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Fenicios y púnicos en las Islas Canarias.

Un problema histórico y arqueológico


ANTONIO TEJERA GASPAR1 Y Mª ESTHER CHÁVEZ ÁLVAREZ2
1
Catedrático de Arqueología. Dpto. de Prehª, Antropología e Historia Antigua.
Facultad de Geografía e Historia. Universidad de La Laguna
2
Profesora Contratada. Doctora en Arqueología. Dpto. de Prehª, Antropología e Historia Antigua.
Facultad de Geografía e Historia. Universidad de La Laguna

RESUMEN en Lixus (Aranegui, 2001). Y la de los romanos


solo comenzarían desde mediados del siglo II a.
En este capítulo pretendemos abordar el cono- C., después de la destrucción de la ciudad púnica
cimiento que los fenicios y púnicos tuvieron del de Cartago en el año 146 a. C., hasta que con
Archipiélago Canario en la Antigüedad. Ello posterioridad se emprendiese –aunque de manera
supone acercarse a una serie de problemas rela- muy lenta, es cierto–, el interés por saber lo que
cionados con las primeras navegaciones oceánicas había más allá de los islotes de Mogador, que los
por las riberas africanas e islas atlánticas, y, de fenicios habían ocupado desde la primera mitad
manera singular, a todo lo relativo al descubri- del siglo VII a. C. (López Pardo, 2008a: 43), y
miento de las Islas Canarias en la Antigüedad, que sin duda, fue el lugar extremo utilizado por
de las que parece seguro el conocimiento que de estos navegantes como centro de comercio y de
ellas tuvieron los romanos, frente al más discutido intercambio con las poblaciones indígenas de la
de fenicios y púnicos. Plantearemos pues algunas costa marroquí.
reflexiones sobre esta cuestión, buscando en las Y aunque las Islas Canarias se hallaban a gran
fuentes literarias y arqueológicas alguna respuesta distancia de los centros económicos y culturales más
a este problema. importantes del sur de la Península, como Cádiz
(aproximadamente a unos 1.100 ó 1.200 kms), o
los de la costa africana como Lixus o Mogador (a
1. LOS PERIPLOS ATLÁNTICOS AFRICANOS Y unos 445 km –unas 240 millas de Lanzarote–, la
LAS ISLAS CANARIAS isla del Archipiélago más cercana en la ruta Norte-
Sur), se encontraban, sin embargo, dentro de las
El conocimiento de las Islas Canarias por derrotas –unas supuestas y otras reales–, que los
fenicios y púnicos ha sido un tema recurrente antiguos navegantes del Mediterráneo hicieron por
abordado en la historiografía arqueológica, siem- las costas africanas cercanas a estas islas. Hemos
pre que se han analizado los periplos atlántico- entendido, pues, que en todo lo relacionado con el
africanos. Por ello, nos interesa poner de relieve conocimiento que se fue alcanzando poco a poco
que su descubrimiento no puede disociarse de de las riberas africanas en la Antigüedad, las Islas
dichas exploraciones, llevadas a cabo por fenicios debieron tener, de una u otra forma, un cierto pro-
y púnicos, y posteriormente por los romanos a lo tagonismo, unas veces como parte de lo que se
largo de las costas africanas. Las de aquéllos se ha llamado la literatura parodoxográfica, es decir,
hallan documentadas desde los inicios del siglo de las islas míticas o imaginadas, y en otros, de
VIII a. C., incluso un poco antes, si se calibran manera directa, por el conocimiento seguro que los
las dataciones obtenidas en contextos de hábitat romanos tuvieron de ellas hacia finales del siglo I
258 Fenicios y púnicos en las Islas Canarias. Un problema histórico y arqueológico

a. C., tal y como nos trasmite Plinio (VI, 196-205), A continuación pasaremos revista, de manera
ya fuera por los datos aportados por el marinero muy sucinta, a estos periplos que debieron reali-
Estacio Seboso, o con seguridad como resultado zarse a partir del primer cuarto del primer milenio
de la expedición exploradora de las costas africa- a. C., ya que con anterioridad a esas fechas no
nas enviada por Juba II de Mauritania (Tejera y existen datos, ni siquiera indirectos, sobre posibles
Chávez, 2006a: 28), texto recientemente estudiado exploraciones atlánticas. Antes de las primeras
por A. García (2009). expediciones fenicias por estas costas no podemos
Los relatos sobre las diferentes exploraciones y manejar, ni siquiera como hipótesis, que las ribe-
los primeros descubrimientos llevados a cabo por ras occidentales africanas hubieran sido atravesa-
los pueblos mediterráneos a lo largo de las costas das por naves de los pueblos mediterráneos. Y en
africanas han sido reiteradamente estudiados por el caso de que algo de esto hubiera tenido lugar,
un buen número de investigadores, por lo que su de ello no se conservó información alguna. Del
presentación aquí tiene como única misión la de mismo modo que tampoco tenemos seguridad de
relacionar dichos acontecimientos con la secuencia que los fenicios o los romanos cruzaran el Atlán-
descubridora de este Archipiélago. Haremos uso tico al sur del mar de Canarias, a pesar de que al
para ello de los pocos testimonios existentes sobre periplo de Hanón se le suponga una arribada que
las primeras exploraciones atlánticas por la costa alcanzaría el Golfo de Guinea, de la que no existen
africana, de los que, aunque no contengan datos pruebas seguras hasta tanto tienen lugar las nave-
precisos para certificar un conocimiento seguro gaciones portuguesas, a principios del siglo XV.
de las Islas Canarias en la Antigüedad, creemos, El primero de los periplos al que nos referi-
en cambio, que existe información indirecta que remos es el de Neko o Necao, un viaje de largo
parece necesario alcanzar y tener en considera- recorrido que nos fue transmitido por el historia-
ción, aunque solo sea en el terreno de la hipótesis. dor griego Heródoto (IV, 43), relatando que por
El primer conocimiento del Archipiélago en la encargo y mandato del faraón Necao –de quien
Antigüedad no debió de haber tenido lugar antes recibió su nombre y también el impulso para
de que se llevaran a cabo los periplos de Necao que se llevara a cabo–, unos marineros fenicios
y Hanón. Se trata de los dos primeros periplos de Tiro realizaron una expedición exploratoria
africanos relacionados con el descubrimiento de por las costas africanas partiendo del Mar Rojo.
las costas orientales y occidentales de África, de Desde aquí, costeando poco a poco hacia el sur
los que tenemos noticia. Para F. Gómez Espelosín, de las riberas del Océano Índico, debían circunna-
los relatos de estas exploraciones debieron de ser vegar África, para regresar por el Atlántico hasta
obra de algunos de los capitanes o marinos que atravesar el Mediterráneo por las Columnas de
se hallaban enrolados en tales expediciones y nos Herakles (Estrecho de Gibraltar), y recalar final-
transmitieron sus experiencias. Estaban destina- mente en la ciudad púnica de Cartago, adonde
dos a aportar información a los otros llegaron después de casi tres años de travesía, en
la que debieron haber navegado durante algunos
marineros, dado que se describían en él los prin- meses, y descansar otros, hasta tanto las condicio-
cipales accidentes costeros así como todos aque- nes meteorológicas les permitieran continuar su
llos rasgos o características de los respectivos singladura.
países –limitados siempre a las franjas costeras– Este faraón, el segundo en el orden suceso-
que podían resultar relevantes para un navegante. rio de la dinastía Saíta, gobernó el país del Nilo
La mayoría de ellos debió adoptar el rígido estilo
entre los años 609 y 594 a. C., fines del siglo VII
de un mero diario de a bordo sin ningún tipo de
pretensiones de estilo, a pesar de que los pocos
y principios del VI, por lo que el Periplo debió
que han sobrevivido, bien es verdad que a través de realizarse en el espacio de estos quince años
de un complicado proceso de copias y reelabora- que duró su mandato. La fecha propuesta para su
ciones, presentan una cierta elaboración literaria realización se ha fijado, de manera convencional,
(Gómez Espelosín, 1985: 11). en el año 600, es decir, fines del s. VII e inicios
del VI a. C.
Estos relatos estarían custodiados, según S. El relato proviene seguramente de la historia
Medas (2003: 27-28; 2006: 22), en el santuario de oral mediante la que se contaba una hazaña, con-
Baal Hammón en Cartago, institución tutelar de siderada increíble, pero que debió de permane-
los conocimientos geográficos alcanzados. cer en la memoria de las gentes hasta tanto fue
Antonio Tejera Gaspar y Mª Esther Chávez Álvarez 259

transmitida y puesta por escrito, lo que explicaría -hipopótamos, cocodrilos, entre otros-, se hallan
su escueto contenido. Sea por esta circunstan- aquí totalmente fuera de lugar. Entre los muchos
cia, o por la dificultad de la empresa, no tuvo ejemplos que podemos aducir, merece señalarse
en la Antigüedad la aceptación de veracidad que el trabajo de P. Schmitt (1968), quien supone que
otros muchos investigadores le han concedido a muchas de las referencias geográficas del Periplo
lo largo de la historia. El Periplo -a pesar de esas de Hanón, a partir del citado parágrafo 9, pue-
dificultades- ha sido considerado por la historio- den relacionarse con el Archipiélago Canario si
grafía la primera de las grandes exploraciones de se sigue minuciosamente la derrota descrita en el
la Antigüedad. texto. Sus propuestas plantean muchos problemas
El Periplo de Hanón ha sido objeto de un aná- (Tejera y Chávez, 2009: 402), sobre todo cuando
lisis detallado sobre cada uno de sus parágrafos, pretende asociar la geografía del periplo con las
en el que no podemos entrar porque desbordaría islas orientales, en especial con Fuerteventura, que
las previsiones con las que ha sido concebido este en ningún caso se corresponde con lo conocido de
trabajo, pero no por ello dejaremos de aludir a esa isla. Lo mismo sucede con los parágrafos en
una serie de aspectos que consideramos de interés, los que propone relacionar la erupción volcánica
en especial todo lo relativo a la determinación del citada en el periplo, con una acontecida por esas
recorrido de las naves a partir de lo que en él se mismas fechas en Lanzarote. Finalmente las muje-
describe. res peludas las asocia con los habitantes de Tene-
En resumen, el manuscrito anónimo conser- rife. Y así sucesivamente (Schmitt, 1968: 380 y ss.).
vado en Heidelberg viene a decir que los púnicos, Es cierto que en la Antigüedad se tuvo cono-
al mando de un noble cartaginés llamado Hanón, cimiento de este periplo, que debió de realizarse
partiendo de Cartago, habrían realizado una coincidiendo con el momento en el que tam-
expedición exploratoria y colonizadora por las bién tuvo lugar la primera ocupación de la isla
costas atlánticas del África occidental, llegando de Cerne=Mogador (Tejera y Chávez, 2006b:
según algunos autores hasta el África tropical, 42), pero en ningún caso sirve de argumento para
ante las costas del Camerún, es decir, mucho más defender en su totalidad la veracidad de lo que en
abajo del actual Mogador, después de haber fun- él se relata, porque los autores que se refieren a
dado entre el Estrecho de Gibraltar y Lixus seis él, como Plinio el Viejo (III, 10, 100-107; VI, 36,
colonias costeras. 198-201) o Pomponio Mela (III, 9, 89-96,99. Trad.
El problema principal que plantea este periplo de Bejarano, 1987: 110-111), mezclan referencias
se debe, sobre todo, a que los parágrafos del 9 al de una geografía imaginada, propia de la época, de
18, hoy parece seguro que nada tienen que ver con la que destaca la concepción de la naturaleza y la
un texto real, sino que se mezclan en él hechos etnografía de una terra incognita, como la del con-
fabulosos, referentes míticos y espacios imagina- tinente africano, ubicada de modo impreciso al sur
dos, por lo que a pesar de la aparente prolijidad de de Mogador. Éstas son en parte las razones por las
detalles geográficos, la información resulta muy que estos periplos han sido puestos en duda por
contradictoria y muy vagos los datos, dando pie la crítica histórica que, como en todos estos pro-
a que los diferentes exégetas del texto hayan pro- blemas, se halla dividida entre quienes los aceptan,
puesto una doble o triple localización de algunos frente a quienes los consideran viajes fabulosos
emplazamientos en diversos lugares de la costa o iniciáticos, antes que verdaderas exploraciones
africana occidental (Tejera y Chávez, 2006b: 35). descubridoras.
La distancia recorrida es otro de los muchos El supuesto conocimiento de las Islas Canarias
problemas debatidos. Algunos, tras la creación por fenicios y púnicos en la Antigüedad se trans-
de las seis colonias en la costa marroquí, hacen formaría en un topos recurrente en la historiografía
finalizar la exploración en el Monte Kakulima del Archipiélago, que se remonta prácticamente a
en Gambia, mientras que la gran mayoría la sitúa sus inicios y que, sin solución de continuidad, ha
en el Monte Camerún, en el país homónimo. llegado hasta la actualidad (Tejera y Chávez, 2009:
Hay incluso quienes han creído que tales episo- 396-401). Ambos periplos se han querido relacio-
dios tuvieron lugar en las Islas Canarias, lo cual nar con el descubrimiento de las Islas Canarias,
requiere, sin duda, un gran esfuerzo imaginativo, vinculando sobre todo este último a la expansión
ya que las descripciones geográficas y faunísti- fenicio-púnica por el Atlántico, como así fue reco-
cas, que resultan perfectamente lógicas en África gido desde muy pronto en las primeras crónicas
260 Fenicios y púnicos en las Islas Canarias. Un problema histórico y arqueológico

e Historias de Canarias, relacionándolo con este aún esa pretendida relación con el Archipiélago
Archipiélago y con la supuesta expansión atlántica Canario (Tejera y Chávez, 2006b: 35-45). Por
de los fenicios, y más tarde de los púnicos, al sur el momento, pues, y mientras no contemos con
de las islas de Mogador (Tejera y Chávez, 2009: datos arqueológicos precisos, no resulta probable
395-406). Sirva a modo de ejemplo lo recogido relacionar la presencia de los fenicios por estos
en la obra Saudades da Terra del azoreano Gas- mares, ubicados tan al sur de las riberas atlánticas
par Frutuoso, autor de fines del siglo XVI, quien, africanas.
refiriéndose al conocimiento de los antiguos sobre Los islotes de Mogador son, por el momento,
estas islas, dice que desde el último finis terrae conocido adonde con segu-
ridad sabemos que llegaron y se asentaron, como
440 años antes de la venida a él del Salvador demostraron tempranamente los trabajos de P.
del Mundo, Hannón, capitán cartaginés, partió Cintas (1954) y A. Jodin (1966). Desde ese punto
de Andalucía con su armada hacia las costas de
de la costa atlántica africana hacia el sur, no existe,
África y Guinea; y dicen que éste fue el primero
como veremos, ninguna evidencia de asentamien-
que, siguiendo este camino, descubrió las Islas
Afortunadas, que llaman ahora las Canarias; y
tos, ni nada seguro se sabe tampoco de posibles
además de ellas las otras que se dicen Dorcadas, exploraciones al sur de este territorio, ya que los
Hespérides y las Gorgonas, que se llaman ahora únicos datos para resolver este problema se hallan
de Cabo Verde (Frutuoso, 1964: 87-88). en los parágrafos 9 al 18 del periplo de Hanón, y,
como ya hemos indicado, parecen responder más
La expansión de los fenicio-púnicos en el Atlán- bien a un conjunto de hechos fabulosos, o a refe-
tico, en lo que se refiere al Periplo de Hanón, ha de rentes míticos y a espacios imaginados.
enmarcarse en sus correspondientes coordenadas Un problema singular sobre el conocimiento de
históricas, ya que sus exploraciones debieron estar los asentamientos púnicos en las costas africanas,
ligadas a un posible control de las costas africanas es que hasta el momento no poseemos ninguna
por su interés comercial. Y es en este contexto evidencia material al sur de Mogador-Essauira, a
en el que han de entenderse los casi seguros via- pesar de los reiterados intentos de la investiga-
jes exploratorios de los fenicios primero, y de los ción arqueológica por documentar alguna prueba,
púnicos después, que en varias ocasiones pudieron por pequeña que esta fuera, para confirmar no
haberse internado por las costas al Sur de Moga- solo el posible recorrido del cartaginés Hanón, o
dor, aunque las dificultades de la navegación y la de cualquier otro periplo, sino sobre todo algún
imposibilidad de encontrar un asentamiento ade- testimonio de la presencia continuada de púnicos
cuado en las costas saharianas, debieron hacerles o romanos, ya que la manifestación fenicia más
desistir de tal idea, razón por la que estos peri- meridional es la del asentamiento de Mogador,
plos –incluido el de Hanón– han sido puestos en cuya fundación se remonta a la primera mitad del
duda por la crítica histórica. En ellos no existe siglo VII a. C., y cuya actividad se mantuvo en
ningún dato que, de manera directa o indirecta, funcionamiento hasta mediados del siglo VI a. C.,
permita inferir una sola referencia al conocimiento hasta tanto volvió a recuperar su importancia tras
de las Islas Canarias. Como tampoco se ha podido visitas esporádicas, a partir del siglo I a. C., per-
documentar ninguna de carácter arqueológico en durando luego a lo largo de los siglos III y IV d.
la costa africana al sur de Agadir, que nos hubiera C. (Jodin, 1967; López y Mederos, 2008: 383-386).
permitido, siquiera remotamente, vislumbrar su Las investigaciones realizadas al sur de Moga-
presencia por esta zona del Atlántico. dor no han aportado nada, como decimos, que
Siguiendo la opinión de muchos estudiosos, pudiera reforzar el testimonio –asimismo muy
creemos que el Periplo de Hanón en su recorrido incierto– de unos pocos fragmentos recogidos en
por las costas atlánticas no superaría los islotes de una cueva del Cabo Rhir, a unos 250 m de la costa,
Mogador (Marruecos), y si acaso llegarían un poco situada al norte de Agadir, a 65 millas náuticas
más al sur, hasta la desembocadura del río Dráa (el de Mogador, que en su momento fueron consi-
Darat flumen de Ptolomeo), ya que ni las condi- derados por P. Cintas, como cerámicas «púnico-
ciones de la costa, ni los vientos, ni las corrientes, ibéricas», fechadas a fines del siglo III a. C. Y con
y el siempre difícil estado de la mar, entre otros muchas reservas han sido consideradas los únicos
muchos factores, facilitarían esta exploración por testimonios, aunque verdaderamente escasos y de
las riberas atlánticas cercanas a las islas, y menos poca entidad. Tampoco indicarían la existencia de
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un asentamiento, sino que habrían de conside- realizadas para documentar alguna evidencia de
rarse materiales llegados hasta allí por intercam- navegaciones mediterráneas de época clásica, las
bios comerciales, si se tiene en cuenta la cercana prospecciones arqueológicas fueron igualmente
factoría de Mogador. Nada hay igualmente en la negativas, confirmándose que allí no existió jamás
desembocadura del río Sus, a veinte millas de allí, ninguna factoría púnica o romana. Solo fue posi-
ni se ha podido documentar tampoco ninguna ble constatar unos pocos restos de algún pequeño
evidencia en la del río Nun, a 150 millas al sur campamento de época reciente, relacionado con
de Mogador, salvo un grabado rupestre en el que las actividades pesqueras propias de esta zona de
figura representado un elefante. la costa africana (Gran Aymerich, 1979: 7).
En la desembocadura del Dráa, en el antiguo Las conclusiones finales de sus prospecciones
destacamento militar francés, que se había consi- confirman solo una ocupación prehistórica, mien-
derado el único punto realmente favorable de la tras que, por el contrario, «la existencia de factorías
zona, solo se halló un taller de talla lítica de época púnicas o romanas en estas latitudes parece cada día
prehistórica y un hábitat de escasa duración. Y el más improbable» (Gran Aymerich, 1979: 7). Con
supuesto grabado de un barco con vela cuadrada posterioridad a los trabajos de Gran Aymerich,
(Jodin, 1967: 10, fig. 3a; Luquet, 1973-1975), con- se volvieron a realizar una serie de prospecciones
siderado en su momento como una embarcación arqueológicas dirigidas en esta ocasión por Th.
moderna, según el análisis reciente de V. Guerrero Monod en 1977 y 1978, con resultados igualmente
podría considerarse un hippos fondeado en la estériles. Solo en el Cabo Bojador, en la zona del
entrada del uadi al abrigo del oleaje, acompañado faro, se encontraron varios recipientes originarios
de una barcaza auxiliar (Guerrero, 2008a: 109- de la zona que se relacionan con restos de las rutas
110). Ninguna pues de las prospecciones hechas caravaneras, al tratarse de vasijas modernas, pos-
hasta el momento ha dado resultados satisfacto- teriores al siglo XV (Gran Aymerich, 1979: 16).
rios. La ribera africana al Sur de Mogador, o mejor Más al sur, en la isla de Arguín, el único lugar
aún, al Sur de Agadir, no reúne condiciones favo- de la costa que podía servir de resguardo para
rables, como ya hemos señalado, para un asenta- los navegantes, los trabajos allí realizados por Th.
miento de estas características, como muy bien Monod solo han aportado materiales de los siglos
quedó plasmado en el Periplo de Scylax. Y según XV al XVIII, que se corresponden con los de la
el criterio de R. Mauny, menos aún para que se ocupación de la isla por portugueses, holandeses
hubieran establecido de forma permanente en el y franceses (Mauny, 1970). Como corolario de lo
África negra (Mauny, 1970). antedicho, sostiene R. Mauny (1970) que si los
De toda esa área, quizá el único lugar que púnicos hubieran frecuentado las costas atlánticas,
hubiera permitido un emplazamiento acorde con con toda seguridad habrían ocupado algunos islo-
las necesidades de los fenicios, tanto por reunir tes de la costa, entre ellos Herné, Arguín, Tidra,
condiciones naturales favorables, como por faci- Yof, Ngor, las islas de la Magdalena, Goré, sitios
litarles una interacción comercial con los pueblos todos que jalonan los tres mil kms que separan el
nómadas, hubiera podido ser la laguna de Nayla, Cabo Espartel de Cabo Verde.
en la costa marroquí, que se corresponde con el En este mismo sentido se ha manifestado R.
antiguo emplazamiento de la torre de Santa Cruz Rebuffat (1974: 41), quien refiriéndose a la ausen-
de la Mar Pequeña (último tercio del siglo XV), en cia de asentamientos fenicios, púnicos o romanos
donde tampoco existen indicios de la presencia de al sur de Mogador, cree que su inexistencia se debió
comerciantes mediterráneos. a las dificultades de encontrar lugares adecuados,
De las muchas prospecciones realizadas al sur lo que unido a los problemas de navegación por la
de Mogador cabe destacar las de Gran Ayme- costa, debieron relegar finalmente la vía marítima
rich, quien, en sus estudios de los años 1973 y para sustituirla por las rutas terrestres, de manera
1974, señala que en la costa africana documentó que Mogador se transformó en el centro de recep-
en torno a una treintena de yacimientos de época ción de los productos exóticos provenientes del
prehistórica, pero a pesar de haber hecho una interior del continente hasta donde llegaban a tra-
prospección metódica y muy exhaustiva, no pudo vés de las rutas caravaneras, como con posteriori-
encontrar ni el más leve indicio de una instalación dad lo harían también los portugueses, con el fin
ligada al tránsito de navegantes púnicos o roma- de sortear la ausencia de un asentamiento perma-
nos. Y en sus investigaciones de la isla de Herné nente en la costa, al Sur de Mogador.
262 Fenicios y púnicos en las Islas Canarias. Un problema histórico y arqueológico

Se puede argumentar, en todo caso, que la ticos, como el elefante para el aprovechamiento
carencia de testimonios arqueológicos fehacientes del marfil; o las pieles de otros animales, o los
no invalida el que en algún momento se hubieran huevos y plumas de las avestruces, por los que
acercado a sus costas, siquiera fuera en navegacio- estaban sin duda muy interesados, y casi seguro
nes de reconocimiento o exploratorias, pero de también del comercio de esclavos. En este sentido,
haber sido así, hubieran quedado restos materiales el pretendido conocimiento de Canarias, que se
suficientes para documentar tales estancias. le ha atribuido tradicionalmente, se basaría en la
En cualquier caso, los problemas de navega- explotación de sus posibles recursos económicos,
ción por las costas africanas, sobre todo en lo que aunque ninguno de los productos solicitados por
se refiere al regreso de nuevo a los asentamientos aquéllos en sus transacciones comerciales existían
marroquíes, mucho más alejados, como los penin- en estas islas, y algunos como los tintóreos (Tejera,
sulares de Cádiz, en la costa atlántica, o aún más 2004: 369-375; Tejera y Chávez, 2004: 237-240),
lejos, en las riberas del Mediterráneo, sin duda los tenían en abundancia en el Norte de África a
imposibilitaron cualquier intento de establecer un la altura de Mogador. No había en este Archipié-
asentamiento por estas zonas de la costa atlán- lago ni oro, ni ningún otro mineral, como tam-
tica africana. Las dificultades de la navegación de poco existían animales exóticos, ni las pieles que
retorno quedan claramente recogidas en los tra- de ellos se pudieran aprovechar; ni marfiles, tam-
bajos de S. Medas (2003 y 2008) y de V. Guerrero poco avestruces; pero ni siquiera ganado que lo
(2008a y 2008b), por lo que no insistiremos sobre encontraban con facilidad en las costas de África.
ellas; solo señalar en palabras de este último que Y como no nos consta que por esa época las islas
estuvieran pobladas de animales y seres humanos,
Los contactos comerciales sostenidos (…) en la tampoco había personas para ser capturadas y uti-
antigüedad, solo utilizaron derroteros viables lizarlas como esclavos con los que comerciar.
con alternativas seguras de regreso y escalas Un aspecto sobre el que se ha publicado mucho
intermedias que permitiesen afrontar imprevis- en los últimos años está relacionado con el cono-
tos con razonable seguridad, el resto solo cabe cimiento y poblamiento de las Islas Canarias por
concebirlo en el plano de lo posible y practica-
fenicios, púnicos, cartagineses y romanos (Jorge,
ble únicamente en las empresas de exploración
y frecuentación más o menos esporádicas, espe-
1992-1993; Atoche et al., 1995; González et al.,
cialmente con naves de la categoría de las galeras 1995; Jorge, 1996; González et al., 1998; Atoche y
ligeras (Guerrero, 2008b: 42). Martín, 1999; González, 1999; Arco et al., 2000a y
2000b; Atoche y Ramírez, 2001; González y Arco,
En este sentido, F. López Pardo (2008b: 64), 2001; Atoche, 2002; Mederos y Escribano, 2002;
partiendo de la documentación literaria, ha suge- Santana et al., 2002; Arco, 2004; González, 2004a
rido el uso de grandes naves –tipo pentecónto- y 2004b; Bello, 2005a y 2005b; Atoche, 2006a y
ros– para la exploración costera oceánica, en las 2006b; González y Arco, 2007; Atoche, 2008; Arco
expediciones de carácter más o menos institucio- et al., 2009; González y Arco, 2009, entre otros).
nal, como los periplos de Necao y Hanón; y de El hallazgo casual por un particular en agosto
naves mercantes tipo gauloi que remolcan chalu- de 1992 (González, 1993: 95; González et al., 1995:
pas con las que acercarse a la playa, para la navega- 135) ó 1991 (Balbín et al., 1995: 7 y 8; Balbín et al.,
ción regular a destinos conocidos como Mogador. 2000: 737), de la que luego se ha denominado Pie-
dra Zanata, supuso un gran revuelo en la comu-
nidad científica canaria, fundamentalmente por la
2. LA DISCUTIDA PRESENCIA DE FENICIOS Y importancia que se le daría a este objeto y por las
PÚNICOS EN EL ARCHIPIÉLAGO CANARIO circunstancias mismas de su hallazgo, cuyo eco y
evolución puede seguirse a través de la prensa dia-
Las supuestas exploraciones de los fenicios ria en la recopilación hemerográfica realizada por
y púnicos por las costas africanas, sobre las que Mederos, Valencia y Escribano (2003: 329 y ss.).
tanto se ha especulado, habrían de enmarcarse en Dicha piedra representaría una
la lógica necesidad que tendrían de localizar posi-
bles recursos de este continente, considerados de escultura de bulto redondo […], de sección
interés para sus transacciones comerciales, como triangular redondeada, con 26,1 cm de longitud
el oro o la plata; pero sobre todo de animales exó- por 5,4 cm de anchura mayor, que reproduce la
Antonio Tejera Gaspar y Mª Esther Chávez Álvarez 263

forma de un pez, túnido o escómbrido por la empresa privada, y no de Estado (González et al.,
situación de las aletas y la apertura de la cola. 1995: 25)–, con el objetivo fundamental de explo-
tar los recursos insulares, especialmente la pesca,
(González et al., 1995: 136), y que presenta en para lo que habrían de fundar factorías (González
el centro de una de sus caras, en concreto la cara et al., 1995: 26) y traer población para trabajar en
A, un cartucho pisciforme de 6,4 cm de largo por ellas, que serían gentes punicizadas vinculadas con
2,8 cm de ancho, en cuyo interior, pulimentado y los púnicos occidentales (González, 2004b: 138);
coloreado, aparece una inscripción (González et un «supuesto histórico» que se habría producido
al., 1995: 138). Tras el análisis lingüístico realizado durante el primer milenio a. C. y que algunos
por R. Muñoz (1994), se propone como lectura Z investigadores han definido como una «construc-
N T o Z N T N y que viene a significar ZANATA ción interesada e imaginativa del discurso histórico
o ZANATAN (Balbín et al., 1995: 10 y 2000: 737). sobre los aborígenes canarios» (Velasco, Alberto y
La contextualización del hallazgo, realizada Hernández, 2005: 55).
a posteriori, se vincula con un conjunto arqueo- Una vez lanzada la hipótesis se inicia una revisión
lógico formado por cuatro círculos de piedra de del registro arqueológico canario sobre diferentes
tamaño variable (entre 2,50 y 1,50 m). Su locali- manifestaciones culturales en busca de las posibles
zación, a unos 1.450 m.s.n.m, en el noroeste de huellas del mundo fenicio-púnico en las islas, dando
la isla de Tenerife, en el municipio de El Tanque, paso a lo que algunos han denominado el «revisio-
está asociada a coladas volcánicas datadas, una en nismo arqueológico en Canarias» (Baucells, 2005:
el s. X d. C. y otra en el s. V a. C., que sirven de 79). La relectura del registro arqueológico vendría a
referente post quem para el depósito del objeto, corroborar la extensión del fenómeno de coloniza-
aunque lo complicado de las coladas no permite ción feno-púnica al resto de las islas del Archipié-
asociar claramente una a la otra. Dado que en la lago (Balbín et al., 1995: 17), y de este modo se van
escultura se reconoce la figura de un túnido, en un seleccionando y escogiendo una serie de elementos
entorno forestal, orientado al Teide Viejo, y junto que se adaptan, tras su relectura, a la hipótesis de
a otras «ofrendas, (…) ánforas [a mano] de asig- partida. En este sentido, se proponen
nación claramente púnicas», se interpreta como un
santuario al aire libre, buscando paralelos en otros numerosos materiales de innegable adscripción
similares dedicados a Melqart y Baal Amón en púnica: caracteres escriturarios, ánforas para
Cádiz y Lixus (Balbín et al., 1995: 13 y 2000: 739), salazón que imitan modelos feno-púnicos, pozo
otorgando a las zonas altas de la isla, próximas a del Rubicón, barcos, la presencia de Tueris, etcé-
erupciones, un valor simbólico especial. tera. (…) En algunos casos, las representaciones
La publicación de la monografía sobre la Piedra se adaptan de forma más fidedigna a los modelos
Zanata (González et al., 1995) supuso el replantea- y patrones originales; en otros, la divergencia
es grande, aunque que (sic) la adscripción que
miento del poblamiento de Tenerife, puesto que,
proponemos a la cultura púnica es clara y nunca
en palabras de sus autores:
aventurada. (Arco et al., 2000a: 601).
La Piedra Zanata nos propone a los fenicios
como el vehículo del traslado de pueblos, en este
Todo ello dará lugar a la aparición de diferentes
caso el Zinete, con un fin primordial, la explota- publicaciones en las que se presentan los elementos
ción del garum y la consecución de sus materias escogidos y sus paralelos que les lleva a reconocer
primas. a Tanit, y su paredro Baal Hammón, en diversos
elementos estatuarios y grabados repartidos por
(González et al., 1995: 207), puesto que las islas todas las islas, diversas inscripciones alfabéticas
eran identificadas como neopúnicas; grabados de bar-
cos interpretados como hippoi; hipogeos fenicios
un lugar excepcionalmente interesante para en el Cenobio de Valerón, la Cueva Pintada de
establecer factorías o gentes que obtuvieran esa Gáldar y Cuatro Puertas (Gran Canaria); enterra-
materia prima. mientos infantiles en ánfora (Cendro, Gran Cana-
ria); imitaciones de ánforas neo-púnicas, etcétera,
(González et al., 1995: 14). Por tanto, se plan- etcétera. (Balbín et al., 1995: 17-19; González et
tea como hipótesis el poblamiento y la coloniza- al., 1995: 31-35; Atoche et al., 1997; González et
ción feno-púnica de las Islas –realizado como una al., 1998: 49, 71-72; Atoche et al., 1999a y 1999b;
264 Fenicios y púnicos en las Islas Canarias. Un problema histórico y arqueológico

González, 1999: 314-315; Arco et al., 2000a: 601- Por tanto, creemos que el problema funda-
609; Arco et al. 2000b: 45-52; Balbín et al., 2000: mental que plantea la hipótesis de poblamiento
740-741; Mederos y Escribano, 2000; Mederos et por gentes punicizadas relacionadas con los pue-
al., 2001-2002; González et al., 2003; González blos navegantes del mediterráneo antiguo, con-
y Arco, 2007; Atoche, 2008; Atoche y Ramírez, cretamente los púnicos occidentales (González,
2008), y todo esto «sin forzar en absoluto los argu- 2004b: 138), está relacionado con la ausencia de
mentos» (Balbín et al., 2000: 740). un registro arqueológico para argumentar empíri-
Esta reinterpretación del registro arqueológico camente su contrastación. Los materiales arqueo-
canario y sus manifestaciones cultuales tendrá su lógicos que definen lo fenicio, y más tarde lo
punto álgido con ocasión de la exposición Fortu- púnico, se hallan en la actualidad muy bien estu-
natae Insulae (González y Cháves, Eds., 2004), diados y forman un corpus claramente definido
en cuyo catálogo se pueden ver claramente los que permite determinar con toda certeza cuándo
referentes buscados que se inician con la nueva- un yacimiento arqueológico pertenece o no a este
mente «recuperada» Piedra de Anaga (González ambiente cultural. Aquí radica, sin duda, el mayor
y Cháves, 2004: 241). Además, se aprovecha dicho problema para determinar la presencia de fenicios
acontecimiento para organizar en Tenerife el IV y púnicos en el Archipiélago Canario, pues hasta
Coloquio del Centro de Estudios Fenicios y Púni- el momento no se ha localizado ninguno de los
cos (2004), intentando dar marchamo de veracidad ítems arqueológicos señalados para aseverar tal
a lo allí expuesto, con la convocatoria de una serie presencia, aunque se intente justificar señalando
de especialistas de reconocido prestigio en dife- que «la ausencia de materiales originales de tipo
rentes aspectos del mundo fenicio y púnico. `colonial´ no significa no presencia» (González y
Ahora que el tema ya parecía agotado, después Arco, 2007: 263).
de casi dos décadas, una última vuelta de tuerca la En cuanto a las semejanzas aducidas, existe en
representa la datación por TLM de dos muestras de efecto un cierto «aire de familia» en una serie de
cerámica a torno recuperadas en el cordón litoral manifestaciones culturales, en algunas islas, como
Erbanense de La Graciosa (García-Talavera, 2002), Lanzarote, Tenerife, y, sobre todo Gran Canaria,
en el yacimiento denominado El Descubrimiento, que pueden emparentarse con ese ambiente cul-
y que se fechan en el tránsito entre el II-I milenio tural, pero que a nuestro juicio, se explican mejor
a. C., con lo que ya se plantea la posibilidad de por la asimilación e interacción de las comunida-
las primeras navegaciones atlánticas, como muestra des prerromanas del Magreb con el mundo feni-
de actividades de precolonización anteriores a las cio y púnico con cuyo bagaje cultural ya llegaron
primeras instalaciones de factorías en la costa occi- a las islas, por lo que la relación de fenicios y
dental africana (González y Arco, 2009: 23). púnicos con las poblaciones libias norteafricanas
Todo el esfuerzo realizado hasta ahora en esa resulta imprescindible para entender muchas de
«reinterpretación» –olvidando u obviando en las manifestaciones que se evidencian en Canarias
muchos casos el contexto arqueológico del que se y que son propias de la cultura de sus poblado-
extrae el «objeto», cuando se conoce, y la inter- res. Sin embargo, no encontramos los suficientes
pretación y significado histórico que se le había argumentos para entender estos fenómenos como
dado en su momento– en la búsqueda de sitios préstamos directos a los antiguos habitantes de las
diagnósticos y «materiales originales» feno-púni- islas por los comerciantes feno-púnicos, que de
cos, no ha dado resultados positivos, teniendo que manera regular tendrían contactos con ellos.
argumentar la hipótesis planteada con una serie de Por otro lado, el fundamento para asociar el
parecidos formales, similitudes, semejanzas, imi- entorno de Canarias como zona pesquera anti-
taciones..., y reconociendo explícitamente que no gua se ha hecho, a nuestro juicio, con un sentido
existen «elementos originales» feno-púnicos en las presentista, es decir, basándose en la explotación
islas (González y Arco, 2007: 180, 193). En este reciente del llamado «Banco Canario-Sahariano»,
sentido debemos recordar las palabras de V. Gue- pero sin que se hayan tenido en cuenta algunas
rrero, quien refiriéndose a las mismas, señala que cuestiones que entendemos básicas sobre estos
aspectos. En primer lugar, la distancia extrema
la escasa utilidad de la termoluminiscencia por que existe entre Cádiz y las costas africanas
sus altísimos márgenes de error estadístico (más situadas frente al Archipiélago Canario, que
de medio milenio) las hacen inviables para datar supone un periplo considerable para hacerlo en
procesos protohistóricos (Guerrero, 2008b: 39).
Antonio Tejera Gaspar y Mª Esther Chávez Álvarez 265

busca de pescado, si tenemos en cuenta que las recorrido hasta el puerto de destino. Como quiera
embarcaciones no tenían ningún sitio para refu- que la distancia que separa Cádiz de estos supues-
gio desde Mogador hasta Cabo Juby. Además, tos caladeros es excesiva, y como era necesario
no puede olvidarse que los verdaderos caladeros asimismo una parada nocturna, el recorrido desde
de túnidos con los que los fenicios establecieron las costas africanas hasta el puerto gaditano debía
una industria floreciente, se hallaban distribuidos superar unos siete u ocho días.
desde el Estrecho de Gibraltar hasta la desembo- Nada pues existe en la arqueología de las Islas
cadura del río Lixus, por lo que no parece nece- Canarias que nos permita siquiera atisbar la pre-
sario hacer un recorrido de tanta duración hasta sencia de gentes fenicio-púnicas, a pesar de que
alcanzar unos supuestos caladeros de dudoso en época romana, este Archipiélago formó parte
resultado económico, cuando tenían atunes muy de las tierras extremas del mundo antiguo. Pero
cerca, en abundancia y de gran calidad en los hasta donde sabemos por la investigación, bien
lugares señalados, como se ha documentado a contrastada en la actualidad, solo alcanzamos a
través de muchas evidencias arqueológicas que conocer que fueron pobladas por grupos libio-
van desde las piletas de salazones a las monedas beréberes norteafricanos, en una fecha probable
y contenedores, demostrando de este modo la que iría desde fines del siglo I a. C., al primer
importancia de esta explotación que tendrá con- tercio del s. I d. C. Y hasta tanto no existan evi-
tinuidad en época romana. Nada de ello se ha dencias materiales más precisas y mejor definidas
encontrado en Canarias, ni siquiera restos ícticos sobre estas cuestiones, la supuesta presencia de
que puedan avalar tal explotación (Rodríguez, fenicios y púnicos en estas islas, no deja de ser
1996). No obstante, la falta de evidencias de atún un problema histórico y arqueológico, reiterada-
entre los registros ícticos canarios, se fundamenta mente estudiado desde antiguo, y que en ningún
en que caso permite vincular las antiguas culturas cana-
rias con ese mundo.
son pocas las excavaciones recientes llevadas a
cabo con rigor y análisis faunístico, además que
la actividad atunera para la obtención de garum BIBLIOGRAFÍA
no tiene por qué dejar restos notorios en los
yacimientos aborígenes (Balbín et al., 1995: 15). Aranegui Gascó, C. (2001): Lixus. Colonia
fenicia y ciudad púnico-mauritana. Anotacio-
Otro aspecto que consideramos de interés, y nes sobre su ocupación medieval. Saguntum
al que ya hemos hecho referencia, es la propia (P.L.A.V.) Extra IV. Valencia.
dificultad de regresar durante los meses de abril Arco Aguilar, Mª Del C. del (2004): «La explo-
a octubre, precisamente el periodo propicio en tación de la sal en los mares de Canarias durante
el que se efectuaba la navegación en la Antigüe- la Antigüedad. Las salinas y saladeros de Rasca
dad, ya que a partir del Cabo Cantín, los vientos (Tenerife)», en R. González Antón y F. Chaves
alisios soplan durante esos meses de forma cons- Tristán (Coords.), Fortunatae Insulae. Cana-
tante y con gran fuerza en dirección N-NE hacia rias y el Mediterráneo. Organismo Autónomo
las Islas Canarias, dificultando de manera con- de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.
siderable navegar contra el alisio y la corriente Santa Cruz de Tenerife: 171-186.
de Canarias que lo hace, como los vientos, en la Arco Aguilar, Mª Del C. Del, González
misma dirección. Antón, R., Arco Aguilar, Mª M. Del y
Otros problemas complementarios se refieren a Rosario Adrián, Mª C. (2009): «La explota-
la propia complejidad de navegar con embarcacio- ción de la sal en los mares de Canarias durante
nes cargadas de pescado, pero sin escala para des- la Antigüedad. Las salinas y saladeros de Rasca
cansar y avituallarse en ningún lugar de la costa, (Tenerife)», en R. González Antón, F. López
además de la necesidad de procesarlo y envasarlo, Pardo y V. Peña Romo (Eds.), Los fenicios y
ya que en caso contrario el pescado llegaría inser- el Atlántico. IV Coloquio del CEFYP. Univer-
vible (Guerrero, 2008b: 42). Cabe recordar ade- sidad Complutense – CEFYP. Santa Cruz de
más que estas embarcaciones se movían a vela y Tenerife: 297-316.
remo, de manera que la necesidad de descanso de Arco Aguilar, Mª Del C. Del, González
la tripulación era imprescindible para continuar el Antón, R., Balbín Behrmann, R. D., Bueno
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