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La paradoja del valor

La paradoja del valor (o paradoja del diamante y el agua) es una paradoja dentro de la economía clásica sobre
el valor económico que expresa que, aunque el agua es más útil que los diamantes, estos tienen un precio más
alto en el mercado. Adam Smith menciona la paradoja en La riqueza de las naciones. Smith no fue el primero
en notar la paradoja. Nicolás Copérnico, John Locke, John Law y otros habían intentado explicar la disparidad
en el valor entre el agua y los diamantes. La teoría de la utilidad marginal, que resolvió en definitiva la
paradoja, provocó el nacimiento de la economía neoclásica y defiende que no es la demanda de un bien lo que
determina su precio, sino su utilidad marginal.

Definición neoclásica Utilidad marginal

Supongamos que un consumidor racional debe decidir gastar su ingreso disponible entre n bienes con algún
criterio de optimización. La escuela neoclásica postula la existencia de una función escalar U para cada
consumidor definida sobre el conjunto de combinaciones de n bienes que mide la utilidad o satisfacción total
U(c) que obtendrá el consumidor después de haber consumido una combinación de bienes dada por las
cantidades (q1,...,qn):

U:\mathbb{R}^n \to \mathbb{R} \qquad U^{(c)} = U(q_1,...q_n)

En esas condiciones se define la utilidad marginal asociada al bien i como el aumento de la utilidad total al
consumir una unidad adicional del bien i. Si admitimos que el bien i puede ser infinitamente divisible,[1] la
utilidad marginal u viene dada por:

u := \frac{\partial U(q_1,...q_n)}{\partial q_i}

La función de utilidad no es directamente medible y es subjetiva, es decir, depende de forma caprichosa de los
gustos y deseos de cada consumidor. Así diferentes consumidores obtendrán satisfacciones o utilidades
diferentes de la misma combinación de bienes, según sea esta combinación más o menos acorde a sus gustos y
deseos.

Maximización de la utilidad
Artículo principal: Eficiencia de Pareto
De acuerdo con los postulados de la escuela neoclásica un consumidor racional tratará de obtener la máxima
utilidad de su ingreso disponible lo cual, si admitimos la existencia de la anterior función de utilidad,
conllevará que la combinación de bienes escogida por este consumidor racional será precisamente la
combinación q que satisface las siguientes ecuaciones:

(1)\mbox{max} \quad U(q_1,...,q_n) = U(\bar{q}_1, ..., \bar{q}_n) \qquad \bar{q} = (\bar{q}_1,...,


\bar{q}_n)

Sujeto a la restricción presupuestaria:

(2)\bar{q}_1p_1+\bar{q}_2p_2+...+\bar{q}_np_n = r_D

Por la teoría de extremos condicionados de Lagrange, se puede demostrar que las ecuaciones (1) equivalen a
las ecuaciones (3), sujetas a la misma restricción presupuestaria:

(3)\frac{1}{p_1}\frac{\partial U(\bar{q})}{\partial q_1} =


\frac{1}{p_2}\frac{\partial U(\bar{q})}{\partial q_2} = ... =
\frac{1}{p_n}\frac{\partial U(\bar{q})}{\partial q_n}
Las condiciones anteriores puede resumirse en que el consumidor escogerá aquella combinación de bienes
tales que las utilidades marginales divididas de los precios sean todas iguales. Ello significa que, partiendo de
la premisa de que la utilidad marginal es decreciente, la maximización de la utilidad sobreviene cuando el
último esfuerzo necesario para obtener el beneficio es exactamente igual al beneficio obtenido, momento a
partir del cual la siguiente unidad de beneficio requerirá un esfuerzo mayor que el beneficio en su mismo, por
lo que no merecerá la pena.

Curva de demanda
La forma de la función de utilidad determina igualmente la forma de la curva de demanda neoclásica que
relaciona la cantidad consumida de un bien con el precio, cuando la utilidad es una función estrictamente
convexa y los precios son cantidades positivas. Además puede probarse que si la utilidad marginal es
decreciente entonces la curva de demanda tiene pendiente negativa y convexa al origen.

Para ver esto matemáticamente construimos la función auxiliar:


\boldsymbol\Phi:\R^n\times\R^n \to \R^n dada por:

\begin{cases}
\Phi_1(p,q) = \cfrac{u_1(q)}{p_1} - \cfrac{u_2(q)}{p_2}\\
\Phi_2(p,q) = \cfrac{u_1(q)}{p_1} - \cfrac{u_2(q)}{p_2}\\
\dots\\
\Phi_{n-1}(p,q) = \cfrac{u_{n-1}(q)}{p_{n-1}} - \cfrac{u_n(q)}{p_n}\\
\Phi_n(p,q) = p_1q_1 + \dots + p_n q_n = Y \end{cases}

Las soluciones de la ecuación \boldsymbol\Phi(p,q)=0 definen precisamente la "curva" de demanda. Para


verificar la existencia de solución de esta ecuación aplicamos el teorema de la función implícita, existirá una
función q = f_Y(p)\, tal que \boldsymbol\Phi(p,f_Y(p))=0, siempre y cuando el siguiente determinante no se
anule nunca:

Utilitarismo
La declaración canónica del utilitarismo de Mill se puede encontrar en su libro El utilitarismo. Esta filosofía
tiene una larga tradición y la aportación de Mill está influenciada principalmente por Jeremy Bentham y su
padre James Mill.

La famosa formulación de Mill del utilitarismo se conoce como el «principio de la mayor felicidad»
(«greatest-happiness principle»). Sostiene que uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor
felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo razonable. La mayor contribución de Mill al
utilitarismo es su argumento para la separación cualitativa de los placeres. Bentham trata a todas las formas de
felicidad como iguales, mientras que Mill sostiene que los placeres intelectuales y morales son superiores a
las formas más físicas de placer. Mill distingue entre felicidad y satisfacción, afirmando que la primera tiene
mayor valor que la segunda, una creencia ingeniosamente encapsulada en la afirmación de que «...es mejor
ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio
satisfecho. Y si el necio o el cerdo tienen una opinión diferente es porque solo conocen su propio lado de la
cuestión.»[13]

La doctrina utilitaria afirma que la felicidad es deseable y lo único deseable como fin en sí, siendo todo lo
demás únicamente deseable como medio para este fin.

John Stuart Mill, El utilitarismo[14]


J.S. Mill también creó el llamado «principio de compensación», utilizado actualmente en la economía del
bienestar.
Pensamiento

Artículo principal: Sobre la libertad


La obra Sobre la libertad de Mill se dirige a la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido
legítimamente por la sociedad sobre el individuo. Uno de los argumentos que mantenía Mill es el «principio
del daño» o «principio del perjuicio» (harm principle). Este mantiene «que cada individuo tiene el derecho a
actuar de acuerdo a su propia voluntad en tanto que tales acciones no perjudiquen o dañen a otros». Si la
realización de la acción solo abarca la propia persona, esto es, si solo afecta directamente al individuo
ejecutor; la sociedad no tiene derecho alguno a intervenir, incluso si cree que el ejecutor se está perjudicando
a sí mismo. Sostiene, sin embargo, que los individuos no tienen derecho a llevar a cabo acciones que puedan
causar daños perdurables y graves sobre su persona o propiedades según postula el harm principle. En tanto
que nadie existe en absoluto ostracismo, el daño que recibe uno mismo también perjudica a otros y el destruir
propiedades afecta a la comunidad tanto como a uno mismo.[4] Mill excluye a aquellos que son «incapaces de
autogobierno» de tal principio, tales como niños en edad temprana o aquellos que viven en «estados
socialmente atrasados» (backward states of society).

Para dichos estados atrasados Mill mantiene que el despotismo puede considerarse una forma de gobierno
aceptable, siempre que el déspota tenga en mente los intereses del pueblo, a causa de los obstáculos y
dificultades del progreso espontáneo.[5] Aunque este principio parezca claro, hay un número de
complicaciones. Por ejemplo, Mill defiende explícitamente que lo que entendamos por «daño» puede
englobar actos de omisión así como actos de comisión. Por ende, fracasar a la hora de salvar un niño en
apuros contaría como un acto perjudicial, tanto como no pagar impuestos o ausentarse en una vista judicial a
la que se ha sido exhortado como testigo. Todas estas omisiones negativas pueden ser recogidas por una
regulación, según Mill. Por contra, no cuenta como un eco perjudicial el dañar a alguien si —sin fuerza o
fraude— el individuo afectado consiente asumir el riesgo. Por esta razón, uno podría ofrecer empleos sin
seguridad laboral a otros, dado que no involucra decepción (Sin embargo, Mill reconoce un límite concreto a
este consentimiento: la sociedad no debe permitir que los individuos se vendan a sí mismos en la esclavitud).
En estos casos es importante tener en mente que los argumentos que usa en Sobre la libertad están basados en
el principio de utilidad y nunca apelan a derechos naturales.

La cuestión de cuáles son las acciones que consideramos como atañentes exclusivamente al individuo ejecutor
y cuáles, ora por comisión, constituyen daños sujetos a regulación, sigue viva en las interpretaciones del autor.
Es importante enfatizar que Mill no consideraba que la ofensa fuera constitutiva de «daño»; ninguna acción
podría ser restringida simplemente por haber violado las convenciones morales de una sociedad determinada.
La idea de una ofensa que perjudica y, por tanto, objeto de restricción fue posteriormente desarrollada por Joel
Feinberg en su «principio de ofensa» (offense principle), que es esencialmente una extensión del harm
principle de Mill.

En Sobre la libertad se lleva a cabo una apasionada defensa de la libertad de expresión. Mill defiende el
discurso libre como una condición necesaria para el progreso social e intelectual. No podemos determinar con
claridad, dice, que una opinión silenciada no contenga algún elemento de verdad. Además sostiene que el
permitir divulgar opiniones falsas puede ser productivo por dos razones. En primer lugar, los individuos
tenderán a abandonar creencias erróneas si están involucrados en un fecundo intercambio de ideas. Y en
segundo lugar, forzando a otros individuos a reexaminar y reafirmar sus creencias en el proceso de debate,
estas creencias se abstienen de desvirtuarse volviéndose meros dogmas. No es suficiente para Mill la defensa
de una creencia que casualmente sea cierta: el creyente debe comprender por qué la idea que sostiene es la
verdadera.

Alfred Marshall

Alfred Marshall (26 de julio de 1842-13 de julio de 1924) fue un economista británico. Marshall fue el
economista británico más brillante de su época.[1] También fue un profesor sobresaliente y ejerció una gran
influencia sobre los economistas de aquella época. Su mayor contribución a la Economía fue sistematizar las
teorías económicas clásicas y el desarrollo del concepto de utilidad marginal. Subrayó la importancia del
análisis minucioso y la necesidad de adecuar las teorías a los nuevos acontecimientos. Es considerado uno de
los antecesores de la economía del bienestar. Entre sus obras destacan Principios de Economía (1890) e
Industria y comercio (1919).

Estudió en el Saint John's College, en el Reino Unido. Su interés por la filosofía le llevó a tomar lecciones de
ética. Tras obtener una beca especial para estudiar ciencias en 1868, se matriculó en Economía política (ver
Economía clásica), ciencia a la que posteriormente él mismo denominó Economía. En 1875, viajó a EE. UU.
para estudiar los efectos de los aranceles en una economía. Al volver a Inglaterra fue director del University
College de Bristol, cargo del que dimitió en 1881. Después estuvo un año en Italia y volvió a la universidad
en 1882 como catedrático; en 1883 se trasladó al College Balliol de la Universidad de Oxford. De 1885 a
1908 dio clases de Economía política en la Universidad de Cambridge. Convirtió Cambridge en la principal
facultad de economía de los países de habla inglesa, y tuvo como discípulos a importantes economistas, como
Pigou o Keynes. Influyó además a Vilfredo Pareto.

Su labor como profesor se basaba en las teorías de Ricardo y Stuart Mill complementadas con las
aportaciones marginalistas, especialmente las de Léon Walras, Jules Dupuit y Stanley Jevons, conciliando las
teorías ricardianas con las del marginalismo, formando así las bases de la escuela neoclásica. De espíritu
abierto, con una sólida formación matemática, histórica y filosófica, introdujo en sus enseñanzas las críticas a
la Escuela Clásica inglesa (principalmente, Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y Stuart Mill)
procedentes del historicismo alemán y del socialismo, así como también de la escuela marginalista.[2]

En 1889 sirvió como presidente en el primer día del Congreso de las Cooperativas.[3]

El resultado de sus esfuerzos fue la denominada «síntesis neoclásica», base de la teoría económica. En 1890
publicó su obra capital, Principios de economía, que durante muchos años fue el principal libro de economía
de todo el mundo. En el primer volumen de la obra compaginó conceptos de la economía clásica como
riqueza, producción, trabajo, capital o valor con aportaciones de la escuela marginalista como utilidad y
utilidad marginal. A los agentes de la producción (tierra, trabajo, capital) añadió un nuevo factor, el de la
organización industrial.

En el segundo volumen realizó una exposición del funcionamiento de los mercados, un análisis de oferta y
demanda y expuso su teoría del equilibrio parcial, de la formación de la oferta, la incidencia de los
monopolios y la distribución de la riqueza nacional. Los problemas más destacados que analizó fueron el de la
formación de los precios y la distribución de la renta.

En el primer caso estableció como determinantes del valor de un bien tanto el coste de producción como la
utilidad. A partir del valor del bien, la formación de los precios vendría dada por la confluencia de la oferta y
la demanda; la primera, determinada por los costes de producción, y la segunda, por la utilidad marginal.
También estableció una relación entre precio y cantidad demandada cuya sintaxis gráfica (curvas de oferta y
de demanda) sigue vigente hoy día.[2]
Pensamiento económico reciente Editar

Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un cierto consenso entre los economistas a propósito de las
políticas económicas que adoptar. La mayoría de los gobiernos de los países desarrollados, atendiendo a las
propuestas keynesianas, iniciaron una activa política de intervención tan estructural como coyuntural en la
economía, aumentando progresivamente sus gastos y el peso del sector público. El keynesianismo fue
adoptado como paradigma dominante en todas las universidades occidentales, y algunos económicos trataron
de realizar una fusión entre el modelo neoclásico y el modelo keynesiano. Paul Samuelson fue el que realiza
este síntesis teórica entre las diversas corrientes dando lugar al neokeynesianismo. Algunos economistas, los
postkeynesianos, consideran sin embargo que las ideas de Keynes fueron excesivamente deformadas por esa
fusión y por los vulgarizadores y que en su forma original aún tienen mucho que aportar para comprender el
funcionamiento de la economía.

Sin embargo, durante los años cincuenta y sesenta, un pequeño grupo, los monetaristas, criticaron a las
políticas keynesianas. Fundada y liderada por Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, la escuela
monetarista condena la intervención coyuntural de los gobiernos en la economía e insistieron también en los
efectos negativos de un excesivo peso del Estado. En lugar de estas políticas gobernantes, propusieron
políticas monetarias neutrales permitiendo a la economía crecer sin inflación. La influencia de los
monetaristas quedó limitada, ya que el keynesianismo fue dominante hasta los años setenta. De hecho, la
crisis económica de los años setenta se caracterizó simultáneamente por una inflación y un paro importantes,
algo inexplicable por las teorías keynesianas. A raíz de esta crisis, la escuela monetarista volvió dominante y
las políticas que abogaban fueron adoptadas por la mayoría de los gobiernos de los países industriales, en
primero los Estados Unidos e Inglaterra con la llegada al poder en 1979 de Ronald Reagan y Margaret
Thatcher. De la escuela monetarista surgio la llamada Nueva economía clásica lo que a su vez, dio apoyo a las
corrientes neoliberales que dominaron la ciencia económica durante los años 80.

Durante la segunda mitad del siglo veinte surgieron algunas corrientes de la teoría económica que analizaban
campos aparentemente dispersos y muy específicos, y que todos pertenecen a un programa de investigación
que se conoce como neoinstitucionalismo. Las teorías más importantes de este movimiento son el análisis
económico del derecho, la teoría económica de la elección pública, la nueva teoría de la empresa y los
contratos, la teoría de los costes de transacción y la economía de la información, entre otras. A finales del
siglo se desarrollaron también escuelas económicas especializadas en sujetos particulares en margen del
pensamiento económico dominante. Ejemplos notables de estas corrientes son la teoría de la microeconomía
moderna, la econometría o la teoría de los juegos.

Hoy en dia también es relevante el pensamiento de Silvio .

Economía moderna
Mercantilismo Editar
Artículo principal: Mercantilismo
En los comienzos de la Edad Moderna se destacan dos escuelas de pensamiento en Europa. Por un lado, de
forma paralela al proceso de consolidación de los Estados-Nación monárquicos se desarrolla durante los
siglos XVII y XVIII el Mercantilismo; afirmaba que gracias al intercambio de mercadería y a la acumulación
de oro y plata se generaba la riqueza. Creían que la riqueza de un país estaba en la cantidad de oro que tenía, y
pensaban que el comercio con otros países, si era favorable para un país, tenía que aumentar su cantidad de
metales. Pedían al estado una política favorable a sus intereses, es decir, una política que favoreciera los
productos nacionales y no la libre competencia. Asimismo, eran partidarios del proteccionismo frente al
librecambismo. Realmente no se puede hablar de una escuela mercantilista, pues, para poder hablar de una
escuela deben existir una serie de características que englobe este término. Una de ellas es la presencia de un
maestro que cree un pensamiento el cual sea seguido por los miembros de la escuela, además de
homogeneidad en el pensamiento.

Uno de los principales pensadores en el Mercantilismo, ha sido Thomas Mun, quien expuso los principios
generales del mercantilismo en una de sus obras. Aconsejaba abstenerse del consumo de mercaderías
extranjeras en la dieta y atavío; vender siempre caro a los extranjeros lo que no tenían y barato lo que
pudieran obtener de otro modo; usar los barcos propios para exportar; comprar barato, en lo posible en países
lejanos y no dar oportunidad a competidores cercanos.[1]

Fisiocracia Editar
Artículo principal: Fisiocracia
Como reacción al mercantilismo surge en Francia, a mediados del siglo XVIII, la Fisiocracia, cuyo principal
activista es Quesnay, y que actúan sobre todo en Francia. Creían que la economía funcionaba por flujos entre
los distintos componentes de la economía (grupos sociales). Decían que la riqueza solo se genera en las tareas
agrícolas, y que el intercambio de mercadería, e incluso la industria, no agregaban ningún valor. Opinaban
que los agricultores eran la clase productiva del país porque alimentaban al resto de las clases: las otras dos
clases eran los dueños de la tierra y la clase estéril (obreros, artesanos, comerciantes,... etc.), llamados así
porque tomaban cosas del mundo natural y solo las transformaban, es decir que no creaban nada. Cuadro
Económico Otro aporte teórico de la fisiocracia fue la tabla o cuadro económico, que fue un esquema ideado
por Quesnay para explicar el origen del producto nato o riqueza que excede a la consumida en el proceso
productivo. En esta tabla aparece la circulación de los productos desde los productores a los terratenientes, y
de estos a los sectores estériles; y el retorno del dinero al productor. La obra en la cual Quesnay expuso esta
circulación es el Cuadro Económico o Tableau Economique (1758). En este circuito se consideraba a las
actividades económicas como un sistema, donde las partes (ramas de la actividad económica) estaban
interrelacionadas o conectadas por relaciones mutuas.

Richard CantillonEditar
Artículo principal: Cantillon
Richard Cantillon ha sido catalogado por varios historiadores del pensamiento económico como el padre de la
economía moderna. Sin embargo, aún se duda sobre aspectos claves de su vida y de su obra.

El Essai sur la nature du commerce en général (1755), es la única obra que se le conoce a Richard Cantillon,
manuscrito que circuló a partir de 1734 por Francia, Inglaterra y otros países de Europa, provocando una
influencia central y directa en los pensadores más importantes del siglo XVIII y XIX, e indirecta en algunas
escuelas del pensamiento económico moderno. Un detallado estudio de su Essai permitirá al lector encontrar
sus aportes a (1) la epistemología de la economía que enmarca toda la obra; (2) contribuciones a la
microeconomía, donde se destacan su teoría del valor subjetivo y de la formación de los precios, además de
una original teoría de la empresarialidad; (3) aportes a la macroeconomía, tomando fundamentalmente su
teoría monetaria y de los ciclos económicos; y (4) su teoría del comercio internacional, donde muestra lo que
él consideraba las falacias más importantes del mercantilismo. Cantillon fue el autor más citado por Adam
Smith en La riqueza de las naciones, pero aún se detecta cierta injusticia hacia su originalidad en los libros de
texto tradicionales de historia del pensamiento económico...

Economía clásica Editar


Artículo principal: Economía clásica
William Petty escribió en el siglo XVII diferentes textos sobre economía moderna. Habló junto con Quesnay
de anatomía y de fisiología social, estudiaron la renta a través de las clases sociales del mismo modo que la
sangre entre los diversos órganos del cuerpo humano. Petty distinguió dos factores de producción: el trabajo y
la tierra «el trabajo es el padre... de la riqueza y la tierra es su madre».

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