orden establecido. Sin embargo, este último punto de vista
también puede ser considerado como contradictorio con la vida democrá-
tica. Por ejemplo, Chomsky y Herman exponen la forma en que los me-
dios en los Estados Unidos han presentado en forma constante y repetida
a esa sociedad una visión del mundo y sus conflictos, la cual responde a
los propios intereses de la industria militar norteamericana.64 Por su parte,
Williams observa que la presencia hegemónica de los medios no es obliga-
toriamente una regla. De acuerdo con este autor, las elites no siempre ob-
tienen un éxito en sus intentos de dictar la agenda política. Particularmente
sobre la elite política, Williams considera que una ventaja de que ésta no
sea homogénea es que, consecuentemente, se producen divisiones que se
reflejan en los reportajes de los medios.65

62 Rolke, Lotear, “La función social constitutiva de las relaciones públicas. Una con-
tribución a la discusión sobre una teoría científica de la comunicación”, Contribuciones,
Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, p. 22.
63 Miliband, Ralph, The State in Capitalist Society, Londres, Quartet, 1973, p. 200.
64 Véase la obra de Chomsky, N. y Herman, E., Manufacturing Consent, Nueva
York, Pantheon, 1988.
65 Williams, K., “The Light at the End of the Tunnel: The Mass Media, Public Opi-
nion and the Vietnam War”, en Elridge, J. (ed.), Getting the Message: News, Truth and
Power, Londres, Routledge, 1993, p. 326.
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 29

III. LA PRESENTACIÓN MEDIÁTICA

Los medios exhiben los eventos políticos y sus interpretaciones, a través


de presentaciones que adoptan un formato base. Este quehacer no es obra de
una sola persona, sino resultado de la interacción de diversos participantes,
sobre los que incide la competencia, entre otros de empresas de medios e ins-
tituciones políticas.
En el mundo de los medios de comunicación masiva, actualmente ocu-
pan un lugar predominante la prensa, la radio y la televisión. Por su propia
naturaleza y características, cada uno de esos medios tiene una participa-
ción y vinculación propias con la política.

1. Prensa

Por lo general la prensa concibe en mucho su papel como un agente ar-


ticulador de la opinión. Este quehacer se hace más evidente en tiempos
electorales. La prensa tiene vehículos y recursos de participación o inter-
vención política por demás sofisticados, que utiliza a través de distintos
formatos. En este ámbito destaca la parte editorial, dirigida en muchas oca-
siones, tal y como lo señalan Hall, Crichter, Jefferson, Clarke y Roberts, a
articular lo que los editores del periódico consideran que representa el sen-
tir de sus lectores o lo que sus lectores están dispuestos a acreditar como
cierto y valedero.66 Por su parte, J. Gripsund encuentra que la prensa en
particular ha funcionado como un instrumento o foro para la discusión pú-
blica, racional, crítica y sin sesgos, sobre intereses comunes en materia de
política y cultura.67
La incidencia que los diarios tienen en el campo de lo político puede ser
a través de distintos formatos. Uno de ellos lo constituyen los editoriales.
Por regla general los comentarios o señalamientos hechos en los editoriales
de los diarios concentran expresiones de opinión subjetiva, que en raras
ocasiones están firmados por un articulista o periodista.
El vínculo entre el editorial de un periódico y las creencias o conviccio-
nes de sus lectores no llega a ser un fenómeno total y absolutamente de-

66 Sobre esos puntos de vista, véase el trabajo de Hall, S. et al., Policing the Crisis,
Londres, MacMillan, 1978.
67 Gripsund, J., “The Aesthetics and the Politics of Melodrama”, en Kahlgreen and
Sparks (eds.), Journalism and Popular Culture, Londres, Sage, 1992, p. 89.
30 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mostrable. Sin embargo, no puede ignorarse que hay espacio para el interés
comercial o político por parte del periódico para presentar una posición o
abordar temas en la forma en que su segmento de lectores los acepta o, en
todo caso, no se ofende o desinteresa.
El periodismo también utiliza otros formatos, tales como columnas, ar-
tículos especializados o de actualidad, así como comentarios, en donde se
expresa y se acredita su respectiva autoría. Dentro de estos formatos, en-
cuentran un espacio de expresión y opinión diversos participantes, como
académicos y especialistas en una materia, autoridades sobre diversos tó-
picos, y figuras políticas con un reconocimiento público. Estos actores
buscan y llegan a recibir en menor o mayor grado un reconocimiento de ve-
racidad y credibilidad en materia política por el lector de un periódico o re-
vista. Por lo general, ellos son factores de formación de la opinión pública,
articuladores de la opinión, guías para la integración de la agenda informa-
tiva y fuentes de evaluación del desarrollo de los procesos políticos. Una
característica fundamental que en especial debe guardar un comunicador
profesional de este género es la de tener una objetividad e imparcialidad
sobre el análisis de los eventos que ocurren en el escenario político, con es-
pecial atención sobre aquellos que no están al alcance de la vista común de
la ciudadanía, y presentarlos con el razonamiento, fundamentación y análi-
sis necesarios para que tengan sentido y comprensión para la ciudadanía.
Otra característica de este género de comunicadores es la de ser conocidos
y estar compenetrados en el escenario de la política, lo que les puede per-
mitir un mayor acceso y discernimiento informativo. En este orden de
ideas, el punto básico y sustantivo es la credibilidad apoyada en el profe-
sionalismo y la autoridad moral del comunicador.
En las columnas, artículos o comentarios periodísticos, sus autores selec-
cionan y abordan el tópico que consideran con mayor relevancia, y presen-
tan a los lectores datos, comentarios y evaluaciones al respecto. Los colum-
nistas, articulistas o comentaristas también toman como fuentes sustantivas
de información a los propios actores políticos o servidores públicos, ya sea de
manera confidencial o abierta. Algunos de estos comunicadores tienen sus
antecedentes como periodistas, pero también hay quienes ocupan o anterior-
mente han ocupado cargos políticos, cargos dentro de la administración pú-
blica o han estado involucrados en procesos políticos.
Otro formato de periodismo lo representa el uso del humor, la sátira, la
ironía y el doble sentido para realizar comentarios sobre cuestiones y acto-
LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 31

res políticos, sin dejar de enviar mensajes u opiniones fundadas y serias.


En esta misma vertiente de características tiene un lugar especial el carica-
turismo.

2. Radio y televisión

Por su parte, la radio y la televisión pueden integrar formatos que dan


lugar a la integración de plataformas para el intercambio de puntos de vista
políticos. A través de programas dirigidos por un conductor que idónea-
mente debe guardar una actitud imparcial, se presentan debates entre un
número de participantes, cada uno de ellos sustentando una posición en el
espectro político partidista, o escenario político, sobre el tópico en cues-
tión. También se cuenta con la intervención de expertos en las diversas ma-
terias de relevancia que integran al evento político. Dentro de estos forma-
tos se abre la participación al auditorio, a través de la formulación de
preguntas a alguno o algunos de los miembros que integran a los represen-
tantes de las diversas posiciones políticas que debaten, o bien emitiendo
una opinión personal sobre el asunto y forma en que lo está abordando al-
guno de esos participantes. En este grupo de programas de discusión y par-
ticipación de una audiencia, como lo señalan Livingston y Lunt, se estable-
cen nuevas formas de relación entre políticos o expertos en tópicos
políticos y la ciudadanía. En este contexto —señalan los autores referi-
dos—, políticos, expertos y ciudadanos en general tienen al menos la opor-
tunidad de compartir conocimientos y discutir las experiencias que viven
en el acontecer diario sobre diversas cuestiones políticas, donde se haga re-
ferencia a posibles soluciones o fórmulas para enfrentar los problemas.68
En este contexto, puede considerarse que los medios de comunicación y
comunicadores contribuyen al desarrollo de la democracia al estar actuan-
do como vínculo mediador e informativo entre la sociedad y la política y
sus actores, brindando a los ciudadanos un acceso a la información, así co-
mo a la expresión, y abriendo a los políticos un canal institucional de co-
municación con ellos. Por regla general, en este formato por ningún moti-
vo puede ignorarse que los programas que lo utilizan no están libres de
control, y que ellos pueden recibir por el medio de comunicación en cues-
tión una cuidadosa supervisión sobre la selección de los tópicos a tratar,
68 Livingstone, S. y Lunt, P., Talk Show Democracy, Londres, Routledge, 1994, p.
131.
32 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

participantes que intervendrán, registros y controles para la transmisión de


preguntas y opiniones del público, así como sobre mecanismos para asegu-
rar la confrontación de opiniones. La personalidad y prestigio de un comu-
nicador son elementos contundentes para lograr una independencia de los
factores referidos.
Sobre la importancia de los medios para la difusión de la información e
ideas, poniendo un énfasis especial a la televisión, Sartori advierte que
“Siempre se le ha atribuido a la prensa, a la radio y a la televisión un espe-
cial significado democrático: una difusión más amplia de información y de
ideas. Pero el valor democrático de la televisión —en las democracias— se
va convirtiendo poco a poco en un engaño: un demo-poder atribuido a un
demos desvirtuado”. Citando las palabras de Ionescu, Sartori añade: “El
hecho de que la información y la educación política estén en manos de la
televisión... representa serios problemas para la democracia. En lugar de
disfrutar de una democracia directa, el demos está dirigido por los medios
de comunicación”.69
Al igual que con los medios escritos, en la radio y la televisión también
se pueden encontrar formatos de programas que permiten al comunicador
ir más allá del mero reportaje político y adentrarse en el escenario de una
participación política más activa. En este ámbito encuentran un espacio de
mayor intervención expertos o especialistas en algún tópico político, don-
de pueden expresar sus personales puntos de vista, opiniones e interpreta-
ciones ante una audiencia.
Por otra parte, los conductores de programas de radio o televisión llegan a
tener una gran presencia a través del uso del formato de entrevista a actores
políticos. En este tipo de formato concurren elementos de reportaje, comen-
tarios y análisis. En ocasiones se puede observar que los entrevistadores van
más allá de simples cuestionamientos y asumen una posición crítica o inclu-
so de oposición frente a la de algún participante entrevistado. En tiempos re-
cientes se observa un avance de la presencia de participantes cuyo origen o
formación no es la de un medio de comunicación o como comunicador, sino
que encuentran su presencia fundada en logros o reconocimientos académi-
cos. En este espacio también participan políticos retirados y con buen presti-
gio, así como individuos que a través de algún mecanismo legitimador obtie-
nen un nivel de expertos en un tópico político en particular. En el ámbito de
los medios de comunicación, la participación de estos expertos contribuye a

69 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 130.


LOS MEDIOS Y EL ESPACIO POLÍTICO 33

su vez, a formar autoridad y credibilidad en las noticias ofrecidas por el


medio en cuestión. En este espacio, coyunturalmente en época de eleccio-
nes, los encuestadores de opinión también encuentran un lugar de interven-
ción, principalmente exponiendo e interpretando los resultados de sus en-
cuestas sobre el sentir y opiniones del electorado.
La presentación mediática de información a través de los diversos for-
matos referidos son puertos que permiten el amplio acceso de los medios y
comunicadores al espacio político y, a su vez, son llaves de poder para con-
figurar ideas, percepciones y decisiones en la sociedad.
CAPÍTULO TERCERO
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES

I. Comunicación y mensaje político. . . . . . . . . . . . . . . 36


II. Manejo de medios e imagen. . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
III. Procesos electorales y participación de especialistas mediá-
ticos externos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
1. Encuestas de opinión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
2. Mercadotecnia política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
3. Manejo de las relaciones públicas . . . . . . . . . . . . . 72
4. La campaña negativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
CAPÍTULO TERCERO
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES

...many people hardly ever see a politician as


a person anymore. Instead a politician is a
shadow they watch on television, not kno-
wing whether he is speaking impromptu or
reading from a prompter hidden behind the
cameras a text written for him by anonymous
advisers or experts.
Vaclav HAVEL

Con los nuevos tiempos, y las viejas ambicio-


nes, los publicistas, antes que los políticos,
descubrieron, y vendieron, que sólo con la
publicidad se podía hacer política y que esa
era la llave para acceder al poder... Que un
buen spot decía más de mil discursos, que dos
mil mítines, que tres mis declaraciones de
prensa; que una mentira repetida mil veces,
aún siendo mentira, era creíble, y que lo im-
portante no era la verdad sino la verosimili-
tud... Y que los políticos, felices, compraron
la idea, les encantó, sobre todo esa última par-
te de que la verdad no importa, es secundaria,
sólo cuenta lo verosímil.
Joaquín LÓPEZ DÓRIGA

Es innegable que partidos, organizaciones y actores políticos han ido de-


sarrollando una visión más amplia y sofisticada de las implicaciones y
efectos del manejo de medios. En este ámbito de actividades están aque-
llas principalmente relacionadas con una tarea de intermediación, para
presentar al candidato o partido político en forma positiva ante la opinión

35
36 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

pública. Sus propósitos están dirigidos a lograr la presentación y cobertu-


ra de mensajes, así como los programas y las soluciones que propone el
actor político en cuestión, a efecto de que reciban una opinión favorable
por la ciudadanía. La relación entre instituciones, organizaciones y acto-
res políticos con los medios de comunicación está condicionada por ele-
mentos de confianza y desconfianza entre ellos mismos. En este orden de
ideas, el manejo de los medios está previsto como un elemento cataliza-
dor que produzca y permita guardar una relación positiva y cordial.
Para numerosos actores políticos, el manejo de medios tiene una impor-
tancia especial o determinante para la consecución de sus propósitos. Por
su parte, los medios difícilmente se someten a un control o permiten sobre
ellos la imposición libre e incondicional de criterios, interpretaciones y
conclusiones particulares. La importancia política del manejo de medios
ha tenido un crecimiento paralelo con el de la comunicación masiva.70 Este
hecho ha contribuido sustantivamente, e incluso obligado, a que todo can-
didato y partido interactúe con ellos con mayor intensidad.
El manejo de medios involucra la participación de asesores de un parti-
do o candidato, con los conocimientos adecuados para la elaboración, or-
ganización o apoyo de eventos mediáticos. Estos asesores, o junto con
otros, guardan las relaciones adecuadas con los medios y comunicadores
que pueden tener el poder de ejercer una acción favorable para su contra-
tante en una contienda electoral. Se puede observar que el objetivo primor-
dial en esta actividad, por una parte, es presentar al partido y a su candidato
en forma aceptable al electorado, sin exponerlo u obligarlo a definiciones o
cuestionamientos ante la sociedad y, por otra, conducir la información so-
bre esos actores en una forma que les favorezca electoralmente. Asimismo,
esta actividad contempla dar atención y respuesta a las necesidades y de-
mandas informativas de los medios y comunicadores.

I. COMUNICACIÓN Y MENSAJE POLÍTICO

La comunicación política es en gran medida un intercambio mediatiza-


do, que se transmite a través de mensajes tanto verbales como en imágenes,
haciendo uso de los medios de comunicación masiva. La reflexión sobre

70 Para un amplio número de observadores, la era moderna del manejo de medios


principia con los debates para la Presidencia de los Estados Unidos en 1960, entre Nixon
y Kennedy.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 37

sus efectos no puede ser pasada por alto. Sin embargo, la tarea de medir la
relación causa-efecto entre una nota o imagen informativa y la conducta
con que reacciona el auditorio no es simple. Cabe señalar en términos muy
generales la siguiente trayectoria histórica hasta los años treinta, sociólo-
gos norteamericanos y europeos comenzaron a prestar atención a la ante-
rior relación con motivo del surgimiento del nazismo y la presencia detec-
tada de técnicas de propaganda política. El interés avanzó fuera del campo
político, y se posicionó en el ámbito comercial respecto a la venta y compra
de bienes y servicios. Sin embargo, la investigación empírica fue por de-
más limitada y, con ello, la obtención de resultados. Posteriormente, desde
los años cincuenta prevaleció la idea de que los efectos eran limitados y
acotados por factores sociales y culturales que caracterizaban a un audito-
rio. A partir de los sesenta se presentó una nueva visión dirigida por la es-
cuela semiológica, representada principalmente por Umberto Eco. A tra-
vés de este enfoque, la comprensión de los efectos de la comunicación
masiva precisaba del entendimiento de la semiótica social y de una situa-
ción de comunicación determinada, tomando en cuenta el potencial de en-
tendimiento del mensaje, la diversidad de significados que puede recibir
una información por parte de distintos grupos e individuos de una audien-
cia, y la variedad de reacciones que la información puede provocar.
El mensaje político está integrado con un código de elementos dominan-
tes que, dependiendo del desciframiento que haga el auditorio, producirá
empatía o rechazo. De esta forma, hay mensajes partidistas cuyos elementos
dominantes serán descifrados, comprendidos, aceptados y apoyados por di-
versos militantes y simpatizantes. El contenido dominante del mensaje po-
lítico y de su desciframiento por el auditorio podrá determinar la suma de
apoyos o atenuar actitudes negativas de los miembros de la sociedad. Esto
guarda especial importancia en los procesos electorales, respecto al voto in-
deciso o indefinido.71 Sin embargo, ese mensaje no tiene asegurado por sí
mismo un éxito. Éste debe ser elaborado con todo cuidado, tomando como
parte esencial de su punto de partida y destino final a la sociedad.
La elaboración del mensaje político no es una cuestión simple.72 De
acuerdo con asesores en comunicación, se presenta la dificultad de que los

71 Sobre este tema véase el trabajo de May, Stuart, “Encoding/Decoding”, en May,


S. et al. (eds.), Culture, Media, Language, Londres, Hutchinson, 1980, pp. 128-138.
72 Las agencias de publicidad regularmente piden o ayudan a sus clientes a definir
sus objetivos, a través de preguntas como las siguientes: ¿Qué buscan o qué pretenden
38 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

políticos tienen un estilo y lenguaje particulares. Hay quienes señalan que


a menudo ellos son evasivos, invocan símbolos partidistas, tienden a ser
específicos sobre los beneficios de sus propuestas, pero vagos respecto a
sus costos o al cómo implementarlas, y recurren a generalizaciones para
evitar ofender o entrar en debate con electores. Si se llegara a manejar erró-
neamente su diseño e implementación, el mensaje político también puede
provocar o aumentar posiciones y resultados negativos, particularmente
cuando los elementos dominantes del mismo no son acertados o debida-
mente presentados en forma y tiempo. La diversidad de significados y res-
puestas depende de varios factores, entre otros, el contexto en que se recibe
el mensaje, la forma en que se transmitió y el grupo social que lo recibe. En
todo caso debe tenerse presente que independientemente de la calidad o so-
fisticación del mensaje político, éste tendrá mayor efecto si encuentra a un
auditorio receptivo.
En contraste con el mensaje de actores gubernamentales o políticos, se
señala que la información surgida de la investigación de medios de comuni-
cación masiva o comunicadores y presentada ante la sociedad puede recibir
una mayor credibilidad o aceptación por los receptores, o bien quedar sujeta
a un menor grado de criticismo y cuestionamiento por la sociedad —incluso
hasta con una protección frente a interferencias políticas—. En consecuen-
cia, se puede derivar que el electorado tendrá una actitud más abierta para
encontrar las bases informativas sobre las cuales forme su opinión, tomando
en cuenta el mensaje político de los medios y comunicadores.

II. MANEJO DE MEDIOS E IMAGEN

El manejo de medios comprende una amplia variedad de fórmulas y


prácticas a través de las cuales los partidos, organizaciones y actores políti-
cos, con el propósito de proteger o promover sus fines, buscan ejercer un
cierto control, o una manipulación sobre los propios medios de comunica-
ción. La visión que pueden tener diversos políticos sobre los medios es que
ellos representan valiosos vehículos, que incluso pueden constituirse como
aliados indispensables en procesos electorales. Sin embargo, la indepen-
dencia de los medios los hace difícilmente controlables, y, por tanto, la ela-

lograr? ¿En qué se distinguen de sus contrincantes? ¿Por qué los electores deben votar
por ellos? En la definición de la estrategia, las preguntas esenciales son: ¿Qué están tra-
tando de decir? ¿A quiénes quieren decírselo? ¿Cómo pueden alcanzar sus objetivos?
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 39

boración y presentación de noticias o mensajes políticos se hace un tanto


cuanto impredecible o con elementos de riesgo para aquellos que buscaban
ejercer un control o influencia sobre ellos.
Dentro de los ámbitos donde opera el manejo de medios se encuentran
también conferencias de prensa, entrevistas y, hasta cierto grado, debates
públicos, donde los actores políticos hacen declaraciones que son disemi-
nadas a través de los medios a un auditorio. Las conferencias y entrevistas
brindan la oportunidad a los actores políticos de tener cierta incidencia en
la formación de la agenda noticiosa de los medios, y, por tanto, en la for-
mación de los tópicos o cuestiones que los propios medios o comunicado-
res consideran de mayor relevancia en el debate político de la campaña y
de los eventos políticos que le anteceden. Por regla general, las conferen-
cias de prensa están diseñadas para lograr una amplia cobertura del electo-
rado. En consecuencia, estratégicamente, estas conferencias se celebran en
momentos que dan el tiempo suficiente para la elaboración de la nota co-
rrespondiente y su difusión oportuna en el tiraje de cierta hora de un perió-
dico o en el programa de radio o televisión con más amplios auditorios.
Nuevamente, el reportaje de una conferencia de prensa puede tomar
distintas direcciones en el espectro de lo positivo-neutral-negativo.
Hoy en día, el debate abierto entre candidatos a la presidencia en mu-
chos otros países —particular y destacadamente en los Estados Unidos—,
es una práctica y parte esencial del proceso electoral, mismo que represen-
ta para los partidos políticos y actores políticos en cuestión uno de los prin-
cipales eventos que les permite tener un acceso directo a los medios. Este
evento por sí mismo garantiza a los participantes una cobertura de gran
amplitud respecto al electorado, con la información y difusión donde parti-
cipan los más importantes medios de comunicación y sus respectivas em-
presas que los integran, y ofreciendo los foros y plataformas de formación
de la opinión pública y credibilidad ciudadana sobre los temas o problemas
que presenta cada candidato y sus propuestas para solucionarlos. Además,
se permite al electorado tener elementos de comparación en cuanto al ca-
rácter, personalidad, habilidad y virtudes particulares de cada uno de los
participantes, produciendo las consecuentes conclusiones sobre las cuales
fincar su determinación de la superioridad que guarda un contendiente
frente a los otros. Este ejercicio, sin lugar a dudas, también representa una
seria posibilidad de riesgo para cada partido y su candidato. Acompañando
a los anteriores elementos, también está entre otros la creación, inducción,
40 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

implementación y presentación de la imagen de una institución, organiza-


ción o actor político en especial de un candidato.73
La imagen del político constituye un elemento primordial con que se es-
tructura la información y la estrategia para lograr la respuesta positiva del
electorado. Aun cuando la imagen política del candidato puede ser consi-
derada como independiente o en cierta forma irrelevante de la imagen del
partido, puede sostenerse que hoy en día ambas deben estar reforzándose
una a otra para lograr con mayor seguridad el triunfo en los procesos elec-
torales. En tiempos modernos, un ejemplo de gran importancia sobre lo re-
ferido fue el caso de la creación de la imagen personal de Tony Blair como
candidato a primer ministro de Gran Bretaña, paralelamente al desarrollo
de la imagen del “Nuevo Partido Laborista”.
Por lo que toca a la imagen personal del candidato, el electorado juzga o
forma su opinión sobre un candidato no sólo con base en lo que hace y dice,
sino en la forma en que se presenta haciéndolo o diciéndolo. Este fenóme-
no necesariamente envuelve elementos de forma y estilo, mismos que en
ocasiones reciben más atención o adquieren una mayor fijación en la mente
del elector, que la sustancia de su mensaje u oferta de gobierno.
En el mundo de la comunicación política, este fenómeno comenzó a de-
sarrollarse con una preeminencia acelerada, con el avance de la televisión
como un medio de comunicación masiva. La vestimenta, el color de la mis-
ma, el estilo del peinado, la forma y tono de hablar, así como movimientos
corporales o gesticulaciones, reciben significados del electorado que se
pueden traducir en fortalezas o debilidades o en cualquier otro tipo de nota
distintiva, que provoque confianza o desconfianza, agrado o rechazo de la
ciudadanía. Un pequeño error, un gesto inadecuado, una actitud de sober-
bia, entre otros, puede tener efectos profundamente negativos para el con-
tendiente que las realiza. Un indicio de la importancia de la imagen perso-
nal de un candidato lo brindan las palabras del británico Brendan Bruce.

73 Entre los estudios que buscan determinar si es posible que la manipulación de la


imagen de un candidato afecte la decisión electoral del ciudadano, están los siguientes:
Rosenberg, S. y McCafferty, P., “The Image and the Vote: Manipulating Voters’ Prefe-
rences”, Public Opinion Quarterly, vol. 51, 1987, pp. 31-47; Kepplinger, H. M. y Dom-
bach, W., “The Influence of Camera Perspectives on the Reception of a Politician by
Supporters, Opponent, and Neutral Viewers”, en Political Communication Research:
Approaches, Studies, Assessments, Norwood, Ablex, Paletz, Ed., 1987, pp. 62-72; Kee-
ter, Scott, “The Illusion of Intimacy: Television and the Role of Candidate Personal Qua-
lities in Voter Choice”, Public Opinion Quarterly, vol. 51, 1987, pp. 344-358.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 41

Este analista observa que incluso cuando las posiciones ideológicas de los
partidos son más convergentes hacia el centro en lugar de divergentes, la
imagen personal del candidato se convierte en elemento de sustantiva im-
portancia para obtener la credibilidad del elector y por tanto su voto.74
La imagen de un candidato o de un partido político es una cuestión de
percepción pública. El logro de una buena imagen para el candidato o para
su partido se ha convertido actualmente en uno de los objetivos principales
de las campañas modernas. Una vez diseñada la respectiva estrategia, se
presenta la imagen y propuesta del candidato. Cabe precisar que, asimis-
mo, los candidatos y los partidos tendrán imágenes configuradas de mane-
ra independiente y gratuita por parte de los medios y comunicadores, así
como por los oponentes políticos. Sartori subraya que “…cuando habla-
mos de personalización de las elecciones queremos decir que lo más im-
portante son los ‘rostros’ (si son telegénicos, si llenan la pantalla o no) y
que la personalización llega a generalizarse, desde el momento en que la
política en ‘imágenes’ se fundamenta en la exhibición de personas”.75
En relación con la imagen de un candidato, las palabras de un asesor de
Richard Nixon en su campaña presidencial, expresadas en un memorando,
son por demás elocuentes sobre la importancia de los medios. En ese docu-
mento se señala que la aprobación de los electores de un candidato no está
basada en una realidad, sino que es producto de una química particular
entre el elector y la imagen del candidato. La respuesta electoral es a la
imagen, no al hombre, y esta visión depende a menudo más de los medios
que del propio candidato.76 En este mismo orden de ideas, un reconocido
publicista político ha dicho:

…un político no es un hombre. Es sólo una simple imagen. Y una imagen


sometida a cambios constantes de un día a otro, de una hora a otra, de un
minuto a otro. Porque si no es capaz de cambiar su chaqueta exterior con
la misma velocidad de un camaleón, si no es capaz de presentar de un día
para otro una imagen distinta de la que presentó hasta la fecha, esa perso-
na quizá sea un buen hombre, un buen esposo, un buen ciudadano y un
buen padre. Pero jamás será un buen político.77

74 Bruce, Brendan, Images of Power, Londres, Kogan Press, 1992, p. 95.


75 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 108.
76 McGinnis, J., The Selling of the President, Penguin, Harmondsworth, 1970.
77 Izquierdo Navarro, Francisco, La publicidad política, cómo se convierte a un hom-
bre en un candidato, Barcelona, Oikos Tau, 1975, p. 33.
42 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Las palabras de Flores Zúñiga respecto a la formación de imagen política


y algunas de sus más importantes implicaciones son también ilustrativas:

Como si se tratara de una gigantesca promoción comercial, los publicistas


toman al candidato por su cuenta y en su cuenta, lo maquillan, hacen in-
vestigaciones de mercadeo, estimulan el ingenio de los creativos y de
copy’s, producen frases de impacto, diseñan estrategias para el lanzamien-
to del candidato, de su familia, de sus programas, de su perfil humano, de
su estampa de estadista, deciden si debe ser sonriente o severo, si debe de-
cir chistes o no; en una palabra lo preparan para vender su imagen. Las
ideas, desde luego, no desaparecen, pero pasan a un discreto renglón y co-
mo un elemento que no es decisivo. Para vender no se necesitan ideas sino
impactos.

Este mismo autor añade con relación a la observación anterior que “Los
espectadores, vale decir ‘jabones’ los principales protagonistas en el juego
de la democracia resultan convertidos en encandilados espectadores de un
gran espectáculo montado para ellos pero sin ellos, o sea todo lo contrario
de cuanto supone una democracia en acción”. En este quehacer, Flores Zú-
ñiga encuentra la presencia de despachos de especialistas en imagen
“...contratados para aconsejar políticas externas o internas...”, que deben
seguir campañas diseñadas por publicistas con un altísimo costo, que la-
mentablemente estructuran un “...acallamiento de las diversidades y las di-
ferencias”.78
Respecto al fenómeno del manejo de imagen y la relación que hoy guar-
dan los actores políticos con sus partidos, dentro del marco de la acción de
los medios Sartori formula la siguiente afirmación: “Cuanto más vota el
elector al símbolo, a la ideología o al programa de un partido, más depen-
den los candidatos de su partido para ser elegidos...”, lo cual se hace más
pronunciado en los grandes partidos de masas. Sin embargo, este mismo
autor precisa que tal dependencia:

...se está reduciendo, pero no por ello estamos volviendo al representante


independiente y “responsable”... En realidad estamos pasando al represen-
tante o colegio-dependiente o vídeo-dependiente, además de sondeo-de-
pendiente. En suma, la independencia del representante ya no existe desde
hace tiempo; y el paso de “depender del partido” a otras formas de depen-

78 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., pp. 187 y 188.


LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 43

dencia no tiene por qué constituir un progreso. El representante liberado


del control del partido no tiene por qué ser un representante que funcione
mejor, que haga mejor su oficio.79

Dentro de su análisis sobre este tema, el politólogo italiano hace el si-


guiente señalamiento, que sin duda también tiene un impacto sobre la de-
mocracia: “No preveo que los partidos desaparezcan. Pero la vídeo-políti-
ca reduce el peso y la esencialidad de los partidos y, por eso mismo, les
obliga a transformarse. El llamado “partido de peso” ya no es indispensa-
ble; el “partido ligero” es suficiente”.80 Asimismo, señala este autor que
“...el mundo construido en imágenes resulta desastroso para la paideia de
un animal racional y que la televisión produce un efecto regresivo en la de-
mocracia, debilitando su soporte y, por tanto, la opinión pública”.81
El elemento de la imagen política puede tener particularmente un im-
portante impacto en aquella parte del electorado que se encuentra indecisa
o indefinida respecto a un candidato y su partido político. En este ámbito se
observan cuatro elementos de relevancia: a) la imagen del candidato; b) la
imagen que se ofrece respecto a los programas y políticas gubernamentales
que ofrece el partido; c) la imagen que tiene el elector respecto de la diri-
gencia del partido; d) la imagen del elector sobre los gobernantes que per-
tenecen a ese mismo partido, y e) la imagen del propio partido.82
Con relación a la imagen, no debe perderse de vista el señalamiento he-
cho por diversos estudiosos de la materia, por lo que toca a la versatilidad
de su manejo. Por ejemplo, Sartori observa que: “Entendemos que la ví-
deo-política no caracteriza sólo a la democracia. El poder de la imagen está
también a disposición de las dictaduras”.83
Tomando en consideración las conclusiones de la investigación empíri-
ca entre la comunicación política y la formación de imagen, puede apre-
ciarse que predomina la convicción de que hay formas y caminos en que
una imagen política puede ser construida y tener como efecto una respues-
79 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 112.
80 Ibidem, p. 110.
81 Ibidem, p. 146.
82 Haciendo referencia a una encuesta celebrada por Mori en la elección británica de
junio de 1987, Worcester opina que hay tres determinantes: “…firstly (and still, appa-
rently, most importantly), the image of party policy...; secondly, the voters’ image of the
party leadership... and finally, the ‘corporate’ image of the party itself”. Worcester, R.
M., British Public Opinion, Oxford, Basil Blackwell, 1991, p. 111.
83 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 66.
44 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ta favorable por el electorado. Sin embargo, no pasa por desapercibido el


hecho de que el importante desarrollo de la creación de imagen, en conjun-
to con el dominio que exhibe hoy en día el anuncio político en las campa-
ñas electorales, se aparta del ideal del proceso democrático donde teórica-
mente los electores deben tomar sus decisiones con mayor conciencia y
racionalidad, y no como resultado del convencimiento de que está com-
prando un producto adecuado en el mercado. Al respecto, R. Joslyn señala:
“…we are forced to ponder the possibility that our political process does
not enhance the type of information-holding and political choice that are
the most clearly and directly associated with democratic theory”.84
Las características referidas sobre la imagen son hechos que no se pue-
den ignorar ni restarles una importancia. Sólo en la medida en que el elec-
torado se percate del papel que se ha dado a la creación y manejo de la ima-
gen personal de un político para inducir su preferencia electoral, y en la
proporción que ese electorado se interese con mayor profundidad en la sus-
tancia más que en el envoltorio de las propuestas y ofertas políticas, la im-
portancia del manejo de la imagen podría disminuir. Esto se muestra poco
factible.

III. PROCESOS ELECTORALES Y PARTICIPACIÓN DE ESPECIALISTAS


MEDIÁTICOS EXTERNOS

La competencia electoral, sin duda alguna, es parte inseparable de la de-


mocracia. El ciudadano encuentra en ella la oportunidad institucional para
evaluar y elegir a sus gobernantes, frente a las diversas alternativas. A tra-
vés de las campañas y elecciones, el electorado expresa su apoyo o conde-
na la actuación del trabajo de un partido político en el gobierno y a su can-
didato a un cargo de elección popular, o bien brinda su confianza a un
partido opositor y a su candidato. Es decir, las elecciones son la oportuni-
dad de evaluar el cumplimiento de la oferta y compromiso político de los
diversos actores políticos y partidos. Repetidos procesos electorales en las
últimas décadas presentan claras evidencias exhibiendo que los medios
ocupan en ellos un lugar central. En cada caso se advierte que ellos tienen
amplios e importantes campos de participación sustantiva y determinante.

84 Joslyn, R., “Political Advertising and the Meaning of Elections”, en Kaid, L.,
Nimmo, D. y Sanders, K. (eds.), New Perspectives on Political Advertising, Carbondale,
Southern Illinois University Press, 1986, p. 183.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 45

La literatura sobre el electorado es amplia. En contraste, aquella sobre


los realizadores de campañas con la utilización de medios de comunica-
ción es reducida.85
Históricamente, las campañas electorales han venido incorporando las
técnicas e ideas más desarrolladas en comunicación. Invariablemente,
ellas han adoptado y se han adaptado a las últimas herramientas de persua-
sión. Hasta finales del siglo XIX la forma publicitaria para obtener el voto
del electorado fue el discurso político presentado directamente ante audito-
rios en diversas localidades, la distribución de folletos, panfletos, carteles
y manifiestos, así como la divulgación de programas y propuestas políticas
a través de periódicos locales y nacionales. La propia ampliación del dere-
cho a votar que fue ocurriendo en el propio siglo XIX, sumado al avance
del alcance de los medios de comunicación, fue constituyendo un elemento
de transformación del actuar y procesos políticos con un impacto determi-
nante en la sociedad.
Walter Lippmann observa que al término de la Primera Guerra Mundial
los medios habían sido aprovechados por los políticos como vehículos de
persuasión, en una forma sin precedente igual.86 El surgimiento de la radio
y el cine permitieron nuevos vehículos de comunicación a líderes políticos,
mediante los cuales ampliaron la presentación y divulgación política a un
mayor número de electores. El caso de Franklin D. Roosevelt, en particu-
lar, ejemplifica con toda claridad el uso de la radio en los años treinta.
Asimismo, se observa que desde los años cincuenta el desarrollo tecnoló-

85 Sobre los electores hay innumerables estudios, en particular sobre la forma en que
se delinea la conducta electoral. Ejemplo de estos trabajos, con un interesante contenido,
puede ser Heath, A. et al., Understanding Political Change, Oxford, Pergamon, 1991;
Rose, R. y McAllister, I., The Loyalties of Voters, Londres, Sage, 1990. Respecto a los
candidatos y sus equipos de campaña, hay diversos trabajos de gran interés. Uno de ellos
que ofrece información interesante con una investigación bien fundada sobre el caso de
Inglaterra es Butler, D. y Kavanagh, D., The British General Election of 1992, Londres,
MacMillan, 1992; Salmore, S. y Salmore, B., Candidates, Parties and Campaigns: Electo-
ral Politics in America, Washington, C. Q. Press, 1985. En torno al papel de las agencias
asesoras, son relevantes de mencionar como ejemplos, las siguientes obras: O’Shaugh-
nessy, Nicholas, The Phenomenon of Political Marketing, Londres, MacMillan, 1990; Ke-
lley, Stanley, Professional Public Relations and Political Power, Baltimore, John Hopkins
Press, 1956; Luntz, F., Candidates, Consultants and Campaigns: The Style and Substance
of American Electioneering, Oxford, Blackwell, 1988; Petracca, M., “Political Consultants
and Democratic Governments”, Political Science, 22(1), pp. 11-14; Schnudson, M., Adver-
tising: The Uneasy Persuasion, Nueva York, Basic Books, 1984.
86 Lippmann, Walter, Public Opinion, Nueva York, Macmillan, 1954, p. 248.
46 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

gico de los medios, muy en especial por lo que toca a la televisión, ha veni-
do relegando la comunicación política interpersonal.
Los nuevos métodos de comunicación política se empezaron a desarro-
llar en los Estados Unidos. Ellos fueron evolucionando paulatinamente.
Sin lugar a dudas, un significante desarrollo en el campo de la comunica-
ción política lo presentó la campaña presidencial de Eisenhower en 1952.
Su equipo de campaña incorporó a destacados miembros de agencias de
publicidad, comisionó a Gallup para investigar los intereses de los electo-
res y contrató al actor Robert Montgomery para apoyar la imagen del can-
didato a la presidencia. Eisenhower hizo uso de mensajes en la televisión y
en la radio que se transmitieron en entidades federativas que eran clave en
el proceso electoral. Diversos mensajes expresando su apoyo en cuestiones
de interés para el electorado y una promesa de solución a sus problemas se
transmitieron repetidamente durante los últimos días de su campaña. Otro
importante capítulo fue en 1960, con la transmisión televisiva del debate
por la presidencia entre Kennedy y Nixon. Los posteriores eventos han ve-
nido marcándose por un incremento significativo en la cobertura, sofistica-
ción y costo de las campañas.87
Hoy en día, las formas y vehículos de manifestación, discusión, confi-
guración propia y participación se ven determinados en diversos sentidos e
intensidades por los medios y comunicadores. Colin Seymour-Ure, ha-
ciendo énfasis en el caso de la televisión, afirma que este medio de comuni-
cación se ha convertido en parte integral del espacio en donde toma lugar la
vida política.88 Por su parte, Rosendo M. Fraga considera que “Es probable
que la comunicación televisiva ocupe un espacio cada vez mayor en el
marketing político”.89
En términos prácticos, cada día parece hacerse más creciente la opinión
de los políticos que consideran o admiten que la televisión se ha convertido
en el medio crucial de la comunicación con los electores, y sienten que es
esencial el empleo de agencias de publicidad, empresas de encuestas, de
relaciones públicas y de expertos en imagen. De esta forma, se ha hecho la
siguiente afirmación: “Los políticos han comenzado a abandonar o a poner
en duda sus viejas convicciones y teorías sobre el poder de los medios de

87
Sabato, L., The Rise of Political Consultants, Nueva York, Basic Books, 1981.
88
Colin Seymour-Ure, “Prime Ministers” Reactions to Television”, Media, Culture
and Society, vol. 11, núm. 3, 1989, p. 308.
89 Fraga, Rosendo M., op. cit., p. 57.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 47

comunicación como eficaces electores, y se aventuran por los azarosos,


aunque vistosos campos de la publicidad política”.90
Respecto a los efectos prácticos de la participación de profesionales de
los medios de comunicación y el uso de distintos recursos y herramientas
en el ámbito de la política, las palabras de Václav Havel son por demás elo-
cuentes e ilustrativas. Al señalar que los medios de comunicación son un
elemento que hace una fuerte presencia en los tiempos presentes, Havel ar-
gumenta que bajo esas circunstancias mucha gente difícilmente ve al polí-
tico como una persona, sino que se le ve como una sombra o imagen que
reciben a través de la televisión, que no permite distinguir si se expresa es-
pontáneamente o está leyendo de una pantalla oculta de acuerdo con un
texto escrito por asesores o expertos anónimos. Asimismo, este autor sos-
tiene que los ciudadanos ya no perciben al político como un ser viviente.
Ellos responden sólo a la imagen propia creada por los medios escritos y
electrónicos. Si le formulan una pregunta, ello sólo es posible en forma es-
crita, la cual será respondida por un miembro de su equipo que no conocen.
De la misma forma, Havel señala que la política ha dejado de ser parte
de la vida próxima a los ciudadanos y se ha convertido en un espectáculo
mediático cómico o trágico, que es observado en forma pasiva. Este autor
añade que desde el punto de vista de los políticos, los ciudadanos están
igualmente distantes. Ellos parecen ser no más que una sombra, una masa
anónima que en la mayor parte de los casos se expresa a través de encues-
tas. Asimismo, precisa que según su experiencia, a menudo lo que los me-
dios señalan sobre alguna intervención suya resulta mucho más relevante
que la propia intervención. Sus palabras al respecto pueden arrojar luces
para comprender los efectos de esta situación: “Democratic choice in such
cases ceases to be a choice between alternatives people are familiar with
and have personally tried; it becomes, instead, a choice between alternati-
ves offered by those who run that media”. Havel concluye afirmando que
los políticos parecen haberse convertido en títeres que parecen humanos
actuando dentro de un inhumano teatro, autómatas de una civilización sin
control donde nadie es responsable.91
Refiriéndose al simbolismo que transmiten los medios de comunica-
ción, Havel relata sobre su experiencia personal cuando se insertó en la
política de símbolos, sosteniendo encuentros con ciudadanos o represen-

90 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 187.


91 Havel, Václav, op. cit., pp. 125 y 126.
48 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tantes de otros países simplemente por tener una reunión y quedar insertos
en el trabajo político. Al respecto, él revela que estos actos políticos, como
muchos más, son un mero teatro.92 Para Havel, vivimos en una época don-
de alguien que no guarde una conciencia y trabajo con los medios, por
ejemplo, no podría ser presidente de los Estados Unidos. Los políticos hoy
en día emplean consultores mediáticos para diseñar su imagen. Algunos de
ellos se han convertido virtualmente en esclavos de los medios, que son-
ríen a las cámaras, pero no a la gente. Otros invierten gran cantidad de
tiempo y dinero para vincularse con periodistas o comunicadores de me-
dios electrónicos. Así, ellos forman parte de un gran espectáculo teatral.
Havel sostiene que todos los políticos, voluntariamente o no, realizan
en un momento dado el papel de actores, escritores del libreto, directores
y presentadores de espectáculos teatrales políticos. Sin embargo, él pun-
tualiza que este juego teatral político es ambivalente, y tiene un doble fi-
lo, porque esos actores pueden motivar a la sociedad a seguir grandes y
benéficos caminos, así como generar en la ciudadanía una cultura política
democrática, donde los electores tengan responsabilidad y un compromi-
so cívico. Sin embargo, ellos también pueden movilizar las peores pasio-
nes e instintos del ser humano y crear masas de fanáticos que llevan a un
país al infierno. Este sentir Havel lo finaliza con la siguiente expresión:
“Theater is clearly an integral part of politics. But is also true that it can
be turned into a highly effective instrument of abuse”. Al respecto, el au-
tor se pregunta: ¿Dónde está la frontera entre lo positivo y negativo de lo
señalado? ¿Cuál es el límite entre lo legítimo y lo ilegítimo de ese actuar?
¿Dónde se divide el discurso público honesto y el mensaje demagógico?
¿Cómo se puede reconocer el punto más allá del cual la expresión de un
entendimiento de las necesidades dramáticas y difícil existencia de mu-

92 Así, con sus propias palabras este autor sostiene al respecto que: “...all these and
other symbolic political acts resemble theater more than anything else. They too involve
allusion, multiplicity of meaning, and suggestiveness; they too portray an abridged rea-
lity, making an essential connection without being explicit; they too have a universally
accepted ritual framework that has stood the test of time... Of course a political action
cannot serve as a symbol or play an important role unless it is known about. Today, in
the era of mass media, it is often true that if a deed lacks adequate coverage, particularly
on television, it might just as well have remained undone. Even those who doubt the po-
litical importance of spatiotemporal architecture or the meaning of political symbols and
rituals cannot deny one aspect of theatricality in politics: the dependence of politics on
the media”.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 49

chas personas, se convierte en mera manipulación diabólica de la libertad


humana? 93
En el caso de los Estados Unidos, hay quienes consideran que los me-
dios de comunicación se han convertido en un tipo de nuevos jefes de parti-
do.94 Sin embargo, hay otros que no comparten esta opinión y estiman que
los medios no son determinantes para los resultados electorales, ni que los
dueños de medios son una especie de nuevos jefes políticos que pueden de-
terminar el triunfo o derrota de un candidato.95 Asimismo, están aquellos
que simplemente asumen una actitud neutral. También hay quienes dentro
de una escala de valores ven a tal fenómeno en forma positiva y estiman
que se trata de un proceso irreversible cuyo resultado, señalan en términos
generales, favorece a la democracia. Hay algunos otros que lo consideran
con efectos negativos. Entre las razones que motivan esta posición están
las siguientes:

• El uso y enorme cobertura de los diversos medios de comunicación


con los respectivos gastos de financiamiento, representando distintos
intereses personales o particulares, ya sean de personas que detenten
un poder público o privado, limita la capacidad de objetividad, y con
ello reduce aún más la posibilidad de raciocinio por el ciudadano. Es
decir, limita o anula la comprensión de los problemas y la forma de
afrontarlos.
• Los electores darán fundamentalmente su voto a favor de una imagen
creada por la publicidad. Por tanto, su decisión carece de conviccio-
nes surgidas de reflexiones objetivas y de la discusión de programas y
políticas públicas. De esta forma, se cancela la posibilidad de exa-
minar en forma crítica las tesis y programas de candidatos, si es que
existen, y se genera una pobreza de ideas.
• La creación de la imagen política de un candidato a la presidencia o a
otros cargos de representación popular promueve o bien obliga a la
formación de compromisos con aquellos que son capaces de financiar

93 Havel, Václav, op. cit., pp. 253-256.


94 Véase la obra de Newman, Bruce I., The Mass Marketing of Politic-Democracy in
an Age of Manufactured Images, Londres-New Delhi, Sage Publications, Thousand
Oaks, 1999.
95 Morris, Dick, Behind the Oval Office Winning the Presidency in the Nineties,
Nueva York, Random House, 1997.
50 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

el proceso de tal integración de imagen. En consecuencia, se genera


una costosa imagen. En el gobierno democrático debe haber un tope
presupuestario para costear la creación de imagen política.
• Los publicistas ajustan el mensaje político a sus exigencias de merca-
do, las cuales muchas veces producen una frase con una buena pre-
sentación estética, pero con un pobre contenido ideológico. En este
contexto se generan textos sintéticos con impacto formal, carentes de
calidad intelectiva. Este fenómeno deja al elector aún más desprovis-
to de herramientas para conocer sobre programas y acentúa la sola
posibilidad de recibir una imagen para definir su voto.

El profesor austriaco de ciencia política, Fritz Plasser, a través de un es-


tudio sobre el poder y efectos de los medios en los procesos electorales,
presenta algunas conclusiones que resultan interesantes. De acuerdo con
este autor, un análisis de la proliferación mundial de las técnicas de campa-
ña americanas lleva a modificar el cuadro de un supuesto proceso universal
de estandarización y homogeneización, generado e impulsado exclusiva-
mente por el modelo americano. Más que una transferencia unidireccional
dominada desde los Estados Unidos, cabe señalar entre al menos tres dife-
rentes vías de difusión de know how en materia de campaña. Las vías que
este autor distingue son expuestas de la siguiente forma: la primera y hasta
ahora más influyente es la proliferación de técnicas y prácticas propagan-
dísticas desde América, y que originalmente se desarrollan dentro del
contexto específico que constituye la experiencia estadounidense. La se-
gunda vía es el presente proceso de adecuación de las campañas, en par-
ticular en Europa central oriental al estilo más europeo. Y la tercera vía es
el desarrollo de un estilo de campaña característico para países en desarro-
llo. Respecto a la última vía, Plasser señala que ella tiene su punto de parti-
da en América Latina, donde se combinan elementos específicos de la
campaña estadounidense con un estilo más tradicional, centrado en el par-
tido de movilización masiva.
Plasser subraya que también es importante hacer mención a:

...la existencia de algunas formas híbridas de campaña. Por ejemplo, com-


binaciones de campañas por televisión al estilo americano, campañas de
distrito al estilo americano, campañas de distrito al estilo británico a nivel
de las bases y formas más propias de países en desarrollo… Sin embargo,
el modelo estadounidense que reivindica una campaña gobernada por los
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 51

medios, el dinero y la consultoría, aparece como el de mayor influencia.


Este estilo de campaña encierra un importante potencial de éxito electoral,
pero también lleva inherente el riesgo de una proliferación descontrolada
de técnicas.96

Sin duda alguna, el uso de los medios en procesos electorales debe con-
templar diversos elementos. Respecto a las condiciones para lograr con
éxito una campaña electoral en los medios, se encuentran entre sus princi-
pios básicos, a los diez siguientes:

• Comunicar valores. Una comunicación efectiva debe divulgar una


clara afirmación de valores básicos, autoridad moral y liderazgo.
• Establecer cuestiones respecto de las cuales el electorado esté en con-
tra. Por regla general, la ciudadanía manifiesta su rechazo hacia aque-
llos que representan o son presentados como opuestos a sus intereses,
costumbres o ideas.
• Cubrir en el ejercicio de campaña al electorado que está indeciso o no
tiene una preferencia definida a favor de un candidato.
• Brindar al electorado elementos que le den certeza de que el candida-
to en cuestión será el triunfador frente a los que proponen los otros
partidos.
• Identificar los errores de la oposición y a quien los comete, para exhi-
birlos frente al electorado.
• Motivar al auditorio a que se dirige el candidato para que asista a vo-
tar a su favor. Por lo general, se presenta el sentimiento entre ciudada-
nos que su voto es irrelevante y que en nada cambiará el que ellos
acudan a las urnas.
• Utilizar en apoyo del uso de los medios, la presencia y promoción a
favor del candidato por líderes de opinión. Esto es especialmente im-
portante cuando se carece de muchos recursos para el uso de medios
de comunicación.
• Asumir actitudes provocativas que produzcan reacciones en los me-
dios. Actitudes que tratan de guardar una moderación no llegan a lla-

96 Plasser, Fritz, “Proliferación mundial de técnicas americanas en campañas electo-


rales”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, pp.
143 y 144.
52 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mar la atención de los medios, y muchas veces se les relega a un lugar


sin mayor importancia.
• Afirmar y defender permanentemente la integración de programas
gubernamentales con el consenso social.
• Diversificar estrategias. La pluralidad en la solución de los problemas
considerados como centrales en el mensaje de campaña es indispensa-
ble. La exclusión con base en criterios de raza, color, sexo, por ejem-
plo, para abordar un tema, no debe ser aplicada.97

Hoy en día, la presencia de los medios y los amplios recursos tecnológi-


cos que utilizan, irremediablemente tienen un impacto no sólo en la vida de
la democracia, sino en el quehacer político, por reducido o insignificante
que pueda parecer. Difícilmente es posible encontrar instituciones, organi-
zaciones o actores políticos que se aventuren a entrar en la arena política
contemporánea sin una asesoría o apoyo profesional sobre la forma en que
trabajan los medios de comunicación y sus efectos.
En las últimas décadas se viene observando el creciente desarrollo de pro-
fesionales que inciden desde diversos campos y en distintas formas en el ac-
tuar de los medios sobre los procesos electorales. Ellos han sido definidos en
el mundo anglosajón como “a class of professional propagandists”,98 mis-
mos que son identificados en términos generales como spin doctors, cuya
actuación más evidente en recientes procesos electorales quedó expuesta
en los últimos comicios nacionales celebrados en la Gran Bretaña, a través
de los cuales fue electo como primer ministro Tony Blair.99 De hecho, ellos
se han ubicado entre la política y los medios. En este campo de intermedia-
ción y relaciones se ha formado una especie de interdependencia y un espa-
cio en el cual se han convertido en directores de escena y escritores de guio-
nes para obras teatrales con vida política propia y real.100
En ese contexto, tales profesionales han encontrado, además de una
fuente de trabajo, una cantera de importantes y considerables ingresos.

97 Chao Gunther, Herbert, “Ten Principles for Effective Advocacy Campaigns”, en


Meredith Mintler (ed.), Community Organizing and Community Building for Health,
1977, p. 114.
98 Kelley, Stanley, op. cit., p. 16.
99 Al respecto es de gran interés consultar la obra escrita por Jones, Nicholas, Sound-
bites and Spin Doctors. How the Politicians Manipulate the Media – and Viceversa,
Gran Bretaña, Indigo, 1996.
100 Sabato, L., op. cit., p. 111.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 53

Actualmente, este grupo de profesionales abarca áreas de mercadotecnia,


publicidad, relaciones públicas y comunicación política. En cierta forma
su presencia y desarrollo evidencia que las estructuras administrativo-polí-
ticas de los partidos políticos no pudieron por sí mismas con tales tareas
por diversas causas o razones, y las necesidades y espacios fueron cubier-
tos por esos profesionales que hoy en día constituyen en diversos países in-
dustrias de servicios a nivel nacional e, incluso en algunos casos, a nivel
transnacional.101
En términos generales puede señalarse que, como cualquier otro comu-
nicador, el actor político debe trabajar de acuerdo con ciertas fórmulas y
técnicas para ser conocido y entendido por una audiencia. El actor político
está sujeto a esos elementos de comunicación, y en la medida en que cum-
pla con ellos de la mejor forma será, consecuentemente, recibido de mane-
ra positiva por el electorado. Con mayor especificidad, también se debe
destacar que existen numerosos factores que pueden intervenir en la rela-
ción de comunicación político-elector, y que ellos pueden afectar el signi-
ficado del mensaje político aun y cuando éste se ajuste a los cánones más
típicos, produciendo actitudes y conductas diversas a las esperadas en el
electorado. De esta forma, puede señalarse que aun cuando el actor político
y su equipo de comunicación pueden tener un amplio control sobre el con-
tenido, forma, términos y condiciones del mensaje político, esto no implica
que tengan un control sobre el medio ambiente en el que será recibido por
el electorado. Los comunicadores políticos actualmente —observa Rol-
ke—, “...se basan en poco contenido y mucha simpatía, poco conflicto pero
elevado grado de consistencia, porque la oferta que actúa sobre los senti-
dos y aspira a brindar una orientación creíble necesita reducir la compleji-
dad para alinearla con otras reducciones similares para que no se sitúe in-
tempestivamente en contradicción con las mismas”.102
La tendencia a la profesionalización de la comunicación político-electo-
ral se ha extendido a todos los países con elecciones abiertas.103 Esta globa-

101 Nimmo, Dan, The Political Persuaders, Nueva York, Prentice-Hall, 1970, p. 39.
102 Rolke, Lothar, op. cit., p. 21.
103 Esto no ha ocurrido sin crítica u oposición alguna por diversos actores políticos.
Por ejemplo, en agosto de 1996, en la revista británica New Statesman, Calre Short, refi-
riéndose a los comunicólogos que empezaban a tomar una presencia sustantiva en la co-
municación del Partido Laborista, declaró: “I think the obsession with the media and the
focus groups is making us look as if we want power at any price and we don’t stand for
anything”.
54 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

lización de los nuevos mecanismos de comunicación política y la partici-


pación de distintos profesionales que inciden sobre la misma se identifica
como una americanización del proceso electoral. Sus principales caracte-
rísticas generales son:

a) El reclutamiento de profesionales, expertos y técnicos en relacio-


nes públicas, medios, publicidad, encuestas y mercadotecnia polí-
tica. La columna vertebral en este proceso es la convicción de la
necesidad de una coordinación, orquestación y orden en la comu-
nicación política de la campaña.
b) La definición de la agenda estratégica electoral determinada en
gran medida de acuerdo con las características y requerimientos de
los propios medios.
c) La convicción de que los medios son determinantes en el triunfo o
derrota de una campaña electoral. En consecuencia, la comunica-
ción ocupa un lugar privilegiado en la campaña. Una comunicación
pobre o la incapacidad de hacer llegar el mensaje son a menudo las
principales razones a las que se le atribuye la derrota de una campa-
ña electoral.
d) La adaptación de la campaña a los requerimientos de formato de la
televisión. Ellos incluyen la organización de conferencias de pren-
sa y eventos convenientes para la realización de declaraciones,
mensajes y distintos actos de presencia por el candidato.
e) La integración de un grupo interno dedicado al análisis de encues-
tas de opinión para conocer la actitud y sentir del electorado y el
resultado de este ejercicio para emplearse en la campaña de comu-
nicación.
f) Un incremento en el ataque al adversario o en el uso de la campaña
negativa. La publicidad se concentra tanto para resaltar los aspec-
tos positivos de un candidato como para señalar aspectos negativos
del oponente. Numerosos coordinadores de campaña consideran
que el ataque al adversario es más efectivo electoralmente, que la
publicidad que destaca los méritos de un candidato.
g) El dilema para los comunicadores políticos, en especial periodis-
tas, respecto a la definición de su propio papel en una era de satu-
ración en la cobertura y manipulación política. Enfrentados con los
esfuerzos electorales para delinear e incluso manipular la cobertura
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 55

de medios, los periodistas responden comisionando encuestas de


opinión, presentando reportajes sobre lo que ocurre detrás de la es-
cena en torno a las estrategias electorales y respecto a los esfuerzos
para la creación de imagen que realiza el equipo de un candidato.
h) Los principales ganadores de las nuevas campañas políticas son los
expertos independientes, los cuales son ajenos al propio partido en
la contienda electoral y, sin embargo, en repetidas ocasiones llegan
a desplazar a los propios militantes de un partido en el equipo de
campaña por lo que toca a la formación, decisión e implementación
de las estrategias del candidato en la contienda electoral.

Fraga estima que la globalización en el ámbito de los medios “...traerá


también nuevos fenómenos, como un candidato de un país apoyando a otro
de otro país. Los elogios o críticas externas serán otro nuevo elemento del
marketing político”.104 Por lo que respecta a este último punto y la situa-
ción que se observa en América Latina, las palabras de Flores Zúñiga son
ilustrativas:

Hoy los consultores adquieren en una campaña electoral más importancia que
los ideólogos, los militantes y los dirigentes de antaño. Una tecnología llama-
da, sin tapujos, “political marketing” ha entrado hondo en la realidad latinoa-
mericana. Los partidos pagan fortunas a estos pundits o expertos imagólogos
que, con alguna excepción, rara vez hablan bien el idioma nativo. Los líderes
tradicionales son desplazados por demiurgos de la imagen.105

En términos reales se observa cada vez más y en un mayor número de paí-


ses la presencia de agencias o individuos especializados en encuestas de
opinión, publicidad, relaciones públicas, mercadotecnia. Sus principales
acciones se dirigen, entre otras, a la elaboración de estrategias conforme a
los resultados e interpretaciones derivadas de encuestas y análisis diversos,
a diseñar la creación y venta de imagen, implementación de acciones me-
diáticas, así como formación, inducción e interpretación de la opinión
pública. Si la integración y estructuración de programas y políticas guberna-
mentales están siendo preponderantemente determinadas por esos profesio-
nales de la mercadotecnia, entonces es un hecho que tan importantes tareas
para una sociedad son realizadas por un grupo de individuos cuyos intereses
104 Fraga, Rosendo M., op. cit., p. 57.
105 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 182.
56 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

no necesariamente corresponden o responden con una realidad de los inte-


reses sociales y desarrollo de un país y su pueblo. Numerosos observadores
consideran que la política y sus procesos deben estar bajo la conducción
primordial y sustantiva de los políticos.
Frank Priess no duda en afirmar que la profesionalización y moderniza-
ción de las campañas electorales en todo el mundo presentan nuevos retos
que la política debe enfrentar. Al respecto, este autor estima que “En cual-
quier caso, la política deberá considerar tanto el cambio en los criterios me-
diáticos como la mayor influencia que han cobrado los asesores en marke-
ting político respecto de las organizaciones partidarias clásicas”.106 Por su
parte, haciendo referencia a los Estados Unidos, Fritz Plasser considera
que la difusión de las técnicas de campaña y mercadotecnia política:

...no es un proceso lineal que deriva en una estandarización uniforme de la


campaña política en el mundo. El modelo más difundido para adoptar in-
novaciones y técnicas seleccionadas de las campañas electorales america-
nas podría ser el shopping model, por el cual ciertas técnicas y rutinas or-
ganizacionales de una campaña más profesional son importadas desde los
EE.UU. y modificadas y complementadas en función del contexto político
nacional.107

En algunas otras reflexiones de Sartori se pueden advertir cuestiones de


preocupación para la vida democrática. Por una parte, el autor italiano se-
ñala que:

...los políticos cada vez tienen menos relación con acontecimientos genui-
nos y cada vez se relacionan más con “acontecimientos mediáticos”, es
decir, acontecimientos seleccionados por la vídeo-visibilidad y que des-
pués son agrandados o distorsionados por la cámara. [Por otra parte, Sar-
tori observa que] ...la vídeo-política atribuye un peso absolutamente des-
proporcionado, y a menudo aplastante, a quien no representa una “fuente
autorizada”, a quien no tiene ningún título de “opinion maker”. Esto re-
presenta un pésimo servicio a la democracia como forma de gobierno de
opinión.108

106 Priess, Frank, “El marketing político y su incidencia en el éxito electoral – una vi-
sión de la literatura más reciente”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66),
abril-junio de 2000, p. 150.
107 Plasser, Fritz, op. cit., p. 126.
108 Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 113-115.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 57

Una vertiente del pensamiento sociológico considera que la creciente pre-


sencia y participación de los medios de comunicación masiva en la política y
sus procesos, particularmente denotado por el fundamento conceptual de la
venta y consumo de un partido y sus candidatos como productos o servicios,
representa una extensión de las relaciones sociales regidas por un capitalis-
mo. En este orden de ideas, se considera que el capitalismo trae consigo la
manipulación de la opinión pública a través de los medios de comunicación
masiva, así como la formación y articulación de las necesidades sociales, y
el manejo de las decisiones políticas a su favor. En este sentido, por ejemplo,
Herbert Schiller observa que en el capitalismo contemporáneo los políticos
son vendidos al público como jabones o automóviles. Este mismo autor aña-
de que cuestiones de orden e interés público, así como sus respectivas res-
puestas, si son consideradas, cuando mucho reciben lugar para su expresión
y discusión en la forma de comerciales con duración de treinta segundos.109
Desde este punto de vista, al considerar como cierto que las decisiones polí-
ticas del elector se forman como resultado de técnicas de persuasión idénti-
cas o muy semejantes a las que se aplican para inducir la compra de un pro-
ducto, como puede ser un jabón, entonces la idea de que la democracia
conlleva un elemento de racionalidad y que responde al interés público, se
convierte en una mera ilusión o falacia.
El profesor británico, John Greenaway, haciendo referencia al pensa-
miento de Schumpeter respecto a su modelo del proceso democrático y el
papel que juega el ciudadano, observa que el electorado se ha convertido
en un mero consumidor pasivo de programas y políticas públicas. El mis-
mo autor sostiene que los propios partidos políticos dentro de la contienda
electoral han presentado generalmente a los electores diferentes opciones
de programas gubernamentales en la misma forma que empresas rivales
ofrecen sus productos a los consumidores.110
En respuesta a las numerosas críticas, como las expuestas con antela-
ción, los defensores de la intervención y forma en que ella se ha venido
desarrollando por expertos en el mercadeo, publirrelacionismo, creación
de imagen, elaboración de encuestas y formación de la opinión pública,
se presentan argumentos que buscan dar apoyo a sus actividades como
factores para el desarrollo de la democracia. Sobre este particular dejan
constancia en su obra los analistas Denton y Woodward, quienes conside-

109 Schiller, Herbert, Information and the Crisis Economy, Norwood, Ablex, 1984, p. 117.
110 Greenaway, John et al., op. cit., p. 51.
58 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ran que tales asesores creen que ellos están haciendo el proceso electoral
más democrático. Esos asesores sostienen que no controlan los votos como
lo hicieron los viejos jefes políticos a través de un sistema paternalista, ni
que tampoco pueden obligar a asumir una disciplina al electorado o influir
sobre la conducta de los elegidos. Destacan, asimismo, que no hay eviden-
cia empírica sobre una relación causal directa entre el ver comerciales y el
voto. Por último, los asesores consideran que su participación en los proce-
sos contribuye a tener las puertas abiertas y permitir el acceso a los reporte-
ros para conocer las estrategias y puntos de vista del candidato y, en gene-
ral, sobre la información de la campaña.111
En todos sentidos resulta relevante examinar las formas, mecanismos y
métodos a través de los cuales los partidos y candidatos en campañas elec-
torales y en sus intervalos entre ellas buscan incidir y utilizar los medios de
comunicación con la ayuda de sus asesores y expertos en diversas mate-
rias, para lograr la mayor cobertura, alcance de su mensaje político y mejor
presentación informativa por los medios ante el electorado. Este ejercicio
se concentra en distintos tipos de actividades que destacan por su impor-
tancia:

a) Encuestas de opinión
b) Mercadotecnia política
c) Manejo de las relaciones públicas
d) La campaña negativa

Las actividades señaladas anteriormente pueden ser por sí mismas te-


mas independientes de amplias investigaciones. En las siguientes líneas se
realiza un ejercicio, para presentar algunas de sus notas distintivas y seña-
lamientos que se hacen sobre ellas.

1. Encuestas de opinión

En la preparación de la estrategia política electoral moderna, la información


más precisa posible sobre las opiniones, necesidades e intereses del electora-
do es fundamental para instituciones, partidos políticos y candidatos. Los
medios también requieren de información respecto del sentir del electorado
111 Denton, Robert E. y Woodward, G. C., Political Communication in America, Nue-
va York, Praeger, 1990, p. 68.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 59

para guiar sus reportajes y análisis sobre procesos y resultados electorales, a


efecto de informar por su parte al votante lo relativo al actuar y programas
que propone un candidato y su partido político. Entre los vehículos que pue-
den transportar las voces de los miembros de la sociedad y su sentir se en-
cuentran las encuestas o sondeos de opinión. Hoy en día, ésta es la herra-
mienta más comúnmente utilizada para obtener tales resultados.
La encuesta es una herramienta para adquirir un conocimiento sobre
las tendencias o ambiente que prevalece en la opinión pública, con base
en las cuales el político cuenta con elementos para la toma de decisiones.
En este sentido, Rosendo M. Fraga afirma que

Los sondeos son hoy algo necesarios, no sólo para prever o pronosticar
los resultados electorales, sino también para el análisis político. Es desde
esta perspectiva que deben ser ubicados en su justa dimensión, sin subesti-
marlos ni tampoco sobrestimarlos… Negarles significación o utilidad es
negar también la realidad, muestra su empleo en todo el mundo. Hoy no
puede realizarse análisis político sin recurrir a instrumentos objetivos que
aportan las ciencias sociales, como son los sondeos de opinión.112

Asimismo, se ha sostenido que las encuestas constituyen un medio idó-


neo para que los actores políticos entren en mayor contacto con la sociedad,
particularmente cuando ellos requieren estrechar o formar una vinculación
directa con ella, lo cual se hace más necesario cuando se presenta una crisis
de credibilidad política.113 Sin embargo, no puede perderse de vista que las
encuestas son meras herramientas técnicas. En este sentido, se ha señalado
que el uso de encuestas para determinar un sentir o demanda ciudadana pue-
de resultar de utilidad. No obstante, el uso de ellas para sustituir el análisis y
la investigación objetiva y con rigor metodológico resulta poco o nada con-
veniente en la toma de decisiones. Al respecto, Trent y Friedenberg afirman
que las encuestas o la opinión pública del momento no son lo que finalmente
cuenta, sino el buen o mal liderazgo, así como la integridad, honestidad y
convicción de los actores políticos lo que determina y construye un evento o
época en la historia de un país o de la humanidad.114

112 Fraga, Rosendo M., op. cit., p. 55.


113 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2 (62), abril-junio de 1999, p. 93.
114 Trent, Judith S. y Friedenberg, Robert V., Political Campaign Communication.
Principles and Practices, 3a. ed., Connecticut y Londres, Praeger, 1995, p. 155.
60 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Las encuestas de opinión, más que adelantar y definir con precisión el


resultado definitivo de una elección, son un importante elemento para
guiar la interpretación de la conducción de la campaña y las estrategias a
seguir. Conforme a los resultados de una encuesta, la campaña puede
tomar, abandonar o reformular diversas cuestiones y sus respectivas solucio-
nes para intentar dar atención al electorado. Algunos políticos han criticado
la presencia de las encuestas como una interferencia entre ellos y los elec-
tores. Consecuentemente, han propuesto prohibirlas durante las campañas
electorales. También hay quienes lamentan la gran atención que los me-
dios ponen a las encuestas y la habilidad de las empresas de encuestas para
guiar respuestas de los entrevistados, así como para formular interpretacio-
nes de los mismos resultados sobre los intereses genuinos del electorado.
En opinión de Joseph Napolitan, una estrategia electoral debidamente
estructurada puede incluso brindar resultados positivos frente a una cam-
paña mediocre. Sin embargo, una campaña correctamente implementada
puede fracasar sin una estrategia acertada.115 En este mismo sentido, Priess
opina que “Los beneficios de datos válidos para cualquier político parecen
ser obvios. Con una encuesta válida puede obtener una imagen clara sobre
qué piensa la gente, clave para alguien que quiere ganar elecciones en una
democracia, basada en la aprobación de los gobernantes por la opinión pú-
blica”.116
Frank Priess, tomando en consideración que en la sociedad de masas se
observa una fragmentación de la misma en diversos estilos de vida, y un gran
número de variables que va distinguiendo a grupos ampliamente distintos, se
pregunta si todavía existe una opinión pública general o se tendría que ha-
blar de “ciertos códigos grupales”. Al respecto, este autor responde que cual-
quiera que sea el caso, “...el individuo depende de ayuda externa. La encuen-
tra en los medios de comunicación y en las encuestas que en gran cantidad y
con diferentes fines se pueden ver en cada momento”.117
Las encuestas de opinión brindan elementos para elaborar el diagnósti-
co adecuado, conforme al cual se determinan e implementan las estrategias
y acciones de comunicación política. En este sentido, tanto los resultados
cuantitativos como cualitativos de encuestas pueden ser determinantes.

115 Napolitan, Joseph, ¿Cómo ganar las elecciones?, Quito, Edipla-Editores, 1995, p. 15.
116 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 90.
117 Ibidem, p. 86.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 61

Los resultados cualitativos, que no siempre reflejan con la debida amplitud


las encuestas abiertas y mediante cuestionarios uniformes, se obtienen me-
diante la operación de grupos motivacionales integrados por un número re-
ducido de cuestionados con los cuales se aplican entrevistas detalladas, con
un formato más abierto y dinámico, así como con una duración más extensa.
Este formato permite la realización de encuestas con mayor profundidad,
donde hay lugar a volver a preguntar y alcanzar mayores precisiones o espe-
cificaciones. A pesar de distintas reservas y críticas, actualmente en toda
campaña moderna los políticos han acudido al uso de encuestas, a efecto de
conocer la forma en que son vistos por el electorado. Con base en los datos
obtenidos, adoptan las medidas correspondientes para mejorar su imagen y
brindar propuestas conforme a los intereses de la sociedad, y de esta forma
lograr una mejor y más eficaz comunicación con el electorado. Difícilmen-
te podría negarse que un prerrequisito para una buena comunicación políti-
ca sea el entender al electorado y sus deseos, y que una fórmula para lo-
grarlo sea a través del uso de encuestas. Actualmente, también se observa
el desarrollo de la encuesta telefónica y a través de correo electrónico. Esta
tarea permite a los candidatos y partidos elaborar una correspondencia per-
sonalizada con millones de potenciales votantes para buscar su apoyo y,
asimismo, financiamiento.
Las encuestas de opinión constituyen una técnica que originalmente se
ideó con fines para la venta de bienes y servicios comerciales, con especial
aplicación a partir de los años treinta. Hoy en día ellas son una técnica de
investigación que ha venido posesionándose de un lugar propio en las so-
ciedades contemporáneas. En la actualidad, la agenda pública hace un ma-
yor uso de ellas. Ello llega a un grado tal, que se toma como un elemento
determinante para la toma de decisiones y la orientación que debe darse a
diversas acciones gubernamentales.118 Carlos Huneeus, con gran cuidado
hace la siguiente observación:

Los cambios producidos en la cultura política de las sociedades modernas,


reflejados en el deterioro de las adhesiones colectivas, el mayor énfasis en
los intereses individuales y el menor peso que tienen la pertenencia a la
clase social o a una religión, han llevado al aumento de los electores flo-

118 Huneeus, Carlos, “Las encuestas de opinión pública en las nuevas democracias de
América Latina”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVI, núm. 2(62), abril-junio de 1999,
pp. 9-11.
62 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tantes y, con ello, se ha hecho más difícil el trabajo de los encuestadores.


Cada vez hay un mayor porcentaje de votantes que se deciden a último
momento por consideraciones muy pragmáticas, que hacen muy difícil la
predicción electoral. Esta es una de las razones que explica las discrepan-
cias que se suelen producir entre los datos de las encuestas y los resulta-
dos de las elecciones.119

Las encuestas de opinión son consideradas no sólo como una herra-


mienta para medir actitudes e intenciones del electorado, sino que algunos
observadores estiman que ellas pueden ser aplicadas para ser un factor de
inducción de la conducta electoral. En tiempos recientes, por ejemplo, las
empresas de medios de comunicación de los Estados Unidos han venido
encontrando limitaciones para difundir en elecciones presidenciales la
opinión de electores que acaban de emitir su voto —esta técnica es co-
múnmente referida como exit polls—. En la opinión de diversos estudio-
sos de la materia, el conocimiento de la forma en que votaron algunos
electores, previo a que lo hagan otros, puede ser un factor de sustantiva
relevancia que afecte los resultados electorales. Por otra parte, hay quie-
nes consideran tales argumentos como especulativos, en virtud de la difi-
cultad de establecer la relación entre causa y efecto del mensaje político y
la respuesta electoral —los cuales son difícilmente comprobables—. Sin
embargo, está fuera de duda que las encuestas de opinión han venido a
formar parte del ámbito político que ellas están previstas para realizar. En
la opinión de Priess, “Los beneficios de datos válidos para cualquier polí-
tico parecen ser obvios. Con una encuesta válida puede obtener una ima-
gen clara sobre qué piensa la gente, clave para alguien que quiere ganar
elecciones en una democracia, basada en la aprobación de los gobernantes
por la opinión pública”.120
Paralelo a la opinión favorable como herramientas indispensables de los
políticos, las encuestas también han sido observadas como elementos que
tienen límites sustantivos respecto a sus metodologías, así como la relativi-
dad de sus resultados.121 Al respecto, se señala que una encuesta intenta ob-
tener respuestas sobre cuestiones de diversa complejidad por medio de un

119 Ibidem, p. 10.


120 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 90.
121 Crespi, Irving, Public Opinion, Polls, and Democracy, Westview Press, Boulder,
1999.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 63

cuestionario simplificado a un segmento reducido de la sociedad, lo que


puede provocar el uso de un vehículo excluyente con un resultado sesgado
de la realidad, mismo que aún está sujeto a la particular interpretación de
un analista o grupo de ellos. Sartori observa que “...los sondeos de opinión
consisten en respuestas que se dan a preguntas (formuladas por el entrevis-
tador)”. Si se toma en cuenta tal hecho —añade este politólogo—, quedan
claras “...de inmediato dos cosas: que las respuestas dependen ampliamen-
te del modo en que se formulan las preguntas (y, por tanto, de quién las for-
mula), y que, frecuentemente, el que responde se siente ‘forzado’ a dar una
respuesta improvisada en aquel momento”. Sin embargo, cuestiona y ad-
vierte Sartori:

¿Es eso lo que piensa la gente? Quien afirma esto no dice la verdad. De
hecho, la mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos es: a) débil
(no expresa opiniones intensas, es decir, sentidas profundamente); b) volá-
til (puede cambiar en pocos días); c) inventada en ese momento para decir
algo (si se responde “no sé” se puede quedar mal ante los demás); y sobre
todo, d) produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los
medios de comunicación.

Asimismo, advierte este politólogo que “...la mayoría de las opiniones


recogidas son frágiles e inconsistentes... Es verdad que algunas veces tene-
mos una opinión firme y sostenida con fuerza, pero incluso cuando es así,
no es seguro que la opinión que dictará nuestra elección de voto sea esa”.122
Para Huneeus, hay

...una inevitable tensión entre el político y el encuestador, porque el pri-


mero orienta su acción teniendo en cuenta los planteamientos definidos
por un programa que ha sido aprobado en un determinado momento políti-
co. El encuestador, por su parte, mostrará que las preferencias de los ciu-
dadanos cambian, contradiciendo los supuestos que sirvieron de base a esa
plataforma programática. Un cierto estilo tradicional que subsiste en la po-
lítica latinoamericana influye en que algunos miren los resultados de las
encuestas de acuerdo a sus intereses particulares, aceptándolas cuando
coinciden con sus preferencias políticas y descartándolas cuando las con-
tradicen.123

122 Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 73-77.


123 Huneeus, Carlos, op. cit., pp. 10 y 11.
64 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En este sentido, también José Antonio Mayobre afirma que por regla ge-
neral todo actor político rechaza el resultado de encuestas que le son adver-
sas, pero les otorgan veracidad a aquellas que le benefician a él, a su candi-
dato o a su partido político.124
Se encuentran al mismo tiempo comentarios por actores políticos que
sostienen la importancia del quehacer político electoral tradicional anterior
a que se introdujeran herramientas de comunicación y venta de su imagen
al electorado. En lo que parecen coincidir todo partido político y sus candi-
datos en torno a las encuestas es cuando el resultado de alguna de ellas les
es desfavorable. Entre las más socorridas respuestas se encuentran algunas
como las siguientes: las encuestas son irrelevantes, no reflejan una reali-
dad, carecen de apego a la realidad de la voluntad del electorado, difiere de
otras también realizadas, la única encuesta que cuenta es la del día de la
elección.125
En relación con la utilización de encuestas en una democracia, se han
observado tres aspectos fundamentales: primero, la aplicación de una téc-
nica para llevar a cabo encuestas con el propósito de analizar la opinión pú-
blica; segundo, el empleo de esta herramienta por actores políticos, y, por
último, la presentación de la información obtenida a través de los medios
de comunicación a un amplio auditorio.126
Asimismo, en relación con la democracia, deben tomarse en cuenta dos
importantes elementos de las encuestas de opinión. Por una parte, ellas de-
ben realizarse permanentemente y estar guiadas conforme a métodos cla-
ros, transparentes y objetivos, abiertos al escrutinio público. Por otra parte,
tomando el importante papel que desempeñan los medios de comunica-
ción, por ningún motivo perder de vista lo señalado por Sartori:

Los sondeos no son instrumento de demo-poder —un instrumento que re-


vela la vox populi— sino sobre todo una expresión del poder de los me-
dios de comunicación sobre el pueblo; y su influencia bloquea frecuente-

124 Mayobre, José Antonio, “The Case of Venezuela”, en Swanson, David y Mancini,
Paolo (eds.), Politics, Media, and Modern Democracy-An international Study of Innova-
tion in Electoral Campaigning and their Consequences, Westport, Praeger, 1996, p. 242.
125 Para una referencia en el caso de Inglaterra, véase Bauman, S. y Herbst, S., “Ma-
naging Perceptions of Public Opinion: Candidates and Journalists Reactions to 1992
Polls”, Political Communications, 11 (2), pp. 133-144.
126 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 85.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 65

mente decisiones equivocadas sostenidas por simples “rumores”, por


opiniones débiles, deformadas, manipuladas, e incluso desinformadas. En
definitiva, por opiniones ciegas.127

Este mismo autor formula una advertencia que resulta conveniente tener
presente: “Creo que somos muchos los que estamos de acuerdo —aunque
sólo lo digamos en voz baja— que la sondeodependencia es nociva, que las
encuestas deberían tener menos peso del que tienen, y que las credenciales
democráticas (e incluso “objetivas”) del instrumento son espurias”.128 En
este orden de ideas y haciendo referencia al caso argentino, Rosendo M.
Fraga estima que “La credibilidad acerca de los sondeos es alta en la opi-
nión pública, aunque la mayoría de las personas reconocen que no influyen
en su decisión de voto”. Asimismo, añade que “Pese a ello, la mayoría de la
gente, al igual que los políticos, empresarios, periodistas y jueces, creen
que la difusión de los sondeos influye en la decisión de voto. Pareciera en
consecuencia que la gente cree que influye en otros, pero no en sí mis-
mos”.129
Se ha señalado también que las encuestas sirven para manipular la opi-
nión pública, lo cual tiene una importancia mayor en procesos electorales.
Al respecto, debe advertirse la presencia de encuestas realizadas por des-
pachos desconocidos o creados para brindar resultados ajenos a la realidad,
pero con objeto de mostrar ante un electorado resultados negativos hacia
un candidato y positivos a favor de otro. Estas encuestas generalmente son
calificadas como “fantasmas”.

2. Mercadotecnia política

En el diseño de la estrategia electoral, la mercadotecnia política ha encon-


trado un lugar de gran importancia donde su acceso se hace cada día más evi-
dente. En este espacio se desarrolla una importante función, que es la de de-
finir cuáles son los intereses, demandas y sentires en el electorado, a efecto
de obtener su voto. Las agencias e individuos especializados en la mercado-
tecnia política juegan un importante papel, especialmente en la producción
y selección de los mensajes políticos, así como en la elección de los medios

127 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 76.


128 Ibidem, pp. 73-77.
129 Fraga, Rosendo M., op. cit., p. 68.
66 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

que los transmitirán y presentarán la imagen del candidato. Al respecto,


Bruce considera que “…all effective communications strategies contain
what is called a positioning statement, a clear analysis of what the brand
(or company, person, political party, etc.) is for: who it is for, and why
anyone should be interested in choosing it”.130 Con la anterior base, el
equipo de estrategia de un partido político o candidato integra elementos
que configuran o guían sus mensajes, imágenes, discursos, ofertas y publi-
cidad.
La mercadotecnia política tiene como técnica la que en la relación ven-
ta/producto se conoce como el respaldo del bien o servicio en venta. En tér-
minos comerciales esto es logrado a través de la presentación publicitaria
del producto, acompañada de la presencia de una personalidad. Muestras
de la aplicación de este recurso abundan en distintos países, momentos y
elecciones. Generalmente la presencia de este tipo de respaldo mercado-
técnico se observa en mítines o eventos masivos de campaña o en tomas fo-
tográficas o televisivas que muestran al candidato departiendo, por ejem-
plo, con líderes en el mundo del deporte, la cultura, las artes o en cualquier
otro campo.
Refiriéndose al caso de los Estados Unidos, Arterton considera que los
que dirigen campañas presidenciales de manera uniforme creen que las in-
terpretaciones sobre eventos en las campañas frecuentemente son más im-
portantes que los propios eventos electorales. Esta aseveración refleja que el
contenido político es principalmente configurado por la percepción que pre-
valece dentro del medio ambiente donde opera la campaña.131
Dentro de la mercadotecnia política se ha considerado que hay tres mo-
delos de comunicación. Ellos son: a) el modelo dialógico, b) el modelo
propagandista y c) el modelo de la comercialización. Sus características
propias están determinadas por la situación de emisor o receptor políticos,
el ámbito en donde ocurre la comunicación política y por el tipo de medio
de comunicación que se emplea.
En este orden de ideas, el dialógico utiliza el intercambio de opiniones y
argumentos. Este hecho llega a permitir una mayor libertad de expresión
y participación, lo cual puede facilitar espacios de mayor interacción para
formar o fortalecer una modernización política. Por ende, este modelo pue-

130 Bruce, Brendan, op. cit., p. 87.


131 Arterton, F., “Campaign Organizations confront the Media-Political Environment”,
en Graber, D. A. (ed.), Media Power in Politics, Washington, CQ Press, 1984, p. 155.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 67

de tener entre sus efectos el generar una más amplia credibilidad a favor de
una propuesta política, así como una mayor legitimidad por el camino en que
se toma alguna decisión al respecto. Este elemento se ve reforzado cuando se
hace uso de medios que brindan un espacio al intercambio de ideas, en lugar
de aquellos que presentan exclusivamente una imagen de impacto visual que
provoca más una reacción emotiva que una reflexión y conclusiones sosteni-
bles sobre bases más sólidas.
Por su parte, el modelo propagandístico no se apoya en la razón argu-
mentada. Éste se basa en la generación de creencias e impresiones, o bien
en la utilización de las existentes que puedan favorecerle en sus objetivos.
En este supuesto, hay un actor activo: el promotor expositor, y un actor pasi-
vo: un grupo que sólo escucha. Consecuentemente, no ocurre un intercam-
bio de ideas o argumentos. Por regla general, queda reducida la participación
y libertad de expresión del actor oyente, mismo que le deja como uno más en
una masa o grupo de gente, cualquiera que sea el tamaño de ellos. Asimismo,
este modelo dirige sus mayores esfuerzos a la creación de sentimientos, ha-
ciendo a un lado la convocatoria a la reflexión o fundamentación de conclu-
siones. Adicionalmente, sus recursos en términos de medios van dirigidos a
la integración de un liderazgo que conduzca a ese grupo unido por razones
emotivas, en lugar de buscar la participación y asociación libre y razonada
de un individuo con otros, con una dirección electa por ellos mismos.
Por último, el modelo de la comercialización parte de la base de que lo
político cae en un ámbito igual o muy similar al de un producto comercial.
En este sentido, se buscan las demandas que han sido ignoradas o que no
han recibido la atención adecuada. Desde esta perspectiva, la comerciali-
zación hace que se forme una convocatoria al individuo, no viéndolo como
tal, sino estrictamente como un consumidor. En este contexto, el actor polí-
tico activo se construye con la integración de elementos que brindan una
posibilidad de obtener satisfacción a la demanda referida. Esto lleva a la
creación de una imagen de venta. Por lo que toca a la creación de un lide-
razgo y de su legitimidad, éstas se construyen sobre elementos emotivos o
de adjudicación de atributos personales, donde los programas políticos son
innecesarios o irrelevantes.132 A través de este proceso, adicionalmente,
puede observarse una fuente de legitimación del ejercicio del poder: la que
ejercen los medios de comunicación.

132 Achache, Gilles, “El marketing político”, en Dominique Walton et al., El nuevo
espacio público, Barcelona, Gedisa, 1992, pp. 112-123.
68 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Advirtiendo un aspecto negativo de la mercadotecnia política, Flores


Zúñiga señala que “En este juego de realidades y promesas de la comuni-
cación política, la mercadotecnia opta por darle la espalda a la realidad, re-
nunciando a emprender el noble y duro camino de defender la dignidad de
los votantes, y de lo que nos queda de la democracia y de la libertad”.133
Asimismo, este autor añade

...que el reto de las sociedades avanzadas, y nosotros como consumidores


de esa tecnología que hace inmediata esa información, es saber si el me-
dio, si la tecnología no desvirtúa o no colabora en cierto sentido con la
distorsión del mensaje que nosotros como comunicadores hemos querido
organizar. Hasta dónde nosotros podemos comprender cómo hila el espec-
tador o el lector el mensaje nuestro o estamos aislados simplemente frente
a un medio que hace de las suyas, marginados por completo de una gran
masa a la que jamás conoceremos ni siquiera de cerca; no solamente por-
que esa cantidad de consumidores de información muta aceleradamente,
sino porque la misma tecnología imprime un saber distinto a cada mensaje
que estamos tratando de hacer llegar.134

Asimismo, al referirse al desarrollo de la mercadotecnia en el ámbito


político, Nicholas Garnham lanza una advertencia sobre la presencia de un
control directo sobre intereses públicos y privados para la difusión de la in-
formación, misma que no tiene por objetivo la promoción de un discurso
racional, sino la manipulación.135
En el mundo de los medios y las elecciones, debido en gran parte al de-
sarrollo de la comunicación masiva, la mercadotecnia ha dado al anuncio
político del partido o su candidato un importante lugar. Para Robert Den-
ton, este tipo de anuncio en los Estados Unidos es hoy en día el mayor
vehículo a través del cual los candidatos a la presidencia comunican sus
mensajes al electorado.136 El anuncio político es la utilización de un espa-
cio en un medio, pagado de acuerdo con tarifas comerciales, a efecto de ha-
cer llegar un mensaje al más amplio auditorio posible. En la actualidad, la

133 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 188.


134 Ibidem, p. 190.
135 Garnham, Nicholas, “The Media and the Public Sphere”, en P. Golding, G. Mur-
doch, P. Schlesinger (eds.), Communicating Politics, Leicester University Press, Leices-
ter, 1986, p. 41.
136 Denton, Robert E., The Primetime Presidency of Ronald Reagan, Nueva York,
Praeger, 1988, p. 5.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 69

corriente prevaleciente en el mundo es la realización de campañas electo-


rales haciendo uso del anuncio político pagado por el actor político intere-
sado.137 Una excepción a esta corriente se encuentra en la Gran Bretaña,
donde está prohibido presentar en televisión el anuncio político pagado por
un partido o candidato interesado en hacer campaña de ese modo. En ese
país los partidos y candidatos pueden aparecer en campañas televisivas,
exclusivamente en los tiempos que equitativamente les otorga la autoridad
competente.
El anuncio político partidista tiene numerosas ventajas. A través de él se
difunde información sobre los programas o tópicos que el partido o su can-
didato propone o quiere abordar, con mayor detalle, estructuración o pre-
sentación que la que podría obtenerse en un programa de reportaje televisi-
vo, donde los temas abordados por el personaje político pueden ser
editados en forma que no explique con la amplitud o características necesa-
rias su punto de vista y propuesta. En la medida en que la televisión es la
principal fuente de información para la mayoría del electorado, el anuncio
político es el instrumento que le brinda una mayor posibilidad de presentar
su oferta a los votantes. Asimismo, este es el instrumento sobre el cual un
candidato puede tener un mayor o total control para su elaboración y pre-
sentación. El anuncio político no sólo sirve como un medio para mostrar al
electorado —como a cualquier otro consumidor en el ámbito comercial—,
sobre las alternativas que tiene disponibles. Uno de sus cometidos más im-
portantes y sustanciales es el de persuadir al elector. Paradójicamente, esta
labor de persuasión puede revertirse negativamente cuando se presentan
diversos elementos, principalmente algunos que inciden sobre el cuestio-
namiento de la probidad, autoridad moral o prestigio profesional, entre
otros.
Sin duda alguna, hay elementos significativos que distinguen al anuncio
político del anuncio comercial. Sin embargo, las técnicas, fórmulas y he-
rramientas son en gran medida las mismas o muy parecidas. En una forma
u otra, para bien o para mal, diversos estrategas han venido convirtiendo a
la política en un proceso donde se hacen ofertas a “consumidores” a través
de medios de comunicación masiva sobre una variedad de programas y po-
líticas para su correspondiente adquisición mediante su respectivo voto.

137 Nimmo, D. y Felsberg, A., “Hidden Myths in Televisual Political Advertising”, en


Kaid, L., Nimmo, D. y Sanders, K. (eds.), New Perspectives in Political Advertising,
Carbondale, Southern Illinois University Press, 1986, p. 248.
70 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En muchas ocasiones, tal y como lo han observado en el caso de los Esta-


dos Unidos, los candidatos brindan al electorado los mismos productos,
pero con diferentes marcas, y lo relevante es que su marca sea la mejor
aceptada por una mayoría.
En su obra The Spot, Diamond y Bates señalan que en el uso de anuncios
en las campañas políticas se operan generalmente cuatro etapas: a) Crea-
ción de la base sobre la cual se construirá una imagen y la subsecuente in-
formación. En este espacio se pone énfasis especial en la biografía y méri-
tos profesionales o personales; b) Establecimiento y difusión en amplios
términos de los programas y políticas de la oferta política del partido y su
candidato, sin entrar en detalles, y las propuestas van dirigidas a provocar
una emoción o expectativa positiva en el electorado; c) Organización y
operación de una campaña de ataque contra el partido y candidato oponen-
te; d) Reafirmación de que el candidato y su partido constituyen una segu-
ridad para el cumplimiento de las demandas del electorado. Este ejercicio
está determinado fundamentalmente por los resultados obtenidos a través
de encuestas y grupos de enfoque. Asimismo, en esta última etapa se busca
dejar lo más vivo posible en la mente del elector las ventajas y certidum-
bres que representa el candidato en cuestión, con una breve antelación al
día de los comicios.
Adicionalmente, y ocupando un lugar de especial importancia y atención
sobre el anuncio político en las campañas electorales, está el relativo a los al-
tos costos del mismo. Esta cuestión necesariamente invita a la reflexión so-
bre el principio de equidad que debe haber en una democracia en la compe-
tencia de partidos y candidatos. Hasta el momento, aun considerando la
existencia de topes u otras fórmulas que operan en diversos países para regu-
lar el gasto de los partidos políticos y sus campañas, sigue por demás vigente
el hecho de que el partido con más recursos económicos o con amigos con
más recursos económicos tendrán fuentes financieras que les permitirá com-
prar más tiempo de anuncio, de contratar a los mejores especialistas en mate-
ria de comunicación y de tomar la mejor ventaja de todo ello en su objetivo
de convencimiento, venta o persuasión con el electorado. Colateralmente,
otro efecto de gran relevancia para la democracia es que en virtud de los altos
costos de las campañas, aquellos que hayan hecho una mayor contribución
financiera para un candidato triunfador tendrán un lugar más especial que
aquellos que lo hicieron en forma moderada o nula.
El anuncio político partidista o de su candidato tiene una debilidad fun-
damental como forma de comunicación política. El auditorio que lo recibe
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 71

lo puede encapsular como una mera propaganda con un contenido falsea-


do, parcial y despojado de veracidad en cuanto a la información ofrecida y
la posibilidad o compromiso auténtico de hablar con la verdad. Indepen-
dientemente de que el electorado acepte o no el mensaje, la mayor parte del
mismo difícilmente puede ignorar que se trata de un mensaje político, fun-
dado y guiado por valores, ideas e intereses tanto institucionales como per-
sonales. Por esta razón, el elemento de persuasión tendrá siempre una limi-
tación respecto a la credibilidad o aceptación de la información emitida en
esa forma. Es decir, al conocer el elector que el mensaje informativo políti-
co de un candidato o su partido está vinculado o sometido a un interés par-
ticular de un individuo o grupo, se abre una amplia duda y se finca un cues-
tionamiento de confianza sobre la solución a problemas que se presenten a
la sociedad mediante las propuestas partidistas.
Señalar las anteriores características del anuncio político partidista no
significa restarle importancia al mismo, ni a la relevancia de su uso e im-
pacto político en los procesos electorales. Sin embargo, conscientes de las
desventajas de esta forma de comunicación, partidos y candidatos recurren
al uso de otras herramientas comunicativas para alcanzar sus objetivos, y
en donde encuentran una línea divisoria más marcada entre el mensaje po-
lítico y la objetividad e imparcialidad con que se presenta el mismo ante el
electorado. En este ámbito destaca en forma especial el acceso a los medios
de comunicación para que su mensaje político sea incluido dentro del re-
porte informativo que integra, organiza y presenta el propio medio de co-
municación.138
El acceso a los medios y la presentación del mensaje político a través de
ellos debe ser cuidado con gran atención para lograr los objetivos positivos
deseados. El partido o candidato en cuestión debe aprovechar el acceso a
los medios de comunicación fuera del formato del anuncio político, a efec-
to de buscar una mayor credibilidad y confianza en el electorado. Con el
propósito, por un lado, de ampliar el acceso directo a los medios y obtener
una actitud positiva de ellos para reducir riesgos de formación de imágenes
negativas y, por otro, contar con la debida implementación que debe seguir
a la información política como es su interpretación, comentarios, declara-
ciones complementarias, boletines o precisiones informativas, la participa-
ción de los asesores y despachos especializados en comunicación y re-

138 Levy, D., “What Public Relations Can Do Better Than Advertising”, Public Rela-
tions Quarterly, vol. 34, núm. 4, 1989, pp. 7-9.
72 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

laciones públicas del partido en cuestión juegan nuevamente un papel de


gran relevancia.

3. Manejo de las relaciones públicas

Las técnicas de mercadotecnia y promoción política son parte conjunta


de una estrategia de comunicación que para su mejor potencialización de-
ben guardar una coordinación y misma sintonía. Los partidos, organizacio-
nes o equipos de campaña, según sea el caso, deben desarrollar y mantener
una adecuada comunicación interna, a efecto de que los mensajes políticos
que emita cada uno de sus miembros o directivos autorizados tengan una
misma base, una misma interpretación y un mismo sentido. Esto permite
dar coherencia a la comunicación política del equipo en su generalidad, in-
tegridad y eficacia. Errores en el anterior sentido representarán elementos
que pongan en tela de juicio la propia capacidad de gobierno por el partido
y candidato en cuestión. Ausencia o falta de definición de funciones y res-
ponsabilidades, presencia de muchas cabezas directivas y ausencia de un
auténtico control o coordinación de campaña, independientemente de los
efectos negativos reales en la comunicación del mensaje político o del se-
ñalamiento de desorden por los medios, constituyen un elemento determi-
nante para llevar a la derrota a cualquier candidato, independientemente de
que bajo diversos puntos de vista pudiese ser el mejor para gobernar. Como
fórmula para evitar este tipo de problemas, en recientes campañas electora-
les —como la ocurrida en la Gran Bretaña—, los partidos políticos forman
un grupo coordinador de las relaciones públicas, de la mercadotecnia polí-
tica y de la publicidad de campaña. Para Priess, “Los instrumentos ya co-
nocidos en el marketing comercial ganan su espacio también en el marke-
ting político, apoyado en que muchas empresas de publicidad y de
relaciones públicas del primer ámbito actúan también en el segundo”.139
Actualmente se encuentra como una práctica ampliamente extendida el
uso de intermediarios profesionales que ejerzan acciones sobre los medios
y comunicadores, a efecto de que la información que ellos presenten a la
sociedad responda favorablemente a intereses determinados. Entre esos in-
termediarios destacan los profesionales en relaciones públicas. Al respec-
to, se ha señalado que “…se requiere de mediadores profesionales, que
139 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal
uso”, cit., p. 92.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 73

buscan influenciar la información en los medios en el sentido de un objeti-


vo superior (nivel estratégico), adaptándose en forma flexible a la forma de
trabajo de los medios y obligando también a los medios a adaptarse (intere-
ficación)”.140 El vínculo entre las relaciones públicas y los medios, por tan-
to, es de gran importancia.
La presencia de agencias o individuos especializados en relaciones pú-
blicas en apoyo a las campañas electorales y actividades políticas no ha
ocurrido tan sólo en países anglosajones. Este fenómeno se ha extendido a
muchos países más, y en cada región. Alicia Entel afirma que particular-
mente por lo que toca a Argentina,

Lo cierto es que en la última década se han legitimado y expandido una


serie de prácticas como: la profesionalización de las relaciones públicas de
los partidos políticos, el trabajo de comunicación política en equipos inter-
disciplinarios, y se ha incrementado la tendencia a incorporar instrumen-
tos de “ingeniería política”, aunque se sostenga la eficacia de la intuición
frente a las prácticas del marketing político.141

Las relaciones públicas varían en su sofisticación y profesionalismo.


Los estudios sobre el tema son abundantes y diversos. Lothar Rolke, profe-
sor en administración y comunicación corporativa del Instituto Tecnológi-
co Superior de Maguncia, señala varios e interesantes trabajos. Entre ellos
destaca el elaborado en 1992 por Franz Ronneberger y Manfred Rühl.142
La definición de relaciones públicas ha recibido numerosos contenidos
y ha sido materia de múltiples explicaciones. Por lo que toca a una de ellas
en vinculación con los medios de comunicación, el profesor alemán, Rol-
ke, formula la siguiente, en donde expone que ellas son “...una opción so-
cial y funcionalmente válida para la creación de un consenso activo, parti-
cipando en el diseño de la comunicación a través de los medios masivos a
instancias de otros sistemas confrontando, en no pocas oportunidades, con
otro consenso que intenta contrarrestar los procesos de desagregación y
descomposición de la sociedad”. En la opinión de este especialista, lo ante-
rior “...no implica necesariamente que la estrategia deba estar dirigida ex-
clusivamente a los medios masivos para llegar a vastos sectores de la po-

140 Rolke, Lothar, op. cit., p. 20.


141 Entel, Alicia, “Comunicar las instituciones ¿construcción de imagen o de valo-
res?”, Contribuciones, Buenos Aires, año XVII, núm. 2 (66), abril-junio de 2000, p. 33.
142 Rolke, Lothar, op. cit.
74 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

blación. Todo lo contrario, no es infrecuente que los caminos alternativos


que apuestan a un mix de comunicación, resulten mucho más efectivos”.
Rolke afirma, asimismo, que las relaciones públicas tienen un objetivo per-
manente, que es el de “...alcanzar un consenso al menos temporáneo con
ciertos subgrupos o subfuerzas socialmente relevantes”.143
Para Rolke, las relaciones públicas de los partidos políticos “...describen
el hecho con términos como explicar la política u ‘obtener adhesión’”.144 Por
ejemplo, está presente la actuación de agencias de relaciones públicas cuyo
trabajo está dirigido a formar estrategias de dirección e implementación de
acciones con los propietarios o directivos de medios de comunicación, así
como con comunicadores, para asegurar que un partido o actor político re-
ciba el máximo de publicidad positiva y el mínimo de negativa. Las acti-
vidades clasificadas como de relaciones públicas incluyen, entre otras, a aque-
llos eventos como conferencias de partido que permiten convocar a medios
de comunicación con quienes se tiene una mayor certeza de que su reporta-
je será favorable al partido en cuestión.
Respecto a la connotación que debe darse a las relaciones públicas, el
autor anteriormente citado precisa que ellas:

...deben interpretarse como socialmente deseadas —no como opción sino


como decisión constitutiva del sistema—. Los sistemas se ven obligados a
permitir la intervención de fuerzas exógenas y aprender a organizarlas in-
ternamente, siguiendo su propia lógica funcional, si no quieren poner en
peligro su propia existencia.

En este orden de ideas, el trabajo de medios y relaciones públicas repre-


sentan para Rolke “...un elemento constitutivo del sistema mediático situa-
do del lado del input, ampliando así la perspectiva del Sistema de Orienta-
ción. Del lado del output, es decir, para los receptores, esta convergencia
funcional entre relaciones públicas y periodismo es apenas perceptible”.145
Abundando en el sentido de las relaciones públicas, Rolke hace referen-
cia a la conclusión axiomática de Norbert Elías, en el sentido de que para
sobrevivir, toda sociedad debe cumplir con tres funciones esenciales:
“...proveer a sus miembros con alimentos y vivienda, en otras palabras sa-
tisfacer las necesidades materiales; controlar el potencial de violencia pre-
143 Ibidem, p. 11.
144 Ibidem, p. 21.
145 Ibidem, p. 23.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 75

sente en los grupos sociales y en los grupos entre sí, así como transferir co-
nocimiento y experiencia, para evitar que cada generación deba comenzar
nuevamente desde cero”. En su opinión, en las sociedades más complejas
tales funciones se cumplen a través de tres sistemas básicos: “...el sistema
económico, el sistema político-administrativo y el sistema de orientación”.
En este último sistema Rolke coloca a las relaciones públicas. Al respecto,
este autor argumenta que al igual que los otros sistemas, el de orientación
“...presenta una conducta auto referencial y autopoiética (elabora todo en
función de su propia lógica)”. Él añade que “Al mismo tiempo necesita
plasmarse en un intercambio con los sistemas adyacentes como son el sis-
tema político-administrativo y el económico, es decir crear formas de au-
toinfluencia intersistémica”.146 De esta forma, “Dado que se define a través
del producto que elabora para el sistema integral, debe crear formas y ofer-
tas para el uso de terceros o para su propia influencia. Estas formas son fá-
cilmente reconocibles”. En el caso de los medios masivos y su entorno, es-
tas formas se visualizan en la “...venta de prestaciones promocionales, es
decir publicidad y receptividad ante la oferta de relaciones públicas”.147
El éxito de las relaciones públicas está sujeto al grado de credibilidad o
confianza que ellas generen. Esta importancia es expuesta por Rolke al
afirmar que tal resultado “...depende hoy más que nunca de una perfecta ar-
ticulación funcional entre las diversas partes del sistema”. En este sentido
—añade Rolke—, las relaciones públicas “...aluden a la creación de con-
fianza entre las instituciones y sus públicos, al gerenciamiento publirrela-
cional o al aseguramiento de los flujos de información”.148
Las relaciones públicas guardan un lugar especial en la tarea del perio-
dismo. Tradicionalmente se entendió que la relación entre publirrelacionis-
tas y periodistas se caracterizaba de manera definitiva por la presencia y ac-
ción de influencias personales e independientes. Sin embargo, la concepción
moderna de esa relación es que ambos grupos se han adaptado entre ellos
mismos y buscan ejercer una influencia mutua, de manera estratégica, a tra-
vés de diversos medios, técnicas y recursos.149 De esta forma, para los perio-
distas es de importancia primordial la actualidad, exclusividad, veracidad y
relevancia de la noticia que quiere ser conocida por una sociedad. Por lo que

146 Ibidem, p. 13.


147 Ibidem, p. 14.
148 Ibidem, p. 8.
149 Ibidem, p. 18.
76 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

toca a los publirrelacionistas, la venta, colocación, aceptación, aprobación


y resultado positivo de la imagen y mensaje político ante o por la sociedad
ocupan el punto nodal. En consecuencia, la acción de unos está sujeta a la
de los otros. Tal y como Rolke lo expone:

De este modo, los acontecimientos de actualidad, el valor de la noticia y el


probable interés que pueda despertar entre los receptores, se convierten en
vehículo para el acceso a los medios. La función de los medios es infor-
mar y entretener, en tanto que los departamentos de relaciones públicas de
las empresas planifican cómo aprovechar los procesos de comunicación
para captar a través de una participación en los mismos la atención y apro-
bación del público en beneficio propio.

Al respecto, este autor precisa que

La diferencia de niveles es plausible en términos teóricos, pero es preciso


pensar simultáneamente en el elemento empírico que constituye la rela-
ción de recíproca influencia. En eso radica el sistema. Su funcionamiento
se manifiesta en cuanto se focaliza la atención en la recíproca relación de
beneficios. En términos objetivos, la relación transcurre por los siguientes
carriles: en virtud de los escasos recursos disponibles, los medios depen-
den en un 70 por ciento de las informaciones que suministran las relacio-
nes públicas.

Sin embargo, señala Rolke que

...pese a este elevado grado de influencia, no se opera una dependencia


cualitativa. En efecto: el 30 por ciento de información que investiga el
propio periodismo es garantía suficiente para mostrar sus cualidades ante
cualquier emergencia. Ese 30 por ciento es amenaza suficiente como para
poner límites al arbitrio comunicacional de empresas y organizaciones.150

Con base en lo anterior, Rolke señala que esta relación ha ido evolucio-
nando y ha formado un modelo de predecible desbalance —pattern of pre-
dictible imbalance—.151 La conclusión a la que se llega es que los publirre-
lacionistas y los periodistas se integran en un sistema de cooperación en
donde, a pesar de que puedan darse elementos antagónicos con compro-

150 Rolke, Lothar, op. cit., pp. 18 y 19.


151 Ibidem, p. 19.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 77

misos funcionales propios, el trabajo de uno y de otro guarda una vincula-


ción no sólo con un alcance meramente formal, sino altamente sustantivo.
Para Rolke, esta relación es tan estrecha que llega a afirmar que “...sin jue-
ces no hay abogados, sin productores no hay comerciantes y sin periodistas
no hay gerentes de relaciones públicas”.152
Don Hazen señala que hoy en día, ejecutivos de relaciones públicas tie-
nen una intervención en el manejo de la comunicación pública como nunca
antes. El manejo de las relaciones públicas se ha convertido actualmente en
un medio per se, en una industria diseñada para inducir y formar la percep-
ción de la sociedad, reconfigurar la realidad y crear el consenso.153 Para al-
gunos estudiosos de esta materia:

...resulta muy interesante saber en qué se distingue la comunicación políti-


ca de la comunicación empresarial, pese a manifiestos puntos comunes.
No sólo operan en diferentes sistemas de relaciones funcionales, sino que
se topan con atenciones básicas de diferente importancia, cuentan con di-
ferentes portafolios de recursos y están expuestos a diferentes procesos de
legitimación. Un análisis de este tipo posiblemente permitiría un proceso
de benchmarking entre diferentes subsistemas que ayudaría a explicar por
qué se asigna desigual importancia a la política y la economía en diversos
países.154

Asimismo, Rolke señala que

Mientras que los periodistas en general se dan por satisfechos cuando


sus productores cuentan con el favor de los lectores, oyentes y especta-
dores, los gerentes de relaciones públicas evalúan los efectos comunica-
tivos básicamente en función del acierto en los efectos pretendidos. Cada
uno de los actores asigna importancia a algo diferente, por lo que a nivel
de la acción surgen los conocidos márgenes de libertad que conceda una
cooperación de mutua confianza en la que, sin embargo, no faltan las
suspicacias.155

152 Ibidem, p. 20.


153 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media”, en Hazen, Don y
Smith, Larry (eds.), Media and Democracy, San Francisco, Institute for Alternative Jour-
nalism, 1996, p. 13.
154 Rolke, Lothar, op. cit., p. 10.
155 Ibidem, p. 23.
78 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

4. La campaña negativa

Actualmente se observa la presencia de un fenómeno que se ha denomi-


nado “campaña negativa” o “campaña negra”. Éste se traduce en el uso de
medios de comunicación por instituciones, organizaciones o actores políti-
cos, para denostar y desacreditar a otras instituciones, organizaciones o ac-
tores políticos contrarios a sus proyectos o intereses, o bien en acciones
mediáticas realizadas a iniciativa propia de los medios para llevar a cabo
las acciones anteriores sobre estos actores. El uso de campañas negativas
encuentra su punto de inicio moderno más notorio a partir de las elecciones
presidenciales de Estados Unidos en 1964. A partir de los ochenta ha sido
una constante permanente.
Varios analistas caracterizan a las campañas negativas con diversos ele-
mentos. Por ejemplo, Flores Zúñiga sostiene que ellas y la correspondiente
acción de los medios se explica en los siguientes términos:

• Ataque permanente y sistemático contra el estamento político en general.


• Desprestigio de los partidos.
• Descalificación y desprestigio del parlamento.
• Hipervaloración de la función editorial del medio. El comunicador prota-
gonista.
• Inexistencia de propuestas alternativas de participación ciudadana.
• Insuficiencia de pluralismo.
• Privilegios en la presencia mediática de ciertos individuos o tendencias.156

Las acciones que son parte de ese tipo de campañas, por regla general
tienden a promover y generar la incredulidad, el escepticismo o la indiferen-
cia en el electorado. Lo anterior produce un círculo vicioso: la publicidad ne-
gativa es creída porque los políticos no son creídos por los electores, a causa
en gran medida por la publicidad negativa que producen los medios.157
Los efectos de las campañas negativas no son del todo claros y precisos.
En tanto que algunos piensan que ellos tienen un carácter determinante y
definitivo, otros encuentran elementos para considerar que no es necesa-

156 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 186.


157 Kern, M. y Jus, M., How Voters Construct Images of Political Candidates: The
Role of Political Advertising and Televised News, Cambridge, John F. Kennedy School
of Government, Research Paper, R10, Harvard University, 1994, p. 13.
LOS MEDIOS Y LAS ELECCIONES 79

riamente así.158 También se ha argumentado que no hay nada malo con el


uso de la campaña negativa, siempre y cuando lo que se señale sea razona-
ble y justo. Es decir, en este contexto quedarían o deberían quedar exclui-
das las imputaciones falaces, denostaciones o utilización de material ofen-
sivo, que afecte en forma personal la privacidad o la de la familia de un
candidato o miembro de un partido. Sin embargo, difícilmente alguien
puede sostener que tal hecho no ocurre en la práctica.
Algunos estudiosos de la materia han advertido que las campañas negati-
vas provocan la disminución de la participación política y aumentan el cinis-
mo público. De esta forma, ese tipo de campañas generan una delicada ame-
naza para la democracia.159 Hay quienes se han percatado en una forma u
otra de la anterior problemática y han hecho una advertencia al respecto. Los
siguientes señalamientos presentados por Flores Zúñiga son ilustrativos:
Deliberadamente o por omisión, los medios están promoviendo actitu-
des paternalistas, o algo, equivalentemente nefasto como lo es el escepti-
cismo... Los medios al neutralizar a la clase política, no ofrecen ninguna
salida alternativa de participación a los ciudadanos, generando frustracio-
nes y escepticismo en la ciudadanía... No resulta sana para la democracia la
descalificación permanente, sin contextualización y sin propuestas alter-
nativas de participación y de consideración del papel de los políticos en el
desarrollo de la democracia. Incluso ahora, conscientes como estamos de
la necesidad de actualización de los partidos políticos a las nuevas y com-
plejas realidades y los retos que tenemos por delante.160
Asimismo, en relación con la corrupción y su vinculación con los políticos
que los medios realizan, este analista apunta lo siguiente: “...el fenómeno de la
corrupción, es un real y verdadero peligro para la democracia, pero es inco-
rrecto enfocarlo, solamente, como patrimonio de la clase política. Porque eso
necesariamente entrañaría ocultar que en las dictaduras (¿alterativa?) también
existe corrupción e incluso más que en los regímenes democráticos”.161 De
hecho, se ha observado que la acción de medios y comunicadores en diversos
casos obstaculiza el diálogo transparente y fecundo entre electores y partidos
o candidatos, en perjuicio de la democracia.162

158 Como ejemplo puede tenerse la campaña negativa contra Clinton por consumo de ma-
rihuana y relaciones extramaritales y, sin embargo, los resultados populares le favorecieron.
159 Ansolabehere, S. e Iyengar, S., Going Negative, Nueva York, Free Press, 1995, p. 9.
160 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., pp. 185 y 186.
161 Ibidem, p. 185.
162 Idem.
CAPÍTULO CUARTO
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA
Y ADVERSIDADES

I. Los medios en la democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . 82


II. Acciones mediáticas adversas a la democracia . . . . . . . . 93
1. Intereses sobre los medios y comunicadores. . . . . . . . 94
2. Desinformación y distorsión de la información . . . . . . 102
3. Información vs. espectáculo . . . . . . . . . . . . . . . . 104
4. Los medios y sus costos en los procesos electorales. . . . 108
5. Utilización de técnicas mercantiles vs. principios ideoló-
gicos y deliberación ciudadana política . . . . . . . . . . 110
6. Ausencia de objetividad, imparcialidad o veracidad. . . . 113
III. Adversidades de la actitud del indi vi duo hacia la infor-
mación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
CAPÍTULO CUARTO
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES

...la libertad de expresión no es el derecho a


mentir; no es sinónimo de difamación y ca-
lumnia; no es el derecho a desdibujar; alterar
o maquillar la realidad; no es el derecho a
confundir a la audiencia; no es el avasalla-
miento de los otros derechos humanos; no es
la sustitución de los tribunales; no es el dere-
cho a crear nuevas inquisiciones.
Jorge CARPIZO

No es tarea fácil dirigir a hombres; empujar-


los, en cambio, es muy sencillo.
Rabindranath TAGORE

La complejidad de las sociedades modernas obliga a que con mayor ne-


cesidad el ciudadano requiera de los medios para obtener la información
que contribuya a formar una opinión y una decisión. Sobre esta cuestión,
Mayhew considera que en las sociedades modernas es sumamente difícil
contar con una clara guía normativa en situaciones de incertidumbre. En
consecuencia, la ciudadanía está particularmente necesitada de informa-
ción para coordinar sus acciones y para conocer los recursos u oportuni-
dades con que pueden contar para materializar sus intereses.163 En este
ámbito de ideas, Hugo Osorio expone aspectos potenciales de la comuni-
cación, con las siguientes palabras:

La información, además, contiene elementos de racionalidad social indis-


pensables, en términos de conocimiento, para que el individuo determine

163 Mayhew, Leon H., Professional Communication and the Means of Social Influen-
ce, Cambridge, Cambridge University Press, 1977, p. 109.

81
82 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

sus comportamientos políticos dentro del estado de derecho y cumpla sus


obligaciones ciudadanas. La información permite la responsabilidad de-
mocrática, da sentido y realidad a la libertad, a la justicia y a la solidari-
dad.164

Los medios de comunicación se presentan como un eficaz sistema para


ejercer una influencia sobre la sociedad. Las características que otorgan un
poder real a los medios de comunicación obligan a tener un conocimiento
del ámbito operativo donde ellos deben actuar para que su trabajo sea a fa-
vor de la sociedad y del respectivo desarrollo democrático.

I. LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA

En la democracia, los medios deben brindar un foro que abra el espacio


a importantes elementos de participación ciudadana y para la construcción
de decisiones públicas. Entre estos elementos están los siguientes: la ex-
presión de las demandas, necesidades o problemas de una sociedad ante las
propias autoridades; el debate económico, político, social y cultural; la
consulta y formación de consensos sobre las prioridades o problemas na-
cionales y sus soluciones. Por tanto, su uso por cualquier actor político no
debe ser para una promoción personal o a favor de intereses particulares,
sino para comunicarse con la ciudadanía y rendirle cuentas. En este senti-
do, Flores Zúñiga afirma que: “...la democracia, sólo puede funcionar si
sus representantes electos comunican y se mantienen en consulta perma-
nente con el pueblo que los eligió”.165
De igual forma, una premisa fundamental de la democracia es que los
medios y comunicadores deben constituir una fuente independiente de in-
formación a favor de la ciudadanía, especialmente como un elemento de
defensa del ciudadano frente a los abusos de poder. Para cumplir con las
anteriores funciones, los medios y comunicadores deben gozar de una ga-
rantía de libertad ante cualquier tipo de interferencia política, así como con
los recursos para resarcir cualquier intromisión de esa naturaleza. Scannell
y Cardiff han señalado con especial énfasis la importancia de establecer
una prensa independiente, tanto por lo que toca a su quehacer de fuente de

164 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
cit., p. 10.
165 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 191.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 83

información sobre las actividades gubernamentales como por lo que co-


rresponde a la formación y expresión de opinión pública. En la opinión de
estos autores, la independencia de la prensa constituye un elemento pri-
mordial en la larga batalla por la construcción de un gobierno democrático
verdaderamente representativo.166 Por su parte, al referirse a los instrumen-
tos constitucionales de control y al apoyo de los medios para su debido
funcionamiento, Diego Valadés afirma: “Todo indica que ahí donde los
medios tienen mayor independencia, los controles institucionales tienen
mejor desempeño”.167
En torno al lugar de los medios en la democracia, se han formulado va-
rios señalamientos. Por ejemplo, en el Congreso “Círculo de Conversacio-
nes de Bergedorf”, llevado a cabo en Alemania en 1993, y que congregó a
diversos expertos en medios de comunicación y figuras políticas, se señaló
con especial interés que los medios de comunicación no deben erosionar la
confianza ciudadana en el proceso democrático.168 Por su parte, el profesor
Ernst Gottfried Mahrenholz, de la Universidad de Frankfurt am Main y
juez de la Corte Constitucional de la República Federal Alemana, encuen-
tra que

El campo de interacción entre los medios de comunicación y la política,


bajo las condiciones de la democracia igualitaria, está determinado por el
hecho de que la noticia y la crítica manejan el comportamiento electoral.
Un gobierno podría vivir con la crítica pública, incluso con la revelación
de escándalos, siempre que no tuviera que tener elecciones.169

Flores Zúñiga estima que los medios en la democracia representativa


juegan un doble papel: “Por un lado, buscar y mantener contacto con la so-
ciedad y, por el otro, reflejar y transmitir política. En el primero, se pro-
mueve la diversidad de las informaciones; en el segundo, se busca criticar

166 Scannell, P. y Cardiff, D., A Social History of British Broadcasting, Oxford, Basil
Blackwell, 1991, vol. 1, p. 10.
167 Valadés, Diego, op. cit., p. 93.
168 Boventer, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitula-
ción ante la realidad”, en Thesing, Josef y Hofmeister, Wilhelm (eds.), Medios de comu-
nicación, democracia y poder, Buenos Aires, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung,
1995, p. 64.
169 Gottfried Mahrenholz, Ernst, “Los medios de comunicación y el poder”, en The-
sing, Josef y Hofmeister, Wilhelm (eds.), Medios de comunicación, democracia y poder,
Buenos Aires, CIEDLA, Konrad Adenauer Stiftung, 1995, p. 78.
84 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

y denunciar las decisiones del sistema político”.170 También haciendo refe-


rencia al papel de los medios en la democracia, José Woldenberg observa
que “Toda democracia supone la existencia de un entramado institucional
y normativo que ofrezca cauces para la expresión y contienda de la plurali-
dad política. Esa pluralidad busca el respaldo ciudadano e intenta que sus
diagnósticos y programas reciban el apoyo mayoritario de la población.
Diversas ideologías, intereses y propuestas encuentran vías para manifes-
tarse y contender, buscando siempre el apoyo ciudadano”. Asimismo, este
autor considera que:

En esa contienda, los medios de comunicación juegan un papel más que


relevante puesto que son los conductos a través de los cuales fluye el de-
bate y se dan a conocer las distintas propuestas políticas... Por ello, si en
los medios no se expresa la pluralidad o si ésta es taponada con distintas
medidas, difícilmente puede hablarse de una contienda democrática plena,
puesto que la información que el ciudadano recibe es parcial (y por ello
incompleta e insuficiente desde el punto de vista democrático).171

Una responsabilidad primordial de los medios y de los comunicadores


es el ejercicio de la crítica responsable, objetiva, imparcial, con valores éti-
co-morales, con un cabal cumplimiento a los derechos y obligaciones im-
puestos por el marco normativo protector de la libertad de expresión, de la
libertad de información y en equilibrio con la libertad y dignidad de todo
ser humano, cancelando la difamación o intromisión a la vida privada de
toda persona. Lo anterior siempre debe ocurrir a favor del desarrollo demo-
crático de la propia sociedad y de sus instituciones, ampliando en todo mo-
mento los cauces de expresión de todos los miembros de la sociedad. En
este contexto, no puede pormenorizarse o sacrificarse al ser humano y sus
garantías. Al respecto, no pueden olvidarse las palabras de Jorge Carpizo,
las cuales con gran contundencia exponen que “...los individuos se en-
cuentran frente a los medios de comunicación en una situación de desi-
gualdad, en la cual es muy difícil defenderse. Los medios pueden incluso
desatar una batalla psicológica que fuerce al individuo al suicidio”.172 Re-

170 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 179.


171 Woldenberg, José, op. cit., p. 15.
172 Carpizo, José, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la de-
mocracia, la política y la ética”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México,
núm. 96, septiembre-diciembre de 1999, p. 745.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 85

firiéndose a la libertad del individuo y a la democracia, resulta necesario


tener presente el señalamiento de Réniz Caballero, quien afirma que

Irónicamente, la característica definitoria del sistema democrático —la li-


bertad individual— es también la que exige el desarrollo de normas de
moral y conducta ética entre los ciudadanos. Si no fuera así, el interés in-
dividual (y corporativo) sin la limitación del sentido de la responsabilidad,
eventualmente destruiría la promesa democrática de una sociedad civil
buena y estable.173

En una sociedad que lucha por alcanzar una democracia, o bien preser-
varla y perfeccionarla, los medios de comunicación deben incrementar su
presencia en la promoción y logro de tales objetivos, así como en la supera-
ción de los problemas que se presenten. Para tal efecto, una condición sine
qua non es el fomentar y obtener la credibilidad y confianza ciudadana
fundada en la veracidad, objetividad e imparcialidad de la información,
apartada de intereses particulares, ajena a manipulaciones y a desorienta-
ciones. En este contexto, la profesión y actuación de los medios de comu-
nicación y de los comunicadores se prestigian y se legitiman. Asimismo,
no puede haber fórmula jurídica, fuerza política o interés económico que la
limite, obligue o corrompa. Los valores ético-morales deben ser ejercidos
en el ámbito de la libertad; estar comprometidos con el respeto a la libertad,
conciencia y dignidad de cualquier otro individuo en su esfera privada;
quedar sujetos al escrutinio público y ser evaluados permanentemente por
la credibilidad y confianza de una sociedad. La presencia y operación prác-
tica de las anteriores características lleva a la siguiente correlación: el esta-
do de los medios de comunicación y actuación de los comunicadores co-
rresponde y refleja el nivel de avance y madurez democrático de una
sociedad. Hugo Osorio también observa este aspecto y señala: “De ahí que
los medios sean, o deban ser, un reflejo fiel de la historia y de la forma de
vida, democrática o no, de un país”.174 En este sentido, también es necesa-
rio tener presente la afirmación del constitucionalista Carpizo: “Una de-
mocracia se fortalece y vitaliza con medios libres, independientes, respon-

173 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 100.


174 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
cit., p. 25.
86 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

sables, comprometidos con la ética y con el pleno respeto de los derechos


humanos”.175
Por su parte, el avance de la democracia promueve y fortalece la libertad
de los medios de comunicación. En este último aspecto, las palabras del di-
rector del Programa de Medios de Comunicación y Democracia de la Fun-
dación Konrad Adenauer, Frank Priess, al referirse al caso de Latinoaméri-
ca, son ilustrativas: “El proceso de democratización de los últimos años ha
liberado a los medios de comunicación, salvo unas pocas excepciones, de
la tutela y la sujeción del Estado, aunque en general el trabajo periodístico
sigue expuesto a una presión más o menos sutil por parte de las autorida-
des”. Al referirse a las anteriores excepciones, Priess encontró los casos de
Brasil, Colombia y México.176
Puede afirmarse que en la medida en que la democracia moderna ha ve-
nido desarrollándose a lo largo del tiempo, la presencia o ausencia de infor-
mación se han convertido en elementos determinantes para el nacimiento,
transición, desarrollo y fortalecimiento de ese sistema.177 De acuerdo con
lo anterior, el papel que juegan los medios y comunicadores retoma una
función de mayor dimensión y responsabilidad. Ahora ellos no sólo deben
concretarse a informar a la sociedad con las características ya referidas, si-
no que deberán contribuir sustantivamente a formar un conocimiento y sa-
ber de la sociedad entera. Si este camino no es atendido oportuna y debida-
mente, corremos el riesgo de que las advertencias de Sartori se conviertan
en una realidad: “...a cada incremento de demo-poder debería correspon-
derle un incremento de demo-saber. De otro modo la democracia se con-
vierte en un sistema de gobierno en el que son los más incompetentes los
que deciden. Es decir, un sistema de gobierno suicida”.178 Este mismo au-
tor añade que

175 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la


democracia, la política y la ética”, cit., p. 752.
176 Priess, Frank, “¿Cuarto poder o víctima? Los medios de comunicación latinoame-
ricanos en la búsqueda de su identidad”, en Thesing, Josef y Hofmeister, Wilhelm, Me-
dios de comunicación, democracia y poder, Buenos Aires, CIEDLA, Konrad Adenauer
Stiftung, 1995, pp. 200 y 201.
177 Por ejemplo, refiriéndose a la transición democrática, Rolando Cordera observa
que “Para inscribirse activamente en la transición, los medios deben hacer suyas las
coordenadas principales de dicho tránsito”. Cordera, Rolando, “Medios de comunicación
y sociedad deliberativa: en los tiempos de tránsito”, en Democracia, medios y fines, Mé-
xico, UNAM, 1990, p. 27.
178 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 125.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 87

...lo importante es que cada maximización de democracia, cada crecimien-


to de directismo requiere que el número de personas informadas se incre-
mente y que, al mismo tiempo, aumente su competencia, conocimiento y
entendimiento. Si tomamos esta dirección, entonces el resultado es un de-
mos potenciado, capaz de actuar más y mejor que antes. Pero si, por el
contrario, esta dirección se invierte, entonces nos acercamos a un demos
debilitado. Que es exactamente lo que está ocurriendo.179

Es preciso señalar que la acción democrática que se puede encontrar en


los medios y comunicadores, sencillamente no puede ocurrir per se, o que
su implementación es simple. Ella requiere de grandes cuidados, así como
de señalización adecuada. De esta forma se impedirá un libertinaje en la
actividad de los medios y el privilegio de intereses particulares, por arriba
de los de la sociedad en su conjunto.
En la teoría de la democracia se puede identificar una debilidad, por lo
que toca a los medios de comunicación. De acuerdo con la teoría de la de-
mocracia, el ciudadano es un sujeto racional que adquiere información dis-
ponible, la racionaliza y adopta decisiones. En este sentido, el elector se
convierte en un depositario de un conocimiento sobre lo que ocurre en su
localidad, en su país o en el mundo, mismo que pondera, examina y trans-
forma en una conducta política, al parecer sin problema alguno. Sin embar-
go, además de los cuestionamientos sobre la plena racionalización de la in-
formación, en la realidad lo que un ciudadano recibe como información
política es el producto de numerosos y variados procesos de comunicación,
sujetos a presentaciones, énfasis, interpretaciones e intereses de los pro-
pios medios y comunicadores, que son ajenos en su formación o capacidad
de racionalización.
Diversos autores destacan con preocupación o con cierto escepticismo
la condición de los medios en el ámbito de la democracia. Por ejemplo, se
señala que frecuentemente los medios operan fuera del ámbito del control
democrático, lo cual revela el aspecto utópico de los conceptos de “telede-
mocracia” y “tecnologías de libertad”.180 Asimismo, se ha sostenido que
“La naturaleza actual de los medios, privados u oficiales, deja serias dudas
sobre la garantía de la pluralidad democrática”.181

179 Ibidem, p. 127.


180 Véase la obra de Ithiel de Sola Pool, Technologies of Freedom, Cambridge, Belk-
nap, 1983.
181 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 185.
88 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Sin duda alguna, tal y como afirma Carpizo: “Los medios de comunicación
son un poder porque poseen los instrumentos y los mecanismos que les dan la
posibilidad de imponerse; porque condicionan o pueden condicionar la con-
ducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia de su
voluntad y de su resistencia”.182 La democracia impone establecer pesos y
contrapesos al poder. El poder de los medios no está exento de tal condición.
En este escenario se ha propuesto como necesario, contar con un marco nor-
mativo o políticas regulatorias para orientar el actuar de los medios a favor de
los intereses genuinos de toda una sociedad y fines de la democracia, así como
someter su actuar al escrutinio, examen y juicio de la sociedad —accountabi-
lity—. Cabe destacar que la corriente de vanguardia al respecto es aquella que
otorga esta función a la sociedad, y no a alguna autoridad pública. El dejarlo a
la sociedad puede constituir una más sólida garantía, ya que, tal y como lo ob-
serva Don Hazen, las empresas de medios de comunicación son difíciles de
escudriñar y supervisar por oficiales gubernamentales, porque los medios tie-
nen la posibilidad de criticarlos, así como la habilidad de exhibirlos o vincu-
larlos con problemas de orden político.183 A esta propuesta le asisten sólidos
argumentos; sin embargo, la actuación de tal ente representante de la sociedad
debe quedar normada jurídicamente.
Por otro lado, también hay quienes ven que los medios deben reunir
ciertas condiciones en su actuar en la democracia. De esta forma, Danny
Schechter propone los siguientes pasos para orientar cambios significati-
vos en los medios de comunicación a favor de la democracia. Ellos son:

• Mayor monitoreo de los medios para dar seguimiento y conocer có-


mo se hace el reporte de las noticias.
• Exigir un control de responsabilidad —accountability— de los me-
dios. De esta forma, armados con más información —particularmente
la recabada por el propio ciudadano— los grupos de la sociedad esta-
rán en una mejor posición para demandar responsabilidad de los me-
dios y sus corporaciones.
• Promover una nueva regulación. La desregulación ha dado a las em-
presas y consorcios de los medios un cheque en blanco; la desregula-

182 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 95, mayo-agosto
de 1999, p. 351.
183 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 14.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 89

ción estricta antimonopólica y una más amplia jurisdicción en un ór-


gano oficial se hacen necesarias.
• Establecimiento y operación de espacios para opiniones alternativas
y mayores opciones de programaciones.
• Espacios de participación y cooperación para comunicadores y pro-
ductores independientes, para lo cual se requiere una mayor apertura
de los medios. Un sistema de censura y control gubernamental, cier-
tamente no es lo deseable. Sin embargo, tampoco lo es el que los me-
dios se conduzcan sin control alguno, el control debe existir y éste de-
be recaer en la ciudadanía.184

En este orden de ideas —señala Schechter—, el movimiento por una


responsabilidad social en el ámbito de los negocios aún no alcanza a la in-
dustria de los medios de comunicación. Asimismo, afirma este autor que si
se va a cambiar la forma en que trabajan los medios de información, se ne-
cesita motivar para tal efecto a los trabajadores de los propios medios en
todos sus niveles. Sin embargo, sostiene que estos trabajadores han asumi-
do una actitud cínica o indiferente y están condicionados por una cultura de
muchos años para la obtención de noticias. Finalmente, afirma Schechter
que hay una sociedad que efectivamente quiere el cambio, pero que aún no
está organizada.185
El ideal de la comunicación democrática, de acuerdo con Hoynes, puede
ser alcanzado cuando se reúnen cinco principios generales: 1) propiedad
social —la cual, en opinión de este autor, es indispensable para que puedan
materializarse los otros cuatro principios—; 2) diversidad —que ocurre
por las perspectivas surgidas de la pluralidad de grupos y diferencias polí-
ticas—; 3) participación —que responde a la necesidad de desarrollar es-
tructuras para el involucramiento activo de la ciudadanía—; 4) interacción
—que permite la comunicación múltiple y no tan sólo por un camino—;
5) criticismo —que se basa en la necesidad de comparar críticamente dife-
rentes orientaciones y opiniones políticas.186

184 Schechter, Danny, “Making Media Work”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.),
Media and Democracy Congress, San Francisco, Institute for Alternative Journalism,
1996, p. 6.
185 Idem.
186 Hoynes, William, Public Television for Sale: Media, the Market, and the Public
Sphere, Westview, Boulder, 1994, pp. 168-176.
90 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

De igual forma, es conveniente enfatizar que cualquier acción pública o


privada que toque el ámbito de la libertad de expresión o de la libertad de
información que deben tener los medios y comunicadores debe estar acota-
da o restringida a condiciones y situaciones previstas de manera clara y
precisa. Ninguna acción pública o privada puede estar establecida o ejecu-
tada a través de discrecionalidades o interpretaciones particulares. Cual-
quiera de ellas debe estar invariable y directamente relacionada con el pro-
pósito que se busca alcanzar en la información a favor de la sociedad, como
una necesidad de la propia vida democrática y a efecto de dar atención a un
problema prioritario de la misma sociedad.
Sin duda alguna, hoy los medios tienen un papel central en la construc-
ción, transición, consolidación y fortalecimiento de la democracia. El propio
desarrollo que ha alcanzado la tecnología seguirá siendo un elemento que
tenga un mismo impacto sobre los medios, tal y como ha venido ocurriendo.
Al respecto, Walljasper sostiene que con el inicio de la era de la información
se presenta una extraordinaria oportunidad para la promoción y desarrollo
de la democracia global y para el entendimiento internacional.187
Como complemento de lo expuesto con antelación cabe añadir algunas
reflexiones de Nimmo y Combs, que ponen otro énfasis más en la labor de
los medios y su impacto en la democracia. Para los autores referidos, histó-
ricamente los medios de comunicación masiva se estimaron como instru-
mentos sumamente importantes de la democracia. Asimismo, en la opinión
de estos analistas, ellos estuvieron destinados a unir, educar y, consecuen-
temente, a fortalecer las acciones y decisiones de la sociedad.188 Este cami-
no no debe estar ajeno al curso que tomen los medios. En todo momento
este debe ser el compromiso a seguir.
A lo largo de los tópicos abordados en la parte correspondiente a los me-
dios de comunicación y democracia necesariamente se desprende el debate
sobre los efectos de los medios de comunicación en la política y sus proce-
sos, en los procesos electorales, el gobierno, partidos, organizaciones y ac-
tores políticos, respecto a los propios medios y comunicadores como acto-
res políticos y sobre el ciudadano. Vinculado al tema de los medios y la
democracia, existe otro, al que diversos analistas le han prestado una aten-

187 Walljasper, Jay, “Media & Democracy”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.),
Media and Democracy Congress, San Francisco, Institute for Alternative Journalism
1996, p. ix.
188 Nimmo, Dan y Combs, James E., Political Pundits, Nueva York, Praeger, 1992, p. xv.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 91

ción especial. Este es el de la democratización de los propios medios. So-


bre este tema, Jorge Carpizo encuentra que en la vida interna de los medios
masivos, en una amplia mayoría de países, hay una ausencia de la de-
mocracia. En su opinión, dentro de los medios hay un “sistema piramidal
y jerarquizado” que construye una “antidemocracia”, misma que genera
efectos negativos. De esta forma, sostiene Carpizo, “La antidemocracia
imperante en los medios de comunicación propicia prácticas realmente
aberrantes que al final de cuentas lesionan al derecho a la información ve-
raz y objetiva a la que tiene derecho la sociedad”. Asimismo, señala que las
prácticas más sobresalientes son: “a) La “línea” acerca de cómo debe pro-
porcionarse la información, qué cuestiones no deben ser atendidas, el sen-
tido con que debe darse la noticia, b) La censura, al suprimirse o agregarse
párrafos al trabajo del reportero o columnista, c) La indicación sobre qué
instituciones y personajes deben ser cuidados y cuáles deben ser ataca-
dos”.189
La democratización de los medios no puede quedar como una cuestión
privativa de lo mismo. Debido a su incidencia en la construcción o erosión
de la democracia, este es tema de interés público. A efecto de asegurar la
información que requiere la vida democrática, se hace necesaria la partici-
pación ciudadana en la configuración de ella, de manera equitativa frente a
otras fuerzas, en su administración interna, y en la supervisión social de sus
actividades.
En el sentido anterior se señala que ningún ciudadano debe tener una
mayor garantía que otros o más derechos sobre alguien más, para hacer lle-
gar sus ideas y opiniones de manera institucional al resto de la sociedad;
que para evitar el control administrativo de los medios por fuerzas econó-
micas o políticas a través de cualquiera de sus miembros se requiere la in-
clusión en su estructura interna de representantes de la sociedad civil; que
la sociedad en su conjunto debe ejercer un control sobre todo actuar de los
medios —poniendo énfasis en que ello no es sólo en torno a algunas partes
de ese actuar o únicamente respecto a algunos medios o procesos específi-
cos, sino sobre todo proceso y sobre cada medio—.190 En este orden de
ideas, hay quienes no dudan en afirmar categóricamente que los medios
democráticos contribuyen a brindar bases a la ciudadanía para la toma de

189 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la


democracia, la política y la ética”, cit., pp. 752 y 753.
190 Splichal, Slavko, op. cit., p. 302.
92 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

decisiones sobre cuestiones de orden público, para la realización de todo


individuo como ser humano y para que todo individuo se proteja contra
cualquier abuso del poder.191
Asimismo, se encuentra que los proponentes de la democratización de
los medios, en términos generales, buscan lograr dos grupos de objetivos.
Por una parte, impedir la existencia de sistemas de dirección centralizada
y burocrática, así como romper con las restricciones políticas y económi-
cas sobre los derechos y libertades humanas. Por otra, abrir las puertas a
la participación crítica de la ciudadanía. En este orden de ideas, Splichal
sostiene que la democratización de los medios requiere de una forma de
regulación acorde con un propósito específico: limitar el control y el po-
der que detentan fuerzas económicas y políticas, a efecto de proteger e in-
crementar la libertad e independencia de los medios e impedir las coali-
ciones entre los medios y el gobierno o el capital, lo cual va en detrimento
de la ciudadanía.192 Este autor añade que el verdadero sentido de la demo-
cratización es la prevención de las acciones y transacciones a espaldas de
la sociedad. La regulación democrática debe estar dirigida a abrir el pro-
ceso de la comunicación masiva a todos los integrantes de la sociedad de
manera equitativa.193
Por otra parte, se argumenta que la democratización de los medios recla-
ma pensar en el derecho de comunicación. Este derecho debe asegurar la
apertura de los medios a la sociedad civil, en lugar de convertir a sus miem-
bros en meros entes pasivos y consumidores. Respecto al derecho de co-
municación, se han señalado cuatro fundamentos indispensables para el
mismo: a) el derecho a divulgar opiniones en los medios de comunicación,
sumado al de recibir información; b) el derecho a participar en la adminis-
tración de los medios de comunicación y en las empresas de comunicación;
c) el derecho de libertad de asociación para la resolución de intereses y ne-
cesidades sociales e individuales; d) igualdad de derechos y obligaciones
entre todos los ciudadanos, independientemente de sus condiciones econó-
micas y sociales.194

191 Watt Hopkins, W., “The Supreme Court Defines the Marketplace of Ideas”, Jour-
nalism and Mass Communication Quarterly, 73, 1, 1966, p. 44.
192 Splichal, Slavko, op. cit., p. 298.
193 Ibidem, p. 301.
194 Ibidem, p. 304.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 93

II. ACCIONES MEDIÁTICAS ADVERSAS


A LA DEMOCRACIA

La función que realizan y efectos que logran los medios de comunica-


ción para influir, formar, inducir e integrar una opinión o un sentir en la so-
ciedad, así como para provocar conductas, decisiones y acciones sobre la
conducción y operación de un sistema político y de su gobierno obligan a
un análisis y comentarios al respecto. En forma especial se requiere refle-
xionar sobre el lugar e intereses de los medios —que por sus características
propias se configuran como factores reales de poder—, y los beneficios o
riesgos que ellos pueden traer en el establecimiento, transición, desarrollo,
fortalecimiento y protección de la democracia.
En el espectro de estudios que abordan en alguna forma la acción de los
medios sobre la democracia se encuentran opiniones tanto en un sentido
positivo como en uno negativo. Por un lado, hay trabajos que sostienen que
en la práctica los medios realizan invariablemente una tarea a favor de la
democracia. Varios de ellos contienen afirmaciones sin un sustento empí-
rico científico, sino guiadas muchas veces por un deseo de otorgarles a los
medios virtudes incuestionables. Ello refleja una cierta ingenuidad o un in-
terés particular de presentarlos de esa forma. Por ningún motivo resulta
conveniente adoptar ese enfoque sobre los medios y quedarse en él. Hacer-
lo llevaría a formular juicios simplistas con conclusiones erróneas.
Por otro lado, hay diversos estudios que señalan que los medios llegan a
tener un impacto negativo para la democracia. El contraste entre los seña-
lamientos positivos y los negativos parece configurar a los medios con
aquella característica distintiva del dios griego Janus: dos caras distintas y
opuestas.
Para los propósitos de este trabajo es necesario identificar, escudriñar y
precisar los mecanismos o acciones que los medios de comunicación pue-
den utilizar en forma adversa a la democracia. El conocimiento de esos fe-
nómenos puede contribuir sustantivamente a conocer problemáticas de la
democracia y proponer con imaginación y creatividad las fórmulas para
impedirlas o corregirlas, así como para adoptar otras que la democracia va-
ya requiriendo para su avance.
Con esta finalidad se debe poner especial atención a diversos estudios
que han cuestionado el papel, prácticas y acciones que realizan los medios
94 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

con un impacto adverso sobre la democracia.195 Con el propósito de dar un


cierto orden a los señalamientos hechos en esos estudios y para los objeti-
vos del presente trabajo, las distintas adversidades encontradas se han se-
parado en incisos. Cabe subrayar que esta división de adversidades por
ningún motivo sugiere que haya una separación tajante entre una y otra.
Entre ellas, como se podrá observar en repetidas ocasiones, hay una estre-
cha relación, o bien, una es causada por otra. A continuación de este ejerci-
cio también se aborda otro tipo de adversidades sobre la democracia, relati-
vas a la información y la actitud hacia ella por parte del ciudadano.

1. Intereses sobre los medios y comunicadores

Se observan señalamientos en el sentido de que la información que pre-


sentan los medios puede darse en forma manipulada, a efecto de persuadir
y formar una opinión pública favorable a ciertos intereses. Para diversos
analistas, la forma en que los medios pueden presentar la información no
responde o incluso va en contra de los propios y auténticos intereses de la
sociedad.196
Walter Lippmann estima que si bien es cierto que en la democracia el
consentimiento popular representa un punto de partida para la legitimidad
de un gobierno, tampoco puede ignorarse que el consentimiento popular
puede ser manufacturado a través de técnicas de sicología social que per-
miten lograr una amplia cobertura de la ciudadanía a través del uso de los
medios de comunicación masiva.197 Por su parte, Don Hazen destaca que
los medios están expuestos a intereses que tienden a ejercer un control so-
bre ellos y a delinear su desarrollo. Al respecto, este autor advierte que sin
duda alguna ello tiene un impacto de profunda relevancia en la integración,
preparación, presentación e interpretación objetiva e imparcial de la infor-
mación con que la sociedad forma su opinión pública y, por tanto, también
tiene un efecto negativo sobre la democracia.198 Carpizo señala que los me-
dios de comunicación ejercen un poder, a través de instrumentos de carác-
195 Véase la obra de Entman, R. Democracy without Citizens: Media and the Decay
of American Politics, Oxford, Oxford University Press, 1989.
196 Sparks, Colin, “Popular Journalism: Theories and Practices”, en Dahlgreen, P. y
Sparks, C. (eds.), Journalism and Popular Culture, Londres, Sage, 1992.
197 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 245.
198 Hazen, Don, “Our Media Future”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.), Media and
Democracy Congress, San Francisco, Institute for Alternative Journalism, 1996, p. vii.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 95

ter ideológico o psíquico.199 Este hecho —afirma el autor— les da “...la po-
sibilidad de imponerse; porque condicionan o pueden condicionar la
conducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia
de su voluntad y de su resistencia”.200 Asimismo, Carpizo considera que
“Los medios deben proporcionar la noticia, la información, no crearlas ni
matizarlas, menos transformarlas de acuerdo con sus intereses”.201
Diversos analistas destacan que entre los intereses que más llegan a inci-
dir sobre la información que recibe una sociedad, son aquellos concentra-
dos en un grupo o estrato económico. En este sentido, Sartori expresa que

...es bueno tener presente que para los grandes magnates europeos de hoy
—los Murdoch o los Berlusconi— el dinero lo es todo, y el interés cívico
o cultural es nulo. Y lo irónico de esta situación es que Berlusconi y Mur-
doch, en su escalada hacia los desmesurados imperios televisivos, se ven-
den como “demócratas” que ofrecen al público lo que el público desea,
mientras que la televisión pública es “elitista” y ofrece al público la televi-
sión “que debería querer”.202

Otros estudiosos de la materia también señalan los intereses de grupos


políticos y sociales. De esta forma, Schönbohm comenta que “...no puede
descartarse una manipulación de estas instituciones por parte de ciertos
grupos de poder políticos y sociales”.203 En este sentido, puede observarse
que igual que instituciones y actores políticos, los medios y comunicadores
han perdido credibilidad entre miembros de la sociedad. Sin duda alguna,
los primeros en mayor proporción que los segundos. Los medios, por su
parte, exhiben en ciertos momentos una vinculación o gravitación alrede-
dor de intereses elitistas y con los detentadores de poder que previamente
dominan la política. Al respecto, Jorge Carpizo apunta que “Tanto el polí-
tico como el dueño de medios y el periodista han venido perdiendo presti-
gio”. Asimismo, presenta un señalamiento de gran relevancia que debe ser

199 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la


democracia, la política y la ética”, cit., p. 745.
200 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 351.
201 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la
democracia, la política y la ética”, cit., p. 749.
202 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 140.
203 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., p. 65.
96 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

contemplado por todo estudioso de la democracia y los medios. Desde su


punto de vista:

En muchas ocasiones las elites de la política y de los medios de comunica-


ción coinciden, porque ambos desean una alianza o una penetración en el
ámbito del otro como una forma de fortalecer o aumentar su poder. Así
encontramos a políticos que adquieren acciones o la propiedad de medios
de comunicación como una manera de proteger su propia carrera política,
atacar a sus antagonistas políticos, cuidar su pasado, cuando los cargos
políticos se hayan agotado, y continuar siendo “importantes” aunque ya
no se tenga participación política activa.204

Dentro de este mismo orden de ideas, hay quienes encuentran que la de-
mocracia ha sido acomodada a efecto de ocultar que el verdadero y auténti-
co centro de decisiones de los procesos electorales no está en la ciudadanía,
sino en el grupo de propietarios y directivos de las grandes corporaciones,
así como en las cabezas de las elites burocráticas, o bien por quienes enca-
bezan los centros y aparatos de seguridad del Estado. La forma más eficaz
de llevar a cabo todo lo señalado, indican numerosos críticos, es a través de
la información que los medios transmiten a la sociedad. En este razona-
miento se añade que la ciudadanía puede elegir a su gobierno. Sin embar-
go, la implementación de medidas de carácter social o de otras que afecten
los intereses de los grandes capitales, aun cuando ellas cuenten con el inte-
rés del gobierno electo, inevitablemente serán obstaculizadas e impedidas
por la elite burocrática y sus empleados, por la salida de capitales, o el uso
de otros medios por otras corporaciones. En este sentido, aquellos que au-
ténticamente están en posibilidad y detentan el poder real de tomar decisio-
nes e implementarlas están ajenos o no sometidos al voto electoral y juicio
del electorado.
Como remedio a la anterior situación, algunos proponen la despolitiza-
ción de los medios. Sin embargo, puede preverse que aun cuando la infor-
mación fuese comunicada por medios totalmente despolitizados o apolíti-
cos, la integración y presentación de la misma con diversos sesgos e
intereses personales o de grupo parece inevitable. En diversas ocasiones se
han hecho observaciones al respecto. Ellas han expuesto el impacto de es-
tructuras políticas, económicas y sociales que aun cuando puede ser en for-
204 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., pp. 758 y 760.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 97

ma accidental, sistemática o coyunturalmente inciden en la formación de


opiniones y percepciones que reflejan las suyas. Ello es posible, según se
observa, incluso con una simple repetición continua de afirmaciones sobre
alguna cuestión.205
De igual forma, se hace presente la posibilidad de que medios y comuni-
cadores antepongan sus intereses particulares o personales sobre los de la
sociedad. Al respecto, se ha señalado que “Así como hay reporteros sin
fronteras hay reporteros sin límites éticos, intelectuales que pretenden do-
minar todo, hasta los valores que rigen la conducta de una sociedad”.206 Lo
expuesto, consecuentemente, alerta para reflexionar sobre los riesgos exis-
tentes y tomar las medidas que aseguren que los medios sean realmente in-
dependientes y libres del dominio de alguna autoridad pública o sumisión a
intereses privados.
La inducción o manipulación de la información no sólo ocurre de los
medios hacia la sociedad. Ella también se presenta sobre los propios me-
dios y comunicadores por gobernantes, actores políticos o representantes
de cualquier interés. En diversos sentidos y formas, los medios de comuni-
cación representan un atractivo para todos ellos. Muchos los emplean en la
promoción o publicidad de un gobierno, partido, organización, institución
o personaje político. Otros, además de utilizarlos a su favor, también los
aprovechan para actuar en contra de adversarios. El uso de los medios se
vuelve más importante e intenso durante los procesos electorales. En ellos
es posible observar que se desarrolla una relación con una especie de mu-
tua interdependencia, en donde por principio o al final de cuentas cada uno
de ellos busca beneficiarse.
Esta inducción o manipulación de la información puede ocurrir, por
ejemplo, cuando mediante la presentación de conferencias o entrevistas or-
ganizadas y preparadas por alguno de los actores referidos sólo se muestra
a los medios de comunicación la faceta de los hechos que son de su interés
o conveniencia particular. Por su parte, los medios simplemente la repiten
de esa forma o la apoyan haciendo énfasis en los aspectos más positivos de
la misma e incluso mediante la eliminación u ocultamiento de aquellos ne-
gativos. Otro ejemplo de inducción por parte de instituciones, organizacio-

205 Huckfeldt, Robert y Sprague, John, Citizens, Politics, and Social Communication:
Information and Influence in an Election Campaign, Cambridge, Cambridge University
Press, 1995, p. 51.
206 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 191.
98 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

nes o actores políticos lo constituye la información liberada a través de fil-


traciones de carácter confidencial.
Los medios son vistos como vehículos que permiten con gran amplitud
la proyección de actores políticos. El uso por ellos se encuentra cada vez
más en las campañas electorales, donde se promueve y estructura una ima-
gen de un individuo, pero con una carencia de la ideología de la institución,
organización o del actor político. Su principal objetivo, podría resumirse,
es el de convertirse en un personaje atractivo a la ciudadanía. Refiriéndose
en concreto a la televisión, Sartori señala que “Los efectos de la vídeo polí-
tica tienen un amplio alcance. Uno de estos es, seguramente, que la televi-
sión personaliza las elecciones. En la pantalla vemos personas y no progra-
mas de partido; y personas constreñidas a hablar con cuentagotas”.207
Asimismo, con el uso de los medios, los actores políticos evitan ser cues-
tionados por la argumentación racional que podría surgir de miembros crí-
ticos de la sociedad, en el marco de una interacción abierta y directa con la
ciudadanía. Esto mismo rige respecto a la adquisición de compromisos con
la sociedad.208 Consecuentemente, el acto de gobernar se convierte más
que nunca en un ejercicio mediático masivo.209 Al respecto, Bourdieu esti-
ma que los medios masivos, particularmente la televisión, actúan en una
forma calculada para movilizar al público, lo que induce a una forma per-
versa de democracia directa.210
Asimismo, diversos analistas destacan la presencia de un elemento ne-
gativo en la comunicación, que permite lucrar y jugar con las emociones de
las masas. Estas advertencias son numerosas, y su contenido demanda una
seria atención. Boventer se encuentra entre los autores que más han abun-
dado al respecto. Este autor señala que
Sigue existiendo la “quality press” de un periodismo excelente, de juicio ra-
zonable, ponderador; sin embargo, las tendencias indican una pérdida de ni-
vel, falta de perfil, búsqueda de revelación y sensación. Como medio de co-
municación confiable, el periodismo, en muchos casos, aún se mantiene
firme frente a los excesos, en que sobre todo los privados se han apartado

207 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 107.


208 Zolo, Danilo, Democracy and Complexity: A Realist Approach, Pennsylvania Sta-
te University Press, University Park, 1992, p. 146.
209 Véase la obra de Oxford, Barrie y Richard, Huggins, “Public Opinion and Postmo-
dern Populism: A Crisis of Democracy or the Transformation of Democratic Governan-
ce?”, en Splichal, S. (ed.), Voz Populi-Vox Dei?, Hampton, Cresskil, Nueva Jersey, 1999.
210 Bourdieu, Pierre, On Television, Nueva York, New Press, 1998, p. 64.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 99

del buen camino en el comercio de los medios electrónicos, desviándose


hacia la trivialización y la brutalización.211

Asimismo, sostiene que

El mal de nuestra cultura política (refiriéndose a la pérdida de la capaci-


dad de debatir sobre contenidos y al coraje para reflexionar sobre el canon
del saber y de los valores, y de un consenso mínimo de convicción) en-
cuentra su equivalente en la filosofía de la arbitrariedad abiertamente mos-
trada y practicada desinhibidamente de un postmodernismo decadente en
muchos medios de comunicación, donde todo es posible, todo está permi-
tido y donde los límites sólo se tratan con malicia. Una emocionalidad pu-
bertaria, una actitud del “abran paso, aquí vengo yo”, se vuelven caracte-
rísticas de la escena.212

Las conclusiones de este autor son dramáticas: “En los medios de comu-
nicación lo real se evapora, todo se vuelve igualmente válido y con ello fi-
nalmente indiferente; es decir, se vuelve comprable e identificable en su
carácter de mercancía... la moral política sería manipulable según conve-
niencias y necesidades”.213
Al respecto, Claus Jacobi encuentra que los medios de comunicación

...se vuelven cada vez más perfectos y más triviales, cada vez más podero-
sos y bárbaros. Las noticias se manipulan cada vez en forma más lograda,
ya sea para fines comerciales o ideológicos. Se jadea y se jacta. Los me-
dios de comunicación penetran, de modo cada vez más impío, en la esfera
privada, no solamente de las casas reales. Las formas y los contenidos se
vuelven cada vez más obscenos, acercándose cada vez con menos preocu-
pación a la pornografía.214

La posibilidad de que los medios y comunicadores contribuyan a la for-


mación y presentación de noticias guiadas por intereses propios o por

211 Boventer, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitula-


ción ante la realidad”, cit., p. 57.
212 Idem.
213 Boventer, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitula-
ción ante la realidad”, cit., p. 63.
214 Jacobi, Claus, “Der Rückfall in die Barbarei“, Die Welt, 19-1-93, citado en Boven-
ter, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitulación ante la
realidad”, cit., p. 60.
100 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

otros, principalmente económicos o manipuladas por actores políticos,


puede comprenderse en el contexto y por las razones que ya han sido ob-
servadas y explicadas por Daniel Boorstin. El análisis de este autor es por
demás interesante y de gran relevancia. Boorstin encuentra que en el siglo
XX, en un mundo de competencias, ha nacido una relación de mutua con-
veniencia e interdependencia entre los medios y comunicadores con miem-
bros o representantes de instituciones gubernamentales u organizaciones
políticas, a efecto de obtener noticias o información privilegiada. Lo ante-
rior se suma al interés de los actores políticos de recibir a cambio un trato
favorable a su imagen en la presentación de las noticias, o bien negativa o
desfavorable respecto a sus contrincantes. En este escenario, el acceso a in-
formación privilegiada o por delante de la que ofrecen otros medios, y que
permite la posibilidad de capturar un auditorio más amplio, constituye un
ingrediente adicional en la integración del proceso informativo.
La argumentación y observaciones que ofrece Boorstin sobre la creación
de noticias demandan atención por todo aquel interesado en la vida de la de-
mocracia. En su opinión, en una sociedad democrática la libertad de expre-
sión, así como la libertad de prensa, abre a los medios, comunicadores y ac-
tores políticos la posibilidad de crear “seudoeventos”. Esos actores pugnan
por ofrecer descripciones e imágenes del mundo en forma atractiva o es-
pectacular para la sociedad; llegan a especular con amplia libertad sobre
los hechos ocurridos e incluso los vinculan con otros que no tienen necesa-
riamente una relación directa. Así, añade Boorstin, en el libre mercado de
las ideas la gente confronta una competencia de “seudoeventos” y ejerce
un juicio sobre ellos. Al respecto, este analista precisa que “When we
speak of informing the people this is what we really mean”.215
Boorstin caracteriza al “seudoevento” como un acto espontáneo que
ocurre porque alguien lo ha planeado, elaborado o provocado. Éste es ela-
borado principalmente con el propósito inmediato de ser materia de una in-
formación en los medios. Así, el propósito de tal información va dirigido a
satisfacer o responder a intereses de medios o actores políticos en particu-
lar. Su éxito es medido tomando en consideración la amplitud con que cubre
a la sociedad el reportaje noticioso. En este contexto, en el “seudoevento” las
relaciones de tiempo son comúnmente ficciones; su vinculación con la rea-
lidad es ambigua y generalmente está dirigida a ser una “profecía” que se
autoalimenta. Boorstin expone esta idea de la siguiente forma: a) no es

215 Boorstin, Daniel J., The Image, Weidenfeld & Nicholson (eds.), 1962, p. 35.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 101

espontánea, pero se presenta porque alguien lo ha planeado, sembrado o


provocado; b) es sembrada primordialmente con el propósito inmediato de
ser dada a conocer o reproducirla; consecuentemente, su aparición está da-
da por la conveniencia de los medios, y su éxito se mide por la amplitud
con que se da a conocer; c) su relación con la realidad es ambigua, y d) ge-
neralmente está dirigida a constituirse en una especie de profecía autode-
mostrable.216
De acuerdo con lo anterior, puede encontrarse que el “seudoevento” es
un acontecimiento que busca ser presentado como una cuestión relaciona-
da con la realidad política. Su relevancia o lugar por sí mismo es como un
evento de uso para la información mediante los medios de comunicación.
Algunos ejemplos de “seudoeventos” pueden traducirse en debates o en-
trevistas preparadas de antemano y, por tanto, manufacturadas, controla-
das o preparadas en cierta forma por una institución, organización o actor
político, en donde las preguntas y respuestas se encuentran previamente
preparadas. Por otra parte, estos “seudoeventos” ocurren generalmente en
vivo, y el electorado tiene una oportunidad para formar juicios u opiniones
sobre los actores políticos en cuestión y sobre su actuación. Dentro de este
grupo se encuentran también las conferencias de un partido o su candidato,
las cuales en términos de actualidad se han convertido en ejercicios para
buscar y lograr la mayor y más positiva cobertura por los medios de comu-
nicación. El auténtico y verdadero significado, así como la real operación
política, ocurren detrás del escenario.
En el mundo de los medios y comunicadores hay una tendencia a encon-
trar, interpretar u otorgar el sentido y esencia del mensaje presentado en el
“seudoevento” político. No se puede desconocer que en repetidas ocasio-
nes los mensajes y discursos presentados en “seudoeventos” son suficien-
tes para satisfacer una labor de comunicación de algunos medios o comuni-
cadores y que su presentación al auditorio no contiene un sentido crítico o
reflexivo, sino que se formula para favorecer en cierta forma al actor políti-
co en cuestión. Una utilización de “seudoevento” en campañas modernas
es la presentación de fotografías o de rápidas imágenes visuales de un acto
con la presencia de un candidato, mismas que se acompañan con la expre-
sión de breves y contundentes palabras. Por lo general, en el reportaje de
campañas éste puede ser un material que aun cuando carezca de contenido

216 Ibidem, p. 11.


102 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

sustantivo sobre propuestas de programas y políticas gubernamentales


puede ser integrado al cuerpo informativo de los medios de comunicación.
Diversos analistas de los medios de comunicación estiman que el uso de
“seudoeventos” y su extendida aplicación por partidos y candidatos, parti-
cularmente durante los procesos electorales, contribuye a la degradación
de la cultura política y a una mayor manipulación del auditorio en sus deci-
siones electorales. Como una reacción al anterior fenómeno, medios de
comunicación y comunicadores han asumido una actitud en cierta forma
escéptica para la elaboración de información proveniente de algún “seu-
doevento”. De esta forma, con frecuencia es posible observar que con rela-
ción a los “seudoeventos” organizados en campañas políticas por cualquier
partido, medios y comunicadores no se concretan a una simple cobertura y
reporte informativo del evento, sino que se acompaña de comentarios, ob-
servaciones o críticas, sobre lo dicho o acontecido en el evento en cuestión.

2. Desinformación y distorsión de la información

La presencia de la desinformación como un fenómeno que afecta a me-


dios y comunicadores ha sido señalada por estudiosos de la materia. En es-
te orden de ideas, las afirmaciones de Don Hazen traen consigo una impor-
tante advertencia. Este autor señala que mucha de la información brindada
por los medios noticiosos, especialmente por la radio y la televisión, es en
realidad una “desinformación” que erosiona o debilita el sentido de comu-
nidad y de responsabilidad compartida de los miembros de una sociedad.
Todo lo anterior —añade este autor— impacta negativa y sustancialmente
sobre los fundamentos de la democracia, promoviendo un degradado indi-
vidualismo que provoca y mantiene el aislamiento de todo ciudadano e in-
cluso lo enfrenta con otros ciudadanos. En este contexto, el individuo tiene
a su televisión como único o principal medio de enlace con su sociedad o
con el mundo.217 Asimismo, en la opinión de Sartori, “Informar es propor-
cionar noticias, y esto incluye noticias sobre nociones. Se puede estar in-
formado de acontecimientos, pero también del saber. Aun así debemos
puntualizar que información no es conocimiento, no es saber en el signifi-
cado heurístico del término”. Este politólogo añade que “Por sí misma, la
información no lleva a comprender las cosas: se puede estar informadísimo

217 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 13.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 103

de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas. Es correcto,


pues, decir que la información da solamente nociones... Pero si el saber no-
cional no es de despreciar, tampoco debemos sobrevalorarlo. Acumular
nociones, repito, no significa entenderlas”.218
También se encuentra que repetidamente los miembros de una sociedad
tienden a formar sus opiniones y a tomar decisiones con base en las pre-
sentaciones que medios y comunicadores hacen sobre explicaciones, afir-
maciones, propuestas y ofertas de programas que ofrecen diversos persona-
jes o representantes de instituciones públicas y privadas. En esas presenta-
ciones los medios tienen oportunidad de formular interpretaciones y
privilegiar diversas cuestiones. No puede dejarse a un lado el hecho de que la
opinión pública puede ser más propensa a tomar como verdadera la informa-
ción que apoya o nutre las opiniones, impresiones o creencias que tiene
con antelación. Asimismo, se observa que la opinión pública está más re-
ceptiva a creer los señalamientos que con anterioridad se han venido mane-
jando insistente o estratégicamente por los propios medios, o bien, que está
dispuesta a creer algo porque no contradice una opinión o idea previamen-
te formada. Al respecto, Geoffrey Ponton y Peter Gill sostienen que es más
factible que un auditorio sea influido por mensajes que confirman, o esti-
man que apoyan, creencias o concepciones previamente adquiridas y acep-
tadas.219
Asimismo, se ha estimado que la desinformación generada por los me-
dios encuentra tierra fértil para crecer, cuando se presenta alguno o algunos
de los siguientes elementos: vacíos legislativos, privatizaciones de los me-
dios anteriormente administrados por el Estado, distribución arbitraria de
frecuencias e interferencia gubernamental en los servicios de información
pública.220
Por otra parte, algunos autores encuentran que tal y como se desarro-
llan actualmente, los medios de comunicación, más que presentar infor-
mación estructurada sobre bases de objetividad o de cabal reproducción
de la voz de la opinión pública, ellos la distorsionan. Por su propia estruc-
tura, argumentan, los medios de comunicación son incompatibles con la
218 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 79.
219 Ponton, Geoffrey y Gill, Peter, Introduction to Politics, Oxford, Martin Robertson,
1989, p. 110.
220 Afirmaciones hechas para la presentación del curso sobre medios de comunica-
ción, dirigido por Miklós Sükösd y organizado por el grupo “Sun”, del 30 de junio al 18
de julio de 1997.
104 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

estructura ciudadana democrática. En este orden de ideas, Philip Green sos-


tiene que en una era cuando muchas de las actividades diarias del individuo
se llevan a través del uso de botones que encienden aparatos electrónicos, el
acceso efectivo a los medios de comunicación masiva es tan importante o
aún más importante que el acceso a las audiencias públicas que se realizan en
países con un cabildo local. Este mismo autor afirma que quien controla la
imagen en un mundo dominado por la comunicación masiva de imágenes,
finalmente controla ese mundo. Al respecto, señala Green que los medios de
comunicación masiva tal y como se conocen, son herramientas que distor-
sionan las voces de la ciudadanía más que reproducirlas con fidelidad.
Asimismo, sostiene que la estructura de los mismos es incompatible con la
estructura de la democracia, con genuina representación, así como con
vínculos reales, estrechos y responsables entre representantes y representa-
dos. Por último, Green concluye que no hay forma en que los controladores
de las imágenes de masas puedan en alguna forma ser representantes de un
electorado o puedan dar lugar a una comunicación no alineada.221

3. Información versus espectáculo

Actualmente, la política ha sido convertida, en diversas ocasiones, en


una especie de espectáculo masivo. Hay quienes estiman que la creciente
participación de los medios en los procesos políticos ha abierto puertas pa-
ra dañar a la propia política, y provocar la confusión sobre la primacía de
las condiciones que aseguran la vida de la democracia. Lo anterior convier-
te a la política en un mero espectáculo vacío y sin significado real para el
desarrollo de una sociedad con democracia. La política ocupa un lugar su-
perior y único en la vida de un país y de su sociedad.
Don Hazen ha señalado que la información política seria se está hacien-
do cada vez más ausente en las noticias de los medios de comunicación. En
su lugar se presentan tópicos sin una auténtica relevancia social. Las opi-
niones de empleados de medios de comunicación, por lo general celebrida-
des con un bienestar económico, son encargados de cubrir los espacios con
información que anteriormente era ocupada por las noticias “duras”. La
comunicación con interés público está siendo rebasada y marginalizada en
el mercado de la información por eventos que se caracterizan por su espec-
221 Green, Philip, Equality and Democracy, Nueva York, The New Press, 1998, pp.
57 y 58.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 105

tacularidad y sin mayor relevancia para la sociedad.222 Para Boorstin, la in-


formación política que recibe el ciudadano está dominada por la presenta-
ción de un espectáculo sin contenido sustantivo, objetivo e imparcial. En
su opinión, la noción de racionalización de la información pública y su
contribución a la democracia está preñada con elementos que caen en una
utopía y en fundamentos que en ocasiones llegan a ser artificiales.223
En algunos estudios se reconoce que cuando los medios tienen una
“calidad”, ellos ofrecen los elementos informativos requeridos para la
debida operación de la esfera pública y de la política gubernamental. Sin
embargo, también señalan, por un lado, que se observa que los medios
forman un vacío entre eventos políticos con reducida relevancia, a los
que se les otorga un significado e importancia. Por otro lado, se encuen-
tran eventos sustantivos que constituyen factores determinantes para la
vida de una sociedad, a los que no se les toma en cuenta o no se les da el
lugar que merecen.224 Destacando la relevancia de los medios y la necesi-
dad de una calidad informativa en ellos, Andrew Belsey y Ruth Chad-
wick comentan que se toma como un hecho que el mundo se ha venido
encogiendo hasta llegar a ser una villa donde los mayores problemas son
problemas de todos, de los cuales nadie puede escapar. Más aún —seña-
lan estos autores—, se dice que el mundo se ha convertido en una villa
electrónica, en la cual prácticamente todos tienen un acceso inmediato a
la información que circula, ya sea a través de la radio, la televisión o de
nuevos desarrollos electrónicos.225 Sin embargo, Belsey y Chadwick es-
timan que gran número de los diferentes cuestionamientos inciden en un
problema de calidad de la información surgida de los medios.226 Estos es-
tudiosos de la conducta de los medios proponen como fórmula para solu-
cionar tal situación, la presencia y operación de medios de comunicación
masiva libres y vigorosos. Este es el ingrediente que en su opinión otorga
calidad a la información y hace saludable a una democracia.227

222 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 14.
223 Boorstin, Daniel J., op. cit., p. 35.
224 Fiske, John, “Popularity and the Politics of Information”, en Dahlgreen, Peter y
Sparks, Colin (eds.), Journalism and Popular Culture, Londres, Sage, 1922, p. 49.
225 Belsey, Andrew y Chadwick, Ruth, “Ethics and Politics of the Media: the Quest
for Quality”, en Belsey, A. y Chadwick, R. (eds.), Ethical Issues in Journalism and the
Media, Londres, Routledge, 1992, p. 2.
226 Ibidem, p. 4.
227 Ibidem, p. 6.
106 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Unido a los anteriores señalamientos, se encuentran las observaciones por


demás interesantes de Jon Katz. Derivado de sus estudios sobre la materia,
este autor encuentra que las acciones de los medios deberían estar dirigidas a
construir el debate público sobre cuestiones de interés de la sociedad, así co-
mo a realizar comentarios sobre los resultados emanados del mismo. Katz
estima que este quehacer es necesario para resolver diferencias y encontrar
soluciones racionales a problemas fundamentales. Sin embargo, afirma que
el interés de los medios en favorecer un sensacionalismo ha construido un
fracaso del objetivo referido. Este mismo autor formula aseveraciones a tra-
vés de las cuales indica que los periodistas deben contribuir a formar y enri-
quecer el debate, y no sólo para reproducirlo o para exacerbarlo. En este es-
pacio es donde el quehacer de los medios debe desarrollarse, donde una
nueva forma de lugar público debe crearse para resolver diferencias y encon-
trar soluciones racionales a problemas fundamentales. Katz concluye que en
este sentido, los medios de comunicación masiva han fracasado.228
Refiriéndose a la información que ofrecen los medios en el caso de los
Estados Unidos, McChesney afirma que se vive una profunda crisis. En su
análisis señala que mucho del periodismo de ese país ha seguido una con-
dición de “travesti”, cambiando el ropaje de la información por el del en-
tretenimiento de la nota roja. Este problema lo atribuye a la gran concentra-
ción corporativa de la propiedad de los medios y al amplio uso de la
publicidad. Sus ideas al respecto son acompañadas de otros razonamientos
que por su importancia se señalan a continuación en sus propias palabras:
The corporate concentration of ownership and the reliance upon adverti-
sing have converted much of U. S. Journalism into a travesty of entertain-
ment, crime, and natural disaster stories. The professional autonomy of
journalists —always an ambiguous notion, especially in a commercial en-
vironment— has suffered severe blows. Journalism, real journalism, is not
profitable, and the amount of resources dedicated to it has been cut back.
Without resources, journalists are unable to do investigative work and
must rely upon the (generally corporate) public relations industry and offi-
cial sources (mostly politicians, corporate sponsored think tanks, and go-
vernment officials) for new stories.229

228 Katz, Jon, “Guilty”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy,
San Francisco, Institute for Alternative Journalism, 1996, p. 63.
229 McChesney, Robert W., “The Internet and the Future of Democracy”, en Hazen,
Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy, San Francisco, Institute for Alternati-
ve Journalism, 1996, p. 31.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 107

El uso de la imagen ha sido aprovechado para distorsionar la realidad o


bien para crear bases que contribuyan a formar una impresión o compren-
sión de cuestiones, sin un apego cabal y veraz a los hechos ocurridos en la
realidad. Todo lo anterior necesariamente va impactando en la formación
de la opinión pública, la cual a su vez puede verse sesgada a través de la
forma y contenido de encuestas. Alrededor de esta situación Sartori obser-
va que:

Hoy más que nunca, la gente tiene problemas, pero no posee la solución a
esos problemas. Hasta ahora se consideraba que en la política la solución
de los problemas de la gente había que reclamársela a los políticos (al
igual que en la medicina hay que pedírsela a los médicos, y en derecho a
los abogados). No obstante, el gobierno de los sondeos, los refrendos y la
demagogia del directismo atribuyen los problemas a los políticos y la so-
lución a la gente. Y en todo ello, la televisión “agranda” los problemas
(creando incluso problemas que en realidad no existen, problemas super-
fluos) y prácticamente anula el pensamiento que los debería resolver.230

Otros analistas presentan sus preocupaciones por la acción de los me-


dios sobre la democracia, señalando la actitud mercantilista que han
asumido numerosos medios y que ha tenido como efecto incrementar el
redimensionamiento del sensacionalismo o del espectáculo noticioso. Al
respecto, argumentan que en una creciente competencia comercial entre
empresas de comunicación, se encuentra a la política, así como a sus proce-
sos y actores, como importantes materias primas para la producción de bie-
nes, es decir, de noticias. Las consecuencias de este hecho son preocupan-
tes para diversos estudiosos de la materia. Por ejemplo, puede encontrarse
que en numerosos países identificados como democráticos, tal y como los
Estados Unidos, su ciudadanía piensa prioritariamente o casi exclusiva-
mente como consumidores más que como ciudadanos, y por ello esa socie-
dad encuentra cada vez más difícil distinguir entre información y espec-
táculo.
En esta sustitución de lo político por lo mercantilista se busca vender las
noticias al mayor número posible de consumidores, que se integran por te-
levidentes, radioescuchas o lectores. De esta forma, se ha observado que la
industria de los medios de comunicación hambrienta de noticias especta-
culares ha creado una fuente inagotable de amarillismo en la información
230 Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 146 y 147.
108 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

que presenta sobre gobiernos, partidos y, muy especialmente, sobre acto-


res políticos.
En efecto, para numerosos comunicadores, una fuente principal en la
construcción del reportaje político son los propios políticos —especialmente
aquellos con una carrera y prestigio reconocido—, así como las autoridades
y servidores públicos que colaboran en las diversas dependencias adminis-
trativas del gobierno, al igual que los líderes de instituciones y organizacio-
nes políticas. En este orden de ideas, con términos que alcanzan cierta crude-
za, Rodney Tiffen caracteriza al producto del trabajo que realizan los medios
de la siguiente forma: “...news is a parasitic institution. It is dependent on the
information-generating activities of other institutions”.231 Respecto al mer-
cantilismo en que llegan a incurrir los medios para la presentación de infor-
mación al público, McChesney propone que el debate público a través de la
participación ciudadana debe determinar la medida o límites a que se someta
el sistema de comunicación respecto a los elementos de comercialización y,
por tanto, de ganancias económicas; de igual manera está su control por la
ciudadanía y su responsabilidad ante ella.232

4. Los medios y sus costos en los procesos electorales

En torno a los procesos electorales, se ha señalado que ellos constituyen


actividades a través de las cuales el elector recibe información sobre pro-
gramas y políticas que un partido o candidato ofrecen implementar. Sin
embargo, las campañas son entendidas con base en lo que muestran los me-
dios y, en gran medida, de conformidad con lo que el electorado acepta co-
mo resultados reales y creíbles, según lo informado por los propios me-
dios. Como se ha señalado con antelación, actualmente las campañas
electorales se distinguen por una estrecha relación con los medios de co-
municación y uso de los mismos. Lo anterior ha transformado las eleccio-
nes modernas en elecciones de medios de comunicación masiva. Este
evento está vinculado a otro fenómeno: la necesidad y utilización de cuan-
tiosos recursos financieros para efectuar tales campañas.
Los costos de las campañas electorales se han incrementado dramáti-
camente. Ello ha ocurrido en tales proporciones que hay quienes encuen-

231 Tiffen, Rodney, News and Power, Sydney, Allen & Unwin, 1989, p. 51.
232 McChesney, Robert W., “The Internet and the Future of Democracy”, cit., pp. 26
y 27.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 109

tran que las sumas que hoy en día se gastan en actividades de comunica-
ción política y en otras que inciden en ella llegan a ser comparables con los
gastos de mercadotecnia de las más grandes empresas comerciales para la
venta de sus productos y bienes.233 Críticos de este fenómeno señalan que
ello provoca una discriminación y actúa en perjuicio de organizaciones y
actores políticos, que carecen de financiamiento o es por demás reducido o
insignificante frente a los recursos que se requieren para contender y tener
oportunidades reales de triunfar electoralmente. Aun en los casos de países
con restricciones o topes legales respecto al gasto en campañas, algunos
partidos y candidatos tienen una cuantía de recursos que frente a la de otros
refleja diferencias sustantivas en términos financieros y, por tanto, con el
consecuente efecto negativo para algún candidato. De esta forma, en la me-
dida en que el monto de los recursos financieros se ha convertido en un fac-
tor determinante en la comunicación política, la oportunidad de triunfo por
partidos y candidatos en los procesos políticos ha aumentado o disminui-
do. Esta situación ha sido vista con preocupación por diversos analistas.
Por ejemplo, se observa que el alto costo financiero de las campañas elec-
torales en los medios ha “...convertido las campañas en operaciones finan-
cieras de alto riesgo para la democracia”.234
Aun considerando, por un lado, que grandes cantidades de recursos fi-
nancieros no aseguran la calidad y eficacia de la comunicación política y,
por otro, que el uso de la creatividad y la imaginación en la comunicación
no son monopolio de la existencia de grandes recursos financieros, no pue-
de dejarse de ver que en términos prácticos la mayor cantidad de recursos
económicos representa una ventaja real y sustantiva en los procesos electo-
rales. Esta situación, consecuentemente, abre las puertas a la participación
y triunfo político a favor de unos cuantos con amplios recursos financieros,
lo que provoca un desequilibrio desfavorable para las fuerzas sociales
frente al poseedor de recursos económicos, limita las opciones políticas de
la sociedad o el conocimiento de ellas por la opinión pública y, consecuen-
temente, obstaculiza el avance democrático.
En relación con los recursos económicos necesarios para tener un espa-
cio en los medios, cabe formular algunas consideraciones adicionales. En
primer término, el acceso a los recursos necesarios para lograr una comuni-
cación política efectiva no es equitativo o abierto de igual forma para

233 Schiller, Herbert, op. cit., p. 117.


234 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., pp. 187 y 188.
110 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

todos. El diseño, producción y transmisión del mensaje político llega a ser


altamente costoso. Este hecho, aun con los controles que operan en diver-
sos países democráticos, hace que la balanza se incline a favor de los parti-
dos, organizaciones y actores políticos con más recursos económicos o que
cuenten con el apoyo de instituciones e individuos con amplio poder eco-
nómico. Esta situación hace determinante que para la vida de la democra-
cia y sus procesos, el financiamiento de la comunicación política esté suje-
to a una reglamentación y que se tenga un seguimiento permanente sobre el
cumplimiento de la misma, acompañado de un análisis profesional que
permita prevenir la presencia o desarrollo de nuevos mecanismos de finan-
ciamiento que provoquen un daño para la democracia.

5. Utilización de técnicas mercantiles vs. principios


ideológicos y deliberación ciudadana política

Se observa que con mayor intensidad, los actores políticos prestan una
especial atención a los medios y les otorgan características determinantes
para el triunfo o derrota electorales. Para varios de esos actores, los medios
son capaces de transformar todo lo bueno, en malo, y viceversa. Como
consecuencia, numerosos actores políticos encuentran necesario apoyarse
con profesionales en diversas áreas que inciden en la comunicación políti-
ca. Actualmente se ha convertido en una práctica cada día más extensa el
empleo de especialistas en comunicación, imagen, mercadotecnia, encues-
tas, relaciones públicas y otros recursos afines.
De esta forma, los actores políticos abren la formulación e implementa-
ción de sus programas y políticas a una intervención determinante de los
profesionales referidos, de donde se derivan innumerables actividades que
se canalizan a través de los medios. Hay quienes encuentran que este hecho
ubica en lugar inferior a los principios y valores sobre los que se estructura
la ideología e historia del partido a que pertenezca el actor político en cues-
tión. En consecuencia, el compromiso partidista institucional con sus prin-
cipios y valores se puede ver desplazado por un interés personal de prota-
gonismo político y de búsqueda de popularidad de acuerdo con el resultado
de encuestas y en la forma recomendada por expertos en medios. De igual
forma, los valores, convicciones, conocimiento, experiencia y cercanía
con la ciudadanía de un candidato pueden quedar relegados en aras de res-
ponder exclusivamente a conclusiones sobre muestreos de opinión, para la
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 111

creación de una imagen, para la integración conceptual y estratégica del


mensaje político conforme a criterios que rigen una venta comercial, pero
nuevamente ausentes de un apoyo formado por principios e ideas políticas.
Diversos ejemplos, particularmente en los Estados Unidos, muestran una
tendencia a relegar el ideal democrático de la racionalidad del elector, para
privilegiar la venta de apariencias y personalidades. Asimismo, se argumen-
ta que el énfasis e importancia que se otorga a la imagen son exagerados. En
esta vertiente de opiniones, se considera que la forma en que se ha otorgado
un lugar y apoyo prioritarios a la fabricación de una imagen deja al elector
ampliamente vulnerable a perder de vista otros elementos de relevancia para
determinar su voto. Refiriéndose en este sentido al caso de la Gran Bretaña,
los analistas Butler y Kavanagh sostienen que más que nunca las campañas
electorales son dirigidas y orquestadas; los partidos se esfuerzan por confi-
gurar sus agendas a efecto de que los medios expongan sus puntos de vista
sobre cuestiones de su interés. Asimismo, añaden que la opinión pública está
monitoreada a través de encuestas de opinión, y las campañas electorales
crecientemente son vistas por aquellos a cargo de las mismas, como una ven-
ta mercantil con iguales métodos y herramientas con que se vende cualquier
producto comercial. Estos autores concluyen de la siguiente forma: “...These
developments have given greater scope to experts in opinion polling, adver-
tising and public relations, and sometimes lead to tensions with the politi-
cians and party offices”.235
En opinión de algunos analistas, el fenómeno referido ha llevado a que
la opinión pública y la anuencia ciudadana estén vacías de reflexión, dis-
cernimiento y discusión. Al respecto, con preocupación Martín-Bovero
sostiene que “...el discurso político se transforma en puro gesto e imagen,
capaz de provocar reacciones —cambiar la intención de voto, modificar
súbitamente los porcentajes de adhesión—, pero no de alimentar la delibe-
ración o el debate ideológico y menos de formar convicciones”.236 Dentro
de los señalamientos anteriores caben aquellas afirmaciones que indican
que la ductilidad de los medios permite ser utilizados por instituciones, or-
ganizaciones y actores políticos que distan enormemente de tener un com-
promiso democrático.

235 Butler, D. y Kavanagh, D., op. cit., p. 77.


236 Martín-Bovero, Jesús, “El miedo a los medios. Política, comunicación y nuevos
modos de representación”, Nueva Sociedad, núm. 61, 1999, p. 48.
112 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Los anteriores hechos van estrechamente hermanados a otro fenómeno


en donde se observa que los actores políticos han venido sometiendo sus
mensajes, imagen y trabajo político a los formatos, agenda y otras caracte-
rísticas adoptadas por los medios masivos —en particular, la televisión—,
lo cual irremediablemente tiene un efecto directo y sustantivo sobre la vi-
sión y percepción de los hechos que puede adquirir la ciudadanía.237 Por
otra parte, hay quienes consideran que cuando los políticos toman como
base única o principal de sus acciones a los reportes sobre opinión pública
—producidos a través de mediciones hechas mediante encuestas—, enton-
ces ellos se convierten en una especie de prisioneros, o sus decisiones que-
dan sometidas susceptiblemente a reportes de opinión pública, ocupando
este elemento un lugar predominante en el proceso de comunicación con el
electorado y en la toma de decisiones.
En el orden de ideas referido, debe reflexionarse, asimismo, sobre el he-
cho de que ante la creciente utilización de las técnicas de mercadeo y la for-
ma en que se encuentra expuesto a ellas el ciudadano —particularmente en
su condición de elector—, éste puede quedar convertido en un simple con-
sumidor de la noticia política y, consecuentemente, en un pobre o limitado
participante en la construcción de ella. En repetidas ocasiones se puede en-
contrar que la información ofrecida por medios de comunicación carece de
sustancia y se concentra en hechos efímeros o espectaculares relativos a
problemas políticos, sociales o económicos, pero que no aborda la natura-
leza, origen, efectos o solución de los mismos. De esta forma, la ciudadanía
tan sólo se convierte en el recipiente de un espectáculo, en lugar de obtener
la información que le permita discernir o tener las bases para hacerlo res-
pecto a los problemas que le están afectando a la sociedad de que forma
parte.
Respecto a lo anterior, hay críticos que afirman que tal situación indica
que se ve a una sociedad sin mayor capacidad de discernimiento, y que su
opinión, voto y participación, invariablemente se esculpen exclusiva o casi
totalmente por los medios de comunicación. En este mismo sentido, se ha
señalado que “Vivimos una situación tal en la que los políticos reflexionan

237 Sobre este tema, la consulta de las siguientes obras resulta interesante: Gitlin,
Todd, The Whole World is Watching: Mass Media in the Making and Unmaking of the
New Left, Berkley, University of California Press, 1980; Patterson, Thomas, The Mass
Media Election, Nueva York, Praeger, 1980; Nimmo, Dan y Combs, James E., Mediated
Political Realities, Nueva York, Longman, 1983.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 113

sobre los medios y viven orientados hacia ellos. Les otorgan una omnipo-
tencia capaz de moderar las actitudes y creencias del público a su tamaño.
Según ellos, los medios pueden ser todo lo bueno y todo lo malo”. Adicio-
nalmente se observa que:

Esta paradoja presupone que el público es impotente, no tiene discerni-


miento, es una masa en blanco moldeable enteramente por los medios.
Llegando al absurdo de que a la persona en su calidad de elector se le con-
sidera públicamente como a un ciudadano racional; pero en tanto consu-
midor de medios se le supone, privadamente, un ente manipulable.238

El efecto de esta situación es claro: el individuo se convierte en mero en-


te sometido a la acción de los medios, lo cual irremediablemente incide en
forma adversa sobre la democracia.
Por su parte, Martínez Pandiani encuentra que:

Hoy en día la planificación y organización de actos políticos, la elabora-


ción de líneas discursivas y la selección del vestuario, la iluminación, el
sonido y la escenografía ya no se deciden sólo en función del público que
concurre al evento en cuestión, sino que se apunta primordialmente a una
audiencia más amplia y mediatizada: los televidentes. De este modo, las
personas que asisten a los actos públicos han dejado de ser espectadores
para convertirse en actores de reparto de una película cuyos verdaderos
destinatarios contemplan, desde la comodidad de sus hogares, a través de
las pantallas de televisión.239

6. Ausencia de objetividad, imparcialidad o veracidad

Otras críticas sobre el papel de los medios en la democracia se vierten


sobre la objetividad, imparcialidad o veracidad de los medios y comunica-
dores.240 En esta vertiente se estima que a causa de una diversidad de moti-
vos, la información política brindada por los medios es subjetiva, parcial o
falaz. Walter Lippmann, al respecto, estima que cada periódico que recibe

238 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 181.


239 Martínez-Pandiani, Gustavo, Marketing político-campañas, medios y estrategias
electorales, Buenos Aires, Ugerman Editor, 1999, p. 106.
240 Sobre este tema véase la obra de Brian McNair, News and Journalism in the U.K,
3a. ed., Londres, Routledge, 1999.
114 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

un lector es el resultado de un proceso de selección de cuestiones que de-


ben ser impresas, en dónde deben ser presentadas, cuánto espacio debe te-
ner y qué énfasis deben recibir. Asimismo, en la opinión de este autor, no
hay una base de objetividad en la realización de las tareas anteriores.241
Para algunos, objetividad, imparcialidad y veracidad comprometen a
medios y comunicadores a no estar influidos por emociones o prejuicios,
a estar ajenos a compromisos y ser imparciales, a dejar a un lado lo perso-
nal, sus creencias o filiaciones políticas.242 Acerca de estos elementos en la
información, hay numerosos estudios con importantes señalamientos y
propuestas. Por ejemplo, en 1991 Kaid y Johnston propusieron que en la
transmisión de la información había tres grupos de condiciones que debían
ser conjuntamente utilizadas para observar la realidad política: a) asumir
una actitud objetiva e informar sobre cuestiones y eventos políticos, tal y
como ellos ocurrieran verdaderamente en la realidad; b) tomar en cuenta la
realidad política en la forma que subjetivamente fuese percibida y conside-
rada por los actores políticos y por la ciudadanía, y c) presentar esa reali-
dad exponiendo la interpretación, exhibición y significado que brindaban
ante la sociedad los medios de comunicación y comunicadores.243
Los anteriores elementos en la información obligan a una diferenciación
o separación transparente con las razones, explicaciones o consideraciones
que llevan a una instancia gubernamental el tomar o no una decisión, así
como el presentar al auditorio una información sobre los hechos que carac-
terizan al evento político. Ello obstaculiza la intervención subjetiva y la in-
ducción de la comprensión del evento político en cuestión.
En la medida en que los medios y comunicadores cumplen su labor in-
formativa con objetividad, imparcialidad y veracidad, ellos a su vez contri-
buyen a la vida democrática. Su presencia permite la presentación de una
información apegada a los hechos reales, abordada con justicia e indepen-
dencia. Estos elementos en medios masivos y comunicadores han evolu-
cionado gradualmente en un significativo conjunto de prácticas y conven-
ciones dirigidas a brindar al auditorio bases de confianza en la noticia,
cuyo resultado repercute directamente en la credibilidad de la sociedad

241 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 354.


242 Katz, Jon, “Guilty”, cit., p. 58.
243 Kaid, L. L. y Johnston, A., “Negative versus Positive Television Advertising in
U.S. Presidential Campaigns, 1960-1988”, Journal of Communication, vol. 41, núm. 3,
1991, pp. 53-64.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 115

sobre un medio o comunicador. Entre esas prácticas se encuentran princi-


palmente una separación definida entre el hecho ocurrido y la opinión o in-
terpretación que sobre el mismo se vierte; la inclusión en el reportaje en
cuestión de los puntos de vista y opiniones de todas las partes involucradas
directamente, y la incorporación de participantes con autoridad moral y co-
nocimientos sobre la materia o noticia en cuestión.
Numerosas personas consideran que la objetividad, imparcialidad y ve-
racidad informativa es un objetivo inalcanzable. La presentación de una in-
formación involucra la organización de una noticia en forma tal que no se
exprese o se sugiera preferencia alguna por una persona o valor sobre
otros. Sin embargo, en el caso de los Estados Unidos, Katz considera que
en la medida en que esa nación fue haciéndose más diversa y la nueva tec-
nología produjo una más acre competencia, la objetividad se paralizó en
lugar de ampliar su profesionalización.244 Por su parte, Rolke afirma que
“En todos los casos debe seguirse la lógica prevaleciente en el respectivo
sistema sobre el que se intenta ejercer la influencia. En consecuencia, los
medios sólo actúan sobre la política y la economía, porque pueden desen-
cadenar efectos en la lógica allí imperante: originar incrementos o pérdidas
de poder y beneficios. Y no porque los argumentos sean convincentes en
sentido científico”.245 En un foro titulado “World Economic Forum”, cele-
brado en 1992 en Davos, Suiza, Václav Havel dedicó algunas reflexiones a
la objetividad y la política. Sus palabras al respecto fueron destinadas a se-
ñalar que hoy en día en el mundo entero la generalidad, objetividad y uni-
versalidad están en crisis. Asimismo, concluye: “This world presents a
great challenge to the practice of politics, which, it seems to me, still has
a technocratic power as well”.246
En un sentido crítico, diversos observadores señalan que la relación me-
dios-política ha ido más allá del terreno de una mutua interdependencia,
para entrar a otro, donde se encuentra una dependencia de los medios en
los políticos. Ante ello, se argumenta que el comunicador debe adoptar una
firme actitud de objetividad e imparcialidad inobjetables, así como de re-
serva o cuestionamiento crítico frente al manejo de medios que realizan los
políticos.

244 Katz, Jon, “Guilty”, op. cit., p. 60.


245 Rolke, Lothar, op. cit., p. 22.
246 Havel, Vaclav, op. cit., p. 92.
116 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

La objetividad como valor operativo en los medios y comunicadores ha


sido cuestionada como tal incluso por algunos informadores. Por ejemplo,
en el caso de Gran Bretaña, James Cameron expresa que como periodista
ante una situación que involucra algún tipo de conflicto ético, no puede
aplicar una neutralidad en la presentación de una noticia, ni que al hacerlo
bajo algún criterio de objetividad ella pueda quedar totalmente incuestio-
nable. En estas condiciones —añade Cameron—, el periodista no puede
dejar de ser subjetivo. La búsqueda de un balance entre lo objetivo y subje-
tivo respecto a la información por lo general resulta insatisfactoria. En su
opinión, más importante que la objetividad es la verdad.247 En contraste
con la diferenciación y primacía que Cameron otorga a la verdad sobre la
objetividad, Abramson estima que objetividad y verdad están íntimamente
vinculadas y tienen una importancia paralela.248 Al respecto, puede argu-
mentarse que objetividad y verdad en el ámbito de la comunicación deben
encontrar una fusión. Una verdad sin objetividad o la objetividad sin ver-
dad no están completas.
Al destacar la importancia del manejo de la información con veracidad,
Jon Katz concluye que si una de las notas características de esta era es que
se quiera que la información sea libre, paralelamente se debe lograr que los
medios digan la verdad. Sin embargo —señala este autor—, ni la informa-
ción ni los medios avanzan, la mayoría de las veces, en ese sentido; esta es
una de las mayores ironías en la revolución de la información.249

III. ADVERSIDADES DE LA ACTITUD DEL INDIVIDUO


HACIA LA INFORMACIÓN

Otro fenómeno que se presenta como preocupante en la construcción de


la democracia es la presencia de la apatía ciudadana respecto a las cuestio-
nes de orden público. Al respecto, Flores Zúñiga afirma que existe “...un
preocupante desinterés de la ciudadanía por los asuntos públicos”.250 Este
fenómeno se hace más patente en los procesos electorales, donde se obser-

247 Cameron, James, Point of Departure, Londres, Grafton Books, 1964, p. 74.
248 Abramson, J. B., “Four Criticisms of Press Ethics”, en Lichtenberg, Judith (ed.),
Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp.
229-268.
249 Katz, Jon, “Guilty”, op. cit., p. 64.
250 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 180.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 117

va la ausencia de participación de miembros de la sociedad y la falta de


asistencia a las urnas por un amplio número de electores. El hecho anterior
se ve precedido por una indiferencia en la ciudadanía por obtener o recibir
información que le permita formar algunos criterios respecto a problemas
y soluciones de diversa índole, así como participar y pronunciarse electo-
ralmente.
En este contexto, no puede perderse de vista que las causas de la falta de
participación y votación pueden estar acompañadas de otros elementos. Al
respecto, hay quienes encuentran que la apatía política surge como una res-
puesta a procesos políticos en los cuales el elector considera que su voto no
es de importancia, porque en la elección de un gobierno todos los conten-
dientes ofrecen lo mismo, y el grado de credibilidad es muy semejante. Pa-
ra otros, la apatía electoral puede representar una oposición a convalidar
procesos de los cuales surja un gobierno al servicio de intereses ajenos a
los populares.251 El politólogo Bobbio también formula algunas explica-
ciones sobre la apatía ciudadana. En su opinión, una de las más importan-
tes ofertas o promesas incumplidas de la democracia es la de que no ha he-
cho posible la construcción de un sistema educativo que produzca
electores racionales.252 Este hecho —concluye Bobbio— ha venido produ-

251 Baudrillard, Jean, In the Shadow of the Silent Majorities, Nueva York, Semiotext,
1983, p. 23.
252 Cabe destacar que diversos analistas han tomado como una base del proceso de-
mocrático electoral a la racionalidad del votante para elegir a sus gobernantes. Para
otros, tal racionalidad es imposible que ocurra. Este es un tema que puede merecer un en-
sayo de proporciones extensas y sobre el cual existen varias discusiones que van más allá
del propósito del presente trabajo. No por ello deben dejarse a un lado algunos comenta-
rios por su propia incidencia o relevancia para el tema de los medios y la democracia.
Asumir como premisa el que en una sociedad democrática invariablemente los ciudada-
nos racionalizan el por quién votar, por qué y para qué, así como cuál es el mejor partido
y programa gubernamental ofertado, puede llevar a resultados o conclusiones que no ca-
san con la realidad. La experiencia diaria muestra que un individuo en un sistema demo-
crático difícilmente tiene el tiempo, interés o el conocimiento especializado para lograr
racionalizar en todo momento y en cada caso una decisión respecto a diversas y numero-
sas cuestiones políticas, económicas y sociales, entre otras. En este sentido, las palabras
expresadas por Alexis de Tocqueville en su obra La democracia en América cobran ac-
tualidad. En su alusión al hecho de que un individuo tiene que tomar como ciertos diver-
sos hechos sobre los que no tiene ni el tiempo ni el poder de examinar o verificar por sí
mismo, señala que: “When the ranks of society are unequal, and men unlike each other in
condition, there are some individuals invested with all the power of superior intelligence,
learning, and enlightenment, while the multitude is sunk in ignorance and prejudice. Men
living at these aristocratic periods are therefore naturally induced to shape their opinions
118 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ciendo una creciente apatía en el ciudadano para ejercer sus derechos elec-
torales, cuyo ejemplo más ilustrativo lo encuentra en los Estados Uni-
dos.253
Por lo que toca a la apatía ciudadana respecto a la información política,
específicamente sobre el caso de los Estados Unidos, Jesse Drew comenta
que nunca antes la democracia se ha presentado tan débil, ineficaz y sin pro-
fundidad, que en procesos electorales recientes. Al respecto, añade que la si-
tuación no puede ser peor, por dos motivos. Por un lado, debido a que sólo
un poco más de una cuarta parte de la población votante elige al ejecutivo fe-
deral o la mayoría en el Congreso. Por el otro, debido a que el debate político
se rige por la difamación, la publicidad de campañas ausente de valores, el
predominio de la demagogia y la desinformación. Adicionalmente, Drew
observa que la ausencia de un discurso político genuino provoca la apatía,
ignorancia y alienación de la sociedad. Para este autor, una condición fun-
damental de la democracia es la existencia de un público informado. Por
ello, dice Drew, el papel de los medios de comunicación masiva es el de
educar e informar, exponer e investigar. Esto es hoy más necesario que
nunca; sin embargo, concluye él mismo, instituciones fuertes e indepen-
dientes de medios no son posibles de encontrar.254 También sobre ese país
se observa que año tras año se va reduciendo la pequeña proporción de la
población que se toma la molestia de informarse, a través de los medios,
como periódicos y noticieros televisivos.255 Asimismo, se encuentra que
en la proporción en que la gente dedica más tiempo a ver la televisión se re-

by the superior rank standard of a person or a class of persons, while they are averse to
recognize the infallibility of the mass of the people... The contrary takes place in ages of
equality. The nearer the citizens are drawn to the common level of an equal and similar
condition, the less prone does each man become to place implicit faith in a certain man
or a certain class of men. But his readiness to believe the multitude increases, and opi-
nion is more than ever mistress of the world. Not only is common opinion the only guide
which private judgment retains among a democratic people, but among such a people it
possesses a power infinitely beyond what it has elsewhere”. Tocqueville, Alexis de, De-
mocracy in America, trad. de Henry Reeve, Londres, Oxford University Press, 1971, pp.
297 y 298.
253 Bobbio, Norberto, Democracy and Dictatorship, Minneapolis, University of Min-
nesota Press, 1989, p. 36.
254 Drew, Jesse, “Using Grassroots Media in the New Electronic Age”, en Hazen,
Don y Smith, Larry (eds.), Media and Democracy, San Francisco, Institute for Alternati-
ve Journalism, 1996, pp. 112 y 113.
255 Fallows, James, Breaking the News: How the Media Undermine American Demo-
cracy, Nueva York, Vintage Books, A Division of Random House, Inc., 1997, p. 64.
LOS MEDIOS EN LA DEMOCRACIA Y ADVERSIDADES 119

duce su capacidad de desarrollar un interés fuerte y consistente sobre la vi-


da política.256
Frente a la apatía por la información con contenido se encuentra a una
sociedad cada vez más demandante del entretenimiento mediático y reacti-
va a la oferta de bienes y servicios brindada por los medios. Ello alcanza la
esfera pública y se refleja en dos formas claramente distinguibles. Por una
parte, la preeminencia de la presentación y amplia aceptación de noticias
que se caracterizan por su espectacularidad y amarillismo. Por otra, la pre-
sentación de actores políticos con su oferta y mensaje, estructurada en las
líneas de venta de un producto comercial para ser obtenido por un auditorio
consumidor mediante el otorgamiento de un voto.
Fallows sostiene que la apatía por la información con contenido sobre la
realidad de una sociedad deja a los miembros de esa sociedad sin forma de
prepararse para los eventos que ellos no conocen u observan, se privan de sa-
ber lo que ocurre en otros países o incluso en partes de su propia ciudad o
pueblo y, por tanto, sin herramientas con que tomar decisiones sobre el ac-
tuar de gobernantes o respecto a la operación de programas y políticas pú-
blicas.257 Carl Bernstein, reportero del Washington Post, quien jugó un pa-
pel central en el caso Watergate, también hace una importante afirmación
sobre la falta de importancia o interés que la ciudadanía otorga a la infor-
mación con contenido sustantivo para comprender la realidad y construir
soluciones: “We are being dominated by a global journalistic culture that
has little to do with the truth or reality or context. The result of the misuse
and abuse of free expression in Western democracies actually disempo-
wers people by making them more cynical about public life”.258
Por su parte, Sartori formula un preocupante señalamiento: “...la ma-
yor parte del público no sabe casi nada de los problemas públicos. Cada
vez que llega el caso, descubrimos que la base de información del demos
es de una pobreza alarmante, de una pobreza que nunca termina de sor-
prendernos”.259

256 Véase Green, Philip, Equality and Democracy, cit., p. 161.


257 Fallows, James, op. cit., p. 64.
258 Citado en Schechter, Danny, “Making Media Work”, cit., pp. 4 y 5.
259 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 123.
CAPÍTULO QUINTO
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA LIBERTAD
DE ACCESO A LA INFORMACIÓN

I. La libertad de expresión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122


II. La libertad de acceso a la información . . . . . . . . . . . . 131
1.Premisas constitucionales y principales características de
los ordenamientos jurídicos en materia de acceso a la
información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
2.Desarrollo e implementación de normas en materia de
acceso a la información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
3.Acceso del Poder Legislativo a información del Poder
Ejecutivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
CAPÍTULO QUINTO
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA LIBERTAD
DE ACCESO A LA INFORMACIÓN

The liberty of the press is indeed essential to


the nature of a free state…
Sir William BLACKSTONE

…la defensa de la libertad de expresión es un


deber de todo ser humano, porque los derechos
y las libertades se defienden. Libertad de expre-
sión: ¡sí! Mil veces sí. Un millón de veces sí.
Pero libertad de expresión con responsabilidad
ética y respeto a los derechos humanos.
Jorge CARPIZO

La democracia puede vivir y crecer sólo cuando hay una sociedad que
tiene las puertas abiertas para informarse sobre cualquier cuestión de su
interés, a efecto de adquirir un conocimiento verdadero y fundado, for-
marse una opinión y tomar una decisión. Para alcanzar este objetivo, la
libertad de expresión, así como la libertad de acceso a la información a
través de los medios de comunicación y por todo individuo, constituyen
condiciones fundamentales.
La información que permita a cada individuo participar como miembros
de una sociedad, es indispensable. Las oportunidades para los medios de
ocupar un lugar trascendente en este espacio, son inagotables. En este or-
den de ideas, se hace imperioso un compromiso de instituciones, organiza-
ciones y actores políticos, en conjunto con medios masivos y comunicado-
res, con el cumplimiento de la libertad de información y de la libertad de
acceso a la información. Todo ello acompañado de información guiada por
la objetividad, imparcialidad, veracidad y respeto a la privacidad de cada
individuo. Los señalamientos de Réniz Caballero refuerzan lo señalado.

121
122 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Esta estudiosa de la materia afirma que “No en vano, la libertad de infor-


mación –que comprende la difusión masiva de la opinión editorial del me-
dio– es consustancial a la democracia, promueve el intercambio de ideas,
permite la formación de una opinión pública libre, constituye la base para
el ejercicio de los derechos políticos de participación y ejerce un control
frente a las autoridades”. Asimismo, afirma que la existencia de medios de
comunicación es requisito fundamental para garantizar a todo individuo la
libertad de informar y obtener información veraz e imparcial, y puntualiza
que “Irónicamente, la característica definitoria del sistema democrático –la
libertad individual– es también la que exige el desarrollo de normas de mo-
ral y conducta ética entre los ciudadanos. Si no fuera así, el interés indivi-
dual (y corporativo) sin la limitación del sentido de la responsabilidad,
eventualmente destruiría la promesa democrática de una sociedad civil
buena y estable”.260

I. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

La libertad de expresión es un elemento con un impacto directo sobre la


vida de la democracia, cuya presencia o ausencia tendrá respectivamente
un efecto positivo o negativo. Ella ha sido protegida por diversos países en
niveles distintos. Por regla general, las democracias modernas han dado
preeminencia especial a la protección de la misma en el ámbito político y
social. Por otro lado, en un nivel inferior también se otorga una protección
en el campo comercial.261
Desde la perspectiva de una genuina democratización de la comunica-
ción y de los medios, el concepto de libertad de expresión ha resultado de-
finitivamente insuficiente como un imperativo ético y legal. Tal y como lo
señaló Key, el significado fundamental de la libertad de expresión y de

260 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 100.


261 Como referencia de los distintos niveles atribuidos a la libertad de expresión de
acuerdo con los campos referidos y otros más y, por lo que toca a los Estados Unidos,
véase las decisiones de la Corte Suprema de ese país: Buckley vs. Valeo, 424 U.S. 1
(1976); Spencer vs. Washington, 418 U.S. 405 (1974); Virginia State Bd. Of Pharmacy
vs. Virginia Citizens Consumer Council, Inc., 425 U.S. 748; Freedman vs. Maryland,
380 U.S. 51; City of Renton vs. Playtime Theatres, Inc., 475 U.S. 41; Chaplinsky v. New
Hampshire, 315 U.S. 568, 572 (1942); Gooding vs. Wilson, 405 U.S. 518 (1972); Cohen
vs. California, 403 U.S. 15, 20 (1971).
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 123

prensa fue el de permitir a la discrepancia el tener un papel crítico en la pre-


servación y vitalidad del orden democrático.262
Para Williams, la libertad de expresión tiene una parte central. Ella sig-
nifica el derecho de todo individuo a comunicarse como un ser humano,
que se integra por dos componentes: la parte activa, que involucra el dere-
cho a transmitir, y la parte pasiva, que implica el derecho a recibir. Al res-
pecto, Williams sostiene que el derecho a comunicar en una sociedad de-
mocrática parte de la premisa de que todos los miembros de la sociedad
deben tener salvaguardada una garantía de expresarse como ellos deseen.
Este autor añade que en virtud de que la democracia depende de la partici-
pación activa y libre de todos los miembros de la sociedad, el derecho de
expresión no sólo es un derecho individual, sino una necesidad social. Por
otro lado —señala este autor—, el derecho a recibir información es adya-
cente al de expresión, porque constituye un medio de participación y de
discusión común. Por la relevancia e impacto social de la libertad de expre-
sión, agrega Williams, las instituciones necesarias para garantizarla deben
ser necesariamente de carácter público.263
En la opinión de Réniz Caballero, la libertad de expresión juega un pa-
pel indispensable en toda sociedad moderna. La razón de su afirmación la
explica con las siguientes palabras:

No en vano, la libertad de información —que comprende la difusión masi-


va de la opinión editorial del medio— es consustancial a la democracia,
promueve el intercambio de ideas, permite la formación de una opinión
pública libre, constituye la base para el ejercicio de los derechos políticos
de participación y ejerce un control frente a las autoridades.264

La libre expresión de ideas y el derecho a darlas a conocer a través de los


medios de comunicación abren el espacio indispensable para que la ciuda-
danía haga presentes sus propuestas creativas y comprometidas, que en
una democracia necesariamente deben formar parte central en la toma de
decisiones públicas para enfrentar necesidades, demandas o problemas
de la sociedad. Esa libertad y derecho, asimismo, garantizan a todo indivi-
duo la capacidad de manifestar y hacer conocer a otros miembros de la so-

262 Key, V. O., Public Opinion and American Democracy, Nueva York, Knopf, 1967.
263 Williams, Raymond, Communications, Harmondsworth, U. K., Penguin, 1976,
p. 134.
264 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 100.
124 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ciedad su opinión, sobre las decisiones adoptadas finalmente al respecto


por una autoridad y sobre el debido cumplimiento de las mismas. En la opi-
nión de Doris Réniz Caballero, la información es una necesidad social y
condición para normar la actuación de la sociedad, en la búsqueda de solu-
ciones a sus problemas y para lograr su progreso. Ella debe ser, por tanto,
un derecho de la sociedad.265 Al respecto, afirma que:

El derecho a la información es un derecho que expresa la tendencia natu-


ral hacia el conocimiento. Es en virtud de esta tendencia que a toda perso-
na se le debe la información de la verdad, como exigencia de su ser perso-
nal… Llevar a cabo este trabajo es factible a través de los medios de
comunicación; ellos son los instrumentos o vehículos para que la informa-
ción esté disponible en todos los niveles y en todos los rincones geográfi-
cos. Crean y definen los símbolos que hacen posible las diferentes instan-
cias para que funcione la democracia.266

Por su parte, Alexander Meiklejohn refiere que democracia significa so-


beranía popular. Por ello, los ciudadanos en una democracia, como últimos
tomadores de decisiones, requieren una amplia y completa información
para pronunciarse políticamente con inteligencia. Este mismo autor enfati-
za dos funciones de la libertad de expresión y de la prensa en una democra-
cia. En primer término se tiene la función informativa. La libertad de ex-
presión permite el flujo de información necesario para que los ciudadanos
tomen decisiones informadas y para que los servidores públicos o actores
políticos estén a la par de los intereses de los electores. En segundo lugar, y
no fácilmente separable de lo anterior, está la función crítica. La prensa en
particular opera como un vigilante de la ciudadanía, asegurando la crítica
independiente y la evaluación del poder gubernamental y otras institucio-
nes que actúan contra la democracia.267
Asimismo, Meiklejohn opina que la libertad de expresión debe ser prin-
cipalmente valorada por su contribución para la gobernabilidad, en virtud
de que ella contribuye al conocimiento de la verdad por la ciudadanía. Para
este autor, descubrir la verdad es algo valioso; ello permite en una demo-
cracia tomar decisiones adecuadas por la ciudadanía, y, consecuentemente,

265 Ibidem, p. 99.


266 Ibidem, pp. 99 y 100.
267 Meiklejohn, Alexander, Political Freedom: The Constitutional Powers of the Peo-
ple, Nueva York, Harper, 1960, pp. 8-28.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 125

produce bases que permiten un correcto gobierno. Para que la verdad al-
cance al ciudadano —dice él—, se hace indispensable la libertad de expre-
sión. En consecuencia, sostiene que la verdad no es la más profunda de las
necesidades; si los individuos van a ser sus propios gobernantes, mucho
más esencial es la demanda de que cualquier verdad sea puesta en el cono-
cimiento de todos los ciudadanos.268
Adicionalmente a lo expuesto por Meiklejohn, hay otros que otorgan un
valor más a la libertad de expresión. Éste es la participación política. Con-
cediéndole virtudes a ello, Lichtenberg, sin embargo, puntualiza que ésta
no es una precondición indispensable de la democracia, como es la igual-
dad; cuando mucho, a mayor participación, mejor para la democracia. Esta
autora observa que el involucramiento político añade otras valiosas cues-
tiones, por las que la ciudadanía podría sacrificar la participación.269
El argumento de que la libertad de expresión contribuye a la búsqueda,
encuentro y difusión de la verdad supone que la decisión racional surge de
la consideración de que cada ciudadano debe conocer todo hecho, reflexio-
nar sobre él y tomar una determinación. De esta forma, como afirma el pro-
fesor Thomas I. Emerson, el individuo que busca el conocimiento y la ver-
dad sigue un continuo diálogo socrático, a través del cual debe escuchar
todos los aspectos que se dan sobre una cuestión específica, especialmente
cuando es presentada por aquellos con fuertes convicciones y que presen-
tan argumentos para seguir un camino distinto. Emerson añade que en este
caso, el individuo debe considerar todas las alternativas, probar sus argu-
mentos frente a aquellos opuestos al mismo, y hacer uso de distintas inteli-
gencias para privilegiar la razón sobre la falsedad. Por consiguiente, conti-
núa señalando este autor, la supresión de la información, de la discusión, o
del cuestionamiento de las opiniones sostenidas frente a otras impide u
obstaculiza a un individuo el alcanzar un juicio y conclusión racional, blo-
quea la generación de nuevas ideas y tiende a perpetrar el error.270
La idea de que la libertad de expresión acelera la búsqueda de la verdad,
frecuentemente se presenta en la metáfora del mercado de las ideas. Por

268 Meiklejohn, Alexander, Free Speech and its Relation to Self-Government, Nueva
York, Harper Brothers Publishers, 1948, pp. 88 y 89.
269 Lichtenberg, Judith, “Foundations and Limits of Freedom of Press”, en Lichten-
berg, Judith (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University
Press, 1995, pp. 131 y 132.
270 Emerson, Thomas I., “Toward a General Theory of the First Amendment”, 72 Ya-
le Law Journal, 877, p. 7.
126 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ejemplo, un juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Oliver Wen-


dell Holmes, consideró que la mejor verdad es el poder de un pensamiento
para ser aceptado en la competencia de mercado.271 En consecuencia, de
acuerdo con esta visión, en la misma forma que el consumidor comercial
busca los mejores productos con los precios más convenientes, el indivi-
duo en un mercado de ideas buscará encontrar la información más original,
verdadera y útil. Es decir, tal y como un consumidor comercial supuesta-
mente se conduce, el consumidor de ideas debe tener cuidado de no aceptar
bienes de calidad inferior o bien contrastar los distintos productos para to-
mar una decisión. En este sentido, los académicos norteamericanos Midd-
leton y Chamberlin consideran que si bien el mercado de las ideas puede no
presentar cada punto de vista, ésta no es una metáfora vacía.272
En la década de los sesenta y setenta del siglo XX, el profesor Jerome
Bacon consideró que el mercado de las ideas tenía poco significado para
las minorías, para los disidentes y otros grupos con similares característi-
cas, los cuales no podían lograr un acceso para expresar sus ideas en los
medios de comunicación. Para este autor, se debía crear el derecho para to-
do ciudadano de tener un acceso a los medios —específicamente él se refi-
rió a la prensa—, a través de columnas a las que denominó de anunciantes
“advertising colums”. Asimismo, consideró que cualquiera debería tener
la capacidad para comprar un espacio en un periódico a efecto de expresar
sus ideas en una presentación editorial, y que los diarios deberían abrir sus
páginas para divulgar las respuestas de servidores públicos que hubiesen
sido señalados por ese mismo medio en relación con incumplimientos de
sus obligaciones o por imputación de delitos.273 Esta propuesta no ha teni-
do una aceptación práctica. Por ejemplo, la Corte Suprema de los Estados
Unidos estimó que la primera enmienda constitucional prohíbe toda ley
que obligue a un editor a conceder su espacio o brindar algún otro para pu-
blicar una respuesta al lector, por parte de un servidor público que caiga en
alguno de los supuestos referidos.
Por su parte, el profesor Vincent Blasi considera que la libertad de ex-
presión, más que servir principalmente para consolidar el gobierno demo-

271 Véase el juicio Abrams vs. United States, 250 U.S. 616 (1919).
272 Middleton, Kent R. y Chamberlain, Bill F., The Law of Public Communication,
3a. ed., Longman Publishing Group, 1994, pp. 25 y 27.
273 Bacon, Jerome, “Access to the Press-A New First Amendment Right”, 80 Harvard
Law Review, 1967, p. 1641.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 127

crático, ella es fundamentalmente importante como un contrapeso respecto


a los abusos de la autoridad gubernamental. En consecuencia, para este au-
tor los medios de comunicación representan contrapesos contra posibles
abusos de autoridad o abusos consumados por la misma.274
Por su naturaleza propia como vínculos con la sociedad y por su actua-
ción que impacta directamente en el ámbito público, en una democracia los
medios de comunicación pueden operar como contrapesos modernos del
poder, tanto público como privado —tal y como también es el caso de los
partidos políticos—. En este sentido, refiriéndose al papel que pueden ju-
gar los medios para limitar el poder que ejercen titulares del Poder Ejecuti-
vo en diversos países latinoamericanos, Harry Kantor señala que los me-
dios de comunicación masiva podrían contribuir a formar una opinión
pública más abierta. Él observa que esta es una situación reconocida por to-
das las cabezas de gobierno. Por ello, los dictadores militares y presidentes
de países poderosos rehúyen o se oponen a la presencia de medios libres y a
evitar el crecimiento de partidos políticos, sindicatos y grupos de interés
con fuerza.275 Para que esta función sea posible, hay dos premisas funda-
mentales: por una parte, que los medios de comunicación se desarrollen en
un sistema de libertad con un orden jurídico que asegure la multiplicidad
plural de las ideas, opiniones y críticas, y, por otra parte, la existencia de un
autocontrol ético-moral de los propios medios y comunicadores. En todo
caso, las normas jurídicas deben estar orientadas a asegurar el sistema de
libertad, donde esté permanentemente abierta la pluralidad, se impida la
concentración o monopolio de medios de comunicación, y se desarrolle
la mayor y más amplia vinculación informativa, en términos objetivos y
sólidamente fundados.
Al respecto, Jorge Carpizo también presenta consideraciones de signifi-
cativa importancia. De acuerdo con este autor, los medios no son técnica-
mente un “cuarto poder”, adicionalmente al Legislativo, Ejecutivo y Judi-
cial. Tampoco es correcto referirse a ellos como un “contrapoder”. Para
Carpizo, ellos “...son realmente un poder que en el juego y rejuego de los
diversos poderes en una sociedad, se equilibran entre sí a través de pesos y

274 Blasi, Vincent, The Checking Value in the First Amendment Theory, Am. B.
Found. Res. J., 1977, pp. 521 y 538.
275 Kantor, Harry, “Efforts made by various Latin American countries to limit the po-
wer of the President”, en Parliamentary versus Presidential Government, Oxford Uni-
versity Press, Arend Lijphart, 1995, pp. 109 y 110.
128 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

contrapesos que se derivan del orden jurídico y de la fuerza e influencia de


cada poder en esa sociedad...”.276 Asimismo, señala que los medios deben
estar subordinados al Estado de derecho, para lo cual debe existir una le-
gislación que establezca los derechos, facultades, obligaciones y responsa-
bilidades de ellos. Respecto al autocontrol de los medios, el constituciona-
lista indica que ellos “...deben necesariamente tener parámetros éticos
reales y no cortinas de humo como son los documentos que contienen re-
glas éticas pero que no se cumplen”.277
La responsabilidad ocupa un lugar primordial en el ejercicio de la liber-
tad de expresión. Ella forma parte fundamental y rectora del marco norma-
tivo personal del comunicador y, a su vez, de la vinculación, credibilidad y
confianza del propio comunicador con la sociedad. En este ámbito de
ideas, el experto en medios y académico costarricense, Flores Zúñiga,
apunta que:
...el periodista, no sólo frente a la política, sino frente a la información,
debe saber, ante todo, que con su trabajo comunicado al público, se con-
vierte automáticamente en un legitimador de realidades. La ética es enton-
ces el patrón riguroso que permite modelar esta escultura que es la con-
ciencia colectiva. Es ahí, dentro de una concepción moderna, dentro de la
teoría periodística de la objetividad, donde el comunicador debe trabajar
para no desdibujar partes o el todo de lo real.278

En este mismo orden de ideas, Réniz Caballero considera que “Todos


los miembros de una sociedad democrática justa, incluyendo a los perio-
distas, deben reconocer esta relación simbólica entre libertad y responsabi-
lidad, o el orden social sufrirá una crisis gradual que irá minando su vitali-
dad moral y espiritual”.279 Para algunos, como Thomas Emerson, la
libertad de expresión también puede contribuir al cambio que demande una
sociedad de manera ordenada.280 La libertad de expresión, argumenta
Emerson, enriquece la vida del propio individuo y le permite realizarse con
todas sus potencialidades y carácter como ser humano.281

276 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la


democracia, la política y la ética”, cit., p. 750.
277 Ibidem, pp. 748 y 749.
278 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 179.
279 Réniz Caballero, Doris, op. cit., p. 100.
280 Emerson, Thomas, op. cit., p. 12.
281 Ibidem, pp. 4 y 5.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 129

La libertad de expresión debe también ser considerada en relación con el


avance tecnológico de los medios, la creciente utilización o, incluso de-
pendencia de las instituciones, organizaciones y actores políticos en los
medios de comunicación. Lo anterior está aunado a una indefinición o ine-
xistencia de guías que aseguren el trabajo de los medios a favor de la demo-
cracia por arriba de intereses económicos, políticos o de poder personal y
sobre quienes tienen bajo su poder la implementación de esas tareas. Al
respecto, cabe reflexionar sobre diversas tareas que son parte del proceso
de información. Entre ellas se encuentran la captura, investigación, inter-
pretación, preparación y presentación de noticias. De igual forma, resulta
indispensable la consideración de los derechos y obligaciones que deben
tener los medios en la realización de las anteriores tareas y otras propias,
para brindar información a la sociedad.
Laurence Tribe afirma que la libertad de expresión es un fin en sí mis-
mo, una expresión de lo que una sociedad desea ser y del tipo de personas
que queremos ser.282 La noción de que la libertad de expresión es necesaria
para proteger la integridad del individuo refleja la influencia del derecho
natural que imbuyó profundamente las mentes de pensadores en los siglos
XVII y XVIII para afirmar que cada individuo nace con derechos funda-
mentales que son el de la vida, la libertad y la propiedad, los cuales deben
ser protegidos por el gobierno. En una sociedad democrática debe existir y
operar eficazmente un sistema de mecanismos que a la par de los cambios
sociales y tecnológicos y en respuesta a las demandas de la ciudadanía pro-
tejan, promuevan y ajusten periódicamente a la libertad de expresión. Al
respecto, nacen nuevamente cuestionamientos. Entre otros, sobre los dere-
chos y obligaciones de medios y auditorio, así como de otros participantes
que inciden en la vida de la democracia, como son los partidos políticos;
los límites a la posesión de medios, y la privacidad de vida de cualquier
ciudadano.
Se ha considerado que la libertad de expresión no puede ser absoluta. De
esta forma, en ocasiones el gobierno debe impedir la diseminación del pro-
ducto del ejercicio de la libertad de expresión cuando se pone en riesgo la
seguridad pública, por citar un ejemplo. En concordancia con lo anterior,
las excepciones a efecto de impedir que se limite a la libertad de expresión
deben contemplar el qué se dice, quién lo dice, cómo lo dice, y el daño o
riesgos que pueden provocarse en perjuicio del interés nacional, de una

282 Tribe, Laurence, American Constitutional Law, 2a. ed., 1988, p. 785.
130 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

parte de la sociedad o de un individuo. Estas excepciones pueden ocurrir


en forma de prohibiciones o de sanciones.283 Así, el cuerpo normativo que
rija a la comunicación de medios cuando llegue a contemplar excepciones
a la libertad de expresión debe formarse en las condiciones y términos que
lo determine una sociedad a través de sus representantes en el órgano Le-
gislativo que corresponda. Esas excepciones nunca deben tener como
fuentes a la imposición o decisión personal de un gobernante o autoridad.
Lo anterior necesariamente obliga a reflexionar y proponer bases y fór-
mulas, conforme a las cuales se deban aplicar las prohibiciones e imponer
las respectivas sanciones debido a su incumplimiento por los órganos ju-
risdiccionales competentes. Esta situación invita al esfuerzo para construir
un marco jurídico que proteja, nunca que impida la libertad de expresión,
caracterizado por su sencillez, claridad, precisión y consistencia, guiado
por una filosofía que permita a cada individuo su desarrollo como tal, con
ejercicio de su libertad sin que se contraponga con la de otros. Sin embar-
go, la creación de esta filosofía o incluso de un marco teórico conforme al
cual establecer la amplitud de las acciones de expresión y sus límites o res-
tricciones, aunque parezca simple, no ha sido posible. Una causa funda-
mental del anterior hecho son los diversos conflictos políticos, económicos
o sociales y complejos hechos, que también alcanzan a los medios de co-
municación.
Como solución, el profesor Harry Kalven propone que los tribunales
competentes en esta materia decidan de conformidad con las peculiaridades
de cada caso, según surjan respectivamente en ellos, sin intentar la reconci-
liación entre una y otra decisión en una forma consistente.284 Sin embargo,
este esquema tiene el serio riesgo de llevar a un desorden o caos en la opi-
nión judicial. Al respecto, se ha considerado que al menos para evitar dar una
misma dirección a esas decisiones judiciales, sería necesario asumir la apli-
cación de ciertos principios y valores a efecto de dar unicidad a la opinión ju-
dicial, tal y como puede ser el logro de la exposición de la verdad.285
Hoy en día, la democracia no es entendida simplemente como el gobierno
de la mayoría. Procesos democráticos son parte fundamental del gobierno ma-
yoritario, junto con límites constitucionales que aseguran que la voluntad

283 Middleton, Kent R. y Chamberlain, Bill F., op. cit., p. 24.


284 Véase el trabajo de Karst, “The First Amendment and Harry Kalven: An Appre-
ciative Comment on the Advantages of Thinking Small”, 13 UCLA Law Review 1, 1965.
285 Middleton, Kent R. y Chamberlain, Bill F., op. cit., p. 25.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 131

de una mayoría no actúe en perjuicio de las minorías. Asimismo, se prevé


que no sea cualquier voluntad mayoritaria, sino una representativa debida-
mente formada y reconocida a través de la participación y discusión públi-
ca sin censura, la cual se integra en las instituciones previstas por el Estado
de derecho. La voluntad de las mayorías pierde sentido si se impide o no se
protege la diversidad de ideas y la discrepancia de opiniones, en unión a la
posibilidad de que esas expresiones sean manifestadas por algún individuo
ante todo miembro de la sociedad. En este sentido, es relevante recordar la
advertencia del pensador inglés John Stuart Mill, en el sentido de que el ca-
llar la opinión, aun de un solo individuo, es un robo a la raza humana; si
una sola afirmación correcta es suprimida, la gente pierde la oportunidad
de sustituir el error por la verdad, si una afirmación falsa es suprimida, la
gente pierde algo que es casi tan grande como el beneficio anterior, que es
la más clara percepción y más vívida impresión de la verdad que se obtiene
mediante el choque y confrontación con un error. Este autor fue enfático en
señalar que la unidad de opinión, salvo que resulte del más completo y más
libre concurso de opiniones opuestas, no es admisible o deseable.286 Para
John Milton, la difusión de una idea sujeta a una licencia para realizarla era
una mala idea, porque privaba a los ciudadanos del conocimiento y de las
ideas que podrían mejorar sus vidas. En esta condición también se ubicaría
a los actos que buscan restringir, impedir o atacar por alguna vía la difusión
de una noticia. Para Milton, la censura era impráctica, porque no llegaba a
impedir realmente la circulación de ideas al final de cuentas. Más aún, la
mayoría de los ciudadanos no estaban en capacidad de ser un censor, y
aquellos con la capacidad e inteligencia suficiente para serlo no aceptarían
tan aburrido y repulsivo cargo. Desde su punto de vista, la libre competen-
cia de las ideas llevaba a la verdad.287

II. LA LIBERTAD DE ACCESO A LA INFORMACIÓN

La información es elemento fundamental del oxígeno de la democracia.


Si los miembros de una sociedad no saben lo que ocurre en ella, si las ac-
ciones de sus gobernantes se ocultan, entonces ellos no pueden participar
en los asuntos y decisiones que son de su incumbencia, ni tampoco exigir

286 Stuart Mill, John, “On Liberty”, en Essays on Politics and Society, Toronto, Uni-
versity of Toronto Press, 1977, p. 260.
287 Milton, John, Areopagítica, 32 Great Books of the Western World, 1952, p. 409.
132 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

una rendición de cuentas por aquellos responsables. La información es, de


esta forma, una necesidad para toda sociedad democrática y condición in-
dispensable para el correcto y debido gobierno democrático. Los malos go-
biernos necesitan por ello de la ocultación de información, del ejercicio del
secreto, de la preeminencia de la discrecionalidad de las autoridades y de la
inmunidad e impunidad por acciones de autoridades públicas en ejercicio
de su cargo.
La información permite a una sociedad conocer, debatir y pronunciarse
sobre las acciones de un gobierno. Sin los anteriores elementos, un gobier-
no carece de la permanente base para construir su legitimidad. Por tanto,
toda acción gubernamental en un sentido contrario al anterior conlleva a su
propia deslegitimación.
En términos generales, en este ámbito se encuentran las actividades di-
señadas para difundir información generada por el gobierno y sus institu-
ciones respecto a las funciones que están dentro de su jurisdicción, para el
conocimiento de la ciudadanía.288 La divulgación de información sobre las
actividades de una secretaría de Estado o instancia administrativa, sin em-
bargo, no es el único objetivo del aparato de comunicación de un gobierno.
La información es una fuente de poder, y la forma y tiempo en que ésta es
difundida puede tener un significado y efecto de la mayor importancia en
la formación de la opinión pública. Tal y como ha sido observado por ana-
listas de la comunicación política, el control de la información es el primer
cimiento para integrar la propaganda política.289
Por otra parte, no se puede perder de vista que los recursos comunicativos
de un gobierno también incorporan la posibilidad de controlar y manipular
la información que brinda a la sociedad. En la democracia, por principio, la
información a la sociedad es un elemento sine qua non. Sin embargo, no
puede caerse en la ingenuidad de que un gobierno identificado como demó-
crata también puede hacer uso de elementos para suprimir, censurar, fabri-
car o filtrar información para apoyar intereses particulares o de uno de sus
miembros, para atender ciertos intereses de empresas del sector privado o
de sus cabezas, o bien utilizarlos en contra de otras instituciones, organiza-
ciones o actores políticos. La discusión y comprobación de la anterior rea-
lidad es materia de observación por diversos miembros de la sociedad. Co-
mo ejemplo de la opinión de expertos en torno a esta cuestión, está el

288 Steinberg, C., The Mass Communicators, Westport, Greenwood Press, 1958, p. 327.
289 Denton, R. E. y Woodward, G. C., Political Communication in America, cit., p. 42.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 133

siguiente comentario sobre la Gran Bretaña, considerada como nación in-


tegrante del mundo democrático: “...what government chooses to tell us
through its public relations machine is one thing; the information in use by
participants in the country”s real government is another”.290
Los gobiernos siempre pueden encontrar razones para recurrir al secreto
o confidencialidad de información. Muy a menudo los miembros de una
administración o de la burocracia gubernamental estiman a la información
como una materia de su propiedad, en lugar de asumir el principio y obli-
gación de que la información debe ser del dominio público y para servir a
la sociedad. El derecho de cada individuo de obtener información sobre las
decisiones y acciones de su gobierno forma una de las columnas de la de-
mocracia. Sólo un público bien informado ampliamente puede tener la
capacidad de construir instituciones y acciones democráticas. En las de-
mocracias modernas, el acceso de los miembros de la sociedad a la infor-
mación gubernamental se garantiza a través de medidas legales que asegu-
ran a todo individuo esa libertad y establecen las formas y procedimientos
para ejercerla.
Por su relevancia, debe hacerse referencia a esas medidas legales tal y
como existen en los ordenamientos de diversos países que las han incor-
porado. Es necesario señalar que el estudio comparativo en forma deta-
llada de cada una de las legislaciones en materia de libertad de acceso a la
información gubernamental es por sí mismo el tema de un libro exclusivo
al respecto. En consecuencia, lo anterior rebasa ampliamente los límites
del presente trabajo, particularmente por lo que toca a su extensión. Sin
embargo, en virtud de su especial importancia, es necesario hacer una
presentación en cierta forma breve de las principales características de
aquellos ordenamientos que buscan establecer, normar y proteger ese de-
recho ciudadano.
En las líneas siguientes se hace en un primer inciso, una presentación
genérica de las premisas constitucionales y principales características de
las legislaciones de países donde se ha adoptado la libertad de acceso a la
información gubernamental. En un segundo inciso, se presenta en forma
también breve, pero de manera más específica, el desarrollo e implementa-
ción de las normas anteriores en Estados Unidos, contrastándolo en lo que
corresponde con lo que rige en algunos otros países.

290 Cockerell, M. et al., Sources Close to the Prime Minister, Londres, MacMillan,
1984, p. 9.
134 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

1. Premisas constitucionales y principales características


de los ordenamientos jurídicos en materia de acceso
a la información

Alemania. En este país en el ámbito federal no existe un ordenamiento


específico que rija la presente materia. Actualmente se lleva a cabo un pro-
ceso de discusión y consulta entre los gobiernos federales y estatales para
la integración de un ordenamiento jurídico de esa naturaleza, a la luz de las
recomendaciones del Consejo de la Unión Europea sobre libertad de infor-
mación. Cabe puntualizar que existe una ley que rige de manera específica
el acceso a los expedientes del servicio de seguridad de la entonces policía
secreta de la Alemania del Este, la cual fue aprobada en 1999.
En el ámbito estatal se encuentran otras leyes, como por ejemplo, la
aprobada en 1998 en Brandenburgo. En ella se autoriza a todo ciudadano a
obtener información de las autoridades gubernamentales locales.291 En es-
te mismo sentido se han aprobado recientemente otras leyes en Berlín y
Schleswig Holstein.
Argentina. El artículo 43 de su Constitución establece el derecho de los
individuos para obtener datos que el gobierno tiene sobre ellos mismos. En
este precepto se establece que cada persona puede iniciar una acción para
obtener conocimiento de datos sobre su persona, ya sea que ellos estén
contenidos en registros públicos o privados o en bases de datos. En caso de
datos falsos, acciones discriminatorias o desapego a la verdad, el interesa-
do debe exigir la rectificación de la información, solicitar que se corrija o
que se actualice. La privacidad de las fuentes de información no debe re-
sultar afectada.
A nivel local, la Ciudad de Buenos Aires aprobó en 1998 un ordena-
miento jurídico para asegurar el acceso a la información. Esta ley otorga a
toda persona el derecho de solicitar y recibir información en posesión de
las autoridades locales y, asimismo, establece el derecho a la revisión judi-
cial para esos casos. Asimismo, todo ciudadano tiene el derecho a que se
corrijan, actualicen, rectifiquen o supriman datos contenidos en esa infor-
mación y a que ella se guarde en absoluta confidencialidad.292

291 Akteneinsichts-und Informationszugangsgesetz (AIG), 1998.


292 Ley núm. 104. Acceso a la Información. Promulgada por el Decreto núm. 2.930,
diciembre 17, 1998, Boletín Oficial de la Ciudad de Buenos Aires, núm. 600, diciembre
29 de 1998, p. 9360.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 135

Australia. Este país cuenta con la ley federal denominada The Freedom
of Information Act, de 1982. Ella establece el derecho de acceso a los
registros gubernamentales. En este ordenamiento se prevé la figura del om-
budsman, encargado de la promoción del cumplimiento de esta ley y de co-
nocer sobre las quejas de las materias contempladas por la misma. Asimis-
mo, establece el derecho de los ciudadanos para acudir ante la instancia
judicial competente y hacer llegar su caso ante la Corte Suprema de ese
país. Las anteriores características se aplican en las legislaciones locales.
Austria. La ley de libertad de información se denomina Auskunftspfli-
chtgesetz,293 la cual obliga a las autoridades federales a responder a solici-
tudes sobre información en materias que caen dentro de su jurisdicción. En
ella sólo se autoriza a que un ciudadano obtenga información, pero no ac-
ceso a los documentos mismos.
Bélgica. Tanto a nivel nacional294 como al local,295 se encuentran leyes
que norman el acceso de un individuo a la información gubernamental. Ca-
da una de las anteriores jurisdicciones tiene una comisión encargada de su-
pervisar el cumplimiento del respectivo ordenamiento jurídico.
Belice. La ley de este país en materia de libertad de información fue apro-
bada en 1994. En ella se establece un acceso general a los documentos en po-
sesión de los distintos departamentos del gobierno, a excepción de aquellos
pertenecientes al Poder Judicial. Está excluida la información de los docu-
mentos que afecten la seguridad nacional, defensa, relaciones internacio-
nales y procesos propios del gabinete del Poder Ejecutivo. Las inconformi-
dades pueden ser elevadas al conocimiento del ombudsman, quien tiene
facultades para instruir la develación de la información solicitada, salvo
aquella que cae dentro de las excepciones. La parte que no encuentre una
respuesta afirmativa debidamente fundada puede acudir ante la Corte Su-
prema.
Bosnia y Herzegovina. Su ley fue aprobada en junio del 2000. Sus normas
cubren a todos los departamentos, agencias y otros cuerpos administrativos
y gubernamentales, así como a los tribunales del Poder Judicial y otros órga-
nos que realicen por ley una función pública. Asimismo, establece un amplio

293 BGBI 1987/285, 15 de mayo de 1987.


294 Loi du avril 1994 relative à la publicité de l’administration Law. Loi du 12 novem-
bre 1997 relative à la publicite de l’administration dans les provinces et les communes.
295 Commission Communautaire Commune de Bruxelles-Capital. Ordonnance relati-
ve à la publicité de l’administration. 26 Juin 1997. Flanders Loi, 23 Oct. 1994.
136 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

derecho de acceso a la información del gobierno. Se señalan tres condiciones


bajo las cuales no se puede brindar la información solicitada: a) cuando ello
cause un daño sustantivo al fin legítimo de la política externa, a la defensa
del país, a los intereses de la seguridad, a las políticas monetarias, a la protec-
ción de la seguridad pública, a la prevención o investigación del crimen o a
la protección de los procesos deliberativos; b) para proteger información co-
mercial sensitiva o secretos de comercio; c) para proteger la privacidad per-
sonal. Sin embargo, se prevé que a pesar de cualquier excepción se brinde la
información solicitada, cuando a ella le sea aplicable la prueba del interés
público. Esta prueba requiere que la autoridad pública otorgue toda informa-
ción solicitada sin excusa o pretexto, cuando el beneficio de hacerlo sea a fa-
vor de la sociedad y ello rebase cualquiera de los daños que se intentan impe-
dir a través de su negativa de brindar la información en cuestión.
Brasil. La Constitución de ese país establece en el artículo 5o. (14) el ac-
ceso a la información a favor de todo ciudadano y garantiza la confidencia-
lidad y seguridad de la fuente siempre que sea necesario. Asimismo, todo
ciudadano tiene el derecho constitucional de habeas data, para su acceso a
la información en poder de instituciones públicas.296
Bulgaria. La Constitución búlgara, del 13 de julio de 1991, dispone en
su artículo 42 que todo ciudadano tiene el derecho de buscar, obtener y di-
vulgar información. Asimismo, dispone que este derecho no debe ser ejer-
cido en detrimento de la seguridad nacional, del orden público, de la salud
pública y de la moralidad. Este mismo precepto establece que los ciudada-
nos tienen el derecho de obtener información de los cuerpos y agencias del
Estado sobre cualquier materia con legítimo interés para ellos, que no
constituya un secreto de Estado, de conformidad con la ley o que pueda
afectar los derechos de otros. La ley que específicamente norma el acceso a
la información en cuestión fue aprobada en junio del 2000.297 Ella otorga el
acceso a los registros del gobierno, excepto en casos de seguridad del Esta-
do o de privacidad personal. Se prevé la imposición de sanciones económi-
cas sobre servidores públicos que sin razón fundada se nieguen a brindar
una información solicitada.
Canadá. La Ley de Acceso a la Información de este país otorga al indi-
viduo el derecho a solicitar información en posesión del sector público
federal. Ella otorga tanto a los ciudadanos de ese país como a todo aquel

296 Lei núm. 9.507. 12 de novembro, 1997.


297 FBIS, 22 June, 2000.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 137

que se encuentre en su territorio y a las corporaciones en igual condición,


el derecho a obtener del gobierno registros federales tales como cartas, me-
moranda, reportes, fotografías, películas, microformas, planos, dibujos,
diagramas, mapas, grabaciones y vídeos, así como expedientes computari-
zados. El cumplimiento de esta Ley es supervisada por el Comisionado de
Información —Information Commissioner—, quien puede investigar y
emitir recomendaciones, pero no tiene autoridad para hacerlas cumplir. La
Corte Suprema de Canadá determinó que el gobierno tiene una obligación
de responder a toda solicitud de acceso a información, sin tener que cues-
tionar la razón que la motiva. A nivel provincial, cada entidad federativa
tiene una ley que norma el acceso a la información dentro de su jurisdic-
ción, así como un comisionado de manera semejante al referido con ante-
rioridad.
Colombia. La Constitución de 1991 establece el derecho de acceso a los
registros gubernamentales. Anteriormente, en 1985, se aprobó una ley es-
pecífica que norma esta materia.298 En ella se señala que cualquier persona
puede examinar los documentos guardados por agencias gubernamentales,
y obtener copia de los mismos. Toda solicitud debe ser respondida en un
plazo no mayor a diez días a partir de la fecha en que se formuló. Se prevén
como excepciones los documentos protegidos por la Constitución, otra ley
superior, o por razones de seguridad o defensa nacional. Se tiene estableci-
do que después de treinta años todo documento considerado como confi-
dencial pasa a clasificarse como de registro público. Ante la negativa de
brindar un documento solicitado, el interesado puede ejercer un recurso
para obtenerlo ante el Tribunal Administrativo.
Checoslovaquia. En 1996 el Parlamento checoslovaco aprobó una ley
que facultó a los ciudadanos de ese país a obtener su expediente integrado
por la entonces policía secreta de la época comunista. Los ciudadanos de
otros países no gozaron de este derecho. Posteriormente el Parlamento
aprobó una Ley de Libertad de Información en mayo de 1999. Esta Ley si-
gue en gran medida el modelo adoptado en los Estados Unidos. Ella brinda
la facultad a todo ciudadano de obtener información en posesión de cuer-
pos y agencia gubernamentales, así como de otras instituciones oficiales,
tales como aquella que agrupa a los abogados y a los médicos, respectiva-
mente.

298 Ley 57. 5 de julio, 1985.


138 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Dinamarca. En este país hay dos ordenamientos que rigen en la presente


materia: la Ley de Acceso a la Información y la Ley de Acceso a los Expe-
dientes de la Administración Pública.299 Actualmente se está llevando a ca-
bo un proceso para adoptar una nueva legislación que sigue las líneas apli-
cadas en los Estados Unidos.
Eslovaquia. Este país tiene una ley específica que regula esta materia,
la cual fue aprobada en mayo del 2000. Ella establece amplias reglas para la
develación de información en posesión del gobierno. Se prevén ciertos lí-
mites sobre información clasificada, siendo aquella que contenga informa-
ción confidencial en materia de comercio, o bien que viole la privacidad in-
dividual o que haya sido obtenida de personas que no sean requeridas por
ley para haber brindado esa información, o que tenga que ver con decisio-
nes de cuerpos judiciales y tribunales. Las apelaciones en contra de negati-
vas de brindar la información solicitada se hacen ante la instancia adminis-
trativa competente y se tiene como último recurso a un tribunal judicial.
Estonia. La Constitución de este país establece en su artículo 44 diver-
sas disposiciones conforme a las cuales se debe regir el acceso a la infor-
mación gubernamental. De esta forma, el inciso 1 dispone el derecho a re-
cibir libremente información que se circula para uso general. El inciso 2
señala que a solicitud de los ciudadanos de Estonia y de conformidad con
los procedimientos previstos por la ley, todas las autoridades de un gobier-
no estatal y local están obligadas a brindar información sobre su trabajo
respectivo. Como excepciones se señala aquella información que por ley
está prohibida de divulgar, y la que está destinada exclusivamente para uso
interno. El inciso 3 establece que el estoniano tiene el derecho de conocer
la información que exista sobre su persona en posesión de autoridades gu-
bernamentales; este derecho puede limitarse a efecto de proteger los dere-
chos y libertades de otras personas, los antecedentes familiares de infantes,
para prevenir el crimen o por una necesidad para proteger un procedimien-
to judicial. El inciso 4 prevé que salvo disposición contraria a la ley, los de-
rechos indicados en los incisos 2 y 3 serán aplicables a todo individuo que
se encuentre en Estonia, independientemente de su nacionalidad.
En 1997, el Parlamento estoniano instruyó al gobierno a elaborar el pro-
yecto de una ley para el acceso a la información pública. En consecuencia,
se aprobó en noviembre del 2000, con vigencia a partir de enero del 2001,
la Ley de Información Pública. Este ordenamiento cubre agencias guber-

299 Lov nr 572 af 19 desember 1985 om offentlighed I forvaltningen.


LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 139

namentales y entidades públicas y privadas que conducen servicios de edu-


cación, salud u otros de orden social. Asimismo, esa legislación incluye
normas para el acceso a medios electrónicos.300
Federación Rusa. La Constitución de este país, en su artículo 24 (2), es-
tablece que las dependencias federales y estatales del gobierno, así como
los funcionarios que laboran en ellas, deberán permitir el acceso a todo ciu-
dadano a cualquier documento y material que directamente afecte sus dere-
chos y libertades, salvo lo dispuesto en otra forma por ley. La ley que rige
específicamente esta materia fue aprobada en enero de 1995. En ella se se-
ñala que la información del gobierno es pública; se indica que cualquier so-
licitud no requiere ser fundada en alguna razón para realizarla. Asimismo,
este ordenamiento jurídico prohíbe límites sobre cierto tipo de informa-
ción. Entre ellas se encuentran las siguientes: situación jurídica de órganos
gubernamentales, organizaciones y asociaciones sociales o de derechos, li-
bertades y obligaciones de ciudadanos y los procedimientos involucrados;
documentos con reportes sobre eventos ecológicos, meteorológicos, de-
mográficos, salud y epidemias, o que contengan información de importan-
cia para el funcionamiento de la producción económica o para la seguridad
de los ciudadanos; documentos que contengan reportes sobre las activida-
des de cuerpos gubernamentales respecto al uso de recursos para el presu-
puesto público, sobre los requerimientos de la economía, excepto aquellos
que afecten secretos de Estado; los documentos que sean del interés públi-
co o esenciales para el ejercicio de los derechos, libertades y obligaciones
del ciudadano. El cumplimiento de esta ley es competencia de un comité
que se encuentra bajo la autoridad del presidente de esa nación.301
Filipinas. La Constitución de ese país establece en el artículo 3o., sec-
ción 7, el derecho del pueblo a obtener información sobre materias de inte-
rés público. Se declara que el ciudadano tiene garantizado el acceso a re-
gistros y documentos del gobierno, sujeto a las limitaciones impuestas por
la ley. Por otra parte, un código que rige la conducta de los servidores pú-
blicos establece la obligación de dar a la luz pública un reporte sobre las ac-
tividades que se desarrollen gubernamentalmente y permitir en su caso el
acceso a documentos que contengan datos sobre materias del gobierno.
Asimismo, se señala que toda solicitud deberá ser atendida dentro de los

300 Public Information Act. 15 November, 2000, 92, 597.


301 Law of the Russian Federation on Information, Informatization and Information
Protection, January 25, 1995.
140 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

siguientes quince días a partir de la presentación de la solicitud respectiva.


Las inconformidades por una negativa de brindar información se presentan
ante la Comisión del Servicio Civil —Civil Service Commission— o ante
la oficina del ombudsman.302
Finlandia. En diciembre de 1999, la Ley de Acceso a la Información
Gubernamental303 sustituyó a otra conocida como Ley de Publicitación de
Documentos Oficiales de 1951.304 En ella se establece el derecho de acceso
a cualquier documento integrado por una agencia gubernamental. La es-
tructura e interpretación de las cláusulas que norman este tema siguen un
criterio de gran apertura.
Francia. En este país hay dos leyes que imponen el derecho de acceso a
información gubernamental.305 Ellas se modificaron en abril del 2000 a efec-
to de precisar y hacer más claro el procedimiento de acceso.306
Todos los registros están disponibles, excepto aquellos que contienen de-
liberaciones del gobierno interno, informes de seguridad nacional, informa-
ción personal protegida por ley, secretos comerciales y otros documentos
que se señalen por ley. Ninguna de estas leyes se aplica a documentos en po-
sesión del Consejo de Estado y del Poder Judicial. Adicionalmente se creó la
Comisión de Acceso a Documentos Administrativos para dar cumplimiento
a lo dispuesto por esos ordenamientos jurídicos.
Grecia. La Ley número 2690/1999 establece la libertad de información
y prevé el derecho ciudadano de tener acceso a los expedientes integrados
por las autoridades gubernamentales. Esta ley sustituyó a la aprobada en
esta materia en 1986.307
Hungría. El artículo 61 (1) de su Constitución establece que en esa Re-
pública todo individuo tiene el derecho a expresar libremente sus opinio-
nes, y, asimismo, tiene el derecho de tener acceso a la información de inte-
rés público aunado a la libertad de divulgar dicha información. Desde 1992
la Ley de Protección a Datos Personales y Divulgación de Información de

302 Republic Act 6713, 1987.


303 Act on the Openness of Government Activities.
304 Act 83/9/2/1951.
305 Loi no. 78-753 du 17 juillet 1978 de la liberté d’accès au documents administratif.
Loi no. 79-587 du juillet 1979 relative à la motivation des actes administratifs et à l’amè-
lioritation des relations entre l’administration et le public.
306 Loi no. 2000, 321 du 12 avril 2000 relative aux droits des citoyens dans leurs rela-
tions avec les administrations.
307 Ley núm. 1599/1986.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 141

Interés Público contempla la recopilación y uso de información personal


tanto en el sector público como en el privado.308 El encargado de supervi-
sar la implementación de este ordenamiento jurídico es un comisionado del
Parlamento, quien desempeña el papel de un ombudsman en esta materia.
Entre otras de sus facultades están las de cambiar la clasificación de secreto
a documentos así calificados por alguna otra autoridad.
Holanda. La ley en esta materia se basa en el principio de libre acceso a
la información del gobierno para todo individuo. La información debe ser
dada, salvo cuando se refiera a las relaciones internacionales del Estado, la
situación económica y financiera nacional, la investigación de crímenes y
la privacidad personal. Una negativa puede ser apelada ante la instancia ju-
dicial en materia administrativa, cuya sentencia es final.309
Islandia. Su ley en esta materia fue aprobada en 1996.310 De conformi-
dad con esta ley, todo individuo –residente o no–, así como entidades lega-
les, tienen el derecho de obtener documentos sin necesidad de exponer ra-
zón alguna. Se prevén excepciones por motivos de seguridad, comercial y
de privacidad personal.
India. En 1982 la Corte Suprema de ese país resolvió que el acceso a la
información era parte esencial de la libertad de expresión.311 Actualmente
se está conduciendo un proceso de consulta nacional dirigido a la integra-
ción de una ley que rija en este orden a nivel federal.
Irlanda. La ley en esta materia fue aprobada en 1997.312 Este ordena-
miento prevé el acceso a información gubernamental e impone a sus de-
partamentos y agencias la obligación de informar sobre sus actividades.
La Oficina del Comisionado de Información —Office of the Information
Commissioner— está encargada de la supervisión del cumplimiento de
esa ley.
Israel. En este país, la ley que regula el acceso a la información se apro-
bó en 1998. En ella se establece un amplio acceso a los registros del gobier-
no. La solicitud de esta información debe ser atendida dentro de un plazo
de treinta días. El Poder Judicial puede revisar las decisiones que nieguen
brindar la información en cuestión.

308 Act LXIII, 1992.


309 Aprobada en octubre de 1991.
310 Upplysingalog núm. 50 / 1996.
311 S.P. Gupta vs. Union of India (AIR 1982 SC 149).
312 Freedom of Information Act.
142 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Italia. La ley italiana permite el acceso a la información gubernamental.


Sin embargo, se obliga a todo solicitante a exponer debida y justificada-
mente la razón de su petición.313
Japón. Después de veinte años de debates sobre este tema, la ley sobre esta
materia fue aprobada en 1999 y entró en vigor a partir del 2001. En ella se se-
ñala que cualquier individuo o compañía puede solicitar información guber-
namental. Las quejas por negativas de otorgar información son conocidas por
un cuerpo colegiado dependiente de la oficina del primer ministro.
Kenia. El ordenamiento jurídico que aborda este tema adopta numero-
sas limitaciones para la divulgación de información gubernamental. El go-
bierno tiene una amplia discreción para clasificar como confidencial la in-
formación que se encuentra en sus archivos.
Latvia. Su legislación en esta materia fue adoptada en noviembre de
1998. Ella garantiza el acceso público a toda la información en cualquier
forma posible que no se encuentre restringida por ley.314
Lituania. La Constitución establece que los ciudadanos tienen el dere-
cho de obtener cualquier información disponible que les competa y que
guarden agencias gubernamentales. En la ley que rige en esta materia se se-
ñala que cada individuo en esa República tiene el derecho de obtener toda
la información gubernamental, con excepción de aquella que se considere
confidencial de acuerdo con la ley. Asimismo, señala que en caso de una
negativa, ésta debe ser informada por escrito a más tardar al siguiente día
laboral en que se presentó la petición, indicando la respectiva razón. Asi-
mismo, se prevé el señalamiento de las penas correspondientes sobre las
autoridades que se nieguen a brindar la información sin causa justificada.
Los partidos políticos, instituciones públicas y políticas, sindicatos y otras
organizaciones deberán dar información a la sociedad y a sus miembros so-
bre las actividades que desarrollan, de acuerdo con lo previsto por las leyes
aplicables, a excepción de aquella que por ley se considere confidencial.315
Esta ley fue reformada en diciembre del 2000. El artículo 6o. señala que
cada individuo tiene el derecho de obtener de las autoridades gubernamen-
tales, información de las actividades que ellas desarrollan, así como infor-
mación que ellas guarden sobre un peticionario. Tal información debe ser

313 Lege 241/7. 8. 1990.


314 Law on the Freedom of Information. 1998.
315 The Law on the Provision of Information to the Public. July 2, 1996, núm. I-1418.
Reformada el 23 de enero de 1997.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 143

otorgada dentro de la semana siguiente en que fue presentada la solicitud


respectiva.
Nueva Zelanda. En su ordenamiento jurídico se establece la libertad de
acceso a la información.316 La supervisión del cumplimiento de esta ley la
realiza la oficina de un ombudsman. Existen numerosas vinculaciones en-
tre la legislación en materia de libertad de información y aquella que rige
en materia de privacidad, de forma tal que una puede ser vista como com-
plementaria de la otra.
Noruega. La ley en esta materia establece el derecho de acceso a la in-
formación gubernamental en forma amplia.317 Ella entró en vigencia en
1971. No se aplica a los documentos en posesión del Parlamento, del Audi-
tor General y del Ombudsman para asuntos administrativos. Las excepcio-
nes se hacen sobre documentos cuyo contenido y divulgación sea en detri-
mento de la seguridad nacional, la defensa y relaciones con otros países y
organizaciones internacionales. También se sujeta la entrega de informa-
ción a una obligación de confidencialidad en el interés de la correcta eje-
cución del manejo financiero. El rey está facultado para determinar que los
documentos históricos clasificados como confidenciales puedan hacerse
del dominio público. La negativa a un acceso a la documentación guberna-
mental puede ser apelada ante la instancia competente y posteriormente
ante el Poder Judicial.
Polonia. Su Constitución señala en el artículo 61 que un ciudadano tiene
el derecho a obtener información sobre las actividades de los órganos de la
autoridad pública y sobre las personas que participan en ellos. Este dere-
cho incluye información sobre las actividades de órganos o instituciones
que incidan en alguna actividad pública o manejen en alguna forma recur-
sos públicos. Asimismo, establece que el derecho a obtener información
permite la elaboración de registros sonoros o visuales sobre reuniones de
órganos de gobierno surgidos de una elección popular. Las limitaciones
impuestas sobre los derechos anteriores deben ser establecidas expresa-
mente por ley y son a efecto de proteger libertades y derechos de otras per-
sonas o por razones fundadas de seguridad económica, seguridad u orden
público nacional.

316 Official Information Act 1982. Local Government Official Information and Mee-
tings Act 1987.
317 Lov om offentlighet I forvaltningen av 19 juni 1970 nr 69.
144 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

No hay una ley específica en esta materia. Diversos esfuerzos se han he-
cho al efecto, sin que al momento se haya adoptado un ordenamiento tal.
Algunas leyes llegan a tratar en cierta forma cuestiones relativas al acceso
a la información. Por ejemplo, como condición para formar parte de la
OTAN, en 1999 se aprobó una ley en donde se aborda la información clasi-
ficada, la cual no puede ser divulgada porque puede dañar los intereses del
Estado o porque esa información está protegida por otras leyes a favor de
los intereses de otros ciudadanos u otras organizaciones.318
Portugal. En este país hay una ley específica que establece y regula el
derecho de acceso a la información gubernamental. En ella se indica que
toda persona tiene acceso a la información contenida en cualquier forma en
archivos del gobierno. Las excepciones a este acceso son en virtud de la
necesidad de seguridad interna o externa, confidencialidad de la justicia y
por privacidad personal. El cumplimiento de esta ley está a cargo de la Co-
misión para el Acceso a Documentos Administrativos, la cual es una agen-
cia independiente del Parlamento.319
Sudáfrica. La Constitución de 1996 de este país señala en su artículo
32 que cada individuo tiene derecho a obtener información en posesión
del gobierno, y a cualquier información que posea alguna otra persona y
que se requiera para ejercer o proteger un derecho. La ley específica en
esta materia fue aprobada por el Parlamento en mayo del 2000. En ella se
señalan condiciones para la entrega de información en manos del go-
bierno. De esta forma se establecen excepciones fundadas en información
clasificada, secretos comerciales, información que viole la privacidad, o
que sea obtenida de una persona que no esté obligada por ley de haber brin-
dado esa información ante una autoridad gubernamental. Las inconformi-
dades por denegación de acceso a una información proceden ante una auto-
ridad administrativa y posteriormente ante un tribunal judicial.320
Suecia. Su ordenamiento en materia de acceso a la información guber-
namental señala que todo ciudadano sueco tiene libre acceso a documentos
oficiales. La implementación e interpretación del anterior principio se con-
cibe de forma amplia. Las decisiones en un sentido negativo pueden ser
apeladas ante tribunales administrativos, teniendo como instancia última a

318 The Classified Information Protection Act, 22 January, 1999.


319 Lei núm. 65/93, 26 agosto de 1993, com as alterações constantes da Lei núm.
8/95, 29 março; Lei núm. 94/99. 16 Julho.
320 Act on Free Access to Information, January 1, 2001.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 145

la Corte Suprema Administrativa. El Ombudsman parlamentario tiene


ciertas funciones para asegurar la libertad de información.
Tailandia. El artículo 48 bis de su Constitución establece que toda per-
sona tiene el derecho de recibir información de una autoridad pública, a
efecto de supervisar la ejecución de actividades del gobierno cuando la
materia en cuestión afecte o pueda afectar a una persona o su forma de vida
protegida por el orden jurídico.321 El ordenamiento que específicamente ri-
ge a esta materia entró en vigencia en diciembre de 1997. Ella autoriza a los
ciudadanos a obtener información gubernamental que tenga un efecto di-
recto sobre su privacidad, sus derechos o libertades, o afecte un plan de tra-
bajo. La Comisión de Información Oficial está facultada para supervisar el
cumplimiento de esta ley.322
Ucrania. Su Constitución prevé en el artículo 34 el derecho ciudadano
para obtener libremente información, así como guardarla, usarla y divul-
garla en forma oral, escrita o por otros medios de su elección. Por su parte,
la ley particular sobre esta materia establece el procedimiento para obtener la
información en cuestión, y contempla que la autoridad que reciba una peti-
ción tal, la atienda dentro de los diez días siguientes en que se le presen-
tó.323 En otro ordenamiento se requiere que los cuerpos públicos informen
a los medios de comunicación sobre sus respectivas actividades. En él se
garantiza libre acceso a tal información por parte de comunicadores, ex-
cepto en casos en que se prohíba por otra ley que rige los secretos de Esta-
do. Asimismo, se prohíbe el ejercicio de presiones sobre comunicadores y
la realización de actos que interfieran con sus actividades informativas.324
Del conjunto de leyes referidas se observa que en varias de ellas se ha-
ce una declaración de objetivos, a efecto de normar criterios de inter-
pretación. El ejemplo más relevante de una declaración con una gran aper-
tura es la perteneciente a Finlandia. En ella se señalan como objetivos a la
promoción del acceso y buena práctica gubernamental del manejo de la in-
formación. Asimismo, se otorga el derecho a personas físicas y morales
de dar seguimiento al ejercicio de la autoridad pública y el uso de recur-
sos económicos por ella misma para formar libremente una opinión, a

321 Constitución de Tailandia, B. E. 2534, 1991.


322 Official Information Act, B. E. 2540, 1970.
323 Act on Information. October 2, 1992/núm. 2657-XII.
324 Statute on the Order of Dissemination of Information on the Public Bodies and
Local Governments Activity by Mass-Media. September 23, 1997/núm. 539/97.
146 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

efecto de influir en el ejercicio de la autoridad pública, así como para prote-


ger sus derechos e intereses.325 De igual forma, se añade que estos objetivos
deben ser tomados en consideración en la toma de decisiones bajo esa ley.326
En torno al ejercicio del derecho de acceso a la información guberna-
mental, se contempla generalmente que éste se realice por el propio ciuda-
dano interesado, sin necesidad de asistencia especializada. Sin embargo,
en repetidas ocasiones un interesado puede encontrar serios problemas pa-
ra identificar la información que requiere o bien cómo precisarla técnica-
mente para su petición. Cabe señalar que incluso miembros de la sociedad
u organizaciones no gubernamentales —ONG’s— con mayores conoci-
mientos para solicitarla encuentran dificultades en este sentido.
Algunas legislaciones establecen la obligación de las autoridades públi-
cas para asistir y apoyar a un interesado en este quehacer. En otros casos se
impone la obligación sobre instancias gubernamentales de publicar guías
sobre las diversas clases de los registros que guardan. De esta manera, por
ejemplo, la legislación canadiense prevé una publicación de registros en
posesión de cada agencia o departamento federal.327 En los Estados Unidos
se requiere a las agencias gubernamentales publicar detalles sobre docu-
mentos develados previamente que sean susceptibles de ser buscados por
otros solicitantes.328 La ley finlandesa obliga a las autoridades públicas a
realizar las acciones conducentes para permitir un acceso más fácil a los
documentos en posesión del gobierno. Asimismo, se prevé publicar índi-
ces de los documentos que se encuentran en poder de las diversas autorida-
des. De igual forma, se establece que toda autoridad esté debidamente in-
formada sobre los derechos que aseguran el ejercicio de la libertad de
acceso a los documentos en su posesión.329 La ley sueca indica que las au-
toridades gubernamentales deben integrar un registro público de cada do-
cumento individual que ellos reciban o hayan producido en el ejercicio de
sus funciones, los cuales deben estar acompañados de una breve síntesis
sobre sus respectivos contenidos. Por lo que corresponde a los formatos de
solicitud, por regla general ellos son sencillos o simplemente se requiere
un escrito del interesado. En algunos casos la solicitud puede ser hasta en

325 Act on the Openness of Government Activities, 1999, section 3.


326 Ibidem, section 17.
327 Access to Information Act, 1982, section 5 (1) (b).
328 Freedom of Information Act, 5 U.S.C., section 552 (a) (2) (D) y (E).
329 Act on the Openness of Government Activities, 1999, section 18.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 147

forma verbal, tal como ocurre según lo previsto en las legislaciones danesa
y holandesa. Sin embargo, en otros países se requiere que en la solicitud
correspondiente se invoque expresamente el derecho que le asiste para pe-
dir la información en cuestión.
En numerosos países se permite sólo el acceso a documentos registra-
dos. Esto trae consigo riesgos para la libertad de acceso a la información,
en virtud de que puede haber autoridades que intencionalmente eviten un
registro cuando estiman que la información en cuestión no debe ser revela-
da. Sin embargo, también hay avances sustantivos a favor de esa libertad.
Por ejemplo, en la legislación danesa se establece que todo oficial guberna-
mental debe levantar un registro de toda información de hechos sobre los
que tengan conocimiento incluso en forma verbal.330 Por su parte, el orde-
namiento neozelandés va más allá y establece el derecho de acceso tanto a
información registrada como a la no registrada.331
Un ámbito de especial significado en la libertad de acceso a la informa-
ción corresponde a las excepciones. En general, las legislaciones incluyen
el mismo conjunto de ellas. Sin embargo, el alcance o grado de aplicación
varía de país a país. Por una parte están las excepciones que excluyen gru-
pos enteros de información. Toda información que se encuentre en uno de
esos grupos puede ser retenida por una autoridad pública aun cuando su de-
velación no cause daño alguno. Entre estos casos se encuentran los docu-
mentos surgidos o vinculados con reuniones del Consejo de Ministros o de
secretarios de Estado en Portugal,332 los documentos generados por o para
conocimiento de un tribunal o para una consulta legislativa en el Reino
Unido,333 documentos relativos a negociaciones con otros países, como
ocurre en Finlandia,334 documentos y material informativo reunido con el
propósito de integrar estadísticas públicas o investigación científica en Di-
namarca,335 registros de órganos regulatorios financieros en Estados Uni-
dos.336 En el mayor número de las legislaciones, las excepciones se definen
con la aplicación del respectivo enunciamiento de pruebas de daño. Estas

330 Act on Access to Public Administration Files/Act No. 572, December 19, 1985,
Article 6 (1).
331 Official Information Act, 1982, section 2 (1).
332 Promotion of Access to Information 2000, section 41 (1) (c).
333 Act on Free Access to Information, 41 (1) (a).
334 Freedom of Information Act, 1997, section 24 (1) (c).
335 Freedom of Information Act, Exemption 8.
336 Act on the Access to Public Information Files, section 10 (6).
148 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

pruebas pueden variar en cada orden jurídico. Por ejemplo, por lo que toca
a las relaciones internacionales, en Irlanda se aplica el que se afecte adver-
samente —affect adversely—,337 en Canadá, que se provoque un mal —be
injurious to—, en Sudáfrica que lesionen —prejudice—338 y en los Esta-
dos Unidos que dañen —damage—.339
En otras legislaciones se privilegia a la prueba de proporcionalidad en
lugar de la de daños. Por ejemplo, la ley danesa señala que el acceso a los
expedientes debe ser limitado cuando la protección es esencial respecto a
la protección de la política exterior danesa.340 En otras legislaciones se pre-
vé un balance más explícito entre los beneficios y daños de la develación
de la información. En este caso se encuentra por ejemplo Bélgica, donde se
autoriza la retención gubernamental de información cuando el beneficio
para el interés público no es superior a la necesidad de confidencialidad
con el propósito de proteger las relaciones internacionales de ese país.341
La misma fórmula se adoptó en Noruega.342
Por otro lado, las legislaciones contienen previsiones que brindan una
protección al razonamiento de las autoridades públicas conforme a las cua-
les forman sus bases y criterios para tomar una decisión. En algunos casos
se adoptan amplias definiciones. Por ejemplo, la ley danesa cae en este su-
puesto.343 La legislación holandesa contiene un mandato que prohíbe la de-
velación de información de opiniones personales sobre políticas conteni-
das en documentos para consulta interna gubernamental. En todo caso, las
opiniones personales sólo pueden ser dadas a conocer cuando ello favorece
al efectivo gobierno y conducción de orden democrático del país y de ma-
nera que no delate a algún individuo que haya formulado esa opinión; es
decir, se llega a conocer la opinión en el supuesto referido, pero no a quien
la emitió.344 El nombre de la persona que la haya emitido sólo puede ser da-
do a conocer con la anuencia del mismo.

337 Act on the Openness of Government Activities, 1999, section 24 (1).


338 Freedom of Information Act 2000, section 32.
339 Lei 65 / 93, artículo 4 (2).
340 Act on Access to Public Administration Files, section 13.1.2.
341 Act on Disclosure of Information by the Administration, Article 6.1.3.
342 Act Containing Regulations Governing Public Access to Government Information,
October 31, 1991, Section 10 (2) (a).
343 Act on the Access to Public Administration Files, section 7.
344 Act Containing Regulations Governing Public Access to Government Information,
October 31, 1991. Section 11.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 149

En la mayoría de los países referidos queda excluido de caer en una ex-


cepción aquella información de hechos sobre los que se adopta una deci-
sión. En legislaciones como la danesa, la sueca y la australiana así están ex-
plícitamente previstas.345 El ordenamiento jurídico más destacado en esta
cuestión es el de Irlanda, donde se prohíbe expresamente el colocar como
excepción al acceso a la información sobre hechos y aquella en materia de
estadísticas. Esta legislación va aún más allá, al establecer que todo análi-
sis que sea resultado de la anterior información también debe ser propor-
cionado en caso de ser solicitado.346

2. Desarrollo e implementación de normas en materia


de acceso a la información

La libertad de divulgar noticias, en opinión de numerosos estudiosos


de la materia, puede tener un significado reducido sin la libertad de tener
acceso a la obtención de información gubernamental. Tal y como se seña-
ló con antelación, esta parte aborda el caso de Estados Unidos contrastán-
dolo con algunos otros países.
La Corte Suprema de los Estados Unidos ha sostenido que la primera
enmienda constitucional no protege la obtención de dicha información en el
mismo grado que garantiza el derecho de difundir noticias por medios im-
presos o electrónicos. La Corte Suprema, a través de sus decisiones en nu-
merosos juicios, ha establecido tres principios en la obtención de esa infor-
mación. Ellos son, primero, la primera enmienda no garantiza el derecho a
obtener información gubernamental. Segundo, los periodistas y comunica-
dores no tienen más amplios o más derechos de acceso a la información que
algún otro miembro de la sociedad. Tercero, la necesidad de acceso a infor-
mación gubernamental se debe equilibrar frente a otras necesidades socia-
les. De esta forma, en el juicio Branzburg vs. Hayes, ese tribunal superior
señaló que generalmente se ha sostenido que la primera enmienda no ga-
rantiza a la prensa un derecho constitucional de acceso especial a la infor-
mación que no está disponible para el público. A pesar del hecho de que la
obtención de información pueda ser obstaculizada, también es cierto que

345 Dinamarca: Act on Access to Public Administration Files, section 11(1); Suecia:
Freedom of the Press Act, Article 9; Australia: Freedom of Information Act 1982, Sec-
tion 36(5).
346 Freedom of Information Act 1997, section 20(2) (b).
150 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

los medios tienen acceso a un gran número de fuentes públicas. Aquellos


que trabajan en los medios no tienen el derecho constitucional de acceso a
los escenarios donde se ha cometido un crimen o un desastre cuando ello
está prohibido al público en general. Asimismo, se les debe prohibir la ob-
tención o difusión de información relativa a juicios, cuando sea necesario
asegurar a un acusado un juicio justo ante un tribunal imparcial.347
Asimismo, la Corte Suprema ha indicado la existencia de limitaciones
respecto al acceso para obtener información en casos de prisiones. Por
ejemplo en el juicio Procunier vs. Pell, por una votación de cinco a cuatro
jueces, se determinó que una prisión podía impedir el acceso de medios de
comunicación para entrevistar a prisioneros, y que esas regulaciones de la
autoridad carcelaria no violaban el derecho constitucional de libertad de
prensa. La Corte Suprema también sostuvo en ese juicio que la primera y
decimocuarta enmiendas prohíben al gobierno el interferir en el ejercicio
de la información de medios. Sin embargo, la Constitución no impone al
gobierno la obligación de dar acceso a los medios, a la información que no
está abierta para el resto de la ciudadanía. En este sentido, el juez Potter
Stewart afirmó que una cosa es decir que el periodista es libre de buscar las
fuentes de información que no están disponibles a todos los miembros de la
sociedad, y otra totalmente distinta, el afirmar que la Constitución impone
la obligación al gobierno de brindar a los periodistas toda fuente de infor-
mación que no está disponible al público en general.348
Los criterios señalados se repitieron en casos posteriores. Entre ellos
destaca uno, debido a la explicación utilizada para dar solución a tales con-
troversias. Así, en Houchins vs. KQED, el juez Burger sostuvo que la res-
puesta a la problemática del acceso a la información tenía que buscarse en
el proceso político —political process—. Citando al juez Stewart, Burger
señaló: “The Constitution itself is neither a Freedom of Information Act
nor an Official Secrets Act. The Constitution… establishes the contest (for
information), not its resolution. Congress may provide a resolution, at least
in some instances… For the rest, we must rely, as so often in our system we
must, on the tug and pull of the political forces in American society”.349 La
posición de Burger fue evitar que el Poder Judicial decidiera quién tendría

347 408 U.S. 665, 684-685, Media Law Rep. 2617, 2624-2625(1972).
348 417 U.S. 817, 834, 1 Media Law Rep. 2379, 2386 (1974).
349 438 U.S. 1, 14-15, 3 Media Law Rep. 2521, 2526 (1978).
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 151

acceso a la información gubernamental, a qué información gubernamental


y bajo qué condiciones.
Por lo que toca concretamente a la interpretación judicial del contenido
de la ley que rige específicamente el acceso a la información gubernamen-
tal —The Freedom of Information Act—, la Corte Suprema ha hecho di-
versos señalamientos. Algunos de ellos se han vertido sobre las nueve
excepciones contenidas en ésta. Al respecto, esa instancia judicial ha indica-
do que tales excepciones no pueden ser para obstaculizar el acceso a la in-
formación.350
Por otra parte, la Corte Suprema se ha visto obligada a definir el alcance
de términos utilizados por esa ley. De esta manera, por lo que toca al término
“agency”, indicó que éste incluía cualquier departamento ejecutivo, depar-
tamento militar, corporación gubernamental, alguna otra institución de-
pendiente del Poder Ejecutivo o cualquier agencia regulatoria indepen-
diente.351 Otro término que ha requerido definición judicial por ese
tribunal superior es “record”. Esta ley se aplica a registros tangibles y no a
intangibles. La ley no define el término en cuestión; sin embargo, dos crite-
rios rigen lo que se entiende como tal: si el material en cuestión es maneja-
ble como registro, y si éste puede ser copiado o reproducido. Dentro de este
término se incluyen papeles, cintas grabadas, fotografías, impresiones
computarizadas. Los objetos físicos como armas no caen dentro de ese tér-
mino, porque aun cuando puede representar una evidencia de un acto gu-
bernamental, éste no puede ser reproducido. Por su parte, la Corte Suprema
en el juicio Forsham v. Harris determinó que los registros incluyen sólo a
aquellos que han sido integrados u obtenidos por una agencia federal del
gobierno.352 Por lo que corresponde al acceso a esos registros, en el juicio
Kissinger v. Reports Committee for Freedom of the Press, la Corte Supre-
ma indicó que la ley requiere a las autoridades gubernamentales brindar
acceso a los registros que están en su poder.353 Asimismo, ha señalado que
una agencia federal no retiene indebidamente un registro si éste ha sido en-
viado a otra instancia previamente a que se haya formulado la solicitud co-
rrespondiente. La ley sólo obliga a las agencias del gobierno a brindar la

350 Department of Air Force v. Rose, 425 U.S. 352, Media Law Rep. 2509 (1976).
351 “…any executive department, military department, Government corporation, Go-
vernment controlled corporation or other establishment in the executive branch of the fe-
deral government… or any independent regulatory agency” (5 U.S.C. sec 552 (f) (1988).
352 445 U.S. 169, 5 Media Law Rep. 2473 (1980).
353 445 U.S. 136, 6 Media Law Rep. 1001 (1980).
152 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

información en su poder, no les impone crear, detener el envío a otra insti-


tución del gobierno o integrar documentos que no posee. Esta interpreta-
ción, presentada por el juez Stevens en una opinión disidente, alienta a las
autoridades a no dar acceso a alguna información a través de su remisión a
otra instancia del gobierno.354 Asimismo, la Corte Suprema ha señalado
que una agencia del gobierno no puede negar el acceso a una información,
simplemente porque ella también se encuentra en alguna otra agencia. Si la
intención del legislador hubiera sido esa, argumentó la Corte, entonces lo
hubiera indicado como una excepción, pero esto no fue así.355
De acuerdo con la Freedom of Information Act, toda persona puede so-
licitar el acceso a información federal. En este caso se incluye a todo indi-
viduo independientemente de su nacionalidad, así como personas actuan-
do en representación de organizaciones privadas. No se hace necesario que
haya un “interés público” para permitir el acceso en cuestión. Para el Poder
Judicial, todo individuo tiene igual derecho en los términos de su propio
interés para recibir la información solicitada.356
La confidencialidad o secreto de información gubernamental también
ha sido materia de pronunciamientos por la Corte Suprema. En el juicio co-
nocido como Pentagon Papers, el gobierno intentó impedir la publicación
de un estudio clasificado sobre las políticas gubernamentales en Viet-Nam,
por los periódicos Washington Post y New York Times. Esos diarios habían
obtenido dicho estudio a través de una fuente no autorizada, la cual era un
empleado del gobierno. La Corte Suprema reconoció el derecho de esos
medios para realizar la publicación en cuestión. Dicha conclusión no fue
unánime, sino que hubo opiniones contrarias. La mayoría determinó que la
publicación del material no representaba un peligro real para la seguridad
nacional y, en consecuencia, el criterio establecido en el juicio Near vs.
Minnesota, que facultaba al gobierno para impedir publicaciones, no pro-
cedía en esa ocasión. Este caso revela que puede haber en todo momento
puertas abiertas para impedir una censura gubernamental, si se tiene en-
frente una prensa fuerte, que sepa sostener jurídicamente su causa, tal y co-
mo es el informar a la ciudadanía.
En Inglaterra también se observa una prensa enérgica para brindar infor-
mación a la sociedad sobre las actividades gubernamentales. En este país,

354 445 U.S. 161, Media Law Rep. 1012.


355 Department of Justice vs. Tax Analysts, 492 U.S. 136, 144-145.
356 Durns v. Bureau of Prisons, 804 F. 2d 701,706 (D.C. Circ. 1986).
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 153

el conflicto entre el secreto sobre asuntos nacionales y su información al


público, se busca resolver con base en ordenamientos e instituciones espe-
cíficas. De esta forma, de acuerdo con el ordenamiento conocido como The
Official Secrets Act de 1911, reformado en 1989, se pueden llevar a cabo
acciones penales en contra de aquellos que hayan realizado publicaciones
que dañen los intereses nacionales en diversos campos, tales como en se-
guridad nacional, servicios de inteligencia e investigaciones criminales.
Adicionalmente, existe un grupo de oficiales gubernamentales encargados
de revisar todo material que contenga información sobre los campos ante-
riormente referidos, con la obligación de emitir notas que son conocidas
como “private and confidential notices”, las cuales coloquialmente son re-
feridas como “D-notices”, y contienen recomendaciones para la no publi-
cación de alguna información.
Por otra parte, en los Estados Unidos se adoptó una ley en 1798 denomi-
nada The Sedition Act, la cual prohibió la publicación falsa, escandalosa y
malintencionada en contra del gobierno de los Estados Unidos. En la prác-
tica, esta ley representó una importante barrera para la publicación de noti-
cias por un diario. La Corte Suprema no tuvo oportunidad de pronunciarse
sobre la validez de esa ley. Sin embargo, la ciudadanía tuvo oportunidad de
manifestarse al respecto, cuando en las elecciones federales de 1800 ese
ordenamiento jurídico fue cuestionado durante la campaña del posterior-
mente partido ganador. En consecuencia, esa ley fue derogada en 1801, y
el entonces presidente Jefferson emitió un perdón a todos aquellos que ha-
bían sido sancionados con base en ella.
Curiosamente, definiciones con mayor trascendencia sobre este tema no
se encuentran hasta muchos años después a través de un pronunciamiento
de la Corte Suprema en el juicio New York vs. Sullivan.357 Este juicio sur-
gió debido a la publicación hecha por un grupo de ciudadanos en el New
York Times, donde anunciaban un movimiento de derechos civiles en el sur
del país y solicitaban aportaciones para ello. En este desplegado se critica-
ba la conducta de la policía de Montgomery, Alabama, durante una mani-
festación que había sido reprimida por ella. Esa policía presentó una de-
manda basada en que los hechos referidos en tal desplegado no eran ciertos
y que las críticas no sólo eran en contra de esa policía, sino en contra de su
titular, L. B. Sullivan, los cuales constituían críticas insoslayables contra
su persona. La Corte Suprema encontró que en efecto había declaraciones

357 376 U.S. 254, 1 Media Law Rep. 1527 (1964).


154 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

falsas, y determinó una compensación económica a favor de Sullivan por


500,000 dólares. En esa oportunidad, el juez William Brennan sostuvo que
aun cuando la referida Sedition Act nunca fue analizada por la Corte Su-
prema, los pronunciamientos a favor o en contra del contenido durante su
vigencia habían sido materia de discusión para construir un criterio. Asi-
mismo, indicó que era necesario precisar que las acciones judiciales inicia-
das por oficiales gubernamentales sólo eran procedentes si ellas probaban
que el contenido en una información que se publicaba en un medio se hacía
con el conocimiento de que ella era falsa o simplemente se hacía una afir-
mación sin sustento alguno. El criterio sostenido en este juicio continúa vi-
gente y ha servido para sostener una actitud más agresiva de la ciudadanía
sobre la información de las actividades gubernamentales.
En el Reino Unido no se ha seguido el ejemplo anterior. En este país, no
hay disposiciones legales específicas que distingan entre un individuo con
la calidad de servidor público, de otro actuando simplemente como ciuda-
dano para ejercer acciones judiciales contra publicaciones que les ofendan.
No hay alguna base que sirva para regir un criterio como lo representa el
juicio New York vs. Sullivan. Cada demandado tiene la obligación de pro-
bar la verdad de lo que ha publicado. El resultado ha sido que hay un mayor
número de sentencias judiciales en contra de los medios y una más amplia
autocensura interna previo a la publicación de algún material.
Por otro lado, la idea de que el pueblo tiene el derecho a contar con in-
formación para decidir, cobra un lugar jurídico efectivo en las democracias
occidentales hasta mediados del siglo XX. Anteriormente los gobiernos
simplemente rechazaban develar sus expedientes confidenciales. La ex-
cepción a la regla es el caso de Suecia, donde el derecho a obtener informa-
ción gubernamental se estableció hace más de doscientos años. Así, la de-
nominada The Freedom of the Press Act, de 1766, garantizó el acceso a
material documental contenido en cualquier expediente gubernamental.
Esta garantía, sujeta a diversas excepciones, se encuentra establecida en el
texto constitucional sueco.
Por lo que respecta a otras democracias, el paso más importante se en-
cuentra en los Estados Unidos con la aprobación de la ley denominada The
Freedom of Information Act, de 1966. Esta ley establece con amplia preci-
sión el camino para que un ciudadano pueda obtener información guberna-
mental, así como las condiciones para que tal acceso pueda ser negado por
el gobierno. En su contenido también se encuentran disposiciones que nor-
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 155

man directamente el actuar de departamentos del gabinete presidencial, de


comisiones independientes y de otras agencias del Poder Ejecutivo. Nin-
guna de sus normas se aplica al Poder Legislativo o Judicial. Una de las
más importantes características de esta ley es que el individuo que busque
una información gubernamental no tiene que revelar la causa que lo moti-
va. Es decir, no se establece una condición de necesidad para obtener infor-
mación. Una vez que se ha hecho la solicitud correspondiente, toda oficina
dependiente del Poder Ejecutivo debe brindar la información respectiva,
salvo que encuentre un fundamento dentro de los establecidos por esa mis-
ma ley para negarla. Si un documento contiene información que de acuer-
do con esa ley no debe darse, entonces el resto de la información sí debe ser
entregada al solicitante en cuestión. Si esa oficina se niega a otorgar la in-
formación solicitada, sin encontrar el debido sustento para hacerlo así, en-
tonces el peticionario puede acudir a ejercer su acción ante una corte fede-
ral. En caso de darse este supuesto, la instancia gubernamental involucrada
tiene la obligación de demostrar todo lo que le llevó a negar la información
requerida.
Entre las excepciones bajo las cuales se puede negar una información gu-
bernamental a un ciudadano, están las siguientes: 1) Divulgación de datos
debidamente clasificados y designados como material secreto sobre defensa
nacional o política exterior, a través de una orden del Ejecutivo. El Ejecutivo
no puede simplemente calificar como “clasificada” una información, porque
un acto tal siempre estará sujeto a la revisión del Poder Judicial. 2) Datos re-
lativos a secretos comerciales, cuando ellos contengan información que
pueda ser usada por un competidor comercial. 3) Información cuya devela-
ción pública pueda constituir una clara invasión sin una debida razón de la
privacidad personal. 4) Registros sobre el ejercicio del cumplimiento de
la ley, que pongan en riesgo a los oficiales involucrados en tal función.
Las excepciones fueron construidas con base en el principio de que debe
haber un balance entre el fin de tener un gobierno abierto al escrutinio de la
sociedad y el dejar un espacio también primordial a otros valores de la so-
ciedad. Cabe destacar que en términos prácticos, más del 90 por ciento de
las solicitudes formuladas bajo la The Freedom of Information Act son res-
pondidas en un sentido afirmativo. Las bases sobre las que se construyó es-
ta ley han sido también aplicadas en otros países para la elaboración y
aprobación de sus ordenamientos jurídicos en esa materia. Tal es el caso de
Canadá, Francia, Australia y Nueva Zelanda.
156 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

De esta forma, por ejemplo, Canadá cuenta con la denominada Cana-


dian Access to Information Act, de 1983. En ella se establecen preceptos
para ayudar al ciudadano en sus solicitudes de información en poder del
gobierno. Este ordenamiento señala que cualquier ciudadano canadiense o
residente permanente en ese país puede tener acceso a los registros guber-
namentales. También en ella se prevén excepciones semejantes a las esta-
blecidas en el ordenamiento equivalente de los Estados Unidos, pero a las
cuales se agregan otras como puede ser la información que lesione las rela-
ciones entre la federación y las provincias de ese país, así como datos que
perjudiquen los intereses financieros del gobierno de Canadá. En este or-
denamiento también se contempla la operación de un comisionado para co-
nocer de toda queja en ese ámbito. Este comisionado funciona como un
ombudsman que investiga denuncias de ciudadanos a los que se les ha de-
negado una información gubernamental. Este comisionado reporta directa-
mente al Parlamento y puede actuar sin necesidad de formalidades legales.
Las acciones ante instancias judiciales están abiertas para el ciudadano in-
conforme, pero en la práctica ello ocurre en muy contadas ocasiones, a di-
ferencia de lo que acontece en los Estados Unidos.
Además de esta ley, se han aprobado otros ordenamientos dirigidos a
asegurar el acceso del público a información gubernamental. De esta for-
ma, el Congreso norteamericano aprobó en 1976 la denominada Sunshi-
ne Act, la cual abrió a la ciudadanía las reuniones multiinstitucionales de
agencias federales. Siguiendo el espíritu de la Freedom of Information
Act, este ordenamiento establece excepciones. En caso de ocurrir una de
ellas durante alguna reunión celebrada a puertas cerradas deberá levantarse
el acta correspondiente y guardarse en forma confidencial. En el supuesto
de que un individuo considere que no hubo un fundamento correcto para
cerrar una de esas reuniones al público, éste podrá ejercer su derecho a
obtener la información deseada ante el tribunal judicial competente. Las
excepciones contenidas en la Sunshine Act son muy semejantes a las pre-
vistas en la Freedom of Information Act. Esta ley ha sido vista en forma
positiva por la ciudadanía, y su contenido se ha seguido por otras legisla-
ciones a nivel estatal.
Adicionalmente, se encuentra otra legislación más reciente. En 1978, el
Congreso aprobó la Ethics in Government Act, la cual contribuyó a forta-
lecer el principio de la información del gobierno abierta al público. En ella
se pone una atención al conflicto de valores que llega a ocurrir con ese
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 157

principio. Su alcance es mayor que las dos leyes anteriormente referidas,


en virtud de que su aplicación cubre a los poderes Legislativo y Judicial.
Este ordenamiento impone obligaciones de información en materia finan-
ciera sobre oficiales del gobierno, a efecto de conocer si los ingresos obte-
nidos a través de sus funciones son coincidentes con sus cuentas privadas.
La oficina encargada de esa tarea se denomina Office of Government
Ethics, y los datos obtenidos por ella, así como las correspondientes con-
clusiones a que llegue, deben ser brindados a quien las solicite.
En contraste con los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelan-
da, no hay una ley específica que proteja la libertad a la información en el
Reino Unido. En su lugar hay diversos ordenamientos jurídicos, que ga-
rantizan el acceso a registros gubernamentales en áreas específicas. Como
resultado de lo anterior, el gobierno debe dar la información solicitada por
un individuo salvo que exista una excepción debidamente fundada. El ciu-
dadano del Reino Unido interesado en obtener una información del gobier-
no debe mostrar que el material en cuestión cae en un área donde su obten-
ción es permitida.
El ordenamiento que marca un punto significativo en el acceso a la in-
formación gubernamental en el Reino Unido es el conocido como The Da-
ta Protection Act, de 1984, a través del cual se otorga el derecho a todo ciu-
dadano de ver sus respectivos registros computarizados con datos. Esta ley
se concentra en la protección a la reputación del propio individuo y no
principalmente para asegurar el acceso informativo sobre los trabajos del
gobierno. Ella ha sido ampliada para cubrir el derecho de un miembro de la
sociedad, que desee obtener registros no computarizados sobre él mismo
en el ámbito médico, escolar y de trabajo social. De alguna forma, una más
amplia libertad de información se encuentra en otro ordenamiento conoci-
do como The Environment and Safety Information Act, de 1988. En ella se
establece la obligación de publicar las acciones llevadas a cabo, para dar
cumplimiento a las leyes en materia de medio ambiente y seguridad contra
empresas que las violan.
Por otra parte, en la Unión Europea actualmente se están llevando a ca-
bo reuniones y deliberaciones para la integración de un ordenamiento ju-
rídico que norme el acceso a la información gubernamental de los países
miembros. En ellas han intervenido además de representantes de esa
Unión, organizaciones de la sociedad civil tales como la “European Citi-
zens Action Service”, “European Environmental Bureau”, “European Fe-
158 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

deration of Journalists” y “Statewatch”. Los representantes de esa Unión y


de miembros de esas organizaciones civiles han hecho diversos señala-
mientos, entre los que destacan los que se comentan a continuación. En fe-
brero del 2001, en una reunión organizada por “Statewatch” y la “Euro-
pean Federation of Journalists”, el titular ejecutivo del Comité sobre
Libertades y Derechos Ciudadanos del Parlamento Europeo indicó que
una parte central del debate se encuentra en la lista de excepciones que se
impone sobre el principio de libre acceso. Otro asunto central —añadió—
es el temor de ciertos miembros de que las autoridades de la Unión Euro-
pea adopten normas en esa materia que sean más restrictivas que las inter-
nas de cada nación y, por tanto, influyan en un sentido negativo sobre sus
propias legislaturas, generando un campo fértil contra la idea del gobierno
abierto. Por su parte, los representantes de Suecia consideraron que otros
países habían sido críticos de la apertura a la información que prevalecía en
su país. Asimismo, señalaron que los puntos más delicados que debían re-
cibir una atención especial eran el listado de restricciones, los documentos
sensitivos y la implementación de preceptos por Estados miembros.
La “European Federation of Journalist” sostuvo que la tarea de los me-
dios involucraba informar al ciudadano con transparencia. Asimismo, afir-
mó que los procesos, reglas y documentos para lograr un acceso a la infor-
mación gubernamental son muy complicados. Por tanto, era crucial que
ellos fueran claros, precisos y simples. Se hizo énfasis en que era necesario
encontrar soluciones partiendo de la base de que ello no era una necesidad
de interés nacional, sino del interés ciudadano. La voz académica también
tuvo una expresión a través del representante de la Universidad de Utrecht,
quien subrayó que el derecho a obtener información gubernamental era un
pilar de la democracia. Asimismo, en esa reunión se insistió que de acuerdo
con el artículo 255 del Tratado de Ámsterdam, la Unión Europea debía
contar con un proyecto de código que normara el acceso a la información
para el 1 de mayo del 2001.358
La elaboración de este código ha sido sujeta de diversas y opuestas ob-
servaciones sobre su contenido. Por ejemplo, la European Federation of
Journalist adoptó una resolución el 25 de marzo del 2001, donde señala su
rechazo a las propuestas conforme a las cuales se elaboraba el ordenamien-
to en cuestión que se encontraba bajo discusión por el Consejo de Minis-

358 Report of meeting: Call for an Open Europe. Views from civil society on access to
E. U. documents. European Parliament, 27 February 2001.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 159

tros del Parlamento Europeo. Ello se debía a que tales propuestas no reu-
nían los requisitos de transparencia y creación de un gobierno abierto
dentro de las instituciones de la Unión Europea, tal y como había sido acor-
dado en el Tratado de Ámsterdam. Adicionalmente, esa asociación de pe-
riodistas deploró el hecho de que el proceso legal para la elaboración de ese
código estuviese siendo llevado a cabo en forma por demás secreta, lo cual
cerraba a la ciudadanía la posibilidad de participar en su configuración. Su
propuesta fue contundente, el código referido debía ser construido sobre
las bases siguientes: la ciudadanía debe tener participación en su integra-
ción y en las decisiones que construyan tal ordenamiento; se debe abrir el
acceso a toda la información, incluida aquella calificada como clasificada;
las excepciones a la regla anterior deben estar establecidas en formas preci-
sas, bien definidas y mínimas; debe ser aplicado a todas las instituciones de
la Unión Europea, incluidas las judiciales; la solicitud de información no
debe ser acompañada de alguna razón que la apoye y debe haber un dere-
cho al anonimato; la entrega de la información debe ser expedita; debe ha-
ber un derecho a apelar ante un órgano independiente y sin costo alguno;
los servidores públicos deben tener un derecho y obligación de divulgar in-
formación, aun si ésta no ha sido solicitada por algún interesado o cuando
algún oficial del gobierno la oculte en detrimento del interés público. Res-
pecto a este último supuesto, se ha señalado que el servidor público debe
gozar de una protección. Por otro lado, se considera que se debe llevar a ca-
bo un proceso de educación sobre la naturaleza y operación del principio
del gobierno abierto, tanto con los servidores públicos como con la socie-
dad en general.359
La anterior propuesta se extendió entre más organizaciones ciudadanas,
las cuales presentaron su oposición al proyecto de código para normar el
acceso a la información contenida en documentos de la Unión Europea. De
esta forma, haciendo alusión al documento que se estudiaba en el Consejo
de esa Unión, tales organizaciones indicaron que tal propuesta debilitaba
derechos vigentes de la ciudadanía, no seguía el espíritu del Tratado de
Ámsterdam y se erosionaban los niveles democráticos.360

359 EFJ Statement on Access to Information. March 25, 2001.


360 Open letter from civil society on the new code of access to documents of the E. U.
institutions. May 2, 2001.
160 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

3. Acceso del Poder Legislativo a información del Poder Ejecutivo

En esta parte resulta relevante hacer referencia al caso de los Estados


Unidos, donde se pueden encontrar condiciones legales y prácticas que ri-
gen la relación entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, que son
ilustrativas en materia de acceso a “información clasificada”.
En ese país, la “información clasificada” cae dentro del ámbito adminis-
trativo del Poder Ejecutivo. Esa información incluye temas de seguridad
nacional; consecuentemente, es considerada como materia que merece un
cuidado especial. El Poder Ejecutivo regularmente brinda información al
Congreso –tanto a comités como individualmente a sus miembros.
La amplitud de la autoridad del Congreso para obtener “información
clasificada” del Poder Ejecutivo, así como la autoridad de este poder para
retener dicha información, nunca han sido consultadas ante la Corte Supre-
ma. Consecuentemente, estas cuestiones permanecen sujetas a diversas in-
terpretaciones y controversias. Un punto de vista es que el Congreso tiene
la capacidad de obtener toda la información que desee. Sólo se exceptúa
una mínima subcategoría de información en materia de seguridad nacional
que caiga dentro del privilegio presidencial abierto para la deliberación
personal sobre una cuestión específica. Por otra parte, los defensores del
Poder Ejecutivo argumentan que éste tiene una muy amplia autoridad para
denegar solicitudes del Congreso sobre información clasificada. En la
práctica, el Ejecutivo brinda rutinariamente una gran cantidad de informa-
ción al Legislativo. La mayor parte de las solicitudes de información se re-
suelven mediante una negociación entre ambos poderes.
La autoridad del Congreso para obtener información del Poder Ejecuti-
vo no está explícitamente establecida en la Constitución. Esta capacidad se
deriva de otras facultades constitucionales, incluidas las de legislar, autori-
zar el presupuesto federal y sancionar nombramientos presidenciales. Adi-
cionalmente, los principios generales de supervisión y rendición de cuen-
tas sobre los que se construye la separación de poderes requieren que el
Congreso esté ampliamente informado respecto a las actividades y mate-
rias de conocimiento del Poder Ejecutivo.
Por otra parte, existen otras normas y disposiciones que obligan al Poder
Ejecutivo a brindar información al Legislativo en materias específicas, lo
cual llega a involucrar “información clasificada”. Entre ellas se encuentra
la denominada The Intelligence Oversight Act, la cual establece en su ar-
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 161

tículo 501 diversas disposiciones al respecto. Por ejemplo, sus incisos a, b


y c establecen que el presidente asegurará que los Comités de Inteligencia
del Congreso estén actualizados y plenamente informados sobre las activi-
dades de inteligencia de los Estados Unidos; que cualquier actividad de in-
teligencia ilegal sea reportada de inmediato a estos comités, así como las
medidas correctivas que hayan sido tomadas o se planean implementar res-
pecto a la actividad ilegal realizada. Asimismo, se señala que la Cámara de
Diputados y la de Senadores establezcan cada una, ya sea por reglamento o
resolución respectiva, los procedimientos para proteger la difusión de in-
formación clasificada y de toda aquella relativa a las fuentes y métodos de
inteligencia que es brindada a los Comités Congresionales de Inteligencia
o a los miembros del Congreso desarrollando funciones de esa naturaleza.
Adicionalmente, el artículo 502 de esa ley señala que en la medida en
que sea consistente con la debida consideración para la protección de la in-
formación clasificada relativa a fuentes y métodos sensitivos de inteligen-
cia u otras materias sensitivas excepcionales, el director general de la
Agencia Central de Inteligencia y los titulares de todos los departamentos,
agencias y otras entidades del gobierno de los Estados Unidos involucra-
dos en servicios de tal naturaleza deberán brindar a los comités de inteli-
gencia toda información o material sobre actividades de ese orden, aparte
de aquellas acciones cubiertas —covert actions— bajo su jurisdicción o
control y las cuales sean requeridas por alguno de los comités de inteligen-
cia con el propósito de cumplir con las responsabilidades autorizadas.
Esta ley, asimismo, establece diversas disposiciones para la develación
de información sobre actividades cubiertas, y sobre otras de inteligencia.
Debe destacarse que la información sobre actividades de inteligencia es tan
sólo un tipo de información clasificada. Existen otros estatutos que esta-
blecen normas específicas en materia de relaciones exteriores, acciones
militares, sistemas de armamento y facultades para el cumplimiento de la
ley. Adicionalmente, el Congreso norteamericano adopta reglas adminis-
trativas sobre el acceso de ese cuerpo legislativo a la información. Por
ejemplo, el ordenamiento del Senado, denominado S. Res. 400, establece
en su sección 11 (b) que el Senado entiende que el titular de cualquier de-
partamento o agencia de los Estados Unidos involucrado en alguna activi-
dad de inteligencia deberá brindar toda información o documentos que se
encuentren en posesión, custodia o bajo control de ese departamento o
agencia, o persona pagada por ese departamento o agencia, siempre que
162 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

sea requerido por el comité congresional competente y dentro de su respec-


tiva jurisdicción.
De hecho, los procedimientos específicos a través de los cuales el Con-
greso obtiene información clasificada son en función de las reglas que
adopten por resolución la Cámara de Diputados y Senadores, respectiva-
mente. En cada una de esas Cámaras hay comités de inteligencia, los cuales
aprueban los presupuestos y supervisan las actividades de las agencias de
inteligencia. Esos comités conducen la mayor parte de su trabajo en forma
confidencial y secreta. Consecuentemente, sus audiencias son por regla
privadas y, por tanto, no hay un acceso al público. En ambas Cámaras, los
comités judiciales también tienen jurisdicción sobre el Departamento Fe-
deral de Inteligencia denominado Federal Bureau of Intelligence —FBI—,
que es la entidad administrativa facultada por ley para realizar actividades
de contrainteligencia nacional.
Por principio, todos y cada uno de los miembros del Congreso tienen ac-
ceso a cada nivel de información clasificada. Sin embargo la “información
clasificada” sobre ciertas materias puede hacerse disponible en forma más
fácil o negarse al conocimiento de ese cuerpo legislativo. Por ejemplo, la
información clasificada sobre programas de armamento, análisis de inte-
ligencia, actividades diplomáticas o actividades encubiertas se brinda ru-
tinariamente al Congreso. Por otra parte, el Poder Ejecutivo es más reti-
cente de brindar información respecto a la protección de informantes y
agentes de inteligencia encubiertos, y detalles sobre investigaciones cri-
minales en curso. El Poder Ejecutivo sostiene, y el Poder Judicial tam-
bién lo ha estimado así, que hay un privilegio del Ejecutivo —denominado
executive privilege—, que otorga al presidente la posibilidad de no entre-
gar información porque así lo estime conveniente. Esta información puede
ser considerada o no como clasificada.
Además de los requisitos impuestos sobre el Poder Ejecutivo de reportar
regularmente y las previsiones para las solicitudes específicas del Congre-
so, se han tomado otras medidas para asegurar que el Congreso sea ple-
namente informado. Algunas veces el Poder Ejecutivo puede retener infor-
mación que incluso el mismo Congreso ignore que existe y, por tanto, dejar
de pedirla. Si el Poder Ejecutivo oculta información, se tiene contemplado
el supuesto de que algún miembro de una agencia o departamento con co-
nocimiento sobre una información tal informe sobre la situación en cues-
tión al Congreso. En este caso, ese individuo obtiene una protección. Las
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE ACCESO A LA INFORMACIÓN 163

leyes que norman esta situación están dirigidas a proteger el interés del
Congreso para recibir información precisa y oportuna sobre agencias gu-
bernamentales, y su operación donde tiene la obligación de ejercer una su-
pervisión.
Por último, cabe destacar que en el ámbito académico no existe una
coincidencia respecto al posible derecho del Congreso para legislar a efec-
to de definir la información que debe ser clasificada. A pesar de que la Cor-
te Suprema no se ha pronunciado en este orden, la tendencia más fuerte es
aquella que considera que, en efecto, el Congreso sí tiene la facultad para
proceder en ese sentido.
CAPÍTULO SEXTO
LA OPINIÓN PÚBLICA

I. Antecedentes y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168


II. La evolución del estudio y análisis de la opinión pública . . 168
III. Opinión pública y democracia . . . . . . . . . . . . . . . . 174
IV. Opinión pública y consenso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
V. El debate Dewey-Lippmann. . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
CAPÍTULO SEXTO
LA OPINIÓN PÚBLICA

If a democracy is to exist, the belief must be


widespread that public opinion, at least in the
long run, affects the course of public action.
V. O. KEY Jr.

Yet the most significant change in our time is


the recognition that public opinion is not
simply to be obeyed or evaded, but that it may
be molded and directed to suit given interests.
Francis G. WILSON

La opinión pública involucra a la soberanía del pueblo como el factor pa-


ra determinar la dirección a seguir por un gobierno, de acuerdo con los
principios del gobierno de las mayorías, de la representación política y
de procesos de toma de decisiones. Sin embargo, dicha relación está sujeta
a contradicciones y, consecuentemente, a cuestionamientos. Ello ha sido
expuesto por diversos autores, tal y como es el caso de Wilson, quien esti-
ma que el desarrollo de las ideas sobre la soberanía del pueblo y la partici-
pación no se han desarrollado paralela y simultáneamente con la idea de la
libre expresión.361
La opinión pública debe tomarse como una voz que expresa un sentir
compartido por integrantes de la sociedad. Ella puede formarse en su con-
junto con la participación de impresiones, pláticas, apreciaciones, comen-
tarios, discusiones y análisis sobre diversos aconteceres que inciden en la
esfera pública. En la democracia resulta necesario, para su debido desarro-
llo, el que esa opinión pública tome como punto de partida y se apoye in-
dispensablemente en una información real, veraz, objetiva e imparcial. De

361 Graham Wilson, Francis, A Theory of Public Opinion, Chicago, Regnery, 1962, p. 5.

165
166 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

esta forma, puede aseverarse, tal y como lo ha señalado Sartori, que la de-
mocracia se define como un gobierno de opinión.362 Al respecto, puede
añadirse que mientras más debidamente informada esté esa opinión públi-
ca, más oportunidad habrá de tener un gobierno democrático. El politólogo
italiano añade, asimismo, que “Si la democracia tuviera que ser un sistema
de gobierno guiado y controlado por la opinión de los gobernados, enton-
ces la pregunta que nos deberíamos replantear es: ¿Cómo nace y cómo se
forma una opinión pública?” La respuesta de Sartori es breve: “Casi siem-
pre, o con mucha frecuencia, la opinión pública es un ‘dato’ que se da por
descontado. Existe y con eso es suficiente”.363
Sartori precisa que:

...la noción pública denomina sobre todo opiniones generalizadas del pú-
blico, opiniones endógenas, las cuales son del público en el sentido de que
el público es realmente el sujeto principal. Debemos añadir que una opinión
se denomina pública no sólo porque es del público, sino también porque
implica la res pública, la cosa pública, es decir, argumentos de naturaleza
pública: los intereses generales, el bien común, los problemas colectivos.

La opinión pública, agrega, “...es simplemente un ‘parecer’, una opi-


nión subjetiva para la cual no se requiere una prueba”.364
Hoy en día, tanto el poder público365 como los partidos políticos,366 eli-
tes políticas,367 empresas e intereses privados, recurren al uso de los di-
versos medios y de comunicadores para inducir en ciertas direcciones a la

362 Sartori, Giovanni, op. cit., p. 66.


363 Ibidem, p. 69.
364 Ibidem, pp. 69 y 70.
365 Por ejemplo, Bobbio indica que: “…the practice of concealment has never entirely
disappeared because of the influence public power can exercise on the press, because of
the monopolization of the means of mass communication, and above all because of the
unscrupulous exercise of ideological power, the function of ideology being to veil the real
motivations which act upon power”. Bobbio, Norberto, Democracy and Dictatorship,
cit., p. 21. Véase también Ginsberg, Benjamin, The Captive Public: How Mass Opinion
Promotes State Power, Nueva York, Basic Books, 1986.
366 Teóricos contemporáneos señalan que los partidos políticos pueden tener una impor-
tante influencia en la formación de la opinión pública. Al respecto, véase Dunleavy, Pa-
trick, Democracy, Bureaucracy and Public Choice, Londres, Harvester-Wheatsheaf, 1990.
367 Sobre este tema, véase a Page, Bengamin, The Rational Public, Chicago, Univer-
sity of Chicago Press, 1992; Entman, Robert, Democracy without Citizens: Media and
the Decay of American Politics, cit.; Parenti, Michael, Inventing Reality: The Politics of
News Media, 2a. ed., Nueva York, St. Martin, 1993.
LA OPNIÓN PÚBLICA 167

opinión pública, así como para promover, forzar o justificar la toma de de-
cisiones políticas, económicas y/o sociales sin importar que éstas se alejen
de las auténticas necesidades de la sociedad. Sobre este último punto, el
científico político Ulrich Sarcinelli apunta que:
...la opinión pública surge esencialmente como producto del cultivo de la
opinión por parte de intereses organizados, actores prominentes, institu-
ciones estatales y no estatales. Así, la opinión pública propiamente como
tal, es esencial para la formación de la opinión pública política, es parte de
un sistema complejo en que recién se constituye la realidad política: de un
proceso total en que se produce y se presenta la política, se imponen y se
fundamentan las decisiones políticas. En la era de la televisión, más que
en cualquiera época, rige que la misma actuación política es, en gran me-
dida, una actuación comunicativa... la televisión cumple la función de me-
dio conductor tanto para la percepción como para la presentación de la po-
lítica.368

Para Peters, históricamente la opinión pública ha tenido un significativo


componente simbólicamente construido. Él afirma que la opinión pública
está generada por un tipo de público imaginado que se forma a través de
símbolos. Según este autor, en lugar de haber una interacción directa entre
individuos, una representación simbólica del todo social se presenta ante
ellos principalmente a través de los medios de comunicación masiva, la
cual los puede estimular a todos ellos para actuar como una entidad social.
Así, la formación de un nuevo público se encuentra más afectada y deter-
minada por esos medios, particularmente por la televisión, más que por in-
teracciones exclusivas entre miembros del público. Asimismo, en la opi-
nión de Peters, el público imaginado es tan real como cualquier otra
comunidad imaginada en el sentido de que la presentación simbólica del
mismo puede venir a existir como un actor real. Las ficciones, si son
persuasivas, pueden convertirse en realidades políticas. De esta manera,
los hechos y las ficciones se mezclan en la realidad política.369

368 Sarcinelli, Ulrico, “La T. V.-democracia”, en Thesing, Josef y Hofmeister, Wil-


helm (eds.), Medios de comunicación, democracia y poder, Buenos Aires, CIEDLA,
Konrad Adenauer Stiftung, 1995, pp. 234 y 235.
369 Durham Peters, John, “Historical Tensions in the Concept of Public Opinion”, en
Glasset, T. L. y Salmon, C. T. (eds.), Public Opinion and the Communication of Consent,
Nueva York, Guilford, 1995, pp. 18 y 19.
168 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Bobbio afirma que la esfera de la sociedad civil incluye el fenómeno de


la opinión pública —entendida como la expresión pública de un aprobar o
disentir que concierne a instituciones—, la cual circula a través de la pren-
sa, radio, televisión y otros medios. Más aún —comenta Bobbio—, la opi-
nión pública y los movimientos sociales se desarrollan conjuntamente y se
influyen el uno al otro. Sin opinión pública —queriendo decir con ello más
concretamente, sin los canales de expresión—, la esfera de la sociedad ci-
vil pierde su función y desaparece.370
El proceso democrático exige que en la determinación y toma de deci-
siones relativas a la elección de gobernantes cada ciudadano asuma con
otros muchos su participación, a efecto de que en ese actuar colectivo la
mayoría decida y elija a sus gobernantes. En este proceso de participación,
las impresiones, ideas o percepciones particulares que puede tener cada in-
dividuo, al contrastarse, identificarse o sumarse a la de otros individuos,
derivan en la formación de una opinión pública.371

I. ANTECEDENTES Y DESARROLLO

En 1922 Walter Lippmann destacó que en virtud de que se suponía que


la opinión pública era la principal fuerza motriz en las democracias, se po-
dría razonablemente esperar que hubiese una vasta literatura al respecto.
Sin embargo, esto no era así. La existencia de esa fuerza denominada opi-
nión pública —destacó este autor—, sencillamente era tomada como algo
presente.372

II. LA EVOLUCIÓN DEL ESTUDIO Y ANÁLISIS


DE LA OPINIÓN PÚBLICA

A finales del siglo XIX y principios del XX, la opinión pública fue estu-
diada y analizada sistemáticamente con un enfoque sociológico. Los paí-
ses que comenzaron a ponerle especial atención fueron los Estados Unidos
y Alemania. A finales de los años veinte del siglo pasado, el interés en las

370 Bobbio, Norberto, Democracy and Dictatorship, cit., p. 26.


371 De acuerdo con Habermas, el uso del término opinión pública se encuentra documen-
tado desde 1781. Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere: An
Inquiry into a Category of Bourgeois Society, Cambridge, Polity Press, 1989, p. 90.
372 Lippmann, Walter, Public Opinion, Nueva York, MacMillan, 1960, p. 253.
LA OPNIÓN PÚBLICA 169

cuestiones de comunicación y medios cambió de consideraciones teóricas


y críticas sociales a la preocupación sobre problemas prácticos. En este
contexto, la opinión pública fue entendida como un proceso social orgáni-
co, que debía ser estudiado y analizado a la luz de los hallazgos académicos
alcanzados en el campo de la sicología social respecto a la interacción de
grupo.373 Como resultado de lo anterior, el enfoque sobre el estudio de la
opinión pública tendió hacia una disertación y análisis despolitizados. Los
teóricos de la opinión pública más destacados de este periodo, expresa-
mente se refirieron a la investigación psicológica como una herramienta de
sus investigaciones.374
Dentro del enfoque sociológico, tuvo especial importancia una corrien-
te que se identifica como pragmática,375 que se complementó con otra refe-
rida como interaccionismo simbólico.376 Las aportaciones hechas por los
miembros de estas corrientes formaron una significativa línea sobre las
teorías de la opinión pública y, en general, de la comunicación. La corrien-
te del pragmatismo surgida en Estados Unidos, en las palabras de Hardt,
representó un rompimiento con el absolutismo que había dominado al pen-
samiento académico, así como un intento para producir una base filosófica
para la investigación científico-social con la ayuda de la “imaginación bio-
lógica” —biological imagination— y un énfasis en los “esfuerzos huma-
nos” —human efforts— y la “acción colectiva” —collective action—.377
Esta corriente puso un énfasis especial en el vínculo entre los objetivos de la
democratización social y el desarrollo del conocimiento en el proceso de
transformación de la Gran Sociedad a la Gran Comunidad —entendiendo a
esta última como un público organizado y articulado—.378 En este contex-
to, Dewey estimó que la comunicación de los resultados de la investiga-
ción social era equiparable a la formación de la opinión pública. Esto, se-

373 Price, Vincent y Oshagan, Hay, “Social-Psychological Perspectives on Public


Opinion”, en Glasser, T. L. y Salmon, C. T. (eds.), Public Opinion and the Communica-
tion of Consent, Nueva York, Guilford, 1995, p. 195.
374 Véanse los trabajos de Dewey, John; Lippmann, Walter; Park, Robert, y Tönnies,
Ferdinand.
375 Véanse los trabajos de Horton Cooley, Charles; Dewey, John; James, William;
Herbert Mead, George, y Peirce, Charles S.
376 Véanse los trabajos de Blumer, Herbert; Dewey, John, y Herbert Mead, George.
377 Hardt, Hanno, Critical Communication Studies: Communication, History, and
Theory in America, Londres, Routledge, 1992, p. 33.
378 Splichal, Slavko, op. cit., p. 74, y Dewey, John, The Public and Its Problems,
Swallow (First Edition 1927), Athens, 1991, p. 177.
170 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ñaló Dewey, marcaba una de las primeras ideas en el crecimiento de la


democracia política.379
Durante los años treinta se presentó el surgimiento de las denominadas
encuestas científicas. Ello contribuyó a que las encuestas de opinión públi-
ca fueran consideradas como determinantes en la obtención de informa-
ción y formulación de predicciones sobre el sentir de la ciudadanía y sus
tendencias electorales. Las encuestas, asimismo, fueron utilizadas para ob-
tener información sobre los hábitos de compra de los consumidores, así co-
mo sobre la relación entre las decisiones de compra y anuncios, los cuales
eran considerados elementos principales en la investigación de mercados.
En estos mismos años, las encuestas de opinión se habían desarrollado y
adoptado como la herramienta más veraz y eficaz para conocer las vertien-
tes, tendencias u orientaciones de la opinión pública.380 En este contexto, el
público como fuente de información de la opinión pública fue identificado
tanto como una masa dispersa como un grupo integrado hasta por tan sólo
dos individuos. De esta forma se asumió teóricamente la presencia de dis-
tintos públicos integrados a su vez ya fuera por un amplio o reducido nú-
mero de individuos, otorgando así a las palabras “público” y “grupo” un
significado equiparable en términos prácticos.381 De esta manera, la opi-
nión pública se redujo a no más que una recolección de opiniones indivi-
duales.
El enfoque anterior se concentró en el resultado final de opiniones indi-
viduales, haciendo a un lado el proceso social del cual surgía la opinión pú-
blica. Al respecto, Berelson no tuvo inconveniente en admitir y señalar que
a través de este enfoque de la opinión pública se perdía de vista el conteni-
do político de la misma.382 Por su parte, Blumer advirtió al respecto su
preocupación de que la aparente ausencia de esfuerzo o sincero interés por
parte de los estudiosos de la opinión pública para identificar el objeto que
se suponen ellos buscan conocer, identificar y medir se remite tan sólo a
una simple aplicación de la técnica que ellos han adoptado.383

379 Dewey, John, op. cit., p. 177.


380 Childs, Harwood L., Public Opinion: Nature, Formation, and Role, Princeton,
Nueva Jersey, D. van Nostrand, 1965, p. 45.
381 Childs, Harwood L., op. cit., p. 13.
382 Berelson, Bernard, “Democratic Theory and Public Opinion”, Public Opinion
Quarterly, Fall, 1952, p. 313.
383 Blumer, Herbert, “Public Opinion and Public Opinion Polling”, American Sociolo-
gical Review, núm. 13, 1948, p. 542.
LA OPNIÓN PÚBLICA 171

La condición que se le otorgó a la opinión pública queda de manifiesto


en la apreciación de Allport, quien sostuvo la tesis de que ella no era de-
mostrable explícitamente, sino tan sólo como una metáfora.384 El resultado
característico de ese enfoque es que la investigación sobre la opinión pú-
blica se convirtió en por demás formal. Ello se tradujo dentro del campo
político en una mera predicción o planteamiento de la condición de la con-
ducta electoral. Este enfoque se ve complementado posteriormente con otros
hechos contundentes. Así, a principios de la segunda posguerra mundial, se
observa que el estudio y análisis de la opinión pública se rige preponderan-
temente por métodos empíricos y cuantitativos. La anterior vinculación
entre opinión pública, democracia, libertad de expresión y libertad de
prensa se ve sustituida por una relación entre la encuesta de la opinión pú-
blica, el análisis del efecto de la propaganda y la aplicación de las relacio-
nes públicas.
A inicios de los años cincuenta del siglo pasado, Berelson enfocó a la teo-
ría democrática y a la opinión pública reconociendo importantes contribu-
ciones al conocimiento del desarrollo de la opinión pública, hechas no sólo
por sicólogos, sociólogos, investigadores de mercado y especializados en
estadística, sino también por científicos políticos que habían desarrollado un
útil marco de referencia para la organización y conducta de estudios de opi-
nión. Este autor propuso que las herramientas de investigación desarrolladas
por los investigadores de encuestas fueran también aplicadas para ver en qué
medida la práctica de la política por ciudadanos de una democracia se ajusta-
ba a los requerimientos y premisas de la teoría política de la democracia. Por
ejemplo, ellas podrían incluir estructura de personalidades, intereses y parti-
cipación en asuntos públicos; la posesión de información y conocimientos;
la observación puntillosa de la realidad política; la comunicación y discu-
sión entre los miembros de la sociedad; la racionalidad de las decisiones po-
líticas y su vinculación con los intereses de la comunidad.
Berelson agrega que la investigación empírica debería ser usada para
mejorar la imagen sobre el proceso de toma de decisiones democráticas,
así como para ayudar a la democracia no sólo a conocerse mejor ella mis-
ma de manera inmediata, sino para evaluar sus logros y progreso en tér-
minos generales. En este marco, el estudio de la opinión pública puede
brindar importantes datos para promover la práctica democrática, así co-

384 Allport, Floyd H., op. cit., p. 15.


172 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mo para lograr mayor concordancia con las premisas y requisitos de la teo-


ría democrática.385
Posteriormente, cuando las encuestas ocupaban ya un lugar privilegiado
para obtener un conocimiento de la opinión pública, a finales de los años
cincuenta empezó a tomar preeminencia un nuevo enfoque que sustituyó
marcadamente al denominado sociológico. De esta forma, en tanto que en
la corriente pragmática americana se consideró a la opinión pública como
un proceso social orgánico, con el nuevo enfoque se vio a ésta como una
cuestión medible cuantitativamente que podía ser cubierta por la investiga-
ción de campo.386
Un trabajo que marcó con mayor rigor la presentación de ese nuevo en-
foque fue elaborado por Blumer, donde formula una definición de la opi-
nión pública y a la cual le atribuye características de un impacto colecti-
vo, interactivo, pero también manipulable. En este sentido, él señaló la
presencia de grupos que intentan establecer y delinear las opiniones de
gente desinteresada. Para Herbert Blumer, haciendo un juego de pala-
bras, la cuestión con la cual está enfrentada la sociedad no está constitui-
da por sus respectivas características políticas, sino por la división de los
ciudadanos respecto a sus ideas de cómo debe ser enfrentada la misma.
Así, la formación de la opinión pública es la resultante de una decisión
colectiva a la cual se llega a través de un proceso de discusión.387 Este en-
foque coincide a su vez con una mayor aplicación de las encuestas de opi-
nión pública.
Cabe destacar que los paulatinos cambios provocados por el desarrollo
y uso masivo de las tecnologías de la comunicación en el campo económi-
co, político y social transformaron radicalmente las concepciones origina-
les sobre la opinión pública, así como de lo que representaba la esfera pú-
blica. Habermas, en su obra The Structural Transformation, encontró que a
partir de los inicios de los años sesenta hasta finales de los ochenta del siglo
pasado ocurrieron importantes cambios con un efecto enormemente signi-
ficativo en tres ámbitos: a) la esfera privada y los fundamentos sociales de
la autonomía privada; b) la estructura de la esfera pública y la conforma-

385 Berelson, Bernard, op. cit., pp. 313-330.


386 Durham Peters, John, op. cit., p. 14.
387 Blumer, Herbert, “The Mass, the Public, and Public Opinion”, en Berelson, B. y
Janowitz, M. (eds.), Reader in Public Opinion and Mass Communication, Nueva York,
Free Press, pp. 43-50.
LA OPNIÓN PÚBLICA 173

ción de la conducta pública, y c) la legitimación de los procesos de las de-


mocracias de masas.388
En términos generales, los seguidores del enfoque pragmático observa-
ron que la industrialización y urbanización contribuían decididamente al
declive de la democracia. Ellos consideraron que tal situación se debía a la
creciente mediatización y distorsión de los medios, provocada por los dia-
rios, la radio y el cine.389 Como causa de lo anterior, la sociedad tenía me-
nos claridad sobre las cuestiones de su incumbencia, en tanto que el desa-
rrollo de las comunicaciones debía operar a favor de la transparencia. Para
ellos, la comunicación tenía una doble cara; ella podía contribuir a la cons-
trucción de la vida democrática, pero también llegaba a ser una herramienta
que la destruía. Desde su óptica, sólo con la aplicación amplia de la ciencia y
del método científico era viable desarrollar un público democráticamente or-
ganizado. Consecuentemente, demandaron la libertad de prensa y de expre-
sión, pero muy en particular la libertad de la investigación social y la divul-
gación de sus hallazgos.390 Asimismo, se pronunciaron por una reforma del
actuar de los medios y la completa independencia de ellos.
Éste fue el inicio de un periodo donde predominaría el intento de las
ciencias sociales para desarrollar el conocimiento, con la ayuda principal
de la investigación empírica. El estudio sociosicológico de la opinión pú-
blica fue principalmente dirigido hacia la investigación de la misma apoya-
da en métodos cuantitativos. Esta investigación fue básicamente orientada
a la utilización de las encuestas para obtener información y formular pre-
dicciones sobre el sentir de la ciudadanía en el ámbito electoral. De igual
forma, las encuestas también fueron utilizadas para obtener información
respecto de los hábitos e intereses de compra de los consumidores, sobre la
relación entre las decisiones de compra y los anuncios, así como sobre
otros elementos que incidiesen en la investigación de mercados.
De esta manera, el nuevo enfoque consideró que el público podía estar
representado por un grupo que podría formarse con dos o más individuos
seleccionados. La opinión pública fue por tanto reducida a una mera reco-
lección de opiniones individuales. Así, en esta corriente sociosicológica, la
388 Véase Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere: An
Inquiry into a Category of Bourgeois Society, cit.
389 Aronowitz, Stanley, “Is a Democracy Possible. The Decline of the Public in Ame-
rican Debate”, en Robins, B. (ed.), The Phantom Public Sphere, Minneapolis, University
of Minnesota Press, 1993, p. 75.
390 Splichal, Slavko, op. cit., p. 75.
174 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

opinión pública se refiere a las actitudes de individuos que se identifican


como miembros del mismo grupo social, sobre una cuestión de interés co-
mún. Con la simplificación de la opinión pública a opiniones individuales
y su consecuente separación del contexto social en el que los individuos in-
teractúan, se perdió cualquier diferenciación entre el público y la masa.
Cabe destacar que la nueva corriente de estudio de la opinión pública se in-
teresó en el resultado final de opiniones individuales, en lugar de observar
el proceso social del cual surgía la opinión pública.
Los anteriores desarrollos presentan al día de hoy, claros y precisos re-
sultados. La investigación empírica de la opinión se ha ido implementando
como un elemento institucional en la esfera política. Las más frecuentes
reacciones científicas frente a la creciente complejidad de los procesos de
la opinión pública tienen efectos claramente definidos. Por un lado está la
utilización y aplicación de la sicología en la investigación de la opinión pú-
blica, así como la reducción de la opinión pública a características y efec-
tos de grupos de comunicación. Por otro lado, se encuentra el desarrollo de
la encuesta de la opinión pública, que reduce a ésta a un agregado de res-
puestas anónimas de individuos aislados para formar un conjunto de cues-
tiones definidas arbitrariamente.391
Independientemente de los aciertos o errores que pueda haber en el fun-
damento y la aplicación de los diversos enfoques surgidos a partir de fines
del siglo XIX hasta hoy en día, y de las profundas diferencias que puedan
existir entre ellos, parece encontrarse un punto común que está más allá de
la discusión: la percepción de que la opinión pública debe ser obligada-
mente conocida y atendida por políticos y servidores públicos.392 En todo
caso, actualmente se observa una convicción ampliamente compartida por
legos y expertos en la materia: la opinión pública incide sobre el gobierno
y el gobierno incide sobre la opinión pública.

III. OPINIÓN PÚBLICA Y DEMOCRACIA

La formación de la opinión pública es un fenómeno presente en toda la


sociedad. Sin embargo, la fuente de esa formación de opinión pública pue-
de diferir sustantivamente, dependiendo de la ausencia o presencia de la vi-
da democrática de una sociedad. En este ámbito, los medios masivos y co-
391 Splichal, Slavko, op. cit., p. 31.
392 Graham Wilson, Francis, op. cit., p. 34.
LA OPNIÓN PÚBLICA 175

municadores tienen un papel determinante en la formación democrática de


la opinión pública.
En diversos momentos y ocasiones se ha observado que la opinión pú-
blica se reduce o limita a formarse con conclusiones derivadas de pláticas o
comentarios entre un grupo reducido de ciudadanos, o miembros de un
mismo grupo o clase social, cuyos puntos de vista no incluyen a los de
otros ciudadanos pertenecientes a grupos o clases sociales distintos, y que
en repetidas ocasiones sus opiniones son producto de impresiones perso-
nales o rumores carentes de un sustento demostrativo. Las conclusiones
derivadas de esta forma dentro de ese sector de la opinión pública pueden
estar más propensas a ser inconclusas, incompletas o distorsionadas. Nece-
sariamente esta opinión pública caerá más en un ámbito con carencias de
pluralidad, objetividad, imparcialidad y de fundamentación real.
Otro caso es aquel que corresponde a una sociedad de masas, donde la
ciudadanía generalmente forma sus opiniones de acuerdo con la visión de
una pequeña minoría de formadores de opinión pública —muchas veces
integrada por algunos comunicadores, analistas, intelectuales o académi-
cos—, sobre temas particulares de conocimiento especializado. Sin embar-
go, a pesar de que sus aportaciones a la formación de la opinión pública
pueden ser fundadas, objetivas e imparciales, sus preocupaciones pueden
estar encaminadas hacia cuestiones o temas de interés de una elite de la so-
ciedad. Por tanto, la comunicación que se haga con el grueso de la pobla-
ción no abordará en forma práctica y accesible para su comprensión los
problemas que afectan a toda esa sociedad en su conjunto. Ésta se realizará
fundamentalmente en un plano teórico o ideológico, el cual, aun cuando
estimula la reflexión, sólo alcanzará a un grupo reducido de la sociedad. En
una democracia debe buscarse la construcción de la opinión pública en la
información suficientemente amplia, incluyente, plural, abierta, objetiva,
fundada, imparcial y tolerante, enfrentando los problemas prácticos y de
interés general.
En este orden, la opinión pública se forma no sólo con base en el deba-
te teórico o análisis de asuntos particulares. Es por ello que la sociedad
debe conocer los diversos puntos de vista, intereses, preocupaciones y
demandas de los distintos miembros que la integran. Con ese conoci-
miento puede lograr la obtención de los elementos que le permitan tener
un juicio sobre el quehacer del sector público y de la iniciativa privada, la
176 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

conducta de sus miembros, y en especial de aquellos que toman decisiones


finales.393
Horst Schönbohm señala que una base esencial de toda democracia es la
formación de una opinión independiente sobre los asuntos públicos. Este
autor afirma categóricamente que “...sólo en estas condiciones es posible
realizar la plena democracia política”. Asimismo, añade que “La posibi-
lidad de llegar a formarse una opinión independiente, como resultado de
la información, la libre expresión y el intercambio de opinión, es decir la
libertad de comunicación, constituye la esencia de toda democracia li-
bre”.394 En este mismo sentido, debe enfatizarse que la información que re-
ciba la opinión pública no debe estar elaborada u organizada para ocultar,
solventar o justificar indebidamente las acciones de un gobierno.
En una democracia, aquellos que toman decisiones, particularmente los
que tienen la última palabra en la elaboración de programas y políticas, de-
ben estar sujetos a críticas independientes, fundadas, diversas y efectivas.
Esta cuestión presenta por sí misma diversos y complejos problemas que se
ahondan, debido a un fenómeno cuya existencia se hace más notoria en
tiempos recientes: la presión a que pueden estar expuestas las autoridades
regulatorias por diversos agentes de intereses, desde partidos políticos has-
ta los propios medios y comunicadores. En el caso de estos últimos, se ha
acentuado su presencia en la medida en que la televisión ha venido crecien-
do como un instrumento de información, inducción y formación de la opi-
nión pública.
Al respecto, Plamenatz argumenta que los críticos no deben utilizar su
status y prestigio que obtienen por su posición, para favorecer a las altas
autoridades, organizaciones controladas por ellos o que los controlan a
ellos. Sus críticas —afirma Plamenatz— deben ser efectivas, de forma tal
que esas autoridades y sus rivales tomen seria y permanente conciencia de
ellas, y en caso contrario pierdan la confianza pública en la que debe des-
cansar su poder o las posibilidades de obtenerlo.395 La opinión pública tie-
ne una relevancia real en la medida en que los actos de quien detente el po-

393 Para algunas otras ideas sobre este tema, véase Plamenatz, John, Democracy and
Illusion. An Examination of Certain Aspects of Modern Democratic Theory, Londres,
Longman Group Limited, 1973, pp. 144-147.
394 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., p. 63.
395 Plamenatz, John, Democracy and Illusion. An Examination of Certain Aspects of
Modern Democratic Theory, cit., pp. 146 y 147.
LA OPNIÓN PÚBLICA 177

der estén abiertos al escrutinio público y mediante canales accesibles,


abiertos e institucionales.396
La relación entre democracia y opinión pública guarda tan estrecha
vinculación, que permite afirmar que la democracia pierde vida sin me-
dios de comunicación y comunicadores democráticos, y que los medios
de comunicación y comunicadores democráticos pierden vida sin la de-
mocracia. En una de estas direcciones, Rolando Cordera afirma que los
medios de comunicación “Son parte esencial de la construcción de un
Estado moderno, democrático de derecho”.397 Asimismo, Jorge Carpizo
observa que “Una democracia se fortalece y vitaliza con medios libres,
independientes, responsables, comprometidos con la ética y con el pleno
respeto de los deberes humanos”.398 En este orden de ideas, por ningún
motivo puede hacerse a un lado la advertencia de Sartori: “La democracia
representativa no se caracteriza como un gobierno del saber sino como un
gobierno de la opinión, que se fundamenta en un público sentir de res pu-
blica”. A la democracia representativa, añade este autor, “...le basta, para
funcionar, que exista una opinión pública que sea verdaderamente del pú-
blico. Pero cada vez es menos cierto, dado que la videocracia está fabrican-
do una opinión sólidamente hetero-dirigida que aparentemente refuerza,
pero que en sustancia vacía, la democracia como gobierno de opinión”.399
Por su parte, Flores Zúñiga señala que “A través de la comunicación se
constituye un acervo común de conocimientos y de ideas que permite a to-
do ciudadano integrarse en la sociedad, fomentándose la cohesión social y
la percepción de los problemas, indispensable para una participación acti-
va en la vida pública”.400 En todo caso, puede afirmarse que para lograr la
integración de la opinión pública con mayor grado de independencia y au-
tonomía ésta debe tomar como una premisa básica el que la propia opinión
pública esté ampliamente abierta al flujo plural de noticias e información
sobre lo que le atañe públicamente a la sociedad.401
La formación de la opinión pública es un fenómeno presente en toda la so-
ciedad. Sin embargo, la fuente de esa formación de opinión pública puede

396 Bobbio, Norberto, The Future of Democracy, cit., p. 83.


397 Cordera, Rolando, op. cit., p. 28.
398 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la
democracia, la política y la ética”, cit., p. 752.
399 Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 70 y 72.
400 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 183.
401 Véase la opinión de Sartori en este sentido. Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 70, 71 y 140.
178 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

variar sustantivamente, dependiendo de la ausencia o presencia de la demo-


cracia en una sociedad. En este ámbito, los medios y comunicadores tienen
un papel determinante en la formación democrática de la opinión pública.
La importancia de un electorado provisto con una información abierta y
amplia sobre las cuestiones públicas —en contraste con la secrecidad o ce-
rrazón informativa con que se caracteriza a gobiernos totalitarios—, es
parte sustantiva de la democracia. En la opinión de Priess, “La imagen que
uno tiene de la opinión pública puede influir bastante en las decisiones
que uno toma, por ejemplo en el momento de elecciones”.402 Bobbio, por
su parte, apunta que en el Estado totalitario se absorbe a la sociedad civil,
es un Estado sin opinión pública, es decir, sólo con opinión social.403
Para Splichal, la formación de la opinión pública sólo puede ocurrir como
una función de una sociedad en operación, en gran medida a través de la in-
teracción de grupos más que de individuos, lo cual implica que el estudio de
la formación y expresión de la opinión pública debe reflejar la composición
integral y organización de la sociedad. En la opinión de este autor, esa estre-
cha relación “...es particularmente importante si la opinión pública se con-
ceptúa en términos de sus funciones para el proceso político democrático,
que es la idea básica que se ha vinculado con la opinión pública desde la Ilus-
tración: la participación de la ciudadanía en el proceso político con la cual se
asegura la legitimidad en una democracia”.404 Desde este punto de vista, pa-
ra Splichal la opinión pública conlleva un mandato de la sociedad al gobier-
no, particularmente cuando la democracia directa por el pueblo es imposible.
En torno a la opinión pública, Don Hazen presenta una distinción entre
los medios electrónicos y el periodismo. Para este autor, se debe tomar
conciencia de que la ciudadanía no entiende aún que los medios electróni-
cos y el periodismo son medios de comunicación distintos. Los medios
electrónicos ofrecen un auditorio a anunciadores. Su objetivo es vender su
tiempo y atención que le da un auditorio a intereses que buscan una ganan-
cia a través de ello. El periodismo tiene un objetivo completamente dis-
tinto. A través de sus diversas y variadas formas, el periodismo ofrece la
información con que obtiene su combustible la opinión pública.405

402 Priess, Frank, “Encuestas y actividad política. Un instrumento válido y su mal


uso”, cit., p. 86.
403 Bobbio, Norberto, Democracy and Dictatorship, cit., p. 26.
404 Splichal, Slavko, op. cit., p. 134.
405 Hazen, Don, “Seeking Vision”, en Hazen, Don y Smith, Larry (eds.), Media and
Democracy, San Francisco, Institute for Alternative Journalism, 1996, p. 161.
LA OPNIÓN PÚBLICA 179

Puede añadirse, asimismo, que por sus propias características de interlo-


cución, debate y foro de expresión del sentir de los miembros de una socie-
dad democrática, hoy en día los medios de comunicación masiva llegan a
constituir nuevos vehículos —frente a los medios clásicos— para la deli-
beración, representación o interlocución de intereses y demandas, así co-
mo para la formación de decisiones ciudadanas.406 La opinión pública sería
irrelevante si no tuviese un profundo efecto en el ámbito comunicativo, es-
pecialmente en el correspondiente al político. Desde inicios del siglo XX,
Cooley observó una vinculación entre opinión pública, política y democra-
cia. Sus ideas fueron expresadas con las siguientes palabras: “In politics
communication makes possible public opinion, which, when organized, is
democracy”.407
La opinión pública presupone necesariamente libertad de expresión y liber-
tad de prensa. Sin un reconocimiento a su formación que toma lugar entre ciu-
dadanos, a su impacto sobre el gobierno, y al vínculo que forma entre ellos, se
pierde de vista su importancia democrática. Ella es generalmente considerada
como un proceso en el cual se encuentran los siguientes elementos: a) un gru-
po de gente da salida a algunos problemas; b) la discusión de los problemas re-
sulta en una creciente exposición de los mismos y de esta forma ellos se con-
vierten en cuestiones públicas; c) participantes en la discusión formulan
propuestas para la solución de los problemas y acotan las alternativas; d) los
consensos producidos por los participantes en la discusión tienen un impacto
sobre la decisión colectiva que se expresa a través del voto mayoritario en una
elección o referéndum, o bien sobre la valoración de la fuerza de esa opinión
por actores políticos en la toma de una decisión.408
Cabe señalar que la idea de que la opinión pública es un factor determi-
nante para la democracia también ha sido utilizada incluso por aquellos
que aplican un enfoque de libre mercado en el ámbito político. De esta for-
ma, por ejemplo, Zolo señala: “The political market owes its democratic
functionality to the existence of a ‘public opinion’ which is in a position to
evaluate market”s offerings and to control its procedures”.409 Al respecto,
cabe comentar que los consumidores de los bienes políticos están en una
peor condición que los consumidores de bienes económicos, porque ellos
406 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 179.
407 Horton Cooley, Charles, Social Organization: A Study of the Larger Mind, Nueva
York, Scribner’s, 1909, p. 84.
408 Splichal, Slavko, op. cit., p. 34.
409 Zolo, Danilo, op. cit., p. 129.
180 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

no pueden controlar o sancionar directamente la calidad de los bienes.


Tampoco la pluralidad de los medios está caracterizada por un alto nivel de
competencia entre ellos y la consecuente diferenciación de bienes que po-
drían caracterizar al mercado económico.410
El significado fundamental de los medios de comunicación masiva en el
proceso de formación y expresión de la opinión pública se presenta en gran
medida del hecho que ellos contribuyen a determinar y demostrar los lími-
tes de la discusión pública legítima en una sociedad. Esta función de los
medios es referida generalmente como el establecimiento de agenda de las
cuestiones de mayor relevancia y atención colectiva.411 Las discusiones so-
bre el papel de los medios en la formación y expresión de la opinión públi-
ca asumen en gran medida que las agendas presentadas por los medios de
comunicación tienen un verdadero impacto sobre el destinatario. Los me-
dios parecen tener una influencia predominante para crear una atención y
opinión sobre diversas cuestiones, con una supuesta mayor importancia o
relevancia que otras.
Recientemente las ideas de la opinión pública como una forma de con-
trol social se construyen aún sobre la base de que existe una relación causal
entre el contenido de las noticias que reportan los medios y las conductas y
actitudes individuales, a pesar de que no hay alguna justificación sólida pa-
ra afirmar que las opiniones de los individuos resultan de su exposición a
los medios de comunicación.412 Ellas son —según Splichal— seudoopi-
niones, porque carecen de un fundamento, porque hay una ausencia de re-
flexión o discernimiento intelectual y discursivo. Sin embargo —señala
este mismo autor—, los medios de comunicación tienen un papel crucial
en el proceso de formación de la opinión pública sin importar el hecho de
que si ellos crean agendas o meramente reflejan aquellas creadas por
miembros de la sociedad y sus organizaciones políticas, sociales, económi-
cas o ciudadanas. Consecuentemente, Splichal concluye que en virtud de
ese papel crucial de los medios en toda sociedad democrática, debe haber
un esfuerzo regulatorio en este ámbito.413

410 Splichal, Slavko, op. cit., p. 29.


411 Park, Robert E., The Crowd and the Public, University of Chicago Press, H.
Elsner Jr. (ed.) (first edition, 1904), Chicago, 1972, p. 57.
412 Splichal, Slavko, op. cit., p. 275.
413 Idem.
LA OPNIÓN PÚBLICA 181

IV. OPINIÓN PÚBLICA Y CONSENSO

La opinión pública se expresa y existe de hecho en la formación de con-


sensos.414 A través de la historia se observa a las formas, medios y objeti-
vos de la comunicación en permanente cambio y evolución. Ellos son ele-
mentos indiscutiblemente dinámicos. Sin embargo, ninguno de ellos o
todos en su conjunto llegan a desvirtuar o desaparecer una de las funciones
básicas de la comunicación: mantener la adherencia de individuos a grupos
y sociedades. Individuos, grupos y sociedades se integran y forman parte
integral del tejido social, a través de la comunicación. De esta forma, el
consenso sobre cuestiones fundamentales415 es la condición necesaria para
que exista cualquier forma de organización social. V. O. Key destacó la
importancia del consenso como un prerrequisito para la existencia del go-
bierno representativo, el cual puede condicionar la conducta de aquellos
que detentan un cargo público. En este orden de ideas, Wirth no dudó en
afirmar que el consenso es el signo de un entendimiento parcial o completo
que ha sido alcanzado sobre un número de cuestiones que confrontan
miembros de una sociedad.416
Los consensos presuponen una diferenciación de opinión y conflicto.
Para Park, la controversia sobre cuestiones públicas está basada en la sepa-
ración entre el ser y el valor de las cosas discutidas. En la opinión de este
autor, sus significados se aceptan como idénticos y tan importantes por to-
dos los miembros de un público, pero el valor que se les adscribe es distin-
to.417 Al final del proceso, la opinión pública no puede llegar a representar
un único, total y absoluto acuerdo, porque siempre habrá necesariamente
diferencias de grado e intensidad, y posiciones que se ven afectadas por la
presencia de diversos valores e intereses. El consenso puede ser considera-
do como un resultado del acuerdo de un grupo de individuos que superan
diferencias anteponiendo un interés general, mediante lo cual la distancia
entre opiniones individuales se reduce para formar y expresar un sentir
más ampliamente compartido. De esta manera, se requiere de un cierto gra-
do de acuerdos mutuos entre individuos para integrar una opinión pública e

414 Splichal, Slavko, op. cit., p. 35.


415 V. O. Key aplicó en este sentido los términos “consensus on fundamentals”. Véase
su obra, cit.
416 Wirth, Louis, “Consensus and Mass Communication”, American Sociological Re-
view, 13-1, 1948, p. 4.
417 Park, Robert E., op. cit., p. 59.
182 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

influir sobre las autoridades públicas y actores políticos en la toma de deci-


siones. En la opinión de Coser, el consenso generalmente implica un pro-
ceso a través del cual se logra un acuerdo entre dos partes. El consenso,
añade este autor, debe ser concebido como un proceso activo que no puede
ser comparado con una anuencia habitual, con una mera resignación o con
un simple conformismo.418 El consenso no debe ser entendido simplemen-
te como un acuerdo estático e imperecedero. Éste es básicamente un fenó-
meno de comunicación, desde el momento en que toma lugar y se desplie-
ga a través de los medios.
Por otra parte, se ha sostenido que el consenso entendido como un pro-
ceso de influencia interactivo basado en la inconformidad en cierto grado y
la competencia entre los participantes, puede llegar a ser un vehículo de
cambios. Así, en la búsqueda de consensos, la ciudadanía, sus organizacio-
nes, así como la opinión pública, pueden ir cambiando sus opiniones y de-
cisiones. Consecuentemente, el consenso puede ser una herramienta que
destruya una condición anteriormente aceptada, y por ende un statu quo, y
provocar o determinar cambios sobre consideraciones o situaciones pree-
xistentes. De esta manera, la función del consenso no es mantener el equili-
brio entre las opiniones opuestas, sino hacerlas operar recíprocamente y al-
canzar modificaciones mutuas.419
Generalmente el proceso de formación y grado de consenso entre un re-
presentante popular y sus electores explica la razón del cómo la opinión
pública influye sobre la conducta de los representantes populares y sobre el
gobierno, al igual del porqué genera obligaciones a seguir por un gobier-
no.420 Sobre el primer punto, Scheff destaca el hecho de que el representan-
te popular deseará conocer las opiniones del electorado sobre cuestiones
en discusión, pero también cuáles son sus opiniones al respecto.421 De
igual forma, en el proceso de formación del consenso que genera la opinión
pública surgen otras relaciones de gran significado y contenido, como son
las relativas entre medios y auditorio, medios y representantes políticos y
autoridades gubernamentales.422

418 Coser, Lewis A., “Consensus”, en Outhwaite, W. y Bottomore, T. (eds.), Black-


well, Oxford, 1994, p. 107.
419 Splichal, Slavko, op. cit., p. 48.
420 Graham Wilson, Francis, op. cit., p. 39.
421 Scheff, Thomas, “Toward a Sociological Model of Consensus”, American Socio-
logical Review, 1, 32, 1967, pp. 32-47.
422 Splichal, Slavko, op. cit., p. 45.
LA OPNIÓN PÚBLICA 183

La opinión pública ha sido entendida como consensos sobre cuestiones


fundamentales, que permiten y limitan ciertas acciones gubernamentales,
lo cual no implica que determinen la dirección que deben llevar las mis-
mas. De esta forma, la opinión pública no es una voz social organizada que
esté activa y directamente entreverada en la discusión y toma de decisiones
políticas, sino que es la expresión de un juicio que puede ser activado, utili-
zado y dirigido por actores políticos.
La idea de que la opinión pública constituye simple y llanamente un
fundamento de la democracia debe ser apreciada a la luz del hecho de que
los medios de comunicación han venido contribuyendo sustantivamente a
la creación de un nuevo tipo de auditorio que se caracteriza por su indife-
rencia o desinterés político y ajeno a participar en la toma de decisiones.
Los cambios en el ámbito de la comunicación son equiparables a los ocu-
rridos en la esfera política, donde la democracia directa es sustituida por la
democracia representativa. Así, las fórmulas de comunicación dominantes
son dirigidas para exhibir una representación del sentir de los individuos y
de sus organizaciones ante la propia sociedad en su conjunto, pero hacen po-
co o nada para promover o motivar a los miembros de la misma a participar
activa y directamente en discusiones públicas y toma de decisiones en los
asuntos que realmente les afectan y son de su interés para el desarrollo de su
propia sociedad. En este orden de ideas, Peters afirma que los medios de co-
municación pueden ofrecer a una amplia parte de la sociedad, una visión de
la esfera pública sin darles herramientas para actuar en ella.423
Sin duda alguna el consenso es cimiento de la opinión pública. Sin em-
bargo, no puede dejar de referirse en este momento, aun cuando sea en for-
ma breve, a un elemento que da lugar al consenso y que es también una
condición para el desarrollo de la vida democrática: la participación de la
sociedad civil. Su importancia en la integración de consensos y formación
de la opinión pública queda expuesta en las palabras de Francis Graham
Wilson que se citan a continuación:

Participation is, clearly, the proper avenue of approach to the study of pu-
blic opinion, for, in various senses, public opinion is participating opinion.
But the legitimating of participation rests on the older, broader, and more
philosophical proposition that just governments are governments to
which, in some sense, the subjects have given their consent. Like partici-

423 Durham Peters, John, op. cit., p. 3.


184 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

pation, consent is never perfect, and like it also there are variations in
form of consent. Since we can hardly say that nonexistent opinion can be
public opinion, we can hardly say that a primitive and inarticulate accep-
tance of a governing order is really consent.424

V. EL DEBATE DEWEY-LIPPMANN

Existen enfoques diversos sobre la opinión pública y su relación con la


sociedad y la democracia. En un esfuerzo de síntesis y simplificación, ellos
se podrían integrar en dos grupos argumentativos, que parten de premisas
distintas, en donde sus exponentes más representativos o que marcaron un
punto de partida son John Dewey y Walter Lippmann.425 Sus propuestas e
ideas han sido a lo largo de los años añadidas o expuestas con otros ele-
mentos por diversos especialistas en la materia. Por su relevancia, es con-
veniente hacer referencia a esta controversia en las líneas siguientes.
La presencia de una sociedad activamente involucrada en el proceso
político fue considerada por Dewey como un elemento esencial de la de-
mocracia. Él consideró que en la medida en que más individuos presenten
tantas ideas y posiciones diferentes como sea posible y las discutan debi-
damente con argumentos, entonces la posibilidad de que una colectividad
decida racionalmente se incrementará. Por su lado, Lippmann objetó esta
consideración basado en la convicción de que es mejor dejar la formación
de decisiones en individuos debidamente capacitados y seleccionados de
acuerdo con sus calificaciones personales, los cuales deben decidir sin la
intervención o participación de las masas.
Para Dewey, la comprensión de los problemas fundamentales de la de-
mocracia y la opinión pública difiere ampliamente de la visión de Lip-
pmann. Dewey puso un énfasis primordial en la educación y participación
ciudadana dentro del proceso de deliberación y formación de decisiones en
cualquier sistema político democrático. Consecuentemente, este pensador
político se pronunció por una genuina democracia participativa, la cual, si

424 Graham Wilson, Francis, op. cit., p. 7.


425 Al respecto, consultar las obras siguientes de esos autores: Dewey, John, The Pu-
blic and its Problems, cit.; Dewey, John, “Public Opinion”, New Republic, 30, 1922, pp.
286-288; Lippmann, Walter, Public Opinion, cit.; Lippmann, Walter, The Phantom Pu-
blic, Brace-Nueva York, Harcourt, 1925.
LA OPNIÓN PÚBLICA 185

no era lo más eficiente, sí era la forma de gobierno más educativa.426 El en-


foque de Lippmann estuvo subrayado por la importancia que otorgó a la
economía interna de la sociedad. Lippmann encuentra una situación par-
ticular, que describe con las siguientes palabras: “…democracy in its origi-
nal form never seriously faced the problem which arises because the pictu-
res inside people”s heads do not automatically correspond with the world
outside”.427
Lippmann insistentemente propuso que las cuestiones de importancia
debían ser decididas por expertos que tuviesen una información confiable
y que, por tanto, no estuviesen sujetos a confusiones provocadas por este-
reotipos que generalmente gobiernan al debate público. De esta manera,
para este autor, los ciudadanos comunes no están capacitados para gober-
narse a sí mismos. Para hacer a la democracia viable no hay necesidad de
que la ciudadanía se involucre directamente en el proceso de gobierno. De
hecho, señaló Lippmann, esa ciudadanía está dispuesta a dejar el gobierno
a expertos, siempre y cuando las reglas democráticas estén sancionadas le-
galmente y los expertos en cuestión brinden debidamente a la ciudadanía
los bienes y servicios que demanda.
Dewey y Lippmann en sus principales trabajos, presentaron una sistema-
tización y ordenamiento ideológico de dos visiones distintas sobre cuestio-
nes cruciales en la teoría de la democracia, que se hacían presentes desde
años atrás en el pensamiento político. Ellos propusieron alternativas distin-
tas por lo que toca a la democracia y la opinión pública, con premisas dife-
rentes e incluso por demás opuestas. Slavko Splichal describe las diferencias
en fundamentos y criterios entre ambos autores, en la siguiente forma: la di-
seminación amplia de la información frente al diálogo cara a cara; la autodis-
ciplina e incluso autosacrificio de los ciudadanos frente a la realización per-
sonal y la autosatisfacción; la racionalidad pura de la política frente a una
vinculación de la política con las aprehensiones e intereses de los miembros
de una sociedad; el estricto realismo científico en el discurso democrático
frente a la inclusión de formas de cultura y arte; la desaparición de la sustan-
cia de la democracia participativa frente a la reconstrucción de los funda-
mentos prácticos de la democracia participativa.428

426 Lasch, Christopher, “Journalism, Publicity, and the Lost Art of Argument”, Media
Studies Journal, 9, 1, 1995, p. 89.
427 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 31.
428 Splichal, Slavko, op. cit., p. 137.
186 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Sin duda alguna por lo que toca al campo de la democracia y la opinión


pública, los enfoques de Lippmann y Dewey tienen una relación directa y
un impacto sustantivo sobre la participación ciudadana. Para Dewey, la de-
mocracia no existe sin participación, y la expresión y el diálogo son funda-
mentales para esta participación. En su visión, cada miembro de la socie-
dad, así como cada uno de sus grupos, organizaciones o asociaciones
tienen el derecho y la posibilidad de expresar sus opiniones y de que ellas
sean conocidas y consideradas por aquellos responsables de tomar decisio-
nes públicas. Para Lippmann, la oportunidad de participación no guarda
una correlación obligatoria con la racionalidad en la toma de decisiones.
Este autor concluye que la toma de decisiones por una minoría sin la parti-
cipación ciudadana es simplemente una regla de necesidad y opera en el
mejor beneficio de la sociedad.
El enfoque de Dewey sobre la opinión pública parte de su conceptuación
y diferenciación sobre lo público y lo privado. Para él, lo público son aque-
llas acciones que afectan a otros que no están directamente involucrados en
una acción. Esas acciones son llevadas a cabo por un público —Dewey uti-
liza el término public—, el cual lo define como un amplio cuerpo de perso-
nas que tienen un interés común en el control de las consecuencias de even-
tos sociales y que se relacionan directamente con el Estado.429 En la
conceptuación de Dewey, la diferencia entre privado y público no equivale
a la distinción entre lo individual y lo social. Muchas acciones privadas son
sociales porque su resultado contribuye o afecta el bienestar de la comuni-
dad. En su opinión, cualquier acción entre dos individuos es social por su
propia naturaleza.
Dewey consideró a la relación entre el Estado y la sociedad como la
condición fundamental para la existencia del público, y colocó a este últi-
mo dentro de la esfera política, junto con sus organizaciones políticas. Su
definición de público se deriva de la apreciación de que todos los modos de
conducta asociativa pueden tener amplias y permanentes consecuencias
que involucran a otros individuos, aparte de los que están directamente
vinculados. Dewey concluye en su análisis que el público también debe es-
tar organizado formalmente para ser eficaz. En su opinión, la organización
formal del público es el Estado basado en el principio de representación,

429 Las palabras usadas por Dewey para hacer esta definición son “…a large body of
persons having a common interest in controlling the consequences of social transac-
tions”. Véase Dewey, John, The Public and Its Problems, cit., pp. 126 y 137.
LA OPNIÓN PÚBLICA 187

con el gobierno integrado por agencias y oficiales con obligaciones y fa-


cultades para actuar en defensa de los intereses del público. Por otro lado,
Dewey sostiene que el tipo de conocimiento necesario para que un público
se organice democráticamente por el mismo no existe en realidad. Él advir-
tió los riesgos de una opinión pública que no esté fundada en el conoci-
miento surgido de una continua investigación social.
Asimismo, este autor se mostró escéptico respecto de la opinión públi-
ca, en virtud de que ella puede carecer de ese conocimiento. Particularmen-
te porque hay quienes tienen un interés de que una mentira sea creída, y por
ello manipulan una opinión pública haciendo uso del desconocimiento o
ignorancia de la sociedad. En consecuencia, afirmó Dewey, la opinión pú-
blica formada de esta manera puede ser sólo pública de nombre, pero nun-
ca en sustancia. Con base en este hecho, él hizo un repetido llamado a la ne-
cesaria integración de información de manera precisa, confiable y
oportuna, fundada en una investigación social sistemática y organizada.
Dewey vio a la democracia como la oportunidad de cada individuo de
alcanzar su plena personalidad —fullness of integrated personality— con
otros individuos en una comunidad. Así, él entiende la participación del
pueblo en el gobierno en forma más directa, lo cual contribuye a la auto-
rrealización humana. Asimismo, Dewey no confió en la imparcialidad de
los expertos y, por tanto, rechazó la idea de un gobierno donde se toman
decisiones con el concurso exclusivo de burócratas o intelectuales especia-
listas independientes. Para este autor, esos gobernantes sólo pueden tomar
decisiones como instrumentos del capital.430 Asimismo, rechazó la premi-
sa de que los expertos son sabios y benevolentes —wise and benevolent—
y que ellos trabajan a favor de los intereses de la sociedad. Por el contrario
—señala este autor—, esos especialistas expertos se divorcian del interés y
compromiso a favor de la sociedad y se vinculan a intereses económicos
sometiéndose a decisiones particulares.
Dewey estima que el gobierno de las mayorías, como un fundamento de
la democracia, no constituye un objetivo por sí mismo. De hecho, este fun-
damento puede parecer cuestionable a causa de que los métodos de forma-
430 En sus propias palabras, Dewey sostuvo: “If the masses are as intellectually irre-
deemable as its premise implies, they at all events have both too many desires and too
much power to permit rule by experts to obtain. The very ignorance, bias, frivolity, jea-
lousy, instability, which are alleged to incapacitate them from share in political affairs,
unfit them still more for passive submission to rule by intellectuals”. Dewey, John, The
Public and its Problems, cit., p. 205.
188 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ción de la voluntad mayoritaria no están debidamente desarrollados. Asi-


mismo, en su opinión, la principal amenaza a la democracia se encuentra
en la tendencia de políticos de convertirla simplemente en otro negocio, y
el problema a resolver más importante que enfrenta el público es encontrar
la fórmula para liberarse de ese sometimiento. Por otra parte, él confió en la
posibilidad de crear una gran comunidad —Great Community—, y postuló
como una condición para su logro a la comunicación, conformada, asimis-
mo, por señales y símbolos que forman un significado y representan una
experiencia. Sus ideas al respecto fueron expuestas, entre otras, con las si-
guientes palabras: “Till the Great Society is converted into a Great Com-
munity, the Public will remain in eclipse. Communication can alone create
a great community. Our Babel is not one of tongues but of signs and
symbols without which shared experience is impossible”.431
En la opinión de este autor, las más importantes limitantes sobre la libre
comunicación y circulación de los hechos y las ideas son las condiciones
emotivas e intelectuales de una sociedad que son utilizadas por explotadores
de sentimientos y opiniones para ventajas particulares.432 Para Dewey, el
primer requisito de una libertad es el desarrollo del conocimiento y la cien-
cia. Estos dos elementos debían ser accesibles a cada ciudadano en la forma
más apropiada. En opinión de Dewey, el conocimiento implica tanto co-
municación y entendimiento. El conocimiento de los problemas sociales
depende particularmente de la difusión que se haga del mismo, porque es la
única forma de obtenerlo y poner a prueba los resultados, y porque contri-
buye sustancialmente a la formación de la opinión pública.433 La investiga-
ción social es tan sólo el primer paso para la formación del conocimiento,
cuyos resultados deben ser diseminados por medio de la prensa para esti-
mular y ampliar el diálogo.
Para Dewey, la comunicación y las nuevas fórmulas para desarrollarla
contribuirían a resolver los problemas generados por una vida pública sin
orden. Asimismo, lograrían sacarla de las penumbras en que se podía en-
contrar la propia sociedad al carecer de las luces que brinda la comunica-
ción. Él creyó que en su ideal de gran comunidad habría una libre y total in-
tercomunicación.434 En su opinión, la prensa podría contribuir al desarrollo

431 Dewey, John, The Public and its Problems, cit., p. 142.
432 Ibidem, p. 169.
433 Ibidem, p. 177.
434 Ibidem, p. 211.
LA OPNIÓN PÚBLICA 189

correcto de la sociedad a través de la transmisión del conocimiento. Asi-


mismo, Dewey sostuvo que la sociedad puede estar organizada democráti-
camente sólo si se cuenta con tres elementos: a) educación pública; b) li-
bertad de investigación social y difusión de resultados, y c) total publicita-
ción respecto a cada una de las cuestiones de interés público. De esta
forma, él consideró que la democracia requiere de una más amplia educa-
ción para toda la sociedad y no tan sólo para los burócratas, administrado-
res o directores de empresas.435
Por su parte, Lippmann rechazó la idea de que la sociedad fuese racional
y con conocimientos para ejercer como tal funciones de gobierno. Para él,
tanto el gobierno como la propia sociedad estarían mejor si la conducción
política de un país estuviera exclusivamente en las manos de expertos. Para
reforzar este argumento, Lippmann afirmó que la realidad objetiva difiere
profundamente de las imágenes en las cabezas de individuos, las cuales a
menudo les guían erróneamente en su apreciación del mundo externo. En
este entorno, los expertos y especialistas tienen una mayor ventaja de ver el
mundo con mayor objetividad que el ciudadano común.436 Para él, la infor-
mación científica era confiable respecto a su objetividad, si ella era elabo-
rada por expertos independientes.
Lippmann no consideró al público como un ente autónomo y único, sino
como dependiente de elementos correlativos y como varios públicos. En
sus afirmaciones sobre esta cuestión, el especialista dijo que el público no
era un cuerpo determinado de individuos, sino que está integrado por aque-
llas personas interesadas en un asunto sobre el cual sólo pueden influir a
través del apoyo u oposición a actores contendientes.437 En el ejercicio del
gobierno, Lippmann depositó una confianza de la mayor relevancia en bu-
rócratas especialistas y expertos en diversas materias. Él señaló que en la
medida en que este grupo de gobernantes esté menos distraído por ignoran-
tes y problemáticos individuos ajenos a la función gubernamental que sólo
forman parte del público, será mejor para que esos encargados guberna-
mentales adopten y apliquen las soluciones más adecuadas. De conformi-
dad con lo anterior, Lippmann subrayó la inconveniencia de las masas en el
ejercicio de la función gubernamental. En consecuencia, propuso que a los
miembros de ese público se les pidiese hacer lo menos posible en las

435 Ibidem, p. 288.


436 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 18.
437 Lippmann, Walter, The Phantom Public, cit., p. 77.
190 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cuestiones en que ellos no sabían o podían hacer algo bien.438 En su opi-


nión, el interés del público debe concentrarse sólo en dos asuntos: a) que
haya leyes y que ellas sean aplicadas debidamente, y b) que las leyes sean
modificadas solamente cuando haya un procedimiento establecido para tal
efecto, y que cualquier modificación cumpla totalmente con ese procedi-
miento.439
Para este autor, la opinión pública no debía verterse sobre cuestiones es-
pecíficas, sobre temas donde no había oposición o crítica abierta, o sobre
leyes y normas sin problemas, sino únicamente respecto al mantenimiento
de un régimen de derecho, la seguridad contractual y las costumbres. De
esta manera, Lippmann estimó la participación de la opinión pública ex-
clusivamente a efecto de contribuir a la corrección de la mala aplicación de
leyes, cuando una ley era cuestionable respecto a su efecto positivo o cuan-
do había un conflicto que pusiera en riesgo la seguridad contractual y la vi-
gencia de costumbres. Asimismo, puntualizó que la opinión pública sólo
podía existir en una sociedad democrática, porque en ella se encontraba el
único ámbito donde podía surgir y expresarse una oposición abierta por
parte del público. Al respecto, entendió a la participación de la sociedad
como un elemento medular en su visión de la democracia. Sus palabras en
este sentido fueron precisas: “When power, however absolute and unac-
countable, reigns without provoking a crisis, public opinion does not
challenge it. Somebody most challenge arbitrary first. The public can only
come to his assistance”.440
Lippmann consideró equivocado el afirmar que el electorado era inheren-
temente competente para administrar y dirigir los asuntos públicos, así como
el que la opinión pública tuviera que pronunciarse permanentemente para lo-
grar un beneficio para la sociedad. En su opinión, el electorado se encontra-
ba expuesto a vaguedades y símbolos vinculados con emociones, produci-
dos por grupos de presión, partidos políticos e intereses económicos, entre
otros. Todo ello formaba una opinión pública errónea o distorsionada, con
negativos resultados.441 Consecuentemente, afirmó que si el elector no pue-

438 Lippmann, Walter, The Phantom Public, cit., p. 199.


439 Ibidem, p. 104.
440 Ibidem, p. 70.
441 Lippmann contempló la posibilidad de una amplia manipulación en la formación
de la opinión pública, y la expuso con las siguientes palabras: “The theory I am sugges-
ting is that, in the present state of education, a public opinion is primarily a moralized
and codified version of the facts. I am arguing that the pattern of stereotypes at the center
LA OPNIÓN PÚBLICA 191

de escudriñar los detalles de los problemas que se presentan a diario, ya sea


porque no tiene el tiempo, el interés o el conocimiento para tal efecto, en-
tonces no dará su justa dimensión ni hará tampoco un uso mejor de la opi-
nión pública, ni aun porque ésta se exprese con más frecuencia.442
Por otra parte, Lippmann conceptuó a la opinión pública construyendo
una diferencia ontológica entre el mundo que existe fuera de las mentes
de los individuos y las imágenes dentro de sus cabezas. Para este autor, la
formación de la opinión pública que se genera en las mentes de la gente
común se caracteriza por la ausencia de una racionalidad y está sujeta a
emociones. Su principal preocupación era encontrar un antídoto en con-
tra de la propaganda producida con el consentimiento de las masas. En su
visión, la opinión pública debería estar libre de emociones porque al final
de todo el conocimiento surgiría no de la conciencia, sino del medio am-
biente con el que tiene que desarrollarse esta conciencia. Lippmann sos-
tuvo que cuando los individuos actúan de conformidad con la inteligen-
cia, ellos salen a buscar los hechos conforme a los cuales puedan tomar
una acertada decisión. Cuando se desconocen los hechos anteriores, enton-
ces buscan en ellos mismos respuestas y encuentran sólo lo que hay allí:
principalmente prejuicios que le limitan su conocimiento. Sus palabras en
este sentido fueron expresadas de la siguiente forma: “When men act on
the principle of intelligence they go out to find the facts and to make their
wisdom. When they ignore it, they go out inside themselves and find only
what are there —primarily prejudices which limit people’s knowled-
ge—”.443 Para este autor, la formación de la opinión pública debía integrar-
se excluyendo las emociones individuales y desarrollando métodos para
descubrir los hechos reales. Para él, sólo los expertos y especialistas pue-
den racionalizar la opinión pública, porque únicamente ellos tienen la ca-
pacidad de formar generalizaciones fundadas en el análisis y de elaborar
instrumentos certeros para su respectivo estudio.
Debido a su desconfianza en la capacidad racional del público, Lip-
pmann vio con grandes limitaciones a la opinión pública. Para él, los indi-
viduos sólo tienen un limitado acceso a la información; su comprensión de
esa información está sometida a estereotipos; sus evidencias son básica-

of our codes largely determines what group of facts we shall see, and in what light we
shall see them”. Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 125.
442 Lippmann, Walter, The Phantom Public, cit., pp. 20, 36 y 37.
443 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 397.
192 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mente impresiones e ideas donde simples secuencias de tiempo son vistas


como equivalentes de una determinante relación de profundas causas y
efectos.444 Por tanto, la acción ejecutiva no es para el público. Éste sólo ac-
túa alineándose como un partidario de alguien en una posición para actuar
ejecutivamente.445
En este contexto, la principal función de la discusión no es la de proveer
al público con la verdad respecto de una controversia, sino más bien identi-
ficar a los partidarios y defensores a efecto de permitir a los miembros del
público tomar una posición. De hecho, el público no expresa una opinión,
sino que se pronuncia a favor o en contra de una propuesta. Consecuente-
mente, el pueblo no puede gobernar, ni tampoco un gobierno democrático
puede ser una expresión de la voluntad del pueblo. En la opinión de este
autor, la gente no tiene el tiempo ni el interés ni el conocimiento suficiente
para entender los problemas sobre los que se requiere tomar decisiones.
Debido a su ignorancia o limitados conocimientos, las mayorías no ven la
diferencia entre la verdad y la mentira, por lo cual se ven forzadas a tomar
decisiones con base en la información que lleguen a obtener o recibir. La
previsión, el análisis y la solución de un problema no son cuestiones que
pueda atender debidamente el público. Su juicio descansa en una reducida
información de los hechos.446
Lippmann estimó que para fortalecer a la opinión pública era necesaria
la creación de agencias independientes y expertas en investigación, conec-
tadas en un complejo de buró de inteligencia —intelligence bureau— tan
absolutamente separados como sea posible del Poder Ejecutivo y sus
miembros.447 Él consideró que los ciudadanos pueden incrementar su con-
trol sobre los actos de los servidores públicos si se logra que sus actos sean
monitoreados, y los resultados de su trabajo sean medidos. En este orden
de ideas, la prensa podría tener una relevancia importante como un provee-
dor de información.448
En la opinión de este autor, la prensa debe hacer un esfuerzo para revelar
la verdad, además de difundir noticias. Sin embargo, él añade que las dos
actividades no están necesariamente en consonancia, sino que pueden estar
en contraposición. De acuerdo con Lippmann, la prensa no es capaz de de-
444 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., p. 154.
445 Lippmann, Walter, The Phantom Public, cit., p.144.
446 Idem.
447 Lippmann, Public Opinion, cit., pp. 384–389.
448 Ibidem, p. 320.
LA OPNIÓN PÚBLICA 193

velar los hechos ocultos y generar una visión de la realidad que permita a la
gente actuar. Asimismo, sostuvo que el problema de la formación de opi-
niones no debe ser tratado como uno correspondiente a libertades civiles.
Debe ser una cuestión de cómo hacer al mundo invisible, posible de ser vis-
to por la ciudadanía de un Estado moderno —“how to make the invisible
World visible to the citizens of a modern state”—.449 Para Lippmann, las
preguntas fundamentales son: ¿Dónde y cómo pueden los ciudadanos o los
medios de comunicación obtener la información que ellos necesitan?
¿Quién debe brindarla? y, en su caso, ¿Quién debe pagar por ella? Las liber-
tades ciudadanas no son suficientes para formar opinión pública, porque tal
supuesto llevaría a una premisa inválida, que es el que la verdad es espontá-
nea o que los medios para asegurar la verdad existen cuando no hay alguna
interferencia externa.450 Según el autor, la clave para la formación de una
adecuada opinión pública es la creación de una inteligencia organizada
—organized intelligence— o de una debida maquinaria de seguimiento. Ni
la prensa ni cualquier otra institución pública o privada a la que la ciudadanía
estuviese dispuesta a confiar en ella o someterse a su administración podría
llevar a cabo la creación y operación de tal maquinaria de conocimiento
—machinery of knowledge—.451 Sólo un cuerpo de inteligencia integrado
por especialistas y expertos independientes podría asegurar el flujo continuo
de información confiable.
En su comprensión de la democracia, Lippmann vio que los medios de co-
municación no operan como mediadores del diálogo, sino que fundamental-
mente ellos cambian la calidad de la comunicación. En este ámbito, la función
de las noticias es la correspondiente a destacar un evento; la función de la ver-
dad es develar hechos ocultos, vincularlos a ambos y formar una visión de la
realidad conforme a la cual puedan actuar los miembros de la sociedad.452
Los enfoques sostenidos por Dewey y Lippmann anteriormente expues-
tos han sumado respectivamente a diversos y numerosos adeptos, los cua-
les han formulado aportaciones y argumentos para fortalecerlos o ampliar-
los. La controversia presentada por esos dos autores a inicios del siglo
pasado sigue en diversas formas aún viva hoy en día.

449 Lippmann, Walter, Public Opinion, cit., pp. 318 y 320.


450 Ibidem, p. 319.
451 Ibidem, p. 365.
452 Ibidem, p. 358.
CAPÍTULO SÉPTIMO
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA
DE LOS MEDIOS

I. Estado de derecho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195


II. Regulación jurídica de los medios . . . . . . . . . . . . . . 204
1. El debate doctrinal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
2. El debate judicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
3. Particularidades de la regulación de medios escritos y
electrónicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
4. Normas jurídicas sobre los medios electrónicos . . . . . . 228
III. Decisiones judiciales sobre comunicación política en me-
dios electrónicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242
IV. Autorregulación a través de códigos de conducta . . . . . . 253
CAPÍTULO SÉPTIMO
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA
DE LOS MEDIOS

El gobernado dispone, en el constitucionalis-


mo contemporáneo, de nuevos instrumentos
para hacer sentir su voluntad y condicionar la
de sus representantes. Al sufragio, derecho
tradicional... se adiciona la presencia perma-
nente de los partidos políticos, de los medios
de comunicación...
Diego VALADÉS

Los medios de comunicación son indispensa-


bles a la democracia pero dentro de un Estado
de derecho que a todos beneficie y a todos
obligue.
Jorge CARPIZO

I. ESTADO DE DERECHO

El poder es sustancia vital de todo sistema político. Lo que distingue a


unos de otros sistemas es el conjunto de valores, principios, fórmulas,
instituciones y mecanismos a través de los cuales el poder se obtiene, y
se ejerce un control sobre él. En el mundo contemporáneo, los sistemas
políticos más avanzados se rigen por un Estado moderno de derecho,
donde en todo momento y situación la ley rige la relación entre individuo
y gobierno, entre las mismas autoridades y entre cada individuo. En este
orden, hay dos premisas fundamentales: 1) Nadie está por arriba de la
ley, es decir, cada hombre está sujeto a la ley, y453 2) El poder no es

453 Dicey, A. V., Introduction to the Study of the Constitution, Londres, MacMillan,
1939, pp. 188-195.

195
196 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

absoluto, sino limitado.454 El Estado moderno de derecho se vierte sobre


toda institución pública o privada y sobre todo individuo, cualquiera que
sea su condición política, económica o social. Para tal efecto, éste esta-
blece e impone la aplicación de principios fundamentales, como la divi-
sión de poderes; la representación popular; la protección del ciudadano
frente al abuso, arbitrio e impunidad del poder público, y el respeto a los
derechos humanos.
En este Estado moderno de derecho se conjugan elementos básicos del
pensamiento democrático y del pensamiento liberal, respectivamente. Por
una parte, está el gobierno de la mayoría, y, por otra, la libertad del indivi-
duo y la protección de las minorías. Al respecto, por ejemplo, Karpen seña-
la que:

El estado constitucional y democrático garantiza la libertad y reúne la li-


bre autodeterminación individual y personal así como la protección contra
el dominio arbitrario, con libertad y cogestión, es decir, participación del
ciudadano a través del voto popular y de la administración pública. El
Estado de derecho democrático no descansa exclusivamente en una de
ambas nociones de libertad. Por el contrario, en su esencia busca mantener
los dos principios en un estado de equilibrio, confiriéndoles vigencia a
ambos para que sirvan de recíproco apoyo y complemento.455

El Estado moderno de derecho formalmente establece los medios insti-


tucionales para hacer posible la formación y funcionamiento de un go-
bierno. El apego a ellos genera el ejercicio legítimo del poder. En su esencia,
el poder obtendrá legitimidad en la medida en que las leyes que rigen su ac-
ceso y funcionamiento encuentren congruencia, sustento y justificación en
los valores y creencias predominantes de una sociedad. Sin una congruencia
de esos valores, creencias y consensos con las leyes a través de las cuales se
obtiene el acceso y se ejerce el poder, la conducta del ciudadano podría refle-
jar distintas manifestaciones. Éstas pueden ir desde la indiferencia al orden
jurídico conllevando una ausencia de convicción para comprometerse a su

454 Rothschild, “Observations on Political Legitimacy in Contemporary Europe”, Po-


litical Science Quarterly, núm. 92, 1977, pp. 490 y 491.
455 Karpen, Ulrico, “La importancia del marco jurídico para el desarrollo democráti-
co”, Contribuciones, Buenos Aires, 1/93, Konrad Adenauer Stiftung, CIEDLA, p. 110.
También véase la página 112 para otros comentarios al respecto.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 197

cumplimiento, hasta la oposición al mismo por caminos de la violencia.456


Tal y como lo ha señalado Allan Ball, el orden jurídico necesita de un firme
y estrecho vínculo con la sociedad.457 A este respecto, también es importante
tener presentes las palabras de J. A. Schumpeter referidas a la democracia.
En su opinión, el principio de la democracia impone que las riendas del go-
bierno conduzcan a la participación de individuos o fuerzas. La democracia,
agrega, sólo significa que la gente tenga la oportunidad de aceptar o rechazar
a las personas que les gobierna, a través de una competencia electoral.458 De
esta forma, el Estado moderno de derecho debe incorporar elementos y me-
canismos para la participación y representación popular, que a su vez sean
producto del propio consenso de la sociedad y sus fuerzas políticas.
Las nuevas realidades del Estado demandan encontrar instrumentos y
mecanismos que aseguren su operación eficaz. En este orden de ideas, las
aportaciones del constitucionalista Diego Valadés resultan de significativa
relevancia. De acuerdo con él, los “controles políticos” permiten el equili-
brio de las instituciones para que cumplan sus responsabilidades constitu-
cionales. En su obra El control del poder, Valadés expone que en esos con-
troles políticos se encuentran los siguientes elementos: “...a) normas
jurídicas, b) acciones jurídicas, c) acciones políticas, d) equilibrio institu-
cional, e) atribuciones constitucionales, que incluyen facultades y obliga-
ciones, f) eficacia institucional, y g) efectividad institucional”.459
Asimismo, este orden requiere para tener vida plena de importantes con-
diciones, mismas que por su propia naturaleza son por demás complejas,
así como dependientes de variables con semejantes características. Entre
ellos destacan los siguientes:
• Condiciones y estructuras que induzcan a la reducción y eliminación
de factores que generen condiciones de desigualdad entre los miem-
bros de una sociedad, así como a una distribución más equitativa de la
riqueza.460

456 Stein Velasco, José Luis, “Reformas constitucionales”, El Financiero, octubre 9


de 1991. “Constitución y realidad”, El Financiero, noviembre 27 de 1991.
457 Véase Ball, Allan R., Modern Politics and Government, cit., p. 31.
458 Shumpeter, J. A., Capitalism, Socialism and Democracy, Londres, George Allen
and Unwin Ltd., 1981, pp. 273, 284 y 285. Véase Plamenatz, John, Man and Society, vol.
1, 1963, p. 239.
459 Valadés, Diego, op. cit., p. 179.
460 Este elemento, sin duda alguna, alcanza una gran complejidad. Su importancia es
advertida con mucha frecuencia y preocupación tanto por académicos como por políti-
198 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

• Tendencia cultural preeminente en la ciudadanía por la justicia, la li-


bertad y el respeto a la ley —que llega a dar lugar a una misma parte
de la cultura de una sociedad—, acompañada sustantiva e invariable-
mente de la existencia de instituciones públicas y organizaciones o
asociaciones civiles incluyentes, plurales, tolerantes, solidarias y par-
ticipativas, donde se asume la deliberación y definición de los proble-
mas del país y sus soluciones en forma consensada, comprometida y
anteponiendo los intereses de la nación sobre los particulares de un
grupo de la sociedad o de un individuo.
• Participación ciudadana en las decisiones sociales, a través de proce-
sos e instituciones democráticas. En este orden de ideas, por ejemplo,
los procesos electorales tienen un lugar preeminente.
• Acceso por toda institución y por cualquier individuo a la informa-
ción en posesión del poder público, en cualquier forma que ella se
guarde, con base en la cual éste requiera tomar decisiones o formular
un pronunciamiento cuando haya un interés social o se afecten sus in-
tereses.
• Medios y comunicadores que ejerzan eficazmente las libertades de
expresión e información, cuyo quehacer sea realizado a favor de la
sociedad en forma veraz, objetiva, oportuna y guardando un respeto a
las libertades de otros. La propia participación de los medios dentro
de esta esfera garantiza la legitimidad de su actuación.

Los medios y comunicadores, por su parte, tienen un papel de trascen-


dente relevancia en la consecución de cada uno de los elementos que brin-

cos. Por ejemplo, el profesor alemán Karpen sostiene: “La estabilización del Estado
constitucional exige fundamentalmente mejoras económicas. Los politólogos han llegado
a la conclusión de que, por debajo de un producto bruto social de seis mil dólares per cá-
pita, es imposible preservar la democracia y el Estado de derecho de modo permanente
ante situaciones de crisis... cuando lo que está en juego es la sobrevivencia misma, las
consideraciones que hacen al orden jurídico y orden político pasan a segundo plano. Para
que el Estado constitucional democrático funcione, hace falta contar con alimento sufi-
ciente, una moneda estable, economía social de mercado y justicia social”. Karpen,
Ulrich, op. cit., p. 114. Para conocer algunos argumentos relativos a la dependencia eco-
nómica de unos países respecto de otros y sus efectos en el ámbito político, véase Wilbe-
re, C. K., The Political Economy of Development and Underdevelopment, Nueva York,
Random House; Szentes, T., The Political Economy of Underdevelopment, Budapest,
Akademiai Klado, 1983.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 199

dan vida real al Estado moderno de derecho. La relación entre ellos merece
las siguientes observaciones:
1. La desigualdad que viven numerosos miembros de distintas socieda-
des, tanto en el ámbito social como en el político, económico y cultural, así
como la inequidad en la distribución de la riqueza, son problemas que de-
penden de elementos estructurales de los propios sistemas económicos,
políticos o sociales que son adoptados por una sociedad o impuestos sobre
ellas. Sin embargo, las características que hoy revisten a los medios y co-
municadores convierten a éstos en factores que pueden aportar soluciones
a tales problemas. Respecto a la incidencia que los medios y comunicado-
res pueden tener en esos ámbitos, Sean Mc Bride señala que “...la informa-
ción no es sólo un bien destinado a servir de alimento a la facultad intelecti-
va del hombre, sino que es un recurso económico tan importante como la
materia prima.461
En este mismo orden de ideas, Hugo Osorio Meléndez afirma que:

La nueva sociedad de la información se define como tal por reconocer en


ella la fuente principal de riqueza y de éxito y por situarla en el centro de
toda la dinámica del mundo moderno en sus expresiones de organización
económica, política y social; y en el desarrollo cultural, artístico, educati-
vo, y de bienes de naturaleza simbólica.462

Asimismo, añade este autor que “Ya casi es un slogan afirmar que nues-
tras economías dependen ahora de la información en todas sus formas más
que de las estructuras de producción”.463 En su opinión, actualmente “...in-
formación y medios se configuran como estrategias e instrumentos de po-
der que estimulan y crean el fenómeno nuevo de la globalización y se forta-
lecen con ello como causas del crecimiento, desarrollo y riqueza y como
mecanismos de enorme capacidad de orientación de las visiones comunes
del hombre, el Estado y la sociedad”.464
Aunado a lo anterior, no puede perderse de vista que hay factores que
contribuyen a fomentar y fortalecer el desarrollo de la desigualdad e ine-

461 Mc Bride, Sean, Un solo mundo. Voces múltiples, México, UNESCO, 1981, p. 221.
462 Osorio Meléndez, A. Hugo, “Medios de comunicación y conflicto social”, Contri-
buciones, Buenos Aires, 2/2002, año XIX, núm. 2 (74), Konrad Adenauer Stiftung.
CIEDLA, abril-junio de 2002, p. 11.
463 Ibidem, p. 16.
464 Ibidem, p. 17.
200 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

quidad económica y social. Entre éstos se encuentran la corrupción, la im-


punidad y el abuso de poder por cualquier agente público o privado. El
quehacer de los medios y comunicadores para combatir estos males cobra
una importancia sustantiva cuando realiza un escrutinio sobre la actuación
de toda instancia pública o privada e informa a la sociedad sobre sus ha-
llazgos.465 Consecuentemente, los medios y comunicadores pueden ser
considerados como herramientas de la sociedad para romper bastiones de
desigualdad e inequidad. En este contexto, se hace cada día más evidente la
imperiosa necesidad de la libertad de expresión y de información, así como
la divulgación de información veraz, objetiva, imparcial, surgida de una
investigación y análisis profesional y ético.
2. La formación de una cultura que tome como parte integral de ella a la
justicia, la libertad y el respeto a la ley está estrechamente vinculada al
quehacer de los medios y comunicadores. El fomento que ellos hagan de
estos valores a través de la información que brindan a la sociedad, así como
el uso que medios y comunicadores hagan de ellos para sustentar la elabo-
ración de sus escrutinios sobre cualquier instancia de poder pública o pri-
vada, son determinantes.
En este orden de ideas, al referirse a la acción de los medios sobre la ge-
neración de una cultura, Osorio Meléndez afirma que la información es
fuente del desarrollo cultural, y concluye que “Este hecho obliga a adecuar
toda la organización humana anterior, basada en la energía y la industria,
a los fundamentos de la información y el conocimiento, y a las exigencias
de los instrumentos que la transportan: los medios”.466 Este autor también
señala que “Al hablar de información nos referimos a ese fenómeno trans-
formador que crea la nueva cultura y que reelabora la economía, el desarro-
llo, los modos de pensar y la organización de nuevas respuestas en casi to-
das las disciplinas y actividades profesionales de nuestro quehacer
actual”.467 Asimismo, Osorio Meléndez encuentra que los medios tienen el
poder “...de producir valores, normas y patrones de sentido” y aventajan a
partidos y congresos legislativos “...en la legitimación o deslegitimación
de los procesos sociales de orden político, económico o cultural”; esta ven-
taja “...permite a los medios intervenir en las funciones propias de la políti-

465 Véase la obra de Szeftel, M., Corruption, Londres, Pinter, 1983.


466 Osorio Meléndez, A. Hugo, “Medios de comunicación y conflicto social”, cit., p. 11.
467 Ibidem, p. 16.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 201

ca de proyectar el futuro y la convivencia social, y participar en la solución


de los conflictos sociales y hasta provocarlos, a veces”.468
De igual forma, al referirse al impacto creador de cultura por los medios,
Oliveira Soares sostiene que “...el Estado, las universidades y la Iglesia de-
jan de ser los agentes tradicionales que engendran el proyecto de sociedad,
y actúan como principales creadores de cultura y de síntesis cultural, para
dejar parte importante de estas funciones a los medios informativos”.469
Las anteriores observaciones también son aplicables a la contribución
que los medios y comunicadores pueden hacer para la creación y operación
de instituciones públicas. Lo mismo rige en la formación de organizacio-
nes y asociaciones civiles incluyentes, plurales, tolerantes, solidarias y
participativas. El quehacer de todos ellos debe integrarse con la delibera-
ción y definición de los problemas del país y sus soluciones en forma con-
sensada, comprometida y a favor de los intereses nacionales y no privile-
giando a los particulares de un grupo de la sociedad o de un individuo.
3. La participación ciudadana se vigoriza y trae resultados con benefi-
cios para toda la sociedad, cuando ella se encuentra informada a través de
los medios y comunicadores de manera veraz, objetiva e imparcial. Por lo
que toca en particular al proceso electoral democrático, cabe destacar que
éste tiene entre sus premisas, por un lado, el derecho a elegir a gobernantes
y legisladores, y, por otro, la presencia de alternativas para elegir. Estas
premisas cobran un pleno ejercicio con la operación de las libertades de ex-
presión y de información a favor de todo individuo. En este ámbito, por
tanto, el quehacer de los medios y comunicadores adquiere un lugar de la
mayor importancia. Por su naturaleza, implicaciones y efectos, ésta es una
cuestión de interés general para la sociedad en su conjunto.
4. El acceso a la información en posesión de toda instancia gubernamen-
tal por toda institución y por cualquier individuo incluye a los medios, así
como a los comunicadores. Ello se vuelve especialmente importante cuan-
do la información obtenida por los medios y comunicadores es del interés
de la ciudadanía en su conjunto, y, por tanto, debe ser materia del dominio
público y no constreñida a la confidencialidad o discrecionalidad de un
grupo de burócratas a cargo de una dependencia pública. Por la naturaleza

468 Ibidem, p. 18.


469 Oliveira Soares, Ismar, “La gestión de la comunicación en el espacio educativo”,
Diálogos de la Comunicación, Federación Latinoamericana de Facultades de Comunica-
ción Social, 1998, p. 12.
202 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

de su quehacer, los medios y comunicadores pueden realizar una labor de


investigación o escrutinio más constante y estructurada sobre la informa-
ción en poder de cualquier instancia gubernamental que puede tener un im-
pacto sobre los intereses y decisiones de una sociedad, y posteriormente
hacerla del conocimiento de ella para los efectos conducentes. Este hecho
cobra una mayor relevancia cuando se contrasta con la actividad de inves-
tigación y análisis que pueden realizar otras instituciones privadas u otros
particulares, que carecen de la posibilidad de divulgar masivamente sus
hallazgos.
5. El ejercicio de las libertades de información y expresión por los me-
dios y comunicadores, que permita a la sociedad la obtención de informa-
ción veraz, objetiva, imparcial y con respeto a las libertades de otros, es
parte sine qua non de los anteriores puntos. Una información que no se
adscriba a estos principios se vuelve adversa a los propios intereses de la
sociedad en su conjunto y opera negativamente contra el Estado moderno
de derecho.
En este orden de ideas, Schönbohm formula consideraciones de impor-
tancia que inciden en el ámbito jurídico del ejercicio y límites del poder de
los medios y comunicadores. En su opinión,

En la gran mayoría de los sistemas jurídicos, el derecho a la libre comuni-


cación es considerado un derecho fundamental, individual y objetivo, que
protege a los medios y la comunicación como instituciones. Por lo tanto,
toda limitación de este derecho debe ser interpretada dentro de severas
restricciones.

Este estudioso añade que

El Estado debe crear condiciones adecuadas para el libre funcionamiento


de los sistemas de comunicación y de medios. Por otra parte, debe prote-
gerse eficazmente los derechos de terceros ante cualquier intento de viola-
ción y ofrecer simultáneamente espacio suficiente para que los sistemas de
medios y comunicaciones puedan seguir desarrollándose en forma adecua-
da. El Estado detenta la responsabilidad, ciertamente significativa, de esta-
blecer el marco regulatorio del sector, en tanto que sus posibilidades de
injerencia directa deben ser necesariamente limitadas.470

470 Schönbohm, Horst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., p. 65.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 203

Jorge Carpizo indica sobre los medios y su poder que “...deben existir
pesos y contrapesos para impedir también la arbitrariedad, porque si no, co-
mo en el caso del gobierno, su resultado es también la opresión de los indivi-
duos”.471 Cabe añadir, asimismo, que a la luz de la premisa básica de que en
el Estado moderno de derecho el poder se encuentra limitado, puede soste-
nerse que por ningún motivo los medios y comunicadores pueden estar
exentos de la aplicación de esta premisa, particularmente cuando se observa
una creciente presencia, influencia y poder de los mismos. La propensión
hacia el acumulamiento del poder presente en la naturaleza humana y de la
vulnerabilidad de toda ley y mecanismo que intente impedirlo obligan a que
el ejercicio del poder gubernamental, así como de toda instancia pública o
privada y de todo interés económico o político que incida sobre él, deban ser
materia de atención permanente y prioritaria.472 Esta premisa debe ser apli-
cada sobre los medios y comunicadores en todo momento.
El Estado moderno de derecho y el quehacer de medios y comunicado-
res guardan un importante vínculo que por sus efectos requiere de una
atención prioritaria y permanente. Las palabras de Osorio Meléndez no
pueden ser soslayadas cuando advierte que:

Son los medios los que imponen hoy la agenda al entramado social. Influ-
yen en el colectivo y en la opinión que crean, hasta el punto de llegar a
participar de la operación práctica del país con actividades supletorias que
influyen en la administración social y de la justicia. Actividad tanto más
importante cuanto mayor es el desprestigio de la política, de los políticos y
de los partidos.

Este mismo autor puntualiza que “Otro aspecto que acrecienta el rol de
los medios por los efectos que consiguen es que, debido a la fascinación y
encanto que ellos producen, condicionan automáticamente las verdades
sociales, jurídicas, éticas y morales que entregan, convirtiéndolas en ver-
dades mediáticas autónomas”.473

471 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 355.
472 Para un interesante análisis del Estado con base en conceptos del poder, derecho y
legitimidad, véase Dyson, Kenneth, The State Tradition in Western Europe. A Study of
an Idea and Institution, Oxford, Martin Robertson, 1980, pp. 117-134.
473 Osorio Meléndez, A. Hugo, “Medios de comunicación y conflicto social”, cit., p. 24.
204 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

El Estado moderno de derecho como garante de las libertades que impone


la democracia tiene la obligación de adoptar y aplicar un orden normativo
donde se promueva y fortalezca el desarrollo de medios y comunicadores
conforme a las bases expuestas. Esto conlleva la obligación de examinar si
una legislación o la ausencia de ella lo permite, lo limita o lo impide. Asimis-
mo, impone el compromiso de proponer nuevas fórmulas jurídicas que den
mayor vigor y amplíen el quehacer de los medios y comunicadores para el
desarrollo y consolidación del Estado moderno de derecho.474 Ello abre la
puerta a la reflexión sobre las libertades y obligaciones de acuerdo a las
cuales deben operar tales medios. En este contexto, se hace necesario po-
ner especial atención al marco jurídico que debe garantizar las libertades
que requieren los medios para realizar ese quehacer, así como a las garantías
jurídicas que aseguren a la ciudadanía que los medios estarán actuando para
alcanzar los ideales y objetivos del Estado moderno de derecho. En todo ca-
so y condición, los medios y comunicadores deben contar con las garantías
que les permitan desarrollar sus actividades conforme a los requisitos que
impone la propia democracia.

II. REGULACIÓN JURÍDICA DE LOS MEDIOS

En una democracia, la ciudadanía y sus organizaciones políticas, econó-


micas, sociales y civiles requieren de los medios de comunicación para dar
articulación y expresión a sus necesidades y demandas. Tal y como lo se-
ñala Carpizo, los medios de comunicación “...son en muchas ocasiones los
intermediarios entre la sociedad y el poder político”.475 Hoy en día, las so-
ciedades democráticas enfrentan el reto de tener medios de comunicación
más accesibles a los ciudadanos y que ellos operen como instrumentos de
la sociedad, para la sociedad y para el propio beneficio de la misma; no co-
mo un instrumento para persuadir o convencer a consumidores y electores,
o como un vehículo generador de ganancias y poder a favor de intereses
particulares o privados. En consecuencia, debe verse que los diversos ser-
vicios que brindan los medios, así como las acciones que se ejercen a través
de ellos, estén sujetos a normas y controles que aseguren y garanticen su

474 Véase la propuesta de Valadés, Diego, respecto a los elementos del “control políti-
co”, op. cit., p. 179.
475 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 344.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 205

objetividad, veracidad, imparcialidad, equidad, así como respecto a las li-


bertades de otros individuos, y que a su vez protejan y promuevan el desa-
rrollo democrático del país y de sus instituciones.
Los medios de comunicación realizan una actividad de sustantiva rele-
vancia política y social. Para innumerables personas, ellos constituyen la
principal y, en ocasiones, única fuente de información y entretenimiento.
Por otra parte, los medios también guardan una importancia económica al
ser industrias en sí mismas, así como proveedoras de servicios a favor de
otras empresas, principalmente como anunciantes de los bienes y servicios
que ellas ofrecen al consumidor.
Con relación a la regulación jurídica de los medios, no puede dejarse a
un lado la reflexión sobre los intereses del individuo que se expresa, de una
audiencia y, en general, de la sociedad en su conjunto.476 Cualquiera de los
elementos en el cual se ponga una mayor atención o se le otorgue una espe-
cial importancia afectará necesariamente toda conclusión. De esta forma,
el otorgar una preeminencia a un auditorio o a la sociedad en su conjunto,
bajo la premisa de que tiene que ser informada políticamente en forma de-
bida o a efecto de que obtenga el más amplio conocimiento sobre la verdad
de los hechos, podrá llevar a conclusiones respecto a las distintas responsa-
bilidades de los medios y sobre los poderes del gobierno o sus límites en
materia de comunicación. Un enfoque guiado por la defensa del individuo
que se expresa, seguramente llevará a conclusiones que sustenten el forta-
lecimiento de la autonomía e independencia de cada miembro que integra a
la sociedad.477
En gran medida se asume que en el ejercicio de la libertad de expresión,
el otorgamiento de derechos a medios y comunicadores es una cuestión
fundamental. En consecuencia, cualquier acción que intente cancelarlos o
limitarlos es impermisible en una democracia. En contraposición a este ar-
gumento, se sostiene que todo individuo tiene el derecho a expresarse; sin
embargo, una extensa mayoría en términos de equidad se encuentra exclui-
da de expresarse a través de los medios de comunicación. Es decir, a pesar
de que también gozan del derecho de expresión y, por tanto, a ejercerlo a
476 Esta cuestión ha sido discutida en Scanlon, T. M. Jr., “Freedom of Expression and
Categories of Expression”, Law Review 40, University of Pittsburgh, 1979, pp. 520-528.
477 Sobre este tema puede encontrarse que en países como los Estados Unidos, la opi-
nión popular parece brindar su apoyo primordial a la expresión del individuo, conforme a
lo cual es común el decir: “...este es un país libre y yo digo lo que quiera decir”. Lichten-
berg, Judith, op. cit., p. 16.
206 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

través de los medios de comunicación, el ejercicio de este derecho se ve


impedido o sujeto a innumerables condiciones por los propios medios.478
Por supuesto, esta opinión está sujeta a diversos señalamientos para rever-
tirla. Por ejemplo, el asumir que cada individuo tiene el derecho a expre-
sarse a través de los medios de comunicación masiva y que este derecho
puede ejercerse a su juicio, simplemente llevaría a una situación imposible
de atender por todos y cada uno de los medios.
En términos prácticos, la regulación de los medios no es una cuestión
que sea considerada como irrelevante e inserta exclusivamente en un limbo
teórico. Por el contrario, ella es materia de debate y discusión en numero-
sos países considerados como desarrollados y con un sistema democrático.
En algunos de ellos alcanza incluso un cuestionamiento en el ámbito cons-
titucional. En otros países, como en la Gran Bretaña, la discusión sobre la
estructura y control de la radio y televisión se resuelve por la vía política
más que por la intervención de los jueces. Sin embargo, el debate sobre es-
tos temas en su Parlamento es intenso y toca cuestiones de principios que
en otros países tendrían que ser resueltos por tribunales constitucionales.
Debido a los importantes y sustantivos efectos de los medios sobre el in-
dividuo y la sociedad en su conjunto, la regulación y control de los mismos
es materia de un intenso debate. Al respecto, parece indiscutible tomar co-
mo premisa que cualquier regulación o control debe estar dirigido, asimis-
mo, a la construcción del trabajo de los medios y comunicadores con liber-
tad y responsabilidad.
La regulación de los medios involucra evidentemente un amplio número
de intereses, varios de ellos en competencia o contraposición unos con otros.
Al respecto, Splichal encuentra que al menos hay cinco clases de intereses,
los cuales enuncia y explica de la siguiente manera: a) el interés de los pro-
pietarios en usar sus medios de comunicación como vehículos de expre-
sión de sus propios intereses y a efecto de proteger su propiedad; b) la de-
manda de audiencias ciudadanas para tener acceso a los medios, unido al
interés de un auditorio ciudadano en recibir o no información; c) el interés
de grupos de la sociedad civil en tener acceso a los medios de comunica-
ción a efecto de difundir sus opiniones; d) el interés de la sociedad en que

478 Bacon, Jerome, op. cit. Esta opinión ha sido rechazada por diversos expertos en la
materia, como ejemplo Nelly, David y Donway, Roger, “Liberalism and free Speech”, en
Lichtenberg, Judith (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge Uni-
versity Press, 1995, pp. 66-101.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 207

los medios realicen una función de servicio público, y e) el interés del go-
bierno en transmitir sus puntos de vista a la ciudadanía y el de preservar los
derechos de todos los ciudadanos.479
Respecto a lo expuesto, puede observarse que un problema fundamental
de la regulación de los medios es el de lograr un equilibrio adecuado entre
los diversos intereses participantes. Sin embargo, el alcanzar ese equilibrio
no es una tarea sencilla. Los intentos de establecer regulaciones y controles
democráticos, a menudo se confrontan con elementos externos que gene-
ran fuentes de inequidad en la influencia sobre los propios medios o la pro-
pia participación en los mismos por parte de los miembros que integran a la
sociedad. Cualquier normatividad que asegure igualdad de derechos para
incidir sobre los medios de comunicación sólo puede materializarse bajo el
entendido de que las fuentes de desigualdad referidas no se conviertan en
rectoras de decisiones. La ciudadanía enfrenta amplias condiciones de de-
sigualdad para lograr un acceso a los medios de comunicación —tanto para
divulgar sus opiniones como para participar en discusiones públicas.
Todo lo anterior incide necesariamente no sólo en el quehacer democrá-
tico de los medios, sino también en la propia democratización de los mis-
mos. Las formas de reglamentación adoptadas para desarrollar el trabajo
democrático, así como para democratizar la comunicación, han estado bá-
sicamente dirigidas a materializar el derecho de recibir información. Este
hecho se ilustra claramente a través del marco normativo adoptado para re-
gir el servicio público de comunicación en Europa —Public Service
Broadcasting (PSB)—, a partir de los años veinte del siglo pasado. Esta
normativa se construyó con base en cuatro postulados: a) el servicio públi-
co de comunicación tiene las funciones básicas a favor del auditorio de
educar, informar y entretener; b) el servicio público de comunicación
atiende a un auditorio integrado tanto por elites con conocimientos espe-
cializados como por una audiencia popular; c) el servicio público de comu-
nicación debe asegurar acceso universal a los programas presentados en
los medios de comunicación en todo el territorio nacional, así como brin-
dar la debida calidad técnica en sus transmisiones, y d) el servicio público
de comunicación debe ofrecer programación para las minorías étnicas, lin-
güísticas, regionales, religiosas y otras.480

479 Splichal, Slavko, op. cit., p. 298.


480 Ibidem, p. 296.
208 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En los años ochenta del siglo XX, el servicio público de información


—PSB— enfrentó una crisis debido al desarrollo de las tecnologías de co-
municación y por embates de la creciente corriente privatizadora, lo cual
ha cuestionado los fundamentos de ese tipo de servicio y han propuesto no
sólo reducirlo, sino acabar con él. Este avance privatizador, sin embargo,
no debe empañar un cuestionamiento fundamental para determinar la regu-
lación de los medios. Al respecto, Mulgan señala que no hay que pregun-
tarse si habrá formas de intervención pública en un futuro, sino qué formas
debe tomar y cómo las libertades colectivas pueden ser reconciliadas con
aquellas correspondientes a los individuos y a las minorías.481 Para este
mismo autor, al menos hay tres tipos de regulación y control público que
podrían sobrevivir en un futuro como condición indispensable para el de-
sarrollo de la libertad individual y la diversidad. Éstos son: 1) contenido re-
gulatorio tradicional, donde gobierno y reguladores públicos participan
normando y supervisando actividades relacionadas con la opinión pública,
niveles de calidad de la información, y protección de valores; 2) políticas
de infraestructura para asegurar el acceso universal de la sociedad a los me-
dios de comunicación; 3) leyes y políticas que prevean niveles para brindar
servicios públicos libres, garanticen un fácil acceso y permitan la compe-
tencia entre proveedores de información.482

1. El debate doctrinal

Los debates a favor y en contra de la regulación de los medios no son


nuevos. Por ejemplo, en el siglo XVIII se encuentran diversas posiciones
al respecto. De esta forma, Mme de Staël, reconociendo que los diarios son
grandes medios para atacar la opresión y propagar el conocimiento, sostu-
vo que ellos debían estar sometidos a una regulación debido a que por su
propia naturaleza no eran instituciones privadas, sino verdaderamente pú-
blicas.483 En 1789 Benjamín Franklin formuló un señalamiento similar al
anterior. En su opinión, debido a que la prensa era un poder público —pu-

481 Mulgan, Geoffrey, Communication and Control, Cambridge, Polity, 1991, p. 259.
482 Idem.
483 Staël, Mme. de, Des circonstances actuelles qui peuvent terminer la Révolution et
des principes qui doivent fonder la République en France, París, Droz, 1979, p. 113. Asi-
mismo, afirmó: “...faire un journal est un emploi public, tandis qu´écrire un livre n’est
que l’exercice d’un droit consacré”, op. cit., pp. 115 y 116.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 209

blic power— similar a los tres poderes del gobierno, éste debería estar su-
jeto irremediablemente a firmes restricciones legales. Franklin estuvo
preocupado no por la posibilidad de los diarios de criticar a gobernantes y
servidores públicos, sino por el amplio poder que tenían esos medios de
presentar y difundir acusaciones falsas que podían arruinar la reputación
de individuos por toda su vida. Él subrayó que la libertad de la prensa no
podía ser anárquica, sino que debería quedar sometida a los principios del
Estado de derecho y al conocimiento público. Para destacar esta posición,
Franklin afirmó que ante la corte de la prensa —the court of the press— no
hay ley alguna, consecuentemente, y repitiendo literalmente sus palabras,
sostuvo: “The accused is allowed no grand jury to judge of the truth of the
accusation before it is made, nor is the name of the accuser made known to
him, nor has he an opportunity of confronting the witnesses against him,
for they are kept in the dark as in the Spanish court of Inquisition”.484 De
acuerdo con él, por tanto, la libertad de prensa no se equiparaba al ejercicio
de una licencia personal sin reglamentación alguna.
En el ámbito del debate teórico, Judith Lichtenberg se encuentra entre
los estudiosos que apoyan la regulación gubernamental. Ella formula di-
versas consideraciones para sustentar la conveniencia de una regulación
que asegure o haga más viable el acceso del individuo para expresarse a
través de los medios. En lugar de sostener que aquellos que no tienen tal
acceso gozan indiscutiblemente del derecho para hacerlo, la autora enfoca
su análisis para sostener que el permitir el acceso de los individuos a los
medios de comunicación para ejercer su libertad de expresión no represen-
ta una violación a los derechos de aquellos que son propietarios o controlan
algún medio de comunicación. Ella sostiene que la regulación permite ase-
gurar y ampliar la independencia de los medios. Asimismo, estima que la
regulación no sólo otorga esa independencia del poder público, sino res-
pecto del dinero.485
Lichtenberg hace alusión al hecho de que en algún momento se pensó
que los medios podrían servir como un antídoto frente al abuso del poder
público. Sin embargo, señala que lo anterior ha trabajado en un sentido

484 Franklin, Benjamin, “An Account of the Supreme Court of Judicature in


Pennsylvania, viz, The Court of the Press”, en Hyneman, C. y Lutz, D. (eds.), American
Political Writing During the Founding Era, Indianápolis, Liberty Classics, 1983, vol. 2,
p. 708.
485 Lichtenberg, Judith, op. cit., pp. 102-135.
210 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

contrario porque los propios medios han reforzado tal poder, en virtud de
que el acceso a los medios tiene una distribución inequitativa, igual que
otras formas de poder. Ello no quiere decir que los menos poderosos nunca
puedan expresarse en los medios de comunicación, sino que el conjunto de
las acciones mediáticas no está prioritariamente a su favor, dado que los
medios constituyen per se un poder que está aliado íntimamente con otros
grandes poderes.486
Esta autora estima que en gran parte la disputa sobre la regulación de
los medios se centra en la utilidad de la misma respecto de los efectos y
objetivos que se buscan lograr a través de ésta.487 En este sentido, los crí-
ticos de la regulación consideran que la libertad de los medios está en el
centro de lo que es una sociedad moderna, y que cualquier obstáculo o li-
mitación a ella es por tanto inaceptable. Al respecto, Lichtenberg argu-
menta que se ha malentendido el significado del compromiso con la liber-
tad de medios en una sociedad moderna. Esa libertad es contingente en el
grado en que ella promueva ciertos valores correspondientes al interés de
proteger la libertad de expresión. Es decir, la libertad de los medios es
instrumental, y debe operar en la medida en que permita alcanzar ciertos
objetivos. De esta forma, si los medios de comunicación masiva realizan
acciones tendientes a suprimir u obstaculizar a la diversidad y a empobre-
cer, reducir o impedir el debate público, entonces el ejercicio de esa liber-
tad es improcedente. Consecuentemente, dice la autora que la regulación
de los medios debe ser aceptada a efecto de alcanzar los propósitos esen-
ciales de la libertad de los mismos.488
Lichtenberg continúa sus ideas sobre este tópico preguntando qué es lo
que se busca con la libertad de expresión. Al respecto, estima que hay dos
objetivos. Por una parte, el que los miembros de la sociedad puedan comu-
nicarse sin interferencias y, por otra, que haya mucha gente comunicándo-
se o al menos participando en la difusión y recepción de numerosas ideas y
puntos de vista. Asimismo, estos objetivos se construyen respectivamente
sobre dos principios. En un caso está el de no interferencia o no censura
—noninterference or no censorship— y, en el otro, el de la multiplicidad
de voces —multiplicity of voices—. Sin embargo, encuentra la autora que
los dos principios referidos pueden estar en conflicto entre ellos. Esta si-

486 Ibidem, pp. 103 y 104.


487 Lichtenberg, Judith, op. cit., p. 104.
488 Ibidem, pp. 104 y 105.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 211

tuación exhibe un dilema sobre la libertad de prensa: la intervención regu-


latoria gubernamental parece afectar negativamente al primero de ellos,
pero se puede ver que beneficia al segundo.489
Esta autora argumenta sobre la forma en que una política de no regula-
ción de los medios es positiva para los valores que inspiran a la libertad de
expresión. Al respecto, afirma que la respuesta tiene dos partes. Por un la-
do, en tanto que el término no intervención cubre algunos valores esencia-
les de la libertad de expresión, éste tiene implícito un mayor peso del que
puede soportar. Su parte central es la autonomía. Lo que se teme más con la
intervención gubernamental es la generación de un control de la mente de
la ciudadanía. Su punto de vista es expuesto con las siguientes palabras:
“What we fear most when we fear interference with freedom of expression
is mind control, Big Brother style, being thrown into prison for opposing
the government, and generally the extreme suppression we find in totalita-
rian regimes”.490 Ella concluye que la no intervención tiene per se un lugar
soberano, pero que este lugar es mucho menor al que algunos pretenden re-
conocerle. Asimismo, sostiene que la multiplicidad de voces de la sociedad
es el tema central y de unión entre los valores y principios que pueden girar
en torno a esta cuestión.491
Para ella, no es válido afirmar que es mejor cualquiera de los defectos de
corrupción o abuso que realicen los medios, que aceptar los males de la re-
gulación gubernamental.492 En su opinión, la respuesta adecuada no se en-
cuentra en desconfiar más del gobierno que de otros. La regulación es ne-
cesaria, porque el poder privado representa también una grave amenaza
contra la independencia e integridad de los medios.
A efecto de argumentar contra quienes consideran que los medios de
comunicación deben dejarse totalmente a las decisiones de las corpora-
ciones que los detentan o participan en ellos, Lichtenberg presenta seña-
lamientos que se concentran en cuatro grupos. Primero, cualquiera que
sospeche sin condición alguna del gobierno, necesita justificar su con-
fianza en todo el trabajo y acciones de las corporaciones privadas. No
puede perderse de vista que gobierno y corporaciones están integrados
por individuos con estructuras sicológicas y motivacionales semejantes.

489 Ibidem, p. 107.


490 Ibidem, p. 121.
491 Lichtenberg, Judith, op. cit., p. 122.
492 Ibidem, p. 126.
212 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Segundo, el Estado no es un conjunto de instancias diversas, algunas de las


cuales pueden estar más apartadas o próximas de las políticas partidistas.
Tercero, el apoyo a la regulación gubernamental es compatible con la oposi-
ción estricta a la censura. La cuestión no es impedir a los medios de comuni-
cación el expresar sus puntos de vista, sino asegurar la expresión de todos los
puntos de vista. Lo último no garantiza lo primero. Cuarto, sólo algunas for-
mas de regulación tienen en sí los elementos de intervención que son objeta-
bles o que no deben permitirse. Al respecto, hay dos amplios enfoques para
la regulación de los medios. Por un lado está la regulación de contenido
—content regulation—, la cual formula imposiciones específicas sobre los
medios a efecto de cubrir ciertas cuestiones bajo algunas formas, o garanti-
zar el acceso a la expresión a ciertos puntos de vista. Por otro lado, la regula-
ción estructural —structural regulation— está guiada por la elaboración de
derechos y obligaciones que rijan a la estructura y organización de los
medios. Este tipo de regulación, por ejemplo, puede contemplar la prohibi-
ción de monopolios, así como garantizar el acceso de los miembros de la so-
ciedad en los medios. Esta regulación estructural muestra que la regulación
gubernamental llega a penetrar en ámbitos en forma profunda, dependiendo
de la forma que ella tome. Lo anterior debilita considerablemente el argu-
mento de que, por principio, el gobierno no puede regular a los medios.493
Lichtenberg concluye subrayando que el debate sobre la regulación de
los medios debe reorientarse. En lugar de partir de premisas de justifica-
ción aduciendo derechos y principios, ya sea a favor o en contra, se debe
ponderar la posibilidad práctica y utilidad de las regulaciones. Esta reo-
rientación es necesaria porque los medios se presentan como detentadores
naturales de derechos que no disfruta otra instancia o persona alguna. Esta
autora considera que si las instituciones mediáticas o sus agentes gozan de
derechos especiales, es porque la sociedad en su conjunto se los ha otorga-
do. Si ello ha ocurrido, es la causa de que estima que es para el beneficio de
todos. Al respecto, ella concluye su opinión con las siguientes palabras: “It
is the unthinking assumption that we are all better off if the mass media are
left to their own devices that is challenged by the character of the mass me-
dia and their role in the structure of contemporary society”.494
Kelley y Donway también se pronuncian a favor de la regulación de los
medios. Estos autores encuentran que ella permite el cumplimiento de la li-

493 Lichtenberg, Judith, op. cit., pp. 127 y 128.


494 Ibidem, pp. 128 y 129.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 213

bertad de expresión y la libre circulación de la información, así como de la


opinión diversa y opuesta que otorgue a la ciudadanía el conocer mejor las
propuestas y decisiones de orden público.495 De igual forma, se sostiene
que la regulación gubernamental impide la formación de monopolios, y,
por tanto, rompe con los obstáculos que impiden la libre expresión y circu-
lación de las ideas.496
Asimismo, en opinión de estos autores, entre el liberalismo y la demo-
cracia hay un vínculo natural porque ambos tienen como premisas funda-
mentales a la independencia del hombre; la igualdad de todos ante la ley; la
sumisión del gobierno a la ciudadanía, nunca la sumisión de ella ante el
otro. Según ellos, la democracia, como un medio para alcanzar el fin ante-
riormente señalado, puede tener un contenido de riesgo, en virtud de la ten-
dencia de las mayorías de violar los derechos de las minorías. Sin embargo,
precisan que para remediar lo anterior está la Constitución con sus protec-
ciones a favor de las minorías, y el Poder Judicial para hacerlas cumplir en
contra de las decisiones de las mayorías.
De acuerdo con Kelley y Donway, la relación entre derechos individua-
les y democracia tiene tres importantes implicaciones. Dentro de ellas se
encuentran elementos que inciden dentro del ámbito de la regulación ver-
sus no regulación de los medios. Éstas se exponen a continuación.497
En un primer término, los autores referidos sostienen que la libertad de
expresión es un elemento del derecho natural a la libertad y, por tanto,
contribuye a definir el fin que debe tener todo gobierno. Esta libertad
también juega un importante papel en la operación de los medios demo-
cráticos, para ejercer un control sobre el gobierno a través de la promo-
ción del intercambio de ideas. La principal función de la libertad de ex-
presión es proteger a los individuos en su búsqueda del conocimiento y la
verdad. La limitación de esa libertad, a efecto de vigorizar a la democra-
cia, consecuentemente, lleva al fortalecimiento de un medio, pero a un
serio detrimento del fin.498
En relación con el tema de la regulación y de acuerdo con lo anterior,
ellos afirman que la diversidad de la información de ideas a las cuales tiene
acceso la ciudadanía no puede ser medida dentro de un vacío ni hay a priori

495 Kelley, David y Donway, Roger, op. cit., p. 91.


496 Ibidem, p. 92.
497 Kelley, David y Donway, Roger, op. cit., p. 93.
498 Idem.
214 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

una base para determinar cuánta información es necesaria para la viabilidad


de una democracia. Por tanto, no hay un sustento para concluir que el evi-
dente crecimiento en tamaño y alcance de las más grandes empresas de me-
dios haya reducido la diversidad de la información ni de la libertad de expre-
sión. En este contexto, los autores mencionados estiman que se debe analizar
la afirmación que sostiene que la regulación de los medios es necesaria, a
efecto de impedir la concentración de los mismos en unas pocas manos, su-
mado al grado de penetración masiva que ellos tienen y el efecto que ello tie-
ne para limitar la cantidad de información de ideas a la ciudadanía.
En un segundo término, Kelley y Donway sostienen que un gobierno
debe tener como obligaciones el ejercer la defensa contra agresiones exter-
nas, la de brindar una seguridad y protección a la ciudadanía frente al cri-
men, la de tener un sistema judicial para la resolución de conflictos y la de
dejar a la ciudadanía la conducción de sus propios asuntos. Asimismo, aña-
den que la democracia debe servir para que la ciudadanía elija las mejores
políticas y programas, para que el gobierno cumpla con sus fines. La fun-
ción y objetivo básico del gobierno no son materia de decisión democráti-
ca. En este contexto, el papel de los medios es el de brindar información so-
bre el desempeño del partido en el poder, y respecto a las críticas y
propuestas de la oposición.499 En la opinión de estos dos estudiosos, no re-
sulta razonable buscar un avance y fortalecimiento de los medios en el an-
terior sentido, a través de regulaciones gubernamentales coercitivas.500
En un tercer punto, estos autores sostienen que los medios sujetos a li-
cencias, franquicias o regulaciones están expuestos a presiones políticas y
se hacen más vulnerables a esas presiones cuando abordan cuestiones que
afectan intereses de aquellos en el poder. Sus palabras al respecto se mues-
tran contundentes: “Government regulations intended to enhance demo-
cracy routinely operate in practice to favor those in office. Campaign fi-
nance rules have made it more difficult to unseat incumbents”.501
También, en un intento de explicar la necesidad de la regulación gu-
bernamental, Owen M. Fiss destaca el hecho de que en el pueblo de los
Estados Unidos un gran número de ciudadanos desconfía del Estado. Pa-
ra muchos de ellos, la primera enmienda constitucional es la garantía
frente a cualquier avance o intrusión del gobierno. Después de hacer refe-

499 Kelley, David y Donway, Roger, op. cit., p. 95.


500 Ibidem, p. 97.
501 Ibidem, p. 98.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 215

rencia a diversos casos y decisiones de la Corte Suprema de ese país, así


como de presentar diversas consideraciones, este autor concluye que la re-
gulación gubernamental es procedente y conveniente. Su afirmación en es-
te sentido es expuesta con las siguientes palabras: “We turn to the state be-
cause it is the most public of all our institutions and because only it has the
power to resist the pressure of the market and thus to enlarge and invigora-
te our politics”.502
Carpizo también se pronuncia a favor de la regulación de los medios. En
su opinión, no puede haber poderes ilimitados ni tampoco se puede permi-
tir la irresponsabilidad de una persona o un grupo. En consecuencia, sostie-
ne el constitucionalista, “...es necesario que exista legislación sobre los
medios de comunicación masiva que compatibilice la independencia de és-
tos y garanticen la libertad de expresión con su responsabilidad ética y el
respeto a los otros derechos humanos”.503 Carpizo encuentra que “...cada
día queda más clara la percepción de que no puede existir un poder
irresponsable e ilimitado; cada día se exige más de los medios de comuni-
cación una actitud ética y jurídicamente responsable”.504 Este autor tam-
bién afirma que el Estado de derecho cuenta con una Constitución que es-
tablece los poderes públicos y les impone sus funciones; asimismo, prevé
los procedimientos legales para resarcir los abusos de esos poderes ante
una autoridad judicial imparcial. Tomando este señalamiento, Carpizo
también lo aplica al caso de los medios de comunicación, y alude a aque-
llos “...que luchan en muchos países por que sus actividades no estén regu-
ladas jurídicamente con la bandera de que respecto a aquéllas la mejor ley
es la que no existe”. Al respecto, formula una advertencia, que no puede ser
soslayada bajo motivo alguno: esos medios

...desean que el Estado de derecho sea inexistente para ellos; anhelan no


tener ningún límite para convertir la libertad en libertinaje y avasallan así
las libertades de los demás a quienes se transforma realmente en objetos, a
quienes también se les quiere suprimir su derecho a defenderse y poder
acudir ante un juez a proteger ese derecho.505

502 Fiss, Owen M., “Why the state?”, en Lichtenberg, J. (ed.), Democracy and the
Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 152.
503 Carpizo, Jorge, “El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunica-
ción masiva”, cit., p. 352.
504 Ibidem, p. 748.
505 Ibidem, pp. 746 y 747.
216 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

La regulación pública de los medios de comunicación se encuentra bajo


un fuerte ataque. En términos teóricos, la oposición a la regulación basa
sus argumentos en un principio de laissez faire. Dentro de esta corriente
destaca Robert Nozick, quien propone y justifica la presencia de un Estado
reducido en funciones y limitado estrictamente a cumplir con actividades
de protección de la sociedad contra actos criminales y a asegurar el cumpli-
miento de los contratos. Cualquier otra actividad que impusiese obligacio-
nes sobre un ciudadano, añade este autor, es violatoria de los derechos in-
dividuales.506 De acuerdo con esta posición, la libertad de expresión y
difusión de ideas posee una libertad total y absoluta.
La oposición a la regulación gubernamental ha venido ganando fuerza
gradualmente durante los últimos años.507 En contraste con lo argumenta-
do a favor de la regulación de los medios, hay quienes se oponen determi-
nantemente a tal situación. En este sentido, Stephen Holmes afirma que
toda regulación lleva a que los medios reduzcan su capacidad de actuar,
investigar y criticar al gobierno en una forma agresiva y eficaz.508 Al res-
pecto, este autor formula interesantes cuestionamientos: “¿Cuáles son los
propósitos legítimos y los límites adecuados de la acción pública en ma-
teria de regulación de medios? ¿Cuál es la racionalidad fundamental para
la inmunidad de los medios frente al control gubernamental? ¿Bajo qué
condiciones esa especial libertad puede ser limitada?” Asimismo, Hol-
mes señala que en un gobierno democrático con restricciones constitu-
cionales, en su oportunidad se limita a la ciudadanía en sus decisiones a la
discusión, crítica y juicio, que surgen del debate y participación sin cen-
sura.509
Con relación a la afirmación de que la regulación brinda una indepen-
dencia del dinero, Holmes estima que ella es ambigua e incompleta. Él pre-
senta una distinción entre la manipulación de los medios por individuos
con amplios recursos económicos y la facultad de los directores de un me-
dio, respecto a la decisión de determinar la programación que considera es

506 Nozick, Robert, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974, p. ix.
507 Bollinger, Lee C., “The Rationale of Public Regulation of the Media”, en Lichten-
berg, J. (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press,
1990.
508 Holmes, Stephen, “Liberal Constraints on Private Power?: Reflections on the Ori-
gins and Rationale of Access Regulation”, en Lichtenberg, J. (ed.), Democracy and the
Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 51.
509 Ibidem, p. 21.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 217

del interés de un auditorio a efecto de presentársela.510 En todo momento,


añade este autor, es un hecho que los medios favorecen a los intereses ar-
ticulados sobre los no articulados, lo cual va más allá de una estricta depen-
dencia o independencia del dinero.511
En la opinión de Carl Sessions Stepp, no pueden ignorarse problemas
tales como el acceso a los medios. Para resolverlos, este autor encuentra
que sólo hay dos opciones. Por un lado, está la regulación gubernamental.
Por otro, la autorregulación que adopten los propios medios en alguna for-
ma.512 Respecto a la primera de estas opciones, estima que ella no es desea-
ble ni viable. A efecto de fundar su posición, presenta diversos señala-
mientos, mismos que expone en la siguiente manera: 1) La regulación de
contenido por el gobierno es inconstitucional. De hecho, cualquier tipo
de regulación, incluso la estructural, convierte al gobierno en un cancerbe-
ro. En su explicación al respecto no se encuentra mayor razonamiento, sino
en realidad una declaración. Sus palabras textuales se remiten a sostener su
punto de vista en la forma siguiente: “Government control of the press con-
tent, is simply, unconstitutional on its face”. Asimismo, agrega: “Even
so-called structural steps aimed at opening channels for free expression
would post government in the intolerable role of super/gatekeeper”. 2) El
gobierno no es el lugar para asegurar el acceso y diversidad de los medios.
Por definición, el gobierno está integrado con el poder de las clases que
forman parte de una sociedad, y resulta axiomático que los medios en su
quehacer brinden un mayor y más amplio foro de expresión para los ex-
cluidos que el que les puede otorgar el gobierno. Para apoyar su punto de
vista, este autor recurre a algunas palabras de De Tocqueville en el sentido
de que los medios son el principal instrumento democrático de la libertad.
Añade Sessions Stepp que parte del problema radica en que los medios ins-
titucionales están en una alianza con los grandes intereses de las clases po-
derosas. Consecuentemente, el recurrir al gobierno difícilmente resuelve la
situación.513 3) Los remedios experimentales en el ámbito de la regulación
gubernamental no han servido para maximizar la responsabilidad social
dentro de los medios de comunicación. Por el contrario, ellos han servido

510 Ibidem, p. 51.


511 Ibidem, p. 52.
512 Sessions Stepp, Carl, “Access in a Post-social Responsibility Age”, en Lichten-
berg, J. (ed.), Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press,
1990, p. 192.
513 Sessions Stepp, Carl, op. cit., p. 194.
218 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

para formar una coraza que les impide adoptar un total y voluntario com-
promiso o responsabilidad social con los consumidores. 4) El imponer una
regulación gubernamental, aun cuando tenga la intención más benigna, po-
ne en riesgo a un sistema animado por el ideal de libertad frente a la inter-
vención del poder público. La intervención del gobierno necesariamente
afecta negativamente ese ideal y destruye la premisa fundamental sobre la
cual deben operar los medios.514
Para este autor, el problema de acceso y diversidad de los medios de co-
municación persiste, quizá en parte, porque las propuestas reformadoras
han fracasado en entender la sociología de los mismos. Los comunicadores
están guiados por una abstracta pero poderosa y autorreguladora fórmula.
El corazón del problema no sólo está en adquirir un acceso a un medio, si-
no un acceso efectivo a un auditorio masivo. Para alcanzar este objetivo se
debe aplicar un modelo de responsabilidad profesional, al que Carl Ses-
sions Stepp denomina “professional responsibility model”. En éste, la idea
de responsabilidad social es fundamental, misma que requiere de una ade-
cuada estrategia para su implementación. Este autor propone como estrate-
gia la siguiente: 1) Cooptar la ideología profesional y construir una imagen
de los medios como independientes, profesionales y sujetos al escrutinio.
2) Ampliar la educación y responsabilidad social de los medios. 3) Promo-
ver la eliminación del papel sobrerregulador del gobierno y limitarlo a ta-
reas de apoyo de comunicación de asuntos públicos.515
También en contra de la regulación de los medios, T. M. Scalon formula
pronunciamientos que ejemplifican algunas otras posiciones dentro de este
grupo. Para él, la idea de que hay algo especialmente malo acerca de la re-
gulación gubernamental sobre el contenido de la expresión, ya sea que ésta
tome la forma de prohibiciones de contenido o estableciendo requisitos,
tiene una relevancia obvia en torno a cuestionamientos sobre la regulación
de los medios de comunicación masiva.516 En la opinión de este autor, el
análisis de la libertad de expresión requiere identificar los valores que ésta
busca promover o proteger. Al respecto, él inicia tal ejercicio abordando
los valores concomitantes para satisfacer ciertos intereses privados am-
pliamente compartidos. Ellos incluyen, en primer término, intereses que

514 Ibidem, pp. 194 y 195.


515 Sessions Sep, Carl, op. cit., pp. 196-199.
516 Scanlon, T. M. Jr., “Current Regulation Reconsidered”, en Lichtenberg, J. (ed.),
Democracy and the Mass Media, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 331.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 219

todos los ciudadanos tienen para expresarse oralmente o por escrito, y te-
ner la oportunidad de comunicarlos a aquellos que quieren escucharlos o
leerlos. En segundo término están los intereses particulares para obtener un
espacio en los foros de expresión que queremos escuchar o leer. En tercer
lugar están los intereses en donde no hay una participación directa del indi-
viduo como expresador de ideas o escuchador de ellas, sino como parte ge-
neral de una sociedad que goza de los beneficios culturales, políticos y tec-
nológicos provenientes de la libertad de expresión.517
Scanlon continúa su argumentación señalando que adicionalmente a las
categorías de intereses privados, hay otros valores morales y políticos más
generales, mismos que la libertad de expresión supuestamente también de-
be proteger. En este orden de ideas, el valor más mencionado es el de con-
tar con instituciones políticas democráticas, justas y eficaces. Este impor-
tante interés público da mayor apoyo a los intereses individuales para tener
acceso a los medios de expresión. El valor público también brinda un nue-
vo elemento a los argumentos sobre la libertad de expresión, porque la po-
lítica democrática justa requiere de una igualdad de oportunidad para parti-
cipar y que no es necesariamente dentro del ámbito del interés particular de
los individuos.518 Para este autor, la ausencia de limitaciones genera un se-
rio riesgo para los valores referidos. Al respecto, Scanlon sostiene que los
gobiernos —ya sean electos o no— tienen una tendencia o actitud de impe-
dir las expresiones de sus críticos.519 Como resultado, los gobiernos a me-
nudo están poco o nada dispuestos a promover o facilitar que quienes ex-
presan esas ideas o puntos de opinión sean escuchados. Lamentablemente
esta actitud no resuelve, sino que agrava los costos de una expresión res-
tringida.520
El autor sostiene que los supuestos empíricos sobre los que se basa la li-
bertad de expresión no están limitados a las creencias sobre la conducta de
los gobiernos. También se deben incluir las creencias sobre la conducta
de agentes privados, frente a los cuales también se requiere de una protec-
ción. Para Scanlon, resulta extremadamente difícil establecer expresamen-
te las limitaciones que le dan un significado y comprensión a la libertad de
expresión en un momento dado del tiempo. Nuestra comprensión de las li-
mitaciones se realiza principalmente a través de una serie de ejemplos, que
517 Scanlon, T. M. Jr., “Current Regulation Reconsidered”, cit., pp. 335 y 336.
518 Ibidem, p. 336.
519 Ibidem, p. 337.
520 Ibidem, pp. 337 y 338.
220 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

son tomados para ilustrar las consecuencias inaceptables de restricciones


violando esa libertad. Él precisa que al decir que la libertad de expresión
está compuesta por limitaciones sobre la discreción de actuar —cons-
traints on discretion to act— no pretende sugerir que ello significa lo que
en ocasiones se ha denominado un derecho negativo, que sólo requiere
que los gobiernos se abstengan de interferir en materia de expresión. La li-
bertad de expresión también requiere que los gobiernos tomen acciones
positivas para proteger a quienes desean expresarse. Ello puede requerir
otras acciones costosas, tales como la creación de espacios públicos de ex-
presión. La libertad de expresión no debe limitar sólo a los agentes guber-
namentales. Los gobiernos no son las únicas amenazas a la libertad de ex-
presión y sus agentes no son los únicos que pueden violarla.
Para ilustrar este punto, Scanlon formula como supuesto, el que ante la
diferencia de ideas, los propietarios de una empresa adoptasen la política
de despedir a los empleados que se expresasen públicamente en formas
distintas respecto a alguna cuestión o tema de controversia, tal y como es el
del aborto. Un uso tal del poder económico privado constituiría una clara
violación a la libertad de expresión. Por tanto, ello es una amenaza que de-
be ser impedida mediante algún tipo de limitación.521
Asimismo, argumenta que la libertad de expresión no asegura la plena
realización de los valores con los que está vinculada. En su opinión, ella
sólo impide la presencia de ciertos riesgos de peligro contra esos valores.
En este contexto, Scanlon encuentra un problema de inestabilidad —insta-
bility—, que se refleja en la igualdad de acceso. Un objetivo de la libertad
de expresión es el de proveer oportunidades para el debate público —el
cual es una precondición de la democracia.522
Para Scanlon, la libertad de expresión requiere primero que la expresión
no sea restringida sobre la base de su contenido, y, segundo, que no sea de-
masiado restringida —should not be restricted too much—.523 Cualquier
regulación debe dejar amplia libertad para la expresión. A través de su aná-
lisis, el autor formula una conclusión en términos que subraya la inviabili-
dad de la regulación de contenido por un gobierno: “…the power to regula-
te on the basis of content is prima facie illegitimate”.524 En su opinión, es

521 Scanlon, T. M. Jr., “Current Regulation Reconsidered”, op. cit., pp. 338 y 339.
522 Ibidem, p. 340.
523 Ibidem, p. 341.
524 Ibidem, p. 343.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 221

importante que la sociedad tenga acceso a expresarse suficientemente y a


recibir esas expresiones sin distorsiones. Todo lo anterior enmarcado en un
ámbito de igualdad de oportunidades.525
En torno a la regulación o no regulación de los medios, se realizan otras
observaciones desde distintas perspectivas y con variados propósitos.
Entre ellas, por ejemplo, se encuentran aquellas que señalan que la extrema
desregulación de medios comerciales sensacionalistas amenaza el signifi-
cado del discurso público. Otros han insistido en la necesidad de una nueva
definición regulatoria para la transmisión pública de la información, y po-
nen especial atención a la comunicación por computadora, respecto de la
cual consideran que presenta nuevas perspectivas para la comunicación
democrática.526

2. El debate judicial

El debate regulación versus no regulación de los medios no ha estado


ajeno a otros foros institucionales que forman parte esencial de la columna
vertebral en el desarrollo jurídico-político de numerosos países. En este
ámbito, resulta interesante conocer algunas de las más destacadas posicio-
nes que al respecto han sido sostenidas por la Corte Suprema de los Esta-
dos Unidos. Entre ellas se encuentran las expuestas en el juicio Buckley vs.
Valeo, y las argumentaciones sostenidas particularmente por los jueces
Burger y White.527 La decisión adoptada en este juicio ha sido considerada
como base para la resolución del problema, que irremediablemente surge
cuando el poder público intenta contener el abuso de poder por parte de en-
tidades privadas.
Asimismo, en este juicio se puede observar la discusión sobre la presen-
cia del poder del dinero frente al gobierno de las mayorías, respecto a las
políticas públicas que deben adoptarse. Formalmente en el centro de este
juicio estuvo una ley en materia electoral denominada The Federal Cam-
paign Act, de 1971, reformada en 1974, y la cual imponía límites tanto so-
bre las contribuciones —contributions— como sobre los gastos —expen-

525 Ibidem, pp. 346 y 347.


526 Estos puntos se han tomado como premisas para la impartición de un curso sobre
medios de comunicación, dirigido por Miklós Sükösd y organizado por el grupo “Sun”,
del 30 de junio al 18 de julio de 1997.
527 Buckley vs. Valeo. 424 U. S. (1976)
222 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ditures— de candidatos y campañas electorales. Al respecto, una mayoría


en la Corte Suprema determinó válidos los límites sobre contribuciones,
pero inválidos aquellos sobre los gastos. Burger y White únicamente coin-
cidieron en que la distinción entre los dos conceptos anteriores era arbitra-
ria e insostenible. Por su parte, la argumentación de Burger refleja la pre-
misa de que los recursos financieros definitivamente contribuyen a la
divulgación de las ideas; particularmente en sociedades industrializadas,
la comunicación política es altamente costosa. Por tanto, regular el límite
de los recursos financieros implicaba regular la comunicación. De acuerdo
con lo anterior, Burger consideró que la ley en cuestión representaba una
seria amenaza en contra de la democracia, especialmente porque facultaba
al Congreso a restringir los derechos protegidos por la primera enmienda
en los procesos electorales, los cuales eran la única oportunidad para cono-
cer a los candidatos y sus propuestas. En su opinión, consecuentemente,
tanto los límites impuestos sobre los gastos como sobre las contribuciones
debían ser declarados inválidos.
Por su parte, White estimó que en el corazón de la ley referida estaba el
interés de combatir a la corrupción. Por ello, él estimó que el propósito
principal del otorgamiento y uso de recursos financieros no era la difusión
de las ideas ni la compra de influencias y compromisos políticos. Respecto
al efecto de esa ley sobre la democracia, White consideró que si la sociedad
adoptaba la idea de que los representantes populares podían ser compra-
dos, entonces las bases morales de la representación popular se erosiona-
rían permanentemente. Conforme a lo anterior, formuló la siguiente adver-
tencia: “The evils of unlimited contributions are sufficiently threatening to
warrant restrictions regardless of the limits on the contributor”s opportu-
nity for effective speech”.528 De acuerdo con lo anterior, White valoró que
el interés gubernamental de suprimir la corrupción a través de esta ley era
de tal relevancia, que no podía quedar sujeta a cuestionamientos apoyados
en la primera enmienda constitucional, y, por tanto, debía ser declarada to-
talmente válida.
La mayoría en la Corte Suprema de ese país tomó en esencia ambos ar-
gumentos y asumió una posición de equilibrio respecto a ellos. De esta for-
ma, por una parte, apoyó la lucha contra la corrupción imponiendo límites
a las contribuciones. Por otra, rechazó aquellos sobre los gastos para evitar
una regulación que limitase una mayor difusión y divulgación de las ideas

528 Buckley vs. Valeo. 424 U. S. (1976), 260.


ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 223

y propuestas de los candidatos. Dos conclusiones se pueden encontrar en la


decisión de la Corte Suprema en este juicio, para los propósitos del presen-
te trabajo. Por un lado, que las contribuciones financieras privadas a candi-
datos y campañas electorales no pueden estar fuera del control público,
porque ello puede ser dañino para la democracia. Por otro, que la difusión y
divulgación de ideas en los medios no puede estar limitada mediante una
regulación.
Otro juicio donde se encuentran importantes elementos correspondien-
tes al tema de la regulación de los medios es Red Lion Broadcasting v.
FCC.529 En este juicio se determinó que diversas regulaciones en materia
de comunicación a través de medios electrónicos, incluyendo normas que
imponían sobre esos medios el otorgamiento de un tiempo libre a favor de
aquellos cuya honestidad o integridad personal hubiese sido atacada du-
rante discusiones de orden público por los mismos medios, eran constitu-
cionalmente válidas. Esta decisión se fundó en la premisa de que la primera
enmienda constitucional protege a la ciudadanía tanto contra abusos del
gobierno como de entidades privadas. La Corte Suprema consideró que la
libertad de expresión de los medios electrónicos no incluía el derecho a
cancelar la libertad de expresión de otros. Las palabras utilizadas para for-
mular esta afirmación fueron contundentes: “the freedom of speech of
broadcasters does not embrace a right to snuff out the free speech of ot-
hers”.530 Asimismo, precisó que ningún medio electrónico de comunica-
ción tiene un derecho que otorgue la Constitución para monopolizar una
frecuencia en forma tal que se excluya a la ciudadanía. Nuevamente las pa-
labras empleadas no dejaron mayor lugar a dudas: “—no licensee has a
constitutional right— to monopolize a radio frequency to the exclusion of
his fellow citizens”.531
Para apoyar esta resolución, la Corte Suprema citó una conclusión emi-
tida por esa misma instancia en el juicio Associated Press v. United States,
en los siguientes términos: “Freedom of the press from governmental inter-
ference under the First Amendment does not sanction repression of the
freedom by private interests”.532 En el juicio Red Lion, la Corte Suprema
también sostuvo que el derecho del auditorio para escuchar distintos

529 Red Lion Broadcasting vs. FCC. 395 U. S. (1969) 367.


530 Red Lion Broadcasting vs. FCC. 395 U. S. 367, 387.
531 Red Lion Broadcasting vs. FCC. 395 U. S. 367, 389.
532 Associated Press vs. United States 326 U. S. 1 (1945) 20.
224 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

puntos de vista u opiniones en conflicto era superior al derecho de las radio-


difusoras para ejercer un control editorial sobre su información. Las palabras
utilizadas al respecto no dejaron tampoco lugar a dudas: “It is the right of the
viewers and listeners, not the right of the broadcasters, which is para-
mount”.533 Para esa Corte, la primera enmienda no sólo tiene el efecto de li-
berar al individuo de la censura gubernamental mediante algún tipo de regu-
lación, sino el de crear un público bien informado capaz de gobernarse. Por
tanto, también estaba excluida la censura privada a través de decisiones de
una radiodifusora o aquella que intentara sustentarse en alguna regula-
ción.534
Posteriormente, en 1974, la Corte Suprema en el juicio Miami Herald
vs. Tornillo, se pronunció sobre la validez de una ley estatal que obligaba a
los periódicos que hubiesen atacado a algún político durante una campaña
electoral, a otorgarle un espacio en ese medio para su correspondiente res-
puesta. Sin hacer alusión a la sentencia dada en el juicio Red Lion, esa Cor-
te determinó que la regulación en cuestión no podía ser aplicable a los pe-
riódicos, y, consecuentemente, la declaró inválida. Sin embargo, quedó sin
definición si tal sustento pudiese cubrir o no a las radiodifusoras. Su razo-
namiento fue fundado en la interpretación de la cláusula constitucional de
protección equitativa —equal protection clause—. En representación de la
mayoría, el juez Burger sugirió que la labor editorial de un periódico tiene
un derecho. En este sentido, sostuvo que un medio responsable es, sin duda
alguna, un objetivo deseable; sin embargo, la responsabilidad de los me-
dios no es un mandato constitucional, y, como muchas otras virtudes, ella
no puede ser materia de legislación.535 El juez White, por su parte, presentó
una argumentación que ha venido siendo recogida en juicios posteriores.
En su opinión, los medios no siempre son precisos en su información o in-
cluso responsables de ella, y pueden llegar a presentar debates parciales o
en forma injusta sobre cuestiones públicas. Sin embargo el balance brinda-
do por la primera enmienda respecto a la prensa, es que la sociedad debe to-
mar el riesgo de que, ocasionalmente, el debate sobre materias vitales no
sea completo y que no todas las voces puedan expresarse.536 Por lo que toca
a la viabilidad de alguna regulación en la materia, White señaló que la Cor-

533 Red Lion Broadcasting vs. FCC. 395 U. S. 390.


534 Red Lion Broadcasting vs. FCC. 395 U. S. 394.
535 Miami Herald vs. Tornillo. 418 U. S. 256.
536 Miami Herald vs. Tornillo. 418 U. S. 260.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 225

te Suprema nunca ha pensado que la primera enmienda permita a las auto-


ridades públicas dictar o emitir norma alguna que determine el contenido
de las columnas editoriales.537
En una primera impresión, podría verse alguna contradicción entre la
sentencia dada en Red Lion y aquella en Miami Herald. Sin embargo, espe-
cialistas en la materia encuentran que ello no es así. Por ejemplo, Lee Bo-
llinger señala que la Corte Suprema fue ampliamente inteligente al lograr
un delicado balance entre valores que contienden entre sí dentro de los pro-
tegidos por la primera enmienda.538

3. Particularidades de la regulación de medios escritos


y electrónicos

Si se compara la regulación a que está sometida la prensa con la que se


aplica a los medios de comunicación electrónica, se encuentran diferencias
sustantivas. Al respecto, la interpretación judicial coincide en hacer una
distinción entre la prensa escrita y los medios electrónicos. En ella, los me-
dios electrónicos deben estar sujetos a una regulación que no incluye nece-
sariamente los mismos elementos sobre los que se construye aquella que ri-
ge a los medios escritos. Este hecho ha despertado diversos comentarios
tanto en un sentido crítico como a favor de tal distinción.
Un argumento central para otorgar un tratamiento regulatorio distinto se
basa en la consideración de que la radio y la televisión tienen una mayor in-
fluencia en la inducción y formación de la opinión pública, que la que pue-
den lograr los medios escritos. La cobertura de un auditorio es mucho más
amplia y extensa que la que puede lograr un periódico por muy grande que
sea su circulación. De igual forma, se ha sostenido que los medios electró-
nicos pueden entrar con mayor facilidad a los hogares, y hacer llegar un
mensaje en diversas formas más persuasivas y sofisticadas. En este orden
de ideas, se hace un reconocimiento al poder de la televisión y su fuerte ca-
pacidad de influir o formar la opinión pública.539
Otro argumento para apoyar un tratamiento regulatorio distinto sobre
los medios escritos y los medios electrónicos, respectivamente, ha sido ex-
537 Miami Herald vs. Tornillo. 418 U. S. 261.
538 Bollinger, Lee C., “Freedom of the Press and Public Access: Toward a Theory of
Partial Regulation of the Mass Media”, Michigan Law Review 75, 1976, p. 27.
539 Como ejemplo del criterio judicial sostenido en este sentido está la decisión de la
Corte Suprema de los Estados Unidos FCC vs. Pacifica Foundation 438 US 726 (1978).
226 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

puesto por Lee Bollinger. Aun cuando este estudioso de la materia parte de
la idea de que los medios escritos y los medios electrónicos no tienen una
diferencia fundamental como medios de comunicación masiva, él señala
que cada uno de ellos es percibido de manera diferente, a causa del distinto
desarrollo histórico que los caracteriza. La prensa tiene una historia más
amplia, y su regulación se ha ido delineando paulatinamente con el avance
de diversas libertades, produciendo en términos reales una regulación por
demás holgada. En contraste, los medios electrónicos son de una creación
más reciente, y su desarrollo ha alcanzado una gran velocidad. Ante estos
hechos, Bollinger percibe que la sociedad prefiere una reglamentación que
les rija con más precisión.540 Aquellos a favor de la desregulación respon-
den que si no hay diferencia entre ambos medios, y que si la reglamenta-
ción de los medios escritos es reducida en cantidad y sustancia hasta el gra-
do de poder decirse que la prensa goza de una desregulación, entonces lo
lógico es que el mismo criterio rija a los medios electrónicos y su regla-
mentación.
Sobre la diferencia de enfoques para regular a la prensa en forma distin-
ta que a los medios electrónicos, Judith Lichtenberg intenta explicar esta
situación con las siguientes palabras:

That may partly explain why from the beginning government regulation
of broadcasting was not seen as trampling freedom of the press. Today, of
course, when most people rely heavily on television for the news, no one
doubts that the electronic media are a mainstream part of the press. But
that leaves us with a dilemma about the proper objects of media regula-
tion.541

La autora continúa señalando que independientemente de las similitu-


des y diferencias entre los medios escritos y electrónicos, la intensión de
imponer límites sobre los mismos deriva de una creencia general en el sen-
tido de que ellos representan un poder real.542
Entre los argumentos que buscan justificar en particular la regulación o
desregulación de los medios electrónicos se observan dos grandes grupos:

540 Bollinger, Lee, “Freedom of the Press and Public Access: Toward a Theory of
Partial Regulation of the Mass Media”, cit.
541 Lichtenberg, Judith, op. cit., p. 2.
542 Ibidem, p. 8.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 227

1) En virtud de que las frecuencias (airwaves) son un recurso público, el


gobierno o alguna agencia gubernamental debe tener la facultad para otor-
gar el permiso o licencia, así como las condiciones y características para
ocupar uno de esos espacios.
En oposición a este argumento se presenta principalmente el que sostie-
nen los defensores y promotores del libre mercado. En su opinión, el go-
bierno debe otorgar los espacios en cuestión sin sujetarlo a condiciones o
requisitos. Simplemente debe permitir la libre operación de esos medios
dentro de un ámbito de competencia entre ellos en donde sus espacios, ope-
ración y respectivo crecimiento o limitación estarían determinados por la
respuesta del consumidor como radioescucha o televidente, según fuese el
caso, sumado a la compra o no de los propios vendedores/anunciantes de
bienes y servicios. Adicionalmente se ha sostenido que el gobierno no pue-
de actuar estableciendo límites y condicionando la libertad de expresión,
que puede lograrse mediante la operación de los medios electrónicos. Ella
se coarta al establecer impedimentos para la libre expresión de esos me-
dios.543
2) Tomando como base el hecho real de que las frecuencias de transmi-
sión para los medios electrónicos no son infinitas o inagotables, sino que
ellas son limitadas, se argumenta que es imposible que todo el mundo ad-
quiera un espacio para la operación de un medio electrónico, una estación
de radio o televisión. En consecuencia, el gobierno debe establecer condi-
ciones razonables para la adquisición de frecuencias y fijar características
que aseguren un balance en las programaciones ofrecidas que satisfaga el
interés y valores de radioescuchas y televidentes.544
En respuesta a este argumento, se señala que la limitación en la existen-
cia de frecuencias es una creación artificial del gobierno. Esta no es una li-
mitante real, porque el gobierno abre y reserva el uso de frecuencias para el
uso del ejército, la policía y otros servicios públicos. Por tanto, su posición
para negar el ejercicio y cobertura de una libertad para el acceso de una fre-
cuencia resulta infundada. Quienes apoyan esta posición sostienen en

543 Coase, R., “The Federal Communication Commission”, 2 Journal of Law and
Economics I, 1959.
544 Este criterio encuentra una expresión judicial en los Estados Unidos en el juicio
Lion Broadcasting Co. vs. FCC, en donde se determinó que: “When there are substan-
tially more individuals who want to broadcast than frequencies to allocate, it is idle to
posit an unbridgeable First Amendment right comparable to the right of every individual
to speak, write, or publish”. 395 U.S. 367, 388 (1969).
228 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

congruencia con un liberalismo económico, que si las licencias para el es-


tablecimiento y operación de medios electrónicos fuesen adquiridas por las
más altas ofertas económicas y sus adquirentes tuviesen la libertad de ven-
derlas posteriormente, entonces no habría un exceso en la demanda de fre-
cuencias. De igual forma, se señala que con el avance en la tecnología de la
comunicación y los recursos ofrecidos por satelites y cable, se amplía el uso
de frecuencias. Por tanto, se afirma que es endeble o sin fundamento el argu-
mento de la carencia de las mismas.

4. Normas jurídicas sobre los medios electrónicos

Debido al avance tecnológico en el ámbito de la comunicación y su con-


secuente cobertura e impacto sobre masas de la sociedad, se hace de la ma-
yor relevancia conocer las bases jurídicas y normas que rigen a ese grupo
de medios en diversos países.
La investigación y análisis de la legislación en materia de medios elec-
trónicos en cada país sería tema propio de un solo libro. Sin embargo, aun
cuando sea en forma abreviada, resulta interesante conocer algunas de las
principales normas contenidas en las leyes fundamentales y estatutos al
respecto, adoptadas en países que en una forma u otra se les otorga un reco-
nocimiento como democracias. Debido a los límites de extensión de la pre-
sente parte, se han seleccionado cinco países sobre los que se encuentra
una mayor coincidencia sobre su existir como democracias. Ellos son Esta-
dos Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia.

A. Estados Unidos

En este país la radio ocupa un primer lugar en el nacimiento de los me-


dios electrónicos de comunicación. Ella se desarrolló durante la década
de los años veinte de manera anárquica. Hasta 1927, la radio comienza a
regularse en forma comprensiva, a través de un estatuto denominado The
Radio Act 1927. Este estatuto estableció una instancia denominada Fede-
ral Radio Comision, con autoridad para otorgar licencias destinadas a la
operación de estaciones de radio en una determinada frecuencia. La dura-
ción de la licencia en cuestión era de tres años. La reglamentación en ma-
teria de anuncios o contenido de programa fue mínima. En un inicio, las
licencias fueron otorgadas sólo a estaciones locales. Sin embargo, el pro-
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 229

ceso de formación de cadenas nacionales era un hecho. Como ejemplos


pueden encontrarse a la National Broadcasting Company —NBC— y a la
Columbia Broadcasting System —CBS—.
Más tarde se formaron otras instancias y agencias gubernamentales re-
lacionadas con la radio. Entre ellas destaca de manera sobresaliente la Fe-
deral Communications Comisión —FCC—, la cual en 1941 emitió un re-
glamento para normar las cadenas de radiodifusoras, que se denominó
Chain Broadcasting Rules. En este documento se prohibía la exclusividad
de vínculos entre estaciones de radio y una cadena radiodifusora. La vali-
dez de esta norma fue puesta bajo la consideración de la Corte Suprema,
misma que dictaminó que ella no interfería con la libertad del poseedor de
la licencia para establecer sus programas radiofónicos y, por tanto, no era
violatoria de la primera enmienda constitucional. Esta norma había sido
prevista para regular estaciones locales, y su alcance sobre cadenas nacio-
nales era mínimo e indirecto. La FCC fue facultada para asignar frecuen-
cias en áreas particulares, para establecer la naturaleza del servicio que de-
bería ser prestado por los diferentes tipos de estación y para reglamentar
sobre la aplicación de las licencias. La única guía base para normar el ejer-
cicio de las amplias facultades otorgadas a la FCC fue “el interés público,
la conveniencia y la necesidad”. Conforme a ella, la FCC en diversos mo-
mentos procedió a establecer reglas generales sobre el contenido de los
programas, límites en la acumulación de licencias y la relación de intereses
entre la prensa y la radio, así como sobre características o condiciones de
los anuncios.
Posteriormente, en 1949, se promulgó un conjunto de reglas conocidas
como Fairness Doctrine. A través de ellas se permitía al licenciatario reali-
zar una tarea de editorialización, pero a la vez se le requería dedicar cierto
tiempo a la discusión de tópicos de importancia y presentar opiniones
opuestas sobre los temas en debate. La Fairness Doctrine fue sometida a la
opinión de la Corte Suprema, misma que le otorgó su apoyo fundándose en
el razonamiento de que las radiodifusoras tienen un privilegio informativo
que deben ejercer en el interés del público.545
De 1967 a 1970 los medios electrónicos tuvieron la intervención de una
instancia denominada Corporation for Public Broadcasting —CPB—.546
Esta instancia encontró su financiamiento a través de recursos otorgados

545 Red Lion Broadcasting Co. vs. FCC. 395 U.S. 367 (1969).
546 Kellner, D., Television and the crisis of Democracy, Oxford, 1990, pp. 201-207.
230 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

anualmente por el Congreso, lo cual la hizo vulnerable a presiones políti-


cas. Hoy en día los medios electrónicos, privados o públicos, tienen la li-
bertad de editorializar sus programas.547
A finales de la década de los años setenta, la idea de someter a los me-
dios electrónicos a un marco de regulaciones cambió radicalmente. Di-
versas voces se alzaron para argumentar que las restricciones o condicio-
namientos en la programación de los medios electrónicos eran contrarios
a la primera enmienda constitucional. Asimismo, sostuvieron que todo
ello tenía un efecto negativo en términos de productividad, y que los li-
cenciatarios debían gozar de los mismos derechos que los propietarios y
editores de medios escritos.548 En consecuencia, esos requisitos y condi-
cionamientos establecidos para la presentación de programas de noticias
y cuestiones políticas de actualidad, así como restricciones sobre anun-
cios y publicidad, fueron desechados. Más tarde, en 1987, la denominada
Fairness Doctrine fue invalidada. Los últimos hechos descritos muestran
la visión prevaleciente hace más de treinta años, donde destaca el rechazo
a la regulación de los medios electrónicos y un continuo proceso de des-
regularización de ellos.

B. Gran Bretaña

Las premisas sobre las que se estructuró la regulación de la radio y el


órgano regulador correspondiente denominado British Broadcasting
Company —BBC—, fueron establecidas en los dictámenes de dos comi-
tés gubernamentales. El primero de ellos, denominado Sykes Committee,
elaborado en 1923, consideró que la supervisión de la radio por el Estado
era esencial en virtud de su influencia sobre la opinión pública. Sin embar-
go, rechazó que la operación de este medio de comunicación cayese en las
manos del Estado. Asimismo, se opuso al ejercicio de una censura y estimó
conveniente que una agencia gubernamental denominada Postmaster-Ge-
neral estuviese facultada para permitir el establecimiento de estaciones de
radio privadas.549 El Sykes Committee no vio de manera positiva la partici-

547 FCC vs. League of Women Voters of California. 468 US 384 (1984).
548 Véase Fowler, M. S. y Brenner, D. L., “A Marketplace Approach to Broadcast Re-
gulation”, Texas Law Review 60, 207, 1981.
549 Sykes Committee on Broadcasting (923) Cmnd. La historia de los medios electró-
nicos en la Gran Bretaña se encuentra contenida en el trabajo integrado por cuatro volú-
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 231

pación de la publicidad en la emisión radiofónica. En cambio, estuvo dis-


puesto a permitir el financiamiento de programas mediante la figura del pa-
trocinio.
Por otra parte, en 1925 el dictamen presentado por otro comité denomi-
nado Crawford Committee tuvo una mayor influencia en la configuración
del marco regulatorio que debería desarrollarse para la radiofonía británi-
ca. Este Comité consideró que la radio debería ser monopolio del Estado.
Asimismo, propuso la configuración de la referida BBC. Esta instancia to-
mó vida y estuvo regulada a través de un mandato real denominado Royal
Charter, donde se especificaba su condición especial como institución y su
independencia del escrutinio determinado subjetivamente por los miem-
bros de la representación popular legislativa, es decir, la denominada Hou-
se of Commons. El primer estatuto fue autorizado para tener una vigencia
de diez años a partir del 1o. de enero de 1927.550 Esa Royal Charter ha sido
sujeta a diversas modificaciones, en distintos momentos. Ella continúa
siendo el principal documento regulador, donde se establecen los derechos
y obligaciones de la BBC y su cuerpo directivo —“Board of Gover-
nors”—, así como los términos y condiciones para la elección de los comi-
tés asesores, denominados Advisory Committees.
Dentro de las diversas regulaciones que rigen a los medios en la Gran
Bretaña, ocupa un lugar de especial importancia la denominada License
and Agreement between the BBC and the National Heritage Secretary. Por
medio de este instrumento se prohíbe a la BBC expresar sus opiniones so-
bre cuestiones y tópicos de relevancia política y social, y le impide recibir
ingresos provenientes del patrocinio comercial y de anunciantes. Asimis-
mo, otorga facultades para impedir la transmisión y entrevistas sobre cier-
tos tópicos, lo cual en términos prácticos ha sido aplicado en programas
donde se expresa un apoyo a organizaciones terroristas irlandesas.
Como regla general se encuentra que el monopolio de la BBC fue acepta-
do por la sociedad británica. Este hecho quedó reflejado en el dictamen de la
mayoría de los miembros integrantes del denominado Beveridge Commit-
tee, a través de su análisis de las políticas en medios electrónicos entre 1949
y 1951. Sin embargo, como excepción a la regla, hubo una nota de disenti-
miento con la mayoría elaborada por el representante popular —MP—

menes en la obra de Briggs, A., The History of Broadcasting in the United Kingdom,
Oxford, 1961-1979, vols. I, II, III y IV.
550 Crawford Committee on Broadcasting (1925) Cmnd. 2599.
232 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Selwyn Lloyd, quien propuso el establecimiento de la comunicación elec-


trónica de manera comercial. En su opinión, un monopolio público o priva-
do era peligroso. Posteriormente, en 1951, el gobierno conservador deci-
dió establecer el funcionamiento de la televisión de manera comercial,
pero no avanzó en ese sentido respecto a la radio.
En 1954 se adoptó un acta para normar a la televisión comercial referida
como The Television Act, misma que estableció una autoridad sobre esa ma-
teria, a la que se le denominó The Independent Television Authority
—ITA—. Entre sus funciones estuvo la de celebrar contratos con empresas
comerciales para la difusión de programas que respondían a esos intereses.
Posteriormente, en 1962, con base en el dictamen formulado por el Pilking-
ton Committee Report, el ITA recibió una ampliación de sus facultades a
efecto de asegurar una mejoría en la calidad de las programaciones.551 Más
tarde, a través del ordenamiento Television Act 1963, la obligación impues-
ta sobre la BBC de difundir como un servicio público a la educación, la in-
formación y el entretenimiento, fue aplicada a la televisión comercial.552 En
términos generales, por lo que toca a la televisión, estas fueron las bases
principales que siguieron rigiéndole por aproximadamente 23 años.
Con base en el reporte del Peacok Committee en 1986, cuyo objetivo
original fue el de examinar si la BBC debería someterse a aceptar anuncios
comerciales, se introdujeron reformas de relevancia a la regulación aplica-
ble a ese medio electrónico. El comité referido, aun cuando rechazó el pro-
pósito de la entonces primera ministra, Margaret Thatcher, de abrir la tele-
visión a la publicidad comercial, se pronunció por la desregulación tanto
de la televisión como de la radio. Asimismo, propuso el otorgamiento de
franquicias para el establecimiento de canales de televisión comercial al
mejor postor.553 Tales propuestas fueron aceptadas por el gobierno y die-
ron lugar a la aprobación y establecimiento de la correspondiente normati-
va a finales de 1989.554 En lo que toca de manera particular a la radio, una
nota de importancia fue el establecimiento de la operación de estaciones de
forma comercial a nivel local, reguladas a través de la denominada
Independent Broadcasting Authority-IBA.

551 Pilkington Committee Report (962), Cmnd. 1753.


552 Television Act 1863, section 2 (1) (a).
553 Peacock Committee on Financing the BBC (1986), Cmnd. 9824.
554 White Paper, “Broadcasting in the 90’s: Competition, Choice and Quality”, Cm.
517, 1988.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 233

Dentro del ámbito regulatorio de los medios electrónicos en la Gran


Bretaña está como un documento de más reciente creación la denominada
The Broadcasting Act l990. La principal área de su regulación se vierte en
la reorganización de los medios electrónicos privados, y sólo hace referen-
cia a algunas materias de la BBC en forma tal, que su contenido se conside-
ra reducido y sin mayor relevancia. Este estatuto en cuestión sustituyó a la
referida IBA, por otro cuerpo regulador referido como The Independent
Television Commission —ITC—, el cual tiene entre sus principales facul-
tades las de otorgar licencias de televisión y la aplicación de sanciones en
casos de violación a la normativa que rige las condiciones de su funciona-
miento. Asimismo, este instrumento establece la instancia denominada Ra-
dio Authority, con facultades similares a la ITC, pero sobre la radio, inclu-
yendo por primera vez el otorgamiento de licencias para estaciones
nacionales de radiocomerciales.

C. Francia

Desde un inicio de la regulación de la radio se estableció el otorgamien-


to de licencias tanto para la operación pública como privada de este medio.
Su control se ejerció por el Estado a través del Ministerio de Correos, Telé-
grafo y Teléfono. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, las estaciones
privadas fueron cerradas, y posteriormente sus respectivas licencias revo-
cadas. De 1945 a 1982 los medios electrónicos fueron monopolio del Esta-
do. A lo largo de este periodo se presentó como una notoria característica el
firme control sobre la difusión.555 En lo tocante a la televisión, este medio
estuvo bajo la responsabilidad de la agencia gubernamental denominada
Radiodiffusion Télévision Française —RTF—, dependiente del Ministe-
rio de Información. Ello quedó formalmente sancionado a través de un or-
denamiento emitido el 4 de febrero de 1959, que dejaba jurídicamente esta-
blecido el control gubernamental a través de la RTF, encabezada por un
director general, sin un consejo de administración.
Posteriormente, el 27 de junio de 1964 se aprobó una ley que creó una
nueva agencia responsable de los medios electrónicos, a la que se llamó
Office de la Radiodiffusion-télévision Française —ORTF—. El monopo-
lio del Estado siguió vigente, pero ahora bajo la dirección de un consejo de
555 Thomas, R., Broadcasting and Democracy in France, Bradford, 1976, pp.
126-135.
234 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

administración y un director general. En 1968 se abrió la oportunidad para


la publicidad a través de esos medios.556 En 1972, nuevas normas reafirma-
ron el monopolio estatal, pero establecieron el derecho del ciudadano de
respuesta a los medios por información o comentarios emitidos y, asimis-
mo, estableció regulaciones respecto a la publicidad en esos medios elec-
trónicos. Por otra parte, impuso limitaciones al derecho de huelga de los
periodistas y de otros empleados de esos medios, bajo el argumento de que
se debía asegurar la continuidad del servicio de tales medios en condicio-
nes de conflictos laborales. En 1974 se aprobaron nuevas disposiciones
que trajeron consigo la desaparición de la ORTF y la creación de siete ins-
tituciones separadas —cada una con su propia administración y estructu-
ra—.557 Ellas fueron tres compañías de canales de televisión, una de radio,
una de producción de programas de televisión, otra para las cadenas de me-
dios y un instituto llamado Institute National de l’Audiovisuel.
Durante las décadas de los sesenta y setenta hubo diversos intentos de es-
tablecer medios electrónicos privados, pero ello no tuvo éxito. Sin embargo,
a través de estaciones radiofónicas y de un par de estaciones de televisión
ubicadas fuera del territorio francés, específicamente en Mónaco y Andorra,
fue posible la transmisión a través de medios electrónicos privados.558
La posibilidad técnica de transmisión radiofónica y televisiva privadas,
unida a la presencia de numerosas opiniones que destacaban las ventajas
logradas en otros países por haber adoptado la operación de medios elec-
trónicos privados, fortaleció la acción de un frente que demandaba acabar
con el monopolio estatal sobre tales medios. Sin embargo, la interpretación
judicial encontró elementos que actuaron en un sentido contrario. Por
ejemplo, el 27 de agosto de 1978, el Consejo Constitucional reafirmó en
una de sus decisiones la constitucionalidad del monopolio del Estado sobre
los medios electrónicos.559
Más tarde, el gobierno socialista de Miterrand, electo en 1981, vio favo-
rablemente la liberalización de los medios de comunicación electrónica.
Como consecuencia, el 29 de julio de 1982 se adoptó una ley que para di-
versos analistas marca el punto de partida de la modernización jurídica en
materia de medios electrónicos. En este ordenamiento, desde su artículo

556 Ibidem, pp. 30-32.


557 Thomas, R., op. cit., capítulo 2.
558 Ibidem, pp. 213-215.
559 Decisión 78-96, 1978. Rec. 1978, 29.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 235

1o., se estableció que la comunicación audiovisual es libre. El siguiente ar-


tículo dispuso que la ciudadanía tuviera el derecho de gozar de un sistema
de medios electrónicos libre y plural. Sin embargo, los artículos 78 y 79,
respectivamente, señalaron que el establecimiento de una estación estaba
sujeto a la autorización previa del gobierno, o que en el caso del servicio de
una televisora nacional estaba sometido al previo otorgamiento de una
concesión. En esta misma ley se incorporaron disposiciones dirigidas a lo-
grar un equilibrio entre el derecho de expresión y el respeto a otros dere-
chos ciudadanos, así como a la preservación del pluralismo en la expresión
de opiniones. Por otra parte, se estableció la integración de un órgano su-
pervisor superior, cuya principal responsabilidad fue garantizar la inde-
pendencia del sistema público de medios electrónicos, con especial aten-
ción en la operación del pluralismo y la imparcialidad.560 Posteriormente,
la Ley del 13 de diciembre de 1985 adoptó normas más específicas para el
establecimiento de canales de televisión privada a nivel nacional y local.
En 1986, el gobierno de Chirac determinó tomar medidas para adoptar
una legislación que permitiese una mayor liberalización de los medios
electrónicos. Con este propósito se adoptó una nueva ley en septiembre de
1986. Entre sus principales disposiciones estuvo la privatización del canal
público de televisión conocido como TF1, lo cual trajo reacciones sociales
adversas, entre las que se encontró la huelga del personal de esa televisora
y manifestaciones públicas. Esa ley sustituyó al anterior órgano supervisor
superior por otra autoridad, a la que denominó Commission Nationale de la
Communication et des Libertés —CNCL—, con facultades más amplias
que su antecesora en materia de medios electrónicos y telecomunicación.
Asimismo, se le facultó para otorgar licencias para canales de radio y tele-
visión —tanto canales terrestres como satelitales y respecto a compañías
de cable—. Este órgano contó de igual forma con una amplia discrecionali-
dad para establecer las obligaciones que debían cumplir los licenciatarios
en sus programas. Esta ley fue impugnada por la oposición ante el Consejo
Constitucional, mismo que determinó como inconstitucionales algunas de
las normas contenidas en la ley en cuestión.
El 18 de septiembre de 1986 ese órgano judicial encontró que en ciertos
casos no se aseguraba un pluralismo, y que el acceso a conocer diversos
puntos de vista era indispensable para hacer efectiva la garantía de libertad
de expresión establecida en la Declaración de los Derechos del Hombre.

560 Artículos 12 al 26.


236 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Por otra parte, el Consejo Constitucional no encontró limitación legal algu-


na para impedir la privatización de la televisión. En su opinión, el Parla-
mento tenía la facultad de determinar la estructura adecuada que rigiera a
los medios electrónicos tomando en consideración invariablemente la li-
bertad de comunicación y otras garantías constitucionales, que quedaban
bajo la protección del propio artículo 1o. de la ley de referencia.561
Bajo la administración gubernamental de Rocard, la legislación en ma-
teria de medios electrónicos no sufrió cambios sustantivos. A través de la
ley del 17 de enero de 1989 se sustituyó a la CNCL por otro órgano deno-
minado Conseil Supérieur de l’Audiovisuel —CSA—, con facultades más
acotadas que su antecesor para el otorgamiento de licencias y regulación
de ciertas materias. En contraste, se le dotaron facultades más amplias para
aplicar una gama de sanciones en caso de que los licenciatarios violaran
condiciones conforme a las cuales se les hubiesen otorgado las mismas. El
Consejo Constitucional estimó que las reformas referidas eran válidas
constitucionalmente, y que de ninguna forma violaban el artículo 11 de la
Declaración de los Derechos del Hombre.562 Posteriores regulaciones no
han tocado significativamente la sustancia de la liberalización de los me-
dios electrónicos en Francia.

D. Alemania

La regulación de la radio originalmente fue competencia local, y no fe-


deral. Con motivo de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, en 1945
las fuerzas aliadas dejaron la supervisión y facultades sobre los medios
electrónicos a los comandantes de zonas. Este hecho produjo una opera-
ción y regulaciones que reflejaron distintas concepciones en las zonas bajo
control norteamericano, francés o inglés, respectivamente.563
En 1950 se encontraban establecidas nueve estaciones radiofónicas pú-
blicas regionales, cada una con distinto alcance y cobertura territorial.
Estas estaciones se dividían en dos amplios grupos de organización. Siete
de ellas seguían un modelo que se refería como corporativo, y las otras dos,
el modelo que se identificaba como parlamentario. En el primer caso, la or-
ganización estaba dirigida por un consejo de radiodifusión —Rundfun-

561 Decisión 86-217. 1986. Rec. 1986, 141.


562 Decisión 88-248. 1989. Rec. 1989, 18.
563 Williams, A., Broadcasting and Democracy in Germany, Bradford, 1976.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 237

krat—, integrado por representantes de grupos sociales tales como sindica-


tos, cámaras de comercio, iglesias, organizaciones de mujeres, así como
por representantes del gobierno y de los partidos políticos. En el segundo
caso, su cuerpo directivo estaba integrado por miembros electos por los
parlamentos locales; un amplio número de los designados eran a su vez
miembros del parlamento en cuestión. Asimismo, había una representa-
ción partidista, con base en la fuerza propia que cada uno de los partidos re-
presentara. En ese mismo año, las corporaciones estatales radiodifusoras
integraron una asociación, a través de la cual se logró constituir el primer
canal público de televisión alemana —la asociación referida fue la Arbeits-
gemeinschaft der öffentlich-rechtlichen Rundfunkanstalten der Bundesre-
publik Deutschllans-ARD.
Al finalizar la década de los años cincuenta se presentaron intentos de
establecer un canal comercial nacional bajo el control del gobierno federal.
Tanto el gobierno federal como diversos intereses comerciales apoyaron
este proyecto.564 Sin embargo, la Ley Fundamental alemana de 1949 esta-
blecía dos preceptos en particular que lo impedían. Por una parte, el artícu-
lo 30 disponía que el ejercicio de los poderes gubernamentales y el ejerci-
cio de las funciones de gobierno fueran facultad de las entidades
federativas —Länders—, en tanto que la Constitución no lo estableciese
de otra forma. Es decir, los estados tenían la facultad legislativa sobre una
materia, salvo que la propia Constitución le otorgase expresamente al Con-
greso federal una jurisdicción exclusiva o concurrente. Por otra parte, el ar-
tículo 5o., cláusula 1, establecía que cada ciudadano tendría el derecho de
expresar y difundir libremente su opinión, ya fuese de manera verbal, es-
crita o gráfica, así como de informarse libremente a través de fuentes gene-
ralmente accesibles. Asimismo, establecía que la libertad de prensa y de in-
formar a través medios electrónicos y películas estaban garantizados, y que
no habría censura.
La intención de establecer un canal comercial nacional por la adminis-
tración de Adenauer fue enfrentada por cuatro estados gobernados por la
oposición, ante la Corte Federal Constitucional. Este órgano judicial sostu-
vo que el establecimiento de dicho canal violaba los artículos 5o. y 30 de la
Constitución. Un punto crucial en el razonamiento judicial fue el que los
medios electrónicos, privados o públicos, no podían estar dominados por
fuerzas o intereses del gobierno o comerciales, y deberían estar abiertos

564 Ibidem, pp. 120-137.


238 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

para la transmisión plural de opiniones.565 A este juicio se le denominó el


primer juicio sobre televisión.566 A finales de 1961, bajo un tratado deno-
minado Staatsvertrag, los estados integrantes de la federación alemana
acordaron establecer un segundo canal público de televisión.
Posteriormente, y de manera paulatina, durante el resto de la década de
los sesenta se introdujo un tercer canal público de televisión. A finales de la
década de los setenta se adoptaron algunas leyes que permitieron la opera-
ción de medios electrónicos privados de manera experimental y por un pe-
riodo limitado de tiempo. Una de esas leyes, denominada Saarland, fue cues-
tionada ante la Corte Constitucional, la cual determinó que la transmisión
mediante medios electrónicos privados era compatible con el artículo 5o. de
la Constitución, siempre y cuando estuviese debidamente regulado.567
En 1982, el gobierno demócrata cristiano realizó una relevante promoción
federal en apoyo a los medios electrónicos privados. Diversos estados elabo-
raron leyes en ese sentido a mediados de los años ochenta. Miembros de la
oposición en el Congreso Federal impugnaron la constitucionalidad de esas
leyes. La impugnación de una de estas leyes ante la Corte Constitucional brin-
dó la oportunidad a esa instancia judicial para pronunciarse sobre la relación
entre los medios electrónicos públicos y los privados. En su opinión, las prin-
cipales funciones de los medios electrónicos de servicio público eran respon-
sabilidad de las instituciones públicas. Los medios electrónicos privados de-
bían estar sujetos a menos restricciones programáticas, porque de lo contrario
se ponía en riesgo su sobrevivencia.568 Esta opinión judicial se complementó
posteriormente a través de dos sentencias de la Corte Constitucional, conoci-
das como el quinto y sexto juicios de televisión, donde se estableció que la
Constitución no imponía un método en particular para organizar a los medios
electrónicos. Una ley puede prever la cooperación entre medios electrónicos
públicos y privados como fórmula para brindar recursos financieros al prime-
ro. Lo que es sustantivamente relevante, es que los medios electrónicos públi-
cos sean capaces de cumplir con sus responsabilidades básicas de ofrecer a
la sociedad una amplia gama de programas.569

565 12 BverfGE 205 (1961).


566 Para un amplio análisis sobre este juicio, véase Barendt, Eric M., “The Influence
of the German and Italian Constitutional Courts on their National Broadcasting System”,
Public Law, 93, 1991, pp. 98-100.
567 57 BverfGE 295 (1981), conocido como el Tercer juicio de televisión.
568 73 BverfGE 118 (1986), conocido como el Cuarto juicio de televisión.
569 74 BverfGE 297 (1987) y 83 BverfGE 238 (1991), respectivamente.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 239

Bajo el tratado de unión entre la Alemania del Este y del Oeste, los me-
dios electrónicos se han venido rigiendo por las bases e interpretaciones
que habían tenido lugar en Alemania del Oeste. La fuente principal de fi-
nanciamiento de la televisión pública alemana es a través del pago de una
licencia por el poseedor de un aparato de radio o de televisión. La publici-
dad representa una aportación reducida, y su difusión está sujeta a diversas
limitaciones.

E. Italia

En 1924, el gobierno fascista otorgó a una empresa privada la licencia


exclusiva sobre la radio. Sus programas estuvieron bajo una estrecha vigi-
lancia gubernamental. A partir de 1944, ese monopolio recayó en la deno-
minada Radio Audizioni Italia —RAI—. En 1952 fue rebautizada como
RAI-Radiotelevisione Italiana, que mantiene la concesión para la transmi-
sión electrónica de la radio y la televisión pública. Por ley, esta empresa es
privada, aunque la mayoría de las acciones han sido propiedad de una em-
presa estatal —la cual recientemente fue privatizada—. La Sociedad Italia-
na de Autores y Editores posee el 1% de las acciones de la RAI.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los medios electrónicos fueron
regulados mediante un estatuto aprobado en 1947, mismo que establecía
una comisión parlamentaria para asegurar la independencia política de la
RAI. Sin embargo, esa comisión careció de facultades ejecutivas, y no fue
vista como un órgano eficaz para garantizar la libertad de los medios radio-
fónicos. Desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, la radio, y
posteriormente la televisión, estuvieron en términos prácticos bajo el con-
trol de los demócrata-cristianos. En el ejercicio del poder gubernamental, a
través del Ministerio de Correos y Telecomunicaciones se negó el otorga-
miento de licencias para el establecimiento de estaciones privadas.
La Constitución italiana, promulgada a fines de 1947, no hizo referencia
específica a los medios electrónicos. Sin embargo, diversas normas sirvieron
de base para su regulación.570 Por ejemplo, el artículo 21, inciso 1, de esa
carta fundamental, estableció que cada individuo tiene el derecho de
expresarse libremente de manera verbal, escrita o a través de cualquier otro
medio. El artículo 41 previó la libertad de las empresas privadas económi-
570 Barendt, Eric M., “The Influence of the German and Italian Constitutional Courts
on their National Broadcasting Systems”, cit., pp. 107 y 108.
240 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cas de ser conducidas de conformidad con la utilidad social y de forma que


no afectase la seguridad, libertad y dignidad humana.
Intereses dirigidos al establecimiento de estaciones privadas comercia-
les consideraron los anteriores artículos como premisas que daban sustento
a su objetivo. De igual forma, la RAI consideró que el artículo 43 constitu-
cional garantizaba el monopolio del cual gozaba, en virtud de que dicho
precepto contemplaba la existencia de leyes a través de las cuales se podía
otorgar o expropiar mediante compensación o las estaciones de medios
electrónicos para las funciones del Estado relacionadas con servicios pú-
blicos básicos y de interés público. Las diversas partes trajeron ante la Cor-
te Constitucional sus argumentos. En su decisión, ese órgano judicial sos-
tuvo la validez del monopolio de la RAI, y negó que los referidos artículos
21, inciso 1, y 41, significaran un sustento para establecer estaciones priva-
das de radio y televisión. La Corte Constitucional también sostuvo que en
virtud de la carencia de frecuencias en los medios electrónicos, el monopo-
lio de la RAI era algo natural. Asimismo, indicó que un sistema público era
la mejor fórmula de asegurar el acceso a la radio y a la televisión, por todos
los grupos políticos y sociales importantes.571
En 1974, la Corte Constitucional hizo señalamientos que brindaron un
mayor abundamiento sobre los puntos referidos con antelación. De esta
forma, se señaló que los medios electrónicos brindaban un servicio esen-
cial en una sociedad democrática. En consecuencia, era absolutamente le-
gítimo el que una institución pública tuviese reservadas diversas facultades
para establecer y supervisar el cumplimiento de condiciones para alcanzar
los objetivos en cuestión. En particular, la radio y la televisión deberían es-
tar bajo el control parlamentario, y no del Poder Ejecutivo, para asegurar
su independencia. De igual forma, se deberían establecer reglas para ga-
rantizar el acceso a los medios electrónicos de grupos políticos y sociales
significativos. En la medida en que las leyes no reunieran las característi-
cas y condiciones anteriores, esas leyes debían ser declaradas inválidas.572
En abril de 1975 el Parlamento italiano promulgó una ley que estable-
ció las bases legales para la regulación de los medios electrónicos pú-
blicos.573 A través de ella se fortalecieron las facultades de la Comisión
Parlamentaria, atribuyéndosele un poder de supervisión general, y con fa-

571 Decisión 59/1960 (1960), Giurisprudenza Costituzionale, 759.


572 Decisión 225/1974 (1974), Giurisprudenza Costituzionale, 1775.
573 Legge 103, 1975.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 241

cultades para establecer las bases normativas de la objetividad que debía


guardarse en los programas, así como para designar a los miembros del
Consejo de Administración de la RAI. Otra de sus funciones sustantivas
fue la de responder y determinar el otorgamiento respectivo, a las solicitu-
des de accesos a programas en medios electrónicos. La Ley de 1975 tam-
bién contiene normas respecto al financiamiento de medios electrónicos
públicos, a través del pago obligatorio de una licencia y de un apoyo subsi-
diario proveniente del pago por anuncios publicitarios. Sin embargo, se
impusieron límites estrictos sobre el tiempo en que podía tener cabida el
anuncio comercial en esos medios.
En cierta forma, de manera paralela a la formación y aprobación de es-
ta Ley de 1975, los principales partidos que conformaron la coalición gu-
bernamental —el Demócrata–Cristiano y el Socialista— acordaron de
manera privada sobre una distribución de los canales de radio y televi-
sión: RAI-1 y una estación de radio para el primero de los partidos men-
cionados; RAI-2 y dos estaciones de radio para el segundo partido.574 En
1977 se estableció un tercer canal de televisión, que en cierta medida estu-
vo bajo el predominio del Partido Comunista y posteriormente Partido de
la Izquierda Democrática. En términos prácticos, le correspondía a cada
partido designar al director de la estación bajo su fédula, y la programación
de cada estación quedaba sujeta en gran medida a las directrices de cada
partido.
Por lo que toca al aspecto judicial, la Corte Constitucional formuló una
de las más importantes contribuciones sobre la regulación de los medios
electrónicos en 1976, un año después de la aprobación de la Ley de 1975 y
el acuerdo privado entre partidos políticos a que se hizo referencia con an-
telación. El tema de discusión fue la legalidad de la operación sin licencia,
de estaciones locales de televisión. La Corte Constitucional aprovechó esa
oportunidad para sostener la validez de la operación de la RAI a nivel na-
cional, pero por lo que toca al monopolio de medios electrónicos a nivel lo-
cal lo declaró inconstitucional. La Corte Constitucional señaló, sin dejar
lugar a dudas, que la ley admite la existencia de medios electrónicos priva-
dos pero sólo a nivel local.575 El efecto inmediato fue la creación de nume-
rosas estaciones locales, que trajeron un caos en la operación de frecuen-

574 Sassoon, D., “Italy: The Advent of Private Broadcasting”, en Kuhn, R. (ed.), The
Politics of Broadcasting, Londres, 1985, pp. 122 y 126-132.
575 Decision 202/1976 (1976), Giurisprudenza Costituzionale, 1267.
242 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cias, misma que continuó persistiendo de alguna manera a falta de un


acuerdo entre los partidos políticos sobre las medidas a seguir.
En 1981, nuevamente la Corte Constitucional Italiana reafirmó la cons-
titucionalidad del monopolio nacional concedido a la RAI.576 Sin embargo,
la evolución misma de los medios electrónicos y la presencia de intereses
particulares buscando su expansión y liberalización dieron pauta a expre-
siones demandando una regulación más comprensiva. Para algunos, cual-
quier legislación al respecto debería tener como base fundamental normas
que impidan monopolios y salvaguarden la pluralidad de ideas y expresión
de las mismas.
En 1990, bajo el gobierno de Andreotti se promulgó una ley denomina-
da Legge Mammi, en referencia al nombre del ministro de Correos. En ella
se estableció un sistema para el otorgamiento de licencias para la radio y
televisión privadas. Asimismo, estableció un conjunto de condiciones en
materia de anuncios comerciales, e impuso algunas obligaciones sobre la
programación. En últimas fechas se han presentado ante la Corte Constitu-
cional cuestiones relativas a la forma en que esa ley impide la formación de
monopolios, pero a la vez permite la propiedad de medios de comunica-
ción a través de una figura que podría semejarse a un tipo de coasociación
cruzada de medios. La realidad política de Italia puede sugerir que la regu-
lación de los medios electrónicos seguirá siendo una materia de enormes
controversias.

III. DECISIONES JUDICIALES SOBRE COMUNICACIÓN


POLÍTICA EN MEDIOS ELECTRÓNICOS

Nuevamente, en virtud de la extensión de este tema y de las limitaciones


propias del presente trabajo, se hace necesario concentrar este análisis so-
bre unos cuantos países. Con base en el criterio adoptado en la parte ante-
rior, se estudian los casos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Ale-
mania e Italia.
Cada uno de los cinco países seleccionados tiene sus propias particulari-
dades. Por principio, se encuentran de inmediato las siguientes. En Alema-
nia, el Poder Judicial ha jugado un importante papel en el establecimiento
de los principios básicos para regular la asignación de tiempos, horarios y

576 Decision 148/1981 (1981), Giurisprudenza Costituzionale, 1379.


ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 243

espacios para la publicidad partidista en los medios electrónicos de comu-


nicación. En Francia e Italia, las bases han sido establecidas principalmen-
te a través de leyes aprobadas por el Poder Legislativo. En la Gran Bretaña,
la regulación de esta materia ha sido una cuestión total de convención
constitucional.577
Más específicamente se encuentran las siguientes características. Por lo
que toca a la publicidad política, la cual requiere de grandes recursos eco-
nómicos tanto para su elaboración, pero en especial para su transmisión en
los medios, destaca que en los Estados Unidos ella es por demás amplia-
mente utilizada. En este país, la Corte Suprema de Justicia ha sido de la
opinión de que el establecimiento de límites en los gastos de publicidad po-
lítica de campaña es violatorio de la primera enmienda constitucional.578
En la Gran Bretaña, la publicidad política en los medios electrónicos está
prohibida por ley.579 Este criterio se funda en que de esta forma se evita que
partidos políticos con más fuerza y mayores apoyos financieros tengan
más amplia presencia y difusión que los partidos minoritarios o de reciente
creación. En Francia, su Consejo Constitucional se ha pronunciado por la
imposición de límites en la duración y costos de tal publicidad política, con
el propósito de que los partidos minoritarios y con menores recursos no
sean rebasados dramáticamente por otros con más recursos para ejercer el
financiamiento de publicidad de este tipo. El Consejo Constitucional fran-
cés apoyó la validez de la Ley de 1986, cuyo artículo 14 originalmente per-
mitía los anuncios de partidos políticos fuera de campañas electorales. En
esa oportunidad se señaló que el principio de equidad no se afectaba por el
hecho de que los partidos políticos efectuaran campañas de publicidad fue-
ra de procesos electorales, siempre y cuando no se rebasaran los límites im-
puestos al respecto.580
Tomando como base que en una campaña electoral democrática los par-
tidos políticos deben tener acceso a los medios de comunicación, resulta
conveniente conocer en qué forma este elemento opera en los países que se

577 En la denominada The Broadcasting Act 1990, en las secciones 36 y 107, se re-
quiere que la televisión terrestre independiente y los servicios de radio nacionales trans-
mitan anuncios políticos partidistas.
578 Buckley vs. Valeo 424 US 1 (1976).
579 Así lo establece la denominada The Broadcasting Act 1990, en la sección 8 (2) (a).
580 Decisión 8886-217, del 18 de septiembre de 1986, Rec 1986, 141; posteriormente,
la Ley del 30 del septiembre de 1986 reformó el artículo 14 y prohibió esa publicidad po-
lítica.
244 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

vienen analizando. Al respecto, se encuentra que sólo en Alemania el Po-


der Judicial ha formulado ciertos principios constitucionales. En Francia,
esta materia se encuentra normada por ley. De esta forma, en la Ley de
1986, como en la anterior de 1982, se estableció que las estaciones de me-
dios electrónicos podían transmitir anuncios electorales. En un documento
titulado Cahiers des Charles se precisan las obligaciones correspondientes.
De acuerdo con la Ley del 30 de septiembre de 1986, el órgano denomina-
do Conseil Supérieur de l’Audiovisuel —CSA— tiene la facultad de esta-
blecer reglas administrativas al respecto.581 Este mismo órgano está facul-
tado para que a través de recomendaciones regule los anuncios políticos
electorales en los canales privados.582
Por lo que toca a los Estados Unidos, se cuenta con una ley llamada The
United States Communications Act, reformada en 1971. En ella se otorga a
todo candidato federal, tanto el derecho a un libre acceso razonable como
para comprar espacios de anuncios políticos en estaciones de medios
electrónicos.583 De hecho, el acceso está garantizado a través de las faculta-
des de la FCC, mediante las cuales puede retirar el otorgamiento de una li-
cencia si encuentra que el licenciatario, de manera intencionada o repetida-
mente, incumple el mandato en cuestión. La Corte Suprema ha considerado,
asimismo, que los medios de comunicación electrónicos deben ajustarse en
la medida de las posibilidades, a las necesidades de los candidatos. Por otra
parte, también ha señalado que los candidatos no tienen derecho a un tiem-
po libre al aire, aun y cuando sea para equilibrar los anuncios pagados por
sus rivales con mayores apoyos financieros publicitarios en los medios
electrónicos.584
Un sistema legal puede prever el derecho a un trato justo y equitativo
para la transmisión de publicidad política y electoral. Sin embargo, su im-
plementación no siempre resulta sencilla. La jurisprudencia de la Corte
Constitucional alemana brinda amplias consideraciones al respecto. En

581 Artículo 16 (1).


582 Ley del 30 de septiembre de 1986, artículo 16 (2).
583 Respecto a esta previsión, la Corte Suprema determinó en el juicio Kennedy for
President Committee vs. FCC (Kennedy II) 636 F. 2d. 432 (1980), que la reforma en
cuestión no establecía un derecho de tiempo libre para contestar a los anuncios publicita-
rios de los candidatos o partidos oponentes. En el juicio CBS v. FCC, la Corte Suprema
encontró que el derecho a un libre acceso razonable no era incompatible con la primera
enmienda constitucional. CBS vs. FCC 453 US 367 (1981).
584 Morrisson v. Mt. Mansfield Television 580 F. Supp. 512 (DC Vt. 1974).
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 245

ella se encuentra el señalamiento de que las autoridades en materia de me-


dios electrónicos públicos deben ser neutrales durante las campañas elec-
torales y respetar equitativamente las oportunidades de los partidos políti-
cos. Sin embargo, esto no otorga algún derecho a una equidad absoluta de
acceso a la transmisión. En su opinión, las elecciones deben llevar a la for-
mación de un gobierno, pero se observa que el trabajo del Poder Legislati-
vo podría convertirse extremadamente difícil si un amplio número de pe-
queños partidos estuviesen integrándolo. Con esta base se señala que los
partidos políticos con capacidad real de formar un gobierno deben tener
mayor oportunidad de presentar su oferta a la sociedad a través de la radio
y de la televisión. Este punto de vista se nutre con la interpretación de las
responsabilidades de las autoridades de los medios electrónicos, estableci-
das en el artículo 5o. de la Constitución alemana, donde se les impone to-
mar en cuenta la respectiva fuerza de cada partido político en el otorga-
miento de oportunidades para su publicidad electoral.585
Un elemento de gran importancia en el reconocimiento de fuerza a los
partidos políticos es su resultado electoral en la elección previa. Sin embar-
go, esto no puede ser la única y total consideración, dado que otra serie de
desarrollos políticos más recientes pueden reflejar elementos de la presen-
cia de una fuerza política mayor. Entre otros factores de relevancia respec-
to a la fuerza de los partidos políticos está la antigüedad y continuidad de
los mismos; el número de sus miembros; la extensión y fuerza de sus or-
ganizaciones; la representación legislativa tanto a nivel federal como esta-
tal; la detentación del poder gubernamental en el ámbito nacional y local.
En términos generales, el criterio judicial se ha pronunciado por considerar
irrelevante el número de candidatos postulados por un partido. Es muy
simple para institutos políticos postular un candidato para cada cargo de
elección popular y, por tanto, no es un indicador confiable de la fuerza de un
partido.
En 1962, la Corte Constitucional alemana, en atención a una queja cons-
titucional presentada por el Partido Libre Democrático, que reclamaba un
mayor tiempo de publicidad en los medios electrónicos, sostuvo que los
partidos políticos minoritarios no podrían ser excluidos totalmente de un
acceso a estos medios de comunicación.586 En términos generales, el enfo-
que del Poder Judicial alemán alcanza un balance equilibrado entre las de-

585 14 BverfGE 121 (1962).


586 14 BverfGE 160 (1973); 48 BverfGE 271 (1978).
246 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mandas de justicia y equidad de oportunidad, por una parte y, por otra, una
apreciación con sensibilidad de la función que cumplen los procesos elec-
torales.
En el caso de la Gran Bretaña, el supremo tribunal de ese país consideró
en el juicio Lynch vs. BBC la demanda del Partido de los Trabajadores, en
el sentido de que éste había sido excluido de un foro electoral y de un pro-
grama con la participación del público a través de llamadas telefónicas.
Desde un punto de vista administrativo, el partido había sido excluido por-
que no reunía dos requerimientos de la BBC: 1) que tuviese al menos can-
didatos en cinco localidades constituencies, y 2) que a través de las encues-
tas autorizadas tuviese al menos el 5% del total de votos para la elección de
la Asamblea del Norte de Irlanda de ese año. El órgano superior de justicia,
a través del juez Hutton, expresó que el principio de imparcialidad no obli-
gaba a un trato de igualdad, y que los dos requisitos establecidos para tener
un acceso a los medios eran razonables.587
Problemas de mayor complejidad ocurrieron en el juicio Lynch vs. BBC.
En esa ocasión, el Partido Nacional Escocés —SPN— impugnó la distri-
bución publicitaria en medios electrónicos para la elección general de
1987, que había sido acordada por las autoridades en materia de medios
electrónicos de comunicación, en virtud de la ausencia de un acuerdo al
respecto entre los partidos políticos contendientes. Los tres principales
partidos —Conservador, Laborista y la Alianza Liberal-Social Demócrata
(SNP)—, recibieron cada uno cinco anuncios políticos de campaña, el
SPN dos, y otro, denominado Plaiid Cymru, uno. De los cinco anuncios
políticos en mención, dos fueron transmitidos en Escocia y tres a través de
toda la Gran Bretaña.
El argumento de los quejosos fue que el órgano denominado IBA in-
cumplía sus deberes de imparcialidad y de lograr un balance en la presenta-
ción de los tópicos políticos de importancia, desde el momento en que no
había dado la importancia suficiente a nivel nacional respecto a lo concer-
niente a Escocia. Se argumentó que en Escocia el SNP tenía derecho a un
trato igual al de los principales partidos británicos, sobre la base del núme-
ro de candidatos y votos recibidos en recientes elecciones. Un miembro de
la Casa de los Lores —House of Lords—, lord Prosser, afirmó que la IBA
tenía la obligación de asegurar un adecuado balance entre los partidos res-
pecto a la distribución de anuncios electorales. Sin embargo, encontró que

587 Lynch vs. BBC (1983) NIJB I.


ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 247

ello se había cumplido a través de un otorgamiento igual, por lo que tocaba


específicamente a la publicidad electoral en Escocia. Para la IBA, el haber
aplicado una igualdad absoluta hubiera significado que ignoraba o no otor-
gaba adecuadamente el lugar de importancia que ocupaban los tres princi-
pales partidos británicos en todo el Reino Unido.588
En Italia, el acceso al anuncio político y electoral en televisión está re-
gulado por una comisión del Parlamento, denominada Commissione Parla-
mentare per l’Indirizzo Generale e la Vigilanza dei Servizi Radiotelevisivi.
Esta Comisión está facultada para asignar los tiempos de anuncios partidis-
tas en los medios electrónicos durante las campañas electorales, y al pare-
cer tiene un control real sobre el director de esos programas, aun cuando
éste es estrictamente responsable ante el director general de la RAI.
Los reclamos de partidos minoritarios ante las decisiones de la comisión
en cuestión, provocados por considerar que han sido excluidos de una par-
ticipación en los programas políticos y electorales, o bien porque no han
recibido el mismo tiempo aire que otros partidos en los medios electróni-
cos, no han encontrado una respuesta de apoyo por el Poder Judicial.589 Las
cortes italianas han sostenido que la comisión referida, como órgano del
Parlamento, no está sujeta a la revisión de sus funciones por los tribunales
ordinarios o administrativos. De esta forma, los partidos políticos repre-
sentados en el Parlamento tienen derechos para anunciarse electoralmente
en los medios electrónicos, pero la asignación de tiempos y espacios es una
cuestión política no revisable judicialmente. Esta situación ha sido consi-
derada como factor que permite crear inequidades y desigualdades entre
partidos minoritarios o independientes frente a los mayoritarios, en virtud
de que la comisión parlamentaria referida está dominada por los partidos
más fuertes.
En la Gran Bretaña, los programas elaborados por los partidos políticos
para su transmisión en medios electrónicos fuera de procesos electorales es-
tán regidos por las mismas bases que se aplican a los anuncios políticos elec-
torales. La respectiva asignación y condiciones para la transmisión de esos
programas están determinadas por la PPBC, basándose en gran medida en el
resultado electoral a favor de cada partido en los últimos comicios.590 En

588 Wilson vs. IBA (núm. 2), 1988, SLT 276.


589 Corte Costituzionale, Decision 139/1977 (1977), Giurisprudenza Costituzionale 1822.
590 Boyle, A. E., “Political Broadcasting, Fairness and Administrative Law”, Public
Law, 562, 1986, pp. 575-578.
248 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

caso de que se determine que un partido debe quedar excluido del acceso a
la presentación de este tipo de programas políticos, el partido afectado no
puede ejercer recurso alguno ante una autoridad judicial, salvo que argu-
mente y tenga las pruebas de que las autoridades violaron los principios de
equilibrio y justicia.
En otros países, las reglas son menos estrictas sobre esos programas po-
líticos fuera de los tiempos de procesos electorales. De esta forma, en Fran-
cia, la Ley de 1986 otorgó un derecho de acceso a los medios para tales
programas, a todos los partidos con representación en la Asamblea o el Se-
nado.591 En Italia, los partidos políticos fueron facultados para presentar
sus programas fuera de procesos electorales, a través de canales privados.
Asimismo, ellos han gozado del derecho de participar en programas de de-
bates organizados por la RAI, en la misma forma establecida para progra-
mas de debate electoral.592 Sin embargo, una comisión del Parlamento está
facultada para asignar a los partidos políticos tales oportunidades. Cual-
quier partido que se considere excluido no tiene recurso ante algún órgano
judicial.
Por lo que toca a las conferencias de prensa, como se ha señalado pre-
viamente, los medios electrónicos guardan el privilegio de presentar las fa-
cetas que estiman más relevantes del mensaje político enviado por un parti-
do. En este ámbito, los medios electrónicos están regularmente sujetos tan
sólo a guardar un equilibrio e imparcialidad, lo cual por regla general se
encuentra establecido en términos por demás muy amplios, imprecisos, y
cuyo cumplimiento se hace laxo. Las conferencias de prensa son cubiertas
por los medios a invitación o convocatoria de los actores políticos y sus
equipos. Al respecto, tomando en consideración como elementos funda-
mentales de la democracia a los principios de equidad, imparcialidad, obje-
tividad y justicia, sería conveniente reflexionar sobre la oportunidad de es-
pacio que deben recibir los partidos de oposición para presentar una
réplica, cuando la conferencia de prensa es convocada por el gobierno o
por el partido en el poder y ella versa sobre cuestiones de relevante trascen-
dencia para la sociedad.593

591 Artículo 55 (2).


592 Ley 103 de 1975, artículo 4o.
593 En el caso de la Gran Bretaña, esta es la práctica que ocurre cuando el gobierno, a
través de los medios electrónicos, realiza una conferencia y su contenido provoca contro-
versia sustantiva.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 249

Otro tópico a considerar es el de la transmisión por medios electrónicos


de programas y noticias políticas, presentados por los propios medios. En
este ámbito, tales cuestiones están bajo la jurisdicción, autoridad interna y
equipo de trabajo de cada medio electrónico. La determinación de lo que
debe ser incluido en las noticias y los tópicos que deben ser discutidos o
analizados en un programa es una facultad de la cabeza editorial del medio
en cuestión. Este campo de administración interna está cerrado a la inter-
vención gubernamental o control por algún partido. Sin embargo, por una
parte, ello no exime al medio de comunicación electrónico del cumpli-
miento de normas públicas dirigidas a asegurar la observancia de princi-
pios entre los que destacan los de objetividad, imparcialidad, equidad y ve-
racidad. Por otra, en la elaboración de programas con la intervención de
políticos, así como en entrevistas a ellos sobre tópicos de actualidad políti-
ca, se pueden acordar ciertos formatos, formalidades, términos y condicio-
nes entre el actor político y el medio, que rijan la preparación del programa
o la entrevista en cuestión.
A efecto de prevenir que los medios de comunicación queden expuestos
a presiones del gobierno y de partidos políticos, se han establecido órganos
con una naturaleza independiente de supervisión, entre los que se encuen-
tran los siguientes: Independent Television Commission —ITC— en la
Gran Bretaña, Federal Communications Commission —FCC— en Esta-
dos Unidos, y Conseil Supérieur de l’Audiovisuel —CSA— en Francia.
Estos órganos están facultados para intervenir en defensa de los medios de
comunicación contra acusaciones sin sustento, o bien para que el partido
político o un actor político sean tratados con justicia por tales medios.
Esta materia es por demás compleja, y su atención por los tribunales ju-
diciales da muestras de ello. En el caso de la Gran Bretaña, la ITC está obli-
gada a tomar las medidas necesarias para asegurar que los programas infor-
mativos y noticias, en todos y cada uno de los canales de los medios
electrónicos, sean presentados con imparcialidad y el debido apego a la ve-
racidad y precisión.594 Asimismo, se prevé que quejas fundadas en un trato
injusto e inequitativo a través de tales programas y noticias por medios pú-
blicos o privados deben ser presentadas ante la BBC. En el juicio R. vs.
Broadcasting Complaints Commission, ex parte Owen, el líder del Partido
Social Demócrata, en conjunto con el líder del Partido Liberal, reclamaron
ante la BBC que por más de dos meses los puntos de vista de ambos institu-

594 The Broadcasting Act 1990. Section 6 (I) (c).


250 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tos políticos integrados en una alianza habían recibido una cobertura extre-
madamente pobre en programas y noticias de los medios electrónicos, en
comparación con la que se le había otorgado al Partido Laborista. Todo
ello a pesar de que en la elección general celebrada en el año anterior
(1983), los partidos reclamantes habían obtenido una alta votación. Por su
parte, la BBC sostuvo que no tenía jurisdicción para considerar ese tipo de
reclamos políticos. Asimismo, declaró que aun cuando tuviese facultades
para pronunciarse al respecto, en ese momento por las condiciones del caso
no era apropiado que así lo hiciese. Por su parte, la instancia judicial ante la
que se elevó la queja, denominada Divisional Court, consideró con cierta
ausencia de claridad o precisión que la BBC sí tenía jurisdicción sobre la
materia en cuestión, pero que había ejercido legalmente una discrecionali-
dad para determinar el que no procedería a realizar la investigación que co-
rrespondía a la queja presentada.
Adicionalmente, esa corte decidió que no era posible para la BBC tomar
una decisión en el sentido solicitado por los querellantes, porque ello im-
plicaría interferir en la política editorial de los medios sobre una cuestión
política. Respecto al argumento de los partidos en el sentido de que habían
alcanzado una alta votación en la pasada elección, la corte estimó que los
medios podían tomar un criterio distinto, guiado por otras bases para ejer-
cer su facultad editorial respecto a programas y noticias.595
En otro juicio, la instancia judicial denominada Divisional Court fue re-
querida de hacer cumplir a un medio la aplicación del principio de impar-
cialidad en la transmisión de publicidad electoral. Al respecto, ese órgano
judicial determinó que los medios de comunicación electrónicos tenían ga-
rantizada una discrecionalidad respecto a sus programas y noticias. Asi-
mismo, sostuvo que la actuación de los mismos debería ser cuestionada só-
lo cuando ésta fuese ampliamente irracional y arbitraria.596
La actitud de evadir el tomar determinaciones firmes y claras respecto a
los medios de comunicación electrónica sobre sus programas y noticias se
hace también evidente en decisiones judiciales de Italia. Por ejemplo, en
una serie de juicios donde el Partido Radical y otros grupos minoritarios se
querellaron de que la RAI no les brindaba una cobertura justa, diversas ins-
tancias judiciales encontraron que en efecto los medios en cuestión debían
actuar de manera imparcial. Sin embargo, se ha rechazado el argumento de

595 QB 11553 (1985).


596 Wilson vs. IBA (núm. 2), 1988, SLT 276.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 251

que ello otorgue un derecho a los partidos políticos para obligar a los
medios a darles un trato amplio y justo en las noticias de acuerdo con la
propia opinión de esos institutos.597 De igual forma, la Corte de Apelación
de Roma rechazó el argumento de que una cobertura inadecuada de noti-
cias era violatoria del artículo 21 de la Constitución italiana, donde se esta-
blecía la libertad de expresión. Para esta Corte, no había evidencia de que
hubiese habido alguna interferencia con la libertad garantizada a favor de
la editorialización de programas y noticias. La salvaguarda de los princi-
pios básicos establecidos en la Ley de 1975 para asegurar un acceso de los
partidos a los medios, de acuerdo con el Poder Judicial italiano, era una
función principalmente reservada a la Comisión Parlamentaria más que a
las cortes judiciales.
También hay ejemplos donde se afirma que los órganos judiciales y
otras instancias pueden intervenir en casos extremos. En este contexto, la
Corte Constitucional alemana sostuvo la prohibición de presentar en un
medio de comunicación local, Westdeutscher Rundfunk Köln —WDR—,
tres días antes de unas elecciones locales, un programa donde debatían los
candidatos de tres partidos principales —CPD, SPD y FDP—, pero que ex-
cluía al Partido Verde.598 En esta ocasión la Corte consideró de mayor im-
portancia el salvaguardar el derecho a la participación electoral justa, que
privilegiar la libertad editorial del medio local. La Corte Constitucional
pudo intervenir partiendo de la base de que la Constitución garantizaba el
derecho de los partidos políticos a un trato justo.
En este mismo ámbito, en la Gran Bretaña la BBC encontró que un pro-
grama de televisión sobre temas políticos de actualidad trataba de manera
injusta a un partido local porque excluía su opinión sobre un tema de inte-
rés para esa circunscripción. La programación referida se concentraba en
las ofertas de los candidatos del Partido Laborista y del Conservador, pero
hacía a un lado al Partido Social Demócrata Liberal, a pesar de que la alian-
za partidista que había sido el antecedente de este partido había alcanzado
el segundo lugar en el número de votos en la última elección. Este caso se
distingue del juicio R. vs. Broadcasting Complaints Commission mencio-
nado con antelación, en que en uno de ellos se presentó una querella por un
partido local sobre un trato injusto sobre una cuestión en particular, en tan-

597 Véanse las decisiones en Pretura di Roma, 10 de junio de 1976 y 15 de junio de


1977, así como la decisión del Tribunal di Roma del 8 de julio de 1978.
598 882 BverfGE 54 (1990).
252 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

to que en el otro se abordaron diversos reclamos respecto a una total injus-


ticia en una amplia gama de programas.
En el caso de los Estados Unidos, la Ley denominada The United Sta-
tes Communications Act 1934 ha sido generalmente interpretada como
base para reconocer la máxima discrecionalidad a los medios de comuni-
cación electrónica. A través de reformas a esa ley, hechas en 1959, se in-
corporaron una serie de excepciones respecto a los requisitos impuestos
sobre los propietarios de estaciones para asegurar oportunidades iguales
a todos los candidatos a cargos de elección popular. Estos requisitos ha-
bían comenzado a convertirse en un obstáculo para los medios en la pre-
sentación de noticias.599 Desde 1959, la idea de igualdad de oportunida-
des para todos los partidos políticos se ha disipado. En este proceso, el
Poder Judicial ha jugado un papel relevante.
Por ejemplo, en el juicio Chisholm vs. FCC, la instancia judicial deno-
minada DC Circuit Court of Appeals, sostuvo que no hay previsión estatu-
taria que otorgue un derecho a recibir una cobertura de conferencias de
prensa igual para cada partido. La decisión sobre esta cobertura es facultad
discrecional de los propios medios.600 De conformidad con esta premisa,
los medios electrónicos tuvieron la libertad de dar tiempo libre a las confe-
rencias de prensa del presidente Carter cuando buscaba su reelección como
presidente y a no llevar a cabo la cobertura de las conferencias convocadas
por el senador Ted Kennedy.601 La Corte indicó que el senador Kennedy
tenía el derecho a comprar espacios televisivos, con base en la ley denomi-
nada Communications Act, de acuerdo con lo dispuesto en la sección 312
(A) (7). Sin embargo, eso no le otorgaba derecho alguno para recibir equi-
valentemente las facilidades que brindaban los medios a Carter.602 La Cor-
te de Apelaciones también rechazó el argumento de que la primera enmien-
da otorga el derecho a una cobertura igual de conferencias de prensa para
cada candidato.603 Los partidos han tenido absoluta libertad para anunciar-
se en los medios comerciales sin límites al costo financiero. Más aún, las

599 Simmons, S. J., The Fairness Doctrine and the Media, Berkley, California, 1978,
pp. 47-50.
600 538 F 2d. 349 (1976).
601 Kennedy for President Committee vs. FCC (Kennedy 1) 636 F. 2d. 417 (DC Circ.
1980).
602 El derecho a comprar tiempo en los medios tiene su fundamentación en la primera
enmienda constitucional. Véase CBS vs. FCC 453 US 367 (1981).
603 Kennedy for President Committee vs. FCC (Kennedy 1) 636 F. 2d. 417.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 253

reformas de 1959 permitieron con toda precisión la exclusión de las confe-


rencias de prensa y debates electorales, de la aplicación de la regla de
igualdad de oportunidades.

IV. AUTORREGULACIÓN A TRAVÉS DE CÓDIGOS


DE CONDUCTA

En una democracia, la sociedad debe exigir y recibir de los medios de


comunicación y comunicadores una información veraz, fundada en hechos
reales, con opinión argumentativa y objetiva. Todo ello queda virtualmen-
te sujeto a una aprobación y calificación diaria de credibilidad y confianza
por la propia sociedad. Este proceso de información debe tener en todo mo-
mento como base fundamental y criterio rector para medios y comunicado-
res, un conjunto de principios y valores ético-morales.604
En alusión al elemento de la moral, el profesor alemán Hermann Boven-
ter argumenta que ella
...sigue siendo hasta el día de hoy la base clásica de argumentación para el
ethos periodístico. La moral, así se pudiera definir a modo general, repre-
senta el marco fundamental constitutivo y normativo para el modo de ser
del hombre en su comportamiento sobre todo hacia sus semejantes, pero
también hacia la naturaleza y hacia sí mismo.605

El mismo autor sostiene que la conducta de los medios tiene un efecto


sobre la credibilidad y confianza de los individuos. Este punto lo afirma
con las siguientes palabras:

Quien divulga humanidad, alegría y es generoso, se merece nuestra confian-


za. Los medios de comunicación sometidos a prueba en cuanto a su credi-
bilidad, su competencia periodística y moral: ésta es la cuestión de con-
fianza, un plebiscito diario. La mejor declaración de amor al periodismo, y
sin ésta nada puede resultar “bien”, es la reverencia ante el público.606

Destacando también el sentido humano de la información que puedan


brindar comunicadores y medios en una democracia, Hugo Osorio señala
604 Gottfried Mahrenholz, Ernest, op. cit., p. 81.
605 Boventer, Hermann, “La impotencia de los medios de comunicación. Su capitula-
ción ante la realidad”, cit., p. 49.
606 Ibidem, p. 52.
254 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

que “La concepción humanista de la información enseña que ésta es misión


del hombre para el hombre, es decir, que nace y termina en la persona hu-
mana, de manera tal que si, por alguna razón, la información atentara con-
tra la persona, contradiría su propio ser, la razón de su existencia y su
finalidad ontológica”. Para este autor, el

...derecho de los individuos y de la sociedad es consubstancial al derecho


a la información. Sin él, toda institución democrática-informativa se des-
morona y da paso a la desconfianza y al rumor, que son la degradación de
la información. La demanda pública exige la verdad informativa y la
transparencia de la información, para otorgar credibilidad a los instrumen-
tos que la transportan.607

La información debe estar enmarcada por principios y valores. Como


fórmula para promover la presencia de medios y comunicadores con prin-
cipios y valores ético-morales, se ha propuesto la adopción de códigos de
conducta, es decir, de una autorregulación. A través de ellos se establecen
criterios y normas, hacia donde se debe orientar o conforme a los cuales se
debe desarrollar la tarea informativa. Por sus características propias, el au-
tocontrol ético-moral de comunicadores y medios es de por sí complejo.
Jones encuentra que periodistas en los Estados Unidos, así como en nu-
merosos países de Europa y otros tal como Egipto, Corea del Sur, Jamaica,
Mali y Venezuela han adoptado códigos de conducta.608 Sin embargo, el
resultado de una investigación sobre la existencia y contenido de códigos
de conducta muestra que un más amplio número de organizaciones en
otros países también los han adoptado. De esta investigación surgen los si-
guientes ejemplos.

Albania Código de Ética de los Periodistas de Albania.


Alemania Código de Ética del Consejo Alemán de Periodismo.609
Arabia Saudita Carta de los Medios del Consejo de Ministros.610
Argelia Carta de Ética Personal y Profesional.611

607 Osorio Meléndez, Hugo, “La información: un derecho individual de bien público”,
cit., p. 10.
608 Véase Jones, J. C., Mass Media Codes of Ethics and Councils: A Comparative
International Study on Professional Standards, París, UNESCO, 1980.
609 Actualizado el 20 de junio de 2001.
610 Aprobado en 1982.
611 Adoptado el 13 de abril de 2000.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 255

Armenia Código de Ética para los Miembros del Club de Perio-


distas Yerevan y Código de Ética de la Asociación de
Periodismo de Investigación de Armenia.612
Australia Declaración de Principios del Consejo de Periodismo
Australiano,613 Código de Privacidad del Consejo de Pe-
riodismo Australiano614 y Código de Conducta del Perió-
dico The Age.615
Austria Código de Honor de la Prensa Austriaca616 y Código de
Honor de los Periodistas Austriacos.
Azerbaiján Código de Conducta Periodística del Sindicato de Pe-
riodistas.617
Bangladesh Código de Ética para los Periodistas de Bangladesh
adoptado por el Consejo de Prensa.618
Bélgica Código de Principios Periodísticos adoptado por la
Asociación Belga de Periódicos, la Asociación General
de Periodistas Profesionales de Bélgica y la Federación
Nacional de Información Periodística.619
Bielorrusia Código de Ética Profesional del Periodista adoptado
por la Unión de Periodistas de Bielorrusia.620
Bosnia- Código de Periodismo adoptado por la Unión Inde-
Herzegovina pendiente de Periodistas Profesionales, la Asociación
de Periodistas de la República de Srpska, la Asocia-
ción de Periodistas de Bosnia-Herzegovina, el Sindi-
cato de Periodistas Profesionales de la Federación
Bosnia-Herzegovina, la Unión Independiente de Pe-
riodistas de la República Sparska y por la Asociación
de Periodistas Croatas.621

612 Adoptado el 30 de abril de 2002.


613 Adoptado en octubre de 1996.
614 Adoptado en 2001.
615 Adoptado en octubre de 1998.
616 Adoptado el 31 de enero de 1983.
617 Adoptado el 13 de diciembre de 2000.
618 Adoptado en julio de 1999.
619 Adoptado en 1982.
620 Adoptado el 18 de octubre de 1985.
621 Adoptado el 29 de abril de 1999.
256 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Brasil Código de Conducta de la Asociación Nacional de Pe-


riodistas de Brasil622 y Código de Ética de la Federa-
ción Nacional de Periodistas Brasileños.623
Bulgaria Reglas Éticas de Periodismo de la Unión de Periodistas
Búlgaros.624
Canadá Código de Ética del Consejo de Prensa de Columbia
Británica,625 Declaración de Principios de la Asocia-
ción Canadiense de Periódicos,626 Código de Ética para
los Periodistas de Québec,627 Código de Ética de la
Asociación de Directores de Noticias en Radio y Tele-
visión de Canadá628 y Código de Ética de la Asociación
de Periodistas Canadienses.629
Colombia Código del Círculo de Periodistas de Bogotá.630
Costa Rica Código de Ética del Colegio de Periodistas de Costa
Rica.631
Croacia Código de Ética de la Asociación de Periodistas Croa-
tas.632
Checoslovaquia Código de Práctica Periodística de la Unión de Perio-
distas.633
Chile Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile.634
Chipre Código de Conducta de Periodistas adoptado por la
Unión de Periodistas Chipriotas y por la Asociación de
Periódicos y Revistas y Propietarios de Medios Elec-
trónicos.635

622 Adoptado en 1991.


623 Aprobado en 1987.
624 Adoptado el 6 de marzo de 1994.
625 Reformado el 26 de noviembre de 1992.
626 Adoptada en 1977 y revisada en 1995.
627 Adoptado el 24 de noviembre de 1996.
628 Revisado el 17 de junio de 2000.
629 Aprobado en 2002.
630 Adoptado en 1990.
631 Adoptado el 15 de octubre de 1991.
632 Adoptado el 27 de febrero de 1993 en Sagredo.
633 Aprobado el 5 de septiembre del año 2000.
634 Vigente a partir de agosto del 2000.
635 Aprobado en abril de 1997
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 257

Dinamarca Código de Conducta de Dinamarca del Parlamento Da-


nés con la aceptación de la Unión Nacional de Perio-
distas.636
Egipto Código de Ética del Consejo Supremo de Prensa.637
Eslovaquia Código de Ética del Parlamento del Sindicato de Perio-
distas Eslovacos.638
Eslovenia Código del Periodismo adoptado por los Periodistas de la
República de Eslovenia 639 y Código de Ética de la Aso-
ciación y Unión de Periodistas.640
España Código Deontológico para la Profesión Periodística
adoptado por la Federación de Asociaciones de Prensa de
España.641
Estados Unidos Declaración de Prensa de la Sociedad Americana de
Diarios,642 Código de Ética de la Asociación de Directo-
res y Editores de Prensa,643 Práctica y Políticas Editoria-
les del Diario Chicago Tribune,644 y Ética y Estándares
del Diario The Washington Post.645
Estonia Código de Ética Periodística de Estonia.646
Etiopía Código de Ética Profesional de la Asociación de Perio-
distas de la Prensa Libre de Etiopía.
Finlandia Lineamientos de la Unión de Periodistas de Finlandia
para la Buena Práctica de Periodismo.647
Francia Código de los Deberes de los Periodistas Franceses adop-
tado por el Sindicato Nacional de Periodistas Franceses,648
Código de los Derechos a la Información adoptado por
el Sindicato Nacional de Periodistas, el Sindicato Gene-

636 Adoptado en 1992.


637 Adoptado en 1983.
638 Aprobado el 19 de octubre de 1990.
639 Adoptado en 1993.
640 Adoptado el 10 de octubre de 1992.
641 Adoptado el 28 de noviembre de 1993.
642 Adoptada en 1922, revisada y repausada en 1975.
643 Adoptado y revisado en 1995.
644 Actualizado el 17 de febrero de 1999.
645 Adoptado en 1999.
646 Adoptado el 29 de enero de 1998.
647 Con vigencia a partir del 1o. de enero de 1992.
648 Revisado y aumentado en 1938.
258 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ral de Periodistas y por la Federación Francesa de So-


ciedades de Periodistas,649 y 18 Principios Éticos.650
Georgia Código de Ética Periodística adoptado por la Asocia-
ción Independiente de Periodistas de Georgia.651
Ghana Código de Ética adoptado por el Consejo Nacional de
Periodistas de Ghana.652
Grecia Principios de Deontología adoptado por la Unión de
Periodistas de Periódicos de Atenas, la Unión de Perio-
distas de Diarios de Macedonia, la Unión de Periodis-
tas de Diarios de Peloponeso, Epirus e Islas, la Unión
de Periodistas de Diarios de Tesala, Steria, Evia y por
la Unión de Periodistas de Prensa Periódica.653
Hong Kong Código de Ética de la Asociación de Periodistas.654
Hungría Código de Ética Periodística de la Asociación Nacional
de Periodistas Húngaros.655
Islandia Reglas de Ética en el Periodismo del Consejo de Prensa
de Islandia.656
India Código de Ética para la Prensa657 y Normas de Conduc-
ta Periodística del Consejo de Prensa de la India.658
Indonesia Código de Ética de la Alianza de Periodistas Indepen-
dientes.659
Irak Ley del 78 del Sindicato Iraquí, que incluye Reglas Éticas
establecidas en las Resoluciones Adoptadas por el Con-
greso de la Federación Árabe de Periodistas en el Cairo
1968.
Irlanda Código de Conducta de la Unión Nacional de Perio-
distas.660

649 Adoptado en 1993.


650 Adoptado por 200 periodistas de TF1 (TV) en enero de 1994.
651 Adoptado en marzo de 2001.
652 Adoptado el 27 de julio de 1994.
653 Aprobado el 31 de octubre de 1988.
654 Reformado el 4 de julio de 1998.
655 Adoptado en 1994.
656 Adoptadas en 1998.
657 Adoptado por todos los diarios y editores de la India en 1968.
658 Adoptado en agosto de 1996.
659 Adoptado el 12 de julio de 1998.
660 Adoptado el 29 de junio de 1994.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 259

Israel Código de Ética Profesional del Consejo Israelí de Pe-


riodismo661 y Reglas de Ética Profesional del Periodis-
mo del Consejo Israelí de Periodismo.662
Italia Carta de los Deberes del Periodista de la Federación
Nacional de Periodistas Italianos y el Consejo Nacional
de la Orden de Periodistas.663
Japón Canon del Periodismo de la Asociación de Periodistas
y Editores del Japón.664
Kirgistan Código de Ética de la Asociación de Periodistas.665
Latvia Código de Ética de la Conferencia de La Unión de Pe-
riodistas.666
Líbano Carta Profesional de Honor de la Asamblea General del
Sindicato de la Prensa.667
Liberia Código de Ética y Conducta de la Unión de Prensa.668
Lituania Código de Ética adoptado por la Unión de Periodistas,
la Asociación de Periodistas, la Asociación de Diarios,
la Asociación de Radio y Televisión de Lituania y por
el Centro de Periodismo de Lituania.669
Macedonia Código de Ética de los Periodistas de la República de
Macedonia.670
Malawi Código de Ética y Conducta Profesional del Consejo de
Medios.671
Malta Código de Ética del Club de Prensa y el Instituto de
Radiodifusores672 y Código de Ética Periodística del
Club de Periodismo.673

661 Adoptado en 1973.


662 Adoptado el 16 de mayo de 1996.
663 Adoptado el 8 de julio de 1993.
664 Adoptado el 21 de enero de 2000.
665 Adoptado en la Conferencia “Bases Legislativas de los Medios de Comunicación
y la Libertad de Expresión en Kirgistan”, el 22 de septiembre de 1999.
666 Adoptado el 28 de abril de 1992.
667 Adoptado el 4 de febrero de 1974.
668 Adoptado el 19 de mayo de 1997.
669 Adoptado el 25 de marzo de 1996.
670 Adoptado el 14 de noviembre de 2001.
671 Adoptado en noviembre de 1994.
672 Adoptado en noviembre de 1991.
673 Adoptado en enero de 2001 y reformado en julio de 2001.
260 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Noruega Declaración de Principios sobre la Conducta de los Perio-


distas de la Federación Internacional de Periodistas.674
Nueva Zelanda Declaración de Principios del Consejo de Prensa de Nue-
va Zelanda.675
Nigeria Código de Conducta de la Asociación de Editores676 y Có-
digo de Ética de la Organización de Prensa de Nigeria.677
Noruega Código de Ética para la Práctica del Periodismo de la
Asociación Noruega de Periodismo.678
Pakistán Código de Ética de la Asamblea General del Comité
de Prensa,679 Código de Ética del Consejo de Editores de
Diarios de Pakistán680 y Código de Ética para la Práctica
del Periodismo en Pakistán del Gobierno Militar del Pre-
sidente Gral. Perbez Musharraf.681
Papua Nueva Código de Ética de la Asociación de Periodistas.682
Guinea
Perú Código de Ética Profesional de la Asociación de Perio-
distas del Perú683 y Principios del Consejo de la Prensa
de Lima.684
Polonia Código de Ética de la Asociación de Periodistas de la
República de Polonia685 y Carta de Ética de los Medios
de las Asociaciones y Sindicatos de Periodistas Pola-
cos.686
Portugal Código Deontológico de los Periodistas adoptado por
el Sindicato de Periodistas.687

674 Reformado en junio de 1986.


675 Adoptada en 1972.
676 Adoptado en 1972.
677 Adoptado en 1998.
678 Adoptado el 14 de diciembre de 1994.
679 Adoptado el 17 de marzo de 1992.
680 Adoptado en 1993.
681 Adoptado el 26 de octubre de 2002.
682 Adoptado en 1998.
683 Adoptado en 1980.
684 Aprobado el 16 de noviembre de 2000. Elaborado por el Consejo de la Prensa Pe-
ruana en conjunto con la Defensoría.
685 Adoptado en septiembre de 1991.
686 Adoptado el 29 de marzo de 1995.
687 Adoptado en mayo de 1993.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 261

Rusia Código de Ética del Congreso de Periodistas Rusos.688


Servia Código de Ética de la Asamblea General adoptado por la
Asociación de Periodistas Independientes de Servia.689
Sri Lanka Código de Ética para los Periodistas del Consejo de
Prensa.690
Sudáfrica Código de Ética de la Comisión de Quejas de los Me-
dios de Sudáfrica.691
Suecia Código de Ética para la Prensa, la Radio y la Televi-
sión del Consejo de Prensa.692
Suiza Declaración de Deberes y Derechos de los Periodistas
de la Federación Suiza de Periodistas.693
Surcorea Código de Ética Periodística adoptado por la Asocia-
ción de Editores de Diarios de Corea.694
Tailandia Código de Ética para los Miembros del Consejo de
Prensa.695
Túnez Código de Ética de la Asociación de Periodistas.696
Turquía Declaración de Derechos y Responsabilidades de la
Asociación Turca de Periodistas697 y Código de Prensa
Profesional de la Prensa del Consejo de Prensa.698

La revisión de contenido de los anteriores códigos de conducta muestra


distintas características. Por una parte, existen códigos cuyos enunciados
se presentan en forma general. Otros, que hacen alusión a distintos tópicos
con mayor detalle y extensión. En ciertos casos se adoptan declaraciones
con un carácter de demanda, y, en otros, se utiliza un lenguaje neutral.
Algunos son adoptados por sindicatos de periodistas, que van desde aque-
llos que se caracterizan por su fortaleza y presencia nacional, hasta los que
tienen un alcance muy local. También se encuentran disposiciones se-

688 Adoptado el 23 de junio de 1994.


689 Adoptado en 1995.
690 Adoptado el 14 de octubre de 1981.
691 Con vigencia a partir del 7 de marzo de 2003.
692 Adoptado en septiembre de 1995.
693 Adoptada el 17 de junio de 1972 y reformada el 16 de septiembre de 1994.
694 Adoptado en 1986.
695 Adoptado en 1997.
696 Adoptado el 18 de noviembre de 1998.
697 Adoptada el 18 de noviembre de 1998.
698 Adoptado en abril de 1989.
262 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ñalando lo que está permitido; en otros casos, lo que está prohibido. De igual
forma, se hace presente la idea de que las bases contenidas en el código de
conducta deben estar sometidas a principios ampliamente reconocidos por la
sociedad, tales como la justicia y el bien público. Otros opinan que el código
debe construirse sobre valores propios y específicos de los medios, como
pueden ser imparcialidad, objetividad y veracidad.699 Para otros más, la ra-
zón primaria y esencial de un código de conducta es el asegurar la calidad de
la información.700 Asimismo, hay quienes consideran que el ejercicio de la
labor informativa debe tener una autorización en forma de licencia, misma
que debería retirarse en caso de violaciones serias al código en cuestión. En
esos códigos se hace una incorporación de bases y lineamientos, conforme a
los cuales deben regir su atención quienes desarrollan la tarea periodística.
En ocasiones esto se hace mediante una amplia exposición.
Entre los países que destacan por presentar en sus códigos de conducta
una más amplia exposición de bases y principios está Canadá. En esos có-
digos se establece que el periodista debe buscar e informar la verdad, la li-
bertad de expresión y el derecho de trato igual para todo ciudadano confor-
me a lo dispuesto por la ley. Asimismo, se indica que éste debe capturar la
diversidad de la experiencia humana, hablar por los que no pueden, promo-
ver el debate cívico para construir las comunidades de ese país y servir al
interés público.701 También se establece que el papel del periodista es ayu-
dar a la sociedad a comprender el mundo en que ella vive, brindando una
información completa, exacta y plural como garantía de la libertad y la de-
mocracia. De igual forma, se señala que la información es del interés públi-
co, y que ella debe tener una libre circulación; consecuentemente, los he-
chos ocurridos y las ideas deben ser informados sin obstáculos. Con
precisión se expresa que la credibilidad es el sustento más preciado del pe-
riodista.702
En términos generales, en la mayoría de los códigos se hace un énfasis es-
pecial en que la información debe estar construida sobre la base de la verdad

699 Klaidman, Stephen y Beauchamp, Tom L., The Virtuous Journalist, Nueva York,
Oxford University Press, 1987, p. 19.
700 Belsey, Andrew y Chadwick, Ruth, “Ethics and Politics of the Media: the Quest
for Quality”, cit., p. 13.
701 Lineamientos Éticos de la Asociación de Periodistas Canadienses, Preámbulo.
702 Código de Ética Profesional de los Periodistas de Québec, Preámbulo y artículos
1o. y 2o.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 263

y la pluralidad de opiniones.703 En algunas declaraciones de principios se


encuentran alusiones a circunstancias de su historia reciente. Por ejemplo,
en Bangladesh se establece que la guerra de liberación, así como su espíritu
e ideales, deben ser preservados por el periodista, y que todo lo contrario a
ellos no debe publicarse.704 Con frecuencia, las declaraciones de principios
incorporan una referencia a la democracia y a los derechos humanos.705
En los códigos se encuentra una constante referencia al principio de ve-
racidad en diversas formas. Así, en Ghana se hace alusión al derecho de la
ciudadanía a recibir información verdadera para servir a la sociedad.706 En
Grecia, se sostiene que la verdad constituye el principal objetivo de los pe-
riodistas.707 En Guatemala se establece el compromiso con la verdad, y se
indica que el comunicador debe tenerla como norma irrenunciable.708 En
Perú se prevé que los comunicadores tienen el deber de buscar la verdad en
razón del derecho del pueblo a conocerla, con las consecuencias que ello
pueda provocar.709 En Croacia se aborda este tema dándole una importan-
cia especial, en virtud de que los comunicadores forman opinión pública, y
un juicio colectivo sobre cuestiones de interés general para la sociedad.710
En Tailandia se indica que la búsqueda de la verdad, a nivel local e interna-
cional, debe ser para permitir el entendimiento y conocimiento de los pro-
blemas generales por parte de la ciudadanía.711
Numerosos códigos otorgan también un lugar especial a la objetividad
de la información. Al respecto, se encuentran referencias en términos ge-
nerales, como en Hong Kong, Hungría y Suecia.712 Otras, en forma amplia,

703 Como ejemplo véase el Código de Ética Profesional del Periodista en Bielorrusia,
artículos 1o.-4o.
704 Código de Ética para Periodistas de Bangladesh, artículos 1o.-2o.
705 Véase Código de Ética Profesional del Periodista de Bielorrusia, artículo 4o.; Có-
digo de Conducta de la Asociación Nacional de Periodistas de Brasil, artículo 4o.; Códi-
go de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo primero y Código de Ética de la
Asociación de Periodistas de Croacia, Preámbulo.
706 Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Ghana, artículo 1o.1.
707 Principios Deontológicos, artículo 2o.
708 Declaración de Principios del Comunicador Social, artículo 3o.
709 Código de Ética Periodística del Colegio de Periodistas del Perú, artículo 1o.
710 Asociación de Periodistas de Croacia, artículo 2o.
711 Código de Ética del Diario The Bangkok Post, artículo 1o.
712 Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Hong Kong y el Código de
Ética Periodística de la Asociación Nacional de Periodismo de Hungría, Código de Ética
para la Prensa, Radio y Televisión de Suecia, artículo 1o.
264 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

siendo el caso de Alemania y Georgia.713 En ciertos casos se vincula a la


objetividad con algún otro principio o valor. Por ejemplo, en Bosnia-Her-
zegovina se subraya que la información debe estar regida por la objetivi-
dad y la equidad.714 Asimismo, en varios países se hace una vinculación
entre el principio de la veracidad o el de la objetividad, con la vida demo-
crática. Como ejemplo de ello está Australia, donde se establece el com-
promiso de buscar la verdad a efecto de promover la democracia.715
También se observa en diversos códigos la incorporación de elementos
dirigidos a impedir la distorsión de hechos que originan la noticia, así co-
mo para evitar el que se favorezcan intereses privados dando lugar a una
presentación tendenciosa de la información.716 En la mayoría de los códi-
gos se incluyen medidas destinadas a impedir la acción de presiones por in-
tereses públicos o privados y aquellos de orden comercial,717 así como para
anular las conjeturas o rumores en la presentación de la información.718
Otra materia que se aborda en esos códigos es la honestidad del perio-
dista. En ellos se prohíbe y condena la aceptación de sobornos u otras ac-
ciones dirigidas a comprometer, inducir u obligar al comunicador a inte-
grar y presentar información de noticias para propósitos particulares.719

713 Código de Ética del Consejo de Prensa de Alemania, artículos 1o. y 2o.; Asocia-
ción Independiente de Periodistas de Georgia, Preámbulo y artículos 1o.-3o.
714 Código de Ética Periodística, artículo 1o.
715 Asociación de Periodistas de Australia, Preámbulo.
716 Por ejemplo, véase el Código Ético de la Asociación de Periodistas Investigadores
de Armenia, Preámbulo; Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artícu-
lo 3o., y Código de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos de los Estados Uni-
dos, artículo V.
717 Véase por ejemplo, el Código de Conducta de la Asociación Nacional de Periódi-
cos de Brasil, artículo 3o.; Código de Conducta del Diario The Bangkok Post, artículo
3o.; Bases Éticas de la Asociación Canadiense de Periodistas, enunciado sin número de
artículo; Lineamientos para la Buena Práctica Periodística de la Unión de Periodistas
de Finlandia, artículo 7o., y el Código de Ética de la Asociación de Medios de las Islas
Fidji, Lineamientos Generales.
718 Véase Código del Consejo Periodístico de Bangladesh, artículo 5; Código de Ética
del Consejo Alemán de Prensa, artículo 2o.; Código de Ética de los Periodistas de Litua-
nia, artículo 19; Código de Ética del Consejo Sud Africano de Medios, artículo 3o., y
Código de Conducta de la Asociación Nacional de Periodistas Húngaros, sección 3, ar-
tículo 4o. (a).
719 Por ejemplo, consultar el Código de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia,
artículo 3o.; Código de Prensa para los Periodistas de Bosnia, artículo 2o.; Código de Ética
para los Periodistas de Nueva Zelanda, enunciado inciso a), y Código de Ética de Asocia-
ción de Periodistas de Polonia, enunciado del principio de honestidad.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 265

Por lo que toca al soborno, éste se establece por regla general como una fal-
ta ética.720
La gran mayoría de los códigos imponen el compromiso de confidenciali-
dad sobre los periodistas y la protección de la identidad de aquellos que brin-
dan información.721 En Alemania se abordan en forma detallada diversos su-
puestos respecto a la confidencialidad, que resultan interesantes de conocer.
Así, se dispone que todas las cartas de los lectores que lleguen al escritorio
del editor deban ser tratadas como documentos confidenciales, y bajo nin-
gún motivo deben ser entregadas a terceras personas. Como regla general, la
confidencialidad convenida en encuentros o entrevistas debe ser respetada.
Cuando una fuente está de acuerdo en brindar información para su publica-
ción, bajo la condición de permanecer en el anonimato y con protección co-
mo informante, ello debe ser respetado. La confidencialidad sólo puede
romperse cuando la información en cuestión se relaciona con la planeación
de un acto criminal, en cuyo caso el periodista tiene el derecho a reportar el
caso a las autoridades públicas. Tampoco se puede guardar la confidenciali-
dad si después de una consideración cuidadosa del material informativo se
encuentra que por razones de Estado significativas es necesario divulgar la
información en cuestión. Esta situación puede surgir en particular, si el or-
den constitucional puede afectarse o ponerse en peligro. El reportaje sobre
planes y actividades que se encuentran clasificadas como secretas está per-
mitido, si después de una profunda consideración se encuentra la necesidad
de informarle al público en virtud de que ello debe ser del conocimiento de
la sociedad y no dejarle bajo ocultamiento. Asimismo, las enfermedades fí-
sicas o mentales deben ser tratadas con confidencialidad. Todo individuo
tiene el derecho a ser protegido por las revelaciones hechas en violación al
compromiso de confidencialidad, tanto durante su vida como después de
su muerte.722

720 Véase Código de Ética del Club de Periodistas y del Instituto de Comunicadores
de Malta, artículo 5o.; Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo 28, y
Código de Ética de la Asociación de Periodistas de Guatemala, artículo 17.
721 Por ejemplo, el Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 8o.; Códi-
go de Prensa para los Periodistas de Bosnia, artículo 13; Código Deontológico de la
Prensa de España, artículo 10; Código de la Asociación Independiente de Periodistas de
Georgia, artículo 4o.; Código Ético de la Unión de Periodistas de Finlandia, artículo 17;
Unión Nacional de Periodistas de Irlanda, artículo 7o., y Código de Ética de la Asocia-
ción de Periodismo de Noruega, artículos 3.1 y 3.4.
722 Consejo de Prensa Alemán, artículos 2.6 (10), 5 lineamiento 5.1, lineamiento 4.1,
artículo 6o., lineamiento 8.3.
266 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En ciertos códigos se establece que al hacerse un compromiso con la


confidencialidad de una fuente de información y si posteriormente se es ci-
tado a declarar como testigo, debe solicitarse el rompimiento de la promesa
y tener en cuenta los efectos de multas y penas. Si se tiene conocimiento de
un documento confidencial obtenido en forma ilegal, puede haber implica-
ciones legales para el periodista al publicar su contenido.723 Asimismo, se
dispone que salvo cuando hayan sido intencionalmente engañados por sus
fuentes, los periodistas deben respetar siempre la promesa de guardar el
anonimato. Los periodistas pueden revelar la identidad de una fuente con-
fidencial a sus superiores, siempre y cuando ellos estén de acuerdo en res-
petar la promesa de confidencialidad.724 De igual forma, se establece que
los periodistas podrán identificar a sus fuentes de información, salvo cuan-
do haya una clara y fuerte razón para proteger su anonimato. Cuando ello
ocurra, se deberá explicar la necesidad de tal protección. Asimismo, se in-
dica guardar cautela respecto a lo que se puede comprometer el periodista
en términos del anonimato, en virtud de que ellos podrían ser obligados a
revelarlo por orden judicial.725
En otros casos se hacen precisiones particulares. De esta forma, en Chile
se prevé que la información obtenida por una fuente confidencial no puede
ser compartida con persona alguna que pudiera divulgarla.726 En Dinamar-
ca se dispone que no se deba cometer un abuso sobre la confianza de otras
personas, y que se deba poner especial atención en aquellas que, por algún
motivo, no caen en cuenta de que sus declaraciones pueden generar diver-
sos efectos negativos. Asimismo, se pone énfasis en que la condición de ig-
norancia o ausencia de autocontrol no deben ser condición de abuso por el
periodista.727
En los códigos, adicionalmente, se incluyen medidas dirigidas a ofrecer
protección a las personas sobre las cuales se ha dado alguna información.
Entre estas medidas destaca la posibilidad de réplica, ante la información
que el afectado considera injusta o incorrecta. En ocasiones se prevé que

723 Véase, por ejemplo, las Bases Éticas de la Asociación Canadiense de Periodistas,
enunciado.
724 Consultar el Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artículo
6o. (b).
725 Véase la Declaración de Principios de la Asociación Canadiense de Periodistas,
sin número de artículo.
726 Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo décimo.
727 Código Nacional de Conducta de Dinamarca, artículo B.5.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 267

esa réplica tenga el mismo espacio, tiempo y otras condiciones que carac-
terizaron a la información que dio lugar al problema.728
Otra cuestión que abordan estos códigos de conducta es la prohibición
de acciones discriminatorias relacionadas con raza, credo, sexo e idio-
ma.729 De igual forma, se prevé que los periodistas den un trato justo a toda
persona, y que estén conscientes del alcance de sus reportajes evitando ge-
neralizaciones que dañen a minorías. Asimismo, se prohíben comentarios
incendiarios, alusiones impertinentes o prejuiciosas sobre características
individuales. Ellos deben poner atención particular a efecto de no provocar
reacciones racistas, sexistas u homofóbicas.730
Existen códigos donde se protege el principio de pluralidad. En este sen-
tido, se prevé que el periodista viola este principio cuando por alguna ra-
zón se opone a la discusión o publicación de opiniones con las cuales él no
está de acuerdo.731
En algunos casos los códigos hacen alusión al tema del terrorismo. Por
ejemplo, en Bélgica se señala que la presentación de actos terroristas y de
violencia no deben ser glorificados.732 Asimismo, en Nigeria se indica que
el periodista no debe presentar reportes de violencia, asaltos, terrorismo en
forma tal, que se exalten y recompensen estos actos frente a la sociedad.733
En numerosos países y con amplitud se trata el tema de los actos crimina-

728 Al respecto consultar el Código Albanés de Ética para los Periodistas, artículo 2o.;
Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, artículo vigésimo séptimo; Código
de Ética de la Unión de Periodistas de Finlandia, artículos 18-22; Código de Ética de la
Unión Nacional de Periodistas de Irlanda, artículo 4o., y Código Ético de la Práctica del
Periodismo de la Asociación Noruega de Periodistas, artículos 4.14 y 4.15.
729 Por ejemplo, véase Código de Honor de Periodistas Australianos, artículo 1o.; Có-
digo de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia, artículo 4o.; Código de Princi-
pios Periodísticos de Bélgica, artículo 4o.; Bases Éticas de la Asociación Canadiense de
Periodistas, Enunciado sobre Discriminación, y los Principios de Deontología de Grecia,
artículo 7o.
730 Código de Ética Profesional para Periodistas de Québec, artículo 2o.
731 Al respecto véase como referencia: Código de Conducta Periodística de Azerbai-
ján, artículos 2o. y 3o.; Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 4o.; De-
claración de Principios de la Asociación de Periodistas de Canadá, Preámbulo; Código
de Ética Profesional de Periodistas de Bielorrusia, artículo 2o.; Carta de Ética Profesio-
nal de la Asociación Nacional de Periodistas de Perú, artículo 3o.; Código de Ética del
Sindicato de Periodistas de Eslovaquia, artículo 1o., y Código Deontológico de la Profe-
sión Periodística de España, Preámbulo.
732 Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 6o.
733 Código de Ética para Periodistas de Nigeria, artículo 8o.
268 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

les. En algunos de ellos se señala que los periodistas deben evitar en sus re-
portajes la identificación de parientes y amigos de acusados criminalmen-
te. Ello sólo puede ser posible en casos en que esté en juego el interés
público. De igual forma, se indica que la prensa no debe presentar una
identificación de víctimas de violencia sexual ni proporcionar datos que
contribuyan a su identificación. Tampoco se debe identificar a víctimas o
testigos de abusos sexuales sobre menores de quince años.734 En otros ca-
sos se señala que los periodistas no podrán tratar a un individuo como cri-
minal hasta que haya una sentencia. También se establece sobre el perio-
dista la obligación de no prejuzgar respecto a la culpabilidad de un
acusado.735 En Dinamarca se dispone que las víctimas de crímenes y acci-
dentes merezcan el mayor respeto. Lo mismo rige respecto a los familiares
de los señalados anteriormente. También se indica que no se deberá hacer
alusión en un reportaje al hecho de que el acusado se encontró anterior-
mente bajo acusación alguna o haya sido convicto por la realización de un
crimen.736 En algunos casos se prevé que la publicación de nombres u otros
datos de identificación relacionados con un crimen sólo se justifica sobre
la base de que ello es demostradamente del interés público. La identidad de
una persona generalmente no debe realizarse ante un tribunal, salvo que la
naturaleza del crimen o la condición de la parte involucrada así lo amerite
por razones de fuerza mayor.737 De todos los códigos examinados, se en-
cuentra un tratamiento más amplio y específico al tema de criminalidad en
Alemania.738
De la misma forma, hay códigos donde también se encuentran preceptos
dirigidos a fomentar y desarrollar la solidaridad entre los periodistas. En
este sentido, se establece que el periodista debe salvaguardar el prestigio
de la profesión, respetar el honor y dignidad de sus colegas y que no debe
permitir acciones que erosionen la autoridad del periodismo. En su tarea
creativa, el periodista no debe abusar de la confianza de sus colegas que

734 Véase como ejemplo el Código de Ética Periodística de Albania, artículos 10, 11,
12 a), b) y 13.
735 Un ejemplo de ello se encuentra en el Código de Prensa de Periodistas de Bosnia,
artículos 10 y 11.
736 Código Nacional de Conducta Periodística de Dinamarca, artículos 3o., 5o. y 8o.
737 Véase, por ejemplo, el Código de Ética de la Unión de Periodistas de Finlandia,
artículos 26, 27 y 28.
738 Código de Ética del Consejo de Prensa de Alemania, lineamientos 8.1, 11.4, 13,
13.1, 13.2, 13.3 y 13.4.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 269

tienen algún problema, de impedirles la realización de sus deberes profe-


sionales o causarles algún daño. En todo momento se les debe brindar apo-
yo. Entre las violaciones a la ética de empleo y a la solidaridad profesional
de los periodistas se encuentran las siguientes: cuando un periodista en el
desarrollo de una función editorial cambia el contenido del material produ-
cido por sus colegas y sin permiso lo publica; cuando un periodista en el
desarrollo de una función editorial impone sus preferencias y apreciacio-
nes sobre colegas, a través de la alteración arbitraria de sus materiales;
cuando un periodista por razones particulares presenta una publicación o
hace referencia a algún colega en forma desfavorable en opinión de otros
periodistas o en la de la sociedad.739
En numerosos documentos se hace referencia y se otorga un lugar espe-
cial a la vida privada. De esta manera, se señala que debe haber un balance
entre el interés público de la información y el interés de cada individuo
cuando hay reportajes que penetran la esfera privada.740 Asimismo, se re-
conoce el derecho a la privacidad de cada persona, y se indica que la priva-
cidad de las figuras públicas puede llegar a reducirse por su trabajo públi-
co. Parientes y amigos de una figura pública deben ser respetados en su
privacidad.741 En algunos casos se establece el respeto al derecho de cada
individuo a su privacidad, salvo cuando ese derecho constituya un obs-
táculo a la información del interés público.742 En otros países se prevé que
si la conducta privada de un individuo alcanza el interés público, entonces
los periodistas pueden hacerle materia de información. En tales casos, se
debe tener cuidado de que esa información no viole los derechos indivi-
duales de aquellos que no están involucrados directamente. Asimismo, se
señala que las enfermedades físicas o mentales caen dentro de la esfera pri-
vada de cada persona. Se entiende como falta de respeto a la privacidad de

739 Como referencia al tema véase el Código de Ética Profesional de Periodistas de


Bielorrusia, artículos 5o. y 9o.; Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, ar-
tículos 12, 13, 14 y 15; Código de Ética de la Unión de Periodistas de Lituania, artículo
53, y la Carta de Ética Profesional de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, ar-
tículo 18.
740 Código de Honor de Periodistas de Austria, artículo 3o.
741 Al respecto véase el Código de la Asociación de Periodistas Australianos, artículo
13 y el Código de Principios Periodísticos de Bélgica, artículo 5o.
742 Código de Conducta de la Asociación Nacional de Periodistas de Brasil, artículo
8o.; Declaración de Principios de la Asociación de Periodistas de Canadá, enunciado del
derecho a la privacidad; Código del Círculo de Periodistas de Bogotá, artículo 1o., y Có-
digo Nacional de Conducta Periodística de Dinamarca, puntos fundamentales.
270 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

esas personas o sus familias, la publicación de sus nombres.743 También se


considera que, sujeto a la justificación de consideraciones donde se tome
como fundamento el interés público, el periodista no debe realizar acto al-
guno que signifique una intromisión a la vida privada, especialmente cuan-
do un individuo sufre una pena o dolor.744 Asimismo, se encuentran enun-
ciados donde se prevé que sólo la defensa del interés público justifica las
intromisiones o indagaciones sobre la vida privada de una persona sin su
previo consentimiento.745
Igualmente, en ciertos países se hace referencia a la vinculación entre
periodistas y su quehacer en partidos políticos. Así, se señala que el perio-
dista debe estar consciente de que el ejercicio de su profesión es incompati-
ble con el servicio que pueda prestar como funcionario de un gobierno, co-
mo miembro del Poder Legislativo o como líder o directivo de un partido
político o de otra organización política.746 Asimismo, se prohíbe que un
miembro del cuerpo de periodistas tenga un contrato de trabajo, ya sea de
medio tiempo o completo, con algún partido político o candidato.747 En
otros casos se declara como incompatible con el ejercicio del periodismo el
desempeño de cargos en órganos gubernamentales, legislativos o judicia-
les.748
Por otro lado, también se encuentran disposiciones que tratan el tema de
las encuestas y la tarea del periodismo. De esta forma, se establece que está
permitido el uso amplio de encuestas sólo cuando el periodista tiene pleno
conocimiento sobre los datos siguientes: nombres del patrocinador de la
encuesta y de la institución o empresa que la realiza; número de encuesta-
dos; características de la muestra; tipo de entrevista; margen de error; fe-
chas del levantamiento, y las palabras exactas de cada pregunta. Asimis-
mo, se precisa que se deben guardar reservas respecto a encuestas que
fueron elaboradas por encargo de grupos de interés, think tanks e institu-

743 Código del Consejo de Prensa de Alemania, artículos 8o. y 8.3.


744 Código de la Unión Nacional de Periodistas de Irlanda, artículo 6o. y Código de la
Unión de Periodistas de la Gran Bretaña, artículo 6o.
745 Código Deontológico de la Profesión Periodística en España, artículo 4o., a.
746 Un ejemplo de ello se encuentra en el Código de Ética Profesional para Periodistas
en la República de Moldavia, artículo 13.
747 Código de Conducta Profesional y Ética del Instituto de Prensa de Filipinas I. C.,
1 y 2.
748 Código de Ética de Periodistas de Rusia, artículo 6o.
ESTADO DE DERECHO Y REGULACIÓN JURÍDICA 271

ciones políticas.749 Se llega a señalar que la información estadística deriva-


da de encuestas puede ser susceptible de malos entendidos o de interpreta-
ciones equivocadas y de ser usadas en forma incorrecta o indebida. Los
periodistas deben hacer una clara distinción entre encuestas científicas y
cuestionarios no científicos, tal como llamadas a suscriptores de medios,
llenado de hojas con preguntas y entrevistas en la calle. Las encuestas cien-
tíficas deben señalar el tamaño de la muestra y el margen de error. Los re-
sultados de encuestas que no pueden ser considerados como científicos de-
ben ser presentados al público con tal aclaración.750 En algunos casos el
juicio sobre el cumplimiento del contenido de un código de conducta, o
respecto a quejas o inconformidades por un miembro de la sociedad, se
delega en un consejo de prensa.
Asimismo, en algunos de los códigos de conducta se establecen las bases
de responsabilidad de los medios y comunicadores ante la sociedad. Asimis-
mo, algunos de éstos prevén una instancia que determine sobre el cumpli-
miento o incumplimiento de esas responsabilidades. Esta función ha recaído
en un consejo integrado por miembros del propio medio o gremio.
Deliberar y establecer conclusiones sólidas sobre el cumplimiento de
los códigos de conducta necesariamente obligaría a llevar a cabo un estu-
dio empírico de gran extensión, y que merecería ser materia de un estudio y
análisis particular de gran amplitud. Sin embargo, la advertencia relaciona-
da con esta cuestión que formula Claude-Jean Bertrand es preocupante:
“…codes are said to be lists of vague prohibitions and noble exhortations,
detached from reality…”.751 Las palabras de Carpizo también merecen una
atención especial. En su opinión, en términos generales, “...los autocontro-
les de los medios de comunicación pueden ser pasos importantes pero
completamente insuficientes para asegurar que éstos respeten el Estado de
derecho y a los derechos humanos de las personas”.752

749 Véanse los Lineamientos Éticos de la Asociación de Periodistas de Canadá, enun-


ciado sobre encuestas y el Código de Ética del Consejo de Prensa de Alemania, linea-
miento 2.1.
750 Código de Conducta y Ética Profesional del Instituto de Periodismo de Filipinas,
enunciado de cuidado con encuestas.
751 Baptistc, Claude-Jean, “Media Accountability System: an Overview”, en Organi-
zing Media Accountability. Experiences in Europe. [http:// www. ejc.nl/hp/mas/betrand.
html].
752 Carpizo, Jorge, “Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la
democracia, la política y la ética”, cit., p. 764.
272 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En este mismo orden de ideas, Flores Zúñiga ha apuntado que:

Cuando aparece la sospecha de que los medios de comunicación, reivindi-


cados hasta ahora como pilares esenciales de la democracia, y de la liber-
tad de expresión inherente a él, parecieran estar minando esos soportes y
atentando contra la propia existencia de la democracia o, por lo menos de-
bilitándola; surge entonces la necesidad de impulsar una conducta ética
enteramente apropiada al desarrollo actual de los medios de comunica-
ción.753

Por su parte, Nigel G. E. Harris también advierte que un código que sim-
plemente aboga por niveles ideales de conducta para los periodistas, sin
guardar un vínculo con lo que ocurre en la práctica y las realidades de la ta-
rea informativa, será considerado como irrelevante por la mayoría de los
periodistas. Por tanto, difícilmente podrá influir en sus actos. Si un código
puede lograr un mejoramiento en la conducta profesional de reporteros y
editores, ello se deberá a que contempla y se basa en las realidades que ca-
racterizan la práctica de esa profesión.754

753 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 184.


754 Harris, Nigel G. E., “Codes of Conduct for Journalists”, en Belsey, A. y Chad-
wick, R. (eds.), Ethical Issues in Journalism and the Media, Londres, Routledge, 1992,
p. 75.
CAPÍTULO OCTAVO
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO
DE MEDIOS

I. El libre mercado en los medios de comunicación . . . . . . 274


II. Monopolio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284
CAPÍTULO OCTAVO
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS

In my view, the general thrust of the global


commercial media system is quite negative
—assuming one wish to preserve and promo-
te institutions and values that are conducive
to meaningful self-government. Such a glo-
bal media system plays a central role in the
development of “neoliberal” democracy; that
is, a political system based on the formal right
to vote, but in which political and economic
power is resolutely maintained in the hands of
the wealthy few.
Robert W. MCCHESNEY

Lo peor que le puede pasar a una sociedad en


transición es quedar atrapada en un sistema
oligopólico como el que existe en la televi-
sión privada. O como los ejemplos que desta-
can el número reducido de diarios en las gran-
des capitales.
Carlos RAMÍREZ

Los principios conforme a los que se rigen respectivamente la política y


la economía pueden ser distintos y con prioridades diferentes. Por
ejemplo, en tanto que la política tiene como un principio rector funda-
mental el ejercicio del poder público, en la economía puede encontrarse
la maximización de los recursos financieros y las ganancias monetarias.
Asimismo, en distintas ocasiones esos principios pueden divergir e inclu-
so oponerse. Se puede observar, por ejemplo, que para algunos la presen-
cia de avances políticos puede tener un efecto adverso sobre la eficiencia
económica. En este sentido, las palabras de Garnham son ilustrativas:

273
274 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

“...pursuit of political freedom may override the search for economic ef-
ficiency”.755
Si bien, como se ha visto en otras partes del presente libro, los medios de
comunicación tienen una significativa incidencia en el ámbito de la políti-
ca, en la economía no la tienen menor. De esta forma, organizaciones y ac-
tores que participan en el ámbito de la economía promueven y protegen sus
intereses intensamente a través de los medios. Este hecho tiene un impacto
sobre la política en la misma forma que las acciones mediáticas de institu-
ciones y actores políticos la tienen sobre la economía. Así, los medios de
comunicación se convierten en crisoles donde intereses políticos y econó-
micos se llegan a concatenar, conjugar o reaccionar, provocándose efectos
diversos.
Si por definición los medios de comunicación constituyen foros de par-
ticipación de los intereses de la política y de la economía y, a su vez, los
propios medios realizan funciones con efectos políticos y económicos, re-
sulta relevante formular algunas consideraciones sobre los mismos medios
a la luz de dos fenómenos que merecen especial atención por sus funda-
mentos y fines económicos y con un intenso impacto sobre la democracia:
el libre mercado y el monopolio de los medios.

I. EL LIBRE MERCADO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Se sostiene que la libre información es una condición necesaria para la


democracia. Esta opinión se apoya en dos bases principales. La primera, es
que los medios de comunicación actúan como vigilantes sobre el gobierno.
En este sentido, se ha referido a ellos como un “cuarto poder”, que opera
como un contrapeso frente a los otros tres —Ejecutivo, Legislativo y Judi-
cial—. La segunda, es que los medios constituyen una condición necesaria
para que exista una sociedad informada y crítica. De esta manera, los me-
dios brindan información sobre las cuestiones de mayor relevancia, sin la
cual la ciudadanía no estaría en posibilidad de formar sus juicios. A su vez,
los medios de comunicación sirven de foro para el debate público y plural
sobre aspectos de interés para diversos miembros de la sociedad y ellos
sean conocidos por el resto de la sociedad.

755 Garnham, Nicholas, Capitalism and Communication: Global Culture and the Eco-
nomics of Information, Londres, Sage, 1990, p. 110.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 275

Para el pensamiento liberal económico, la información debe surgir para


alcanzar su cometido a través del libre mercado. En este orden de ideas, se
afirma que el libre mercado rompe ataduras y obstáculos políticos, brin-
dando consecuentemente el mejor marco institucional para asegurar que
los medios satisfagan esas necesidades. Sin embargo, para otros, esta afir-
mación no tiene sentido, y sostienen que permitir la operación del libre
mercado en los medios lesiona sustantivamente la vida de la democracia.
La situación descrita hace necesario precisar los fundamentos de las opi-
niones a favor del libre mercado y profundizar en los argumentos en con-
tra. De esta forma, se podrán obtener diversos elementos para realizar un
análisis y adquirir un conocimiento que permita a los miembros que inte-
gran la sociedad, formarse una opinión más fundada y amplia al respecto.
Los defensores del libre mercado afirman que el mismo es una condi-
ción indispensable para que florezca la democracia. En su opinión, los me-
dios de comunicación juegan un papel central, en virtud de que ellos pro-
veen el vínculo entre el mercado y la democracia.756 Desde este punto de
vista, el libre mercado trae consigo medios de comunicación libres que
brindan la diversidad de opinión y acceso que requiere la ciudadanía para
actuar en una democracia. En este contexto, el libre mercado, los medios
de comunicación y la democracia constituyen un conjunto de instituciones
interdependientes para asegurar la existencia y operación de una sociedad
abierta. Estos elementos han formado una base para apoyar y promover
pronunciadamente la desregulación de los medios de comunicación en di-
versos países europeos. Asimismo, ha servido para guiar la actual interpre-
tación del Poder Judicial en Estados Unidos, por lo que toca a la primera
enmienda constitucional.757 La presencia y avance de la anterior posición,
indiscutiblemente ha tenido un impacto sobre la vida de los medios, con
significativos efectos sobre la democracia.
Un argumento central en el que se apoyan aquellos que toman como ba-
se al libre mercado en la operación de los medios de comunicación es que
de esta forma se asegura la libertad de expresión. Un mercado libre es ne-
cesario para tener medios de comunicación libres, y la existencia y opera-
ción de medios de comunicación libres son indispensables para la libertad

756 Kelley, David y Donway, Roger, op. cit., pp. 66-101; Friedman, Milton, Capita-
lism and Freedom, Chicago, University of Chicago Press, 1962, pp. 16 y ss.
757 Véase McQuail, Denis y Siune, K., New Media Politics, Londres, Denis McQuail
y K. Siune (eds.), Sage, 1986.
276 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

de expresión. En defensa del libre mercado en los medios, se señala que los
arreglos que produce la economía de mercado promueven una diversidad
de opiniones, y sirve para responder a la necesidad de la democracia de te-
ner una ciudadanía informada, capaz de emitir un juicio sobre las cuestio-
nes centrales que le afectan. Asimismo, argumentan que el mercado es el
mejor arreglo institucional para asegurar que la prensa actúe como un con-
trapeso respecto al gobierno.
En oposición a las ideas a favor del libre mercado en los medios, diversos
analistas presentan argumentos por demás interesantes. Watt Hopkins afir-
ma que la convicción de que la libre competencia genera todas las opiniones
necesarias y las trae a un mercado para su elección por el ciudadano está
marcada de una inocencia o ignorancia. Esta idea del libre mercado descansa
en diversas premisas falsas, tales como: 1) que cada ciudadano tiene libre ac-
ceso al mercado; 2) que la verdad que asume un individuo no se desarrolla
subjetivamente, sino que se forma de manera objetiva; 3) que la verdad está
siempre presente en el mercado como un bien identificable; 4) que la gente
es capaz de distinguir la verdad de la mentira con toda certeza.758
Se sostiene por diversos analistas que es falso que el libre mercado cons-
tituya una condición intrínseca para alcanzar y sostener la democracia. Por
el contrario, se afirma, el libre mercado afecta negativamente la relación
entre medios de comunicación y democracia. Dentro de esta opinión, exis-
te una tensión entre los objetivos internos de los medios de comunicación y
los contextos en que opera o se desea que opere el libre mercado. Más aún,
añaden los críticos del libre mercado que la operación del mismo inhibe la
difusión de la información y de la pluralidad de las diversas opiniones, que
debe ocurrir en una sociedad democrática.
Los críticos del libre mercado señalan que no hay que confundir la liber-
tad de expresión con la libertad de los medios para comunicar, o querer ex-
tender la cobertura de la libertad de expresión para dejar bajo su manto a la
libertad de los medios de comunicación. Por ejemplo, en el caso de los
Estados Unidos, la Corte Suprema de Justicia ha interpretado que la liber-
tad de los medios para comunicar es parte de la libertad de expresión, y que
ello ampara el derecho de los propietarios o editores de los medios para di-
fundir lo que ellos deseen. Así, en un juicio donde el querellante exigía un
espacio para responder a un diario local en virtud de los ataques publicados
por ese medio en contra de su candidatura a una legislatura local, esa Corte

758 Hopkins, W. Watt, op. cit., p. 44.


EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 277

Suprema norteamericana estableció que la selección del material publica-


ble en un periódico, así como las decisiones respecto al tamaño y contenido
de la noticia, al igual que los señalamientos sobre las cuestiones públicas y
autoridades, constituían parte del ejercicio de la actividad editorial.759
En opinión de los críticos sobre la operación del libre mercado en me-
dios de comunicación, la decisión de los propietarios y editores de los mis-
mos respecto a lo que informan y cómo lo informan está en términos prác-
ticos y reales determinada fundamentalmente por el principio de la
protección a la propiedad privada, y no por la libertad de expresión. Ellos
continúan su argumentación señalando que los medios de comunicación
privados dentro de la economía de libre mercado son meramente empresas,
y que los derechos e intereses de los dueños de medios y de sus directores
son de la misma naturaleza que los de cualquier otra empresa. En conse-
cuencia, para la democracia representa un serio riesgo el que el acceso a los
medios y la información brindada por ellos estén sujetos a los derechos ob-
tenidos por dueños o directivos de los medios en virtud de una protección a
la propiedad privada. Ello cierra la puerta a la libertad de expresión de un
mayor número de ciudadanos u organizaciones sociales, que se encuentran
sin el suficiente poder económico para ser escuchados a través de los me-
dios. Asimismo, sus intereses reales como miembros de la sociedad se ven
ignorados, modificados o desvirtuados por los propios intereses particula-
res de los propietarios y directivos de los medios de comunicación.760
La posibilidad de que un medio de comunicación pueda poner por arriba
de cualquier interés de la sociedad sus intereses particulares es un hecho.
Sin embargo, necesariamente debe tenerse presente que esa condición no
puede verse como la regla general. Pueden encontrarse numerosos casos
en que medios o comunicadores privilegian los intereses de la sociedad
por arriba de cualquier otro. Abundan ejemplos en que el derecho de pro-
piedad sobre un medio no interfiere con la independencia y libertad de
expresión de quienes participan en él.761 También se pueden encontrar
declaraciones de compromisos hechas por propietarios de medios de res-

759 Miami Herald Publishing Co. vs. Tornillo (1974).


760 Cohen, G. A., “Capitalism, Freedom and the Proletariat”, en Ryan, A. (ed.), The
Idea of Freedom, Oxford, Oxford University Press, 1979, pp. 9-26.
761 Evans, H., Good Times, Bad Times, Weidenfeld & Nicholson (eds.), Londres,
1983, capítulos 6-8.
278 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

petar la independencia editorial.762 Sin embargo, cabe subrayar que ese ti-
po de compromisos constituyen una especie de declaración de buena vo-
luntad de dejar un margen de acción a editores o articulistas u otros
comunicadores, que participen en el medio de comunicación en cuestión.
Distintos críticos consideran, asimismo, que la independencia editorial
puede con frecuencia confrontarse con el criterio e intereses de propieta-
rios de medios, o bien que la libertad de expresión no empata de manera in-
condicional con el derecho a la propiedad privada. Más aún, se afirma, lo
anterior es muestra clara e irrefutable de que para la información en benefi-
cio de la sociedad no es condición vital la protección a la propiedad privada
y la operación del libre mercado.
Opositores al libre mercado señalan que los comunicadores y la función
de informar de los medios están en tensión con los requerimientos que im-
pone el libre mercado, y que éste queda lejos de brindar un acuerdo institu-
cional a través del cual se dé respuesta a las necesidades de la democracia.
Más aún, sostienen que el libre mercado está en conflicto con las propias
necesidades de la democracia. Asimismo, hacen la acusación de que el li-
bre mercado provoca un quebranto en la relación entre la información y la
democracia, ya que para que los medios sobrevivan en este ámbito ellos
tienen que satisfacer las preferencias de sus consumidores. Así, el impera-
tivo del libre mercado es incompatible tanto con los valores éticos de la in-
formación como con la función democrática. Es incompatible con la diver-
sidad que supuestamente el libre mercado debe generar.
Lejos de promover una diversidad de opinión, el libre mercado motiva
un actuar por los medios, hacia la producción y presentación de noticias de
una forma que tan sólo esté dirigida a satisfacer a su audiencia, sin que se
dé lugar a la pluralidad o diversidad de opiniones que puedan estar en con-
tradicción. De esta forma, no resultaría conveniente para los medios abrir
una programación informativa donde concurriese una diversidad de opi-
niones, sino circunscribir la información a un ámbito de los valores cultu-
rales predominantes en una sociedad, en sacrificio de aquellos correspon-
dientes a minorías o formas alternativas de pensamiento social, económico
y político. Consecuentemente, los medios de comunicación masiva tende-

762 Estudiosos de esta materia comentan el hecho de que ese tipo de compromisos no
siempre son cabalmente cumplidos o llevados a cabo en su totalidad por diversos propie-
tarios de medios. Como ejemplo véanse los comentarios sobre el magnate de medios,
Murdoch, en Pilger, John, Heroes, Londres, Jonathan Cape, 1986, capítulo 44.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 279

rán a trabajar a efecto de impedir el paso a la pluralidad y diversidad. En


síntesis, con la aplicación del libre mercado, la importancia y amplitud de
la información no radica en su objetividad, veracidad y pluralidad, sino
que la información se elabora y presenta para un exclusivo consumo mer-
cantilista.763
O’Neil formula un análisis en donde sostiene que sistemáticamente el
mercado da forma a lo que se reporta informativamente. La consecuencia
de este fenómeno no es tanto el reportaje de información falseada, sino el
reportaje de información que puede excluir eventos con auténtico signi-
ficado y verdadera relevancia social, o bien una presentación simplifica-
da y formal de eventos que deben ser dados a conocer con mayor amplitud
y profundidad a todos los miembros de la sociedad. Las sociedades demo-
cráticas en realidad no son informadas amplia y totalmente por los medios
de comunicación. Más aún, a menudo el hecho anterior trae como resulta-
do la presentación parcial de verdades, las cuales si bien no son falsas en sí
mismas, sólo brindan una visión incompleta de los hechos, y con ello la so-
ciedad no tiene los elementos suficientes para establecer un juicio u opi-
nión fundados en la verdad amplia sobre los hechos en cuestión.764
Para O’Neil, la acción de un libre mercado en los medios de comunica-
ción tenderá irremediablemente a trabajar en contra del ideal democrático
de construir una sociedad ampliamente informada y crítica. En el libre
mercado, la prensa difícilmente se confronta con sus consumidores me-
diante la información, conocimientos o difusión de ideas que están en con-
tradicción con sus preferencias preexistentes. Esta falla de la operación del
libre mercado en lo que corresponde al ámbito de los medios está también
acentuada por presiones económicas sobre el suministro de la información.
El recabar, organizar y presentar información resulta costoso. Paralela-
mente a este hecho, diversos intereses económicos buscan protegerse y
promoverse mediante la información que recibe la sociedad. Para tal efec-
to, ellos ejercen una actividad de subsidio de creación de información cu-
briendo los costos correspondientes a ese proceso, y brindando su resulta-
do informativo o noticioso a los medios de comunicación. Como muestra

763 Sobre este tema, véanse los trabajos de Entman, R., Democracy without Citizens:
Media and the Decay of American Politics, cit.; Bennet, W. Lance, News: The Politics of
Illusion, 2a. ed., Nueva York, Longman, 1988.
764 O’Neil, John, “Journalism in the Market Place”, en Belsey, Andrew y Chadwick,
Ruth (eds.), Ethical Issues in Journalism and the Media, Londres, Routledge, 1992, p. 23.
280 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

de este hecho, se señala la proliferación y uso de agentes de medios y rela-


ciones públicas. La producción de este tipo de información está destinada a
presentar versiones de eventos, que están dirigidos para el consumo en un
nicho particular del mercado consumidor. En opinión de este autor, lo an-
terior contamina y lesiona al debate democrático.765
Este mismo autor también señala que el costo económico de recabar, or-
ganizar y presentar información dentro de un libre mercado tiene otra conse-
cuencia sobre las funciones democráticas de los medios de comunicación.
Los principales proveedores de información noticiosa son los gobiernos,
respecto de los cuales los medios de comunicación supuestamente deben ac-
tuar como vigilantes o contrapesos. Por su parte, los gobiernos brindan in-
formación que tiende a justificar diversas tomas de decisiones y la adopción
de programas o políticas, así como a exaltar el resultado positivo de ellas y a
evitar la referencia a errores o efectos negativos. Mucha de la información
reportada por los medios proviene de lo brindado o estrictamente dado a co-
nocer por esos gobiernos, que invariablemente intentarán que el contenido
de la información sea presentado de forma que potencialice su capital políti-
co. Este hecho, en la opinión de este autor, nuevamente trae efectos negati-
vos, tal y como es el deterioro de la democracia.766 Respecto a sus pronun-
ciamientos anteriores, O’Neil hace la siguiente precisión:

It might be objected that these arguments for the claim that the market dis-
torts the relationship of journalism and democracy depend on a number of
assumptions about preferences of consumers that are open to challenge. I
have assumed that preferences are homogeneous, and hence that diversity
of opinion is not served by that market.767

La crítica señala que el libre mercado puede provocar tan sólo una limi-
tada diversidad de opiniones cuando mucho, si es que ella ocurre. Ello trae
consigo la desarticulación de puntos de vista existentes en una sociedad, lo
cual a su vez impacta negativamente la existencia de una sociedad infor-
mada y crítica, conocedora de los problemas que le afectan principalmente.
En su opinión, los efectos de la operación del libre mercado respecto a los
medios de comunicación pueden brindar un servicio a la democracia, pero
puntualiza con cuidado, a la democracia de un tipo particular. Para este
765 Idem.
766 Ibidem, p. 24.
767 Idem.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 281

autor, la democracia funciona con un libre mercado, cuando éste actúa co-
mo un lugar del mercado político. Es decir, en la medida en que la demo-
cracia sirva principalmente como un medio para la suma del interés, ac-
tuando como un mercado subrogado satisfaciendo preferencias en el cual
los votos operan como una moneda subrogada, los medios de comunica-
ción pueden operar como un vehículo. Dentro de este vehículo el autointe-
rés y opiniones percibidas de grupos particulares se articulan, aun cuando
aquellos con mayor capacidad de compra tienen un mayor grado de in-
fluencia. Sin embargo, apunta O’Neil, en la medida en que la democracia
no es un mercado, sino un foro en el que ciudadanos informados debaten
racionalmente las cuestiones que les preocupa, entonces el libre mercado y
el actuar de los medios dentro de él no sirven a la democracia. En tanto que
los medios de comunicación y comunicadores realicen propiamente su ac-
tividad y función, ellos servirán para fortalecer, promover y proteger la de-
mocracia. Por su parte, el libre mercado, como un marco institucional para
los medios de comunicación, tenderá a minar y obstaculizar el ejercicio de
la misma. Por tanto —afirma O’Neil— “Democracy as a forum is under-
mined by market-driven media”.768
Algunos otros opositores a la operación del libre mercado en el ámbito
de los medios proponen como fórmula alternativa a favor de la democra-
cia, a la operación centralizada de los mismos. Esta posición también ha re-
cibido críticas por otros oponentes al libre mercado. Para ellos, un sistema
centralizado dominado por el Estado o un sistema descentralizado operado
por el libre mercado no son los únicos caminos existentes a seguir, o de los
cuales se tiene que escoger uno obligatoriamente. Por supuesto, la gama de
alternativas puede llegar a ser amplia —señalan ellos—, dada la posibili-
dad de combinaciones y creatividad que puede darse. Sin embargo, subra-
yan enfáticamente que en este sentido debe tenerse como un objetivo pri-
mordial el desarrollo de los medios a favor de la democracia. De esta
manera, John Keane estima viable la posibilidad política de tener medios
de comunicación descentralizados, socializados y no constreñidos a los
efectos del libre mercado, que brinden un foro para la expresión democráti-
ca y la información que contribuya a la construcción de la democracia.769
Refiriéndose en particular a la comunicación vía internet comercial, Ro-
bert W. McChesney formula una interesante observación respecto a una de

768 O’Neil, John, op. cit., p. 26.


769 Keane, John, The Media and Democracy, Oxford, Polity Press, 1991, pp. 144 y ss.
282 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

las principales premisas en apoyo al libre mercado. De acuerdo con los


promotores del libre mercado, señala este autor, este es el único y verdade-
ro mecanismo democrático de integración de políticas públicas, porque re-
compensa al capitalismo que da a la gente lo que quiere y castiga a los que
no lo dan. Cuando el Estado y los sindicatos o cualquier otro agente inter-
fieren con los trabajos del libre mercado —afirma ese autor— ellos produ-
cen resultados negativos para el interés público. Estos fueron precisamente
los señalamientos de las estaciones radiodifusoras en los Estados Unidos
para consolidar su control sobre la radio en los años treinta del siglo XX.770
En respuesta a lo anterior, McChesney sostiene que la ideología del libre
mercado infalible se ha convertido virtualmente en un credo a nivel mun-
dial. Este credo permanece infalible en la medida solamente en que esté
fundado en la fe, y no sujeto a un análisis y reflexión serios.
En opinión de McChesney, bajo el examen cuidadoso correspondiente,
se distingue que el libre mercado no sigue la premisa de un individuo, un
voto. Su premisa básica es un dólar, un voto. Por tanto —explica este au-
tor—, no debe sorprender que los promotores del libre mercado sean per-
sonas en una condición económica por demás favorable, y que la operación
del libre mercado invariablemente sostenga y fortalezca la división de cla-
ses de una sociedad. Es más, el libre mercado no da necesariamente lo que
la gente pide como demanda indispensable y favorable para una sociedad,
sino de lo que pueda tener una mayor retribución en término de ganancias
económicas para una empresa. La oferta de este libre mercado a menudo y
obligatoriamente será rebasada por lo que un pueblo puede demandar o
bien, el libre mercado estará virtualmente imposibilitado de brindar la va-
riedad de soluciones que requiere una sociedad moderna o de donde ella
pueda tomar alternativas. El libre mercado es dirigido solamente por una
consideración fundada en ganancias económicas y su maximización, don-
de no se da el lugar que merecen los valores o intereses sociales de una co-
munidad.771
Al respecto, las palabras de Entel también son ilustrativas. En su opi-
nión, las reformas del Estado dirigidas únicamente a dar respuestas en fun-
770 Para un estudio histórico, estructural, estadístico y análisis de sondeo público so-
bre la regulación y desregulación de la radio en los Estados Unidos, véase Schechter,
Danny, “Radio Deregulation: Has It Served Citizens and Musicians”, en A Report on the
Effects of Radio Ownership Consolidation following the 1996 Telecommunications Act,
Published by The Future of Music Coalition, November 18, 2002.
771 McChesney, Robert W. , “The Internet and the Future of Democracy”, cit., p. 26.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 283

ción de las demandas del mercado (desregulación, privatizaciones) afectan


a la democracia, convirtiéndola tan sólo en un vehículo legitimador a tra-
vés del ejercicio de elecciones libres, pero sin capacidad de conducción.
En este supuesto, señala Entel, la economía y la política se escinden y la
economía se despolitiza. Esta autora apunta que

...hoy los procedimientos de formación colectiva de voluntad política que


legitimaban el ejercicio del poder público y social ceden a procedimientos
no electorales de formación de poder: lobbies económicos, funcionarios e
imperativos técnicos internacionales. La esfera pública se ha vaciado co-
mo esfera de las decisiones colectivas. La crisis del Estado es otra expre-
sión de la crisis de lo público: una crisis simbólica o de su dimensión
ideológica, en la medida en que resulta cuestionada su condición de garan-
te del interés común.772

Don Hazen argumenta que la gente necesita ideas, información e inspi-


ración a efecto de desarrollarse como ciudadanos activos y participativos.
Las sociedades se involucran en el debate público y expresión de opinio-
nes, con el deseo de estar más cerca de la verdad. La privatización aparta al
ciudadano del foro público, y lo lleva al mercado donde decisiones consu-
mistas sustituyen a las decisiones del bienestar social. El corto plazo reem-
plaza al largo plazo, y lo global a lo local. Los ciudadanos han sido motiva-
dos para dedicar poca atención a los asuntos públicos y para consumir más
tiempo viendo televisión y jugando en la computadora. La gente recibe
menos información y más espectáculo. En la medida en que más informa-
ción es privatizada y controlada por unas cuantas corporaciones multina-
cionales, el debate público se hunde y el diálogo desaparece.773
McChesney, por su lado, considera que la actual proclividad a favor del
libre mercado va a ser un desastre para la calidad de vida de la mayoría de
la gente en todo el mundo. En la siguiente generación habrá una creciente
demanda de políticas alternas a las del libre mercado, a efecto de poner por
delante las necesidades de las mayorías en lugar de los intereses del capital
transnacional. Para este autor, estamos entrando a una etapa en la que nin-
guna institución social puede quedar exenta del escrutinio público. Desde
su punto de vista, el reto para aquellos comprometidos con la democracia
es el señalado por William Greide, quien considera que la reestructuración
772 Entel, Alicia, op. cit., p. 29.
773 Hazen, Don, “Ten Powerful Trends Transforming Our Media World”, cit., p. 14.
284 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

de la economía global debe ser para promover y fortalecer la democracia


en lugar de erosionarla, y para que la economía permita una amplia distri-
bución de la riqueza entre todas las clases, en lugar de favorecer a unos
cuantos. La tensión entre democracia y capitalismo, añade McChesney, se
ha hecho cada vez más evidente, y en esta relación la comunicación ocupa
un espacio de especial importancia, misma que expone con las siguientes
palabras: “...and communication —so necessary to both— can hardly ser-
ve two masters”.774

II. MONOPOLIO

Actualmente se observa una intensa tendencia hacia la concentración y


centralización de los medios de comunicación masiva. A pesar del amplio
número de medios que hoy existen, ellos se encuentran concentrados en
unas cuantas manos. De esta forma se encuentran a nuevas corporaciones,
principalmente norteamericanas, que dominan a los medios mundiales:
AOL-Time Warner, Disney, Bertelsmann, Viacom, News Corporation, TCI,
General Electric (propietaria de NBC), Sony y Seagram.775 Al respecto,
Bagdikian señala que en 1983 había cinco corporaciones que dominaban el
mercado, y la más grande fusión de medios alcanzaba una operación por
340 millones de dólares. En 1987, las cincuenta compañías se habían redu-
cido a veintinueve. En 1990, las veintinueve se convirtieron en veintitrés.
En 1997, las grandes empresas sumaban la cantidad de diez. En el 2000
ocurrió la fusión de AOL y Time Warner, a través de una operación de 350
billones de dólares.776 Schönbohm advierte que “...la globalización de los
medios y sistemas informáticos ha generado un proceso de concentración,
inconcebible aún diez años atrás, y que dista mucho de haber concluido”.
Este estudioso sostiene que cuando los medios y sistemas de comunicación
presentan un excesivo grado de concentración sin una estructura plural,
ellos no cumplen con las funciones que les corresponden en el orden demo-
crático, y existe el peligro de que sus posibilidades se vean instrumentaliza-
das como una forma de ejercer influencia sobre la opinión pública.777

774 McChesney, Robert W. , “The Internet and the Future of Democracy”, cit., p. 32.
775 Shah, Anup, Corporate Influence in the Media. http: //www. Globalissues.
Org/human Rights/ Media/ Corporations/ Owners. asp? Print/True.
776 Bagdikian, Ben H., The Media Monopoly, 6a. ed., Beacon Press, 2000, pp. xx-xxi.
777 Schönbohm, Hörst, “El hombre en la intersección entre los medios de comunica-
ción y derecho”, cit., pp. 61 y 69.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 285

El Instituto para el Periodismo Alternativo —The Institute for Alternati-


ve Journalism—, a través de su director, Don Hazen, expresa una preocu-
pación actual sobre los medios y la política. En este sentido, el autor obser-
va una creciente concentración en unas pocas manos de los medios de
comunicación y un triunfo de la extrema derecha conservadora con sus res-
pectivas ideas y personajes, enmarcando y determinando cuestiones de
gran relevancia para toda la sociedad.778 Se ha considerado que entre los
múltiples efectos está la pérdida de la diversidad, pluralidad, objetividad,
imparcialidad y atención a los problemas sociales, políticos y económicos
que afectan sustantivamente a toda una sociedad. Éstos se ven superados
por el privilegio y cuidado de los intereses de detentadores del poder públi-
co o privado, así como por la visión sobre el ciudadano que lo deja como un
mero consumidor, y no como un individuo con necesidades, demandas,
carencias y expectativas reales.
Jesse Drew señala que la sinergia creada a través de las fusiones de las
más grandes corporaciones multinacionales y los monopolios mediáticos
han creado un poderoso aparato de relaciones públicas que trabajan a favor
del objetivo neoliberal de desaparecer toda regulación sobre el poder cor-
porativo a escala mundial. Sin embargo, para este mismo autor el anterior
fenómeno ha tenido los siguientes efectos: “While this corporate / media
alliance has certainly helped to squelch voices of democracy and social
justice, it has not eliminated them entirely... (there is the) realization that
the mass media cannot be trusted to accurately and honestly represent their
goals and beliefs to the public”.779
En diversos momentos se ha hecho patente la preocupación de varios es-
tudiosos de la materia sobre la presencia del control monopólico o la direc-
ción por muy pocas manos de los medios de comunicación masiva, y la in-
fluencia de ellos en la conducta política de la ciudadanía, así como en la
forma de guiar la interpretación política de distintos problemas o asuntos
por la opinión pública. En este sentido, se ha comentado que “Sabido es,
también, que si bien los medios no dicen qué pensar, sí establecen sobre
qué pensar”.780 Por su parte, Plamenatz afirma que en una sociedad con un
sistema autoritario, los medios son utilizados para hacer que la gente actúe
y, en la medida de las posibilidades, piense en la forma que le convenga a

778 Citado por Schechter, Danny, “Making Media Work”, cit., p. 5.


779 Drew, Jesse, op. cit., pp. 112 y 113.
780 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 185.
286 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

sus gobernantes. En una sociedad liberal, añade este autor, los medios son
utilizados en una proporción menor con tales objetivos.781 Es decir, en una
mayor o menor medida, los medios tienen un impacto sustantivo para indu-
cir la conducta o incidir en la formación del pensamiento de una sociedad.
Diversas evidencias muestran que la monopolización de los medios permi-
te sistemáticamente tanto la distorsión de la información a efecto de aten-
der a las directrices de intereses, así como la manipulación de ella por re-
presentantes de intereses políticos y/o económicos, a favor de las clases
privilegiadas. Al respecto, Raymond Williams sostiene que todos los me-
dios de comunicación han sido utilizados para obtener o ejercer varios be-
neficios, desde un control político hasta una ganancia económica.782
Para algunos analistas, el actual actuar de los medios, privados u oficia-
les, deja serias dudas sobre la garantía de pluralidad democrática. Este he-
cho se hace más dramático cuando la propiedad de ellos se concentra en
unas mismas manos. Algunos estiman que los medios privados y oficiales
centralizan, mediatizan y deforman una comunicación transparente entre
electores y gobierno, en detrimento de la democracia. Asimismo, advierten
que en beneficio de una genuina vida democrática, plural y participativa,
los medios de comunicación no deben actuar o constituirse en un poder
moral por encima de la sociedad.783 Esto se hace más preocupante cuando
se presenta el fenómeno del monopolio de los mismos. Así, Bagdikian afir-
ma que el control monopólico de los medios por el gobierno o corporacio-
nes es inherentemente malo. Este hecho impide la apertura y flexibilidad
necesarias para mostrar la amplia riqueza y variedad de los valores y nece-
sidades de la sociedad. En la opinión de este autor, la respuesta al problema
no está en la eliminación de la empresa privada en los medios masivos, si-
no en la restauración de una genuina competencia.784
Las fórmulas para evitar el anterior problema son complejas, y quizá sus
resultados tienen poco alcance o limitado efecto.785 Para que cualquier fór-
mula tenga un beneficio en este sentido se debe partir de la independencia
y profesionalismo de los medios de comunicación y de los comunicadores.
Diversos analistas preocupados por el impacto adverso de la formación de

781 Plamenatz, John, Democracy and Illusion. An Examination of Certain Aspects of


Modern Democratic Theory, cit., p. 146.
782 Williams, Raymond, op. cit., p. 10.
783 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 185.
784 Bagdikian, Ben H., op. cit., pp. 223 y 224.
785 Flores Zúñiga, Juan Carlos, op. cit., p. 186.
EL LIBRE MERCADO Y MONOPOLIO DE MEDIOS 287

monopolios mediáticos sobre la vida democrática de una sociedad propo-


nen algunas fórmulas para reducir o frenar tal problema. Por ejemplo, Ja-
mes W. Ceaser destaca la necesidad e importancia de estrategias que re-
duzcan la influencia de agencias noticiosas globalmente centralizadas.
Como solución al problema referido, este académico sugiere: “...to foster a
greater dispersion of media power by strategies that reduce the audience of
the major networks, and vary the geographical bases of centers of media
influence”.786
Con preocupación sobre el monopolio de medios, Jay Walljasper pre-
senta una serie de cuestionamientos que son de gran relevancia y provocan
profundas reflexiones: ¿Cuáles son los efectos del creciente monopolio en
la industria de la comunicación? ¿En dónde tienen un espacio las institu-
ciones y generadores de información con un bajo ingreso? Cuando la infor-
mación se constituye en el principal bien de negocios internacionales, ¿qué
le sucede a la gente pobre y a los países en vías de desarrollo que no pueden
pagar el precio de ello? ¿Por qué nadie está sometiendo a las corporaciones
multinacionales a un control para preservar y ampliar las necesidades de-
mocráticas? ¿Cómo puede ser preservada y promovida la vida pública y el
espíritu de la democracia? ¿Quién brinda una visión distinta sobre nuestro
futuro? ¿Cuáles son las implicaciones para las comunidades locales y la di-
versidad cultural global? ¿Cuáles son los valores y éticas, dónde queda la
igualdad de oportunidades, la libertad de expresión, la privacidad, así co-
mo la calidad en la información?787
Preocupado también con el monopolio de medios, Danny Schechter
plantea el problema y formula una interrogante al respecto, en los términos
siguientes: “In this era of Mickey Mouse and Westinghouse, when six or
seven giant monopolies are poised to dominate the entire medias cape,
what are those concerned of us with democracy to do? How do progressi-
ves fight back?”788 En términos generales, los críticos de los monopolios
informáticos consideran que éstos han demostrado en muchas ocasiones,
que no tienen otra ideología que el logro de ganancias, y que ellos están
dispuestos a obtenerlas de variadas y distintas fuentes. En su opinión,
esos monopolios acumulan un poder tal, que logran ejercer una presión
real para obtener un trato aún más favorable por el gobierno. En conse-

786 Ceaser, James W., op. cit., pp. 171 y 172.


787 Walljasper, Jay, op. cit., p. x.
788 Schechter, Danny, “Making Media Work”, cit., p. 2.
288 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cuencia, el monopolio de los medios no sólo reporta una utilidad econó-


mica, sino también política. Así, este poder de los medios afecta la propia
estructura del proceso democrático e incide justo en el corazón de un auto-
gobierno del pueblo.789
Debe tenerse conciencia que la monopolización de los medios de comu-
nicación presenta características que vulneran la pluralidad, la diversidad y
la calidad de la información. Por tanto, no puede dejar de advertirse que en
virtud de que los medios de comunicación constituyen un poder per se que
incide significativa y sustantivamente sobre la vida política y económica
de un país y, por tanto, sobre la misma democracia, se hace indispensable
la presencia de controles institucionales con la participación de la socie-
dad, controles que impidan el acumulamiento y concentración de ese poder
mediático y, asimismo, sirvan de contrapeso para evitar cualquier abuso de
los mismos. En este orden de ideas, resulta necesario tener presentes las
consideraciones del constitucionalista Diego Valadés. De acuerdo con este
autor, “El problema del control del poder es en nuestro tiempo el eje de la
vida institucional”. Asimismo, observa que “…el ejercicio de los controles
está condicionado por múltiples factores; factores que tienen que ver con la
lucha por el poder y en el poder”.790
Miller observa con gran preocupación el camino de concentración de
los medios de comunicación y el poder monopólico que ellos detentan.
Este fenómeno provoca que las noticias brindadas por esos monopolios
mediáticos trabajen en contra del interés público.791

789 Sobre estas opiniones véase por ejemplo, Kennedy, Dan, Monopoly Money, Bos-
ton-Phoenix, January 17, 2002.
790 Valadés, Diego, op. cit., p. 11.
791 Mark Crispin, “What”s wrong with This Picture?”, The Nation, enero 7 de 2002.
CAPÍTULO NOVENO
AVANCES TECNOLÓGICOS

I. Avances e impactos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289


II Internet. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
1. Regulación del Internet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
2. Regulación del correo basura —Spam— . . . . . . . . . . 321
3. Jurisdiccionalidad y responsabilidad . . . . . . . . . . . . 324
CAPÍTULO NOVENO
AVANCES TECNOLÓGICOS

…technology always has unintended conse-


quences, and social science research is begin-
ning to show how this may be true for the
Internet.
Andrew L. SHAPIRO

Internet está eliminando barreras. Que no se


piense que las tecnologías son una diversión,
sino un puente entre el siglo XVIII y el siglo
XXI.
Pilar BAPTISTA

I. AVANCES E IMPACTOS

Los medios de comunicación masiva viven actualmente transformacio-


nes radicales. Nuevas tecnologías para abarcar un mercado más amplio,
así como sofisticados métodos para personalizar mensajes, están dando
lugar a una nueva construcción de las relaciones entre los miembros de la
sociedad. Sin duda alguna, la relación entre tecnología y sociedad es
compleja. Al respecto, hay numerosas y variadas opiniones. Ellas se di-
viden partiendo de dos premisas opuestas. Por un lado, el que la tecnolo-
gía está abierta a la decisión social y técnica del individuo. Por otro, el
que ella está cerrada.792
Sin embargo, en términos generales se puede señalar que los desarrollos
tecnológicos y científicos han tenido una importancia relevante en las for-
792 Al respecto, véanse los trabajos de Collins, H. M., “Stages in the Empirical Pro-
gram of Relativism”, Social Studies of Science, 11 (1); Pinch, T. J. y Bijker, W. E., “The
Social Construction of Facts and Artifacts: How the Sociology of Science and the Socio-
logy of Technology might Benefit Reach Other”, Social Studies of Science, 14.

289
290 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

mas y contenidos de la política. Como resultado del avance tecnológico en


los medios de comunicación masiva, innumerables personas pueden tener
acceso a información más allá de las fronteras geográficas de sus países de
manera prácticamente inmediata al acontecimiento de hechos. Esta revolu-
ción mediática obliga a reflexionar sobre los intereses y fines que ella pue-
de alcanzar y favorecer, por lo que toca a la vida de la democracia. Al res-
pecto, no puede olvidarse que la amplitud dentro de la cual la sociedad se
expresa, discute, participa y decide organizadamente sobre cuestiones de
su interés general son condiciones centrales para medir la existencia y
práctica de la democracia. De acuerdo con el científico político Benjamin
Barber, la cuestión más importante sobre el futuro de la democracia es su
encuentro y crecimiento frente al desarrollo tecnológico en el ámbito de la
información.793
Varios de los cambios políticos ocurridos a lo largo del siglo pasado y
principios del actual se encuentran estrechamente vinculados con la co-
municación masiva y sus procesos. En este contexto, diversas cuestiones
de la vida cívica han sufrido un cambio, tal y como son los casos de la parti-
cipación política, el ejercicio del voto o la identificación partidista, la ads-
cripción a causas particulares y las protestas sociales dirigidas a casos es-
pecíficos.794
El papel de la comunicación masiva en los procesos de gobierno y en la
percepción ciudadana de sus problemas y horizontes a seguir como socie-
dad presenta cuestionamientos cuyas respuestas deben tomar como parte
esencial a la participación ciudadana en los procesos democráticos. Mu-
chos de los estudiosos en esta materia se concentran en explorar y enrique-
cer los medios de persuasión que pueden ser utilizados por los candidatos y
buscan encontrar nuevas herramientas en los avances tecnológicos, particu-
larmente para ser aplicados sobre los procesos electorales. Sin embargo,
hay quienes señalan que las nuevas tecnologías de la comunicación lle-
van irremediablemente a la obsolescencia del sistema electoral tradicio-
nal. Stephen A. Smith, por ejemplo, encuentra que sería mejor aprovechar
el tiempo en el diseño de un nuevo sistema para tener un gobierno demo-

793 Barber, Benjamin, A Place for Us: How to Make Society Civil and Democracy
Strong, Nueva York, Hill and Wang, 1998, p. 17.
794 Al respecto véase el trabajo de Archibugi, Daviel et al. (eds.), Re-imagining Poli-
tical Community: Studies in Cosmopolitan Democracy, Stanford, Stanford University
Press, 1998.
AVANCES TECNOLÓGICOS 291

crático efectivo, en lugar de tratar de aplicar las nuevas tecnologías mediá-


ticas para lograr campañas electorales exitosas dentro de un sistema es-
tructuralmente anticuado. Refiriéndose al caso concreto de los Estados
Unidos, este autor sostiene que si la sociedad de ese país verdaderamente
quiere una democracia participativa, se debe utilizar a la nueva tecnología
en la comunicación en forma tal que se alcance ese fin. Para ello propone
aplicar las medidas siguientes: a) subsidiar con recursos públicos las
nuevas formas de telecomunicación; b) utilizar fondos públicos para do-
tar cada hogar con una línea telefónica y una computadora; c) equipar cada
estación postal con un estudio de vídeoconferencia; d) destinar frecuencias
de radio y líneas de fibra óptica para la operación de canales de comunica-
ción sobre asuntos públicos; e) instalar y operar un centro de cómputo nacio-
nal sobre asuntos públicos al cual se tenga acceso a través de un número sin
costo para el usuario; f) establecer un acceso a este sistema mediante una
tarjeta magnética de seguridad social o a través de un código de acceso de
acuerdo con un padrón electoral. En su opinión, esta fórmula permitiría
una interactividad informativa entre la ciudadanía y el gobierno, lo que lle-
varía a prescindir de la necesidad del Poder Legislativo, ya que cada ciuda-
dano/elector podría decidir sobre cualquier cuestión por medio del sistema
propuesto. Este sistema también permitiría realizar y expresar un escruti-
nio sobre los encargados y responsables de las funciones públicas y guber-
namentales para otorgarles su apoyo o descalificación.795
El desarrollo tecnológico informativo tiene una relevancia para la de-
mocracia. Paralelamente, no puede dejar de tomarse en cuenta el desarrollo
de lo que se ha denominado “e-democracy” en la literatura anglosajona,
mismo que no depende única y exclusivamente de la tecnología en sí mis-
ma, sino también en gran medida de las estructuras de poder que promue-
ven y sostienen ese desarrollo tecnológico y, que a su vez, el mismo desa-
rrollo tecnológico puede permitir y fortalecer. Esas estructuras que ejercen
un control e imponen caminos a seguir se apoyan en normas que les susten-
tan y permiten acciones que tienen una incidencia en el ámbito del desarro-
llo tecnológico. En este sentido, cabe tener presentes las observaciones de
Mitchman, quien sostiene que la tecnología es meramente una herramienta
795 Smith, Stephen A., “Communication and Technology: The Future of American De-
mocracy”, contribución presentada en Arkansas Union Symposium Lecture Series. Fayet-
teville, Arkansas, 19 de septiembre de 1984. Publicado en Vital Speeches of the Day, octu-
bre de 1984. Consultarlo en Internet [A:/Communication and Technology the Future of
American Democracy. htm].
292 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

que el poder e intereses económicos o políticos utilizan para alcanzar sus


objetivos.796 No puede ignorarse que también hay otras percepciones. De
esta forma, Winner señala que toda tecnología es crucial para la organiza-
ción de la sociedad y las relaciones entre sus miembros, por lo cual los de-
sarrollos tecnológicos producen y distribuyen poder e intereses.797
Los cambios fundamentales en los sistemas de comunicación tuvieron
un punto de partida significativo en los años ochenta. Países como Alema-
nia, Inglaterra y Suecia, con una fuerte tradición regulatoria gubernamen-
tal sobre los sistemas de comunicación, han tenido que adoptar nuevos en-
foques respecto a los que venían aplicando a efecto de enfrentar los
desarrollos tecnológicos. En los Estados Unidos, donde ha prevalecido una
tendencia significativamente pronunciada por el libre mercado, se ha vivi-
do un periodo de importantes cambios en materia de desregulación, fusio-
nes de medios, creación de nuevos canales y reformas en el pensamiento
corporativo y público sobre auditorios, mercados, información e interac-
ción ciudadana. En forma global, a lo largo de la década de los noventa se
observa un importante crecimiento de usuarios de nueva tecnología en co-
municación electrónica con costos reducidos. A finales del siglo pasado y
principios del actual, el uso del teléfono celular y del Internet han pasado a
ser medios de comunicación esenciales.
En suma, la transición de un siglo a otro da testimonio de la confluencia
de cambios tecnológicos y mediáticos con un impacto directo sobre los
ámbitos políticos, económicos y sociales que tienen una profunda, aun
cuando todavía poco clara, consecuencia para la democracia. En este en-
torno, surgen algunas cuestiones que no deben perderse de vista y requie-
ren de una reflexión. Entre ellas están las siguientes:
a) El decremento de audiencias nacionales como audiencias masivas.
Por ejemplo, en los Estados Unidos la audiencia en el ámbito de la
televisión cayó durante la década de los noventa hasta en un 50%.
Asimismo, los diarios continuaron con una tendencia a la baja en su
circulación. Una razón de este fenómeno puede encontrarse en el
creciente número de individuos que adoptan nuevas herramientas
tecnológicas de información, a través de las cuales pueden obtener

796 Mitchman, Carl, Thinking Through Technology. The Path Between Engineering
and Philosophy, Chicago, The University of Chicago Press, 1994, p. 298.
797 Winner, Landon, The Whale and the Reactor: A Search for Limits in an Age of
High Technology, Chicago, The University of Chicago Press, 1986, p. 19.
AVANCES TECNOLÓGICOS 293

información más personalizada, de acuerdo con sus específicos inte-


reses individuales. En consecuencia, sus afiliaciones sociales o iden-
tificación con grupos o acciones de la sociedad son relegadas a un
lugar de menor importancia. Para algunos estudiosos de la materia,
el anterior fenómeno ha provocado una atomización del conoci-
miento social, en interés del ámbito público y de la participación so-
cial e identificación política.798
b) El uso del Internet. En el universo del Internet la audiencia indivi-
dual se dispersa en el acceso a múltiples y variados sitios de la red,
así como en la recepción de innumerables y diferentes mensajes en
un solo momento. La evolución que ha tenido el Internet como un
nuevo vehículo de información y de comunicación altamente seg-
mentado abre la presencia de cuestionamientos sobre diversos tó-
picos. Entre ellos están la integración y presentación de la noticia
informativa; las bases para el anterior quehacer, así como para su
propia evaluación; la formación virtual de grupos y asociaciones
políticas y sociales; la formación de nuevas interacciones ciudada-
nas; la representación y participación ciudadana, así como sobre la
transformación o desintegración de formas y vehículos políticos de
participación ciudadana.
El desarrollo de una comunicación más individual y personalizada
por medio del Internet ha hecho presentes formas más sofisticadas pa-
ra conquistar la voluntad del consumidor a favor de productos, servi-
cios de información, formas y expresiones de entretenimiento e inclu-
so respecto a partidos políticos y sus candidatos. La segmentación del
auditorio y especializaciones para atender las necesidades que presen-
ta se hacen así más intensas.
De igual forma, se observa claramente el crecimiento del anuncio
comercial vía Internet. En diferentes y numerosos sitios de la red se
puede encontrar la vinculación que se hace de la noticia y la presen-
tación de productos posibles de adquirir a través de ese medio.

798 Bennet, Lance y Entman, Robert M., “Mediated Politics: An Introduction”, en


Bennet, Lance y Entman, Robert M. (eds.), Mediated Politics. Communications in the
Future of Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, p. 13. Para un aná-
lisis al respecto, véase en la obra anterior: Rahn, Wendy M., y Rudolph, Thomas J., “Na-
tional Identities and the Future of Democracy”, en Bennet, Lance y Entman, Robert M.
(eds.), Mediated Politics. Communication in the Future of Democracy, Cambridge, Cam-
bridge University Press, 2001, pp. 453-467.
294 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En torno a la condición que guardan las nuevas tecnologías y su relación


con la democracia dentro de la globalización capitalista, McChesney pro-
pone una reforma de los medios de comunicación masiva. Dentro de ella se
tendrían que realizar las siguientes tareas:799

Desarrollo de medios de comunicación masiva sin intereses mercanti-


les o de ganancias económicas. El primer punto de partida es la construc-
ción de medios de comunicación con estas características. Ellos pueden ser
desarrollados independientemente de cambios en leyes y reglamentos. En
este sentido, puede tener gran relevancia el actuar de fundaciones, sindica-
tos, así como la implementación de programas gubernamentales.
Difusión pública por radio y televisión. La creación de un sólido sector
de medios de comunicación sin una finalidad comercial o de ganancias
económicas, para trabajar al lado de los monopolios mediáticos mercanti-
les. Por tanto, es necesaria la creación de una red nacional de comunica-
ción, estaciones locales, acceso público a los medios y radiodifusoras co-
munitarias independientes. Por supuesto, no puede pasarse por alto que los
costos de la creación de medios de comunicación más democráticos son
simplemente muy altos.
Regulación. Regular con mayor amplitud a los medios electrónicos
comerciales para dar respuesta al interés público, en tres áreas principales:
a) los anuncios comerciales deben ser estrictamente normados en materia
de menores de edad; b) las noticias de televisión deben estar en la jurisdic-
ción de los periodistas y comunicadores, y no en la de los propietarios o di-
rectivos de esos medios o en la de sus anunciantes, y c) los candidatos a
cargos electorales públicos deben tener un tiempo libre considerable en los
medios electrónicos durante los procesos de elección.
Antimonopolios. Se requiere la desmonopolización de los grandes con-
sorcios mediáticos y el establecimiento de condiciones de mercado más
competitivas. En esta forma se puede lograr un mayor y más amplio acceso.
McChesney, al hacer alusión a la reforma referida, señala que ella no
puede realizarse dejándole aislada de una amplia reforma democrática. Sus
palabras al respecto son contundentes: “Media reform will not, cannot be
won in isolation from broader democratic reform”.800

799 Como referencia consultar [http: //bostonreview. mit. edu/ BR23.3/ mcchesney. html].
800 McChesney, Robert W., Rich Media, Poor Democracy, cit., p. 318.
AVANCES TECNOLÓGICOS 295

La fuerza de la democracia requiere necesariamente de una cultura polí-


tica democrática que construya la relación entre gobernados y gobernan-
tes. Una lamentable debilidad que se observa presente en gobiernos de de-
mocracias representativas es la limitada discusión y deliberación pública.
Parece que algunos de ellos se han conformado con fórmulas tradicionales
concentradas tan sólo en preservar la presencia de elecciones imparciales,
a través de las cuales se integran sus congresos legislativos. Todo ello
enmarcado por una extendida creencia de que la masa ciudadana no está in-
teresada en las decisiones públicas o, bien, que no está suficientemente capa-
citada para discutir las políticas públicas que les afectan. En gran medida
ello refleja la visión que han tenido elites políticas, que dudan de la capaci-
dad de la ciudadanía para entender o vincularse sensatamente en la decisión
de caminos de orden público que deben seguirse por un país. Sin embargo,
hay cambios sustantivos, y ellos no pueden ser ignorados. La ciudadanía
demanda en diversas formas ser tomada en cuenta, y está escuchando pro-
puestas de participación en nuevas formas de asociación u organización.
Al respecto, Bernard Crack sostiene que “…democratic citizenship is an-
tithetical to passive deferent and flourishes best in conditions of noisy but
civilized discussions”.801

II. INTERNET

Como se ha expresado anteriormente, a través del Internet se ha logrado


que las voces de diversos individuos y sus organizaciones sean escuchadas
por millones de interesados y formuladas sobre los más variados temas y
cuestiones políticas a nivel local e internacional. Esto ha llevado a afirmar
a Blumler y Coleman lo siguiente: “…the Internet has amplified the voice
and extended the reach of single-issue politics and, in a sort of electronic
Hyde Park, given megaphones to an assortment of relative newcomers to
political communication”.802
En varios países el avance tecnológico en el campo de los medios de co-
municación masiva es considerado por diversos analistas como signo de

801 Crack, Bernard, Education for Citizenship and the Teaching of Democracy in
Schools, Suffolk, Qualifications and Curricula Authority, 1998.
802 Blumler, Jay G. y Coleman, Stephen, “Realizing Democracy Online: A Civic
Commons in Cyberspace”, IPPR/Citizens Online Research Publication, núm. 2, marzo
de 2001, p. 13.
296 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

progreso a favor del desarrollo del conocimiento y de la libertad. Por ejem-


plo, Carey opina que “…it is the store of the progressive liberation of the
human spirit. More information is available and is made to move faster ig-
norance… civil strife is brought under control, and a beneficent future,
moral and political as well as economic, is opened by the irresistible ten-
dencies of technology”. Sin embargo, este mismo autor señala que en este
sentido, los Estados Unidos implementaron una política de la comunica-
ción de larga distancia, como un objetivo y forma de poder. Ello puede ver-
se actualmente vigente en la expansión del Internet.803 En este orden de
ideas, las palabras del entonces vicepresidente de ese país en 1994, son
ilustrativas para corroborar la anterior estrategia:

The Global Information Infrastructure… will circle the globe with infor-
mation superhighways on which all people can travel. These highways…
will allow us to share information, to connect, and to communicate as a
global community. …from these connections we will derive robust and
sustainable economic progress, strong democracies, better solutions to
global and local environment challenges, improved health care, and ulti-
mately a greater sense of shared stewardship of our planet…The GII
—Global Information Infrastructure— will spread participatory demo-
cracy. In a sense, the GII will be a metaphor for democracy itself.

Para Gore, este desarrollo permitiría una nueva era ateniana de demo-
cracia.804
Con el avance tecnológico de la comunicación a través del Internet ha
habido una vasta elaboración de literatura al respecto.805 Entre ésta, hay
contribuciones que se han dedicado a exaltar con optimismo un efecto po-
sitivo de la “red” sobre la democracia, entre los que destaca Howard
803 Carey, James W., “Space, Time and Communications: a Tribute to Harold Innis”,
en Communications as Culture, Nueva York, Routledge, 1989, p. 156.
804 Gore, Al, “Forging a New Athenian Age of Democracy”, Intermedia, 22 (2), 4.
1995, p. 4.
805 Entre los trabajos que destacan a fines del siglo pasado y que representa aún una
importante contribución al conocimiento están: Kitchen, Rob, Cyberspace: The World in
Two Wires, Nueva York, John Wiley and Sons (eds.), 1998; Jones, Steven G., Virtual
Culture, Sage, Londres, Steven G. Jones (ed.), 1997; Loader, Brian D., The Governance
of Cyberspace, Londres, Routledge, Brian D. Loader (ed.), 1997; Loader, Brian D.,
Cyberspace Divided, Londres, Routledge, Brian D. Loader (ed.), 1998; Tsagarousianou,
Roza, Tambini, Damian y Bryan, Cathy (eds.), Cyberdemocracy: Technologies, Cities
and Civic Networks, Londres, Routledge, 1998.
AVANCES TECNOLÓGICOS 297

Rheingold.806 También hay aquellos que se concentran en cuestiones de


mercado y consumo, como Jon Katz.807 Otros esfuerzos se han destinado al
análisis de la economía política de la información tecnológica, como el
realizado por Gerald Sussman.808 Dentro de una perspectiva más particular
y concentrada en los medios de comunicación está la obra de Edward Her-
man y Robert McChesney.809 De igual forma, hay investigaciones sobre la
industria de la computación y el Internet, como la realizada por Nathan
Newman.810 Algunos más ponen su atención en torno al impacto del Inter-
net en el ámbito público, como es el caso de Mark Poster.811
Asimismo, respecto al Internet se observan distintas percepciones en-
contradas, con resultados variados. Por ejemplo, se ha señalado que el pe-
riodismo vía Internet está afectando los ideales del propio periodismo.812
Sin embargo, también se sostiene que este medio ofrece una comunicación
a través de sitios que en principio cualquiera puede utilizar, y se le conside-
ra como un vínculo de comunicación que permite no sólo un diálogo, sino
realizar la ejecución de diversas actividades incluyendo objetivos políti-
cos.813 Para otros, el Internet contribuirá determinantemente al desarrollo
de la democracia. En este orden de ideas, destaca el trabajo de Steven Bar-
nett.814 La idea de que el Internet es un vehículo a favor de la promoción de
la democracia no es realmente nueva en el ámbito del desarrollo de las co-

806 Rheingold, Howard, The Virtual Community: Homesteading on the Electronic


Frontier, Nueva York, Harper Perennial, 1993.
807 Katz, Jon, “The Digital Citizen”, Wired, diciembre de 1998. [www. w/ red. com].
808 Sussman, Gerald, Communication, Technology and Politics in the Information
Age, Londres, Sage, 1997.
809 Herman, Edward y McChesney, Robert, The Global Media, Londres, Cassell,
1997.
810 Newman, Nathan, From Microsoft Word to Microsoft World: How Microsoft is Buil-
ding a Global Monopoly, 1998. [http//:netaction. org/ msoft/ world MSWord2World.tx].
811 Poster, Mark, “Cyberdemocracy: The Internet and the Public Sphere”, en Holmes,
David (ed.), Virtual Politics: Identity and Community in Cyberspace, Londres, Sage,
1997.
812 Bardoel, Joe, “Beyond Journalism: A Profession Between Information Society and
Civil Society”, European Journal of Communication, 11 (3), pp. 283-302.
813 Dahlgren, Peter, “The Public Sphere and the Net: Structure, Space, and Communi-
cation”, en Bennet, W. Lance y Entman, Robert M. (eds.), Mediated Politics. Communi-
cations in the Future of Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, pp.
46 y 47.
814 Barnett, Steven, “New Media, Old Problems: New Technology and the Political
Process”, European Journal of Communication, 11(3), pp. 283-302.
298 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

municaciones. Por ejemplo, Marc Surman observa que cada vez que ha
acontecido un desarrollo tecnológico en ese campo surge invariablemente
la idea de que habrá un cambio social en forma masiva y con efectos positi-
vos.815 Este estudioso de la materia observa que cuando la televisión por
cable comenzó a ser introducida en los años sesenta, se sostuvo que ello
mejoraría la educación, impediría el crimen y la decadencia urbana, rom-
pería el aislamiento social, ayudaría a la gente a comunicarse y promovería
la democracia.816 Sin embargo, cabe señalar que muchas de las cosas augu-
radas a favor de la televisión por cable no están a la vista.817
Frente a otros medios de comunicación, el Internet se distingue por lo si-
guiente: a) su apertura de acceso tanto para los productores de un mensaje
como por una audiencia. El acceso universal a la información es una cues-
tión básica en el ámbito de la democracia;818 b) su interactividad descentra-
lizada; c) costo relativamente bajo de producción, distribución y consumo;
d) diversidad de contenido; e) su amplia medida actual de independencia
gubernamental y censura corporativa,819 y f) una relativa igualdad en la
participación de transmisores y receptores de mensajes.820 Las anteriores
características hacen suponer a algunos que el usuario tiene la posibilidad
de convertirse en el editor de su propio medio escrito de comunicación. De
igual forma, a las amplias opciones que brinda el Internet se les observan
como serias amenazas a los atractivos de la televisión por cable, y hacen
quedar a las cadenas de esos medios de comunicación como rezagadas en
el avance de la comunicación.821 Al respecto, sin embargo, se empiezan a
ver movimientos sustantivos en el ámbito de los medios de comunicación

815 Surman, Marc, Wired Words: Utopia, Revolution and the History of Electronics
Highways. [www. isoc. org/isoc/whatis/ conferences/ inet/96/ proceedings/ e2/ e2_1. htm].
816 Surman, Marc, Drive Through Democracy. [www. virtual school. edu/ mon/ Elec-
tronic Frontier/].
817 Besser, H., “From Internet to Information Superhighway”, en Brook, J. et al., Re-
sisting the Virtual Life, City Lights, San Francisco, I. Boal, p. 60.
818 Howard, Michael, “The Internet and Democracy”, documento de la conferencia
del International Institute for Self-management. Community Informatics: an electronic
network for economic democracy. University of Teeside. U.K. 28 June-5th July 2002.
Véase aportación en [http: //www. cira. org. uk/ y en A:|intdem.htm].
819 Al respecto, consultar: [http//bostonreview.mit.edu/Br26.3/sunstein.htm].
820 Berman, Jerry y Morris, John B. Jr., The Broadband Internet. The End of the
Equal Voice?, CFP, abril de 2000. Véase aportación en [http: www. cdt. org/ publica-
tions/].
821 Idem.
AVANCES TECNOLÓGICOS 299

masiva, a efecto de obtener una presencia y control en el espacio y opera-


ción de la comunicación por Internet. Algunas organizaciones parecen ca-
minar hacia ese horizonte. Un ejemplo de ello lo encontramos en la Orga-
nización Mundial del Comercio, la cual mediante una resolución favorece
a la privatización mundial de este vehículo de la comunicación.822
Jeff Chester señala que empresas como AOL-TW, que controlan la con-
ducción y contenido de información, deben estar sujetas a un alto grado de
interés público. Este mismo autor considera que en virtud del poder que
tienen las empresas de medios de comunicación masiva, no se puede igno-
rarlas en el intento de crear nuevas alternativas.823
Para algunos estudiosos de la materia, el Internet tendrá una vinculación
y desarrollo más importante en cuestiones financieras a nivel mundial, por-
que el comercio se basará más en información sobre bienes. Este hecho, en
opinión de Jacobs, tiene como consecuencia el crecimiento del Internet
con propósitos comerciales, de compilación de información sobre consu-
midores y ganancias mercantiles, pero no a favor del desarrollo de la de-
mocracia.824 Esta misma autora señala que si fracasan las estrategias del in-
terés público que buscan permitir acceso al Internet a las clases y grupos
sociales no privilegiados, entonces la participación democrática a través de
ese medio de comunicación no será posible. De igual forma, si los diversos
métodos de control o regulación del Internet no llegan a proteger los dere-
chos civiles de libertad, así como el acceso e intercambio de información,
consecuentemente, no será posible el camino del binomio democracia-In-
ternet.825
Oscar H. Gandy también estima que hay una tendencia predominante en
el avance tecnológico de los medios que privilegia los valores mercantilis-
tas, y coloca a los ciudadanos dentro de bolsas de consumidores en lugar de
contextualizarlos como miembros de una sociedad. Además de hacer ob-
servaciones respecto a la fragmentación de la sociedad debido al avance

822 Baran, Nicholas, “The Privatization of Telecommunications”, en McChesney, Ro-


bert W., Meiksins Wood, Ellen y Bellamy Foster, John (eds.), Capitalism and the Infor-
mation Age: The Political Economy of the Global Communications Revolution, Nueva
York, Monthly Review Press, 2001, p. 132.
823 Chester, Jeff, “Remember Community Access as Broadband Technology Rises”,
Philadelphia Inquirer, mayo 1o. de 2000.
824 Jacobs, Joanne, “Democracy and the Internet”, en Internet Democracy, Australian
Broadcasting Corporation, 1998. A: ?Internet and Democracy. htm.
825 Idem.
300 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tecnológico de los medios, Gandy destaca el creciente número de ciudada-


nos que debido a sus condiciones de pobreza tienen un nulo o limitado ac-
ceso a las nuevas tecnologías de comunicación y, por tanto, están ajenos al
desarrollo y participación en el ámbito político y social.826
Entre las características que distinguen actualmente al Internet respecto
a medios tradicionales de comunicación masiva, y que según algunos ana-
listas constituyen fuerzas potenciales a favor de la democracia, están las si-
guientes:

a) La naturaleza anárquica. Las características estructurales de los


medios tradicionales de comunicación masiva que permiten su
concentración en contadas manos no ocurren en el Internet. Para
ser un transmisor de televisión, por ejemplo, se requiere de una es-
tación, de un espacio de canal, de una licencia, de un transmisor
costoso, de innumerables personas, entre las que se encuentran téc-
nicos con conocimientos muy especializados. En el caso del Inter-
net, lo anterior no es condición, sino que se amplía la capacidad y
facilidad de comunicación por cada individuo a través de lo cual
hace conocer a otros sus opiniones, ideas e información lograda
por sí mismo. Un reciente ejemplo se encuentra a raíz del ataque
terrorista al W. T. C. de la ciudad de Manhattan, Nueva York, en
septiembre del 2001, cuando en cuestión de horas se circulaban a
través del correo electrónico contribuciones que analizaban y brin-
daban enfoques que diferían del grueso de la información presen-
tada por los canales de televisión.
b) Interacción que permite a individuos expresar sus opiniones o pre-
sentar sus ideas. Uno de los rasgos más distintivos del Internet es
su interacción. La difusión de una nota a través del Internet ha per-
826 Gandy, Oscar H. Jr., “Dividing Practices: Segmentation and Targeting in the
Emerging Public Sphere”, en Bennett y Entman, Robert (eds.), Mediated Politics. Com-
munication in the Future of Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001,
pp. 141-159. Para otros comentarios al respecto, véanse los siguientes trabajos: Entman,
Robert M. y Herbst, Susan, “Reframing Public Opinion as We Have Known It”, en Ben-
net, W. Lance y Entman Rober M. (eds.), Mediated Politics. Communications in the Fu-
ture of Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, pp. 203-225; Lance
Bennet, W. y Manheim, Jarol B., “The Big Spin: Strategic Communication and the
Transformation of Pluralist Democracy”, en W. Lance Bennet y Robert M. Entman
(eds.), Mediated Politics. Communications in the Future of Democracy, Cambridge,
Cambridge University Press, 2001, pp. 279-298.
AVANCES TECNOLÓGICOS 301

mitido la generación de discusiones entre el emisor y el receptor,


lo cual llega a crear foros de discusión y participación. Varios si-
tios de la red están creciendo con facilidades que permiten a los
que navegan en el ciberespacio, la oportunidad de enviar sus co-
mentarios o establecer una conversación sobre un tema particular.
Un interesado puede conocer las opiniones de otros y continuar
enriqueciendo el debate entre ciudadanos, y entre ellos con su go-
bierno. Esto puede ser más sofisticado y activo que la simple lla-
mada telefónica para expresar una respuesta, frente a una pregunta
previamente elaborada y presentada por una televisora.
c) La posibilidad de los sitios de la red para formar contenido a tra-
vés de contribuciones de usuarios. En contraste con otros medios
de comunicación masiva, el Internet permite a sus usuarios formar
contenidos sobre distintas materias o cuestiones. De esta forma, di-
versos sitios están brindando a su auditorio la facilidad de expresar
sus comentarios para enriquecer valoraciones o exponer sus puntos
de vista sobre libros o productos mercantiles, noticias o comenta-
rios sobre algún problema en particular.
d) Longevidad del material informativo. El mismo material impreso o
transmitido por Internet puede tener una mayor vida que aquel por
medio de la radio o la televisión. Ello incluye artículos en periódi-
cos, transcripciones de entrevistas, cartas abiertas o resultados de
encuentros de especialistas. De esta forma, este material que en
virtud de la mercantilización de los medios electrónicos masivos
puede perder su relevancia y espacio en los mismos, logra ser con-
sultado a través del Internet en sitios que van almacenando la in-
formación.
También en torno a las posibilidades democráticas que surgen del desa-
rrollo de la tecnología en el ámbito del Internet, Olaf Winkel observa las si-
guientes tres amplias posiciones: la optimista, la negativa y la de efectos
ambivalentes.827 Ellas se caracterizan de la siguiente forma.
Posición optimista. Desde este punto de vista, los avances tecnológicos
del Internet generan efectos que promueven una mejor participación políti-
827 Winkel, Olaf, “La controversia en torno a los potenciales democráticos de las tec-
nologías informáticas interactivas: Posiciones y perspectivas”, en Relación entre política
y medios. Propuestas alemanas en una perspectiva comparada, Fundación Honrad Ade-
nauer Stiftung, 2000, pp. 411-438.
302 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ca. Para ellos, la comunicación por red permite un fácil acceso, directo,
económico y universal a la obtención de información sobre procesos polí-
ticos. Las nuevas tecnologías, asimismo, facilitan el acceso a documentos
gubernamentales, se abren amplias y múltiples vías de comunicación entre
la sociedad y entre la ciudadanía y sus gobernantes, e incluso surgen opor-
tunidades de sustituir los procesos electorales convencionales con una par-
ticipación directa.
Dentro de esta posición, Winkel distingue a su vez tres grupos, con los
siguientes rasgos:

a) Orientación de libre mercado. Se propone dejar al Internet al juego


abierto del libre mercado, haciendo a un lado en la mayor forma
posible la intervención del poder público. De esta manera, apunta
el autor “…si las intervenciones estatales se limitan a un mínimo
dejándole al mercado la función de llenar el vacío correspondiente,
la red desplegaría en forma cuasi automática no sólo sus potencia-
lidades económicas sino también políticas”.828
b) Sociedad civil. Se considera conveniente prescindir de la interven-
ción directa del gobierno en la construcción y desarrollo del Inter-
net. Ellos apoyan la intervención de las fuerzas del mercado para
que se abran espacios en la red y éstos sean ocupados por la socie-
dad civil. Asimismo, se estima que los usuarios del Internet logran
un medio moderno para la democracia deliberativa.
c) Representación democrática. En ella se considera que los avances
tecnológicos mediáticos trabajan a favor de la democracia, porque
la mayor oportunidad de acceso a la información política sirve pa-
ra enriquecer el conocimiento de los problemas sociales y mejorar
sus soluciones, y porque el correo electrónico abre nuevas y más
amplias posibilidades de comunicación entre gobernados y gober-
nantes.

Posición pesimista. Desde este ángulo, se niega que el Internet abra es-
pacios a la participación ciudadana. En su opinión, el ciberespacio permite
y fomenta estructuras que son incompatibles con la democracia moderna. A
través del Internet se desintegra el espacio público político, ya que se parti-
culariza la información en sacrificio del interés social. Asimismo, se advier-

828 Winkel, Olaf, op. cit., p. 418.


AVANCES TECNOLÓGICOS 303

te que las desigualdades entre los miembros de una sociedad se agrandan


en virtud de que no es posible el acceso al Internet por todo ciudadano, y lo
mismo ocurriría entre los diversos países. En estas condiciones, se forma
una democracia virtual que se traduce en una democracia elitista. Por otra
parte, observan que el Internet no permite la toma de decisiones democráti-
cas y desplaza procesos del mismo orden.
Posición de efectos ambivalentes. En este ámbito están quienes ven que
el desarrollo tecnológico del Internet no genera per se una democracia ni su
fortalecimiento, sino que es la democracia la que debe guiar el desarrollo
de las tecnologías y hacer uso de ellas para alcanzar los fines de la misma.
El logro de este fin no depende del Internet, sino de la calidad de las institu-
ciones políticas y de la cultura del ciudadano. Por otra parte, advierten so-
bre el peligro de una fragmentación social, de la discriminación de ideas
políticas de oposición, de una creciente difusión en contra del Estado de
derecho, la desintegración de la opinión pública y la comercialización a
través del Internet. Asimismo, se sostiene que el exceso de información, al
igual que la falta de ella, provoca desinformación y desorientación y redu-
ce la participación política. También señalan que el crecimiento de la red
promueve un rápido desarrollo de subcultura y la desintegración del espa-
cio público. De igual forma, ven que el potencial de participación política
que pudiera aportar el Internet se sepulta con la comercialización en au-
mento, que está ocurriendo a través del mismo. Ello lleva necesariamente a
“…un proceso de creciente uniformidad y recíproca alineación, conse-
cuencia de la intervención de las instancias comerciales…”, lo cual lleva al
consumo como única conducta ciudadana de relevancia.829
Dentro de esta posición se propone establecer caminos y adoptar las me-
didas debidas, para maximizar oportunidades y reducir riesgos respecto al
Internet. Asimismo, se promueve la creación de una organización interna-
cional de la comunicación vía Internet, lo cual está encaminado a dar una
solución combinando lo comercial con lo político y lo social. De igual for-
ma, proponen reducir el peligro de la marginación política, con la aplica-
ción de medidas de infraestructura que garanticen un acceso a la red por to-
do ciudadano. En este orden de ideas, también se insiste en adoptar
medidas regulatorias obligatorias, instituciones supranacionales, sistemas
de etiquetado y códigos de autorregulación y éticos, a efecto de asegurar
una tolerancia entre los usuarios e impedir contenidos discriminatorios o

829 Winkel, Olaf, op. cit., p. 423.


304 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

que hagan apología de la violencia. Asimismo, ven que a fin de “…que las
virtudes de la tecnología informática puedan ponerse al servicio de la de-
mocracia moderna y se desactiven los peligros resultantes de la amenazan-
te sinergia entre comercialización, desintegración y fragmentación, el
Estado deberá asumir un rol activo en el proceso de transformación de las
tecnologías informáticas, entre otras cosas, para equilibrar el poder econó-
mico”. Desde este punto de vista, se señala que el Estado debe cumplir:

…una función reguladora en sentido no convencional. Deberá crear con-


diciones adecuadas para el uso de una tecnología compatible con las nece-
sidades sociales, asumir tareas de mediación, apoyar la creación y el desa-
rrollo de procesos de conexión en red de la sociedad civil y la política, y
promover aplicaciones no comerciales.830

Por otra parte, hay elementos que conciernen en forma totalmente direc-
ta a los usuarios. Entre éstas se encuentra la observada por Paul Wallich,
quien considera que mucha de la información que brinda Internet está ba-
sada en la confianza.831 Paradójicamente, tal y como lo señala Alintha
Thornton, en la medida en que el Internet crece y aumenta el interés en és-
te, también se extiende una paranoia respecto al mismo.832
Otro elemento que sin duda alguna se ha convertido en un tema de la
preocupación de los usuarios es el de la confidencialidad y vigilancia a la que
pueden quedar expuestos. Al respecto, Reinghold considera que los go-
biernos o alguna organización privada pueden obtener información para
propósitos particulares.833 La posibilidad de que los correos electrónicos
puedan ser leídos por terceros a los cuales no están dirigidos, por supuesto
es una realidad actual. Asimismo, existen correos y otras comunicaciones
electrónicas que pueden ser alteradas o falsificadas, sin que sea posible el
encontrar las fuentes de tal actuar. De igual forma, se puede enviar comu-
nicación “amistosa” para obtener datos e información. Al respecto, es im-
portante tener presentes las advertencias de Foucault, quien encontró que
en tanto que una libre comunicación le da al ciudadano la posibilidad de

830 Idem.
831 Wallich, Paul, “Wire Pirates”, en Scientific American: The Computer in the 21st
Century, Nueva York, 1995, p. 186.
832 Thornton, Alinta, Does Democracy Create Democracy, Internet Paper, octubre de
2002.
833 Reinghold, Howard, op. cit., p. 106.
AVANCES TECNOLÓGICOS 305

una protección frente al poder público, también la vigilancia sobre el indi-


viduo y la capacidad de invadir su privacidad les da a los gobiernos el po-
der de confundir, coaccionar y controlar a los ciudadanos. Para ello pueden
utilizar medios de gran satisfacción.834
En la opinión de Reinghold, el uso del Internet demanda de ciertas con-
diciones económicas y de orden material. Si no se cuenta con ellas, nume-
rosos individuos quedan excluidos de su uso, y, por tanto, de sus benefi-
cios. Entre esas condiciones se encuentran el tener los recursos para
adquirir una computadora y contar con los servicios que permitan el acceso
al Internet. Adicionalmente está la situación económica del país donde se
ubique un usuario, su idioma e, incluso, la condición de alfabetización que
presente. Asimismo, este autor señala que el usuario puede tener acceso a
diversos servicios brindados a través del Internet proporcionando datos
personales, los cuales pueden ser aprovechados para usos distintos a los
previstos.835
Se ha considerado que el problema de construir o ampliar una democra-
cia participativa a través del Internet, es que hay diversas limitaciones para
la participación ciudadana. Para citar un ejemplo al respecto, Joanne Ja-
cobs encuentra que el Internet requiere necesariamente de una inversión en
hard-ware. En consecuencia, esta participación se reduce sólo a aquellos
con capacidad adquisitiva para comprar una computadora, así como equi-
po adicional, y que tienen cuando menos una preparación educativa previa
que les permite su uso e intercambio de conocimiento mediante ese medio
de comunicación.836 Para Jacobs, el acceso y uso del Internet como base de
procesos y práctica de la vida democrática debe ser definido en términos
de derechos civiles. En opinión de esta autora, la obtención de la informa-
ción vía Internet es un área de crecimiento tanto para empresas mercantiles
como para gobiernos. En este orden de ideas, pocos usuarios llegan a con-
siderar o conocer la factibilidad real de la información que se elabora y ar-
chiva sobre ellos, así como los propósitos de esa información y el acceso
que se puede tener a ella.837 También en el anterior sentido, en un estudio
elaborado por Bruce Bimber en 1997, se encontró que los individuos que
en ese momento usaban el Internet representaban una forma de participa-

834 Foucault, Michael, Discipline and Punish, Nueva York, Random House, 1979, p. 290.
835 Reinghold, Howard, op. cit., p. 106.
836 Jacobs, Joanne, op. cit.
837 Ibidem.
306 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ción política mediática avant garde. Sin embargo, este mismo autor señala
que la participación política a través del internet es un recurso al cual sólo
tiene acceso una elite educada, y que éste no se ha llegado a constituir aún
en un medio de comunicación y movilización política.838
Las anteriores observaciones muestran que el Internet aún no reúne ne-
cesariamente, como algunos presuponen, todos los elementos para ser en la
actualidad el apoyo y promotor de la democracia en el ámbito de los avan-
ces tecnológicos mediáticos. Tal y como lo señala Schneider en términos
sencillos: “A necessary condition for the development of a strong and posi-
tive democratic political identity is the ability to talk about politics with ot-
hers”.839 A pesar de su desarrollo, las características y limitaciones del
Internet no permiten que sus ventajas sean utilizadas por todos los miem-
bros de una sociedad.

1. Regulación del Internet

Tal y como se señaló con antelación, la fuerza de la democracia requiere


de una cultura política democrática, pero indiscutiblemente también de un
adecuado diseño constitucional acompañado de la existencia de las corres-
pondientes instituciones facultadas para operarlo conforme a normas cla-
ras y precisas.
Difícilmente se puede desestimar la importancia de las nuevas tecnolo-
gías de la información para la democracia, particularmente cuando es vista
con relación a la reforma de los medios de comunicación masiva en el am-
plio contexto de la globalización capitalista, desregulación y privatización.
Hoy en día el Internet representa un campo de la tecnología mediática,
donde convergen tanto intereses privados como públicos. En este entor-
no, un gran número de países han seguido la inercia hacia soluciones de
mercado congruentes con una filosofía del laissez-faire. En sistemas pre-
dominantemente mercantilistas como el de los Estados Unidos, la infor-
mación recibida por la ciudadanía está altamente determinada mediante
la creación de necesidades de consumo de bienes o servicios, y guiadas

838 Bimber, Bruce, The Internet and Political Communication in the 1996 Election
Season, Internet Paper. [http://www. abc.net.au /ola/citizen/interdemoc /democ. htm#] y
[http://www.sscf.ucsb.edu/!survey 1/index.html].
839 Schneider, S., The Public Sphere and Computer-Mediated Political Discussion,
Internet Paper. [http:// www. sunyit. edu/ SIGNO AGUA steve/].
AVANCES TECNOLÓGICOS 307

por ganancias económicas a favor de las empresas. Al respecto, el republi-


cano norteamericano con una plena identificación de extrema derecha, Ne-
wet Gingrich, sostuvo que la nueva comunicación electrónica permitiría
crear un mercado electrónico. En su opinión, dentro del ciberespacio cada
mercado estará siendo transformado por el progreso tecnológico de un mo-
nopolio natural a uno donde la competencia es la regla.840 El actuar de ese
país ha sido de gran influencia sobre otros.
Hay quienes buscan que el Internet se mantenga desregulado bajo toda
condición y que éste se rija exclusivamente por las propias fuerzas del mer-
cado y del capital. Sin embargo, hay quienes consideran que un Internet li-
bre de regulación se puede convertir en un Internet anárquico, lo cual re-
presenta una posible amenaza para los propios intereses del capital. De esta
forma, se argumenta a favor de la obtención de una seguridad o protección.
Ante tales condiciones, se ha considerado que el Internet debe tener un
control utilizando uno o ambos de los dos enfoques siguientes. Por una
parte, se encuentra el control físico de las computadoras para filtrar elec-
trónicamente el material no deseado. Por otra, está la creación de leyes que
norman conductas e imponen sanciones en caso de ser violadas. Cualquie-
ra de estas posibilidades no es simple de implementar, sino por el contra-
rio. Ambas encuentran serias dificultades para lograr con eficacia su obje-
tivo. A continuación se realiza un análisis somero de cada una de ellas.

a) El control físico de las computadoras. En este caso los filtros so-


bre información a través del Internet juegan un papel preponderan-
te. Respecto a estos filtros, hay dos opciones principales en el soft-
ware existente. Por un lado, se encuentra aquel que bloquea todos
los sitios que el usuario ha seleccionado como inaceptables. Por
otro, está el que dejan acceso únicamente a ciertos sitios predeter-
minados. En ambos casos el acceso a sitios bloqueados sólo sería
posible mediante una clave.

Por sus características, el anterior sistema de filtros no ha sido una solu-


ción amplia para regular al Internet en forma global. Puede decirse que en
todo caso constituye un remedio doméstico, que no siempre llega a conte-

840 Barbrook, R. y Cameron, A., “The Californian Ideology”, Journal of Computer-Me-


diated Communication, 1 (4), Internet Paper. [http:// www. is. in–berlin. de/ SIGNO AGUA
pit/ ZKP/californ. asc].
308 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ner o remediar el problema. El tener una computadora bloqueada en casa, a


efecto de que un menor no pueda tener acceso a documentos con contenido
pornográfico, no impide que el mismo tenga acceso a otras computadoras.
Por ello, se hacen necesarias medidas generales y de orden jurídico.

b) Regulación jurídica. Johnson y Post en su trabajo And How Shall


the Net be Governed, observan que hay cuatro posibles modelos
jurídicos para regular al Internet. Primero, el Internet puede ser re-
gulado por medio de leyes promulgadas por Estados soberanos pa-
ra ser aplicadas dentro de sus respectivas jurisdicciones. Segundo,
los Estados soberanos pueden celebrar tratados multilaterales para
regular globalmente al Internet. Tercero, se puede crear una orga-
nización internacional que adopte reglas específicas para normar al
Internet. En este sentido, los Estados soberanos estarían facultando
a esa organización internacional en cuestión para regular al Inter-
net. Cuarto, los proveedores de servicios de Internet y los usuarios
adoptan sus propias reglas sin participación de alguna autoridad
pública.

Algunos gobiernos han realizado intentos dirigidos a formalizar una re-


glamentación del ciberespacio, con el fin de proteger a la ciudadanía del uso
de contenido dañino. Sin embargo, los resultados son todavía inconclusos.
La reglamentación del Internet se encuentra aún en proceso, con innumera-
bles y variados problemas, sin respuestas muchos de ellos o con limitadas
soluciones. Cuestiones sobre el acceso, censura, derechos de autor, privaci-
dad, libertad de expresión y pornografía guardan una gran complejidad per
se. Todo ello agravándose en virtud de la presencia de importantes intere-
ses y lucha de poder sobre un control de ese medio de comunicación.841
Si se acepta que las notas características de Internet son las de acceso
abierto, universalidad, opciones y privacidad, y que ellas son elementos
que contribuyen a favor de la democracia, entonces parece conveniente
contar con una regulación que les proteja. Al respecto, la institución deno-
minada “The Center for Digital Democracy” recomienda para la construc-
ción de tal regulación, la adopción de los siguientes diez principios:842

841 Kitchen, Rob, op. cit.


842 Center for Digital Democracy, Broadband Bill of Rights, Internet Paper. [http: //
www. Democratic media. org/ billofrights. html].
AVANCES TECNOLÓGICOS 309

1. Opción abierta. La regulación que asegure un acceso abierto a los


proveedores de servicios en Internet y productores de contenido
deberán tener la posibilidad de participar a través de todos los me-
dios de comunicación por cable, DSL, o plataformas inalámbricas.
La misma garantía debe privar respecto al acceso al Internet por
todo usuario.
2. Indiscriminación. Ningún esquema de comunicación deberá favo-
recer programación sobre contenido.
3. Privacidad. Las regulaciones en materia de privacidad existente
deben alcanzar a la comunicación interactiva con la supervisión de
una comisión federal.
4. Sistemas abiertos. La ingeniería de Internet que vincula al productor
de una información con un auditorio-usuario debe ser preservada.
5. Interoperatividad. Se debe evitar todo elemento que impida una li-
bre comunicación, particularmente a través de la aplicación indis-
pensable de un hardware o software que condicione o cierre su li-
bre uso.
6. Obligaciones de interés público. El principio del interés público
debe regir la información del Internet. La información debe desti-
narse al interés de la comunidad y con propósitos educativos.
7. Contenido cívico. La revolución de la banda amplia no debe redu-
cirse a meras oportunidades de entretenimiento y fines mercanti-
les. La tecnología debe ser perfilada para servir en alguna medida
a las necesidades de la sociedad civil.
8. Oportunidades educativas. La nueva interactividad que genera el
desarrollo tecnológico en la comunicación debe estar al servicio de
la educación de todos los miembros que integran a la sociedad.
9. Programación para la niñez. Deben ser tomados en cuenta los mis-
mos requisitos que se aplican en la programación de televisión para
menores. En ellos debe incluirse un material educativo. Asimismo,
se debe proteger a la niñez de anuncios excesivos o engañosos.
10. Inclusión digital. Se debe tener cuidado de no generar inequidades
digitales, generando desigualdades al grado de que se sitúe en este
campo una división entre los que tienen contra los que no tienen.

Con relación a los puntos en contra y a favor de la regulación del Inter-


net, aparecen los siguientes argumentos:
310 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

La libertad de expresión debe ser absoluta. En consecuencia, cualquier


sistema de control sobre el contenido del Internet representa una violación
al derecho individual de libertad de expresión, lo cual genera un daño irre-
parable a la libertad civil en una sociedad libre. En contraste, se considera
que todo derecho debe ser calificado, ya que al asumir lo absoluto en un de-
recho puede amenazar la vida de otros derechos. Un derecho a la libertad
de expresión ilimitado podría poner en peligro el derecho de menores a no
ser abusados o molestados sexualmente o, bien, a la garantía de minorías
étnicas a vivir libres de intimidación racial y violencia.
El Internet es distinto a otros medios de comunicación. Se sostiene que
el Internet involucra y promueve un nuevo espíritu de libertad, apertura y
desarrollo de la comunicación. Estos elementos deben preservarse como
parte integral, por lo que se afirma que cualquier regulación los puede frag-
mentar o desvincular. Al respecto, por otro lado, se señala que esta visión
es por demás romántica, y que el Internet ha venido evolucionando con ca-
racterísticas y contenidos que demandan de una cierta regulación.
El Internet opera en forma distinta a la de otros medios de comunica-
ción. Se argumenta que no es necesaria la regulación del Internet porque su
uso es diferente al de otros medios. De esta forma, en tanto que la radio y la
televisión transmiten información sobre millones de individuos simultá-
neamente, el Internet es un medio interactivo que requiere de un usuario
activo que busque un sitio o información particular para una aplicación
personal. En respuesta, se sostiene que ello no tiene sustento, pues precisa-
mente a causa de que la radio y la televisión son medios de comunicación
masiva, se han impuesto límites sobre la presentación de sexo y violencia a
través de una regulación. Esto no es posible de impedir en el Internet, sino
que ha llegado a proliferar en condiciones indebidas y preocupantes, par-
ticularmente en el ámbito de la pornografía infantil o en la exposición
conjunta de sexo y muerte.
El Internet no puede ser regulado por su amplitud y globalización. A di-
ferencia de otros medios de comunicación, el Internet es simplemente am-
plísimo y con una expansión global, lo cual hace imposible su regulación.
Por otro lado, se apunta que el hecho de que la regulación sea difícil no lo
hace imposible de regular. Lo que es claro es que el Internet requiere de re-
gulación multifacética, sensitiva culturalmente y globalmente coordinada.
La información del Internet y su recepción por menores no debe ser re-
gulada por entidades públicas. Se considera que la regulación y control de
AVANCES TECNOLÓGICOS 311

esa información no debe ser una función pública, sino que la información
que se transmite a través de éste debe ser controlada o limitada por padres,
tutores y maestros de menores. En respuesta a esta argumentación se sos-
tiene que es simplemente imposible para esos responsables de menores el
ejercer ese tipo de vigilancia y que, por tanto, se requiere de un apoyo ma-
yor.843
La regulación del Internet necesariamente trae consigo un cuestiona-
miento respecto a la forma en que ello debe ser hecho y los alcances que
debe tener. Por ejemplo, en Australia se adoptó una legislación específica
denominada Acta de la Reforma a los Servicios de Comunicación Electró-
nica de 1999, Broadcasting Services Amendment —On line Services
Act—. En contraste, en las legislaciones de Canadá, Estados Unidos y Eu-
ropa no hay ordenamientos específicos que rijan al Internet en lo particu-
lar. Sin embargo, hay diversas leyes que se aplican a medios de comunica-
ción masiva tradicional que, asimismo, inciden sobre el Internet. En este
orden están aquellos ordenamientos jurídicos relativos a derechos de autor
y propiedad intelectual, así como sobre difamación. Sin embargo, también
existe otro amplio conjunto de leyes que regula a los medios de comunica-
ción tradicional, pero que no han sido aplicados al Internet. Sobre las par-
ticularidades de la normativa que se aplica sobre el Internet en diversos
países, resulta interesante contrastar los siguientes casos.

Estados Unidos. Este país ocupa el primer lugar en comunicación vía


Internet. Aproximadamente el 70 por ciento de los sitios de la red del Inter-
net a nivel mundial se encuentra localizado en este país. El gobierno fede-
ral por mucho tiempo ha asumido una actividad legislativa marginal en es-
te campo. Sin embargo, al percatarse de los riesgos que puede traer la
ausencia de regulación del Internet, su Congreso ha aprobado ciertas leyes
al respecto. Las más destacadas son aquellas destinadas a regular en mate-
ria de pornografía y la circulación de correos no deseados —conocidos co-
mo spam—. El primer intento de normar la circulación de pornografía en el
Internet fue a través de una ley de decencia en las comunicaciones a la que
se le denominó Communications Decency Act. La forma en que se cons-
truyó esa legislación la hizo vulnerable y sin un alcance efectivo.

843 Darlington, Roger, Should the Internet be Regulated? Internet Paper [http: www.
Roger darlington. co. uk/ regulation. html]. Última modificación realizada a la informa-
ción de Internet, 20 de mayo de 2003, pp. 1-5.
312 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Cabe subrayar que en este país, el Internet no está clasificado como me-
dio de comunicación ni como servicio de telecomunicación, sino que ha si-
do referido legalmente como servicio de información, information service.
En consecuencia, la reglamentación vigente de medios no cubre al Inter-
net.844
Alemania. En este país se encuentra un primer y amplio esfuerzo para
regular al Internet a través de una legislación federal. En 1997, el Bundes-
tag promulgó una legislación que establece las condiciones generales para
los servicios de información y comunicación denominada Gesetz zur Re-
gelung der Rahmenbedingungen für Informations-und Kommunikations-
dienste (luKDG). Respecto a ella se encuentran antecedentes de interés, así
como conceptos y definiciones novedosos en la materia, que por su rele-
vancia se abordan a continuación.
A principios de 1996 se dio una confrontación entre el gobierno alemán
y algunos proveedores del servicio de Internet. El ministro de Justicia de
Bavaria informó a CompuServe, una empresa privada prestadora de esos
servicios en Alemania, pero con su base en los Estados Unidos, que enfren-
taba una responsabilidad por violación a las leyes en materia de prohibi-
ción de la pornografía vigentes en ese país europeo. Las penas alcanzaban
el encarcelamiento de altos dirigentes de la empresa. Ello la llevó a limitar el
acceso a la información en cuestión para reducirlo sólo a grupos de discu-
sión, de acuerdo con una lista entregada por la propia policía alemana. De
hecho, cerca de 200,000 suscriptores alemanes a CompuServe perdieron la
oportunidad de participar en esos grupos de discusión. El efecto no se con-
centró sólo en Alemania. Asimismo, aproximadamente cuatro millones de
suscriptores a nivel mundial que entraban por el sitio alemán se les negó el
acceso a través de grupos de discusión. Esto hechos provocaron críticas,
particularmente en los Estados Unidos.845
La acción tomada por el ministro alemán estimó que el servicio de Com-
puServe era sencillo de administrar y que fácilmente podría excluirse a los
usuarios alemanes. Puede considerarse que nunca se pensó en la aplicación
de su decisión en forma extraterritorial. Sin embargo, la empresa provee-
dora de ese servicio no contaba con la tecnología necesaria para imponer

844 Wimmer, Kurt, Mass Media Regulation and the Internet, Global Internet Public
Initiative, Internet paper, mayo 7 de 2002, p. 2.
845 Meyer, Michael, “A Bad Dream Comes True in Cyberspace: The Germans Cencor
an Online Service and the Rest of Us Too”, Newsweek, 8 de enero de 1996, p. 65.
AVANCES TECNOLÓGICOS 313

un filtro sólo sobre los usuarios alemanes. Este problema ilustra en térmi-
nos prácticos la forma en que el gobierno de un país puede tomar una deci-
sión respecto al Internet e involuntariamente llegar a afectar a otros indivi-
duos ubicados fuera de sus fronteras jurisdiccionales.
Otro antecedente más se encuentra en 1997, a pocas semanas del inci-
dente referido anteriormente. En este caso, autoridades alemanas advirtie-
ron a distintos proveedores de servicios que podrían caer en alguna respon-
sabilidad de orden legal por estar divulgando literatura a favor del nazismo
e incitación a la violencia a favor de esa corriente política. Los proveedores
del servicio reaccionaron en formas distintas. Un proveedor alemán deno-
minado T-Online canceló el acceso al material en cuestión, con lo cual cer-
ca de un millón de suscriptores quedaron impedidos de tal información. Al
no contar con la tecnología de filtros, nuevamente la acción alcanzó a mu-
chos más usuarios fuera de Alemania. En contraste, dos proveedores radi-
cados como tales en Estados Unidos —American Online y CompuServe—
no tomaron medida alguna al respecto.
En este contexto, el Bundestag tomó la decisión de promulgar la legisla-
ción en cuestión, denominada luKDG, el 1 de agosto de 1997.846 De acuer-
do con el artículo 1o., fracción (1), su propósito es crear un fundamento le-
gal confiable para la construcción de un libre mercado en materia de
servicios de información y comunicación. En ella se hace una distinción
entre proveedores de servicios de Internet y aquellos que hacen transmisio-
nes por medio de la televisión o la radio. Para tal efecto se creó el concepto
de “multimedia”, dentro del cual quedó el Internet. Asimismo, estableció
nuevas reglas para establecer la responsabilidad de los proveedores del ser-
vicio de Internet y previó requisitos sobre el prestador de esos servicios pa-
ra asegurar la transparencia y privacidad de la información, así como pro-
tección de derechos de autor para las bases de datos.
Sin duda alguna la parte correspondiente a la responsabilidad de los pro-
veedores de servicios no es un tema concluido. Ésta continúa siendo una
cuestión complicada y con efectos que rebasan las fronteras de Alemania.
La luKDG establece que los proveedores son responsables por el conteni-
do del material que ellos transmiten. Al respecto, no debe olvidarse que el
proveedor de este servicio no sólo brinda al usuario un acceso a informa-
ción, sino que también otorga un espacio donde un usuario puede crear su
propia página en la red con contenido informativo elaborado por él mismo,

846 Al respecto consultar la página [http: // www. iid. de/ rahmen/iukdgebt.html].


314 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

y a la cual tienen acceso otros usuarios del propio Internet. En este sentido,
la luKDG en su artículo 1o., fracción (5), párrafo 2, hace responsable no
sólo al que elabora el material, sino también al que lo permite transmitir,
siempre y cuando haya tenido pleno conocimiento de que se iba a enviar la
información en cuestión, y que no se utilizaron los medios técnicos para
impedirlo. De esta forma, la ley en mención lleva a que el proveedor sea
sumamente cuidadoso respecto al material informativo que se incorpora en
su servicio y sirva como una especie de filtro; que en la elaboración del
contrato de servicios imponga previamente condiciones sobre la informa-
ción que se intenta transmitir, y causales para dar por terminado dicho con-
trato en caso de violaciones a las mismas. No obstante lo anterior, no se lle-
ga a resolver el problema de jurisdiccionalidad. Si una autoridad quiere
ejercer una acción sobre el creador o transmisor de información prohibida
a través de Internet, se requiere que esa misma autoridad tenga jurisdic-
ción sobre esos mismos usuarios del Internet. Hasta aquí puede llegar la
luKDG; sin embargo, por su propia naturaleza y alcance deja sin atender el
supuesto de acciones sobre usuarios o proveedores de servicios que resi-
den en otros países.
Por otra parte, la luKDG impone sobre los prestadores de servicios del
Internet la obligación de brindar cierta información a un solicitante, tal y
como su nombre, dirección y representante legal. Lo anterior, con el pro-
pósito de que el interesado pueda iniciar alguna acción legal contra ellos,
en caso de que estime que han cometido alguna violación a sus derechos
por el material que haya difundido. Asimismo, se prevé la obligación de
ofrecer libre de cualquier costo el precio de los bienes y servicios que se
ofrezcan mediante anuncios en Internet. De igual forma, la luKDG con-
templa salvaguardas a favor de la privacidad. En este sentido, dispone que
la información sobre un usuario, únicamente puede ser dada a algún intere-
sado cuando existe previa autorización de la parte involucrada o cuando
existe una instrucción judicial o lo prevé en alguna forma la ley.
Adicionalmente, la luKDG extiende el concepto de publicaciones para
incluir el almacenamiento mediático de datos en forma electrónica u ópti-
ca. De esta forma, una publicación también incluye cualquier base de datos
almacenada en la memoria de una computadora o en una red de Internet sin
que ello obligue a que esté impresa.
China. Las autoridades de este país parten del principio de que el Internet
debe ser una herramienta que contribuya al desarrollo del mercado y el co-
AVANCES TECNOLÓGICOS 315

mercio. Éstos son los campos que merecen atención y protección para ase-
gurar su libre y amplia transmisión. Cualquier otro tema para ser difundido
a través del Internet, así como su acceso por algún usuario en ese país, debe
estar bajo la estricta vigilancia y permiso de su gobierno. De esta forma, un
acceso amplio al Internet en China está limitado a un reducido número de
usuarios cuidadosamente seleccionados, los cuales principalmente traba-
jan dentro de la industria de la computación y sobre materias científicas.
La regulación del Internet en China inició en 1996, a través de normas
que impusieron a los proveedores de servicios el exclusivo uso de líneas te-
lefónicas otorgadas por el gobierno. Por su parte, los usuarios se deben re-
gistrar con la policía y firmar un compromiso de que no causarán un daño a
los intereses nacionales.847 Durante largo tiempo, la transmisión de Inter-
net para y desde China atraviesa por dos puertas, siendo éstas Beijing y
Shangai. Paredes de fuego son utilizadas para impedir el acceso a sitios en el
Internet. Algunos de ellos están bloqueados permanentemente y otros en
momentos determinados.848
A finales de 1997 China adoptó nuevas normas para regir al Internet. De
acuerdo con ellas, los proveedores de servicios fueron puestos bajo la su-
pervisión de autoridades gubernamentales. Los proveedores de servicios
también quedaron obligados a brindar ayuda a esas autoridades para en-
contrar a aquellos que cometieran violaciones al uso del Internet. Por otro
lado, se estableció como delito en torno al Internet la comisión de hechos
vinculados con la subversión política, la divulgación de secretos de Esta-
do, difusión de la pornografía y la violencia.849
Singapur. Este país ha asumido una actitud aún más extrema que aque-
lla en China. Los proveedores de servicios de Internet son controlados por
una autoridad gubernamental —Singapore Broadcasting Authority—, la
cual tiene entre sus facultades la de determinar cuándo hay un material con
contenido objetable que obliga a impedir la transmisión del mismo. Dentro
de ese concepto han quedado cuestiones que van desde la pornografía has-
ta aquellas que lesionan la moral pública, la estabilidad política y la armo-
nía religiosa del país. Todo proveedor de este servicio debe estar registrado
847 Miller, Greg, “Testing the Boundaries: Countries Face Cybercontrol in Their Own
Ways”, Los Angeles Times, 1997. SIRS Knowledge Source. [http:// sks–can. sirs. com/].
848 Idem.
849 GILC Asia Free Speech Page, “China Clamps new Controls on Internet”, Reuters,
30 de diciembre de 1997. Posted by CNN [http: //cnn. com/ WORLD/ 9712/ 30/ china.
Internet. reut/ index. hmtl].
316 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ante la autoridad gubernamental y está sujeto a distintas sanciones cuando


un usuario logre un acceso a sitios o material prohibido. Asimismo, los
prestadores de un servicio de Internet en lugares públicos, como pueden
ser librerías, cafés y centros culturales, tienen la obligación de instalar y
operar filtros informáticos. Únicamente personas autorizadas por la autori-
dad gubernamental pueden tener acceso a material relativo a la política y a
la religión.850
Gran Bretaña. La promulgación de leyes en esta materia ha sido caute-
losa. En diversos foros se ha comentado la problemática relativa a la juris-
dicción de autoridades y de aplicación práctica de cualquier ley que pudie-
ra normar al Internet. Dentro de la legislación de ese país se encuentra el
intento de impedir y sancionar el acceso de usuarios no autorizados a infor-
mación gubernamental y financiera.851
Sudáfrica. En este país no hay una ley específica que rija el uso del
Internet. Sin embargo, cuenta con un conjunto de leyes, dentro de las cua-
les hay normas que se han aplicado al mismo. Entre éstas destaca la ley fe-
deral denominada Telecommunications Act, promulgada en 1996. A tra-
vés de ella se creó una autoridad reguladora de la materia, conocida como
South African Telecommunications Regulatory Authority (SATRA), la
cual tiene la facultad de normar a toda la industria de las telecomunicacio-
nes. Esta facultad debe estar ejercida de conformidad con los lineamientos
y políticas expedidos por el Ministerio del Correo y Telecomunicacio-
nes.852 Sin embargo, por su parte este Ministerio debe formular una consul-
ta previa con la SATRA antes de adoptar alguna medida al respecto.853
Como se ha expuesto, la existencia y operación del Internet ha creado
una variedad de lagunas y problemas de orden jurídico. Por ejemplo, una
nota difamatoria que es colocada en el Internet puede ser vista por millones
de usuarios. Las características del Internet pueden hacer sumamente difí-
cil encontrar al culpable y, más aún, ejercer alguna acción legal en contra
de él. A ello se añade la complejidad de que el mensaje puede ser emitido
desde un lugar más allá de las fronteras de un país, lo cual trae consigo difi-
cultades o imposibilidades de orden jurisdiccional para realizar alguna ac-
ción legal. Los ejemplos abundan. En el fondo de esta problemática, hay

850 Miller, Greg, op. cit.


851 Idem.
852 Sección 5 (4) (a).
853 Sección 5 (4) (b) (i).
AVANCES TECNOLÓGICOS 317

tres asuntos que deben recibir definiciones, conforme a las cuales se pueda
obtener el resto de las respuestas. Estos problemas a responder son: ¿Cómo
debe regularse el Internet? ¿Qué autoridad debe gobernar el ciberespacio?
¿Quién y cómo debe ser tal autoridad elegida para ejercer facultades en
forma global, es decir, sin quedar sujeta o frenada por alguna frontera físi-
ca de algún país?
En virtud de la naturaleza global del Internet, su regulación requiere de
medidas ad hoc. En este sentido, en un esfuerzo por encontrar una solución
que permita la regulación del Internet y solucionar el problema de jurisdic-
cionalidad, Barrie Gordon propone las siguientes medidas:854
Tratado multilateral. Un tratado internacional puede resultar apropiado
para establecer las más fundamentales reglas que rijan al ciberespacio, don-
de se aceptaría la declaración de un espacio separado en forma similar a lo
convenido en materia de mares y espacio sideral. Sin embargo, se considera
que un tratado tal no permite el establecimiento de regulaciones específicas
y detalladas para regir el ciberespacio. No puede perderse de vista que el
Internet mismo está cambiando a tal velocidad, que los procesos de elabora-
ción y modificación de los tratados internacionales no podrían permitir los
ajustes necesarios en forma oportuna y eficaz. La reglamentación de este or-
den quedaría rezagada frente a los avances tecnológicos del Internet.
La regulación del Internet a través de tratados multilaterales puede re-
sultar un camino viable, el cual no está libre de objeciones. Hasta el mo-
mento no hay un tratado de esa naturaleza sobre la materia. El único exis-
tente que podría acercarse a ello es el Acuerdo sobre Servicios Básicos de
Telecomunicaciones, auspiciado por la Organización Mundial del Comer-
cio. Con base en este Acuerdo, los Estados firmantes garantizan brindar
acceso a la infraestructura básica de telecomunicaciones y se comprome-
ten a impedir toda conducta anticompetitiva en esa industria. Lo anterior,
consecuentemente, se concreta en términos del Internet a la oferta de líneas
físicas de teléfono.
Debe destacarse que hay quienes ven con escepticismo el uso de trata-
dos multilaterales como solución al presente problema. Por ejemplo, John-
son y Post estiman que a través de su uso surgirán más dificultades que so-
luciones. Entre las razones que exponen están el que el proceso que lleva a

854 Gordon, Barrie, The Legal Challenge of Regulating the Internet. Fact or Fallacy?,
Internet Paper, capítulo 4, 23 de enero de 1998 [http: //www. geocities. com/ Athens/
Academy/ 5090/ index. html].
318 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

la formación y aprobación de un tratado multilateral es esencialmente muy


lento, y que su entrada en vigor se difiere a meses después a su aprobación.
En contraste, los avances tecnológicos en el Internet son sumamente rápi-
dos y dinámicos. Lo anterior, señalan esos autores, lleva a medidas desfa-
sadas con la realidad e inoperantes.855
Los señalamientos anteriores son acertados. Sin embargo, ello no obliga
a perder de vista la utilidad que podría darse a un tratado multilateral, a
efecto de adoptar a través de él las bases fundamentales para regular al
Internet. Un instrumento de esta magnitud podría ser utilizado para esta-
blecer definiciones en torno a la naturaleza del ciberespacio, puntos de par-
tida común en la regulación del Internet y respecto a la jurisdicción aplica-
ble sobre el mismo.
Autorregulación sobre un territorio por proveedores del servicio de
Internet. La creación de un territorio tal, tendría la aplicación de fronteras
virtuales electrónicas a través del uso de claves. Dentro de este territorio vir-
tual se podría actuar por parte de los proveedores y usuarios del Internet en la
forma que ellos quisieran, incluyendo la difusión de material pornográfico.
El acceso a ese territorio virtual estaría determinado por la reunión de ciertos
requisitos por el potencial usuario. Una vez reunidos todos ellos, se logra el
acceso deseado. En este caso el proveedor de un servicio de Internet no puede
ser considerado responsable si el material en cuestión resulta ofensivo a un
usuario. El acceso a ese territorio sólo debería tener una puerta de entrada y la
información obtenida de ese territorio deberá tener una etiqueta distintiva.
Esta propuesta se funda en el argumento de que el Internet ya ha solu-
cionado el problema para que diversos sistemas de cómputo se comuni-
quen entre ellos. Esto permite asumir que innumerables usuarios se inte-
gren en ciertas comunidades, y que entre estas comunidades se acuerden
bases sobre las cuales los usuarios construyan las reglas. Para los autores
Johnson y Post, esta solución es la más recomendable y, asimismo, la cali-
fican como la mejor forma de democracia.856 Sin embargo, los autores refe-
ridos prefieren que una vez adoptadas las reglas por los usuarios del Inter-
net o de sus comunidades, los Estados soberanos sean quienes las
implementen y apliquen. De esta forma, ellos señalan: “…the premise of

855 Johnson, David R. y Post, David G., “And how shall the Net be Governed?”, A
Meditation on the Relative Virtues of Decentralized, Emergent Law, 1996 [http: //www.
cli. org/ emdraft. html].
856 Idem.
AVANCES TECNOLÓGICOS 319

the decentralized jeans of net governance is that the nations of the world
would agree to enforce the rules established by sysop and user interactions,
just as they now enforce contracts entered by private parties”.857
Organización internacional. Las reglas para tener acceso a ese territorio
podrían ser establecidas por una organización internacional. Algunos con-
sideran que la creación de una organización internacional es la mejor solu-
ción. Ella debe ser creada y reconocida por una mayoría de Estados sobera-
nos. Se estima que una organización tal, podría dar respuestas adecuadas y
oportunas a cualquier problemática, así como asegurar la implementación
de sus decisiones a través de los propios Estados participantes.
Puede preverse que esa organización adquiriría un gran poder, donde
serían necesarios contrapesos. Barrie Gordon cuestiona cuál sería el papel
de los Estados soberanos si llegara a operar esa organización internacional,
y responde que el mayor problema son las diferencias filosóficas entre paí-
ses. Los Estados Unidos y China son citados como ejemplo. En tanto que
en el primer país se deja un campo extremadamente amplio a la libertad de
expresión, en el segundo hay una regulación de las ideas y límites a la in-
formación. El buscar una solución intermedia puede resultar infructuoso.
La respuesta a este problema descansa en una solución peculiar. Ella con-
siste en dejar a los Estados la regulación del Internet, específicamente de la
pornografía infantil, y aplicar la ley dentro de su respectivo territorio.
Cuando se rompen sus fronteras geográficas entonces entra en operación la
organización internacional, la cual, a través de un tratado multilateral, se
encargaría del cumplimiento de la ley. Para ello se requerirían mecanismos
para hacer efectivo el cumplimiento de la ley. Ellos, según Gordon, pueden
quedar bajo la tutela de la misma organización internacional a través del
acuerdo de los países participantes. Otro camino podría ser la creación de
una Corte Penal Internacional.858
A través de esta solución, una organización internacional quedaría fa-
cultada para regular todo lo relativo al Internet. Johnson y Post nuevamen-
te expresan reservas respecto a esta solución. En su opinión, una institu-
ción de esa naturaleza corre el riesgo de ser tomada por facciones, cuyos
efectos serían desastrosos, en virtud de que ejercerían un control sobre la
libre circulación de la información.

857 Idem.
858 Gordon, Barrie, op. cit.
320 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Por otro lado, hay quienes consideran que tal medida es recomendable si
se adoptan pesos y contrapesos sobre el poder que se le confiera a tal orga-
nización. Más aún, algunos observan que ella puede encontrar un ejemplo
práctico a seguir en la Organización Internacional de la Aviación Civil.
Esta organización es vista en su estructura como semejante a las Naciones
Unidas, con una Asamblea integrada por representantes de cada uno de los
países miembros.859
Gordon señala que el modelo que propone tiene debilidades, mismas
que él expone de la siguiente forma. El tratado multilateral propuesto es un
instrumento que no puede responder con oportunidad a los avances del de-
sarrollo tecnológico del Internet y, por tanto, las bases para la regulación
acordadas en el mismo pueden quedar obsoletas en muy breve tiempo, sin
posibilidad de actualizarlas con oportunidad. Otro punto es que ese tratado
tendría que tener un amplio y comprometido apoyo de Estados Unidos, en
virtud de que es donde se encuentran el mayor número de sitios de la red en el
mundo. La elaboración de un tratado del orden referido podría provocar di-
ferencias sustantivas con el resto de los países firmantes. Por lo que toca a
la creación de una organización internacional, señala que un proceso tal
puede llevar mucho tiempo, y que los problemas que afectan al Internet re-
quieren de medidas más próximas en tiempo. Asimismo, no puede perder-
se de vista que diversos países objetarían el que esa organización tuviera
poderes como los que se busca asignarle. En lo relativo a la creación del te-
rritorio virtual, puede encontrarse una fuerte objeción por parte de los pro-
veedores de servicios de Internet. Asimismo, se puede dar el caso de que si
un país no participa en el organismo internacional referido, no será posible
obligar a los proveedores de servicios que radican en el mismo a construir
ese espacio virtual. Por lo que toca a la aplicación del cumplimiento de la
ley, se pueden dar innumerables problemas de conflicto jurídico.
En torno a lo anterior no pueden escaparse cuestionamientos que ponen
en duda la viabilidad de una solución tal. En este sentido, está la participa-
ción de Estados soberanos. Esta propuesta, como se ha visto, quedaría sin
viabilidad alguna si no se cuenta con la participación de los mismos. Aun
así, tal y como observa Zakalik, si se tiene la participación de Estados so-
beranos para la aplicación de las regulaciones adoptadas por los usuarios,
tales regulaciones no llegarán a ser suficientes para dar respuesta a cuestio-

859 Facts About ICAO, Internet Paper [http://www.cam.org/–icao/facts.htm].


AVANCES TECNOLÓGICOS 321

nes tan complejas como la pornografía, la obscenidad, la libre expresión,


los derechos de autor y el fraude, entre otros.860
Por otro lado, si la regulación del Internet se deja a la exclusiva acción
de usuarios y autoadopción de reglas para su operación, se puede tener co-
mo resultados amplios rezagos normativos frente a los avances tecnológi-
cos, dada la multitud de usuarios y la necesidad de que ellos se pongan de
acuerdo en conjunto. Asimismo, se pueden generar profundas lagunas le-
gales, llenas de múltiples y diversas reglas particulares con una variada in-
terpretación de las mismas. Todo ello traería como consecuencia un caos e
incertidumbre jurídica, lo cual estaría en contra de un elemento de la demo-
cracia, que es la certidumbre de que las leyes serán aplicadas a todos en
igual forma y condiciones. Por supuesto, la democracia también exige que
en la configuración de toda legislación se tomen como determinantes las
opiniones, demandas e intereses de aquellos involucrados en las mismas.
En este caso es fundamental que usuarios y proveedores de servicios sean
escuchados.

2. Regulación del correo basura —SPAM—

Como se ha señalado anteriormente, a través del Internet se puede obte-


ner una gran y variada información. De hecho, se ha convertido en la en-
ciclopedia donde se encuentran datos actualizados y con los más distintos
tópicos en todo el mundo. Lamentablemente, esto también incluye infor-
mación que no desea recibirse o cuestionable bajo cualquier punto de vista.
Por este tipo de causas, muchos países han ponderado la conveniencia de
contar con un sistema o mecanismo que permita regular el contenido que
cursa en el Internet. Sin duda alguna este reto no es fácil, e invita a desple-
gar una gran creatividad, así como a explorar nuevas fórmulas dentro del
Estado de derecho y en la relación entre ciudadano vis à vis prestador pri-
vado de servicios y autoridad pública.
La gran cantidad de correo no solicitado o no deseado ha provocado la
molestia de un amplio número de consumidores, particularmente por el
contenido fraudulento o pornográfico de los mismos.861 Los correos elec-

860 Zakalik, Joanna, International Jurisdiction and Conflict of Laws in Cyberspace.


Internet Paper [http: // www. libraries. wayne. edu/-jlitman/ pzakalik. html].
861 Free Speech Memorandum, Legislation to Curtail Spam, Center for Democracy
and Technology, septiembre 24 de 2003.
322 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

trónicos no solicitados, transmitidos a través del Internet, han sido bautiza-


dos como spam.
En los Estados Unidos el spam ocupa aproximadamente el 40 por ciento
de esa comunicación.862 Al respecto, como ya se ha indicado, la legislación
que se aplicó en este país en primer término fue la denominada The Commu-
nicatios Decency Act.863 Con ella se intentó impedir el acceso de menores de
edad a material pornográfico a través del Internet. A pesar de su reconocible
objetivo, ésta fue declarada por el Poder Judicial como violatoria a la Consti-
tución. En gran medida ello ocurrió debido a la pobreza con que fue prepara-
da y redactada tal ley.
En esta ley también se previó la prohibición de transmitir mensajes obs-
cenos o indecentes a menores de dieciocho años. Una asociación promoto-
ra de la libertad de expresión, denominada The American Civil Liberties
Union, cuestionó la constitucionalidad de la misma. Un tribunal de distrito
encontró que ella era violatoria de la primera enmienda de la Constitución
de ese país. Esta decisión fue elevada a través de una apelación a la Corte
Suprema de Justicia, la cual ratificó la sentencia emitida con anterioridad.
En su opinión, la ley federal en cuestión iba más allá de su propósito, al
grado que llegaba a ser violatoria de los derechos ciudadanos a la libertad
de expresión. Las prohibiciones establecidas en ella están sumamente
abiertas. El empleo de términos en la misma, tal como indecente —inde-
cent— y patentemente ofensivo —patently offensive—, alcanzan grandes
cantidades de material no pornográfico con importante contenido educati-
vo o de otro valor. Esto puede incluir discusiones sobre prácticas sexuales
con seguridad e imágenes artísticas que incluyan desnudos.864 Actualmen-
te se están buscando otras medidas legislativas para impedir el acceso de
menores de edad a pornografía en el Internet. En este sentido, se en-
cuentran en revisión reformas a la denominada The Communications Act, de
1934, a efecto de prohibir a proveedores de servicios de Internet el brindar
información de violencia sexual. Asimismo, se encuentran la Family-Frien-
dly Internet Access Act y la Internet Freedom and Child Protection Act,
que prevén que los proveedores de servicios de Internet ofrezcan a los
usuarios de la red un filtro, ya sea gratuitamente o con algún costo.
862 Berman, Jerry y Bruening, Paula J., “Can Spam be Stopped?”, Legal Times, vol.
XXVI, núm. 24, junio 16 de 2003.
863 Telecommunications Act of 1996, Pub. LA núm. 104-109, 110 Stat. (1996).
864 Reno, Attorney General of the United States et al. vs. American Civil Liberties
Union et al. [http: //www. aclu. org/ court/ renovaclude. hmtl].
AVANCES TECNOLÓGICOS 323

La mayor parte de las compañías de Internet, defensores del consumidor


y legisladores, concuerdan que con el propósito de proteger la viabilidad
del correo electrónico se hace necesaria una legislación al efecto.865 Sin
embargo, frente al hecho anterior yacen conflictos de ideas y complejas
cuestiones sobre la mejor forma de llevarlo a cabo. En ello, sin duda algu-
na, hay un verdadero conflicto de intereses. En la opinión de Berman y
Bruening, la legislación norteamericana sobre esta materia debe reunir los
siguientes elementos:

• Frenar eficazmente la curva de crecimiento del spam, sin que ello lle-
ve a limitar al mercado a través del Internet.
• Limitar los mensajes no deseados por el consumidor y a la vez prote-
ger el derecho a la libre expresión.
• Enfrentar los retos tecnológicos que viven los prestadores de servi-
cios de Internet, sin que se cierren las posibilidades de obtener me-
dios innovativos para alcanzar a cada individuo.
• Tomar en cuenta los intereses de cada estado de la Unión Americana
y proteger los derechos que como consumidor tiene cada ciudadano.

En este sentido también se han pronunciado diversas organizaciones


privadas. Por ejemplo, el Centro para la Democracia y la Tecnología
—Center for Democracy and Technology— se inclinó a favor de una le-
gislación federal en ese país para normar la situación del spam.
Para este Centro, deben reunirse los siguientes requisitos:

• La legislación debe respetar la primera enmienda constitucional.


• La legislación federal debe ser superior a la estatal, sólo cuando se dé
una protección eficaz al consumidor.
• La legislación debe establecer que el correo electrónico no solicitado
contenga la fuente correcta e información de la ruta que refleje los au-
ténticos orígenes de los mensajes. Tal previsión no debe eliminar la
posibilidad de enviar correos anónimos, pero tiene que obligar el que
se dé a conocer con precisión el origen.
• La legislación debe otorgar al consumidor una oportunidad directa y
simple para expresar su deseo de no recibir información particular a

865 Berman, Jerry y Bruening, Paula J., “Can Spam be Stopped?”, op. cit.
324 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

través del Internet, y tener el derecho de que ello sea implementado


de manera inmediata y de que se cumpla en forma cabal.
• La definición de correo no solicitado debe ser establecida en forma li-
mitativa, a efecto de que sólo alcance mensajes comerciales con pro-
pósitos de ganancias económicas.866

En la legislación existente sobre el spam destaca la del Reino Unido. En


septiembre del 2003 el gobierno británico aprobó una legislación que entró
en vigor en diciembre de ese año. Ella se dirigió a proteger la comunica-
ción vía Internet y teléfonos celulares frente al envío de información no so-
licitada. Esta legislación convierte en un delito el envío de mensajes o in-
formación del orden anterior, e impone una sanción pecuniaria de 5,000
libras. Al realizar una presentación de esa ley, el secretario de Comercio de
ese país expresó que tal medida serviría significativamente para reducir la
información basura que se envía por Internet, aunque reconoció que ella no
era suficiente para detener el problema. En su opinión, esa ley, asimismo,
marcaría avances significativos hacia una solución general de los países de
la Unión Europea y, por tanto, para asumir un enfoque internacional al
respecto. Esta posición difiere de la que se ha venido adoptando en los
Estados Unidos, donde han adoptado normas que dejan exclusivamente al
individuo la decisión personal de recibir o no correos electrónicos.867
Actualmente en los Estados Unidos se prevé cierta regulación en esta ma-
teria a través de tres leyes: The Netizens Protection Act, The Unsolicited
Commercial Electronic Mail Choice Act y The Online Speech: Porn, Spam
and Political Disclosure.

3. Jurisdiccionalidad y responsabilidad

El concepto de jurisdicción como actualmente se le conoce está esen-


cialmente vinculado a fronteras físicas de Estados soberanos. Por su parte,
las características del Internet y su fusión en el ciberespacio deshacen esas
fronteras físicas. De hecho, a menudo un usuario ignora o conoce remota-
mente el lugar físico donde se genera la información a la que está teniendo

866 Free Speech Memorandum, Legislation to Curtail Spam, cit.


867 Wearden, Graeme, U.K. Law Mashes Spam. Internet Paper. Última modificación
al documento que se presenta en Internet: 19 de septiembre de 2003. [http// news. zdnet.
co. uk//].
AVANCES TECNOLÓGICOS 325

acceso. Sin duda alguna el tema de la jurisdiccionalidad sobre la comuni-


cación vía Internet es complicado.
Al hablar de jurisdiccionalidad y el Internet es necesario hacer referen-
cia a algunos elementos cuya comprensión puede contribuir a conocer con
mayor claridad los problemas que le caracterizan y de esta manera encon-
trar soluciones reales.
El mundo actual se encuentra geográficamente integrado por una diver-
sidad de Estados soberanos con un gobierno y leyes propias que se aplican
exclusivamente dentro de su territorio. En contraste, el mundo del ciberes-
pacio está integrado por redes de comunicación —networks— que rebasan
sin problema cualquier frontera geográfica, donde los proveedores de ser-
vicios de Internet tienen el poder de gobernar sus sitios y realizar los cam-
bios que personalmente estimen convenientes o necesarios de acuerdo con
sus intereses personales. En este contexto surgen serias dificultades para el
establecimiento de reglas que rijan al ciberespacio. En lo tocante a la juris-
dicción, la división geográfica por Estados resulta totalmente irrelevante
en la comunicación por Internet. Aun cuando los proveedores de servicio
de Internet ejercen un gobierno sobre el ciberespacio, ellos no tienen la fa-
cultad de legislar en la materia ni tampoco para hacerlas cumplir por otros.
Sin embargo, también es un hecho que los Estados individualmente no
pueden, a través de sus gobiernos y leyes locales, gobernar y regular el
mundo entero del ciberespacio. Es decir, la jurisdicción de un Estado se ve
rebasada por la globalización e inexistencia de fronteras geográficas en la
operación del Internet. A lo mucho un Estado sólo podrá regular y hacer
cumplir leyes sobre esta materia, dentro de su territorio y respecto a pro-
veedores de servicios de Internet radicados dentro del mismo.
Generalmente se ha tomado como base que la jurisdicción cubre el ám-
bito donde el proveedor del servicio se encuentra radicado. El problema
que se enfrenta es que en la mayoría de los casos los proveedores tienen un
domicilio distinto a donde se recibe el servicio. De forma significativa se
encuentra como domicilio a los Estados Unidos, donde la primera en-
mienda constitucional brinda una protección a la libertad de expresión
mayor a la que se otorga en otros países. Respecto al problema de diferen-
tes domicilios fronterizos entre proveedores y usuarios, ha habido esfuer-
zos jurídicos para aplicar leyes distintas a aquellas que rigen al país don-
de se encuentra el proveedor del servicio en cuestión. Como ejemplos se
encuentran los siguientes. En mayo del 2000 la empresa de Internet Yahoo!
326 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

fue acusada por la Liga Internacional en contra del Racismo y el Anti-Se-


mitismo —International League against Racism and Anti-Semitism— y
por la Organización Francesa Judía de Estudiantes —The French Jewish
Students Organization— por ofrecer en su sitio memorabilia nazi, y por
permitirle acceso a ese sitio a individuos de nacionalidad francesa con resi-
dencia en los Estados Unidos. La Corte francesa encontró culpable al acu-
sado y sostuvo que no era posible que a los usuarios de Yahoo! en Francia
se les brindara tal información y la posibilidad de adquirir los bienes ofre-
cidos por ese medio. Por su parte, la empresa de Internet decidió no realizar
más esos anuncios ni vender los productos en cuestión, a través de su sitio
en los Estados Unidos.
En diciembre del 2000 se dio un caso similar en Alemania relacionado
con información sobre el holocausto. En esa ocasión la autoridad judicial
determinó que la ley alemana se aplica también sobre extranjeros que en-
vían información a través de la red desde otros países. De igual forma, en
diciembre del 2000 en el mismo país, la autoridad judicial determinó impe-
dir la transmisión de archivos musicales que realizaba Napster, la principal
empresa de MP3, a través de su socia en ese país, Bertelsmann, porque se
encontró que ese era el medio por el cual se hacía llegar a usuarios, música
caracterizada por su afiliación nazi, racista y exaltación a la violencia xe-
nofóbica. Por su parte, Napster alegó que era imposible dar seguimiento a
cada canción, a la cual buscaban acceso alrededor de cuarenta millones de
usuarios anónimos.
En junio del 2002 el gobierno de Zimbabwe argumentó que un corres-
ponsal norteamericano del periódico británico The Guardian había come-
tido un acto de violación a la ley sobre medios locales porque había publi-
cado información falsa sobre ese gobierno, a través de un sitio de Internet
ubicado en el Reino Unido. La autoridad judicial determinó la inocencia
del inculpado, pero en mayo del 2003 las autoridades lo deportaron.
También es ilustrativo el conflicto jurídico que fue conocido por los tri-
bunales de los Estados Unidos en el caso Playboy Enterprises, Inc vs.
Chuckleberry Publishing, Inc.868 En sus antecedentes están el que en 1981
la revista Playboy obtuvo una orden judicial sobre la editorial Chuckle-
berry, a efecto de que no continuara publicando una revista denominada
Playmen, en virtud de la similitud en nombre y contenido con la primera.
En 1996, Chuckleberry creó un sitio en el Internet al que denominó Play-

868 939 F Supp 1032 (SD.NY. 1996).


AVANCES TECNOLÓGICOS 327

men, cuyo servidor se ubicó en Italia. La revista Playboy inició una acción
legal fundada en que la editorial de referencia había violado la instrucción
judicial de 1981, al haber distribuido tal material por Internet. Por su parte,
la editorial señaló que no estaba distribuyendo imágenes a usuarios dentro
de los Estados Unidos, sino que sólo estaba colocando imágenes fotográfi-
cas en el servidor de una computadora ubicada en Italia. Al respecto, la
Corte norteamericana expresó su desacuerdo con el último argumento, y
sostuvo que quien proporcionaba ese material, en efecto invitaba a usua-
rios de Internet en los Estados Unidos a verlo, lo cual constituía una viola-
ción a la instrucción que impedía la distribución de esas fotografías en ese
país. Ese tribunal precisó que el acusado tenía el derecho de operar su sitio
en la red, pero que estaba impedido de aceptar suscriptores radicados en los
Estados Unidos.
En torno a lo expuesto y de acuerdo con las características de ejemplos
referidos, surgen interrogantes centrales: ¿Qué ocurre si quien es impedido
de enviar material por Internet no cumple con la instrucción judicial? ¿Có-
mo se puede hacer aplicable en términos prácticos tal resolución judicial?
Las condiciones que caracterizan al Internet son base para sostener que su
regulación provoca un serio problema jurisdiccional.869 Sin embargo, para
otros esta opinión resulta exagerada.870
En teoría, resulta cierto que una nación pueda aplicar sus leyes sobre
una transacción transnacional que tiene efectos locales. Ello no lleva a que
cada nación donde la información, a través del Internet, cruce sus fronte-
ras, pueda regular tal información. Al respecto, es conveniente distinguir
entre la jurisdicción prescriptiva de un Estado y aquella para darle cumpli-
miento a ésta. Un gobierno puede establecer normas que prohíban una co-
municación por medio de Internet, a efecto de impedir consecuencias que
lesionen a miembros de la ciudadanía. Sin embargo, la implementación pa-
ra hacer efectivo el cumplimiento de su legislación y su respectiva sanción
en caso de violación depende de la capacidad de hacer cumplir la ley. Una
nación puede dar cumplimiento a su ley sobre personas físicas o morales
que tienen una presencia o inversiones dentro de su territorio. Sin embar-
go, la amplia mayoría de los proveedores de servicios de Internet no tienen

869 Véase, por ejemplo, la opinión de Jonson, David y Post, David, “Law and Bor-
ders-The Rise of Law in Cyberspace”, Stanford Law Review, 1996, p. 48.
870 En este grupo se encuentra Goldsmith, Jack L., “Against Cyberanarchy”, Univer-
sity of Chicago Law Review, 1998, p. 66.
328 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

presencia o inversiones dentro del territorio que se atraviesa con su infor-


mación. Consecuentemente, los proveedores de esos servicios prestan sólo
atención a las leyes locales donde sus negocios residen físicamente. Adi-
cionalmente, cabe destacar que las actividades de proveedores de servicios
no están sujetas a múltiples regulaciones, al menos directamente. En térmi-
nos prácticos, quienes se encuentran potencialmente sujetos a ellas en la
esfera del Internet son los usuarios, los operadores de sistemas, así como
bancos e instituciones financieras con presencia en más de un país.
La responsabilidad sobre la información y servicios que se ofrecen vía
Internet también es una cuestión de carácter legal que se ha observado co-
mo necesaria de someterse a una regulación. Por lo que toca al reconoci-
miento de errores y retractación de la información errónea brindada a tra-
vés de Internet, a mediados del año 2002 no se registraban acciones legales
de acuerdo con la investigación de Kurt Wimmer.871
Por otra parte, hay opiniones diseminadas que se pronuncian en diversas
formas respecto a la responsabilidad del proveedor de servicios de Inter-
net. En términos amplios, ellas pueden quedar agrupadas de forma general
de la siguiente manera: aquellas que consideran que en virtud de que el
Internet es un medio que transporta información, tal como lo hace el servi-
cio postal o un servicio de telecomunicación tradicional, no debe por ello
tener responsabilidad legal por la transmisión del contenido. Esta visión no
tiene sentido. Una carta o una llamada telefónica son una comunicación
privada; pero la información que se transmite por un sitio en la red o por un
grupo informativo en la red es accesible para millones de usuarios a nivel
mundial. Otros estiman que el proveedor de información en la red debe te-
ner responsabilidad por la información enviada. De acuerdo con este punto
de vista, ellos tienen, como cualquier medio escrito o electrónico, una res-
ponsabilidad por el material que ellos ofrezcan y difundan. Esto, para algu-
nos, no tiene sentido, en virtud de que hay millones de páginas en la red
que tienen un contenido noticioso con un alcance a nivel mundial, sobre las
cuales no hay forma que los proveedores de servicios de Internet puedan
tener conocimiento detallado sobre su contenido y respecto a los servicios
ofrecidos.
Una posición intermedia al respecto parte de la premisa de que resulta
irreal e impráctico hacer responsable a un proveedor de servicios de Internet
por el material que puede encontrarse en un sitio de red. Sin embargo, al rea-

871 Wimmer, Kurt, op. cit., p. 8.


AVANCES TECNOLÓGICOS 329

lizar una notificación a ese proveedor de que está enviándose material con
contenido ofensivo o ilegal, entonces se puede formar un supuesto dentro
del cual al incurrir en alguna violación se genere una responsabilidad.
Las más exitosas acciones dirigidas a establecer una responsabilidad
han contemplado la cooperación entre autoridades públicas de los distintos
países involucrados. Por ejemplo, la pornografía infantil está prohibida en
todos los países miembros de las Naciones Unidas en cumplimiento a la
Convención sobre los Derechos de la Niñez. A menudo hay una coopera-
ción entre países para romper anillos de pornografía infantil que trasciende
fronteras geográficas. En este contexto, los países no están buscando la
aplicación de sus leyes por otros, sino que en un objetivo común, cada país
aplica su ley para impedir y castigar tal crimen. Lo mismo ocurre en el ám-
bito de los derechos de autor y protección de propiedad intelectual. Asi-
mismo, recientemente el Consejo de Europa elaboró el proyecto de un
Convenio sobre Crimen Cibernético, donde se incluyen cuestiones de coo-
peración, investigación y persecución transnacional de actos criminales.
Por su parte, la Conferencia de la Hague en Derecho Internacional Privado
ha avanzado en la elaboración de un convenio sobre jurisdicción en mate-
ria civil y mercantil. Sin embargo, aún no hay una resolución internacional
en materia de jurisdicción respecto a cuestiones surgidas del Internet.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS

Knowledge will forever govern ignorance,


and a people who mean to be their own gover-
nors, must arm themselves with the power
knowledge gives. A popular government wit-
hout popular information or the means of ac-
quiring it is but a prologue to a farce or a tra-
gedy or perhaps both.
James MADISON

Los comunicadores siempre tendremos la


tentación de querer arreglar los males de
nuestro país a través de los medios en que tra-
bajamos.
Sergio SARMIENTO

Los medios impuros desembocan en fines im-


puros.
Mahatma GANDHI

La democracia constituye un elemento sine qua non de toda sociedad


moderna. Ella es valorada como la mejor fórmula para permitir la partici-
pación ciudadana, así como para que la sociedad se exprese y elija a
quien debe gobernar y la forma en que debe hacerlo.
La democracia toma como premisa básica el poder del pueblo para ejercer
su gobierno. Esto ha sido materia de diversas observaciones, precisiones y
críticas. A través de su historia, este poder se ha acompañado de distintas ca-
racterísticas y condicionantes. Hoy en día se observan como fundamentales,
a las siguientes:

• Ejercicio del poder acompañando de contrapesos y límites.


• Ejercicio del poder a través de representantes electos.
331
332 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

• Representantes electos a través de elecciones libres y transparentes.


• Existencia de alternativas electorales partidistas (sistema de partidos).
• Universalidad del voto.
• Integración y respeto al Estado de derecho.
• Establecimiento y protección de libertades individuales y derechos
humanos.

Este poder del pueblo se delinea, asimismo, con la intervención y opera-


ción de otros conceptos de profunda relevancia. Entre ellos están la liber-
tad, la justicia, la pluralidad, la tolerancia y la equidad.
La democracia contiene numerosas cuestiones de gran complejidad.
Ello se evidencia desde el propio inicio de su definición. Los variados es-
fuerzos en este sentido reflejan que ella puede ser vista o entendida en for-
mas diversas. En ocasiones las explicaciones son coincidentes. En otras,
son distintas y hasta opuestas. Asimismo, se observa que en un afán de aco-
tar a la democracia para brindar una precisión respecto a su definición, o
para estudiarla y proponer algunas características de ella, se le ha acompa-
ñado con diversos calificativos.
El estudio de la democracia muestra que ella es un sistema dinámico, ex-
puesto en todo momento a las transformaciones sociales, políticas, econó-
micas y culturales. A lo largo de su vida ha trascendido diversas etapas, ha
evolucionado y se ha adaptado a distintas necesidades e intereses. Conse-
cuentemente, una definición de democracia vigente en un momento puede
ser rebasada y transformada por la propia evolución de las demandas, expec-
tativas y esperanzas de la sociedad que se forman en torno a ella. Esto ha
contribuido a que la democracia se extienda más allá de ser, en un sentido es-
tricto, una mera forma de gobierno o sistema político, para convertirse en un
ideal conforme al cual se contempla el pasado, se examina el presente y se
construye el futuro de una sociedad. Por tanto, se hace indispensable que pa-
ra entender la mística de la democracia se consideren y comprendan las
creencias y expectativas populares que se tienen de ella.
A través del estudio de la democracia también se encuentra el intento
de establecer requisitos o condiciones para que ésta se materialice, se de-
sarrolle y se consolide. Los esfuerzos son variados y en ocasiones cues-
tionables. En ciertos casos, ellos contienen apreciaciones o propuestas de
grado, difíciles o imposibles de ser medidos empíricamente o en alguna
otra forma.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 333

La materialización y operación auténtica de la premisa fundamental de


la democracia requiere, sin condición alguna, de la expresión y participa-
ción ciudadana. Éstas constituyen el vehículo para establecer la agenda de
las prioridades nacionales, formar consensos y compromisos sociales, así
como para tomar decisiones ante las problemáticas y demandas de la socie-
dad. Consecuentemente, la participación ciudadana democrática requiere
para los efectos anteriores estar informada con veracidad, objetividad, im-
parcialidad y oportunidad, dentro de un marco de libertad, pluralidad,
transparencia, tolerancia y respeto a la privacidad de cada individuo.
Lo anterior exige, por una parte, que todo miembro de la sociedad tenga
garantizado el acceso a la información y, por otra, la existencia y operación
de medios de comunicación ampliamente abiertos. En este contexto, los
medios deben tener protegidas todas las condiciones para obtener informa-
ción y presentarla ante la sociedad, en conjunto con la expresión de deman-
das, necesidades o problemas de una sociedad en forma incluyente y sin
discriminación alguna, así como las correspondientes actitudes, políticas o
acciones gubernamentales al respecto. De esta forma, consecuentemente,
la democracia se erosiona cuando los medios se encuentran bajo el domi-
nio y al servicio de un grupo o grupos de poder de cualquier orden y, en
particular, aquellos grupos políticos o económicos.
El desarrollo de la democracia ha traído consigo la exigencia ciudadana
de una mayor y más directa participación. Esta participación demanda es-
pacios institucionales para que todo individuo se exprese y defina los pro-
blemas que le son comunes y prioritarios, así como para proponer e incluso
decidir las soluciones que deben ser implementadas por las autoridades pú-
blicas. Las voces de esta participación deben ser difundidas por los medios
con fidelidad y respeto, para ser escuchadas por toda la sociedad.
Los medios, por su parte, contribuyen sustantivamente a la formación
del conocimiento político ciudadano. A través de su quehacer informativo,
la sociedad puede obtener los elementos cognitivos necesarios para:

• Entender, contextualizar y evaluar los eventos políticos, así como las


decisiones gubernamentales.
• Conocer y juzgar los procesos y resultados de programas y políticas
de un gobierno.
• Facilitar la comprensión de las auténticas causas, razones u objetivos
de los mensajes y propuestas políticas.
334 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

• Analizar las respectivas justificaciones de un gobierno, instituto u or-


ganización política, de alguno de sus miembros o representantes y de
otros actores políticos, respecto a sus decisiones o acciones.
• Promover el debate ciudadano.
• Brindar a la sociedad elementos indispensables para la solución de
sus problemas.

En la medida en que una sociedad tenga mayor información y conoci-


miento sobre las razones y dirección de la política, ella podrá tener una par-
ticipación más sólida y sustantiva en la construcción y operación de la de-
mocracia.
La penetración e influencia de los medios sobre el individuo y la socie-
dad en su conjunto son por demás extensas y vigorosas. Los recursos que
utilizan los medios de comunicación masiva para alcanzar y ampliar un au-
ditorio llegan a niveles extraordinarios en términos económicos, tecnoló-
gicos, de sofisticación y de impacto. Ellos participan y ocupan un lugar en
el espacio político en forma sustantiva y con trascendentes consecuencias.
Su presencia en el escenario político es real.
Diversos hechos indican que los medios pueden operar fuera del ámbito
del control democrático. Asimismo, hay otros que indican que ellos no ga-
rantizan la pluralidad democrática.
Por sus implicaciones, la actuación de los medios debe estar normada
por leyes claras, precisas, surgidas de la participación, consulta y consenso
ciudadanos, sancionadas en todo momento por órganos legislativos electos
democráticamente. Dentro de este marco normativo deben quedar absolu-
tamente garantizados:

a) El derecho a la libre expresión y la facultad de los medios para


manifestarla;
b) El derecho de acceso a la información por todo ciudadano, y
c) El derecho para difundir la información obtenida a la sociedad.

Asimismo, se requiere que la actuación de los medios de comunicación


y comunicadores, así como la del gobierno, partidos y actores políticos, es-
té fundada en el respeto a la privacidad de cada individuo.
Los medios son actores principales y directos que juegan un papel sus-
tantivo en innumerables procesos, con trascendentes efectos para una so-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 335

ciedad. Ellos son transmisores de mensajes del poder gubernamental a la


ciudadanía, así como de la ciudadanía a sus gobernantes. Son vehículos
de expresión de intereses de diversos grupos del poder público o privado
hacia la ciudadanía, así como entre esos mismos poderes, al igual que en-
tre los miembros de una sociedad. Son un vínculo mediador informativo
entre la sociedad y quienes detentan un poder público. Son un canal insti-
tucional de comunicación de actores políticos con el ciudadano. Conse-
cuentemente, medios y comunicadores inciden nuevamente como factor
determinante en la democracia.
Los medios de comunicación, sin lugar a dudas, no informan simplemen-
te de una manera neutral e imparcial lo que ocurre en el ámbito político y so-
bre el quehacer de los diversos actores políticos. En la integración de los for-
matos informativos, no debe perderse de vista la posibilidad real de que en
ella pueden intervenir decisiones y presiones de diversa índole —tanto inter-
nas por directivos de un medio como externas por representantes de intere-
ses públicos o privados—. A pesar de las declaraciones y pruebas particula-
res sustantivas, hay suficiente evidencia y análisis de que en diversas
ocasiones los medios de comunicación masiva y comunicadores presentan,
interpretan, sugieren o inducen la forma de ver los innumerables eventos po-
líticos, preñándolos con juicios de valor en respuesta a intereses particulares
o a puntos de vista personales. Todo ello, por tanto, permite a los propios
medios o comunicadores traer en la esfera de la comunicación una informa-
ción subjetiva, influenciada o sesgada que puede responder a compromisos
personales, económicos o a posiciones superfluas de crítica.
El ejercicio de la labor informativa requiere de profesionalismo, calidad
ética y apego a la verdad. Éstas son básicas y auténticas condiciones para
que medios y comunicadores logren un objetivo obligado para ellos en una
democracia: la credibilidad y confianza de las mayorías. La acción de me-
dios de comunicación que no informe debidamente y, por tanto, construya
una opinión pública desinformada o desconocedora de los verdaderos temas
de relevancia seguidos de su respectiva problemática y soluciones, no con-
tribuye a favor de la democracia, sino en contra de ella. El mismo efecto se
produce a través de las prácticas que adoptan algunos gobiernos, que derivan
en el ocultamiento o supresión de la información. En la medida en que la ciu-
dadanía carezca de información que le permita salvar los obstáculos creados
por un voluntarismo o discrecionalidad de una autoridad pública —ya sea
perteneciente al Poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial—, la democracia
336 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

necesariamente también sufrirá un impacto negativo para su presencia, de-


sarrollo y permanente perfeccionamiento.
A efecto de asegurar que los medios de comunicación masiva manten-
gan su quehacer, en un sentido que promueva y fortalezca a la democracia
y amplíe sus fronteras, es necesaria la aplicación de diversas acciones. Entre
ellas, se encuentran las siguientes:

• Reglamentación jurídica de las obligaciones de los medios en la cons-


trucción y fortalecimiento de la democracia.
• Establecimiento de responsabilidades sobre las empresas de medios
de comunicación masiva. Exhibición ante la sociedad de toda viola-
ción o incumplimiento de sus responsabilidades por parte de la ins-
tancia referida, así como la imposición de sanciones cuando ésta en-
cuentre con fundamento en derecho las acciones irregulares que
afecten la vida democrática.
• Monitoreo intenso y permanente sobre los medios para dar segui-
miento al cabal cumplimiento de sus deberes.
• Realización de las tareas en mención por una instancia integrada con
miembros de la sociedad, autónoma del gobierno e independiente fi-
nancieramente.
• Ejercicio de un escrutinio público y difusión de los resultados, por
parte de la anterior instancia de la sociedad.
• Creación y operación de espacios de opinión y propuestas ciudadanas
en la formación de consensos y toma de decisiones.
• Ejercicio de un monitoreo y difusión sobre la integración y presenta-
ción de la información.
• Regulación que proteja las libertades de los medios y comunicadores,
y que asegure un correcto equilibrio frente a la privacidad y dignidad
del individuo y de su familia.
• Apertura de espacios de participación y cooperación para comunica-
dores y productores independientes, en todos los medios de comuni-
cación masiva.
• Impedimento a la censura y control gubernamental, bajo cualquier
forma.
• Adopción de un sistema de autocontrol operado por los propios me-
dios, con integración de consejos constituidos con miembros del gre-
mio y representantes de la sociedad.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 337

En su quehacer democrático, los medios están sujetos a ciertas obliga-


ciones. Entre ellas, se encuentran las siguientes:

— Buscar y mantener un auténtico contacto con la ciudadanía.


— Promover la diversidad en la información.
— Asumir la crítica objetiva e imparcial y denunciar las acciones indebi-
das o ilegales de toda autoridad pública o privada.
— Servir de foros del debate social.
— Transmitir toda expresión de la ciudadanía.
— Ejercer una crítica responsable, objetiva, imparcial, con valores éti-
co-morales, con un cabal cumplimiento a los derechos y obligaciones
impuestos por el marco normativo protector de la libertad de expre-
sión y de la libertad de información.
— Respetar en todo momento la libertad y dignidad de cualquier ser hu-
mano, cancelando su inculpamiento sin juicio legal previo, la difama-
ción o intromisión en su vida privada.
— Construir la confianza y credibilidad de la sociedad.
— Estar abiertos y sujetos al escrutinio público.

Todo miembro de la sociedad debe tener el derecho a un espacio razona-


ble en los medios, cuando la información en cuestión le concierna directa-
mente y requiera hacer público su punto de vista, versión personal o pre-
sentación de pruebas ante el auditorio de los medios. La sociedad debe
tener derecho a opinar, expresar ideas y obtener información veraz sobre
cuestiones de interés público, así como también tener acceso a la informa-
ción pública. Ésta es una condición sine qua non para la participación ciu-
dadana y su toma de decisiones, así como para la obtención de conocimien-
tos y difusión de ideas u opiniones independientemente de la raza, sexo,
credo, color, clase social, condición económica o convicciones políticas
del individuo. Por tanto, para asegurar y fortalecer su derecho de informa-
ción, el ciudadano debe tener la garantía de poder examinar y pronunciarse
respecto a la conducta de los medios de comunicación y comunicadores.
Por su poder, los medios deben tener contrapesos que aseguren su traba-
jo a favor de la democracia. En este contexto, medios y comunicadores en
su quehacer deben encontrar una frontera plenamente abierta: la libertad de
informar a la sociedad.
La presencia o ausencia de información se ha convertido en un elemento
determinante para el surgimiento, transición, desarrollo y fortalecimiento
338 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

de la democracia. Consecuentemente, los medios y comunicadores no sólo


deben limitarse a informar a la sociedad, sino que tienen que contribuir
sustantivamente a la formación de una sociedad con conocimiento de su
realidad y toma de decisiones al respecto. De no actuar en ese sentido, la
participación ciudadana y el ejercicio del poder gubernamental democráti-
co están significativamente expuestos a un serio debilitamiento y, even-
tualmente, a su desaparición.
Los medios y comunicadores deben constituir una fuente independien-
te de información a favor de la ciudadanía, especialmente como un
elemento de defensa de sus libertades y derechos frente a los abusos de po-
der. Para cumplir con las anteriores funciones, los medios y comunicado-
res deben gozar de una protección ante cualquier tipo de interferencia po-
lítica, así como con los controles y recursos institucionales para resarcir
cualquier intromisión de esa naturaleza.
En este orden de ideas, se considera conveniente tener en cuenta dos
condiciones. Por una parte, contar con un marco normativo o políticas re-
gulatorias para orientar el actuar de los medios a favor de los intereses ge-
nuinos de toda una sociedad y fines de la democracia. Por otra, someter su
actuar al escrutinio, examen y juicio de los ciudadanos.
Toda acción pública o privada que toque el ámbito de la libertad de ex-
presión o de la libertad de información de medios y comunicadores debe
estar acotada o restringida a condiciones y situaciones previstas de manera
clara y precisa. En ningún caso la acción pública o privada, directa o indi-
rectamente, que incida sobre medios y comunicadores, puede estar estable-
cida o ejercida a través de discrecionalidades o interpretaciones particula-
res o personales. Cada una de ellas debe estar invariable e íntimamente
vinculada con el propósito que se busca alcanzar en la información a favor
de la sociedad, como una necesidad indispensable de la propia democracia
y con el fin de dar respuesta a un problema específico y prioritario de la
misma sociedad.
La industria de los medios de comunicación debe asumir como una pre-
misa fundamental de su actuar a la responsabilidad social. En todo momen-
to y en cualquier etapa ella debe ser promovida y fortalecida. Como ele-
mentos constitutivos de este quehacer, deben estar los siguientes:

1. Participación incluyente de organizaciones sociales y asociaciones


civiles.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 339

2. Pluralidad de las alternativas y diferencias políticas.


3. Participación activa de la ciudadanía.
4. Interacción comunicativa.
5. Crítica imparcial, objetiva y equitativa sobre las diferentes orienta-
ciones y opiniones políticas.

Los medios y comunicadores tienen una función social catalizadora y


educativa. En la medida en que esto avance en la conciencia, responsabili-
dad y cultura de los mismos se vierte sobre la sociedad, ellos tendrán un
curso más acertado en la construcción, desarrollo y fortalecimiento de la
democracia.
La acción democrática de los medios y comunicadores, sencillamente
no puede ocurrir per se. Bajo ningún concepto su implementación es sim-
ple. Ella requiere de grandes cuidados, así como de un correcto y debido
camino bien señalizado. Una directriz fundamental es la ampliación y for-
talecimiento permanente de la libertad de los medios en su trabajo demo-
crático, bajo ninguna sujeción o sometimiento a una autoridad pública o
gobierno. Paralelamente, cualquier libertinaje que ellos pudiesen ejercer
o condición de privilegios por arriba de todo ciudadano, organización o
institución, debe ser impedido definitivamente, y, en caso de ocurrir, san-
cionado oportuna y legalmente. La actividad mediática que privilegie inte-
reses particulares por arriba de los de la sociedad en su conjunto no puede
tener lugar en la democracia.
Vinculada al tema de los medios y la democracia, está la propia demo-
cratización de los medios. En esta idea, nuevamente ocupa un lugar indis-
pensable la participación ciudadana en la configuración equitativa de la in-
formación, así como en la administración interna de las empresas
mediáticas y en la supervisión social de sus actividades.
La democratización de los medios, en términos generales, busca lograr
dos grupos de objetivos. Por una parte, impedir la existencia de sistemas de
dirección centralizada y burocrática, así como romper con las restricciones
políticas y económicas sobre los derechos y libertades humanas. Por otra,
abrir las puertas a la participación crítica de la ciudadanía.
Esta democratización de los medios es una materia compleja por sí mis-
ma. Algunos de los propósitos que se han señalado son los siguientes:
340 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

• Limitar el control y el poder que detentan fuerzas económicas y polí-


ticas, a efecto de proteger e incrementar la libertad e independencia
de los medios.
• Impedir las coaliciones entre los medios y el gobierno o el capital.
• Socializar la propiedad de los medios.

Sin lugar a dudas, un objetivo de la democratización del quehacer mediá-


tico debe ser la prevención de acciones y transacciones a espaldas de la so-
ciedad o en contra de ella. La regulación democrática debe tomar como pre-
misa fundamental la apertura del proceso de la comunicación masiva a todos
los integrantes de la sociedad de manera imparcial, objetiva y equitativa.
Por su naturaleza, efectos y poder, la información es una necesidad so-
cial para la construcción de la democracia. Por tanto, ella debe constituirse
como un derecho de la sociedad. Este derecho debe asegurar la apertura de
los medios a la sociedad civil, en lugar de convertir al ciudadano y sus or-
ganizaciones en meros entes pasivos y consumidores.
Sin participación ciudadana en los procesos políticos la democracia ca-
rece de legitimidad. El desarrollo de medios que abre las puertas a la parti-
cipación política es piedra angular para el avance democrático moderno de
toda sociedad. La participación ciudadana en la discusión pública es un
elemento esencial en el proceso de definición de los objetivos sociales, los
cuales deben ser realizados con la propia participación ciudadana.
A través de la participación, el individuo pasa del ámbito de lo privado
al campo de lo público, teniendo por tanto su actuación un impacto directo
y abierto sobre el resto de la sociedad, de su gobierno y de sus institucio-
nes. No debe perderse de vista que la participación ciudadana puede dar lu-
gar a la oposición de diversos intereses. El involucramiento de un indivi-
duo en interacciones de grupo no sólo estimula la movilización de sus ha-
bilidades y talentos individuales, sino que paradójicamente a la vez puede
constreñir su libertad y subordinar sus decisiones a las reglas, normas y ac-
ciones del grupo en que participa. De esta forma, se puede llegar a extre-
mos negativos en que se pierda la individualidad y se genere una plena pa-
sividad. La suma de pasividades individuales llega a generar la pasividad
de una mayoría, la cual deshace o reduce sustantivamente una presión so-
bre el proceso de toma de decisiones y respecto a los responsables guber-
namentales de las mismas. Las consecuencias del fenómeno anterior son
por demás muy lamentables, ya que sus efectos son en el mediano y largo
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 341

plazo devastadores para el desarrollo democrático de un país. No hay nece-


sidad de abundar al respecto; sólo basta imaginar lo que pudiera presentar-
se en un sistema totalitario o de aparente democracia sobre la vida y ejerci-
cio de los derechos humanos, así como respecto al ejercicio de libertades
individuales, políticas y sociales. La participación, en este contexto, guar-
da únicamente pleno significado si la pluralidad de las asociaciones y orga-
nizaciones de una sociedad tienen garantizadas sus libertades de expresión
y acción, y si la participación se funda en la libertad y equidad de un indivi-
duo frente al otro.
La participación en la democracia genera el debate y pronunciamiento
de la ciudadanía sobre las soluciones que quieren aplicar a sus problemas.
En esta tarea tan importante los medios tienen un lugar de la mayor rele-
vancia, porque amplían invariablemente el alcance del anterior proceso.
En el ejercicio de participación, el ciudadano debe contar, por una parte,
como ya se ha señalado anteriormente, con información objetiva, veraz,
amplia y oportuna y, por otra, con pleno acceso a la información que con-
centre toda autoridad pública, al igual que los propios medios.
Así como la participación ciudadana es un factor determinante en una
democracia, el respeto a la privacidad de la vida de cada miembro de la so-
ciedad se constituye en un valor fundamental dentro de ella. El ciudadano
debe tener el derecho a gozar de privacidad y de protección contra la inva-
sión a su intimidad personal o familiar por cualquier individuo o institu-
ción —pública o privada—. Lo anterior incluye bajo todo concepto a cada
comunicador y medio de comunicación. Una sociedad democrática debe
incorporar garantías y mecanismos para impedir y resarcir ataques a la vida
privada. Sólo bajo ciertas circunstancias establecidas jurídicamente con
precisión y ejercidas con transparencia y fundamentación puede tocarse la
privacidad de cualquier individuo.
En el actuar de diversos medios se observa que ellos recurren a la pre-
sentación de noticias con un exclusivo propósito de despertar emociones y
reacciones que caen en el ámbito de la provocación de lo sentimental o vis-
ceral, en lugar de ofrecer información que motive la reflexión, la discusión
y racionalización de los hechos que generan eventos de verdadera relevan-
cia para la sociedad. En este contexto es donde a menudo se da lugar a la in-
vasión de la vida privada, particularmente de aquellos que desempeñan un
cargo público.
342 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En lo correspondiente al servidor público o al político, algunos estiman


que tal condición reduce el derecho de privacidad de esa persona. Esto no
puede ser aceptado. Desde un punto de vista jurídico, o se tiene un derecho
o no se tiene, pero nunca se tiene sólo un poco de él. La condición de actuar
como persona pública no debe ser factor que disminuya o amplíe un dere-
cho como es aquel a la privacidad. El ampliarlo hacia el resto de los ciuda-
danos generaría una condición de inequidad e injusticia. La información
sobre quien ejerce una función pública respecto a sus relaciones familiares,
aficiones y decisiones personales debe ser del dominio privado. Excepcio-
nes a esta regla se dan en los siguientes supuestos: cuando él desee hacerlo
del conocimiento público; cuando estén involucrados actos contrarios a la
ley y ello esté plenamente claro, evidenciado y fundado; cuando sus actos
provoquen el escándalo popular por su frivolidad, exhibicionismo o indis-
creción. Por supuesto, la investigación informativa y reporte noticioso de
los medios sobre el ejercicio del poder, de su incumplimiento o mal uso por
servidores públicos o políticos no puede frenarse aduciéndose una inva-
sión a la privacidad de los mismos.
Los medios hoy en día han obtenido un indiscutible poder político y
económico. Ellos ejercen una influencia real y eficaz en la construcción e
inducción de la opinión pública. Además de brindar información, los me-
dios también construyen marcos conceptuales conforme a los cuales la in-
formación y opiniones se presentan para lograr fines determinados.
Las condiciones y características que rodean a los medios les otorgan he-
rramientas mediante las cuales llegan a labrar accesos para incidir en la for-
mación de una visión de la “realidad” política. De esta forma, por una parte,
los medios y comunicadores pueden incidir en la formación de una informa-
ción a favor de sus propios intereses y, por otra, participar asimismo como
protagonistas de eventos políticos. Estas características otorgan a los me-
dios un papel hegemónico, el cual ha sido calificado tanto en forma negati-
va como positiva. De esta manera, se afirma que en todas las sociedades ca-
pitalistas ellos han sido consistente y predominantemente agentes de un
adoctrinamiento conservador. Por otro lado, se sostiene que son canales de
expresión de una sociedad y de los valores sobre los que está construida,
reafirmándolos y fortaleciéndolos.
Por la vinculación sustantiva de la vida democrática con la competencia
electoral y la decisión ciudadana para elegir a sus gobernantes, es necesa-
rio poner atención tanto a las características de los cambios que han ocurri-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 343

do en la comunicación como a los actores que forman parte de ella, y, asi-


mismo, tener en cuenta sus efectos. Un punto de referencia en el análisis de
los anteriores aspectos a la luz de la democracia será necesariamente consi-
derando en qué medida y con qué margen de libertad o restricción, por una
parte, los medios contribuyen a la formación de decisiones electorales ob-
jetivas, o bien, por otra, las limitan, obstaculizan o deforman.
La medida y el margen de libertad o restricción con que los medios con-
tribuyen a la formación de decisiones electorales objetivas resulta de suma
importancia por sus efectos sobre la vida de la democracia. Al respecto, se
encuentra un constante y sofisticado avance en las técnicas de persuasión,
aunado a un sustantivo y, muchas veces, desmedido costo de las campañas.
En cada una de estas actividades, los medios y comunicadores deben ser
materia de un significativo análisis y valoración.
Los modelos, técnicas, estrategias y mecanismos utilizados en la mayo-
ría de los países actualmente siguen en gran medida aquellos adoptados en
los Estados Unidos. En algunos casos, incluso, se encuentra la presencia de
asesores norteamericanos. Como nota distintiva en este campo, se observa
el predominio de la venta del político como un producto, sin tomar en
cuenta los fundamentos de la democracia.
En general, gobierno, partidos políticos y candidatos encuentran nece-
saria y fundamental la información sobre el sentir, necesidades e intereses
del electorado. Los medios también requieren de esa información para guiar
sus reportajes y análisis. Las encuestas o sondeos de opinión son considera-
das como herramientas para los fines anteriores. Se puede observar un am-
plio y creciente número de instituciones, de sus representantes y actores po-
líticos en diversos países, cuya agenda pública descansa en encuestas con
base en las cuales dan orientación a sus acciones y toman decisiones. Las en-
cuestas de opinión también pueden llegar a incidir en la inducción de la con-
ducta electoral. Por ejemplo, en el caso de los denominados exit polls, se ha
encontrado que el conocimiento de la forma en que votaron algunos electo-
res, previo a que lo hagan otros, puede ser un factor de sustantiva relevan-
cia que afecte los resultados electorales.
Aun cuando la evidencia empírica muestra que las encuestas permiten
saber en cierta forma el sentir de la ciudadanía, no puede perderse de vista
que las respuestas obtenidas a través de ellas son producto de un cuestiona-
rio simplificado, aplicado sobre un segmento reducido de la sociedad. Ello
puede convertir a tales encuestas en un vehículo excluyente con un resul-
344 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

tado sesgado de la realidad, mismo que aún está sujeto a la particular inter-
pretación de un analista o un grupo de ellos.
Las encuestas, asimismo, pueden ser utilizadas para manipular la opi-
nión pública. El uso de ellas para mostrar resultados que se apartan de la
realidad, con objeto de favorecer o desfavorecer a instituciones o actores
políticos, también se ha vuelto una práctica común. Ello se logra mediante
las denominadas “encuestas fantasmas”. Este hecho evidencia más aún la
importancia de contar con una reglamentación que señale los requisitos y
condiciones que debe guardar toda encuesta sobre la opinión pública.
En relación con la democracia, las encuestas de opinión deben realizarse
permanentemente y estar guiadas conforme a condiciones y requisitos pre-
cisos y fundados. Entre ellos están la aplicación de métodos claros, trans-
parentes y objetivos, abiertos al conocimiento y escrutinio públicos. Toda
encuesta debe reunir requisitos metodológicos y analíticos de la mayor ca-
lidad y precisión, y, por su parte, los medios de comunicación deben dese-
char la publicación de resultados de despachos encuestadores que no reú-
nan las condiciones anteriores. Idóneamente, cada encuesta que se
publique debe estar acompañada de todas las bases y factores metodológi-
cos que se aplicaron en ella para construirla y obtener los resultados. Al
respecto, puede observarse que hay ciertos avances. De esta forma, con re-
lación a la formulación e implementación de encuestas, hay un código de
ética adoptado por los despachos miembros de un organismo internacional
–WAPOR–. En este código de conducta se establece que todo resultado
obtenido mediante una encuesta debe señalar el nombre del despacho o
empresa que la realizó; presentar la base técnico–metodológica conforme a
la cual se elaboró el trabajo, y se obtuvieron los resultados en cuestión; in-
dicar las características del universo de la muestra; señalar el vehículo que
se utilizó para realizar la encuesta —entrevista personal, invitación a emi-
tir su opinión, cuestionamiento telefónico, entre otros—, así como indicar
la fecha en que se realizó la misma encuesta.
En todo caso, es indispensable otorgar a las encuestas y respectivos re-
sultados, su correcta dimensión y alcances reales. Una encuesta con una
correcta metodología, sin duda alguna puede producir una sustantiva y re-
levante información para la toma de decisiones. Sin embargo, la pondera-
ción y análisis adecuado deben estar siempre presentes para la obtención
de conclusiones más acertadas o próximas a la realidad. Un análisis políti-
co que no tome en cuenta los resultados brindados por ellas carecerá de un
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 345

importante elemento para la toma de decisiones. Sin embargo, una deter-


minación política basada en el único y exclusivo resultado de las mismas,
sin una adecuada interpretación, no puede ser aceptable para la correcta y
fundada toma de decisiones.
Se observa, asimismo, que la mercadotecnia tiene hoy en día una presen-
cia toral y estratégica en las acciones de instituciones públicas, de sus repre-
sentantes y de los actores políticos. Por otro lado, no puede ignorarse que la
nueva mercadotecnia política encuentra múltiples y estrechas similitudes
con la mercadotecnia comercial. Ello se subraya en la medida en que organi-
zaciones y actores políticos, al igual que bienes o servicios comerciales, se
ofrecen como “productos” que en un ámbito de competencia buscan encon-
trar un lugar y aceptación a través de los medios de comunicación masiva
para ser “comprados” por consumidores electores. Resulta obvia la diferen-
cia entre la naturaleza del mercado político y del comercial, así como que los
partidos y políticos miden su éxito en términos del número de votos y de po-
siciones obtenidas, mientras que el éxito del bien o del servicio comercial se
rige por la ganancia económica. Sin embargo, en ambos casos se están em-
pleando prácticamente los mismos mecanismos, fórmulas y técnicas que se
aplican en la venta de bienes y servicios comerciales.
La mercadotecnia ha dado al anuncio político un importante lugar. Éste
es actualmente el mayor vehículo o uno de los más utilizados por candida-
tos a cargos electorales para comunicar sus mensajes al votante. Salvo al-
guna excepción donde se prohíbe presentar en televisión el anuncio políti-
co pagado por un partido o candidato, la regla general es el uso de espacios
financiados por los interesados, de acuerdo con tarifas comerciales.
El anuncio político tiene generalmente un alto costo, sobre todo en las
campañas electorales. Este hecho contiene una deficiencia en la operación
del principio de equidad que debe existir dentro de una democracia en la
competencia entre partidos y candidatos. Al parecer, los topes u otras fór-
mulas para lograr una equidad financiera entre los partidos, así como las
instituciones para supervisar el origen y aplicación de los respectivos re-
cursos, resultan incompletos. En este sentido, es necesario:

• Trabajar hacia su perfeccionamiento.


• Hacer plenamente transparente todo lo relativo a los financiamientos
políticos.
• Cumplir cabalmente las obligaciones que impone la ley.
346 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

• Realizar un escrutinio objetivo e imparcial de las finanzas de partidos y


candidatos mediante instituciones autónomas e independientes, única-
mente sometidas al dictado de la ley y al escrutinio de la sociedad.
• Establecer responsabilidades y sanciones por violaciones a la ley, no
sólo sobre los partidos políticos, sino también a nivel individual, es
decir, sobre el candidato concretamente.

Las relaciones públicas, asimismo, tienen una incidencia en el quehacer


político. Ellas están dirigidas fundamentalmente a que un actor político, o
bien sus propuestas y mensajes, tengan la aceptación favorable de la socie-
dad o de sus sectores más involucrados en una materia. De esta forma, las
relaciones públicas inciden sobre los medios para buscar la formación de
una confianza y credibilidad en la opinión pública y, consecuentemente, la
obtención de resultados favorables para las instituciones y actores políti-
cos que hacen uso de ellas. A través de ese trabajo se intenta, asimismo, la
aceptación, apoyo y legitimación social de las decisiones de las institucio-
nes gubernamentales y de detentadores del poder. Cabe mencionar al res-
pecto que se observa un amplio consenso, el cual señala que las relaciones
públicas responden por igual tanto a intereses institucionales como a per-
sonales, y que las reacciones que buscan obtener de la sociedad son para el
concreto beneficio de quien las paga.
El uso de recursos mediáticos por instituciones, organizaciones o acto-
res políticos también puede estar dirigido a la denostación y desacredita-
ción de otras instituciones, organizaciones o actores políticos. Estas accio-
nes están dirigidas a provocar una actitud negativa o de oposición hacia
quienes se dirigen. Este género de actividades de ataque al opositor es
identificado como “campaña negativa” o “campaña negra”. El uso de estas
campañas varía en forma y estilo, así como en sofisticación e intensidad.
Sin embargo, se pueden observar ciertas constantes que dan configuración
a sus elementos estratégicos. Ellas son las siguientes:

1. Cuestionamiento negativo y ataques en forma sistemática al esta-


mento político en general.
2. Demérito y acusaciones contra los partidos políticos o en forma
particular de miembros de ellos.
3. Descalificación y desprestigio a las instituciones políticas —lo
cual se vierte en muchas ocasiones en el Poder Legislativo.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 347

4. Utilización de una amplia gama de recursos mediáticos, a efecto


de filtrar información o datos incompletos, sesgados o dirigidos a
provocar una reacción en la opinión pública.
5. Ausencia, limitación o desacreditación de fórmulas de participa-
ción ciudadana.
6. Cancelación o reducción de vías de expresión plural de la opinión
pública.
7. Favoritismo o especial apoyo a medios y comunicadores con de-
terminados intereses o tendencias políticas y económicas.

Los efectos del uso de campañas negativas no sólo pueden lesionar a


opositores, sino a la propia vida democrática. La aplicación de este género
de campañas también llega a provocar la incredulidad, el escepticismo y la
indiferencia en el electorado. La descalificación de actores políticos me-
diante rumores y filtraciones sesgadas promueve la generación de una opi-
nión pública y de demandas populares, apartadas de la realidad, y lejanas a
las auténticas prioridades y necesidades sociales. La imputación de corrup-
ción sobre actores políticos, a través de acciones mediáticas y con la ausen-
cia de fundamentación jurídica, constituye un verdadero riesgo para el
desarrollo de la democracia.
Los medios no sólo tienen la capacidad de transmitir mensajes presenta-
dos por instituciones, organizaciones o actores políticos, sino que tienen la
posibilidad de transformarlos a través de procesos de integración, interpreta-
ción y presentación de las noticias. Consecuentemente, no es una sorpresa
encontrar que mensajes políticos puedan recibir un trato favorable o negati-
vo por medios de comunicación. En este contexto también se encuentran las
opiniones, observaciones y análisis que recibe un mensaje político por parte
de especialistas, comentaristas, editorialistas o articulistas. Todo este con-
junto de acciones de los medios y comunicadores puede tener un impacto de
mayor alcance en el ámbito político, que el buscado por el propio y exclusi-
vo mensaje de una institución, organización o actor político.
En el universo de las acciones mediáticas pueden presentarse algunas
que sean adversas a la democracia. Entre ellas destacan las siguientes:

— Intereses particulares sobre los medios y comunicadores.


— Desinformación y distorsión de la información.
— Información versus espectáculo.
348 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

— Costo excesivo de los medios.


— Utilización de técnicas mercantiles versus principios ideológicos y
deliberación ciudadana política.
— Ausencia de objetividad, imparcialidad o veracidad en la informa-
ción. Actitud adversa del individuo hacia la información.

En la primera de estas acciones mediáticas adversas a la democracia se


encuentra que en diversas ocasiones la información está abierta a una ma-
nipulación que puede persuadir y formar una opinión pública favorable a
ciertos intereses. De esta forma, los medios pueden presentar información
que no esté dirigida al beneficio genuino de la sociedad en su conjunto.
Sin duda alguna, los medios y comunicadores están expuestos a intere-
ses que tienden a ejercer un control sobre ellos y a delinear su desarrollo.
Entre los intereses que se hacen presentes más frecuentemente en los me-
dios están aquellos concentrados en un grupo o estrato económico. En oca-
siones se encuentra con gran claridad que algunos de ellos gravitan alrede-
dor de intereses elitistas o dominados por grupos de poder económico y
político. No puede dejar de observarse que a efecto de que estos intereses
puedan operar en tal sentido, se hace necesaria la presencia de medios y co-
municadores sin límites éticos. Estos hechos obligan a construir las medi-
das que aseguren que medios y comunicadores sean realmente indepen-
dientes, y libres del dominio de alguna autoridad pública o sumisión a
intereses privados.
La libertad de expresión, así como la libertad de prensa, permite a los
medios, comunicadores y actores políticos la posibilidad de ofrecer des-
cripciones e imágenes del mundo en forma atractiva o espectacular para la
sociedad. A ello se le ha conocido como la capacidad de crear “seudoeven-
tos”. La creación de estos “seudoeventos” y su extendida aplicación políti-
ca permiten la erosión o degradación de la cultura política democrática, así
como una mayor manipulación de la sociedad en sus decisiones electora-
les. Medios de comunicación y comunicadores necesariamente deben asu-
mir una actitud crítica en la elaboración y presentación de información sur-
gida de tales fuentes.
De igual forma, como se ha señalado, la desinformación puede ser un fe-
nómeno en el quehacer de medios y comunicadores. Cuando ella ocurre se
producen efectos negativos de carácter sustantivo sobre los fundamentos
de la democracia. Resulta un hecho el que la opinión pública está más
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 349

abierta a otorgar una veracidad o mayor crédito a la información que re-


fuerza las opiniones, ideas, percepciones, impresiones o creencias que tie-
ne adquiridas con antelación. De igual forma, se encuentra a la opinión pú-
blica más receptiva a creer o confiar en la información que no contradice
una idea o impresión previamente formada, o que corresponde al sentido
en que se ha venido manejando estratégicamente por los medios.
Asimismo, los medios pueden llegar a formar espacios en donde la polí-
tica se presenta como un mero espectáculo, generando vacío y confusión
sobre las auténticas necesidades, demandas e intereses de los individuos y,
por tanto, dañando el desarrollo de una sociedad con democracia. En los
hechos, la información política de fondo se encuentra peligrosamente en-
frentada por noticias sobre temas o eventos coyunturales sin una genuina
relevancia social.
La presencia de una actitud mercantilista por parte de los medios redi-
mensiona el sensacionalismo y el espectáculo informativo. En una compe-
tencia comercial sin medida entre empresas de comunicación, la política,
así como sus procesos y actores, son una materia prima para la generación
y presentación de ese tipo de noticias. En varios momentos se observa a
miembros de la sociedad que frente a temas de relevancia política, econó-
mica o social asumen más una conducta de consumidores comerciales.
Irremediablemente, este fenómeno pronuncia aún más la presentación de
un espectáculo noticioso, en sacrificio de la información sobre cuestiones
de mayor importancia para la sociedad.
Un componente esencial para solucionar la anterior situación es la pre-
sencia y operación de medios de comunicación libres y vigorosos. En este
ámbito se puede observar la necesidad imperiosa de que los medios promue-
van y abran su espacio al debate público sobre temas con auténtico interés y
trascendencia para la sociedad. Ello también es indispensable para resolver
diferencias y encontrar soluciones a problemas fundamentales en forma in-
cluyente y plural. Los medios, en una democracia, no pueden estar favore-
ciendo el sensacionalismo o el espectáculo noticioso, y sacrificar la informa-
ción que brinde a la sociedad las herramientas para construir su futuro. La
ciudadanía adquiere una información y se forma un entendimiento de los
procesos políticos de acuerdo con lo que le muestran los medios.
Otro aspecto adverso que se presenta en el actuar de los medios es la ne-
cesidad y utilización de cuantiosos recursos financieros para efectuar cam-
pañas en medios, lo cual cada día se hace más presente. Este fenómeno ge-
350 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

nera inequidades entre los competidores políticos, ya que hay quienes no


cuentan con suficiente financiamiento para destinarlo a ese trabajo mediá-
tico. Adicionalmente, este hecho limita las opciones políticas de la socie-
dad o el conocimiento de ellas por la opinión pública. Por otra parte, no de-
be perderse de vista que una amplia cantidad de recursos económicos no
lleva necesariamente a una mejor y más eficaz comunicación política.
El financiamiento de la comunicación política debe someterse a ciertas
condiciones dentro de la democracia. Entre ellas están las siguientes:

• Estar sujeto a una reglamentación clara y precisa, sin espacios a favor


de discrecionalidades respecto a su aplicación o interpretación.
• Tener un seguimiento permanente sobre el cumplimiento de esa re-
glamentación, a cargo de una institución autónoma e independiente
cuyo actuar esté en todo momento abierto al escrutinio y sanción de la
sociedad.
• Estar apoyado por una vigilancia y análisis profesional, que permita
prevenir, detectar y corregir la presencia o desarrollo de fórmulas y
mecanismos de financiamiento o acciones para el uso de los medios
mediante la aportación de dinero o prebendas, lo cual genere un daño
a la democracia.
• Perfeccionar permanentemente las restricciones o topes legales al fi-
nanciamiento de campañas, tanto en su etapa preparativa como a lo
largo de su desarrollo, así como construir otros instrumentos que per-
mitan lograr un mayor equilibrio de competencia entre los conten-
dientes.

Asimismo, partidos, organizaciones y actores políticos han desarrollado


una visión más amplia y sofisticada de las implicaciones y efectos del ma-
nejo de medios. La importancia que se les ha otorgado ha tenido un sustan-
tivo crecimiento, y la intervención de asesores en esta materia se ha con-
vertido en una práctica común. En este entorno se observa que los asesores
y consultores han adquirido mayor importancia que los ideólogos, los mili-
tantes y los propios dirigentes políticos. El manejo de medios comprende
una amplia variedad de fórmulas y prácticas. Ellas van en mayor medida
dirigidas a la construcción y presentación de la imagen política de una ins-
titución o individuo. Este fenómeno involucra elementos de forma y estilo,
dirigidos a provocar exitosamente que el elector ponga su único o principal
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 351

interés en la imagen de un actor político, en lugar de la atención a la sustan-


cia del mensaje, oferta, propuesta o programa de gobierno.
En tiempos recientes las campañas electorales han venido tomando nue-
vas formas. Ello se ha debido en gran medida a los avances de una nueva
tecnología en el ámbito de la comunicación y la aplicación de técnicas pro-
fesionales modernas en ese mismo ámbito. Actualmente parece indiscuti-
ble que los medios de comunicación inciden en diversas formas sobre los
procesos electorales con gran interés, con trascendentes significados y con
sustantivos efectos. Lo anterior llega a ser visto con tal magnitud que algu-
nos actores políticos otorgan a los medios de comunicación facultades de-
finitivas sobre esos eventos políticos. Entre ellos se encuentran el de poder
determinar el triunfo o derrota de contendientes en una elección; el cons-
truir el reconocimiento o desprestigio de políticos, y la capacidad de con-
vencer a la ciudadanía a favor de intereses particulares por arriba de los de
la sociedad en su conjunto.
Así, el apoyo electoral se presenta como una decisión surgida de una es-
pecie de reacción química y no guiada por la reflexión y el análisis. Es decir,
una respuesta a una mera imagen, no a los méritos o ideas de un político en
conjunto con sus valores y principios. Dejar esta situación sin atención algu-
na puede significar el olvidar premisas necesarias para la construcción, desa-
rrollo y consolidación de la democracia. Ello sería dejar en cierta manera a la
democracia en algo sin sustancia y sólo con una posible forma, quizá la que
se presente a través de la publicidad de anuncios televisivos, radiofónicos o
en un cartel. En consecuencia, la vida de la democracia obliga a impedir que
la ética política se sacrifique en aras de la estética mediática.
Estas técnicas y fórmulas empleadas por esos profesionales para dar
atención a la venta electoral muestran marcadas características al respecto.
Entre ellas están las siguientes:

— El compromiso y participación institucional partidista se ven relega-


dos o sustituidos para favorecer la postulación de personajes con una
imagen comercial previamente existente en el mercado. En este espa-
cio incide la presencia de actores, cantantes, celebridades del deporte,
entre otros.
— La presentación personal del actor político independiente de cual-
quier ideología del partido que lo postule, el cual convoca y propone
principalmente ofertas personales.
352 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

— Los valores, convicciones, conocimiento, experiencia y trabajo polí-


tico quedan relegados con el fin de responder en forma prioritaria a
conclusiones surgidas de muestreos de opinión, creación de una ima-
gen, integración conceptual y estratégica del mensaje político confor-
me a criterios que rigen una venta comercial.

Lo anterior provoca, asimismo, que se tenga información sin relevancia


para el desarrollo, consolidación o fortalecimiento de la democracia. Co-
mo reiteradamente se ha señalado, los medios y comunicadores deben
adoptar una firme actitud de apego a la objetividad, imparcialidad y verdad
en forma inobjetable. De igual forma, debe asumir una actitud crítica frente
al manejo de medios que realiza o intenta realizar cualquier interés econó-
mico o político.
No debe perderse de vista o pormenorizarse la situación que pueden guar-
dar medios y comunicadores para la presentación de información con objeti-
vidad. En diversas situaciones un medio o un periodista no pueden dejar de
ser subjetivos. La objetividad y la imparcialidad están íntimamente ligadas a
la verdad, por lo que se afirma que la verdad sin objetividad e imparcialidad
o la objetividad e imparcialidad sin verdad están incompletas.
Como resultado de la presencia de fenómenos mediáticos adversos co-
mo los que se han mencionado, surge la apatía ciudadana respecto a las
cuestiones de orden público. Este fenómeno se hace presente en variadas
formas y se muestra claramente en los procesos electorales. No puede per-
derse de vista que las causas de la falta de participación y votación pueden
estar originadas por diversos factores. Al respecto, se observa que la apatía
política se manifiesta como una reacción motivada por la impresión o con-
vicción del elector, de que su voto es irrelevante o porque todos los conten-
dientes ofrecen lo mismo, o debido a que todos ellos tienen un bajo grado
de credibilidad. Asimismo, se observa que la apatía se motiva por una exa-
gerada campaña mediática regida por la difamación, la publicidad ausente
de valores, el predominio de la demagogia y la información tendenciosa,
filtrada y carente de verdad. Este fenómeno relega la participación ciuda-
dana activa en el ámbito público, así como su pronunciamiento electoral,
para favorecer la información espectacular y la actitud consumista.
La realidad que se observa en el ámbito de la apatía ciudadana por la fal-
ta de información con contenido sustantivo sobre la realidad de una socie-
dad, sus demandas reales, sus problemas y sus soluciones lesiona la vida
democrática de una nación.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 353

Como se ha señalado, una democracia requiere de ciertas condiciones


indispensables para calificarse de esa manera. Entre ellas se encuentra, por
una parte, que la ciudadanía tenga garantizada su participación significati-
va en los procesos de toma de decisiones sobre los asuntos de su interés;
por otra, que toda autoridad pública esté sometida abiertamente al escruti-
nio de la sociedad.
La democracia faculta al individuo para participar en su gobierno, y re-
quiere que la autoridad gubernamental le informe y le rinda cuentas sobre
sus acciones y decisiones, tanto antes como en el curso y después de ellas.
Para alcanzar un gobierno con participación ciudadana sustantiva y some-
tido a su escrutinio, la sociedad requiere de la presencia de dos elementos.
Por un lado está el acceso libre para conocer en cualquier momento lo que
la autoridad pública hace. Esto incluye el porqué, para qué y cómo, hasta
cuáles son los resultados y efectos de decisiones y acciones públicas. Por
otro lado, se encuentra el expresar su opinión sobre las cuestiones anterio-
res y darla a conocer al resto de la sociedad. Cada ciudadano debe tener la
garantía de expresarse y ser escuchado sobre sus opiniones respecto a cual-
quier acto gubernamental o de interés público. De esta forma, la participa-
ción y el escrutinio de la sociedad requieren necesariamente de las liberta-
des de expresión y del acceso a la información.
La información permite al ciudadano participar en forma relevante y de
manera fundada en la construcción y funcionamiento de un gobierno de-
mocrático. Sin información sobre la expresión de ideas y opiniones, y sin
un acceso a la información gubernamental, la democracia se erosiona y lle-
ga a perder su contenido y significado. Si los miembros de una sociedad no
saben lo que ocurre en ella, si las acciones de sus gobernantes se ocultan,
entonces ellos no pueden participar en los asuntos y decisiones que son de
su incumbencia, ni tampoco exigir una rendición de cuentas por aquellos
responsables. La información es así una necesidad para toda la sociedad
moderna, y condición indispensable para el correcto y debido gobierno de-
mocrático. Los malos gobiernos necesitan por ello del ocultamiento de in-
formación, del ejercicio del secreto, de la preeminencia de la discrecionali-
dad de las autoridades y de la inmunidad o impunidad de autoridades en
ejercicio de su cargo por acciones que violan el orden público.
Asimismo, la información permite a una sociedad conocer, debatir y
pronunciarse sobre las acciones gubernamentales. Con estos elementos se
integra y fortalece también la legalidad y legitimidad de un gobierno. La
354 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

cultura democrática tiene como ingrediente fundamental a su vez una acti-


tud de apertura, que permite construir una sociedad informada, así como
instituciones responsables y sujetas a la supervisión ciudadana. La libertad
de información es una de las más eficaces herramientas para combatir y
destruir la corrupción, el fraude y el abuso de poder.
En el ámbito de la libertad de expresión, la disidencia de ideas puede en-
contrar un espacio de participación donde las posiciones críticas puedan
expresarse en el marco de un orden que no dañe a las instituciones, sino
que las corrija, perfeccione o sustituya a través de vías de civilidad y no por
vías de violencia o rompimiento del orden social, político y jurídico. Puede
afirmarse que la sociedad donde se ejerce la libertad de expresión abre las
puertas a los consensos sólidos que permiten y, más aún, promueven el cam-
bio que demande la propia sociedad sin ponerla en riesgo a ella misma. En
consecuencia, la libertad de expresión es una herramienta que ayuda sustan-
tivamente a construir la estabilidad y los cambios que se requieren especial-
mente en tiempos de transición o perfeccionamiento de la democracia.
La rendición de cuentas del gobierno ante cada ciudadano, así como el
escrutinio de la propia sociedad, deben estar fundados y guiados necesa-
riamente en una información oportuna, completa y auténtica. En este
contexto, aquella en posesión de autoridades gubernamentales ocupa un
lugar medular. La libertad de acceso a la información es una sólida herra-
mienta que impone la transparencia en el actuar gubernamental y comba-
te sustantivamente la impunidad y la acción indebida de toda autoridad.
Sin libertad de acceso a la información gubernamental no puede darse
una supervisión de la sociedad ni una rendición correcta de cuentas. El
realizar una rendición de cuentas a la luz de un escrutinio informado es un
factor que necesariamente obliga a toda autoridad a que su actuar sea ob-
servado con plena transparencia por cada individuo. Mientras más se
abra y amplíe la capacidad de identificar la presencia de actos indebidos,
más se incrementa la posibilidad de impedir que ellos puedan causar más
y mayores daños.
Las autoridades públicas pueden obstaculizar o impedir el acceso a la
información, a través de razones que hacen alusión o defensa a la necesi-
dad del secreto o confidencialidad de la misma. Muy a menudo la burocra-
cia gubernamental estima a la información como una materia de su propie-
dad, en lugar de asumir el principio y obligación de que la información
debe ser del dominio público y para servir a la sociedad. Toda autoridad
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 355

pública debe entender que esa información puede ser administrada por
ellos, sólo en representación y para beneficio de cada ciudadano.
Debe destruirse cualquier elemento que coadyuve a proteger y fomentar
la discrecionalidad, arbitrariedad e impunidad de autoridades gubernamen-
tales. Aun cuando las autoridades públicas puedan reconocer la importancia
de la apertura democrática en lo tocante al acceso a la información, las pre-
siones burocráticas, políticas o económicas para controlarla se hacen presen-
tes. Cuando ello ocurre, se da un lugar de preeminencia a la debilidad o pre-
juicio en el pensamiento de una autoridad o al privilegio de sus intereses
personales para tomar una determinación.
La participación y el escrutinio ciudadano, así como la libertad de acce-
so a la información por todo individuo, tienen obstáculos significativos
que frenan su avance. Entre ellos se encuentran:

1. Tradiciones autoritarias.
2. Gobiernos que aun cuando son electos democráticamente no to-
man iniciativas para el desarrollo democrático.
3. Cultura de participación limitada o sin fomento para su desarrollo.
4. Presencia de autoridades gubernamentales y de una burocracia em-
peñada en actuar bajo un manto de confidencialidad e indiferencia
hacia la sociedad y sus problemas, asumiendo actitudes exclusiva-
mente técnicas para la formación de políticas que excluyen la par-
ticipación ciudadana por considerarla innecesaria o irrelevante.

Con un sentido de apertura democrática, podría añadirse que el acceso a


la información debe alcanzar incluso a la información gubernamental ajena a
donde pertenece por nacionalidad algún solicitante, así como de toda organi-
zación internacional. Todo miembro de una sociedad auténticamente demo-
crática debe tener el derecho a conocer las razones a favor y en contra que
dan lugar a la adopción de una decisión o acción pública, incluyendo el acce-
so a los documentos que sirven de sustento, por cualquiera de los poderes de
gobierno —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— y, en su caso, por cualquiera
de los niveles de gobierno —federal, estatal y municipal.
Como se ha afirmado anteriormente, la libertad de acceso a la informa-
ción construye y fortalece a la democracia. Por ello es necesario garantizarla
jurídicamente. El orden constitucional es factor sustantivo para equilibrar el
poder del gobierno frente a un ciudadano. Sin embargo, la sola existencia
356 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

formal de una ley no llega a ser por sí misma del todo suficiente. Al respec-
to, se hace indispensable como condición sine qua non que la ley sea cabal-
mente respetada y aplicada por toda autoridad. De igual forma, es necesa-
rio que ella sea supervisada por instituciones autónomas e independientes,
que además amplíen día a día la libertad de acceso a la información, y que
promuevan que el actuar de toda autoridad esté abierto al escrutinio de la
sociedad. Se requiere, asimismo, que la información obtenida sea debida-
mente utilizada por el interesado y la sociedad en su conjunto. No se puede
perder de vista que es necesario que el círculo democrático en términos de
libertad de acceso a la información se cierre adecuadamente dependiendo
del debido y correcto uso que haga de la información quien la obtenga a
través de este ejercicio.
Dentro de la democracia, la ley que establezca la garantía de la libertad
de acceso a la información y su respectivo ejercicio debe ser construida
con base en las siguientes premisas fundamentales:

• Incorporación de una declaración de objetivos, conforme a los cuales


se construya la interpretación de sus normas sustantivas. Objetivos
ineludibles de este quehacer deben ser: promover la apertura y mane-
jo transparente de la información; permitir a todo individuo o grupo
de ellos tener un conocimiento oportuno y ejercer un escrutinio per-
manente sobre el quehacer de toda autoridad y uso de los recursos pú-
blicos; contar con toda información necesaria para formarse libre-
mente una opinión e intervenir en la toma de decisiones públicas, y
para la mejor defensa de sus derechos.
• Ejercicio pleno de la libertad de acceso a la información mediante
instancias, recursos y fórmulas que fomenten y desarrollen la apertu-
ra, transparencia y escrutinio del gobierno.
• Creación de toda condición posible para promover y facilitar el ejer-
cicio de esta libertad y la participación ciudadana.
• Ejercicio de esta libertad en forma sencilla por el propio interesado,
sin sujetarlo obligadamente a la guía o consejo de un abogado o técni-
co en esta materia.
• Solicitud de cualquier información sin estar sujeta a presentar razón o
justificación alguna para que se le permita el respectivo acceso.
• Obtención de la información, así como las correspondientes acciones
en caso de negativa, libres de cualquier costo económico.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 357

• Acceso a todos los documentos gubernamentales de cada instancia y


autoridad pública dentro del ámbito del Poder Ejecutivo, Legislativo
y Judicial.
• Apertura de foros y reuniones de trabajo de órganos gubernamentales
en la presencia y conocimiento de la ciudadanía.
• Acceso y conocimiento a la información mediante publicación de
guías, registros o integración de bases de datos sobre todos los docu-
mentos que se encuentran bajo poder de una autoridad pública, acom-
pañados de una síntesis del contenido de los mismos.
• Establecimiento de normas que permitan la corrección fundada de
documentos que afecten la vida de alguna persona.
• Señalamiento expreso, preciso y acotado sobre prohibiciones, excep-
ciones o restricciones al acceso a la información. Su alcance debe es-
tar claramente definido y limitado. La negativa a liberar una informa-
ción sólo puede proceder bajo los estrictos supuestos de excepción
señalados por la ley. El acceso debe ser la regla, no la excepción a la
regla.
• Prohibición plena al ejercicio de la discrecionalidad sin fundamento
legal, para negar la información solicitada.
• Las respuestas tanto afirmativas como negativas de una autoridad pú-
blica deben ser por escrito con su debida fundamentación y en un lap-
so de tiempo muy breve.
• Los procedimientos de apelación contra negativas a otorgar informa-
ción deben ser breves.
• Creación de una institución que supervise el cumplimiento del dere-
cho de acceso a la información y que revise toda negativa a otorgarla.
Esta institución debe ser independiente y autónoma.
• Participación de acciones de oficiales gubernamentales para revelar o
denunciar violaciones a la ley, corrupción y fraude de otras autorida-
des, con una debida protección.

De las condiciones sobre las que se debe construir una ley que norme la
libertad de acceso a la información, la correspondiente a las “excepciones”
reclama una atención sumamente especial. La forma en que ellas se cons-
truyan o interpreten determinará la dimensión de la libertad en cuestión y
su ejercicio. Por ello, toda excepción debe ser sólidamente justificada. La
358 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

adopción y definición de excepciones deben quedar circunscritas a las si-


guientes condiciones:

— Cubrir sólo un mínimo de información que no deba ser develada por


razones previstas con toda precisión en la ley. Por tanto, ellas deben
quedar acotadas con la mayor exactitud.
— Ser construidas e interpretadas guardando una estrecha y clara rela-
ción entre las bases que las justifican y los objetivos de la ley de liber-
tad de acceso a la información.
— Proteger información auténticamente sensitiva y no extenderse más
allá. Ellas deben servir para cuidar realmente información que por sus
efectos particulares y definidos, así como plenamente fundados de
acuerdo con la ley, no debe ser liberada.
— Prohibir en toda situación que sean las autoridades quienes de acuer-
do con sus conveniencias o intereses particulares tomen una determi-
nación al respecto.
— Proteger información que en caso de ser liberada cause un daño real y
no solamente especulativo.
— Estar sometidas al interés público. De esta manera, aquella informa-
ción que aun cuando cae en el supuesto de una excepción, debe ser li-
berada cuando así lo exija el interés público.
— Ser construidas con un criterio que no les permita ampliarse. La legis-
lación debe establecer el criterio de máxima liberación de informa-
ción en la interpretación de cualquier norma. El efecto debe ser que
toda autoridad que le toque aplicar o interpretar la ley en esta materia
resuelva en un sentido afirmativo.

Asimismo, las excepciones deben tener propósitos claramente estable-


cidos y definidos para su aplicación. Ellos deben sujetarse estricta y única-
mente a los siguientes supuestos:

• Que causen un serio daño a la defensa o seguridad nacionales.


• Que lesionen la dirección gubernamental de la economía o finanzas
nacionales.
• Que perjudiquen realmente el cumplimiento de la ley en cualquier
momento de la investigación de un delito, o el derecho a un proceso
administrativo o judicial justos.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 359

• Que afecte negativamente la privacidad o integridad de un individuo.


• Que ponga en riesgo la confidencialidad comercial. Esta excepción
debe ser construida a efecto de proteger específicamente las empresas
privadas cuya información comercial o técnica esté en posesión de
una autoridad gubernamental, o bien aquellas actividades estratégi-
co-comerciales del Estado.
• Que afecte negativamente el proceso deliberativo gubernamental.

Aun cuando la información en cuestión pueda causar un daño dentro de


los supuestos anteriores, si el permitir el acceso a ella produce un mayor
beneficio a favor de la sociedad, entonces se debe permitir este acceso.
La construcción de cada excepción debe ser seguida con gran cuidado
para evitar el abrir puertas a cualquier uso indebido de ellas. Es indispensa-
ble que las autoridades sean instruidas para adoptar una actitud comprome-
tida que facilite ampliamente el acceso a la información en su poder. Asi-
mismo, debe establecerse que toda instancia gubernamental publique
periódicamente documentos en donde se señale la información en su res-
pectivo poder. Estos documentos deben contener los siguientes elementos:
1. Listado de la información acompañado de una síntesis de su conte-
nido.
2. Información sobre la operación interna de la instancia guberna-
mental en cuestión, tal y como sobre su estructura, funciones, res-
ponsabilidades y procedimientos de toma de decisiones, incluyen-
do reglas, principios, políticas y criterios.
3. Detalles de los medios y formas en que puede participar la ciuda-
danía en los procesos de decisión.
4. Los servicios a que está obligada a brindar la instancia en cuestión,
y la forma en que se deben ejercer por la ciudadanía.
5. Detalles de los recursos de queja y apelación en caso de negativa
de liberar la información solicitada.
6. Procedimientos internos detallados a disposición de un servidor
público que desee señalar actos internos de violación a la ley, co-
rrupción, abuso de autoridad o cualquier otra irregularidad admi-
nistrativa o jurídica que cometa un funcionario público.
7. Las instituciones gubernamentales deben tener en sus inmuebles
áreas de consulta para la inspección, estudio y copiado del material
informativo.
360 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

8. La adopción de una ley de acceso a la información debe ser acom-


pañada de una campaña educativa en escuelas y medios de comu-
nicación, donde se destaque la importancia de esa libertad y su co-
rrecto ejercicio.

Entre las premisas constitucionales y principales características de las


legislaciones de países donde se ha adoptado la libertad de acceso a la in-
formación gubernamental destacan las siguientes.

• En numerosos casos los textos constitucionales hacen una declaración


de objetivos. Entre los textos más avanzados está el establecimiento de
la promoción por el gobierno del acceso ciudadano a la información,
así como el correcto manejo gubernamental de la información.
• Otorgamiento del derecho a favor de personas físicas y morales para
informarse y dar seguimiento al ejercicio de las facultades y obliga-
ciones conferidas a cualquier autoridad pública, así como sobre el uso
de recursos económicos públicos.
• Establecimiento de la garantía creando y protegiendo la libre forma-
ción de la opinión, a efecto de participar en las decisiones públicas.
• Se prevé que el ejercicio del derecho de acceso a la información gu-
bernamental se realice directamente por el propio interesado, en for-
ma sencilla y económica, sin tener que depender en una asistencia es-
pecializada, y en costosos o largos procesos.
• Se establecen mecanismos que permiten identificar la información que
se requiere, o bien precisarla técnicamente, a efecto de formular su res-
pectiva solicitud. En virtud de que esto último encuentra en la práctica
diversas problemáticas, resulta conveniente incorporar en la legisla-
ción correspondiente la obligación de las autoridades públicas para
asistir y apoyar a un interesado en este quehacer.
• Se incorpora la obligación sobre toda instancia gubernamental de pu-
blicar guías sobre las diversas clases de los registros que tienen bajo
su poder. Los requisitos de solicitudes de información deben ser sim-
ples y sin formalismos o condiciones. Entre las legislaciones más
avanzadas se encuentra en este sentido una mera solicitud a través de
un sencillo escrito o incluso en forma verbal. Requisitos de formali-
dad que aun cuando parezcan simples, tal y como puede ser la corres-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 361

pondiente fundamentación para ejercer el derecho reclamado, llegan


a formar obstáculos al acceso a la información por la ciudadanía.
• Diversas legislaciones sólo permiten el acceso a documentos registra-
dos. Ello limita sin duda alguna la libertad de acceso a la información
y abre las puertas a la discrecionalidad de las autoridades.

Como un horizonte hacia el cual se debe avanzar en este campo está el


establecimiento de la obligación para cada autoridad, de levantar un regis-
tro de toda información de hechos sobre los que tengan conocimiento, in-
cluso en forma verbal. Por supuesto, un objetivo mayor es el estableci-
miento del derecho de acceso, tanto a información registrada como a la no
registrada.
En lo referente a las excepciones al ejercicio de la libertad de acceso a la
información, se encuentran diversas diferencias respecto a su alcance o
grado de aplicación en cada país. Así, hay excepciones que cubren grupos
enteros de información.
Por regla general, las legislaciones también contienen normas que esta-
blecen una protección al razonamiento de las autoridades públicas, confor-
me a las cuales construyen bases y criterios para negar el acceso a alguna in-
formación. Asimismo, se establece que sólo pueden ser dadas a conocer las
opiniones personales, cuando ello favorezca al desarrollo del gobierno de-
mocrático y su respectiva conducción de orden democrático del país. Este ti-
po de revelación de información no debe incluir el nombre de quien formuló
tal opinión, sólo lo que se dijo. El nombre de aquel que la haya formulado,
únicamente puede ser conocido con la anuencia de quien la emitió.
La interpretación judicial también ha tomado un lugar de importancia
para definir el alcance de preceptos constitucionales relativos al acceso a la
información. El caso de los Estados Unidos es abundante en ejemplos. A
través de sus decisiones se han establecido principios para el acceso y ob-
tención de información. Entre ellos destacan los siguientes:

a) La primera enmienda constitucional no garantiza el derecho a ob-


tener información gubernamental.
b) Los periodistas y comunicadores no tienen más derechos o más
amplios que los del resto de los miembros que integran a la socie-
dad para lograr el acceso a la información.
362 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

c) La necesidad de acceso a información gubernamental se debe


equilibrar frente a otras necesidades sociales.
d) Hay limitaciones al acceso para obtener información sobre prisio-
nes y reclusos.
e) Las nueve excepciones al acceso a la información contenida en
The Freedom of Information Act no pueden ser construidas a efec-
to de obstaculizar este acceso.
f) Una agencia o instancia gubernamental incluye a toda autoridad
dependiente del Poder Ejecutivo, lo cual cubre a cualquiera de sus
departamentos, ya sea civil o militar, así como a cualquier agencia
regulatoria gubernamental aunque ella tuviese una naturaleza inde-
pendiente.
g) Los registros gubernamentales para efectos de acceso a la informa-
ción contenida en los mismos incluye aquellos de orden tangible
como intangible —dentro de lo cual están papeles, cintas grabadas,
fotografías, impresiones computarizadas—, siempre y cuando ha-
yan sido integrados u obtenidos por una agencia federal del go-
bierno.
h) Las autoridades gubernamentales están obligadas a permitir acceso
sólo sobre la información que está en su poder, por lo que una
agencia federal no tiene que brindar información si ésta ha sido en-
viada a otra instancia previamente a que se haya formulado la soli-
citud correspondiente.
i) Una agencia del gobierno no puede negar el acceso a una informa-
ción simplemente porque ésta también se encuentra en alguna otra
agencia.
j) La solicitud de acceso a información federal incluye a todo indivi-
duo, independientemente de su nacionalidad, así como a personas
actuando en representación de organizaciones privadas.
k) No es necesario que haya un “interés público” para permitir el ac-
ceso a la información deseada.

La confidencialidad o secreto de información gubernamental también


ha sido materia de pronunciamientos por la Corte Suprema de ese país. De
ellos se pueden obtener algunas bases o criterios de importancia. Por una
parte, los medios pueden obtener información a través de una fuente no au-
torizada que hubiese laborado en el gobierno. Por otra, la publicación de
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 363

material que no represente un peligro real para la seguridad nacional no es-


tá cubierta por alguna excepción al respecto.
En contraste con los Estados Unidos, en el Reino Unido el conflicto en-
tre el secreto sobre asuntos nacionales y su información al público se busca
resolver con base en ordenamientos e instituciones específicos. De esta
forma se establecen diversas sanciones penales contra aquellos que hayan
realizado publicaciones que dañen los intereses nacionales en distintos
campos, tales como en seguridad nacional, servicios de inteligencia e in-
vestigaciones criminales. Asimismo, operan distintas instancias guberna-
mentales encargadas de revisar y elaborar notas confidenciales sobre todo
material que contenga información en los campos anteriormente referidos.
Esas notas pueden contener recomendaciones para impedir el acceso o la
no publicación de alguna información.
La Corte Suprema de los Estados Unidos presentó una declaración res-
pecto a los ataques falsos en contra del gobierno, estableciendo que en caso
de encontrarse debidamente fundado un hecho tal, debía haber una com-
pensación económica a favor de quien hubiese sido ofendido. Esa Corte
Suprema también indicó que las acciones judiciales iniciadas por alguna
autoridad gubernamental atacada u ofendida sólo eran procedentes si ellas
probaban que el contenido en una información que se publicaba en un me-
dio se hacía con el conocimiento de que ella fuese falsa o simplemente se
presentaba sin sustento alguno. Este criterio continúa vigente, y ha dado
base para construir una actitud ciudadana más agresiva en torno a activida-
des de detentadores de cargos gubernamentales.
El Reino Unido ha seguido otro camino, donde no hay disposiciones le-
gales específicas que distinguen entre un individuo con la calidad de servi-
dor público de otro actuando simplemente como ciudadano, a efecto de
ejercer acciones judiciales contra publicaciones que les ofendan. Aquí, ca-
da demandado tiene la obligación de probar la verdad de lo que ha publica-
do. Los hechos muestran que se ha generado un mayor número de senten-
cias judiciales en contra de los medios de comunicación masiva, y una
mayor autocensura interna antes de divulgar alguna información que pue-
da lesionar a algún individuo, ya sea a cargo de una función pública o como
simple ciudadano.
En la legislación de los Estados Unidos se establece con amplia precisión
la forma en que un ciudadano puede obtener información gubernamental, así
como las condiciones bajo las cuales ella puede ser negada por el gobierno.
364 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Asimismo, se señala que el individuo que busque una información guberna-


mental no tiene que revelar la causa que lo motiva. También se prevén su-
puestos conforme a los cuales se puede negar una información. Sin embargo,
se señala que cuando en un documento hay información que fundadamente
no debe revelarse, debe procederse a proporcionar toda la demás que no se
sitúe en ese supuesto. Aquel que encuentre una negativa sin la fundamenta-
ción correcta está facultado para acudir ante una corte federal para hacer va-
ler su derecho de obtener la información deseada. En este supuesto, la autori-
dad gubernamental debe exponer y comprobar las causas que motivaron su
negativa.
De acuerdo con la legislación de ese país sobre la materia, entre las excep-
ciones que permiten negar el acceso a una información gubernamental están
las siguientes: la divulgación de datos clasificados y calificados como mate-
rial secreto sobre defensa nacional o política exterior, a través de la respecti-
va orden del Ejecutivo; datos sobre secretos comerciales, que puedan ser
usados por algún competidor comercial; información que al hacerse del do-
minio público constituya una clara e infundada invasión a la privacidad de
una persona; información sobre acciones para ejercer el cumplimiento de la
ley, que ponga en riesgo a los individuos que las ejercen.
La construcción de estas excepciones se sustenta en el principio del ba-
lance entre el fin de tener un gobierno abierto al escrutinio de la sociedad, y
el dejar un espacio también primordial a otros valores de la misma. Esta
premisa también ha sido seguida por la legislación de otros países. En algu-
na de ellas también se establecen preceptos para apoyar al individuo solici-
tante de información en poder del gobierno, ya sea ciudadano o residente
permanente en ese país. Asimismo, otros países agregan excepciones a las
planteadas en la legislación norteamericana. Así, en Canadá se incluye el
supuesto de que la información buscada pueda lesionar las relaciones entre
la federación y las provincias, o que la información solicitada perjudique
los intereses financieros de su gobierno.
La legislación de la Unión Americana también abrió a la ciudadanía las
reuniones multiinstitucionales de agencias federales. Al respecto, también
se aplican excepciones. En caso de que un individuo considere que no hu-
bo el debido fundamento para aplicar una excepción, se puede ejercer la
acción correspondiente ante la instancia judicial competente.
En la legislación norteamericana también se encuentran normas que im-
ponen obligaciones de información en materia financiera sobre oficiales
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 365

del gobierno, con el fin de conocer si los ingresos obtenidos a través de sus
funciones son coincidentes con sus cuentas privadas. La información y
conclusiones de la instancia encargada de esa responsabilidad deben ser
otorgadas al interesado que las solicite.
Por su parte, la legislación del Reino Unido garantiza el acceso a regis-
tros gubernamentales en áreas específicas, salvo que se caiga en el supues-
to de una excepción, y ella esté debidamente sustentada. El interesado debe
mostrar que la información solicitada está dentro de un área donde su ob-
tención es permitida. Asimismo, la legislación otorga el derecho a todo
ciudadano de ver registros computarizados con datos sobre el interesado,
lo cual está dirigido a proteger la reputación del propio individuo. Asimis-
mo, se incluye el derecho de un miembro de la sociedad que desee obtener
registros no computarizados sobre él mismo en el ámbito médico, escolar y
de trabajo social. De igual forma, se establece la obligación de publicar las
acciones realizadas en cumplimiento de leyes en materia de medio ambien-
te y seguridad, contra empresas que las violan.
La posición de vanguardia de diversas organizaciones y asociaciones en
Europa han pugnado por tomar como premisas de la nueva legislación de
esa comunidad a las siguientes:

— Abrir el acceso a toda la información, incluida aquella calificada co-


mo clasificada. Las excepciones a la regla anterior deben estar esta-
blecidas en formas precisas, bien definidas y mínimas; debe ser apli-
cado a todas las instituciones de la Unión Europea, incluyendo a las
judiciales.
— La solicitud de información no tiene que ser sustentada en alguna razón.
— Debe adoptarse el derecho al anonimato.
— La entrega de la información debe ser expedita.
— Debe garantizarse el derecho a apelar ante un órgano independiente y
sin costo alguno.
— Los servidores públicos deben tener un derecho y obligación de divul-
gar información, aun si ésta no ha sido solicitada por algún interesado o
cuando algún oficial del gobierno la oculte en detrimento del interés
público, así como recibir la respectiva protección en ese actuar.

Respecto a la relación entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo en


materia de acceso a información clasificada, los Estados Unidos presentan
366 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

condiciones legales y prácticas de interés. Entre las principales caracterís-


ticas están las siguientes:

• El Congreso no tiene una facultad establecida explícitamente por la


Constitución para obtener información del Poder Ejecutivo. Tal fa-
cultad se deriva de otras facultades constitucionales, incluidas las de
legislar, autorizar el presupuesto federal y sancionar nombramientos
presidenciales, así como de los principios generales de supervisión y
rendición de cuentas sobre los que se construye la separación de po-
deres.
• El Ejecutivo debe informar al Legislativo sobre actividades de inteli-
gencia, relaciones exteriores, acciones militares, sistemas de arma-
mento, y acciones para el cumplimiento de la ley.
• Una amplia parte de las solicitudes de información se resuelve a tra-
vés de negociaciones entre ambos poderes.
• Por principio, todo miembro del Congreso tiene acceso a cada nivel
de información clasificada. Sin embargo, hay ciertas cuestiones sobre
las que el acceso puede dificultarse o impedirse.
• Tanto en el Poder Ejecutivo como en el Poder Judicial se ha entendi-
do que el primero goza del privilegio de no brindar cierta información
cuando por alguna causa, por demás especial, así lo amerite.
• Si el Poder Ejecutivo oculta información y, por tanto, el Congreso no
puede solicitarla, se prevé que este hecho pueda y deba ser reportado
al propio Congreso por algún miembro de una agencia o departamen-
to, cuando tenga conocimiento de ello. En este supuesto, tal individuo
obtiene una protección.
• La Corte Suprema no se ha pronunciado sobre el posible derecho del
Congreso para legislar y determinar la información que debe ser cla-
sificada. La tendencia que ha ganado mayor espacio es aquella que
pugna a favor de que el Congreso pueda proceder en ese sentido.

Debe enfatizarse que los derechos establecidos en una ley de libertad de


acceso a la información deben estar asegurados ampliamente en cuanto a
su cumplimiento cabal, y acompañados de firmes medidas para resarcir su
incumplimiento. La libertad de expresión es un elemento con un impacto
directo sobre la vida de la democracia. El derecho de expresión no sólo es
un derecho individual, sino una necesidad social.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 367

El quehacer de los medios en este espacio es, consecuentemente, de la


mayor importancia. Por su naturaleza y características, ellos son un cataliza-
dor esencial de la integración de la opinión pública. Ellos son vehículos idó-
neos para la información y discusión pública de los asuntos del interés co-
mún de la ciudadanía. En toda sociedad, sus miembros tienden a formarse
opiniones y tomar decisiones de acuerdo con explicaciones, afirmaciones,
propuestas y ofertas de programas que ofrecen distintas instituciones pú-
blicas y/o privadas, sus representantes o diversos personajes. Tales tareas
son presentadas a una sociedad a través de diversos medios de comunica-
ción. Actualmente los medios de comunicación no sólo tienen un indiscuti-
ble poder económico y político, sino que ejercen sobre la sociedad una in-
fluencia real y eficaz en la construcción e inducción de la opinión pública.
Además de realizar funciones de diseminación de la información, los
medios también desarrollan funciones de interpretación, valoración, análi-
sis y formulación de comentarios sobre la noticia en cuestión. Así, los pro-
pios medios presentan y privilegian algunas noticias o aspectos de ellas.
Las condiciones actuales evidencian que los medios tienen una puerta
para definir de manera activa la realidad política, y que esta puerta es en
repetidas y variadas formas usada para pasar a través de ella. Los proce-
sos de obtención, cobertura y producción de noticias son llaves para
abrirla cuando sea necesario o conveniente. Así, los medios y comunica-
dores tienen un espacio para dar significado político a las noticias, y di-
fundirlo con un impacto sobre la sociedad y la formación de su opinión.
Por tanto, los medios no sólo transmiten una noticia, sino que a través de
su respectiva presentación ellos son parte determinante en los procesos y
resultados de formación e inducción de la opinión pública.
Sin duda alguna las condiciones sobre las cuales se forma la opinión pú-
blica tienen un efecto contundente en la presencia y fuerza de la democracia.
Por su propia importancia y trascendencia para el desarrollo democrático, la
opinión pública debe ser construida sobre la base de una información real,
veraz, objetiva, imparcial y oportuna. Igualmente importante está la condi-
ción de que esa información se vierta sobre temas o cuestiones del auténtico
interés o relevancia para la sociedad en su conjunto. En este sentido, de ma-
nera formal la democracia tiene como uno de sus más importantes canales a
la opinión pública. Para que sustantivamente se forme y desarrolle la demo-
cracia, dentro de ese ducto debe atravesar una opinión que sea verdadera-
mente pública y construida sobre la base de una información con las caracte-
rísticas anteriormente señaladas. Es decir, el conducto de la opinión pública
368 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

puede estar ahí, mas si éste no da espacio para que a través de él corra una
opinión pública formada de manera democrática, entonces no hay demo-
cracia en términos reales.
El quehacer de los medios de comunicación y comunicadores que ope-
ran en una sociedad, cuya transmisión de hechos y opiniones forma un ele-
mento medular para la formación de una opinión pública, integra a su vez
una base para la realización de acciones políticas colectivas. La opinión
pública tiene una relevancia real en la medida en que los actos de quien de-
tenta el poder estén abiertos al escrutinio público, a través de canales abier-
tos e institucionales. Por sus propias características de interlocución, debate
y foro de expresión del sentir de los miembros de una sociedad democrática,
hoy en día los medios de comunicación masiva llegan a constituir nuevos
ductos —frente a los medios clásicos— para que la expresión de la opinión
pública enriquezca el contenido del debate democrático, incremente sus-
tantivamente la interlocución de demandas e intereses, y otorgue dirección
a la toma de decisiones a favor de la sociedad en su conjunto.
El desarrollo y fortalecimiento de medios y comunicadores comprome-
tidos con la sociedad, con los genuinos intereses de ella y con la vida de-
mocrática, requieren de garantías y libertades que sólo pueden ser brinda-
dos por un Estado de derecho moderno.
Esta condición obliga a realizar una permanente revisión de la normati-
vidad que incida sobre los medios y comunicadores, para determinar si ella
ofrece los elementos que aseguren tal desarrollo, así como para definir sus
alcances y sus retos. A través de este ejercicio se podrá obtener una visión
clara que permita la formulación acertada de propuestas que contribuyan a
la construcción y aplicación de nuevas fórmulas jurídicas. Todas ellas diri-
gidas a fortalecer y ampliar el trabajo democrático de medios y comunica-
dores, a favor de la sociedad en su conjunto.
La regulación de los medios en un Estado de derecho moderno enfrenta
el reto de lograr un equilibrio entre diversos actores que participan en la so-
ciedad. Alcanzar ese equilibrio no es una tarea sencilla. En el intento de lle-
varlo a cabo, se debe tomar en cuenta la existencia de distintos elementos
que generan fuentes de inequidad respecto a la influencia sobre los propios
medios. No puede dejarse de observar que la ciudadanía puede sufrir am-
plias condiciones de desigualdad para lograr un acceso a los medios de co-
municación —tanto para divulgar sus opiniones como para participar en
discusiones públicas—. Cualquier normativa que asegure igualdad de de-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 369

rechos para incidir sobre los medios de comunicación sólo puede materia-
lizarse bajo el entendido de que las fuentes de desigualdad referidas no se
conviertan en rectoras de decisiones.
La regulación de los medios debe estar dirigida a dar cumplimiento a la
libertad de expresión y a la libre circulación de la información, a efecto de
que la ciudadanía tenga un conocimiento sobre los problemas que le afec-
tan y respecto a las soluciones que pueden adoptarse. Cuando los medios
de comunicación llevan a cabo acciones que lesionan estos fines, entonces
el ejercicio de esa libertad es improcedente. En todo momento la legisla-
ción en materia mediática, su interpretación y aplicación, debe tener como
objetivo la materialización de los fines de la democracia.
Las principales áreas de regulación de los medios de comunicación, en
términos generales, contemplan tres amplios grupos: a) regulación sobre el
contenido de la información, donde se prevé el establecimiento de normas
que rijan la cobertura noticiosa de diversas cuestiones, y que aseguren un
acceso a la expresión de distintas corrientes de opinión; b) regulación sobre
la configuración y estructura de los medios de comunicación, misma que to-
ma como elemento primordial la adopción de medidas dirigidas a impedir
prácticas monopólicas, así como a acotar la propiedad y dirección de los me-
dios; c) regulación sobre el financiamiento de la programación, destinada
principalmente a asegurar la difusión informática y programática que por no
ser del interés político, económico o social de un patrocinador sería abando-
nada o pasada a un lugar sin importancia alguna. Esta clasificación es tan só-
lo un mero ejercicio que permite reflejar de alguna forma las cuestiones don-
de hay un énfasis o especial interés regulatorio, en donde cada caso no se
encuentra separado del otro, sino estrechamente vinculado.
La regulación de los medios de comunicación se presenta hoy en día co-
mo un tema con diversas aristas, sobre las cuales se vierten distintas y va-
riadas controversias. Un punto central de debate se cierne sobre la facultad,
amplitud o límites del poder público para determinar las reglas conforme a
las cuales deben actuar los mismos.
En el análisis de la regulación gubernamental, y de sus respectivas venta-
jas o desventajas, debe realizarse un ejercicio de reflexión en donde se con-
templen necesariamente los siguientes elementos: a) Las fronteras dentro de
las cuales debe actuar el poder público. Ello implica determinar las circuns-
tancias, así como los términos y condiciones bajo los cuales el poder público
puede intervenir en relación con las actividades de empresas de medios de
370 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

comunicación o con organizaciones no gubernamentales vinculadas a


ellas, aun cuando puedan tener un carácter de organizaciones políticas, co-
mo es el caso de los partidos políticos. b) El ejercicio de la libertad de ex-
presión y manifestación de ideas conforme a la defensa y promoción de va-
lores e intereses. Esto conlleva a valoraciones y conclusiones que brinden
caminos a seguir para lograr una sociedad más equitativa, no sólo en térmi-
nos de representación de grupos económicos, políticos y sociales, sino a
efecto de asegurar la participación de todos y cada uno de los miembros
que integran una sociedad.
Sin duda alguna, cualquiera que sea la posición teórica y conclusión que
se asuma para fundar la presencia o ausencia del Estado en la regulación de
los medios de comunicación estará dependiendo en gran medida de la res-
pectiva interpretación o comprensión de los valores sobre los que se pre-
tenda sostener a la libertad de expresión y difusión de las ideas. Regulacio-
nes abiertas a discrecionalidades o decisiones exclusivas de las autoridades
gubernamentales someten a la información a presiones políticas. Ninguna
regulación puede llevar a que los medios reduzcan su capacidad de actuar,
investigar y criticar las decisiones que afecten a miembros de la sociedad,
tomadas tanto por una autoridad pública como por dueños o directivos de
empresas privadas. De igual manera, la regulación debe estar dirigida con
un gran cuidado a impedir o reducir sustantivamente la posibilidad de que
los medios favorezcan intereses articulados sobre los no articulados.
En las experiencias de los países referidos en este trabajo, la regulación
de los medios de comunicación electrónicos es una materia ampliamente
desarrollada. En algunos de ellos, tal como Alemania, la libertad de los me-
dios electrónicos está expresamente establecida en el texto constitucional.
En otros, la garantía a la libertad de expresión es el fundamento constitu-
cional que se aplica en lo relativo a los medios electrónicos y su normativa.
Los criterios e interpretaciones que se encuentran en cada jurisdicción no
son uniformes, y sus resultados pueden diferir de un país a otro. En el caso
de Alemania e Italia, los tribunales constitucionales han establecido prece-
dentes, cuyos efectos deben ser materia de profundo análisis. Por ejemplo,
en ambos casos se ha determinado la legalidad de la monopolización de los
medios electrónicos.
Asimismo, en las cinco democracias analizadas se encuentra que la liber-
tad para la existencia de medios de comunicación electrónica se considera
con tanto valor como la libertad de la prensa. Sin embargo, no es común en-
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 371

contrar a la primera de las libertades referidas establecida de manera expresa


en textos constitucionales. Sólo se encuentra una excepción en la Ley Fun-
damental Alemana, que se refiere a esa libertad con los términos Rund-
funkfreiheit. En contraste, las Constituciones de los Estados Unidos y de
Italia hacen tan sólo referencia a la libertad de prensa.
Por regla general, los órganos judiciales interpretan que los medios
electrónicos están cubiertos por la libertad de expresión. Esto no sólo ocu-
rre en tribunales de esos países. La propia Corte Europea de Derechos Hu-
manos ha sostenido que los medios electrónicos, al igual que la prensa, es-
tán protegidos por el artículo 10 de la Convención Europea de Derechos
Humanos, que establece el derecho a la libertad de expresión. Sin embar-
go, en términos prácticos la aplicación de los principios de la libertad de
expresión no resulta tan nítida y precisa respecto a los medios de comuni-
cación electrónicos. Diversos casos sirven de ejemplo para mostrar que la
libertad de los medios electrónicos no puede ser simplemente considerada
y operada de la misma forma en que ocurre con la libertad de expresión.
Hay cuestiones con sustantivas implicaciones. Una de ellas es la defini-
ción sobre quién ejerce el derecho de libertad de expresión en el contexto
de los medios de comunicación electrónicos. Otra es, en qué medida un re-
portero, productor de programas o editor ejerce efectivamente este dere-
cho, o se encuentra circunscrito a las políticas del medio de comunicación,
o a los intereses particulares del propietario de ese medio. Por ningún moti-
vo puede pensarse que los señalamientos y argumentos de reporteros, pro-
ductores de programas y editores sean permanente e invariablemente los
mismos que aquellos de los directivos o propietarios de las estaciones de
los medios electrónicos tanto públicos como privados, respectivamente.
En este contexto, guarda una complejidad la libertad de expresión indivi-
dual que cada una de las partes pueda exigir a su favor. Otra cuestión de re-
levancia es respecto a los derechos que puedan reclamar radioescuchas y
televidentes, para tener una programación equilibrada o determinar la con-
tinuidad de un programa específico, a pesar de que el propietario del medio
electrónico desee cancelarlo.
Asimismo, está presente la problemática sobre el derecho de expresión
de individuos o grupos, sobre tópicos de actualidad y su acceso a hacerlo a
través de los medios. En el mismo sentido está el supuesto de que si este he-
cho ocurre, llegue a afectar o cancelar los derechos de libre expresión de
los propietarios de los medios electrónicos. Por supuesto, un camino sería
372 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

el hacer a un lado cualquier conflicto. Por ejemplo, sosteniendo que la li-


bertad de los medios electrónicos significa sencillamente el derecho de las
compañías de medios electrónicos, ya sean públicas o privadas, de presen-
tar en su programación lo que ellos consideraran conveniente, sujeto a con-
diciones y términos que impidieran la difusión de material con contenido
obsceno o sobre la vida privada de una persona. En los Estados Unidos,
éste es el enfoque aplicado en gran medida por la denominada Federal
Communications Commission —FCC—, cuyo efecto ha sido el desregular
en los años ochenta el contenido de la programación. Tanto para la FCC
como para miembros del Poder Judicial norteamericano, éste es el camino
que marca la quinta enmienda constitucional. Esta opinión parte de la idea
de que sólo el licenciatario dueño de la empresa del medio electrónico en
cuestión puede fundar debidamente su derecho de libre expresión en el
contexto de los medios de comunicación electrónica. Sin embargo, por
otra parte, no puede simplemente ignorarse el derecho de expresión de los
radioescuchas y televidentes. El hecho de no tomarlos en cuenta parecería
convertir el derecho de expresión de los medios en un derecho dirigido a
proteger la propiedad privada en primer término, mismo que debería que-
dar sometido al derecho de expresión del público radioescucha o televi-
dente.
El enfoque adoptado en los Estados Unidos contrasta con aquel estable-
cido en la mayoría de los países europeos, donde las condiciones y térmi-
nos de la programación están determinados por el interés público. Al res-
pecto, por ejemplo, en la Corte Constitucional Alemana la libertad de los
medios de comunicación electrónica es considerada como una libertad ins-
trumental, sometida a una más fundamental libertad de expresión al servi-
cio de los medios electrónicos y del público. De esta forma, la libertad de
los medios electrónicos está protegida, en la medida en que su ejercicio y
operación promueven el objetivo de la libre expresión en una democracia.
En este sentido, la libertad de expresión no debe ser tomada principalmente
como una barrera que impide el paso de la intervención gubernamental, co-
mo es el caso de los Estados Unidos. Ella debe ser entendida como la ga-
rantía constitucional de expresión, que requiere de la adopción de una le-
gislación que le salvaguarde en el ámbito de los medios electrónicos. En
este orden de ideas, por ejemplo, se puede lograr que ella no esté dominada
o sometida a los intereses de autoridades gubernamentales ni de una em-
presa comercial. De esta manera se brinda una protección a los intereses
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 373

del auditorio a través de la presentación de una amplia diversidad de pro-


gramas, donde, asimismo, se otorga un acceso a las opiniones de las mino-
rías. El énfasis debe ponerse en el asegurar que las empresas de medios de
comunicación electrónicos estén reguladas y operadas en forma tal que
ellas promuevan el ejercicio del derecho a la libre expresión.
En la Corte Constitucional Italiana y en el Consejo Constitucional Fran-
cés, respectivamente, se encuentran interpretaciones muy semejantes a la
anteriormente expuesta.872 En el caso de la Gran Bretaña, aun cuando no está
previsto en un texto constitucional escrito, se considera que la libertad de los
medios electrónicos debe quedar sujeta a una regulación. Si el camino a se-
guir es el de la regulación, necesariamente la ley debe tomar en cuenta la li-
bertad e intereses del radioescucha y del televidente, y no reducir la libertad
de expresión y su ejercicio al ámbito exclusivo de los medios electrónicos.
Por lo que toca al significado de la libertad de los medios de comunicación
electrónicos, éste debe quedar incorporado a la garantía del espacio para ac-
tuar, frente al control gubernamental. Asimismo, la libertad de estos medios
debe ser entendida como aquella que brinda un conjunto de derechos para su
protección, promoción y desarrollo. Esta interpretación no contempla la ge-
neración de derechos individuales, con una connotación diferente cuando
sean aplicados a una empresa pública o privada de medios electrónicos de
comunicación.
Los comentarios anteriores necesariamente invitan a formular algunas
condiciones características de la libertad frente al control del Estado. Esta
libertad debe quedar protegida ante la aplicación de fórmulas que la pue-
dan lesionar. Una de esas fórmulas es la aplicación de la censura de progra-
mas. Tal y como en la Gran Bretaña se señaló en 1986, el denominado Pea-
cock Committee, la censura previa sobre libros, películas, obras de teatro o
comunicación en medios electrónicos no tiene lugar en una sociedad li-
bre.873 Por su parte, la Constitución alemana, en su artículo 5o., prohíbe la
censura gubernamental a los medios de comunicación. Sobre este tema po-
dría añadirse que en toda sociedad libre y democrática, esta libertad, asi-
mismo, brinde a las autoridades en materia de medios electrónicos —pú-
blicos o privados—, una auténtica independencia del gobierno.

872 Decision 225/1974 (1974) Giurisprudenza Costituzionale, 1775; Decision 86-217,


1986, Conseil Constitutionnel, Rec. 1986, 141.
873 Cmnd. 9824 (1986).
374 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

En Alemania, las consecuencias de la libertad del control gubernamen-


tal han sido ponderadas con amplitud. La Corte Constitucional en el referi-
do Primer Juicio de Televisión, donde se examinó la estructura de los me-
dios electrónicos de comunicación, subrayó la importancia de la libertad
del control gubernamental. De esta forma, sostuvo que la creación por el
gobierno federal de la denominada Deutschland-Fernsehen-GmbH, era
contraria a la distribución de poderes entre el gobierno federal y el de los
estados, así como violatoria del principio fundamental de libertad a los me-
dios en cuestión, establecida en su artículo 5o. Este principio prohíbe el
control gubernamental, de manera directa o indirecta, por autoridades o
empresas encargadas de la dirección de esos medios. Sin embargo, no im-
pide la representación gubernamental en la dirección de los mismos. La
Corte Constitucional encontró que la nueva institución de los medios elec-
trónicos debería estar completamente bajo la jurisdicción federal, así como
que las bases que brindaban la independencia editorial podían ser fácil-
mente reformadas, en virtud de que ellas no estaban contenidas en un esta-
tuto aprobado por el Parlamento. Su establecimiento, consecuentemente,
sería incompatible con el artículo 5o. de la Ley Fundamental alemana.
En juicios posteriores se ha hecho énfasis en que la libertad del control del
Estado requiere de la aprobación de normas por el Poder Legislativo. De
esta forma, se aseguraría que el gobierno no pudiese ejercer alguna facul-
tad sobre la selección, contenido u organización de la programación. Tanto
en los juicios conocidos como Cuarto y Sexto de Televisión, diversas nor-
mas establecidas en leyes estatales fueron declaradas como inconstituciona-
les, en virtud de que autorizaban a un gobierno estatal o a una autoridad lo-
cal, una discreción ilimitada para otorgar licencias y frecuencias.874 En el
último juicio, la Corte Constitucional subrayó que el Parlamento debía pro-
mulgar una legislación con criterios generales, conforme a los cuales se otor-
garan esas autorizaciones por una autoridad independiente, a efecto de evitar
cualquier acto de discrecionalidad o arbitrariedad. La Corte Constitucional
también estableció un principio básico para regir la integración y selección
de las autoridades independientes de medios de comunicación electrónicos,
como parte integral de la libertad del control gubernamental. Este principio
se aplica tanto a los medios públicos como a los privados. Éste consiste en
que los miembros de los consejos de los medios electrónicos no sean desig-

874 773 BverfGe 118 (1986), conocido como el Cuarto Juicio de Televisión y 83
BverfGe 238 (1991)-Sexto Juicio de Televisión.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 375

nados para proteger intereses de grupos, sino para servir al interés común,
y que esos consejos administrativos estén integrados por una amplia gama
de individuos pertenecientes a diferentes organizaciones, para asegurar la
pluralidad y la imparcialidad en la programación.875
Los principios establecidos por la Corte Constitucional alemana, en
contraste con los que rigen en la Gran Bretaña, difieren y llegan a ser in-
compatibles. Por principio, la BBC se rige por un decreto —Charter— es-
tablecido mediante una prerrogativa real —Royal Prerogative—, es decir,
no está establecida mediante una ley promulgada por el Parlamento. En
tanto que en Alemania los medios electrónicos deben ser regulados por una
ley promulgada por el Parlamento, en la Gran Bretaña los medios se regu-
lan mediante un decreto gubernamental. En este contexto, el decreto puede
ser revisado en cualquier momento que el gobierno considere que la BBC
ha incumplido con los términos de sus obligaciones y responsabilidades.876
Por supuesto, la decisión de revocar el decreto en cuestión no es una mate-
ria sencilla y libre de serias consecuencias. Incluso podría darse el supues-
to de que tal decisión fuese cuestionada y combatida en el ámbito judicial.
Sin embargo, existe claramente definido el precedente de la renuencia ju-
dicial de interferir en el ejercicio de las facultades gubernamentales otorga-
das a través de prerrogativas reales.877 De esta forma, por regla general, en
los países anteriormente mencionados, con frecuencia se encuentran accio-
nes ante las respectivas instancias judiciales. La excepción se encuentra en
la Gran Bretaña.
En lo que se refiere a las licencias otorgadas a medios electrónicos pri-
vados, ellas sólo pueden ser revocadas mediante una decisión de la autori-
dad denominada The Independent Television Commission, que actúa co-
mo un órgano regulador independiente. Asimismo, en la Gran Bretaña el
gobierno disfruta de amplias facultades para inducir a las autoridades regu-
ladoras de esos medios a no incluir ciertas cuestiones en programas. Antes
de 1988, estas facultades fueron ejercidas en cinco ocasiones, para señalar
en términos generales que la BBC no debe expresar su propia opinión so-
bre temas políticos. Sin embargo, a fines de 1988 el gobierno británico
prohibió tanto a la BBC como a la IBA —entonces responsable de los me-

875 83 BverfGE 238, 333-334 (1991).


876 Artículo 20, inciso 2, del decreto en cuestión.
877 Véase, por ejemplo, el juicio Council of Civil Service Unions v. Minister for the
Civil Service (1985) AC 374.
376 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

dios privados comerciales— la difusión de programas donde se divulgasen


entrevistas o mensajes de organizaciones calificadas como terroristas. Esta
medida fue elevada a la opinión judicial y a la Cámara de los Lores —Hou-
se of Lords—. En ambos casos la decisión del gobierno fue apoyada.878
Por lo que toca a la libertad individual, un punto de vista en relación con
los medios electrónicos es que ésta sólo cubre el ejercicio de los derechos
de los individuos para hablar en radio y en televisión. De acuerdo con este
enfoque, los comunicadores en la radio y en la televisión, productores de
programas y participantes —ya sea en calidad de expertos o entrevistados
del público—, tienen el derecho a la libertad referida, frente a cualquier in-
tento del gobierno para frenarla o limitarla.
La publicidad partidista y política en medios electrónicos puede ser con-
siderada como una forma que abre el acceso a la participación de organis-
mos y organizaciones políticas, así como para la obtención de información
por cada miembro de la sociedad. Sin embargo, ello puede estar a favor de
un reducido grupo de individuos. En esta exclusión pueden encontrarse
también partidos políticos que por sus características se califican como mi-
noritarios. En este contexto, resulta conveniente reflexionar en qué medida
los partidos políticos minoritarios deben tener garantizado el derecho de
contar con los recursos necesarios para realizar una campaña publicitaria
en los medios electrónicos, o bien de participar en debates cuya difusión se
realiza a través de estos medios. Para algunos, ese derecho se debe valorar
tomando en cuenta dos consideraciones. Por una parte, el alto costo de pu-
blicidad mediática, que es pagado con recursos de las cargas fiscales im-
puestas al ciudadano. Por otra, tomando en cuenta lo que puede ser de ma-
yor interés al público. Lo anterior lleva a valorar a su vez dos situaciones.
Por un lado, la importancia de privilegiar la discusión y entrevistas con los
candidatos y líderes de los partidos políticos que tienen una posibilidad
real de llegar al poder, donde participen, asimismo, representantes del go-
bierno en el poder frente a críticos y miembros de los principales partidos
de oposición. Por otro lado, la organización y presentación de debates, in-
cluyendo a todos los candidatos y partidos participantes —por mayores o
menores que sean—, en cada programa que organice el medio en cuestión.
En términos prácticos, los medios electrónicos han optado por el primer
camino. Ello no significa que se hayan cerrado absolutamente las puertas a
los partidos minoritarios. Cuando lo anterior ha sido puesto a la considera-

878 R. V. Home Secretary, ex parte Brind (1991) I AC 696.


CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 377

ción de los órganos judiciales, por regla general, se encuentra que ellos han
preferido no adoptar una decisión que responda con una estricta precisión
el sentido que debe seguirse. Sus respuestas van dirigidas a fijar amplios
principios que refrendan la obligación de los medios de comunicación de
guardar una objetividad, imparcialidad y equidad, en lugar de establecer la
existencia de un derecho de acceso en iguales condiciones y términos a fa-
vor de partidos mayoritarios y minoritarios, en cada programa organizado
por un medio de comunicación masiva.
Puede argumentarse que la reglamentación de la publicidad política
electoral es deseable como medida para asegurar un acceso a todos los par-
tidos. Particularmente, a efecto de que la fuerza financiera de algunos de
ellos no se desborde en un gran despliegue publicitario en los medios elec-
trónicos, que provoque una desaparición de los partidos minoritarios en el
mapa de la opinión pública. La publicidad política electoral, por su natura-
leza, contenido, objetivo y efectos sobre la sociedad es sustancialmente di-
ferente a la publicidad comercial, aun cuando se haga uso de las mismas o
semejantes herramientas. La publicidad política electoral tiene hoy en día
un impacto y correlación con la democracia y la participación de una socie-
dad. Este hecho obliga a reflexionar sobre fórmulas regulatorias que ase-
guren un cierto equilibrio y equidad para que todos los partidos sean escu-
chados por el electorado.
La construcción y desarrollo de una sociedad democrática requiere de
medios y comunicadores con una comprensión de su quehacer en donde
opere la crítica fundada y objetiva, surgida de hechos reales y demostrables.
Asimismo, se precisa de un compromiso con la verdad y un rechazo al enga-
ño y a la manipulación; de una actitud que contribuya a solucionar los retos,
preñada de inconformidad ante las situaciones de ilegalidad, irregularidad e
injusticia en agravio de la sociedad en su conjunto o en contra de cualquiera
de sus miembros. Se necesita de una conciencia respecto a lo que debe ser
del dominio público y lo que corresponde estrictamente a la privacidad de
una persona o su familia, en el ejercicio de su propia libertad individual. Se
hace indispensable una autocrítica que promueva el abandono de actitudes
preferenciales que imponen diversos sistemas de intereses, para asumir acti-
tudes abiertas, plurales, imparciales y objetivas, que permitan brindar la in-
formación que requiere una sociedad para su propio perfeccionamiento y el
de sus instituciones.
Todo el anterior quehacer requiere necesariamente estar regido por un
conjunto de principios y valores ético-morales, que medios y comunicado-
378 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

res asuman y cumplan, y con lo cual, asimismo, fortalezcan su propia cre-


dibilidad frente a la sociedad. Ello lleva a una autorregulación de la tarea
informativa a través de códigos de conducta, y a su cabal y permanente
cumplimiento. Entre los principales interesados en este tema necesaria-
mente deben estar los propios medios y comunicadores que se caracterizan
por su seriedad y profesionalismo, y que están comprometidos en promo-
ver y obtener la credibilidad y confianza de la sociedad.
La presencia de estos códigos de conducta se ha venido extendiendo en
los últimos años en distintos y numerosos países. Del análisis de ellos re-
sultan las siguientes características:

• La mayoría son documentos breves con un listado reducido de enuncia-


dos. Recientemente se empiezan a elaborar códigos con una extensión
mayor.
• El contenido de un código depende significativamente del tipo de ins-
titución u organización que lo elaboró.
• Los intereses del comunicador o de alguna de sus organizaciones no
son obligatoriamente iguales a los de los propietarios o directivos de
los medios.
• Hay escasas diferencias entre los códigos elaborados para aplicarse
por comunicadores de medios electrónicos y aquellos para regir a los
periodistas de medios escritos —particularmente por lo que se refiere
al establecimiento de diversas prohibiciones.
• En términos generales los códigos de conducta otorgan una especial
importancia al objetivo de asegurar la confiabilidad de la informa-
ción.
• Se incorporan elementos destinados a evitar la distorsión de las noti-
cias, o presentar los hechos en forma tendenciosa.
• Se intenta evitar el privilegio de preferencias personales y la parciali-
dad, así como impedir la superioridad de conjeturas y rumores como
un hecho consumado.
• Se incorporan los valores de la probidad y honestidad.
• Se establecen prohibiciones para cancelar la aceptación del soborno u
otras formas para comprometer, inducir u obligar al comunicador a
aceptar la integración y presentación de noticias a favor de intereses
particulares —lo que incluye los intereses comerciales de los anun-
ciantes en medios—, en lugar de los de la sociedad.
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 379

• Se establece en la mayoría de ellos el compromiso de confidenciali-


dad con las fuentes de sus informaciones.
• Se incorporan cláusulas que prohíben expresamente a medios y co-
municadores irrumpir en la vida personal de cualquier individuo.
• Se incluyen cláusulas a efecto de brindar una protección a la persona
o personas, respecto de las cuales se ha dado una información.
• Se define cierto tipo de información sobre la cual tanto comunicado-
res como medios acuerdan que no debe ser publicada —entre estos
supuestos puede encontrarse la divulgación de datos que adviertan a
un criminal u organización terrorista a evitar la acción de la justicia,
así como la identidad de víctimas de violación.
• Se prohíbe el uso de lenguaje discriminatorio sobre cuestiones rela-
cionadas con raza, credo, color o sexo.
• Se llega a prever la solidaridad entre comunicadores frente a actos de
agresión, represión y amenaza o por violación de derechos.
• Se encuentran normas que impiden el pago para la obtención de infor-
mación a criminales o asociados, así como a individuos que mediante
una remuneración develan el conocimiento de la comisión de un deli-
to, pero que por ley es su obligación informar a las autoridades públi-
cas. Sin embargo, se pueden encontrar ciertas excepciones a la prohi-
bición de este tipo de pago a cambio de información.

En tanto que los objetivos establecidos por esos códigos pueden ser fácil-
mente observados, su materialización y cumplimiento por los propios me-
dios y comunicadores resulta una cuestión que no es tan evidente, y deman-
da de un continuo examen. Al respecto se observa como conveniente la
operación de instancias que determinen si los preceptos establecidos en ellos
son verdaderamente cumplidos, o bien, en caso de violación a éstos, debida-
mente sancionados. La creación y trabajo de estas instancias tendrán una
mayor solidez en la medida en que en esas tareas no sólo intervengan repre-
sentantes del gremio informativo, sino también, y significativamente, miem-
bros de la sociedad o de sus asociaciones civiles y organizaciones sociales.
El incumplimiento de normas contenidas en esos códigos debe ser publicita-
do para que a su vez reciba la mayor sanción por la propia sociedad: el cues-
tionamiento sobre la verdad y objetividad que deben caracterizar a medios
y comunicadores y, en su caso, la pérdida de la credibilidad. A través de
380 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

ellos se prevén bases de responsabilidad y principios conforme a los cuales


se determinan compromisos y obligaciones.
Asimismo, puede subrayarse que el desarrollo de los códigos de con-
ducta en el ámbito mediático debe estar guiado por fines precisos y concre-
tos. Entre ellos destacan:

— Ejercicio de una crítica fundada y objetiva, basada en hechos reales y


demostrables.
— Compromiso con la verdad y un rechazo al engaño y a la manipulación.
— Actitud que contribuya a solucionar los retos, presentando inconfor-
midad ante las situaciones de ilegalidad, irregularidad e injusticia en
agravio de la sociedad en su conjunto o en contra de cualquiera de sus
miembros.
— Respeto a lo que corresponde estrictamente a la privacidad de un indi-
viduo o su familia, frente a la difusión de toda noticia.
— Actitud abierta, plural, imparcial y objetiva en la investigación, pre-
paración y presentación de la información.

El actuar de los medios y comunicadores no ha estado ajeno a la influen-


cia de modelos y políticas económicos. En tiempos recientes destacan en
este sentido aquellos que encuentran su fundamento en el libre mercado.
Diversos argumentos han buscado mostrar que el libre mercado es una
condición sine qua non para que los medios cumplan su cometido demo-
crático. Sin embargo, no existen los elementos contundentes para constatar
que en efecto esto es lo que ocurre. En contraste, se observa que el libre
mercado como un rector de la actividad mediática llega a provocar condi-
ciones adversas a la democracia. En este orden de ideas, se pueden encon-
trar los siguientes elementos. Por principio, dentro de la economía de libre
mercado los medios de comunicación privados son y operan como empre-
sas, con intereses y objetivos definidamente mercantiles. Este hecho per-
mite que el acceso a los medios de comunicación masiva por un ciudadano,
así como la información que obtiene de ellos, queden sujetos al filtro de los
intereses particulares de un medio de comunicación. De ocurrir este su-
puesto, la libertad de expresión queda reducida o sujeta al poder económi-
co de quien puede pagar por expresar su opinión a través de los medios de
comunicación, y, por tanto, la vida democrática resulta lesionada.
El mercado incide inevitablemente sobre la forma y contenido de lo que
se reporta informativamente. Dentro del libre mercado, la presentación de
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 381

información difícilmente se confronta con las preferencias, intereses o


ideas que caracterizan al grueso de sus consumidores. Este fenómeno está
también acentuado por otras presiones, principalmente económicas, sobre
el suministro de la información. El costo para recabar, organizar y presen-
tar información es alto. Paralelamente, diversos intereses económicos bus-
can protegerse y avanzar, mediante la información que recibe la sociedad.
Para tal efecto, ellos ejercen una actividad destinada a promover la presen-
tación de información que más les conviene. De esta forma, aparecen nu-
merosas y sólidas observaciones que evidencian que el libre mercado no es
condición necesaria para tener medios de comunicación libres, ni que tam-
poco puede aceptarse como la fórmula más conveniente para asegurar que
la prensa actúe como un contrapeso respecto al poder del gobierno.
La responsabilidad social exige cada vez en forma más evidente la nece-
sidad de contar con modelos y políticas alternos al libre mercado. En ellos
se deben privilegiar las necesidades y demandas de las mayorías. Asimis-
mo, deben tener como objetivo principal el logro de una distribución justa
y equitativa de la riqueza entre todas las clases sociales, en lugar de favore-
cer a unos cuantos. Entre una de estas riquezas más preciadas en la demo-
cracia está la información.
No puede dejar de verse que la globalización de los medios y de los sis-
temas informáticos ha pronunciado un proceso de amplia concentración de
los mismos. La monopolización de los medios de comunicación puede te-
ner variados efectos. Entre ellos pueden estar la pérdida de la diversidad,
de la pluralidad, de la objetividad, de la imparcialidad, y de la atención a
los problemas sociales, políticos y económicos que afectan sustantivamen-
te a toda una sociedad. Diversos ejemplos muestran que los monopolios in-
formáticos tienen como objetivo superior el logro de ganancias.
El monopolio de los medios no sólo reporta una utilidad económica, si-
no también política, ya que su fuerza les permite ejercer una presión real
para obtener un trato favorable por parte del gobierno. Las formas en que la
ejercen presenta variedades por demás sofisticadas. Su impacto puede ser
tan significativo que puede afectar la propia estructura del proceso demo-
crático. Inevitablemente, la concentración de los medios de comunicación
sin una estructura plural e incluyente genera condiciones que ponen en
riesgo la vida de la democracia. A efecto de reducir el impacto adverso de
este fenómeno, se debe buscar una dispersión del poder de los medios.
Hoy en día se observa una creciente competencia en las formas de co-
municación, así como en el desarrollo de las nuevas tecnologías en este
382 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

campo. Teléfonos celulares, televisión por cable y satelital, computadoras


e Internet, son vehículos de comunicación sobre los cuales la ciudadanía
realiza un gasto y utilización crecientes. Cada uno de ellos en lo particular
refleja un propio avance tecnológico diario, a lo cual se suma el nacimiento
de otras tecnologías. Sin duda alguna este fenómeno ha incidido significa-
tivamente, y seguirá teniendo un impacto de relevancia en la conducta y
comunicación del ciudadano, tanto en el ámbito público como en su vida
privada.
El desarrollo tecnológico en el campo de las telecomunicaciones tiene
un impacto en la vida política y sobre la naturaleza de la comunicación
electoral. En tanto que la radio y la televisión transformaron los foros tradi-
cionales de expresión y mensaje político, las nuevas tecnologías mediáti-
cas tienen un alcance aún mayor. El crecimiento de la televisión por cable
ha permitido la cobertura de un auditorio más amplio. Las teleconferencias
satelitales en apoyo a candidatos permiten una participación más activa del
auditorio a lo largo de un país e incluso desde otros países. Asimismo, a
través del uso de computadoras se logra el manejo de listas y la generación
de correo personalizado con mensajes y ofertas políticas. Por su parte, el
Internet permite alcanzar auditorios más allá de cualquier frontera geográ-
fica en cuestión de minutos, y establecer una comunicación más directa,
particular e incluso interactiva. En este contexto, se hace necesario cubrir
el vacío jurídico o rezago normativo generado por el rápido y amplio desa-
rrollo de las nuevas tecnologías mediáticas.
La importancia del avance tecnológico informativo en el ámbito de la
democracia puede ser ampliamente observada tomando en cuenta que las
sociedades modernas viven crecientes problemas para encontrar un equili-
brio entre sus realidades y sus ideales. En la actualidad, en un contexto
donde la participación en procesos electorales y otras condiciones de espa-
cio para la decisión ciudadana se concretan a ciertos vehículos limitados y
tradicionales, donde, asimismo, hay una creciente decepción o pérdida de
credibilidad en la política, en sus instituciones y en sus actores, diversos
analistas y miembros de la sociedad ponen en las nuevas tecnologías de la
información una especie de esperanza. Aun cuando puede comprenderse el
vínculo entre el desarrollo tecnológico y la democracia, debe subrayarse
que el potencial e impacto del primero a favor del segundo todavía es inde-
finido e incierto.
En este contexto, no puede ignorarse que en varias formas se obtiene la
lectura de que hay una exigencia ciudadana para intervenir de manera más
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 383

activa y directa en la toma de decisiones públicas. Este hecho, necesaria-


mente, obliga a hacer uso de los nuevos desarrollos tecnológicos mediáti-
cos, para encontrar nuevas fórmulas de participación ciudadana. Al respec-
to, hay condiciones que contribuyen a mostrar la necesidad de las mismas.
Así, no puede pasarse por alto diversas manifestaciones organizadas por
sectores de la población o provocadas por algún interés político personal.
Entre ellas, por ejemplo, pueden encontrarse la interrupción de vías de co-
municación o la toma de instalaciones de servicios públicos. No debe per-
derse de vista que esos hechos pudieron no haber florecido, o bien sus cau-
sas llevadas por otras vías institucionales de expresión, si los intereses
ciudadanos en cuestión hubiesen sido atendidos debidamente con antela-
ción, o si hubiese un acceso abierto a otros caminos de expresión y protes-
ta. Estos otros caminos pueden ser brindados por los desarrollos tecnológi-
cos que permitan la expresión y participación del ciudadano. En este orden
de ideas, el Internet es visto con una relevancia especial.
El deseo de encontrar en el uso del Internet una respuesta en el sentido
anterior no puede hacer a un lado el observar la presencia de limitaciones y
efectos complejos. Por ejemplo, debe tenerse presente que el Internet per-
mite a los miembros de su auditorio la posibilidad de obtener respuestas a
sus cuestionamientos particulares. Lo anterior puede estar derivando en
que el grueso de la masa del auditorio se desgrane en masas segmentadas.
Algunos especialistas observan que se obtienen grandes ventajas con la
creciente individualización de la participación ciudadana a través del Inter-
net. Sin embargo, el punto central de análisis a la luz de la democracia es
cuestionarse si en este orden de comunicación individualizada o segmenti-
zada el proceso de participación ciudadana y elección de representantes po-
pulares pueden resultar fortalecidos. Por ningún motivo puede dejarse de
considerar que la tendencia hacia una comunicación más personalizada e in-
teracción comunicativa entre ciudadanos de forma individualizada puede re-
sultar en una fragmentación de intereses y demandas de la ciudadanía en los
ámbitos político, económico y social.
En torno al uso del Internet, se tiene que reflexionar necesariamente so-
bre la condición económica, cultural y social del individuo. En su uso pue-
den quedar excluidos innumerables ciudadanos, dada su situación finan-
ciera, el grado de alfabetismo, idioma y desarrollo económico de su país.
Un requisito indispensable para utilizar el Internet es tener una computa-
dora y contar con el servicio correspondiente. Sin embargo, para un gran
384 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

número de ciudadanos una computadora es un bien costoso, así como con-


tar con la infraestructura técnica a través de la cual pueda tener acceso a la
información que se brinde a través del mismo. Esta condición invita a pen-
sar en problemas que inciden en el campo de la igualdad y la equidad. To-
mando en cuenta la segmentación de la ciudadanía que se genera en el uso
del Internet, sumado a la anterior condición de desigualdad o inequidad,
resulta relevante reflexionar sobre la resistencia que puede tener la demo-
cracia para soportar la presencia extrema de los anteriores elementos.
Por otra parte, el Internet no está ajeno a problemas que afectan a otros
medios de comunicación masiva. Al respecto, surgen interrogantes sobre di-
versas cuestiones de importancia. Entre ellos se encuentran los siguientes: el
hecho de informar a la ciudadanía, dando prioridad o no a intereses econó-
micos; la inclinación del usuario a recibir y leer la información que responde
a su interés particular; la obtención de datos sobre los temas que realmente
son de relevancia para la ciudadanía. Los signos apuntan en el sentido de que
los principios y valores mercantiles se extienden crecientemente influyendo
en forma sustantiva la conducta y acciones del internet, al igual que otros
medios de comunicación masiva en todo el mundo, trátese de países con una
democracia o no. Ello será factor que contribuya al decrecimiento en la cali-
dad y contenido de la información, así como el fortalecimiento de la compe-
tencia mediática en términos de lo espectacular y comercial, para obtener un
mayor auditorio con lo que se satisfaga simplemente a núcleos de consumi-
dores. El desarrollo del Internet con una directriz mercantilista, necesaria-
mente aumenta la tensión existente entre la democracia y los otros medios
tradicionales de comunicación masiva: por una parte, informando a la socie-
dad amplia y objetivamente, a efecto de que sus miembros participen ade-
cuadamente y decidan sobre sus necesidades reales, así como respecto a las
soluciones que requieren; por otra, el integrar, presentar y desarrollar infor-
mación viendo a la sociedad como un conjunto de consumidores.
Sin duda alguna es correcta la visión de que los avances tecnológicos
pueden ser factores que contribuyan a abrir nuevas y más amplias vías de
participación y expresión ciudadana, y, por tanto, puedan tener un impacto
a favor de la democracia. Sin embargo, la realidad muestra que los mayores
esfuerzos e intereses se vierten para hacer de esos avances tecnológicos,
herramientas para fines comerciales. Así, se puede observar a través del
uso del Internet, un ciberespacio dominado por información con ofertas y
transacciones mercantiles. En consecuencia, las posibilidades de dar un
CONSIDERACIONES Y PLANTEAMIENTOS 385

uso a los avances tecnológicos mediáticos a favor de la democracia van


quedando ampliamente rebasadas por intereses comerciales.
Como se ha señalado, la democracia y los medios de comunicación tie-
nen una relación directa y estrecha que se hace simbiótica, inherente uno al
otro. Los medios de comunicación masiva tienen un amplio e importante
campo de acción en la vida política, económica, social y cultural de toda
sociedad. Ellos constituyen las fuentes más importantes de información y
expresión de la ciudadanía y su gobierno. Ellos son indispensables para la
participación de cada individuo, así como para la formación del diálogo,
consensos y toma de decisiones. Ellos son contrapesos y herramientas para
el escrutinio del poder político y económico.
Sin embargo, se encuentra que los medios también pueden erosionar a la
democracia. Ante la existencia de esas acciones adversas, así como de una
concentración monopólica y globalizadora en la propiedad de los mismos,
y la marcada tendencia comercial de éstos, se hace presente la necesidad de
valorar una reforma de los medios de comunicación masiva. Si se otorga
un auténtico valor a la vida de la democracia, se debe seguir este camino.
Esta reforma debe partir, fundamentalmente, de las siguientes bases:

• Creación de nuevos vínculos entre sociedad y gobierno.


• Establecimiento de nuevas fórmulas y canales de participación para
la decisión ciudadana.
• Compromiso y responsabilidad social de medios y comunicadores.
• Presentación por los medios de información con contenido predomi-
nantemente social, sin fines comerciales.
• Regulación de los medios que no limite sus libertades, sino que brin-
de una señalización del quehacer informativo para alcanzar los prin-
cipios y fines de la democracia.
• Presencia de medios de comunicación públicos, con participación de
miembros de la sociedad y representantes de sus asociaciones u orga-
nizaciones.
• Respeto cabal a la privacidad y dignidad del individuo y sus familias.
• Creación de instancias de escrutinio por la ciudadanía sobre los me-
dios y comunicadores.
• Medidas antimonopólicas.
• Recursos institucionales para la ciudadanía que permitan corregir
conductas y prácticas mediáticas en contra de la democracia.
386 JOSÉ LUIS F. STEIN VELASCO

Los cambios que el mundo vive y seguirá enfrentando requieren de me-


dios de comunicación y comunicadores comprometidos con la democra-
cia, para asegurar el desarrollo de la sociedad en ese sentido. La informa-
ción que ellos brinden será determinante para toda la sociedad. En
consecuencia, medios y comunicadores tienen ante sí la oportunidad de ser
actores centrales en el desarrollo de una sociedad participativa, deliberati-
va, incluyente, plural y solidaria, cuyas decisiones sean resultado de con-
sensos y compromisos. Ellos tendrán resultados más positivos en la medi-
da en que su quehacer esté marcado por la defensa de la libertad del
individuo, sumado al respeto a su privacidad y dignidad, salvaguardando
en todo momento sus derechos humanos.
Tal y como se ha afirmado en otro trabajo: “El poder es sustancia vital
de todo sistema político. Lo que distingue a unos de otros sistemas es el
conjunto de valores, principios, fórmulas, instituciones y mecanismos a
través de los cuales el poder se adquiere y se ejerce”.879 Los medios no es-
tán exentos de esta afirmación. Ellos tienen poder. Ellos son un factor real
de poder político, económico, social y cultural. El alcance, influencia y po-
der de los medios puede construir u obstaculizar el surgimiento, transición,
desarrollo o consolidación de la democracia. Este fenómeno hace indis-
pensable entender la tensión o resistencia que se puede llegar a formar en-
tre el poder, intereses, prácticas y estructuras operativas de los medios de
comunicación, por una parte, y los ideales y fines de la propia democracia,
por otra. Consecuentemente, de acuerdo con los ideales y fines de la demo-
cracia, en ningún momento puede dejarse su actuación como un poder ili-
mitado e independiente. En todo momento debe quedar sometido al Estado
de derecho y abierto al escrutinio de la sociedad.
La información es poder. La información debe ser del pueblo. Así se
construye la democracia.

879 Stein Velasco, José Luis, “Constitucionalismo, poder y legitimidad”, en Proble-


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