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política a si están justificadas o no, tienen voluntad de autogobierno, esto

es, a los partidarios de la secesión? Desde luego, si son los últimos,


está asegurado el cien por cien en cualquier referéndum de auto-
Nac i o n e s , determinación. Y si no ¿Cuál de todos esos conjuntos constituye
la nación, el perímetro de gentes con derecho a autodeterminarse?
nac i o na l i s m o s y Por cierto, quienes hasta ayer se creían españoles y ahora han des-
cubierto que “realmente” son catalanes, ¿han pasado de una nación
nac i o n ó l o g o s a otra? ¿Eran españoles, puesto que lo creían? ¿Cómo se justifica
entonces la política nacionalista de los secesionistas, si eran (parte
Cuando los nacionalistas hablan de nación, de) una nación (española) puesto que lo creían? ¿Están intentando
mostrarles quienes realmente eran? ¿Podemos hablar de creencias
¿en qué piensan exactamente?... Quizá debamos falsas en estos asuntos? Y sí no, ¿qué sentido tiene el nacionalismo,
preguntarnos sobre la utilidad analítica del esto es, intentar extender la conciencia nacional, corregir las creen-
concepto de nación. O al menos de cierta idea cias? ¿Se puede formar parte de una nación sin saberlo? ¿O formar
de nación, la de los nacionalistas. parte de una nación creyendo que se forma parte de otra?
f é l i x ov e j e r o No veo una manera sencilla de contestar a estas cuestiones.
Y si no hay manera, quizá sea hora de preguntarnos acerca de la
utilidad analítica del concepto de nación. O al menos cierta idea
de nación, la de los nacionalistas.

Sobre definiciones
Qué son las naciones no es asunto fácil de dilucidar. Y eso que,
en principio, cuando se trata de definiciones, las cosas deberían

P
estar claras: el protocolo normal recomienda precisar unas con-
diciones individualmente necesarias y conjuntamente suficientes
ermítanme comenzar enmarañando el campo. que identifican a las entidades que queremos caracterizar y solo
Cuando los nacionalistas hablan de nación, ¿en a ellas. Definimos “proletariado” como “personas que, carentes
qué piensan exactamente? ¿En un conjunto de indi- de propiedad, se ven obligadas a vender su fuerza de trabajo”. La
viduos que comparten ciertos rasgos culturales o definición nos permite reconocer un conjunto de individuos que
étnicos? ¿En quienes, compartiéndolos, además, tie- cumplen los requisitos y, a partir de ahí, con los conceptos claros,
nen conciencia de compartirlos? ¿En quienes creen podemos conjeturar teorías, por ejemplo, sobre la lucha de clases
que los tienen, con independencia de si realmente los tienen? ¿En como motor de la historia. En otros casos, podemos elaborar defi-
quienes, además de todo lo anterior, en todas sus posibles combina- niciones, pero no encontrar referentes. Así, podríamos hablar de
ciones, incluidas las que se refieren a la veracidad de sus creencias, “elefaratón” como “animal de tronco de elefante y cabeza de ratón”.

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La definición es clara pero inútil, porque no designa a nadie. Otras el caso de nuestro “elefaratón”. No es una situación excepcional.
veces la definición es precisa, nos permite reconocer un referente Ejemplos de ello serían “Dios” o “centauro” o, más cercanamente,
inequívoco, pero ayuda poco a levantar teorías y explicaciones, ciertos conceptos propios de la folk science, de la ciencia ingenua,
a entender el mundo. Por ejemplo, si acuñamos el concepto de intuitiva (y falsa), con la que nos manejamos en la vida, como
“pelimpar” para designar “individuo que tiene un número impar “raza”, “salida del Sol”, “alma”, “esencia” o “el otro mundo”. Mediante
de cabellos”, podremos, perfectamente, identificar, con un poco estos, los humanos nos entendemos, pero, como se entienden los
de paciencia, a los pelimpares, aunque, ciertamente, no se sabe astrólogos o los teólogos medievales: incluso permiten dilucidar
muy bien para qué nos serviría ese concepto, qué suceso, proceso o conversaciones pero de nada sirven cuando se trata de obtener
acontecimiento podríamos explicar con su ayuda. Por el contrario, conocimiento de cómo es el mundo. Si nos interesa conocer la
con el concepto “calvo”, por ejemplo, podemos entender las inso- realidad, esa situación es casi peor, porque nos conduce a falsos
laciones de determinados individuos en el desierto. problemas o a malas soluciones de problemas reales. Por ejemplo,
El caso de las naciones resulta particularmente complicado. al común hábito de la reificación, de creer que puesto que tenemos
Desde luego, las naciones están lejos de ser clases naturales, con- una palabra hay una cosa que esa palabra designa (e incluso, por lo
juntos ontológicamente reales, como los quarks o, si nos ponemos mismo, que cabe una “teoría” que lo explica), como sucede con la
menos exigentes, los elementos de la tabla periódica. Ni a los racis- palabrería de los homeópatas (energías, etc.). En esos territorios
tas más delirantes se les ocurre defender esa idea. Incluso con más pantanosos se mueven quienes sostienen que cabe una teoría de
modestia, tampoco parece haber manera de fijar unos requisitos que la enfermedad, que abarca desde gripes, brazos rotos, depresiones,
nos permitan calificar a un grupo como nación, como distinto de cólicos. Algo de eso hay en el asunto de las naciones, pero antes es
otros grupos humanos como ciegos, calvos, marineros, psicópatas, de justicia revisar las ideas básicas de nación en circulación.
trekkies, mormones, socios del Real Madrid, apaches o jubilados
alemanes en Mallorca. Las naciones nacionalistas
Sea como sea, y puesto que esas definiciones, tan impecables, Porque, por supuesto, definiciones de nación no faltan.1 Excluidas
escasean incluso en la mejor ciencia, quizá es mejor explorar otras las que intentan designar a las naciones políticas, la nación francesa,
posibilidades. Hay dos que tampoco conducen a puerto. No parece “la organización política que administra un territorio determinado
que nos encontremos ante una idea imprecisa de una realidad clara y está dotada de los medios coactivos necesarios para la realización
(que invitaría a seguir investigando, como sucede con muchas enfer- de sus tareas”, las definiciones habituales de los nacionalistas se
medades caracterizadas por sus síntomas antes de dar con el agente manejan en dos variantes: la étnica-objetiva y la voluntaria-sub-
causal, como fue, por ejemplo, el caso del SIDA antes de relacionarlo jetiva. La primera entiende la nación como un “conjunto de seres
con el VIH) o, al revés, ante una idea clara de una realidad imprecisa humanos que comparten rasgos culturales (lengua, religión, cos-
(conocimiento inequívoco de una realidad “objetivamente” vaga, tumbres, rasgos físicos, códigos de conducta y valores)”. Se trata
susceptible incluso de formalización mediante la teoría de conjun- de una definición que se sitúa en el terreno, en el punto de vista,
tos borrosos, como sucede con “belleza” o “romanticismo”). Otra
posibilidad que merece alguna vuelta es que, en realidad, estemos 1 Cf. El exhaustivo inventario de J. Álvarez Junco en su trabajo incluido en J. Álvarez Junco, F.
Requejo y J. Beramendi, El nombre de la cosa: debate sobre el término “nación” y otros conceptos
ante una idea clara de darle una realidad inexistente, como era relacionados, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005.

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de la tercera persona. La nación sería perfectamente identificable estas definiciones, incluso en las más pulcras, derivada de la nece-
con independencia de (lo que crean) los miembros de la nación. sidad nacionalista de incluir alguna mención a la voluntad, a la
Gitanos o apaches constituirían naciones, incluso sin que gitanos intención o a los deseos, a algún estado mental: voluntad de ser,
o apaches lo supieran. Los gitanos, como los niños o los celíacos deseo de autogobierno. Por ese camino los nacionalistas encaran
compartirían una serie de rasgos, que pueden ayudar a explicar parte su reto político central: justificar el derecho a la secesión a partir
de su vida, sin tener conciencia de ello. De hecho, con frecuencia, a del “hecho nacional”. En una suerte de maniobra ontológico-moral
lo largo de la historia, a unos grupos los designan otros diferentes. definen nación como un conjunto de individuos con una serie de
Los habitantes de la península ibérica eran “iberos” para los grie- rasgos entre los que siempre aparece, por una esquina o por otra,
gos e “hispanos” para los fenicios. Esta primera variante carece de una voluntad de autogobierno que, en virtud de una singular idea
dimensión política, de proyecto. Simplemente establece una serie de legitimidad democrática, justificaría la secesión. Si la idea de
de exigencias, de requisitos, culturales, lingüísticos, étnicos y/o nación incluye, por definición, la voluntad de autogobierno, reco-
geográficos y, enfrentados a un conjunto de individuos, lo único nocer la condición de nación conllevaría reconocer el (supuesto)
que tendríamos que hacer es ir marcando qué requisitos cumplen derecho al autogobierno, la soberanía. Y si no, se trata de una
y con qué intensidad. nación incompletamente reconocida, de una nación sin Estado
La otra definición incluye un énfasis en el punto de vista de la que vería truncada su condición, su plena realización, para decirlo
primera persona: en diversas variantes (voluntad de autogobierno, a la manera de Hegel.
conciencia de identidad, convencimiento de poseer derechos, etc.) En esas condiciones, la definición nacionalista de nación “incor-
apela a ciertos estados mentales propios de los miembros de la poraría” el derecho a la secesión. Una manera, por así decir, de “resol-
nación. Además de establecer algunas exigencias “objetivas”, se ver” el mayor problema del argumentario nacionalista: mostrar que,
añade alguna mención a la voluntad o la intención. La mayor parte en el caso de las naciones, la identidad compartida justifica la sobe-
de las definiciones de nación de los nacionalistas se mueven casi ranía. Un hecho (cultural), sin más premisas adicionales, serviría
exclusivamente por estos dominios, muy propicios a los problemas de base a un derecho (a decidir). Peor, ni siquiera un hecho, una
conceptuales. En algún caso son inmediatos. Es lo que sucede con simple definición. Esa sería la peculiaridad de las naciones respecto
la fórmula pujolista según la cual “catalán” es “todo aquel que vive a otros colectivos dotados de identidad: mujeres, negros o gitanos,
y trabaja en Cataluña y… quiere ser catalán”, una simple concreción con mucha identidad pero sin voluntad de autogobierno. La particu-
de otra más general “una nación es un conjunto de individuos que laridad de las naciones radicaría en que, por su particular condición,
a, b, c… y, además, creen que son una nación”. Obviamente, esto capturada en la definición, dispondría de un derecho que no estaría
es cualquier cosa, menos una definición satisfactoria: resulta cir- al alcance de los otros grupos de identidad.
cular, cuando el primer uso de nación es el mismo que el segundo,
al incluir la palabra a definir en la definición, el definiendum (lo De la nación al nacionalismo
definido) en el definiens (lo que define); o resulta ambigua, cuando Así las cosas, la nación de los nacionalistas no solo supone individuos
el segundo uso de “nación” es distinto del primero. con rasgos culturales compartidos y/o con conciencia de esa circuns-
Por supuesto, no todas las definiciones son tan toscas. Pero tancia, de esa identidad común, sino, sobre todo, la creencia, por parte
sí que hay una tosquedad que inevitablemente asoma en todas de esos individuos, de que, por tener identidad común y conciencia de

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esa identidad, tienen derecho a gobernarse aparte, a la soberanía. Los Con su misma existencia como proyecto político el nacionalismo
nativos de dichas naciones no dirían “nosotros somos tal que así”, sino confirma que no es la expresión de la nación, sino su creador. El nacio-
“nosotros, porque somos tal que así, nos arrogamos unos derechos (a nalismo invocaría una nación que necesariamente se inventa.
ser soberanos, por ejemplo) especiales”. Esto ya es otra cosa, ya no es
un juicio empírico, antropológico, si se quiere, sino una reclamación De los nacionalistas a los ‘nacionólogos’
normativa que sostiene un movimiento político, el nacionalismo, cuya Nadie puede ignorar que hay individuos que comparten identidad,
meta es levantar una nación, y, para conseguirlo, alentarán y hasta crea- que lo saben y que, además, están convencidos de que, por ello,
rán los rasgos culturales, la “conciencia” de esos rasgos y, sobre todo, la tienen unos particulares derechos, entre ellos, el de no someterse
creencia de que, por todo eso, tienen derecho a la soberanía. Hemos a las decisiones de todos. Su creencia en su peculiaridad puede ser
pasado, por tanto, de una realidad étnico-cultural, más o menos ajustada verdadera o falsa: puede carecer de identidad compartida y estar
a hechos, con mayor o menor potencial explicativo, a una ideología, a convencidos de tenerla, como sucede con los lectores de horóscopos,
un conjunto de ideas que pretenden crear realidad. quienes, por nacer en las mismas fechas, se atribuyen una identidad
Situados en esos terrenos, sin posibilidad de distinguir el naciona- común. También sucede al revés, como esos trabajadores “alienados”
lismo de la nación, la clásica y atinada tesis, según la cual “la nación –en muchas ocasiones por el nacionalismo– que fantasean acerca
es un invento del nacionalismo”, adquiere un sentido nuevo, en tanto de su situación social o cultural. Hay gente para todo. Sobre todo
no hay distinción entre nación y nacionalismo: de contingente se en los psiquiátricos, repletos de trastornados convencidos de ser
muda en necesaria, en tautológica. El nacionalismo es un programa Hitler o Theodore Roosevelt, como aquel personaje de Arsénico
que se presenta como una realidad. Los nacionalistas, cuando hablan por compasión, la genial comedia de Capra. En un caso o en otro,
de nación, están hablando de nacionalismo, de su propio proyecto y más cuando aspiran a actuar con Hitler o Roosevelt, a dirigir la
político. Una ideología constitutivamente preformativa. Algo que, vida colectiva, la primera obligación es tasar sus creencias, ver si se
si se piensa bien, asume el propio nacionalismo cuando convierte ajustan a los hechos o no. Al cabo, todos los ricos del mundo están
en el eje de su programa “el desarrollo de la conciencia nacional”. convencidos de que el Estado les roba, con los impuestos, y la mayor
Y esto nos conduce a una singular paradoja: si damos por buena la parte de las mujeres del tercer mundo ignoran su falta de derechos.
idea de nación de los nacionalistas, estamos obligados a concluir que Y después de comprobar la calidad de sus creencias, el siguiente paso
el nacionalismo, cuando se compromete con el proyecto de “crear es determinar si las creencias (verdaderas) justifican la reclamación
una conciencia nacional”, está asumiendo que no existe la nación en de derechos. Porque el Hitler real no estaba equivocado cuando creía
nombre de la cual habla, admite que la nación son ellos, los nacio- ser Hitler, pero esa creencia, verdadera, no le otorgaba derecho a
nalistas. El nacionalismo, como movimiento político, cuando busca mandar a nadie a campos de exterminio.
extender “la conciencia nacional”, implícitamente está reconociendo El concepto de nación de los nacionalistas, que empaqueta
que no existe la nación que defiende, al menos mientras incluya hechos y derechos, no cumple otra función que la de instrumento
entre las características de las naciones la existencia de la concien- de agitación política. Al designar al grupo de ese modo, el nacio-
cia de nación o algún equivalente, como apelar a estados mentales nalismo levanta un marco mental que invita al activismo, algo que
del tipo “conjunto de individuos que creen que son una nación, se consigue, de manera inmediata, mediante la clásica operación de
o “que se reconocen mutuamente sus particularidades culturales”. reificación, de creer que puesto que tenemos una palabra (nación)

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hay una cosa que esa palabra designa y, por tanto, además de una por qué se tiró en pijama desde su balcón, pero en ninguno de esos
“teoría” que lo explica, un sujeto de derecho a reconocer con la casos otorgamos valor de verdad al contenido de sus creencias. Para
peculiar característica de que, por definición, se otorga un singular explicar esas cosas no hace falta instalarnos en –más bien al contrario,
derecho al autogobierno (aparte). De ese modo, la constatación, es obligado prescindir de– el mundo categorial de los protagonistas,
indiscutible, de que existe un grupo convencido, por lo que sea, de toca abandonar el punto de vista emic, el propio del agente, e instalarse
tener derecho a constituirse en comunidad política independiente se en el punto de vista etic, el del investigador, para decirlo con la famosa
muda en un principio de fundamentación: el pleno reconocimiento distinción popularizada por Marvin Harris. Solo así entenderemos
de ese grupo justifica atender a su reclamación a la independencia. por qué Manolo acabó aplastado contra el asfalto.  •
Inútil para la reflexión pero de provecho para la agitación.
No cabe duda de que los nacionalistas necesitan de las naciones [Extracto del libro de próxima aparición, La seducción de la fron-
para amalgamar las “realidades”, las dimensiones objetivas (historia, tera. Nacionalismo e izquierda reaccionaria, editorial Montesinos.]
lengua, etc.), con las subjetivas (voluntad de autogobierno, deseo
de ser nación), el núcleo de su agitación política, y, por ese camino,
confusamente, justificar en hechos, más o menos reales (cultura-
les, lingüísticos), derechos a decidir y soberanías, la ruptura de la
unidad de decisión y de justicia, de los territorios políticos. Lo que
cuesta entender es que los estudiosos del nacionalismo sigan a los
nacionalistas en ese marasmo intelectual. Es lo que sucede cuando
investigadores adoptan el punto de vista –el uso de nación– del pro-
pio grupo o, más exactamente, de quienes se denominan a sí mismos
nacionalistas: hay un conjunto de individuos (los nacionalistas) que
dicen/quieren que otro conjunto de individuos (más numeroso) es/
sea una nación; por tanto, este otro conjunto constituye una nación.
Los antropólogos estudian la danza de la lluvia, pero cuando quieren
regar sus jardines no se ponen a bailar.
Por supuesto, la falta de justificación normativa o las falsedades
empíricas que sostienen al nacionalismo, no nos impide convertir
a las ideas nacionalistas en objeto de estudio. También son objetos
de estudio, necesitados de explicación, las alucinaciones, el mesme-
rismo, las teosofías, la alquimia, el animismo o los rituales satánicos,
el racismo o los sesgos cognitivos. Y, obviamente, podemos apelar a
las ideas nacionalistas de las gentes para dar cuenta de procesos his-
tóricos, como podemos apelar a la religión para explicar una guerra Félix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona.
o a la creencia de Manolo de haber nacido en Krypton para entender Autor de El compromiso del creador. Ética de la estética.

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