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A C T I T U D CIENTÍFICA C O M O E S T I L O D E V I D A

© EZEQUIELANDER-EGG

© 2012 Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco

ISBN: 978-980-7357-01-2
Depósito Legal: lf0512012100354

Ediciones del Consejo Directivo


Colección: Biblioteca Universitaria. II

Coordinador
Carlos Giménez Lizarzado

Edición al cuidado de:


Carlos Giménez Lizarzado
Corrección de prueba:
Héctor Torres Mendoza
Francisco Camacho

Diagramación:
José Simancas V.

Concepto gráfico editorial y cubierta:


Williams Ameta
Carlos Giménez Lizarzado

Barquisimeto, 2012
Impresión:
Lince Creativo C.A.
Iinc«:reaiivo@gmailcom
LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

Capítulo 1

¿Qué es y en qué consiste


la actitud
científica como estilo de vida?

La esencia de la actitud científíca

1. La búsqueda de la verdad
2. La curiosidad insaciable
3. El espíritu del valle

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I_A ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

La existencia humana
implica asombro,
pregunta y riesgo.

Paulo Freiré

Tu verdad, no; la verdad.


Y ven conmigo a buscarla.
La titya, guárdatela.

Antonio Machado

Siempre he tratado de conservar mi mente libre, de tal


modo que pueda abandonar una hipótesis, aún las que me
son más queridas [...] tan pronto como los hechos se oponen
a ella.

Charles Darwin

Revisar sin ningún límite las ideas recibidas y las


ideologías en curso; ejercer una crítica radical, sin dogmas ni
prohibiciones, de la realidad y el pensamiento dominantes o
pretendidamente revolucionarios; cuestionar todos los aspec-
tos del mundo contemporáneo —sociales, políticos, huma-
nos, literarios y artísticos, científicos y filosóficos—para que
surjan sus problemas y sus crisis.

Revista Arguments

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EZEQUIELANDER-EGG

L a esencia de la actitud científíca

Las reflexiones de este libro podrían resumirse en lo siguien-


te: la actitud científíca, en última instancia, es una predisposi-
ción que influye en la adquisición de un estilo de vida Hablando
filosóficamente, la vida del científico presenta las características de
un proyecto —enterwulf—, es decir, una manera concreta de encarar
el mundo y los otros. Este estilo es una forma de ascetismo mun-
dano "a la manera que describió Weber, y esta exigencia —bueno
es que no lo olviden los 'intelectuales' de toda orientación— es por
completo independiente del 'modelo' de desarrollo que se asuma
(occidental, oriental o término medio), del mismo modo que lo es el
tipo de ciencia o de método que se adopte o practique".'

Un profesional no es un científico, no es un investigador en


sentido estricto. Sin embargo, cualquiera que sea su campo profe-
sional debería asumir igualmente una actitud científica. La ciencia
y la técnica no son, como indicamos, el único modo de acceso al
conocimiento de la realidad; no son tampoco una panacea universal
para todos los males, pero ni de una ni de otra podemos prescindir.
Es impropio de un profesional que vive en la era de la ciencia no
asumir una actitud científica en todas las circunstancias de su vida;
actitud éticamente valiosa, pues da a los hombres una apertura es-
piritual e intelectual para un diálogo sin barreras de ninguna índole;
porque hace flexible la mente de los hombres, capacitándolos para
liberarse de todo aquello que verifican como no verdadero, porque
libera a los hombres de la enajenación del error y la ignorancia. En
suma, una actitud científica hace a la persona más persona, pues-
to que, frente a los problemas de la vida cotidiana (desde los más
personales hasta aquellos que tienen implicaciones o se derivan de
las situaciones políticas, culturales, sociales y económicas, pasando
por las innumerables cuestiones que tienen que ver con la vida en
convivencia), ayuda a dar respuestas más racionales a esos desa-

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LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

fíos; y si no es más racional es, al menos, más razonable, puesto


que la actitud científica es, también, una aptitud general para tratar
problemas, relacionar las cosas y para evitar las superficialidades,
la "opinionitis" acerca de todo lo existente y decir las cosas simple-
mente porque se dicen.

Una persona puede haber adquirido una buena formación teó-


rica y tener un manejo riguroso de los métodos y técnicas de inves-
tigación social, pero el dominio teórico y el dominio de una meto-
dología de trabajo no son, ni presuponen, capacidad para investigar.
Se necesita, además, inteligencia, expresada en la capacidad para
relacionar y asociar diferentes ideas y conocimientos; se necesitan
imaginación, ingenio, habilidad y, más aún, inspiración, sensibili-
dad, libertad.

Sin embargo, aquí no queremos plantear cuestiones de capa-


cidad intelectual, que también son un factor decisivo para poder in-
vestigar y para saber investigar con fruto. No referiremos tanto a
lo intelectual como a los modos de abrirse al mundo y a los otros
que inciden en la configuración de una actitud científica. Se trata.de
ciertas características de personalidad que constituyen el "recurso
vital" para la investigación.

Todo esto nos lleva al tema o cuestión central que queremos


tratar en este libro: la necesidad de asumir una actitud científíca, no
sólo como forma de ser para cuando "se hace ciencia", sino como
actitud vital en todas las circunstancias y momentos de la vida. Por
esto hablamos de la actitud científica como estilo de vida.

¿Qué es y en qué consiste la actitud científica?

\En términos generales, y como primera aproximación al tema,


podríamos decir que se trata de una predisposición a "detenerse"
frente a las cosas para tratar de desentrañarlas: problematizando,
interrogando, buscando respuestas y sin instalarse nunca en certezas
absolutas. La admiración y el asombro son lo que motiva y moviliza

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EZEQUIELANDER-EGG

la interrogación de la realidad o, para ser más precisos, la indaga-


ción de algún aspecto de la realidad. Esta es la esencia de la actitud
científica: !a persona interpelada por una realidad ante la que se ad-
mira e interroga^

En lo sustancial, el trabajo científico consiste en formular pro-


blemas y tratar de resolverlos. Es lo que algunos llamaron "reflejo
del investigador" y que Pavlov denominó reflejo "¿qué es ésto?".
Este interrogar e interrogarse orienta y sensibiliza nuestra capacidad
para detectar, para admiramos y para preguntar. El valor del pen-
samiento radica más en las preguntas que en las respuestas. "¡Oh,
la nefanda inercia mental, la inadmirabilidad de los ignorantes!",
exclamaba Ramón y Cajal frente a aquellos que "eran incapaces de
detenerse junto a las cosas, de admirarse, de interrogarlas".^

^'Detenerse ante las cosas" no es detenerse a reflexionar sobre


io que los libros dicen de algún aspecto de la realidad o de algunas
cuestiones en particular. Hay que pensar la realidad, pensar la exis-
tencia, pensar los problemas, más que pensar los libros (que también
hay que pensar los j]j Para algunos profesionales de las ciencias so-
ciales, el principal instrumento de análisis de la realidad es la utili-
zación de citas, presentadas según exigencias académicas, hasta con
indicación de página; mejor todavía si se hacen en otros idiomas.
Este estilo de trabajo intelectual consiste básicamente en el comen-
tario y la interpretación. No es desechable, ni lo criticamos como
inútil. Nada de eso. Sólo queremos señalar que con eso no "salen"
de los libros y la actividad investigativa se reduce a un vagabundeo
entre los textos. Esta tarea hasta puede ser útil y necesaria, pero no
es una forma de expresar una actitud científica. Se transforma en
algo inútil cuando se reduce a una tarea de corte y confección; en
estos casos, los aportes personales se reducen a las frases o palabras
de transición entre una cita y otra.

No es el ratón de biblioteca, el roedor incansable de páginas


impresas el que tiene predisposición para la ciencia. Eso puede ser
necesario en determinadas circunstancias, pero no es la actividad

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LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

habitual para hacer ciencia y, menos aún, para asumir una actitud
científica. Una información abrumadora y una exagerada sofisti-
cación de procedimientos son un bizantinismo que, casi siempre,
embota la comprensión de los problemas o conduce a una pura os-
tentación de erudición que poco o nada ayuda a la comprensión de
la realidad.

La persona encerrada en un castillo de conceptos nunca ad-


quirirá —por esa sola actividad— una actitud científica, aún cuan-
do tenga, como es frecuente en estos casos, un manejo amplio y
fluido de categorías y conceptos científicos. ¿Por qué ocurre ésto?
Simplemente porque se vuelve incapaz de ver la realidad antes que
sus esquemas mentales. Le impone a la realidad su marco teórico
referencial y lo que no entra en esos parámetros es como si no fuese
realidad.

Quien de verdad asume una actitud científica frente a la reali-


dad, se encuentra siempre en un punto de confluencia entre la teoría
y las situaciones concretas. La primera orienta la aproximación a la
realidad e ilumina su comprensión. Esta aproximación, por otra par-
te, no se hace de manera lineal, sino en aproximaciones sucesivas,
siempre perplejos y siempre con actitud de búsqueda. Y, además,
con actitud de rectificación cuando la realidad muestra las insufi-
ciencias de la teoría o de algún aspecto de la misma.

Ahora bien, esta capacidad de admiración, asombro e interpe-


lación ante la realidad exige dos atributos esenciales: una actitud de
búsqueda de la verdad y una curiosidad insaciable. Son dos aspectos
complementarios de un mismo proceso mental. Uno y otro —bús-
queda y curiosidad— se apoyan mutuamente.

Las anteriores consideraciones permiten concluir en lo si-


guiente: la actitud científica no se expresa tanto en disponer de un
mayor y mejor bagaje de conocimientos, sino en la capacidad de
unir la racionalidad con la experiencia de la vida cotidiana, ma-
nifestando un modo de ser, de pensar y de hacer.

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EZEQUIEL ANDER-EGG

1. L a búsqueda de la verdad

En la búsqueda de la verdad, el mejor plan po-


dría ser comenzar por la crítica de nuestras más caras
creencias. Puede parecer un plan perverso, pero no
será considerado así por quienes desean hallar la ver-
dad y no la temen.

Karl Popper

La expresión "búsqueda de la verdad" puede prestarse a un


grave equívoco, ya que ella podría inducir a pensar que buscando se
puede encontrar "algo" que es manifiesto y reconocible por sí mis-
mo: la verdad, o que la verdad "se puede poseer", como si se tratara
de un objeto. No, esto no es posible, ya que no existe una "'adecua-
ción entre el intelecto y la cosa", como se afirmó durante muchas
décadas para definir la verdad como algo que se puede aprehender
a través de la inteligencia. Tampoco es posible porque la verdad no
es algo manifiesto a quien quiere verla. N i la ciencia ni la filosofía
moderna tienen, hoy, una concepción tan simplista como insuficien-
te de la verdad, considerándola como algo manifiesto y objetivo que
está ahí, disponible para quien quiera "poseerla". O bien —otra fal-
sa idea de la verdad— es la de creer que el científico puede expresar
una correspondencia precisa entre la descripción o explicación que
hace y lo que describe o explica {adecuatio intellecfus el rei, como
decían los clásicos).

Hablamos de "búsqueda de la verdad" como cuestión esencial


de la actitud científica, pero con ello no queremos afirmar que la
"búsqueda de la verdad" sea el estímulo esencial para el desarrollo
de las ciencias; las ciencias se desarrollan —y los científicos se mo-
tivan— a partir de problemas que se afrontan acerca de las cuales
quieren encontrar respuestas.

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LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

El hombre de ciencia sabe que puede avanzar encontrando


certidumbres provisionales (eso es la búsqueda de la verdad), pero,
al mismo tiempo, ampliando el horizonte de lo que ignora. Y sabe
también que esa búsqueda la hace en un mar de incertidumbres. Es
una búsqueda que siempre es aventura,,en la que cada realidad es
multidimensional, sobre la que se pueden hacer muchas conjeturas;
pero es imposible captar "la naturaleza íntima de las cosas", como
pretendía Augusto Comte.Jpesde principios del siglo XXI, la mayo-
ría de los científicos piensan —como Karl Popper— que no existe
ningún criterio para establecer que se haya alcanzado la verdad. El
reconocimiento de que el saber siempre es limitado y la comproba-
ción de que el suelo sobre el que se marcha ya no es firme, hacen
que la búsqueda de la verdad se realice abierta a toda nueva pers-
pectiva, aunque lo nuevo contradiga las propias convicciones que
daban cierta sensación de seguridad y validez a lo que teníamos
como un saber cierto!^

Hablamos de "búsqueda". Quien no busca la verdad es por-


que se cree en posesión de ella; consecuentemente, nada tiene que
encontrar y nada tiene que buscar. Los pretendidos "propietarios de
la verdad absoluta" son unos necios en su seguridad, pues tienen
la desgracia de ignorar la duda. Y no hay peor ignorancia que la de
aquel que ignora su propia ignorancia. Por eso, el sabio y el hombre
de ciencia son los que saben y, al mismo tiempo, saben lo mucho
que ignoran; es el que conoce su ignorancia, el que trabaja motivado
más por la incertidumbre que por las certezas.

Desde la "instalación en la verdad" que se cree poseer, es im-


posible el menor atisbo de actitud científica, que es, sobre todo, acti-
tud de búsqueda. El científico —decía Claude Bemard en 1865— es
el que pasa "de las verdades parciales a las verdades más generales,
pero sin pretender jamás que se halla en posesión de la verdad ab-
soluta".^ El asumir verdaderamente el estilo del pensar científico
implica siempre la pérdida de toda arrogancia en cuanto a conside-
rarse dueño o propietario de verdades incontrovertidas o de certezas
absolutas; el sabio es el que pone en cuestión el valor de sus ideas

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EZEQUIEL ANDER-EGG

y se esfuerza siempre en mirar hacia adelante.(*) Es curioso —dice


Savater— que los partidarios de los atajos sublimes hacia el conoci-
miento suelen fustigar el "orgullo" de los racionalistas (cuando pre-
cisamente la racionalidad se caracteriza por la humilde desconfianza
de sí misma y de ahí sus tanteos, sus laboriosas deliberaciones, sus
pruebas y contrapruebas) o ridiculicen su fe en "la omnipotencia
de la razón; disparate irracional en el que jamás ha creído ningún
racionalista en su sano juicio".'*

Estas consideraciones permiten hoy una mejor reflexión sobre


el significado y alcance de la expresión "búsqueda de la verdad".
Esta consagración o predisposición es el punto de arranque desde el
que es posible asumir una actitud científica. Se trata de preguntarse
y realizar el esfuerzo de resolver con el máximo rigor las cuestiones
planteadas como problemas. Ya lo hemos dicho: el auténtico cien-
tífico es, sobre todo, alguien que interroga y pregunta, aunque no
siempre su interrogación sea una pregunta correcta y no siempre ob-
tenga respuestas. Y cuando obtiene respuestas, sabe que éstas no son
definitivas; por eso duda aún de las verdades en que cree. Y, cuando
cree que ha llegado, aprende a buscar nuevas sendas con la finalidad
de lograr la mayor concordancia posible entre lo que se afirma como
verdad científica y lo que en efecto es la realidad, sin saber en qué
medida hemos alcanzado el conocimiento de la misma. Buscar la
verdad no por la abundancia de información, sino contrastando per-
manentemente lo que afirmamos como conocimiento o saber, con la
experiencia y la realidad.

Este "admirarse" y "preguntarse" en una apertura que no tiene


límites. No es todavía la ciencia. Es la raíz de la capacidad intelec-
tual, el recurso vital que conduce a la ciencia. Lo que queremos
indicar, pues, es que la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella
(¿quién la posee?), es la esencia de la actitud científica. Y eso, por
una razón sustancial: la ciencia es un horizonte, en donde la claridad

(*) No puedo ceder a la tentación de transcribir un pasaje del Cratílo en que Sócrates re-
vela esta actitud: "Hace mucho tiempo — d i c e — que me asombro yo mismo de mi propia
sabiduría y desconfío de eila... Por tanto, es necesario volver a menudo sobre lo que se ha
dicho antes y esforzarse [...] en mirar a la vez hacía atrás y hacia adelante."

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LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

de un saber, que podemos captar en un momento, anuncia, desde


ese mismo instante, las tinieblas de muchos aspectos que, en ese
momento, descubrimos que no conocemos.'

La condición más atrayente del pensamiento


. humano es la inquietud. Una inteligencia que no se
muestra ansiosa me irrita o me aburre.
Anatole France

El quehacer científico hace retroceder la ignorancia amplian-


do el horizonte de los conocimientos, desde ese mismo momento
amplía el horizonte de lo ignoto. "Todo conocimiento ganado a la
ignorancia —afirma Morin— desemboca en un océano de descono-
cimiento. Así, la aventura del conocimiento es inducida a progresar
indefinidamente, aunque haciendo progresar indefinidamente la ig-
norancia y precisamente por ello."' Perplejo siempre ante la com-
plejidad e inefabilidad de la realidad, aquel que tiene una actitud
científica está siempre abierto a la emergencia de un nuevo nivel o
de una nueva dimensión de la realidad. El nivel de conocimientos de
cada uno de nosotros, no lo debemos medir por lo que presumimos o
creemos conocer, sinp reconociendo !o mucho que ignoramos.

(^Se busca la verdad y lo que se reconoce a través de observa-


ciones, verificaciones, comparaciones, falsaciones, confirmaciones,
etc., no es "la verdad", sino una verdad parcial, suscepfible de ser
reformulada; de ahí que las verdades en que nos apoyamos en un
momento —o en toda la vida— no tienen nunca una certeza conclu-
yeme: pueden mudar con e! tiempo. Toda verdad, en cuanto conclu-
sión de la ciencia, es biodegradable, está sometida a una amenaza
continua de falseabilidad que es, precisamente, como afirma Pop-
per, lo que hace a una verdad científica. En efecto, cuando se admite
una teoría científica o una verdad como científica, se acepta como
tal no porque sea verdadera, sino porque resiste a la demostración
de falsedad. Y es válida como teoría o como verdad científica, en
tanto resista a esa prueba^

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EZEQUIELANDER-EGG

La búsqueda de la verdad o, si quiere decir de manera más


precisa, la búsqueda de verdades parciales (ya que siempre capta-
mos parcialmente) nunca nos libera de estar en camino, buscando,
encontrando, rectificando o sólo buscando sin encontrar. Verdades
que en un momento consideramos como conjeturas válidas luego
resultan falsas. De ahí que la actitud científica, como estilo de vida,
es una vida de ruptura y de fidelidades; ruptura con lo que se consi-
dera que ya no sirve, fidelidades con lo que se ha ido descubriendo.
La mayor complicación para avanzar y crecer como científico —y
hasta diría como persona, sin más— es instalarse en lo ya sabido y
creerse poseedor de la verdad. En ciencia, cuanto más se sabe, más
conciencia se tiene de lo que no se sabe. La actitud científica supone
l a £ a ^ a i ^ a d de aprender, "desaprender" rtirar por la horda lo npren-
d i do cuando es evidente que no sirve) y r^aprender tj^nntjptif^inpntg
(reciclaje permanente).

¿Debemos considerar la búsqueda de la verdad o, para decirlo


más modestamente, nuestros esfuerzos por comprender el univer-
so cognoscible mediante el pensamiento lógico constructivo, como
un objetivo absoluto de nuestro trabajo? ¿O debe nuestra búsqueda
de la verdad estar subordinada a otros objetivos, por ejemplo, de
carácter "práctico"? No es en la lógica en donde podemos hallar
la respuesta. Sin embargo, ésta influirá de manera considerable en
nuestro pensamiento y en nuestro discernimiento moral, a condición
de que se origine en una convicción profunda e inalterable. Pero
permítaseme hacer una confesión: "a mi Juicio, el esfuerzo por con-
seguir una mayor percepción y ampliar nuestros conocimientos, es
uno de esos objetivos absolutos sin los cuales ningún ser pensante
puede adoptar una actitud concierne y positiva frente a la existen-
cia", como decía Einstein.

Si uno tiene una actitud científica, debe estar siempre dispues-


to a dejarse interpelar (por la realidad, los acontecimientos, las per-
sonas) y de ponerse en duda, de interrogarse, de cuestionarse. Cuan-
do le atribuimos una importancia absoluta al propio juicio, opinión
o conclusiones científicas, fácilmente caemos en el dogmatismo y

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LA ACTITUD CIENTIFICA C O M O ESTILO DE VIDA

en todos sus "derivados": sectarismo, fanatismo, etc. Hay que rec-


tificar la postura propia o la concepción que uno ha sostenido, en el
momento mismo en que queda en evidencia la necesidad de hacerlo.

Campos de verdad

A l comienzo de la Ética a Nicómaco, Aristóteles decía que


es propio de la sabiduría esperar, en cada esfera, sólo el grado de
exactitud que la naturaleza del objeto permite. Esta idea desarrolla-
da por el filósofo Fernando Savater parece fecunda para los que se
inician en el trabajo de investigación (y para después, también). Por
otra parte, sirve para completar y precisar las consideraciones que
hemos realizado en este parágrafo. Consideremos el ejemplo del Sol
y lo que de él se puede decir en diferentes campos del saber:

Del Sol podemos decir: Cada una de las afirmaciones


responde un campo distinto
de verdad

• Es una estrella a la astronomía


• Es un dios a la mitología
• Es el rey del firmamento a la expresión poética

La diversidad de campos de realidad —seguimos razonando


de la mano de Savater— nos lleva a la diversidad de los tipos de
veracidad:

Debemos exigir:
En matemáticas exactitud
En ética y política rigor en los razonamientos
En poesía expresividad emotiva
En historia verosimilitud bien fundada

"Después de todo, nuestra vida abarca formas de realidad muy


distintas y la razón debe servimos para pasar convenientemente de
unas a otras."^

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EZEQUIEL ANDER-EGG

2. L a curiosidad insaciable

Hay mil sendas que no han sido recorridas [...]


Todos los desafíos del conocimiento están permitidos.

Nietzsche

La curiosidad insaciable, como interrogación permanente de


la realidad, es el reverso de lo anterior. Ningún científico auténti-
co, ningún investigador concierne de su labor puede decir que su
búsqueda ha terminado. El científico es insaciable en su curiosidad,
sabe que ante sí tiene un océano inexplorado.(') No hay límites para
esa curiosidad, porque la verdad científica es dinámica y las verda-
des que se adquieren son parciales, siempre sujetas a corrección. El
científico sabe que aquello que conoce es portador también de igno-
rancia e incertidumbre. Como decíamos en otro parágrafo, cada vez
que la ciencia hace retroceder la ignorancia ampliando los conoci-
mientos, al mismo tiempo amplía el horizonte de lo ignoto. Por eso,
toda persona que tiene una actitud científica sabe que su curiosidad
nunca podrá saciarse.

Karl Jaspers, refiriéndose a la filosofía, dijo: "La búsqueda de


la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía. Filoso-
far quiere decir ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que
sus respuestas y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta.
[...] Es como el horizonte: a medida que nos movemos hacia él, se
nos aleja [...] Es como el mar: siempre enigmático y hermoso, siem-
pre cambiante y siempre el mismo. La filosofía es un saber —saber
peculiar y único—, pero también una búsqueda amorosa, una entre-

(*) Beveridge trae la siguiente frase, que se atribuye a fJewton poco antes de su muerte:
"No sé qué puedo parecerle al mundo, pero a mí mismo me parece tiaber sido sólo como
un muchacho que juega en una playa y que me divertía de vez en cuando al encontrar una
piedrecilla más suave o una concha más bonita de lo común, mientras el gran océano de
la verdad permanecía inexplorado ante mí."

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LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

ga radical, un no salir del asombro, una insatisfacción constante."'

Si cambiamos la palabra "filosofía" por "ciencia", todo es


igualmente válido. De ahí que la actitud de búsqueda y de curio-
sidad insaciable lleva a una permanente "tensión interrogativa", i |
abierta a la duda y al reexamen de lo descubierto e interpelada por |
lo que no se conoce. El pensamiento científico, decía Bachelard, "es j
un libro activo, un libro a la vez audaz y prudente, un libro del que
quisiéramos dar ya una nueva edición mejorada, refundida, reor- \
ganizada. Se trata realmente del ser de un pensamiento en vías de i
crecimiento".^ Por eso, la actitud científica es la actitud del hombre
que vive en un indagar afanoso, interpelado por una realidad a la
que admira e interroga. Si un científico dijese: "hemos llegado a un
término, ya sabemos todo lo que se puede saber sobre este punto",
en ese momento dejaría de ser científico. El investigador es siempre
un problematizador, nunca instalado en un saber como si éste fuese
una conquista permanente; el investigador vive permanentemente
en camino. En consecuencia, como dice Leonardo BofT. la verdad
se da en una referencia abierta y no en un código cerrado y prees-
tablecido. "Sólo está en la verdad quien camina con el proceso de
manifestación de la verdad."^ Y sólo puede caminar de este modo ]:
aquel que no pierde su capacidad para asombrarse y maravillarse.

Nuestras horas son minutos j


cuando esperamos saber, •
y siglos cuando sabemos |
lo que se puede aprender

Búsqueda de la verdad y curiosidad insaciable conducen a una


actitud existencial en que la vida y la ciencia no se separan. Ambas
cosas no sólo no deben disociarse, sino que cada una ha de servir
para enriquecer a la otra, teniendo en cuenta que la vida es una tota- • '
lidad y la ciencia un aspecto de esa totalidad. I

El núcleo de lo que queremos expresar en este libro es lo si- |


guíente: el que asume una actitud científíca tiene un determinado I
modo de existir, esto es, de estar presente en el mundo y de acer- '

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EZEQUIEL ANDER-EGG

carse a la realidad. Para decirio de manera breve: no se puede ser


científico (cualquiera que sea el campo o especialidad que se culti-
ve) y luego "andar por la vida" respondiendo a otros problemas con
"lugares comunes", opiniones superficiales, explicaciones mágicas.
Tampoco se puede tener una actitud científica y fe de carbonero,
adhiriéndose a doctrinas como si fuesen reservas sagradas de prin-
cipios incuestionables. Sin embargo, no debe entenderse lo anterior
de un modo inflexible. No queremos decir que un científico haya de
responder a todo lo que acontece en su vida con "respuestas" cien-
tíficas. Eso es imposible, puesto que el saber de la vida cotidiana se
sirve de muchas verdades no expresadas científicamente. Por esto
hablamos de actitud científica, no como doctrina, sino como estilo
de vida. Dicho con mayor rigor, la actitud científica debe ser un ele-
mento que impregne nuestra vida como proyecto y como modo de
ser, ya que un estilo de vida comporta otros elementos y dimensio-
nes más amplios y englobantes que la sola actitud científica.

Ningún hombre de temperamento científico afir-


ma que lo que ahora es creído en ciencia sea exacta-
mente verdad; afirma que es una etapa en el camino
hacia la verdad.

Bertrand Russelt

Pensar conduce siempre a evolucionar en la forma de pensar.


Quienes dicen: "yo pienso lo mismo de siempre", dudo que sean
personas que piensan. Las ideas, los pensamientos, las formulacio-
nes teóricas no son una revelación divina transformada en dogma.
Siempre tienen algo (o mucho) de transitoriedad.

Todo es indefinidamente modificable, de ahí que la verdad sea


ft"ágil y titubeante frente a la complejidad de las cosas humanas.
Nadie se apropia de ella, porque cambia: lo que en un momento
admitimos como una verdad, luego podemos considerarlo un error
o como insuficiente. Por eso, debemos estar abiertos a la duda frente
a las verdades que hoy aceptamos. Lo que parece que no debe cam-
biar es la obligación de vivir de acuerdo con lo que consideramos

30
LA ACTITUD CIENTÍFICA C O M O ESTILO DE VIDA

la verdad, y de estar abiertos hasta el infinito en esta aventura de la


búsqueda.

A mí, buscador de la verdad, en permanente combate contra


el error, lo que me preocupa es hacer vivir las verdades que hacen
vivir.

3. E l espíritu del valle

La actitud científica como estilo de vida, implica y supone


tener una apertura a otros saberes ajenos a los nuestros, a otras per-
sonas que no comparte nuestro pensamiento, a otras opciones cien-
tíficas, filosóficas, ideológicas, políticas o religiosas que no com-
partimos. A esta actitud vital, la llamamos, inspirados en Morin, "el
espíritu del valle". ¿Qué queremos decir con esta expresión?

Como bien se sabe, el valle es un espacio entre dos montañas


o dos alturas del terreno, por donde discurren y se vierten diferen-
tes ríos, riachos, arroyos y arroyuelos que vuelcan sus aguas y dan
fertilidad al suelo. Con esta metáfora queremos señalar una apertura
intelectual y espiritual que se supone en aquellas personas que, en
su estilo de vida, llevan el sello de lo que llamamos una actitud
científica.

Toda persona que busca la verdad, o para decirlo de manera


precisa y menos ampulosa, que busca el porciúnculo de verdad pro-
visional a la que podemos acceder en nuestros estudios e investiga-
ciones, debe estar abierta para recibir los aportes de otras disciplinas
ajenas a la nuestra, de otras personas (profesionales o no) que tienen
otros principios, perspectivas o enfoques, científicos, filosóficos,
ideológicos, políticos o religiosos diferentes a los nuestros. No po-
demos —no debemos— encerramos en nuestras teorías y posturas
personales. El espíritu del valle supone mantener intercambios dia-
logando con los demás, tengan o no nuestro propio pensamiento.
Tenemos que estar abiertos a todas las opiniones, con la advertencia
que no todas son respetables ni aceptables. A quienes siempre tene-

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EZEQUIEL ANDER-EGG

mos que respetar es a las personas; hay opiniones que por razones
éticas o científicas son inadmisibles.

Quien está instalado en certezas absolutas, jamás podrá tener


el espíritu del valle, porque no tiene ni siente la necesidad de recibir
de otro u otros. Frente a la actual "dispersión, desmesura e incon-
mensurabilidad de los saberes", sólo el talante propio del espíritu
del valle, nos abre a todos los saberes, perspectivas, ideas, realida-
des, hechos, procesos y fenómenos que nunca podremos abarcar por
nosotros mismos.

Bibliografía

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Espasa-Calpe, 1963.
^ GERMANI, Gino La sociología en América latina. Problemas y pers-
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