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La palabra texto proviene del vocablo latín textus que significa “tejar, entrelazar”
El texto es tanto el producto oral como el escrito, siempre y cuando constituya una
unidad de sentido total, al margen de sus dimensiones-una oración pude ser en
ocasiones un texto- y de cual sea su intención comunicativa-lo importante es que el
texto sea adecuado a la situación del mismo, y que posea una organización correcta con
el fin de crear una comunicación total.
El texto suele dividirse en párrafos que están comprendidos entre una palabra con letra
inicial mayúscula, al principio de un renglón, y un punto y aparte al final.
Bernárdez,
Introducción a la lingüística del texto (1982: 76) Desde su punto de vista, para definir
texto hay que tener en cuenta los siguientes factores:
(1) Carácter comunicativo: es una acción que tiene como finalidad comunicar
(2) Carácter pragmático: se produce en un contexto extralingüístico, con interlocutores y
referencias constantes al contexto
(3) Carácter estructurado: es una organización interna basada en reglas que garantizan el
significado.
Para Halliday (1982: 94) el texto es “... la unidad lingüística básica, que se manifiesta en
la superficie como discurso”.
Para van Dijk (1993:32) es:
“... una construcción teórica abstracta que subyace a lo que normalmente se llama un
discurso. Aquellas expresiones a las que puede asignarse estructura textual son, pues,
discursos aceptables de la lengua–en este nivel de explicación de la aceptabilidad– ésto
es, están bien formados y son interpretables”.
Adoptando la posición de van Dijk, consideramos el texto como una abstracción y de
ninguna manera lo concebimos como un objeto físico, por cuanto es un hecho
comunicativo específico y como tal constituido por un canal de comunicación y un acto
o unos actos de lenguaje que actualizan este canal. Lo que sucede es que los
interlocutores se relacionan no con el texto aislado, sino con un soporte o portador de
texto –por ejemplo un libro, o un flujo acústico–, que a su vez lo identifica con una
función particular y por ello comúnmente se confunde el texto con su portador.
En los últimos años, Yuri Lotman (1993, citado por Pardo, 1995:90), ha ampliado el
concepto de texto a partir de los desarrollos de la Semiología. Para Lotman el texto es
plurisémico, una unidad finita, estructurada, codificada y abierta que en el sistema
cultural cumple dos funciones: “la transmisión adecuada de los significados y la
generación de nuevos sentidos”. Esta propuesta de dualismo funcional de los textos en
un sistema cultural, diluye las ideas preconizadas por los enfoques transmisionistas y un
enfoque bajtiniano de la comunicación. Según Werstch (1993:95), en la perspectiva de
Lotman, “ambas funciones del texto pueden ser halladas en cualquier ámbito
sociocultural, pero una u otra domina en determinadas áreas de la actividad o en
general, durante determinados períodos de la historia”.
Desde este punto de vista, el texto no se restringe a los signos verbales, por lo cual un
ballet, una pintura, una sinfonía, etc. pueden considerarse textos. Dado que el texto
materializa un lenguaje, todo aquello que es relevante para ese lenguaje, lo es también
para el texto y debe considerarse como componente de su significación. De este modo,
el análisis textual, y por lo tanto del lenguaje o lenguajes que constituyen el texto,
“permite la interpretación de fenómenos culturales que no le son tan evidentes (al
hombre) ya que son sistemas secundarios, generadores de sentido, que se interceptan y
coexisten con sistemas primarios, como las lenguas naturales”(Pardo, 1995:92).
Definido así este concepto, nos parece necesario plantearnos una pregunta cuya
respuesta consideramos fundamental para orientar nuestro trabajo investigativo:
¿subyace un texto a todos los actos discursivos?
A esta inquietud, autores como Ryan (1979:259), responden negativamente. Esta autora
por ejemplo, expone su diferenciación entre tipos de discurso y tipos de texto, que
ilustra con el ejemplo de la conversación. Para ella ésta es un tipo de discurso, más no
un texto, por cuanto “no está regida por condiciones de coherencia globales, y por tanto
presenta un status ambiguo con respecto a la noción de texto. La única coherencia que
se requiere en los diálogos de la vida real es vagamente lineal: mantiene la
concatenación de oraciones y giros, pero sin impedir que los hablantes cambien de tema
y se interrumpan unos a otros en determinados momentos del intercambio”.
Contrariamente a esta posición, van Dijk (1993:20-23) incluye la conversación entre los
textos posibles de una lengua al concebir la gramaticalidad y la coherencia como
relativos, es decir dependientes del contexto: la coherencia puede estar constituida por
la secuencia oracional –coherencia lineal–, por el texto global –coherencia global–, o
por la adecuación del acto de habla que se logre con la emisión –coherencia
pragmática– como ampliaremos más adelante. De este modo, la condición de
coherencia estaría no tanto en el texto, sino que depende de la interpretación semántica
y pragmática asignada por un lector/oyente, en el que “...un lector establece la
coherencia no sólo a base de las proposiciones expresadas en el discurso, sino también a
base de las que están almacenadas en su memoria, es decir las proposiciones de su
conocimiento”
(Ibid.: 40).
1 Tomado del módulo No. 4 “La escuela y el lenguaje escrito”, escrito por Gloria
Rincón B. Programa de Mejoramiento docente en lengua materna, MEN, ICETEX,
UNIVALLE, 1998.
unívoca en el sentido de que presupone que “los códigos del hablante y del oyente
coinciden completamente”(Citado por Werstch, 1993:98), y dialógica en cuanto concibe
el texto como “dispositivo para pensar”. Esta dualidad, también esta fuertemente ligada
a la noción bajtiniana de texto autoritario (predominancia de la primera función) o de
texto persuasivo (predominancia de la segunda función).
También Halliday (1982: 160) comparte la posición anterior por cuanto al ser el texto la
forma lingüística de la interacción social... “se halla encapsulado en un contexto de
situación, por lo cual, en el curso normal de las cosas, un texto no es algo que tenga un
principio y un fin; el intercambio de significados es un proceso continuo implícito en
toda interacción humana, no está desestructurado, pero es inconsútil, y todo lo que se
puede observar es una periodicidad en que los máximos de textura alternan con los
mínimos: momentos de gran cohesión con momentos de continuidad relativamente
escasa. La discreción de un texto literario no es típica de los textos en general”
(Ibid.:179).
Dado que compartimos el punto de vista de estos dos últimos autores, nos referiremos a
textos sean éstos en modo oral o en modo escrito; textos que subyacen a discursos
conversacionales o no.
Teniendo en cuenta nuestro interés por el lenguaje escrito, intentaremos ahora
aproximarnos a una caracterización de los textos que permita detectar cómo ellos se
estructuran como tales y cómo en estas diferencias se hace concreta la presencia del
lenguaje oral o escrito.