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Ariel Álvarez Valdés http://www.iglesianueva.8k.com/ariel.

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Publicado en soporte papel en Revista de Espiritualidad y Teología, Ediciones del Convento de Santo Domingo, San
Luis, Argentina, 1999. Publicado en soporte electrónico en http://www.iglesianueva.8k.com/ariel.htm

ARIEL ÁLVARES VALDÉZ


O la disolución de la fe en el racionalismo
A propósito de los exorcismos
"¿Cuáles son hoy las más grandes necesidades de la
Iglesia? Que nadie se asombre considerando simplista e
inclusive supersticiosa e irreal nuestra respuesta: una de las
más grandes necesidades es la defensa de aquel mal que
llamamos demonio" (Pablo VI, 15/11/72)

1. Introducción
La mayoría de nosotros hemos podido leer en diversos periódicos, en los últimos tiempos,
varias notas y artículos referidos al tema del exorcismo. Quiero mencionar, por lo pronto,
algunos reportajes de hace tiempo atrás a reconocidos exorcistas en el Semanario católico
"Cristo Hoy"; y entre los recientes, los artículos "El obispo exorcista más famoso del mundo
regresa al Vaticano"
(nº 246 p. 6); "Exorcismo en el Vaticano" (nº 245, p. 7), en el que se narra un exorcismo
practicado, exitosamente, por el mismísimo Papa Juan Pablo II en el Vaticano a una
"endemoniada" llevada ante su presencia, y especialmente el titulado "Se actualizó el ritual
de exorcismos" (nº 244, p. 6), que da cuenta del nuevo rito de exorcismos, que entre otras
cosas, contiene una mayor presencia mariana, prescribe sobre la posición a adoptar por el
sacerdote, simplifica y flexibiliza algunas oraciones, etc. (Zenit, 26/1/99).
Lejos estamos de posiciones "anticientíficas" o explicaciones fideistas o mágicas de los
fenómenos de orden natural. El desarrollo de la medicina, la psicología y la psiquiatría
ayudan a la comprensión de muchos problemas; y seguirán haciéndolo. Parece razonable
mantener la prudencia del juicio que ya preveía el antiguo manual (Cristo Hoy nº 245, p. 7),
no andar cazando brujas donde no las hay, y estar dispuesto a admitir, quizás, que "los
auténticos endemoniados no superan el 5 o 6 por mil del total de personas que se confían a
los exorcistas; índice que sube a no más del 30 por mil para los casos de obsesiones
demoníacas, infestaciones, disturbios misteriosos" (Cristo Hoy nº 244, p. 6).
Por eso también, la importancia del discernimiento de los casos, y la consulta previa con
profesionales en casos dudosos.
De todos modos, Gabriele Amorth, sacerdote exorcista de Roma, recogiendo muchos
años de experiencia en la materia (Narraciones de un exorcista, ed. San Pablo, Bogotá,
1996), escribe lo siguiente:
"A los exorcistas nos parece justo e importante estar atentos a no dejarse engañar
por enfermos psíquicos, obstinados, quienes, en resumidas cuentas, no tienen
ninguna presencia demoníaca y ninguna necesidad de exorcismo. Pero señalemos
también el peligro opuesto, que hoy es mucho más frecuente y, por tanto, más
temible: el peligro de no saber reconocer la presencia maléfica y, por tanto, de
omitir el exorcismo cuando realmente se necesita. Y estoy de acuerdo con todos los
exorcistas con quienes me he comunicado, en reconocer que nunca ha sido
perjudicial un exorcismo innecesario (la primera vez y en los casos inciertos todos
hacemos exorcismos muy breves, pronunciados en voz baja, que pueden
confundirse con simples bendiciones). Por este motivo nunca hemos tenido motivos
de arrepentimiento. En cambio, hemos debido arrepentirnos de no haber sabido

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reconocer la presencia del demonio y de haber omitido el exorcismo en casos en que


la presencia del demonio apareció claramente más tarde, con signos evidentes y
cuando ya tal presencia estaba mucho más arraigada (...) Por lo dicho se entenderá
cuán necio es esperar para hacer el exorcismo a que haya signos seguros de
posesión; y es, además, fruto de total inexperiencia el esperar antes de los
exorcismos a aquel tipo de signos que la mayoría de las veces se manifiesta
solamente durante los exorcismos o después de los mismos" (pág. 35)
2. ¿Quién tentó a Jesús?
¿A qué viene todo esto? En estos días llegó a mis manos un pequeño librito: "¿Quien
tentó a Jesús?", de Ariel Álvarez Valdés (ed. Lumen, Bs. As., 1995). El autor ha escrito
varios libritos similares, muchos de exégesis bíblica sencilla; que se venden en muchas
librerías "católicas", se leen por fieles "católicos" y se estudian en seminarios e Institutos
"católicos".
Comencé a leerlo. La tesis central radica en considerar que existe a nivel popular una
confusión entre la noción de "diablo" y la
de "demonio", cuando en realidad se trata de cosas distintas. Afirma que en los Evangelios
siempre se distinguen ambas nociones, atribuyéndose las posesiones siempre a los
demonios, de los que se habla sin artículo y en género neutro, dando a entender que no se
trata de un individuo personal. En cambio la palabra "diablo" se usa solo en singular (p. 11),
y nunca se le atribuyen posesiones (p. 5) sino solo tentaciones (p. 12 y 16).
Aunque no somos especialistas en la temática, la cosa no parece ser tan así.
Veamos el siguiente texto:
"Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le vinieron al
encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en
extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y he aquí, ellos lanzaron
gritos diciendo: -¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para
atormentarnos antes de tiempo? Lejos de ellos estaba paciendo una gran piara de
cerdos, y los demonios le rogaron diciendo: -Si nos echas fuera, envíanos a aquélla
piara de cerdos. El les dijo: -¡Id! Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí
toda la piara se lanzó al mar por un despeñadero, y murieron en el agua. Los que
apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que
había pasado a los endemoniados" (Mt. 8, 28).
Veamos este otro
"Mientras aquéllos salían, he aquí que le trajeron un hombre mudo endemoniado.
Y tan pronto fue echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las multitudes se
maravillaban diciendo: -¡Nunca se ha visto semejante cosa en Israel! (Mt. 9, 32)"
Del texto surge con claridad que con los demonios se hace alusión a sujetos personales
(¿si no, como hablarían?). Y a ellos se atribuyen posesiones, y enfermedades. Además, que
también se hace referencia al demonio en singular.
Lo mismo en el siguiente
"Entonces una mujer cananea que había salido de aquellas regiones, clamaba
diciendo: -¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente
atormentada por un demonio" (Mt. 15, 22)
Tampoco es cierto que al diablo se atribuyan solo tentaciones:

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"Saben que Dios llenó de poder y del Espíritu a Jesús de Nazaret, y que Jesús anduvo
haciendo bien y sanando a todos los que sufrían bajo el poder del diablo" (Hech. 10,
34).
Otro hecho a tener en cuenta es que la Escritura atribuye algunos males naturales
(enfermedades) a demonios, pero otras veces a causas naturales. Distingue claramente
ambos casos, el expulsar demonios y el sanar enfermos. De ello surge que no confundían
una enfermedad con una influencia del demonio, aunque ésta pudiese causar síntomas de
aquélla:
"Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Gratis
habéis recibido; dad gratis" (Mt. 10, 8)
Así, en algunos casos dice que Jesús expulsó al demonio (trayendo por consiguiente la
cura del mal que provocaba la acción de éste), y en otros, simplemente, curó la enfermedad.
Por ejemplo, incluye a los mudos entre otros enfermos:
"Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos,
mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los
sanó" (Mt. 15, 30).
En este sentido, Gabriele Amorth ha escrito que:
"El Evangelio es muy preciso en distinguir los enfermos de los endemoniados,
aunque algunas consecuencias pueden ser idénticas" (pág. 87)
Anota el siguiente interesante ejemplo:
"El 24 de abril de 1988 Juan Pablo II beatificó al carmelita español P. Francisco
Palau. Es una figura muy interesante para nuestro caso, porque en los últimos años
de su vida se dedicó a los endemoniados. Había conseguido un hospicio en donde
acogía a los afectados por enfermedades mentales. Los exorcizaba a todos: los que
eran endemoniados, se curaban; los que eran enfermos quedaban como estaban"
(pág. 47).
Y también que
"Hago notar que la palabra "diablo" en la Biblia no tiene un sentido genérico, como
demonio, sino que indica siempre solamente a Satanás" (pág. 60)
El IV Concilio de Letrán definió que:
"El diablo y los demás demonios, por naturaleza fueron creados buenos por Dios;
pero ellos se hicieron malos por su culpa"
Como vemos, no hace una distinción radical entre el diablo y los "demás demonios",
considerando más bien que el diablo es un demonio, siendo éste último un término genérico.
Hasta aquí parece una cuestión de exégetas. Pero no. Las consecuencias son graves.
2. Demonios y posesiones en la opinión de Ariel Álvarez Valdés
Pero mi asombro y decepción vino cuando el autor del libro bajo examen comenzó a
utilizar esa distinción para señalar que en realidad la alusión en la Escritura a los demonios y
las posesiones demoníacas se deben a las "limitaciones médicas de entonces" (p. 8); es decir,
como no podían explicar médicamente las enfermedades, las atribuían a influencias
demoníacas. Y que hoy, con el avance científico, "no es posible seguir creyendo en la
existencia de los demonios ni en la 'posesión demoníaca' (...) Es verdad que aún hoy se dan
dolencias extrañas cuyas causas exactas se ignoran, como la de encender fuego con la
mirada, cambiar la voz, vomitar pelos o pequeñas serpientes, y tener conocimientos

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extraordinarios. Pero no hace falta ya apelar al viejo recurso de los demonios de la época de
Jesús. Basta saber que con el tiempo saldrá a la luz su explicación, como de hecho ya
sucede, gracias a la parapsicología, con algunos fenómenos como la levitación, la tiptología,
la telekinesis o la xenoglosia" (p. 14).
Ya en este punto estaba indignado. Nadie podrá saber, al fin y al cabo, si determinado
fenómeno se debió o no a la acción del demonio. ¿Pero como descartarla siempre con tanta
seguridad y generalidad? Así que aunque haya gente que "vomita pelos o pequeñas
serpientes", habla con otra voz o manifestando conocimientos que nunca adquirió, rechaza la
eucaristía, el agua bendita o la presencia del sacerdote aún sin haberlos visto, atribuir todo
esto a una "posible" (subrayo posible) presencia del demonio, es una confusión propia de
tiempos primitivos y que debemos descartar absolutamente. Si así fuera, por qué no decir lo
mismo de los "milagros": en realidad no existen, es una explicación mágica a fenómenos
naturales y hay que esperar a que la ciencia los explique. Ni Cristo resucitó, ni multiplicó los
panes, ni está realmente presente en la Eucaristía, ni que hablar del Santo Sudario, los
milagros atribuidos a los Santos, el "poncho" de la Virgen de Guadalupe. Resulta arrogante e
imprudente negarles posibles explicaciones sobrenaturales, más aún en nuestros días, cuando
advertimos que en realidad la ciencia explica menos cosas que las que creía poder explicar
(piense en la teoría física de Newton, la relatividad de Einstein, la física cuántica,
Heisenberg, y lo que seguirá después).
No soy el único a quien le afectan estos comentarios. También al exorcista de Roma,
Amorth, que hemos citado mucho aquí, preocupadísimo por la desatención que se brinda
desde el seno de la Iglesia a la acción del demonio y por tanto a la indefensión en que se
coloca a los fieles frente a éste:
"Me hacen reir ciertos sabiondos teólogos modernos que afirman como una gran
novedad el hecho de que ciertas enfermedades mentales pueden confundirse con la
posesión diabólica. Y también ciertos psiquiatras o parapsicólogos creen haber
descubierto el agua tibia con tales afirmaciones. Si fueran un poco más instruidos,
sabrían que los primeros expertos en poner en guardia contra este posible error han
sido las autoridades eclesiásticas. Desde 1583, en los decretos del Sínodo de Reims,
la Iglesia llamó la atención sobre este posible equívoco, afirmando que algunas
formas de sospechosa posesión diabólica podían ser simples enfermedades
mentales. Pero entonces la psiquiatría ni siquiera había nacido y los teólogos le
creían al Evangelio" (pág. 36).
Más bien parece que Álvarez Valdés carece en sus juicios del sentido sobrenatural de las
cosas, que pretende "acomodar la realidad" a su interés: él quiere, por principio, que no
existan las posesiones, y así hace un análisis más que tendencioso. Y ello impide "sentir con
la Iglesia" en este punto.
Así, pudo escribir que "Hoy la Iglesia continúa hablando del Diablo, pero ya no tanto del
demonio. Sigue preocupada por las tentaciones, pero lentamente ha ido abandonando su
creencia en las posesiones. El Concilio Vaticano II, en todos sus documentos, sólo lo
menciona tres veces, y siempre en pasajes bíblicos. El documento de Pueblo no lo nombra ni
una sola vez. Tampoco el libro del Bendicional. El nuevo Código de Derecho Canónico,
antes más explícito, ha reducido el tema del exorcismo a un solo canon. Y mientras los
antiguos catecismos hablaban con más detalles de la vida y el accionar de los demonios, el
Nuevo Catecismo sólo le dedica dos números" (p. 15). Ahora resulta que para saber cuál es
la enseñanza de la Iglesia sobre una cuestión, hay que contar el número de veces que se lo
menciona en un documento. Resulta que la maternidad divina de María no es parte
importante de la Enseñanza de la Iglesia, porque el credo la menciona una sola vez. Y que
miles de Santos en realidad no lo son tanto porque el documento de Puebla no los menciona
ninguna vez. No basta que algo esté enseñado en el Catecismo o prescripto en el Código de

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Derecho Canónico, no, debemos contar el número de palabras que se le dedican, para ver si
tiene valor. ¿Qué tiene que hacer la Iglesia?, ¿repetir cada cosa que enseña extensa y
permanentemente porque si no se tiene por automáticamente derogada?
3. La Iglesia y los exorcismos
Pero mi indignación con el libro fue aún mayor cuando encontré, a continuación, una
falsedad manifiesta. "En el siglo III la Iglesia preguntó a los científicos de la época por qué
ciertas personas tenían comportamientos sumamente extraños, y le contestaron: "Están
endemoniados". Ante esto, creó la ceremonia del exorcismo. En el siglo XX la Iglesia
vuelve a hacer la misma pregunta a los científicos, y ahora éstos contestan: "Tienen raras
patologías, cuyas causas a medias ya se conocen". Entonces, suprimió el exorcismo" (p. 15).
¡Así que la Iglesia suprimió el exorcismo! ¿Cómo se puede confundir tanto a la gente?
¿Cómo se puede escribir un libro con tan poca seriedad? ¿Cómo puede tener la difusión que
tiene? "El nuevo texto se desarrolla en continuidad con el viejo. No hay un verdadero
cambio sustancial, ni una ruptura con el texto anterior. Hay cambios que se refieren al
lenguaje. se trata de un lenguaje más sobrio, con menos adjetivos. Además se da más
libertad al sacerdote que practica el exorcismo, con una mayor flexibilidad acerca de las
oraciones a usar. En resumen hay una novedad en el estilo, en el lenguaje más adaptado al
mundo en el que vivimos, pero el contenido sigue siendo el mismo", dijo el cardenal Jorge
Arturo Medina Estévez prefecto de la Congregación para el Culto Divino, al presentar el
nuevo rito del exorcismo ¡La Iglesia estrena el nuevo rito de exorcismo y el autor dice que lo
ha suprimido! (Zenit, 26/1/99).
4. Razón y Fe
¿De qué Iglesia hablará Álvarez Valdés cuando dice que suprimió el exorcismo? La
acción del demonio en la vida humana es, en gran parte, un misterio. Misterio significa que
hay cosas que no podemos explicar. Quizás algunas las podamos explicar en el futuro. No
sabemos. Mientras tanto, seguimos abiertos a la ciencia y al misterio. No pretendemos saber
más que lo que sabemos. No nos cerramos al misterio por adorar la ciencia como un ídolo;
ni damos la espalda a la ciencia por apego infantil a lo mágico. Duele que algunos que tienen
en la Iglesia la misión de enseñar no entiendan algo tan simple.
Este librito, como ocurre también con otros del mismo autor, deben prevenirnos de la
tentación naturalista y racionalista. Reducir lo sobrenatural a lo natural. Y la fe a lo racional.
Cuando algo escapa a la explicación natural, lo forzamos, y lo metemos a presión, para que
sea explicable por causas naturales. Cuando algo no "entra" totalmente en nuestra limitada
razón, lo deformamos, lo "recortamos", eliminamos la esfera de misterio que posee. Todo,
en el fondo, para no reconocer nuestra limitación, para no creer en lo que está más allá de
nuestras fuerzas naturales, para no someternos. Derribar el orgullo para estar dispuesto al
verdadero acto de Fe, creer sin ver, exige humildad, a la que un hombre al que han
convencido de que es la medida de todas las cosas, no está siempre dispuesto. La tentación
racionalista... que se manifiesta también en otras obras del mismo autor, donde muchísimos
relatos de la Sagrada Escritura, del Antiguo y del Nuevo Testamento, que indican algo
milagroso o sobrenatural son reducidos a mitos, metáforas o recursos litararios que no
debemos considerar como reales...
De todos modos, estemos tranquilos. Ser creyente es lo más sensato del mundo. Aunque
muchas verdades de Fe no resulten demostrables racionalmente, sí sabemos, a todas luces,
que es más evidente y sensato creer en ellas que negarlas. De otro modo, miles de cosas
quedan sin explicación coherente. Volvamos sobre la obrita que nos ocupa. ¿No es insensato
pensar que aunque haya gente que "vomita pelos o pequeñas serpientes", habla con otra voz
o manifestando conocimientos que nunca adquirió, rechaza la eucaristía, el agua bendita o la

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presencia del sacerdote aún sin haberlos visto, es imposible que eso se deba a la presencia
del demonio?
5. Las "confesiones" de un exorcista
Volvamos a las palabras de Gabriele Amorth, que además de saber teología, se ha
enfrentado, como exorcista, de hecho, con demonios.
De las referencias de la Sagrada Escritura, las elaboraciones teológicas y su propia
experiencia "profesional", concluye con certeza que además de la "acción ordinaria del
demonio, que se dirige a todos los hombres: la de tentarlos para el mal" (pág. 23), existe una
acción extraordinaria, que puede asumir cinco formas diversas: 1. los sufrimientos físicos
causados externamente (golpes, flagelaciones, etc. de la que dan testimonio vidas de Santos
como el cura de Ars); 2. la posesión diabólica (cuando el demonio se posesiona de un cuerpo
para hacerlo actuar como quiere); 3. la vejación diabólica (disturbios y enfermedades); 4. la
obsesión demoníaca (asaltos repentinos, a veces contínuos, de pensamientos obsesivos); y 5.
las infestaciones diabólicas (sobre casas, objetos, animales).
Anota que
"Las posesiones son bastante raras aún hoy; pero nosotros, los exorcistas,
encontramos gran cantidad de personas golpeadas por el demonio en la salud, en los
bienes, en el trabajo, en los afectos... Quede bien claro que diagnosticar la causa
maléfica de estos males (es decir, acertar en si se trata de una causa maléfica o no) y
curarlos, no es de hecho más sencillo que diagnosticar y curar las posesiones
auténticas; podrá ser diversa la gravedad, pero no la dificultad para captarlas y el
tiempo requerido para la curación" (p. 24)
Enumera también los motivos por los que pueden darse, en una persona, estos disturbios
extraordinarios del demonio (pag. 43 y ss.): 1. Por simple permisión de Dios (casos en que
Dios permite la acción extraordinaria del demonio para que el hombre se haga más humilde,
paciente, y comprenda que sin la ayuda de Dios caería en los peores males. Es el ejemplo de
muchos Santos, que padecieron su acción); 2. Cuando se sufre un maleficio (que consiste en
hacer daño a otro mediante la intervención del demonio, siendo el modo más usado la
hechicería); 3. Cuando se lleva una vida sin fe, en un grave estado de pecado y de
endurecimiento del mismo (caldo de cultivo ideal para la acción del demonio); y 4. Visita a
lugares o personas maléficos (sesiones espiritistas, de magia, cultos satánicos, recurso a
magos, etc.).
Anota el autor que dado como proliferan en nuestros días estas situaciones, no extraña
que el demonio ejerza una mayor acción sobre los hombres; justamente en tiempos en los
que su presencia es ignorada e incluso negada, hasta por los mismos miembros de la Iglesia.
De todos modos nos deja tranquilos. La oración, la práctica sacramental, la vida conforme
con la ley de Dios son las mejores prevenciones y curas frente a la acción del demonio.
Valen más que mil exorcismos. A seguir, entonces.
Mariano G. Morelli

RETRACTACION

Carta del presbítero Alvarez Valdés

Con fecha 19 de julio, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe me pidió


que en alguna revista o boletín católico publicara el siguiente texto de retractación :

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Ariel Álvarez Valdés http://www.iglesianueva.8k.com/ariel.htm

En el mes de diciembre de 1995 publiqué un artículo de divulgación bíblica, titulado


"¿EL DIABLO Y EL DEMONIO SON LO MISMO?". En dicho artículo yo afirmaba que:
1. "No es posible la posesión diabólica, en el sentido de que un ser personal se
introduzca dentro de otra persona, lo posea y loobligue a tender hacia el mal en contra de su
voluntad".
2. "Los casos de posesión diabólica siempre son enfermedades a las que la ciencia de
aquel tiempo no encontraba respuestanatural".
3. "Jesús vino a enseñar religión, no medicina. En este sentido Jesús permaneció dentro
de los límites de la concepción judía deaquel tiempo. Los presuntamente poseídos eran en
realidad enfermos, pero como la gente explicaba aquellos trastornos y su curación mediante
el lenguaje de "posesión" y "exorcismo", Jesús no tenía porqué hablar con términos distintos
de los que eran familiares en aquel tiempo".
4. "A la altura de nuestros actuales conocimientos, tanto científicos como bíblicos, no
es posible seguir creyendo en laexistencia de los demonios".
5. "(La Iglesia) lentamente ha ido abandonando su creencia en las posesiones".
6. "En 1984 Juan Pablo II publicó el nuevo Ritual Romano en el que elimina
definitivamente la ceremonia misma delexorcismo, de la Iglesia Católica".
7. "En el siglo II la Iglesia preguntó a los científicos de la época por qué ciertas
personas tenían comportamientos sumamenteextraños y le contestaron: están endemoniados.
Ante esto, creó la ceremonia del exorcismo. En el siglo XX la Iglesia vuelve a hacer la
misma pregunta a los científicos, y ahora éstos contestan: tienen raras patologías, cuyas
causas a medias ya se conocen. Entonces (la Iglesia) suprimió el exorcismo".
"Por medio de la presente quiero retractarme de estas afirmaciones, y reconocer que
eran erróneas y contrarias a las enseñanzas de la Iglesia Católica, a la que amo y deseo
servir fielmente desde mi ministerio. Especialmente a la luz del nuevo Ritual del Exorcismo,
recientemente aparecido.
"Asimismo quiero dejar en claro que me someto, como siempre procuré hacerlo, a
todo lo que la Santa Madre Iglesia cree y enseña, y que deseo permanecer siempre unido a
ella".
Firmado: Presbítero Licenciado Ariel Alvarez Valdés, Diócesis de Santiago del Estero."+
Nota: con posterioridad el Pbro. Álvarez Valdés reinició en numerosas afirmaciones contrarias a la
Fe, siendo amonestado por la Santa Sede, sancionado por su Obispo (2008), y finalmente decidiendo
éste abandonar el Ministerio sacerdotal (2009).
http://www.aicaold.com.ar/index.php?module=displaystory&story_id=13395&format=html

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