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Alejandro Cattaruzza Historia de la Argentina 1916-1955 > SsrsE indice Introduccién PRIMERA PARTE. 1880-1916 1. La Argentina conservadora Lecturas diversas cle una transformacion profunda, Algunas cifras del cambio, Los modos de la politica (I): el regimen conservedor. Los modes de la politica (li: 9! noventa, La retorma electoral, Conjeturas: la cuestion de la democracia en la década de 1910 SEGUNDA PARTE 1916-1930 2. Los gobiernos radicales. ‘Yegoyen fege 2 la presidenca, Le disputa central: Ia impertancia de las imagenes, Del llang al gotierno, La candidatura de Mamsio T. de Alvear. 1Un nuevo eje det contlicto politico? Las lineas de: acciin del gobieino de Alvear. La vuelta de Yrigoyen. El camino hacia e! golpe de estado. Interpretaciones, De 1912 a 1930 3. La cultura y la politica La guerra y la revolucién. La Reforma Universitaria. Un clima de renovacion cultural, Otros itinerarios. Mas ak de los j6venes. Mas alla de los intelectuales, La cultura ce masas y os cambios. sociales: 4, Las transformaciones sociales Loa grandes cambios a través de fos nimeros. Fuere de las ciudades. Dos contictos relevantes: La Forestal y la Patagonia, En Ia ciudad: la Semana Trdgiza de 1919, El movimiento obvero. Ctra vor en kas ciudades, Variaciones eiuddadanas 13 28 ot 10 Historia de le Argentina, 1918-1988 TERCERA PARTE 1930-1943 5. La disputa politica, de un golpe a otro Los términes del problema. La dictadura de Unburu, El cuadso polities en tos primers afios de la presidencia de Justo. Los. radiceles: ol reiomo y el fraude, Las elecciones de 1987. La presicencia de Ortiz, Castiloy los conservadares. Escandales y desprestigios. Otras formas de la inlervonciin politica. Boos de fa Guerra Civit espanoie, El tactor miktar 6. Actividades intelectuales, acciones politicas Tiempos de discusion intensa. Los intelectuales y la poiiica, Debates en tomo a la funcign social de los intelectuaies, Principales dliemas de los hombres de ls cultura. La cuestion dela identidad nacional. Otves versiones del pasado y un cambio de cima politico 7, Camblos y continuldades en la sociedad Escenerios en transtormacién. Las ciudades: Buenos Aires, De la agroexpertaciin al mercado interno: economia y sociedad. Los trabeladeres. Los sindicatos, fa poitica y la aecion estatal, Limites, Elestado CUARTA PARTE 1943-1955, 8. La tleqada del peronismo, 1943-1946 Otro golpa. £1 GOU. Pein, los sindicatos y la Secretaria de Trabajo, Hacia ol 17 do Octubre. Elecciones. 1945-1946: dspitas polticas, dimensiones sociales, confictos imaginatios. Cambios perdurablos 9. El peronismo en el gobierno La primera presidencia de Peron. La economia: nuevas condiciones. Hac a reforma constitucional. La continuldiad wicial el actiaismo obrero. Ottas moviizaciones. Un cambio de etapa: caisis economica y reelaccién. Le segunca presidencia. Accién sindical y recomposicion salarial, £1 conilicto con la iglesia 115 135 187 vat 203 40. Otras dimensiones de la experiencia peronista 229 E! peronismo y la exiension del bienester social. Salarios, consume y vivienda, Salud puibfica y turismo social. Educacion y cultura, Los que se fueron: zintelectuales peronistas? Inagenas. de pasado If), Imagenes de! pasado (I) Bibliogratia 251 Introduccién Este libro est dedicado al examen del periodo que transcurre entre la llegada a la presidencia de Hipélito Yrigoyen, lider de la Union Civica Radical, en 1916, y el derrocamiento de Perén, en 1955. El pri- mer acontecimiento fue resultado de la aplicacion de las leyes electora- les que establecian el voto secreto y obligatorio para los argentinos varo- nes mayores de 18 afios, mientras que el segundo fue la consecuencia de un golpe de estado. Los problemas centrales a los que se ha atendido son tes: el funcionamiento del mundo de la politica, sus vinculos con procesos sociales de envergadura y profundidad y, finalmente, sus rela- ciones con el campo de la cultura, en particular a través del estudio de la toma de posicién de grupos intelectuales ante los asuntos puiblices. Es conveniente hacer explicitas algunas concepciones acerca de la relaci6n entre esos diversos planos, pues sobre ellas se funda la organi- saci6n de este trabajo. Se entiende aqui que Ja politica y sus actores se rigen por un conjunto de reglas propias, y que las acciones que ellos emprenden tienen per objetivo central lograr el éxito en ese campo peculiar. Sin embargo, Jos partidos exhiben un cierto anclaje social y, a la vez, los resultados de sus luchas tienen efectos por fuera del mundo eapecificamente politico. En consecuencia, la politica y sus conflictos poseen una dimensién social que no resulta sencillo precisar pero tam- poco desconocer. 1.05 tiempos que han de estudiarse aqu{ fueron los de la politica de masas y también los de la cultura de masas: los intelectuales cercanos a los partidos, asi como aquellos vinculados a las agencias del estado, y fos dirigentes o miliantes con inquietudes culturales desplegaron en caos aiios esfulerzos muy importantes para explicar el sentide de la ta- tea que Ilevaban adelante, para justificar sus icticas, para proponer mo debian concebirse los escenarios en los que ellas tenfan lugar y para imponer su propia interpretacién sobre esos asuntos, Tales cons- Iwucciones, siempre imaginarias y sin embargo siempre eficaces a la hora de sostener intervenciones politicas, fueron centrales en el in- tento de difundir entre grandes grupos sociales qué era lo que estaba en juego, cudles eran las posiciones propias y cudles las ajenas, por qué Jas propias eran las justas, las convententes, las adecuadas y, en un ex- tremo, para aquellos militantes de alto compromisoy en los momentos mas duros, por qué podfa vater la pena arviesgar Ia libertad o la vida por elas, ‘Teniendo en cuenta los temas que aqui se estudian, en particular los referidos a la politica, pueden distinguirse varias coyunturas a lo largo de estos cuarenta afios; a propésito de ellas, existe cierto consenso en- tre los historiadores acerca de que cada una constituye un perfodo con cierta autonomia que admite ser estudiado por si mismo. Este libro ha sido estructurado en cuatro partes, que remiten precisamente a esas co- yunturas, La primera, dedicada al periodo 1880-1916, cumple una fun- cién introductoria. Luego siguen los tramos referidos a las presidencias radicales que se extienden entre 1916 y 1930, a los gobiernos herederos del golpe de estado, en el lapso 1930-1943, y finalmente al peronismo. Desde el punto de vista de la economfa pueden observarse, a su vez, transformaciones significativas a lo largo del periodo. Los gobiernos ra- dicales, entre 1916 y 1930, se desarrollaron cuando la agroexportacién todavia era el eje de Ia economia argentina. Los tiempos de la Primera Guerra Mundial y la inmediata posguerra fueron complicados, pero du- rante los afios veinte se recompusieron parcialmente las condiciones in- ternacionales para que aquel modelo continuara funcionando. La crisis de 1929, en cambio, lo dislocé. A la salida de la depresidn, en la se- gunda mitad de la década abierta en 1930, la industria sustitutiva de im- portaciones destinada al mercado interno experimenté un fuerte creci- miento, que fue mas esponténeo que alentado desde el estado. La Segunda Guerra dio mayor impulso a ese proceso, aunque también le mareé cierto limite, y luego de 1946 su consolidacién fue uno de los ob- |jetivos de la politica econémica inicial del peronismo. De todas mane- ras, Ja exportacién de productos agropecuarios siguié siendo impor- tante a pesar del crecimiento de la industria. Estos cambios en Ja economia tuvieron relacion estrecha con fend- menos sociales. Asi, las cifras de la inmigracién ultramarina, que habia sido masiva desde las tltimas décadas del siglo XIX y habia contribuido a constituir la peculiar sociedad argentina, se mantuvieron altas hasta 1929-1930, cuando, en razén de Ja crisis econémica internacional, la le gada de inmigrantes disminuyé radicalmente; esta tendencia decre- ciente se mantendria en el tiempo. Las migraciones internas, aunque eran ya de larga data, se hicieron més intensas en los afios treinta, y las Intocuccién 18 grandes ciudades fueron el destino de los migrantes nacidos en provin- cias, en un movimiento que continud durante el peronismo, La combie nacién de esos dos factores con otros ~como la escolarizacin de masas que, con algunos cambios de velocidad, continué su ritmo ascendente, y la cireunstancia de que el estado reconociera como argentinos a los hijos de extranjeros- provocé la paulatina nacionalizacién de los secto- res populares, que al comienzo del periodo analizado, en tiempos de la Gran Guerra, se caracterizaban todavia por la fuerte presencia de los in- migrantes. No se trata, en absoluto, de la desaparicién total de esas hue- llas, sino mas bien de un proceso de incorporacién al colectivo nacional de las generaciones de hijos de quienes llegaron con la gran inmigra- cién, muchos de ellos, ademas, miembros de los grupos populares. El servicio militar, ast como la obligatoriedad del voto, presionaron en el mismo sentido; como siempre, al tiempo que incorporaban y busca- ban consolidar identidades colectivas en clave nacional, estos meca- nismos contribuian al control social. Simulténeamente, la sociedad se hacia més compleja; a partir de los aiios veinte, la expansién de los inciertos grupos medios se hizo visible, sobre todo en las ciudades, vinculada a los mecanismos de ascenso so- cial. Maestros, pequeties comerciantes, empleados y algunos profesio- nales liberales fueron sus figuras mas representativas. Por su parte, ka expansi6n de la industrializacion sustitutiva sostuvo el crecimiento de os sectores asalariados que a ella se dedicaban, se tratara de obreros 0 dle empleados. Si se retorna en este punto a la cuestién de la politica y de las princi pales agrupaciones y partidos con una mirada de largo plazo, pueden percibirse algunos procesos decisivos. Uno de ellos es la paulatina decl- nacién del poderfo de los grupos politicos que habian estado a cargo del aparato estatal entre 1880 y 1916 y que con alguna precaucién pue~ den Hamarse conservadores. Durante los aiios radicales, la principal oposicién provino justamente de los herederos de aquellos grupos. En Jos aos treinta, continuaron exhibiendo un notable arraigo en varias provincias, que se traducfa en desemperios electorales eficaces, y tuvie- ron ademas el control de sectores de la administracién, pero no consi- guieron consolidar una estructura nacional estable. Al final de la etapa, en 1955, suis clencos estaban casi disgregados en otras formaciones y muy menguados de votos, con la excepcién de algunas provincias. Asi, ata dis- puta entre radicales y conservadores -en ocasiones aliados a desprendi- iientos del radicalismo-, caracteristica de la etapa que va de 1916 a co- micnzos de los altos cuarenta, le sucedi6 la confrontacién que libraron V6 Historia de la Argentina, 1916-1955, entre 1945 y 1955 peronistas y antiperonistas; la mas poderosa de las formaciones de este wltimo conjunto era la UCR. Ese enfrentamiento seria central en la politica argentina durante basiante tiempo mas. El radicalismo, por su parte, pasé de ser una agrupacién opositora, que habia apelado a Ja protesta armada en 1905, a ser partido de go- bierno, para volver al ano luego del golpe de estado de 1930. Durante 808 ailos, y atin después, el partido se parecia mucho a una reunién de estructuras provinciales bien diferenciadas, aunque algunos elementos comunes estuvieran extendidas, como ocurria con el liderazgo de Yri goyen. En la década de 1930, el radicalismo probs sin suerte el camino de la abstencién combinado con algunos Ievantamicntos armados, para optar mds tarde por la participacién en elecciones, a pesar de las disi- dencias internas. La UCR retuvo buena parte de su potencia electoral y fue objeto de fraude masivo en las presidenciales de 1937. Final mente, en la coyuntura de 1945/1946, el partido debié enfrentar un dlesaffo para el cual no estaba preparado en el plano simbélico. Desde Jos momentos iniciales, a fines del siglo XIX, se habia concebido a si mismo como la expresién de la nacién y ésa era una de las piezas clave en Ia identidad partidaria, En 1946, era el peronismo el que reclamaba para sf aquella condicién; segin planteaba el nuevo movimiento, se tra- taba de uma nacién que reconocia un Lugar a los trabajadores en su con- dicién de tales y no sélo de ciudadanos, Como se sabe, en este tipo de argumentacién, sea en su version radical o peronista, la nacién puede expresarse sdlo en un movimiento politico; el resto queda excluide de ella. Al mismo tiempo, tales razonamientos tornan imprescindible la victoria en comicios libres: no estd previsto que la nacién pueda perder elecciones. Tampoco que para ganarlas deba integrarse en un frente electoral. Asf, los sucesos de 1945 y 1946 atenuaron mucho los aires mo- vimientistas del radicalismo —que sin embargo no desaparecerian por completo- y favorecieron la extension, en el futuro, de una imagen de si mismo que lo hacia un partido més. Ademas de los conservadores, y sosteniendo complejas retaciones con ellos, otros sectores de Ja derecha argentina actuaron en estos aitos. De las posiciones de mera defensa del orden y las jerarquias tra- dicionales propias de comienzos del periodo, muchas agrupaciones € intelectuales comenzaron una deriva hacia actitudes nacionalistas wis radicales y mas activas, que en algunos casos tomaban como modelo al fascismo y al nacionalsocialismo, aunque se inclinaban a ver en las fuerzas armadas la institucién de la que saldria el Hder anhelado. En los afios treinta los grupos nacionalistas se multiplicaron y crecieron. Introduccion 17° aunque no lograron unificarse, y muchos de sus puntos de vista consi- guleron auditorios amplios; tos sectores catélicos se confundfan a me- nid con esos elencos. A partir de esos atios, por otra parte, In in- fluencia del factor militar en la ecnacién politica se fue haciendo cada yer mas notoria. También aqui el peronismo provocé realineamientos; el navionalismo, en general, se aproximé a los gobiernos militares que ae nncedieron entre 1943 y 1945; nego, algunos sectores se alejaron de 1 peronisme que les parecia o demasiado pragmatico o demasiado po- ular, @ ambas cosas simulténeamente. Otras agrupaciones, y también Intelectuales que provenian del nacionalismo, mantuvieron en cambio a apoyo. Por su parte, los dos grupos mayores de la izquierda politica, el Par- thd Socialista (PS) y el Partido Gomunista (PC) —surgido pocos aiios dexpués del comicnzo del proceso que estudiamos-, tuvicron Wayecto- tlae distintas. El PS se constitayd en un adversario electoral poderoso del rsdicalismo en la ciudad de Buenos Aires a partir de la aplicacion tle la Ley Saenz Pefia, aunque su presencia en otros distrites. con algu- tu excepciones, fue decididamente débil. En cierto modo wn partido dedieado a la lucha plenamente politica y a la vez un partido de clase, taba ademds con una ya antigua insercin en el movimiento obrero; law wensiones y los roces entre dirigentes politicos y sindicales no falta- 1, pero el socialismo tenia alli un lugar destacado. EI PC, por su parte, logré en los afios Geinta una notoria presencia en el movimiento sindi- tal, incluso llegd a conducir sindicatos grandes y huelgas resonantes. Oto sector poderaso en e} movimiento obrero era el sindicalista. Ya desile tiempos de Yrigoyen, algunos siudicatos, con conducciones de distintos perfiles ideologicos, habian establecido negociaciones con el eatadlo a fin de conseguir ciertas reivindicaciones; en los afios treinta esa jmictica se hizo mas frecuente. En el mundo del trabajo y en el de los nindicatus, la aparicién del peronismo provocé un cambio muy pro- Iunulo que redujo Ja presencia del socialismo y de! comunismo; al mismo ticmpo, el movimiento obrero exhibia un impactante crecimiento tanto ct bo que hace al mimero de afiliaciones como a la estructura de sus oF- yanizaciones a partir de 1944-1945. Junio a estas Kineas de transformacién, el trabajo sobre el periodo 1916-1955 permite percibir la permanencia de varios elementos en la politica argentina. Uno de ellos remite, como se ha venido insinuando, ils manera cn que distintas culturas politicas locales, con pocas excep- ciones, configuraban la disputa politica. Un rasgo destacado ~aunque no absolutamente singular era ka certeza de que dos grandes espacios 18 Historia de le Argentina, 1916-1955 politicos, dos bloques esenciales y uniformes, se enfrentaban en un solo combate decisivo, que en muchas oportunidades llegé a ser preseniado- como el mismo que habfa tenido lugar en 1810, 1852 o 1890. Proponer un panorama de este tipo suponia también construir una imagen del adversario que fo convertfa practicamente en ilegitimo, y esa version terminé por tefir el funcionamiento del sistema, Como se ha indicado, el radicalismo constituyé de este modo su identidad en los afios de Ia lu- cha de “la causa” contra “el régimen”, que era planteada como la lucha de la nacién contra quienes impedfan que ella se gobernara a si misma, A su vez, la oposicién conservadora a Yrigoyen se imaginaba como el sector que posefa las credenciales y los méritos, sociales y culturales, Para ejercer el gobierno de la repiiblica, ahora en manos de un partido, el radical, que s6lo podia ostentar su mayor caudal de votes, en una nueva denuncia de aquello que algunos miembros de la elite, desde ha- cia tiempo, habian llamado la “tiranfa del ntimero”. Cuando hacia 1945 se instauré una nueva linea de quiebre que enfrenté al peronismo y al antiperonismo, esta batalla también se concibié como cerrada y total; ambos adversarios, ademés, reclamaban [iliarse con la més genutina y auténtica tradicidn nacional. La aplicacién de las leyes electorates impulsadas por el presidente Roque Saenz Peiia en 1912 tuvo a su vez efectos que se prolongaron durante todo el periodo examinado. A pesar de los golpes de estado, del fraude, de las propuestas de voto cantado, de algiin arrebato cor- porativista que imaginé la reforma de la Constitucién, de la reforma constitucional que efectivamente llev6 adelante el peronismo, el voto secreto y obligatorio extendide a las mujeres a partir de 1951- quedé instalado como el horizonte contra el cual se perfilaba, por conuaste, una practica fraudulenta o una eleccién opaca. Por otro lado, la apli- cacién de aquellas leyes sefialé, como se ha indicado, el momento de- finitivo del transito a la polftica de masas en la Argentina. Los parti- dos, para actuar con eficacia en la nueva situacién, uo podian ser ya agrupaciones de notables, reunidos en pequesios circulos, incluso si contaban con algiin apoyo popular; la competencia amplia por el su- fragio los obligé a poner en marcha otros mecanismos de recluta- miento, organizacién y propaganda. Desde ya, algunos de estos cam- bios habfan comenzado a manifestarse, tenuemente, tiempo atras, peroa partir de 1912-2916 afectaron al conjunto del sistema. De todas maneras, aquellos partidos orgénicos que los reformistas deseaban no surgicron en la Argentina, al menos entre los protagonistas centrales de la disputa politica. Varins autores, argentinos y extranjeros, intentaron explicar, me- dlunte interpretaciones generales, los fendmenos que se han venido mencionando. Asi, hubo quienes consideraron al peronismo como un ajemplo claro de populismo, y también el radiealismo en su versi6n yri- goyenists fue a veces caracterizado de esa manera. A su vez, se plantes Ik posibilidad de que esos movimientos, concebidos como populismos, hubieran cumplide aqui las tareas de integracién de las masas, de am- pllucion de los derechos politicos y sociales y, en fin, de democratiza- thin de la politica y la sociedad que, en el caso europeo, habia impul- malo Ia socialdemocracia, En algunas versiones de ese relato, las leyes electorales de 1912 habrian supuesto ta adquisicién plena de derechos politicos para los ciudadanos, y las politicas sociales del peronismo ha- Inian acarreade Ia consolidacién de la dimensién social de la ciudada- Una imagen que en parte coincidia con la anterior veia en los go- hicrnos tadicales la expresién de la integracin a la vida politica de las elayes medias, mientras que el peronisme habria sefialado la hora de la Incorporacién de los trabajadores. Otras miradas, en cambio, enten- fan que se trataba del trinsito de un régimen oligarquico a uno demo- crdtico, que algunas versiones presentaban, en el balance final, como lallido o incompleto. En este libro, en cambio, no se hallardn ni el presupuesto de que la indadanfa politica o la social estaban “destinadas” a conquistarse, ni la opinién de que ello haya ocurrido de una vez y para siempre; la historia argentina posterior oftece, lamentablemente, demasiados ejemplos de lo contrario. Tampoco se ha considerado la existencia de una mas que secular lucha sostenida por entidades esenciales, siempre igual a si misma, de la cual el periodo analizado serfa apenas un momento mas. En esta ocasién, aquellas aproximaciones han sido utilizadas parcial mente para formular ciertas preguntas, a las que este libro intenta offe- cor respuestas, que s¢ refieren a la democracia y a las varias dimensio- nes de la ciudadania, asf como a los conflictos politicos. sociales y culturales desatades en torno a esas cuestiones en la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Quizds esas preguntas, de cara a Ja situa- cidn presente, tengan todavia cierta actualidad. wl Deseo agradecer a Luis Alberto Romero la invitacién a participar de esta coleccién; entiendo que coincidimos en Ia idea de que los historia- dores deben hacer ofr su voz mas alla de los claustros y de los priblicos especializados, y es ésta una oportunidad para intentarlo, También a Siglo XXI Editores; es sabide que para hacer del manuscrito original un libro deben intervenir muchas personas, que en este caso le han hecho con precisién, cordialidad y paciencia. Por otro lado, los arguments que aquf se exponen se han forjado en varios ambitos: las aulas de las universidades de Buenos Aires y Rosario, en las que con mds continui- dad desarrollo tareas docentes, son dos de ellos. También en los grupos de investigacién, los congresos y jornadas donde muchos de los tramos de estas interpretaciones fueron discutidos bajo la forma de ponencias o articulos preliminares. Agradezco, entonces, a Fernando Rodriguez, Ana Lia Rey, Liliana Cattaneo, Toms Fbarra, Alejandro Eujanian, Sylvia Saitta, Lila Caimari, Valeria Principe, Antonio Bozzo y Ana Virginia Persello, Todos ellos, junto a otros colegas y amigos, han sostenido esos intercambios conmigo en ambitos formales o informales. ¥ a Luciano de Privitellio, cuyas opiniones son tan distintas de las mias acerca de tantas cuestiones, PRIMERA PARTE 1880-1916 1, La Argentina conservadora Durante la segunda mitad del siglo XIX tuvieron fugar en la Argentina profundos cambios, que se aceleraron a partir de 1880 aproximadamente. La incorporacién ptena a los mercados mundiales a través de la exportaci6n de oereales y carnes, la inmigracién de masas y ta organizacién de un orden politico conservador fueron, desde aquella fecha, algunos de los fené- menos més notorios. De todas maneras, ellos no significaron una ruptura absoluta con periodas anteriores ni afectaron a todas las regiones por igual. Desde el punto de vista politico, la olapa se cerré entre 1912 y 1916, cuando se sancionaron nue- vas leyes electorales cuya aplicacién levé a la presidencia a Hipétito Yrigoyen. Lecturas diversas de una transformacién profunda Como ocurre con otros importantes procesos istéricos, los que tuvieron lugar en 1a Argentina a partir de las tiltimas décadas del st- glo XIX han sido interpretados y valorados de varios modos por histo- Tiadores, economistas y socidlogos. Esas diferencias no fueron sélo el resultado de la aplicacin de perspectivas propias de distintas ciencias sociales, sino también de lecturas que se nutrian de tradiciones ideolé- gicas encontradas o, al menos, diversas. Si bien en los tiltimos tiempos se ha puesto el foco sobre ciertos elementos de continuidad con la etapa anterior, asi como sobre los limites que ¢l proceso de transforma: cin exhibié, pricticamente todos los autores admiten que cambios de gran magnitud conmovieron al pais en muchos planes durante aquel periods, y promovieron una profunda reorganizacién de la economia, Ta sociedad, el estado y la politica. Algunos de aquellos investigadores plantearon que, por la época, se habia organizado un modelo econémico, que denominaron “agroex 24 Historia de la Argentina, 1916-7955 portador’, asociado a la incorporacién de la Argentina al proceso de integraci6n de la economia mundial. Avanzaba, ademés, la formacién de Ja Argentina moderna, importantisima proveedora de cereales y carnes al mercado internacional y receptora de inversiones y de mano de obra de origen extranjero, que en su enorme mayoria provenia de Europa. El registro de la masividad de la inmigracién y de sus efectos lev a varios autores a plantear que por entonces comenzaba una “era aluvial”. Se organizé un régimen de gobierno mas moderno que Jos anteriores, conservador en lo que se refiere a la reproduccién de los grupos en el poder, aunque liberal en ciertos aspectos ideoldgicos; por los origenes sociales y fo cerrado del sistema, tambien se lo considers oligérquico. En lo que respecta a los procesos politicos, 1880 parece ser una fecha Pertinente para sefialar la apertura de esta etapa. En 1879, la campaiia militar contra los indios en la Patagonia habia asegurado la mas impor- tance frontera interna; el general Roca, su jefe, fue electo presidente al aio siguiente. En esos momentos hizo crisis la cuestidn de la federaliza- cion de la ciudad de Buenos Aires, promovida por Nicolas Avellaneda, todavia presidente, y resistida por las fuerzas de la provincia de Buenos Aires. Luego de importantes combates, las fuerzas nacionales se impu- sieron a las provinciales y pronto se sancioné Ia ley que establecia que la ciudad de Buenos Aires se transformaba en la Capital Federal de la Republica, En cierto sentido, el interito de autonomia porteno formé parte de la serie de desaffos que las provincias habian lanzado al poder nacional en las décadas anteriores; por su parte, las tiltimas expresiones vigorosas del federalisino tradicional del interior y del fitoral habian sido doblegadas algunos atios antes, en 1873, con la derrota de Ricardo Lopez Jordan. A partir de 1880, Roca fue cl nuevo presidente; el estado nacional se impuso a Buenos Aires, la mas poderosa de las provincias argentinas, con el apoyo de las elites del resto del pais. Comenzaba asi un cielo de cierta estabilidad politica no exenta de disputas libradas en- tre sectores de los wrupos dominantes, En cuanto a las modificaciones econdmicas y sociales, hubo esuudio- 508 que entendieron que el proceso de incorporacién al mercado mun dial habia tenido lugar ya a partir de los primeros afios de la segunda mitad del siglo XIX, sobre la base de Ja exportacidn de lana, cuyo pe- tiodo més importante se extendié entre 1850 y 1880. Otros, en cambio, preferian 1870 como momento de corte y, finalmente, algunos sefiala- ban que a partir de 1880 la cria de ganado vaeuno y su exportacin ~modificadas profundamente por adelantos técnicos como el frigori- NS ES fico~ y, mas adelante, la produccién cerealera, indicaban el comienzo dela etapa. En parte, lo que estaba en discusin era cuando se habia or fanizado um capitalismo de base agraria en la Argentina, cudles eran ws caracteristicas y hasta qué punto procedian de la conexién con los mereados internacionales, qué posibilidades habfan existido de organi- far in modelo menos vulnerable a los cambios en tales mercados y, en. consecuencia, menos dependiente de ellos y, finalmente, si esas posibi- lidades habrian garantizado un crecimiento mas equilibrado y sostenido de la economia nacional. Periodo excepcional de mejoras y progreso, garantizade por la conduccién acertada de la elite, o bien proceso de construccién de un capitalismo deformado y dependiente, con un sis- tema politico oligarquico y cerrado, y un estado dedicado en forma ex- chisiva a la represion de los criticos: éstas eran las dos grandes interpre- tuciones sobre el periodo que dominaban los debates politico-culturales. Algunas cifras del cambio Los datos que siguen evidencian la importancia que tuvieron algunos tle aquellos cambios. La mayoria estin tomados de los censos naciona- les de 1869, 1895 y 1914; debe tenerse en cuenta que sdlo permiten per ribir fenémenos globales y tendencias de fondo, pero no siempre mues- tran diferencias regionales o cambios de ritmo. Hacia 1869, el pais tenia aproximadamente 1 877 490 habitantes; en 1914, la poblacién habia crecido de manera notoria hasta Negara los 8 690 084, Este praceso estuvo vinculado tanto con el crecimiento vege tativo como con el fenémeno de la inmigracién de masas, crucial en el periodo. EI porcentaje de extranjeros en 1869 era de 11,5 por ciento, mientias que en 1914 rondaba el 30 por ciento, la cifra mas alta regis- trada en un censo nacional-hasta hoy. A lo largo de esta etapa predomi- naron los europeos que provenian del Ambito rural; entre ellos, italia- nosy espaiioles fueron la mayoria. Junto a los dos cambios mencionados, tuvo lugar una marcada ten- dencia a la urbanizacién, alentada por Ia circunstancia de que muchos de los inmigrantes se radicaban en las ciudades, contra lo que habia sido la intencién inicial de la dirigencia local. Asf, entre 1869 y 1914, la poblacién urbana crecié del 33 al 58 por ciento sobre el total de ha- bitantes. Si bien cran considerados pobladores urbanos quienes vivian en centros con més de 2000 personas, las cifras de los cambios en las grandes ciudades, como Buenos Aires y Rosario, son impactantes: en 1869 se contaban unos 187 000 habitantes en Buenos Aires, y en 1914 Hegaban a 1 576 G00. A Jo largo del period, los extranjeros representa- ron alrededor de la mitad de la poblacién total de la ciudad, con un pico del 52 por ciento en 1895. Estos porcentajes crecen si se conside- ran s6lo los mayores de edad y los hombres. Lo anterior no debe ocul- tar la gran variacién regional y provincial de estos fenémenos: hacia 1914, por ejemplo, en La Rioja habfa sélo un 2 por ciento de extranje- ros y en Corrientes, un 7 por ciento. La urbanizacién se vinculé con Ja consolidacién del desequilibrio entre las distintas regiones, que ya se in- sinuaba en etapas anteriores. ye ee ee ee La inmigracién Los procesos migratorios masivos de finas de! siglo XIX y comienzos del XX fueron un factor determinante en ia constitucion de una sociedad diversa de la anterfor. Los porcentajes de extranjeros sobre fa poblacion total fueron singularmente altos en la Argentina. La mayoria de los. inmigrantes provenia de italia y de Esparia, Almanaque galego, Buenos Aires, 1912. Biblioteca Nacional, a” La Argentina conservadora 27 De todas maneras, estas cifras no ofrecen respuesta a interrogantes de otro orden, como por ejemplo los referidos a las identidades de los in- migrants, su perdurabilidad o su reemplazo por alguna otsa diferente de la original. En torno a estas cuestiones, pueden distinguirse dos grandes matrices interpretativas en el mundo de los especialistas. Una de ellas, sintetizada en la expresién “crisol de razas”, insiste en que la in- tegraci6n de los inmigrantes fue relativamente rapida, mientras que la del “pluralism cultural” sostiene que las identidades de los inmigran- (es, sus pautas culturales, costumbres y modos de relacionarse perdura- ron, distinguiéndose de las propias de los natives. Hay quienes plantean lo dudoso de Ja existencia de un aparato estatal afirmado antes de la época de la gran inmigracién ¢, incluso, de una sélida sociedad nacio- nal previa. De todos modos, este esquema simplifica y vuelve tosco un debate en el que las posiciones son hastante menos rigidas. Mayores coincidencias se manifiestan a la hora de ponderar la eficacia de los me- canismos sociales y estatales de integracin en la generacion de tos hi- jos de los inmigrantes. Otras variables, vinculadas en este caso a la economia, muestran también la magnitud de los cambios. Hacia 1875, los ferrocarriles, de- cisivos para la puesta en marcha de un sistema dedicado a la exporta- ‘Gién de productos agropecuarios en una época en la que no habia competencia del automotor, tenfan una extension de 1380 kilémetros; hacia 1890, legaban ya a casi todas las capitales de provincias y, en 1914, alcanzaban los 34 500 kilémetros. Los puertos, en particular el de Buenos Aires, eran los centros de confluencia de la red ferroviaria. Allos ferrocarriles fue destinada buena parte de las inversiones extran- {jeras, entre las que se destacaban los capitales de oxigen inglés. En relacion con los productos de exportacién més importantes, no slo se traté de cambios cuantitativos: en 1876, la lana, los cueros y el sebo eran Jas mercancfas cuya exportacién era mayor, medida en pe- sos oro; hacia 1914, a ellos se habjan sumado las carnes congeladas y enfriadas y los cereales, Estas modificaciones habfan sido posibles debido a los cambios en la produccién, alentados a su vez por la de- manda externa. La frontera agricola avanz6, no s6lo sobre territories antes dominados por los indios; el ganado criollo fue cruzado con ra- zas més finas, que permitian obtener un producto més adecuado a la demanda europea, y las unidades productivas se modernizaron. Asi, poco antes de finalizar ef perfodo, Ia Argentina era umo de les princi- pales exportadores de cereales y carnes citando Ia demanda europea de esos bienes era particularmente intensa. En 1877, por el puerto 28 Historia de la Argentina, 1916-1955 de Buenos Aires se exportaban bienes por un valor de 30 700 000 pe- sos oro; en 1912, la cifra alcanzaba los 315 160 000. En el puerto de Rosario, el incremento fue de los 2 100 000 a los 85 120 000 en los mismos aiios. ee ee Los ferrocarriles En la Argentina, el primer tramo de vias férreas so inauguré en 1867. La imagen, de mediados de tos afios selenta, coresponde a la locomotora La Portefia, que fue la que, casi vsinte anos antes, habia realizado ol viaje inaugural. La extensi6n del ferrocarril tue una de las claves para la organizacion de una economia cuyo sector mas activo era él de la exportacin de la produccién agropecuaria. Archivo General de la Nacion, i” Si bien el sector mas dindmico de la economia era el agropecuario de- dicado a la exportacién, el crecimiento demografice, la urbanizaci6n y los cambios en los habitos de consume favorecieron la creacién de algu- nas industrias destinadas al mercado interno. Comestibles, bebidas, ciertos textiles y la construccién fueron algunos de estos rubros, que de- mandaron a su vez mano de obra y contribuyeron ala aparicién de nue- vos grupos sociales. También algunas economias de las regiones no La Argentina conservadora 29 ypeanas produjeron para esos mercados: fue el caso del vino en yelazticar en el Noroeste. ‘Junto a los cambios sociales ya mencionados ~crecimiento de la po- blacién, impacto de la inmigracion, concentracién urbana, redistriby- in de la poblacion en el territorio-, sobre los cuales la aecién estatal, thee dlesarrollaba, tenia un efecto parcial, ocurrieron otros en los que In actividad del gobierno tuvo mayor efecto. EJ caso de la educacién @lemental es uno de los més evidentes. E] impulso dado a la escuela primaria, que no fue sélo local sino que también tuvo lugar en otros pafses latinoamericanas y europeos, aunque con diferentes cronalogias # Intensidades, persiguié varios objetivos, a veces declaradas por los mis- Mox impulsores, otras veces, velados. Desde la ensefianza masiva de las habilidades necesarias para cubrir la demanda de mano de obra del ca- Pltulismo hasta la difusién de identidades en clave nacional, que vinie- ran a reemplazar a las antiguas; desde un objetivo civilizatorio y moder- nizador, que irtegraba y garantizaba la cohesion social, hasta un anhelo per disciplinar y expropiar culturalmente a las masas: estos y otros pro- Péritos han sido atribuidos a fa accién escolar; En el caso de la Argentina, n lo que las elites solian percibir como desafios que la escuela podia iontribuir a conjurar se sumé, desde 1890 aproximadamente, la expre- tién publica intensa de las identidades de los inmigrantes 0, cuanto menos, de los esfuerzos de la elite de las colectividades por mantener vivo el vinculo afectivo y cultural con las patrias de origen. En el plano legal, esta politica tuvo en la Ley 1420, de 1884, su episo- dio mas resonante; en ella se establecfa la obligatoriedad de la escuela primaria, su cardcter gratuito y laico. A su ver, en 1869 el porcentaje de analfabetos era del 77,5 por ciento de la poblacién, mientras que en 1914 cl indice habia descendido al 36 por ciento, en el marco de un erecimiento demografico muy importante; Ja tasa de escolaridad neta subié de! 20 al 48 por ciento, Entre 1900 y 1915, el mtimero de estable- cimientos primarios aumenté de 4450 a 9399, y el de secundarios, de magnitud mucho més limitada todavia, de 53.a 149. Este crecimiento, asf como la creacién 0 ampliacién de los servicios hospitalarios, de los vinculados al poder judicial y de otras reparticio- nes, volvié més compleja la estructura administrativa del estado. Los procesos de ascenso social, que funcionaron para algunos miembros de los sectores populares en trdnsito hacia los grupos medios, asi como para profesionates vinculados con Ia elite, se vieron también favoreci- dos por aquella ampliacién. Sin embargo, no era sélo el estado et que se tornaba mas complejo, ya que también en la sociedad aparecian sec- 80 Historia de la Argentina, 1916-1955 tores relativamente nuevos y se redefinian las caracteristicas de otros. Estos cambios fueron més visibles en el mundo urbano, aunque no se detuvieron alli: la ampliacién del mimero de trabajadores de nuevo tipo, al ritmo de la extensidn de} trabajo asalariado, crecié acelerada- mente. Desde ya, pueden rastrearse antecedentes, sobre todo en las ciu- dades, pero la circunstancia de que fuera en estos aos cuando ef movi- miento obrero comenzé sus intentos de organizacién, asf como las hichas de comienzos del siglo XX, y en particular de los aitos 1909-1910, son evidencia de que el conilicto social era librado por nuevos actores, inexis- tentes pocas décadas antes. BAA AAA AA AMAA AAA La escuela publica La escuela primaria fue una de las areas en las que el estado realizd ‘esfuerzos importantes en fa segunda mitad del siglo Xix; desde la sancién de la Ley 1420 de Educacién Comiin, en 1884, la ensefianza era. laica, gratuita y obligatoria, La ley tenia vigencia en la Capital Federal y en los tertitorios nacionales, ya que la educacién primaria era, constitucionalmente, responsabilidad de las provincias. Alumnos en acto escolar hacia 1908, Archivo General de la Naci6n. a” Asi como estos procesos de transformacién no afectaron a todo el pais con la misma profundidad, hubo también diferencias en los beneficios que los diversos grupos sociales obtuvieron del crecimiento econémico fel periodo, Si bien Ia movilidad social ascendente era una posibilidad ppata los hijos de algunas familias populares, para muchos la sitwacién fue dura, yla construccién de esta versién del capitalismo en ta Argentina no fe llevé adelante sin costo para los trabajadores. La vida en el conventillo, huelgasy la represién que, durante bastante tiempo, fue la principal Yespucsta estatal a los reclamos obreros, son indicios de esas situaciones. Los moos de ta politica (): el régimen conservador La pregunta acerca de la politica durante estos afios esconde otros mu- chos interrogantes referidos a cémo se establecian y se regulaban las re- luciones entre gobernantes y gobernados; haje qué reglas eran electos, si to eran, los primeros; qué tanto se respetaban esas reglas en los hechos; ¢6mo distintos actores, reunidos por su perspectiva ideoldgica, su perte- ‘nencia social © nacional, intentaban intervenir en los asuntos puiblicos; a través de qué mecanismuos y con cudnto éxito el poder buscaba tomnarse legitimo, y sus criticos, impugnar tal legitimidad. En el plano politico tame bign se ubica el problema de las relaciones entre el estado nacional y las Provincias. Finalmente, aparece la cuestién de los derechos reconocidos los habitantes del territorio y aquellos que eran patrimonio exclusivo de Jos ciudadanos; era éste un tema muy importante frente alo masivo de la inmigracién, a la baja tasa de nacionalizacién de los inmigrantes.a lo largo de todo ¢l periodo, y al hecho de que los habitantes de los llamados terri- torios nacionales -unidades administrativas que estaban a cargo de las re- giones de incorporacién reciente al dominio estatal, como la Patagonia— ho estaban habilitados para elegir legisladores nacionales ni miembros del Colegio Electoral, donde finalmente era votado el presidente. El afio 1880, cuando el general Julio A. Roca comenz6 su presidencia, ¢s un punto de partida razonable para el examen de estos asuntos. Se inauguré por entonces un periodo de diez afios de estabilidad en la vida Institucional, que se prolong6 hasta la llamada Revolucién del 90. En una perspectiva mas amplia, ef orden conservador que comenzaba a funcie- nar habria de perdurar hasta Ja llegada a la presidencia de Hipélite Yrigo- ‘Jen, radical, primer presidente electo en 1916 con las nuevas reglas de Jego establecidas por la Ley Sienz Pea, sancionada en 1912, Elorden elite hasta ese momento reconocia amplios derechos civiles —a la liber- tad de expresién y a la propiedad, por ejemplo-, mientras que los dere- chos mas especificamente politicos estaban acotados, en razén de algunas ar i disposiciones legales y también de las practicas electorales, que impedian la expresi6n de la voluntad de los ciudadanos o bien la distorsionaban. A grandes rasgos, entre 1880 y 1916, el andamiaje politico tuvo uno de sus centros en ef Partido Autonomista Nacional (PAN), una agrupa- cién heterogénea, cercana a una alianza de agrupaciones provinciales reunidas alrededor de algunos dirigentes connotados, miembros en general de las clases mas acomodadas. El control de cada uno de los escenatios politicos constituido por las distintas provincias resultaba de- cisivo, ya que era alli donde se elegian los integrantes del Colegio Elec- toral encargado de seleccionar, entre los distintos candidates, el que ocuparfa la presidencia. Las elecciones solian ser manejadas por el oficialismo a través de la intervencion de la policia y otros cuerpos del estado, que impedian la concurrencia de opositores a las mesas clec- torales, asf como a través del fraude. Debe tenerse en cuenta que, por entonces, el voto era publico y ne obligatorio. Los gobernadores eran una pieza central en el modelo: los dirigentes de talla y visibilidad na- cional del PAN tenian tras de sia gobernadores aliados que constituian sus auténticos apoyos electorales. En mas de una ocasin fueron varios os candidatos, pero todo el sistema permitia que el presidente y los go- bernadores tuvieran amplias posibilidades de controlar su sucesién. Los elencos de gobierno, y el personal politico relevante en general, se reclutaban entre la elite, vieja o nueva, provinciana o portefia; en va- rias provincias, los gobiernos eran casi de familia: la politica era todavia un asunto de notables. Por estas vias, el sistema se volvia cerrado y capaz de garantizar, al menos en buena medida, su propia reproduccidn sin mayores intromisiones externas, ni en el plano politico ni en el social. Estas caracteristicas fueron subrayadas por quienes vieron en estos go- biernos una expresién acabada del dominio oligérquico. Los modos de ta politica {il}: el noventa Durante una década, entre 1880. 1890, no parecié posible la organiza- ci6n de una oposicién sélida a quienes, aun con conflictos, ocupaban el gobierno, Sin duda, los dirigentes excluidos del régimen tenfan objecio- nes acerca del estado de las cosas, pero la maquinaria montada se revelaba tan eficaz. que desalentaba la actividad politica de los opositores. También Ta marcha de la economta acotaba los espacios para la critica y fortalecta ciertos consensos entre la elite en torno a los rumbos que se debian seguir. Pero, hacia 1890, la confluencia de varias circunstancias brind6 la oport- La Argentina conservadora 33 nidad para que los descontentos intentaran un movimiento civico-militar, ‘Conocido como Revolucién del Parque, que impugn seriamente al “uni- gato” del presidente Miguel Juarez Celman y, mas ampliamente, al régi- men, denunciando la ausencia de comicios libres en raz6n del control del ‘voto por parte del oficialismo. La libertad de sufragio fae uno de los recla- mos centrales, junto al de restauracién de la vigencia de la Constitucién Nacional, que los revolucionarios entendian conculcada. ye ee Fragmentos de la Prociama del Gobierno Revolucionario durante la Revolucién de 1890 £1 movimiento revolucionario no 2s fa obra de un partide politico. Es esencialmente popular e impersonal. No obedece ni responda a las ambiciones de circulo ni hombre politice alguno, No derrocamos al gobiemo para derrocar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos porque no existe en su forma constitucional. Lo derrocamos para devolverio al pueblo, a fin de que e! Pueblo lo reconstituya sobre la base de la dignided nacionel y con la dignidad de otros tiempos, destruyendo esta ominosa oligarquia de advenedizos que ha cleshonrado ante propios y extrafios las instituciones de la Repilica [...] El elegido para ol mando sera el que triunfa en comicios libres. Documentos para ia historia de ta UCR, Buenos Aires, s/d, 1927. KI movimiento tuvo lugar en momentos en que se agudizaba una cri- six econémica, cuyos primeros sintomas habjan comenzado a manifes- (arse algiin tiempo antes. La escasa capacidad para la maniobra poli- tlea que demestraron el presidente y los snyos, las disidencias dentro lel propio PAN fomentadas por el estilo de aquel grupo y algunos epi- atios de corrupcién resonantes contribuyeron a dar vuelo a los criti- tos. Una oposicién muy amplia y heterogénea se agrupé en la Unién Civica de Ia Juventud, en 1889, y un afio més tarde se creé la Unidn Cf vica, que en julio de 1890 intentaria el levantamiento armado. El mo- viniento fue derrotado luego de algunos dfas de combates en el cen- tuo de Buenos Aires, pero Juarez Celman debié renunciar y asumié su vicepresidente, Carlos Pellegrini. 14 Revolucién de 1890 constituy6 un movimiento en el que se identifi- atton clementos propios de la politica argentina del momento: sus diri- gentcs formaban parte, en general, de las elites politicas y sociales, y la pers- 94 Historia de la Argentina, 1916-1955 pectiva ideolégica que dominaba los documentos producidos por los revo- Tucionarios era la de un republicanismo civico liberal presente en la Argen- tina desde algunas décadas antes. También algunos catélicas habfan parti- cipado en Ja Unién Civica. Inchiso el cardcter de las acciones, en las que se mezclaban jefes militares y dirigentes civiles, soldadios y milicias cfvicas, te- nfan un tono francamente conocido. Al mismo tiempo, el movimiento exhibié rasgos que reflejaban los cambios que estaban teniendo lugar. Asi, la Revolucién del Parque terminé siendo Ia forja inicial de ta Unién Civica Radical, al punto que en el imaginario partidario ese hecho es visto hasta hoy como el mitico acontecimiento inaugural; en el co- mienzo, aiio tras ito, militantesy dirigentes, muchos de ellos también ne- tables, homenajeaban a los muertos en el Parque en un Tito de fuerte con- tenido identitario, que se celebraba ante el monumente ubicado en el cementerio de Recoleta. Tras disputas internas, realineamientos y ruptu- ras, la Unién Civica se dividié entre aquellos que, reunidos en tomo all ex presidente Bartolomé Mitre, eran proclives al acuerdo con el oficialismo, Y quienes se mostraban reacios a él, acaudillados por Leandro N. Alem, que fundaron la Unién Civica Radical en 1891. Los radicales hicieron del reclamo por la libertad en los comicios una de sus consignas centrales. La creacién de la UCR ha sido entendida, en muchas ocasiones, como el episodio que marca la aparicién de un partido politico moderno en la Argentina. De acuerdo con un modelo extendido, un partido modemo es una agrupacién més estable que las que se reunfan exclusivamente en ocasién de las elecciones, con recursos independientes del estado, con un planteo programitico, aun bosquejade a trazos gruesos, y con reglas internas més 0 menos formalizadas, Sin embargo, al menos en los prime- 198 afios, el radicalismo estuvo relativamente lejos de ser tal cosa. La cues- tién no sorprende: esos desajustes son habituales si se espera hallar aquel modelo en estado puro. Aun asi, andando el tiempa, la UCR se mostra- ria como una agrupacién politica perdurable, bastante més cercana a la pauta moderna que sus adversarios mas importantes. Ademas, fue un actor principal de la politica argentina durante todo el siglo XX. EI radicalismo, que en principio combin6 la participacién electoral con la abstencion, intenté también la protesta armada en dos ocasiones: 1898 y 1905. En fa primera, ef movimiento estallé en las provincias de Buenos Aires, San Luis y Santa Fe a fines de julio: luego, se produjeron movimientos en Tucuman y, nuevamente, ¢n Santa Fe. En esta tiltima provincia, colones extranjeros participaron de las acciones armadas. En la provincia de Buenos Aires, los sublevados lograron instalar un go- bierno provisorio en La Plata, pero fnalmente todo ¢l movimiento fur La Argentina conservacdora 35 derrotado. Entre 1896, cuando se suicidé Leandro N. Alem, y 1904, los arganismos de direccién del partido practicamente no funcionaron: embargo, la organizacién radical se hacia més amplia, en particular en In provincia de Buenos Aires, ¢ Hipélito Yrigoyen alcanzaba un papel re- Jevante, transformandose en lider del partido. En 1905, volvid a produ clrse un movimiento armado, también civico-militar y también derro- indo, En ambos casos, las consignas centrales de los sublevados aludian 4 la libertad de sufragio y a la honradez en la administracin. La UCR habia hecho de la Constitucién Nacional su propio programa, y en el partido se afianzaba la imagen que hacia del radicalismo la expresion politica de la nacién misma. impedida de gobernarse dado que las elec- clones no eran libres. De este modo, continuaba la objecion ala legitimi- dad del orden conservador, que se habia hecho puiblica en 1890. AMAA AAA A AAMT La Unién Civica se fractura En julio de 1891, cuando comenzé el procesa que desembood en la creacién formal de ‘a Linién Civica Radical, el sector de la Unién Civica ue se oponia al acuerdo con el oficialisrno presenté un manitiesto. Los que siguen son fragments de ese texto. *Conoludadanos: el desarrollo de acontecimientos graves y precipitados en los titimos afas coleca al Comite Nacional de la Union Civica en la necesidad de dirigr el presente manifesto a sus corraligionarios y a los pueblos de la repdiblica, j...] Una minorfa de! Comite Nactonal, formada por Jos partidarios dl acuerdo con la agrupacién deminante, acaba de romper la. unidad de ta Unida Civica f...|. La Unién Civica fue desde el principio ia coalicign de fas hombres de bien, vinculados para destrur el sistema de gobieme imperante que ha preducide tan graves perturhactones en la Repobica, [...] La Union Civica no se farmé alrededor de ninguna personalidad determinada, ni se propane camo objetivo de su programa ni do sus ideales la exaltacion de un hombre al mando; ella debe destruir el funasto sistema de la opresién ofic', buscando el restablecimiente de las instituciones, la hanradez quivermativa, la Hberted cle sufragio y el respeto a fas autonemias de los municipios y do las provincia. [..] Las porsonalitades eminentas de su seno daben incinarse ante ase programa y prestarle acatamiento [aunque] no lo entendiaron asi los que a toda costa querian proctamar la candidatura del general Mitre,” Documentos para ia historia oe a UCR, Buenos Aires, s/d, 1927. a 36 Histon 6 la Argentina, 1916-7955 En 1890 se habia producido otro acontecimiento que merece atencién: la conmemoraci6n en Buenos Aires y en otros lugares del pais del pri- mer 1° de Mayo, una iniciativa que la Segunda Internacional, reunién de los partidos obreros y socialistas recién fundada, lanzé a escala mun- dial. En aquella ocasién se reclamé, en Buenos Aires, la adopcién de medidas que protegieran al trabajador, como la jornada de ocho horas para los adultos y de seis para los menores, la prohibicién de que traba- jaran los menores de 14 aitos y el descanso dominical, entre otras. Tam- bien se exigié la participaci6n del estado en tareas de control e inspec- cidn de las condiciones y Jos lugares de trabajo. Unas 3000 personas se movilizaron ese dia, con una presencia extranjera importante. En la Argentina, los trabajadores habfan apelado a la huelga sectorial con anterioridad, aunque de manera esporddica, y a comienzos del si- glo XX convocaron a huelgas generales. La conmemoracion de 1890 recurrié a otra practica: la movilizaci6n callejera. Los trabajadores tam- bién habian fundado sus propias asociaciones y los activistas comenza- ban a hacer circular sus publicaciones. Desde hacia tiempo, otro tipo de agrupaciones ~de las colectividades inmigrantes, por ejemplo~ recu- rrian a procedimientos semejantes, que constituian un modo de peti- cidn y de presién al estado y de intervencién en los asuntos puiblicos, con una dimensién politica evidente. En el caso del movimiento obrero, el tipo de reclamo planteado tenia un sesgo social y econémico mareado; algunas corrientes con fuerte ascendiente entre los trabajado- res, entre las cuales se destacaba el anarquismo, se inclinaban a ver en el estado apenas un mecanismo de opresién utilizado por el capital, un enemigo sélo capaz de reprimir, caracterizacién que contaba con evi- dencias en las que sostenerse. A sti vez, los socialistas -otra de las co- rrientes de arraigo en el movimiento obrero- estaban en plena accién organizativa en aquellos afios, creando agrupaciones locales y periédi- cos: en 1894 comenzé a aparecer La Vanguardia. En 1896, se fund6 for- malmente el Partido Socialista (PS) Desde el comienzo, el PS combiné la participacién electoral y la ac- tividad parlamentaria con la tarea de organizacién sindical que recla- maba su propia definicién como partido de clase. En 1904, Alfredo Palacios se transforms en el primer diputado socialista, favorecide por una reforma electoral de 1902 que establecia el voto uninominal por circunscripcién; el mecanismo permitié su eleccién por el barrio porteftio de La Boca. A su vez, los militantes sindicales intentaron ta organizacién de una central a lo largo de los afios noventa. Asi, en 1901 se creé la Federacion Obrera Argentina, Juego transformada en La Argentina conservadora 37 Federacién Obrera Regional Argentina, de estirpe anarquista, y en 1902, te fonds otra central, la Unién General de Trabajadores, de orienta- cl6n socialista. Desde 1901, los trabajadores protagonizaron varias huel- as generales, en un periodo de alta conflictividad social que se exten- derfa hasta los afios del Centenario. SHRM MAAaaRaA AA Aaa ae La voz del socialismo: el periédico La Vanguardia El editorial del primer nimero del diario sovialista £2 Vanguardia, aparecido el 7 de abril de 1894, presentaba de este modo el emprendimiento, luego de un exemen de la situacién argentina: *,Qué se propone, pues, el grupo de trabajaclores que ha fundade este Pariddico? ZA que venimos? Venimos a representar en la prensa al proletariado inteligente y sensato. Venimos a promover todas las reformas tendientes a mejorar la situacién de los trabajadores: la jomada de ocho horas, la supresién de los impuestos indirectos, el amparo de les mujeres y de los nifios contra la explotacién capitalista y demas partes del programa minimo del partido internacional obrero. Venimos a fomentar la accién poitica del elemento trabajador argentino y extranjero, como Unico medio de obtener esas reformas. Venimos a. combatir todos los privilegios, todas las leyes que, hechas por los ricos en provecho de ellos mismos, no son més que medios de explotar a los trabsjadores, que no las han hecho. Venimos a difundir las doctrinas econémicas creacias por Adam Smith, Ricardo y Marx, a presentar las cosas como son y a preparar entra nosolros la gran transformacion social que se acerca’, Pooos afios despuds, en 1896, en ocaaién de su primera presentacion a elecciones, el socialismo manifestaba: “EI Parfido Socialista abrero no dice ‘uchar por puro patriotism, sino por sus intereses legitimos; no pretande reprasentar los intereses de todo el mundo, sino los del pueblo trabajador, contra la clase capitellsta opresora y pardsita; no hace orcer al pueblo que puede legar al bienestar y la libertad de un momento al otro, pero le asegura el triunfo si se decide a una lucha perseverante y tenaz; no espera nada dol fraude ni de la Viclencia, pero todo de la inteligencia y la educacion populares. Roberto Reinoso (comp.}, La Vanguardia: saleccion de iextas 1894-1956, Buenos Aires, CEAL, 1985. 38 Historia de ia Argentina, 1916-1955 BAA AAA AA AAA ADA AT EI movimiento obrero Desde fines del siglo XIX, los trabajadores orearon sociedades de resistencia y sindicatos, asi come periodicos y publicaciones, que fueron los elementos iniciaies en el proceso de organizacion del movimiento obrero, La huelga, tanto general como sectorial, fue una herramienta que 8 utfizé con frecuencia, Reunién sindical de foguistas y obreros maritimos, hacia 1904. Archivo General de la Nacion. La reforma electoral La politica en la Argentina de comienzos del siglo XX exhibia sin due das elementos novedosos con respecto al comienzo de la etapa, en 1880; Jas impugnaciones a la legitimidad del orden conservador; un partido, la UGR, que se hallaba en su etapa de abstencién revoluciona- ria ante el fraude y que, en 1905, se lanzé nuevamente a la protesta ar- mada; la presencia del socialismo, que, mas allé de sus éxitos o fracasos electorales, se implantaba con fuerza entre los trabajadores de Buenos Aires; la influencia en ¢] movimiento obrero del anarquismo y el anar- cosindicalismo, que rechazaban la participacién en los partidos; los conflictos sindicales agudos. En algunos sectores conservadores, la per La Argentina conservadora $9 cepcién de estas nuevas situaciones impuls6 cierta vocacién reformista, que incluyé desde el proyecto, fracasado, de un Cédigo Nacional del Trabajo, vinculado al informe de Bialet Massé sobre la situacion de los trabajadores en el pais, hasta la reforma electoral de 1904. Si bien estas Inclinaciones deben ser tenidas en cuenta a la hora de caracterizar al tégimen, fueron sélo una de sus lineas de accién: el hostigamiento po- cial a activistas sindicales, locales socialistas o huelguistas y manifesta- Gones obreras era habitual, y la Ley de Residencia de 1902 -que auto- Hzaba la expulsion de extranjeros que perturbaran el orden ptiblico— y la aplicacién del estado de sitio formaron también parte de las poli cas estatales. Entre aquellos que, desde el poder, cousideraban importante impul- war una reforma clectoral, se encontraba Roque Séenz Pera, quien flegé a la presidencia en 1910 a través de los mecanismos habituales. For enttonces, la reforma era percibida como necesaria por amplias tranjas de la opinién publica. Sdenz Petia asumié una actitud decidida ‘en su favor y en 1911 se sancionaron leyes que establectan Ia realiza- tién de un enrolamiento general y la confeccién del padrén a cargo eT personal militar; ése seria, en el futuro, el padrén electoral. Final- Mente, la Ley Saenz Pefia fue votada en 1912, a pesar de las reticencias de varios parlamentaries conservadores. Las disposiciones centrales es- tablecian que, para los hombres natives 0 naturalizades mayores de 18 tos, el voto seria universal -en el sentido de no restringido por razo- hes econdmicas, sociales 0 culturales-, secreto y obligatorio: los analfa- betos, que podian volar, no eran penados si no le hacian, Cada elector s6lo podria votar por las dos terceras partes del mimero de represen- tantes a elegir. “Dado que en la Argentina el voto no estaba anteriormente limitado por aquellas razones, eran otras piezas las importantes en esta ley. Por ejemplo, la condicin secreta del sufragio, que aspiraba a garantizar gue el ciudadano ejerciera su derecho a eleccién sin presiones: ni cau dillos de maquinas electorales, ni patrones, ni la fuerza puiblica po- drian identificar las preferencias de cada votante, que emitiria su voto Sconciencia. La obligatoriedad era owa cuestidn relevante, ya que se buscaba garantizar la participacién a fin de dotar de legitimidad a los futuros gobiernos, partiendo de la idea de que el desinterés por las tuestiones colectivas campeaba tanto entre los inmigrantes (se exhi- bian a modo de prueba las bajas tasas de nacionalizacién) como entre los nativos. El padrén a cargo del ¢jército brindaba garantias que owas autoridades dificilmente podian ofrecer. La cléusula de las dos terceras 40 Historia de ta Argentina, 1916-1955 partes de los representantes ponia fin al sistema de lista completa y bus- caba garantizar la inclusién de las minorias. Can tado, mujeres, extran- Jeros no nacionalizados, habitantes de los territorios nacionales y, desde ya, menores de 18 atios estaban excluidos. Fl presidente y sn grupo pa- recian confiados en el poder de regeneracién de la politica que la nueva legislacin tendria, asi como en el efecto de integracién social que las elecciones regidas por ella habrian de poser. En 1912, aplicandose la nueva ley, las elecciones de diputados en Santa Fe dieron un triunfo a la UCR. A pesar de que consignieron algu- nas victorias locales, como ocurrié en 1914, los conservadores no logra- ron adaptarse a la nueva situacién, que los exponia a una casi descono- cida competencia electoral y, en 1916, fueron derrotades por la UCR. El reclamo de Sdenz Pefia, en este caso de cara a sus propias fuerzas, ha bia sido la creacién de un partido organico, nacional y moderno, que los conservadores no consiguieron articular, aunque lo intentaron a trae vés del Partido Demécrata Progresista, Es posible pensar, incluso, que toda la apuesta de la reforma descansaba en la idea de que eran parti- dos de ese tipo los actores necesarios para que la ley cumpliera sus ob- jetivos profundos. Si bien el oiunfo del radicalisme en las elecciones no fue excesivamente holgado, y la victoria de la candidatura de Yrigoyen en el Colegio Electoral estuvo en suspenso por cuestiones intemnas, con su elecci6n se cerraba el periodo de predominio conservador y comen- zaba la etapa del radicalismo en el gobierno. Conjeturas: la cuestién de la democracia en la década de 1910 En muchas ocasiones se ha formulado la pregunta acerca de qué razo- nes habrian impulsado al régimen a encarar una reforma de las reglas de juego politico que terminaria alejando a sus miembros del manejo del estado, al menos de gran parte de él, durante unos quince afios. Natalio Botana hallo una formula que se volvié clisica para la cuestion cuando planted la alternativa en términos de “salto al vacio” 0 “calculo estratégico”. Conviene tener en cuenta varios elementos para intentar una res- puesta. En principio, no era éste el primer ensayo reformista de los consetvadores argentinos: ya se habia intentado un cambio en 1902, ciertamente menos impactante. Luego, el estado de la opinion publica parecfa entender que el sinceramiento de las pricticas clectorales era imprescindible; la UCR venia insistiendo en ello desde hacia dos déca- La Argentina conservadora 41 tna, y el arraigo social del partido era respetable. Por otro lado, ¢s im- portante tener en cuenta que los conservadores reformistas no pensa- ron ta reforma para ser derrotados, sino para abrir alguna participa- win acotada y subalterna a Jas fuerzas de oposicién, que desactivara (Wenones y reclamos, dotara al régimen de legitimidad y que, al tnlamo tiempo, les permitiera retener los mas importantes resortes de kabierno. Mas alld de sus efectos y de los resultados electorales, para tqulenes detentaban el poder la reforma era una herramienta de conti- inuddad, ya que confiaban en el triunfo de sus propias fuerzas. En este sentido, un rapido repaso de otras situaciones puede ser de Aulllidad. Hacia 1870, en Europa la enorme mayoria de los grupos diri- Kentes veia la ampliacién de los derechos vinculados a la ciudadania po- Ifilea, entre los que el derecho al voto era central, como una peligrosa (erta a la conmocién social. Desde esa perspectiva, la democracia, aso- clada a aquella ampliacién, pondria en manos de multitudes considera- tas incultas y extremistas el manejo de los asuntos de gobierno. Sin chula, la presién de quienes no gozaban de esos derechos tuvo un papel importante en los cambios que paulatinamente empezaron a produ- chae en la legislacién electoral desde comienzos del siglo XX. En esas (ransformaciones también incidié el hecho de que aquella percepcién twbfa cambiado: los gobernantes, aun presionados por sus adversarios, Junron a suponer que la apertura electoral no alteraria sustancial- mente el orden politico ni social, En ese punto, las coincidencias con la Apuesta de Ia dirigencia argentina son muchas. Asi, con ciertas excepciones nacionales fidadas tanto en la antigiic- tad del proceso de apertura como en su profundidad, antes de la Pri- inera Guerra Mundial mds del 90 por ciento de los varones adultos Imbfa atcanzado derechos de participacién electoral en varios paises ev- tapeos; en otros casos, esas cifras se ubicaron entre el 60 y el 80 por lento para Ja misma fecha. El movimiento se consolidaria y se extende- tf ain mas luego de la Gran Guerra, etapa en la que se produjo la Apertura definitiva. Sin embargo, es evidente que en Europa esos por- rentajes sobre el total de a poblaci6n adulta eran mas sencillos de al- ramzar que en ta Argentina, porque aqui la inmigracién cambiaba el vindro. En lo que respecta a las cifras, el efecto de la nueva legislacion ‘mt las elecciones argentinas también fue visible. Asi, por ejemplo, en las elecciones de 1910, en las que results electo Roque Séenz Peiia, vota- ran unas 199 000 personas, lo que representaba el 2,8 por ciento de la poblacién total; en las de 1916, ya bajo la Ley Séenz Peiia, lo hicieron 724 000 ciuidadanos, lo que elevaba la participacién al 8.8 por ciento, 42 Historic de la Argentina, 1916-1955 En Europa, la ampliacién del derecho al sufragio se realizaba muchas veces aboliendo requisitos como el de la propiedad, la disponibilidad de recursos econémicos o ka capacidad de leer 0 escribir, En el caso ar- gentino, las restricciones no habian sido exactamente ésas: los reclamos tenian que ver con el establecimiento de garantias para los comicios y el respeto a sus resultados, En este sentido, aun en un contexte legisla- tivo mas restringido, Inglaterra habia establecido el voto secreto en 1872; Noruega lo habia hecho en 1885; Dinamarea, en 1901, y Finlan- dia, en 1905, El panorama latinoamericano resulta mas heterogéneo, pero en términos generales ~y con la excepeidn de Argentina, Uruguay y México~ los requisitos de ser propietario y saber leer, que en algunos escenarios nacionales sc establecieron en el siglo XIX y constitufan mo- dos del voto censitario, fueron climinados s6lo hiego de 1945. Ala huz de todos estos datos, ¢s evidente que la apertura a formas de- mocraticas a través de la extensién del derecho al voto o del estableci- miento de garantias para su emisién sin coacciones no fue un fend meno exclusivamente argentino, y que la elite local decidié, como en otros émbitos y entre desafios, voluntad reformista y cdlculo politico, ese cambio. Ademas, al momento de empefiarse en la reforma, los diri- gentes argentinos contaban con modelos previos en los que la amplia- cidn de los derechos politicos no habia praducido ningtin cataclisme politico o social. Sin embargo, en la Argentina, la idea de que el poder se retendria result6 errada, y, aunque el radicalismo era una fuerza mo- derada, ello devino en la pérdida del control conservador de parte de la administracion del estado. Es probable que ese error y su resultado hayan sido los factores que hicieron que las elites percibieran la demo- cracia como una amenaza en los aiios siguientes, De todas manetas, ni siquiera en los afios cercanos ala sancién de la Ley Saez Pefia la preven- cion hacia formas ampliadas de democracia habia desaparecido del todo entre importantes dirigentes conservadores argentinos: el 16 de septiembre de 1911, el general Roca seiialaba, en una encuesta publi cada por el diario La Nacién: “En vez del voto obligatorio debiera pen- sarse en cl calificado, pues el voto universal es la causa decisiva de nucs- tras malas costumbres electorales”. SEGUNDA PARTE 1916-1930 2. Los gobiernos radicales Entre 1916 y 1930 se sucedieron tres gobiernos radicales, ef Ultimo de ellos interrumpido por un golpe de estado. Durante e808 afios, uno de los conflicts politicos més rolevantes se libro entre los grupos conservadores, alejados del control del estado debido a la aplicacién de la Ley Séenz Pafia, y of radica~ lismo conducide por Hipélite Yrigoyen. La etapa culminé con el golpe militar que, el 6 de septiembre de 1930, derrocé a Yrigoyen @ impuso al general Uriburu como presidente. ‘Yrigoyen llega a la presidencia FI 12 de octubre de 1916, rodeado de un notable fervor po- pillar, Hipélito Yrigoyen asumia la presidencia; comenzaba de este Modo un ciclo de casi catorce aiios durante los cuales las principales dlpposiciones de las leyes electorales de 1912 rigieron los comicios en la Argentina, También se traté de un perfodo en el cual la Unién Giviea Radical resulté imbatible en el ambito nacional desde el punto de vista Alectoral. En 1922, a Yrigoyen lo sucedi6 otro presidente radical, Mar- teloT. de Alvear; seis aitos més tarde, en 1928, Yrigoyen volvia a la pre- tdlencia luego de una gran eleccion, en la que los niveles de participa- ¢ién fueron altos. La presencia radical en Diputados también crecia en ‘aun aiios, El periodo habria de cerrarse el 6 de septiembre de 1930, timndo el general José Félix Uriburu encabez6 un golpe de estado con #t upoyo de sectores de las fuerzas armadas, de gran parte de la oposi- J6n al radicalismo, la prensa e importantes franjas de la opinién pi- hlica. Con ese episodio se clausuraba la experiencia democratica mas thuadera en la Argentina del siglo XX, hasta la que se abrirfa en 1983. Las elecciones de abril de 1916, en las que debian elegirse los miem- Imus del Colegio Electoral que a su vez designarfa al presidente, fueron knnaclas por el radicalismo con el 46 por ciento de Jos votos emitides, (40 Fistor Ce fa Argentina, 1STO TI aproximadamente. Las distintas formaciones conservadoras provincia les consiguieron el 25 por ciento de los votos. El Partido Demécrata Progresista (PDP) creado poco tiempo antes sobre la base de la Liga del Sur, fuerte en Santa Fe, como alternativa conservadora liberal ron- daba el 13 por ciento, mientras que el Partido Socialista lograba casi el 9 por ciento. La victoria de la candidatura de Yrigoyen en el Colegio Electoral estavo en duda hasta que se confirmé que votarian por él los electores del radicalismo disidente de Santa Fe ee le ee ee ee ee Mesa electoral en 1916 La sancién de las leyes electorales impulsacas por el prasidente Saenz Pela, en 1912, inicié el proceso que culminaria con el triunfo de ia Unién Gvica Radical en las elecciones de 1916. Se eligieron en esa oportunidad los integrantes del Colegio Electoral que. finalmente, harian presidente a Hipélito Yrigoyen, Archivo General de la Nacion. ai” TN ONE Hin embargo, el mundo politico argentino estaba mas fragmentado de lo que estos cuatro agrupamientos pueden sugerir. El radicalismo, davde antes incluso de la eleccién de 1916, se encontraba dividido en algunas provincias, y luego de la llegada al gobierno, esas divisiones se Multiplicarfan notablemente; casi no hubo provincia en la que no se pro«lujeran conflicts internos, algunos muy agudos. Se entiende Ia im- porlincia de estas pujas porque, en los hechos, las provincias eran los ios donde las elecciones tenian lugar. Durante la primera presi- dencia de Yrigoyen, las disidencias radicales no se articularon en un thovimiento de alcance nacional, ni respondieron a razones idénticas 0 A perfiles ideolégicos que pudicran ser reconocidos con claridad; en cambio, se trataba de peleas casi facciosas por el manejo de la adminis- tracién o por el reconocimiento de los organismos del partido, Algunos {Mentos de las autoridades partidarias para lograr la reorganizacion fue- tin Infructuosos y, en Las elecciones de 1922, dos agrupaciones radicales Jirnentaron candidaturas diferenciadas a presidente: la UCR, cuyo can tllelate fue Alvear, y la UCR Principista, que promovié la candidatura lel dirigente entrerriano Miguel Laurencena. El principismo criticaba el extilo que Yrigoyen imprimia a la direcci6n del radicalismo oficial. lox grapos conservadores habian fracasado, como se indicé, en la greucién de una fuerza unificada de escala nacional que pudiera en- frentar a la UGR en 1916, y en los afios siguientes esa unidad tampoco fie alcanzada, aunque se celebraron acuerdos electorales y se empren- ilieron acciones parlamentarias coordinadas. El PDP, a pesar de tener expresiones en algunos otros distritos, era un partido cuya base electo- wl extuba bien localizada en el sur santafecino. Vor su parte, el Partido Socialista (PS) tenia arraigo en la Capital Fe- deal, donde logré competir con el radicalismo con cierto éxito; en el tento del pats, aunque el socialismo tenia locales, en ocasiones prensa, inllitanies y candidatos, su poderio era escaso, con alguna excepcién. Paco tiempo luego del comienzo de la presidencia de Yrigoyen, la Re- yolucién de Octubre llev6 a los bolcheviques al poder y abrié la expe- Heneia de la Rusia soviética. La revolucidn, asi como la guerra civil y ta Iiervencién extranjera que se sucedieron luego de octubre, conmo- vieton a todo el mundo politico; en la Argentina, el PS -por cierto, el tiv importante de América Latina- terminé dividiéndose como en isos paises. En principio, los disidentes (grupos més afines a la revo- hucidn bolchevique) constituyeron el Partido Socialista Internaciona- lista en 1918, uno de los nucleos del Partido Comunista que se fund os mas tarde. Ya a fines de la década de 1920, el socialismo su- frié una nueva escisiou cuando varios dirigentes crearon el Partido Socialista Independiente, que tivo una vida relativamente efimera y es- tablecié alianzas con sectores conservadores, hasta Hegar a ubicar a al- gunos de sus hombres en importantes posiciones de gobierno en la dé- cada de 1980. RARE MAMA MAMMA AAA El socialismo frente a la UCR La Vanguardia, el diario del Partido Socialista, publicé el 12 da octubre de 1916, fecha de ia asuncién de Higdilo Yrigoyen, el siguiente andlisis det hecho, que revela les dificultaces que tenia ei socialismo a la hora de caractorizar a la UCR, con ia que ademas tuvo una fuerte competencia slectoral on la Capital: “Es indisautible que ol nuevo presidente representa la voluniad papular, bremente manifosiada, y que, por lo tanto, tiene un significado democratic [...]. El pusblo tebajador sabe Unicamente que en este dia sube al poder un partido popular, pero de origan y carécter burgués, un artido apoyado por grandes terratenientes y cepitalistas, que ha contado desde su primera hora con el concurse de los militares de profesion y cuenta hoy con la simpatia, el aplauso y la adulacion interesacia de (os elementos olericales, Sabe soto que comienza un gobierno de clase, como todas los anteriores, para el cuel primaran siempre los intereses capitalistas sabre los derachos del proietariado, {...) Para coneluir con el regimen actual, o atenuar sus males y reducir Sus privilegios, no bastaré con poner ia primera magistratura an manos de un cludadano, sino que sera preciso formar esa conciencia colectiva que permite a los pusbios emanciparse a si mismos sin jefes, ni caucilos, ni presidentes- por obra de la instruccién general y de la educacion chica’. a La disputa central: la importancia de jas imagenes Mis alli de las dinémicas propias de las provincias y de fas disidencias internas que se producian en las agrupaciones, durante estos afios la disputa politica argentina tuvo su nticleo en el conflicto entre el radica- lismo y quienes habjan sido los beneficiarios det antiguo orden. En esas luchas, desempefiaron un papel de importancia las imagenes que de si mismos y del adversario construyeron los contendientes. eEeEeyEeE—e——e—_————— eee Desde fines del siglo XIX, en particular luego del suicidio de Leandro NN. Alem ocurrido en 1896, Yrigoyen habia ganado un prestigio inigua- lado por ningun otro dirigente radical. Todavia hoy sigue Hamando Ja Alencién su tipo peculiar de conduccién, Sin pronunciar grandes discur- tur, ms proclive a la charla individual ¢ intima, criptico en sus escritos, tonstruyendo de si mismo una imagen sobria y austera, alejado de cual- quler ostentacion, Yrigoyen fue objeto de devocién por parte de amplios grupos populares, Al mismo tiempo, para él y también para muchos otros tirigentes y activistas radicales, la UCR era algo mas que un partido poli- tivo, Segtin esta perspectiva, los partidos eran agrupaciones efimeras, que Adlo perseguian intereses sectoriales, parciales y, por eso mismo, mezqui- tux, En cambio, ef radicalismo era concebido como la expresién de la tuiamisima nacién, de coda ella; los limites que los radicales atribuian a al entidad tendian a aproximarla imaginariamente a otra, cuya evoca- ¢l6n tenia también enorme fuerza: el pueblo. Su programa de gobierno, tastenian, era la propia Constitucién Nacional. Marcelo T. de Alvear, un dirigente moderado, procive a configurar la disputa politica en términos tmenos absolutos, sefialaria afios mas tarde, revelando lo extendido de es- {um supuestos que identificaban al radicalismo con la nacién, que “ser ra diieal es ser dos veces argentino”. La certeza de constituir la “causa” de la tiacidn frente al “régimen” -ambas concebidas como entidades incompa- tiles, excluyentes- era una pieza central de la identidad radical, que se Jrunfa en juego més alld de la coyuntura electoral. Garigalura de Hipdlite Yrigoyen, come “E! peludo", por Ramén Columba. Yor nit parte, quienes habfan manejado los asuntos puiblicos en la etapa previa tendian a pensar que, por razones de experiencia, posicién social OEE SOTE GG Ta TET, Phe TS y educaci6n, eran quienes debfan continuar en esa funcién, En torno a estas cuestiones, conviene tener en cuenta que el proceso de transforma- cién social evocado en el capitulo anterior ~algunos de cuyos rasgos fue- ron la urbanizacién, la aparicién de nuevas formas del conflicto social, la presencia de grandes masas immigrantes- fue visto por muchos miembros de las elites como tm fenémeno peligroso, que contribufa a la altera- ¢ién de un orden que apreciaban. Se sumaba al cuadro la imprevista de- rrota electoral de 1916, que ponia en manos nuevas la direecién de parte de la administracién nacional y algunas provinciales. Sin embargo, no debe suponerse que la Hegada del radicalismo al go- bierno significé un cambio violentisimo en este plano, ya que la diti- gencia radical, al menos parcialmente, tenia procedencias sociales muy semejantes a las de los miembros del régimen, Pero también integraron las filas de la UCR hombres que exhibian otros origenes, quienes acce- dicron luego de 1916 a los elencos de gobierno y parlamentarios: algu- nos altos fincionarios y diputados fueron hijos de inmigrantes, lo que significaba la ruptura de una pauta previa bastante firme, Entre sus ad versarios conservadores, paulatinamente se extendié la imagen de los gobiernos radicales como gobiernos de “los incapaces", miembros de un partido que se imponfa, sin més virtudes ni méritos, por la suprema- cia del voto y el poder del ntimero. Otra nota que la oposicion en gene- ral, no sélo la conservadora, destacé por la negativa fue la ruptura del protocolo en las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo por parte de Yrigeyen, que durante su presidencia no concurria a las sesio- nes de apertura ni enviaba a sus ministros a responder las interpelacio- nes, ¥ en ocasiones trababa 0 desconocia disposiciones del Congreso. ‘Asi, en las imagenes que conservadores y radicales construyeron del adversario, fueron puestos en primer plano rasgos que, si bien existian en la realidad, aparecfan exagerados y cargados de una dimensin so- cial muy marcada: “Hemos pasado del escarpin de baile a la alpargata”, se horrorizaba el senador conservador Benigno Ocampo, el mismo dia de la asuncién de Hipolite Yrigoyen. Del Ilano al gobierno El radicalismo enfrentaba ahora el tdnsito de partido de oposicién, que no dudaba en apelar ocasionalmente a la protesta armada, sin mas que ofrecer que un lugar en el combate por la causa, a partido de gobierno. Esa transformaci6n venfa impulsada por distintas circunstancias: por un eee Indo, debia someterse regularmente a elecciones; por oro, debia asumir feaponsabilidades de gestion. El cuanto al primer punto, el desempefio tulical fue destacabie, y la UCR amplié sustantivamente el niimero de gus representantes en la Camara de Diputados. En 1917, habia alli 45 re- presentantes radicales sobre un total de 114; en 1922, al asut Marcelo "fy de Alvear la presidencia, los diputados radicales eran 10T sobre 150, aunquea poco de andar el bloque se partiria, augurando la division par tidaria que tuvo lugar en 1924, En parte religi6n civica forjada en les afioy heroicos del siglo XIX y en parte maquina electoral afinada que en varias zonas se entramaba con el estado; un cierto tono popular en sit composicién social, dificil de defini estrictamente y con precision, pero tnmnbién dificil de desmentir; una dimension nacional que convivia con Nucttes tensiones entre los diversos grupos provinciales que la integra- hun, de los cuales, sin embargo, ninguno resignaba la identidad radical: In LICR exhibio todos estos rasgos al mismo tiempo A pesar de que, con el paso de los aiios, la potencia electoral del radi- talismo quedé en evidencia, el comienzo en 1916 fue complicado. La posicién del gobierno nacional no era cémoda, dado que tanto el Gon- wteso como muchos de los gobiernes provinciales estaban en manos bpositoras. Yrigoyen buscd desactivar estas bases de la oposicién. En el tuae de las provincias, apelo a las intervenciones, que se sucedieron alo lurgo de su presidencia y en varias oportunidades se establecieron por tlecreto, con el argumento de que sus gobiernos habian Iegado a esa panicion por efecto de la manipulacién de las elecciones y que fa autén- {lea autonomia era para los pueblos. Algunas provincias fueron interve- tildas en mas de una oportunidad. En cuanto al Congreso, las sucesivas slecciones consolidaron a la bancada radical, atmque la Camara de Se- imdores continud siendo un bastién opositor. uanto al desempeiio en el gobierna, hacia 1916 los radicales disponian de dirigentes entrenados en el manejo de la admi- no con practica parlamentaria reciente a nivel nacional, En- te lox varios frentes que debid asumir el gobierno radical se destaca tl de la politica exterior, ya que la Primera Guerra Mundial continuaba au curso, Yrigoyen decidié mantener la neutzalidad que habia adop- tutto eb gobierno argentino ante el conflicto, mientras que Ia mayor Innte ile la oposicién y de la gran prensa se habia tornado favorable all Init de Brancia, Inglaterra, Italia, la Rusia zarista y, luego de abril ie 1917, de los Estados Unidos. El gobierno norteamericano presiond Jmta que el argentino cambiara de posicién y rompiera relaciones con atm cnemigos. ¥ si bien algunos episodios puntuales como el hundi- (De PISCE CE A ALQEMURE, PITG- TI miento de los buques argentines Monte Frotegido y Toro, en la prt mera mitad de 1917- tomnaron la cuestién mas acuciante, el presi- dente mantuvo su actitud. La guerra habia impactado tambign en la economia local. Al comienzo del conflicto, se produjo una baja general en el comercie internacional, y tanto las exportaciones como las importaciones disminuyeron. Luego, la exportacién de productos agropecuarios repuntd, mientras las im- portaciones continuaban deprimidas. Asi, la balanza comercial result favorable, aunque la baja de las importaciones resintio ef desempeaio de la administracién, que en buena medida se sostenfa con los impues- tos aduaneros a los productos que ingresaban al pais. El cuadro se com- pletaba con una baja importante en ios salarios reales. Finalizada la guerra en 1918, se produjo cierta recuperacién parcial de la actividad econémica internacional, que se frenaria hacia 1920-1921. Incluso en esa. etapa, Ia inflacién complicé la sitnacidn, y en los comités radicales Negé a venderse “came radical" y "pan radical”, mas baratos que los corrientes. A su ver, Yrigoyen intents solucionar el problema del financiamiento de tas actividades estatales, que dependia casi exclusivamente de los im- Puestas al comercio exterior. Con ese objetivo, present6 al Parlamento un proyecto de impuesto a los ingresos personales, que sin embargo no fue tratado. En este marco, y en lo que se refiere a su posicion ante la cuestion so- cial, Yrigoyen comenzé su gestién intentando ubicar al gobierno como arbitro frente a los conflictos obreros. Esa fue la actitud asumida, por ejemplo, a fines de 1916 ante una huelga lanzada por dos sindicatos que, en una economia dedicada a la agroexportacion, tenfan un papel eS SD EINES Aires, culminé en una huelga més amplia; las fuerzas policiales fueron deshordadasy solo dias después el ejército logré controlar la situacién. Yn en 1921, se produjeron otros conflictos importantes, como el de La Porestal y el de la Patagonia, que fueron reprimidos duramente, como examinaremos en el capitulo 4. ; Laiego de la Revolucién Soviética, surgieron en la Argentina agrupa- clones peculiares. La Liga Patriética Argentina, fundada en 1919, tuwndo tuvo lugar la Semana Tragica, es un buen ejemplo. Algunas es- {uvieron vinculadas a fas asociaciones patronales; omas se nutrieron de Jovencs de la elite y destacados dirigentes conservadores, pero también de radicales y demécrata progresistas, al punto que el diario oficialista La poca solia publicar sueltos con el anuneio de Jas reuniones de la Liga, conducida por Manuel Garlés, también radical. Todas se mani- teataban hostiles hacia el activisme obrero y de izquierda, con algunos {unos xendfobos y apelaciones exaltadas a la movilizacién patriética rantra lo que concebian como el caos social. Si bien no constituyeron purticlos politicos en regla, intervinieron en los asuntos pablicos organi- vando conferencias, congresos y campaiias, y también actuando como Krupos de chogue que, en los hechos, desafiaban el ejercicio del mono- polio estatal de la violencia. En la mayor parte de los casos, et gobierno tle Yrigoyen toleré ese desafio con escasa reaccién. En el caso de la Liga, la convocatoria se extendié a las mujeres, quienes a través del de sarvollo de tareas caritativas, afianzaron relaciones con sectores catéli- ton que se dedicaban a ello hacia tiempo. Exan éstas las expresiones de tn nuevo tipo de agrupacién de derecha, dispuesta entonces a desarro- Mav alguna forma de activismo social y a la disputa callejera para enfren- importante: los que agrupaban a los trabajadores portuarios, por una parte, y a los ferroviarios, por otra. Esa gravitacién otorgaba a las orga- nizaciones Ia posibilidad de instalarse en posiciones de cierta fuerza a Ja hora del conflicto. El presidente recibié a las delegaciones sindicales, atendié varios de sus reclamos y se negé a reprimir, respuesta que le demandaban las asociaciones patronales. La politica de Yrigoyen fue criticada también por la oposicién conservadora, que la denunciaba por su debilidad ante el cesorden social, cuando no por darle impulso. La agitacion que siguié a la Revolucién de Octubre, tanto entre las es- peranzadas fuerzas de izquierda como entre quienes imaginaban que habria de acarrear calamidades sociales inminentes, angosté el espacio. para el desarrollo de esa politica presidencial, que tendria su final en los episodios de la Semana Tragica. En enero de 1919, una huelga de los tra- bajadores metaltirgicos de los talleres Vasena, en la ciudad de Buenos tue w quienes consideraba sus enemigos. Le candidatura de Marcelo T. de Alvear Mucrelo T. de Alvear era miembro de una de las familias mas connota- iw y ricas de la Argentina, cuye linaje se remontaba al siglo XVILL Era twmbién un radical de los primeros tiempos, ya que siendo muy joven Iwwhia participado en Ja Revolucién del Parque y luego en el levanta- inlentu de 1893, cuando ocupé posiciones de responsabilidad. En 1912, y Alvear se conté entre los ocho diputados del partido que se ‘on al Congreso. Por entonces, la relacién de Alvear con la inc orpor " : politica era irregular: largas estancias en Paris, donde tenia una rest ESS IS IIS ENOTES dencia, se combinaban con la actividad partidaria. Al egar Yrigoyen a Ja presidencia, le ofrecié el cargo de ministro de Guerra a Alvear, quien decliné la propuesta; finalmente fue nombrado ministo plenipotencia- fio en Paris, precisamente. Durante la guerra y también en ocasién de Jas negociaciones posteriores a Ia paz, Alvear manitesté diferencias con las posiciones de Yrigoyen, pero termin6 por aceptar la linea fijada por el presidente. Mas alld de la politica, los lazos de afecto entre Yrigoyen y Alvear eran antiguos. he ee Presidentes radicales El presidente Yrigoyen recibe a Marcelo T. de Alvear, ya presidente alecto, que llegaba desde Paris, en septiembre de 1922, Ambos dirigentes tenian una antigua relacion imiciada en tiempos de la Revolucion del Parque, en 1890, que no Impidi¢ las disputas internas en ‘al radicalismo durante la presidencia de Alvear. Finalmente, el partido se quebraria er 1924, Archivo General de la Nacién. ai Hacia 1921, comenzaron las negociaciones para definir la préxima can- didatura radical ala presidencia: aunque varios nombres circularon, el parecer de Yrigoyen definié la cuestién a favor de Alveat, quien fue con- vertido en el candidato oficial en Ia Convencién Nacional de la UCR Los gobierngs radicales 99 que sesioné en marzo de 1922. Vista a Ia luz de disidencias, conflictos y distanciamientos posteriores entre ambos, aquella decision de Yrigoyen puede Hamar la atencién. Sin embargo, es necesario considerar que, ia 1922, Alvear era un importante dirigente, con experiencia parla- mentaria y diplomatica, de lealtad probada incluso a pesar de las dife- tencias de eriterio, con extensa pertenencia pattidaria y relacin perso- wal con el lider. Durante la campaiia electoral de 1922 no faltaron los episodios de vio- lencia, en especial en algunas provincias. En las elecciones, celebradas en abril mientras el candidato se hallaba todavia en Paris, fa UCR que soxtenia su candidatura se enfrenté a la Coneentracién Nacional ~cons- tituida por los grupos conservadores-, al PDP, al PS ya la UCR Princi- pista, Las listas de electores radicales lograron imponerse en 12 distritos sobre un total de 15 (en 1916 lo habfan hecho solamente en 6). Un nuevo eje del conflicto politico? ¥u los nombres de los ministros designados por Alvear se ley6 un pritner esto de autonomia respecto de Yrigoyen, ya que sélo uno de ellos soste- fa contactos estrechos con ¢l ex presidente. Ese conflicto se intensifica- Ia y se convertiria en una de Jas cuestiones politicas relevantes durante aquellos anos. En esta ocasién, los radicales que, sin renegar de su con- dlicién de tales, se distanciaron de Yrigoyen lograron articular una alter- nativa nacional, y luego de que el bloque parlamentario se separara en lox hechos desde 1923, en 1924 los disconformes organizaron un partido diferenciado, la Union Civica Radical Antipersonalista, Algunos de sus eles fueron Vicente Gallo, Leopoldo Melo, los Lencinas de Mendoza, Valuardo Laurencena de Entre Rios. Muchos tenian largas y destacadas trayectorias radicales, que inclufan desde a participacién en revolucio- ues hasta el ejercicio de responsabilidades parlamentarias y ejecutivas: Gallo era, por ejemplo, ministro del Interior de Alvear. El rasgo en co- nuin era Ja critica a Yrigeyen, que también tenia diversos origenes, jwompaiiada de Ta pretensin de constituir el auténtico radicalismo, cuya area era tetomar la Hinea expresada en los documentos iniciales del si- lo XIX, donde se denunciaba Ia actitud politica personalista, Mas alla le exas posiciones minimas, era dificil hallar homogeneidad. Par su parte, los yrigoyenistas continuaban reteniendo la estratégica provincia de Buenos Aires y hacian pic firme en ta Capital Federal y otros distritos. En esta corriente comenz6 a plantearse una lectura de la SO stone OG te Agentnd, WIE TOS gestion de Yrigoyen que tendria larga vida en la UCR. Interpretando et antipersonalismo como vna escision conservadora impulsada por quie nes no eran verdaderamente radicales, los partidarios de Yrigoyen hicie- ron de su figura la encarnacién de una politica popular, atenta a los mds humildes, antiimperialista, y de defensa de ta soberanfa nacional. Dado que fas relaciones entre el presidente y el caudillo eran inestables, en ocasiones la critica yrigoyenista se detenia ante Ia figura de Alvear, sin embargo, en el acto de transmisién del mando en 1928, la acusacién de traicién afcanz6 al presidente saliente, RAR A RAMA AAA ae Fragmentos del mensaje del presidente Alvear al abrir fas sesiones ordinarias del Congreso en 1928: Los principios politicos que etrajeran rris simpatias y tuvieron a su servicio toda mi vida ciudadana mantienen su preeminencia en todo el pais, puesto qué esos principios han sido invocados por los dos grandes niicleos de opinion que han intervenide en ta reciente camparia electoral ‘Sé muy bien que [a retativa imprecision can que esas ideas se anuncian ‘82 relacionan con las formas posttivas de su interpretacién ha dado ocasion a que ee discuta sobre quiénes las entienden bien o fag aplican do mejor modo en beneficio de! pais. $6 también que en la exaltacion apasionada de esa controversia, los unos niegan a los otros hasta la sinceridad de sus respectivas asaveraciones, Todo olio significa, a mi juicio, solamente un afén saludable de esclaremientos sucesivas [...]. Pero la cbservacién desapasionada impone a la sinceridad el reconocer ‘ue las costumbres polticas han [...] asegurado el pradomino veraz y definitivo de los valores representativos de la demosracia, Presidencia Alvear 1922-1928. Compilacion de mensajos, layes, decretos ¥ reglamentes, tomo |, Buenos Alres, Pesce, 1928, A” El Congreso fue uno de los lugares en que se libro este conilicto entre petsonalistas y antipersonalistas. Gran parte de las bancas radicales en Diputados estaban en manos yrigoyenistas, y la obstruccién, llevada ade- lante incluso a través de la ausencia en el recinto, fue una prictica co- rriente, de la que Alvear se quejé sistematicamente en sus mensajes al cuerpo, A través de decretos, el presidente Ilegé a clansurar en tres oportunidades las sesiones extraordinarias, en razon de la parilisis par- Jamentaria. Por su parte, el antipersonalismo no desdend el acuerdo LOS GOD KTFIGS f4QIehes OF ton sectores conservadores. Pero una de las piezas clave para dirimir el enfrentamiento era el control de la provincia de Buenos Aires, que -se suponia~ habria de permitir al antipersonalismo desmontar la maquina electoral yrigoyenista. Aun presionado por algunos de sus ministros “Gallo en particular-, Alvear no tomé la decisién de intervenir la pro- vincia ~aunque a Jo largo de sn mandato las intervenciones fueron diez=, y en 1928 la UCR, que nuevamente impulsaba la candidatura de Yrigoyen, triunfé de manera contundente sobre sus competidores anti- personalistas, aliados a los conservadores. Las lineas de accién del gobierno de Alvear Vin un plano que comenzaba a ser relativamente sensible, como el del pe- Wwéleo, debe destacase la gestién del general Enrique Mosconi al frente dle YPF. En junio de 1922, ya a fines de su presidencia, Yrigoyen habia creado una Direccin General de Yacimientos Petroliferos Fiscales, en el frea del Ministerio de Agricultura, y Masconi fue puesto al frente del or- wunismo por Alvear, a comienzos de su gestién. También se cre6 fa Fi- nica Nacional de Aviones de Cérdoba, en 1927. En ambos casos, una nueva preocupacién militar por cuestiones industriales asociadas a la de- feusa nacional determin esas decisiones; en el futuro, esa politica habria le extenderse. Recuperando la iniciativa impositiva de Yrigoyen, Alvear wulvi6 a proponer al Congreso la creacién de umn impuesto a los bienes personales, que tampoco recibié tratamiento. Por otra parte, e] Ejecutivo impulsé la sancién de varias leyes labo- rales; algunas reglamentaron el trabajo de mujeres y menores en los (ercitories nacionales y en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en 1926 se establecié el descanso dominical en este tiltimo ambito. En el mismo plano, se destaca el Iaudo de Alvear en un fuerte conflicto des- alado entre caieros y obreros de los ingenios tucumanos, por una parte, y las empresas, por otva. La intervenci6n de Alvear devino en la ¢reacién de una entidad provincial encargada de tratar tales conflic- ws en el futuro. En 1924, el Poder Bjecutive envié al Congreso un proyecto de ley que establecfa el feriado para el 1° de Mayo, aso- tinndo la efemérides proletaria con fa fecha de la sancién de la Gons- litucién de 1853. Aunque el proyecto no fue tratado, el feriado se es- ablecié por decreto. Entre la legislacion referida a las cuestiones xociales y lahorales, también debe contarse e] proyecto de extender el ciones, impulsado por el Ejecutive en 1924. Ni las pa- ister SRST SIG TNA, PID TD tronales ni fas centrales obreras aceptaron el proyecto -cn el tiltimo caso porque suponia la disminucién del salario de bolsillo-, que ter- miné fracasando. La conflictividad social tendié a descender en los atios de Alvear, si se la compara con la det periodo 1917-1921, que habia resultado singu- Jarmente alta, Ello se evidencia en la disminucién del ntimero de huek gas y huelguistas involucrados, y en cierto estancamiento del recluta- miento sindical. Sin duda, la recomposicién econémica producida luego de Ia crisis de la inmediata posguerra, soportada por la adminis: tracién de Yrigoyen, fue un factor determinante, en particular por la recuperacién de los salarios reales. En ese cuadro, sobre todo desde 1923-1924, la exportacién agropecuaria volvio a functonar con cierta eficacia, hasta que wna nueva crisis, esta vez mas profunda, revelé sus limites a partir de 1929, La vuelta de Yrigoyen A pesar del desafio que signified la escision antipersonalista, la UCR que permanecta fiel a Yrigoyen logré triunfar en las elecciones de reno- vacion parlamentaria de 1924 y 1986. De todas maneras, es probable que la disidencia radical alentara las esperanzas conservadoras de obte- ner la derrota del yrigoyenismo en las elecciones presidenciales previs- tas para 1928, En los comicios celebrados en abril de este wltimo aito, la UCR obtuvo 839 000 votos y 249 electores, y la UCR Antipersonalista, con el apoyo conservador, 439 000 votos y 127 electores. Luego se ubica- ron las listas del PS y del PDP. La campaia fue particularmente intensa: en las elecciones hubo una gran participacién, la mayor hasta ese mo- mento, y €l triunfo de Yrigoyen fue contundente en todos los distritos en los que se presentaron listas de electores que apoyarfan su candidatura. El radicalismo yrigoyenista vio en estos resultados la confirmacién de muchos de sus presupuestos, en particular el que indicaba que Yrigoyen era él lider de las mayorias populares. En sus términos, éste era un ple- biscito que avalaba las politicas pasadas del caudillo y también las fu- twas, La lectura de la eleccién como plebiscito era absolutamente consistente con aquella otra imagen que el radicalismo leal a Yrigoyen vena labrando de si mismo y del conflicto politico argentino: los autén- ticos radicales ~expresién de la nacién y del pueblo- frente al régimen -oligrquico y conservador-, sin espacio para otros actores, articulando toda Ia disputa en un combate esencial. hee Los gobiernos radicales 59: Si bien los conservadores y el antipersonalismo habian podido sos- pechar el uiunfo de Yrigoyen, el dato significative era su magnitud: lla hacia evidente la dificultad de conseguir una derrota del yrigoye- nismo por la via electoral. Muchos de sus dirigentes veian en la falta de eultura civica popular la causa del triunfo radical. En algunas reflexio- thes se ponfa incluso en duda lo atinado de la reforma electoral de 1912, y pronto se enlazaron con ellas las consideraciones que evaluaban otras vias para recuperar el gobierno. Asi, nego de las elecciones y an- tes del traspaso del mando, circularon rumores acerca de un golpe de extado, que conduciria el general Agustin P. Justo, quien, sin embargo, Ip desminti6 piiblicamente. Entre los opositores a Yrigoyen también se contaron algunas agrupa- slones que comenzaban a llamarse nacionalistas, muchos de cuyos in- fegrantes tendrian una actuacién destacada en Ia década siguiente. Si hien exhibfan cercanias con las franjas conservadoras mas radicaliza- «as, sus relaciones con ellas no fueron siempre apacibles. Tenfan, ade- mis, algunas coincidencias con intelectuales catélicos, aunque no era éxta todavia la nota dominante en su pensamiento, y con aquellas orga- nizaciones de derecha surgidas en tiempos de la Semana Tragica, In- cluso exhibian algiin perfil generacional relativamente homogéneo: imchos eran jévenes nacidos con el siglo, que no habian desdefiade fa actividad literaria en los ambitos cercanos a las vanguardias, aparecidas et Buenos Aires en los tempranos afios veinte, La Nueva Repiblica, pur blicacién fundada en 1927, fue uno de sus emprendimientos mis ca tucteristicos, y los hermanos Julio y Rodolfo Ivazusta, junto a Emesto Palacio, nombres conocides de sus elencos. Ellos buscarfan ofrecer el spporte intelectual y suministrar cuadros de gobierno al uriburismo luego del golpe de 1930. El camino hacia el golpe de estado Hipolito Yrigoyen comenzaha su segundo mandato amparado en el no- Inble éxito electoral. Sin embargo, pronto los primeros indicios de la tains que finalmente habria de Mevar a la caida de Wall Street en octu- Inte dle 1929 se hicieron sentir en la Argentina. Los fondos fiscales men- giaron, cl gasto del estado disminuyé y afects una de las piezas centra- tex de ia maquinaria oficial: se produjo una baja de sueldos y comenz6 1 proceso inflacionario. Ese aito de 1929, el conflict politico se inten- ailicd, ya que el oficialismo volvis a recurtir a las intervenciones para (SO rastona da la Argentina, 1916-1965, terminar de reducir a los opositores. Pronto se Hegé a la violencia, que en diciembre se cobré la vida de Carlos Washington Lencinas, dirigente mendocino que habia sido gobernador de la provincia entre 1922 y 1924, cuando fue intervenida. Lencinas habia sido parte del antiperso- nalismo y al momento de su muerte era senador nacional electo, aun que el Congreso habia rechazado su diploma. Poco después, el propio Yrigoyen era victima de un atentado, fallido, a cargo de un anarquista que, al parecer, actuaba en soledad, Tampaco faltaron los enfrenta- mientos callejeros entre los grupos de choque del nacionalismo, como ta Liga Republicana, a la que més adelante se sumaria la Legion de Mayo, y los partidarios radicales. En la opinién ptiblica el clima estaba cambiando, y a medida que avanzaba el afto 1980, se multiplicaron las movilizaciones contra el gobierno. La violencia se volvié més intensa en ocasién de la campaiia previa a las elecciones de diputados nacionales para renovar parcialmente el cuerpo, que tuvieron lugar ése mismo afi. Al momento de los comi- cios, se produjeron algunas denuncias de fraude y de presi6n de los in terventores y la policia. Esta vez, los candidatos radicales a diputados, en conjunto, pasaron del 57,4 por ciento obtenido en 1928 al d1,7 por ciento; en la Capital, el radicalismo ocupé el tercer hugas; luego del Par tido Socialista Independiente y del PS. De todas maneras, en las cuen- tas globales continuaba siendo la primera fuerza. La opesicién inclufa ya pulblicamente no séle a los partidos sino tam- bién a 6rganos de prensa, como el muy difundido diario Critica, y, en poco tiempo, a agrupaciones estudiantiles. En esos ambitos, lo que po- dia verse como un éxito electoral propio atin parcial ~o, al menos, como el retroceso del radicalismo~ no desactivé las simpatias de mu- chos por los planes de un golpe de estado a cargo del ejército, un ele- mento en los calculos politicos cuya importancia se revelaria duradera en la Argentina del siglo XX. Desde fines del siglo XIX, se habia avan- zado en Ta constitucién de fuerzas armadas mas modernas, con institu- ciones que se afianzaban, criterios mas 0 menos estandarizados que re- gulaban ascensos y jerarquias internas, y una estructura burocrdtica en crecimiento, ya que, desde la sanci6n de fa Ley de Servicio Militar Obli- gatorio, a fines de 1901, era recibido anualmente un importante nti- mero de rechatas que debia ser sometide a control médico, alojado, en- wenado y reducido a la disciplina militar, El ejército se profesionalizaba yal mismo tiempo se tornaba una corporaci6n que tendia a suponerse depositaria casi exclusiva de la tradicion patria, La politica yrigoye- nista de reparacién de las situaciones de oficiales que habian partici- HOS YORIAIRS TOMEI padlo de la rebelién de 1905 vino a cruzarse con aquella logica profesio- nal, poco afecta a admitir la intervencién externa en Ia fuerza. A lo lnrgo de la década del veinte, cuando la consolidacion profesional se asenté atin mas y hallé en el general Agustin P. Justo, ministro de Gue- tra de Alvear, un importante impulsor, la divisidn entre oficiales que planteaban la necesidad de privilegiar los criterios profesionales y los que se asumian radicales tomé forma: los primeros se organizaron en logias, de las cuales la San Martin fue una de las més importantes, y tn elas crecié el antiyrigoyenismo. En los momentos anteriores al 6 de septiembre, existian en el efército dos corrientes implicadas en Ia organizacién del golpe: una reunida al- tededor de Justo, y 1a otra dirigida por el general José F, Uriburu; am- bas tenfan contactas con dirigentes civiles. Justo convocaba, en general, A quienes exhibian un perfil ideol6gico conservador moderado y libe- tal, entre los cuales se contaban varios antiguos radicales, mientras que ¢nel uriburismo se alineaban algunos antiguos conservadores ahora vi- tudlos hacia posiciones de derecha mas extremas, como Carlos Ibargu- ten, y los jdvenes nacionalistas, varios de los cuales imaginaban que Uri- fwiru seria el lider militar y de autoridad que pondrfa fin a los supuestos desquicios que Ia democracia habfa acarreado. ; Por su parte, el PSy el PDP exhibicron recelos ante la salida golpista. nfs alld de que algunos de sus miembros estuvieran dispuestos a apo- yarla, A pesar de tal cautela, ambas agrupaciones compartian el diag- infistico que indicaba que el yrigoyenismo habia levado a las institucio- hex a una situacién critiea. Otro factor a tener en cuenta a la hora de explicar este golpe de es- tado es la intensa competencia interna entre altos funcionarios radi- len cercanos al presidente, que incluy6 planes contrapuestos y bas- tante mezquinos para el reemplazo de Yrigoyen. Ademiés, esos pleitos Juunfan al propio presidente en el papel de quien debia resolver las iwasiones. En los tiltimos tiempos, cuando las actividades de los futu- vox golpistas eran piiblicas y visibles, mientras algunos ministros Nega- Jon a pronunciatse a favor de la represi6n, otros entendian que la si- Iuacién no lo reclamaba: fue la posicién de estos tiltimos la que se puso. EL 6 de septiembre, practicamente sin resistencia, triunfé el yolpe en Buenos Aires, como resultado del avance de una colamna ile cacletes relativamente pequeiia, con apoyo civil. En cl interior, la n se repetia con menos despliegue militar aun que en el caso piral (Be histor de a Argeniina, 1916-1955. he ee ee ee ee El golpe de estado del 6 de septiembre de 1930 Aviones sobrevuelan ia ciudad de Buenos Aires el 6 de septiembre. El movimiento militar no encontro escollos de importancia en su camino y las fuerzas involucradas répidamente tuvieron controlada la situacion en la cludad. A poco de andar, sin embargo, quodaria claro que e! radicalismo derrocado conservaba mucho de su amraigo electoral. Archivo General de la Nacion. iv” Interpretaciones. Si bien no hubo resistencias significativas, los golpistas no contaban con guarniciones importantes y muchos mandos estaban cerca del off- cialismo radical, lo que hace dificil interpretar el golpe como una ac- cin institucional del ejército. Por otra parte, desde la propia arena politica se habia alentado la intervencién militar, aunque el argu- mento mtilizado con mayor frecuencia aludia a la necesidad de restau- rar las regias de juego institucional, que habrian sido violadas por Hi- Pélito Yrigoyen. El “Manifiesto de los 44”, firmado por parlamentarios opositores poco antes del golpe, exigia al gobierno “el cumplimiento de ta Constitucién Nacional”, Estos planteos no bastan para caracteri- zar definitivamente el golpe ni para descifrar los impulsos auténticos LOS QODIEMNDS FaCKcales Bo de los actores, pero no deben desestimarse. Sinceros © no, sugieren Jos limites que tenia una accién de este tipo: debfa ser presentada como un medio para restaurar Ia ley. El uriburismo, que con mayor osadia dejé entrever desiellos de un proyecto corporativo més cerril, pronto fue derrotado. De lo delicado de la operacién de interpretacién que debieron rea- lizar los participantes del juego politico da cuenta la declaraci6n del dirigente socialista Nicolés Repetto, aparecida el 7 de septiembre de 1930 en La Vanguardia : “Nos ducle ver confundido hoy a nuestro pais en el montén de gobiernos sudamericanos”, En la vision de Repetto, el movimiento del dia anterior habia arrastrado a la Argentina a la situa- cién vivida en paises en los que él motin cuartelero era habitual, Debe considerarse, ademds, que en los dfas previos al golpe algunas acti es de revancha social se entramaron con el derrocamiento del radica- limo. El mismo 6 de septiembre, comenzaron los despidos de activis- tas sindicales en la Unién Telefonica, mientras un funcionario policial anunciaba a los trabajadores gréficos en huelga que “habia terminado ol escéndalo”. Fl gobierno surgida del golpe militar fue encabezade por el general José F, Uriburu como presidente provisional. En la coyuntura que se ithrfa, con la UCR derrocada, una nueva disputa politica se libré entre lox bandos que habian participado del movimiento. Los apoyos del presidente no eran demasiados: los nacionalistas y los conservadores inds extremos, entre los civiles, y algunos oficiales idealdgicamente tercanas, que de todos modos estaban lejos de ser mayoritarios en el sjército. En esta institucién, el sector de Justo era notoriamente mas podleroso, y su jefe contaba con un amplio sistema de contactos en el mundo politico, sostenido en su antigua participacién en el radica- llamo y su condicion de ex ministro. KI] uriburismo intenté impulsar una reforma corporativista de Ia Constitucién Nacional, rapidamente bloqueada por los partidos que hahfan participado en el golpe. Uriburu ensayé luego uma tactica que Insscaba plebiscitar su gestidn a través de elecciones escalonadas, pero alida también fracas6. La disputa entre Uriburn y Justo termind ton cf triunfo de este tiltimo, quien fue finalmente el candidato oficia- linta a presidente en las elecciones celebradas en noviembre de 1931. Alatio siguiente, se bizo cargo de la presidencia. 6 mustora Ge ta Argentina, 1916-1955, DRAMA AADAA AMAA El golpe del 6 de septiembre segiin sus responsables Los grupes complicados on el golpe da estado el 6 de septiemiore dieron 8 conocer un manifesto, cuyo texto final fue el resultado de una interven- clén del sector de Justo sobre ta propuesta de! urburismo. Se indicaba all que las “promesas de dadivas personales” hablan sido los mecanis~ mos utiizados para “corromper las conciencias” obteniendo de ese modo “sanciones plabiscitarias” a favor do fas polticas oficialstas. Sus autores sostenian que tenlan “fundadas razones para admitir que 6| desengarto de los que se han dejado tentar con aquetas promesas es definitive”. A Su vez, aclaraban que “el gobiemo proviserio, inspiracio en el bien pUibiico ¥y evidenciande los patristioos sentimiertos que lo animan, proctama su respeto a la Conslilucion y a las leyes vigentes y su anholo de volver cuanto antes a la normalidad”. Mas adelante indicaban que “los miembros dal gobierno provisorio contraen ante el pais él comprcimiso de honor de ‘no presentar ni acepler ol auspicio de su candidatura a la presidencia de fa Republica’. Las citas textuales diel manifiesto estan tomadas de Tulio Halperin Danghi, La Reptiblica imposible (1930-1948), Buenos Aires, Ariel, 2004 [toma V de la Biblioteca del Pensamiento Argentino]. i” De 1912 a 1930 Un balance sobre Ia experiencia de la democracia argentina entre la sancién de la Ley Séenz Peiia y el golpe de estado de 1930 puede em- prenderse desde distintas perspectivas. En principio, si se tiene en cuenta que el intento de los reformistas, en particular del presidente Séenz Pea, habfa side promover fa aparicién de partidos organicos como actores del sistema, debe admitirse que el resultado fue bastante dudoso. Bl radicalismo se encontraba lejos de ese modelo, y tampoco Jos conservadores lo habfan conseguido, Puede ser que el Partido So- Gialista, parcialmente, se acercara més al ideal, pero no era la agrupa- cién que le daba el tone al fancionamiente de la politica en la Argen- fina, a la que solfa criticar con Ia expresién “politica criolla* para destacar sus defectos. Ast, el sistema de partidos en conjunto asumia los rasgos de los dos actores mas poderosos, radicales y conservadores, que no exhibian aquellas anheladas caracteristicas orgdnicas. De todas LOS gabiernas radicales 65: Muncras, debe reconocerse que esos rasges tampoco eran excesiva- Mente frecuentes en otros dmbitos nacionales, ni en el horizonte su- damericano ni en el europeo. # Por otra parte, se ha mencionado ya la existencia de denuncias Berrea de las presiones ejercidas a la hora de los comicios por autorida- dap locales, asf como de intervenciones que permitian manejar las fuer $i policiales en provincias con un efecto similar hacia la oposicin. Si ben en este periodo no se registraron objeciones masivas ni impugna- ones amplias a los resultados electorales, tampaco faltaron las quejas ptiiales, en particular en fa eleccién de 1930. Asi, las disposiciones de leyes de 1912 regian globalmente, pero una mirada més atenta a lo Que ocurria a escala local permite corroborar las violaciones de las que Gemionalmente eran objeto. La experiencia surgida de la ampliacion de los derechos electorales @n In Argentina estuvo a su vez condicionada por algunos modos pre- oa en los que los actores concibieron el conflicto politico. El tone ge- feral que asumieron las posiciones radicales en torno a él heredaron Wloterpretacion que veia a la “causa” en combate contra el “régimen”, Y algunas posiciones de sus adversarios fueron funcionales a esa ma- fers cle configurar el enfrentamiento. De este modo, la democracia ar- Intina luego de 1916 tendié a tener en su centro mucho més ka exhi- Ben de apoyos populares en la contienda electoral que el respeto a boa snecanismos institucionales. Cierto es que, durante la presidencia We Alvear, se les otorgé algo mas de atencién, pero la extendida inter- jacién del triunfo que llevé a Yrigoyen a su segunda presidencia en Thin como un plesbicito demosiré que se trataba mas bien de un fend- tirno acotado, Vinalmente, pueden realizarse algunas consideraciones acerca de as- oeres culturales ¢ ideolégicos relacionados con estos asuntos, Gon las culiaridades que acaban de mencionarse, las disposiciones de la ley fay tornado la puja politica més competitiva y abierta, y eso devenia fii estuerzos de los partidos por lograr que mas gente participara no #lu en las elecciones, sino también en otras actividades que se desarro- Wabins on torno a sus estructuras y asus locales. Estas tareas mas opacas ¥ menos visibles, quiz4 también més continuadas, en un sentido eran talmixno politicas: la celebracién de conferencias, la organizacién de la nxt partidaria local -pequeiia, acotada, pero que demandaba tra- te y empenio-, las manifestaciones callejeras, la atencién a cuestiones feiclules realizada desde los locales partidarios. En un nivel mas opera- Wo, debe sumarse a este conjunto [a afiliacién, la intervencién en las hee (06 Mistona o¢ fa Argentina, TIO 19 reuniones del partido -fueran las de los organismos de direccién de la localidad o aquellas que se realizaban en el comité barrial- y aun las prdcticas que debian ponerse en marcha para la apertura de un local. De este modo, crecia la participacién, se multiplicaban y se extendian Jos mecanismos de expresién de las opiniones acerca de los asuntos pti- biicos, y todo ello, por sendas que se sumaban al valor simbélica.que habfa asumido el ritual del voto, sostenia la expansién de la idea que in- dicaba que la politica no se reducta a sus aspectos mas formales y que, a su vez, la ciudadania tenia una clara dimensi6n politica. Pero estas mismas acciones, muchas veces realizadas en corno al co- mité partidario, tenvan también otros costades. Si por una parte se tra- taba de modos de participaci6n y movilizaci6n politica en la base, por otra, esas mismas pricticas e instituciones pasaban a formar parte de re- des clientelares que los caudillos barriales o de Ja localidad tejian, con habilidad y constancia, a partir de la distribucion de bienes, recursos, empleos incluso, suministrados en definitiva por el estado. En la orga- nizacion de ese tipo de estructura, pocos rasgos permitian establecer al- guna diferencia importante, salvo en lo que hace a su eficacia, entre las redes radicales y las organizadas por los conservadores, o mas adelante por el antipersonalismo, Asi, el objetivo de la reforma no se habia alcanzado en lo que respecta al tipo de partido politico que sus autores anhelaban, ni al tipo de pric- ticas que habyia de sefialar la regeneracién de la politica nacional. A pe- sar de estos fracasos relativos y de las violaciones que ya se menciona- ron, las pautas fijadas por la Ley Séenz Pefia funcionaban como un reglamento amplio que muy pocos se atrevian a cuestionar puiblicamente todavia. Las quejas, en buen ntimero, solfan destacar precisamente que no se cumplian sus disposiciones. Sin embargo, existian algunas agru- paciones que no sélo abjetaban las leyes electorales argentinas, sino la idea misma de que un gobierno democratico con las instituciones fun- cionando a pleno fuera deseable; las habia a la derecha, en el nuevo na- cionalismo de fines de los aftos veinte, y también a la izquierda, cuando, por ejemplo, la linea politica adoptada levaba a Jas columnas de mani- festantes del Partido Comunista a corear la consigna “Soviet si, Parla- mento no”, como ocurrid en 1929, ‘Todas estas circunstancias se relacionan con el discurso que asumié una parte importante del golpismo de 1930, en particular, como se in- dicd, quienes se hallaban cercanos a Justo. Se sostenia que el golpe era un mecanismo para recuperar la vigencia de la Constitucion y las reglas que debian regir la vida institucional, desconocidas por Yrigoyen. Asi, ¢l Los gobiernos racicales 67 Fespeto a Ia Constitucién y a las leyes electorales que garantizaban Ia ex- presion de la voluntad popular, asociadas a la democracia, aparecfan como principios mayoritariamente admitidos en las declaraciones pii- blicas. Una apelacién que, en tiempos de un golpe de Estado, no deja de sonar paraddjica. 3. La cultura y [a politica En e1 periodo que se extience desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta 1980, varias novedades agitaron e! panorama cultural argentino y latinoamericano. El impacto de le Gran Guerra y ef de la Revolucién Rusa, la Reforma Universitaria “que se extenderia juego a algunas capitales latinoamerica- nas-, la aparicion de una nueva generacién intelectual y artis- tica que no dejé de intervenir en los asuntos colectivos, junto alos indicios de que la industria cultura! se afirmaba, sosteni- da entre otros fenémenes por la extension de los publicos, fueron algunas de ellas. i La guerra y ta revolucion + i y En la Argentina, aproximadamente entre principios del si- 4 glo XX y los aftos en que se celebraron ambos centenarios, 1910 y 1916, ae hicieron visibles algunos cambios en el mundo de los intelectuales. Por una parte, habian comenzado a estabilizarse algunas alternativas profesionales para quienes trataban de dedicarse a las letras; sin em- argo, eran todavia inciertas, al punto que el empleo en el estado, ¢omo inspector de escuelas, maestro o bibliotecario, era la auténtica fitente de ingresos en muches casos. El ptiblica potencial para revistas y 5, Whros se ampliaba paulatinamente, debido al aumento de las tasas de ». Ulliubetizacion y a la entrada de sectores sociales mas vastos en los circui- fon dle consumo cultural. Estos fendmenos se aceleraron en los aiios Velnie, Iuego de la Gran Guerra, y expandieron el mercado de bienes ales. A su vez, el mundo de los intelectales conquistaba mayor nomia a través de la consolidaci6n de criterios propios, que se de- jondados en la dedicaci6n o el talento, para identificar a quienes an parte de él; esa conquista también fue favorecida por ta widn de nuevas revistas dedicadas estrictamente a la literatura, 70 Historia de |a Argentina, 1916-1965 Ia critica literaria y la vida cultural. Aunque era todavia un proceso aco- tado, se insinuaba Ia existencia de una relacién mas compleja y con mas mediaciones entre la elite social y politica y el mundo de la cuttura. A comienzos de los afios veinte era ya evidente que, junto al escritor oca- sional, que era al mismo tiempo un personaje de la aka sociedad, se en- contraban muchos otros que no exhibian ese origen social Entre los intelectuales argentinos, la Primera Guerra Mundial tuvo un gran impacto, en particular en los jovenes, que Ia evocarian reiterada- mente en los afios siguientes y todavia durante la década de 1930, En 1928, por ejemplo, la publicacién Inicial, Revista de la nueva generacién era puesta, ya en su primer niimero, bajo “la advocacién de los jévenes muertos en Ja Gran Guerra”, y no fue el unico caso de alusiones de este tipo. También Ia Revolucién Rusa fue un fendmeno que impacté en es- tos mismos ambientes y, aunque habia sido iniciada tiempo atrés, Ia re- volucion que se desarrollaba en México convocé mas atencién que en otros momentos. Simulténeamente, en esos mismos affos ereefa un mo- vimiento de critica al positivismo, que muchos de estos jévenes suponfan propio de la gencracion anterior. Desde entonces, y al menos a lo largo de la década de 1920, algunas de las zonas mds activas de la cultura Tleva- rian la marca del juvenilismo, Desde allf se intenté la bitsqueda de lo que resultaba auténticamente nuevo, asf como de lo que era especifica- mente argentino. La Reforma Universitaria En ese clima, enlazada con é1y alimentindolo al mismo tiempo, tuvo Iugar la Reforma Universitaria de 1918, suceso fundamental en el area de encuentro entre la politica y la cultura, No era la primera vez que los universitarios se movilizaban para obtener respuesta a sus reclamos: en 1903, por ejemplo, una serie de huelgas estudiantiles habjan tenido lu- gar en Buenos Aires con el objetivo de conseguir reformas en las orde- nanzas relacionadas con los exdmenes y de actualizar los programas de estudio; poco después, se stmé la exigencia de una disminucién en les aranceles. Durante los afios siguientes, en forma intermitente, la agit cién prosiguié, y en 1906 un nuevo movimiento devino en Ia reforma parcial de los estatutos de la Universidad de Buenos Aires. El movimiento de 1918 se inicié en la Universidad de Cordoba, donde la presencia catélica entre los profesores era considerable; come en otras, los cargos docentes estaban contralados por organismos vitalt seein La cultura y la politica 71 cios, las academias. A fines de 1917, comenz6 un reclamo de los estu- diantes referido a cuestiones estrictamente universitarias, como ¢l régi- men de asistencia, entre otras. Meses mas tarde, los estudiantes creaban ¢1 Comité Pro Reforma, encargado de asumir esos reclamos, a los que we agregé el de renovacién del cuerpo de profesores. te ee el ee La Reforma Universitaria La Reforma Universitaria de 1918 se convirtié en punto de referencia para buena parte de los jdvenes intelectuales que comenzaban a tener intervencion publica mientras terminaba la Gran Guerra. No sélo sé Proc'amaron sus herederos muchos de quienes s¢ dedicaron en los afios veinte y teinta a Ja politica universitaria an la Argentina, sino que tambien lo hicteron algunos dirigentes latinoamericanos muy importantes, como el peruano Victor Haya de la Torre, fundador y Her de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, Entrada de las tropas a la Universidad de Cordoba, Archivo General de la Nacion. a” KI Comité lanz6. una huelga en marzo de 1918; dias después el Consejo Muperior clausuraba la Universidad, a lo que of Comité respondié soli- (iquids' Ia toma de pouidion dél presidente Vrigoyen, quien designé in- 72 Historia dela Argentina, 1916-1955 terventor a José Nicolés Matienzo. El gobierno nacional acogié favora- blemente kis demandas estudiantiles, pero el proceso de elecctén de autoridades segiin las nuevas reglas naufragé hacia junio y el conilicto se intensificé, incluyendo una nueva huelga y masivas manifestaciones callejeras a las que se sumaron dirigentes de nivel nacional. come el socialista Alfredo Palacios. Por entonces, ya se habiau funcado la Fede- racién Universitaria Argentina y la Federacién Universitaria de Co doba, organizada en mayo. El proceso culming con el triunfo de los reformistas. que lograron el reconocimiento de la participacién estudiantil en los organismos de go- bierno, la docencia libre y ta asistencia voluntaria a los cursos. En el transcurso de estos acontecimientos, los estudiantes dieron a conocer el famoso “Manifiesto de la Reforma” el 21 de junio, un documento en el que anunciaban “a los hombres libres del continente” que el es- tudiantado, “habiendo sido capaz de realizar una revolucién en las con- ciencias”, exigia el derecho ce participar en el gobierno universitario. El movimiento de la Reforma iversitaria desbordé pronto su marco inicial. En 1918, se reunik imer Gongreso de Estudiantes en Cérdoba, cuyo segundo encuentro se celebré dos afios mas tarde, en México. Varios de estos jévenes reformistas tuvieron mas adelante una participacién activa en los eraprendimientos que compartfan con las vanguardias estéticas argentinas; también, en la continuacién de la mi- Jitancia en las universidades, dado que el movimiento tuvo avances y re trocesos. Entre los reformistas argentinos més destacados figuran Deo- doro Roca, Sail Taborda y Julio V, Gonzalez. En América Latina, la Reforma fue un hito al cual se filiaron algunos importantes grupos politicos, como fa Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), creada en 1922, cuyo dirigente mas notorio fue Vic- tor Haya de la Torre. Durante los aiios veinte, el APRA animé los debates en la izquierda Jatinoamericana, fue uno de los movimientos que puso la cuestién del imperialismo en el centro de sus andlisis y logré un sdlido arraigo popular en Peni, En Venezuela, la Reforma fue también una ex- periencia a la que remitirian posteriormente muchos de los fundadores de Accién Democratica, uno de los partidos mayores en la segunda mi- tad del siglo XX. En la Argentina, la relacion de los reformistas con los partidos fue mas lejana y compleja en los aitos veinte, al punto que varios de ellos intentaron, sin mayor éxito, la organizacién de un partido poli- tico propio, el Partido Nacional Reformista. En los aiios treinta, en cam- bio. muchos de quienes habfan constituido el reformismo se integraron a los partidos, en particular al socialismo y al radicalismo, De todas mane- We La cutura y la politica 73 tas, desde ¢] comienzo el movimiento reformista argentino buseé dir ise también a sectores sociales externos a fa universidad. el le lh Tramas del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918 La juventud universitaria de Cordoba a los hombres libres de Sudamérica, Hombres de una Repiblica line, acabamos de romper la ultima cadena quo, en pleno siglo XX, nos ataba ¢ la antigua dominacién monarquica y monastic. {...] estamos pisando sobre una revolueién, estamos viviendo ung hore americana, La rebsidia esialia en Cordoba y es violenta porque aqui los tiranos se hablan ensoberbecide y era nacesario borrar para siempre al recuerdo de los contrarrevotucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta agui el refugio secular de los mediooves, la renia de los ignorantes, fa hospitalizacion segura de los invalides y lo que es pear atin- el lugar en donde todas tas formas de twanizar y cle insensibilza’ hallaron le catedra ‘us las dictara. Las universidades han legado a ser asi fil reflajo de estas sociedades decadentes que se empajian en ofrecer el triste e2pectéculo de una inmoviidad senil, Por es0 8s que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o enira mutilada y grotesea al sericiy burocrétice, Cuando en un rapto fugaz abre sus Pusrtas a los altos espititus es para arrepentirse luego y hacerles imposible fa vida en su recinto. [...] Nuestro régimen universitario aun el mas reciente es anacronico. Esta fundado sobre une especie de derecho alvino; el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a si mismo. En él nace y en 6! muere, Mantione un alejamiento olimpico. La Federacion Universitaria de Cordoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida, Raclama un gobiemo estrictamente democratice y sostiene que @! demos universitario, la soberania, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. (,..] La juventud Universitaria de Cordoba, por intermedio de su federacién, saluda a los companeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad! que inicia. Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti, 1.0 reformistas, Buenos Aires, Jorge Awarez, 1968. 7 74 Historia de la Argentina, 1916-1955 En el universo intelectual de fa Reforma, eran notas significativas tanto el juvenilismo ~que en ocasiones asumia tonos elitistas, dado que los es- tadiantes se atribuian la direccién de los asuntos culturales en la socie- dad- como el espiritualismo antipositivista, ambos mencionados con anterioridad. Asi, varios de estos argumentos y actitudes permiten ins- tatar, aun con matices, a la Reforma Universitaria en el movimiento cultural mayor que buscaba la renovacién de la vida cultural argentina La Reforma Universitaria era, ademés, parte del proceso de apertiua politica que suscitaba ia legada del radicalismo al gobierno y de trans formaciones sociales que la excedfan. En los hechos, el gobierno de la universidad estaba reservado a miembros de familias notables, que se perpetuaban en los cargos docentes y directivos; el intento reformista por abrir ese sistema se vinculaba con la aparicion de otros sectores en Ta instimeién. De todos modos, desde el punto de vista de la magnitud de los grupos sociales involucrados, todavia se trataba de un fendmeno reducido: hacia 1918, el mimero de alumnos universitarios en todo el pats era de unos 8600. Un clima de renovacién cultural En los aitos de Ia posguerra, unas vanguardias estéticas bastante mode- radas comenzaban a buscar su lugar en el mundo intelectual argentino. Sus elencos coincidian generacionalmente con los del reformismo y exhibian una pertenencia social semejante; hombres de las vanguardias y de Ja Reforma, ademas, participaron en conjunto en numerasos em- prendimientos culturales. Al mismo tiempo, también inquietos por las novedades -en particu- lar, por las nuevas reformas politicas radicalizadas-, otros intelectales _jovenes se inclinaban a la denuncia social mas clara, asumiendo y recla- mando el compromiso del intelectual con la causa de los desposeidos, que pata ellos era, al mismo tiempo, Ja causa de la humanidad. De este modo, el movimiento de renovacién del universo literario y estético conté con varios frentes. Ese movimiento renovador, con fuerte presencia juvenil, se express en la fundacién de revistas. Proa, Inicial, Martin Fierro fueron algunas de las que se crearon en Buenos Aires, mientras que en La Plata se fundaron Valoraciones y Sagitario, Por su parte, los escritores que exal taban la necesidad del compromiso con Jas buchas sociales impulsaron las revistas Los Pensadores, Renovaciin, Extrema f:quierda y Claridad, en Le cultura y la potitica 75 tre otras. Todas elas fueron fundadas entre 1921 y 1926 y, en varios casos, integraron tm complejo cultural mas vast que incluia editoria- les: fue el caso de Proay Claridad, por ejemplo. Otras contaron con smteneos donde Ia actividad central era el dictado de conferencias, una prdctica usual en la época, que inchuia la visita de prestigiosos intelec- tuales extranjeros. ee La revista Iniciat fnicial tue una de las revistas que animé el proceso de renovacién cultural desarroliado en Buenos Aires y on otras ciudades argentinas, a partir de 408 tempranos afos veinte. Ese clima de renovacién se expresaba tanto en la actividad de las vanguardias Iiterarias como en aquollas otras experiencias de literatura de denuncia de la situacion social; todos estos emprendimientos tuvieron fuertes perfiles juveniles, TiorteNas ponemos INICIAL teAron ene. Do- toaven'ec Aare, O06 to ave sus Founts oes AO ALcaNZASAn NBDE 8 ae tlustracion de Daniel Agrelo en la revista inicial, afio 1, numero 1, de octubre de 1928, pagina 7. A 76 Historia de la Argentina, 1916-1855 Por otra parte, ya desde aquellos aiios se sostuve que la oposicién en- wre el grupo de Boedo -el del compromiso y la denuncia social y el de Florida —que se suponia preocupado exclusivamente por la expe- rimentacién estética— resumia las alternativas y las disputas que se li- braban entre los intelectuales jévenes. Si bien el conflicto entre Bo- edo y Florida no fue un enfrentamiento entre bloques disciplinados sin puntos de encuentro, la politica y la critica social que buscaba hacer evidentes los males del capitalismo eran asumidas sin reparos por los integrantes de Boedo. Alli se ubicaron Alvaro Yunque, César Tiempo, Elias Castelnuovo, Leénidas Barletta. Su extraccién social era, en li- neas generales, diversa de la del grupo de Florida: muchos eran hijos de inmigrantes, recién llegados al mundo cultural y a las pricticas de la escritura, ajenos a los sectores que tradicionalmente se habian ocu- pado de estos asuntos mucho mas cercanos a la elite por sus orige- nes. Varios de ellos fueron, ademés, militantes de las formacianes de la izquierda. Un personaje importante allf fue Antonio Zamora, socialista, impulsor de la revista Los Pensadores, que luego se trans: formé en Claridad, y de la editorial homénima. Aunque mucho menos acusada que en el caso anterior, la inquietud por los asuntos puiblicos y por la politica también se hizo presente entre los miembros de las vanguardias, impulsada en ocasiones por los jovenes reformistas, que compartian actividades y proyectos intelectuales con ellos. Entre quienes participaron en estos atios en las revistas reputadas como vanguardistas se encontraban Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Ernesto Palacio, Oliverio Girondo, Rauil Scalabrini Ortiz y AF berto Hidalgo. Tampoco faltaban los intelectuales y artistas que fueron adscriptos por sus colegas, y luego por los historiadores, tanto a Boedo como a Florida, como Nicolas Olivari, los que como Quinquela Martin © Alfonsina Storni tenian sus propios circulos, que no se alineaban con os anteriores y mantenian relaciones con ambos. En los aiios veinte, muchos de estos jévenes asumieron un interro- gante formulado con anterioridad por otros intelectuales argentinos, y ensayaron sus propias respuestas. Se trataba de la pregunta por lo ex- clusiva y especificamente argentino, desde el punto de vista cultural: puesto en otros términos, se trataba de plantear cudles eran los rasgos que resultaban auténticamente nacionales. Ya en el primer tomo de Conflicto y armonias de las razas en América, de 1888, Domingo Faustino Sarmiento se habfa preguntado “desde cudndo” y “hasta dénde” podia hablarse de los argentinos; bajo nuevas formas, el interrogante habia persistido incluso hasta tiempos del Centenario, y fue heredado por los La cultura y la politica 77 J6venes intelectuales de los aiias veinte. E! criollisme urbano ensayado por parte de las vanguardias fue una de las btisquedas que esa inquie- tud impuls6. Rail Scalabrini Oreiz, que por entonces participaba con intensidad en la revista Martin Fierro, ubicé en cambio el vértice de la identidad argentina en plena ciudad de Buenos Aires, més precisa- mente en Corrientes y Esmeralda, en su libro BY Aombre que esté solo y espera, publicado, con éxito, en 1931. En ambos casos, la preocupacién por la identidad cra evidence. ee ee La revista Claridad Esta revista fue de las més conocidas ¢ importantes entre las que intentaron conciiar la tarea literavia con ia denuncia social y la giscusién poitica. Llegd a tener un circuito de distribucion que incivia numerosas ciudaces de América Latina y ademds publicaba articulos finnados por intelectuales y dirigentes de la region. Ya en los attos treinta, los temas mas plenamente politicos se fuaron imponiendo a los estéticos y literarios, aunque esios titimos nunca desaparecieron por completo. llustracién de Abraham Vigo para la portada del numero 181 de fa revista, dal 27 de abril de 1929. 78 Historia de la Argentina, 1918-1965 DAA ADA Articulo de presentaclén de inicial. Revista de le nueva generacién, de octubre de 1923 Hemos fundado INICIAL porque hemos creido obsdecer a un mandato imperioso de nuestras conciencias, cual es el do sinceramos en una tribuna libre respecto @ los problemas que preocupan al mundo. y respecte a los valores, decadentes 0 estimables, de nuastro medio moral yarlistico. Sabemos que existe una juventud que se ha ouesto at ritmo verliginaso de esta hora historica, y ese juventud tiene muchas cosas que decir, Sabemos también que esa juventud se ha visto rechazada en todas partes cuando ha querido elzar la voz al diapason de su sinceridad, y siha fogrado a veces hacerse off, es porque se ha desvestido, en el umibral de ios templos bizantinos de nuestra literatura y de nuestro arte, de la vehemencia y la espontaneidad que haven la obra perdurable. INICIAL es para ella, ha sido creada para olla. INICIAL serd el hogar de toda esa javentud clispersa que vagabundea por les publicaciones y revistas mas © menos destatidas de nuasiro ambiente, sin encontrar donde pueda elevar el tono de su acento ala allura de sus proplas convicciones. Al fundar INICIAL hemos pensado qua, en nueste ambiente moral y antistico, hay hombres y cosas que es necesario combatir despiadadamente, Sentines un profunde desprecio por tedos aquetios que pontificen desde el pedestal de las artificiolos consagraciones de cenaicull, [...] Por todo le que va dicho, no sera INIGIAL una simple revista iiteraria, una antologia pélida ¢ inmévil de los poetas y escritores jovenes dol pais. Queremos que INICIAL sea una cosa viva y dinamica [...] Por aso convocamos @ todo lo que hay da valiente, decidido y sano en las filas de la nueva generacién. Inicial, Revista de la nueva generacion (1923-1927). Estudio preliminar: Fernando Diego Rodriguez, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2004. AF En las filas de Boedo, en tanta, se insinuaba otra posicién. Cuando en 1995 Evar Méndez, director de Martin Fierro, se empevié en uma iniciativa para ievantar un monumento a José Hernandez, en razén de que enten- dia que su obra era la tmica “pura y esencialmente argentina’, desde las paginas de Los Pensadoresalgunos de sus iniembros sostuvieron que no te- nian “nada en comtin con él gaucho ni con el aborigen”, y remataban su critica proclamando: “nosotros somos trabajadores”. La cultura y la pelitica 78 ‘Otros Itinerarios Durante este periodo, la iglesia catdlica impulsé proyectos de distinto tipo, que iban desde la intensificacién de la actividad en las parroquias hasta el establecimiento de lazos mas estrechas con las fuerzas armadas. Varias de esas iniciativas tenian una dimensién cultural en sentido am- plio: lecturas de la doctrina, redaccién de hojas periédicas, dietado de conferencias y asistencia a ellas. En relacién con la politica seguida ha- cia el mundo de la cultura letrada, se registran dos acontecimientos de portancia. Por una parte, en 1922 comenzaron a funcionar los llama dos “Cursos de Cultura Catélica”, donde algunos escritores se empena- ron en la formacién de jvenes que luego tendrian una actuacién des- tacada tanto en los grupos catélicos como en los nacionalistas, que en los altos treinta se tornarian dificiles de distinguir. Por otra, en ambien- tes cercanos a los anteriores se gesté la creacin de la revista Criteria en 1928, concebida inicialmente como una publicacién dirigida a los inte- lectuales. Varias son las vetas del nensamiento catélico en este periodo, yno todas ellas coincidentes; la mas extendida era la que hacia de la de- mocracia liberal una de las causas eficientes de los que eran vistos como males sociales por estos circulos. De Ambitos que no eran idénticos pero que coincidian en la critica a algunos de los rasgos democraticos que, segtin entendian, predomina- han en la sociedad y en Ia politica argentina, provine la fundacién del xemanario La Nueva Refniblica on 1927, una de las primeras empresas culturales de lo que empezaba a denominarse nacionalismo. La publi- cacién y sus responsables, entre quienes se destacaban Julio y Rodolfo Irazusta y Ernesto Palacio, fueron fuertemente antiyrigoyenistas. Mas adelante, los jévenes que participaron allf intentaron atribuirse el papel de consejeros ideolégicos del general Uriburu. En esos afios, no termi- waban de romper por completo con la tradicién politica republicana, wumque algunos manifestaron simpatias por el fascismo; tampoco ha- bian definido con claridad uno de los enemigos que descubrirfan mas adelante: el imperiatismo inglés. Precisamente, la denuncia del imperialismo fue, en la Argentina de los satios veinte -en particular en la segunda mitad de la década-, una netitud propia de la tradicién cultural y politica de Ia izquierda y de al- unos radicales, no de la derecha nacionalista, que se tornarfa antiim- perialista sdlo en la segunda mitad de los aitos treinta. Debe tenerse en cnonta, ademiis, que durante la década de 1920 la denuncia apuntaba centalmente al imperialismo norteamericano, mientras que, en la dé- 80 Historia de la Argentina, 1915-1955 cada de 1980, se puso el acento en el imperialismo inglés. E] antiimpe- rialismo de tos afios veinte exhibfa diversas fuentes; una de ellas, lejana y modificada, fue lo que dio en Hamarse “arielismo”, en alusién al titulo del libro Ariel, publicado por el escritor wruguayo José Enrique Rodé en 1900. Alli, uno de los personajes denunciaba la mediocridad, el sentido utilitario y el crudo materialismo que campeaban en los Estados Uni- dos, mientras que se apreciaba, en cambio, la herencia hispanoameri- cana, que el uruguayo imaginaba més inclinada a las consideraciones espirituales y a las empresas desinteresadas, y que debia ser defendida ante el avance norteamericano, Simultineamente, en un gesto elitista muy propio del modernismo, Rods haefa de los jévenes cultos el actor social preferido frente al utilitarismo interesado y gris de las multitudes, y consideraba que la democracia anulaba cualquier distincién fundada en el talento, En Los aitos veinte aparecié otro frente importante y muy distinto de inspiracién antiimperiatista. En 1917, Lenin habia publicade El inpe- Tialismo, fase superior del capitalismo, y hacia 1924 la Internacional Co- munista planteaba una politica de Frente Unido Antiimperialista para todo el mundo extraeuropeo, que significaba el apoyo comunista a los movimientos de liberacién nacional. A pesar de que sus posiciones expertmentaron vaivenes, hacia fines de la década de 1920, en varias reuniones de los comunistas latinoamericanos se definié que los pai- ses de la regién eran colonias o semicolonias, y en consecuencia que el movimiento revolucionario que habria de impulsarse seria del tipo democratico-burgués en su forma agraria y antiimperialista. En conso- nancia con esos diagnésticos, hacia 1929 la militancia comunista ar- gentina animaba la Liga Antiimperialista, donde constituia su Grupo de Izquierda, un activo participante en los actos a favor del lider nica- ragtiense Augusto César Sandino, quien resistfa la invasién norteame- ricana a su pafs. A fines de los afios veiute, ademas de la Liga actuaban en ta Argentina la Uni6n Latinoamericana, creada en 1925 -en la que participaron José Ingenieros, el socialista Alfredo Palacios, los refor- mistas Gabriel del Mazo, Julio V. Gonzlez y Carlos Sanchez Viamonte, entre otros-, y la Alianza Continental, que cobijaba militantes radica- les y sociatistas. Hacia fines de la década, algunas de esas asociaciones participaron en campafias a favor de una activa intervencién del es- tado en la politica petrolera. La cultura y la police 81 , tf tt Los contactos entre intelectuales y politicos latinoamericanos En 1930, Victor Rat Haya de la Torre, fundador y principal dirigento de la ‘Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), envié une carta a Antonio Zamora, cercano al Partido Sooialista y director de Claridfad, E) APRA habia sido una de las agrupaciones polticas que asumia ja heren- cia de la Reforma Universitaria, y su implante popular en Perit era por entonces muy importante. Entre otros puntes, planteada posiciones fuertemente antiimperialistas. Estas edies latinoamericanas que vincvla- ban a intelectuales y politicos orientadios a la critica y a la reforma seciat funcionaron activamente én los anos veinte. La carta decia: “Debemos los apristas peruanos a Claridad nuestro fratemal testimonio de gratitud. Usted y el grupo generoso que sostiene vallentemente esa revista ~que hay que llamar con justicia una de las mas auténticas expresiones de pensamiento zquierdista latincamericano-, nos han brindado un magnifico espalcarazo, justamente cuando nuestra iucha se hace més intensa en el Pent y cuando mas necesitarnos del apoyo moral de los esplritus libres de nuestra América, Me refiero al nimero 214 que, ya me to dicen las noticias, he sido jubllosamente recibido por los trahajedores manuales & intelectuales que integran nuesiras filas en el Pert", El texto citada tue extraido de Claridad. Revista de Arte, Critica y Letras, Tibuna de Pensamiento izquierdista, nimnero 249, Buenos Aires, 1930.4 Més all de los javenes La emergencia de estos jovenes imtelectuales fue un dato fundamental en este perfodo. Ello no debe Hevar a suponer que el fendmeno ecupé todo el escenario: intelectuales mayores, ya asemtaclos y consagrados, con los cuales en general fas vanguardias tuvieron una actitud critica, pero que se permit cierta amabilidad, continuaron su actividad. Asi ocurrié, por ejemplo, con Ricardo Rojas, un escritor con obras publi- cadas ya en los afios inmediatamente anteriores al Centenario. En 19138, Rojas asumio la titularidad de la catedra de Literatura Argentina la Facultad de Filosofia y Letras; e} primer volumen de su Historia de ta Litevatura Argentina aparecié en 1917 la obra terminé de publicarse (G2 historia Ge la Argentina. 1916-1955, en 1922, con el cuarto tomo. Esa empresa de Rojas tenfa un sentido politico-cultural muy marcado: se trataba de probar que la literatura nacional tenia efectivamente existencia. Disponer de una vadicién li- teraria propia, segtin se entendia, era imprescindible para constituir wna nacién plena. En 1922, Rojas fue electo decano de la Facultad de Filosofia y Letras, donde creo y dirigié el Institute de Literatura Argen- tina. Estas eran piezas institucionales del proyecto que Rojas habia bos- quejado en tiempos del Centenario, cuando publicé La restauracion nacionalista (1909) y propuse, como una tarea que debia encararse de forma principalisima y urgente, la extensién de la identidad nacional entre fas masas a través, entre otros medios, de la ensenanza de fa lite- ratura, la geografia y la historia argentina en la escuela. La inmigra- cién eva, en el razonamiento de Rojas, ¢l factor que tornaba acuciante esa accién ‘Otro de los intetectuales relevantes del perfodo fue José Ingenie- ros, un médico que en su juventud habia militado en el socialismo, Hacia 1915, Ingenieros creé la Renista de Filosofia, de la que fue direc- tor hasta su muerte, en 1925. Ingenicros, en cuyo pensamiento las huellas del positivismo eran muy fuertes, se vio impactado por la Re- volucion Rusa, ala que miré con simpatia. Fue también uno de los in- telectuales que apoyé Ia Reforma Universitaria y participé activa- mente en la fundacién de la Unién Latinoamericana. En los ajios veinte, Leopoldo Lugones continuaba siendo un pocta muy reconocido, luego de haber sido uno de los maximos exponentes del moderismo. Habia comenzado su produccidn a fines de siglo XIX, participando en los primeros intentos organizativos socialistas, como Ingenieros. En 1913 pronuncié unas conferencias muy influyentes, que edité en 1916 bajo el titulo de E/ payador; alli arguinentaba que el Martin Fierro debia ubicarse en el centro de la tradicin literaria nae cional, Durante los aiios veinte, Lugones conservé un lugar prepon- derante, que incluso se revela en hechos institucionales: presidié la Sociedad Argentina de Escritores y recibio et premio Nacional de Lite- ratura. Por entonces, Lugones habia reorientado ya sus perspectivas politicas, y desde comienzos de la década adopté posiciones nacionalis- tas y autoritarias. Ellas habrian de expresarse con claridad en el dis- curso pronunciado en ocasion del centenario de la batalla de Ayacucho, en 1924, donde anuncié que habia sonado “la hora de fa espada”. Lue gones reclamaba gobiernos fuertes y militares, un lugar comin en es- tas vertientes del nacionalismo argentino, aunque otras actitudes lo convertian en un heterodoxe: descontiaba del catolicismo y no se La cuftura y la poltica 83 sums, en los aiios treinta, a las versiones antisemitas de ese movie miento. A fines de los aitos veinte, también form6 parte de los apoyos del general Uriburu. Més alla de los intelectuales Fuera del mundo acotado de los intelectuales, otras transformaciones relacionadas con la cultura tenfan lugar durante los afios veinte y afectaban a amplias franjas de la poblacién. Muchas estaban relacio- nadas con la continuidad de procesos sociales iniciados en la etapa anterior, que fuleron evocados en el capitulo 1, aunque los ritmos ha- bian cambiado. Asf, el Genso Nacional de 1914 indicaba que el analfabetismo era del 36 por ciento en personas mayores de 14 abos, mientras que el Censo de 1947 sefialaba una disminucién al 13,6 por ciento. En am- bos casos, como solia ocurrir en otras Areas, la variacién por jurisdic- cién era muy marcada: mientras que en la provincia de Jujuy, por ejemplo, el analfabetismo habja disminuido del 67 al $5 por ciento, en esos mismos aiios en la provincia de Buenos Aires se habia red cido del 31,5 al 10 por ciento. La ciudad de Buenos Aires registr6 el menor indice de analfabetismo en los dos censos, pasando del 21 al 5,7 por ciento. Como puede observarse, las diferencias radicaban no sélo en los porcentajes, sino también en Ja cadencia de la disminu- cién de esas cifras, A escala nacional, en 1914 los analfabetos inscrip- tos en el padrén electoral constituian el 36 por ciento del total, mien tras que en 1928 representaban el 21 por ciento. El Censo Nacional de 1914 indica que el 48 por ciento de la poblacién en edad escolar efectivamente concutria a la escuela en todo el territorio, mientras que un censo escolar de 1943 sefala, también para todo el pais, un 76,3 por ciento; sin dudas un crecimiento importante. Este aumento de Jas personas que dominaban la habilidad de la lec (ura fue la condicién necesaria para que tuviera lugar uno de los pro- cesos caracteristicos det periodo de entreguerras: Ia ampliacién hacia los sectores medios y populares de los priblicos lectores y del mereado para cierto tipo de bienes culturales, como libros, diarios y revistas. Sin embargo, el hecho de que mas gente supiera leer no significaba que, automaticamente, se constituyera en un ptiblico lector. Para que tal cosa ocurriera fue preciso que tuvieran lugar otros fenémenos que én se aceleraron a partir de la Primera Guerra Mundial, como, (BE ISTO, GS Tal GENIN, Panto tS por una parte, la organizacién de una oferta cultural nueva, adaptada a la demanda, las posibilidades y los gustos de los nuevos lectores, re- cién llegados al mercado cultural y, por otra parte, la extensién de la practica de la lectura entre ellos, En aquellos fenémenos tuvieren un papel importante los cambios ocurridos en Ja prensa diaria, ef mas antiguo de los medios de comu- nicaci6n, que pronto se tornarian masivos. Ya desde comienzos de} siglo XX, algunos nuevos diarios pasaron a sumarse a los tradiciona- les La Nacion y La Prensa, fundados en 1869 y 1870 respectivamente. En 1905 se creé La Razén, en 1908, Ultima Hora y en 1913 aparecid Critica, uno de los mas exitosos y novedosos, de gran influencia en la opinidn ptiblica hasta comienzos de los aiios cuarenta. A finales del periodo, en 1928, El Mundo comenzaba a circular, agregandose al conjunto. En buena medida, quienes lefan diarios a fines del siglo XIX eran in- tegrantes de la elite 0, al menos, de sectores acomodados, dueiios de capacidad de leer en un pais donde el analfabetismo era muy alto. En los aftos de la fundacién de La Prensay La Nacién, el censo mareaba un 77,4 por ciento de analfabetos mayores de 14 afias en todo el pais y un 48 por ciento en la ciudad de Buenos Aires, donde se publicaban los dos periédicos mencionados. Los lectores de viejo tipo estaban, ade- mis, integrados a los circuitos de consumo que Ievaban a la suscripcién aun diario y disponfan de tiempo para Ieerlo. En cambio, en el periodo examinado, Critica llegé a imprimir 300 000 ejemplares diarios, a los que deben sumarse los ejemplares de los demas. En el periodo 1928-1929, El Mundo declara una cireulacion de 127 000 ejemplares, aunque fa ci- fra debe manejarse con precaucién por provenir del mismo diario. Esas tiradas, a su vez, habian reclamado ciertos cambios técnicos en los pro- cedimientos de impresién y distribucién. Por otra parte, ya no eran proyectos que algim grupo de notables ponia en marcha, como en el siglo XIX, para sostener posiciones dle su faccién: los diarios eran empre- sas comerciales cuyo objetivo central era ganar dinero, aunque su pro- pia naturaleza los convertia en elementos de consideracién en Ia cons- titucién y orientacién de la opinién publica. En algunas capitales de provincia circulaban también diarios locales. Al mismo tiempo, a partir de la Gran Guerra los periodistas que tra- bajaban en los nuevos diarios se volvieron definitivamente profesiona- les. Entre ellos, muchos escritores hicieron del periodismo la ocupa- cin que les garantizaba un salario. En las redacciones de El Mundo y Critica, por ejemplo, participaron numerosos escritores jévenes de la (La cunura yl PoIRIca So época, como Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, los hermanos Gonzalez Tuiion y Ratil Scalabrini Ortiz, entre otros. Las salas de redaccién se convirtieron en un centro de sociabilidad intelectual significativo, Dia- rios masivos, diarios que buscaban el éxito comercial, diarios dirigidos por profesionales; diarios nuevos para un ptiblico también nuevo. Asi, incorporaran secciones diversas que trataban de captar los distintos in- tereses de los ptiblicos ampliados: secciones deportivas, policiales, de es- pecticulos, dedicadas a la vida en la ciudad; también los suplementos especializados cubrieron esas demandas. A su vez, las revistas sufticron transformaciones semejantes; en elas también se produjo cierta espe- cializacién y a comienzos del periodo, en 1919, aparecieron Billiken y EL Gréfico, y pocos afios después, Para Ti. Procesos que se sostenian mu- tuamente, los cambios en Ia oferta y la demanda daban por resultado un nuevo tipo de producto cultural. Sin duda, entre quienes leian estos diarios y revistas se contaron los nuevos lectores populares y medios, pero también otros mas entrena- dos y con mayor familiaridad con estos bienes y con las précticas que demandaba su apropiacién. Ocurre que los publicos masivos no son exactamente los ptiblicos populares, aunque coincidan en algunas franjas, En cualquier caso, ¢s posible suponer que, para los nuevos y més amplios priblicos, los diarios y revistas fueron productos sobre los que se ejecuté un primer ensayo y una primera incorporacién det ha- bito de Ja lectura. A esos mismos ptiblicos ampliados intentaron He- gar, y parecen haberlo conseguido, las novelas que conformaban co- lecciones de entrega periédica, muchas veces semanal. Se wataba de escritos de ficcién, en general breves, que legaron a poner en circu- lacién 200 000 ejemplares, a veces mas a través de las reediciones, de- dicadas en gran parte a las cuestiones del amor y sus obstéculos y, desde el punto de vista estrictamente literario, alejadas de la biis- queda de novedades y de las rupturas estéticas de las vanguardias, Su fuerte era, en cambio, la reiteracién de formulas literarias conocidas, propias de etapas anteriores de la literatura “culta”. Las novelas sema- nales fueron un éxito, en particular entre fines de la guerra y 1925, y se vendieron masivamente en la ciudad de Buenos Aires y en muchas del interior. ‘Algunas editoriales, de las cuales Claridad y Tor son los ejemplos unis conocides, se sumaron a los emprendimientos dirigidos a los nuevos lectores. Claridad, como se ha planteado, era una editorial conducida por el socialista Antonio Zamora, quien dirigia ademas la evista homénima, dedicada a cuestiones literarias, culturales y politi- 86 Historia de la Argentina, 1918-1965. cas. La editorial logré transformarse 0 una empresa exitosa, que en poco tiempo conté con imprenta y local propios. Algunas de sus co- lecciones, que cubrian temas muy heterogéneos, fueron la Biblioteca de Cultura Moderna (Enciclopedia para el Hogar), la Biblioteca Cien- tifica, los Manuales de Gultura Marxista y la Coleccion de Obras Fa- mosas. La editorial publicaba simultaneamente varias revistas: Revista Juridica Argentina, Cultura Sexual y Fisica e Higiene y Salud. De todos mo- dos, la més conocida fue Claridad. Revista de Arte, Critica y Letras, Tri- buna de Pensamiento Izquierdista, ak como se presents hasta mediados de fos afios teinta, que continuaba a Los Pensadores, Hacia la mitad de la década de 1930, Claridad declaraba una tirada de 10 000 ejempla- res. Se trataba de una revista que practicamente no tenia ilustraciones ~apenas unas vilietas~ y que solia superar las cien paginas. “Tanto los libros como las revistas de Claridad se vendian direeta- mente en la editorial, asi como en las agencias que se fueron estable- ciendo en el interior del pais y en América Latina. En Buenos Aires se vendian también en los quiosces y puestos de diarios, en las esta- ciones de ferrocarril y subterraneos, mientras que Ja editorial solia enviar las publicaciones a varias bibliotecas obreras. Ademis, los li- bros y las revistas tenfan en general un precio accesible; el de algunas de las novelas, a fines de los aiios veinte, apenas cnadruplicaba el de un diario. Aaa REM AEE eee Las ediciones de entreguerras Abo largo del perfodo de entreguerras, varias editonales intentaron alcanzar Jos nuevos piiblcas urbaros; ellos constituian un mercado potencial que auguraba ser amplio. Esos piblicos estaban en parte conatituidos por sectores medios y populares, que en amplias franjas recién se incorporaban al consumo de bienes culturales; a ellos se dirigié 1a oferta de colecciones de libros baratos, que les resultaban econémicamente accesibles. Algunas de esas editoriales, como Claridad ~asociada a a revista del mismo nombre-, trataban ademas de cifundir la literatura que se alineaba con los principios politicos y sociales de quienes ran sus impulsores. Sin novediad on el frente y Carlos y Ana eran novelas antibélicas, propias del pacifismo de izquierda que se extendid a fines de fa Gran Guerra, entre otras formaciones intelectuales. Estas dos obras, a fines da los aftos veinte y comienzos de los treinta, se ofrecian a 40 y 50 centavos; por entonces, La cultura y la pottica 87 los diarios solian costar unos 10 centavos, con la excepcién de EF Mundo, cuyo precio era de 5 centavos. tans Tapa de Sin novadad en el frente, de E. Remarque, oubticada en la Biblioteca de Grandes Obras, y de Carlos y Ana, de L. Frank, publicada por la editorial Claridad (la ilustracion es de Rondano}. A” ‘Todos estos factores manifiestan la existencia, en él caso de Claridad, de un notorio intento de Hegada a los nuevos piiblicos. Revistas y libros ba- ratos, que fueron bienes de circulacién muy amplia entre los sectores populares y contribuyeron a forjar tanto las bibliotecas de asociaciones como las hogasefias, apenas incipientes. Libros que se compraban en. quioscos, una practica habitual para estos nuevos pablicos, mientras que Ia libreria era todavia un mundo lejano, inchuso fisicamente, ya que atin estaban ubicadas, en su mayorfa, en el centro de las ciutdades. Coleccio- nes y revistas que cubrian un horizonte amplio y heterogéneo de temas, que iba desde los politicos mas evidentes hasta fa “cultura sexual”. Elen- cos de autores también miiltiples, entre tos que se contaban Tolstoi, Dostoievsky y Barbusse, junto a los argentinos Almafuerte o Evaristo Ca- rriego. Al inismo tiempo, una amplia gama de géneros, de la novela al ensayo ya la literatura de denuncia. Completaba el sistema una revista como Claridad, que constituia una herramienia para sugerir qué conve- leery cémo debia leerse, ya que no sélo hacia publicidad de! fondo hibliografico de la editorial, sino que también ofrecta recomendaciones 88 Historia de Ja Argentina, 1916-1955 en la larga seccién de critica literaria. Desde el precio, entonces, hasta el sistema de distribucisn, los autores y temas involucrados, las propias caracteristicas materiales de esos bienes, revelan la existencia de un proyecto dirigido a las sectores populares que buscaba poner al alcance de mayor cantidad de gente la literatura que apreciaban quienes eran parte del emprendimiento. Una liferatura que creian titi, edificante, promotora de ciertas virtudes, que ademas constituia tina herramienta en la tarea de conquistar conciencias y espiritus para Ja transformacion social en la que estos hombres estaban emperiados. Desde ya, tam- poco faltaban titulos que apuntaran al entretenimiento menos com- prometico. Por una cuestion evidente de estructura demografica y de condiciones asociadas a la escolarizacién y alfabetizacién, el segmento mds importante cel mescado para estos productos —fueran los libros de denuncia o los de esparcimiento. las revistas 0 los folletines— estaba ubi- cado en las grandes ciudades. Ef teatro, el cine y la radio también formaban parte de la oferta culty ral en los aos veinte; los dos tiltimos eran fruto de avances técnicos re- cientes, El teatro era un espectaculo de gran importaneia. Hacia 1921, en Buenos Aires se contaban unas 21 salas de teatro, que ascendian a 3% en 1925 ya 43 en 1928. Un dato que quiz resulte ms significative in- dica que, a lo largo de 1925, asistieron al teatro 6,9 millones de esperta dores, cifra que wipticaba, aproximadamente, la poblacién total de fa ciudad. Sainetes, obras del género chico y obras consagradas de ta alta cultura eran parte de la programacién, en un circuito tan importante que sostenfa revistas especializadas dedicadas a la critica teatral, a las novedades de las compaiifas y a la vida de los actores reconocidos. En cuanto al cine, en 1905 se inauguré en Rosario lo que al parecer fue la primera sala cinematogréfica de América Latina, que venia a sir perar la costumbre de Ins proyecciones breves en cafés. Luego de 1910, las pelfculas norteamericanas y europeas se hicieron ms largas y empe- zaron a incluir a famosos actores de teatro, cuyos nombres aparecian en los créditos. Gomenzaba asi lo que se denominé star system, que también en este caso sostuvo una cantidad de publicaciones periédicas referidas al especticulo tanto come a la vida privada de las estrellas. A lo largo de los aos veinte, ef cine era todavia mudo. En 1922. en Buenos Aires existian unos 140 cines, muchos de tos cuales estaban ubicados en tos barrios, sobre las avenidas principales. Un esquema similar funcionaba en Rosario. La primera transmisién de radio tuvo lugar en 1920. Hacia 1922, exis- tian unos 2000 aparatos receptores, que a mediados de los aiios treinta “nue ys ao rozaban el millén y medio. También aqui el esquema de las publicacio- nes especializadas funcionaba del mismo mado que con el teatro y el cine. No obstante, el efecto de la radio era algo diferente, ya que permi- tia eliminar los obstaculos de la distancia de manera inmediata La cuttura de ma: y los cambios sociales Estas transformaciones tuvieron lugar, fundamentalmente, en las gran- des ciudades, donde también se afirmaba el fiitbol como espectaculo de masas. Sin embargo, la radio comenzaba a trazar una red cuyo alcance, con limitaciones todavia, terminaria por ser nacional. Asi, se afirmaba la presencia de los medios masivos de comunicacién en nuevos forma- tos, crecian piblicos también nuevos y se multiplicaban los productos culturales destinades a ellos, Los cambios se apareaban, sosteniéndose mutuamente, con la aparicién de modalidades mas actualizadas de pro- ducir esos bienes culturales -fueron modificaciones técnicas las que permitieron ampliar la tirada y agilizar la produccién de los diatios, por ejemplo-, que a su vez involucraban a nuevos personajes: periodistas profesionales y especializados en deportes o especticulas; autores de novelas semnanales 0 de piezas de teatro que se vefan compelidos a escr bir al ritmo que la demanda imponja. Al mismo tiempo, habfan cam- biado fas maneras en que los libres, revistas y diarios circulaban. Ya no se trataba sélo de la suscripeién o de la compra en las exclusivas libre- rias del centro, sino que se ampliaba la venta en quioscos y a domicilio, en los barrios. Asi, tanto la figura del hombre de elite que cada tanto escribia por puro gusto como la de los lectores exclusivos, escasos, poseedores de tuna destreza -la de Ia lectura- de la que pacos disponian, y del habito y ¢! capital para acceder a un bien caro, propias de etapas previas, aun- que no habjan desaparecido del todo, habian dejado de ser las domi- nantes. Naturalmente, desde mucho tiempo atras habian existido libros que sobrepasaron los limites estrechos del piiblico tradicional, letrado y culto. Los folletines se habian vendido muy bien en la Argentina de fi- nes del siglo XIX, y el propio Martin Fierr habia colocado unos 48 000 ejemplares entre 1872, afio de su publicacién, y 1878. Pero en los afios veinte, la escala del fendmeno era diferente y se verifies por entonces el enice de dos procesos relevantes: Ia extension de la alfabetizacion entre los sectores populares y la implantacién estable de los medios de comu- 11 masivos. Esa combinacién sefialé la aparicién de ma nueva YE MHSTONA OE Ta ATQENNINA, PTs TA formacién cultural en las ciudades, distinta de la antigua cultura de elite, pero también de fa cultura popular tradicional -en términos ge- nerales, oral. andpima, rurale: una cultura de masas asociada estrecha- mente a la industria cultural. sshlienen i 4, Las transformaciones sociales En los primeros afios de este periodo se sucedieron varios con- flictos sociales muy importantes: la Semana Tragica de 1919, fas huelgas y la represién en La Forestal entre 1920 y 1921, y los episodios de la Patagonia, también ocurrides durante estos uilti- mos afios, son los mas recordades. Luego, la conflictividad tendié a aplacarse. Mientras tanto, en el movimiento obrero se fortalecian las posiciones de los grupos sindicalistas. En un proceso mas lento y menos espectacular, comenzaba una lenta transformacién de la identidad de los grupos subaltemnos, especialmente en las ciudades; su resultado, que se tornaria més visible afios después, fue la extensién de una identidad popular, con huellas atenuadas de la experiencia migratoria, y dispuesta al reclame —antes que a la impugnacién absolu- ta frente al estado, Les grandes cambios a través de los numeros Gomo se indicé en los capitulos anteriores, el Censo Nacio- nal de 1914 registraba una poblacién total de & 090 084 personas. De ellas, practicamente el 30 por ciento eran extranjeras. En las grandes ciudades del Litoral, ese porcentaje subia notoriamente, y en Buenos Aires cerca del 51 por ciento de Ia poblacién total era extranjera, con claro predominio de espafoles ¢ italianos. Si se toman en cuenta los hombres mayores de edad, las cifras son atin mas clocuentes, y se ad- vierte que en la ciudad de Buenos Aires en 1914, entre los mayores de 30 afios, los extranjeros constitufan més del 70 por ciento, con un pico del 88 por ciento para quienes tenian entre 55 y 60 altos. La Primera Guerra Mundial acarreé la interrupeién temporaria de la Negada de inmigrantes, ¢ incluso por unos aos se registraron saldos inigratorios negativos, pero Inego, en los afios veinte, la tendencfa ascen- 92 Historia de la Argentina, 1916-1955 dente se recuperé. De todas maneras, algunas fuentes estadisticas indi- can para 1930 entre un 23,5 y un 24,5 por ciento de extranjeros sobre la poblacién total, descenso asociado al crecimiento vegetativo, Esa ten- dencia a la baja se acelerarfa, con las cons:hidas diferencias regionales, alo largo de la década de 1930, dado que tos cambios econdmicos que a escala internacional produjo la crisis cle Wall Street, ocurrida en octt- bre de 1929, restringieron severamente la Hegacka de inmigrantes en el largo plazo. Entre 1914 y 1930 continué el fenémeno de concentracién urbana. Segiin el censo, en 1914 1 58 por ciento de Is poblacién vivia en las ciu- dades, mientras que en 1980 se calcula que ese porcentaje subié al 68 por ciento, En ese lapso, la ciudad de Buenus Aires crecié de 1 700 000 habitantes a 2 300 000. Hacia 1914, casi cl 20 por ciento de la poblacién de todo el pais vivia en Buenos Aires. Otras cittdades, como Rosario, también crecfan en forma significativa En lo referido a la economia, durante los dicales la exportacin de praductas agrapeci de las presidencias ra- rias continué siendo el sector mas dindmico, a pesar de que a Primera Guerra Mundial habia mostrado algunos de tos limites de ese funcionamiento. Por otra parte, la inmigracisin se reeuperd Incgo de ta guerra y se produjeron nuevas inversiones extranjeras, de manera que las variables mas importantes, para la economia agroexportadora se reconstituyeron. Simultsneamente, tuvo lugar un acotado desarrollo industrial, asociado, en principio, a la produccidn de bienes para el mercado interno y, luego, alentado por- que la disminucién del comercio en tiempos de la guerra favorecis el desarrollo de algunas industrias que sustituian importaciones. No obs- tante, este fenémeno encont pronto su tope y no se profongé mas alla del final de la contienda. Hacia fines de la década de 1920, Ia industria se convirié en un sector mAs importante y activo: entre 1920 y 1930, se radicaron en la Argentina varias grandes empresas extranjeras, entre las que se desta- caban las norteamericanas. Se instalaron fabricas de articulos eléctri- cos, productos quimices y farmacéuticos, y neumaticos, entre otras. Ford, General Motors ~que sin embargo no producian autos aqui-, Goodyear, Colgate, Parke Davis fueron algunas de aquellas firmas. De acuerdo con estimaciones de la Unién Industrial Argentina, poco después del cierre de este perfodo, hacia 1933, la industria utilizaba el 43 por ciento de la mano de obra ocupada, lo que superaba marcas anteriores. Esta tendencia al crecimiento del sector se acelerd nota- blemente desde mediados de la década de 1930. A pesar de estas cir- Las transtarmaciones sociales 93 cunstancias, cuando se produjo Ia crisis de 1929 y luego el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, la economia argentina conti- nuaba centrada en la produccién primaria para el mercado externo, en un esquema de relacién comercial triangular que la incluia junto a Inglaterra y los Estados Unidos, cuya presencia en las importaciones argentinas crecfa, asi como sus inversiones en el pais. Sin embargo, los productas de exportacién argentinos no (enian un mercado en los Estados Unidos, cuya produccién agropecuaria era también muy importante. Por otra parte, los salarios reales tendieron a bajar desde el comienzo de la guerra, en 1914, hasta 1918, En 1919 se inicio cierta recuperacién, que se hizo mas lenta en 1920. Luego, en tiempos de Alvear, la mejora del salario real se sostuvo, aunque complicada por la inflacién. Asi, to- mando come base 100 el aiio 1929, para la ciudad de Buenos Aires, en 1914 el salario real era de 68, cayé a 42 en 1918, y se mantuvo entre 85 y 95 entre 1922 y 1927. Por su parte, el nlimero de trabajadores que participaron en huel- gas en la Capital crecié significativamente en 1917 y 1918, hasta alcan- zar un maximo en 1919, el aio de la Semana Trigica. Luego de 1922, con excepcién de un aiio en el que las centrales sindicales se pronun- ciaron contra un proyecto de ley de jubilaciones y convocaron a una huelga general contra él, las cifras descendieron marcadamente. De este modo, el movimiento de fondo es el de una conflictividad social alta que se extiende entre 1917 y 1921, con un pico en torne a 1919, se prolonga un tiempo mds aunque con menos intensidad, para decaer luego de 1922 hasta el final de Ia década. Este ritmo no sélo se halla vinculado a variables de orden econémico, como el salario o la infla- cién, sino también a episodios politicosociales, locales y Iejanos, entre los que se destacan la Revolucion de Octubre, el fin de la Gran Guerra y el cambio parcial de politica hacia el movimiento sindical del go- hierno radical. En esos tiempos, las huchas obreras se libraron en el es- cenario previsible de las ciudades, pero también en zonas rurales, algo relativamente novedoso para el capitalismo argentino. Fuera de las ciudades Hacia 1914, los trabajadores rurales, cuya intervencién colectiva en los ssuntos piiblicos y su participacién en conflicts sociales fueron fend- menos propios de periodo, sumaban unos 880 000, considerando Ia ga- 94 Historia dela Argentina, 1916-1985 naderfa y la agricultura. El mundo heterogéneo de los trabajadores del campo indluia peones, braceros, estibadores, conductores y operadores de las m4quinas trilladoras y carreros, y los movimientos que llevaron adelante se produjeron en las zonas pampeanas y en las dreas periféri- cas al corazén del modelo agroexportador, como Ia Patagonia, Tucu- man y el Chaco. Los salar reales de los trabajadores rurales, tal como ocurrié en. las cindades, cayeron con fuerza entre 1915 y 1918-1919 aproximada- mente. A ello se agregé un aumento de la desocupacién, que devino en peores condiciones de trabajo y en Ja extensién de Ia jornada labo- ral. Al mismo tiempo, debe tenerse en cuenta que en el campo fa si- tmacién juridica de los trabajadores solia ser bastante mas precaria que en las ciudades, y su organizacion sindical, mas reciente y débil, cuando existia. Esas condiciones se agravaron cuando, por efecto del fin de la guerra, arribaron nuevos grupos de inmigrantes que aumen- taron [a disponibilidad de mano de obra, mientras tenia lugar un pro- ¢eso de mecanizacién, factores que incrementaron las dificultades para conseguir trabajo, Todo el cuadro puso en marcha un parcial desplazamiento de poblacién hacia las ciudades y hacia regiones ex- trapampeanas. En las zonas dledicadas a la agroexportacién, los conflictes sociales de Ia época tendieron a enfrentar a los chacareros ~que se veian a si mis- mos como pequefios productores-, los peones y los obreros rurales —con una identidad trabajadora- con los grandes propictarios, contra- tistas y arrendaiarios. La Federaci6n Agraria Argentina, surgida del con- flicto de 1912 conocido como el Grito de Alcorta, se consolidé como un actor de peso en esas disputas. Compuesta por arrendatarios, la Fe- deracién intenté conseguir la modificacién de las reglamentaciones que regulaban las relaciones entre los duetios de la tierra y los colonos, aspecto en el que no lograron demasiados avances, a pesar de que ha- cia 1916-1917 varios paros tuvieron lugar en Buenos Aires, Cérdoba y Santa Fe, incluso més alld de la decisin de la Federacién Agraria. Por wma parte, a comienzos de 1919 se iniciaba una huelga de peones rura- les, que coincidi6 con un nuevo movimiento de reclamo de los arrenda- tarios, que sumaron sus propias exigencias: créditos accesibles y mora- toria de las deudas y, mas adelante, la reforma agraria. En esos sucesos no falté la violencia, tanto a cargo de las fuerzas re- presivas ~lleg6 a aplicarse la Ley de Defensa Social sancionada en 1910- como de tos propios huelguistas, fueran trabajadores 0 chacareros. inalmente, el gobierno intenté poner en marcha un plan de cient (FAS TRGNISIOMMEGIONES SOCEIES WO amplitud, que contemplaba la satisfaccién de algunos de los reclamos -creacién de organismos para regular las relaciones laborales en el campo, tres afios de contrato como minimo para los arrendatarios, apoyo a las cooperativas, entre otras medidas-, que fue bloqueado casi por completo en el Congreso por los grupos de la oposicién conserva: dora. Entre tos arrendatarios la agitacién continué, y en agosto de 1921 tuvo lugar una marcha de chacareros a la ciudad de Buenos Aires. Poco despues, fruto de las negociaciones parlamentarias, fue sancionada una ley que se limit a regular los arrendamientos y a fijar normas para la relacién entre propietarios y arrendatarios. En lo referido especificamente a los trabajadores asalariados, tam- bién en Cérdoba las huchas comenzaron en 1917, siendo 1919 el mo- mento de tensién maxina, mientras que en Santa Fe la inayor conflicti- vidad se registré hacia 1920. Con diferentes intensidades, los procesos de lucha incluian incendios de campos, cortes de alambrados y enve- nenamiento de animales, ademas de la declaracin de huelgas, que solian tener lugar al inicio de la cosecha. Las centrales sindicales ur- banas, de mayor experiencia, colaboraban con estos movinientos, € intentaban aprovecha: la oportunidad para extender la sindicaliza- cién mediante el apoyo a las organizaciones ideolégicamente cerea- nas. Los sectores patronales respondieron acudiendo a los rompe- huelgas de la Asociacién Nacional del Trabajo y alentando Ia accion de la Liga Patristica, que tenia partidas rurales armadas; esos grupos se sumaban a las fuerzas policiales para reprimir. A pesar de que exis: tieron demandas particularizadas, es clara la reiteracion de un con- junto de reclamos en estos movimientos, como el aumento de salaries, las mejoras en las condiciones laborates, la reduccion de fa jornada de iwahajo y, en ocasiones, la exigencia de reconocimiento a las organiza- ciones de trabajadores. Dos conflictos relevantes: La Forestal y la Patagonia Fste movimiento de conflicto social en el mundo agrario tuvo dos epi- sodios muy importantes. Uno estuvo vinculado a la Compaiia La Fores- tal, parte de cuyos capitales eran ingleses, que actuaba en el norte de Santa Fe y en el Chaco. En tiempos de la Primera Guerra Mundial, la compaiiia posefa aproximadamente 1 760 000 hectéreas en aquellas 70- xs, que dedicaba a la explotacién del quebracho colorado en el nite, para la claboracién de tanino en fibricas que también eran pro- 90 Fistona ae la Argentina, TYIG-TY09, piedad de la firma. Asi, en tomo a las instalaciones de la compafiia cre- cieron los poblados existentes, se crearon nuevos asentamientos de tra- bajadores, se extendié el fervocarril. Antes de la guerra, la demanda de trabajo generada por La Forestal habja sido alta. E1 trabajo en el monte resultaba particularmente duro: el trabajador se internaba alli, en ocasiones acompafiado por su familia, y se alojaba en chozas 0 vagones de ferrocarril. La paga solia hacerse can vales, bo- nos o fichas de la compaiia, lo que obligaha al trabajador a comprar en los propios almacenes de la empresa los productos que consumia. La empresa también era, en muchos casos, propietaria de fas viviendas donde se alojaban los obreros de la planta, de modo tal que el despido no significaba sélo la pérdida del trabajo, sino también de tado lo de- mas: vivienda, redes sociales, amistades. Otro efecto de estas circunstan- cias era que el control sobre los tabajadores no se limitaba al espacio de la planta fabril o del monte, ni a Jas horas de trabajo, sino que se ex- tendia espacial y temporalmente mucho mis alld. Et poder de la em- presa era tal que ejercia funciones policiales y judiciales, apatiada por comisarios y jueces de paz corruptos. Esta situacién, que suponia un desafio evidente para el estado, ge- neré un debate en el poder legislativo de Santa Fe hacia 1915, aunque finalmente no s¢ tomé decisién alguna. Debe tenerse en cuenta que el de La Forestal no era un caso tinico en estos afios; en las plantaciones yerbateras y en los ingenios azucareros se daban situaciones similares, con el agregado de que la mano de obra indigena solia ser compulsiva- mente arvastrada al trabajo. Era un modo de organizacién de la pro- duccidn y de la relaci6n con el poder politico, propio de cierto tipo de empresa, relativamente extendido en algunas zonas periféricas. ‘A pesar de que las dificultades no faltaban, activistas obreros del fe- rrocarril y de los barcos que recorrian el Parand contribuyeron al ini- cio de ta accién sindical en La Forestal, que ademds se vio impulsada por la instalacién de un local socialista en uno de los poblados cerca- nos a los terrenos de la empresa. Finalmente, se abrié un centro sindi- cal en ta poblacion de Villa Guillermina. Los militantes pronto funda- ron un periddico y, a mediados de 1919, los trabajadores presentaron sus reclamos a la compaitia y lanzaron la huelga para obtenerlos; exi- gfan aumento de salarios y una jornada de trabajo de ocho horas. Se agregaba la demanda del fin de los despidos, que la empresa utilizaba como herramienta para bajar sus costos de produccién. Luego de una tregua, en 1920 el conflicto tomé nuevo impulso. y ha- bria de sostenerse, con marchas y contramarchas, hasta comienzos dk Las transformaciones sociales 97 1921. Et uso de la violencia fue también frecuente: represién policial, artesto de los dirigentes obreros, despidos, cortes de energia eléctrica a los pueblos; por su parte, los trabajadores apelaron al muy eficaz re- curso del sabotaje de las vias del ferrocarril, entre otros. Fl conflicto se cobré al menos dos muertos, un funcionario de la compaiifa y un traba- Jador. En el transcurso de estos episodios, la empresa logré el objetivo de disminuir sus costos por la via de los despidos y desplegé practicas monopélicas hacia sus competidores. En lo que fue un cambio signift- cativo, en enero de 1921 la protesta obrera pasd a centrarse en el re- dlamo del derecho a trabajar; las condiciones se estaban tornando muy desfavorables para los trabajadores. El proceso volvié a radicalizarse y se denunciaron episodios de persecuciones y muertes de obreros en los montes, asi como el incendio de locales sindicales ¢ incluso de vivien- das de algunos activistas, Hacia abril, el movimiento fue finalmente de- rrotado. Para entonces, ya habia comenzado otre conflicto en el sur, cuyos cos se prolongarian en el tiempo. En la actual provincia de Sania Cruz, por entonces territorio nacional, fa actividad econémica central era la ria de avejas para la exportaci6n de lanas y canes; la propiedad estaba radicalmente concentrada y la produccién ganadera era extensiva, En 1a costa, se realizaba la faena de los animales destinados a los frigorifi- 08, que se encontraban instalados en Rios Gallegos, San Julidn y Puerto Santa Cruz, Se trataba todavia de pequetias poblaciones que no pasaban de los 3000 habitantes. En el resto de la zona, la densidad de Poblacion era minima y el transporte y las vias de comunicacién, com- plicadas y dificiles. Hacia septiembre de 1920, en Rio Gallegos, la Sociedad Obrera de Oficios Varios intenté realizar un acto, que fue prohibido por las auto- Hidades del territorio nacional. Se inicié asi un conflicto que en sus pri tucras acciones incluyé ef hostigamiento patronal a cargo de la Liga Pa- Widtica, creada el aio anterior en ocasién de la Semana Tragica, en Buenos Aires. El activismo obrero sumé a las demandas de los trabaja- dores urbanos las de los peones rurales. Estos tiltimos ya habfan plan leado un conjunto de reclamos, hacia 1915, que reiteraban ahora; spuntaban a limitar la jornada de trabajo ~que era de doce horas y ave- tes hasta de dieciséis-, a conseguir mejores condiciones, ya que las ba- tracas donde se alojaban en las estancias no tenian calefaccién y la co- ida era pésima, y 2 eliminar el sistema de pago en vales o en moneda thilena, que debia ser cambiada a la local. Estos reclamos fueron pues- tox por escrito en un petitorio, en ef que la exigencia de tener “una 98 Historia de la Argentina, 1916-1955 tarde libre para lavar la ropa’ y de “no trabajar a la intemperie cuando lueve” permiten hacerse una idea cabal de las condiciones laborales, El petitorio fue rechazado, lo que desaté el comienzo de la huelga. Los pe~ ones, desplazados de los establecimientos por Jos estancieros, organiza- ron campamentos en las zonas cercanas a la cordillera y se apropiaron de viveres y caballos. Hacia diciembre de 1920, comenz6 la represion a cargo de la policia local y los grupos de Ia Liga Patridtica. BHAA Conflictos sociales en la Patagonia Las organizaciones obreras estanan movilizadas en algunos pueblos patagénicos ya desde la segunda mitad de 1920. A fines de ese aio ccomenzé una huelga que fue reprimida a través de la intervenci6n policial y de grupos de la Liga Patridtica. En el campo, los peones de estancia fueron expulsados por los propietarios, Federacion Obrera De ariamental Puerto Deseado.ii.hy Se Al Pueblo Trabaj adr ¥ COMPANEROS! Tleihta camaradas nuestres estan presos por, la tirania, Ga alist No cbstante todavia, trabajar per Tacause con mayor entusias: Fra corkra mas tirania,| i: viva LA HUELGA EL conite de Huelgs Publicacion de denuncia de la situacién, de diciembre de 1920. Los episodios de reprasién mas cruenta ocumirian a fines det efio siguiente. Ma” 3 Las transformaciones sociales 99 BHM AAAAAAA AA AAA Denuncia de la represién en Santa Cruz En abril de 1922, el periédico Unién Sinaical, vinculade a la Union Singical Argentina -una de las centrales obreras, de oriantacién sinaicaiiste-, denunciaba en su primer ndmero la represién en la Patagonia y reclamaba Ja organizacién de una campafia para “desmentir categoricamente at eriodismo venel empefiade en defender el latrocinio y el bandolerismo de jfes miltares” y el ‘patriotismo feldn* de la Liga Petriotioa: “Los crimenes de la Patagonia no pueden quedar impunes. ‘Sobre los fusilamientos an Santa Cruz. Ye que la justicia historica’ se ha hecho cémplice de los matvacios, ol pusbio debe constituir su tribunal permanente, Fragmentos de una carta, Le clase obrera de la Patagonia ha sido asesinada a mansalva, Suman mas de dos mil trabajaciores fusilados, quemados oon nafta, arrojados al mar, enterrados vivos en la Estancia Cifra, en Gallegos, Santa Cruz, Lago Argentino, Estancia Anita, El Cerrito, Punta Alta y otros parajes de la gélida zona, [...] No existia otro medio para imponer el respeto debico a su condicion de hombres productores que la organizacién sindical, Mediante este recurso quo ejerce universalmente la clase asalariada- el proletariado patagonico hizo sus reclamaciones eouitativas a e508 sefiores que han resucitado en este ‘democratico’ pais la mas odiosa y vergonzante épaca de feudalismo. [...} Los hechos delictuosos y bérbaros perpetracos por el ejército nacional a las rcenas ce jefes inescrupulosos, mercenarios, dignos del mas ejamplar escarmiento, han sobrepasado los célculos més pesimistas. Los caballos del ejército costeado con él dinero del pueblo, han ido a borrar a la Patagonia los angostos caminos del derecho, asesinand las tropas a indefenses nambrientos y tugitivos partas, con el regocijo de los capitalistas extranjeros”. Unién sindical, abn de 1922, raproducide en Roberto Reinoso (comp. Gandera proletaria: seleccion de textos (1922-1930), Buenos Aires, CEAL, 1985.” Al inicio de 1921, Hegaron ala zona las tropas deh ejército al mando del teniente coronel Héctor Varela, enviadas por el gobiemo nacional. La ptapa siguiente del conflicto fue abierta por el laudo del gobernador ile! territorio, que reconocia la veracidad de algunas de las denuncias y 100 Historia dela Argentina, 1916-1955 atendia parte de los reclamos obreros. Este resultado fue visto como una victoria parcial por parte del activismo sindical, y planteado como una derrota a manos de los “bandoleros” por ciertos sectores de Ia prensa y las organizaciones patronales, Con una fuerte tensi6n en las es- tancias -donde los trabajadores mds activos no velvian a ser contrata- dos y se sucedian choques, acotades, con los grupos armados de los estancieros-, el conflicto continuaba. Los terratenientes sostuvieron una reunién con el propio Yrigoyen en Buenos Aires, y arreciaron tanto las opiniones que indicaban que el conflicto estaba vinculado a las pretensiones chilenas sobre ka Patagonia, como las que subrayaban que el radicalismo habia sido desbordado por la protesta social y que se imponia el retorno al orden. En septiembre de 1921, el conflicto volvié a tomar impulso, se exten- dis geograficamente y asumis la forma de una huelga general, con la creacién de grupos de huelguistas que intentaban controlar 4reas rura- les, En esta oportunidad, la represién quedé a cargo de las tropas de Varela, quien establecié la ley marcial y, en las zonas de combate, fusilé en masa a huelguistas, colaboradores y dirigentes. Mientras tanto, en la Capital la prensa obrera demunciaba la situacién. Entre diciembre de 1921 y comienzos de 1922, tanto en la costa como en las zonas préximas a la cordillera, los huelguistas fueron de- crotados y, en muchos casos, asesinados. Per entonces se calculaba que habian muerto unos 2000 obreres, Todos los dirigentes salvo uno, Antonio Soto, que habia escapado a Chile, se hallaban entre las victimas; los presos eran alrededor de 600. En el Congreso no falta- ron las denuncias socialistas, mientras que los periédicos sindicales y de los grupos de izquierda denunciaban a Varela como el responsable de la masacre. En enero de 1923, el obrero anarquista de origen ale- man Kit Wilckens asesind a Varela en un atentado que tuvo lugar en la Capital; Wilckens, a su vez, fue asesinado en la cArcel por un miem- bro de la Liga Patriética. En la ciudac : la Semana Trgica de 1919 Tal como indican las cifras planteadas al comienzo de este capitulo, las ciudades fueron sitios significativos para la vida social en la Argentina de ta época. No sélo se reunja alli un porcentaje importante de la po- blaci6n, también se desarrollaba en ellas una gran actividad productiva, de transporte y comercial. Dos de las tres ciudades mas grandes de li Las vanstormaciones sociales 101 Argentina —Buenos Aires y Rosario— eran ademas centros portuarios. Ellas fueron el Ambito donde, desde fines del siglo XIX, los conflictos propios de esa etapa del capitalismo, con actores que eran trabajadores malariados, por una parte, y patrones y empresarios, por otra, tuvieron: lugar mas tempranamente y con perfiles mas acentuados. De la multi- tud de conflictos laborales que sacudieron a las ciudades argentinas en- tre 1917 y 1921, la Semana Trigica de 1919 se instalé como el emblema- tico y decisive, y el mas recordado por el activismo obrero. Los trabajadores de los talleres metaltirgicos Vasena, ubicados en plena ciudad de Buenos Aires, se encontraban en huelga desde diciem- bre de 1918, Los reclamos eran los habituales: reduccién de la jornada laboral, aumento de salarios y rencorporacién de compafieros despedi- dos. Apenas iniciado el afio 1919, el 7 de enero, se produjo un choque entre los huelguistas y quienes continuaban trabajando amparados por custodios; la policia intervino y provoes, en principio, cuatro muertos y ms de veinte heridos. Inmediatamente, una de las centrales sindicales, la Federacién Obrera Regién Argentina (FORA) del V° Congreso, co- munista andrquica, convocé a una huelga general para el 9 de enero. La policia se enfrentd, en refriegas y tiroteos, con grupos de trabajado- Fes que intentaban propagandizar y garantizar la huelga; finalmente, las fuerzas policiales, el 9 de enero, balearon el cortejo ftinebre de las vic timas de Ia represi6n del 7. El mtimero de muertos y heridos esta vez fue atin mas alto. Mientras tanto, otra central sindical, la FORA del IX" Congreso, se sumaba a la convocatoria a [a huelga general. El conflicta se extendi6, enlazindose ademés con varias huelgas sectoriales que estaban en curso. La policia parecta desbordada por los trabajadores y, mientras tanto, tropas mititares partian desde Campo de Mayo hacia la ciudad. Algunos creyeron que se trataba de un golpe militar destinado a frenar lo que imaginaban como una insurreccién. Varios fueron los elementos que entraron en juego en esos dias. Por tuna parte, Ja alarma de sectores patronales y politicos ante un supuesto *complot maximalista’, en alusi6n a las posiciones de la izquierda mas extrema, cuya existencia era muy dudosa; el miedo, alentado por la agi {avion social que también reinaba en Montevideo, alents la represion dura, Los grupos de lo que seria la Liga Patridtica, asi como también Krupos conservadores y radicales, salieron a Ja calle a colaborar con la policia, asaltando locales y periddicos sindicales y de izquierda a los que lnsistian en considerar “maximalistas” y suponian envueltos en aquella n, Los habitantes del barrio del Once, con fuerte presencia conspina

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