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Le Corbusier

(Charles-Édouard Jeanneret; La Chaux-de-Fonds, 1887 - Cap Martin, 1965)


Arquitecto francés de origen suizo que fue, junto a Walter Gropius, el principal
protagonista del renacimiento arquitectónico internacional del siglo XX.

Le Corbusier

Además de ser uno de los más grandes renovadores de la arquitectura


moderna, Le Corbusier fue un incansable agitador cultural, labor que ejerció
con pasión a lo largo de toda su vida. Con sus escritos se ganó una merecida
fama de polemista y aportó un verdadero caudal de ideas innovadoras que
han hecho que su obra influya decisivamente en la arquitectura posterior.

Con una formación tan sólo artesanal, construyó su primera casa a los
diecisiete años. Aprendió después con los mejores arquitectos de su época:
Joseff Hoffmann, Auguste Perret y Peter Behrens. En 1919 fundó con Amadée
Ozenfant el purismo, una derivación del cubismo. También había creado una
revista, L'Esprit Nouveau, desde la que lanzaba sus proclamas contra la Escuela
de Bellas Artes y fustigaba los dictados de una tradición anquilosada y
obsoleta.

En 1921 Le Corbusier publicó un artículo en el que exponía un concepto


totalmente nuevo de vivienda. Para guardar concordancia con su tiempo, la
casa debía ser una "máquina para vivir" y homologarse al resto de bienes
que configuran la sociedad tecnológica. Con ello no defendía la estética ni el
espíritu maquinista, sino que trataba de hacer una casa tan eficaz
funcionalmente como lo eran las máquinas en las tareas para las que habían
sido inventadas.

La vida moderna traía consigo una serie de exigencias cuya satisfacción era
imposible encontrar en la pervivencia de la arquitectura tradicional; había
por ello que adecuar la arquitectura a la civilización surgida de la revolución
industrial. "Nosotros gustamos del aire puro y del sol a raudales... -afirmó-. La
casa es una máquina de vivir, baños, sol, agua caliente y fría, temperatura
regulable a voluntad, conservación de los alimentos, higiene, belleza a través
de proporciones convenientes. Un sillón es una máquina de sentarse... los
lavabos son máquinas para lavar... El mundo de nuestro quehacer ha creado
sus cosas: la ropa, la estilográfica, la cuchilla de afeitar, la máquina de
escribir, el teléfono... la limusina, el barco de vapor y el avión."
Así, pues, era absolutamente necesario crear también una nueva
arquitectura, y Le Corbusier la fundó en torno a cinco puntos básicos:
utilización de pilotis(elementos de sustentación), jardines en el tejado, libre
conformación de las plantas, ventanales continuos y libre formación de la
fachada, todo ello dentro de un estricto orden geométrico como único
generador de "volúmenes puros". Estas soluciones pasarían a ser las
características fundamentales y paradigmáticas del racionalismo
arquitectónico.

La utopía de Le Corbusier fue crear una nueva realidad urbana, una ciudad
que fuera una síntesis entre naturaleza y desarrollo tecnológico. Para ello,
arquitectura y urbanismo debían estar perfectamente integrados. Le
Corbusier concebía el urbanismo como interacción del espacio de la
civilización en el espacio de la naturaleza y su ciudad ideal, proyectada en
1922, está construida en vertical, dejando libres grandes zonas de la
superficie del suelo, que se convierten en zonas verdes para discurrir por
debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilotis, dejando las plantas
bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados, convertidos en
jardines, dejan de ser espacios inútiles; las calles son de amplias
dimensiones y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida,
netamente separadas de las zonas para peatones.

Ante el caos de los grandes centros urbanos, incapaces de absorber la


imparable aglomeración de vehículos y personas, Le Corbusier soñó una
ciudad de rascacielos conectados por jardines y autopistas, pero sus sueños
eran sólo de papel y, aunque proyectó decenas de rascacielos, nunca
construyó ninguno. En los años veinte, aun tenía que conformarse con la
construcción de casas aisladas; una de éstas, que ha pasado a la historia
como magnífico ejemplo del racionalismo corbuseriano, es la Ville Savoye
(1928-1929, Le Possy), una aplicación de la casa sustentada por pilotis,
relacionada con el exterior a través de grandes cristaleras y con los espacios
interiores conectados.

La Ville Savoye (1928-1929)

En el período de reconstrucción que siguió a la Segunda Guerra Mundial, Le


Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités d'habitation, elementos
modulares de un nuevo desarrollo urbanístico. Su idea era construir grandes
edificios de apartamentos dotados de los servicios necesarios para
constituirse en unidades autosuficientes y su sueño encontró una
fragmentaria realización en la Unité d'habitation de Marsella (1947-1952).

El edificio, concebido como un gran armazón en el que se encajan las


viviendas, contiene trescientos treinta y siete apartamentos dúplex; las
plantas séptima y octava están reservadas a tiendas comerciales; la terraza
alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio, pista de atletismo,
teatro al aire libre, guardería y piscina, y en la fachada el cromatismo de las
hornacinas de las ventanas y balcones, pintadas en azul, amarillo, rojo y
verde, rompe la monotonía del hormigón.

El inmueble pronto fue conocido en Marsella como "la casa del chiflado" y
recibió numerosas críticas. A pesar de las muchas deficiencias que la realidad
del funcionamiento del edificio puso en evidencia, constituyó el modelo de
nueva arquitectura para toda una generación de arquitectos y muchas de sus
ideas pasarían a ser de uso corriente en la construcción posterior. Le
Corbusier siguió mejorando el proyecto durante toda su vida, aunque sólo se
construyó otra Unité d'habitation en Nantes y una última en Firminy, diseñada
por Le Corbusier el mismo año de su fallecimiento.
Le Corbusier realizó planes urbanísticos para muchas ciudades, entre ellas
París (1925), Argel (1931), Barcelona (1932), Estocolmo (1933), o Saint Dié
(1945). En la Carta de Atenas (1943), su escrito más importante junto a Hacia
una arquitectura (1923), Le Corbusier enunció los principios generales que
inspirarían las nuevas tendencias del urbanismo moderno. Entre ellos
destaca la apuesta por la edificación abierta que, al contrario de la
planificación basada en manzanas cerradas, permite la concentración de
viviendas en altura para dejar grandes espacios abiertos ocupados por
jardines; además, Le Corbusier propugnaba la sectorialización de la ciudad,
dividiéndola en áreas especializadas (comerciales, administrativas, lúdicas).
Este ideal de ciudad ha sido construido por otros arquitectos en las periferias
de las grandes ciudades, aunque a menudo estas realizaciones no son sino
groseras banalizaciones de la fantástica utopía de Le Corbusier.

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