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La enseñanza de Lacan sobre la transferencia

Gemma Ribera

Resumen de la sesión del 11 de mayo de 2015, en el Curso de Psicoanálisis de la Bibilioteca del Campo
Freudiano de Tarragona

En la enseñanza de Lacan podemos aislar diferentes momentos en relación a la conceptualización de la


transferencia. Voy a intentar dar cuenta de éstos en un esfuerzo por transmitir la importancia que este
concepto tuvo para Lacan, al que dedicó un Seminario exclusivo, el VIII La transferencia (1960-1961), así
como una parte importante de su Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (1964),
al lado de los conceptos inconsciente, repetición y pulsión.

Lacan 1: la dimensión imaginaria y simbólica de la transferencia

En 1951, encontramos el primer texto de Lacan donde aborda específicamente el tema de la transferencia a la
vez que desarrolla una crítica directa al concepto de contratransferencia. En el XIV Congreso de
psicoanalistas de habla francesa, dicta una conferencia titulada “Intervención sobre la transferencia”. Va a
abordar el tema a partir de un texto de Daniel Lagache que llevaba como título El problema de la
transferencia, éste era un informe encargado por la IPA y que tenía como finalidad dilucidar sobre el conjunto
de teorías que había en aquel momento sobre la transferencia.

Lagache utilizara el término “estancamiento” para referirse a la situación, mientras que Lacan utilizara otro
término, el de “degradación” para referirse a lo que considera un retroceso. Señalará que la dificultad en
hallar una teoría sobre la transferencia está en los analistas, que quedan atrapados en los efectos que ésta
produce -la llamada contratransferencia- y no consiguen ubicarla en lo que importa: su causalidad.

Señalaré tan solo aquello que Lacan intenta transmitir a sus colegas y que me permitirá entrar a dar cuenta de
ese primer Lacan en relación a la transferencia. En el texto referido Lacan intenta explicar la transferencia por
la forma en que el dispositivo analítico coloca al sujeto, confrontándolo con el significante de la demanda, algo
de lo que el sujeto es portador, pero que sólo a través del encuentro con el analista el sujeto podrá realizar un
trabajo de extracción de dichos significantes, y esto generará efectos que producirán modificaciones
subjetivas que se irán revelando en lo que Lacan llama “el desarrollo de la transferencia”.

En este momento tenemos entonces que Lacan coloca en primer plano y como dimensión dominante el
registro de lo simbólico, en su doble articulación: como campo del lenguaje y función de la palabra (el lenguaje
soporta como estructura la función de la palabra y ésta aporta la dimensión del sentido).
En ese primer momento la transferencia es concebida, por Lacan, como una dialéctica de la intersubjetividad.
Es el encuentro entre dos sujetos, pero donde uno de ellos, el analista, va a ocupar el lugar del Otro, lo que va
a permitir una operación especifica. Para Lacan, en la transferencia se trata de hacer pasar hacia el lado de lo
simbólico la inercia libidinal fijada en el registro imaginario, para que se produzca una dialectización del
sentido y un reconocimiento del mensaje reprimido en el síntoma. Qué encontramos en este primer
momento?: los fenómenos imaginarios del amor y la pasión dirigidos a la persona del analista (en 1954, en su
primer Seminario Sobre los escritos técnicos de Freud, dirá que juega –la persona del analista- un rol de
pivote.

Esquema lambda (o esquema L)

En el escrito “Intervención sobre la transferencia”, relee el caso Dora a partir del entrecruzamiento de los ejes
simbólicos e imaginarios y señala el error de Freud del lado de los prejuicios del mismo al situarse en el eje
imaginario.

A tener en cuenta de este primer momento: Lacan parte del dicho de Freud “hay enfermedades que hablan” y
propone escuchar la verdad del síntoma. Propone pasar el síntoma del lado de la palabra y articular la clínica
a partir de la dialéctica en la que la presencia del analista aporta la dimensión del dialogo porque es el lugar
hacia el que se dirige la palabra. Por tanto, para Lacan el lazo transferencial no es afectivo, es un lazo
dialéctico y el motor de esa dialéctica es la verdad.

Es decir, que aunque la transferencia la promueve el paciente en su encuentro con un analista, ésta solo es
posible -para lo que se trata en la experiencia analítica- si el analista ocupa el lugar que permite el acceso al
inconsciente.

Resortes simbólicos de los que puede “servirse” el analista:

La demanda: El analizante por el solo hecho de hablar formula una demanda al analista que, ocupando el
lugar del Otro, debe de satisfacer. Desde ese momento el analista ocupa el lugar del Otro de la demanda y es
convocado a soportar todas las figuras del Otro de la demanda en la historia del sujeto. Así se instaura la
transferencia.
Seminario VIII: “En otros términos, me parece imposible eliminar del fenómeno de la transferencia el hecho de
que se manifiesta en la relación con alguien a quien se habla. Este hecho es constitutivo”.

El Sujeto Supuesto Saber (SsS): Se trata de poner en relieve las relaciones del sujeto con la palabra y no en
la repetición libidinal. Así, llega a formular de una manera más acabada en el seminario XI Los cuatro
conceptos... que la transferencia solo puede pensarse a partir del sujeto a quien se le supone el saber.

En la Proposición del 9 de Octubre de 1967, sobre el psicoanalista de la Escuela dirá: “El SsS es para
nosotros el pivote desde el que se articula todo lo tocante a la transferencia”.

Hay apertura de la transferencia por el hecho de que el paciente se entrega a la asociación libre para
encontrar la verdad sobre sí mismo, sobre su identidad, sobre su verdadero deseo. El analista responde en
primer lugar con el silencio, lo que permite que se pueda desplegar la palabra. En el análisis lo primero que
hay que hacer es dar la palabra al analizante dado que en última instancia el analista no sabe nada de la
verdad a producir por parte del analizante.

Hay 3 SsS. El primer SsS que encontramos es el analizante, aquel que viene al encuentro de un analista y al
que se le da la palabra haciendo el analista de página en blanco. El analista tiene que olvidar su saber
referencial y tomar cada sesión como si fuese la primera. Lacan dirá que la pasión que nos anima es la de la
ignorancia, que es además la condición para que el SsS pueda instalarse en la transferencia.
El 2 SsS es el analista. Es supuesto saber interpretar que opera mediante el silencio y la interpretación. En lo
que habla el paciente otra cosa quiere decir y es la escucha del analista y la interpretación lo que permite la
aparición y la interpretación del inconsciente.

El 3 SsS es el inconsciente intérprete (que interpreta) y esto aparece en la sesión y se transfiere al analista.

Amor y transferencia

En 1960, a partir de su Seminario VIII (“La transferencia”), Lacan va a considerar la intersubjetividad como lo
más ajeno al encuentro psicoanalítico. Dirá: “Esta intersubjetividad es dejada propiamente en reserva, o
mejor, es aplazada sine die, para dejar aparecer otro asidero, cuya característica consiste precisamente en
ser esencialmente la transferencia”.

Para Lacan en ese momento lo esencial de la transferencia es el amor. Toma como referencia para estudiar la
naturaleza del amor en la experiencia analítica el texto El banquete de Platón.

Alcibíades llega borracho al banquete y dice que tiene que decir algo muy íntimo. Dice que él ha manifestado
en varias ocasiones su amor a Sócrates, que ha querido acostarse con él. Sócrates rehúsa su proposición de
amor, no acepta dejarse amar y desear. Por qué? Lacan dirá que Sócrates es el envoltorio de un objeto
agalmático y eso es lo que él no quiere ceder; en eso, señalará Lacan, prefigura la figura del analista. Se trata
de la teoría del amor como falta, de ahí su famosa frase “el amor es dar lo que no se tiene”. El amor se anuda
al deseo y elige a otro, amado, como aquel a quien poder dar la propia falta, haciendo de él el objeto que nos
falta.

Al poner de relieve la función de Sócrates como función del objeto del deseo de Alcibíades y no simplemente
de otro sujeto, supone en la teorización de Lacan sobre la transferencia un distanciamiento de su
planteamiento de la intersubjetividad.

Es cierto que la función que le da al analista en la transferencia, es la del soporte de un objeto agalmático y
que no debe ceder; pero todavía estamos en el registro de los objetos imaginarios y no tiene todavía el valor
real que adquirirá posteriormente en el Seminario XI, en el que el objeto a ya no es especularizable.

En cualquier caso, el 1960 para Lacan la realidad del amor es el deseo en tanto falta y por lo tanto, no es
saturable por ningún objeto que el deseo encuentre en la vida real, es siempre deseo de otra cosa, no
encuentra nunca su objeto total.

Se trata de permitir en el análisis que el analizante intentando buscar un objeto que lo complete se encuentre
con su propio deseo, como algo que gira en torno a un vacio.

El analista en la transferencia, como Sócrates, se sostiene como objeto que contiene en su interior el enigma
del analizante, la causa de su deseo.

Lacan 2: lo real (imposible de decir) i el acceso al modo de goce

Lacan se dio cuenta de que la vertiente simbólica de la transferencia tiene un límite, porque no incluye la
vertiente libidinal en la que el objeto tiene una presencia real. Por esta razón, en su esquema del discurso
analítico situará al analista en posición de objeto a (Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, 1969).

Lugares del discurso


Llevar el saber al lugar de la verdad.

El analista es el agente bajo la forma de a.

“Cuál es el objeto aquí? El objeto presente es la nada. La significación del inconsciente proviene de la
articulación misma. El analista no tiene que ocuparse demasiado de los rasgos por los que puede prestarse a
una confusión aprovechable con los personajes de la historia. El analista es ante todo el envoltorio de la nada
de esa significación del inconsciente”. (J. A. Miller, Como se inician los análisis.

De ahí surge la idea de la abstinencia, que formula que el objeto en juego es el objeto “nada”. El analista debe
estar advertido que analiza con el “de-ser”, es decir a partir del agujero real del saber, pero también con el
lugar vaciado de su propio goce fantasmático, reducido desde su propio análisis.

La otra perspectiva que se abre, consiste en considerar el análisis no solamente como un modo de decir del
inconsciente, sino también como un modo de gozar. Miller lo señala en el texto referido, cuando autorizamos a
un sujeto a comenzar un análisis, le damos acceso a un nuevo modo de gozar de su inconsciente y tenemos
qué saber cómo se satisface la pulsión en el análisis y mediante la transferencia, como se satisface la pulsión
acordada al objeto “nada”.

El movimiento por el que se avanza, sostenido en la transferencia, no es otra cosa que la experimentación de
la falte en ser y el encuentro con la consistencia de la cadena significante, del discurso y del Otro. Si el Otro
de la transferencia, el analista, no responde como saber, sino que simplemente se ha prestado para que el
circuito pulsional hiciera su vuelta, inevitablemente el analizante va a poder ubicar el plus de gozar del que el
analista se ha hecho soporte real. Lo que el analizante se va a encontrar allí, es el vacio topológico del Otro y
su propio plus de gozar. A fin de cuentas, el analista solamente ha estado allí estando advertido de que el
objeto a es del analizante porque es quien lo ha colocado allí y su función solamente ha consistido en
prestarse a ese juego para que la pulsión pudiera dar la vuelta.

Dicho de otro modo, el analista es la puesta en acto de la realidad libidinal del analizante -que es el nombre
del objeto a en 1964. Es por la vía del deseo del analista. Es decir, el analista tiene la responsabilidad de
actualizar esa realidad pulsional que define una parte del ser del sujeto. Para Lacan es el deseo del analista,
el operador que permite poner en valor la raíz pulsional del inconsciente y alimenta la transferencia. La
presencia del analista abre la posibilidad de operar sobre este objeto causal, de que se pueda acceder al
inconsciente real en análisis.

Por esa razón es fundamental que el analista esté analizado, porque es la única manera en que podrá
manejarse con la suficiente ductibilidad para colocarse en la posición analítica adecuada y hacer semblante
del objeto a para el analizado.

De esta forma en el final del análisis no solamente se procede a una reducción de la cadena significante y a la
experimentación de los límites del inconsciente transferencial, sino que se hace necesario que los artificios
imaginarios, simbólicos y de goce puedan ser despejados para que la emergencia del goce más singular
pueda abrir la posibilidad de un cambio en su registro, de un cambio en la relación del sujeto con la repetición
que permita un nuevo uso de ella.

Bibliografía:

Lacan, J. “Intervención sobre la transferencia”. Escritos I. Ed. Siglo XXI, 1998.


Lacan, J. El seminario I. Los escritos técnicos de Freud. Ed. Paidós, 2007.
Lacan, J. El seminario VIII. La transferencia. Ed. Paidós, 1986.
Lacan, J. “Proposición del 9 de Octubre sobre el psicoanalista de la escuela”. Otros escritos. Ed.
Paidós, 2012.
Lacan, J. El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, 2006.
Miller, J. A. “Como se inician los análisis”, en Cuadernos andaluces de psicoanálisis, num. 26

Castellanos, S. La transferencia, de Freud a Lacan. Ed. Pomaire, 2012

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