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I Reunión Nacional Por la

Unidad de los Marxistas-


Leninistas
DEL PERÚ
1. Palabras
necesarias
(Introducción).
2. La necesidad
histórica de
reagrupar a las
corrientes Marxistas-
Leninistas en el Perú
2.1 Breve balance de la
creación heroica de
José Carlos Mariátegui.
3. Diagnóstico y
situación política.
3.1 Escenario
Político.
4. Apuntes para una
aproximación a la
estrategia y táctica de
los comunistas
peruanos.
4.1. El poder popular y
su transversalidad en
la estrategia y táctica.
4.2. Poder popular y
socialismo: Norte
estratégico de los
comunistas peruanos.
4.3. Movimientos
sociales y contra
hegemonía: La táctica
para el periodo de los
comunistas peruanos.
ANEXOS:
5. Propuesta del
Programa mínimo y
Plataforma.
6. Propuesta de
principios básicos y
estatutos
transitorios.
7. La Universidad
Peruana: Diagnostico
y Propuesta.
Palabras necesarias
(Introducción)

Desde hace un tiempo hasta actualidad los que hoy inician la lectura de estas líneas han
afrontado situaciones que podrían describirse como situaciones “limite”; “limite” en
tanto se habla del plano mental y físico y en referencia al agotamiento absoluto en
ambas áreas. Y es que en resumidas cuentas, las situaciones “limite” son las que
caracterizan a las organizaciones comunistas o al menos, como es el caso de la que se
hablara en el presente documento, de las que aspiran a convertirse en una. Ese
entonces es el sentido del presente documento, describir el momento o contexto –
desde el concepto de historicidad marxista tan rescatado por Gramsci- no solo de un
proyecto o aspiración –como se acaba de mencionar hace algunas líneas- sino del
contexto social y político en que surge y, por supuesto, el que pretende subvertir; es así
que los lectores encontraran en el presente documento los sinceros intentos de
aproximación a una compleja y cambiante realidad, impresiones, trayectorias de crisis
variadas y análisis preliminares productos todos del trabajo no solo de miembros del
Comité Regional del Centro del Perú, sino de compañeros de diversos espacios de la
izquierda que solidariamente compartieron muchas de sus lecturas, textos y análisis con
los redactores del presente trabajo; todo lo anterior con en el afán cada vez más grande
y visible de unificar lecturas de una misma realidad y sentar bases y conceptos nuevos
sobre la unidad, construidos más en praxis colectivas que en discursos de tribuna y
academia cada vez más alejados de un país en constante transformación y movimiento.

A modo de advertencia, el presente documento no debe ser objeto de búsqueda de


fórmulas o caminos perfectamente delineados, pues los objetivos que persigue la
transformación revolucionaria de la sociedad actual distan mucho de las dos cosas antes
mencionadas; se signan más bien por el anatema de las formulas o rutas
predeterminadas que es nada más y nada menos que la pura y sencilla creatividad, tan
mencionada por Mariátegui, concebida como única certeza en la búsqueda de una
revolución o quizás, en palabras de Alberto Flores Galindo, el reencontrar esa dimensión
utópica -la figura más parecida que encontraran, en estas páginas, a las supuestas
brújulas que la ortodoxia marxista creyó poseer durante tantas décadas y que solo la
llevaron a extraviar cada vez más el camino- una dimensión demasiado exigida no solo
por autores de marcada relevancia en nuestra identidad sino al mismo tiempo
reclamada por tantas generaciones de luchadores sociales que desde la palestra o el
anonimato y con el tipo de situaciones “limite” descritas con anterioridad clamaron y
contribuyeron a la construcción de un socialismo innovador y único en esta parte
pequeña del corazón humano llamado Perú.

Para finalizar, el presente documento es una invitación al descubrimiento, a la creación,


al aporte, es una aproximación, como el título de muchas partes de él lo indica, y como
tal es una exigencia al constante enriquecimiento y desarrollo; el cual si bien dota a
nuestra naciente organización de herramientas iniciales para su construcción y
consolidación futura, son herramientas que por su propia naturaleza –praxiológica y
como tal enraizada en un contexto e historicidad necesariamente cambiante- siempre
estarán en la primera línea de modificación y como tales se presentan como una ayuda
y una tarea para los premilitantes y militantes que tengan acceso a ellas.

Sin más y con el profundo y sincero deseo de que esta invitación y estas exigencias sean
tomadas por la generación que va dando fruto a esta ansiada y exigente Refundación.
Nos despedimos.

Nuestra tarea como organismo termina ahora y comienza ahora nuestra


responsabilidad como militantes.

Comisión Organizadora de la I Reunión Nacional por la Unidad de los


Marxistas-Leninistas Peruanos.
La necesidad histórica de reagrupar a
las corrientes revolucionarias ML en el
Perú.
“Es el momento, la llamada de la historia, para convocar células, comités,
agrupamientos, colectivos, movimientos sociales, personalidades con clara
filiación Marxista-Leninista, cuadros, exdirigentes, militantes de larga data y de
reciente incorporación a esta necesidad histórica de REAGRUPARSE y
REORGANIZARSE para la Refundación del Partido de José Carlos Mariátegui”

Documento de Debate rumbo a la Conferencia Nacional Refundacional (Mayo


del 2018)

Desde finales del siglo pasado e inicios del presente, el movimiento revolucionario
peruano carece de una discusión teórica sustancial, de una línea política de acción,
de un Programa de la Transformación del país. Muy por el contrario, las clases
dominantes se han desarrollado, han crecido y han consolidado su programa
capitalista dependiente de las trasnacionales, saqueando nuestras riquezas,
recursos no renovables, empobreciendo a la nación en su conjunto y dejando al
país dentro de la esfera de las nuevas colonias dependientes de las potencias
extranjeras de la nueva multilateralidad del mundo, sin respuesta alguna para su
transformación y lucha por su propio derecho a la autodeterminación como nación.

Ante esta adversa coyuntura, los partidos “herederos” de la creación heroica de


José Carlos Mariátegui (El Partido Socialista del Perú de 1928), se convirtieron con
las décadas en “partidos privados”, de “grupos fraccionales”, de “dueños” que
controlaron por décadas a las organizaciones de masas (CCP, SUTEP, CGTP, etc.) en
beneficio de familias, de grupos de caudillos que dieron rienda suelta a apetitos
propios de las peores desviaciones de derecha. Los otrora “Partidos
Revolucionarios”, “Vanguardias del Proletariado” provenientes de diverso origen;
Ravines, Jorge Del Prado, Sotomayor, Saturnino Paredes, Alberto Moreno,
Ludovico, etc. Devinieron en degeneraciones y traiciones de índole variada. No solo
cooptaron casi la totalidad de gremios y organizaciones de masas, cayendo en el
sistemático saqueo de sus recursos en pos de un enriquecimiento personal y con
el consiguiente surgimiento de nuevas “aristocracias obreras”. Y en el militarismo
y la acción terrorista, en el otro lado, asesinando a diestra y siniestra a la fuerza
profunda del Perú, al campesinado y a la clase trabajadora atrapada entre dos
fuegos y sin una dirección clara y consecuente que hubiera permitido afrontar el
difícil escenario de las últimas dos décadas del pasado siglo.

El Partido fundado por el Amauta José Carlos Mariátegui, cumple este año 90 años
de creación histórica. ¿Cuál es el balance estando tan cerca a cumplir su
centenario? ¿Qué lecciones nos deja para el presente su trayectoria histórica?
¿Qué nos queda por recuperar? Y ¿Con que debemos romper definitivamente para
afirmar un futuro con posibilidad de victoria?

Breve balance de una fundación heroica.

“La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y


orientación se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista
revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del
Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en
las masas obreras y campesinas organizadas. (…) El Comité procederá a la
formación de comités en toda la República y de células en todos los centros de
trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas.”

Fragmento del Acta Fundacional del Partido Socialista Peruano (1928) 1

El presente material surge como producto de la unificación de diversas fuentes,


lecturas, testimonios y documentos. En especial a los documentos de la VI y VII
Conferencia del PCP-PR, al V Congreso del PCP-PR, al libro “I y II Congreso del PCP:
Ediciones Unidad”, al estudio que realiza la CVR acerca de la inmensa gama de
Partidos de Izquierda existentes en el Perú y sus complejos avatares entre las
décadas de 1960-1980 (con especial énfasis en la Nueva Izquierda). A la

1
Esta acta fue redactada por José Carlos Mariátegui, el 7 de octubre de 1928 como resultado de
consultas y conversaciones entre agrupaciones de marxistas en el Perú, quienes acordaron
encargar a la célula de Lima, dirigida por José Carlos Mariátegui, la constitución de un partido
clasista proletario. El 7 de octubre de 1928, reunidos en casa de Avelino Navarro, en el poblado
de Barranco, un balneario en las afueras de Lima, los nueve miembros del grupo de Lima, entre
ellos José Carlos Mariátegui, fundaron el Partido Socialista Peruano y aprobaron la presente Acta
de Constitución. En la misma reunión se constituyó el Comité Central, con José Carlos Mariátegui
como Secretario General, a quien se encargó la redacción del Programa del Partido, Ricardo
Martínez de La Torre como Secretario de Propaganda, y a Bernardo Regman como Tesorero. A
Avelino Navarro y Manuel Hinojosa se les encargó coordinar el trabajo sindicalista. Como consta
en el Acta, de acuerdo a las circunstancias políticas del Perú de entonces, el nuevo partido fue
denominado "Partido Socialista", para poder aprovechar en algo las posibilidades legales, pero
a partir de mayo de 1930 el Partido tomó definitivamente el nombre de Partido Comunista. Por
ello, sólo formalmente y por poco tiempo llevó el nombre de Socialista. [Nota de Eds. Bandera
Roja]
recopilación de testimonios y extensas entrevistas con los actores involucrados;
esta elaboración y corrección colectiva, no está completa en modo alguno y es,
como la introducción del presente cuadernillo nos pide, una invitación al debate y
a la crítica colectiva y enriquecimiento teórico más completo.

Antecedentes: La sangre rebelde de 500 años de resistencias

No se puede entender la historia del Socialismo peruano, sin entender la rica


historia de resistencias que a lo largo de la historia se ha dado en el territorio que
hoy se conoce como República del Perú. Disociar los retos del presente con los que
afrontaron las generaciones que resistieron la expansión de la civilización de los
Incas (Chankas, Wankas, Sausas, Chachapoyas, Chimus, Mapuches, etc.), de las
generaciones que tempranamente se levantaron contra la invasión española (La
Resistencia de Vilcabamba en Cuzco y la resistencia de Rumi Ñahui en Quito y de
Quis Quis en la Sierra Central), los diversos levantamientos y rebeliones a lo largo
de los 300 años de Virreinato (la gesta de Juan Santos Atahualpa en la Selva Central
y la Gran Rebelión Tupacamarista en el Sur Andino), los primeros gritos
independentistas (La Declaración de Independencia del Perú proclamada en Cuzco
por los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua, el sacrificio de Mariano Melgar en
la misma gesta, etc.), las guerrillas indígenas independentistas impulsadas por Juan
Álvarez de Arenales y el “Morochuco” Basilio Auqui, así como la decisiva
participación indígena, mulata y mestiza en las guerras de independencia, la
heroica resistencia indígena durante la Campaña de la Breña en el marco de la
Guerra con Chile (Marcavalle, Pucara, Concepción, Malpaso, Huamachuco) y el
conjunto de rebeliones a lo largo del S.XIX e inicios del S.XX, en contra de la
Republica Oligárquica (Atusparia en Ancash, la Revolución de Huancané en Puno,
etc.

Todas las luchas mencionadas y muchas más que serían materia de un estudio más
detallado, configuran el escenario sobre el cual a inicios del S.XX empiezan a
gestarse las primeras semillas clasistas del pensamiento y acción socialista en el
Perú. El incipiente desarrollo de la Industria minera-metalúrgica2 y el aumento de
la demanda de nuevos tipos de bienes (equipo, ropa, zapatos, herramientas,
repuestos e indumentarias cada vez más elaboradas para la actividad minera-
metalúrgica y ganadera3) y la presencia del sistema de Ferrocarriles peruanos como

2
Cuya fecha de nacimiento moderno fue la formación, en el año de 1900, de la Cerro de Pasco
Corporation, con la compra de la totalidad de yacimientos mineros y fundiciones del centro del
Perú (en las actuales regiones de Cerro de Pasco, Junín y Huancavelica).

3
Fundamentalmente para la División Ganadera de la Cerro de Pasco Co., que en su cima llego a
aglutinar miles de cabezas de ganado y cientos de miles de hectáreas de terreno cultivable.
herramienta de interconexión nacional; fueron transformando rápidamente las
antiguas urbes del territorio peruano (fundamentalmente Lima, Arequipa, Cuzco y
Huancayo) y propiciaron la transformación de los primeros “gremios de artesanos”
en las primeras fábricas y con el consiguiente nacimiento de los primeros
sindicatos, que bajo la influencia inicial de las ideas anarco-sindicalistas,
constituirían la Federación Obrera Regional Peruana (con la decidida participación
tanto del dirigente obrero Delfín Lévano como del intelectual Manuel Gonzales
Prada). Estos esfuerzos iniciales darían fruto a la heroica jornada de 1919 (el Paro
obrero de Lima-Callao) que a través del “Comité Pro-Abaratamiento” conquisto,
con el costo de vidas obreras, la jornada de las 8 horas (reivindicación histórica del
proletariado peruano y mundial).

Uno de los simpatizantes más entusiastas de esta primera gran gesta obrera fue un
joven José Carlos Mariátegui, que con apenas 25 años y junto a Cesar Falcón, tanto
desde la Revista Nuestra Época como del diario La Razón (medios fundados por
ambos personajes), apoyaron decididamente las reivindicaciones y medidas de
lucha obreras de ese momento.

Los sucesos siguientes fueron claves en la formación de la primera vanguardia


proletaria peruana. Ante el constante activismo de Mariátegui y Falcón, en contra
del cada vez mayor régimen entreguista y represivo de Leguía, inician una travesía
con rumbo a Europa gracias a una beca que le fue entregada por el gobierno de
Leguía como una forma encubierta de deportación. Pasaron por Nueva York,
coincidiendo con una huelga de trabajadores de los muelles del puerto, y pasaron
por la Alemania de la breve pero contundente “Revolución Espartaquista”, para
luego en noviembre llegar al puerto de “Le Havre” y de allí a París. En Europa, a
decir de él mismo, fue donde hizo su mejor aprendizaje. Se vinculó con escritores
representativos, estudió idiomas, inquirió sobre las nuevas inquietudes
intelectuales y artísticas y concurrió a conferencias y reuniones internacionales.

En Italia se casó con Ana Chiappe y estuvo presente durante la ocupación de las
fábricas en Turín, así como en el XVII Congreso Nacional del Partido Socialista
Italiano en Livorno, donde se produjo la escisión histórica y se conformó el Partido
Comunista Italiano (PCI). Formó parte de círculos de estudio del PSI y asumió
el marxismo como método de estudio, justo en el momento en que Benito
Mussolini estaba a punto de tomar el poder. Según su análisis, la victoria
del fascismo “es el precio que un país debe pagar por las contradicciones de la
izquierda”.
Abandona Italia y recorre Europa a la espera de poder volver al Perú. Visita París,
Munich, Viena, Budapest, Praga y Berlín. Durante ese recorrido estudia los
movimientos revolucionarios que convulsionan el continente europeo después de
la guerra.

El 17 de marzo de 1923 Mariátegui regresó a Lima, acompañado de su esposa y su


primogénito. Dictó conferencias en la recientemente fundada Universidad Popular
González Prada sobre la crisis mundial derivada de la Primera Guerra Mundial.
Asumió la dirección de la revista Claridad cuando Víctor Raúl Haya de la Torre,
futuro líder del APRA, viajó a México en calidad de exiliado. Llamó a la realización
del Frente Único de Trabajadores4. A fines de ese mismo año anunció la publicación
de "Vanguardia: Revista Semanal de Renovación Ideológica", co-dirigida con Félix
del Valle, proyecto que no se llevaría a cabo pero que luego se transformaría en la
Revista Amauta.

En 1924, debido a su antigua lesión, debió amputársele una pierna. Pero no cesó
por ello su actividad creadora, continuándola recluido en una silla de ruedas. Pasó
una temporada de reposo en Miraflores para mudarse el 1ro de junio de 1925 a la
que sería su residencia más simbólica en la calle Washington No. 544, hoy conocida
como la Casa Museo José Carlos Mariátegui. En octubre de 1925 fundó la Editorial
Minerva junto con su hermano Julio César que publicó obras suyas y de otros
autores peruanos, comenzando por su primer libro recopilatorio de ensayos: “La
escena contemporánea”, sobre la política mundial del momento. En 1926 fundó la
“Revista Amauta”, que cohesionó a una amplia generación de intelectuales en
torno a una nueva apreciación del quehacer nacional y dio impulso al
movimiento indigenista en arte y literatura. Asimismo, colaboró asiduamente en
los semanarios limeños Variedades y Mundial.

Fue encarcelado en 1927 durante un proceso contra los comunistas acusados de


conspirar contra el gobierno de Leguía, pero luego le dieron arresto domiciliario.
En 1928 rompió ideológicamente con Víctor Raúl Haya de la Torre y fundó
el Partido Socialista Peruano, convirtiéndose un año más tarde en su Secretario
General. Durante el mismo año, fundó la revista comunista “Labor” y publicó sus
monumentales “7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”.
En 1929 corona años de labor de organización sindical y clasista con la fundación
la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).

El proyecto político de Mariátegui se puso a prueba en el Congreso Sindical


Latinoamericano de Montevideo (mayo de 1929) y la Conferencia Comunista

4
“Frente Único y Primero de Mayo (José Carlos Mariátegui: 1924).
Latinoamericana (junio del mismo año). A ellas asistió el Partido Socialista Peruano
con cinco delegados que llevan el planteamiento de Mariátegui: Hugo Pesce, Julio
Portocarrero, José Bracamonte (piloto de la Marina Mercante Nacional, fundador
de la Federación de Tripulantes del Perú), Juan Peves (dirigente campesino de Ica,
fundador de la Federación de Yanacones) y Carlos Saldías (dirigente textil). Estos
planteamientos fueron cuestionados por el buró político de la Internacional en
Sudamérica, generando una distancia entre los planteamientos de la Internacional
Comunista y las posturas de Mariátegui.

En febrero de 1930, Eudocio Ravines fue nombrado Secretario General del Partido
Socialista del Perú, en reemplazo de Mariátegui quien estaba preparando un viaje
a Buenos Aires, donde podría tratar su enfermedad y participaría en el Consejo
General de la Liga Antiimperialista. También proyectaba dar envergadura
continental a su revista Amauta trasladando su sede de Lima a la capital
de Argentina.

1930-1964: De la “Desmariateguización” del Partido por Eudocio Ravines a


la “Conciliación de clases” de Jorge Del Prado y Acosta.

Con la temprana muerte de José Carlos Mariátegui, se cierra el ciclo auroral del
Socialismo peruano, una etapa de profundo desarrollo teórico y organizativo. El
Amauta deja en 1930 un Partido que si bien estaba apenas iniciando un proceso de
desarrollo ideológico avanzado, se había constituido en las principales capitales
departamentales (Cuzco, Arequipa, Huancayo, Piura, Trujillo y Lima), así como
lograr consolidar células en los principales centros obreros del país (Talara, Oroya,
Cerro de Pasco, Casapalca y Morococha), los cuales eran la espina dorsal de la
naciente Central General de Trabajadores del Perú (CGTP). Su muerte descabeza al
naciente Partido del proletariado peruano, ante la carencia de cuadros con
experiencia y formación ideológica, se opta poco antes de su fallecimiento en
otorgarle la Secretaria General del Partido a Eudocio Ravines, un cuadro político
formado casi en su totalidad en Europa, bastante alejado del proceso de
construcción del Partido y de la realidad que se vivía en el Perú. Su rápida adhesión
a las tesis de la Internacional Comunista (que atravesaba por esos años un proceso
de dogmatización y petrificación del debate intenso) lo llevaron a aplicar al pie de
la letra la táctica “clase contra clase” que impulsaba la IC a nivel mundial en
aquellos años, cambiando la táctica aprobada tan solo dos años por el Partido del
Amauta que en su acta de fundación proponía: “La organización sindical y el
partido Socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán
contingentemente una táctica de frente único o alianza con organizaciones o
grupos de la pequeña burguesía, siempre que estos representen efectivamente
un movimiento de masas y con objetivos y reivindicaciones concretamente
determinados.” Lo anterior, sumado a la “clandestinización forzada del Partido” y
la constitución de “soviets insurreccionales” en los principales bastiones obreros
del Partido; conllevo inicialmente, a un total aislamiento del Partido frente al
grueso de las masas populares que el Amauta había logrado incorporar y acercar al
Programa del Partido y posteriormente (luego de la masacre del “soviet obrero del
centro del Perú” en la “masacre del Malpaso” en 1934) a la desaparición practica
del Partido durante al menos una década. A la ilegalización que sufrió el Partido en
1936, se sumó la huida de Ravines hacia España inicialmente y luego a Chile, que
dejo sin dirección ni norte ideológico al ya constituido Partido Comunista Peruano;
fueron años de profunda confusión y deriva ideológica que llevaron al Partido
(dirigido por Jorge Acosta Salas en aquellos años) a apoyar la candidatura del
Oligarca Manuel Prado Ugarteche, bautizándolo vergonzosamente como el “Stalin
peruano”. El I y II Congreso Nacional del PCP en los años de 1942 y 1946, permiten
al Partido realizar las primeras autocriticas tanto al dogmatismo recalcitrante de
Ravines como al oportunismo y confusionismo ideológico de Acosta; estos dos
eventos históricos inician una primera recuperación del pensamiento y acción del
Amauta José Carlos Mariátegui y el inicio de la recuperación orgánica de espacios
de masas por parte del Partido, esto coincide con la breve legalización del Partido
durante el gobierno de Bustamante y Rivero (1945-1948) bautizado como la
“Primavera Democrática”, proceso que se ve brutalmente interrumpido por el
Golpe de Estado y posterior dictadura de 8 años del General Odria (1948-1956).

La década de los 60tas: Los cismas del PCP y la Nueva Izquierda

Con el fin del “Ochenio” de Odria y la apertura política iniciada por el gobierno civil
de Manuel Prado y luego de Fernando Belaunde (1963 - 1968), el Partido se
incorporó paulatinamente en la legalidad y empezó un paulatino y sostenido
crecimiento en diversos frentes de masa5. No obstante, situaciones como el cisma
Sino-Soviético —que marcó el surgimiento de China comunista como alternativa
radical a una cada vez más moderada URSS— y especialmente el triunfo de la
revolución cubana, promovieron dentro del PCP una serie de procesos
diferenciadores que culminaron en rupturas al interior del partido. Estas rupturas
no solo tuvieron como causales los debates internacionales, sino que los
representantes de las posiciones enfrentadas planteaban a su vez caracterizaciones

5
Destacada la fundación en 1956 del FER (inicialmente Frente Estudiantil Reformista y
posteriormente renombrado como Frente Estudiantil Revolucionario), confluyendo en un inicio
las juventudes de la Democracia Cristiana, Acción Popular y el Partido Comunista. Con el claro
objetivo de lograr recuperar el movimiento estudiantil peruano y la Federación de Estudiantes
del Perú (cooptados ambos totalmente por el APRA que para esos años había abandonado sus
principios aurorales e iba irreversiblemente a una total derechización de su doctrina y acción).
distintas de la realidad nacional, de las cuales a su vez emanaban líneas políticas de
acción diferenciadas (medios de lucha, sectores sociales estratégicos a priorizar,
tácticas para el periodo distintas, etc.). Finalmente, la critica a los diversos errores
y conciliaciones de las décadas del 30 y 40, fueron esgrimidas por una nueva
generación de militantes Comunistas que se enfrentó a la generación “histórica”
de Jorge Del Prado y de los hermanos Jorge y Raúl Acosta. Así, en 1964 se produjo
el cisma del PCP, promoviéndose la emergencia de una importante corriente pro-
china o maoísta, la que se expandió paulatinamente a través de otras muchas
organizaciones nacidas sucesivamente de nuevos fraccionamientos. Ese año los
maoístas formaron el Partido Comunista del Perú-Bandera Roja6, luego en 1969
surgirá de esta organización el Partido Comunista del Perú-Patria Roja7, y al año
siguiente se escindirá también del PCP-Bandera Roja, el Partido Comunista del Perú
(«Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui», conocido mucho tiempo
después como Sendero Luminoso)8.

Además de la vertiente moscovita, se encontraba la otra vertiente llamada la


«Nueva Izquierda»; caracterizada por su heterodoxia ideológica (que reclama
autonomía respecto a los «dos faros de la revolución mundial»: China y la URSS), el
énfasis nacionalista de sus programas revolucionarios (con un dogmatismo menos
aparente y más cercanos al discurso antiimperialista en boga), y su predisposición
exclusiva a promover una guerra revolucionaria además de las luchas sociales y
políticas. Esto último por la clara influencia de la Revolución Cubana, las acciones
guerrilleras impulsadas en todo el Continente en aquella época (Las FALN de
Douglas Bravo en Venezuela, las Guerrillas contra el Dictador Trujillo en República
Dominicana, el naciente Frente Sandinista de Liberación Nacional –FSLN- en
Nicaragua, la gesta guerrillera del Che en Bolivia, etc.) y la Guerra de Vietnam
donde los guerrilleros Comunistas del “Vietcong” resistían heroicamente la
invasión militar Norteamericana a su país.

Los partidos más representativos de la nueva izquierda fueron el MIR y Vanguardia


Revolucionaria (VR); éste último fundado en 1965, a partir de la reunión de
intelectuales y políticos profesionales provenientes del viejo PCP9, de la
Democracia Cristiana, de Acción Popular y del trotskismo. En 1965, surgió también

6
En adelante PCP-Bandera Roja.
7
En adelante PCP-Patria Roja.
8
Por lo general las organizaciones marxistas adhirieron a su nombre, o confundieron con el
mismo, el nombre del periódico o boletín partidario o alguna consigna que empleaban como
medio de agitación y propaganda. Sobre los orígenes del maoísmo peruano (véase: Ranque 1991).
En adelante, PCP-SL.
9
En adelante PCP Unidad.
la más importante experiencia guerrillera peruana de esa década10, organizada por
el MIR, bajo el liderazgo de Luis De la Puente Uceda. Su acción fue la que más
impacto alcanzó en la escena política nacional, precipitando la intervención del
ejército y la aplicación, por vez primera, de las tácticas contrainsurgentes
importadas de los Estados Unidos para enfrentar a las guerrillas en América Latina.

Los focos guerrilleros de 1965 fueron rápidamente derrotados y eliminados por las
fuerzas del orden, pero ello no significó la desaparición del MIR, el que pasó a una
etapa de dispersión y reducción de sus acciones al campo del proselitismo,
especialmente en las universidades nacionales. VR apoyó las acciones del MIR en
las ciudades, aunque sin comprometerse en una guerra que desbandara a su
naciente militancia.

La expansión de la Izquierda

Como efecto de la modernización capitalista de los años 50 y 60 del siglo pasado,


se produjo un incremento de la población urbana y un deterioro paulatino de la
sociedad rural, así como una expansión de la oferta educativa, especialmente
universitaria. Y, fueron las universidades y en particular las estatales, las que a fines
de los sesenta, se convierten en los espacios privilegiados para la captación de
militantes y simpatizantes, al interior de una pauta de copamiento que había sido
utilizada antes por el PAP (Partido Aprista). Del mismo modo, las limitaciones para
la participación política en periodos de dictadura y las restricciones legales durante
los gobiernos civiles, contribuyeron en mucho a que las universidades funcionaran
como espacios de socialización política e ideológica, siendo la principal escuela de
politización de los jóvenes. Allí, las organizaciones y partidos políticos mediaron
como mecanismos de formación y capacitación política durante muchos años.

A la vez, la izquierda experimentó una creciente expansión y presencia en sectores


laborales y sociales. Así, el PCP-Unidad mantuvo una decisiva influencia en la
Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP)11, la mayor asociación de

10
Sin embargo, es importante señalar la gesta guerrillera del Ejército de Liberación Nacional
(dirigido por Héctor Bejar, Alain Elias, Juan Pablo Chang y Javier Heraud, entre otros, durante el
año de 1963. Y la poca conocida intentona guerrillera iniciada en la ciudad de Jauja en 1962 por
el Sub-Oficial Vallejos, el líder campesino Mayta y escolares del último año del Colegio San José
de Jauja (reseñada a detalle en el libro “Huajaco” de César Nuñez Arroyo y el “Sueño de Mayta”
escrito por Mario Vargas Llosa).
11
Es importante recordar que la CGTP fundada por José Carlos Mariátegui en 1929, fue
ilegalizada y desaparecida totalmente durante la década de 30, en específico durante el periodo
de Sánchez Cerro. El creciente debilitamiento del APRA en el sector sindical, más el decidido
esfuerzo de los Comunistas y sectores revolucionarios a lo largo de la década de 60 permitieron
que la CGTP se refundara el 28 de Setiembre de 1966.
gremios laborales del país. Por su parte, el PC del P-Patria Roja (que tuvo sus
orígenes en las bases departamentales, universitarias y campesinas del viejo PCP,
tuvo una marcada presencia entre los maestros y estudiantes de universidades
públicas, y con una relativa influencia en el campesinado que irá menguando con
los años), logra durante la década de los 70tas un claro liderazgo entre los
sindicatos magisteriales que posibilitarían la fundación del SUTEP el 6 de Julio de
1972 en el Congreso de Unidad Magisterial del Cuzco. En tanto, VR atrajo
importantes contingentes de jóvenes provenientes de universidades privadas de la
clase media urbana, a la vez que competía por el liderazgo en gremios de
pescadores, de empleados y de la industria. Más adelante, también consiguió una
influencia importante y característica en las organizaciones gremiales campesinas
que a la larga le permitiría arrebatarle el control de la Confederación Campesina
del Perú (CCP) al PCP-Bandera Roja.

Sin embargo, la represión de las fuerzas del orden terminó por ahuyentar tanto a
la militancia de VR como a la de casi toda la izquierda, al menos hasta 1967, cuando
las elecciones para renovar un representante al congreso por el departamento de
Lima, movilizó a la izquierda alrededor de la candidatura de Carlos Malpica Silva
Santisteban, en la que fue una promisoria experiencia electoral de los nuevos
contingentes izquierdistas, frustrada poco después por el golpe militar del general
Juan Velasco Alvarado, el 3 de octubre de 1968.

Con el golpe militar, se instauró el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas


Armadas, que propició la ejecución de reformas con marcada simpatía popular (La
Reforma Agraria, las Nacionalizaciones de la Cerro de Pasco Corporation, la
International Petroleum Company y posteriormente de los principales periódicos
de la Oligarquía (El Comercio, Correo, La Razón, etc.) entregando su control a los
diversos gremios de masas (Mineros, Campesinos, etc.). Estos hechos promovieron
en algunos sectores de la izquierda, la paulatina ruptura con las consignas de
reiniciar la lucha armada en el corto plazo. Tal fue el caso de VR, grupo que se había
estado preparando para una eventual lucha guerrillera cuando, en 1971,
desarmado ideológicamente por el reformismo militar velasquista, se precipitó en
una serie de fricciones y cismas que resolvieron también el conflicto de liderazgos
irreconciliables entre sus fundadores.

Como telón de fondo, algunos líderes de VR plantearán la revisión de algunos


supuestos ideológicos, al percibir que la supuesta «conciencia de clase» era
inexistente o débil en los trabajadores movilizados. Por lo que, veían la necesidad
de encumbrarse en el movimiento obrero y campesino para desplegar con
efectividad su politización y formación ideológica, antes de cualquier acción
guerrillera inmediata.

De otro lado, los cuadros más jóvenes —y generalmente universitarios— tendían a


generar las diversas escisiones que caracterizaron la trayectoria de las
organizaciones de la izquierda. Los nuevos integrantes del PCP-Unidad, por
ejemplo, presionaron por vías más abiertas al liderazgo y al protagonismo. Frente
a ello, las limitaciones internas de organizaciones políticas ideadas en un clima
conspirativo, férreamente jerarquizadas y excluyentes, donde los mecanismos de
promoción de la militancia estaban cooptados por los líderes más veteranos;
contribuyeron y precipitaron el desarrollo de fracciones.

Los maoístas peruanos

El cisma prochino de 1964 ofreció inicialmente un discurso alternativo y radical


frente al plasmado por el viejo PCP. El maoísmo promovió un distanciamiento de la
esfera de influencia soviética, a la vez que denunciaba su estrategia internacional
de negociación y distensión frente a la amenaza de una guerra nuclear. Así, los
maoístas tomaron distancia del viejo PCP, que remontaba un camino de inclusión
y participación en el sistema político, conduciendo las luchas gremiales hacia la
negociación y la contención de su radicalidad12, esto fue especialmente practicado,
durante el «apoyo crítico» que el PCP-Unidad brindo al Gobierno del General
Velasco Alvarado (1968-1975).

En tanto, los maoístas continuaron y defendieron su ideología durante años,


salvando con el radicalismo verbal y sus estrategias políticas, el reto y la atracción
de las sucesivas experiencias de lucha armada en las dos décadas siguientes. Así,
cuando en 1965 aparecen las guerrillas del MIR, el primer partido maoísta en el
Perú —el PCP Bandera Roja—, reaccionó proponiendo su propia versión de la
estrategia revolucionaria y tomando distancia frente al encantamiento
guerrillero13. Sin embargo, pese a la consigna: «el poder nace del fusil», ésta no
pasó de ser un recurso retórico y utilizado oportunistamente por las diversas
dirigencias partidarias para “encandilar a su militancia” y evitar el “desprestigio” de
sus propios liderazgos. La distancia entre las palabras y los hechos no dejó de ser

12
A su modo los partidos radicales de la primera mitad del siglo XX: el APRA y el PCP, se
encontraban empeñados en su inclusión en el sistema político cuando la revolución cubana
desató una nueva época de radicalismo y lucha armada.
13
El PCP-Bandera Roja anunció el propósito de crear su Fuerza Armada Revolucionaria, pero no
fueron más que declaraciones que sirvieron, llegado el caso, para denunciar las limitaciones del
liderazgo de su fundador, Saturnino Paredes (ver Ranque, 1992).
advertida por los jóvenes cuadros y militantes maoístas, quienes iniciaron una
furibunda campaña contra sus dirigentes principales.
La percepción de estas maniobras discursivas, las limitaciones políticas e
ideológicas de los dirigentes y, la instauración en 1968 de un régimen militar
reformista; alimentó un nuevo proceso de rupturas en el novísimo maoísmo
peruano14.
Entre los grupos maoístas el impacto de las reformas velasquistas también generó
fricciones internas. Separada del PCP-Bandera Roja y escindida la facción de
Abimael Guzmán (PCP-SL), la dirigencia del PCP-Patria Roja optó por una vía de
expansión e influencia entre los gremios mineros y magisteriales; en estos últimos
su ascendencia tuvo además una línea de continuidad con el espacio universitario,
especialmente en las facultades de educación que fueron, por muchos años, las de
mayor crecimiento con la expansión de la educación en todo el país.
De otro lado, una característica que fue señalada en sus documentos internos -y
que fue común en varias de estas agrupaciones-, fue la composición «pequeño
burguesa» del partido, destacando la escasa militancia de obreros y campesinos.
Este aspecto fue un reto permanente al buscar constituirse en representantes del
proletariado urbano y rural, sea a través de la conquista de las direcciones
gremiales y sindicales, o participando decisivamente en las luchas de estas
organizaciones sociales. En este terreno los partidos y organizaciones maoístas y
de la «nueva izquierda» compitieron arduamente por establecer un excluyente
liderazgo a lo largo de la década de 1970, propugnando por un discurso cada cual
más condenatorio del gobierno militar.
El desenlace del conflicto de liderazgos y línea política que atravesó a la izquierda
(y que se relaciona con una tensa competencia generacional), implicó la apelación
a cierto grado de fundamentalismo ideológico para desconocer al rival político y
legitimar, de otro lado, las propias opciones ante los seguidores15. En el caso de VR
las rupturas dieron lugar a la creación de un partido trotskista 16 y de otro VR
«Político-Militar», fragmentación que dio cuenta de su fragilidad orgánica y de su
permanente inestabilidad. El resquebrajamiento de VR no fue el único entre los
grupos de la izquierda; además de los fraccionamientos del conjunto maoísta, se
partió el trotskista Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR) entre Hugo Blanco y
Raúl Castro Vera; del PCP-Unidad salió el Partido Comunista Peruano - Mayoría, y

14
La introducción del maoísmo en el Perú estuvo liderado por el abogado Saturnino Paredes
(PCP-Bandera Roja) y el profesor José Sotomayor (PCMLP). Más adelante sobresalieron jóvenes
como Rolando Breña y Alberto Moreno (Ambos fundadores del PCP-PR). En Ayacucho se perfiló
Abimael Guzmán (PCP-SL). Todos ellos encabezaron fracciones y nuevos partidos dentro del
discurso maoísta peruano.
15
La constante practica del “liquidacionismo político”, que aún hoy es una tara constante en los
partidos que hoy conforman la debilitada Izquierda Peruana.
16
El Partido Obrero Marxista Revolucionario (POMR).
del MIR se escindió en 1971 un núcleo de dirigentes y militantes que habían seguido
una trayectoria común desde organizaciones católicas juveniles17.

En tanto, un sector de la juventud de la Democracia Cristiana migró hacia territorios


ideológicos más radicales, lo que permitió que se alineara con el reformismo militar
velasquista, para más tarde tomar distancia y fundar el Partido Socialista
Revolucionario (1976)18. En 1978, en el contexto de la convocatoria y realización de
la Asamblea Constituyente, este partido promovió la vía legal, lo que le significó la
ruptura de su ala más radical y pro lucha armada, la misma que fundó el PSR
Marxista Leninista (PSR-ML)19.

Mientras tanto, en el competitivo contexto de luchas por controlar dirigencias,


sustituir liderazgos y presentarse a la vez más revolucionarios que los otros, la lucha
armada como finalidad del trabajo revolucionario continuó siendo una apelación
permanente, y aunque en los hechos fue eventualmente postergada (pero no
abandonada); en su lugar continuó, como testimonio obligado de los mismos
orígenes ideológicos, las llamadas comisiones técnicas o militares, grupos de
choque y seguridad, con las que contaban las organizaciones de izquierda.
A fines de la década, el horizonte ideológico, compartido por los principales
partidos de la izquierda, estuvo conformado por el marxismo leninismo y el
maoísmo.

Otros procesos que influyeron en la identidad izquierdista fueron la Revolución


Cultural China y el catolicismo de la Teología de la Liberación. La Revolución
Cultural China —rápidamente mediatizada y reproducida por los movimientos
estudiantiles de Europa— dejó su impronta en las tácticas de inserción en los
sectores populares, la presentación pública y en la adopción de una jerga populista
que arraigaron rápidamente en los contingentes izquierdistas locales. También
actualizó y promovió la idea de que los objetivos revolucionarios, y la vía al
comunismo, podían y debían depurarse de sus «lastres capitalistas y burgueses» a
través de la inclusión en «el seno de las masas».

17
Luego se integraron a VR y publicaron la revista Crítica Marxista-Leninista, liderados por
Manuel Dammert Egoaguirre. En 1974, rompen con VR y forman el Partido Comunista
Revolucionario (PCR). Dammert y muchos izquierdistas que lo acompañaban provenían de
experiencias católico radicales, el mismo Dammert era además sobrino del Obispo de Cajamarca
en aquellos años, Juan Luis Dammert Bellido (Pásara, 1986).
18
Entre los dirigentes del PSR estuvieron el Gral. (r) Leonidas Rodríguez, Enrique Bernales,
Antonio Meza Cuadra, Alfredo Filomeno, Marcial Rubio, Manuel Benza, Fernando Sánchez
Albavera, José María Salcedo, entre otros.

19
En 1982, el PSR ML y el MIR El Militante fundaron el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA).
Al acercarse el final del gobierno del general Juan Velasco en 1975, casi todas las
organizaciones de izquierda se encontraban alineadas con la lucha armada como
postura discursiva, sea por interés proselitista y vanguardista, o por expresar
abiertamente la voluntad de hacer una nueva experiencia guerrillera en el Perú.
Más allá de eso, era muy poco probable que existiera, en efecto, una insurgencia
en ciernes en la izquierda; entonces, empeñada y presionada en consolidar
posiciones en un espacio privilegiado para sus discursos contra el Estado: el de las
luchas gremiales y sindicales.

La formación de la izquierda legal


A fines de la década de los setenta, la Junta Militar de Gobierno, en la persona del
general Francisco Morales Bermúdez, enfrentó una situación extremadamente
compleja: una aguda crisis económica y una intensa movilización social
protagonizada por un variado conjunto de organizaciones gremiales, sindicales,
obreras, campesinas y Frentes de Defensa Regionales. Las diversas agrupaciones
de la izquierda tomaron parte en aquella movilización a través del rol de agitadores
y organizadores. Fue en esa arena de acción política donde la izquierda alcanzó su
influencia más significativa en la transición a la democracia entre 1978 y 1980.

Los sucesivos paros nacionales y movilizaciones de los frentes regionales entre


1977 y 1979, así como la persistencia de las huelgas de profesores y organizaciones
sindicales, contribuyeron a fortalecer el protagonismo izquierdista. Sin embargo, la
izquierda confundió las protestas de los movimientos populares —referidas
principalmente a demandas de tipo salarial, sindical y de cambio de la política
económica del gobierno—, tomándolas como aspiraciones revolucionarias que
trastocarían el orden social vigente. Esta situación límite fue enfrentada
resueltamente por los militares, dando como salida política la transferencia del
poder a los civiles en 1980, tras doce años de gobierno (1968 - 1980).

El traslado del «poder a la civilidad» contempló dos etapas. La primera, la elección


de una Asamblea Constituyente, que redactaría una nueva Constitución; y la
segunda, la convocatoria a elecciones generales. Esta inédita situación política
tomó por sorpresa al conjunto de partidos y organizaciones de izquierda. Cada uno
de los cuales se vio obligado a definir una postura y actuar en consecuencia en el
nuevo escenario político.

La transición a la democracia
La apertura política iniciada tras el anuncio del retiro de los militares del gobierno,
estimuló dos posturas en la izquierda. La primera supuso que la crisis del régimen
militar correspondía al avance de las luchas populares y a la inmanejable crisis
económica, de ello dedujeron que se abriría una «situación revolucionaria», la que
debía ser alimentada a través de la agitación y la propaganda en todos los
escenarios posibles. Incluso, se avizoró una «tercera fase» del gobierno militar,
cruento y mucho más represivo, al estilo de los gobiernos militares de Chile,
Argentina y Uruguay. En el otro extremo se hallaba una posición más moderada,
que intentó emplear la Asamblea Constituyente para consolidar en la legalidad las
reformas velasquistas y otras reivindicaciones y formas de organización popular.

Para la revista Marka, principal órgano de prensa de la izquierda, ambas posiciones


compartían un mismo significado del proceso: «la Asamblea Constituyente es un
organismo antidemocrático y «parametrado» por su origen, y reaccionario por su
composición mayoritaria y pertenencia al estado burgués. Nada favorable al
pueblo, pues, puede esperarse de semejante engendro antipopular»20. Sin
embargo, la casi totalidad de las organizaciones y partidos de izquierda optó por
participar en las elecciones presionadas por «las masas» de los movimientos
sociales. Así lo hicieron pretextando utilizar la Asamblea Constituyente como
tribuna de agitación y propaganda de sus postulados revolucionarios. En un
comunicado firmado por el MIR Voz Rebelde, MIR IV Etapa, VR y el PCR Clase
Obrera, estas organizaciones precisaron su comportamiento en el nuevo escenario
político de la siguiente manera:

“En la actual coyuntura debemos:


- Denunciar el carácter gran burgués de la Constituyente.
- Denunciar el carácter antidemocrático de las elecciones.
- Disputar a la reacción y al reformismo la dirección del ascenso popular
también en el terreno electoral, desechando las ilusiones liberal-
constitucionalistas, combatiendo las posiciones revisionistas21 que pregonan
el tránsito pacífico al socialismo y superando el sectarismo dogmático
abstencionista22.
- Utilizar las condiciones creadas por la coyuntura electoral para impulsar las
tareas de agitación, propaganda y apoyo a la lucha clasista de masas.” (MIR
et. al. 1977:1).

20
«Legislar o no legislar». En: Marka, 10 de agosto de 1978, p. 13.
21
En referencia al PCP-Unidad.
22
En referencia al PCP-Patria Roja.
La decisión de participar en las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978 fue
motivo para nuevas rupturas y agrupamientos electorales en la izquierda23. En el
caso de VR (para entonces una de las más connotadas organizaciones de la nueva
izquierda), los dirigentes que habían destacado en la agitación campesina,
especialmente durante las tomas de tierras de Andahuaylas en 1974, habían
optado por romper y formar una nueva fracción: VR-Proletario Comunista (VR-PC).
En enero de 1978, se fundó la Unidad Democrático Popular (UDP) de la reunión de
VR, el MIR, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) - Trinchera Roja, el PCR Clase
Obrera y otros 14 pequeños grupos (Letts 1981:87-90). La UDP convocó a los
representantes más significativos de la nueva izquierda, siendo su presidente el
abogado Alfonso Barrantes. La UDP contaba con influencia en la Confederación
Campesina del Perú, en gremios obreros y mineros, además de una destacable
presencia en las organizaciones populares de los barrios y barriadas de las
ciudades.

Otro frente político electoral creado expresamente para participar en las


elecciones fue el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP),
integrado por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Partido Obrero
Marxista Revolucionario (POMR), el Frente de Izquierda Revolucionaria-Partido
Obrero Campesino (FIR - POC), el PCP-Bandera Roja y el Movimiento Comunal del
Centro (MCC). Dicho frente tuvo influencia sobre todo en algunos sindicatos
mineros de Pasco y en gremios campesinos del departamento de Junín. En tanto,
el PCP Unidad, con innegable presencia en el movimiento sindical y obrero a través
de la CGTP, participó sin aliados en las elecciones. Una situación similar ocurrió con
el PSR quien tenía presencia en la Confederación Nacional Agraria (CNA).

La principal agrupación maoísta de la izquierda peruana, el PCP-Patria Roja, desistió


de participar, señalando la necesidad de denunciar el carácter «engañoso» de la
Asamblea Constituyente que «desviaba» el trabajo revolucionario24. En un
comunicado, aparecido en enero de 1978, invocaba a otras fuerzas de izquierda a
rechazar «la farsa electoral para la Constituyente corporativa» y les planteaba: «la
concentración de fuerzas en la acción directa de las masas en defensa de sus
derechos y reivindicaciones básicas [...] [y] el impulso de su lucha, organización y

23
En mayo de 1978, la revista Marka identificó 34 organizaciones de la izquierda. De ellas 27
participaron en el proceso electoral a la Asamblea Constituyente, cuatro llamaban al boicot (VR
- Político Militar, VR - Proletario Comunista, el PC del P - Sendero Luminoso y el PCP - Patria
Roja); y 3 no tenían una posición clara.
24
Años después Alberto Moreno, uno de los principales dirigentes del PCP-Patria Roja, criticó
éste empeño finalmente marginal que alejaba a su partido de la acción política (Grompone
1991).
unidad revolucionaria, por la liberación nacional, la democracia popular y por la
conquista de un GPR [Gobierno Popular Revolucionario]» (PCP-Patria Roja 1978:1).

La autoexclusión del PCP-Patria Roja no fue aislada, VR Proletario Comunista, VR


Político-Militar y el PCP-SL asumieron la misma actitud.

No obstante estas expresiones de radicalismo y abstencionismo, la Asamblea


Constituyente fue el primer escenario democrático que reunió en la legalidad a la
mayoría de las organizaciones y partidos políticos de la novel izquierda,
inaugurando así un proceso de inclusión que se extendió con tensiones y rupturas
hasta fines de los ochenta.

Como resultado de las elecciones, la izquierda obtuvo cerca de un tercio de los


escaños25. Sin embargo, pese a su notable ingreso en la escena oficial, para el más
destacado constituyente de la izquierda, Carlos Malpica Silva Santisteban, la
perfomance de la bancada izquierdista dejó mucho que desear:

En las elecciones del año 78 se tuvo mucho en consideración la combatividad


en el campo sindical, estudiantil o barrial, de los dirigentes y en función de
esa combatividad es que se escogió a los candidatos, o también en función
de algunos méritos partidarios. [...] A muchos dirigentes lo único que les
importaba era el problema del sindicato, y los grandes problemas del país
no los entendían, y algo más, no querían aprender ni hacían ningún esfuerzo
por aprender.26

De los veinte o más constituyentes de izquierda, sólo un puñado de nosotros


tenía una idea de lo que se trataba. El resto no tenía ni idea, y ellos pasaron
su tiempo luchando por reivindicaciones laborales, por cosas menores. Por
ejemplo, el día en el que la pena de muerte fue debatida, casi no había
izquierdistas en la Asamblea, porque ese día dos estudiantes universitarios
fueron detenidos y todos estaban fuera tratando de salvarlos [...] la tragedia
de la izquierda [...] fue que un 70% de las personas que llegaron a la
Asamblea estuvieron allí por casualidad, no tenían idea de qué hacer,
completamente perdidos. De haber tenido más coherencia, hubiera habido
una Constitución diferente.27

25
El FOCEP consiguió 12 curules, de las cuales 5 fueron ganadas a través del voto preferencial.
El PCP Unidad obtuvo 6 curules, 2 de ellas vía voto preferencial; el PSR un resultado igual; y la UDP
obtuvo cuatro curules, dos por voto preferencial.

26
«Proceso a la bancada de Izquierda, entrevista a Carlos Malpica.» En: Marka, 26 julio de 1979,
p. 13.
27
Ibid.
La actuación de la izquierda en la elaboración de la Constitución Política forjó una
impronta de confrontación que le acompañó en la década siguiente. No sólo
subvaloró los logros democráticos de la Asamblea Constituyente, aún en medio de
la prisa y el oportunismo con que fue aprobada, sino también la consideró
antidemocrática y reaccionaria (Sanborn 1991:179-180). De hecho, la bancada
izquierdista no suscribió la Constitución Política porque «no incluía las aspiraciones
fundamentales del pueblo peruano». Al mismo tiempo, el debate constituyente fue
el primer momento en que los grupos de izquierda experimentaron las
posibilidades del espacio democrático, y lo mostraron con claros aportes al título
de derechos fundamentales y de derechos sociales.
Debido a su nula experiencia parlamentaria, el desempeño legislativo de la
Izquierda fue pobre y caracterizado muchas veces por la intransigencia discursiva
al punto de negarse en un inicio a suscribir el nuevo texto constitucional. Por otro
lado, de forma confusa y contradictoria, es de resaltar su disposición para aceptar
las reglas de la legalidad democrática que anteriormente habían sistemáticamente
combatido y rechazado; combinado a su vez (en algunos casos) con un esfuerzo
sincero por proporcionar una representación a nuevos y amplios movimientos
sociales. En ese sentido, su participación era ambigua y daba cuenta de las
dificultades para asumir en su agenda «el asunto de la democracia como régimen
político». «Es decir, la actuación de la izquierda dentro del régimen constitucional
no estuvo dirigida a legitimar la democracia y a tratar de capitalizar políticamente
su participación en ella. Al contrario, la izquierda pensó que negando legitimidad al
régimen democrático aumentaba la propia dentro del mundo popular» (Osmar
Gonzáles 1999:147).

La Izquierda Unida (IU)

Durante los primeros meses de 1980, la izquierda se encontraba dividida en varios


grupos y pequeños partidos, casi todos con posturas ideológicas que tenían en la
lucha armada un elemento común de identidad y un discurso orientado a un
profundo menosprecio de las formas, reglas y procedimientos democráticos.

Desde tiempo atrás, la apertura política había animado la búsqueda de alianzas


electorales y la formación de frentes políticos con miras a participar en las
elecciones generales en mayo de 1980. En ese sentido, el PCP-Patria Roja, VR-
Proletario Comunista, el MIR Perú y el Frente de Liberación Nacional fundaron la
Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR). En el UNIR, los dirigentes del PCP-Patria
Roja y de VR-Proletario Comunista destacaron en su conducción; así, Jorge Hurtado
«Ludovico», dirigente del PCP-Patria Roja, fue elegido primer Secretario General
del UNIR. En aquel entonces, Rolando Breña Pantoja, otro destacado dirigente del
PCP-Patria Roja, señalaba que el trabajo del nuevo frente «no se agota, ni mucho
menos, en el próximo proceso electoral, sino que se proyecta al cumplimiento de
tareas superiores que en el futuro demande la revolución peruana» (1980:4). Así,
la participación del UNIR en la contienda electoral fue considerada como una forma
más de lucha, la que tenía como objetivos:

[..] Acumular fuerzas en conciencia y organización, desenmascarar el fraude


urdido entre la dictadura y los partidos reaccionarios APRA-PPC-AP y ampliar
el espacio político para las posiciones revolucionarias del pueblo, buscando
alcanzar conquistas concretas para el bienestar de las masas. UNIR asume el
principio de que será la acción revolucionaria del pueblo la que podrá
conquistar y garantizar sus derechos. (UNIR 1980).

Otro frente que se formó fue Unidad de Izquierda (UI). El PCP Unidad y el PSR
fueron sus principales animadores, junto a otras fuerzas menores de izquierda.
De otro lado, los principales grupos de la «nueva izquierda» formaron la Alianza
Revolucionaria de Izquierda (ARI)28. El 17 de enero de 1980, la UDP y el trotskista
Partido Revolucionario de los Trabajadores suscribieron una Declaración Unitaria.
Dos semanas después, apareció el primer comunicado de la ARI en el cual se
manifestaba la expresa voluntad unitaria de ambas agrupaciones y se anunciaba la
incorporación del UNIR, el trotskista Partido Obrero Marxista Revolucionario
(POMR), el Frente Revolucionario Antiimperialista y por el Socialismo (FRAS)29, el
Partido Obrero Revolucionario (POR) y el Movimiento Revolucionario Socialista
(MRS).

Desde su constitución, el derrotero de ARI fue complejo y estuvo lleno de


contradicciones motivadas principalmente por diferencias ideológicas, políticas y
electorales. Aquellas discrepancias se agudizaron y terminaron polarizando a sus
integrantes.
En los extremos de ARI, de un lado la propuesta del gobierno de los Frentes de
Defensa, con Hugo Blanco a la cabeza; de otro, la fundación del Gobierno de Frente
Único, y Alfonso Barrantes Lingán como candidato. A un lado, VR y los sectores
trotskistas, más algunas fuerzas menores; a otro, PCR Clase Obrera y el PCP- Patria
Roja. En medio de ambos, un conjunto de fuerzas que, con conciencia difusa de lo
que se jugaba en esos momentos, se veían incapaces, por eso mismo, de sujetar a
los extremos, e impedir su evolución rupturista. Puestos en la escena final de
negociaciones, fue imposible componer un rompecabezas en donde, ya no sólo los

28
ARI es una palabra quechua que significa Sí.
29
El FRAS estuvo integrado por el PCP - Mayoría, el PSR ML y el MIR El Militante. Estas dos
últimas organizaciones fundaron dos años después el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA).
programas, sino las propias aspiraciones electorales no encontraban
correspondencia. ARI estalló. (Nieto 1983:113).
La ruptura de ARI trajo como consecuencia que la izquierda participara dividida en
las elecciones generales del 18 de mayo de 1980. El dogmatismo ideológico, el
caudillismo y las aspiraciones electoreras partidarias hicieron prácticamente
imposible que la izquierda se unificara y participara en una lista unitaria. Cinco
agrupaciones con sus respectivas candidaturas compitieron en las elecciones30.

Llegadas las elecciones generales el conjunto de la izquierda alcanzó el 14.4% de


los votos, reduciendo drásticamente su desempeño de 197831. La división de la
izquierda facilitó la victoria de Fernando Belaunde Terry, candidato presidencial de
Acción Popular (AP), y permitió la ubicación del APRA como segunda fuerza política
en el país, con lo cual la izquierda fue relegada a un segundo plano.

La izquierda tomó conciencia de las causas de su derrota y teniendo como norte las
elecciones municipales de noviembre, empezó de inmediato con sus esfuerzos
unitarios. El resultado de estas negociaciones culminó en la fundación del frente
político electoral Izquierda Unida (IU) el 11 de setiembre de 1980, que en la versión
de sus integrantes buscaba convertirse en un «frente revolucionario de masas». Al
día siguiente de su constitución aparecía un comunicado, firmado por el PCP
Unidad, el PSR, PCR Clase Obrera, el FRENATRACA32, FOCEP, UNIR, UDP y el PCP-
Patria Roja33, en el cual se analizaba la situación política y se trazaban los
lineamientos y objetivos políticos de la actuación posterior de IU. El nuevo frente
postulaba a Alfonso Barrantes como candidato.
En el clima altamente movilizado e inestable de la época, la constitución de IU
permitió colocar, de un lado, en perspectiva y en un escenario más amplio, las ideas
de transformación social que se habían atrincherado tras las luchas sindicales y
populares en la década de los setenta. Y por otro, permitió que aquel electorado
que había votado por la izquierda en las elecciones para la Asamblea Constituyente
y las generales de 1980 no se quedara sin representantes en el nuevo escenario
político democrático.

30
En UI se quedaron el PCP Unidad, el PSR y otros grupos menores. El FOCEP designó a Genaro
Ledesma Inquieta como su candidato presidencial. La ARI se fragmentó en tres candidaturas: un
frente trotskista liderado por el PRT de Hugo Blanco Galdós; el UNIR encabezado por Horacio
Zeballos Gámez y la UDP quien eligió a Carlos Malpica Silva Santisteban como su candidato
presidencial.
31
En el Senado colocaron a 10 representantes, la mitad de ellos militantes de la UDP, el UNIR y
el FOCEP. Mientras en diputados, la izquierda ganó 14 escaños, con nueve representantes que
militaban en aquellas organizaciones.
32
El Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos se retiró dos semanas después de IU.
33
Las organizaciones Trostkistas se mantuvieron al margen de la fundación de IU.
En la primera Declaración Política de IU del 12 setiembre de 1980, los lineamientos
que planteó el frente fueron «por la destrucción del Estado burgués y la conquista
de un Gobierno surgido de la acción revolucionaria de las masas, de la clase obrera,
del campesinado y del conjunto del pueblo oprimido». «La destrucción del Estado
burgués», pasaba por la intervención de las «organizaciones genuinas del pueblo,
como las asambleas populares y los frentes de defensa, las organizaciones
sindicales y campesinas, y las organizaciones políticas de los explotados» lo que
presuponía «el derecho irrestricto de las masas a las libertades políticas y
democráticas que garanticen una auténtica democracia directa, antagónica con la
pseudo-democracia del parlamentarismo liberal burgués» (Herrera 2002: 713). La
consecución de una «auténtica democracia directa» tomaría tiempo, pero que «sin
apresuramientos de ninguna clase, es a partir de esta experiencia unitaria, [...] que
avanzaremos realistamente hacia otras confrontaciones, electorales o no, en
camino a lograr en algún momento, en que se produzcan las situaciones concretas,
un cambio revolucionario de la sociedad» (Barrantes 1985:33). La declaración de
IU se definía dentro de las pautas de una democracia que percibían, al mismo
tiempo, como insuficiente y formal. Importante constatar, sin embargo, que el
texto —aun cuando radical en su planteamiento— definía una posición de lucha
social y política que significaba deslindar con la lucha armada que ella casi
unánimemente había proclamado en los sesentas y setentas.
Para los dirigentes e intelectuales de la izquierda la democracia implicaba un
cambio de escenario de las luchas populares en la perspectiva de un cambio
revolucionario (Nieto 1983: 79); donde los representantes del «orden burgués»
pugnaban por restringir las transformaciones de la década de los setenta, con
«macartismos y simplificaciones ideológicas», para crear, en el peor de los casos,
un «miedo contra un “monstruo de siete cabezas”» y encubrir así «un sistema de
dominación que reprime, viola derechos humanos fundamentales y torna más
inhumanas las condiciones de vida de las grandes mayorías» (Pease 1981: 360). Al
considerar así al régimen democrático, la izquierda se sentía poco afecta a
contribuir a su consolidación, sin embargo, sus militantes participaron en el
parlamento y en los municipios.

La «ocupación de funciones públicas», ya sea en el parlamento o en los municipios,


mediante las elecciones se convertía en objetivo central de la IU y de sus
organizaciones integrantes. En ese sentido, como lo expresaba Alberto Moreno,
dirigente del PCP-Patria Roja: «hacer política era desarrollar una estrategia
revolucionaria y era en beneficio de ella que no se descartaba sino que se postulaba
la participación en las elecciones y la ocupación de funciones públicas. Una manera
en que la participación electoral alimentaría la estrategia revolucionaria era
mediante el apoyo a las movilizaciones populares desde el escenario democrático»
(Parodi 1993: 135); o como se sustentaba en la Plataforma Municipal de IU, «la
lucha democrática del proletariado y las clases populares encontrarán en las
municipalidades el espacio para ganar posiciones legales que reviertan en la
organización y conciencia popular en la perspectiva de acumulación de fuerzas
revolucionarias» (Izquierda Unida 1980: 20). Desde entonces, la participación de IU
en la «legalidad burguesa» tuvo como horizonte la «acumulación de fuerzas» para
una futura «transformación revolucionaria de la sociedad».
IU mejoró su participación electoral. En las elecciones municipales de 1981, logró
el 23.3% de la votación nacional y el 28.3% en Lima Metropolitana (Tuesta 1995).
Por primera vez la izquierda se hizo cargo del gobierno de importantes municipios
del país. Ganó la alcaldía de la segunda ciudad del país, Arequipa, y en otras cinco
capitales departamentales donde algunos de sus organizaciones eran importantes
como el UNIR en Arequipa y Moquegua, el FOCEP en Pasco y Tumbes, la UDP en
Ayacucho y Piura. La IU obtuvo el gobierno en 33 concejos provinciales y en 238
distritos del país. En Lima ganó los gobiernos municipales de cinco importantes
distritos populares y obtuvo el segundo lugar en otros cuatro. Como resultado, se
incorporaron promociones de dirigentes y militantes izquierdistas en los
municipios, sin formación previa y sin soportes político-institucionales, expuestos
a lidiar con pragmatismo los retos del gobierno municipal, abriendo la “caja de
pandora” a diversas degeneraciones político-ideológicas (como la corrupción, el
clientelismo ramplón, la constitución de nuevas castas en los Partidos sustentadas
en el saqueo de los recursos públicos y de la cooperación internacional, etc.)

Por otro lado, a pesar del positivo impacto que tuvieron los resultados electorales
y que propiciaron una inicial valoración de la democracia y sus reglas, el horizonte
de una lucha armada como momento revolucionario persistió como referente de
identidad para la mayoría de las organizaciones de IU. Sin embargo, más allá de las
declaradas intenciones de los militantes izquierdistas, de utilizar al parlamento y a
los municipios como «tribunas de agitación y propaganda», ambos se convirtieron
en un espacio más de su adaptación a las reglas y procedimientos democráticos
durante la década de los ochenta (Parodi 1993: 145).
Aquel proceso de inserción de la izquierda en la recién instalada democracia estuvo
aparejada con el «inicio de la lucha armada» del PCP-SL, el 17 de mayo de 1980. En
los años siguientes la acción de este grupo impactó de diversa manera a la izquierda
y a la democracia.

El enfrentamiento con el PCP-SL

Las primeras reacciones de la izquierda ante el PCP-SL fueron del asombro y


menosprecio inicial a una tímida condena de sus acciones. De manera general le
criticaron el uso del terrorismo, en tanto no era «un método de lucha
revolucionaria» (Bernales 1980: 10), y su «vanguardismo». Es decir, se les objetaba
que la ejecución de sus acciones no fuera acompañada de una masiva y amplia
movilización de los sectores populares. Al respecto, el recién elegido Senador de la
República, Rolando Breña Pantoja, integrante del UNIR y dirigente del PCP-Patria
Roja, señalaba lo siguiente:

No estamos de acuerdo con la utilización de métodos terroristas, porque en


este momento solamente contribuirán a incitar a la represión, a aislar a la
izquierda del pueblo y a darle argumentos a la derecha y al gobierno para
reducir nuestros márgenes de acción. Nosotros no tenemos participación en
ninguna maquinación, preparación e implementación de actos terroristas,
subversivos o desestabilizadores. Para nosotros lo fundamental no es
estabilizar o desestabilizar a un gobierno, lo fundamental es luchar por el
programa bajo el cual fuimos elegidos en el proceso electoral. (Breña
1980:16).

Una opinión similar era compartida por Gustavo Espinoza, dirigente del PCP
Unidad:
[…] lo primero que debe quedar bien claro es que la lucha de los comunistas
es una lucha de masas; para nosotros los actos aislados, las acciones
individuales, los métodos putchistas no solamente no son revolucionarios
sino que objetivamente benefician a los grupos contrarrevolucionarios
porque facilitan sus planes represivos. En estos actos están involucrados los
grupos derechistas empeñados en reprimir al pueblo e imponer en el país
una dictadura. Ningún grupo de izquierda por luminoso que sea tiene
capacidad organizativa ni poder de fuego suficiente para implementar una
campaña de esa magnitud y ninguna organización seria de la izquierda tiene
interés en deslizarse ahora por el sendero de las formas armadas de lucha
que no empleara tampoco contra la dictadura castrense de Morales
Bermudez. Lo de campaña terrorista resulta cortina de humo. (1980:10).

La condena al PCP-SL se mantuvo en esos términos durante un tiempo más. Aunque


la izquierda fue variando su percepción y sus críticas conforme las acciones
subversivas tomaban otro cariz y se iban expandiendo en el país durante los
ochenta.
En su interpretación del conflicto, la izquierda consideraba que la subversión tenía
una causa fundamental en la postración y explotación social de los sectores
populares que la «democracia burguesa» era incapaz de enfrentar y acabar. En ese
sentido, el uso de la violencia para cambiar aquel «orden injusto» se legitimaba en
la medida que la ejercieran «las masas» y no una «vanguardia iluminada» en su
nombre y más aún empleando el terrorismo en forma indiscriminada. «El derecho
a la violencia es legítimo y lo encontramos cuando Cristo echa a los mercaderes del
templo e insurge contra el orden mercantilista, cuando Espartaco se rebela con los
esclavos, en el mismo Santo Tomás... lo vamos a encontrar siempre que los
elementos fundamentales de la vida humana sean violados por sistemas de
opresión y explotación del hombre. El terrorismo nada tiene que ver con esta
violencia...» (Bernales 1981).

La ambigüedad de la izquierda se evidenciaba mucho más cuando sus dirigentes


trataban de diferenciar la lucha armada real que llevaba a cabo Sendero Luminoso,
de un proceso ideal que se imaginaba como de insurgencia democrática y al que
no habían renunciado. Así Rolando Breña, senador y dirigente del PCP-Patria Roja
afirmaba que la sola acción terrorista no podía desequilibrar una «situación política
y económica» desembocando en una situación revolucionaria. Mientras que, Javier
Diez Canseco, diputado y dirigente de VR, sostenía que «la transformación social
se conquista a través de un proceso de lucha de masas, masas organizadas que ven
enfrentados sus derechos contra la violencia de la reacción» (1981: 10). Ante tal
situación, no quedaba otra alternativa que la «violencia revolucionaria que es una
acción de masas» (Breña 1981: 10). Al ser considerada inevitable, una de las tareas
de la izquierda consiste entonces en «decirle al pueblo [...] que no sea ingenuo y
que sepa qué clase de enfrentamiento vendrá en el momento en que vaya
avanzando en la conquista de sus derechos y quiera hacerlos respetar» (Diez
Canseco 1981: 10). Lo que se cuestionaba no era, en principio, la posibilidad de la
violencia como parte de la acción política; sino la forma y oportunidad con que
Sendero Luminoso imponía su particular levantamiento.
En esta situación algunos sectores del gobierno de Acción Popular acusaron a IU de
ser «fachada del terrorismo». En ese contexto de acusaciones se promulgó el
decreto ley 046, conocido como «Ley Antiterrorista». Tal medida desató una
cerrada oposición de la IU que la entendió como una maniobra del gobierno para
«debilitar y destruir las organizaciones populares y de izquierda y poder aplicar sin
mayores obstáculos su política económica sujeta a las directivas del Fondo
Monetario Internacional» (Herrera 2002: 305). La oposición izquierdista y aprista
en el parlamento la consideró inconstitucional, un «atentado contra la libertad de
prensa».
Según Gorriti, por un lado, dicha ley consideraba como acciones terroristas «la
destrucción o deterioro de edificios públicos o privados, vías de comunicación o
transporte o de conducción de fluidos o fuerzas motrices», y que «en años
siguientes, algunos dirigentes gremiales provincianos, cuyas acciones de protesta
habían incluido el bloqueo de carreteras, por ejemplo, fueron detenidos y
procesados mediante la aplicación, en forma arbitraria, de aquel artículo» (1990:
146). Muchos de esos dirigentes gremiales militaban en partidos de IU y purgaron
prisión durante varios años acusados de «terroristas». En 1984, el número de
militantes de IU presos y recluidos en el penal de Lurigancho (departamento de
Lima) sumaba 14234. Y por otro, el articulado sobre la prensa y la «apología» del
terrorismo, criticado en forma vehemente por la izquierda, nunca se aplicó, «ni
siquiera años después, cuando “El Diario” pasó a encontrarse bajo el control real
de Sendero» (Gorriti 1990:147).
Aquella indefinición frente a la lucha armada y las acciones del PCP-SL se mantuvo,
aunque se empezaba a notar ciertos matices en las declaraciones de sus máximos
dirigentes. Así, con ocasión de una romería a la tumba de José Carlos Mariátegui,
en abril de 1982, Alfonso Barrantes, presidente de IU respondió de la siguiente
manera a un grupo de exaltados militantes izquierdistas radicales: «deseo un buen
viaje a los compañeros que han escogido el camino de las armas, pero este hecho
de ninguna manera alterará el camino y el cronograma que nos hemos trazado en
IU»35. Y a propósito del asalto al penal de Huamanga (departamento de Ayacucho)
en marzo de ese año, un pronunciamiento de IU destacó: «el valor de la entrega de
la vida en defensa de sus ideales de los militantes de Sendero Luminoso, señalamos
nuestras discrepancias con ellos, ya que en política no valen las buenas intenciones
sino las repercusiones y proyecciones concretas de una determinada acción» por
lo que no se discutía la opción armada sino su oportunidad. Por entonces, el PCP-
SL era para IU un grupo «llevado por su fanatismo dogmático» que daba
argumentos a la «derecha reaccionaria» para incrementar los abusos «y la opresión
contra el pueblo». En realidad, se percibía el carácter provocador de Sendero
Luminoso, pero aún no existía una objeción de fondo a la violencia como parte de
la acción política.
El incremento de las acciones del PCP-SL en los departamentos de Ayacucho,
Huancavelica y Apurímac, durante los dos primeros años del gobierno de Acción
Popular, trató de ser contrarrestada con el ingreso de las Fuerzas Armadas a fines
de 1982, con lo cual se fue configurando uno de los primeros escenarios del
conflicto armado interno. Sin embargo, a pesar de que las acciones subversivas
disminuyeron, su persistencia le fue restando legitimidad a la democracia recién
instalada. Para Gonzáles «lo significativo, dentro del problema de la consolidación
de la democracia en el Perú, es que ésta fue tempranamente jaqueada por la acción
armada senderista [...] la democracia entendida como reglas de juego en torno al
poder, no sólo no se había consolidado sino que incluso, desde su origen,
encontraba grandes obstáculos para su legitimación en tanto régimen político»
(1999:144).

34
Comité de Familiares de Presos Políticos de Izquierda Unidad e Independientes; Sindicato de
Trabajadores de Editora La República (Comisión de Derechos Humanos). Perú: presos políticos
y derechos humanos (Razones para una amnistía). Ediciones Derechos Humanos, Lima, 1985, p.
27.
35
DESCO, Resumen Semanal, 17-23 de abril de 1982. Nro. 164, p.3.
Al igual que la democracia, la mayoría de los partidos integrantes de IU fueron
cuestionados primero por la acción del PCP-SL y tiempo después por la del MRTA.
Cada uno a su manera, llevaron a la práctica lo que la izquierda pregonó con
vehemencia durante la década de los setenta, es decir, que el poder político se
conquista mediante la lucha armada y que la revolución era inevitable. Al compartir
una matriz ideológica similar, dichos partidos no pudieron asumir una posición
clara frente al tema de la «violencia revolucionaria», ni deslindaron claramente con
el pensamiento y la acción del PCP-SL y del MRTA. Esta indefinición junto a la
ambigüedad frente a la democracia fueron los gérmenes de futuras tensiones al
interior de IU que a la postre los llevó a su ruptura cuando sus partidos integrantes
se animaron a encararlas.

Hacia 1983, la izquierda había logrado ganar audiencia entre diversos sectores del
país. Esto quedó particularmente demostrando en noviembre de 1983 cuando IU
ganó las elecciones municipales para la Alcaldía de Lima. Alfonso Barrantes resultó
elegido como alcalde. La izquierda obtuvo el 29% del total de votos emitidos en
todo el país. IU triunfó en siete capitales departamentales y 30 capitales
provinciales.

Sin embargo, el auspicioso resultado electoral no modificó sustancialmente las


arraigadas interpretaciones y valoraciones de la democracia. La mayoría de los
integrantes de IU siguió contemplando un horizonte de enfrentamientos en su
camino hacia la construcción de un «poder popular» y una auténtica «democracia
popular». Aunque, en el corto plazo, IU en tanto tal no dejó de contemplar con
mucha expectativa la posibilidad de acceder electoralmente al gobierno en 1985 y
llamaba la atención sobre la posible respuestas de la «derecha civil y militar» en
caso de ocurrir efectivamente una victoria de IU. Agustín Haya de la Torre, diputado
y dirigente de la UDP, señala en ese sentido:

Hay que saber bien que las clases dominantes sólo admiten las libertades
democráticas cuando éstas no atentan contra sus privilegios; pienso que
hacemos bien al buscar un consenso popular favorable a la izquierda, pero
sería suicida creer que la derecha militar y civil va a respetar la Constitución
en el caso de un triunfo izquierdista. No podemos caminar sólo sobre el carril
electoral, hay que organizarse de manera que el pueblo esté en capacidad
de contestar con la violencia revolucionaria a la violencia de los opresores
(1983).

En cuanto a Alfonso Barrantes, si bien su deslinde con el PCP-SL fue público y


notorio tras su encumbramiento electoral, su liderazgo no tuvo consenso en cuanto
a dirimir cuál era la posición de la IU frente a la lucha armada. En lo personal su
postura era opuesta a ella, aunque compartía, cada vez menos, con el resto de
integrantes del frente izquierdista la ilusión por una insurrección popular donde se
combinaran «todas las formas de lucha»; en tanto, su opción por la integración
definitiva al régimen democrático fue cobrando mayor fuerza36. Pero con el
objetivo de unir al frente, Barrantes, y su entorno, no terminaron de confrontar
definitivamente los campos ideológicos en IU, sino hasta varios años después. Eso
sí, reforzó la oportunidad de aunar nuevos aliados, especialmente en el caso del
PCP Unidad, que había conseguido colocar 129 regidores, 39 alcaldes distritales y
6 alcaldes provinciales en las elecciones municipales de noviembre.
Las expectativas generadas por el éxito electoral de 1983 postergaron la resolución
de los problemas que se originaron con la fundación de IU, los que tenían que ver
con la autonomía de los partidos y la naturaleza del frente, la relación con las
organizaciones gremiales y populares, la aplicación del programa de IU, su posición
frente a la política económica y a la contrainsurgente del gobierno de Acción
Popular, entre otros. Esta situación motivó la pérdida de iniciativa de IU en la
escena política nacional y mantuvo su precaria institucionalización, según
Gonzáles:

[…] la inestabilidad interior de IU y la ausencia de una propuesta hegemónica


dentro de ella coadyuvaron para el agudizamiento de las contradicciones
que ya la caracterizaban. De este modo, el frente se convirtió en un ámbito
de disputas de todo tipo: tácticas, estratégicas, programáticas y personales.
La IU hacía cada vez menos favor a su nombre y las contradicciones la
paralizaban. El temor que se repitiera la experiencia chilena37 presionaba
fuertemente sobre el ala reformista, que buscaba desprenderse del ala
radical para así evitar el veto de los militares (1999:222).

Sin una propuesta ideológica y política que se convirtiera en hegemónica, la


ambigüedad discursiva y de acción política se mantuvo en IU. Esta situación se vio
reflejada en las conclusiones del III Comité Directivo Nacional Ampliado del frente
izquierdista, realizado el 28 y 29 de abril de 1984. «IU no renuncia por principio a
ningún medio de lucha, ni forma de organización. Combina todas y cada una de

36
Previo a su victoria electoral, Barrantes había declarado que: «antes de las elecciones
municipales [se refiere a las de noviembre de 1980] la izquierda se podía dar el lujo de decir y
hacer disparates, pero ahora que, por voluntad generosa de nuestro pueblo, se ha convertidos
en la segunda fuerza, no tiene ningún derecho a decir o hacer disparates. Está obligada a actuar
con responsabilidad política, con realismo, y sin caer en esa enfermedad tan grave que es el
infantilismo. Aquellas actitudes infantiles, que creen que una sociedad se transforma con
palabras y que gozan cuando se aplaude sus excesos verbales, no tienen porvenir porque no son
la expresión genuina de los anhelos del pueblo» (1985:89).
37
Se refiere al golpe de estado, encabezado por el general Augusto Pinochet contra el gobierno
izquierdista democráticamente elegido de Salvador Allende en Chile, el 11 de septiembre de
1973.
ellas, sean legales o ilegales, abiertas o secretas, según las circunstancias»,
empleando para ello «los medios menos dolorosos posibles pues esto coincide con
la aspiración de las masas» (IU 1984:15). En sus Lineamientos Estratégico
Generales, la IU se definió:

Como un frente revolucionario de orientación socialista para hacer la


revolución, alcanzar la liberación nacional y establecer un estado
democrático popular, en lucha por el socialismo; que emerge como factor
político aglutinador del conjunto de fuerzas sociales que integran la clase
obrera, el campesinado, el semiproletariado, la pequeña burguesía y los
sectores medios, entre ellos los medianos productores y comerciantes; y
asume que el componente fundamental de su estrategia está relacionado
con la cuestión del Poder y con las formas y los medios para conquistarlos y
debe basarse en la movilización, organización y lucha revolucionaria de
masas.
Más precisamente, sobre la participación en la democracia «formal», el Informe
Político del V Congreso Nacional del PCP-Patria Roja, en abril de 1984, declaró que:
«Si es indispensable y necesario participar en ellas [en el parlamento y los
municipios], lo es también reconocer sus límites y admitir que nuestro propósito
no consiste en fortalecerlo, sino más bien socavarlo haciendo evidentes sus
subterfugios» (Parodi 1993:136).

Ese mismo año, el primer congreso del Partido Unificado Mariateguista (PUM)38
afirmó que: «la lucha electoral y la que se desarrolla en los espacios parlamentarios
o municipales conquistados, por convertirnos en alternativa de gobierno dentro del
Estado reaccionario son parte de la lucha política de masas y de la forja del poder
popular, preparando fuerzas para la confrontación a que la reacción empuja con la
defensa intransigente de sus privilegios» (1984).
En los meses siguientes, el gobierno de AP enfrentó, en su etapa final, una grave
crisis económica y un agitado panorama social debido, entre otras razones, a las
movilizaciones de los gremios y las organizaciones populares en defensa de sus
condiciones de vida; y, por otro, de la agudización del conflicto armado interno con
la incorporación a la «lucha armada» del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru

38
El PUM se fundó el 23 de octubre de 1984. Los grupos que originaron este partido (VR, MIR, PCR
Trinchera Roja) convergieron con importantes trayectorias de trabajo en el sector campesino,
especialmente en la sierra sur andina, en el obrero de las ciudades y los sindicatos mineros de la
sierra central, en los gobiernos locales y en los movimientos sociales urbanos, especialmente en
la capital. Entre sus principales dirigentes se encontraban: Javier Diez Canseco, Agustín Haya,
Carlos Tapia, Eduardo Cáceres, Santiago Pedraglio, Michel Azcueta, entre otros. Al fundarse el
PUM, la UDP se disolvió, sin embargo, tiempo después, militantes del MIR-VR se apropiaron del
nombre y en octubre de 1987 se unieron al Movimiento Pueblo en Marcha.
(MRTA), desde enero de 1984, y el incremento del número de víctimas como
consecuencia de la respuestas contrainsurgente de las Fuerzas Armadas en las
zonas declaradas en estado de emergencia40. En estas circunstancias, los rumores
de un probable golpe de estado militar circularon con intensidad en los medios
políticos y de la opinión pública.

El balance de IU acerca de esta última etapa consideraba «previsible una creciente


agudización de las contradicciones sociales, el resquebrajamiento de los soportes
políticos ideológicos y morales de las instituciones en las que se asienta el poder
de las clases dominantes y la expoliación y opresión del imperialismo
norteamericano; y simultáneamente, una etapa de polarización social, de crisis
política, de descomposición moral, imposible de encontrar salida a través de
modelos neoliberales o reformistas» (Herrera 2002:224). Por lo tanto, ante el
probable cierre de los espacios democráticos y la cancelación de las libertades
democráticas, IU y las organizaciones políticas que la integraban, tenían que asumir
una postura clara, o bien en defensa de la democracia y por ende de sus
instituciones y reglas; o bien preparar las condiciones organizativas y materiales
para enfrentar una ofensiva de un probable gobierno militar o cívico-militar,
antesala de un hipotético desenlace revolucionario. La forma en que intentó
resolver el PCP-Patria Roja este dilema permite constatar la existencia de
posiciones «radicales» y «reformistas» incluso al interior de cada uno de los
partidos integrantes de IU. El testimonio de Jorge Hurtado, entonces dirigente del
PCP-Patria Roja es revelador al respecto:

En 1984, año en que se lleva a efecto el V Congreso Nacional de nuestro


partido culmina al interior de Patria Roja una importantísima discusión en
cuanto a dónde debíamos concentrar la atención del trabajo político
revolucionario. El resultado de ese debate fue afirmar el punto de vista de
que el trabajo del Partido, por las condiciones concretas que atravesaba el
país, debía concentrarse de manera prioritaria en preparar las condiciones
materiales y subjetivas (es decir, organizativas) para el desarrollo de la lucha
armada, por cierto sin dejar de lado la importancia del trabajo político de
masas expresado entre otras cosas en la consolidación de la unión de
Izquierda Unida, en el desarrollo y consolidación de la Unión de Izquierda
Revolucionaria (UNIR) y en avanzar en el trabajo en las organizaciones de
masas, etc.

Sin embargo, esta apreciación de carácter general, de carácter estratégico quedó,


hasta cierto punto, congelada por el acuerdo táctico que se da en el V Congreso en
donde a la hora de abordar el problema táctico se señala que la tarea principal del
partido era el trabajo para organizar la participación en la lucha política electoral
[es decir, en las elecciones generales de 1985 y en las municipales de 1986]
(Herrera 2002:208).

Otra organización que vislumbraba una inevitable «agudización de las


contradicciones sociales» fue el PUM. Según este partido, las condiciones del nuevo
periodo de crisis del «sistema de dominación» se verificaban en «el afianzamiento
profesional de las FFAA», en el alcance de la lucha de clases, en las formas de
autodefensa popular, la presencia del PCP-SL y el MRTA, la aplicación por vez
primera de la «guerra sucia», la violencia generalizada y el clima de inestabilidad.
Entonces, ante tal coyuntura, su propuesta de guerra revolucionaria implicaba «la
forma de una guerra de todo el pueblo, después de una vasta y prolongada acción
política de masas con una dirección centralizada y poderosos movimientos
regionales armados, que incluyen guerrillas campesinas, y que se despliegan
paralelamente y en unidad con el levantamiento y el proceso de insurgencia
democrática y nacional de los obreros y todo el pueblo del país» (PUM: 28).

Hasta entonces, un conjunto de organizaciones, integrantes de IU, pudo jugar con


los márgenes legales que la democracia proponía, y afirmarse paradójicamente en
las libertades liberales para alimentar un proyecto insurreccional contra el sistema
que le daba pie. De hecho, el PUM se afirmó en una estrategia de masas
organizadas que constituirían, en su proceso de enfrentamiento con el «orden
burgués», un «poder popular» alternativo, superando sus marcos, pugnando
permanentemente por hacerse del «gobierno y el poder», «defendiendo y
ampliando permanentemente los espacios democráticos conquistados por el
pueblo», y en perspectiva de construir un partido revolucionario de masas (PUM:
21). A pesar del radicalismo formal de sus integrantes, PUM y UNIR, la IU se preparó
para participar en las elecciones generales de abril de 1985 y las municipales de
noviembre del mismo año.

Hasta entonces, en el seno de IU, se habían perfilado dos corrientes. De un lado, se


fue distinguiendo una tendencia radical constituida principalmente por las
organizaciones maoístas y de la nueva izquierda: UNIR, PUM y el FOCEP. Este
bloque, ni monolítico, ni exento de contradicciones, continuó con los estilos previos
a la democracia. Sus integrantes se empeñaron en la denuncia de los gobiernos de
turno, en los que veía la continuación y el reflejo de las clases dominantes. Además
compartieron una íntima desconfianza hacia las instituciones de la democracia,
pero que no impidió que participaran en ellas para demostrar sus límites y
deficiencias, y se apoyaron fervientemente en la movilización social para mantener
una identidad y una vigencia política opositora al gobierno de Fernando Belaunde
(1980-1985) primero y después al de Alan García (1985-1990), por lo que fue
permanente un rechazo a cualquier posibilidad de acercamiento.
Además presentaron un estilo de oposición que se apoyó en una constante
movilización social, centrado en la crítica de la política económica, la denuncia de
la corrupción, la denuncia de la estrategia contrasubversiva y una creciente defensa
de los derechos humanos. Y por último, tuvo como planteamiento máximo «hacer
la revolución».

De otro lado, se hallaban un conjunto de organizaciones -en particular, el PCR y el


PSR- que atenuaban el enfrentamiento con el régimen democrático y valoraban
positivamente su participación bajo sus reglas, con una manifiesta atracción a un
APRA socialdemócrata hacia mediados de los ochenta. A la cabeza de este sector
se colocó Alfonso Barrantes, cuya distancia con los sectores radicales del frente
izquierdista se consolidó al paso de su éxito como figura pública representativa de
IU, y tras ganar la alcaldía de Lima en 1983. Esta tendencia, tanto en el discurso
como en su acción política concreta, había deslindado con el PCP–SL; aunque fue
un sector minoritario en el frente izquierdista, y fue calificada por el otro grupo
como «reformista».
El desarrollo de ambas posiciones fue paulatino y marchó en forma paralela al
despliegue de las experiencias municipales y parlamentarias de IU durante de los
ochenta. Con el curso de los años un tercer agrupamiento fue conformándose con
los partidos y grupos (PCP Unidad, Acción Política Socialista, Movimiento de
Afirmación Socialista) que se alinearon detrás de un proyecto que incluyera a
radicales y reformistas.
Las divergencias de estilo de conducta política de la izquierda fueron el correlato
de las ambigüedades frente a la democracia y su indefinición ante la lucha armada.
Según Pásara, las izquierdas «efectuaron la mudanza sin haber liquidado cuentas
con su herencia ideológica; de allí las ambigüedades y contradicciones con las
cuales se mueven en este terreno» (1988:121).
Para las elecciones generales de 1985 se presentaban con claridad dos tendencias
en IU. Una, liderada por Alfonso Barrantes y secundada por el PSR, el PCR y un
sector de izquierdistas que no militaba en ninguno de los partidos que formaba
parte de IU, que valoraba positivamente el desempeño izquierdista en las
instituciones democráticas y no se oponía al manejo político que implicaba
concesiones, acercamientos y probables consensos con adversarios como el APRA.
Y, otra tendencia radical, representada por el PUM y el UNIR, que concentrada en
la cuestión del poder no admitía concesiones a los «enemigos de clase» y pretendía
la creación de un poder popular contrapuesto a la «democracia burguesa». Entre
ambas tendencias, el PCP Unidad y otras organizaciones menores, trataban de
mantener una postura equidistante.
La forma como encararon ambas tendencias la coyuntura electoral de 1985 puso
de manifiesto las diferencias existentes en el seno de IU. Alfonso Barrantes,
conforme su aceptación en la opinión pública aumentaba, viró hacia posiciones
abiertamente contrarias a la opción armada para llegar al poder, lo que para la
tendencia radical implicaba un acercamiento a la derecha y por ende un abandono
de los principios y postulados revolucionarios que animaron la creación de IU.
Cuando Barrantes aceptó su candidatura a la presidencia marcó distancia con los
dirigentes izquierdaunidistas que sugerían un diálogo con los senderistas,
declarando: «yo no concilio con el terrorismo y el que lo haga dentro de IU tiene
las puertas abiertas para irse» (El Comercio 1985).
Asimismo, respecto a las ambigüedades discursivas de los dirigentes izquierdistas
señaló que: «si Sendero [Luminoso] se convierte en la raya que obliga a una
definición, ya está tomada. No conciliaremos jamás con el terrorismo, cualquiera
sea su nombre o naturaleza. Si los otros quieren buscar el diálogo o acercarse a
Sendero, tienen todo el derecho a hacerlo, pero esa no es la posición oficial de
IU»42. En suma, la exacerbación de las contradicciones entre las tendencias
existentes en IU impidió encarar la campaña electoral de mejor manera. Así por
ejemplo, el PUM privilegió la promoción de sus candidatos al parlamento en
desmedro del candidato presidencial (Herrera 2002:281).
Derrotado en la primera vuelta, Alfonso Barrantes declinó presentarse a una
segunda vuelta electoral. Con ello, el Comité Directivo Nacional de IU se dividió. De
un lado estaban quienes aprobaban ir a la segunda vuelta para definir una
oposición al futuro gobierno aprista; de esta opinión eran el PUM, el PCP Unidad y
de manera menos clara el PSR y el PCR. De otro, apoyaban el retiro de la segunda
vuelta el UNIR39, Acción Política Socialista (APS)40 y el Partido de Integración
Nacional (PADIN)41. Finalmente, Barrantes se abstuvo de participar, pretextando el
atentado ejecutado por militantes del PCP-SL contra el doctor Domingo García
Rada, presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Así, Alan García, candidato del
APRA, asumió la presidencia.
La victoria del APRA inauguró un nuevo escenario político. Por primera vez un
partido político con arraigo popular accedía al poder, además de contar con una
eficiente y eficaz organización partidaria en todo el país. Alan García había
prometido durante su campaña una serie de medidas que cambiarían la sociedad
y redundarían en beneficio de las grandes mayorías nacionales que, hacia mediados

39
Como recuerda Jorge Hurtado, dirigente del PCP-Patria Roja, el argumento para que su partido
se opusiera a la postulación de IU a la segunda vuelta, «era francamente risible: no hay que ir a
la segunda vuelta porque ya se sabe que va a perder y eso va a significar un gasto innecesario
de recursos; es decir se perdieron de vista totalmente los objetivos políticos» (Herrera
2002:289).
40
Gustavo Mohme Llona, entonces director del diario La República, fue su dirigente máximo.
41
El PADIN, liderado por Miguel Ángel Mufarech, hacía poco se había incorporado a IU.
de los ochenta, parecían virar a opciones representadas políticamente por el APRA
e IU.
El hecho de que el Partido Aprista accediera al gobierno mediante las elecciones
contribuyó a la legitimación del régimen democrático. Sin embargo, esa legitimidad
se fue erosionando gradualmente ante la incapacidad de los gobiernos
democráticamente elegidos de contrarrestar el crecimiento y expansión del PCP-SL
y el MRTA, así como solucionar la campante crisis económica, a lo largo de los
ochenta y de los primeros años de la década siguiente. Hasta 1985, la acción del
PCP-SL se había circunscrito principalmente a los departamentos de Ayacucho,
Huancavelica y Apurímac, mientras que la del MRTA a la ciudad de Lima y de
Huancayo (departamento de Junín).
Durante los primeros meses de gobierno, la gestión de García consiguió ganar las
expectativas de los sectores moderados de IU, aunque no significó un acuerdo o
compromiso formal o público con las intenciones reformistas del gobierno aprista,
sobre todo en cuanto a estrategia de lucha contrasubversiva. El empeño por
diferenciarse del APRA gobernante no alejó del todo la evidente atracción que
ejercía el liderazgo de Alan García sobre algunos sectores de IU, reflejado
notoriamente por la publicitada amistad de aquel con Barrantes, quien señaló que
dicho frente no iba a caer en el antiaprismo pero tampoco en el «seguidismo
cortesano».
De ese modo, los aspectos de política económica, donde el discurso del presidente
García ponía el énfasis en el desarrollo de las zonas más pauperizadas del país,
especialmente en el sur andino, como parte de su estrategia contrainsurgente,
ganaron cierta anuencia entre sectores de la dirigencia izquierdista. También causó
un gran impacto la decisión del Presidente de investigar a fondo los sucesos de
Pucayacu y Accomarca, en agosto de 1985; así como, la destitución de altos mandos
de las Fuerzas Armadas que no dieron debida cuenta de esos hechos. Al respecto,
Barrantes manifestó: «ahora estamos seguros que se va a sancionar enérgicamente
a los oficiales y jefes responsables de la matanza de Accomarca», y que «los
excesos42 que se han producido por un grupo de malos elementos no pueden
manchar a toda la Fuerza Armada». Esta evaluación positiva de los primeros meses
del gobierno aprista contrastaba con la lectura que tenían los sectores radicales de
IU acerca de la naturaleza del APRA y las perspectivas de su gobierno.
En el mes de noviembre de 1985 apareció un comunicado de IU en la prensa escrita
que sostenía que el APRA es «una alternativa de modernización con propósitos
caudillistas y autoritarios, y sin el menor ánimo de modificar la estructura

42
Para el PCP Unidad, el PUM, el UNIR y el FOCEP, en cambio, tales «excesos» formaban parte
de la estrategia contrasubversiva del gobierno aprista. Como afirma Guillermo Herrera «en la
apreciación de la política represiva del gobierno de Belaunde y luego la de Alan García, se daban
también estos matices que contribuían a hacer más difícil la adopción de una línea clara y única
frente a estos temas» (2002:308).
capitalista de nuestra sociedad». En cuanto a materia contrainsurgente reprochó
la ausencia de cambios sustanciales en la estrategia «antiterrorista», evidente en
la impunidad con que se trataron los casos de Umaru y Bellavista, y el retroceso del
poder civil en las zonas de emergencia. El gobierno aprista fue caracterizado como
limitado por su identificación con «el gran capital industrial y la burguesía agraria»;
«su estrategia basada en la teoría de la pirámide social [...] encubre y deforma las
verdaderas contradicciones que se dan en nuestra patria». Entonces, en esas
circunstancias sólo se presentan dos opciones: la del APRA y «la que representa IU
como expresión organizada del movimiento social, democrático, popular y
antiimperialista»
Con tal declaración, IU intentó colocarse a la izquierda del PAP, tratando de
mantener un perfil diferenciado, evitando en lo posible que su identidad se diluyera
ante la acción gubernamental aprista. Como plantea Gonzáles, cuando el PAP, bajo
la conducción de Alan García «asume un lenguaje que entroncaba con el
sentimiento popular y, más aún, se apropia de banderas esgrimidas por la izquierda
(como revolución, cambio social, antiimperialismo, lucha contra los poderes
económicos) y que habían identificado también al APRA auroral», la IU se veía
obligada a «redefinir sus conceptos. Entre ellos [...] el de la democracia»
(1999:203).

Ante el conflicto armado interno, las posiciones divergentes respecto al sentido de


la democracia y su participación en ella, imposibilitaron que IU produjera «una
propuesta integral para combatir el terrorismo —incluyendo el terrorismo de
estado—» (Herrera 2002:307). De hecho, las ambigüedades declarativas frente a la
subversión, en particular la del PCP-SL, contribuyeron, en primer lugar, a que los
adversarios políticos de IU colocaran a todos sus partidos integrantes dentro de
una misma postura afín al empleo de la violencia, lo que hizo prácticamente difícil
alejar de la opinión pública la asociación de sectores de IU con la subversión.

En segundo lugar, paradójicamente, aquella indefinición había alimentado y


reforzado en los sectores populares (sindicales, campesinos y estudiantiles en
particular), la idea de que el poder se conquista mediante la lucha armada,
convertida en sentido común en esos sectores gracias al trabajo político
desenvuelto por la izquierda desde la década de los setenta. La existencia de este
sentido común facilitó el trabajo de reclutamiento del PCP-SL y el MRTA entre los
simpatizantes y militantes radicalizados de los partidos integrantes de IU, sobre
todo, en el último tercio de la década de los ochenta cuando la situación del país
parecía colapsar. Y, por último, aquella ambigüedad motivó el paulatino retiro del
apoyo de la población que iba en busca de opciones políticas más moderadas.
Hasta entonces, IU venía actuando en tres espacios diferenciados: el parlamento,
los municipios y las organizaciones populares. En cada uno de ellos, la pugna entre
las tendencias existentes era evidente. Así, en el parlamento, el PUM en particular
y el UNIR, protagonizaron las investigaciones más importantes sobre violaciones de
los derechos humanos, con énfasis en el caso de las denuncias contra las fuerzas
del orden. Ello obedeció a consignas partidarias a favor de presionar y forzar una
crisis dentro del gobierno aprista. De otro lado, algunos congresistas sin militancia
partidaria y parlamentarios del PSR encabezaron comisiones sobre eventos del
conflicto armado interno e indagaron sobre sus causas, elaborando y proponiendo
propuestas alternativas a la política contrasubversiva en curso. Pero estos
esfuerzos no encontraron apoyo ni en IU, ni en el gobierno, a pesar del
reconocimiento público de lo trabajado.
En los municipios, la izquierda encontró la oportunidad de impulsar la creación de
espacios de participación popular en el nivel local, que prefigurarían instancias de
decisión y poder paralelas al municipio, por lo que se fomentó la creación de
asambleas vecinales y la organización de la población alrededor de sus demandas
inmediatas. Tales experiencias pusieron serios límites a la perspectiva política
(espacios de «autogobierno de masas» contrapuestos al municipio en tanto
instancia de la democracia formal) que pretendieron atribuirle los dirigentes del
PUM y del UNIR. Conflictos entre alcaldes y regidores de IU, entre éstos y sus
organizaciones políticas, y la priorización de las necesidades inmediatas de los
pobladores frustraron una serie de experiencias de participación comunitaria en
curso.
En cambio, en el ámbito de la organización, movilización y lucha de los sectores
populares, la tendencia radical desplegó con cierta eficacia sus planteamientos
políticos. De hecho los años del gobierno de Alan García fueron igualmente
agitados en cuanto a huelgas y paralizaciones, incluso en mayor medida que en el
gobierno de Fernando Belaunde. Sin embargo, el ala radical tuvo que enfrentar las
pugnas reiteradas con los otros partidos integrantes de IU por la influencia y el
control de las dirigencias de las más representativas organizaciones populares, lo
que implicaba el debilitamiento de las mismas. De otro lado, la creciente presencia
y acción de los militantes del PCP-SL en esas mismas organizaciones, pugnando por
controlarlas y utilizando métodos coercitivos y violentos, que contemplaba incluso
el «aniquilamiento selectivo» de sus competidores izquierdistas, paralizaba la
acción de las organizaciones políticas de IU. ¿Cómo enfrentar a «los compañeros
equivocados», como solía llamárseles en los predios de la tendencia radical,
probables compañeros de ruta? Hasta entonces, no había una respuesta clara al
respecto.
El 18 de junio de 1986, presos acusados de pertenecer al PCP-SL se amotinaron y
tomaron algunos rehenes en tres cárceles de Lima: Santa Bárbara —penal de
mujeres—, Lurigancho y El Frontón tratando de evitar ser trasladados al penal
Miguel Castro Castro. El gobierno delegó en las fuerzas del orden la restitución del
principio de autoridad. El saldo fue la muerte de 244 personas.
Ocurrido el debelamiento del motín, el Comité Directivo Nacional de IU emitió un
comunicado en el que condenó y rechazó la provocación de los militantes del PCP-
SL y criticó la acción militar y policial que se realizó «sin que agotaran los recursos
disuasivos normales» (Herrera 2002:314). El 21 de junio, Alfonso Barrantes declaró
acerca de la necesidad de restablecer el orden en los penales, pero que debía
«hacerse sin violar las normas legales». Al día siguiente, señaló que «el Perú está
de duelo por todas las víctimas sin distinción alguna». Por último, el 29 de junio,
apareció un nuevo comunicado del Comité Directivo Nacional en el cual se
demandaba el esclarecimiento de los hechos y la sanción de todo aquel que
resultase responsable de los «luctuosos hechos».
En tal coyuntura, la izquierda se encuentra […] enfrentada, como todo el país, ante
hechos consumados, corre ahora el riesgo de quedar aislada de importantes
segmentos de la ciudadanía y del pueblo en general al no avalar las acciones del
Estado y a la vez no tener una estrategia para enfrentar, desde el pueblo y por
cuenta propia, el desafío terrorista. Lastrada por ciertas mitologías mal digeridas,
confunde la violencia con la revolución, la parte con el todo, el medio con el fin.
Una cosa es afirmar que no puede haber revolución sin violencia, y otra es atribuir
un carácter revolucionario a cualquier violencia contra el orden establecido
(1986:9).

Hasta entonces, la disyuntiva, utilizando la terminología izquierdista de la época,


entre «reforma» o «revolución» no había encontrado su resolución al interior de
IU. Por el contrario, esa indefinida situación, que se agudizaba con la presencia del
PCP-SL y el MRTA, repercutía enormemente en su desempeño político. Sin
embargo, los dirigentes y los partidos que se adscribían a ambas tendencias eran
conscientes de los réditos que les traía la unidad en un mismo frente político
electoral. El PUM y el UNIR contaban con una considerable presencia e influencia
en el movimiento campesino, barrial, magisterial y estudiantil. En suma, una
importante base social organizada con la que no contaban sus oponentes. En tanto,
Alfonso Barrantes, que tras su paso por la Alcaldía de Lima se había convertido en
una figura central de la política nacional, era el candidato presidencial izquierdista
con mayores posibilidades de ganar en las elecciones de 1990. En estas
circunstancias ninguna de las tendencias podía prescindir de la otra.
Poco antes de las fiestas patrias de 1986, se supo por declaraciones de un diputado
aprista, que el presidente de IU sostenía reuniones con el Secretario General del
PAP, Armando Villanueva, con el propósito de ventilar la posibilidad de presentar
un candidato común a las elecciones municipales de noviembre de ese año. Tal
noticia causó desconcierto en el frente izquierdista, hasta que Barrantes mismo
confirmó tales reuniones a través de un mensaje televisado, donde reiteró una vez
más su llamado a un «gran acuerdo nacional» para detener el proceso de violencia
y hacer viable la democracia. En la misma presentación deslindó duramente con el
PCP- SL, aclarando que era objetivo central de IU combatir a la subversión,
señalando finalmente que «hay algunas pocas cosas que merecen ser apoyadas de
la acción del gobierno y muchas otras que requieren un necesario cuestionamiento.
No hemos caído ni caeremos en la mezquindad de negar lo primero, ni mucho
menos en la conciliación de callar lo segundo».
Sin embargo, las «pocas cosas» que debían ser apoyadas no configuraban un
consenso en el frente de IU. Las opiniones estaban divididas entre los radicales y
su insistencia en instrumentalizar la democracia en una perspectiva de insurrección
popular, considerando los logros políticos del gobierno, en cuanto consenso y
apoyo popular, como derrotas políticas para la izquierda; y, los sectores
moderados, que aunque señalaban la falta de una política contrasubversiva
coherente, encontraban en el empeño renovador del presidente, una voluntad con
la que era posible establecer algún consenso hacia la pacificación, el freno de la
militarización y el cambio hacia políticas que protegieran la economía popular. En
éste último sentido la propuesta de un «gran acuerdo nacional» formulada por
Alfonso Barrantes retomaba una disposición propicia al diálogo que venía desde
tiempo atrás.
En esas circunstancias, IU participó en las elecciones municipales del 9 de
noviembre de 1986. Barrantes fue el candidato en busca de la reelección para la
Alcaldía de Lima. Confiando en la popularidad que le había deparado su gestión, no
se comprometió de lleno en la campaña electoral. En tanto, Jorge del Castillo,
candidato del PAP, desplegó una intensa campaña electoral que contando con el
evidente apoyo presidencial le facilitó el triunfo en las elecciones por un estrecho
margen de votos. A pesar de haber incrementado su caudal electoral con relación
al obtenido en la contienda electoral de 1983, IU perdió en numerosas provincias
de los departamentos de Cuzco, Puno y Arequipa (Tuesta 2001). A fines de año, IU
concluía un periodo de gobierno municipal, con desempeños dispares en las
gestiones ediles, con muy poca coordinación con los dirigentes nacionales de IU, y
con muy poca o nula estructuración con las organizaciones partidarias.
Las sucesivas derrotas electorales de 1985 y de 1986, agudizaron los conflictos
dentro del frente izquierdista que, como señalaban voceros del PCP Unidad, poco
tenían que ver con horizontes ideológicos, sino con diferencias personales y estilos
políticos que oponían especialmente a Javier Diez Canseco, secretario general del
PUM, y al mismo Alfonso Barrantes. Tal oposición subordinó la dinámica de IU a la
búsqueda de un equilibrio mínimo que no precipitara una ruptura, donde la figura
de Barrantes hacía las veces de fiel de la balanza y carta de presentación de la
legitimidad izquierdista en la «democracia burguesa».
De ese modo, la percepción pública de una izquierda cada vez más comprometida
con la democracia se apoyó en el liderazgo de Barrantes, con el apoyo del PCR y del
PSR, entre otros grupos menores. Analistas de la época expresaron que lejos de
apreciar en IU a un potencial enemigo de la democracia, había que ubicarlo como
un eventual defensor de la misma, y quizás como un combatiente más decidido
debido a sus extendidos lazos sociales:

En resumen, el periodo que va desde 1980 a 1986 es, a pesar de los


desencantos y frustraciones, una etapa en la que las clases populares y los
partidos de izquierda se van adaptando a la democracia, asumiendo
actitudes más pragmáticas y ganando confianza en las posibilidades de
obtener cambios sociales dentro de las reglas básicas del sistema
(Rospigliosi:124).

Sin embargo, las críticas al liderazgo de Alfonso Barrantes motivaron su renuncia a


la presidencia de IU en 1987. Renuncia, que fue el síntoma de un malestar más
profundo en la izquierda legal. La figura de Barrantes, y el tipo de vínculo que se
estableció con él, habían compensado la falta de consistencia de los partidos de IU
para levantar por sobre sus proyectos particulares, uno común y sostenible en el
tiempo. Jorge del Prado presentó en el X Congreso Nacional del PCP, realizado en
1991, una apreciación que ya acumulaba años de un vínculo agobiante:

La renuncia de Barrantes a la presidencia de IU en 1987 cerró un ciclo de la


crisis como una válvula de escape para una situación ya insostenible. Pero la
crisis continuó al no resolverse su causa fundamental: la ausencia de una
auténtica unidad programática, estratégica y táctica y de un proyecto
nacional claro» (Herrera 2002:373).

En ese contexto, los militantes, en particular, los jóvenes, exigieron a sus dirigentes
una actitud más consecuente con los postulados revolucionarios enarbolados hasta
entonces. La percepción de la distancia entre los acuerdos partidarios y el
cumplimiento de los mismos provocó, en el caso del PCP-Patria Roja por ejemplo,
la separación de un importante contingente de sus militantes y dirigentes.
En diciembre de 1986, apareció una Carta al Partido, firmado por 11 dirigentes del
PCP-Patria Roja, dirigida a Alberto Moreno entonces Secretario General de dicho
partido. En ella, bajo un lenguaje partidario, se criticaba a los máximos dirigentes
por su alejamiento de la Línea General, es decir de «preparar al partido para la
guerra», aprobada en su V Congreso, y las desviaciones reformistas en las que
habrían incurrido.
Existe también, a nuestro modo de ver, cierta incomprensión y/o
inconsecuencia con la Línea General del Partido, así como una peligrosa
distorsión de algunos aspectos medulares de la doctrina del proletariado y
del Partido particularmente en los referidos al Estado, a la democracia
burguesa, al problema del poder, a la concepción de la táctica y la estrategia
revolucionaria, a la concepción dialéctica del desarrollo objetivo, entre
otros, que han conducido a una sobrevaloración de la legalidad, a la
subestimación del trabajo de masas; a la renuncia de la agitación y
propaganda revolucionarias, a la absolutización de la lucha por las reformas
–de acuerdo a una visión evolucionista de la lucha de clases, a la
subestimación y hasta negación del papel de clase dirigente del proletariado,
a la virtual liquidación del aparato ilegal del partido, y al abandono de los
preparativos de la lucha armada por el poder, más concretamente, para
afrontar consecuentemente la situación revolucionaria y la guerra civil que
el V Congreso y los posteriores plenos del CC [Comité Central] prevén»
(1986:3).

El contingente de militantes y dirigentes que abandonaron el PCP-Patria Roja dio


origen al UNIR–Bolchevique, que tiempo después se disolvió. Algunos de sus
integrantes se incorporaron a las filas del PCP–SL y el MRTA. Estas rupturas
ocurrieron también en el PUM y en el PCP-Unidad, cada una tuvo sus
particularidades, pero tuvieron en común la lectura de que el país transitaba
aceleradamente a una «situación revolucionaria».
Tras los dos primeros años de gobierno, la gestión aprista comenzó a dar muestras
de estar llegando a los límites de su propuesta de reactivación económica. No
obstante, el gobierno desplegó una política redistributiva en el campo,
especialmente en el llamado Trapecio Andino. Pero los límites de su propuesta
motivó finalmente la movilización del campesinado, particularmente en Puno, en
medio del incremento de las acciones del PCP-SL. En ese departamento, el PUM
estableció la avanzada de su propuesta, cada vez más radicalizada y orientada hacia
una acción armada43.
A ello se sumó la considerable presencia que el PCP-SL había logrado en el país y el
paso del MRTA a una siguiente etapa de su guerra con la apertura del Frente
Nororiental en noviembre de 1987, aumentando así el nivel de enfrentamiento con
las fuerzas del orden.
En este contexto, las posiciones radicales se acrecentaban no sólo en IU, sino
también en otros sectores de la izquierda. Un evento donde se percibió claramente
este aspecto fue la Asamblea Nacional Popular (ANP) organizada con especial

43
Rénique, José Luis. La Batalla por Puno. La guerra senderista en la sierra sur del Perú. Informe
preparado para la CVR, julio del 2002.
empeño por el PUM, el PCP Unidad y la UDP44, en Villa El Salvador, en noviembre
de 1987. Este evento resulta ejemplar para ilustrar los empeños izquierdistas por
hacer operativa una estrategia de «poder popular» en la gestación de un nuevo
estado. La ANP se proponía «el diseño, aunque fuera inicial, de un régimen
democrático alternativo», y a pesar de su gran presencia de «masas» terminó,
quizás justamente por eso, proponiendo la convocatoria a un paro nacional,
negociando la forma de aquel entre el PUM y el PCP Unidad, cada uno colocando a
la ANP y a la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) como la
llamada a dirigir el paro.
En dicho evento se enfrentaron con particular publicidad las opciones más
extremas de la izquierda. A ello contribuyó el desempeño de la UDP, que se acercó
al PUM para sostener un punto de vista que contemplaba lo inevitable de una
confrontación armada como fin del periodo de gobierno aprista. Un informe del
Comité Central del PCP Unidad analizaba el rol del PUM en este sentido:
Como sabíamos de antemano, el PUM tiene una concepción subjetiva sobre la
situación actual, considera que nuestro país vive ya una situación revolucionaria -a
veces la llama prerrevolucionaria- que está a punto de hacer crisis y, por tanto, urge
tomar el control total del movimiento obrero para realizar acciones de gran
envergadura tendientes a derrocar al gobierno aprista para posibilitar el inmediato
acceso del movimiento popular al poder (Herrera 2002:426).
Pero el PCP-Unidad dudaba de estas intenciones «en apariencia radicales» del
PUM, y las interpretaba mas bien como «electoreras», efectuadas con el afán de
ganar hegemonía en el escenario de una ANP con «aproximadamente 1200
organizaciones sindicales, sociales, políticas, etc.», colmada de dirigentes proclives
a ese discurso. Una reunión posterior de delegados de la ANP hizo mención a la
urgencia de la autodefensa de masas como «cuestión actual, central, vital, que de
no ser atendida en concreto como una tarea cotidiana sería el más grave error»
(Herrera 2002:429).
En el difícil proceso seguido por IU para sostener en un sólo frente a las opciones
moderadas y radicales, la ANP contribuyó paradójicamente a separar aún más a las
tendencias en conflicto. Si bien los moderados no se opusieron ni atacaron el
evento, lo dejaron pasar y a la postre, pudieron contemplar su disolución en el
curso de su propia y cada vez más exigua dinámica.

Pero aquella no fue la única experiencia de expresión práctica del radicalismo


beligerante que ya había comenzado a evidenciar sectores mayoritarios de la
izquierda, en particular el UNIR, el PUM y el PCP-Unidad, interpelados

44
A fines de septiembre de 1987, el Movimiento Pueblo en Marcha y la UDP, influenciado por el
MIR Voz Rebelde, se unificaron y acordaron que el nuevo movimiento político llevara el nombre
de UDP.
permanentemente en su naturaleza «revolucionaria» por la acción del PCP-SL y el
MRTA, quienes en un clima social convulso como el de fines de los ochenta se
convirtieron en importantes focos de atracción de una militancia izquierdista cada
vez más radicalizada, para la que era necesario encontrar respuestas frente al
crecimiento de Sendero Luminoso y la militarización, que victimaban a numerosos
dirigentes y militantes de la izquierda legal. Así, en el segundo congreso del PUM,
realizado en octubre en 1988, se diagnóstico que el país se dirigía inexorablemente
a una quiebra del régimen democrático y a la militarización, por lo que su
«propuesta estratégica y táctica» fue la de establecer un «viraje global» del partido
«y del conjunto de la IU y demás fuerzas de izquierda, para enfrentar
victoriosamente la confrontación que se vislumbra como desenlace del actual
periodo táctico» (PUM 1988).

Tal proposición implicó el desenlace de las propias tensiones dentro del PUM,
donde un sector significativo de dirigentes —varios de ellos autoridades políticas
locales y parlamentarias— intentó revisar las conclusiones a las que la mayoría del
congreso iba llegando respecto a la necesidad de organizar una estrategia
insurreccional en perspectiva de un desenlace militar hacia el año 1990. Santiago
Pedraglio, dirigente nacional del PUM del sector moderado afirmaba:

¿Qué significa proponer la insurrección, aquí y ahora? En primer lugar


renunciar al objetivo de que el movimiento popular cree un nuevo escenario
político en el Perú, derrotando a la estrategia antisubversiva y a Sendero
Luminoso, partícipes de la guerra sucia. Significa precisamente someterse a
la lógica de los hacedores de la actual violencia, minoritaria y antipopular.
¿Acaso porque hay más caos, más terrorismo, más represión indiscriminada
y un mayor deterioro del régimen parlamentario, se generan las condiciones
para una situación revolucionaria? Quienes en el PUM nos oponemos a esta
posición, creemos, por el contrario, que esta violencia es un factor de
derrota del movimiento popular y de las fuerzas políticas que aspiran a
representarlo (1988).

La aparición de un ala moderada dentro del PUM implicó la emergencia de


opciones que, sin renunciar a las propuestas fundacionales acerca del rol decisivo
de las masas organizadas en la lucha política, argumentaban que la admisión de la
crisis del régimen no conllevaba necesariamente a una crisis del país y el tránsito a
una «situación revolucionaria», justamente por la persistencia y dinamismo de las
luchas sociales y la organización popular. Los moderados, conocidos como los
«zorros», en polémica con los radicales (llamados «libios»), contemplaron la
importancia y necesidad de reunir en un acuerdo nacional a los sectores políticos
más dispuestos a frenar, dentro de los marcos democráticos, la crisis y la guerra
subversiva.
Esta propuesta los aproximaba en cierto modo a las propuestas de los partidos
afines a Barrantes en IU (que se habían reunido en la Convergencia Socialista),
aunque ese acercamiento no se dio del todo. Sin embargo, las diferencias
precipitaron la ruptura con el partido a fines de 1988, surgiendo de ella dos nuevos
grupos políticos que señalaron por su parte las germinales intenciones
insurreccionales del PUM.
Los aprestos insurreccionales del PUM, que en la jerga partidaria se expresaban en
el «viraje» aprobado en el segundo congreso, tuvieron un escenario privilegiado en
Puno, donde la posibilidad de abrir una «tercera vía» entre el camino del
senderismo y la arremetida de la militarización, se nutrió mucho de las
peculiaridades de las redes sociales e institucionales que alcanzó la izquierda en
ese departamento. Al final, los esfuerzos de desarrollar formas de autodefensa
cada vez más similares a una acción insurreccional fueron abandonados.
Y por otro lado, el UNIR vivió también el conflicto entre radicales y «electoreros»
en su VIII y IX Plenos de su Comité Central realizados en 1989 cuando, como
recuerda Hurtado, «con el nombre del “gran viraje”, se aprobó la resolución de
“preparar al partido para la guerra” (“preparar al partido y al pueblo para la
revolución” fue la consigna pública)», pero ya entonces, según Hurtado, «ni el
Partido, ni su dirigencia, ni su militancia estábamos preparados ideológica, política,
organizativa y materialmente para llevarla a la práctica» (Herrera 2002: 671). De
hecho, hubo diversas situaciones en las que los dirigentes de UNIR intentaron
distinguirse de los subversivos, con quienes se les asociaba. Sin embargo no
lograron evitar la generación de fracciones que simpatizaban decididamente con la
lucha armada, las que promovieron escisiones y nuevas adhesiones a los grupos
subversivos.
Por último, en marzo de 1990, algunos sectores de militantes radicalizados del PCP-
Unidad, encabezados por Andrés Sosa Chanamé, abandonaron sus filas y se
integraron al Bloque Popular Revolucionario, otros, en tanto, se organizaron en el
clandestino Frente Patriótico de Liberación (FPL), que luego se incorporaría al
MRTA.

Nicolás Lynch, otrora militante del PUM, resume esta ambigüedad denotando la
voluntad de IU por emplear los espacios democráticos como etapas preparatorias
de un momento revolucionario, por lo que el objetivo estratégico de IU no pasaba
necesariamente por la defensa y soporte de la democracia (1999:202). Además
señaló la dificultad de la izquierda para escapar de la actividad de «intermediarios»
que había tenido a lo largo de la década de los setenta con los movimientos
sociales, la que había limitado su efectividad como actor político. Esa relación de
intermediario había estado signada por «formas tradicionales de relación
clientelista con la población» lo que determinó que la participación de la izquierda
en espacios de representación estatal (en el Parlamento y en los municipios en
particular) en muchos casos «sirviera para el ascenso social y el enriquecimiento
personal de quienes ocuparon estas posiciones» (1999:203).
El último ensayo por proponer una izquierda legal con cohesión, unidad táctica y
estratégica, se frustró en el único Congreso Nacional de IU, realizado en Lima, en
enero de 1989. Fue el momento de encuentro de todas las tendencias reunidas en
1980, y que a lo largo de nueve años habían seguido un desarrollo contrapuesto y
a menudo antagónico con las otras posiciones organizadas en IU, con el saldo final
de la renuncia de Alfonso Barrantes y el sector reformista minoritario que formaría
a la postre Acuerdo Socialista de Izquierda (ASI) que se desplomaría en las
elecciones de 1990.
En este evento hubo un aparente triunfo de las opciones que promovían la
organización del movimiento popular, del poder popular, en la perspectiva de
constituir a IU en un «frente revolucionario de masas», y así darle una nueva
organicidad, y colocarse como una opción válida para las elecciones presidenciales
de 1990. Así, por ejemplo, de un lado, se aprobó una tesis política que sostenía lo
siguiente: «aunque en términos estratégicos generales, IU no renuncia por
principio a ningún medio ni forma de organización [...] en el presente período
nuestra estrategia de organización y movilización política de masas, opuesta
polarmente a la de Sendero Luminoso, no contempla la adopción de la lucha
armada, porque, por todo lo antes señalado, ella no es compatible con los objetivos
políticos que hemos establecido» (Herrera 2002:499).
Y por otro, en cuanto al plan de acción política, como recuerda Guillermo Herrera,
entonces dirigente del PCP Unidad, se propusieron dos propuestas: una, que
«enfatizaba la importancia de ganar el gobierno considerando que eso era lo que
estaba en juego en las próximas elecciones generales [de abril de 1990] y para lo
cual nos encontrábamos en condiciones»; y otra, que «incidía en que era
fundamental también ganar el poder, pues de otro modo podríamos ganar el
gobierno pero no estaríamos en condiciones de hacer cambios en el sistema
capitalista» (2002:501). Ambas propuestas fueron sustentadas por el PCP Unidad,
el PSR, el PCR, el MAS45 y la Convergencia Socialista; y por el PUM, el UNIR y el
FOCEP respectivamente. Cuando fueron sometidas a votación la primera ganó por
un ajustado margen de 187 votos de diferencia.
No obstante esta aparente aclaración, las ambigüedades continuaron respecto a
otros temas como el de la autodefensa, por ejemplo la campesina, frente a la cual
competían en el discurso con el empeño gubernamental por organizarlas y
armarlas para el combate exclusivo contra el PCP-SL; ó de las propias
organizaciones partidarias, como en el caso del PCP Unidad, que veía «la

45
Entre sus principales líderes se encontraban Henry Pease y Rolando Ames.
autodefensa armada como una necesidad perentoria frente a la agresión de
Sendero Luminoso y de las bandas paramilitares» (Herrera 2002:500).

A pesar de estos deslindes, a lo largo de 1989, las tensiones, conflictos y rupturas


de la izquierda, ventiladas públicamente, tuvieron que ver entre otras razones con
la incapacidad de la izquierda, dividida en IU y el Acuerdo Socialista de Izquierda
(ASI), de procesar y resolver democráticamente sus diferencias, primando sus
intereses personales y de grupo por encima de los del país sin considerar en lo más
mínimo la perspectiva electoral que se abrió con las elecciones municipales
programadas para el 12 de noviembre.

Por otro lado, la apreciación de las organizaciones integrantes de IU fue variando


conforme la acción de los grupos subversivos se desarrollaba. Hasta 1989, a los
militantes del PCP-SL se les seguía considerando como los «compañeros
equivocados» o formando parte del «campo popular» o se confiaba en que
enmendaran rumbos. Sin embargo, ese mismo año, esa percepción empezó a
modificarse significativamente cuando los militantes del PCP-SL incrementaron sus
ataques y asesinatos de militantes y dirigentes izquierdistas acusados de
«revisionistas», «traidores del pueblo» o «soplones»46. Así, Fermín Azparrent,
alcalde de la provincia de Huamanga (Ayacucho) y antiguo militante del PCP
Unidad, fue asesinado el 19 de setiembre. Igual suerte corrió Edilberto Salazar,
alcalde del distrito de Morococha (provincia de Yauli, Junín), muerto el 24. El 31 de
octubre, Enrique Castilla, dirigente textil y miembro del Comité Central del PUM,
fue asesinado en Lima. Estas acciones merecieron la condena unánime de IU y de
sus integrantes. Eduardo Cáceres, entonces Secretario General del PUM, declaró
ante diversos medios de comunicación que su partido «le declarará la guerra al
PCP-SL, tal como lo hizo en otras oportunidades en el departamento de Puno». Las
condenas contra las acciones del PCP-SL se incrementaron y el tono beligerante fue
la pauta.

Una situación contraria ocurrió con el MRTA. Si bien, el MRTA criticó


permanentemente a los dirigentes nacionales de IU por su «reformismo», no
existen indicios de que los amenazara de muerte o asesinara militantes de IU o a
dirigentes de organizaciones populares. En tal sentido, la principal crítica que le

46
Los asesinatos de dirigentes y militantes de IU izquierdistas empezaron poco tiempo después
de iniciado el conflicto armado interno. Uno de los primeros crímenes se perpetró el 10 de
noviembre de 1983 cuando el candidato a la alcaldía del distrito de Acobambilla (provincia de
Huancavelica, Huancavelica) fue asesinado por integrantes del PCP-SL. Estos asesinatos se
incrementaban durante los períodos electorales. Asimismo, las fuerzas del orden detuvieron,
torturaron, desaparecieron y ejecutaron extrajudicialmente a decenas de militantes de IU
acusándolos de «terroristas».
hacía IU, tal y como quedo señalado en sus Tesis políticas para su I Congreso, era
porque «privilegiaba acciones militaristas al margen de las organizaciones
populares» (Herrera 2002:306).
El 3 de noviembre, en medio de la campaña para las elecciones municipales, la
iniciativa por movilizar a la población frente a la amenaza de un paro armado en
Lima fue quizás la reacción más eficaz de IU sobre la ciudadanía, para enfrentar con
una acción emblemática, el estado de terror que fomentó el PCP-SL desde 1980. La
convocatoria de Henry Pease, candidato de IU, recibió el apoyo de casi toda la clase
política, y en la ciudad se organizó una de las más multitudinarias marchas contra
el PCP-SL que hubo en todos los años del conflicto armado interno.
Hasta entonces, IU, de un lado, no había experimentado las consecuencias de su
ruptura en enero de 1989. Éstas se hicieron evidentes en las elecciones municipales
del 12 de noviembre de 1989. IU obtuvo el 12%, mientras que el Acuerdo Socialista
de Izquierda (ASI) logró el 2% de la votación. El novísimo Frente Democrático
(FREDEMO), liderado por Mario Vargas Llosa, había obtenido poco más del 32% en
todo el territorio nacional. En Lima, en tanto, el independiente Ricardo Belmont fue
elegido como Alcalde para el siguiente periodo de gestión municipal. Una vez más,
IU no volvió a repetir su desempeño electoral nacional de 1983. Sin embargo, en
las elecciones regionales, realizadas el mismo día, un número importante de
candidatos del UNIR y del PUM fueron elegidos como diputados regionales en
Arequipa, Cuzco y Puno.

El bloque radical (PUM, UNIR, FOCEP y el BPR 47) compartía la visión de que el país
marchaba a un acelerado proceso de polarización entre la izquierda y el FREDEMO,
y en el caso de ganar IU las elecciones «la cuestión del poder» estaría a la orden del
día. Si, por el contrario, el FREDEMO resultara triunfador en las elecciones, la crisis
social y económica se agudizaría como consecuencia de la ejecución de su
programa de reformas neoliberales para lo cual es indispensable contener y
derrotar la respuesta de IU y de los sectores populares. En tal sentido, era
imprescindible prepararse para estar en condiciones de combinar «todas las
formas de lucha». Mientras tanto, tenían que afrontar las elecciones generales de
1990.
Con la intención de revertir el fracaso electoral municipal de noviembre, en los
meses siguientes, tanto IU como el entorno de Alfonso Barrantes, organizados
principalmente en Izquierda Socialista (IS), trataron de llegar a acuerdos que les
permitieran participar en una sola lista en las elecciones generales de abril de 1990.

47
Formado tras la ruptura del grupo de Sosa Chaname con el PCP-Unidad y donde se adhirieron
rápidamente personajes como Yehude Simón (Lambayeque), Lucas Cachay (San Martín), entre
otros.
Sin embargo, sus intentos fracasaron. La izquierda se presentó dividida en las
elecciones.
Su indefinición ante la lucha armada, que provocó que diversos sectores acusaran
a IU de estar influenciada por los grupos subversivos48, la campaña electoral del
FREDEMO que asociaba el fracaso del gobierno aprista como consecuencia directa
de la ejecución de un programa de corte izquierdista muy parecido al que pretendía
llevar a cabo IU, en caso de llegar al gobierno; y las polémicas con Izquierda
Socialista terminaron erosionando el respaldo de la ciudadanía y en particular el de
los sectores populares de quienes la izquierda se proclamaba su representante.
IU alcanzó el 8% e IS obtuvo el 5% de la votación. El FREDEMO ocupó el primer lugar
con el 33% de la votación seguido de Cambio 90 con el 29%, mientras que el APRA
alcanzó el tercer lugar con un 22% de la votación (Tuesta 2001). Mario Vargas Llosa
(FREDEMO) y Alberto Fujimori Fujimori (Cambio 90) fueron los dos candidatos que
pasaron a la segunda vuelta electoral para elegir al nuevo mandatario. Días
después, los partidos que integraban IU evaluaron su derrota. Para el PUM «la
derrota electoral expresa el creciente distanciamiento con los movimientos
sociales más importantes. En la autocrítica sería erróneo poner el acento de la
responsabilidad de la derrota, a los adversarios. La ruptura con el Acuerdo
Socialista (en enero de 1989) afectó, pero ese hecho era ya evidente el mismo día
que culminó el I Congreso Nacional. Durante meses las actitudes vacilantes con el
barrantismo, tuvieron una responsabilidad central en lo que sucede» (Herrera
2002:663).
Los primeros días de mayo, el Comité Directivo Nacional de IU analizó las causas de
la derrota electoral. Entre otras razones se señaló el alejamiento de los
movimientos sociales, el mantenimiento de una imagen del país que no
correspondía con la realidad y la incapacidad para desarrollar una estrategia de
gobierno y poder, y la imposibilidad de contrarrestar el impacto de la crisis del
socialismo real en Europa. Por último, «la división de la izquierda» y «la forma como
se procesó [...] restó credibilidad como alternativa de gobierno y de poder a los
ojos del pueblo» (Herrera 2002:663). El PCP Unidad coincidía en líneas generales
con la evaluación hecha por el Comité Directivo Nacional de IU. Además sostuvo
que una de las razones para el fracaso de IU fue que no paso de ser un mero frente
electoral. En ese sentido, «no se construyeron organismos sectoriales, tampoco IU
trabajó por repotenciar la dinámica popular y se quedó preocupada centralmente
en encarar las elecciones municipales y generales» (Herrera 2002:666).

48
Incluso, las críticas surgieron de sus propias filas. Alfonso Barrantes señaló que el MRTA estaba
ligado a IU. Henry Pease, dirigente de IU, respondió a Barrantes afirmando que todos sus
miembros, incluido Yehude Simon, habían firmado una adhesión escrita de deslinde con las
posiciones «terroristas». DESCO Resumen Semanal, 17 de enero de 1990
En la segunda vuelta electoral, la izquierda (IU e IS) pidió a su militancia que votara
a favor del candidato Alberto Fujimori. Así, el PCP-Patria Roja afirmó que «se
impone derrotar el proyecto neoliberal, derechista, protonorteamericano y
visceralmente anticomunista y autoritario del gran capital que representa Vargas
Llosa». Santiago Pedraglio, secretario general del PMR (Partido Mariateguista
Revolucionar, escisión del PUM), manifestó su apoyo a la candidatura de Fujimori.
Similar pedido fue hecho por Ricardo Letts (PUM) durante una entrevista en la
televisión. En tanto, el senador Carlos Malpica (PUM) planteó a la dirigencia de IU
dejar a su militancia elegir al candidato presidencial que considere conveniente a
los intereses del país. El UNIR también planteó votar por Alberto Fujimori. Opinión
compartida por Sinesio López (IS). Finalmente, IU en un comunicado sostuvo que
no puede votar por MVLL, y que el voto en blanco o viciado sólo contribuirá a
aumentar las posibilidades de triunfo del FREDEMO. Por tal razón, plantearon votar
por Cambio 90.
Con el apoyo de la izquierda y el APRA, Alberto Fujimori fue elegido presidente.
Poco tiempo después Fujimori nombró a Gloria Helfer (IU), Fernando Sánchez
Albavera (IS) y Carlos Amat y León (IS) como Ministros de Educación, Energía y
Minas y Agricultura respectivamente. La elección de Helfer como ministra causó
nuevas discrepancias entre los partidos integrantes de IU. El PUM afirmó que IU
estaba co-gobernando. Días después Helfer renunció a IU «con el fin de no reducir
en lo más mínimo la libertad política del Frente respecto al nuevo gobierno».
Aquellas discrepancias ponían en evidencia la grave crisis que afrontaba IU después
de la derrota electoral.
En setiembre, el PUM anunció su plena autonomía con relación a IU. Situación que
lo llevó a enfrentarse con el PCP Unidad que trataba de mantener la unidad de IU.
Y «con relación al anuncio del PUM de transformarse en un partido apto para todas
las formas de lucha, se plantea la necesidad de profundizar la aplicación de la línea
aprobada en el IX Congreso: desarrollar dentro de la construcción de los factores
de poder popular la autodefensa de masas; y evaluar —para reorientarlo— el
trabajo de seguridad del Partido» (Herrera 2002:681). Así embarcados cada uno en
su lógica partidaria, a pesar de algunas declaraciones públicas en contra, IU fue
debilitándose.

Final de la Izquierda Unida

Aún con la derrota electoral de IU e IS en 1990, la izquierda fue incapaz de


proponerse una actuación política que contribuyera a fortalecer el régimen
democrático. Esto se debió a la persistencia de una lectura ideologizada (en el
discurso) y populista de la política (con un claro sesgo pragmatista), y al caudillismo
presente en sus liderazgos. Las decisiones de la izquierda no contribuyeron de
manera decisiva a mejorar el desempeño de la democracia, aún cuando obtenía
logros y protagonismos inusitados dentro de ella. Su estilo opositor continuó unos
años más la pauta intransigente e intolerante que mostró al fundarse el régimen
democrático.
La guerra subversiva finalmente la puso frente a un dilema ideológico que no
resolvió del todo. El radicalismo verbal enarbolado enfáticamente por los
dirigentes de un sector de la izquierda se quedó sólo en eso. Sin embargo, muchos
de sus militantes, alimentados por tal discurso, trataron de ser consecuentes con
la prédica de sus dirigentes y se enrolaron en las filas del MRTA y del PCP-SL desde
fines de los ochenta. No es casualidad que el número de acciones subversivas se
incrementaran desde entonces. Otros, en tanto, dejaron la militancia
decepcionados por el comportamiento de sus dirigentes.

Epilogo: La crisis y desaparición de las “Vanguardias Proletarias”.

El 5 de Abril de 1992, el régimen de Alberto Fujimori incrusto la puñalada final a las


otroras “Vanguardias de la Revolución peruana”. Divididas, con una casi total
desconexión de sus baluartes populares; descabezadas en la práctica por causa del
asesinato, exilio y/o deserción de sus mejores cuadros 49, con nula capacidad de
respuesta. Vieron absortas el cambio de época, la caída del Bloque Socialista del
Este que tuvo como epilogo final fue la misma disolución de la URRS en la Navidad
de Diciembre de 1990. Así como la desmovilización de la mayoría de movimientos
Guerrilleros en el Continente (El FMLN en El Salvador, el M19 Colombiano, parte
del MIR y del FPMR en Chile, el Tupac Katari Boliviano, el Alfaro Vive del Ecuador y
la UNRG de Guatemala). La captura por la parte del GEIN de la casi totalidad de la
cúpula del PCP-SL para finales de 1993, aunque sin mayor conocimiento de Fujimori
y Montesinos, contribuyo sin embargo (mediante el cada vez mayor control de los
medios de comunicación) a legitimar al régimen frente a un país agobiado por la
violencia y la crisis económica heredada del gobierno aprista.

Fue la década de las “renuncias”, “rectificaciones”, “exconfesiones” y demás


vergonzosas situaciones, donde no solo desaparecieron en la práctica decenas de
Partidos declarados Marxistas-Leninistas, revolucionarios, mariateguistas,
Trotskistas, etc. Cuyas burocracias y principales referentes se insertaron en masa
al uno modelo dominante, el “fin de la historia” y la supuesta “victoria definitiva

49
Resulta importante resaltar que el grueso de cuadros consecuentes de los partidos integrantes
de IU, fueron constantemente relegados (expulsados, obligados a renunciar e incluso expuestos
sin mayor protección ante las fuerzas terroristas) por las burocracias oportunistas y caudillos,
que paulatinamente (sobre todo con la entrada desenfrenada al juego democrático), fueron
enquistándose en las direcciones de los partidos. En síntesis, el viejo “liquidacionismo político”
vuelvo moneda común en la práctica de los otrora “Partidos Revolucionarios”.
del libre mercado”, fueron consignas no solo repetidas por los FREDEMISTAS (ahora
conversos Fujimoristas) sino por decenas de los otrora “cuadros dirigenciales” de
los Partidos de la Izquierda Unida. La desaparición y reconversión del PUM en el
PDD (Partido Democratico Descentralista) de corte SocialDemocrata (de la nueva
“tercera vía” que renegaba furibundamente de los postulados marxistas). La
práctica desaparición y bancarrota moral del PCP-Unidad, que expulsando a su
antigua dirección pro-soviética (Huamantica, Del Prado, Espinoza, etc.) y bajo el
discurso del “viraje” cayo en prácticas lumpenescas, apropiándose particularmente
de la totalidad de bienes de su Partido y favoreciendo a un control mafioso del
único gremio relevante que aún conservaba (Construcción Civil y a través de él la
CGTP).

Del VI Congreso de 1992 del PCP-PR a la bancarrota actual

Una de las notables resistencias y excepciones de la década, fue el PCP-PR. Que en


1992 y en plena crisis político-ideológica generalizada de las “vanguardias”; realiza
el VI Congreso Nacional del Partido, reafirmándose en el legado y creación heroica
del Amauta José Carlos Mariátegui, así como en el Marxismo-Leninismo e
intentando esbozar una táctica para el periodo de reflujo que se vivía. Con una
política de resistencia encarnizada y con la presencia de cuadros intermedios que
con mucha solvencia moral e ideológica y desde regiones y sectores estratégicos,
se propusieron resistir a la dictadura sin abandonar los principios revolucionarios y
de vida que habían asumido décadas atrás50. Sin embargo, a pesar de los heroicos
esfuerzos de decenas de cuadros, el burocratismo y el oportunismo fueron
haciendo anclaje en el Partido. La cooptación y utilización de la Derrama
Magisterial como caja chica51 del Partido, en beneficio de “miembros
prominentes”, la falta de renovación no solo generacional sino de estilos y métodos
de trabajo, el constante “liquidacionismo político” a cualquier elemento crítico a
las degeneraciones en la línea política partidaria y la propuesta del Nuevo Curso
(inicialmente esperanzadora pero al no ser desarrollada en los aspectos teóricos,

50
Resulta importante destacar el papel del cc. José Ramos Bosmediano “Graco” que durante la
primera mitad de la década resistió heroicamente a la dictadura desde la Secretaria General del
SUTEP. Por otro lado, al cc. Andes, que desde el Comité Regional “Mario Florian” de Cajamarca
del PCP-PR, planteo una política orientada a la resistencia del movimiento rondero frente al
copamiento que pretendía Fujimori de este a través de los Comités de Autodefensas. Entre otros
destacados cuadros que dieron cara en ese difícil periodo, como Nguyen Hilares (dirigente
estudiantil de la UNSAAC de Cuzco asesinado por el PCP-SL en 1992) y los jóvenes comunistas
que resistieron a la dictadura, agrupados en la Juventud Popular (JP).
51
Experiencia muy similar al saqueo de las Cooperativas Magisteriales en las décadas de 1970 y
1980, bajo la dirección de Salazar Pasache y otros “prominentes miembros del Buró Político”. O
el saqueo sistemático de la UNMSM bajo la rectoría de Wilson Reátegui Chávez entre 1990-
1995, entre otros casos donde esta práctica fue común en el PCP-PR.
programáticos y organizativos por las sucesivas direcciones del Partido en 26 años,
solo quedo como un mero “recurso discursivo más" para evitar la fuga de la
militancia y legitimar a una dirección que no ha cambiado en lo sustancial en casi
50 años). Han terminado por generar una desmoralización general del grueso de la
militancia consecuente, expulsiones, renuncias, han marcado las últimas décadas
del que a inicios del S.XXI se presentaba como la única organización Marxista-
Leninista vigente y activa en el territorio nacional.

¿Conclusiones?

Este apartado final, se presenta como una interrogante, en este breve recuento
(aún en extremo incompleto52) no se busca como punto de partida sentar una
posición rígida y única de nuestra historia. Sino ser el inicio de un necesario y
profundo debate; que por sus características escapara incluso a la I Reunión
Nacional para el que fue preparado este documento y que abonara
indefectiblemente, como insumo matriz, a la necesaria e histórica Conferencia
Refundacional de nuestro Partido. Esperamos que este documento sea un insumo
vital, de partida, contingente y útil para el devenir de nuestro pueblo, de nuestra
incipiente militancia, de nuestros cuadros y de la suerte misma de la Revolución a
la cual han estado, están y estarán empeñados todos nuestros esfuerzos y sueños
de constructores.

ESCENARIO POLÍTICO53

“La salida de la crisis económica global que afecta a todas las naciones no se
vislumbra por su carácter sistémico. Los remedios aplicados por los poderosos se
han dirigido a proteger a las instituciones y prácticas que le dieron origen a
descargar el terrible peso de las consecuencias sobre los trabajadores en sus
propios territorios y en particular en los países subdesarrollados.”
VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (2011)

52
Una de las principales ausencias es el proceso de ruptura en el PCP-PR a mediados de la década
de los 70tas y la formación del PCP-Puka Llaqta. Sobre este proceso, en extremo importante
para la historia y desarrollo de los acontecimientos del siglo pasado, se realizara un documento
anexo.
53
Informe sobre el Escenario Político recogido casi en su totalidad de los Documentos
Congresales del Comité Local “Genaro Palacios” de los Comunistas de la Provincia de Cajamarca,
Región homónima.
El cambio de era
Es imposible abordar la realidad política, económica y social sin dar espacio al
cambio de era que se está produciendo como consecuencia directa de la
sobrecarga informativa, que a grandes pasos, está cambiando el quehacer de las
organizaciones y fortaleciendo la hegemonía ideológica del capitalismo.
Para entender esto, antes es necesario comprender el poder de Estados Unidos, a
través de las cinco superioridades que otorgan a este país el dominio mundial:
primero, está superioridad económica que inclusive le ha permitido hacer frente a
la crisis del 2009; segundo, la hegemonía en el campo político que le permite
imponer su parecer en todas las asambleas de la ONU; tercero, su gran poderío
militar que le permite monitorear, vía bases militares y satélites el desplazamiento
de grupos insurgentes en todo el planeta y con la cual ninguna nación puede
competir; cuarto, está su del dominio campo científico donde concentra casi todos
los avances de la humanidad y en donde no existe aún otra potencia que le pueda
hacer frente, como fue el caso de la Unión Soviética.
La quinta y última hegemonía norteamericana es el dominio de la ideológica; es
decir, su control del sentido común. En este último dominio, el imperialismo ha
generado una sobrecarga informativa que, desde las plataformas cibernéticas, está
fortaleciendo ampliamente su poder. Todo ello, bajo el paraguas de la supuesta
"democratización" de los formatos comunicacionales y que ha abierto un banco de
datos extraordinario de la población mundial.
Las corporaciones como Facebook y Google, hoy por hoy, controlan vía algoritmos
toda la información que es considerada "relevante" según el grado de interacción
que tienen las personas en dichos espacio, dando como resultado el fenómeno de
la burbuja ideológica. En otras palabras, vernos a través de las redes sociales y en
internet mismo solo la información que las corporaciones saben que nos va a
agradar, creando una suerte placebo virtual donde nos refugiamos cuando la
realidad nos es adversa: un escapismo.
Según estudios, en los últimos 10 años se ha generado más información que en los
100 años anteriores. La forma de comunicarnos está variando a través de la barrera
tecnológica que hoy representa estos espacios. Expertos hablan no de un cambio
de época sino de un cambio de era, cuyas manifestaciones se expresan más en las
nuevas generaciones que en la mayoría de los casos ha aprendido más de los
medios audiovisuales (donde imperan las emociones) que de los escritos (imperio
de las ideas).
Este debate no es nuevo, de hecho fue planteado por primera vez por Sartori
cuando advertía que la humanidad estaba asistiendo al nacimiento del homo
videns. Hoy, no cabe duda que a través del microblogging, las comunidades
virtuales, las aplicaciones y el desenfreno por la tecnología, las nuevas
generaciones son las víctimas de este severo cambio.
Por eso comprender la realidad mundial es casi imposible. La sobre carga de la
información dificulta el proceso de asimilación del conocimiento y su posterior
conversión en saber. Corno izquierda, tenemos el reto de ganar la batalla del
sentido común desde un espacio marginal. Por eso, este informe —como se verá
más adelante—pretende afianzar nuestro actuar político.
Mundo
Todo lo descrito sobre el cambio de era, debe ser enmarcado dentro de la lucha
política mundial donde en los últimos años las fuerzas de izquierda y progresistas
han tenido un importante protagonismo. Veamos algunos detalles del escenario
mundial actual:
La llegada del siglo XXI no solo supuso el retorno de las posturas progresistas en
todo el mundo, sino abrió un nuevo proceso en la política mundial estableciendo
en el debate del fin del mundo unipolar. Esto debido al surgimiento de nuevas
coaliciones que buscan, desde hace una década, disputar el dominio del
imperialismo norteamericano.
Rusia y China, desde el continente asiático intentan cambiar el mapa político del
planeta. Para ello han sumado a países como Sudáfrica, India y Brasil, en la
conformación del BRICS. Ambos países han sufrido una serie de cambios internos,
la primera a partir de la desintegración de la Unión Soviética que no solo significó
un golpe fatídico para la izquierda en todo el mundo, sino que produjo un proceso
de balcanización y reintegración de territorios a Rusia que, aún hoy, después de
más de 25 años, sigue cambiando la geografía de las naciones que surgieron a partir
de la caída de la URSS. Esto quedó ampliamente demostrado en la anexión de la
península de Crimea a Rusia, a pesar de las advertencias y sanciones de los aliados
de la OTAN, y que fue consecuencia directa del conflicto interno llevó a Ucrania a
una cruenta guerra civil. Por su parte, la patria de Mao Tse Tung, actualmente tiene
un papel muy importante en la economía mundial, como producto de la llamada
apertura económica que fuera impulsada por Deng Xiaoping y continuada por los
sucesivos gobernantes chinos; lo anterior a precio de convertir su economía en una
variante capitalista extremadamente brutal con la nueva clase obrera China y
donde (debido al recorte casi total de derechos laborales) se han afincado la
mayoría de mega corporaciones del mundo (destacando Apple, Microsoft, Nike,
entre otras); sumando una política similar a USA entorno a una escasa
preocupación por el daño ambiental que la inmensa industria China (al igual que la
totalidad de potencias capitalistas del mundo) genera al planeta. Si bien los
conflictos internos existen (impulsados por su competencia inmediata en el mundo
–USA- y en la región asiática –Japón-) como es el caso de Taiwán y el caso del Tíbet,
esto no medra el poder militar que tiene China en la zona. Además, hay que tomar
en cuenta el papel que juegan naciones como Corea del Norte, que a pesar de su
carácter altamente beligerante, son una pieza clave para que el Estado Chino tenga
un papel destacado en la política mundial.
La fuerza las dos grandes economías mencionadas, da como resultado la
multilateralidad como un hecho casi irreversible, mas no quiere decir que
Norteamérica no tenga la capacidad de intervenir en los asuntos internos de otros
países: La guerra contra Afganistán e Irak son la prueba más clara; otra, es el
nefasto papel que protagonizó Estados Unidos durante la llamada Primavera
Árabe, donde abiertamente financió a la oposición del gobierno de Gadafi en Libia,
tal como lo hizo tiempo después en Siria.
El apoyo complaciente de Europa, solo ratifica lo dicho. En este continente, las
fuerzas progresistas han recuperado algún espacio como es el caso de Italia, Gran
Bretaña y España, pero que es insuficiente pues aún no logra cambiar la correlación
de fuerzas para hacer frente a países donde impera el neoliberalismo como
Alemania y Francia.
Otro escenario que haremos mención, es el papel de Latinoamérica, que con la
llegada al poder de Hugo Chávez pasó a una etapa de renacimiento de la izquierda
y que inspiró el surgimiento de gobiernos progresistas en todo Sudamérica.
Ecuador y Bolivia, son los espacios más definidos para los procesos de cambio, pero
no son los únicos. Estos procesos de cambio, según analistas, se debe
principalmente a dos aspectos: el primero el "mal ejemplo" de Cuba que durante
décadas ha seguido pregonando incansablemente el socialismo como alternativa
al capitalismo, y El segundo aspecto es que Brasil, siendo parte de los BRICS, se
convirtió en una país en camino a ser potencia; sosteniendo un modelo con fuerte
presencia estatal en la economía (la empresa de bandera nacional PETROBRAS) que
cuestiona las lógicas matrices del modelo neoliberal. Sin embargo, es necesario
resaltar que a pesar de los notables avances en materia de necesidades
fundamentales de la población (salud gratuita y de cobertura universal, educación
de calidad y masificada, recuperación por parte del estado de sectores estratégicos
de la economía, avance lento pero sostenido hacia la diversificación productiva –
industrialización cuyo caso más notable es Bolivia-, entre otras conquistas
importantes); estos procesos aún no han podido romper con la matriz capitalista
de producción (el control de la producción aún no está en manos de la clase
obrera), lo cual le da un gran margen de maniobra a la Burguesía presente en cada
uno de esos países. Esto configura una situación de polarización creciente, siendo
Venezuela uno de los principales campos de batalla y de expresión de esta
polarización; el poder político se mantiene en mano de amplias alianzas
progresistas pero la producción se mantiene en manos de la Burguesía dándole
margen para sabotear el suministro diario de alimentos, generar una “situación de
escasez creciente” que por si fuera poco los beneficia económicamente al constituir
un sólido mercado negro donde la especulación tiene un peso gravitante. En este
tránsito se encuentran los actuales procesos de cambio en Latinoamérica,
recogiendo una idea del comunista italiano Antonio Gramsci: “El viejo mundo se
muere. El nuevo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos”. El
futuro de los procesos de cambio, su profundización y la resolución definitiva a la
sociedad socialista, depende fundamentalmente del pueblo organizado, de la clase
trabajadora, del cambio de correlación de fuerzas y de la toma definitiva de los
medios de producción por quienes los trabajan. Es necesario resaltar que la falta
de una organización o destacamento de vanguardia en estos procesos, ha sido un
factor gravitante para el estancamiento o el lento avance de los mismos; la falta de
cuadros políticos a todo nivel social, que garanticen una misma orientación, una
misma determinación y un mismo camino estratégico a seguir, se hace una
necesidad cada vez mayor para el futuro de los procesos de cambio
Latinoamericano y para el mismo futuro de la Revolución Peruana.
Sin embargo, a lo avanzado, se suma también otro grave peligro, debido a la
intervención del imperialismo que, a través de la estrategia del golpe blando,
pretende desestabilizar la región financiando a la oposición, generando crisis
económicas y el posterior golpe parlamentario. Tal y como ha sucedido en
Paraguay, Brasil, Honduras, Nicaragua y últimamente en Venezuela. Esta forma
ilegítima de intentar capturar el poder por la derecha ha generado una serie de
crisis que, bien que mal, han tenido sus repercusiones en nuestro país. Por otro
lado, Perú, junto con México y Colombia, representa actualmente las fuerzas más
conservadoras de Latinoamérica. México con sus diversas nacionalidades e
idiosincrasias, hoy es gobernado por el PRI, luego del absoluto fracaso de la guerra
contra el narcotráfico que impulsara el anterior gobierno del PAN. Lo propio sucede
en Colombia, donde fracasó el acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno de
Santos. Los pueblos de estos dos países tienen retos similares a los nuestros:
revertir el neoliberalismo desde la marginalidad y con la hegemonía todopoderosa
del poder económico en su contra.
Perú
Nuestro país, en este caso, es quizá el más conservador de todos. No solo tenemos
un partido nacido de las canteras de una dictadura con amplio respaldo popular y
con pleno dominio del Congreso de la República; sino también tenemos una
izquierda parlamentaria que en vez impulsar una plataforma máximalista que
aborde los problemas nacionales y se vincule a las problemáticas cotidianas más
sentidas por la población; se ha reducido a impulsar luchas (que sin restarles validez
se encuentran alejadas del sentir mayoritario de la población y tienen un marcado
carácter de clase que incluso dentro de las mismas comunidades que defienden se
muestran en extremo elitizadas) como la Unión Civil, entre otros proyectos de ley.
Dando corno resultado un actuar coyunturalista que la sume cada vez más en la
marginalidad.
Las últimas elecciones nacionales, que fueran calificadas por observadores
internacionales de “semidemocráticas”, son el más claro ejemplo de la debilidad
de los partidos y de la ausencia de memoria colectiva. Si sacar de la carrera electoral
a César Acuña y a Julio Guzmán fue escandaloso, el mantener preso a Gregorio
Santos para impedir que compita en igualdad de condiciones es ya una vergüenza.
Ambos pasos fueron premeditados por los grupos de poder que quieren mantener
el estatus quo. No podemos dejar de mencionar el silencio cómplice de sectores
que, gracias a financiamiento de ONG´s ligadas a la CIA y que se reclaman de
izquierda, silenciaron el caso de la candidatura de Goyo.
Como último aspecto a tomar en el análisis están los escándalos relacionados con
la empresa Odebrecht, cuyas denuncias alcanzan a todos los expresidentes
(Toledo, Alan García y 0llanta). Este caso más que golpear al sistema está
destruyendo la imagen del Poder Ejecutivo y curiosamente viene fortaleciendo, en
parte, al Poder Judicial que bajo la presidencia de Duberlí Rodríguez está iniciando
una serie de pesquisas fiscales cuyos resultados judiciales serán inciertos, durante
mucho tiempo. Al contrario de lo esperado, las marchas contra la corrupción no
han tenido la respuesta esperada; esto se debe a que el grueso de la población ha
aceptado corno tolerable la premisa "roba pero hace obra" y también al blindaje
otorgado por los medios de comunicación a las grandes empresas, lo que ha forjado
la idea que el caso Odebrecht es "cosa de políticos".
Sin embargo, en los últimos meses del presente año, con la cada vez más
escandalosa corrupción campante en el Perú, la aparición de los “Kenjivideos” y la
compra de Congresistas (funesta imagen que nos recuerda a los peores momentos
de la Dictadura de 1990), los exmandatarios procesados (Ollanta Humala), prófugos
(Alejandro Toledo), los que gozan la impunidad (Alberto Fujimori y Alan García) y la
reciente caída del Gobierno de PPK; configuran un escenario de creciente
polarización y emergencia de nuevos actores sociales en lucha, que
innegablemente, con una clara conducción, pueden salpicar el actual proceso
electoral en curso y el devenir de los acontecimientos futuros del país.
Apuntes para una aproximación a la
estrategia y táctica de los comunistas
peruanos.
Cuando se escucha las palabras “estrategia y táctica”54 es común que la imagen que
al lector le pueda venir a la cabeza es la de una confrontación militar o algún
derivado de esta –el ajedrez es también un lugar común asociado a ambas palabras-
y a pesar de que se esperaría una contra argumentación a lo primero como
respuesta, lo real es que incluso en el campo que trata este documento –la lucha
revolucionaria- esta similitud se encuentra bastante presente.

Quizás el primero en poner por escrito las palabras “estrategia y táctica” fue el
filósofo y general chino Sun Tzu, el cual se presume vivió entre los años 554-946
A.C.; este personaje fue autor del famoso libro “El arte de la guerra”, donde plasmo

54
Las categorías tales como “estrategia”, “táctica”, entre otras; serán explicadas a detalle en las
siguientes páginas.
un amplio conjunto de síntesis sobre la actividad bélica. Estas iban desde la
disposición de tropas y armamentos, hasta el “arte del engaño” frente a la cantidad
real de tropas que se disponía con el fin de desmoralizar a los ejércitos enemigos;
esta brillante síntesis fue dada a conocer en Europa a finales del siglo XVIII y aún
hoy continua siendo citada y difundida en diversos campos de la actuación humana
y en especial en los vinculados al conflicto.

Si bien Sun Tzu fue de los primeros en tocar estos tópicos de forma sistemática fue
en una época más reciente que estos términos fueron asociados con la actividad
política. Carl Von Clausewitz, militar prusiano -veterano de las guerras
napoleónicas- y autor del tratado “Sobre la guerra”; desarrollado en ocho extensos
volúmenes, fue el primero en afirmar la vinculación de la guerra –y por tanto los
términos utilizados en la misma- con la actividad política, en ese sentido una de las
frases más famosas atribuidas al autor - «La guerra es la continuación de la política
por otros medios» -sentenciaba la postura de un militar experimentado sobre las
grandes similitudes entre ambas situaciones –la guerra y la política- signadas por el
conflicto.

Desde la tradición marxista, sobre todo durante el último siglo, las comparaciones
de la actividad política con la actividad bélica han sido muchas y en especial –lo que
nos trae al contenido del presente documento- la utilización de categorías de
estudio y planificación bélicas en la mencionada actividad. Uno de los pioneros en
mencionar la importancia de la dimensión estratégica55 en la actividad
revolucionaria fue el revolucionario ruso Vladimir Illich Ulianov “Lenin"; la praxis
política que lego en ese campo es basta, la noción de análisis sincrónico de una
realidad cambiante y la constante variación de la táctica56 entorno a
acontecimientos que desbordaban y cambiaban el contexto de la lucha a un ritmo
semanal o incluso diario, muestra una capacidad de análisis asombrosa pero sobre
todo un estilo que marcara la praxis de los movimientos comunistas a lo largo del
siglo XX. Sin embargo, fue el revolucionario y miembro fundador del Partido
Comunista Italiano, Antonio Gramsci, quien utilizando una vez más conceptos
bélicos delimita la táctica y estrategia de actuación en países capitalistas con una
fuerte presencia de sociedad civil57; palabras claves en el pensador italiano son
“guerra de posiciones” y “guerra de movimientos” entendiendo en sus propias
palabras al primer concepto como una prolongada lucha por construir una

55
Ibídem.
56
Ibíd.

57
Es relevante resaltar que A. Gramsci brinda un análisis que anticipa mucha de las realidades
que actualmente se viven en países como el nuestro, donde el campo de batalla inmediato se
vuelve la disputa del consenso dominante construido sobre la sociedad civil.
hegemonía58 alternativa en el campo cultural, social, comunicativo y político sobre
la base de construcción de poder popular59 y toma de posiciones en la sociedad
civil60. Y al segundo concepto como, una vez alcanzada la hegemonía antes
mencionada, una suerte de toma de los espacios tradicionales de poder –sociedad
política61- para transformarlos y/o reemplazarlos por las nuevas instituciones de
poder popular constituidas durante la etapa de la “guerra de posiciones”. Sobre
estos dos conceptos volveremos sucesivas veces a largo del presente documento.

Pero a todo lo anterior ¿Cuál es el significado en el campo político de “táctica” y


“estrategia”? En resumen se puede entender al concepto de “táctica” como el
conjunto de acciones enmarcadas en planes de trabajo o campañas (de
construcción política, social, cultural, etc.), conjunto de acciones que no posee un
periodo definido de tiempo; una “táctica” puede durar 1, 2, 3, 5, 10 o 15 años
dependiendo de la realidad misma de la lucha de clases desarrollada en el
momento en que la táctica es formulada, mas se entiende a la misma siempre como
una suerte de políticas de actuación de “mediano plazo” siendo los planes de
trabajo o campañas (incluidas todas dentro de la táctica) como espacios de acción
a “corto plazo”. El concepto de “estrategia” por otro lado puede definirse como el
conjunto de tácticas que componen la lucha por un objetivo de largo plazo, en ese
sentido una “estrategia” u “objetivo estratégico” no tiene un plazo definido para
darse, puede durar 10, 20, 30 o más años dependiendo de la realidad misma de la

58
El concepto “hegemonía” para A. Gramsci implica que en un determinado espacio (social,
geográfico/territorial, etc.) la mayoría de los participantes compartan las posiciones/propuestas
que un determinado colectivo de personas (que conforman parte de ese espacio) planteen. Lo
anterior no implica de ninguna manera que ese colectivo de personas sea necesariamente la
mayoría del espacio (en términos cuantitativos). La lucha por la hegemonía a la que refiere
Gramsci, es una lucha fundamentalmente democrática; la cual implica el convencimiento en
base a la legitimidad ganada en el trabajo, abnegación, ejemplo y constancia. Es una lucha de
carácter profundamente anti autoritario que nada tiene que ver con la imposición y si tiene que
ver, por el contrario, con una construcción social prolongada y con visión de largo plazo
(estratégica).

59
El subcapítulo que viene a continuación profundizara al detalle este concepto.

60
A. Gramsci entiende a la “sociedad civil” como todo espacio fuera de la estructura estatal
formal. En ese sentido entrarían dentro de este concepto los sindicatos, gremios estudiantiles,
medios de comunicación, organizaciones sociales en general (de mujeres, jóvenes, artistas,
pobladores, campesinos, etc.), centros educativos (iniciales, básicos y superiores), iglesias de
todas las confesiones, etc. Es el lugar privilegiado para la construcción del consenso o
“hegemonía” del “Bloque histórico” dominante, así como de la contrahegemonía generada por
el nuevo “Bloque histórico” naciente desde los sectores subalternos.

61
En la misma línea de la anterior conceptualización, A. Gramsci define a la “Sociedad Política”
como lo “estrictamente estatal” por excelencia (gobiernos locales, intermedios y centrales); así
como todos los organismos derivados y dependientes de la estructura anteriormente descrita.
Su característica principal es la monopolización de la violencia, es decir el ejercicio de la coerción
(represión pura) contra cualquiera que salga fuera del control del “Bloque histórico” dominante.
lucha de clases desarrollada en el momento en que el objetivo estratégico es
formulado; mas se entiende al mismo siempre como una suerte de políticas de
actuación de “largo plazo”. Si se busca utilizar una metáfora del campo militar, el
“objetivo estratégico” en una conflagración bélica seria el ganar la guerra, las
tácticas incluidas dentro de la estrategia serían las “campañas militares” que se
suceden en diversos periodos de la guerra y los planes de trabajo que componen la
o las tácticas vendrían a ser las diversas “batallas” libradas durante las “campañas
militares”.

Esta breve aproximación busca dotar de definiciones iniciales a los tres


subcapítulos que componen el presente capitulo, otros conceptos claves como
“poder popular”, “bloque histórico62”, “hegemonía y contra hegemonía63”,
“intelectual tradicional”64, “intelectual orgánico”65, “crisis orgánica”66, “sentido

62
Desde la concepción Gramsciana, se entiende al “Bloque histórico” como la unidad entre las
condiciones materiales de existencia (a grandes rasgos se pueden definir como medios de
producción) y los dos campos donde el Bloque dominante ejerce su dominio sobre los sectores
subalternos (S. Civil y S. Política). Es precisamente en esta unidad, en este “Bloque histórico”,
donde el Bloque dominante ejerce en su plenitud la dominación sobre los sectores subalternos;
a través del monopolio de sus herramientas de subsistencia (estructura) y de la hegemonía
construida sobre la S. Civil y el control de la S. Política (superestructura).

63
El concepto de “Contrahegemonía”, también de A. Gramsci, es la apuesta por constituir un
nuevo tipo de poder social, cultural y político alternativo desde la “subalternidad” (los sectores
sociales históricamente excluidos y relegados por las minorías que detentan el actual poder
político y económico). Una “hegemonía” radicalmente distinta a la que han constituido el actual
“Bloque histórico dominante”.

64
Cuando nos referimos, desde la concepción Gramsciana, a los “intelectuales tradicionales”,
buscamos señalar los individuos que vendrían a ser los “arquitectos” de la dominación del
Bloque dominante sobre los sectores subalternos, aquellos que mantienen unido el “Bloque
histórico”; son estos quienes construyen la hegemonía cultural, social y política (consenso) de
los sectores dominantes en la S. Civil y quienes a su vez mantienen el monopolio de los sectores
dominantes en la S. Política y sobre los medios de producción.

65
El concepto de “intelectuales orgánicos” no dista mucho del de “intelectuales tradicionales”;
sin embargo, la diferencia oscila en que los “intelectuales orgánicos” lejos de buscar mantener
el statu quo o la unidad del “Bloque histórico” actual (como lo hacen los “I. tradicionales”);
buscan, por el contrario, la subversión total del mismo, su ruptura y reemplazo por un nuevo
“Bloque histórico”, constituido desde los sectores subalternos y con una base social, política y
cultural radicalmente distinta.

66
Se denomina “crisis orgánica”, a la destrucción (temporal o permanente) de la hegemonía
cultural, social y política del Bloque dominante sobre el conjunto del “Bloque histórico”. Esta
crisis de “autoridad” puede desencadenar la construcción de un nuevo “Bloque histórico” y por
tanto el cambio radical de la sociedad; solo a condición de que los sectores subalternos puedan
organizarse y constituir una nueva hegemonía cultural, social y política, la cual parta y responda
a ellos mismos, a su lucha, a sus tradiciones y a su propio “mito” de futuro.
común67” entre otros; serán una constante a lo largo del presente documento.
Todos y cada uno irán hilvanándose, en la medida en que vayan haciendo aparición;
con el único fin de elaborar no solo una propuesta detallada del futuro que
pensamos construir; sino también la de delimitar los caminos que como naciente
organización, pretendemos seguir para la conquista de nuestro objetivos, sueños e
ideales.

El poder popular y su transversalidad en la


estrategia y táctica.

¿Qué entendemos por “Poder popular”?68

«El poder popular es el proceso a través del cual los lugares de vida (de trabajo, de
estudio, de recreación, etc.) de las clases subalternas se transmutan en célula
constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar
posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza y, claro
está, avanzar en la consolidación de un campo contra hegemónico. Se trata de
espacios de anticipación social y política, donde habita lo real posible (el poder
popular consuma una transformación y a la vez posibilita la apertura a nuevas
transformaciones), espacios cuyos modos se contraponen a los ejes principales de
la política burguesa, tanto en sus versiones de derecha como en las "progresistas":
la administración de lo dado y la gestión sin fondo utópico.

El poder popular es también asumir el potencial liberador de la propia fuerza. El


poder popular es la potencia latente de las clases subalternas. El poder popular es
praxis, por lo tanto, exige adhesiones práxicas.

El poder popular no se puede otorgar desde arriba, tampoco puede extraerse o


conquistarse de las nubes. Ahora bien, la consolidación de posiciones permanentes
de poder popular exige resolver la cuestión del poder estatal. Si el Estado
constituye una porción del poder, si es parte de una totalidad compleja, la lucha de

67
Se entiende al “Sentido Común” como el terreno por excelencia de nuestras opiniones
cotidianas. El cual se configura por los múltiples procesos de “socialización” (la familia, los
amigos, el barrio o espacio social/territorial donde crecemos, la iglesia, los centros educativos,
los medios de comunicación, etc.). Este “terreno de nuestras opiniones cotidianas” es caótico y
completamente contradictorio por ser justamente un “campo de batalla” entre las diversas
concepciones del mundo (ideologías); las cuales pueden ser desde las más progresistas hasta las
más reaccionarias y conservadoras.

68
El presente subtitulo “¿Qué entendemos por Poder Popular?” Cuya extensión total cubre dos
caras. Es resultado de la recopilación de reflexiones de muchos autores y movimientos políticos
y sociales; entre los cuales debemos rescatar a Omar Acha y su ya citado “Reflexiones sobre el
poder popular” y a algunos párrafos agregados posteriormente, a la ya mencionada
recopilación, por diversas colectividades.
clases también se expresa al interior del Estado. Es necesario observar que el
ejercicio del poder estatal por parte de las clases subalternas constituye un
momento instrumental en el proyecto por crear un nuevo bloque hegemónico. Por
supuesto, esto nada tiene que ver con una política de arribismo de ciertos
dirigentes devenidos en funcionarios, ni con una supuesta lucha “desde adentro”,
en las entrañas mismas del edificio burocrático. Pensar el poder popular desde el
Estado es un infantilismo equivalente a pensarlo sin él.

El poder popular tiene que asumir la necesidad de ampliar la conciencia


gubernamental del pueblo, de lo contrario podemos contribuir a que esta
conciencia sea patrimonio exclusivo de las elites o se ponga de manifiesto
solamente en el gobierno de unidades mínimas. La conciencia gubernamental del
pueblo, desde un punto de vista revolucionario, es el primer momento de la lucha
por, parafraseando a Walter Benjamin, el empeño por “cepillar la historia a
contrapelo”.» (Extracto de la Introducción al libro Reflexiones sobre el poder
Popular. Editorial El Colectivo).

El poder popular no es populista. En la construcción de poder popular se vislumbran


los cimientos de un proyecto propio de las clases subalternas que disputa
hegemonía a los sectores dominantes.
Es necesario apartarse de cualquier concepción que vea en la noción de poder un
aliciente para la corrosión de la especie humana. Toda relación entre los hombres
es una relación de poder en tanto “el sujeto es un ensamble de relaciones sociales”.
Negar el carácter desigual de las relaciones sociales es despojarlas de todo
contenido humano.
El poder popular requiere el desarrollo de formas de mando. Pero un mando
horizontal, democratizado, heterárquico69.

En ese camino, las prácticas que construyen poder popular son portadoras de una
nueva institucionalidad que preanuncia las formas de la sociedad por venir. El
poder popular es un poder para desactivar las potencias que objetivan, manipulan
y explotan, un poder que le permite al pueblo disfrutar de sus acuerdos, de su
cohesión, de su realización, en fin, un poder que le permite "vivir".

69
En el discurso sobre la importancia de las redes encontramos el concepto de red heterárquica
y jerárquica. Cuando nos referimos al primero estamos hablando de es un sistema para organizar
el espacio, el tiempo y la sociedad entendidos como autónomos, con individuos y grupos auto
inventados, autosuficientes y autogobernados, cuya estructura cambia continuamente de
acuerdo con los cambios necesarios, las condiciones y los intereses colectivos. Por eso, los
miembros de una sociedad heterárquica se perciben unos a otros como autónomos, valoran la
cooperación más que la competición y poseen una multiplicidad de instancias de interrelación
horizontal sin negar en forma alguna verticalidad en las diversas instancias de tareas y
responsabilidades específicas.
Así como todo Estado se sostiene en una idea de nación, pensar el poder es pensar
un territorio en el que se desenvuelven determinadas relaciones sociales. El poder
popular erige una territorialidad social donde se expresan las capacidades
autoemancipatorias de las clases subalternas.

Pensar el poder popular, desde nuestra condición periférica, lleva a pensar en un


sujeto plural, multisectorial, un sujeto social múltiple capaz de articular a un
conjunto amplio de sectores sociales. El sujeto popular no es un dato de la realidad;
por el contrario, es una construcción que se trasluce en proyecto. En la complejidad
por articular ese sujeto múltiple reside la posibilidad de crear instancias de poder
popular. Sin embargo, la articulación no es un hecho mágico. La burguesía opone
obstáculos a todo lo que puede dañar sus intereses. La dominación capitalista no
se deriva directamente de sus propias estructuras sociales, existe una hegemonía
burguesa que es necesario socavar.
No es posible pensar el poder desde abajo sin dar forma a una narración que
otorgue sentido a las luchas populares, una historia propia que reconozca el sentir
y el pensar de las clases dominadas. Y lo que pensar en el poder popular implica.

Frente a tradiciones autoritarias o liberales, el poder popular recusa cualquier tipo


de estadolatría (culto al Estado, a la política como una tecnología de gestión
institucional, a la representación como forma culminante de la “democracia”) y
pone por delante el poder social en un proceso de democratización permanente de
las relaciones sociales. Nuestra propuesta es antineoliberal y anticapitalista, pues
ambas son formas de concentración del poder económico, político y cultural en
pocas manos, convirtiéndolo todo en mercancía, expropiándonos no sólo el
derecho a disfrutar de la riqueza social, sino expropiándonos también nuestro
derecho a decidir.

Es en ese sentido, como hemos podido observar, que el poder popular se concibe
como medio y fin; en otras palabras, en el poder popular se desdibujan totalmente
las fronteras entre los objetivos y las herramientas para conseguirlo. De esta forma
se entiende la “transversalidad” que el poder popular tiene en absolutamente
todos los aspectos de la lucha revolucionaria; el poder popular es parte esencial de
la táctica así como, al mismo tiempo, es un objetivo estratégico pues, recordando
una idea planteada anteriormente, “el poder popular consuma una
transformación y a la vez posibilita la apertura a nuevas transformaciones”. Crear
poder popular es al mismo tiempo una forma de acercarte al objetivo estratégico
como una parte real y tangible de la nueva sociedad que busca construirse.
Poder popular y socialismo: Norte estratégico de los
comunistas peruanos.
Cuando en la parte inicial de este capítulo mencionábamos, que la estrategia debía
entenderse como el conjunto de tácticas que en un largo plazo nos permitirán
lograr una victoria contra el capitalismo; la pregunta más obvia debería ser ¿Cuál
es el objetivo estratégico de los comunistas peruanos? ¿La derrota del capitalismo
sería una respuesta válida? ¿No se estaría cayendo en simplemente buscar el
desmoronamiento de un sistema económico mundial sin a su vez plantear
alternativa alguna? O, de ser cierta la interrogante anterior ¿Acaso nuestra meta
final es una mera negación de lo existente sin más fondo o contenido que una mera
oposición a lo actualmente establecido? Todas las preguntas antes descritas
poseen profunda validez pues parten del sentido común más inmediato; por tanto
empecemos desmoronando algunos “presupuestos” existentes para llegar a la
definición de nuestro norte estratégico como Partido.

Para empezar, debemos elaborar premisas básicas que puedan guiar el diseño y
propuesta estratégica de nuestra naciente organización. Primero, no podemos
plantear nuestro norte estratégico únicamente como negación de lo existente (es
decir como negación del modelo neoliberal y el sistema capitalista), debemos ir
más allá y elaborar una propuesta solida e integral de la sociedad hacia la cual
avanzamos. Segundo, la transversalidad expresada en la propuesta y realización
constante del Poder popular, es algo que debe estar permanente presente tanto
en la visión táctica como estratégica que tracemos. Finalmente una tercera
premisa, es la dosis de mito70 de la cual, como Mariateguistas convictos y confesos,
debemos introducir en cada instante de nuestra práctica cotidiana; la cual
indudablemente incluye, tanto el norte estratégico como la táctica, las campañas y
planes de trabajo que nuestros organismos de base, intermedios y nacionales
emprendan. Sin el poder de un mito creador, unificador, vital, realista y
profundamente enraizado en las mejores tradiciones de lucha de nuestros pueblos;
el socialismo peruano continuara siendo un objetivo difuso, sin carne o corazón
identificable y más aún la tarea por conquistarlo se tornara imposible, al ser

70
El concepto de “Mito”, planteado por primera vez por el Amauta José Carlos Mariátegui en el
libro “El alma Matinal y las Estaciones del Hombre de hoy”, es un concepto que tiene diversos
orígenes; desde la influencia decisiva que tuvieron sobre el Amauta el intelectual sindicalista
Georges Sorel, el escritor español anti monárquico Unamuno, el filósofo alemán Friedrich
Nietzsche, entre otros autores. Así como de la experiencia periodística que el propio Mariátegui
tuvo al cubrir la “Procesión del Señor de los Milagros” (crónica periodística de su autoría
fechada en 1916), entre otras experiencias similares. Este concepto refiere en grandes rasgos a
tipificar la crisis de la burguesía europea de su tiempo, no tanto a una crisis económica o material
más que a una crisis de “Mito”; el cual no sería otra cosa que la aspiración humaba, el motor
movilizador, el corazón de la concepción misma del mundo. En esta descripción de ideas acerca
del “Mito”, se acerca en gran medida a conceptos Gramscianos como “crisis orgánica” y
“hegemonía” (siendo el “Mito” el centro mismo de esta).
incapaces de constituir una alternativa real de sociedad en el sentido común y
práctica cotidiana de nuestro pueblo. El Mito entonces será verbo y carne, en el
sentido más Unamuniano y Mariateguista posible, mito que movilice, construya y
sea corazón de la nueva hegemonía ideológica que nazca desde nosotras y
nosotros, sujetos subalternos en búsqueda de una sociedad nueva donde podamos
realizarnos y vivir a plenitud; he hay justamente el mito, nuestro nuevo mito de un
nuevo Perú.

La estrategia entonces de nuestra joven Refundación Comunista; surge de la


amalgama generada por la unión de una propuesta que va más allá de cualquier
negación, de la transversalidad del poder popular que borra cualquier frontera
entre “medios y fines” y del mito unificador, el cual será corazón de la nueva
hegemonía que buscamos constituir desde abajo y desde la subalternidad; esta
triple unidad es tarea impostergable no solo de nuestra joven organización, sino de
cualquier colectividad empeñadamente seriamente en brindar un mañana nuevo a
nuestra tan golpeada y olvidada patria.

El producto de la unidad antes descrita no puede ser otro que la realización del
socialismo peruano y aún más, de la sociedad comunista en el mundo; ambos
entendidos como el norte estratégico u objetivo final de nuestros esfuerzos como
generación. ¿Pero que entendemos como Socialismo peruano a fin de cuentas?
Pues sin lugar a dudas lo entendemos como un proceso que, antes que cualquier
otro criterio, debe estar profundamente enraizado en nuestra tradición nacional,
en la lucha de nuestros pueblos originarios y en la experiencia de lucha y
construcción de las primeras corrientes libertarias, mariateguistas y populares de
nuestra patria, desde su gestación hasta nuestros días. La revolución socialista que
buscamos no es un mero “cambio de estructuras económicas” es, por el contrario,
una transformación de raíz de las relaciones sociales existentes; tanto culturales,
económicas, de producción, de género, ambientales y de credo. Buscamos una
sociedad libre de discriminación de cualquier tipo, libre de desigualdad (de género,
económica, política, etc.), donde los medios de producción le pertenezcan a los que
los emplean (mediante la constitución de todo tipo de economías comunales,
cooperativas y sociales; no hablamos aquí de “estatismos” sino del ejercicio real de
la dirección colectiva de la producción) y sirvan para producir capital que pueda ser
disfrutado por la totalidad de productores del mismo. Una sociedad que entienda,
valore y jamás reniegue de sus pueblos originarios, dotándolos de autonomías
locales claves para un desarrollo sólido, renovado y sustentable que permita la
expansión e intercambio de bienes culturales y sociales necesarios para la
construcción de un país multinacional y pluricultural, efectivo, dinámico y vital.
Siendo todo lo anterior parte fundamental de un nuevo Poder Popular sustentado
en la construcción de nuevas relaciones sociales, políticas, culturales y cotidianas;
más horizontales, libres y autónomas, entre los pueblos y colectivos humanos que
asisten a la construcción del Socialismo Peruano y Latinoamericano.
Finalmente, buscamos y luchamos porque la trillada frase “El socialismo indo
americano no será calco ni copia, sino creación heroica de nuestros pueblos”, deje
de ser un estribillo hueco en discursos y homenajes; que recupere su contenido y
vitalidad original, que recupere parte del mito que le dio origen. Declaramos
finalmente a todo el que lea, luche y escuche; que pensamos en una revolución
peruana de Quechua, Aymara y Ashaninka, de Yanesha, Awajun y Mayoruna, de
tantas y tantas bellas lenguas que exclaman justicia en nuestra tierra desde hace
más de 500 años de vergüenzas. Una revolución de cañaso, cachina, pisco y chela;
una de carretilla, mercado y tierra, de tondero, marinera, huayno y morenada. Una
revolución de todas las sangres que día a día sufren bajo el mismo amo y comienzan
a unirse para construir una tierra nueva, realmente nuestra, libre y soberana, que
borre por fin la “Larga noche” a la que nuestros pueblos fueron sometidos.

Movimientos sociales y contra hegemonía: La táctica para el


periodo de los comunistas peruanos.
Una vez definido el norte estratégico hacia dónde vamos, es imprescindible dotar
de herramientas, al conjunto de la militancia repartida a nivel nacional, de cómo
poder aproximarnos hacia ese gran objetivo trazado. La táctica para el periodo de
los mariateguistas peruanos, es el corazón de nuestra actual práctica diaria en cada
uno de nuestros centros de masas, espacios sectoriales de acción y en la vida que
cada militante lleva, orientada en acciones, corazón, esperanza y mito a la
consecución del socialismo en nuestra inmensa patria y el mundo.

Teniendo en cuenta el diagnóstico y la situación social y política en la que se


encuentra inmerso nuestro país; podemos afirmar a grandes rasgos, que la
profunda, avasallante y total derrota sufrida a inicios de la década de 1990 por
parte de todo el movimiento social y político de izquierda, alternativo y
contestatario; viene siendo paulatinamente superada. Como se expone en el
capítulo de diagnóstico, desde inicios del presente siglo, los movimientos sociales
(en especial el sector juvenil) han irrumpido en las principales gestas y obtenido
victorias que vistas dentro de un complejo proceso de recomposición de fuerzas,
han sido de profundo significado. La situación de hoy parece anteceder a un
proceso de maduración de fuerzas, formas de lucha y construcción de nuevas y
creativas formas organizativas de los sectores populares. En este nuevo y
esperanzador contexto, el papel de los comunistas peruanos no puede ser otro que
el de dialogar, aprender y compartir desde y en los movimientos sociales
existentes, colaborar decididamente en su recomposición y en la construcción de
nuevos espacios para los nuevos actores sociales que van surgiendo en estas
épocas de cambio y movilización. Mas nuestra táctica no puede reducirse a
imperativos tan simples (insertar, recomponer, construir); debemos entender la
razón de fondo de los mencionados imperativos y sobre todo tender los debidos
puentes con el objetivo estratégico ya descrito. Para tal fin, el concepto de “contra
hegemonía”, nos resulta en extremo útil; lo anterior, ya mencionado en las
primeras líneas del presente capitulo, expresa un esbozo general de la táctica de
los comunistas en países capitalistas con una sociedad civil estable, desarrollada o
poderosa. Del grado de desarrollo de esta “Sociedad civil”, depende como se afina,
aterriza, cambia y desarrolla la propuesta Mariateguista de lucha; en una sociedad
como la nuestra donde la sociedad civil tiene un desarrollo y peso propio, la
inserción en los movimientos sociales cobra una nueva característica. Nuestro
papel dentro de los espacios de participación popular no puede limitarse
únicamente al impulso de luchas y la desestabilización del poder del Bloque
dominante, ni a la conquista de pequeñas reformas, ni si quiera en último término
a provocar únicamente una “crisis orgánica” en el “Bloque histórico” actual; sin
negar las tareas antes mencionadas nuestro papel dentro de los movimientos
sociales tiene que ser la de construir espacios “contra hegemónicos” al capitalismo,
es decir reconfigurar totalmente la lógica de esos espacios, democratizarlos hasta
la medula, convertirlos en autogestionarios, en reales instancias de “poder dual”71.
En resumen empoderar a la totalidad de sus participantes y a las periferias
involucradas. Construyendo, con lo anterior, espacios reales de poder alternativo,
generando las ya mencionadas situaciones de dualidad de poder (el formal: estatal,
burocrático, autoritario y con poca o nula legitimidad y el real: dinámico, masivo,
legitimo, profundamente democrático y autogestionario); donde el segundo a la
larga tomara y reemplazara al primero. En ese sentido frente a la histórica
disyuntiva en la tradición proletaria sobre si el poder “se construye o se toma”,

71
“La temática del poder popular, si bien está presente en todos los teóricos clásicos del
marxismo – obviamente Marx, además de Engels, Trotsky y Lenin -, fue tratada básicamente por
éste último en el contexto de la Revolución Rusa, pasando a conformar uno de los engranajes
de su “teoría del poder”. Aquella “teoría del poder” (…), tendrá como primer peldaño una “teoría
del Estado”, señalando Lenin el carácter de clase de este, convirtiéndose esencialmente en un
instrumento de dominación de una clase sobre otra, de ahí la necesidad de su destrucción. Sin
embargo, Lenin planteaba que la “destrucción” del estado burgués no sería posible mientras la
clase dominada no creara su propio poder estatal, el cual iría constituyéndose a la par y en
oposición al “viejo Estado”, emanando de ello el segundo escalón de la referida “teoría del
poder”: la dualidad del Poder y su materialización tras la creación de los “Soviets”.

Para Lenin el Soviet era el organismo que expresas los intereses del proletariado y los pobres
urbanos y rurales, representando no solo un “nuevo gobierno” surgido de la iniciativa del pueblo
“desde abajo” sino que además el “embrión del nuevo Estado”, configurándose con el
surgimiento de ese embrión la existencia de una “dualidad de poderes”, situación “transitoria”
que se resolvería a partir de que aquel poder “débil e incipiente” materializado en el “Soviet”
fuese asumiendo las tareas propias de un Estado, entre ellas el control de los funcionarios
públicos y las finanzas estatales, la promulgación de reformas, la elección de las autoridades y
el monopolio de la fuerza.” LEIVA FLORES, Sebastián, Teoría y práctica del Poder Popular: Los
casos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970 – 1973) y el Partido
Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT – ERP, Argentina,
1973 – 1976). Santiago: Universidad de Santiago de Chile, 2007; pp.6.
nosotros afirmamos sin dudas de ningún tipo que se construye y se toma a la vez,
pero fundamentalmente se construye, donde lo que se crea termina reemplazando
a la larga a lo ya existente. Solo de esta manera podemos garantizar que cualquier
“crisis orgánica” que se genere dentro del “Bloque histórico” actual devenga en
una real y radical transformación del actual status quo; en el nacimiento de una
nueva “hegemonía”, en el surgimiento de una revolución socialista en tierras
peruanas.

La táctica general para el periodo, bautizada por la Refundación Comunista como


“Crecer para vencer”, se resume en los tres imperativos “insertar, recomponer,
construir” sin embargo el alcance y la profundidad de ellos (como ya hemos podido
ver) no queda en la mera observación e incluso sobre pasa a la corriente
participación; sino, por el contrario, sienta su base en la construcción solida de
espacios de poder popular, reconfigurando la lógica actual de los movimientos
sociales (economicistas, burocráticos, caudillescos, poco institucionalizados,
autoritarios y escasamente representativos) en una muestra de la sociedad
socialista a construirse, en un espejo donde podamos ver reflejado el futuro que
venimos construyendo; repitiendo una idea ya mencionada en anteriores
subcapítulos “el poder popular consuma una transformación y a la vez posibilita
la apertura a nuevas transformaciones”, un espejo de lo que pensamos construir
no solo nos otorga una inicial victoria sino anima a más sectores de la población a
asumir la tarea de replicar esas mismas experiencias en sus barrios, universidades,
comunidades y espacios de participación y desarrollo cotidiano de vida. Una vez
constituidos estos espacios “contra hegemónicos”, con una efectiva movilización,
lucha y expansión; existen mayores y reales condiciones (correlación de fuerzas
favorable, propuesta alternativa elaborada y desarrollada, una decidida y tangible
praxis de cambio en el sentido común de la población) los espacios de poder
“formal” (municipios, regiones, gobierno nacional) se presentan con condiciones
en extremo favorables de ocupación por parte del poder real constituido (los
espacios “contra hegemónicos” o de poder popular ya creados y en desarrollo
vigoroso). De esta forma en nuestra táctica para el periodo se combinan
armónicamente ambas ideas, aparentemente contra puestas, la de toma de
espacios formales de poder estatal mediante la participación electoral y la de
construcción de espacios alternativos de participación popular; donde los segundos
tienen un papel fundamental no solo en el avance de las fuerzas populares sino,
como vemos, en la construcción real “aquí y ahora” de una nueva sociedad
alternativa a la capitalista.

Se entiende, finalmente, que la consigna “Crecer para vencer” no incluye


conservadoramente solo a la incorporación de nueva premilitancia y militancia al
proyecto; la cual (sin restarle importancia a la primera) es insuficiente. Pues, si esta
nueva premilitancia y militancia no ejerce su plena y abnegada participación en la
construcción y “crecimiento” de un poder popular alternativo al actual; o en otras
palabras, si la Refundación Comunista, como colectividad organizada de sueños,
anhelos, esfuerzos, corazones, tendones y carne, no funde su praxis de forma total
con la de los movimientos sociales. Convirtiendo, de esta forma, a cada uno de sus
miembros en “intelectuales orgánicos” capaces de disputar el “sentido común” de
la inmensa cantidad de la población y derrotando la hegemonía construida sobre
el “Bloque histórico” actual por los “intelectuales tradicionales”; la consigna ya
menciona será un cumulo hueco de “buenas voluntades”, incapaz de operar ningún
cambio en la realidad actual de nuestra cansada tierra.

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