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San Jerónimo dice: "La verdadera profesión del misterio de la Trinidad es confesar que no lo

comprendemos"
San Agustín, se encontraba caminando por la playa, estaba meditando sobre el Misterio de la Santísima
Trinidad y entraba en un gran conflicto interior porque a pesar de que lo pensaba mucho, no lograba
entenderlo, y por tanto, no sabía cómo explicarlo. En eso, en medio de su meditación, vio a un niño
que estaba tratando de llenar un pequeño hoyo que había hecho en la arena con el agua del mar. El
niño iba y venía trayendo agua del mar a su hoyito en una pequeña concha de abanico. Cuando San
Agustín le preguntó qué estaba haciendo, el niño le respondió: “Estoy tratando de vaciar el mar en
este pequeño hoyo”. El santo le contestó: “¡Estás tratando de hacer una cosa imposible!”. Y el niño le
replicó: “No más imposible de lo que es para ti entender o explicar el misterio de la Santísima Trinidad”.
Y con estas palabras el niño desapareció.
Pensemos de una manera simple como el hombre siendo creado a imagen de Dios, tiene una imagen
trinitaria similar a la Santísima Trinidad.
El hombre con toda su integridad es la unidad trinitaria.
El hombre se asemeja al creador, pues con su palabra crea su mundo y con su espíritu es un ser
completo en la imagen de Dios que es Espíritu.
La imagen del Padre se encuentra en el hombre en su totalidad, cuando el hombre habla se expresa
en la imagen del Hijo que es el verbo o la palabra de Dios, cuando el hombre ora se expresa en su
espíritu.
Cuando el hombre está ausente recordamos la persona, o sea su imagen en el padre, su voz o sea la
palabra o su imagen en el hijo y cuando tenemos memoria de el tenemos su imagen en el espíritu o
sea su presencia.
Otra semejanza la encontramos si pensamos que el hombre tiene un cuerpo, una mente y un alma y
espíritu. No puede separarlos porque son uno, de la misma manera Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo son uno, así nuestro entendimiento solo nos permita pensar limitadamente. Jesús dice, el Padre
y Yo somos uno. Y lo que une al Padre con el Hijo es el amor de Dios que es el Espíritu Santo. El Señor
mandó a los apóstoles a bautizar en el nombre de Dios: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.
¿Qué cosa es el sol? No es otra cosa que una bola de fuego; una es la bola, pero muchos son los rayos,
de modo que entonces podemos comprender fácilmente:
La bola es Dios; los rayos, los inmensos atributos de Dios.
El sol es fuego, pero al mismo tiempo es luz y es calor, así que la Santísima Trinidad está representada
en el sol:
El fuego es el Padre, la luz es el Hijo, el calor es el Espíritu Santo, pero uno es el sol; y así como no se
puede dividir el fuego de la luz y del calor, así una es la Potencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
que entre Ellos no se pueden realmente separar. Y así como el fuego en el mismo instante produce la
luz y el calor, así que no se puede concebir el fuego sin concebirse también la luz y el calor, así no se
puede concebir al Padre antes del Hijo y del Espíritu Santo y así recíprocamente, tienen los Tres el
mismo principio eterno.
Cuando hacemos devociones para el Padre, las estamos haciendo para el Hijo y para el Espíritu Santo.
Cuando hacemos devociones para el Hijo, estamos glorificando al Padre y al Espíritu Santo. Cuando
hacemos devociones al Espíritu Santo estamos amando el amor del Padre y del Hijo.
Cuando reconocemos que Jesús está presente cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Sagrada
Eucaristía, entonces reconocemos que también el Padre está presente y que el amor del Padre y del
Hijo, el Espíritu Santo está presente también.
En realidad cuando estamos en la Presencia de Jesús Eucarístico, Emanuel “Dios con nosotros” estamos
en la Presencia de la Corte Celestial. Muchos son los ángeles y los santos que nos rodean aunque
nuestra limitada humanidad está ciega ante estos misterios espirituales.
Dios es Espíritu, el Espíritu es omnipresente, puede estar en todas partes a la vez sin dividirse. Es algo
imposible para comprender en la materia, pues la materia es pesada y se rige por las leyes de la
gravedad y el tiempo. En Dios no hay restricción por causa de la materia porque Dios es Espíritu. El
espíritu es invisible, claro, impasible, sutil, ágil e inmortal.
Dios Padre es nuestro creador, Dios Hijo es nuestro Salvador, y Dios Espíritu Santo es nuestro
santificador. La manera de agradar a Dios Padre es creyendo en su Hijo y amándolo. Amar a Dios es
cumplir sus mandamientos, el Señor dice, el que me ama no me ama a mí sino a mi Padre que me
envió. Y el que ama a Dios no ama el sino el Espíritu de Dios en Él.
Es muy importante santiguarnos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. San Pablo nos
dice que todo lo que hagamos lo hagamos en nombre del Señor. Hagámoslo también en el nombre de
la Santísima Virgen María, pues no se puede encontrar a Jesús sin María ni a María sin Jesús. Es también
importante bendecir a los demás. Pensamos que solo nos bendicen nuestros padres cuando estamos
pequeños o que solo nos bendice el Sacerdote al final de la misa. Pero no debe ser así, debemos ser
una fuente de bendiciones para los demás en todo momento. No es necesario hacer el signo de la cruz
cuando bendecimos, pues podemos hacerlo en espíritu con solo pensarlo.
Jesucristo nos enseñó la oración al Padre, meditémosla. El Padre nos dijo este es mi Hijo bien amado
en quien tengo mi complacencia. Jesús dice Yo soy el camino la verdad y la vida, nadie puede llegar al
Padre sino a través de mí.
El Antiguo Testamento nos habla de Dios el Padre, el nuevo testamento es el testamento de la
salvación del Hijo, después de la muerte de Jesús, descendió el Espíritu Santo el día de Pentecostés. El
Padre nos creó, el Hijo nos redimió y ahora el Espíritu Santo nos santifica.
La persona que más ha amado a Dios es la Santísima Virgen María, pues ella tuvo una relación muy
íntima con Dios, volviéndose la Hija Perfecta de Dios el Padre, la Madre de Dios el Hijo y la Esposa del
Espíritu Santo. Lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros es lo mismo que hizo con María.
Para esto debemos colaborar con el Señor. Debemos impregnarnos tanto de Dios como lo hizo María,
debemos sentirnos embarazados de Dios, llenos y poseídos de Dios. Jesús es el camino perfecto al
Padre, María es el camino perfecto a Jesús.

Habla el Señor:
Yo soy el Señor tu Dios. No existe otro Dios, pues Yo soy quien Yo soy.
Yo soy Dios tu Padre, Yo soy Dios el hijo, tu hermano Jesús, Yo soy Dios el Espíritu Santo, el espíritu que
santifica tu alma.
Fuiste creado a imagen y semejanza mía, con un cuerpo, mente, alma y espíritu en imagen completa
de la trinidad. Con un cuerpo mortal como el mío en la persona de Jesús, con un alma y espíritu, con
una chispa de la divinidad en la imagen del Padre y del Espíritu Santo. Eres materia unida al espíritu.
Yo soy un Dios indivisible, Yo soy espíritu puro. La única manera humana de comprenderme es
mostrándote mi misterio infinito en una forma sencilla de asimilar. Como Padre nunca me separo de
mi hijo, como hijo estoy en el Padre y él en mí. Como espíritu soy el amor del Padre por el Hijo por toda
la eternidad.
Por causa de los pecados de la humanidad descendí al mundo de la materia para redimir al hombre
del pecado y darle vida eterna.
Haz todas tus obras en mi nombre que es solo uno. Hazlo todo en el nombre de Dios el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo.

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