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13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de
los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
De todo lo que hemos visto de Marcos, hace ya más de un año, ¿cuál, dirían ustedes, es la forma en
que el evangelista nos muestra a Cristo? Un Rey Siervo. En el retiro del año pasado estudiamos
justamente eso, y veíamos como Jesús tiene características de un Rey (autoridad, dominio) pero se
comporta como un siervo, aquél que viene a servir a los demás. El pasaje que veremos hoy es una
muestra más de aquello. Pablo enseñó algunos viernes atrás, que esta parte del libro de Marcos
(desde el capítulo 8 en adelante) enfatiza en qué vino a hacer Jesús y qué significa seguirlo.
No se sabe exactamente dónde estaba Jesús cuando ocurre lo relatado, sin embargo, es una escena
parecida a otras, en las que alguien solicita algún tipo de contacto con el Maestro y a los discípulos
no les parece bien.
13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
En los tiempos de Jesús la infancia era diferente a como es ahora. De partida, no eran objetos de
ternura, antes de los 12 eran considerados inferiores, con poco o nulo valor, no tenían voz ni voto,
y a las niñas les iba peor, principalmente porque legalmente no tenían derechos de heredad, por lo
tanto, no se podía expandir o mantener la familia a través de ellas. No existía la idea de adolescencia,
por lo que a los 12 ya pasaban a ser adultos, con posibilidad de casarse, trabajar y participar de la
sociedad.
Por lo tanto, los niños y niñas no eran importantes para la comunidad, así como las mujeres, los
enfermos, los esclavos, los extranjeros, los cobradores de impuestos y todos los que no pertenecían
a los grupos valorados.
En muchas ocasiones el Señor les enseñó a los discípulos que él venía a relacionarse con toda la
humanidad, no únicamente con el pueblo judío, sin embargo, estos no entendían, me imagino
porque en parte era algo muy fuera de lo común. Hoy vivimos en una sociedad un poquito más
inclusiva, pero igual nos extrañaría que Jesús estuviera más en las cárceles que con nosotros en la
iglesia. Y no perdamos de vista que a esta altura, Jesús era alguien importante, siempre estaba
rodeado de gente por lo que era muy solicitado, entonces el ser “molestado” para interactuar con
niños y niñas ¡qué pérdida de tiempo!
Si se fijan, los discípulos tienen una actitud aparentemente buena (que no molesten a Jesús), sin
embargo, lo que hay detrás de eso es, por un lado, no entender a qué y quiénes vino Jesús, y por
otro, decidir quienes son “dignos” de relacionarse con Él, de recibir las buenas nuevas, ¡terrible
cosa!, poniendo filtros sobre quiénes deberían recibir el evangelio y quienes no. Y aquí nos pregunto
¿cuántas veces hemos pensado o tenido actitudes parecidas a las de los discípulos, en donde hemos
juzgado quien debe o no recibir el mensaje de salvación? (ejemplos).
14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de
los tales es el reino de Dios.
Marcos nos grafica perfectamente no sólo lo que Jesús hizo, sino cómo se sintió. El acto de prohibir
el acercamiento de los desposeídos, en este caso niños, a la exposición al Mesías, produjo en él
indignación. Esto nos recuerda lo que dice Mateo 25:31-44
31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se
sentará en su trono de gloria,
32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta
el pastor las ovejas de los cabritos.
34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado
para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me
recogisteis;
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles.
44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento,
forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos
más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
No sólo eran importantes por el hecho de ser creación de Dios, lo que en sí mismo tiene un valor
altísimo, además Jesús quería graficar algo.
14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de
los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Los niños y niñas son acogidos por el Señor, como dice el verso 15, pues poseen importantes
características que además son deseables en todo creyente
Marcos 9:33-37
33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en
el camino?
34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor.
35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero
de todos, y el servidor de todos.
36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
37 El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me
recibe a mí sino al que me envió.
Mate 18:1-5
1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los
cielos?
3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de
los cielos.
4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
Ser como niños, según lo que la biblia dice, es principalmente reconocer la situación de humillación,
de poca importancia, de desprotección. Recibir el reino de Dios sin orgullo, los niños y niñas sabían
que no eran importantes, sabían que si los tomaban en cuenta no era por algo que ellos tuviesen.
Recibir entonces el reino de Dios como niño implica reconocer nuestra condición y a la par,
reconocer a quien nos escoge.
Y cómo sigue la actitud del Señor con aquellos que son marginados
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
Nuevamente Marcos nos pinta un cuadro que los paralelos omiten, tomándolos en los brazos, esto
además de darnos alguna señal sobre la edad de los pequeños, nos refleja el cariño y cuidado que
tiene Jesús con quienes recibe. No los bendice a la distancia o les da unas palabras, los recibe
personalmente, poniendo atención en cada uno de ellos, estableciendo una relación íntima. Si
nosotros debemos ser como niños para entrar al reino de Dios, entonces él nos recibirá tomándonos
en sus brazos.
Si retomamos la idea de que esta sección del libro nos habla acerca de qué es lo que vino a hacer
Jesús y qué es lo que significa seguirlo, entonces nos encontramos con un desafío importante, pues
si nos declaramos seguidores de Cristo, debemos imitar lo que Jesús hizo. Los actos y palabras de
Jesús eran y son ejemplos para nosotros, y en esta porción de la biblia encontramos más de una
enseñanza:
Si se dan cuenta, este último punto es fundamental para, no solamente entrar al reino de Dios, sino
para: no hacer distinción de personas, valorar a los demás como superiores, y todo lo que implica
vivir en un reino en donde debemos servir al prójimo. “Si me salvó a mí, ¿por qué no lo podrá hacer
con X?; si tuvo compasión conmigo ¿por qué no la va a tener con X?, si yo, que soy tan cabeza dura,
pude comprender por gracia el evangelio ¿por qué no lo va a entender X?” Nuestra condición no
era mejor que la de cualquier persona que podamos juzgar como “inmerecedora” de la gracia. Por
lo tanto, prediquemos de Su amor sin distinción, sin prejuicios, y sin pensar “esto o ‘esta persona’
es imposible para Dios”, porque si nosotros creímos, ¿qué tan difícil puede ser que otros crean?