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Emilio Graterón
Alcalde del Municipio Chacao
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CULTURA
CHACAO
Fundación Chacao
para la Cultura y el Turismo
Consultoría Jurídica
Eleonora Acosta Este libro se terminó de imprimir en Caracas,
Venezuela, en septiembre de 2013.
Gerente de Administración
Aloha Pinto
Depósito Legal: lf37320133003132
Gerente de Turismo, Comunidad ISBN: 978-980-6968-08-0
y Atención al Ciudadano
Bethilde Fariñas
Gerente de Programación
José Antonio Blasco
Gerente de la Biblioteca
Los Palos Grandes Esta publicación fue posible
Virginia Riquelme gracias al valioso aporte
de la Alcaldía de Chacao,
Gerente de Comunicaciones Red de Ciudades Educadoras,
y Mercadeo Banco Activo y Grupo Zoom
Diana Armijos
Introducción
Cultura ciudadana y desarrollo local
Tulio Hernández y Diana López 9
Emilio Graterón
Alcalde del municipio Chacao
local, pensado desde el terreno de las políticas culturales de los gobiernos locales, se
centra en las relaciones entre cultura y desarrollo local y de ambas con la cooperación
descentralizada. El segundo, de Xavier Marcet, Ciudades creativas: Ciudad, talento, in-
novación, dedicado a reflexionar y ofrecer recomendaciones prácticas sobre las mane-
ras como una ciudad puede convertirse efectivamente en un espacio de innovación,
con énfasis particular en el cómo realizar la gestión del talento para cumplir con el
propósito. Y el tercero, de Joan Manuel del Pozo, Ciudad educadora, ciudadanía a
plenitud, en el cual partiendo de la idea de que todo acto humano acaba educando
o deseducando a los demás, aunque sea de manera informal, realiza una revisión de
la Carta de Ciudades Educadoras extrayendo orientaciones conceptuales y prácticas
para su aplicación.
En el tercer capítulo, titulado Caracas y la cultura ciudadana, hemos incluido
también dos trabajos: Caracas vista a partir de los indicadores de cultura ciudadana de
Henry Murraín y Sandra Zúñiga, donde se desarrollan los resultados de una encues-
ta de cultura ciudadana aplicada en la ciudad de Caracas en el mes de noviembre
de 2009, y Cultura ciudadana, corresponsabilidad de todos. La experiencia del Metro
de Caracas de Omar Hernández, donde se aborda la experiencia de ese sistema de
transporte como un modelo de aplicación de los principios de cultura ciudadana en
un servicio público masivo.
El cuarto capítulo, Chacao: Modelo de convivencia ciudadana, abre con Políticas cul-
turales, espacio público y ciudadanía, texto en el que Diana López aborda la experiencia
de gestión cultural de la Alcaldía de Chacao a partir de los criterios políticos, princi-
pios de políticas culturales y conceptos de cultura urbana que han orientado su diseño
y ejecución. Y continúa con la reseña de tres experiencias desarrolladas en el marco de
este gobierno local de la ciudad de Caracas, a saber: Chacao, formador de formadores en
educación y seguridad vial de Juan Andrés Rondón; La capacitación en valores y cultura
ciudadana. Una alianza entre la Universidad Católica Andrés Bello y Cultura Chacao de
José Francisco Juárez Pérez; y Cátedra de Cultura Ciudadana Escolar desde las escuelas
municipales de Nelson Cordero y Ana Alvarado.
Concluimos con el quinto capítulo, Informe de tres experiencias, donde reunimos
los relatos: “¡Qué nota es mi escuela!”, un programa de educación en valores a través
de la música desarrollado por la Gobernación del estado Táchira; “Cultura ciudadana
en las vías de Mérida”, un programa de educación vial y prevención de accidentes
desarrollado en el estado Mérida, escrito por Gilberto Morillo, Víctor Peña y Jhaneira
Pacheco; y la experiencia en educación vial de la Alcaldía de Sucre, “Para, mira y
cruza”, presentado por Diana Morales.
Al reunir reflexiones conceptuales, investigaciones empíricas, análisis de experien-
cias de gestión local e informes de experiencias específicas en un país cuyos gobiernos
locales han vivido desde hace catorce años bajo el asedio de la anti-autonomías de su
gobierno central, esperamos que esta publicación sirva para fomentar y plantear nuevas
reflexiones en torno a la convivencia, el desarrollo y la innovación en nuestras ciudades
venezolanas tan necesitadas de revisión para enfrentar los desafíos actuales.
Tulio Hernández
En una de sus mejores páginas, en un ensayo titulado ¿Por qué existen ciudades?, el
filósofo Juan Nuño nos recuerda la existencia de dos matrices culturales, confrontadas
y opuestas, que han marcado por siglos las valoraciones de la ciudad dominantes en
Occidente. De una parte, tendríamos la tendencia a concebir la ciudad como el espacio
del caos y la degradación en oposición, por ejemplo, a la armonía y la pureza de la vida
bucólica del campo. Y de la otra, su opuesto, la tendencia a valorar la ciudad como la
máxima expresión civilizatoria, el espacio vital de la libertad y la democracia en oposi-
ción a lo antes existente que era solo la errancia, la tribu, la especie, el nomadismo.
La primera opción, “rabiosamente anticitadina”, es asociada por Nuño a la tra-
dición cultural hebreocristiana. La segunda, entusiastamente pro ciudad, a la greco-
latina. En la primera, lo dice nuestro autor con fina ironía refiriéndose obviamente a
la Biblia, todo lo bueno y trascendental –como por ejemplo la entrega de los Manda-
mientos a Moisés– ocurre en un descampado, en un monte, mientras lo trágico y lo
pecaminoso, o los castigos divinos más severos, como por ejemplo la confusión de
las lenguas en Babel o la destrucción de Sodoma y Gomorra, ocurre en las ciudades.
En la visión grecolatina, en cambio, la disposición es otra. Tanto los griegos,
primero, como los romanos, después, asociaron las ciudades a la existencia misma de
la Politeia y la política, del diálogo y la democracia, de las bellas artes y la impronta
cultural. No por casualidad sembraron su mundo de ciudades y obras urbanas avan-
zadas –acueductos, fuentes, anfiteatros, baños– que todavía siguen siendo las más
remotas referencias del espacio compartido colectivamente.
Nuño, obviamente, se afilia radicalmente a la segunda tradición y sostiene que el
aporte más importante de las ciudades al devenir humano son los hombres libres. Por-
que es en las ciudades donde aparece por primera vez la noción de individuo como ser
aislado y soberano, toda vez que entre más grande es el volumen del conglomerado
social, la presión del grupo sobre el individuo es menor. De allí que en casi todas las
lenguas occidentales haya un dicho equivalente a: “pueblo pequeño, infierno grande”.
***
Es en las ciudades donde aparece también la noción de lo público, y en conse-
cuencia, el reconocimiento de las diferencias. No por casualidad Richard Sennet1,
otro heredero brillante de la tradición grecolatina, propone definir lo público no por
oposición a lo privado sino como “el campo de la sensibilidad a lo extraño, lo incla-
sificable y lo problemático”. Y entre nosotros, el sociólogo Silverio González2, se ha
encargado de recordarnos que el término “urbano”, si bien refiere a un asentamiento
poblado, también refiere a “estar atento”, “brindar cortesía”, “ofrecer una apertura al
diferente”, lo que sugiere “una atención al otro en tanto diversidad”. Para confirmarlo
basta acudir al DRAE para encontrar que entre otras acepciones “urbanizar” también
significa “hacer sociable a una persona”.
En la primera acepción, la del asentamiento, lo urbano se confunde con la ciudad,
con el espacio construido. En la segunda refiere en cambio de manera directa a un uni-
verso de relaciones sociales complejas, diversas y difíciles de someter a la lógica de la
planificación propia del urbanismo como profesión. En otros términos, la primera acep-
ción remite a la ciudad construida, la ciudad de piedra, la de los edificios, las plazas, las
iglesias. La segunda, a la ciudad de relaciones –la de las actividades que se hacen dentro
de la ciudad de piedra: trabajar, comprar, vender, enamorarse, pasear, estudiar– y a la
ciudad imaginada, aquella que nos vamos construyendo internamente a partir de siste-
mas de representaciones y narrativas construidas colectivamente.
El antropólogo catalán Manuel Delgado lo ha sintetizado notablemente. La ciu-
dad en tanto que estructura morfológica pude ser “leída”, es decir, se puede recono-
cer en ella un orden sometido a un código, mientras que el espacio urbano es impo-
sible de “leer” toda vez que es potencialidad pura y no discurso, posee una naturaleza
permanentemente intranquila, escenario de lo inesperado en donde la excepción,
dice, es casi la norma. “Puro acaecer, el espacio público solo existe en tanto es usado,
que es lo mismo que ser atravesado, puesto que en realidad solo puede ser definido
como eso: un manera de pasar por él”.
***
***
En esa línea de preocupaciones se ubican las propuestas de cultura ciudadana
que hace más de una década comenzaron a circular por América Latina y que tuvie-
ron su primera etapa de auge en la Alcaldía de Bogotá bajo los gobierno de Antanas
Mockus (1995-1997 y 2001-2003). En un gesto hasta ese momento poco usual en
los gobiernos de ciudades suramericanas, Mockus y su equipo decidieron colocar sus
energías en la transformación cultural de la población usándola como combustible y
punta de lanza del proceso de cambio que se proponían lograr en la ciudad capital
de Colombia.
Partiendo de la idea de que nadie nace ciudadano, que las personas se vuelven
ciudadanos cuando son tratados como tal y entrenados para eso, la estrategia de in-
tentar cambiar las conductas, los hábitos y las disposiciones de las personas hacia el
cumplimiento de las normas y el respeto por los demás se convirtió en el gran reto
de aquel equipo de trabajo. Cómo hacer para que la gente no estacione sus automó-
viles sobre las aceras, los peatones crucen por el rayado, los usuarios ahorren en el
uso del agua potable, o qué acciones emprender para intentar reducir el número de
muertes por accidentes de tránsito o el número de personas que recurren al porte
de armas fueron preguntas claves cuyas respuestas condujeron a las estrategias de
cultura ciudadana.
***
El auge e impacto de algunos programas de gran visibilidad –la utilización de mimos
para corregir la violación de las normas de tránsito, los programas de vacunación contra la
violencia– hicieron creer que los programas de cultura ciudadana eran básicamente cam-
pañas promocionales que convocan al buen comportamiento, lo que condujo a muchos
fracasos, porque en realidad de lo que se trata es de la puesta en práctica de programas
integrales que a través de efectos de demostración prácticos contribuyan a cambiar com-
portamientos y a hacer evidentes los beneficios personales y colectivos de dichos cambios.
Para que un programa de cultura ciudadana sea realmente exitoso debe:
• Tener una visión de largo plazo, entender que los cambios ciudadanos no se
producen de un día para otro.
• Estar centrado en el aprendizaje de valores, no en una disposición superficial
de conductas circunstancialmente inducidas.
• Ser inminentemente afectivo –afirmativo, positivo, optimista, esperanzador–
antes que racional, generar compromisos entusiastas más que deberes bien
pensados.
• Estar focalizado, esto es dejar claramente sentada la acción o el hábito que se
quiere modificar y sus beneficios.
***
Los programas de cultura ciudadana más exitosos no son, generalmente, los más
costosos sino los más imaginativos. No son los que invierten más en medios sino los
que son capaces de producir acontecimientos mediáticos atractivos y movilizaciones
afectivas que generan su propio reconocimiento e información. Es la razón por la que
los lenguajes artísticos no convencionales son su aliado fundamental, porque logran
que los ciudadanos rompan con su cotidianidad, prejuicios o ideas preconcebidas,
para hacer otras lecturas y vivencias de la ciudad y del entorno urbano.
Si nos viésemos obligados a hacer lo más cercano a una receta diríamos que las
cualidades básicas de un programa de cultura ciudadana deben ser:
• Responder a problemas reales (a déficits de ciudadanía claramente diagnostica-
dos: gente que ensucia las calles; despilfarra el agua potable; viola ordenanzas de
ruidos molestos o normas de tránsito).
• Basarse en una comunicación lúdica y efectiva (afectiva, estética, sorpresiva: que
saque al ciudadano de la rutina cotidiana).
• Generar acciones prácticas (aprender haciendo, mover el espíritu de ejemplo,
ser modeladora).
• Concebirse a largo plazo (ser continuas, persistentes en el tiempo, sustentables).
• Generar efecto de demostración (ser evaluables, mostrar resultados verificables).
• Apuntar toda la energía a la construcción de ciudadanía.
1
Sennet, Richard (2011). El declive del hombre público. Barcelona: Anagrama.
2
González, Silverio (2005). La ciudad venezolana. Una interpretación de su espacio y sentido en
la convivencia nacional. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana.
Tulio Hernández
T.H.: Luego de leer algunos de sus escritos más recientes, tengo la impresión de que
detrás de todo el esfuerzo conceptual y práctico que usted ha desarrollado en las úl-
timas dos décadas se encuentra una preocupación fundamental, la preocupación por
la convivencia. ¿Podríamos afirmar que ese tema, el de la convivencia, es, utilizando
un lugar común, la piedra angular de sus preocupaciones académicas y políticas?
A.M.: Sí… Lo curioso es que a veces uno siente la necesidad de agregar un adjetivo
para completar la noción de convivencia pues de lo contrario puede parecer como
una idea muy resignada. Ocurre en algunos idiomas más que en otros. Se dice “con-
vivencia” en español, “coexistencia” en inglés, “cohabitación” en francés.
Para mí el respeto mutuo de la vida tiene una importancia muy grande y siempre
lo pongo en primer lugar. Entonces los críticos saltan y dicen: “Sí, pero no cualquier
vida, sino una vida digna”. Por eso en 2010, luego de ocho años usando el lema
“La vida es sagrada” pasamos al más singular y específico de “Tu vida es sagrada“.
Pasamos de una abstracción a un hecho concreto. Cada vida es sagrada porque cada
muerte es irreversible.
Pero la convivencia va más allá del mero respeto a la vida de los otros, implica
también, de una parte, encontrarle un sentido a la vida propia y, de la otra, vivir con
los demás respetando la diversidad de opciones que cada uno ha elegido para darle
sentido a su vida. La convivencia trata de que vivamos sin los riesgos de la violencia
y aceptando o tolerando la diversidad. Entonces, lo primero es estar vivo, lo segundo
es darle un sentido a la vida, lo tercero respetar los sentidos que los demás le dan a
sus vidas.
las sociedades modernas que siguen buscando caminos para lograr la convivencia en
medio de la diversidad.
Yo creo que, como han apuntado algunos autores, nosotros en Colombia vivimos
oscilando pendularmente entre los dos tipos de solidaridad. Nos movemos de lo me-
cánico a lo orgánico y tenemos islas y oasis, de una y de la otra que coexisten en la
misma era. Pero hoy tenemos una mayor conciencia de los efectos de la intolerancia,
y muchas más instituciones que promueven la tolerancia a escala mundial, aunque
no terminamos de superar prejuicios y emociones absolutamente elementales, sobre
todo en referencia a las tradiciones culturales diferentes. El solo hecho de que una
persona, como me ocurrió recientemente en Boston con un taxista, hable una lengua
absolutamente desconocida nos produce angustia y temor: “Este hombre habla una
lengua que yo ni siquiera puedo nombrar” y eso es muy perturbador.
La modernidad intenta resolver este conflicto por la vía de curiosidad y el interés
creciente por la cultura de los otros. Pero eso no es automático, implica un esfuerzo,
un aprendizaje, un trabajo.
A.M.: Cada vez aceptamos más que al ser humano le conviene la pluralidad, la
pluralidad de lenguas, la pluralidad de religiones. Pero la diversidad también proble-
matiza las identidades. Nos obliga a enfrentar discontinuidades tremendas, procesos
migratorios, aprendizaje de lenguas. La diversidad es atractiva pero también cuesta.
En Colombia hay una tensión permanente entre quienes prefieren ver la unidad
nacional de la cultura, una cultura que unifique a todos los colombianos, y quienes
apuesta por los localismos, por lo regional. Hay que buscar un punto de equilibrio.
Una solución bonita es el tema de las Constituciones. Dos venezolanos tienen la
misma Constitución y ese debe ser su punto en común, en lo demás tienen derecho
a ser distintos.
El reto de la convivencia es básicamente el reto de la tolerancia a la diversidad y
esta encuentra su manifestación más clara en la ausencia de violencia. Como intenté
sintetizarlo en un ensayo titulado “Convivencia como armonización de ley, moral y
cultura”, la tolerancia a la diversidad implica hoy:
• una transformación de las identidades y de sus mecanismos de reproduc-
ción, de manera que para tener una identidad fuerte, o para conservarla, ya
no se necesite negar la identidad del otro, no se necesite excluirlo;
• la aceptación de que las opciones que distintos grupos o distintas tradiciones
ofrecen ante las preguntas más importantes (religiosas, filosóficas, políticas)
podrían considerarse –en cierta manera– equivalentes, y más modernamen-
te, la aceptación de la posibilidad y utilidad de que coexistan en una misma
sociedad diversos proyectos de sociedad;
• la ampliación del campo de celebración de acuerdos (muchos temas, como
los relacionados con la sexualidad o las tareas domésticas, dejan de ser re-
gulados por costumbres y pasan a ser objeto de acuerdo, por ejemplo, en el
seno de las parejas).
Eso sí, sin olvidar el término de James Rawls sobre la necesidad de un “plura-
lismo razonable”. Si a mi me demuestran que la ablación de las mujeres africanas
genera un dolor y una vejación innecesaria yo no puedo en nombre del entusiasmo
por la diversidad tolerar esa tradición que atenta contra los derechos fundamentales,
como no puedo aceptar tampoco la pena de muerte.
Pluralismo moral y pluralismo cultural no deberían significar relativismo disol-
vente. Para que no se traduzcan en un “todo vale” se necesita relacionar de mane-
ra nueva la autorregulación individual y las autorregulaciones colectivas: que otros
tengan reglas parcialmente distintas a las mías de ninguna manera significa que yo
pueda o deba volverme más laxo con las mías. Si reconozco la validez de otras tradi-
ciones culturales, no por ello he de debilitar mi interés por elaborar e intensificar mi
pertenencia a una tradición específica.
Eso es lo que buscamos con las acciones organizadas en torno a la idea de cultura
ciudadana, identificar algo de ese piso común, de ese conjunto de reglas mínimas
básicas compartidas que debería permitir disfrutar la diversidad moral y cultural.
Por eso cuando comenzamos con esto nos pareció importante trabajar para tratar
de influir en las transformaciones más cotidianas en la vida común de las personas
que tienen que compartir la existencia y responsabilidades en el marco del espacio
público de una ciudad. Y así nos dedicamos a promover esas transformaciones que
hoy podemos calificar como “pequeñas victorias ciudadanas”.
T.H.: ¿Cómo surgió el concepto de cultura ciudadana? ¿Por qué y desde cuál perspec-
tiva se comienzan esos programas?
T.H.: Es el caso del impacto del uso de mimos en la calles para reorientar las conduc-
tas de los infractores de las señales de tránsito…
A.M.: Los mimos fueron tal vez los más conocidos por el factor sorpresa que supu-
so su aparición y sobre todo porque servían para explicar muy bien el espíritu del
programa: ayudar a los ciudadanos a cumplir las normas a través del buen humor,
incitándolos a hacerlo a través de un elemento lúdico, casi festivo, y no de la sanción.
Pero hubo muchas otras acciones que implicaron el juego, la imaginación, los afec-
tos y otros elementos motivacionales como las tarjetas de aprobación por parte de los
peatones a los conductores que respetaban los semáforos o las de condena a quienes no
lo hacían. También estuvieron las jornadas de vacunación contra la violencia: las perso-
nas hacían sus colas, aceptaban la simulación de que estaban recibiendo una vacuna y
se llevaban a sus casas el certificado de haber sido vacunados. Lo importante era sacar
a la gente de su rutina, poner a unos a ayudar a otros a mejorar sus conductas pero sin
agredirlos ni molestarlos.
A.M.: En los tres primeros años, 1995-1997, el costo total fue de cerca de 130 mi-
llones de dólares, exactamente el 3,7% del presupuesto de inversión para la ciudad.
Pero sin duda valió la pena hacerlo. Pasado tanto tiempo, las ejecutorias en materia
de cultura ciudadana siguen siendo local y nacionalmente reconocidas como la prin-
cipal realización de ese gobierno.
Los resultados en el campo de la seguridad fueron, por ejemplo, muy contundentes.
Se logró reducir la tasa de homicidios de los 82 por cada cien mil habitantes ocurridos
en 1997 a solo 35 en el año 2000. Allí influyó una serie de acciones como la “Ley Zana-
horia”, que limitaba el horario de funcionamiento de bares y discotecas y expendio de
licores hasta la una de la mañana; el Programa de Desarme, tanto legal como voluntario,
que implicó la creación de centros de negociación y capacitación de la policía, y logró la
entrega voluntaria de más de 1.500 armas. En realidad esto representaba solo el 1% del
total de armas en la calle, pero el mensaje que significa deponer unilateralmente el arma
tuvo un efecto tan significativo que la tasa de homicidios se redujo en un 26%.
Cerca de 45.000 personas participaron en la “vacunación” contra la violencia
familiar, actividad que incorporaba muy breves e intensos talleres con el apoyo de
psiquiatras y psicólogos, útiles para detectar casos que requerían atención profesio-
nal, para divulgar la oferta institucional de atención y para comprender cuánto tiene
la violencia de enfermedad.
Igual logramos reducir las 1.387 muertes en accidentes de tránsito ocurridas en
1995 a 834 en el 2000. A este respecto tuvo gran importancia el hecho de que la Policía
Metropolitana se encargara del tránsito en la ciudad, medida que también condujo a la
erradicación de la costumbre de pagar soborno para evitar las multas de tránsito.
Otros logros no menos importantes fueron la reducción en dos tercios del núme-
ro de niños quemados con pólvora; el avance notorio en la recuperación y respeto en
el uso del espacio público, primero con las ciclovías, luego con plazas y parques; y el
ahorro voluntario de agua entre el 11% y 14% por emergencia durante varios meses.
T.H.: Escuchándolo queda claro que no todas las acciones que emprendieron eran
de carácter persuasivo y lúdico, que se supone es lo que caracteriza a los programas
de cultura ciudadana. Vemos que también se recurrió a las sanciones y prohibiciones
como en el caso de “Ley Zanahoria” y otras acciones normativas como el Programa
de Desarme.
A.M.: Es necesario recordar que el Programa de Cultura Ciudadana parte del su-
puesto de que para que exista convivencia es indispensable el respeto a las reglas.
Por eso era importante preguntarse por qué la gente cumple las normas. Una cosa
es cuando una persona cumple las reglas porque tiene una gran admiración por la
Ley –esa sería una regulación de carácter moral–, y otra muy distinta, es cuando lo
hace por temor a la sanción y el castigo –esa sería la regulación legal–. Otra, sería por
hábito, costumbre o por temor al repudio social, esa es la regulación cultural.
Son tres tipos de mecanismos regulatorios –Ley, Moral y Cultura– que no siem-
pre van juntos, no siempre guardan concordancia. Y, como señalamos antes, la mo-
dernidad tiende a acentuar su divorcio, agudizando la diferenciación entre reglas
legales, reglas morales y reglas culturales.
Entonces podemos partir de la oposición entre dos tipos ideales de sociedad.
Aquellas donde lo moralmente válido cabe dentro de lo culturalmente válido, lo cual
a su vez cabe dentro de lo legalmente permitido, y aquellas otras donde abundan las
incongruencias entre esos tres sistemas de regulación de la acción y la interacción, en
donde está instalado un divorcio entre las tres instancias, entre ley, moral y cultura.
En el primer tipo de sociedades lo importante es que la ley sea reconocida en
su legitimidad y acatada de manera prácticamente universal. Hablo de tradiciones
con opciones de ética laica inscritas en diversos legados culturales –Grecia, Roma,
Renacimiento, Revolución Francesa– que permiten una convergencia entre la coac-
ción estatal, el control social y la acción de sentimientos morales como la vergüenza
o la culpa. Así, en asuntos básicos corno los Derechos Humanos, ley, moral y cultura
convergen y se refuerzan mutuamente.
No es así en el caso de Colombia y en general de las sociedades con democracias
imperfectas, desgarradas o en construcción. En ellas, como ya señalé, suele suceder
lo contrario: hay razones similares para acogerse a reglas distintas y, paradójicamen-
te, una homogeneidad moral relativa sirve de base a la coexistencia de reglas muy
diferentes. En estos casos la diversidad cultural y el grado de segmentación social
contribuyen a ese divorcio.
He llamado “divorcio entre ley, moral y cultura” a la falta de congruencia entre la
regulación cultural del comportamiento y sus regulaciones moral y jurídica, falta de
congruencia que se expresa como violencia, como delincuencia, como corrupción,
como ilegitimidad de las instituciones, como debilitamiento del poder de muchas de
las tradiciones culturales y como crisis o debilidad de la moral individual.
Así, llegamos a caracterizar la sociedad colombiana por un alto grado de divor-
cio entre ley, moral y cultura. El ejercicio sistemático de la violencia por fuera de las
reglas que definen el monopolio estatal del uso legítimo de ella, o el ejercicio de la
corrupción, crecen y se consolidan precisamente porque llegan a ser comportamien-
tos culturalmente aceptados en ciertos contextos. Se toleran así comportamientos
claramente ilegales y con frecuencia moralmente censurables.
Podemos resumirlo así: la convivencia consiste en buena parte en superar el
divorcio entre ley, moral y cultura, es decir, superar la aprobación moral y/o cultural
de acciones contrarias a la ley y superar la debilidad o carencia de aprobación moral
o cultural de las obligaciones legales. La cultura ciudadana es un instrumento para
contribuir a superar ese divorcio tratando de hacer que se reconozca para mejorar la
regulación cultural de la interacción entre desconocidos y entre personas y adminis-
tración. La regulación cultural y su congruencia con las regulaciones moral y legal
ayudan mucho a entender cómo funciona lo sano, lo no violento, lo no corrupto. Le-
galidad, moralidad y aceptabilidad cultural o social de la acción le pueden interesar.
De ahí que en el centro de los programas y las acciones de cultura ciudadana
esté el objetivo de reducir la justificación moral o cultural de la ilegalidad. Pero hay que
tener mucho cuidado con esta interpretación. No se trata de que la ley, la moral y la
cultura ordenen exactamente lo mismo, porque eso sería integrismo y sería incom-
patible con el pluralismo cultural y ético hacia el que avanza la humanidad. A lo que
se aspira es que las reglas tengan la suficiente universalidad, coherencia y expresión
estética como para lograr suscitar la admiración de personas que tienen marcos mo-
rales diferentes.
Durante siglos para la humanidad no ha sido fácil asumir esto o entenderlo y, por lo
tanto, podemos comprender que para una sociedad contemporánea también sea difícil.
T.H.: Creo que es el momento de hablar de una figura muy llamativa que aparece en
algunos de sus textos más recientes, me refiero a la figura del “anfibio cultural”. Us-
ted sostiene que la falta de comunicación entre los diferentes grupos sociales, que se
expresa en la falta de articulación entre los eslabones del sistema educativo, agrava las
diferencias sociales, impide el aprovechamiento social del saber y debilita la nación.
Y recurre a la “teoría de la recontextualización” de Bernstein en la que se entiende la
educación como un proceso que toma conocimientos de manera selectiva y jerarqui-
zada de un contexto para llevarlos a otro. Lo que implica que cada educador sería
un “recontextualizador”. Desde esa perspectiva, le hago dos preguntas. Una, ¿es ese,
el de “recontextualizadores”, el papel que le asigna a los anfibios culturales en tanto
que sostiene que “el anfibio transporta fragmentos de verdad, o de moralidad, de un
contexto a otro”?. Y dos, ¿por qué le da tanta importancia a esa figura?
T.H.: Para ir concluyendo, quisiera preguntarle, casi veinte años después de haber
introducido el concepto, ¿sigue utilizando las mismas definiciones de cultura ciuda-
dana?
A.M.: Sí. No he podido sacrificar ninguna de las que utilizamos. En la más oficial, la del
Plan de Desarrollo de 1991, hay una orden de enumeración en la que se habla primero
de actitudes, luego de comportamientos, y al final de reglas. Hoy solo cambiaría el orden.
Pondría “reglas” de segunda o de primera. Pero el tema del mínimo común denomi-
nador regulativo para poder gozar la diversidad de las grandes ciudades lo mantengo.
Creo firmemente en el acento que hemos puesto en el hecho de que la cultura ciudadana
regula ante todo el comportamiento de desconocidos entre sí. Es raro, pero el concepto
no ha requerido de cirugías grandes, más bien de pequeños ajustes.
En la primera enunciación, “Derechos” lo habíamos dejado para el final. Ahora
me gusta comenzar citando a Hannah Arendt cuando afirma que “ciudadanía es el
derecho a tener derechos”. Porque esa frase abre una puerta de comunicación fácil
con la gente que ha preferido reforzar los derechos más que los deberes.
Hay que imaginarse que mucha gente vive una vida muy dura y que quienes
tenemos cierto protagonismo en el terreno de las ideas –o de los ideales– a veces los
atormentamos y les podemos causar dolores injustos. No toda concientización es
justa. Es verdad que hay gente demasiado “fresca”, demasiado insensible. Pero para
mí sigue siendo un misterio los resultados que se obtienen cuando un ser humano
cuestiona a otro por su modo de actuar.
Por eso a veces pienso que en cultura ciudadana lo más importante es cómo
desarrollar el tacto y la sabiduría para dosificar bien el reproche, el cuestionamiento,
la invitación a repensarse. A veces uno puede ser demasiado duro. Entonces pienso
que un problema importante en Colombia es la dosificación del regaño. Si tu regañas
mucho, la gente cierra filas alrededor del regañado y no a la inversa.
Cultura ciudadana entonces es un proceso autorregulador autorregulado. Cul-
tura ciudadana forma a la gente en una capacidad de reclamar sus derechos pero
también de transformar el derecho.
Yo alguna vez miré con ojos críticos a un alcalde chileno que quería introducir
el derecho a una ciudad justa. Me parecía como justicia en abstracto al cuadrado. Y
no, ese hombre estaba intuyendo algo valioso, y es que en todas las consideraciones
básicas de la ciudad se tenga en cuenta la justicia, tanto en el sentido distributivo
como el retributivo.
Es cierto que la proliferación de derechos puede generar expectativas excesivas.
Pero, simplificando el discurso sobre la relación con las reglas, se puede decir que
las reglas las puedes tomar como algo que uno tiene que obedecer, tomarlas como
algo que uno le puede pedir a los demás que obedezca, o tomarlas como objeto de
reforma conjunta: “Venga y obedecemos la ley”; “Venga y yo le recuerdo que las leyes
debe obedecerlas y tal vez usted hace lo mismo conmigo”; o “Venga y reformamos
juntos las leyes”.
Lo impresionante es que hoy estamos más cerca que nunca de la idea de que la
cultura en algún sentido profundo es reformable. Desde el puro comienzo la utiliza-
ción de la metáfora de la cultura implicaba un cierto direccionamiento. Cultivarse,
hacerse culto, tratar a la gente con cultura, significaba como autorregularse. Hoy en
día esa regulación es un poco de vara fáustica o nitzcheana, objeto de la acción huma-
na, algo así como qué carácter quieres tener o, en algún sentido también, cómo quie-
res ser recordado. Y allí yo daría una especie de técnicas o prototécnicas o pretécnicas
para ajustar el proyecto de vida a un modo de ser, a una imagen. Todo esto tiene lados
espinosos, problemáticos, pero también nos muestra que hemos avanzado en nuestro
nivel de reflexividad, como en el control sobre el propio destino. Un poco como Pico
della Mirandola, nos dieron la cara incompleta y nosotros la estamos completando.
T.H.: ¿Desde un punto de vista muy personal, en tanto que ciudadano que tuvo res-
ponsabilidades en la ciudad, como se siente hoy ante la manera como han abordado
los distintos gobiernos que le sucedieron los programas de cultura ciudadana? ¿Qué
encuentra bien y qué le preocupa?
A.M.: Pues hay cosas que sobreviven notablemente. Por lo menos en lo que me ha
tocado vivir no he vuelto a ver los niveles de agresividad y violencia que yo recuerdo
de la niñez. Se siguen encontrando homicidios realmente absurdos pero el tipo de
agresión que nace de una hipersensibilidad, de “No me humilles”, esa especie de
intolerancia pura que era tan fuerte en Bogotá, ha bajado.
En la última Encuesta de Cultura Ciudadana hecha en Bogotá (2011) se nota que
las formas de la violencia de base emocional se mantienen con tendencia a la baja.
Hemos avanzado en ambas, pero más en la lucha contra la rabia que, por ejemplo,
la violencia para robar.
Sobre el familismo1 en Bogotá, bajó muchísimo en nuestra gestión, luego hubo
un retroceso en las siguientes gestiones pero nunca volvió a las situaciones anteriores.
El ahorro de agua siguió, incluso se acrecentó. El rechazo al porte de armas había
bajado de 24% como a 11%, y ahora subió de 11% a 16% pero no regresó a 24%.
Estos datos subrayan la necesidad de instrumentos adecuados para hacer segui-
miento a los resultados de los programas, pero hay que recordar que en lo humano
tal vez nunca haya dos situaciones exactamente iguales, sino que lo que en la situa-
ción pasada representó esperanza en la nueva puede representar una especie de lugar
común vacío. O al revés, la gente puede decir que ahora sí hace falta cultura ciuda-
dana. La vida social está muy marcada por narrativas y las narrativas incluyen, para
ser viables y sostenibles, muchas sorpresas. Las narrativas tienen sus lógicas propias.
Es raro, pero ahora creo que parte de los aprendizajes de cultura ciudadana son
como cuando aprendes a montar bicicleta, a nadar o a amarrarte lo zapatos. Son
irreversibles. Por ejemplo, en el tema tributario: estoy muy seguro de que inculca-
mos al grueso de la gente que lo correcto es pagar impuestos y luego, por supuesto,
reclamar por su uso correcto. Pero ya nadie dice: “dejemos al gobierno sin recaudos,
sin impuestos y que se las arregle”. Eso antes no era así. En Bogotá aumentó mucho
la disciplina fiscal y la legitimidad del cobro.
Hay muchas cosas que han cambiado definitivamente, aunque otras se están
tambaleando. Hay algo positivo aunque el tono sea pesimista y de cierta nostalgia. La
gente dice: “Ay, si hubiésemos seguido por ese camino, estaríamos mejor”. Pero creo
que hoy la ciudad se ama más a sí misma. Se respeta incluso con el látigo con el que
se azota porque se idealiza mucho la vida de esos años por los logros: por ejemplo, al
final del primer año de gestión, 70% de los conductores usaba el cinturón de seguri-
dad contra prácticamente cero antes.
Lo clave es tener logros en cinco, seis o siete acciones y hacer que la gente se
sienta coautora de esos logros. Y luego pasar de la norma chiquita acoplada en lo
legal con lo social a la norma grande de que la ley amerita una norma social según
la cual la ley es para obedecerla. Si usted logra que la gente obedezca la ley no solo
por la multa o la cárcel, se le abren caminos infinitos a las ciudades y a la sociedad.
1
Se entiende por “familismo” la disposición a desobedecer la ley y al uso de la violencia cuando
está de por medio la ayuda, defensa o protección de miembros de la familia.
Eduard Miralles
El propósito de este artículo es intentar dar cuenta de las relaciones entre cultura y
desarrollo local, y de ambas con la cooperación descentralizada, partiendo primero
de un somero análisis del estado de la institucionalidad local en relación con las
políticas para la cultura tanto en la Unión Europea como en América Latina, estable-
ciendo algunos modelos y tendencias fundamentales. Y, en segundo lugar, pasando
revista a las teorías y conceptos que vinculan las nociones de cultura, cooperación y
desarrollo, apuntando algunas claves para un nuevo paradigma.
Aún a pesar de los avances sin duda notables experimentados recientemente en
lo tocante a la relación entre sus distintos ámbitos, podemos afirmar que el discur-
so de la cultura sigue estando demasiado ausente de la cooperación tanto como el
discurso de la cooperación lo está de la cultura. De un modo análogo, el discurso
de la cultura sigue estando demasiado ausente del desarrollo tanto como el discurso
del desarrollo lo está de la cultura. Reducir tales distancias, tanto desde la modestia
necesaria como desde las limitaciones evidentes, no deja de ser la intención última
de este artículo.
o prejuicio cuando se trata de establecer reglas de juego para algo tan frágil y sensible
como la cultura –a menudo se señala el “dirigismo cultural” como un peligro, mien-
tras que nadie juzga como ilícita la existencia de “dirigismo” sanitario o educativo2.
Ni qué decir tiene que la relativa novedad histórica de las políticas para la cultura –en
gran medida inexistentes antes de la Ilustración y el siglo XVIII– se traduce en una
falta de tradición que contribuye a incrementar dicha precariedad e insuficiencia.
A pesar de estas peculiaridades, puede afirmarse que no existe ningún estado
europeo ni latinoamericano que no haya emprendido, a partir del siglo XIX, el desa-
rrollo de ciertas formas de institucionalidad cultural concordantes con una relativa
concepción de lo que deben ser las políticas para la cultura3. Haciendo salvedad de
las particularidades que se derivan de la situación de cada país y de su trayectoria
específica, en todos los casos se constata el desarrollo de tres líneas de actuación –
consecutivas en su origen histórico, pero a la vez acumulativas y, hoy día, simultáneas
en el presente– que a grandes rasgos podemos caracterizar del siguiente modo:
2 Los tres grandes modelos de políticas para la cultura que han existido en el mundo, ha-
ciendo la salvedad del sistema existente en los países de la antigua órbita soviética, pueden
ser interpretados a partir de la existencia o no de tal “dirigismo”, mesurando la distancia
existente entre el Estado como sujeto de intervención y la cultura como objeto de la misma:
mientras que en el modelo norteamericano del National Endowment for the Arts la interven-
ción del Estado es teóricamente inexistente y se limita a arbitrar una cierta lógica de subsi-
dios para el sector, en el modelo “continental” europeo de los Ministerios de Cultura sucede
justamente lo contrario, y los países que se acogen a la tradición de los Arts Councils –Reino
Unido, países nórdicos, etc.– se basan en el principio del arm’s length o distancia próxima
entre ambos. Muchos Estados latinoamericanos (Colombia, por ejemplo) se han debatido
también entre el modelo ministerial y el de un consejo para la cultura. Podría afirmarse,
no obstante, que la tendencia actual es perseguir un cierto equilibrio entre ambos: tal es el
caso del Reino Unido, con la creación en el año 1997 de un Ministerio para la Cultura, los
Medios de Comunicación y el Deporte que cohabita con el Arts Council, o el caso de Chile,
con la creación en el año 2003 de un Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de corte
ministerial.
3 En lo que respecta a América Latina véase, en este sentido, el ya clásico Políticas culturales
en América Latina, coordinado por Néstor García Canclini (Grijalbo; México, 1987).
Si tras este breve excurso regresamos a nuestra reflexión inicial sobre la relación
entre una posible nueva institucionalidad local y las políticas para la cultura, quizás
podamos arrojar un poco más de luz sobre aquella situación que, un poco más arriba,
calificábamos de precaria, discontinua e incluso concurrente. En primer lugar, el in-
suficiente entramado normativo de las políticas para la cultura se hace especialmente
4 Es preciso hacer notar, en este sentido, la significación de instituciones culturales como el
Centro Cultural General San Martín de la ciudad de Buenos Aires, creado en el año 1970, o
el Complejo Cultural Fundación Teatro Teresa Carreño de Caracas, creado en el año 1973,
inspirados en buena medida por el modelo francés de las “maisons de la culture” desarrollado
a lo largo de los años inmediatamente anteriores.
patente en los niveles locales y regionales de casi todos los países; la retórica habitual
que considera como parte de las obligaciones de los poderes públicos la necesidad de
“promover” o “difundir” la cultura, así como la obligación de “garantizar el acceso”
de la ciudadanía a la misma, raramente alcanza concreciones significativas. Una con-
secuencia inevitable de semejante situación, en casi todos los países europeos y lati-
noamericanos, es el hecho de que los distintos niveles de administración del Estado,
ya sean nacionales, regionales o locales, estén condenados a una situación de con-
currrencia competencial que acaba generando tanto solapamientos como verdaderos
“agujeros negros” o “zonas de sombra”, circunstancia que provoca que buena parte
de las políticas para la cultura se construyan y resuelvan no tanto desde la lógica de la
ley como desde la lógica del pacto entre las respectivas instituciones, algo que acaba
siendo a la vez causa y efecto de un funcionamiento escasamente normalizado.
En el reverso de las competencias cabe situar la financiación, a todas luces para
el poder local insuficiente. Aunque nadie pone en duda que cualquier competencia,
cuando no va acompañada de una financiación razonable, solo puede ser un brindis
al sol o papel mojado, lo cierto es que en la lógica de la acción cultural esta sigue sien-
do una situación recurrente en exceso. En especial en los países de América Latina
donde raras veces, en los procesos de “devolución” de competencias desde el Estado
nacional hacia los niveles de administración locales y regionales, dicha transferencia
de atribuciones va acompañada de la transferencia de recursos económicos respec-
tiva. Así las cosas, la realidad de la administración local de la cultura tiene que ver,
a ambos lados del Atlántico, mucho más con las dificultades de resolver la tensión
que provoca ser el primer peldaño –muchas veces sin capacidad de contención– de
la demanda cultural ciudadana sin gozar de competencias específicas ni financiación
suficiente que con la retórica, sin duda legítima pero a años luz de la realidad, de la
aplicación del principio de subsidiariedad como condición necesaria para el desarro-
llo de una gobernanza sostenible. En general, el “esfuerzo” cultural de las adminis-
traciones locales y regionales está muy por encima de sus posibilidades. Valga el caso
español como ejemplo: aún cuando la única competencia obligatoria explícita de la
administración local en cultura es la provisión del servicio de biblioteca pública en
aquellos municipios con una población superior a los 5.000 habitantes, la realidad
“de facto” es que el gasto público local español supone el 55% del gasto público total
de las administraciones en España, y que la administración local genera el 42% del
empleo público del sector6.
En consecuencia, y de forma parecida a lo que sucede en otros sectores de ac-
tividad de la cooperación descentralizada, es preciso aclarar que en la cooperación
cultural la “descentralización” se debate entre el espejismo y la asignatura pendiente.
Solo en países con una tradición “central” extensa e intensa, como pudiera ser el caso
de Francia –quizás el modelo de “estado cultural” de mayor densidad en el contexto
europeo– hablar de “descentralización” y, por extensión, de “cooperación descentra-
6 Véase el estudio sobre La industria de la cultura y el ocio en España (Fundación Autor; Madrid,
2000). En este mismo sentido, veáse también el estudio Diagnóstico de la gestión cultural de
los municipios, realizado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile en el año
2005.
10 El G-77, grupo de países en vías de desarrollo con el objetivo de ayudarse, sustentarse y apoyar-
se mutuamente en las deliberaciones de las Naciones Unidas, fue creado en el año 1964.
11 Se trata de la Conferencia de Helsinki (1972), que en su declaración final trata de las finali-
dades culturales del desarrollo; la Conferencia de Yakarta (1972), que otorgó un interés par-
ticular al análisis del desarrollo cultural de los individuos; la Conferencia de Accra (1975),
cuya declaración final subrayó la noción de personalidad cultural como elemento de todo
proceso interno o de desarrollo social; y, finalmente, la Conferencia de Bogotá (1978), con-
sagrada a explorar las relaciones entre la identidad y el pluralismo cultural.
12 Es preciso recordar aquí que en cierta medida en “Mondiacult” se escenifica una nueva
correlación de fuerzas entre los Estados Unidos, la Unión Soviética, los países de Europa
y el grupo de los “no alineados” y que tras la celebración de dicha conferencia, y en plena
crisis provocada por el “informe McBride” de 1980 sobre el nuevo orden comunicacional
mundial, los Estados Unidos, el Reino Unido y Singapur deciden abandonar UNESCO,
decisión que acarreará profundas consecuencias económicas y de legitimidad para la insti-
13 Véase Javier Pérez de Cuéllar y Lourdes Arizpe (coordinadores): Nuestra diversidad creativa.
Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo (UNESCO; Madrid, 1997). También
es de interés consultar la sección europea de dicho informe, coordinada por el Consejo de
Europa, publicada autónomamente bajo los elocuentes títulos de In from the margins (ver-
sión inglesa) y de La culture au coeur (versión francesa). En español, por razones que aquí
no vienen al caso, se trata de Sueños e identidades. Una aportación al debate sobre cultura y
desarrollo en Europa (Ed. Península/Interarts; Barcelona, 1999).
14 Véase http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=15540&URL_DO=DO_TOPIC&URL_
SECTION=201.html
15 Véase Informe mundial sobre la cultura 1998: cultura, creatividad y mercados (UNESCO; París, 1998).
16 Véase Informe mundial sobre cultura 2000-2001: diversidad cultural, conflicto y pluralismo
(UNESCO; París, 2001).
trata del primer texto normativo con carácter internacional sobre la materia que nos
ocupa, cuya entrada en vigor se produjo en marzo del 2007 y que al día de hoy ha
sido ratificado por 98 Estados y también por parte de la Unión Europea. Resulta, para
acabar, también de gran importancia que en el “Informe sobre el Desarrollo Humano”
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) correspondiente al
año 2004 se eligiera como tema monográfico el desarrollo cultural, bajo el título de
La libertad cultural en el mundo diverso de hoy19.
Como es de imaginar, la trayectoria intergubernamental sumariamente descrita
hasta aquí en lo que respecta a las relaciones entre cultura y desarrollo, acarreará
impactos y repercusiones de indiscutible trascendencia en el ámbito de los poderes
públicos locales y regionales europeos y latinoamericanos, aún a pesar de que el
grado de articulación de los mismos, más allá de las asociaciones estatales de mu-
nicipios, es en general débil o precario20. Cabe destacar quizás, en la orilla europea,
la labor llevada a cabo a lo largo de los años 1980 por parte del Consejo de Europa,
que consagró algunos de sus proyectos de investigación-acción más destacados a la
pertinencia de las relaciones entre “cultura y ciudad” (proyecto 5), “cultura y de-
sarrollo regional” (proyecto 10) y “cultura y barrios urbanos”21. Algunas iniciativas
como la creación en el año 1992 de una red europea de centros de formación de
tica cultural, fortalecer las capacidades estratégicas y de gestión del sector público mediante
los intercambios y la puesta en común de las mejores prácticas, fortalecer las alianzas con
la sociedad civil, las ONG y el sector privado, promover el uso de las nuevas tecnologías y
privilegiar el intercambio de información y fomentar acuerdos de coproducción y codistri-
bución. Del mismo modo, en el artículo 14, consagrado a la cooperación para el desarrollo,
se indican estrategias para el fortalecimiento de las industrias culturales en los países en
desarrollo, así como la necesidad de generar iniciativas de capacity building a través de la
formación y el intercambio de información, se establece la transferencia de técnicas y co-
nocimientos empíricos en el ámbito de las industrias y empresas culturales y, finalmente,
se apuntan medidas de apoyo financiero, en particular a través de la creación de un Fondo
Internacional para la Diversidad Cultural. La Convención constituye, por lo tanto, una
agenda real con carácter normativo para la cooperación cultural internacional en clave de
desarrollo, cuyo alcance hacia las instancias regionales y locales de los respectivos países
signatarios no debe pasar desapercibido.
19 Véase http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2004/
21 Véase, a tal efecto, la obra de Michel Bassand: Cultura y regiones de Europa (Oikós-Tau; Bar-
celona, 1996), que compila las labores del “proyecto 10” del Consejo de Europa, así como
los tres volúmenes que bajo el título de Culture and Neighbourhoods publicó el Consejo de
Europa en el año 1998 (también disponibles en francés bajo el titulo de Culture et quartiers).
23 Véase http://www.agenda21culture.net
24 Véase http://www.cities-localgovernments.org
25 Si la Agenda 21 de la Cultura constituye, por decirlo de algún modo, un buen plano o mapa
para la navegación de proximidad, situando sus acentos más destacados en el ámbito del
desarrollo local y de la cohesión social, pero que a menudo requiere el concurso de instru-
mentos complementarios de mayor escala para el abordaje de problemas globales, con la
Convención de la Diversidad sucede algo simétricamente inverso, dado que se trata de un
buen mapamundi o globo terráqueo para el abordaje de la diversidad y la cooperación en
los nuevos espacios de la denominada economía creativa, planteándose la necesidad de ins-
trumentos de dimensión más adecuada cuando se trata de hacer frente a realidades locales.
27 Véase la obra de George Yúdice El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global (Ge-
disa; Barcelona, 2002).
28 Aunque las referencias sin duda sean polémicas, los puntos más débiles de emprendimientos
aparentemente exitosos como el Centro Guggenheim de Bilbao inaugurado en 1997 (un museo
“franquicia” concebido como catalizador del desarrollo urbanístico, económico y de posicio-
namiento global de su entorno territorial sin incorporar una estrategia de “desarrollo cultural”
específica) o el Fórum Universal de las Culturas Barcelona 2004 (un acontecimiento concebido
en cierta medida al margen de las dinámicas culturales de la ciudad donde sucedió) pueden
servir de ejemplo sobre este uso relativamente espurio de la cultura como recurso.
29 Incluso una institución tan significativa como el Banco Mundial organizó conjuntamente con
UNESCO en la ciudad de Venecia ya en el año 1999 un gran evento sobre el tema bajo el título
de “Culture Counts”. Véase http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001223/122395mb.pdf
dicho de otro modo, empezar a plantear la reversión de una parte significativa de las
plusvalías que la cultura genera en la protección y la mejora del ecosistema cultural en
general y, de un modo especial, de los que sin ninguna duda constituyen los dos polos
imprescindibles de toda dinámica cultural, el polo de la creación (donde se acumula
el “capital cultural”, evitando su dilapidación e incluso su eventual fuga hacia otros
territorios donde el reconocimiento pudiera ser en teoría más factible) y el polo de la
ciudadanía (donde el “capital cultural”, mediante mecanismos de apropiación debida,
se convierte en generador de “capital social”, compensando las desigualdades culturales
de la mejor forma posible y evitando que la inherente función de distinción de la cul-
tura contribuya a mayores fracturas sociales en base a la diferencia y la desigualdad30).
Invirtiendo, por expresarlo de una forma más o menos gráfica, el arco tradicional de las
políticas locales para la cultura, que tiende a privilegiar la “difusión cultural” como la
estrategia más importante31, relegando a una posición subsidiaria la atención al polo de
la creación y al polo de la ciudadanía, e intentando justamente todo lo contrario.
Llegando a este punto resulta indiscutible que una aproximación relativamente
ecosistémica a las políticas locales para la cultura, como el que en cierto modo se
desprende de la Agenda 21 de la Cultura, inaugura una nueva categoría de compro-
misos y responsabilidades para aquellos que, desde su cotidiano quehacer técnico o
político, se desempeñan como responsables de tales políticas. Es en este sentido que
sin ninguna pretensión de exhaustividad se detallan acto seguido algunos de ellos:
• Se impone, del mismo modo, avanzar hacia nuevas formas de abordaje de la di-
versidad y el diálogo intercultural inspiradas en cuestiones hoy en día cruciales,
como el hecho de que la identidad, en el marco de las políticas para la cultura,
ya no va a ser más una precondición determinante y determinada, sino más
bien una dimensión fundamental de su proyecto; que el enfoque multicultural,
basado en el reconocimiento y la legitimación de todas y cada una de las culturas
existentes en un territorio determinado, no debe estar reñido, antes al contrario,
con la creación de condiciones para la interculturalidad entre las comunidades
portadoras de las respectivas culturas; que la noción de diversidad es en sí misma
“diversa”, puesto que poco o nada tienen que ver las situaciones derivadas de la
diversidad étnica, lingüística o migratoria; y, en definitiva, que uno de los grandes
retos del futuro de las políticas públicas es lograr garantizar tanto el “derecho a la
diferencia” como el llamado “derecho a la indiferencia” como condición funda-
mental para la ciudadanía contemporánea.
33 Simplemente como botón de muestra de las posibilidades del “pensar localmente” cabe des-
tacar aquí el ejercicio emprendido por la Comisión de Cultura de la Federación Española de
Municipios y Provincias (FEMP) a lo largo del período 2005-2008, orientado a construir un
sistema de indicadores para evaluar el impacto a escala local de la Agenda 21 de la Cultura,
dando cumplimiento a lo que en el articulo 49 de la propia Agenda se indica en relación con
la necesidad de “realizar una propuesta de sistema de indicadores culturales que dé cuenta del
despliegue de esta Agenda 21 de la Cultura, a partir de métodos generales de manera que se pueda
facilitar el seguimiento y la comparabilidad”. Véase, en este sentido, http://www.femp.es/Portal/
Front/Atencion_al_asociado/Comision_Detalle/_y-rfpJiXKXpM5aXrFoV5IVNPiXJAXgA-
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Xavier Marcet
empresas, los proyectos culturales, los constituyen personas creativas que se arries-
gan a la crítica y los exámenes de los mercados. Los otros los describen y en el me-
jor de los casos mejoran la creación o la percepción de la creación o, simplemente,
la destrozan justa o injustamente. Pero crear está a otro nivel y eso debe contar en
las ciudades creativas. El respeto al riesgo que comporta la creación, llevando la
creación al escenario o al mercado, debería ser más fuerte que la glorificación de
aquellos que siempre encuentran un último matiz que les impide crear o apoyar el
proceso de creación de otros. Reconocer socialmente a los creadores que se atreven
es un verbo central en las ciudades creativas.
La gestión del talento va a ocupar un espacio relevante entre las políticas de las ciuda-
des creativas. La gestión del talento ocupa un amplio espectro que va desde:
* Este texto es una versión revisada y actualizada del escrito original publicado en el libro Ciu-
dades creativas. Volumen 1. Cultura, territorio, economía y ciudad. Félix Manito (editor). Fundación
Kreanta. Barcelona, España. 2009.
Algunos de los principales cambios cualitativos de las ciudades, que aquí solo pue-
den enunciarse brevemente, pueden quedar englobados en la idea de “sociedad lí-
quida” o “cultura líquida” acuñada por Zygmunt Bauman, que habla de la actual
inestabilidad de los valores y referentes antaño tenidos por sólidos: hoy predomina
una vivencia de aceleración del tiempo y contracción del espacio, que algunos con-
sideran la definición básica del proceso de globalización; una multiplicación a gran
velocidad de toda clase de flujos al servicio del intercambio y la mercantilización,
con una intensificación abusiva del espacio urbano; la digitalización de casi todos los
procesos y, por tanto, la virtualización y casi evaporación del contacto presencial; la
proliferación de mensajes y símbolos, especialmente publicitarios; el predominio de
la imagen, y de la imagen fugaz, que genera la publicidad y los medios audiovisuales,
que nos convierten en espectadores compulsivos de una corriente imparable de estí-
mulos visuales –pasando a ser más “homo videns” (Sartori) que “homo sapiens”–; o la
espectacularización de la vida y la transformación del espectáculo mismo en mercan-
cía de consumo, cada día más compulsivo. Y finalmente, pero no menos importante,
la configuración cada vez más compleja de nuestras ciudades por el fenómeno mi-
gratorio, que aunque ha sido siempre una característica de la especie humana, en las
últimas décadas se ha intensificado fuertemente: del campo a la ciudad en cada país
y de los países empobrecidos a los países con mayores recursos disponibles.
¿Qué puede decir una ciudad educadora ante la complejidad de la nueva situa-
ción? Lo primero, insistir en los aspectos positivos: la ciudad continúa siendo espacio
de libertad y de comunicación, con fuerte capacidad de mejora de las personas que
viven en ella y de promoción de su buena convivencia; por otra parte, los mensajes,
intercambios e imágenes no tienen por qué ser todos negativos, consumistas e indi-
vidualistas. Se debe estimular la aparición de grupos sociales y medios de comunica-
ción que comprendan la importancia de emitir todo tipo de mensajes constructivos
de ciudadanía y actúen en consecuencia. La ciudad educadora debe amoldarse a las
exigencias del nuevo mundo globalizado, su cultura “líquida” y sus mensajes digi-
tales para ganar eficacia educadora, utilizando los mismos instrumentos y estilos de
comunicación que resultan eficaces para otras finalidades. Probablemente será nece-
sario que la ciudad, de acuerdo con los educadores formales y no formales, oriente
la formación de los ciudadanos, los más jóvenes pero también los mayores –víctimas
de la llamada “fractura digital”–, hacia el dominio conceptual y la orientación ética
de los nuevos “alfabetos”, los códigos y las infinitas argucias de la comunicación y
la información del siglo XXI. Seguramente este es el núcleo desde el que se puede
reorientar, con mucha dificultad y modestas previsiones de éxito, el cambio cualitati-
vo de nuestras ciudades. Dejando claro que la formación “conceptual y ética” quiere
decir, evidentemente, mucho más que habilidad técnica o simple dominio funcional
de las máquinas: quiere decir sobre todo conciencia de los objetivos, de los valores y
del trasfondo humano y social que se juega diariamente en la inmensa galaxia comu-
nicativa en que se ha convertido el mundo.
Además de esta formación, que ahora ya hay que considerar básica, la ciudad
educadora debe concentrar esfuerzos en el sostenimiento y refuerzo de los vínculos
comunitarios que todavía se mantienen en muchas ciudades; o promover su recupe-
ración donde estén ya perdidos o en amenaza de desaparición. Ello es especialmente
importante ante el intenso fenómeno de las migraciones y el asentamiento urbano
normalmente difícil que los migrantes pueden encontrar. Nada puede consolidarse
en una ciudad que quiera ser verdaderamente educadora si no se parte de una base
determinante: la plena posesión de los derechos básicos por parte de todos y cada
uno de los ciudadanos y ciudadanas que la constituyen. El riesgo más grande para la
multiculturalidad, de hecho, que al menos inicialmente se produce con la llegada de
personas procedentes de los más diversos puntos del planeta, con sus lenguas, reli-
giones y costumbres distintas, es que se busquen interacciones culturales, educativas
o sociales sin la garantía previa de la plenitud de derechos de todos. Esto significa
sobre todo un tratamiento muy cuidadoso del hecho migratorio desde el punto de
vista jurídico, primero, e inmediatamente también social: acceso universal e integral
a la salud, a la educación formal, a la vivienda, al trabajo en condiciones de digni-
dad. Sin esto, todo lo demás puede quedar en la pura superficialidad e incluso en la
hipocresía. El segundo riesgo de la multiculturalidad es quedarse en la fase de yux-
taposición –incluso si es plenamente pacífica– pero sin interacción, de las distintas
formas de vida que confluyen en una ciudad; por ello, hay que trabajar para pasar de
la multiculturalidad a la interculturalidad: la diferencia cualitativa es la existencia de
comunicación real, intercambio efectivo y cooperación decidida entre unos y otros.
Un urbanismo integrador y democrático debe facilitar e incluso promover la mezcla,
con evitación de “guetos especializados”; la mezcla de niños y niñas de todas las
culturas en los centros educativos es también decisiva; la producción de todo tipo
de iniciativas culturales y sociales de conocimiento mutuo y de intercambio es el
camino; pero sobre todo, la creación de condiciones urbanas y sociales que faciliten
la cohesión social, entendida como disfrute de todos los derechos de ciudadanía en
primer lugar y el acceso equitativo al nivel de bienestar medio de la ciudad.
La dimensión comunitaria de la ciudad es esencial desde una perspectiva educa-
dora: los ciudadanos no pueden entenderse en ningún caso como individuos aislados
que se sitúan unos respecto a otros en una fría yuxtaposición, cuando no en una dura
hostilidad, sino como personas en activa cooperación y convivencia. La yuxtaposi-
ción no construye ciudad, construye almacén. Solo la convivencia participativa cons-
truye ciudad y da contenido a proyectos políticos en su sentido más noble. Desde
los griegos sabemos que la plenitud de la vida del ciudadano solo se adquiría en su
compromiso diario y activo con el resto de ciudadanos, es decir, tejiendo permanen-
temente comunidad.
Se puede afirmar, pues, que en el momento presente construir “ciudad educa-
dora” es, sobre todo, “construir ciudad plena”. En este construirse plenamente cada
ciudad con la participación de todos sus ciudadanos, late y vive la mejor educación
posible, se hacen plenamente educadoras.
necesarios en su entorno como para que ese mismo entorno empresarial disponga
de jóvenes con buena preparación humana y técnica, para ser coprotagonistas del
progreso económico y social.
Un agente básico del proceso educador es la familia. Su responsabilidad, además
de una buena crianza, suele reducirse en el mejor de los casos a mostrar interés por
las calificaciones y el comportamiento de los hijos en la escuela. En un contexto de
ciudad educadora, las familias deben ser algo más: constituyen una referencia prin-
cipal de valor para los hijos; por poner solo un ejemplo, la escuela puede enseñar
bien y hacer actividades positivas a favor del diálogo y la paz, pero si el clima familiar
es autoritario y violento los niños reciben una “contralección diaria”, de alta carga
emotiva además, que en el mejor de los casos solo los desorienta, pero en el peor –y
más probable– anula el trabajo de la escuela y refuerza, por imitación de la vida “real”
–no del espacio siempre visto como oficial de la institución docente– los caracteres
infantiles más insolidarios y potencialmente violentos. Los contravalores de origen
familiar pueden borrar, especialmente en registros muy básicos de la vida, los valores
cultivados en la escuela.
Por ello es imprescindible que la ciudad educadora se ocupe de la promoción
formativa de las familias –y estas acepten entrar en ese camino de corresponsabili-
dad– para que además de interesarse por las calificaciones de los niños en la escuela
encuentren formas de intercambio, armonización y coherencia con sus valores edu-
cativos y para que estén abiertas a la oferta social y cultural de su entorno barrial y
urbano. Muchas familias se expresan lamentando su déficit de formación para esta
función y muchos estudios ratifican el bajo nivel medio de esta formación para un
compromiso educativo suficiente. Uno de los principios de la Carta se dedica de
manera directa a esta necesidad, con el fin de mejorar decisivamente el potencial
educador de las familias en el tejido del barrio y de la ciudad.
Entre los puntos clave de este proceso formativo, el acento debería ponerse en estos
aspectos: la asimilación reflexiva del concepto mismo de educación y la diversidad y
profundidad de sus significados; las posibilidades y responsabilidades educadoras de la
familia en las distintas edades; la relación familia-escuela-barrio-ciudad y los beneficios
educativos de su cooperación; la necesidad y las condiciones pragmáticas del diálogo
intrafamiliar permanente; la educación de las emociones y los sentimientos dentro de la
familia, la educación de y para la libertad de los niños y adolescentes; la relación cons-
tructiva entre responsabilidad y valores a favor de la libertad, etc.
Pero más allá del municipio, de los centros escolares y de las familias, los agentes
cívicos y sociales –es decir, todo el resto de personas de la ciudad– tienen también su
papel principal en una ciudad educadora. Nadie debería sentirse exento o descargado
de un cierto compromiso o corresponsabilidad educadora, por el hecho mencionado
de que todo acto humano –más aún si lo ejerce un profesional de cualquier oficio
o un miembro activo de una asociación o el representante de cualquier institución–
nunca es indiferente o neutral desde la perspectiva educadora y, por tanto, reclama a
todos un plus de responsabilidad en la ciudad.
Esta responsabilidad puede entenderse inicialmente como una simple “perspec-
tiva” nueva sobre la responsabilidad básica que todos tenemos ya como profesionales
de un oficio o de un trabajo, por modesto que sea, o como miembros de una entidad
de cualquier signo. Pero esta perspectiva no es inocente, sino que lleva consigo una
carga de interpelación para la mejora de la propia ejecutoria puesto que no solo se
espera que hagamos bien lo que nos corresponde, como principio general, sino que
también lo hagamos porque otras personas –y especialmente las que están en las fases
primeras de crecimiento y formación– nos ven como referente y generamos en ellas
procesos positivos de identificación y emulación; o, en el caso de que actuemos mal,
generamos procesos negativos de inercias irresponsables. Es decir, educamos o dese-
ducamos, tanto si queremos como si no queremos, tanto si lo sabemos como si no
lo sabemos. Y la ciudad educadora se esfuerza, primero, para que todo el mundo lo
sepa y, segundo, para que todo el mundo lo quiera.
Queda todavía algo más en la ponderación de esta corresponsabilidad transver-
sal: en las más diversas asociaciones, entidades, grupos sociales e instituciones hay
depósitos objetivos de valores muy diversos y de potencialidades educadoras: sean
medioambientales, culturales, deportivas, solidarias, económicas, técnicas o tantas
otras como laten y respiran diariamente en la ciudad. Todos estos valores merecen ser
aprovechados también en su dimensión educadora, a base de articularlos entre ellos,
con la administración y con los centros escolares y centros cívicos o espacios sociales
distintos para hacer posible que la educación encuentre anclajes en la realidad diaria
no estrictamente escolar o curricular y convirtiendo el espacio urbano y humano en
un gran recurso educativo a disposición permanente de todos, tanto de los centros
escolares como de los ciudadanos de toda condición y edad, cada día más conscien-
tes de que se pueden y se deben educar a lo largo de la vida y pueden beber su for-
mación de mil fuentes a su disposición diaria, en su propio entorno barrial y urbano.
Conclusión
ANEXO
PREÁMBULO
Hoy más que nunca la ciudad, grande o pequeña, dispone de incontables posibili-
dades educadoras, pero también pueden incidir en ella fuerzas e inercias deseduca-
doras. De una forma u otra, la ciudad presenta elementos importantes para una for-
mación integral: es un sistema complejo y a la vez un agente educativo permanente,
plural y poliédrico, capaz de contrarrestar los factores deseducativos.
La ciudad educadora tiene personalidad propia, integrada en el país donde se
ubica. Su identidad es, por tanto, interdependiente con la del territorio del que forma
parte. Es, también, una ciudad que se relaciona con su entorno; otros núcleos urba-
nos de su territorio y ciudades de otros países. Su objetivo constante será aprender,
intercambiar, compartir y, por lo tanto, enriquecer la vida de sus habitantes.
La ciudad educadora ha de ejercitar y desarrollar esta función paralelamente a
las tradicionales (económica, social, política y de prestación de servicios), con la mira
puesta en la formación, promoción y desarrollo de todos sus habitantes. Atenderá
prioritariamente a los niños y jóvenes, pero con voluntad decidida de incorporación
de personas de todas las edades a la formación a lo largo de la vida.
Las razones que justifican esta función son de orden social, económico y po-
lítico; orientadas, sobre todo, a un proyecto cultural y formativo eficiente y convi-
vencial. Estos son los grandes retos del siglo XXI: en primer lugar, “invertir” en la
educación, en cada persona, de manera que esta sea cada vez más capaz de expresar,
afirmar y desarrollar su propio potencial humano, con su singularidad, creatividad
y responsabilidad.
En segundo lugar, promover condiciones de plena igualdad para que todos pue-
dan sentirse respetados y ser respetuosos, capaces de diálogo. Y, en tercer lugar,
conjugar todos los factores posibles para que pueda construirse, ciudad a ciudad, una
verdadera sociedad del conocimiento sin exclusiones, para lo que hay que prever,
entre otras necesidades, un acceso fácil de toda la población a las tecnologías de la
información y de las comunicaciones que permiten su desarrollo.
Las ciudades educadoras con sus instituciones educativas formales y sus inter-
venciones no formales (con intencionalidad educativa fuera de la educación reglada)
e informales (no intencionales ni planificadas) colaborarán, bilateral o multilateral-
mente, para hacer realidad el intercambio de experiencias. Con espíritu de coopera-
ción, apoyarán mutuamente los proyectos de estudio e inversión, bien en forma de
cooperación directa, bien colaborando con organismos internacionales.
La humanidad no está viviendo solo una etapa de cambios, sino un verdadero
cambio de etapa. Las personas deben formarse para su adaptación crítica y partici-
pación activa en los retos y posibilidades que se abren con la globalización de los
procesos económicos y sociales; para su intervención desde el mundo local en la
complejidad mundial, y para mantener su autonomía ante una información desbor-
dante y controlada desde centros de poder económico y político.
Por otra parte, el niño y el joven han dejado de ser protagonistas pasivos de la
vida social y, por lo tanto, de la ciudad. La Convención de las Naciones Unidas del
20 de noviembre de 1989, que desarrolla y considera vinculantes los principios de
la Declaración Universal de 1959, los ha convertido en ciudadanos y ciudadanas de
pleno derecho al otorgarles derechos civiles y políticos. Pueden, por tanto, asociarse
y participar según su grado de madurez.
La protección del niño y del joven en la ciudad no consiste solo en privilegiar
su condición. Importa además hallar el lugar que en realidad les corresponde junto
a unas personas adultas que posean como virtud ciudadana la satisfacción que debe
presidir la convivencia entre generaciones. Niños y adultos aparecen, a principios
del siglo XXI, necesitados por igual de una educación a lo largo de la vida, de una
formación siempre renovada.
La ciudadanía global se va configurando sin que exista todavía un espacio global
democrático, sin que muchos países hayan alcanzado una democracia efectiva y a la vez
respetuosa con sus genuinos patrones sociales y culturales y sin que las democracias
con mayor tradición puedan sentirse satisfechas con la calidad de sus sistemas. En tal
contexto, las ciudades de todos los países deben actuar, desde su dimensión local, como
plataformas de experimentación y consolidación de una ciudadanía democrática plena,
promotoras de una convivencia pacífica mediante la formación en valores éticos y cívi-
cos, el respeto a la pluralidad de las diversas formas posibles de gobierno y el estímulo
de unos mecanismos representativos y participativos de calidad.
La diversidad es inherente a las ciudades actuales y se prevé un incremento aún
mayor en el futuro. Por ello, uno de los retos de la ciudad educadora es promover
el equilibrio y la armonía entre identidad y diversidad, teniendo en cuenta las apor-
taciones de las comunidades que la integran y el derecho de todos los que en ella
conviven a sentirse reconocidos desde su propia identidad cultural.
PRINCIPIOS
5 Las municipalidades ejercerán con eficacia las competencias que les correspon-
dan en materia de educación. Sea cual fuere el alcance de estas competencias,
deberán plantear una política educativa amplia, de carácter transversal e innova-
dor, incluyendo en ella todas las modalidades de educación formal, no formal e
informal y las diversas manifestaciones culturales, fuentes de información y vías
de descubrimiento de la realidad que se produzcan en la ciudad. El papel de la
administración municipal es establecer las políticas locales que se revelen posi-
bles y evaluar su eficacia; además de obtener los pronunciamientos legislativos
oportunos de otras administraciones, estatales o regionales.
6 Con el fin de llevar a cabo una actuación adecuada, las personas responsables
de la política municipal de una ciudad deberán tener información precisa sobre
la situación y necesidades de sus habitantes. En este sentido realizarán estudios,
que mantendrán actualizados y harán públicos, y establecerán canales perma-
nentes abiertos a individuos y colectivos que permitan formular propuestas con-
cretas y de política general. Asimismo, el municipio en el proceso de toma de
decisiones en cualquiera de los ámbitos de su responsabilidad, tendrá en cuenta
el impacto educativo y formativo de las mismas.
El compromiso de la ciudad
planificación urbana deberá tener en cuenta el gran impacto del entorno urbano
en el desarrollo de todos los individuos, en la integración de sus aspiraciones
personales y sociales y deberá actuar contra la segregación de generaciones y de
personas de diferentes culturas, las cuales tienen mucho que aprender unas de
otras. La ordenación del espacio físico urbano atenderá las necesidades de accesi-
bilidad, encuentro, relación, juego y esparcimiento y un mayor acercamiento a la
naturaleza. La ciudad educadora otorgará un cuidado especial a las necesidades
de las personas con dependencia, en su planificación urbanística, de equipa-
mientos y servicios, con el fin de garantizarles un entorno amable y respetuoso
con las limitaciones que puedan presentar, sin que hayan de renunciar a la máxi-
ma autonomía posible.
11 La ciudad deberá garantizar la calidad de vida de todos sus habitantes. Ello supo-
ne el equilibrio con el entorno natural, el derecho a un medio ambiente saluda-
ble, además del derecho a la vivienda, al trabajo, al esparcimiento y al transporte
público, entre otros. A su vez, promoverá activamente la educación para la salud
y la participación de todos sus habitantes en buenas prácticas de desarrollo sos-
tenible.
14 La ciudad procurará que las familias reciban la formación que les permita ayu-
dar a sus hijos a crecer y a aprehender la ciudad, dentro del espíritu de respeto
mutuo. En este mismo sentido, desarrollará propuestas de formación para los
educadores en general y para las personas (particulares o personal de servicios
públicos) que en la ciudad cumplen, a menudo sin ser conscientes de ello, fun-
ciones educativas. Se ocupará, asimismo, de que los cuerpos de seguridad y de
protección civil que dependen directamente del municipio actúen conforme a
dichas propuestas.
20 La ciudad educadora deberá ofrecer a todos sus habitantes, como objetivo cre-
cientemente necesario para la comunidad, formación en valores y prácticas de
ciudadanía democrática: el respeto, la tolerancia, la participación, la responsabi-
lidad y el interés por lo público, por sus programas, sus bienes y sus servicios.
Esta Carta expresa el compromiso de las ciudades que la suscriben con todos los
valores y principios que en ella se han manifestado. Se define como abierta a su
propia reforma y deberá ser ampliada con los aspectos que la rápida evolución social
requiera en el futuro.
1 Murraín, Henry. “Cultura ciudadana como política pública: entre indicadores y arte”. Del
libro: Cultura ciudadana en Bogotá: nuevas perspectivas. Bogotá, Colombia. Página 215. 2008.
2 La experiencia de Corpovisionarios en el tema de cultura ciudadana consiste en la elabora-
ción de diagnósticos, en la implementación de micro-acciones y acciones colectivas con la
finalidad de modificar comportamientos ciudadanos. Los programas y acciones de cultura
ciudadana están orientados a la solución de problemas, aumentando la corresponsabilidad
de los ciudadanos en la mejora de comportamientos que pueden ser costosos para la perso-
na misma y/o la sociedad en general. (www.corpovisionarios.org)
de Cultura Ciudadana tiene como objetivo fundamental investigar sobre los hábitos,
las actitudes y las creencias de los ciudadanos, obteniendo un panorama general
sobre cada ciudad en dimensiones importantes de cultura ciudadana. Los aspectos
temáticos que estudia la encuesta son: confianza, tolerancia, solidaridad, identidad
colectiva, sentido de pertenencia, referentes culturales, violencia homicida, violencia
intrafamiliar, seguridad, justicia y espacio público. La metodología utilizada para su
aplicación estuvo basada en los criterios técnicos de Corpovisionarios, es decir, contó
con un diseño muestral probabilístico, monoetápico y estratificado. Se aplicó a la
población mayor de catorce años y tuvo representatividad de toda la zona urbana de
Caracas. Se realizaron 2.100 encuestas efectivas con un error estimado de 2,9%. Con
estos criterios, los resultados se pudieron expandir a todas las personas mayores de
catorce años residentes en la ciudad, así como desagregar estos resultados por estrato,
nivel educativo, género, edad y municipios.
La Corporación Visionarios por Colombia ha aplicado la Encuesta de Cultura
Ciudadana en diecisiete ciudades, 27 municipios de Colombia y siete ciudades de
Latinoamericana (Quito, Ciudad de México, Belo Horizonte, Bogotá, Monterrey, Ca-
racas y La Paz). Estas encuestas se han aplicado bajo el mismo criterio metodológico,
lo cual nos permite comparar los resultados de las distintas ciudades estudiadas y
tener una línea base para ejecutar políticas públicas focalizadas que den respuesta a
problemáticas puntuales de convivencia de acuerdo a sus determinados contextos.
El enfoque utilizado durante el análisis de la encuesta es aquel que estudia la cul-
tura ciudadana como armonización entre ley, moral y cultura. Este enfoque supone
que las acciones de los ciudadanos están reguladas por tres mecanismos: la ley, que
es la forma legítima de regularnos de manera explícita y libremente acordada (por
ciudadanos y gobernantes); la moral, que son las normas socialmente aprendidas
que el individuo ha interiorizado y por las que guía personalmente su acción; y la
cultura, que son los aprendizajes apropiados por los grupos humanos tras décadas
de prácticas compartidas3. Construir ciudadanía es aprender a asumir las tensiones
entre esos tres sistemas reguladores para aumentar su convergencia por lo menos en
lo más básico.
El presente ensayo pretende mostrar algunos resultados de la Encuesta de Cul-
tura Ciudadana aplicada en Caracas en el año 2009, lo que nos permite conocer las
creencias, costumbres y actitudes de los caraqueños frente a diferentes situaciones de
convivencia. Así mismo, estos resultados se comparan con dos capitales latinoame-
ricanas (Ciudad de México y Bogotá) y con el promedio de las ciudades encuestadas
para el año 20094. Los resultados que se expondrán en el presente ensayo se refieren
a convivencia, seguridad, uso de armas, justificación para usar la violencia, toleran-
cia, confianza y sentido de pertenencia.
3 Murraín, Henry y Ruiz, Juan Mauricio. “La cultura ciudadana y la agenda de políticas de
seguridad”. En el libro: Antípodas de la violencia: desafíos de cultura ciudadana para la crisis de
(in) seguridad en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. Pág. 5. 2012.
4 El promedio de ciudades utilizadas para el análisis comparativo de la encuesta son: Bogotá
(2001, 2003, 2005, 2008, 2011), Medellín (2007, 2009, 2011), Yopal y Aguazul (2004),
Pereira (2005), Cali (2006, 2010), Santa Marta (2006), Neiva (2006), Ibagué (2007), Ba-
rranquilla (2008), Barrancabermeja (2009), Popayán (2009), Cartagena (2009, 2011), Va-
lledupar, Ciénaga, Ocaña y Carmen de Atrato (2009).
Convivencia
Al estudiar la convivencia, lo que se busca es conocer con qué frecuencia los habitantes
de una ciudad vivieron algunas situaciones problemáticas habituales (como por ejem-
plo: un vecino puso música a un volumen excesivo o alguien se montó en un autobús
que iba demasiado rápido) y conocer cómo reaccionaron ante ellas. Estos resultados
permiten conocer la disposición de los ciudadanos de ejercer regulación social (pacífica)
frente a determinadas situaciones. Los resultados frente a los problemas de convivencia
que usualmente viven los caraqueños se presentan en la siguiente gráfica:
Gráfica 1
Gráfica 2
Específicamente en la reacción ante riñas y peleas (gráfica 2), el 81% de los ciuda-
danos no hizo nada, esto puede deberse al temor a la reacción a la hora de regular
al otro o el desconocimiento de mecanismos de regulación social. Sin embargo, es
importante notar que hay un 12% de caraqueños que hizo un llamado cordial al
responsable; a pesar de que es un porcentaje bajo, existe una preocupación por el
otro y una disposición a regular situaciones de convivencia. Ahora bien, a la hora de
hacer un llamado a la autoridad, tan solo el 10% (menos que la disposición a regular)
acudió a un organismo institucional para detener la agresión; este bajo porcentaje de
llamado a la autoridad puede deberse a la poca confianza que tienen los ciudadanos
a la policía (como se verá más adelante en la pregunta de confianza).
Seguridad
La capital venezolana es considerada hoy en día una de las ciudades más violentas de
América Latina, con una tasa de homicidios de 161 por cien mil habitantes para el
año 2009 (fecha de aplicación de la encuesta)5. Son varios los estudios que intentan
dar respuesta a esta situación, sin embargo, desde el enfoque de cultura ciudadana se
estudia la violencia a través de la tolerancia y aprobación cultural de ciertos compor-
tamientos y actitudes que generan condiciones de posibilidad para la violencia6. El
estudio de la violencia a través de la cultura ciudadana cuenta con once7 indicadores
5 Informe de INCOSEC: http://incosec.sumospace.com/wp-content/uploads/2010/02/
victimizacion-web.pdf
6 Murraín, Henry & Ruiz, Juan Mauricio. La cultura ciudadana y la agenda de políticas de
seguridad. En el libro: Antípodas de la violencia: desafíos de cultura ciudadana para la crisis
de (in) seguridad en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. Pág. 18. 2012.
7 Los indicadores de cultura ciudadana que se relacionan con la violencia son: tolerancia
Gráfica 3
Al indagar en la encuesta sobre las razones o motivos por los que los caraqueños
justifican usar la violencia, se observa que la principal justificación es por defensa
propia (45%). Con respecto a las otras justificaciones, el 37 % de los caraqueños
justifica usar la violencia para defender propiedades o bienes, el 34% para ayudar a la
familia, el 21% para responder a una ofensa al honor, el 14% cuando es la única for-
ma de alcanzar sus objetivos y el 9% para cobrar una deuda. Todas estas justificacio-
nes son más altas en Caracas que en el resto de las ciudades y promedio estudiados,
situación que ayuda a entender los altos índices de homicidios y la poca capacidad
de llegar a acuerdos para solventar las problemáticas planteadas.
(pluralismo), tolerancia negativa, justificaciones para violar la ley, justificaciones para el uso
de la violencia, capacidad de regulación, disposición a ser regulado, confianza interperso-
nal, confianza en instituciones, disposición a hacer acuerdos, porte de armas y victimiza-
ción. IBID.
8 Disponible en: http://www.genevadeclaration.org/measurability/global-burden-of-armed-
violence/global-burden-of-armed-violence-2008.html
9 Mayorca, Javier Ignacio: Calculan que en el país hay 1,2 millones de armas cortas, afirma la
Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y desarme. Artículo de prensa
publicado en El Nacional el martes 23 de octubre de 2012.
Gráfica 4
Confianza
Para estudiar la confianza se pregunta: ¿Qué tanto se puede confiar en el otro?, los resul-
tados que se observan en la gráfica 5 muestran que tan solo el 29% de los habitantes de
Caracas afirma que se puede confiar en la gente; es el porcentaje más bajo con respecto
a las otras ciudades estudiadas para el año 2009. Esta situación de desconfianza dificulta
la capacidad de percibir al otro como aquel que va a cumplir con las normas sociales,
morales y legales, lo cual genera que las expectativas que se tienen frente a los otros ten-
derán a ser negativas y dificultarán la posibilidad de hacer acuerdos.
Gráfica 5
Para medir confianza institucional se toma en cuenta cuatro grados: muchísima, mucha,
poca o ninguna. Para el análisis se suma mucha y muchísima para considerar el grado de
confianza en las ciudades. Realizando esta suma, las únicas instituciones que están por
encima del promedio son la prensa (34% de confianza), la Gobernación (40% de con-
fianza) y la televisión (35% de confianza). Además, se observa que las instituciones en las
cuales los habitantes de Caracas confían más es en los maestros (58%) y la iglesia (53%).
Por otra parte, los porcentajes de personas que afirman tener mucha y muchísima
confianza en los organismos de seguridad son los más bajos entre las ciudades estudia-
das. Tan solo el 16% de los ciudadanos afirma confiar en la policía. La falta de confianza
en la policía genera que la regulación legal no dé resultados a la hora de prevenir pro-
blemas de convivencia e inseguridad. Retomando la premisa de armonización entre ley,
moral y cultura, si la ley (en este caso representado por la policía) es una institución que
genera poca confianza en la ciudadanía, la gente buscará otras formas de solucionar los
conflictos y la convivencia será cada vez más difícil de alcanzar.
Gráfica 6
Tolerancia
Entendemos por tolerancia la capacidad de respetar las ideas, las costumbres y las
creencias de los otros. En este sentido se pregunta: De las siguientes personas, ¿a
quién no le gustaría tener como vecinos?. El 93% de los caraqueños afirma que no
le gustaría tener como vecino a un drogadicto, el 86% a un alcohólico y el 84% a
un narcotraficante. Por otra parte, tan solo el 42% de los ciudadanos afirma que no
le gustaría tener como vecino a alguien reconocido como corrupto, lo cual se puede
percibir como a una aceptación cultural a la corrupción.
Hoy en día la tolerancia juega un papel fundamental en las políticas culturales,
como lo explica Víctor Manuel Rodríguez Sarmiento: “La Agenda 21 para la Cultura
coloca en primer plano la diversidad cultural, los derechos culturales y la relación
entre desarrollo local como elementos para avanzar en la construcción de ciudades
garantes de desarrollo humano sostenible”10. Caracas afirma ser tolerante con perso-
nas de nacionalidad distinta, de religión y color de piel distintos. Esta aceptación de
los diferentes es un rasgo positivo de una sociedad en construcción.
Gráfica 7
Gráfica 8
Como se pudo observar a lo largo del artículo, estos datos son de suma impor-
tancia a la hora de hacer políticas de cultura ciudadana, ya que nos permite conocer
qué tanto están dispuestos los ciudadanos a regular a los otros, cuáles son la princi-
pales problemáticas de convivencia que viven con mayor frecuencia y cuánto están
dispuestos a participar en las políticas. Además, esta medición es una forma objetiva
de estudiar las problemáticas de ciudadanía y tener una línea base para conocer el
impacto de las acciones que se llevarán a cabo.
Para promover la cultura ciudadana es indispensable recuperar la confianza en-
tre los ciudadanos y con sus instituciones, así como promover el rechazo social a la
justificación de la violencia, al uso de armas y a la corrupción. Además, es de suma
importancia que la cultura ciudadana se establezca dentro y fuera de las instituciones
públicas, que sean participativas, que formen parte de un plan de gobierno y una
visión de ciudad a largo plazo, y que exista un compromiso político con los cambios
de cultura para promover la convivencia.
Omar Hernández
Introducción
Este artículo asume el enfoque que creo permite ir más allá del análisis mecanicista
de la movilidad urbana, en cuanto que pone el énfasis en fenómenos que tienen sig-
nificaciones culturales que impactan a las personas y a los diferentes colectivos que
conforman una ciudad. He seleccionado como estudio de caso el proyecto Metro de
Caracas, para ilustrar aplicaciones de categorías de análisis semiológico, comúnmen-
te destinadas a ámbitos distintos de aquel de los servicios de transporte urbano ma-
sivo, y para tender puentes entre especialistas de diversos ámbitos del saber. Según
este enfoque, el proyecto original del Metro de Caracas se formuló como un modelaje
de valores de convivencia ciudadana, anclado en los altos estándares de su infraes-
tructura, funcionamiento y gerencia operacional con los cuales se concibió desde sus
inicios y se manejó por un período considerable de tiempo, habiendo impulsado una
“cultura de Metro”, que era reconocida como distintiva.
Este reconocimiento de los efectos de un proyecto urbano exitoso, en los valores
y en el comportamiento ciudadanos, constituye una respuesta al presente desencanto
con la ciudad, e inspira proyectos que ambicionen representar una oferta de servicios
de calidad para la población, más acorde con sus propias aspiraciones y derechos.
El artículo se basa en una investigación documental sobre el Metro de Caracas,
visitas y viajes en las líneas del Sistema para efectuar observaciones directas del servi-
cio, y datos recopilados por mensajes de Twitter acerca de su funcionamiento.
Si bien la noción de cultura puede ser una de las que con mayor dificultad se deja
atrapar en todos sus sentidos, interpretaciones e implicaciones, dados los múltiples
enfoques que válidamente buscan aprehenderla como categoría del análisis social,
para abarcar desde los artefactos producidos en la vida en colectivo, hasta productos
inmateriales como pueden ser las ideologías o los principios morales, para citar so-
lamente dos acepciones comúnmente entendidas como representativas de aspectos
culturales, una aproximación que puede considerarse de las de mayor acuerdo, qui-
zás sea aquella que entiende la cultura como comportamiento aprendido, del cual
son portadores los miembros de una sociedad determinada y que aunque admite
matices al interior de una misma sociedad, permite identificar a sus miembros y es-
tablecer “lo nuestro” y “lo ajeno”, en términos de rasgos compartidos. Así entendida,
entonces, por ejemplo, la convivencia, es una forma de comportamiento que sigue a
valores que una sociedad aprecia y promueve, convencida de su eficacia para crear y
mantener mejores relaciones entre sus miembros.
En este sentido, cabe citar dos expresiones atribuidas a Antanas Mockus como
una guía en esta pesquisa del sentido de la cultura en la gestión de ciudades, dejando
de lado la acepción tradicionalmente asociada al término cultura como manifestacio-
nes artísticas, para referirse más bien al requisito inevitable que impone vivir en una
comunidad, es decir, la aceptación y cumplimiento de normas de convivencia:
“La cultura ciudadana es más que actividades culturales en las calles, es una
apuesta innovadora para prevenir la violencia, generar diversidad, tolerancia,
sentido de pertenencia, apropiación, dialogo, comunicación y corresponsa-
bilidad, que permita mejorar el nivel educativo y cultural de la población.”1
Las citas precedentes de quien fuera en dos períodos alcalde de Bogotá, promue-
ven una visión de la cultura ciudadana como una materia propia de políticas públicas
en un gobierno local, que en la ciudad –como una concentración espacial y funcional
de numerosos y diversos actores y grupos– procuren medios para facilitar y enrique-
cer las interrelaciones personales, para lo cual, necesariamente, se deben privilegiar
valores de convivencia, respeto al otro, despliegue de actividades que contribuyan a
que se cumplan normas y así canalizar los intereses diversos y asegurar su funcionali-
dad, en procura de un orden que facilite y propenda a un alto nivel de armonía social.
En lo relativo a la gestión de servicios, dentro de la cual caben enteramente los de
transporte y, por tanto, enteramente pertinente para abordar el proyecto Metro de Caracas
como tópico de este ensayo, el elemento cultural comprende igualmente el conjunto de
valores que –en gran medida– hace predecible el comportamiento en una comunidad y
el mantenimiento de los esfuerzos colaborativos en la búsqueda de beneficios colectivos,
y que se deriva del entorno dentro del cual opera un determinado servicio. Al interno de
cualquier organización, incluidas, por supuesto, aquellas que prestan alguno de los muy
variados servicios de transporte, también es posible distinguir valores y comportamientos
que la caracterizan, son compartidos por sus miembros y constituyen atributos impor-
tantes para establecer una marca propia, a la vez que –como rasgo propio de los servicios
1 Mockus, A. Citado por Calderón, F. en su ponencia: “Cultura ciudadana para la seguridad
vial”, presentada en el Tercer Simposio de Seguridad Vial, 19 al 23 de octubre de 2011,
Universidad Metropolitana, Caracas.
2 Mockus, A. Ver: http://respuestaciudadana.com/y-esto-que/pequena-definicion/
“El trazado de la línea y las especificaciones del equipo rodante y de todas las
instalaciones han sido concebidas para lograr alta capacidad sin sacrificio en
la velocidad del transporte ni en la comodidad de los usuarios.”6
Y más adelante se hace evidente la visión del Metro como factor estructurante de
la ciudad y la apuesta por la calidad de sus ambientes:
“El diseño de las estaciones y de los vehículos son aspectos importantes, por
ser los elementos de contacto entre el público y el sistema”.7
los bulevares creados en Sabana Grande y Catia, así como también la Plaza Brión,
en Chacaíto, capaces de cumplir los criterios señalados. No menos exitosos han sido
estos espacios para acomodar las nuevas demandas de sus usuarios y de la ciudadanía
en general, y pasar la prueba del tiempo en sus casi cuarenta años de funcionamiento
como elemento medular de la movilidad de la ciudad de Caracas, incluyendo canales
de circulación peatonal Norte-Sur, como el que discurre desde la estación Bellas Ar-
tes, hasta el conjunto Parque Central.
De igual manera, además de cumplir las categorías analíticas previamente seña-
ladas, en el proyecto Metro de Caracas, igualmente se verificarían, las cualidades que
proponen autores como Cooper, C. & Francis, C., en su libro People Places, para
evaluar los espacios públicos o lugares para la gente, como son:
Como respuesta al deterioro físico y del funcionamiento del Metro, como era
de esperarse, se han comenzado a presentar conductas que se creían ausentes en
este Sistema, como son vandalismo y agresiones a las instalaciones e infraestructura,
daños intencionales a las inservibles máquinas expendedoras de boletos, comporta-
mientos violentos entre pasajeros, ya sea para ingresar o para salir de los vagones,
protestas por el mal servicio, así como el incremento en accidentes personales, si
bien, en algunos casos, se los ha atribuido a suicidio o intentos de suicidio.
12 Corporación Andina de Fomento (2010). Observatorio de Movilidad Urbana para América
Latina, p. 55 y p. 21.
“Los trenes circulan con una alta frecuencia, uno cada dos minutos en los
años iniciales, uno cada 90 segundos en los años posteriores, en las horas
de máxima demanda. La capacidad máxima de diseño sería del orden de los
54.000 pasajeros por hora en una dirección, lo cual se considera suficiente
para suplir la demanda horaria esperada para la década del 2000 aun en los
momentos de mayor afluencia.”15
Para concluir este ensayo, a partir de la revisión del progresivo deterioro de la pres-
tación del servicio y del funcionamiento del Metro de Caracas, elaboraré dos consi-
deraciones relevantes. La primera, dirigida a evidenciar los efectos de esta situación
sobre valores y cultura del ciudadano y, la segunda, a exponer la urgencia de revertir
la pérdida de la institucionalidad como uno de los factores explicativos de la inocul-
table crisis de Caracas en el presente, inevitablemente traducida en la conducta de
sus habitantes en los espacios de mayor significación colectiva.
Entre los más recientes enfoques para comprender la conducta vandálica y agre-
siva en ciudades, es inevitable citar lo que se ha venido denominando “teoría de
las ventanas rotas”, inicialmente planteada por los criminalistas James Q. Wilson y
George Kelling, según la cual, tal conducta resulta inevitablemente en el desorden en
el ambiente urbano, su falta de mantenimiento o descuido, condiciones en las cuales
el potencial delincuente percibe una mayor oportunidad para cometer sus fechorías,
por la señal de anarquía que se deriva del mal estado de instalaciones o equipamien-
to, y constituyen un estímulo para cometer crímenes más serios. En palabras de Mal-
colm Gladwell, en su resumen de este enfoque, al referirse a este tema:
De las quejas precedentemente citadas, para los fines de este escrito merecen
destacarse las que reflejan comportamientos o percepciones muy distantes de la con-
vivencia armoniosa que favorecería en servicio público en mejor estado y funciona-
miento, es decir: maltrato y violencia entre pasajeros e inseguridad personal, situa-
ciones resultantes de la excesiva aglomeración de pasajeros en andenes para acceder
a los trenes, así como por las dificultades para lograr salir a tiempo de los trenes,
especialmente en los períodos y horarios de mayor afluencia de usuarios y en las
estaciones adonde concurren los más importantes volúmenes de pasajeros.
Una mención muy especial debe hacerse de las repetidas fallas en las escaleras
mecánicas de varias estaciones, lo cual impone un inaceptable perjuicio y riesgo a
las personas con diferentes condiciones de discapacidad, quienes se ven obligados a
recurrir a la piedad y apoyo de otros pasajeros y del personal del Metro, para vencer
esta barrera a su accesibilidad al medio de transporte más económico de la ciudad.
De hecho, cabe mencionar que en la mayoría de las estaciones todavía están por
hacerse las necesarias adaptaciones para cumplir con las normas vigentes de accesi-
bilidad para esta categoría de personas.
La segunda consideración pertinente para impulsar un proceso de recuperación
del estado y funcionamiento del Metro de Caracas como modelo de transporte masi-
vo eficiente, seguro y confiable, pone el énfasis en el abandono de la institucionalidad
especializada en los campos de la logística e infraestructura urbanas, al extremo de
ignorarse hoy en día, a quiénes se han encargado de las múltiples responsabilidades
de lo que fuera el Ministerio de Obras Públicas, por muchos años verdadera fuente
de profesionales de la mayor competencia en el país.
Otra circunstancia que afecta no solamente al Sistema Metro sino a otros compo-
nentes de la movilidad en la ciudad, ha sido la práctica irracional del centralismo, para
atender necesidades y contingencias locales, lo que ha traído un descuido en el mante-
nimiento y construcción de la infraestructura urbana, como lo atestiguan las crecientes
fallas en la vialidad y en servicios básicos, especialmente de electricidad. Esta tendencia
centralizadora y de cerco a los gobiernos regionales y municipales, se ha manifestado en
el abandono de peajes en vías, el consiguiente deterioro de carreteras y el aumento de la
accidentalidad vial, reportado frecuentemente en los medios de comunicación.
17 Alcaldía Metropolitana de Caracas (2012). Avances del Plan Estratégico Caracas Metropolitana
2020, Caracas, p. 140.
18 Famboim, I.et al (2000). Instituciones y recursos para vivir la ciudad. Alcaldía Mayor, Bogotá
D.C, p. 10.
Diana López
La comunidad ha hecho suya la Plaza y hay que decir que ese sentido de apro-
piación viene asegurado en la misma manera participativa como se definieron los
usos de este espacio público. Haciendo un poco de memoria, en el año 2004, en
una Asamblea de Ciudadanos en la que participó el alcalde Leopoldo López, nació la
idea de este espacio comunitario. Hasta el año 2006, cuando fue declarado terreno
municipal, este lugar se hallaba ocupado por unas edificaciones comerciales, la Al-
caldía de Chacao realizó una consulta entre los vecinos de la zona para conocer sus
necesidades y expectativas. La respuesta fue que los vecinos querían dotarse de una
plaza, una biblioteca, un estacionamiento y un ambulatorio. Fue entonces, a partir
de este mecanismo participativo, cuando se dio inicio a las acciones que llevaron a la
construcción de la obra y el diseño conceptual de sus servicios.
Explicar con entusiasmo todo lo anterior en una capital que tenga resuelto o haya
avanzado mucho en la construcción de espacios públicos, bibliotecas, centros cívicos y
culturales para el disfrute de sus ciudadanos, podría ser algo de rutina. Pero hacerlo en
Caracas –una ciudad fracturada, asediada por el miedo a la calle por razones de inseguri-
dad y violencia, en donde hace mucho tiempo que no se construye una plaza de este tipo
que alivia y enriquece la trama urbana– tiene otro significado. En Caracas algo semejante
es una excepción que convierte a la Plaza LPG en esperanza y ejemplo para demostrar que
acciones en apariencia pequeñas pueden marcar el inicio de grandes transformaciones
para mejorar la calidad de vida y la convivencia social en una zona o en toda la ciudad.
¿Por qué afirmamos que la Plaza de Los Palos Grandes resume de manera especial los
principios que han animado la gestión de Cultura Chacao? Comencemos a respon-
derlo haciendo un poco de historia.
Desde que la Alcaldía de Chacao fue creada en 1992 –este es el municipio más
nuevo de Caracas–, se le prestó especial atención a la actividad cultural. La primera
alcaldesa, Irene Sáez, creó la Fundación Cultural Chacao que durante años realizó un
trabajo notable fundamentalmente en el campo de la promoción de las bellas artes.
Es lo que explica el sociólogo Tulio Hernández cuando en este mismo libro escribe:
Otra línea de trabajo en la que se articulan el interés por reforzar la memoria, el sentido de
pertenencia a la comunidad chacaoense y la valoración de su patrimonio viviente, ha sido
la puesta en valor de las tradiciones tanto locales como nacionales. Entre muchas otras
actividades, en esta línea de trabajo destacan la celebración del Carnaval, las procesiones
de Semana Santa, la Cruz de Mayo, la Navidad, las publicaciones sobre las historias locales,
talleres de formación y difusión de las tradiciones locales, regionales y nacionales.
Pero el programa más representativo en este ámbito es del apoyo a los Palmeros de Cha-
cao, una tradición que data del siglo XIX. En esta actividad, Cultura Chacao es simplemente
un aliado que apoya la realización de la ceremonia –el viaje a la montaña el Ávila a cortar
palmas y su regreso para entregarlas en la iglesia local para su uso el Domingo de Ramos–
que tiene su propia existencia y organización en el seno de la comunidad que la promueve.
Dos conclusiones más. Primero, la importancia del trabajo en redes –ya sean
nacionales o internacionales– que le permite a la institución intercambiar buenas
prácticas y confrontar la propia experiencia de éxitos y fracasos con otros municipios
y ciudades. Y, segundo, aunque parezca una actividad menos impactante en nuestras
audiencias, la importancia de prestarle mucha atención a la formación, reflexión y la
investigación como instrumentos que contribuyen a mejorar la calidad de la gestión
y a promover la innovación permanente.
Me gustaría terminar señalando dos campos de trabajo a los que les prestaríamos
más atención en el futuro. Primero profundizar en las oportunidades que ofrecen las
nuevas tecnologías en las áreas de formación y comunicación, porque todos sabemos
la importancia que han ido y seguirán adquiriendo en la creación cultural y la vida
cotidiana del presente. Una política cultural democrática no puede quedarse al mar-
gen de esos medios, redes y prácticas.
Otro campo donde existen oportunidades y debemos prestar atención especial
son los sectores populares, con criterios más inclusivos, que respondan a dinámicas
internas, tradiciones y hábitos de consumo cultural que es necesario identificar mejor
y de manera más participativa.
La participación ciudadana es una aspiración por todos compartida y una ne-
cesidad de la democracia, pero no siempre es fácil lograrla, se requiere de cambios
profundos tanto en la cultura institucional como en los hábitos y disposiciones de
los ciudadanos. Sin embargo con planificación, sistematización y constancia de los
programas se logra la apropiación por parte de la ciudadanía.
Por esta razón, y con esto concluyo, en este momento estamos trabajando con-
juntamente con otras instituciones culturales del municipio, con artistas, cultores
tradicionales y diversas agrupaciones en la elaboración de un Plan Estratégico de
Cultura para el municipio Chacao que nos permita planificar a mediano y largo plazo
y fijar las metas que debemos alcanzar para seguir haciendo de Chacao, un municipio
donde la cultura es vital para el bienestar colectivo, el desarrollo social, la innovación
y el disfrute del arte y los espacios públicos.
1. El contexto
Campañas educativas
• Cinturón de seguridad
• Uso del celular al conducir
• Uso del casco
• Paso peatonal
• No te quedes en el medio (bloqueo en intersecciones)
• Motorizados (reglamento y normas al conducir)
• Brocal amarillo (vehículos mal estacionados)
• Niños en asientos traseros
• Exceso velocidad
• Emisión de ruidos en fuentes móviles (corneteo, música alta)
• Obstáculos en la vía (vehículos estacionados con conductor)
• Motos mal estacionadas
• Conductor .08 (nivel de licor en la sangre-conductor designado)
• Uso de zonas de carga
Programas de información
• Caminando también se llega
• Estacionamientos en el municipio
• Alternativas en el transporte público en el municipio
• Bici-Chacao
• Taller de mecánica para mujeres
• Taller de mecánica básica
• Curso de manejo inteligente
Programas permanentes
• Educación y formación
• Educación vial escolar: Patrulleros escolares, obras de teatro, Parque
Vial móvil y fijo, cuadernos de colorear, títeres, publicaciones, fonolibro
(Aprendiendo con el Guardián Vial), charlas en aula, mascotas y Ruta
Escolar.
• Acondicionamiento y servicios
• Vías
• Pasos peatonales artísticos
• Cruz Diez
• Pianos
• Arte urbano
• Vehículos
• TransChacao (Cultura sobre ruedas)
como parte del trabajo final del curso, se propusieron programas de fortalecimiento
de políticas públicas en el corto, mediano y largo plazo a partir de las necesidades
organizacionales reconocidas en el grupo que participó del curso.
El diplomado tuvo una duración de quince semanas, con sesiones de tres horas
por semana, lo cual exigió 45 horas de esfuerzo académico. Dado el éxito que se
obtuvo con los funcionarios, el programa se extendió a los líderes comunitarios del
municipio Chacao, quienes también generaron sus proyectos. Se realizó en tres eta-
pas: la primera, con 35 funcionarios que ocupaban cargos gerenciales; la segunda,
con 35 funcionarios que trabajaban en diversas áreas de la Alcaldía de Chacao; y la
tercera, con 36 líderes comunitarios. En total participaron más de cien personas en el
curso y se obtuvo un número importante de proyectos.
su experiencia laboral dentro del municipio. En cada módulo se les entregó el ma-
terial de apoyo necesario para profundizar los temas discutidos. Al finalizar el curso
cada grupo de trabajo presentó una propuesta para desarrollar en el municipio. Se
les pidió que cada proyecto incluyera los siguientes elementos: introducción, antece-
dentes, justificación, presentación de la propuesta, presupuesto para su ejecución y
el tiempo requerido para su desarrollo.
La evaluación se hizo atendiendo a dos necesidades. Por un lado queríamos que
los participantes se llevaran información teórica acerca de los conceptos propios del
curso, como ¿qué son los valores?, ¿qué es la ciudadanía y cuál es su relación con
la moral y la ética?, ¿qué es la ley y cuál es su relación con los derechos humanos?,
etc. Y por otro, que tuvieran una completa formación teórica que más adelante les
facilitara interpretar dichos conceptos en su realidad. La primera parte se evaluó con
talleres en clase, análisis de textos y breves ensayos escritos. La segunda parte de la
evaluación consistió en presentar un proyecto en grupo que recogiera la experiencia
del curso y que respondiera a las necesidades de lo que ellos conocían en su entorno.
Vale insistir en que los proyectos presentados por los participantes en el curso fueron
lo más significativo de esta experiencia porque tal como estaba previsto en el programa,
mediante la puesta en práctica de dichos proyectos, los participantes tenían la posibilidad
real de adquirir un compromiso con su comunidad y resolver un problema puntual.
Una de las tareas más arduas y de singular importancia en todo proyecto es su segui-
miento. Cuando decidimos trabajar con la propuesta presentada por Cultura Chacao,
el equipo coordinador siempre tuvo presente esa necesidad. Nos parecía conveniente
desarrollar una propuesta que no se quedara en un curso de varias semanas y que al fina-
lizar los participantes recibieran un certificado sin ninguna trascendencia en el tiempo.
Por ello se planteó como prioridad que se dedicaran las últimas cinco semanas
del curso a preparar con los participantes el plan de intervención de la realidad
problemática según su experiencia en la Alcaldía. En esas semanas se les dio la infor-
mación necesaria para diseñar y desarrollar un proyecto de intervención. Uno de los
especialistas más destacados de la Universidad Católica Andrés Bello en esa área, el
profesor Rafael Gil, fue el encargado de llevar a cabo esa tarea.
Queríamos que los participantes se organizaran en equipos de trabajo para que
les fuera más fácil organizar la información y pudieran entregar el proyecto en la
última semana de clase. Ese sería el trabajo final del curso, que luego presentarían en
un evento público.
4. A modo de conclusión
do por ese esfuerzo inicial y hacer el seguimiento necesario para evaluar el impacto
de los programas presentados en la comunidad del municipio Chacao.
Como todo proceso de desarrollo humano, los cambios se podrán evidenciar en
el mediano plazo y en el largo plazo. Pero estamos seguros de que estos contribuirán a
elevar la calidad de vida de los venezolanos y a estar en muy pocos años en los primeros
lugares como país con un alto índice de desarrollo humano y de calidad educativa.
Introducción
Marco legal
Objetivo general
Población beneficiaria
Alianzas estratégicas
2. Provive
La Cátedra de Cultura Ciudadana Escolar, tal como fue concebida en sus inicios, tiene el
propósito de atender a la población de primero a sexto grado de las Unidades Educativas
Municipales Juan de Dios Guanche, Andrés Bello y Carlos Soublette: durante el primer
año escolar (2010-2011), solo de primero a sexto grado, se contaba con los libros de la
serie “Aprendiendo a Querer” y con un material instruccional basado en valores, dise-
ñado por la Dirección de Educación para apoyar las actividades. Dado que la población
de alumnos de cuarto a sexto grado necesita, además de tener conocimiento acerca de
diversos temas vinculados al ambiente escolar, reforzar su sano crecimiento, identidad
social, derechos y otros aspectos de la vida, se invitó a formar parte del proyecto espe-
cialmente a distintas instancias municipales para que participaran en las tres escuelas. La
experiencia ha sido tan exitosa que ya tienen dos años escolares fortaleciendo el trabajo a
través de dinámicas especiales facilitadas por expertos y profesionales que prácticamente
forman parte de la Cátedra de Cultura Ciudadana Escolar y de nuestros planteles. A
continuación una breve reseña de nuestros aliados internos.
Con el valioso grupo de abogados que conforman esta dependencia, hemos tenido
la oportunidad de que nuestros niños y jóvenes desarrollen competencias para la
resolución pacífica de conflictos y la valoración de la paz como medio para una con-
vivencia armónica dentro y fuera del aula de clases. Se ha venido promoviendo en
cada sección de los grados cuarto al sexto la creación del Mediador Escolar, y previa-
mente se dan clases y plantean dinámicas con enfoque lúdico y experiencial acerca de
los conceptos de conciliación, negociación y mediación. El Mediador Escolar es un
alumno escogido en un proceso de votación que se realiza en cada aula y este tiene
la responsabilidad de ser un líder positivo para resolver inconvenientes que puedan
presentarse entre sus compañeros en el ambiente escolar.
Durante el año escolar 2011-2012, la Dirección de Justicia Municipal apoyó es-
pecialmente con un trabajo de asesoría semanal al grupo de alumnos de sexto grado
de la Unidad Educativa Municipal Carlos Soublette, en conjunto con estudiantes
de los últimos semestres de Psicología Social de la Universidad Central de Venezue-
la. Estas sesiones de trabajo, lideradas por Daniel Cardinalli, permitieron fortalecer
valores vinculados a la convivencia, el respeto, el trabajo en equipo, entre otros. Es
importante mencionar que la disposición y receptividad del director de esta depen-
dencia, Rafael Rodríguez, acompañado de sus gerentes, Mónica Álvarez y Willmer
Hernández, así como de los abogados facilitadores Hillmar Márquez, Gabriela Toro
y Joan Garutti, han sido fundamentales para que la Cátedra de Cultura Ciudadana
Escolar haya logrado excelentes resultados durante los dos años que hemos venido
trabajando en equipo.
Una vez tenida la experiencia del año escolar anterior, se esperaba mejorar en aque-
llos aspectos conversados en la jornada de cierre y evaluación, y así encaminar la
sistematización de la Cátedra de Cultura Ciudadana Escolar, brindándole el mismo
espacio en cuanto a relevancia y en relación a otras asignaturas. Para este año escolar
fueron muchos los logros, los cuales no hubiesen sido posibles sin la participación
activa y solidaria de todos los entes involucrados desde el inicio del programa y de
otros que fueron incorporándose. A continuación se mencionan algunos de ellos:
• Se continuó trabajando con una población de aproximadamente 1.020
alumnos de primero a sexto grado en las tres unidades educativas munici-
pales, con la variable de que la cátedra ya no significaba para ellos una asig-
natura diferente, sino la “clase especial” en la cual se estudia con los libros
de “Aprendiendo a Querer”, se trabajan los valores y se reciben las visitas de
las dependencias, lo cual hizo que se dinamizara la actividad y se iniciara un
sentido de pertenencia y deseo por ese momento en el aula de clases.
• Los valores en los cuales se hizo énfasis durante este año escolar fueron res-
peto, paz, tolerancia y convivencia.
• Se hizo posible la dotación de los libros “Aprendiendo a Querer” para los
docentes y alumnos de cuarto a sexto grado, y asimismo se logró que las
dependencias también tuviesen los textos para alinear sus diferentes temas
con las lecturas de la bibliografía y apoyar la labor docente.
• Se recibió la visita del Gobierno Juvenil Municipal de Chacao en los sextos
grados de cada escuela, como un incentivo para nuestros alumnos y como
ejemplo de trabajo en equipo y de responsabilidad, además, con la intención
de que nuestros jóvenes se sintieran identificados y se animaran a formar
parte de esta importante organización juvenil de nuestro municipio.
• Las Escuelas Municipales estuvieron identificadas y el ambiente escolar per-
manentemente mostraba reflejos de los valores, sin embargo, es meritorio
destacar dos iniciativas: la primera corresponde a la profesora Matilde Casti-
llo de primer grado de la U.E.M. Juan de Dios Guanche, quien con el apoyo
de sus directivos celebró una Expo Cátedra al final del año escolar en el patio
del plantel, con la participación de los padres y representantes, donde se
mostraron los trabajos de los niños realizados durante todo el año escolar y
ellos mismos dieron testimonio de los valores trabajados en el aula; la segun-
da consiste en la creación de una Wiki, propuesta por la profesora Wendy
Ciudadanía para Padres y Conviviendo con los Valores. A tal fin, los siguientes serán
algunos de los aspectos atendidos desde el inicio del año escolar 2012-2013:
• Continuar con la capacitación del personal directivo, docente y administra-
tivo de los planteles en materia de ciudadanía y sustentabilidad para lograr
una sensibilización real frente a la temática y brindar herramientas pedagó-
gicas factibles de desarrollar en aula durante la hora de la cátedra.
• Informar permanentemente a todos los involucrados a través de la página
web de la CCCE sobre iniciativas ecológicas y demás información relevante
sobre el tema. Es decir, utilizar la herramienta como recurso formativo y de
motivación.
• Mantener un acompañamiento continuo y permanente por parte de la Direc-
ción de Educación, con el fin de detectar necesidades que puedan surgir en
la cátedra y atender a nuevos requerimientos de la misma.
• Involucrar a la comunidad educativa en general, de manera que la cátedra no
sea vista como un tema aislado de otras áreas, y en este mismo sentido, esta-
mos en el análisis de mecanismos para propiciar la inclusión de las familias,
a través de la creación de actividades denominadas “Escuela de ciudadanía
para padres”.
Reconocimientos y agradecimientos
Finalmente, es importante comentar que todos los logros y avances obtenidos hasta
la fecha tienen el crédito de muchísimas personas: quienes escribieron las primeras
líneas del programa; quienes creyeron y apostaron al éxito; nuestro alcalde Emilio
Graterón; los directivos de los planteles educativos, profesoras Carmen Veliz, Miriam
García y Noyralih Araujo; docentes, administrativos y especialmente los alumnos que
son el centro de nuestra permanente atención.
También el apoyo incondicional del personal de las dependencias que ha dedica-
do parte de su horario de trabajo a nuestros alumnos; las instituciones externas que
nos han tendido la mano para lograr recursos; y, por supuesto, el personal de la Di-
rección de Educación que colabora durante todo el año escolar para que se desarrolle
la Cátedra de Cultura Ciudadana Escolar, una asignatura que queda en cada alumno
a través de una reflexión y un aprendizaje que lo hace más humano, más ciudadano,
más apto para la vida y más feliz.
Institución promotora
Contexto
¡Qué nota es mi escuela! forma parte del portafolio de programas sociales que desa-
rrolló, durante el ejercicio del gobernador César Pérez Vivas (1999-2002), la Funda-
ción de la Familia Tachirense (FFT), institución de filosofía humanista comprometida
con la promoción del bienestar integral de los hogares del Táchira, presidida por la
primera dama del estado, la señora Genny Morales de Pérez.
Conscientes de que la educación es un instrumento crucial de la transformación
social y política se trató de introducir en la escuela los valores instrumentales que
permiten establecer códigos de conducta para conducir a una convivencia pacífica
formando ciudadanos promotores de una cultura de paz.
Objetivo
El programa, que nació en el año 2009, fue concebido como una respuesta pedagógica
para garantizar una enseñanza de calidad, orientada por los valores de la paz, los dere-
chos humanos y la democracia. La idea fue brindar a los niños del estado Táchira una
iniciativa educativa basada en valores que incorpora la vivencia de la experiencia musi-
cal; de tal manera que se posibilita la formación de virtudes favoreciendo en el niño el
desarrollo intelectual, socio-afectivo, psicomotor, de crecimiento personal, de formación
de hábitos y conductas orientadas a la consecución de un ser humano integral.
Metodología y principios
Principios
Valores promovidos
Amor
Sentimiento de encuentro y unión, preocupación por el otro, compromiso real entre
las personas. Representa bondad, compasión y afecto. Nos lleva a vivir emociones,
experiencias, actitudes y conductas que fomentan la armonía y dan significado a
nuestras relaciones: la comprensión, el servicio y la entrega; el dar, compartir y
convivir; la aceptación, la consideración y el apoyo; la protección, la corrección y
el perdón.
Libertad-responsabilidad
Equivalente a la posibilidad de elegir de manera consciente y autónoma la realiza-
ción de nuestras acciones y comportamientos. Hacer lo que creemos que se debe
hacer, siendo capaces de analizarlo y de establecer los efectos de nuestras acciones.
Respeto
Reconocimiento y valoración del derecho y la dignidad de los demás; aceptación de
las diferencias entre las personas, su valor y sus ideas. Valor fundamental para hacer
posible las relaciones de convivencia y comunicación; condición indispensable para
el surgimiento de la confianza. Permite cultivar la armonía con el entorno ambiental
y el espiritual.
Perseverancia
Asumir compromisos, orientar nuestro empeño, constancia y persistencia en el es-
fuerzo individual, familiar y social hacia la superación personal, el desarrollo colec-
tivo y el progreso humano.
Solidaridad
Consideración de la igualdad de oportunidades para los seres humanos. Se expresa
en sentimientos de empatía con el otro, fraternidad entre los hombres, sensibilidad
ante el sufrimiento humano y la discriminación. Disposición a buscar la justicia y
la equidad, la generosidad para con los más débiles y vulnerables. Implica ayuda,
acompañamiento, incondicionalidad y hermandad.
El programa está pensado para los niños, se quiere despertar en ellos el interés y generar
aprendizajes y recuerdos de las experiencias que perduren en sus vidas. Es por este mo-
tivo que se acompaña de un proceso de promoción, donde las estrategias pedagógicas,
material didáctico e institucional, así como los encuentros del programa son identifica-
dos con los elementos que componen la imagen de ¡Qué nota es mi escuela!.
Conciertos didácticos
La participación activa, directa y reflexiva de los niños en los conciertos didácticos
permite la apreciación del valor estético y ético de la música como recurso generador
de experiencias significativas que contribuyen a formar la dimensión moral en ellos.
Música
Lenguaje musical, técnica vocal, dirección coral, perfeccionamiento didáctico y de
ejecución instrumental, nuevos métodos activos en la educación musical.
Valores
Sensibilización y reflexión del tema de los valores que desarrolla el programa a través
de conversatorios, jornadas, concursos de ensayos y congresos con especialistas y
pedagogos de prestigio nacional e internacional.
La propuesta lúdica está diseñada para grupos de cuatro niños. Uno de los niños
debe “cantar” las fichas mientras todos revisan si la ficha ganadora está en su cartón,
cuando el niño ganador de la ficha dice “Qué nota”, debe leer la rima, la definición
del instrumento o el valor. El docente planifica un espacio semanal para que los
niños se reúnan a jugar en el aula o cualquier otro ambiente de la escuela.
Orquestina de Valores
Son actividades de aula, diferentes a las musicales, que consisten en dinámicas gru-
pales didáctico-recreativas del tipo dramatizaciones y juego de roles, por lo que
desarrollan otra dimensión del ámbito de la educación a través de la expresión
artística teatral.
La dramatización posee intencionalidad educativa, por ello se ha concebido esta
estrategia de manera que el docente guíe el proceso de internalización de los valores
humanos que sustentan el programa. Por medio de la organización de grupos in-
fantiles en secciones se realizan representaciones dirigidas a la práctica concreta de
valores seleccionados. Estos grupos se rotan cada dos semanas con la finalidad de
dar oportunidad a todos los niños de que participen.
Galería de Valores
A través de la actividad Galería de Valores, previa preparación del docente mediante
los talleres de formación en los aspectos pedagógicos del dibujo infantil, se persigue
potenciar la conexión con los niños, llevando más allá el entendimiento del universo
interior infantil a través del mismo.
El objetivo es la representación grafo-plástica de valores por parte de los alum-
nos para que posteriormente sean expuestos en un espacio previamente dispuesto
para ello, generando un debate reflexivo entre los propios compañeros de clase y el
docente guía.
Contexto
Aparte de las dolorosas consecuencias en pérdida de vidas, los siniestros viales pro-
ducen enromes pérdidas materiales, disminuyen la calidad de vida de la ciudad,
crean zozobra y un sufrimiento incalculable en las familias de las víctimas; gene-
ran elevados costos por gastos médicos, rehabilitaciones y gastos funerarios, y traen
como consecuencia que el 40% de los espacios de rehabilitación de los centros hos-
pitalarios estén ocupados por lesionados viales.
Objetivo
El proyecto Educación Vial y Ciudad (EVYC) está conformado por un grupo de pro-
fesionales, quienes conmovidos por el incremento en las cifras de siniestros viales en
la ciudad de Mérida deciden apostar por un cambio de las conductas ciudadanas,
trabajar con el propósito de construir para las generaciones futuras una ciudad más
humana y menos agresiva, y contribuir a disminuir los siniestros de tránsito que en-
lutan todos los días a los hogares merideños.
La metodología
El problema y su solución
Programas y actividades
En esta primera etapa, EVYC, en el desarrollo de sus objetivos, ha llevado a cabo los
siguientes programas:
1. Organización de seminarios, congresos, jornadas, charlas y diplomados en
seguridad vial.
2. Creación de campañas de educación y seguridad vial destinadas a todos los
usuarios de las vías (peatones, pasajeros y conductores) utilizando diferentes
formatos como vallas, pancartas, radio, prensa y televisión.
3. Realización de trabajos de calle corrigiendo los malos hábitos de los conduc-
tores en diferentes intersecciones de la ciudad y la distribución masiva de
material informativo.
Vallas y pancartas son algunos de los medios empleados para las campañas
de educación y seguridad vial
Diana Morales
Introducción
Las autoridades del municipio Sucre, en su afán por mejorar las condiciones de vida
de sus habitantes e integrarlos en una sociedad más armoniosa, segura y respetuosa
de la ley, han esbozado, conjuntamente con sus vecinos, varios proyectos de apoyo
comunitario en las áreas más relevantes del acontecer diario.
Uno de los problemas más álgidos, a nivel mundial, es el elevado nivel de tránsito y
la carencia manifiesta de educación vial en la mayoría de las ciudades de países en desa-
rrollo. Las ciudades latinoamericanas han intentado distintas iniciativas con el propósito
de mejorar el tránsito y el ordenamiento del mismo, con variados resultados.
El municipio Sucre, del estado Miranda, se caracteriza por tener serias deficien-
cias de infraestructura vial, circunstancia agravada por su ubicación al extremo este
del valle de Caracas, limitado por una geografía montañosa de difícil acceso y exigido
como paso obligado desde las ciudades dormitorio de Guarenas y Guatire hacia Ca-
racas, lo que se traduce en elevados índices de congestionamientos de tránsito, con la
consiguiente pérdida de tiempo y baja calidad de vida de los usuarios.
La crisis económica, que ha persistido desde los años 1990 hasta ahora, ha gene-
rado ingentes cantidades de personas desplazadas del mercado laboral formal que, en
parte por escasez de oportunidades y en parte por falta de autoridad, han recalado en
el comercio informal, inundando los espacios públicos de la ciudad, agravando la, ya
de por sí, escasa infraestructura vial y peatonal. En el caso del municipio Sucre esta
circunstancia ha complicado enormemente la movilidad de personas y vehículos, ge-
nerando numerosos accidentes y relajando el respeto por las normas hasta mínimos
cercanos a la anarquía.
Es por ello que con la intención de dar soluciones a los problemas del tránsito
y transporte y humanizar la ciudad se propuso un esquema novedoso de apoyo a la
gestión del tránsito, realizado por la comunidad, de la mano de la Alcaldía. De esta
manera, la Alcaldía del municipio Sucre, a través del Instituto Municipal Autónomo
de Transporte y Estrategia Superficial-IMAT, inicia en el año 2010 su programa guía
en educación vial, denominado “Para, mira y cruza”.
En el diseño y conformación del programa “Para, mira y cruza” confluyeron varias dis-
ciplinas: transporte, policía, cultura, juventud, relaciones con la comunidad y otros que,
mediante el intercambio de ideas y conocimientos de cada área, permitieron estructurar
El inicio del programa de educación vial del municipio Sucre, desarrollado por el
IMAT, se efectuó a través de un proyecto piloto denominado “Brigada Voluntaria de
Tránsito de la Tercera Edad y Jóvenes” y con la campaña “Para, mira y cruza”, la cual
se llevó a cabo en tres intersecciones del municipio (avenida Francisco de Miranda a
la altura del Unicentro El Marqués, avenida Francisco de Miranda con avenida prin-
cipal de Los Dos Caminos y avenida Francisco de Miranda con avenida principal de
La Urbina, en Petare) en dos turnos por día, en la mañana de 7:30 a 9:30 am y en la
tarde de 4:00 a 6:00 pm.
La brigada está compuesta por personas de la comunidad residentes en las cer-
canías, jóvenes voluntarios y un grupo actoral compuesto por mimos, payasos y zan-
queros, y un personaje denominado “Transito”, quienes llamaron la atención de los
peatones hacia el cumplimiento de las normas de tránsito, mientras que las personas
de la tercera edad repartían material educativo y conversaban con los peatones para
que se percataran de la importancia del cumplimiento de las normas para mejorar la
seguridad vial. Los jóvenes apoyaban esta actividad con manos gigantes que contri-
buían a organizar e indicar si se cumplía o no con la regulación. También la Policía
de Circulación participó con funcionarios activos y estudiantes ubicados en los sitios
de la campaña. Este plan piloto fue acogido por la comunidad con mucho entu-
siasmo y resultó muy favorable en su objetivo principal.
Posteriormente se evaluó el impacto del plan piloto, y se determinó la continuación
y ampliación del mismo para el resto del año en curso, realizándole los ajustes necesarios.
El 14 de septiembre de 2010 se dio inicio formal al Programa “Para, mira y cruza”
el cual se convirtió en un programa permanente del IMAT. Durante su primera etapa
en ese año, se ejecutó el programa en doce intersecciones y se realizaron varios en-
cuentros con escuelas del municipio en plazas, poniendo en escena al “Mimo Vial”, y
se iniciaron acercamientos a las comunidades estudiantiles especiales.
A raíz del éxito alcanzado, se generó una afluencia de actores formales e infor-
males solicitando participar en el programa, y un interés en el tema por diferentes
personas del ámbito cultural del municipio, lo que conllevó a la creación de la Es-
cuela de Mimos de la Alcaldía del municipio Sucre, adscrita a la Fundación José
Ángel Lamas-Fundalamas, con la finalidad de formar personas en las artes actorales,
específicamente mimos, y con esto contribuir con la generación de nuevas formas de
recuperación de jóvenes y estímulo a oficios novedosos que integren a la población
tanto con las artes como con la actividad productiva.
El programa “Para, mira y cruza” permite incorporarlos a su plantilla de trabajo,
una vez que se gradúen de la Escuela de Mimos.
Los resultados de la ejecución del plan dieron la pauta para continuar y extender
el programa. Las razones para la extensión del plan atienden a varios elementos ana-
lizados, de diversa índole.
• Un programa de educación requiere de dedicación continua y sostenida por
un tiempo para consolidar las ideas y lograr cambios culturales que se man-
tengan en el largo plazo.
• Además de consolidar las ideas se requiere lograr un cambio de actitud, por
lo que debe reforzarse el mensaje hasta que esto se logre.
• El programa fue acogido muy positivamente por la población, obteniendo
elogiosos comentarios en la prensa escrita y audiovisual, que confirmaron la
apreciación del impacto positivo del mismo.
• La buena percepción y los comentarios positivos de los usuarios en la calle
durante la ejecución del programa comprueban su éxito.
• Así mismo se realizó una evaluación con un instrumento de medición en
la calle, y en reuniones de trabajo con los participantes, actores, asesores
y directivos, que condujo a la decisión de continuar y ampliar en tiempo y
espacio el programa.
El énfasis se realizó sobre los diferentes elementos de tránsito que debían trans-
mitirse a las personas y en el arreglo físico de las intersecciones para coincidir con los
esquemas de señalización y demarcación resaltados en el evento.
En las capacitaciones se mezclaron policías de circulación, personas de la co-
munidad que conformarían las brigadas, los mimos o actores participantes, y los
supervisores, todos entrenándose en los mismos mensajes y aprendiendo las razones,
causas y consecuencias relativas a la seguridad vial y la normativa legal.
Se diseñó y elaboro material POP para el programa, lo cual identificaba y com-
plementaba la actividad. Paralelamente se realizaron actividades con escuelas y cole-
gios en las principales plazas del municipio.
En el año 2011, abarcamos doce intersecciones en el programa y duplicamos el
número de mimos participantes, y de personas de la brigada, pudiendo realizar hasta
seis intersecciones simultáneamente, en las horas pico.
La participación de las escuelas aumentó exponencialmente y llevamos el men-
saje a los niños de manera especial mediante el Mimo Vial y con material preparado
para los escolares, trasladándonos a escuelas y colegios del municipio, tanto públicos
como privados y especiales.
En el año 2012 se incorporaron nuevos elementos al Programa de Educación
Vial, como fue el respeto a las paradas de transporte público, y un énfasis especial
en el cuidado y resguardo de los niños al circular por la vía pública, ya sea a pie o en
vehículos públicos o privados.
Durante este mismo año se ejecutó la actividad en 28 intersecciones del munici-
pio, durante 258 días y con una participación de 250 personas aproximadamente en
el transcurso del programa.
Podemos abordar de tres a diez intersecciones simultáneamente, motivando a
la comunidad a cumplir con las normas de tránsito y buena conducta ciudadana. Se
estima que más de un millón y medio de personas han sido beneficiadas por el pro-
grama, en contacto directo e indirecto.
“Para, mira y cruza” en las escuelas y con los niños, ha puesto en escena el per-
formance el “Mimo Vial y Señora Seguridad Vial”, complementado con material rea-
lizado para apoyar la actividad, en plazas, auditorios, cines, teatros, escuelas, canchas
deportivas, etc.
En el año 2010 el programa obtuvo un premio otorgado por la “Asociación Civil Por la
Caracas Posible”, como ente público del año, debido al Programa “Para, mira y cruza”.
Igualmente ha sido reconocido por los medios impresos y audiovisuales, los cua-
les han destacado su labor didáctica en pro de la conciencia ciudadana y su aporte
significativo para salvar vidas de una manera novedosa, innovadora y alegre. Entre
ellos, la cadena BBC Mundo, realizó un documental del programa que distribuyó en
diversos medios. Múltiples universidades y medios de comunicación han realizado
reportajes del programa y lo han difundido de manera impresa, por internet y por
las redes sociales.
El IMAT ha participado en congresos nacionales e internacionales y en diversos
eventos, exponiendo el programa, el cual ha sido siempre muy bien recibido por la
audiencia, y ha generado vínculos con asociaciones interesadas en el tema. El 11 de
mayo del año 2011, se realizó una actividad conmemorativa del Decenio de Acciones
para la Seguridad Vial, que contó con la participación de todo el personal de la Al-
caldía que se comprometió y colaboró en la campaña de seguridad vial. También se
ha asesorado a otras alcaldías e instituciones en la metodología de implantación del
programa y en los esquemas básicos, para evidenciar lo replicable del mismo.
“Para, mira y cruza” ha contado con el apoyo de empresas privadas, que median-
te sus esquemas de responsabilidad social colaboran con el desarrollo del programa,
y se han convertido en valiosas aliadas.
Para los próximos años el programa prevé aumentar la cobertura de interseccio-
nes viales hasta lograr la totalidad del sistema del municipio y así tener un impac-
to masivo y permanente en la cultura ciudadana de respeto y cumplimiento de las
normas de tránsito. Además del trabajo en las intersecciones, se proyecta adecuar
espacios ad hoc para expandir el programa a más personas y multiplicar el impacto
positivo en la comunidad.
Para este año, 2013, se espera corregir las debilidades que presenta actualmente
la operación en las principales intersecciones viales del municipio. En especial la
reorganización de los tiempos de semáforos, para que se adecúen mejor a los flujos
vehiculares y las distintas horas del día y, sobre todo, la inclusión de fases peatonales
independientes, de modo que peatones y vehículos no coincidan sobre la misma,
como sucede actualmente en muchas intersecciones de la ciudad.
El Programa de Educación Vial se extenderá en el futuro con más herramientas y
esquemas novedosos que contribuyan con la disminución de incidentes de tránsito,
personas lesionadas o incapacitadas, o muertes por esta causa, buscando salvar vi-
das, evitar pérdidas y mejorar las condiciones de vida de la población, continuando
el esfuerzo para formar a un nuevo ciudadano, respetuoso de los demás y del bien
público, que sepa cuidarse y proteger a los suyos, siendo una persona responsable,
habituada a cumplir con las normas de tránsito y que sea cortés y amable para lograr
una convivencia más amena y feliz.
Tulio Hernández
Diana López
Gestor cultural y artista plástico. Desde 1991 expone en el circuito artístico nacional
e internacional y colabora en el impulso y formación de jóvenes artistas venezolanos
a través del Laboratorio de Arte Contemporáneo. A partir del año 2002 participa en
la conceptualización y desarrollo de políticas públicas en las áreas de cultura y turis-
mo del municipio Chacao. Es presidente de la Fundación Chacao para la Cultura y
el Turismo desde 2006 (www.culturachacao.org). Actualmente es co-presidente de la
Red Interlocal y fundadora de la Red de Centros Culturales de Venezuela.
Eduard Miralles
Xavier Marcet
Henry Murraín
Sandra Zúñiga
Omar Hernández
Nelson Cordero
Víctor Peña
Jhaneira Pacheco
Diana Morales