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Ares y Mares
EL CRISTIANISMO COMO
RELIGIÓN DEL LIBRO
Evangelios
Apocalipsis cristianos
Órdenes eclesiásticas
Martirologios cristianos
Tratados antiheréticos
LA LECTURA EN PÚBLICO EN LA
ANTIGÜEDAD CRISTIANA
LA COPIA DE LIBROS EN EL
MUNDO GRECORROMANO
PROBLEMAS CON LA
REPRODUCCIÓN DE LOS
PRIMEROS TEXTOS CRISTIANOS
La mujer adúltera
CONCLUSIÓN
Ediciones, manuscritos y
diferencias
LA VULGATA LATINA
LA PRIMERA EDICIÓN
PUBLICADA DEL TEXTO GRIEGO
DEL NUEVO TESTAMENTO
Aunque la Biblia Políglota
Complutense fue la primera edición
impresa del texto griego del Nuevo
Testamento, no fue la primera edición
publicada. Como hemos visto, la
Complutense estaba ya impresa en 1514,
pero no sería dada a conocer al público
hasta 1522. Entre esas dos fechas, un
emprendedor erudito holandés, el
humanista Desiderio Erasmo, realizó y
publicó una edición del Nuevo
Testamento en griego, adjudicándose el
honor de haber sido el responsable de la
denominada editio princeps (la primera
edición publicada). Erasmo había
estudiado el Nuevo Testamento, así
como otras grandes obras de la
Antigüedad, de forma intermitente
durante muchos años y en algún
momento había considerado la
posibilidad de realizar una edición para
la imprenta. Sin embargo, no se animó a
hacerlo hasta 1514, impulsado por un
impresor de Basilea llamado Johann
Froben.
Tanto Erasmo como Froben sabían que
la Complutense estaba en proceso de
edición y que, por tanto, tenían que
apresurarse para conseguir publicar el
texto griego tan rápido como fuera
posible, pese a lo cual otros
compromisos impidieron a Erasmo
dedicarse de lleno a la labor hasta julio
de 1515. En esa época, viajó a Basilea
para buscar manuscritos que le sirvieran
como base para su texto, y aunque no
descubrió una gran abundancia de éstos,
lo que halló fue suficiente para el
proyecto. Para la mayor parte del texto
le bastó con apenas un puñado de copias
medievales tardías, que preparó como si
estuviera corrigiendo un manuscrito para
mandar a la imprenta; el impresor, por
su parte, armó las páginas directamente
a partir de estas copias marcadas.
Parece ser que Erasmo confió
básicamente en un único manuscrito del
siglo XII para su edición de los
evangelios y de otro, también del siglo
XII para el libro de los Hechos de los
Apóstoles y las epístolas, aunque
también tuvo ocasión de consultar varios
otros textos e introducir correcciones a
partir de sus versiones. Para el
Apocalipsis tuvo que pedir prestado un
manuscrito a un amigo suyo, el
humanista alemán, Johannes Reuchlin;
por desgracia, en ciertos pasajes, éste
era prácticamente imposible de leer y
carecía de la última página, que contenía
los seis últimos versículos del libro.
Debido a las prisas para conseguir
terminar el trabajo a tiempo, en aquellos
pasajes Erasmo optó simplemente por
recurrir a la Vulgata latina, cuyo texto
retradujo al griego, con lo que creó una
serie de fórmulas textuales que no se
encuentran en ninguno de los
manuscritos griegos neotestamentarios
que se conservan. Y ésta, como
veremos, fue la versión griega del
Nuevo Testamento que, a efectos
prácticos, usaron los traductores de la
Biblia del rey Jacobo un siglo más
tarde.
La edición de Erasmo comenzó a
imprimirse en octubre de 1515 y estuvo
terminada en sólo cinco meses. La
edición incluía un texto griego armado a
toda prisa junto a una versión revisada
de la Vulgata latina (desde la segunda
edición, Erasmo incluiría su propia
traducción latina de los textos en lugar
de la Vulgata, para consternación de
muchos teólogos de la época, que
todavía consideraban que ésta era la
Biblia de la Iglesia). El libro era
extenso, ya que tenía cerca de un millar
de páginas, pero incluso así el mismo
Erasmo reconoció que la obra había
sido «más precipitada que editada» (en
su formulación en latín: praecipitatum
venus quam editum).
Es importante advertir que la edición
de Erasmo se convirtió en la editio
princeps del texto griego del Nuevo
Testamento no simplemente por una
anécdota histórica interesante, sino
porque a medida que la historia del texto
se desarrollaba, las ediciones del
humanista holandés (realizó cinco, todas
ellas basadas a fin de cuentas en la
descuidada versión que ofrecía la
primera) se convirtieron en la fuente de
la forma estándar del texto griego que
los impresores de Europa occidental
publicarían durante más de trescientos
años. Después de la edición de Erasmo
aparecieron varias más, obra de editores
cuyos nombres los expertos en la
materia conocen muy bien: Stephanus
(Robert Estienne), Theodore Beza y
Bonaventura y Abraham Elzevir. Sin
embargo, el texto de todas estas
ediciones se basaba en mayor o menor
medida en las versiones de sus
predecesores, y todas, al final, se
remontaban a la obra de Erasmo, con
todos sus fallos, establecida a partir de
apenas un puñado de manuscritos
relativamente tardíos producidos en la
Edad Media (en algunos casos sólo dos;
en otros, únicamente uno; en ciertas
partes del Apocalipsis, ¡ninguno!). La
mayoría de los impresores no se
preocuparon por buscar manuscritos más
antiguos o de mejor calidad como base
para sus textos, y se contentaron en
cambio con imprimir y reimprimir el
mismo texto realizando sólo
modificaciones de menor importancia.
Algunas de estas ediciones, por
supuesto, son significativas. Por
ejemplo, la tercera edición de
Stephanus, que apareció en 1550 destaca
por ser la primera que incluyó notas en
las que documentaba las diferencias
entre algunos de los manuscritos
consultados; su cuarta edición (1551) es
quizá todavía más importante, ya que es
la primera edición del texto griego del
Nuevo Testamento que lo presenta
dividido en versículos. Hasta esa fecha,
el texto se había impreso de corrido, sin
ninguna división. A propósito de esta
edición, hay una divertida anécdota
sobre cómo realizó Stephanus su
trabajo. Según contó su hijo más tarde,
Stephanus había realizado esta división
(buena parte de la cual se conserva en
las traducciones modernas de la Biblia)
durante un viaje a caballo. Lo que
pretendía decir era, sin duda, que su
padre había «trabajado en el camino»,
esto es, que emprendió la división del
texto en las posadas en las que pasaba la
noche. Sin embargo, como lo que dijo
literalmente fue que Stephanus había
introducido estos cambios «a lomos de
caballo», algunos comentaristas
sarcásticos han insinuado que realmente
se dedicó a ello mientras viajaba, por lo
que cada vez que su caballo tropezaba
con un bache la pluma del editor daba un
salto, y eso explicaría algunas
divisiones bastante extrañas que aún
encontramos en las traducciones del
Nuevo Testamento.
Con todo, el argumento general que me
interesa subrayar es que todas las
ediciones posteriores a Erasmo,
incluidas las de Stephanus, se fundan en
última instancia en su editio princeps,
que utilizaba como fuentes unos pocos
manuscritos griegos tardíos y no
necesariamente confiables: los que pudo
encontrar en Basilea y el que le prestó
su amigo Reuchlin. No había ninguna
razón para pensar que esos manuscritos
en particular fueran de buena calidad.
Eran, sencillamente, los que había
podido conseguir.
De hecho, como luego se descubrió,
esos manuscritos no eran de la mejor
calidad: a fin de cuentas, eran copias
realizadas once siglos después de que se
hubieran escrito los originales. Por
ejemplo, el principal manuscrito que
Erasmo utilizó para establecer el texto
de los evangelios contenía tanto el relato
de la mujer adúltera de Juan como los
doce versículos finales de Marcos,
pasajes que no formaban parte de los
evangelios originales, como vimos en el
capítulo anterior.
Sin embargo, había un pasaje clave
que los manuscritos utilizados por
Erasmo no contenían. El pasaje en
cuestión, un inciso de la Primera
Epístola de Juan (5:7-8) que los
estudiosos denominan el «Comma
Johanneum», se encuentra en los
manuscritos de la Vulgata, pero no en la
enorme mayoría de los manuscritos
griegos, y era uno de los pasajes
preferidos de los teólogos cristianos,
pues era el único de toda la Biblia que
explícitamente esbozaba la doctrina de
la Trinidad, a saber, que la divinidad
son tres personas distintas, pero que
todas ellas constituyen un solo Dios
verdadero. En la Vulgata, el pasaje dice:
Cambios accidentales
Cambios intencionados
CONCLUSIÓN
RICHARD SIMÓN
JOHANN J. WETTSTEIN
KARL LACHMANN
LOBEGOTT FRIEDRICH
CONSTANTINE VON TISCHENDORF
Pruebas externas
Pruebas internas
LUCAS Y EL IMPERTURBABLE
JESÚS
HEBREOS Y EL JESÚS
DESAMPARADO
CONCLUSIÓN
ALTERACIONES ANTI-
ADOPCIONISTAS
Los cristianos adopcionistas
Cambios anti-adopcionistas
ALTERACIONES ANTI-
DOCÉTICAS
Cambios anti-docéticos
ALTERACIONES ANTI-
SEPARACIONISTAS
Alteraciones apologéticas
Aunque no lo mencioné en su
momento, ya nos hemos topado con un
texto que parece haber sido modificado
por preocupaciones apologéticas. Como
vimos en el capítulo 5, Marcos 1:41
indicaba originalmente que Jesús había
reaccionado con furia ante el leproso
que se había acercado a él para que lo
curara. Algunos escribas habían
considerado difícil atribuir en este
contexto semejante emoción a Jesús, y
por tanto habían alterado el texto para
que dijera, en cambio, que Jesús había
sentido «compasión» por el enfermo.
Es posible que lo que motivara a los
escribas a cambiar el texto fuera algo
más que el simple deseo de hacer que un
pasaje extraño fuera más fácil de
entender. Un tema recurrente de los
debates entre los críticos paganos del
cristianismo y los defensores
intelectuales de la fe era el
comportamiento de Jesús y si su
conducta era la correspondiente a
alguien que aseguraba ser el Hijo de
Dios. Debo hacer hincapié en que ésta
no era una disputa sobre si es
concebible que un ser humano pueda al
mismo tiempo ser divino en algún
sentido. Esto era algo en lo que los
paganos y los cristianos coincidían por
completo, ya que los primeros también
sabían de historias en las que seres
divinos se convertían en humanos e
interactuaban con otros seres humanos
aquí en la tierra. La cuestión era si la
forma en la que Jesús se había
comportado justificaba el pensamiento
de que era alguien divino o, por el
contrario, si su actitud y su conducta
descartaban la posibilidad de que en
verdad fuera un hijo de Dios. 19
En este período, la creencia de que los
dioses no estaban sometidos a las
emociones y caprichos insignificantes de
los simples mortales estaba muy
difundida entre los paganos, que
pensaban que los dioses estaban,
realmente, por encima de tales cosas. 20
¿Cómo podía entonces determinarse si
un individuo era o no un ser divino? Era
obvio que tenía que dar pruebas de que
poseía poderes (intelectuales o físicos)
sobrehumanos; pero también era
necesario que se comportara de un modo
compatible con la idea de que provenía
del ámbito divino.
Sabemos de cierto número de autores
de este período que insistían en que los
dioses no podían sentirse «furiosos», ya
que la ira era una emoción humana
suscitada por la frustración, las ofensas
o algún otro motivo de escasa
importancia para un ser divino. Los
cristianos, por supuesto, podían argüir
que Dios podía «enfurecerse» con su
pueblo debido al mal comportamiento
de éste. Pero también se daba por
sentado que el Dios cristiano estaba más
allá de padecer cualquier tipo de
irritabilidad. Sin embargo, en la historia
de Jesús y el leproso de Marcos, no hay
una razón obvia que justifique la ira de
Jesús. En vista de que el texto se
modificó en la época en que los paganos
y los cristianos debatían si el
comportamiento de Jesús era apropiado
a su divinidad, es del todo verosímil que
un escriba hubiera cambiado el texto a
la luz de esta controversia. En otras
palabras, éste quizá fuera un cambio
propiciado por el debate apologético.
Otra de tales alteraciones afecta a un
pasaje que se encuentra varios capítulos
más adelante en el Evangelio de
Marcos, en un episodio muy famoso
donde los paisanos de Jesús se
escandalizan de que él pueda enseñar
cosas tan maravillosas y realizar
milagros espectaculares. Como ellos
mismos dicen: «¿No es éste el
carpintero, el hijo de María y hermano
de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no
están sus hermanas aquí entre nosotros?»
(Marcos 6:3). ¿Cómo es posible, se
preguntan, que alguien que creció entre
ellos, y a cuya familia todos conocen,
sea capaz de hacer semejantes cosas?
Éste es el único pasaje en todo el
Nuevo Testamento en el que se llama
carpintero a Jesús. En otros textos
griegos, la palabra empleada aquí,
TEKTÕN, se aplica comúnmente a
cualquiera que haga cosas con sus
manos; así, por ejemplo, en escritos
cristianos posteriores, se dice que Jesús
hacía «yugos y puertas». 21 Esto
significa que no debemos imaginarlo
como alguien que se dedicaba a realizar
finos trabajos de ebanistería. Quizá la
mejor forma de «captar» el sentido de
este término sea mediante una
comparación más cercana a nuestra
experiencia: decir que Jesús era un
TEKTÕN era como decir hoy que era un
obrero de la construcción. ¿Cómo podía
alguien con ese pasado ser el Hijo de
Dios?
Ésta era una cuestión a la que los
críticos paganos del cristianismo daban
una gran importancia; de hecho, para
ellos la pregunta era simplemente
retórica: si Jesús era un simple
TEKTÕN, era obvio que no podía ser un
hijo de Dios. Celso, en particular, se
mofó de los cristianos por este motivo,
relacionando la afirmación de que Jesús
era un «carpintero» al hecho de que
fuera crucificado (en un madero) y a la
creencia cristiana en un «árbol» de la
vida.
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09/08/2014
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