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Charles Dickens

(Portsmouth, Reino Unido, 1812 - Gad's Hill, id., 1870) Escritor británico. En 1822 su familia se
trasladó de Kent a Londres, y dos años más tarde su padre fue encarcelado por deudas. El futuro
escritor entró a trabajar entonces en una fábrica de calzados, donde conoció las duras condiciones
de vida de las clases más humildes, a cuya denuncia dedicó gran parte de su obra.

Charles Dickens

Autodidacta, si se excluyen los dos años y medio que pasó en una escuela privada, consiguió
empleo como pasante de abogado en 1827, pero aspiraba ya a ser dramaturgo y periodista.
Aprendió taquigrafía y, poco a poco, consiguió ganarse la vida con lo que escribía; empezó
redactando crónicas de tribunales para acceder, más tarde, a un puesto de periodista
parlamentario y, finalmente, bajo el seudónimo de Boz, publicó una serie de artículos inspirados
en la vida cotidiana de Londres (Esbozos por Boz).

El mismo año, casó con Catherine Hogarth, hija del director del Morning Chronicle, el periódico
que difundió, entre 1836 y 1837, el folletín de Los papeles póstumos del Club Pickwick, y los
posteriores Oliver Twist y Nicholas Nickleby. La publicación por entregas de prácticamente todas
sus novelas creó una relación especial con su público, sobre el cual llegó a ejercer una importante
influencia, y en sus novelas se pronunció de manera más o menos directa sobre los asuntos de su
tiempo.

En estos años, evolucionó desde un estilo ligero a la actitud socialmente comprometida de Oliver
Twist. Estas primeras novelas le proporcionaron un enorme éxito popular y le dieron cierto
renombre entre las clases altas y cultas, por lo que fue recibido con grandes honores en Estados
Unidos, en 1842; sin embargo, pronto se desengañó de la sociedad estadounidense, al percibir en
ella todos los vicios del Viejo Mundo. Sus críticas, reflejadas en una serie de artículos y en la novela
Martin Chuzzlewit, indignaron en Estados Unidos, y la novela supuso el fracaso más sonado de su
carrera en el Reino Unido. Sin embargo, recuperó el favor de su público en 1843, con la
publicación de Canción de Navidad.

Después de unos viajes a Italia, Suiza y Francia, realizó algunas incursiones en el campo teatral y
fundó el Daily News, periódico que tendría una corta existencia. Su etapa de madurez se inauguró
con Dombey e hijo (1848), novela en la que alcanzó un control casi perfecto de los recursos
novelísticos y cuyo argumento planificó hasta el último detalle, con lo que superó la tendencia a la
improvisación de sus primeros títulos, en que daba rienda suelta a su proverbial inventiva a la hora
de crear situaciones y personajes, responsable en ocasiones de la falta de unidad de la obra.

En 1849 fundó el Houseold Words, semanario en el que, además de difundir textos de autores
poco conocidos, como su amigo Wilkie Collins, publicó La casa desierta y Tiempos difíciles, dos de
las obras más logradas de toda su producción. En las páginas del Houseold Words aparecieron
también diversos ensayos, casi siempre orientados hacia una reforma social.

A pesar de los diez hijos que tuvo en su matrimonio, las crecientes dificultades provocadas por las
relaciones extramatrimoniales de Dickens condujeron finalmente al divorcio en 1858, al parecer a
causa de su pasión por una joven actriz, Ellen Teman, que debió de ser su amante. Dickens hubo
de defenderse del escándalo social realizando una declaración pública en el mismo periódico. En
1858 emprendió un viaje por el Reino Unido e Irlanda, donde leyó públicamente fragmentos de su
obra. Tras adquirir la casa donde había transcurrido su infancia, Gad's Hill Place, en 1856, pronto la
convirtió en su residencia permanente.

La gira que inició en 1867 por Estados Unidos confirmó su notoriedad mundial, y así, fue aplaudido
en largas y agotadoras conferencias, entusiasmó al público con las lecturas de su obra e incluso
llegó a ser recibido por la reina Victoria I de Inglaterra poco antes de su muerte, acelerada por las
secuelas que un accidente de ferrocarril dejó en su ya quebrantada salud.
Vida y genio de Charles Dickens

El bicentenario del nacimiento de Charles Dickens es la conmemoración del año en la literatura de


todo el mundo. El autor de 'David Copperfield' “nunca ha dejado de ser una fuerza viva”, afirma
Peter Ackroyd, cuya biografía del escritor se publica ahora en español

Fueron solo unos meses, pero cambiaron la historia de la literatura. Acababa de cumplir 12 años
cuando, el lunes 9 de febrero de 1824, empezó a trabajar en la fábrica de betún Warren, en el
número 30 de Hungerford Stairs, en una zona industrial de Londres, insalubre e infestada de ratas.
Las jornadas se prolongaban durante 10 horas, con una pequeña pausa para comer. El salario era
de seis o siete chelines a la semana (unos 30 euros en la actualidad). “Fue el acontecimiento más
importante de la vida de Charles Dickens”, explica el escritor Peter Ackroyd, cuya sólida biografía
del novelista, Dickens. El observador solitario, acaba de editar Edhasa en España. “Es algo que
siempre tuvo presente. Creo que gran parte de su energía creadora nace en esa infancia y su visión
del mundo se forja en aquellos momentos”. “Todo mi ser se sentía tan imbuido de pesar y
humillación al pensar en lo que había perdido que incluso ahora, famoso, satisfecho y contento, en
mis ensoñaciones, cuando rememoro con tristeza aquella época de mi vida, muchas veces me
olvido de que tengo una mujer y unos hijos, incluso de que soy un hombre”, le confesó a su amigo
John Forster, autor de la primera biografía del escritor (The live of Charles Dickens). Forster ya
señaló que el germen de David Copperfield surgió entre tarros de betún en aquellos talleres junto
al Támesis. En el clásico ensayo de 1940, Dickens, The Two Scrooge, Edmund Wilson apuntaba
también que aquel periodo de trabajo infantil, con su padre encarcelado a causa de las deudas,
fue crucial en la formación literaria y humana del escritor.

Fue muy popular y convocaba a multitudes. En ese sentido, podemos decir que fue la primera
celebridad global

PETER ACKROYD

Los 200 años del nacimiento de Dickens, que se conmemoran el próximo 7 de febrero, se han
convertido en el acontecimiento literario de la temporada. Exposiciones, nuevas versiones en cine
y televisión de sus libros, biografías, ensayos, representaciones. El mastodóntico Waterstone’s de
Bloomsbury, una de las librerías más grandes de Londres, situada en el barrio literario y
universitario por antonomasia —y en el que residió Dickens gran parte de su vida—, recibe al
visitante con un escaparate lleno de títulos sobre el narrador, algunos tan contemporáneos como
Charles Dickens in Cyberspace, de Jay Clayton, y otros tan sugerentes por sus ramificaciones
políticas como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels (Marx escribió
sobre el autor de Grandes esperanzas que “había proclamado más verdades de calado social y
político que todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos”).

Sin embargo, todo este despliegue tiene algo de innecesario, porque Dickens jamás se ha ido.
“Siempre ha estado presente, nunca ha dejado de ser una fuerza viva de la cultura británica”,
señala Ackroyd, autor de numerosas biografías, de Shakespeare y de Londres (ambas en Edhasa),
entre otras. “Sus novelas han sido llevadas al cine de manera constante, se han rodado series de
televisión desde que tengo memoria, sus libros son reeditados y leídos una y otra vez. No creo que
haya habido ningún periodo desde su muerte en que no haya sido admirado universalmente”.
“Dickens está en todos los ámbitos de la cultura británica”, asegura el historiador Alex Werner,
conservador del Museo de Londres, comisario de la exposición Dickens y Londres, que puede verse
hasta el 10 de junio, y coautor junto a Tony Williams del libro que acompaña la muestra, Dickens’s
victorian London (1831- 1901). Desde su muerte en 1870, se han publicado cerca de cien
biografías, empezando por la de Forster en 1872. Estas últimas semanas han aparecido reseñas en
casi todos los grandes diarios anglosajones de las dos últimas, Charles Dickens, A life, de Claire
Tomalin —que ya había publicado un relato de la vida de la esposa del novelista, Catherine—, y
Becoming Dickens. The invention of a novelist, un ensayo literario de Robert Douglas-Fairhurst.

Una forma de explicar la vigencia de Dickens es su presencia en una de las grandes series de
televisión de la década. En la quinta temporada de The Wire, el director adjunto del Baltimore Sun
pide a sus reporteros que busquen el “aspecto dickensiano” de la ciudad. De hecho, los blogueros
Joy Delyria y Sean Michael Robinson lograron un considerable éxito en las redes sociales con una
reconstrucción de la serie de David Simon al modo de un folletín victoriano. Recientemente, la BBC
publicó en su página web un reportaje titulado Las seis cosas que Charles Dickens dio al mundo
moderno: la celebración de las navidades gracias al impacto que tuvo Canción de Navidad, la
denuncia de la pobreza, los personajes de la comedia moderna, el cine (no, no le confunden con
los hermanos Lumière, Eisenstein dijo que los cimientos del séptimo arte fueron edificados por
Griffith basándose en ideas de Dickens como el montaje paralelo o los primeros planos), los
nombres de los personajes llenos de simbolismo y nuestra visión de la ley y el derecho. A esto
podríamos añadir que Dickens fue un precursor de la defensa a ultranza de los derechos de autor,
harto de que en Estados Unidos pirateasen sin contemplaciones sus obras, y la primera estrella de
la cultura global, como explica Peter Ackroyd. “Fue muy popular entre públicos muy amplios y
convocaba a multitudes cuando realizaba las giras de lectura de sus libros. En la época en que
nacía la fotografía, ya era muy reconocido popularmente, y cuando realizaba sus giras por América
era seguido por multitudes en la calle y se concentraban masas frente a los hoteles en los que se
alojaba. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global”.

Una búsqueda en el ISBN revela 420 títulos de Dickens vivos en todas las lenguas nacionales,
publicados por editoriales tan diversas como Gadir, Nocturna, Alba, Periférica, Alianza, Planeta,
Impedimenta, Ediciones B, Cátedra, Valdemar, Belaqva, Edhasa, Destino, RBA, Alfaguara, Espasa
Calpe, Cátedra o Círculo de Lectores, por solo citar unas cuantas. “Su habilidad para crear
personajes creíbles es una de sus grandes virtudes, junto a su enorme habilidad como narrador, su
capacidad para contar historias”, explica Ackroyd. “Su talento para inventar es increíble: publicaba
cada semana, cada mes, historias, esperando siempre hasta el momento mismo del cierre. Y
siempre lograba mantener el interés de sus lectores”. Según su biografía, llegó a crear 2.000
personajes en sus 14 novelas (15 si contamos la inacabada El misterio de Edwin Drood), sin tener
en cuenta sus numerosos relatos, ni toda su producción periodística; aunque el Diccionario de
Personajes Literarios Británicos recoge solo 989 nombres. Como destaca el historiador Alex
Werner, su retrato más famoso, El sueño de Dickens, firmado por su contemporáneo Robert
Williams Buss, muestra al escritor, en su estudio, dormido, rodeado por sus creaciones. Oliver
Twist, Ebenezer Scrooge, David Copperfield, Jacob Marley, Bill Sikes, Fagin, Pip, Miss Havisham y
su mugriento vestido de novia, el señor Pickwick, la pequeña Nell, Florence Dombey, Uriah Heep,
Joe Gargery, Sydney Carton, Mister Gradgrind forman parte de un gigantesco legado que vive
mucho más allá de la literatura. Su herencia incluye tramas, historias e imágenes, fantasmas de las
navidades pasadas, futuras y presentes, principios como: “Era el mejor de los tiempos, era el peor
de los tiempos, la edad de la sabiduría y de la tontería, la época de fe y la época de la incredulidad,
la estación de la luz y de las tinieblas, era la primavera de la esperanza y el invierno de la
desesperación”. Según sus biógrafos, todo ese mundo ficticio tiene dos anclajes reales: su propia
vida y la ciudad de Londres.

“Su genialidad no puede separarse de su vida. Es imposible estudiar a Dickens de forma aislada,
tiene que ser observado en el contexto de su época y de su vida en Londres. De hecho, su casa
estaba a unos pocos metros de aquí”, señala Peter Ackroyd, que recibe en su despacho de
Bloomsbury, con su mesa de trabajo llena de libros sobre Chaplin y sobre la historia de Inglaterra,
los dos temas en los que este inagotable investigador y novelista de 62 años está trabajando
actualmente. Su biografía de Dickens se publicó en inglés en 1990, en dos volúmenes, con casi
1.400 páginas. Edhasa ha editado una versión posterior, acortada (700 páginas).

En su libro de viajes por Australia, Bill Bryson relata una visita al museo dedicado al más famoso de
los bandidos del outback, Ned Kelly, situado en una polvorienta localidad perdida. Y escribe: “Era
tan malo que era bueno”. Siendo un poco exagerados, podríamos decir algo parecido del Museo
de Charles Dickens en Londres. Es cierto que alberga la mejor colección de manuscritos y objetos
del escritor y que, además, vivió allí con su familia durante dos años (entre 1837, una fecha muy
simbólica porque es cuando empezó también la era victoriana, y 1839, época durante la que
terminó de escribir Los papeles del Club Pickwick y comenzó Oliver Twist), lo que no se puede
decir siempre de las casas-museo de los artistas. Pero no es lo que un visitante espera de un
creador de la magnitud de Dickens. En su descargo se puede decir que esta vivienda, situada en
una clásica calle de edificios georgianos, es museo desde 1925, lo que explicaría en parte su aire
vetusto, y que las otras dos casas de Dickens en Londres, en Marylebone y en el cercano Tavistock
Square, han desaparecido. En abril el museo se someterá a una ambiciosa reforma. El hecho de
que cierre durante la celebración del segundo centenario del escritor y durante los Juegos
Olímpicos ha provocado una cierta polémica en el Reino Unido, pero sus responsables han
señalado que, si retrasan las obras, perderían los dos millones de libras concedidos por el fondo de
la lotería para el mantenimiento de bienes culturales. Aparte de algunos momentos de una
intensidad kitsch muy divertida —la cocina con sus quesos y pasteles falsos no tiene precio— y
bastantes recuerdos y piezas interesantes, además de contribuir a la Dickens Fellowship, la casa
del 48 de Doughty Street merece una visita porque permite un rápido recorrido por la vida del
autor. Nació en 1812, su familia se mudó a Londres en 1820, trabajó durante un periodo de entre
seis meses y un año cuando su padre se encontraba en prisión por sus deudas —“es una cosa muy
desagradable el sentirse avergonzado del propio hogar”, escribe en Grandes esperanzas—,
comenzó a ejercer como periodista en 1828 (un oficio que nunca abandonaría). El éxito de Los
papeles del Club Pickwick le permitió dedicarse a la literatura desde 1836. Su fama alcanzó su cénit
en 1843 con Cuento de Navidad. Los viajes —dos a América, además de a Italia y Francia bastante
a menudo—, la participación en diferentes causas filantrópicas, la afición al teatro, las lecturas
públicas que le convirtieron en un hombre muy rico —ganar dinero fue una de las grandes
obsesiones de su vida—, un divorcio tardío de Catherine, con la que tuvo diez hijos, y una relación
nunca aclarada con la joven actriz Nelly Ternan —Ackroyd cree que nunca llegó a consumarse
sexualmente mientras que otros biógrafos consideran que sí—, sus maratonianos paseos
nocturnos —caminaba durante horas y horas, a veces hasta 30 kilómetros seguidos, como quedó
reflejado en uno de sus ensayos más conocidos, Night walks—, las charlas y las complicidades con
amigos como Wilkie Collins y el periodismo ocuparon gran parte de su tiempo. Además, claro, de
la literatura: compuso por entregas 14 novelas que desde su publicación entraron a formar parte
de la conciencia colectiva de Occidente. Falleció, tras una extenuante gira de lecturas, en la tarde
del 9 de junio de 1870, a los 58 años, en su casa de Kent. Como escribió recientemente en The
New York Times el ensayista Verlyn Klinkenborg, “doscientos años después de su muerte, Charles
Dickens sigue guardando su mayor secreto: la esencia de su energía”.

Una parte muy importante de esa fuerza se la dio la ciudad en la que vivió y en la que situó la
inmensa mayoría de su obra. “Londres y Dickens van juntos”, afirma Alex Werner. “Londres influyó
tanto a Dickens que se puede decir que su genio dependió del entorno londinense, fue un gran
visionario que vio en las calles de Londres un universo entero, de alegría, de sufrimiento. Los dos
estaban profundamente conectados y entre los dos crearon el más maravilloso retrato de la
humanidad en el siglo XIX”, explica Ackroyd. Pero Dickens no se limitó a describir y a captar la
esencia de esa transformación: luchó por cambiar las condiciones de vida. Y en cierta medida lo
logró. Como explica Steven Pinker en su magnífico e influyente ensayo The better angels of our
nature, una investigación sobre el descenso de la violencia en Occidente, “Oliver Twist y Nicholas
Nickleby abrieron los ojos de la sociedad sobre los malos tratos a los niños en los albergues y
orfanatos”. La exposición del Museo de Londres permite percibir la ciudad en la que Dickens vivió
y escribió: a principios del XIX tenía apenas un millón de habitantes, en los años setenta de ese
siglo alcanzaba los 3,5. Como relata Werner, era la capital del mundo —con 1851, el año de la
exposición universal, como epicentro—. Justo en esa época, la población urbana se convirtió en
mayoritaria en el Reino Unido, con miles de personas llegando cada día a la megalópolis para vivir
en condiciones muchas veces de una pobreza atroz (no es ninguna casualidad que Dickens, Marx y
Engels escribiesen lo que escribieron en aquellos años en Londres). Ackroyd, autor de la más
conocida historia de la capital británica (Londres, Edhasa, 2002), señala: “Durante su vida Londres
cambió más que en ningún otro momento de su historia”. En Dickens’s victorian London, Alex
Werner y Tony Williams escriben: “Supo captar todos los cambios que ocurrían a su alrededor y
cuando leemos sus obras somos testigos del crecimiento y desarrollo de la ciudad moderna, con
todos sus problemas asociados”.
En esa ciudad de las grandes esperanzas de Pip, la miseria infantil de Oliver Twist y David
Copperfield, un joven se vio obligado a trabajar en una fábrica de betún en una sociedad que
cambiaba a toda velocidad y un escritor trató de construir todo su mundo sobre ese vértigo. Como
escribe Ackroyd: “En su obra lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo
fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibrio, solo resuelto por el vigor
de la palabra creada. En eso consiste la magia de Charles Dickens”.

https://elpais.com/cultura/2012/01/20/actualidad/1327052937_689331.html

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