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Las actividades humanas: su naturaleza y efectos

El trabajo humano (ya sea un trabajo o jugar a golf o a bridge) oscila en un amplio espectro que
va de lo que es estrictamente mental, pasa por lo que es esencialmente psicomotriz y llega hasta lo
que es predominantemente físico. Cualquier actividad determinada puede variar en lo que respecta a
su tipo o a su nivel de intensidad. Snook e Irvine afirman que los niveles elevados de intensidad de
trabajo aumentan las probabilidades de agotamiento y que los niveles bajos aumentan las de
aburrimiento, con lo que los niveles intermedios resultan ser los óptimos. Existen fundamentos para
convenir que existe una noción de nivel óptimo de intensidad del trabajo, aunque este sea muy
diferente entre un individuo y otro, de lo que se desprende que los esfuerzos en lo concerniente a los
factores humanos deberían estar encaminados a alcanzar este óptimo.

Los outputs inmediatos de la actividad humana en la mayoría de las situaciones que implican
trabajo incluyen la realización de respuestas o comunicaciones de tipo físico con las cuales se
consigue algún objetivo deseado. Este capítulo tratara fundamentalmente de la naturaleza de las
respuestas y actividades físicas del hombre, puesto que están implicadas en muchos aspectos de los
factores humanos tales como: diseño de aparatos de control, de herramientas y de otros ingenios, el
manejo de materiales, el planteamiento del espacio físico y la distribución de los espacios de trabajo,
y los métodos y los procedimientos de trabajo. Puesto que nos interesamos fundamentalmente por las
actividades físicas, se describen en primer lugar las bases físicas y fisiológicas de tales actividades.

Sin embargo hay que apuntar que algún tipo de combinación de procesos fisiológicos está
comprendido, virtualmente, en cualquier forma de la actividad humana, no solo en actos físicos tales
como trabajar con una maquina o descargar basura, sino también en el trabajo mental y actos no
físicos tales como administrar el sueldo o echar una siesta.
Bases de las actividades motoras humanas

La habilidad para realizar diferentes tipos de actividades motoras depende esencialmente de la


estructura física del cuerpo (el esqueleto), los músculos del esqueleto, el sistema nervioso y los
procesos propios del metabolismo.

La estructura del esqueleto

La estructura básica del cuerpo está formada por el esqueleto que consta de 206 huesos.
Algunas estructuras óseas sirven fundamentalmente para albergar y proteger órganos esenciales del
cuerpo, tales como el cráneo y las costillas. Los otros huesos del esqueleto, los de las extremidades
superiores e inferiores y los huesos articulados de la columna vertebral, están relacionados con la
ejecución de actividades físicas y ellos son los que más nos interesan. Los huesos del esqueleto están
conectados con el cuerpo mediante unos puntos de unión, existen dos tipos generales de unión que
se usan sobre todo en las actividades de tipo físico, denominadas articulaciones sinoviales y
articulaciones cartilaginosas. Las articulaciones sinoviales son aquellas que permiten una flexión, un
movimiento giratorio y las articulaciones esféricas. El ejemplo más claro de articulación cartilaginosa
lo ofrecen las vértebras de la columna que permiten un grado considerable de rotación y que el cuerpo
se incline hacia adelante.

El sistema muscular del esqueleto

Los huesos del cuerpo están unidos a las articulaciones mediante ligamentos. Los músculos del
esqueleto consisten en haces de fibras musculares que tiene la propiedad de ser contráctiles. Las
fibras de los músculos sirven para convertir la energía química en trabajo mecánico. Los dos extremos
de cada músculo forman los tendones que a su vez están unidos a los diferentes huesos del esqueleto
de tal manera que cuando activamos los músculos estos actúan como lo harían una palanca mecánica.
El control nervioso de la actividad muscular

Los nervios que forman parte de un músculo son de dos clases y se les denomina nervios
sensoriales y nervios motores. Algunos de los nervios sensoriales están relacionados con las
sensaciones cutáneas. Los nervios sensoriales son los receptores propios, distribuidos entre los
músculos, los tendones y la cubierta de los huesos y que forman un circuito de realimentación
cinestésico de gran utilidad en el control muscular.

La realización de actividades físicas depende de un aprendizaje que puede ser examinado


desde un sistema jerárquico de coordenadas en dos etapas. Empleando la
terminología de los cerebros electrónicos, la primera etapa, el programa
ejecutivo, trata del propósito total o del planteamiento del acto. La segunda
etapa, la subrutinaria, trata del control de los movimientos específicos para llevar
a cabo el acto físico en cuestión. En la práctica, las subrutinas típicas llegan a
estar tan aprendidas que se realizan automáticamente cuando el plan ejecutivo
se pone en marcha, el aprendizaje de estos actos se basan en el establecimiento
de conexiones nerviosas en el centro nervioso del sistema de nervios motores.
Así pues, si uno decide a nivel de plan ejecutivo, subir escaleras, la subrutina de
hacer esto constantemente se realiza sin un control consciente.

Metabolismo muscular

El metabolismo es el proceso químico colectivo


que convierte los alimentos de dos maneras,
denominadas trabajo mecánico y calor. Parte del trabajo
mecánico se emplea, naturalmente, en los procesos de
respiración y digestión. Otro trabajo mecánico es de
empleo externo, como, por ejemplo, el hecho de pasear
o realizar tareas físicas. En cualquier caso generamos
calor, por lo general en cantidades que superan las
necesidades del cuerpo, y este superávit de calor debe
ser eliminado por el cuerpo. La contracción de un músculo requiere energía, y la base de esta energía
es el glucógeno, que puede ser explicado como un gran número de moléculas de glucosa que se
reúnen para formar una molécula de gran tamaño. La conversión de glucógeno en energía consiste
en una reacción química que finaliza produciendo ácido láctico. Sin embargo, el ácido láctico ha de
disolverse formando agua y dióxido de carbono. La primera etapa (la conversión del glucógeno en
ácido láctico) no requiere oxígeno, y se la llama anaeróbica. La segunda etapa (la disolución de ácido
láctico en agua y dióxido de carbono) es aeróbica.

En el momento en que se inicia la actividad física, los músculos pueden utilizar glucógeno, que
ya está disponible. Pero la cantidad de glucógeno, y de ahí la disponibilidad de glucosa, es pequeña;
de modo que si la actividad es continua, el cuerpo necesita tomar nuevas cantidades de estos
elementos de la sangre, junto con un suministro de oxígeno necesario para la segunda etapa.

Cuando hay un adecuado suministro de oxígeno no hay acumulación de ácido láctico, o esta es
casi nula. Si el nivel de actividad requiere más oxigeno que el que proporciona la afluencia normal de
la sangre a través del sistema cardiovascular, el sistema se reajusta hasta conseguir la demanda
exigida, sobre todo aumentando las respiraciones, a fin de proporcionar el oxígeno adicional a los
pulmones y aumentando los latidos del corazón para bombardear más sangre a través de los
“conductos” del sistema cardiovascular.

El corazón bombea la sangre hacia los pulmones, donde ésta se carga de oxigeno que luego
es llevado por la sangre hasta los músculos donde se necesita. En unas proporciones moderadas de
trabajo, aumentan normalmente pulso y respiración hasta alcanzar el nivel que proporciona suficiente
oxígeno para realizar actividades físicas durante un periodo continuado de tiempo. Sin embrago,
cuando la cantidad de oxigeno entregada a los músculos es escasa (por ejemplo, cuando el nivel de
actividad física es elevado), el ácido láctico tiende a acumularse en la sangre. Si la proporción o la
duración de la actividad física dan como resultado una acumulación continua de ácido láctico, los
músculos acabaran por no responder. Si la proporción de eliminación de ácido láctico no se equilibra
con su formación, el oxígeno adicional debe ser
suministrado una vez haya cesado la actividad a fin de
eliminar el ácido láctico restante. Llamamos a esto deuda
de oxígeno y, puesto que esta deuda debe ser saldada,
pulso y respiración no vuelven a sus niveles normales
inmediatamente después de cesar el trabajo, sino que lo
hacen lentamente hasta haber reemplazado todo el
oxígeno prestado.

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