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A Jesús Santrich.

Le escibimos esta nota para expresarle nuestra preocupación en momentos en que


usted -pieza clave de la construcción de los Acuerdos de La Habana-, pone en vilo el
valor de su mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente
con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por
caminos de búsqueda de la paz nacional.

Conoce usted el origen de nuestra vocación por la paz. Surgidos en orillas


diametralmente opuestas, sin deponer nuestra posiciones e ideales, nos hemos
propuesto hacer presencia en los más variados escenarios de la urgente
reconciliación nacional. Ni escatimamos ni vamos a escatimar esfuerzos para
alcanzarla. En este andar, hemos aprendido que la búsqueda de la paz carece de
color político; que repugna con la intolerancia, fanatismos y los torpes ideologismos
fundamentalistas; que requiere el compromiso de escrutar la verdad y dar
testimonio de ella; que la felicidad colectiva implica conocer al otro, saberlo
escuchar, comprender sus anhelos y esperanzas para superar lo que nos enfrenta
peligrosamente y convocar soluciones de justicia social tan evidentes y necesarias
que están por encima de cualquier bandera, sentimiento de raza, estirpe o condición.

Y lo encontramos a usted en La Habana, Santrich. Venía de hacer uso de lo que


consideraba era su derecho a la rebelión. Con otros, como plenipotenciario de la otra
parte del conflicto, se sentó a la mesa: inteligente, hábil en la negociación, duro a su
manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los
propios; a la hora de la verdad, en momentos de grandes decisiones, paladín
conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales.

Invidente sí, no por eso ciego. Hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las
desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación,
ha llamado a los suyos a cumplir y hacer realidad los seis puntos del Acuerdo de La
Habana y el quehacer político en democracia con el compromiso de acogerse al
Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición. No concebimos que
la culminación de toda esa obra gigante, de la cual es usted también artífice, pudiera
ser un sucio trueque que cambie trozos de gloria, por réditos provenientes de un
negocio que, en el mismo documento de paz, surge el compromiso de combatir y
destruir. Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo, usted defendió
la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que
insistió en la Mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera
reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos.

Sigue siendo usted un arquitecto central de la paz nacional. Por ello lo esperan los
suyos, sus compañeros de lucha. Mire usted además cómo la comunidad
internacional reconoce su valiente recorrido y aportes. Por algo han ido al lecho
desde el que usted clama justicia a su manera, personajes de la talla de Francisco de
Roux S. J., Jean Arnault, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad; Eamon Gilmore,
Enviado Especialde la Unión Europea; José Luis Ponce, Embajador de Cuba; Anne
Heidi Kvalsoren, Enviada Especial de Noruega, y otros de similar estatura y condición.

“Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo
y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo
tanto, dormiré por toda la eternidad,” dijo Nelson Mandela. Santrich, desde polos
opuestos de su primer recorrido vital, que lo fuimos nosotros, los que suscribimos
esta misiva, le decimos a usted: viva para construir más paz; aún le falta andar para
poder dormir por toda la eternidad. Y sabemos que no le tiene miedo a la muerte,
más sin embargo tenga presente el pensamiento de Stephan Hawking: “No tengo
miedo a la muerte, pero no tengo prisa por morir. Tengo mucho que hacer primero.”
Y grave en su corazón la enseñanza del Papa Francisco que debe ser estandarte de
todos: No se puede interpretar “la existencia como un encontrarse de casualidad en
el mundo y un caminar hacia la nada”. No caminamos hacia la nada, Jesus Santrich.
Caminamos con usted hacia la paz para todos. Aún para que la gocen sus más crueles
detractores. Darse por vencido, jamás.

Fdo. Alvaro Leyva Durán Fdo. Iván Cepeda Castro

Bogotá, mayo 7 de 2018

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