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NUREMBERG
(EXTRACTOS)
(POR EL JUEZ ROBERT N. JACKSON, NUREMBERG 21 DE NOVIEMBRE DE
1945)
Para hacer justicia a las naciones y los hombres vinculados a este proceso, debo
recordar ciertas dificultades que pueden dejar su marca en este caso. Nunca antes
en la Historia del Derecho se ha hecho un esfuerzo para reunir en el ámbito de un
único litigio los hechos de una década que afectan a todo un continente e implican
a un grupo de naciones, incontables personas y hechos innumerables. A pesar de
la magnitud de la tarea, el mundo ha pedido una acción inmediata. Se ha de
satisfacer esta demanda, aunque quizás al coste de no ofrecer un trabajo
terminado. En mi país, los tribunales establecidos, siguiendo procedimientos
habituales, aplicando precedentes bien conocidos y tratando las consecuencias
legales de hechos locales y limitados, rara vez comienzan un juicio en menos de
un año tras el hecho en litigio. Hace menos de ocho meses, la sala en la que nos
sentamos era una fortaleza enemiga en manos de tropas alemanas de las SS.
Hace menos de ocho meses, casi todos nuestros testigos y documentos estaban
en manos enemigas. No se había escrito la ley, no se había establecido ningún
procedimiento, no existía ningún tribunal, no había aquí ninguna sala utilizable, no
se habían examinado los centenares de toneladas de documentos alemanes, no
se había creado ningún equipo de acusación, casi todos los acusados eran libres,
y las cuatro potencias que ejercen la acusación aún no se habían unido en una
causa común para procesarles. Debería ser el último en negar que el caso puede
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sufrir que haya investigaciones incompletas, y es muy probable que no será un
ejemplo de trabajo profesional que las naciones acusadoras quieran, en
condiciones normales, apoyar. Es, sin embargo, un caso completamente
adecuado para el juicio que presentaremos, y tendremos que dejar su desarrollo
completo a los historiadores.
Si estos hombres son los primeros líderes de guerra de una nación derrotada que
son juzgados en nombre de la ley, también son los primeros a los que se les da la
oportunidad de defender sus vidas en nombre de la ley. Siendo realistas, el
Estatuto de este Tribunal, que les concede un juicio, también es la fuente de su
única esperanza. Puede ser que estos hombres de conciencia atribulada, cuyo
único deseo es que el mundo les olvide, no consideren que este juicio es un favor.
Pero tienen una oportunidad justa de defenderse- un favor que, cuando estaban
en el poder, raramente concedieron a sus compatriotas. A pesar del hecho de que
la opinión pública ya condena sus actos, reconocemos que se les debe conceder
la presunción de inocencia, y aceptamos el peso de demostrar los crímenes y la
responsabilidad de estos acusados en su comisión.
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El pueblo alemán debería saber ya que el pueblo de los Estados Unidos no le
tiene miedo ni siente odio. Es cierto que los alemanes nos han enseñado los
horrores de la guerra moderna, pero las ruinas que yacen del Rin al Danubio
demuestran que nosotros, al igual que nuestros Aliados, no hemos sido alumnos
torpes. Aunque no nos sobrecoja su fuerza y efectividad en la guerra, aunque no
estemos convencidos de su madurez política, respetamos sus grandes habilidades
en el arte de la paz, su competencia a nivel técnico, y el carácter sobrio,
industrioso y disciplinado de la masa del pueblo alemán. En 1933, vimos al pueblo
alemán recuperando su prestigio en el mundo comercial, el industrial y el artístico
después del hundimiento de la última guerra. Contemplamos su progreso sin
envidia ni malicia. El régimen nazi interrumpió su avance. La repugnante agresión
nazi ha dejado Alemania en ruinas. La disposición de los nazis a comprometer la
palabra alemana sin vacilación y a romperla sin vergüenza ha dejado sobre la
diplomacia alemana una reputación de duplicidad que le afectará durante años. La
arrogancia nazi ha hecho que el alardear de la "raza superior" se haya convertido
en algo con lo que el mundo se burlará de los alemanes durante generaciones. La
pesadilla nazi ha dado al nombre alemán un nuevo y siniestro significado por todo
el mundo, que retrasará a Alemania un siglo. Los alemanes, no menos que el
mundo no alemán, tienen cuentas que saldar con estos acusados.
Esta guerra no ocurrió sin más: fue planeada y preparada durante un largo periodo
de tiempo y sin carecer de habilidad y astucia. Quizás el mundo jamás haya visto
tal concentración y estímulo de las energías de un pueblo como los que
permitieron a Alemania, veinte años después de su derrota, desarmada y
desmembrada, estar tan cerca de culminar su plan para dominar Europa. Digamos
lo que digamos de los que fueron autores de esta guerra, realizaron un estupendo
trabajo en organización, y nuestra primera tarea es examinar los medios por los
que estos acusados y sus compañeros conspiradores prepararon e incitaron a
Alemania a ir a la guerra.
El caso, presentado por Estados Unidos, se referirá a los cerebros y autoridad tras
los crímenes. Estos acusados eran hombres de una posición y rango que no
manchó sus manos con sangre. Eran hombres que sabían cómo utilizar a
compañeros de rango inferior como herramientas. Queremos llegar a los
planificadores y diseñadores, los incitadores y los líderes, sin los cuales y su
maligna arquitectura el mundo no se habría visto azotado durante tanto tiempo por
la violencia y el desorden, y sacudido por las agonías y las convulsiones de esta
terrible guerra.