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Introducción
Copiada del norte africano y de las islas de Cabo Verde y Maderas, las plantaciones
produjeron en el Caribe, según Benítez Rojo, “no menos de diez millones de esclavos
africanos y centenares de miles de coolies provenientes de la India, de la China, de
Malasia... ayudaron a producir capitalismo mercantil e industrial... subdesarrollo
asiático... población caribeña... guerras imperialistas, bloques comerciales, rebeliones,
represiones, sugar islands, palenques de cimarrones, banana republics, intervenciones,
bases aeronavales, dictaduras, ocupaciones militares, revoluciones de toda suerte e
incluso un ‘estado libre asociado’, junto a un estado socialista no libre”4. En este
sentido, la plantación es un fenómeno que habiéndose originado durante la Colonia se
repite durante el período poscolonial y subsiste más allá de la liberación de la mano de
obra esclavizada.
*
Los autores agradecen los aportes brindados, en conversaciones o por vía electrónica, por Aline Helg
(Suiza), Carlos Figueroa (Cuba), Fabio Zambrano (Colombia), Gerardo González (Puerto Rico),
Humberto García (Puerto Rico), Jean Stubbs (Inglaterra), María Teresa Ripoll (Colombia), Olga
Portuondo (Cuba), Pedro Sanmiguel (Puerto Rico) y Roberto Cassa (República Dominicana).
1
Según Gerhard Sandner, “el problema de la delimitación y la definición del Caribe aparece como rito
inicial en todos los estudios que se dedican a esta región”, en Antillas, Indias Occidentales, Caribe:
Terminología, delimitaciones, definiciones. Traducción al español de un texto del autor publicado en
Hamburgo en 1980. La traducción fue realizada por el mismo autor.
2
Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite (Barcelona: Casiopea, 1998), pp. 55 y 57. Benítez Rojo
define al Caribe como una región “caracterizada por su importancia comercial y militar, por el pluralismo
lingüístico y etnológico, y por el carácter repetitivo de la plantación”.
3
Eric Wolf y Sydney Mintz, ‘Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas’, en Enrique
Florescano (coordinador), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina (México, España y
Argentina: Siglo Veintiuno Editores, 1975), pp. 493-531.
4
Benítez Rojo, op. cit., p. 24.
Ibid., pp. 56-57.
1
La plantación –según el autor cubano – es la Gran Máquina que se repite sin
cesar de manera sincrónica y como máquina de producción interviene y define la
constitución de las sociedades derivadas de ella; las coincidencias entre los distintos
territorios de la región están relacionadas, casi siempre, con la existencia de la
plantación. Al marcar como sistema de producción el carácter de las sociedades del
Caribe, la plantación es no solo uno de los principales instrumentos para estudiar la
región “sino el de mayor importancia”6. Su estudio, por lo tanto, permitiría conocer la
estructura social y cultural del Caribe.
Si bien para Benítez Rojo el fenómeno de la plantación marca al Caribe más allá
del período colonial, resulta necesario preguntarse qué pasa, de acuerdo a sus
planteamientos, con la pertenencia al Caribe de aquellos territorios continentales, como
el hoy Caribe colombiano, que no tuvieron plantaciones y que se reclaman parte de él.
De acuerdo a la visión de Benítez la pertenencia al Caribe de países como México,
Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia, que tienen
costas sobre el mar Caribe, que hacen parte de la comunidad de países del Gran Caribe,
pero que no tuvieron plantaciones durante un período tan definitivo y determinante
como el colonial, sería cuestionada7. Preguntarse, además, como lo hace este artículo,
por qué no hubo plantación en el Caribe neogranadino, adquiere singular importancia en
la medida en que durante las últimas décadas ha existido en la costa norte de Colombia
un amplio proceso intelectual e institucional por reafirmar la pertenencia de esta región
al mundo del Caribe.
Uno de los primeros intentos por dar respuesta a este interrogante fue realizado por
Adolfo Meisel quien en su artículo ¿Situado o contrabando?: La base económica de
Cartagena de Indias y el Caribe neogranadino a fines del Siglo de las Luces dedica una
sección a resolver este dilema8. En su explicación, pionera en el sentido en que
incorpora, para el estudio del Caribe colombiano, la confrontación entre dotación
natural de factores e instituciones como elementos determinantes del desarrollo9, Meisel
favorece la primera visión (la dotación natural de factores del Caribe colombiano,
“incluyendo la calidad de sus suelos y las condiciones climáticas, es relativamente baja
en comparación con las áreas que sí tuvieron plantaciones”10), dejando de lado el hecho
de que el sistema de plantación se desarrolló primero en las islas del Caribe inglés y
francés y, sólo de manera tardía, en las islas del Caribe español, especialmente en Cuba.
Tampoco incorpora aspectos como la preferencia española por los metales preciosos,
que, en el caso de la Nueva Granada, implicaba privilegiar la importación de esclavos
6
Ibid., p. 57.
7
En el listado de países no se incluye la costa venezolana, pues el desarrollo de la agricultura de cacao en
el siglo XVIII en esta región puede considerarse como un sistema de plantación.
8
Adolfo Meisel Roca, ‘¿Situado o contrabando?: La base económica de Cartagena de Indias y el Caribe
neogranadino a fines del Siglo de las Luces’, en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca (eds.),
Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Cartagena: Banco de la República, 2005), pp. 61-124.
9
Diversos autores han utilizado el enfoque de dotación natural de factores vs. instituciones para explicar
el desarrollo de regiones determinadas. La comparación entre las diferentes sendas de desarrollo tomadas
por Latinoamérica y Estados Unidos ha sido una de las áreas de estudio que más exitosamente ha
explotado este enfoque. Ver Stanley Engermann y Kenneth Sokoloff, ‘Factor Endowments, Inequality,
and Paths of Development among New World Economies’, National Bureau of Economic Research,
Working Paper 9259, Cambridge, MA, Octubre de 2002, y Douglas North, William Summerhill y Barry
Weingast, ‘Order, Disorder and Economic Change: Latin America vs. North America’, en Bruce Bueno
de Mesquita y Hilton Root (eds.), Governing for Prosperity (Yale University Press, 2002).
10
Meisel, op. cit., p. 113.
2
para el trabajo en las minas del occidente y sur-occidente del virreinato, ni el carácter
secundario del Virreinato de la Nueva Granada, que implicaba que su desarrollo no
fuera una prioridad para el imperio español, sobre todo si se compara con la importancia
que suponía para la Corona española el desarrollo de Nueva España y Perú. El presente
artículo intenta incorporar éstos y otros factores explicativos para demostrar que
factores de corte institucional también fueron importantes al momento de definir la no
existencia de plantaciones en el Caribe colombiano.
Para ello, inicia con una definición de lo que entenderemos por ‘plantación’ o
‘sistema de plantación’; a continuación describe la cronología de la plantación en el
Caribe y describe el tipo de unidad productiva que caracterizó las áreas rurales del
Caribe colombiano en el siglo XVIII; finalmente presenta las principales razones para el
desarrollo tardío de la plantación en los territorios del Caribe español donde
efectivamente se desarrolló, así como aquellas que explican por qué no hubo plantación
en el Caribe colombiano. Debe mencionarse que este trabajo estudia primordialmente
las plantaciones de azúcar, por ser las que mayor importancia alcanzaron en la economía
caribeña entre los siglos XVI y XIX, así como las que mejor se ajustan a la definición
que se presenta más adelante. Sin embargo, es necesario reconocer que otros cultivos,
como el tabaco, el cacao y el café, también constituyeron en diversos momentos,
productos agrícolas de vital importancia para el desarrollo del Caribe y su cultivo se dio
en condiciones similares a las del azúcar, aunque casi siempre en menor escala.
1. Definición de plantación
De acuerdo con Mintz y Wolf, citados ampliamente por todos aquellos que se
ocupan del estudio del desarrollo de la agricultura en el Caribe colonial, el término
plantación se refiere a una “propiedad agrícola operada por propietarios dirigentes (por
lo general organizados en sociedad mercantil) y una fuerza de trabajo que les está
supeditada, organizada para aprovisionar un mercado de gran escala por medio de un
capital abundante y donde los factores de producción se emplean principalmente para
fomentar la acumulación de capital sin ninguna relación con las necesidades de status de
los dueños”12. En el contexto del Caribe colonial, y teniendo en cuenta los tres
elementos que aparecen en la definición de Mintz y Wolf (fuerza de trabajo supeditada,
capital abundante para aprovisionar un mercado de gran escala y utilización de los
factores de producción para la acumulación de capital), la plantación puede entenderse
11
Wolf y Mintz, op. cit.
12
Ibid., p. 493.
3
como la entiende Benítez Rojo, es decir como un “tipo de agricultura monoproductora,
exportadora y dependiente de la trata de esclavos”13.
Las dos definiciones presentadas guardan una estrecha relación con el concepto
de sugar revolution, cuyos principales efectos han sido descritos por Stuart Schwartz
como “una rápida transformación de las regiones, frecuentemente pasando de una
población blanca o indígena a una población negra, de pequeñas granjas a grandes
plantaciones, de asentamientos dispersos a asentamientos intensivos y de pequeños
granjeros y trabajadores libres a mano de obra esclava”14. De manera más precisa, B. W.
Higman define la sugar revolution como una transición gradual (i) de un tipo de
agricultura diversificada al monocultivo del azúcar, (ii) de producción en pequeñas
granjas a grandes plantaciones, (iii) de mano de obra libre a mano de obra esclava, (iv)
de asentamientos dispersos a densamente poblados, (v) de población blanca a
mayoritariamente negra y (vi) de baja a alta producción per cápita. Los principales
efectos de la sugar revolution, de acuerdo con Higman, son: (i) un gran incremento de
la trata de esclavos, (ii) el surgimiento de nuevas variedades de comercio triangular
(Europa-América-África), (iii) un cambio en los patrones de nutrición y consumo
europeos, (iv) un incremento del interés de Europa por las colonias tropicales y (v) un
impulso para el surgimiento de la revolución industrial15.
13
Antonio Benítez Rojo, op. cit., p. 79.
14
Stuart Schwartz, ‘Introduction’, en Stuart Schwartz (ed.), Tropical Babylons. Sugar and the Making of
the Atlantic World, 1450-1680 (Chapel Hill y Londres: The University of North Carolina Press, 2004), p.
7.
15
B. W. Higman, ‘The Sugar Revolution’, Economic History Review 53:2 (2000), p. 213.
16
Benítez Rojo define ‘plantación’ como cualquier establecimiento agrícola y ‘Plantación’ como el
sistema de producción (y las relaciones sociales que surgen en torno a éste) basado en un monocultivo,
destinado a la exportación y dependiente mayoritariamente de la mano de obra esclava. Ver Benítez Rojo,
op. cit., pp. 49-106.
17
Por encomienda se entiende la entrega de indígenas a un individuo, el cual adquiría, por un lado el
derecho a obtener tributos y, hasta la promulgación de las Nuevas Leyes en 1542, servicios laborales de
sus indios encomendados y, por otro lado, el deber de cristianizarlos y protegerlos. Por repartimiento se
entiende la entrega de un grupo de indios a un individuo por un tiempo determinado, con el fin de que los
indígenas realicen labores específicas. La temporalidad y la propiedad de la mano de obra son las
diferencias fundamentales entre los dos sistemas. Mientras que la encomienda suponía una entrega
perpetua de los indígenas al encomendero (por lo tanto el encomendero era dueño de los indígenas), el
carácter temporal del repartimiento implicaba que los indígenas no eran propiedad de ningún individuo y
que la Corona directamente tenía el control de la mano de obra. Para una extensa discusión de la
4
En el siguiente cuadro se presentan las principales diferencias entre ‘hacienda’ y
‘plantación’, de acuerdo con requerimientos de capital, mercado, tierra, mano de obra y
tecnología, que caracterizan a uno y otro sistema de explotación agrícola18:
encomienda, el repartimiento y otros sistemas de trabajo forzado en el continente americano, ver Charles
Gibson, Spain in America (Nueva York: Harper Torchbooks, 1966), Robert Keith, ‘Encomienda,
Hacienda and Corregimiento’, Hispanic American Historical Review, vol. 51 (1971), pp. 431-46, James
Lockhart, ‘Encomienda and Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies’, Hispanic
American Historical Review, vol. 49 (1969), pp. 411-29 y Magnus Mörner, ‘The Spanish American
Hacienda: A Survey of Recent Research and Debate’, Hispanic American Historical Review, vol. 53
(1973), pp. 183-216.
18
La información presentada en el cuadro resume los planteamientos de Mintz y Wolf. Ver Wolf y Mintz,
op. cit., pp. 501-22.
5
hacienda sea “más autónoma y muy grandes” y su adaptabilidad
(esté) menos sujeta al juego de a cambios en los mercados
las fuerzas exteriores” que la internacionales muy restringida
plantación (pp. 502-503). (pp. 514-515)
Tierra La tierra se usa no sólo para “La plantación necesita tierra
producir los bienes que la suficiente para poder producir
hacienda va a ofrecer en el grandes cantidades del producto
mercado, sino también para de rendimiento”, pero, como
ofrecer un incentivo no salarial a cualquier otro artículo de
sus trabajadores y evitar que comercio, la tierra “se adquiere,
trabajadores y potenciales se usa o se deja por razones
competidores produzcan, en puramente económicas”; la tierra
terrenos no utilizados, bienes sólo es útil en la medida en que
que compitan directamente con sea altamente productiva (p.
los producidos por la hacienda 515)
(pp. 503-04)
Mano de obra La hacienda requiere abundante La plantación, tal como la
mano de obra, pero, dada la hacienda, requiere abundante
escasez de capital, no puede mano de obra, pero, a diferencia
importarla, razón por la cual la de la hacienda, la escasez de
mayoría de las haciendas se mano de obra en la zona donde
ubican en zonas densamente se establecerá la plantación no
pobladas; la hacienda trata de impide su desarrollo, pues, si no
forzar a los trabajadores a está fácilmente disponible, la
depender de ella mediante el mano de obra se importa; el
control de las tierras vecinas, la obrero, siervo o esclavo de la
entrega de lotes de subsistencia, plantación “no puede como el
el adelanto de salarios (peonaje peón de la hacienda recurrir a su
por deuda), la venta interna de lote de subsistencia y otras
mercancías (tienda de raya), las adehalas no monetarias cuando
relaciones de padrinazgo y el hay una crisis en el mercado”
uso de la fuerza (pp. 504-06) (pp. 517 y 520)
Tecnología La tecnología de la hacienda es “La plantación requiere una
intensiva en mano de obra; la inversión substancial en
escasez de capital le impide maquinaria, equipos y medios de
basar su tecnología en transporte y conocimientos
maquinarias y equipos, por lo técnicos”, para lo cual, en
cual “debe conformarse con la términos generales, dispone de
tecnología culturalmente grandes sumas (p. 521)
estandarizada de la región que
domina” (p. 509)
6
azúcar de forma artesanal con un número limitado de esclavos”19. Esta última definición
coincide a grandes rasgos con el sistema tipo ‘hacienda’ descrito por Mintz y Wolf.
19
Alejandro de la Fuente, ‘Sugar Economy in Early Colonial Cuba’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., pp.
115 y 116.
20
Eric Williams, From Columbus to Castro. The History of the Caribbean (Nueva York: Vintage Books,
1984), p. 25.
21
William Philips Jr., ‘Sugar in Iberia’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., p. 32.
22
Ibid., pp. 34-38. Ver también Sydney Mintz, Dulzura y poder. El lugar del azúcar en la historia
moderna (México: Siglo Veintiuno Editores, 1996), p. 59. Debe aclararse que, si bien los grandes
productores de azúcar en el Nuevo Mundo a lo largo de los siglos XVII y XVIII fueron Brasil y las
colonias inglesas y francesas en el Caribe, el azúcar producida en territorios dominados por los españoles
(especialmente en Cuba y La Española en los siglos XVI y XVII), contribuyó también, pese a sus
limitadas cantidades, a la decadencia y desaparición de los cultivos de azúcar en la Península Ibérica.
7
Esquema 1 – Cronología del azúcar
Mediterráneo (Chipre,
Creta y Sicilia)
Finales de la edad media Pre-‘sugar revolution’
Península Ibérica
Post-‘sugar revolution’
(Valencia y Granada)
Siglo XV
La siguiente escala en la ruta del azúcar hacia el Caribe fueron las Islas
Atlánticas, donde, desde mediados del siglo XV, portugueses y españoles realizaron
experimentos exitosos con el cultivo de caña de azúcar23. La actividad azucarera
portuguesa se concentró en las Islas Madeira y en São Tomé, mientras que los españoles
cultivaron el azúcar en las Islas Canarias. El auge azucarero en estas islas, sin embargo,
no fue duradero, pues la introducción del azúcar a América, desde finales del siglo XV,
produjo una caída acelerada en su producción, a tal punto que a mediados del siglo XVI
las Islas Atlánticas dejaron de ser importantes productores de azúcar24. La producción
de azúcar en las Islas Madeira y Canarias representó el último paso del azúcar del Viejo
al Nuevo Continente, a donde llegó casi simultáneamente al Caribe, por vía de las Islas
Canarias, y a Brasil, procedente de las Islas Madeira.
A finales de 1493, cuando Colón llegó por segunda vez a América, la caña de
azúcar fue sembrada en La Española, haciendo así su llegada al Caribe. Sin embargo,
durante los primeros 20 años de asentamiento en esta isla, el cultivo de caña de azúcar
no se desarrolló, pues los primeros colonizadores prefirieron la extracción de oro como
principal actividad económica. La preferencia por el oro, junto con el descenso
acelerado de la población indígena, impidió el temprano desarrollo de una industria
azucarera incipiente, pues hacia 1514 no era común que “una persona removiera un
23
Mintz, op. cit., p. 55.
24
Para una detallada narración de la economía azucarera de las Islas Madeira y Canarias ver Alberto
Vieira, ‘Sugar Islands. The Sugar Economy of Madeira and the Canaries, 1450-1650’, en Stuart Schwartz,
op. cit, pp. 42-84.
8
indígena de las minas para dedicarlo a la siembra de cultivos”25. Ante la escasez de oro,
evidente desde mediados de la década de 1510, gran parte de los habitantes de La
Española optaron por emigrar, en busca de metales preciosos que garantizaran su
enriquecimiento personal, hacia los nuevos territorios conquistados, especialmente
Nueva España, amenazando, así, la viabilidad de la colonia establecida en La Española.
“Con el fin de detener esta migración, la Corona se vio obligada a apoyar por primera
vez, aunque de manera tímida, los esfuerzos de los encomenderos para cambiar de una
economía basada en la minería a la nueva actividad económica del azúcar”26. Así, desde
mediados de la década de 1520 la Corona estimuló la producción de azúcar mediante la
aprobación de préstamos a quienes decidieran quedarse en la isla y hacer la transición
hacia el azúcar. Asimismo, se ofrecieron exenciones tributarias que favorecían el
establecimiento de nuevos cultivos e ingenios y se permitió fabricar localmente,
rompiendo con las buenas prácticas mercantilistas, los utensilios de cobre necesarios
para la transformación del extracto de caña en azúcar. El efecto inmediato de esta
política fue un boom en la producción azucarera de La Española, donde el número de
ingenios en funcionamiento pasó de 9 a mediados de la década de 1520 a más de
cuarenta hacia finales de la década de 154027.
25
Mervyn Ratekin. ‘The Early Sugar Industry in Española’, Hispanic American Historical Review 34:1
(1954), p. 5. De acuerdo con Ratekin, entre 1493 y 1514 la población indígena de La Española descendió
de cerca de medio millón de habitantes a tan sólo 32.000.
26
Genaro Rodriguez Morel, ‘The Economy of Española in the Sixteenth Century’, en Stuart Schwartz,
op. cit., p. 90.
27
Ibid., pp. 90-92; Ratekin, op. cit., p. 11.
28
Rodríguez Morel, op. cit., pp. 107-109.
29
De la Fuente, op. cit., p. 116.
9
periodo azucarero de Cuba30, durante el cual La Habana y la región oriental de la isla se
destacaron como los principales centros de producción. Al surgimiento de este primer
periodo azucarero también contribuyeron factores externos como la concesión del
monopolio del comercio de esclavos a los portugueses, cuya corona estuvo unida a la
corona española entre 1580 y 1640, el incremento en los precios del azúcar en España
(de 265 maravedíes en 1511 a 2.384 maravedíes en 1599) y la caída en la producción de
azúcar en Santo Domingo y Puerto Rico (las demás islas del Caribe aún no se
encontraban colonizadas)31.
Este primer periodo de auge, sin embargo, no fue muy duradero, pues a partir de
mediados del siglo XVII, la producción de azúcar en Cuba entró en un periodo de
decadencia que se mantuvo hasta finales del siglo XVIII. Esta decadencia se relaciona
directamente con el incremento en la producción de azúcar en las colonias inglesas en el
Caribe, que desde mediados del siglo XVII iniciaron su transición hacia el sistema de
plantación azucarera, lo cual cerró el mercado de contrabando en azúcar de Cuba hacia
el Caribe inglés. A la decadencia también contribuyeron el colapso del sistema de flotas,
que regulaba el comercio de España con sus colonias (el número de barcos que partieron
de La Habana con rumbo a Sevilla en la década de 1690 equivale al 52% del número de
barcos que hicieron el mismo recorrido en la década de 1650 y a, tan solo, el 8% de los
que hicieron el recorrido en la primera década del siglo XVII), la gran dificultad para
acceder a esclavos africanos, pues a partir de 1640, cuando España y Portugal se
separaron, los principales proveedores de esclavos, los comerciantes portugueses,
ingleses y holandeses, se contaban entre los enemigos de España, y la presión fiscal que,
a través de impuestos a la exportación de azúcar instaurados en la segunda mitad del
siglo XVII, limitó enormemente la competitividad internacional del azúcar cubana32.
A principios del siglo XVI los portugueses introdujeron el azúcar a Brasil, donde
rápidamente fueron testigos de las bondades de su suelo para el desarrollo de este
cultivo. Sin embargo, pese a la inmediata importancia que adquirió Brasil como
productor de azúcar, durante el siglo XVI y las primeras cuatro décadas del siglo XVII
la industria azucarera brasilera no incluyó varios de los elementos ni generó algunos de
los efectos que, de acuerdo con Higman, caracterizan una sugar revolution. Las
dificultades para acceder a grandes cantidades de mano de obra esclava y el aún
limitado consumo de azúcar en los mercados europeos pueden ser los causantes de que
30
Ibid. p. 119.
31
Ibid. p. 121.
32
Ibid. pp. 124-25.
10
en el Brasil de los siglos XVI y XVII la producción de azúcar no hubiese repercutido en
una sugar revolution33.
33
Para una narración detallada de la economía azucarera de Brasil en los siglos XVI y XVII ver Stuart
Schwartz, ‘A Commonwealth within Itself. The Early Brazilian Sugar Industry, 1550-1670’, en Stuart
Schwartz (ed.), op. cit., pp. 158-200 y Stuart Schwartz, Sugar Plantations in the Formation of Brazilian
Society: Bahia, 1550-1835 (Nueva York: Cambridge University Press, 1985).
34
Richard Dunn, Sugar and Slaves. The Rise of the Planter Class in the English West Indies, 1624-1713
(Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2000), p. 62. En relación con el mercado debe
mencionarse que desde mediados del siglo XVII el azúcar inició su transición de bien de lujo a bien de
consumo masivo. Este punto es importante, pues los productores de azúcar de La Española y Cuba en los
siglos XVI y XVII no alcanzaron a experimentar este primer boom en la demanda de azúcar, lo cual
repercutió directamente en la rápida caída de la producción azucarera en el Caribe español.
11
grandes depósitos de metales preciosos que los españoles empezaron a explotar en el
continente americano desde la primera mitad del siglo XVI.
Uno a uno es posible identificar en Barbados los elementos que, de acuerdo con
Higman, caracterizan una sugar revolution. La transición hacia el monocultivo del
azúcar y el paso de producción en pequeñas granjas a producciones en grandes
plantaciones se evidencia en el hecho de que en el Barbados de mediados del siglo XVII
“nadie estaba dispuesto a desperdiciar tierra valiosa para la producción de caña
sembrando cultivos de aprovisionamiento para alimentar a la creciente población de la
isla”, lo cual generó una alta dependencia de Inglaterra, Irlanda y Norteamérica para la
obtención de alimentos35. Los cambios demográficos (de mano de obra libre a mano de
obra esclava y de población blanca a mayoritariamente negra) son claramente
evidenciables en las cifras de población de Barbados que, en el medio siglo transcurrido
entre 1640 y 1690, pasó de ser habitada por 14 mil personas, de las cuales el 96%
(13.500) eran blancos a ser habitada por 65.700 personas, de las cuales el 73% (47.800)
eran esclavos africanos36. En cuanto a cifras de producción, Barbados, que en 1640 no
producía azúcar, produjo 8 mil toneladas en 1680, cifra impresionante si se tiene en
cuenta el tamaño de esta isla37.
35
Ibid., p. 67.
36
John. J. McCusker y Russell R. Menard, ‘The Sugar Industry in the Seventeenth Century. A New
Perspective on the Barbadian “Sugar Revolution”’, en Stuart Schwartz (ed.), op. cit., p. 293. Cifras
presentadas por B. W. Higman muestran la misma tendencia: de una población de 46 mil habitantes, en la
que 40 mil eran blancos (1645), Barbados pasó a tener una población de 66 mil habitantes, de los cuales
46 mil eran esclavos africanos (1685). B.W. Higman, ‘The Making of the Sugar Revolution’, en Alvin o.
Thompson (ed.), In the Shadow of the Plantation. Caribbean History and Legacy (Kingston: Ian Randle
Publishers, 2002), pp. 45-47.
37
Franklin Knight, The Caribbean. The Genesis of a Fragmented Nationalism (Nueva York: Oxford
University Press, 1990), p. 112.
38
Dunn, op. cit., p. 59.
12
Hacia mediados de la década de 1630 los habitantes de las Islas de Sotavento, tal
como los habitantes de Barbados, se dedicaban principalmente al cultivo de tabaco. La
mala calidad del tabaco producido, sin embargo, los llevó, en 1643, a iniciar la
transición hacia el azúcar, con la cual esperaban, siguiendo el ejemplo de Barbados,
generar la riqueza que el tabaco no había logrado generar. A diferencia de Barbados, las
Leeward no contaron con el apoyo holandés para el desarrollo de su industria azucarera;
con lo que sí contaron fue con una serie de inconvenientes que impidieron su rápido
desarrollo. Durante la segunda mitad del siglo XVII la falta de capital, las dificultades
para acceder a créditos, la preferencia por Barbados de los inversionistas ingleses y los
comerciantes de esclavos europeos y los constantes enfrentamientos entre ingleses y
franceses determinaron el lento desarrollo de la economía azucarera de St. Kitts, Nevis,
Antigua y Montserrat39.
El cambio hacia la sugar revolution sólo empezó a ser visible a partir de 1678
cuando las Leeward empezaron a seguir el camino de Barbados. Hacia finales de la
primera década del siglo XVIII, y con mayor fuerza tras la firma de la Paz de Utrecht
(1713), los efectos de una sugar revolution en las Islas de Sotavento ya eran
absolutamente evidentes: la población blanca disminuyó en más de 2.000 habitantes
entre 1678 y 1708, mientras que la población de esclavos negros se triplicó43.
Asimismo, una vez garantizada la paz en las islas, el gobierno y los comerciantes
ingleses apoyaron sin reparos el desarrollo de la industria azucarera de las Leeward, que
hacia mediados del siglo XVIII superó en exportaciones a Barbados. Así, “hacia 1750
St. Christopher (St. Kitts) embarcó (con destino a Inglaterra) más azúcar que Barbados,
y Antigua envió una cantidad similar; las cuatro islas en conjunto exportaron tres veces
el total exportado por Barbados”44. El acontecimiento de la sugar revolution en las Islas
de Sotavento era innegable.
13
confrontación interna entre dos grupos de poder que dominaron la colonia desde su
captura por parte de los ingleses en 1655: los plantadores y los bucaneros.
Sin bien es cierto que Guadalupe y Martinica fueron las primeras islas del Caribe
francés que experimentaron la sugar revolution, Saint-Domingue, la porción francesa de
La Española, fue el territorio donde ésta alcanzó su mayor esplendor. Desde 1697,
cuando España cedió oficialmente a los franceses la parte occidental de La Española,
estos últimos dedicaron sus esfuerzos a implantar un sistema de plantación en este
territorio, lo cual llevó a que, hacia finales del siglo XVIII, justo antes de la revolución
de Haití, Saint-Domingue fuera, gracias a su producción de azúcar, la colonia más
próspera del Caribe. A lo largo del siglo XVIII, de acuerdo con Franklin Knight la
producción de azúcar de Saint-Domingue pasó de 10.500 toneladas en 1720 a 78.696
toneladas en 1791; el número de esclavos, por su parte, creció continuamente de 7.000
45
Ibid., p. 150.
46
Ibid., p. 177.
47
Ibid., p. 165.
48
Para el dato de Martinica ver Parry y Sherlock, op. cit., p70; para la información de Guadalupe ver
Knight, The Caribbean, p. 365.
14
en 1687 a 117.411 en 1739 hasta un máximo de 480.000 en 179149. Así, dos años antes
de la revolución que culminó con la independencia de Haití, Saint-Domingue, con
exportaciones de azúcar superiores a 141 millones de libras50, era claramente la colonia
caribeña más productiva y uno de los mejores ejemplos de los volúmenes de producción
que podía alcanzar una colonia tras el paso de la sugar revolution.
2.2.4. El tardío salto hacia el Caribe español: Cuba desde finales del siglo
XVIII
De acuerdo con Juan Carlos Caravaglia y Juan Marchena son siete los factores
que explican el despegue azucarero cubano de finales del siglo XVIII: (i) la
liberalización de la trata de esclavos y sus consecuencias directas en términos de la
caída en sus precios y el incremento en su importación; (ii) la ausencia de plantas de
refinado en España, que obligaban a que el azúcar se refinara en Cuba, lo cual, a su vez,
implicaba que el beneficio derivado de la exportación de azúcar se quedara en Cuba;
(iii) la proximidad del recientemente abierto mercado norteamericano; (iv) los situados
provenientes de México; (v) la autosuficiencia de Cuba “en cuanto a alimentos (hubo
bastante ganadería y agricultura de subsistencia) y maderas para los ingenios, trapiches
y calderas” se refiere; (vi) los incentivos tributarios y la promulgación de “decretos
sobre libertad de exportaciones azucareras”; y (vii) los efectos positivos (para Cuba)
generados por la revolución de Saint-Domingue, que llevó a Cuba a “buena parte de los
planteurs franceses” junto “con sus esclavos, sus técnicas, sus mercados y sus
capitales”52. A estos factores habría que agregar la toma de La Habana por parte de los
ingleses (1762-63), que, además de reactivar el comercio de la isla, al ponerla en
contacto directo con Inglaterra y sus colonias, abrió las puertas a nuevas inversiones
destinadas a producir grandes cantidades de azúcar en la isla.
49
Todos los datos, excepto el de 1687 son de Knight, The Caribbean, p. 365; el dato de esclavos en 1687
es de Parry y Sherlock, op. cit, p. 70.
50
Knight, The Caribbean, p. 370.
51
Franklin Knight, ‘Origins of Wealth and the Sugar Revolution in Cuba, 1750-1850’, Hispanic
American Historical Review 57:2 (1977), p. 232.
52
Juan Carlos Caravaglia y Juan Marchena, América Latina de los orígenes a la independencia. II. La
sociedad colonial ibérica en el siglo XVIII (Barcelona: Editorial Crítica, 2005), pp. 170-171.
15
favorables al desarrollo de la economía azucarera53 determinaron el surgimiento, tardío
en comparación con las colonias inglesas y francesas, de la sugar revolution en Cuba.
Mapa 1 – Expansión del azúcar en Cuba desde finales del siglo XVIII
Tomado de Reinaldo Funes Monzote, ‘El salto azucarero habanero a finales del siglo XVIII en Cuba,
¿inicio de una revolución ecológica?’, en José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y
la Revolución (Madrid: Siglo XXI de España Editores S.A., 2005)
Hacia principios del siglo XIX ya eran evidentes en Cuba los efectos de la sugar
revolution. Su producción de azúcar cercana a las 2.000 toneladas anuales en la década
de 1740, se ubicaba en 37.000 toneladas a principios del siglo XIX54; su población se
multiplicó por más de 8 al pasar de 171.620 habitantes en 1774 a 1.396.530 en 1861; la
participación de los blancos en la población se redujo de 59.3% en 1792 a 20.9% en
182755; la población esclava, por su parte, se incrementó de cerca de 4.000 esclavos en
1762 a alrededor de 200.000 en 181056; y las importaciones de esclavos africanos
crecieron a lo largo del siglo XIX pasando de 79.900 en la segunda década del siglo a
123.300 en la década de 185057.
53
De acuerdo con Manuel Moreno Fraginals, Cuba reunía las condiciones para el desarrollo de la
plantación: “a. Tierras fértiles, de fácil explotación, situadas cerca a la costa, con fácil acceso a los
puertos de embarque; b. Bosques que proporcionaban maderas de gran calidad para la construcción de
trapiches, carretas e implementos, y para levantar el conjunto de edificios requeridos, aparte de
suministrar combustible -leña- durante toda la zafra; c. ganado abundante para alimentar esclavos y tirar
del trapiche y las carretas”. Ver Moreno Fraginals, El Ingenio, complejo económico y social cubano del
azúcar (Barcelona: Editorial Crítica, 2001), p. 41.
54
Caravaglia y Marchena, op. cit., p. 170.
55
Knight, Origins, p. 233.
56
Caravaglia y Marchena, op. cit., pp. 234 y 236.
57
Philip Curtin, The Atlantic Slave Trade. A Census (Madison: The University of Wisconsin Press, 1969).
16
desarrollo de la ganadería y en menor escala al cultivo de la caña, el cacao y al maíz”58.
Si bien, tanto en el Caribe colombiano como en el resto del virreinato de la Nueva
Granada, las grandes empresas coloniales incluyeron el cultivo de azúcar entre sus
actividades productivas, estas unidades de producción tuvieron ciertas características
que las diferencian de las plantaciones que existieron en las islas del Caribe, entre las
cuales vale la pena destacar su renuencia a embarcarse “en operaciones de competencia
a nivel internacional”, su tendencia a la diversificación de la producción y su uso
extensivo de mano de obra libre59.
4. Explicaciones
58
Hermes Tovar Pinzón, Hacienda colonial y formación social (Barcelona: Sendai Ediciones, 1988), p.
28.
59
Ibid., pp. 91, 93 y 72-87.
60
Ibid., pp. 111.
61
Ibid., pp. 115.
62
Wolf y Mintz, op. cit., pp. 503-504 y 515.
63
Ibid., pp. 264-272.
64
Ibid. pp. 52 y 270-272.
65
Ibid., p. 236.
17
Como ya ha quedado establecido, el sistema de plantación azucarera fue un
desarrollo tardío en el Caribe español y en algunas regiones, como el Caribe
colombiano, nunca se desarrolló este sistema de explotación agrícola. Una de las
primeras explicaciones de esta dinámica fue dada a finales del siglo XVI por Walter
Raleigh, quien manifestó que “donde hay depósitos de oro resulta, en efecto,
innecesario recordar que existen otros bienes para comerciar”66. La preferencia por la
extracción de oro sobre la producción de otros bienes, evidente en la declaración de
Raleigh, era característica de una época dominada por el metalismo, derivación del
mercantilismo en la que la riqueza de una nación o reino está determinada
exclusivamente por la cantidad de metal precioso que posea. Esta preferencia por la
explotación de metales preciosos fue evidente desde las primeras décadas de la
conquista española de América, cuando muchos españoles, ante el agotamiento del oro
(y la mano de obra) en las recientemente conquistadas islas del Caribe, abandonaron
Cuba y La Española en búsqueda de los depósitos de oro que las nuevas conquistas en
el continente (México y Perú) prometían. La empresa colonizadora española privilegió,
entonces, a regiones con abundancia de metales preciosos y mano de obra, mientras que
“las regiones escasamente pobladas que carecían de esos metales tendieron a convertirse
en zonas marginales que se dejaron a granjeros y criadores de ganado, a misioneros, o
otros estados europeos”67. Esta tendencia también fue evidente en Brasil durante la
última década del siglo XVII y las dos primeras décadas del siglo XVIII, cuando el
descubrimiento de yacimientos de oro en Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás generó un
flujo migratorio hacia estas zonas y el abandono de otras actividades productivas, entre
las cuales debe destacarse el cultivo de caña68.
“el tráfico entre las Indias y Sevilla se haría en convoyes compuestos por
transportes, barcos de guerra y embarcaciones ligeras de reconocimiento y aviso;
los embarques de oro y plata sólo se tomarían en fechas fijas del año y en un
reducido número de puertos del Caribe (Cartagena, Nombre de Dios, San Juan de
Ulúa y otros secundarios); se construirían fortalezas y se destacarían guarniciones
militares no sólo en estos puertos, sino también en aquéllos que pudieran defender
los pasos al Caribe (San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Santiago de Cuba y,
en primer término, La Habana); todos estos puertos servirían de base a
escuadrones de patrulla, cuya misión sería barrer de piratas, corsarios y
66
Citado en Williams, op. cit., p. 79.
67
Robert C. West, La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial (Bogotá: Imprenta
Nacional, 1972), p. 9.
68
Para información sobre el denominado ‘ciclo del oro’ en Brasil ver A.J.R. Russell-Wood, ‘El Brasil
colonial: el ciclo del oro, c. 1690-1750’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. Vol. 3
América Latina Colonial: Economía (Barcelona: Editorial Crítica, 1990), pp. 260-305.
18
contrabandistas las aguas y los cayos costeros, al tiempo que prestarían servicios
de salvamento a las naves de los convoyes que sufrieran percances”69.
El sistema de flotas funcionó con la perfección del modelo descrito por Benítez
Rojo mientras España fue más poderosa que las demás naciones europeas, es decir
durante la segunda mitad del siglo XVI y las primeras dos décadas del siglo XVII. A
partir de entonces fueron frecuentes los años en que no partieron flotas hacia el Nuevo
Mundo y la cantidad de barcos que componían cada flota disminuyó de manera
constante. Fue durante estos años de decadencia cuando, de acuerdo con Murdo
MacLeod, “la necesitada corona parece haber reservado espacio para la plata y excluido
otros productos cuando las flotas eran pequeñas e intermitentes. Así pues, cargamentos
como los de cochinilla, añil o azúcar”, que en tiempos de auge acompañaban a la plata,
“se restringieron de manera importante”70.
Desde la segunda década del siglo XVIII, con la llegada de los Borbones al trono
español, la corona española inició un proceso de lenta renovación que, en términos del
sistema de comercio, culminaría con la declaración del ‘comercio libre’ en 177872.
Desde su ascensión al trono en 1713, los Borbones se esforzaron por modificar el
decadente sistema de flotas y diversificar la composición de las exportaciones de sus
colonias americanas, incluyendo productos tropicales que pudieran generar ingresos a la
corona. Pese a estos esfuerzos los metales preciosos, en especial la plata, continuaron
69
Benítez Rojo, op. cit., p. 22.
70
Murdo MacLeod, ‘España y América: el comercio atlántico’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de
América Latina. Vol. 2 América Latina Colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII
(Barcelona: Editorial Crítica, 1998), pp. 45-84.
71
De acuerdo con Macleod el viaje de La Habana a Sevilla podía tardar 70 días, mientras que el recorrido
de Cartagena a Sevilla 115; de Veracruz a Sevilla tomaba 130 días; y de Perú a Sevilla varias semanas
más. Ver MacLeod, op. cit., p. 57.
72
Para obtener una visión general de las reformas borbónicas ver David Brading, ‘La España de los
Borbones y su imperio americano’, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. Vol. 2 América
Latina Colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII (Barcelona: Editorial Crítica, 1998),
pp. 85-126; y John Lynch, ‘The Institutional Framework of Colonial Spanish America’, en Journal of
Latin American Studies, Special Quincentenary Supplement 24 (1992), pp. 69-82.
19
constituyendo una amplia mayoría dentro de las exportaciones coloniales. Así, “en los
años 1717-1778 el metal precioso seguía representando el 77.6 por 100 del valor
estimado de los embarques del Nuevo Mundo registrados en Cádiz, siendo el resto de
los cargamentos tabaco, cacao, azúcar, índigo y cochinilla. Con la promulgación del
«comercio libre» se aceleró la dinámica de la actividad económica y las costas e islas
del Caribe produjeron una cosecha mayor aún de productos tropicales. Todavía en la
década de 1790 los embarques de metal precioso seguían formando el 60 por 100 del
valor de las exportaciones coloniales a la península”73.
Pese a que los porcentajes de Brading indican que la política comercial de los
Borbones no fue del todo exitosa en su búsqueda por diversificar las exportaciones de
las colonias españolas en América, este nuevo enfoque de política favoreció el
desarrollo de nuevas empresas exportadoras en varias de las colonias españolas en
América, entre las cuales debe destacarse la isla de Cuba donde, desde mediados del
siglo XVIII, y con mucha mayor fuerza a partir de la última década de dicho siglo, se
inició la transición hacia el sistema de plantación azucarera basado en mano de obra
esclava. A esta transición, tal como se presentó en la sección 2.2.4, contribuyeron no
sólo el nuevo enfoque de política comercial española, sino también otros factores como
la invasión inglesa de La Habana (1762-1763), la revolución de Haití (1791-1803) y la
presión ejercida por ‘los llorones cubanos’, un grupo de interés conformado por
miembros de la élite cubana, que durante la segunda mitad del siglo XVIII luchó
efectivamente por lograr que la corona apoyara, mediante incentivos tributarios y
promulgación de decretos favorables a sus intereses, la producción y exportación de
azúcar de Cuba74. Así, es posible afirmar que en el caso cubano las reformas borbónicas
coincidieron con otra serie de hechos que permitieron que esta isla surgiera finalmente
como uno de los principales productores de azúcar a nivel mundial, posición que
consolidó a lo largo del siglo XIX.
73
David Brading, op. cit., p. 108.
74
Sobre ‘los llorones cubanos’ ver Allan J. Kuethe, ‘Los Llorones Cubanos: the Socio-Military Basis of
Commercial Privilege in the American Trade Under Charles IV’, en Jacques A. Barbier y Allan J. Kuethe
(eds.), The North American Role in the Spanish Imperial Economy (Manchester: Manchester University
Press, 1984).
75
Brading, op. cit., p. 108.
76
Aline Helg, Liberty and Equality in Caribbean Colombia, 1770-1835 (Chapel Hill y Londres: The
University of North Carolina Press, 2004), pp. 53-4.
77
Dos de las más notables peticiones en este sentido son la de Antonio Narváez y la Torre, quien en 1778
propuso instaurar el modelo de Saint-Domingue en la provincia de Santa Marta, y la de José de
20
Es difícil establecer claramente las razones que explican esta desatención, pero
puede plantarse que factores de orden político, social y económico tienen algo de
responsabilidad. Desde el punto de vista político es posible afirmar, como lo hace Aline
Helg, que eventos como “la rebelión de los comuneros en los Andes neogranadinos y la
guerra con Gran Bretaña dirigieron la atención de las autoridades coloniales hacia
asuntos más urgentes que el crecimiento de la región Caribe”78. Unos años después, a
partir de finales de la primera década del siglo XIX, otro evento político y social, el
inicio de las guerras de independencia impidió que se desarrollara cualquier intento por
promover la implantación de un sistema de plantación en la región. La devastación
sufrida por el Caribe colombiano durante estas guerras se constituyó, a lo largo del siglo
XIX, en un impedimento para que los nuevos gobiernos republicanos, a menudo
enfrentados a enemigos internos que amenazaban su sostenibilidad, estuvieran en
condiciones de destinar esfuerzos y recursos al desarrollo de plantaciones en la región79.
Astigárraga, gobernador de Santa Marta, quien luego de la revolución de los esclavos de Saint-Domingue,
propuso que se promoviera la migración hacia Santa Marta de refugiados provenientes de Saint-
Domingue para promover el desarrollo agrícola de esta provincia neogranadina. Ver Helg, op. cit., pp. 54-
55.
78
Ibid., p. 55.
79
Para información sobre el desarrollo de las guerras de independencia en el Caribe colombiano ver Aline
Helg, op. cit.; Steiner Saether, Identidades e independencia en Santa Marta y Riohacha, 1750-1850
(Bogotá: ICANH, 2005); y Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe
colombiano (1717-1821) (Bogotá: Banco de la República / El Áncora Editores, 1998).
80
MacLeod, op. cit., p. 57.
81
Sobre la introducción de aguardientes catalanes y cubanos y sus efectos sobre el cultivo de caña de
azúcar y la producción de sus derivados ver Tovar Pinzón, op. cit., pp. 252-253.
21
Conclusiones
22
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