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Un Caribe por fuera de la ruta de la Plantación

Alberto Abello Vives y Ernesto Bassi Arévalo*

Introducción

La búsqueda de una definición y una delimitación del Caribe se han convertido en


una obligación de quienes intentan explicarlo1. Quizá una de las definiciones
mayormente aceptadas (y, sin duda, la más relevante para el presente trabajo) es la del
cubano Antonio Benítez Rojo, quien en su ensayo La isla que se repite anota: “más allá
de su naturaleza –azúcar, café, tabaco, algodón, índigo, etc.–, más allá de la potencia
colonialista que la haya fomentado, más allá de la época en que constituyó la economía
dominante en una u otra colonia, la plantación resulta uno de los principales
instrumentos para estudiar el área, si no el de mayor importancia”2. Benítez coincide
con Eric Wolf y Sydney Mintz3 en que la plantación es imprescindible para estudiar el
Caribe.

Copiada del norte africano y de las islas de Cabo Verde y Maderas, las plantaciones
produjeron en el Caribe, según Benítez Rojo, “no menos de diez millones de esclavos
africanos y centenares de miles de coolies provenientes de la India, de la China, de
Malasia... ayudaron a producir capitalismo mercantil e industrial... subdesarrollo
asiático... población caribeña... guerras imperialistas, bloques comerciales, rebeliones,
represiones, sugar islands, palenques de cimarrones, banana republics, intervenciones,
bases aeronavales, dictaduras, ocupaciones militares, revoluciones de toda suerte e
incluso un ‘estado libre asociado’, junto a un estado socialista no libre”4. En este
sentido, la plantación es un fenómeno que habiéndose originado durante la Colonia se
repite durante el período poscolonial y subsiste más allá de la liberación de la mano de
obra esclavizada.

Benítez Rojo asegura que “el fenómeno de la llegada y la multiplicación de las


plantaciones, por sí solo, es el de mayor importancia histórica que ha ocurrido en el
Caribe, hasta el punto de que, si no hubiera sucedido, quizá las islas de la región fueran
hoy réplicas en miniatura –al menos en términos demográficos y etnológicos – de las
naciones europeas que las colonizaron”. Así, según Benítez Rojo “puede decirse que la
historia del Caribe, en buena medida es la historia de la plantación en el Nuevo Mundo”
5
.

*
Los autores agradecen los aportes brindados, en conversaciones o por vía electrónica, por Aline Helg
(Suiza), Carlos Figueroa (Cuba), Fabio Zambrano (Colombia), Gerardo González (Puerto Rico),
Humberto García (Puerto Rico), Jean Stubbs (Inglaterra), María Teresa Ripoll (Colombia), Olga
Portuondo (Cuba), Pedro Sanmiguel (Puerto Rico) y Roberto Cassa (República Dominicana).
1
Según Gerhard Sandner, “el problema de la delimitación y la definición del Caribe aparece como rito
inicial en todos los estudios que se dedican a esta región”, en Antillas, Indias Occidentales, Caribe:
Terminología, delimitaciones, definiciones. Traducción al español de un texto del autor publicado en
Hamburgo en 1980. La traducción fue realizada por el mismo autor.
2
Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite (Barcelona: Casiopea, 1998), pp. 55 y 57. Benítez Rojo
define al Caribe como una región “caracterizada por su importancia comercial y militar, por el pluralismo
lingüístico y etnológico, y por el carácter repetitivo de la plantación”.
3
Eric Wolf y Sydney Mintz, ‘Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas’, en Enrique
Florescano (coordinador), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina (México, España y
Argentina: Siglo Veintiuno Editores, 1975), pp. 493-531.
4
Benítez Rojo, op. cit., p. 24.
Ibid., pp. 56-57.

1
La plantación –según el autor cubano – es la Gran Máquina que se repite sin
cesar de manera sincrónica y como máquina de producción interviene y define la
constitución de las sociedades derivadas de ella; las coincidencias entre los distintos
territorios de la región están relacionadas, casi siempre, con la existencia de la
plantación. Al marcar como sistema de producción el carácter de las sociedades del
Caribe, la plantación es no solo uno de los principales instrumentos para estudiar la
región “sino el de mayor importancia”6. Su estudio, por lo tanto, permitiría conocer la
estructura social y cultural del Caribe.

Si bien para Benítez Rojo el fenómeno de la plantación marca al Caribe más allá
del período colonial, resulta necesario preguntarse qué pasa, de acuerdo a sus
planteamientos, con la pertenencia al Caribe de aquellos territorios continentales, como
el hoy Caribe colombiano, que no tuvieron plantaciones y que se reclaman parte de él.
De acuerdo a la visión de Benítez la pertenencia al Caribe de países como México,
Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia, que tienen
costas sobre el mar Caribe, que hacen parte de la comunidad de países del Gran Caribe,
pero que no tuvieron plantaciones durante un período tan definitivo y determinante
como el colonial, sería cuestionada7. Preguntarse, además, como lo hace este artículo,
por qué no hubo plantación en el Caribe neogranadino, adquiere singular importancia en
la medida en que durante las últimas décadas ha existido en la costa norte de Colombia
un amplio proceso intelectual e institucional por reafirmar la pertenencia de esta región
al mundo del Caribe.

Uno de los primeros intentos por dar respuesta a este interrogante fue realizado por
Adolfo Meisel quien en su artículo ¿Situado o contrabando?: La base económica de
Cartagena de Indias y el Caribe neogranadino a fines del Siglo de las Luces dedica una
sección a resolver este dilema8. En su explicación, pionera en el sentido en que
incorpora, para el estudio del Caribe colombiano, la confrontación entre dotación
natural de factores e instituciones como elementos determinantes del desarrollo9, Meisel
favorece la primera visión (la dotación natural de factores del Caribe colombiano,
“incluyendo la calidad de sus suelos y las condiciones climáticas, es relativamente baja
en comparación con las áreas que sí tuvieron plantaciones”10), dejando de lado el hecho
de que el sistema de plantación se desarrolló primero en las islas del Caribe inglés y
francés y, sólo de manera tardía, en las islas del Caribe español, especialmente en Cuba.
Tampoco incorpora aspectos como la preferencia española por los metales preciosos,
que, en el caso de la Nueva Granada, implicaba privilegiar la importación de esclavos

6
Ibid., p. 57.
7
En el listado de países no se incluye la costa venezolana, pues el desarrollo de la agricultura de cacao en
el siglo XVIII en esta región puede considerarse como un sistema de plantación.
8
Adolfo Meisel Roca, ‘¿Situado o contrabando?: La base económica de Cartagena de Indias y el Caribe
neogranadino a fines del Siglo de las Luces’, en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca (eds.),
Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Cartagena: Banco de la República, 2005), pp. 61-124.
9
Diversos autores han utilizado el enfoque de dotación natural de factores vs. instituciones para explicar
el desarrollo de regiones determinadas. La comparación entre las diferentes sendas de desarrollo tomadas
por Latinoamérica y Estados Unidos ha sido una de las áreas de estudio que más exitosamente ha
explotado este enfoque. Ver Stanley Engermann y Kenneth Sokoloff, ‘Factor Endowments, Inequality,
and Paths of Development among New World Economies’, National Bureau of Economic Research,
Working Paper 9259, Cambridge, MA, Octubre de 2002, y Douglas North, William Summerhill y Barry
Weingast, ‘Order, Disorder and Economic Change: Latin America vs. North America’, en Bruce Bueno
de Mesquita y Hilton Root (eds.), Governing for Prosperity (Yale University Press, 2002).
10
Meisel, op. cit., p. 113.

2
para el trabajo en las minas del occidente y sur-occidente del virreinato, ni el carácter
secundario del Virreinato de la Nueva Granada, que implicaba que su desarrollo no
fuera una prioridad para el imperio español, sobre todo si se compara con la importancia
que suponía para la Corona española el desarrollo de Nueva España y Perú. El presente
artículo intenta incorporar éstos y otros factores explicativos para demostrar que
factores de corte institucional también fueron importantes al momento de definir la no
existencia de plantaciones en el Caribe colombiano.

Para ello, inicia con una definición de lo que entenderemos por ‘plantación’ o
‘sistema de plantación’; a continuación describe la cronología de la plantación en el
Caribe y describe el tipo de unidad productiva que caracterizó las áreas rurales del
Caribe colombiano en el siglo XVIII; finalmente presenta las principales razones para el
desarrollo tardío de la plantación en los territorios del Caribe español donde
efectivamente se desarrolló, así como aquellas que explican por qué no hubo plantación
en el Caribe colombiano. Debe mencionarse que este trabajo estudia primordialmente
las plantaciones de azúcar, por ser las que mayor importancia alcanzaron en la economía
caribeña entre los siglos XVI y XIX, así como las que mejor se ajustan a la definición
que se presenta más adelante. Sin embargo, es necesario reconocer que otros cultivos,
como el tabaco, el cacao y el café, también constituyeron en diversos momentos,
productos agrícolas de vital importancia para el desarrollo del Caribe y su cultivo se dio
en condiciones similares a las del azúcar, aunque casi siempre en menor escala.

1. Definición de plantación

Antes de explicar las razones por las cuales la economía de plantación no se


desarrolló en el Caribe colombiano y su desarrollo se dio sólo de forma tardía en las
islas del Caribe español, es necesario definir claramente lo que se entenderá en el
presente estudio por ‘plantación’, ‘sistema de plantación’, ‘economía de plantación’ y
‘complejo de plantación’, aclarando que todos los anteriores conceptos serán usados
como sinónimos. La definición se basará ampliamente en el trabajo clásico de Mintz y
Wolf, Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas11, pero introducirá
aspectos tenidos en cuenta por otros autores, especialmente relacionados con otro
concepto vinculado con la definición de plantación: la sugar revolution (revolución del
azúcar).

De acuerdo con Mintz y Wolf, citados ampliamente por todos aquellos que se
ocupan del estudio del desarrollo de la agricultura en el Caribe colonial, el término
plantación se refiere a una “propiedad agrícola operada por propietarios dirigentes (por
lo general organizados en sociedad mercantil) y una fuerza de trabajo que les está
supeditada, organizada para aprovisionar un mercado de gran escala por medio de un
capital abundante y donde los factores de producción se emplean principalmente para
fomentar la acumulación de capital sin ninguna relación con las necesidades de status de
los dueños”12. En el contexto del Caribe colonial, y teniendo en cuenta los tres
elementos que aparecen en la definición de Mintz y Wolf (fuerza de trabajo supeditada,
capital abundante para aprovisionar un mercado de gran escala y utilización de los
factores de producción para la acumulación de capital), la plantación puede entenderse

11
Wolf y Mintz, op. cit.
12
Ibid., p. 493.

3
como la entiende Benítez Rojo, es decir como un “tipo de agricultura monoproductora,
exportadora y dependiente de la trata de esclavos”13.

Las dos definiciones presentadas guardan una estrecha relación con el concepto
de sugar revolution, cuyos principales efectos han sido descritos por Stuart Schwartz
como “una rápida transformación de las regiones, frecuentemente pasando de una
población blanca o indígena a una población negra, de pequeñas granjas a grandes
plantaciones, de asentamientos dispersos a asentamientos intensivos y de pequeños
granjeros y trabajadores libres a mano de obra esclava”14. De manera más precisa, B. W.
Higman define la sugar revolution como una transición gradual (i) de un tipo de
agricultura diversificada al monocultivo del azúcar, (ii) de producción en pequeñas
granjas a grandes plantaciones, (iii) de mano de obra libre a mano de obra esclava, (iv)
de asentamientos dispersos a densamente poblados, (v) de población blanca a
mayoritariamente negra y (vi) de baja a alta producción per cápita. Los principales
efectos de la sugar revolution, de acuerdo con Higman, son: (i) un gran incremento de
la trata de esclavos, (ii) el surgimiento de nuevas variedades de comercio triangular
(Europa-América-África), (iii) un cambio en los patrones de nutrición y consumo
europeos, (iv) un incremento del interés de Europa por las colonias tropicales y (v) un
impulso para el surgimiento de la revolución industrial15.

La sugar revolution, a juzgar por las interpretaciones de Schwartz y Higman,


quienes coinciden, junto con otros autores, en que este fenómeno se inició en Barbados
a mediados del siglo XVII, determinó en el Caribe el paso de explotaciones agrícolas no
intensivas al sistema de plantación o, de acuerdo con el lenguaje de Benítez Rojo, el
paso de la ‘plantación’ a la ‘Plantación’16. Por tal razón, en este trabajo se entenderá
como plantación el sistema de agricultura comercial (y las relaciones sociales generadas
por éste) que surgió en el Caribe y otras partes del continente americano a partir de
mediados del siglo XVII, generando los efectos descritos en los párrafos anteriores.
Antes de la sugar revolution el sistema de producción más ampliamente difundido en el
Caribe y el continente americano era el sistema que Mintz y Wolf denominan
‘hacienda’. Este sistema de producción basado en la propiedad y explotación de la
tierra, dominó la economía agrícola de las colonias españolas en el continente
americano, donde remplazó a sistemas basados en la propiedad de la mano de obra
indígena, como la encomienda y el repartimiento17.

13
Antonio Benítez Rojo, op. cit., p. 79.
14
Stuart Schwartz, ‘Introduction’, en Stuart Schwartz (ed.), Tropical Babylons. Sugar and the Making of
the Atlantic World, 1450-1680 (Chapel Hill y Londres: The University of North Carolina Press, 2004), p.
7.
15
B. W. Higman, ‘The Sugar Revolution’, Economic History Review 53:2 (2000), p. 213.
16
Benítez Rojo define ‘plantación’ como cualquier establecimiento agrícola y ‘Plantación’ como el
sistema de producción (y las relaciones sociales que surgen en torno a éste) basado en un monocultivo,
destinado a la exportación y dependiente mayoritariamente de la mano de obra esclava. Ver Benítez Rojo,
op. cit., pp. 49-106.
17
Por encomienda se entiende la entrega de indígenas a un individuo, el cual adquiría, por un lado el
derecho a obtener tributos y, hasta la promulgación de las Nuevas Leyes en 1542, servicios laborales de
sus indios encomendados y, por otro lado, el deber de cristianizarlos y protegerlos. Por repartimiento se
entiende la entrega de un grupo de indios a un individuo por un tiempo determinado, con el fin de que los
indígenas realicen labores específicas. La temporalidad y la propiedad de la mano de obra son las
diferencias fundamentales entre los dos sistemas. Mientras que la encomienda suponía una entrega
perpetua de los indígenas al encomendero (por lo tanto el encomendero era dueño de los indígenas), el
carácter temporal del repartimiento implicaba que los indígenas no eran propiedad de ningún individuo y
que la Corona directamente tenía el control de la mano de obra. Para una extensa discusión de la

4
En el siguiente cuadro se presentan las principales diferencias entre ‘hacienda’ y
‘plantación’, de acuerdo con requerimientos de capital, mercado, tierra, mano de obra y
tecnología, que caracterizan a uno y otro sistema de explotación agrícola18:

Requerimientos Hacienda Plantación


Capital Es escaso por su dependencia de “Las necesidades de capital de la
mercados limitados y por el plantación son mucho mayores
carácter tradicionalista de las que las de la hacienda, ya que
instituciones crediticias por lo general está hecha para
asociadas a este sistema de mercados de gran escala, con
producción; una vez instalada, la frecuencia de envergadura
hacienda requiere poco capital, supranacional”; el capital inicial
pues su producción se mantiene es proporcionado por un grupo
constante por estar orientada a de accionistas, generalmente
un mercado restringido, pero internacionales; la necesidad de
estable; el capital es usado tanto obtener las máximas ganancias
para obtener el mayor beneficio posibles constituye “la fuerza
posible de los demás factores de motriz que sustenta todas las
producción (tierra y mano de demás relaciones principales
obra) como para adquirir “los dentro del tipo plantación”; las
fondos necesarios para alimentar necesidades de subsistencia y
al propietario y su familia y prestigio de los propietarios se
sustentar sus aspiraciones de mantienen separadas de las
poder y prestigio” (p. 501) inversiones de capital realizadas
(pp. 512-513)
Mercado “Las haciendas abastecen La producción está destinada al
mercados pequeños”; el mercado externo, generalmente
propietario de una hacienda para abastecer al país que realizó
intenta crear y mantener un la inversión; la producción debe
monopolio, lo cual le permite poder ampliarse de manera
reducir sus riesgos y garantizar rápida para poder satisfacer
retornos estables, aunque aumentos de la demanda debidos
pequeños, a su inversión; en principalmente “al crecimiento
general, la producción de un de … la popularidad de un
bien principal no excluye “la producto”; debido al carácter de
producción de otros bienes, sea monocultivo de la mayoría de
para alimentar a su población las plantaciones y a su
trabajadora residente, sea para dependencia total de los
satisfacer sus propias mercados externos, “los riesgos
necesidades de bienes de que entraña la inversión de
consumo”, lo cual hace que la capital en las plantaciones son

encomienda, el repartimiento y otros sistemas de trabajo forzado en el continente americano, ver Charles
Gibson, Spain in America (Nueva York: Harper Torchbooks, 1966), Robert Keith, ‘Encomienda,
Hacienda and Corregimiento’, Hispanic American Historical Review, vol. 51 (1971), pp. 431-46, James
Lockhart, ‘Encomienda and Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies’, Hispanic
American Historical Review, vol. 49 (1969), pp. 411-29 y Magnus Mörner, ‘The Spanish American
Hacienda: A Survey of Recent Research and Debate’, Hispanic American Historical Review, vol. 53
(1973), pp. 183-216.
18
La información presentada en el cuadro resume los planteamientos de Mintz y Wolf. Ver Wolf y Mintz,
op. cit., pp. 501-22.

5
hacienda sea “más autónoma y muy grandes” y su adaptabilidad
(esté) menos sujeta al juego de a cambios en los mercados
las fuerzas exteriores” que la internacionales muy restringida
plantación (pp. 502-503). (pp. 514-515)
Tierra La tierra se usa no sólo para “La plantación necesita tierra
producir los bienes que la suficiente para poder producir
hacienda va a ofrecer en el grandes cantidades del producto
mercado, sino también para de rendimiento”, pero, como
ofrecer un incentivo no salarial a cualquier otro artículo de
sus trabajadores y evitar que comercio, la tierra “se adquiere,
trabajadores y potenciales se usa o se deja por razones
competidores produzcan, en puramente económicas”; la tierra
terrenos no utilizados, bienes sólo es útil en la medida en que
que compitan directamente con sea altamente productiva (p.
los producidos por la hacienda 515)
(pp. 503-04)
Mano de obra La hacienda requiere abundante La plantación, tal como la
mano de obra, pero, dada la hacienda, requiere abundante
escasez de capital, no puede mano de obra, pero, a diferencia
importarla, razón por la cual la de la hacienda, la escasez de
mayoría de las haciendas se mano de obra en la zona donde
ubican en zonas densamente se establecerá la plantación no
pobladas; la hacienda trata de impide su desarrollo, pues, si no
forzar a los trabajadores a está fácilmente disponible, la
depender de ella mediante el mano de obra se importa; el
control de las tierras vecinas, la obrero, siervo o esclavo de la
entrega de lotes de subsistencia, plantación “no puede como el
el adelanto de salarios (peonaje peón de la hacienda recurrir a su
por deuda), la venta interna de lote de subsistencia y otras
mercancías (tienda de raya), las adehalas no monetarias cuando
relaciones de padrinazgo y el hay una crisis en el mercado”
uso de la fuerza (pp. 504-06) (pp. 517 y 520)
Tecnología La tecnología de la hacienda es “La plantación requiere una
intensiva en mano de obra; la inversión substancial en
escasez de capital le impide maquinaria, equipos y medios de
basar su tecnología en transporte y conocimientos
maquinarias y equipos, por lo técnicos”, para lo cual, en
cual “debe conformarse con la términos generales, dispone de
tecnología culturalmente grandes sumas (p. 521)
estandarizada de la región que
domina” (p. 509)

La plantación y el sistema productivo basado en ellas, en resumidas cuentas,


pueden definirse como unidades productivas basadas en el trabajo de una mano de obra
esclava, “al servicio de un mercado internacional altamente competitivo y dirigidas por
una permanente búsqueda de la eficiencia”. En contraste a la plantación, Alejandro de la
Fuente, al establecer una comparación entre el tipo de explotación agrícola que existió
en Cuba en el siglo XVII y el que se desarrolló desde finales del siglo XVIII, define el
primero como “una empresa agrícola autosuficiente dedicada a la manufactura de

6
azúcar de forma artesanal con un número limitado de esclavos”19. Esta última definición
coincide a grandes rasgos con el sistema tipo ‘hacienda’ descrito por Mintz y Wolf.

2. Cronología de la plantación azucarera

El azúcar fue introducida al Caribe por Cristóbal Colón, quien en su segundo


viaje al nuevo continente, entre una gran variedad de animales y vegetales, introdujo lo
que ha sido denominado como el “más grande regalo del Viejo al Nuevo Mundo – la
caña de azúcar”20. La historia del cultivo de la caña de azúcar, sin embargo, no se inicia
en el Caribe. Su introducción al mundo occidental fue resultado de Las Cruzadas,
cuando refugiados cristianos expulsados por los musulmanes establecieron los primeros
sembrados de caña de azúcar en la isla de Chipre. A Chipre le siguieron Creta y Sicilia,
que, desde finales de la Edad Media y con el auspicio de comerciantes y agricultores
venecianos, se destacaron como los productores de azúcar más importantes del
Mediterráneo21.

Del Mediterráneo, tal como lo muestra el esquema 1, el azúcar se trasladó a la


Península Ibérica, dentro de la cual los reinos de Valencia y Granada se destacaron
como las regiones con mayor producción. La producción de azúcar de Valencia, de
acuerdo con William Philips Jr., se mantuvo hasta bien entrado el siglo XVII y pese a la
fuerte competencia de las azúcares de las Islas Atlánticas y el Caribe, gracias a la
ventaja que para ésta representaban los bajos costos de transporte. Sin embargo, la
combinación de la expulsión de los moros (expertos en la producción de azúcar) con la
creciente oferta proveniente de América, determinaron el final de la producción
azucarera en Valencia. La producción de azúcar en Granada también fue víctima de la
competencia americana que, pese a la capacidad que la estrecha vinculación de la
producción azucarera de Granada con la economía local le brindaba para resistir el
influjo de azúcar americana, determinó la caída y posterior desaparición, a lo largo del
siglo XVIII, de la industria azucarera en esta región del sur de España. La razón, en
últimas de la desaparición de la producción azucarera de la Península Ibérica fue la
competencia de azúcar a bajo precio proveniente de las Islas Atlánticas y más tarde, de
las nuevas áreas colonizadas en el Nuevo Mundo, no sólo por España sino
especialmente por Portugal, Francia y Gran Bretaña22.

19
Alejandro de la Fuente, ‘Sugar Economy in Early Colonial Cuba’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., pp.
115 y 116.
20
Eric Williams, From Columbus to Castro. The History of the Caribbean (Nueva York: Vintage Books,
1984), p. 25.
21
William Philips Jr., ‘Sugar in Iberia’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., p. 32.
22
Ibid., pp. 34-38. Ver también Sydney Mintz, Dulzura y poder. El lugar del azúcar en la historia
moderna (México: Siglo Veintiuno Editores, 1996), p. 59. Debe aclararse que, si bien los grandes
productores de azúcar en el Nuevo Mundo a lo largo de los siglos XVII y XVIII fueron Brasil y las
colonias inglesas y francesas en el Caribe, el azúcar producida en territorios dominados por los españoles
(especialmente en Cuba y La Española en los siglos XVI y XVII), contribuyó también, pese a sus
limitadas cantidades, a la decadencia y desaparición de los cultivos de azúcar en la Península Ibérica.

7
Esquema 1 – Cronología del azúcar
Mediterráneo (Chipre,
Creta y Sicilia)
Finales de la edad media Pre-‘sugar revolution’
Península Ibérica
Post-‘sugar revolution’
(Valencia y Granada)
Siglo XV

Islas Madeira Islas Canarias


y São Tomé 1530s
1492 Perú
1500-1510
La Española
Brasil Nueva España
1790s 1520s

1640s 1640s 1511 1519 1515


Guadalupe y Barbados Cuba Puerto Rico
Jamaica
Martinica
1660s
1660s
1700-10 1820s
St. Kitts, Antigua,
Haití
Montserrat y Nevis
1790s

La siguiente escala en la ruta del azúcar hacia el Caribe fueron las Islas
Atlánticas, donde, desde mediados del siglo XV, portugueses y españoles realizaron
experimentos exitosos con el cultivo de caña de azúcar23. La actividad azucarera
portuguesa se concentró en las Islas Madeira y en São Tomé, mientras que los españoles
cultivaron el azúcar en las Islas Canarias. El auge azucarero en estas islas, sin embargo,
no fue duradero, pues la introducción del azúcar a América, desde finales del siglo XV,
produjo una caída acelerada en su producción, a tal punto que a mediados del siglo XVI
las Islas Atlánticas dejaron de ser importantes productores de azúcar24. La producción
de azúcar en las Islas Madeira y Canarias representó el último paso del azúcar del Viejo
al Nuevo Continente, a donde llegó casi simultáneamente al Caribe, por vía de las Islas
Canarias, y a Brasil, procedente de las Islas Madeira.

2.1. El azúcar en el Caribe español durante los siglos XVI y XVII

A finales de 1493, cuando Colón llegó por segunda vez a América, la caña de
azúcar fue sembrada en La Española, haciendo así su llegada al Caribe. Sin embargo,
durante los primeros 20 años de asentamiento en esta isla, el cultivo de caña de azúcar
no se desarrolló, pues los primeros colonizadores prefirieron la extracción de oro como
principal actividad económica. La preferencia por el oro, junto con el descenso
acelerado de la población indígena, impidió el temprano desarrollo de una industria
azucarera incipiente, pues hacia 1514 no era común que “una persona removiera un

23
Mintz, op. cit., p. 55.
24
Para una detallada narración de la economía azucarera de las Islas Madeira y Canarias ver Alberto
Vieira, ‘Sugar Islands. The Sugar Economy of Madeira and the Canaries, 1450-1650’, en Stuart Schwartz,
op. cit, pp. 42-84.

8
indígena de las minas para dedicarlo a la siembra de cultivos”25. Ante la escasez de oro,
evidente desde mediados de la década de 1510, gran parte de los habitantes de La
Española optaron por emigrar, en busca de metales preciosos que garantizaran su
enriquecimiento personal, hacia los nuevos territorios conquistados, especialmente
Nueva España, amenazando, así, la viabilidad de la colonia establecida en La Española.
“Con el fin de detener esta migración, la Corona se vio obligada a apoyar por primera
vez, aunque de manera tímida, los esfuerzos de los encomenderos para cambiar de una
economía basada en la minería a la nueva actividad económica del azúcar”26. Así, desde
mediados de la década de 1520 la Corona estimuló la producción de azúcar mediante la
aprobación de préstamos a quienes decidieran quedarse en la isla y hacer la transición
hacia el azúcar. Asimismo, se ofrecieron exenciones tributarias que favorecían el
establecimiento de nuevos cultivos e ingenios y se permitió fabricar localmente,
rompiendo con las buenas prácticas mercantilistas, los utensilios de cobre necesarios
para la transformación del extracto de caña en azúcar. El efecto inmediato de esta
política fue un boom en la producción azucarera de La Española, donde el número de
ingenios en funcionamiento pasó de 9 a mediados de la década de 1520 a más de
cuarenta hacia finales de la década de 154027.

La producción de azúcar dependía fundamentalmente de la disponibilidad de


equipos para el procesamiento de las cañas, el acceso a tierras y la facilidad para obtener
mano de obra esclava y mantener a los esclavos adquiridos. Si bien, los cultivadores de
azúcar en La Española de mediados del siglo XVI disponían de los equipos y las tierras
necesarias para producir azúcar, la limitada oferta y los elevados precios de los esclavos
africanos generaron una escasez de mano de obra que determinó, en gran medida, la
decadencia de la industria azucarera de La Española. El limitado mercado de consumo
del azúcar y la creciente competencia del azúcar producida en Brasil también
contribuyeron a que la industria azucarera de La Española no alcanzara los niveles de
producción, ni generara los cambios económicos, sociales y demográficos
característicos de una economía tipo plantación28.

La historia del desarrollo temprano de la industria azucarera en Cuba es muy


similar al de La Española. De acuerdo con Alejandro de la Fuente, “siguiendo el
ejemplo de La Española, donde la producción de azúcar se inició a finales de la década
de 1510, los primeros habitantes de Cuba intentaron construir ingenios al menos desde
1523”29. Sin embargo, factores como la caída de la población indígena, la dificultad
para acceder a grandes cantidades de mano de obra esclava y la migración de los
colonizadores hacia el continente en busca del oro, que desde 1530 empezó a escasear
en Cuba, impidieron el desarrollo de la industria. Fue sólo hacia finales del siglo XVI,
gracias a los recursos (fuerza de trabajo y dinero) proveídos por la economía ganadera,
la construcción de obras de infraestructura como el acueducto de La Habana y la
migración hacia Cuba que generó la construcción de los fuertes de El Morro y La Punta,
cuando se construyeron los primeros ingenios en la isla, dando así inició al primer

25
Mervyn Ratekin. ‘The Early Sugar Industry in Española’, Hispanic American Historical Review 34:1
(1954), p. 5. De acuerdo con Ratekin, entre 1493 y 1514 la población indígena de La Española descendió
de cerca de medio millón de habitantes a tan sólo 32.000.
26
Genaro Rodriguez Morel, ‘The Economy of Española in the Sixteenth Century’, en Stuart Schwartz,
op. cit., p. 90.
27
Ibid., pp. 90-92; Ratekin, op. cit., p. 11.
28
Rodríguez Morel, op. cit., pp. 107-109.
29
De la Fuente, op. cit., p. 116.

9
periodo azucarero de Cuba30, durante el cual La Habana y la región oriental de la isla se
destacaron como los principales centros de producción. Al surgimiento de este primer
periodo azucarero también contribuyeron factores externos como la concesión del
monopolio del comercio de esclavos a los portugueses, cuya corona estuvo unida a la
corona española entre 1580 y 1640, el incremento en los precios del azúcar en España
(de 265 maravedíes en 1511 a 2.384 maravedíes en 1599) y la caída en la producción de
azúcar en Santo Domingo y Puerto Rico (las demás islas del Caribe aún no se
encontraban colonizadas)31.

Este primer periodo de auge, sin embargo, no fue muy duradero, pues a partir de
mediados del siglo XVII, la producción de azúcar en Cuba entró en un periodo de
decadencia que se mantuvo hasta finales del siglo XVIII. Esta decadencia se relaciona
directamente con el incremento en la producción de azúcar en las colonias inglesas en el
Caribe, que desde mediados del siglo XVII iniciaron su transición hacia el sistema de
plantación azucarera, lo cual cerró el mercado de contrabando en azúcar de Cuba hacia
el Caribe inglés. A la decadencia también contribuyeron el colapso del sistema de flotas,
que regulaba el comercio de España con sus colonias (el número de barcos que partieron
de La Habana con rumbo a Sevilla en la década de 1690 equivale al 52% del número de
barcos que hicieron el mismo recorrido en la década de 1650 y a, tan solo, el 8% de los
que hicieron el recorrido en la primera década del siglo XVII), la gran dificultad para
acceder a esclavos africanos, pues a partir de 1640, cuando España y Portugal se
separaron, los principales proveedores de esclavos, los comerciantes portugueses,
ingleses y holandeses, se contaban entre los enemigos de España, y la presión fiscal que,
a través de impuestos a la exportación de azúcar instaurados en la segunda mitad del
siglo XVII, limitó enormemente la competitividad internacional del azúcar cubana32.

Como lo muestran los párrafos anteriores la economía azucarera cubana de los


siglos XVI y XVII, tal como la de La Española a lo largo del siglo XVI, no alcanzó los
niveles de producción ni generó las transformaciones sociales que caracterizan al
sistema de plantación que surgió con la sugar revolution. La Cuba de finales del siglo
XVII era una isla en la que la ganadería, destinada a la exportación de alimento a las
colonias inglesas en el Caribe y a la exportación de pieles hacia España, se destacaba
como la principal actividad económica.

2.2. La ruta de Brasil

A principios del siglo XVI los portugueses introdujeron el azúcar a Brasil, donde
rápidamente fueron testigos de las bondades de su suelo para el desarrollo de este
cultivo. Sin embargo, pese a la inmediata importancia que adquirió Brasil como
productor de azúcar, durante el siglo XVI y las primeras cuatro décadas del siglo XVII
la industria azucarera brasilera no incluyó varios de los elementos ni generó algunos de
los efectos que, de acuerdo con Higman, caracterizan una sugar revolution. Las
dificultades para acceder a grandes cantidades de mano de obra esclava y el aún
limitado consumo de azúcar en los mercados europeos pueden ser los causantes de que

30
Ibid. p. 119.
31
Ibid. p. 121.
32
Ibid. pp. 124-25.

10
en el Brasil de los siglos XVI y XVII la producción de azúcar no hubiese repercutido en
una sugar revolution33.

De esta etapa inicial de producción de azúcar en Brasil debe destacarse el aporte


holandés al desarrollo de la industria azucarera en el nordeste brasilero, pues fue gracias
a la ocupación holandesa de Pernambuco (1630-1654) que la producción de azúcar
alcanzó, hacia mediados del siglo XVII, los mayores niveles de producción vistos hasta
el momento. Tras su expulsión del nordeste brasilero, los holandeses productores de
azúcar se instalaron en Barbados, Martinica y Guadalupe donde por primera vez se
dieron las condiciones que favorecieron el desarrollo de una sugar revolution. De
Barbados la sugar revolution saltó a las Islas de Sotavento y a Jamaica; de Guadalupe y
Martinica a Saint-Domingue, que durante el siglo XVIII se convirtió en la principal
productora mundial de azúcar; tras la revolución de los esclavos de Saint-Domingue
(1791-1803) la sugar revolution pasó a Cuba y Brasil, que aprovecharon el vacío de
mercado dejado por la destrucción de la principal colonia azucarera del mundo para
consolidarse, durante el siglo XIX, como los más importantes productores de azúcar a
nivel mundial.

2.2.1. Barbados: el surgimiento de la sugar revolution

La llegada de los holandeses a Barbados permitió el surgimiento de la sugar


revolution en dicha isla por tres motivos fundamentales: primero, los holandeses, en
guerra con Portugal por su reciente expulsión del nordeste brasilero, se mostraron muy
favorables a enseñar a los ingleses de Barbados sus técnicas para el cultivo de azúcar;
segundo, los holandeses dominaban el comercio de esclavos y accedieron a suministrar,
con muy buenas condiciones de precio y crédito, los esclavos africanos que Barbados
requería para disparar su producción de azúcar; y tercero, los holandeses tenían la
capacidad para vender el azúcar de Barbados a muy buenos precios en el mercado
holandés, principal mercado para el azúcar en el siglo XVII34. El apoyo holandés
coincidió con un momento en el que los cultivadores de Barbados (principalmente
pequeños cultivadores provenientes de Inglaterra dedicados al cultivo de tabaco y
algodón) buscaban desesperadamente un cultivo que sustituyera al tabaco, cuya mala
calidad le impedía competir con tabacos producidos en Norteamérica e, incluso, en
Europa, y al algodón, cuyo mercado aún no se encontraba muy desarrollado. Así, desde
mediados de la década de 1640, gracias al apoyo de los holandeses, Barbados empezó a
reunir varias de las condiciones necesarias para el desarrollo de una sugar revolution.
Por un lado, a diferencia de las colonias españolas de La Española y Cuba, contaba con
amplia disponibilidad de mano de obra, y por otro, también a diferencia de Cuba y La
Española, tenía acceso a un mercado del azúcar que se encontraba en pleno proceso de
expansión. Además, los ingleses que colonizaron Barbados no tuvieron acceso a los

33
Para una narración detallada de la economía azucarera de Brasil en los siglos XVI y XVII ver Stuart
Schwartz, ‘A Commonwealth within Itself. The Early Brazilian Sugar Industry, 1550-1670’, en Stuart
Schwartz (ed.), op. cit., pp. 158-200 y Stuart Schwartz, Sugar Plantations in the Formation of Brazilian
Society: Bahia, 1550-1835 (Nueva York: Cambridge University Press, 1985).
34
Richard Dunn, Sugar and Slaves. The Rise of the Planter Class in the English West Indies, 1624-1713
(Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2000), p. 62. En relación con el mercado debe
mencionarse que desde mediados del siglo XVII el azúcar inició su transición de bien de lujo a bien de
consumo masivo. Este punto es importante, pues los productores de azúcar de La Española y Cuba en los
siglos XVI y XVII no alcanzaron a experimentar este primer boom en la demanda de azúcar, lo cual
repercutió directamente en la rápida caída de la producción azucarera en el Caribe español.

11
grandes depósitos de metales preciosos que los españoles empezaron a explotar en el
continente americano desde la primera mitad del siglo XVI.

Uno a uno es posible identificar en Barbados los elementos que, de acuerdo con
Higman, caracterizan una sugar revolution. La transición hacia el monocultivo del
azúcar y el paso de producción en pequeñas granjas a producciones en grandes
plantaciones se evidencia en el hecho de que en el Barbados de mediados del siglo XVII
“nadie estaba dispuesto a desperdiciar tierra valiosa para la producción de caña
sembrando cultivos de aprovisionamiento para alimentar a la creciente población de la
isla”, lo cual generó una alta dependencia de Inglaterra, Irlanda y Norteamérica para la
obtención de alimentos35. Los cambios demográficos (de mano de obra libre a mano de
obra esclava y de población blanca a mayoritariamente negra) son claramente
evidenciables en las cifras de población de Barbados que, en el medio siglo transcurrido
entre 1640 y 1690, pasó de ser habitada por 14 mil personas, de las cuales el 96%
(13.500) eran blancos a ser habitada por 65.700 personas, de las cuales el 73% (47.800)
eran esclavos africanos36. En cuanto a cifras de producción, Barbados, que en 1640 no
producía azúcar, produjo 8 mil toneladas en 1680, cifra impresionante si se tiene en
cuenta el tamaño de esta isla37.

Los cambios experimentados en Barbados entre 1640 y 1680 son descritos


claramente por Richard Dunn, quien explica que durante este periodo “los plantadores
de Barbados hicieron un cambio de tabaco y algodón a azúcar y de sirvientes blancos a
esclavos negros” En este periodo, continúa Dunn, “la tierra cambió de manos
rápidamente, la población se disparó, el comercio se aceleró y los precios (del azúcar) se
elevaron enormemente”38.

2.2.2. La sugar revolution en el Caribe inglés: las Islas de Sotavento y


Jamaica desde mediados del siglo XVII

Los eventos acontecidos en Barbados no pasaron desapercibidos para los


habitantes de las Islas de Sotavento (Leeward Islands) –St. Kitts, Nevis, Montserrat y
Antigua– y Jamaica, quienes, tal como sus compatriotas de Barbados, se encontraban, a
mediados del siglo XVII, buscando la mejor forma de explotar estas islas. Siguiendo el
ejemplo de Barbados, los habitantes de Jamaica y las Leeward vieron en el azúcar el
potencial para lograr el desarrollo económico de sus colonias. Sin embargo, una serie de
eventos característicos de la segunda mitad del siglo XVII, entre los que debe destacarse
la constante guerra contra Francia, aplazaron hasta finales del siglo XVII el surgimiento
de la sugar revolution en estas posesiones inglesas.

35
Ibid., p. 67.
36
John. J. McCusker y Russell R. Menard, ‘The Sugar Industry in the Seventeenth Century. A New
Perspective on the Barbadian “Sugar Revolution”’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., p. 293. Cifras
presentadas por B. W. Higman muestran la misma tendencia: de una población de 46 mil habitantes, en la
que 40 mil eran blancos (1645), Barbados pasó a tener una población de 66 mil habitantes, de los cuales
46 mil eran esclavos africanos (1685). B.W. Higman, ‘The Making of the Sugar Revolution’, en Alvin o.
Thompson (ed.), In the Shadow of the Plantation. Caribbean History and Legacy (Kingston: Ian Randle
Publishers, 2002), pp. 45-47.
37
Franklin Knight, The Caribbean. The Genesis of a Fragmented Nationalism (Nueva York: Oxford
University Press, 1990), p. 112.
38
Dunn, op. cit., p. 59.

12
Hacia mediados de la década de 1630 los habitantes de las Islas de Sotavento, tal
como los habitantes de Barbados, se dedicaban principalmente al cultivo de tabaco. La
mala calidad del tabaco producido, sin embargo, los llevó, en 1643, a iniciar la
transición hacia el azúcar, con la cual esperaban, siguiendo el ejemplo de Barbados,
generar la riqueza que el tabaco no había logrado generar. A diferencia de Barbados, las
Leeward no contaron con el apoyo holandés para el desarrollo de su industria azucarera;
con lo que sí contaron fue con una serie de inconvenientes que impidieron su rápido
desarrollo. Durante la segunda mitad del siglo XVII la falta de capital, las dificultades
para acceder a créditos, la preferencia por Barbados de los inversionistas ingleses y los
comerciantes de esclavos europeos y los constantes enfrentamientos entre ingleses y
franceses determinaron el lento desarrollo de la economía azucarera de St. Kitts, Nevis,
Antigua y Montserrat39.

Especialmente perturbadores resultaron los enfrentamientos entre ingleses y


franceses, que en más de una ocasión ocasionaron la destrucción de las recientemente
inauguradas plantaciones de las Leeward40. La guerra anglo-francesa de 1665-1667 es
un claro ejemplo de las consecuencias de los conflictos bélicos sobre el desarrollo de la
sugar revolution en las Islas de Sotavento, pues se dio justo en un momento en que, de
acuerdo con Richard Dunn, “los plantadores de las Leeward empezaban a tomar en serio
la producción de azúcar”41. La caída de Antigua, Montserrat y St. Kitts en manos de los
franceses (1665-67) claramente aplazó el surgimiento de la sugar revolution en estas
islas42.

El cambio hacia la sugar revolution sólo empezó a ser visible a partir de 1678
cuando las Leeward empezaron a seguir el camino de Barbados. Hacia finales de la
primera década del siglo XVIII, y con mayor fuerza tras la firma de la Paz de Utrecht
(1713), los efectos de una sugar revolution en las Islas de Sotavento ya eran
absolutamente evidentes: la población blanca disminuyó en más de 2.000 habitantes
entre 1678 y 1708, mientras que la población de esclavos negros se triplicó43.
Asimismo, una vez garantizada la paz en las islas, el gobierno y los comerciantes
ingleses apoyaron sin reparos el desarrollo de la industria azucarera de las Leeward, que
hacia mediados del siglo XVIII superó en exportaciones a Barbados. Así, “hacia 1750
St. Christopher (St. Kitts) embarcó (con destino a Inglaterra) más azúcar que Barbados,
y Antigua envió una cantidad similar; las cuatro islas en conjunto exportaron tres veces
el total exportado por Barbados”44. El acontecimiento de la sugar revolution en las Islas
de Sotavento era innegable.

La cronología del azúcar en Jamaica es muy similar a la de las Islas de


Sotavento. A mediados del siglo XVII la actividad agrícola se basaba en la limitada
producción de algodón, cacao e índigo y, tal como en las Leeward la industria azucarera
sólo se impuso a partir de las últimas dos décadas del siglo. Los conflictos con los
franceses jugaron un papel importante, aunque el principal factor que determinó que la
sugar revolution de Jamaica sólo se iniciara a finales del siglo XVII fue la
39
Ibid., pp. 120-123.
40
Durante la segunda mitad del siglo XVII y los primeros años del siglo XVIII, ingleses y franceses
estuvieron en guerra en al menos tres ocasiones entre 1665 y 1667, entre 1689 y 1697 y entre 1702 y
1713.
41
Dunn, op. cit., p. 123.
42
J. H. Parry y R. Sherlock, A Short History of the West Indies (Londres: MacMillan, 1976), p. 77.
43
Dunn, op .cit., p. 140.
44
Ibid., p. 117.

13
confrontación interna entre dos grupos de poder que dominaron la colonia desde su
captura por parte de los ingleses en 1655: los plantadores y los bucaneros.

Para los bucaneros, Jamaica debía basar su actividad económica en el ataque y


saqueo de barcos españoles, mientras que para los plantadores el desarrollo de una
industria azucarera como la que había surgido en Barbados debía constituir el motor
económico de la isla. Representados por Thomas Modyford, quien ya había hecho una
fortuna como plantador en Barbados, los plantadores finalmente expulsaron a los
bucaneros y, a lo largo de la década de 1670, encaminaron a Jamaica en la “rutina del
monocultivo de azúcar”45. Este primer impulso hacia la sugar revolution fue detenido
hacia 1685, pues “la combinación de políticas inglesas, nuevos y pesados impuestos,
corsarios franceses, el gran terremoto (de Port Royal) y las malas condiciones de salud
en la isla impidieron por toda una generación el crecimiento económica de la
Jamaica”46. Sólo hacia 1689 se superaron los obstáculos que hasta entonces habían
impedido la repetición en Jamaica del proceso que se había dado en Barbados medio
siglo atrás. “Entre 1689 y 1713 la población esclava de la isla prácticamente se dobló, al
pasar de 30.000 a 50.000. Hacia 1713 Jamaica tenía una mayor población de esclavos
que Barbados y una muy superior tasa de negros a blancos”. Además, el azúcar había
pasado a ser la principal exportación de la isla, superando a las exportaciones de cacao e
índigo que durante la década de 1660 constituían los principales rubros de exportación.
Así, al iniciar la segunda década del siglo XVIII, con la transición hacia la sugar
revolution completa, “Jamaica finalmente se constituía en la principal colonia inglesa en
el Caribe”47.

2.2.3. El azúcar en el Caribe francés: surgimiento y consolidación de Saint-


Domingue

En el Caribe francés, tal como en Barbados, los inmigrantes holandeses jugaron


un importante papel en el surgimiento de la sugar revolution. Tras su asentamiento en
Martinica (1639) y Guadalupe (1647) los holandeses iniciaron los primeros
experimentos con el cultivo de caña en estas islas, que hacia la década de 1680 ya
mostraban claros rasgos de haber sufrido una sugar revolution. En 1687, por ejemplo,
Martinica estaba habitada por 16.000 esclavos, mientras que en 1674 Guadalupe, con
cerca de 4.300 esclavos, producía alrededor de 2.106 toneladas de azúcar48.

Sin bien es cierto que Guadalupe y Martinica fueron las primeras islas del Caribe
francés que experimentaron la sugar revolution, Saint-Domingue, la porción francesa de
La Española, fue el territorio donde ésta alcanzó su mayor esplendor. Desde 1697,
cuando España cedió oficialmente a los franceses la parte occidental de La Española,
estos últimos dedicaron sus esfuerzos a implantar un sistema de plantación en este
territorio, lo cual llevó a que, hacia finales del siglo XVIII, justo antes de la revolución
de Haití, Saint-Domingue fuera, gracias a su producción de azúcar, la colonia más
próspera del Caribe. A lo largo del siglo XVIII, de acuerdo con Franklin Knight la
producción de azúcar de Saint-Domingue pasó de 10.500 toneladas en 1720 a 78.696
toneladas en 1791; el número de esclavos, por su parte, creció continuamente de 7.000

45
Ibid., p. 150.
46
Ibid., p. 177.
47
Ibid., p. 165.
48
Para el dato de Martinica ver Parry y Sherlock, op. cit., p70; para la información de Guadalupe ver
Knight, The Caribbean, p. 365.

14
en 1687 a 117.411 en 1739 hasta un máximo de 480.000 en 179149. Así, dos años antes
de la revolución que culminó con la independencia de Haití, Saint-Domingue, con
exportaciones de azúcar superiores a 141 millones de libras50, era claramente la colonia
caribeña más productiva y uno de los mejores ejemplos de los volúmenes de producción
que podía alcanzar una colonia tras el paso de la sugar revolution.

2.2.4. El tardío salto hacia el Caribe español: Cuba desde finales del siglo
XVIII

Mientras los ingleses y franceses desarrollaban su economía en torno a las


exportaciones de azúcar desde las colonias, el imperio español siguió viendo a sus
colonias en el Caribe únicamente como puntos estratégicos para el comercio entre el
continente americano y España. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se mantuvieron
las restricciones que durante el siglo XVI impidieron el surgimiento de sugar
revolutions en el Caribe español. Fue sólo a finales del siglo XVIII cuando se dieron las
condiciones para el surgimiento de la sugar revolution en Cuba. Hasta entonces, “Cuba
se mantuvo como una comunidad de asentamiento en la que predominaban las empresas
agrícolas de pequeña escala, los artesanos, los hombres de frontera y los pequeños
burócratas”51.

De acuerdo con Juan Carlos Caravaglia y Juan Marchena son siete los factores
que explican el despegue azucarero cubano de finales del siglo XVIII: (i) la
liberalización de la trata de esclavos y sus consecuencias directas en términos de la
caída en sus precios y el incremento en su importación; (ii) la ausencia de plantas de
refinado en España, que obligaban a que el azúcar se refinara en Cuba, lo cual, a su vez,
implicaba que el beneficio derivado de la exportación de azúcar se quedara en Cuba;
(iii) la proximidad del recientemente abierto mercado norteamericano; (iv) los situados
provenientes de México; (v) la autosuficiencia de Cuba “en cuanto a alimentos (hubo
bastante ganadería y agricultura de subsistencia) y maderas para los ingenios, trapiches
y calderas” se refiere; (vi) los incentivos tributarios y la promulgación de “decretos
sobre libertad de exportaciones azucareras”; y (vii) los efectos positivos (para Cuba)
generados por la revolución de Saint-Domingue, que llevó a Cuba a “buena parte de los
planteurs franceses” junto “con sus esclavos, sus técnicas, sus mercados y sus
capitales”52. A estos factores habría que agregar la toma de La Habana por parte de los
ingleses (1762-63), que, además de reactivar el comercio de la isla, al ponerla en
contacto directo con Inglaterra y sus colonias, abrió las puertas a nuevas inversiones
destinadas a producir grandes cantidades de azúcar en la isla.

Desde 1762, y con mayor ímpetu tras la revolución de Saint-Domingue, el


azúcar hizo su entrada triunfal a Cuba, donde, a partir de La Habana inició su expansión
hacia la región central (ver mapa 1). La conjugación de factores externos (revolución de
Saint-Domingue e independencia de Estados Unidos) con condiciones internas

49
Todos los datos, excepto el de 1687 son de Knight, The Caribbean, p. 365; el dato de esclavos en 1687
es de Parry y Sherlock, op. cit, p. 70.
50
Knight, The Caribbean, p. 370.
51
Franklin Knight, ‘Origins of Wealth and the Sugar Revolution in Cuba, 1750-1850’, Hispanic
American Historical Review 57:2 (1977), p. 232.
52
Juan Carlos Caravaglia y Juan Marchena, América Latina de los orígenes a la independencia. II. La
sociedad colonial ibérica en el siglo XVIII (Barcelona: Editorial Crítica, 2005), pp. 170-171.

15
favorables al desarrollo de la economía azucarera53 determinaron el surgimiento, tardío
en comparación con las colonias inglesas y francesas, de la sugar revolution en Cuba.

Mapa 1 – Expansión del azúcar en Cuba desde finales del siglo XVIII

Tomado de Reinaldo Funes Monzote, ‘El salto azucarero habanero a finales del siglo XVIII en Cuba,
¿inicio de una revolución ecológica?’, en José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y
la Revolución (Madrid: Siglo XXI de España Editores S.A., 2005)

Hacia principios del siglo XIX ya eran evidentes en Cuba los efectos de la sugar
revolution. Su producción de azúcar cercana a las 2.000 toneladas anuales en la década
de 1740, se ubicaba en 37.000 toneladas a principios del siglo XIX54; su población se
multiplicó por más de 8 al pasar de 171.620 habitantes en 1774 a 1.396.530 en 1861; la
participación de los blancos en la población se redujo de 59.3% en 1792 a 20.9% en
182755; la población esclava, por su parte, se incrementó de cerca de 4.000 esclavos en
1762 a alrededor de 200.000 en 181056; y las importaciones de esclavos africanos
crecieron a lo largo del siglo XIX pasando de 79.900 en la segunda década del siglo a
123.300 en la década de 185057.

3. ¿Qué hubo en el Caribe colombiano?

Durante el periodo descrito en la sección anterior es evidente que el azúcar y


más específicamente el sistema de plantación azucarera dominaron el Caribe insular. En
partes del Caribe continental como el Caribe colombiano la producción de azúcar nunca
alcanzó los niveles ni las características de una sugar revolution. De acuerdo con
Hermes Tovar los suelos del Caribe colombiano fueron dedicados “especialmente al

53
De acuerdo con Manuel Moreno Fraginals, Cuba reunía las condiciones para el desarrollo de la
plantación: “a. Tierras fértiles, de fácil explotación, situadas cerca a la costa, con fácil acceso a los
puertos de embarque; b. Bosques que proporcionaban maderas de gran calidad para la construcción de
trapiches, carretas e implementos, y para levantar el conjunto de edificios requeridos, aparte de
suministrar combustible -leña- durante toda la zafra; c. ganado abundante para alimentar esclavos y tirar
del trapiche y las carretas”. Ver Moreno Fraginals, El Ingenio, complejo económico y social cubano del
azúcar (Barcelona: Editorial Crítica, 2001), p. 41.
54
Caravaglia y Marchena, op. cit., p. 170.
55
Knight, Origins, p. 233.
56
Caravaglia y Marchena, op. cit., pp. 234 y 236.
57
Philip Curtin, The Atlantic Slave Trade. A Census (Madison: The University of Wisconsin Press, 1969).

16
desarrollo de la ganadería y en menor escala al cultivo de la caña, el cacao y al maíz”58.
Si bien, tanto en el Caribe colombiano como en el resto del virreinato de la Nueva
Granada, las grandes empresas coloniales incluyeron el cultivo de azúcar entre sus
actividades productivas, estas unidades de producción tuvieron ciertas características
que las diferencian de las plantaciones que existieron en las islas del Caribe, entre las
cuales vale la pena destacar su renuencia a embarcarse “en operaciones de competencia
a nivel internacional”, su tendencia a la diversificación de la producción y su uso
extensivo de mano de obra libre59.

El estudio de varias empresas agrícolas y ganaderas del Caribe colombiano,


realizado por Hermes Tovar, revela la tendencia a “una forma de desarrollo empresarial
diferente a aquella que se limita a la simple reinversión en caña, ganados y cacao”60.
Las unidades productivas que existieron en esta región a lo largo del siglo XVIII
funcionaron como empresas que intentaron disminuir los costos del proceso de
producción de su bien principal mediante la producción de bienes destinados al
autoconsumo. Además, es posible identificar en estas unidades productivas otra
tendencia, que, de acuerdo con Mintz y Wolf, es característica de la hacienda. Se trata
de la constante adquisición de tierras que no se destinarán a ningún tipo de cultivo, lo
cual, de acuerdo con Hermes Tovar, indica la “presencia de empresarios que aseguraban
de antemano el horizonte de su propio crecimiento”61. Alternativamente, esta constante
expansión puede ser interpretada como una táctica para eliminar o impedir el
surgimiento de potenciales competidores, lo cual es una de las características que, de
acuerdo con la definición de Mintz y Wolf, permite diferenciar a una hacienda de una
plantación62.

Los avalúos de las haciendas pertenecientes a varias de las familias más


pudientes del Caribe colombiano en el siglo XVIII, entre las que deben destacarse la del
conde de Pestagua, la de los marqueses de Santa Coa, las del marqués de Torre Hoyos,
la de Pascual Díaz Granados y la de Francisca Martínez, evidencian que la ganadería era
la principal actividad económica de las haciendas de esta región. La información sobre
avalúos realizados a más de 20 haciendas de estas familias, disponible en el trabajo
citado de Hermes Tovar, muestra que el cultivo de caña sólo era la principal actividad
económica en las haciendas Santa Cruz del Paraíso, de Pascual Díaz Granados, y Santa
Cruz de Papares y Santa Rosa de Garabulla, de Francisca Martínez63. Un análisis del
número de esclavos de estas haciendas (en ningún caso superior a 100)64 y del destino
de su producción (venta de miel en los centros urbanos de la región)65 se constituyen en
evidencias claras de que su sistema de producción estaba lejos de parecerse al sistema
productivo característico de las islas del Caribe donde se produjeron verdaderas
revoluciones del azúcar.

4. Explicaciones

58
Hermes Tovar Pinzón, Hacienda colonial y formación social (Barcelona: Sendai Ediciones, 1988), p.
28.
59
Ibid., pp. 91, 93 y 72-87.
60
Ibid., pp. 111.
61
Ibid., pp. 115.
62
Wolf y Mintz, op. cit., pp. 503-504 y 515.
63
Ibid., pp. 264-272.
64
Ibid. pp. 52 y 270-272.
65
Ibid., p. 236.

17
Como ya ha quedado establecido, el sistema de plantación azucarera fue un
desarrollo tardío en el Caribe español y en algunas regiones, como el Caribe
colombiano, nunca se desarrolló este sistema de explotación agrícola. Una de las
primeras explicaciones de esta dinámica fue dada a finales del siglo XVI por Walter
Raleigh, quien manifestó que “donde hay depósitos de oro resulta, en efecto,
innecesario recordar que existen otros bienes para comerciar”66. La preferencia por la
extracción de oro sobre la producción de otros bienes, evidente en la declaración de
Raleigh, era característica de una época dominada por el metalismo, derivación del
mercantilismo en la que la riqueza de una nación o reino está determinada
exclusivamente por la cantidad de metal precioso que posea. Esta preferencia por la
explotación de metales preciosos fue evidente desde las primeras décadas de la
conquista española de América, cuando muchos españoles, ante el agotamiento del oro
(y la mano de obra) en las recientemente conquistadas islas del Caribe, abandonaron
Cuba y La Española en búsqueda de los depósitos de oro que las nuevas conquistas en
el continente (México y Perú) prometían. La empresa colonizadora española privilegió,
entonces, a regiones con abundancia de metales preciosos y mano de obra, mientras que
“las regiones escasamente pobladas que carecían de esos metales tendieron a convertirse
en zonas marginales que se dejaron a granjeros y criadores de ganado, a misioneros, o
otros estados europeos”67. Esta tendencia también fue evidente en Brasil durante la
última década del siglo XVII y las dos primeras décadas del siglo XVIII, cuando el
descubrimiento de yacimientos de oro en Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás generó un
flujo migratorio hacia estas zonas y el abandono de otras actividades productivas, entre
las cuales debe destacarse el cultivo de caña68.

Efectivamente, la presencia de oro y plata en las colonias españolas en América


determinó buena parte del proceso de poblamiento y explotación colonial, un proceso en
el que la minería era la principal actividad y el comercio tenía como principal objetivo
transportar metales preciosos desde las colonias hacia la metrópoli. Este objetivo
explica la creación del sistema de flotas, sistema comercial monopolístico, concebido
durante las primeras décadas del siglo XVI y perfeccionado en 1562 por Pedro
Menéndez de Avilés, en el que los intercambios comerciales entre metrópoli y colonias
se limitaban a dos convoyes anuales que partían desde Sevilla o Cádiz con rumbo a
América. El sistema de flotas ha sido descrito por Benítez Rojo como un modelo con las
siguientes características:

“el tráfico entre las Indias y Sevilla se haría en convoyes compuestos por
transportes, barcos de guerra y embarcaciones ligeras de reconocimiento y aviso;
los embarques de oro y plata sólo se tomarían en fechas fijas del año y en un
reducido número de puertos del Caribe (Cartagena, Nombre de Dios, San Juan de
Ulúa y otros secundarios); se construirían fortalezas y se destacarían guarniciones
militares no sólo en estos puertos, sino también en aquéllos que pudieran defender
los pasos al Caribe (San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Santiago de Cuba y,
en primer término, La Habana); todos estos puertos servirían de base a
escuadrones de patrulla, cuya misión sería barrer de piratas, corsarios y

66
Citado en Williams, op. cit., p. 79.
67
Robert C. West, La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial (Bogotá: Imprenta
Nacional, 1972), p. 9.
68
Para información sobre el denominado ‘ciclo del oro’ en Brasil ver A.J.R. Russell-Wood, ‘El Brasil
colonial: el ciclo del oro, c. 1690-1750’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. Vol. 3
América Latina Colonial: Economía (Barcelona: Editorial Crítica, 1990), pp. 260-305.

18
contrabandistas las aguas y los cayos costeros, al tiempo que prestarían servicios
de salvamento a las naves de los convoyes que sufrieran percances”69.

El sistema de flotas funcionó con la perfección del modelo descrito por Benítez
Rojo mientras España fue más poderosa que las demás naciones europeas, es decir
durante la segunda mitad del siglo XVI y las primeras dos décadas del siglo XVII. A
partir de entonces fueron frecuentes los años en que no partieron flotas hacia el Nuevo
Mundo y la cantidad de barcos que componían cada flota disminuyó de manera
constante. Fue durante estos años de decadencia cuando, de acuerdo con Murdo
MacLeod, “la necesitada corona parece haber reservado espacio para la plata y excluido
otros productos cuando las flotas eran pequeñas e intermitentes. Así pues, cargamentos
como los de cochinilla, añil o azúcar”, que en tiempos de auge acompañaban a la plata,
“se restringieron de manera importante”70.

Para entender el sistema de flotas, el papel de los metales preciosos en su


funcionamiento y la relación entre este sistema y el tardío desarrollo del sistema de
plantación azucarera en el Caribe español, resulta necesario aclarar que, debido a las
restricciones en términos de volumen transportado, que este sistema imponía, sólo
tenían cabida en las flotas productos con elevadas relaciones rentabilidad-peso y
rentabilidad-volumen. Los metales preciosos siempre cumplieron este requisito. Otro
requisito adicional, también cumplido por los metales preciosos, se relaciona con el
tiempo del viaje, pues, dado que el recorrido desde el Nuevo Mundo hasta Sevilla podía
tardar entre 70 y 130 días, dependiendo del puerto de partida, los productos
transportados debían ser poco perecederos. Esta restricción excluía a muchos productos
tropicales del sistema de flotas y hacía que los bienes perecederos producidos en Cuba
tuvieran mejores perspectivas que los mismos bienes producidos en Nueva España,
Nueva Granada o Perú71. En su conjunto, estas restricciones implicaron que durante los
siglos XVI y XVII y la primera mitad del XVIII el sistema de flotas estuviera destinado
casi exclusivamente al transporte de metales preciosos del Nuevo Mundo hacia España.
Con mayor precisión, podría afirmarse que durante el siglo XVI el principal producto
transportado fue el oro, que cedió su lugar a la plata durante los siglos XVII y XVIII.

Desde la segunda década del siglo XVIII, con la llegada de los Borbones al trono
español, la corona española inició un proceso de lenta renovación que, en términos del
sistema de comercio, culminaría con la declaración del ‘comercio libre’ en 177872.
Desde su ascensión al trono en 1713, los Borbones se esforzaron por modificar el
decadente sistema de flotas y diversificar la composición de las exportaciones de sus
colonias americanas, incluyendo productos tropicales que pudieran generar ingresos a la
corona. Pese a estos esfuerzos los metales preciosos, en especial la plata, continuaron

69
Benítez Rojo, op. cit., p. 22.
70
Murdo MacLeod, ‘España y América: el comercio atlántico’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de
América Latina. Vol. 2 América Latina Colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII
(Barcelona: Editorial Crítica, 1998), pp. 45-84.
71
De acuerdo con Macleod el viaje de La Habana a Sevilla podía tardar 70 días, mientras que el recorrido
de Cartagena a Sevilla 115; de Veracruz a Sevilla tomaba 130 días; y de Perú a Sevilla varias semanas
más. Ver MacLeod, op. cit., p. 57.
72
Para obtener una visión general de las reformas borbónicas ver David Brading, ‘La España de los
Borbones y su imperio americano’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. Vol. 2 América
Latina Colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII (Barcelona: Editorial Crítica, 1998),
pp. 85-126; y John Lynch, ‘The Institutional Framework of Colonial Spanish America’, en Journal of
Latin American Studies, Special Quincentenary Supplement 24 (1992), pp. 69-82.

19
constituyendo una amplia mayoría dentro de las exportaciones coloniales. Así, “en los
años 1717-1778 el metal precioso seguía representando el 77.6 por 100 del valor
estimado de los embarques del Nuevo Mundo registrados en Cádiz, siendo el resto de
los cargamentos tabaco, cacao, azúcar, índigo y cochinilla. Con la promulgación del
«comercio libre» se aceleró la dinámica de la actividad económica y las costas e islas
del Caribe produjeron una cosecha mayor aún de productos tropicales. Todavía en la
década de 1790 los embarques de metal precioso seguían formando el 60 por 100 del
valor de las exportaciones coloniales a la península”73.

Pese a que los porcentajes de Brading indican que la política comercial de los
Borbones no fue del todo exitosa en su búsqueda por diversificar las exportaciones de
las colonias españolas en América, este nuevo enfoque de política favoreció el
desarrollo de nuevas empresas exportadoras en varias de las colonias españolas en
América, entre las cuales debe destacarse la isla de Cuba donde, desde mediados del
siglo XVIII, y con mucha mayor fuerza a partir de la última década de dicho siglo, se
inició la transición hacia el sistema de plantación azucarera basado en mano de obra
esclava. A esta transición, tal como se presentó en la sección 2.2.4, contribuyeron no
sólo el nuevo enfoque de política comercial española, sino también otros factores como
la invasión inglesa de La Habana (1762-1763), la revolución de Haití (1791-1803) y la
presión ejercida por ‘los llorones cubanos’, un grupo de interés conformado por
miembros de la élite cubana, que durante la segunda mitad del siglo XVIII luchó
efectivamente por lograr que la corona apoyara, mediante incentivos tributarios y
promulgación de decretos favorables a sus intereses, la producción y exportación de
azúcar de Cuba74. Así, es posible afirmar que en el caso cubano las reformas borbónicas
coincidieron con otra serie de hechos que permitieron que esta isla surgiera finalmente
como uno de los principales productores de azúcar a nivel mundial, posición que
consolidó a lo largo del siglo XIX.

A diferencia de Cuba, Nueva Granada y el Caribe colombiano no lograron


aprovechar la coyuntura reformista del siglo XVIII para promover una economía
exportadora basada en el cultivo de productos tropicales. Tal como lo afirma David
Brading, hacia 1790 “en Colombia, el oro cubría el 90 por 100 de las exportaciones,
cuyo valor era de 2 millones”75. De acuerdo con Aline Helg, “en Nueva Granada, la
Corona no apoyó la siembra de cultivos tropicales para exportación, como lo hizo en
Cuba y Venezuela, ni creyó conveniente que este virreinato produjera nada diferente a
metales preciosos”, razón por la cual el Caribe colombiano, que no era una región
productora de oro, “se mantuvo, pese a las reformas borbónicas, como una región
marginal para la economía del imperio español”76. Si bien fueron constantes las
peticiones de parte de distinguidos miembros de la élite de las provincias de Cartagena
y Santa Marta para que la Corona apoyara la implantación de un modelo similar al de
las islas azucareras del Caribe77, estas peticiones no fueron atendidas.

73
David Brading, op. cit., p. 108.
74
Sobre ‘los llorones cubanos’ ver Allan J. Kuethe, ‘Los Llorones Cubanos: the Socio-Military Basis of
Commercial Privilege in the American Trade Under Charles IV’, en Jacques A. Barbier y Allan J. Kuethe
(eds.), The North American Role in the Spanish Imperial Economy (Manchester: Manchester University
Press, 1984).
75
Brading, op. cit., p. 108.
76
Aline Helg, Liberty and Equality in Caribbean Colombia, 1770-1835 (Chapel Hill y Londres: The
University of North Carolina Press, 2004), pp. 53-4.
77
Dos de las más notables peticiones en este sentido son la de Antonio Narváez y la Torre, quien en 1778
propuso instaurar el modelo de Saint-Domingue en la provincia de Santa Marta, y la de José de

20
Es difícil establecer claramente las razones que explican esta desatención, pero
puede plantarse que factores de orden político, social y económico tienen algo de
responsabilidad. Desde el punto de vista político es posible afirmar, como lo hace Aline
Helg, que eventos como “la rebelión de los comuneros en los Andes neogranadinos y la
guerra con Gran Bretaña dirigieron la atención de las autoridades coloniales hacia
asuntos más urgentes que el crecimiento de la región Caribe”78. Unos años después, a
partir de finales de la primera década del siglo XIX, otro evento político y social, el
inicio de las guerras de independencia impidió que se desarrollara cualquier intento por
promover la implantación de un sistema de plantación en la región. La devastación
sufrida por el Caribe colombiano durante estas guerras se constituyó, a lo largo del siglo
XIX, en un impedimento para que los nuevos gobiernos republicanos, a menudo
enfrentados a enemigos internos que amenazaban su sostenibilidad, estuvieran en
condiciones de destinar esfuerzos y recursos al desarrollo de plantaciones en la región79.

En cuanto a los factores económicos debe reconocerse que el azúcar que se


hubiera producido en el Caribe colombiano, difícilmente hubiera podido competir con el
azúcar cubana, pues los 115 días que separaban a Cartagena de Sevilla claramente
disminuían la rentabilidad de cualquier bien producido en el Caribe colombiano,
especialmente si el mismo producto también se podía obtener en un territorio menos
alejado. A este respecto MacLeod plantea que “la caña de azúcar, un producto
voluminoso que necesitaba un detenido proceso de elaboración según los conceptos de
la época, podía, si se plantaba en Cuba, por ejemplo, seguir dando beneficios en Sevilla
tras un viaje de 70 días, mientras que si crecía en las tierras bajas de México, cerca de
Veracruz, después de un viaje hasta Sevilla de 130 días era mucho menos probable que
fuera rentable”80. Otro aspecto económico que definitivamente impidió el desarrollo de
una economía de plantación en el Caribe colombiano durante el siglo XVIII fue la
dificultad para acceder a mano de obra de la región, pues los elevados costos de la mano
de obra esclava, generados en parte por el reciente auge del sistema de plantación en
Cuba y en parte por la mayor rentabilidad del negocio de extracción de oro en el sur-
occidente colombiano, y la ausencia de población indígena para explotar en actividades
agrícolas impedían a los potenciales plantadores contar con la mano de obra necesaria
para poner en funcionamiento una plantación azucarera. De hecho, desde el punto de
vista económico, el cultivo de caña de azúcar y la producción y comercialización de sus
derivados, no sólo no pudieron enfocarse hacia mercados internacionales, sino que, a
finales del siglo XVIII, gracias a la implementación de decretos que permitieron la
importación de aguardientes catalanes y cubanos, dejaron de ser importantes, incluso,
para el abastecimiento de los mercados locales81.

Astigárraga, gobernador de Santa Marta, quien luego de la revolución de los esclavos de Saint-Domingue,
propuso que se promoviera la migración hacia Santa Marta de refugiados provenientes de Saint-
Domingue para promover el desarrollo agrícola de esta provincia neogranadina. Ver Helg, op. cit., pp. 54-
55.
78
Ibid., p. 55.
79
Para información sobre el desarrollo de las guerras de independencia en el Caribe colombiano ver Aline
Helg, op. cit.; Steiner Saether, Identidades e independencia en Santa Marta y Riohacha, 1750-1850
(Bogotá: ICANH, 2005); y Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe
colombiano (1717-1821) (Bogotá: Banco de la República / El Áncora Editores, 1998).
80
MacLeod, op. cit., p. 57.
81
Sobre la introducción de aguardientes catalanes y cubanos y sus efectos sobre el cultivo de caña de
azúcar y la producción de sus derivados ver Tovar Pinzón, op. cit., pp. 252-253.

21
Conclusiones

Los arreglos institucionales, entendidos como la forma en que España gobernaba


sus colonias y los mecanismos que los habitantes de éstas encontraron para hacer llegar
sus reclamos y peticiones a la corona, así como las condiciones de mercado que regían
las relaciones económicas entre Europa y sus colonias en América, afectaron
decididamente el desarrollo de las economías de plantación en los diferentes territorios
del Caribe español. La presencia de metales preciosos en los territorios colonizados por
España también determinó las diferencias entre los modelos de asentamiento y
colonización de España y las demás naciones europeas que hicieron presencia en el
Nuevo Mundo; diferencias que, como lo mostró el presente artículo, son evidentes en el
desarrollo del sistema de plantación.

Si bien, este artículo no indagó sobre posibles aspectos relacionados con la


dotación natural de factores del Caribe colombiano, que podrían erigirse como
impedimentos para el desarrollo de plantaciones en esta región, el análisis presentado en
torno a la cronología de la plantación en el Caribe, permite concluir que, más allá de
posibles restricciones de tipo ambiental y climáticas, la política imperial española,
especialmente su preferencia por los metales preciosos y el sistema de intercambios que
reguló el comercio con sus colonias, jugó un papel fundamental en la ausencia de
plantaciones en el Caribe colombiano. La política imperial española, asimismo,
determinó, en gran medida, el momento en que sus colonias en el Caribe insular
hicieron la transición hacia este sistema productivo.

La ausencia de plantación en el Caribe colombiano no debe, sin embargo, invitar


a pensar que esta región no debe ser considerada parte del Caribe. Por el contrario, el
presenta artículo, al mostrar que la forma de explotación agrícola que caracterizó a esta
región, difiere enormemente de la que se expandió por las islas caribeñas, pretende
promover la búsqueda de nuevas interpretaciones regionales que contribuyan a mejorar
el entendimiento del Caribe a través de las diferentes formas de interacción que, durante
la colonia, existieron entre los diferentes territorios, tanto españoles como no españoles,
que constituyen el espacio geográfico y económico del Caribe.

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