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Adams Carvalho
Entre los varios ejemplos que podrían citarse al respecto, quizá uno de
los más conocidos y asequibles para varios sea el de Friedrich
Nietzsche, filósofo a quien encontramos bajo diversos avatares a lo largo
de la historia según la lectura que se dio a su legado. Así, por ejemplo, lo
mismo lo hallamos como un melómano entusiasta que como un
implacable detractor de la música, como una suerte de ideólogo avant la
lettre del régimen nazi, como heredero del pesimismo de Schopenhauer
y también como el nihilista absoluto que, por eso mismo, inspiró en
parte la idea del absurdo de la existencia de Camus, etcétera.
Aun con estar más o menos extendida, esa puede considerarse una
lectura sumamente sesgada. Nietzsche habló de poder, es cierto, pero
no en la manera en que podríamos identificarlo desde un punto de vista
totalitario e instrumental. La idea de poder del filósofo era a un tiempo
más elevada y más profunda: en uno de los videos de difusión de sus
ideas que reseñamos este año se explica cómo la voluntad de poder es
la forma en que podemos salir del laberinto del eterno retorno y así
devenir Superhombres:
Desde otra perspectiva, esa tesis podría compararse con el esfuerzo por
salir de la repetición que se busca en el psicoanálisis o, con más
ambición aún, con la epifanía de romper con la dialéctica del amo y el
esclavo. En todos los casos, incluido el cese del eterno retorno
pregonado por Nietzsche, la recompensa última de poner nuestra
voluntad en ello es el encuentro con la libertad auténtica, liberados de la
fatalidad, de la repetición, del mundo del Amo, volcados de lleno sobre
nuestro propio destino.
Esa es quizá una de las lecturas más ricas que podemos hacer de
Nietzsche. Mirando desde otra perspectiva su pesimismo y su nihilismo,
menos como una declaración de derrota que (mejor) como el
antecedente necesario para celebrar la riqueza de la vida. En el
sitio Brain Pickings, Maria Popova recupera un par de fragmentos de la
obra nietzscheana que nos alientan a aceptar y entender el fracaso antes
que querer huir de él; el primero de estos, el número 905 de La voluntad
de poder, dice:
Aquellos hombres que en definitiva me interesan son a los que les deseo
sufrimientos, abandono, enfermedad, malos tratos, desprecio: yo deseo,
además, que no desconozcan el profundo desprecio de sí mismos, el
martirio de la desconfianza de sí mismos, la miseria del vencido; y no
tengo compasión de ellos, porque les deseo lo que revela el valor de un
hombre: ¡que uno mismo perdura!
Adams Carvalho
Adams Carvalho
Y tú, ¿cómo responderías? ¿Quisieras vivir una y otra vez este instante?
¿O esa pregunta te empujará a darle otro sentido a tu existencia de
manera tal que, si la idea del eterno retorno es cierta, querrás vivir una y
otra vez todos los instantes de aquélla?