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COMÚN Y CORRIENTE

Minicrónica sobre la esperanza…


EMMANUEL ESPINOSA LUCAS

Martes 19 de septiembre. Corría la tarde y los medios nacionales publicaban los simulacros
realizados en recuerdo del 32 aniversario del sismo ocurrido en la Ciudad de México durante
1985, ese que caló en el alma del pueblo pero que hizo fluir lo mejor de nosotros (como casi
siempre ocurre ante los desastres naturales). El presentador de noticias anuncia que su equipo
debe salir del estudio de televisión porque está temblando. Las lámparas se mueven y, como
por efecto dominó, los bruscos movimientos comienzan a sentirse en el entorno, primero mi
televisor, luego el foco de mi sala, finalmente toda mi casa. El miedo se apodera de
nosotros…

Sobrevivimos. No hay ningún rasguño en casa, en Pachuca, pero el pavor sigue presente.
Papá trata de comunicarse con su madre y hermanas en la capital del país; luego de tres
intentos lo logra. Mamá llama por celular a mis hermanas que laboran en el estado. Todo
bien hasta que el televisor nos muestra el horror: los daños, los derrumbes, los gritos, las
lágrimas, el desconcierto… como si 1985 fuese ahora, como si 32 años de recuerdo no fueran
suficientes…

Miércoles 20 de septiembre. La ayuda llega a la Ciudad de México, Morelos y Puebla,


estados donde el sismo afectó en mayoría; sin embargo, no es suficiente. Mi hermana y yo
nos encontramos en el supermercado comprando víveres, como muchas personas más. Nos
miramos a los ojos con dolor, con la incertidumbre a flor de piel pero con el ánimo de ayudar
como sea, como se pueda. Los más jóvenes se muestran más impetuosos y participativos. De
repente ya no somos decenas sino centenas los que estamos dispuestos a colaborar. Somos
más los buenos, me digo. No todo está tan mal…

Enciendo el televisor y las centenas de personas ayudando se vuelven miles, y tras los miles
decenas de miles. No importa si es con una botella de agua, removiendo escombro, salvando
vidas, la gente ayuda. Y no sólo las mujeres y los hombres, también los perros, nuestros
compañeros de narices frías y miradas cálidas. Es inevitable no llorar ante semejante acto de
amor. México se levanta, una vez más gracias a su gente, la verdadera esperanza…

Jueves 21 de septiembre. El trabajo continúa. Las miradas muestran cansancio, pero el


optimismo se acrecienta. El televisor muestra el rescate de una niña; al final todo resulta en
un show. No importa, la gente sigue ayudando, el espíritu de levantarnos continúa, la
decepción no se transforma en apatía ni en ira. Comprendemos que a pesar de las mentiras,
de la ineficacia de los gobernantes, de la ineptitud de diputados y senadores, de los gandules
que cometen rapiña, de los idiotas que tuitean información falsa, de los imbéciles que critican
a los que ayudan pero que no mueven ni un dedo en casa, que nosotros somos mejores,
nosotros somos más, nosotros somos el pueblo…

La esperanza reside en nosotros… y se necesita más que un huracán y varios temblores para
derrumbarla…

@Lucasvselmundo
theemmanuellucas@gmail.com

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