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en el siglo XVI, a la ciudad-Estado —verdadera República donde múltiples consejos se controlan

mutuamente y ri expresan ideas neoplatónicas. En sus Selvas de amor, muy conectadas con la lírica de Dante, da
libre curso gen la vida ciudadana—. La realidad, sin embargo, fue muy otr l momento en que éstos no sólo le
ofrecían el mejor molde literario, sino también el más afín desde el punto de vista ideológico —la sociedad
augústea como culturalmente avanzada y dirigida por una minoría culta protectora del arte (véase el Volumen I
de esta obra en su Capítulo 12)—. De corte estrictamente pagano es Ambra, imitación del Ninfale fiesolano de
Boccaccio, mito local al estilo de las Metamorfosis.a: el reforzamiento de una potente oligarquía que dominaba la
vida castellana. Compuso también baladas, cantos de carnaval —Canti Carnascialeschi— y algunas piezas
dramáticas de carácter religioso, como la Rappresenta En Florencia, a partir de 1469, Lorenzo de Médicis, el
«Magnífico», había tomado en sus manos la dirección de la República. Fiel a las normas de sus antepasados,
mantuvo zione di San Giovanni e Paolo. Tales producciones habrán de ser localizadas como resultado de la
atención —y recuperación— por parte de escritores cultos a las manifestaciones literarias populares, reelaboradas
durante el Renacimiento en nuevas obras; en general —y sin que ello quiera significar menosprecio, pues se logran
así algunas de las mejores obras renacentistas—, resultan de una cierta dosis de distante añoranza por un
pasado más o menos inmediato o por comportamientos

y «retuvo» en su corte a los más grandes intelectuales y humanistas, aunque más por motivos políticos
que por otra causa: consciente del poder de la palabra escrita y de su poderosa influencia en asuntos de estado,
contribuyó así a un momento histórico en el cual pasaba el intelectual de simple erudito a efectivo portavoz del
cambio social, al tiempo que su producción se imbricaba en condiciones materiales y extendía su campo de
conocimiento y aplicación.

Justamente de tal concepción nació la Academia Platónica, resultado directo de la protección al


humanista Marsilio Ficino (1433-1499). Traductor al latín de todas las obras de Platón, hizo de Florencia punto
de partida y centro difusor de las ideas neoplatónicas, fruto éstas de la reflexión cristianizada —y, ante todo,
idealizada y trascendentalizada— sobre el paganismo del filósofo griego.

clásica, una literatura producida como distracción de y para la clase dirigente; reproductora a su vez de
sus condiciones y premisas; y considerada como ocupación distinta de la política y el gobierno a los que, más o
menos directamente, estaba consagrada.

Justamente en lo que se refiere a las premisas ideológicas sobre las que se asienta tal clase, hay que
señalar en Lorenzo de Médicis a uno de los primeros autores que a sus anhelos y ensueños, impregnados de una
religiosidad platónica mística e ideal en la que no falta el elemento pagano tomado del clasicismo romano. Una
línea también idealizada sigue Cerinto, égloga amorosa con reminiscencias de Teócrito y Ovidio, autores clásicos
que ya en su poesía echaban mano del idealismo propio de sociedades refinadas y altamente civilizadas; en este
sentido, no es de extrañar que el Renacimiento literario prefiera a los autores imperiales romanos, desde e

Otras producciones son de carácter satírico, como La Nencia da Barberino, en que satiriza finamente la poesía del
pueblo y probable pervivencia, más o menos revestida según los nuevos moldes poéticos, de géneros líricos
medievales como la «pastorela» provenzal o la «serrana»

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