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EL PODER DE LA ALABANZA

Hechos 16:22-28
INTRODUCCIÓN
Este es uno de los pasajes poderosos que nos habla la Biblia, acerca del adorar y alabar a
Dios no importando la situación en que nos encontremos. Pablo y Silas habían sido puestos en
la cárcel por cumplir con el ministerio del Señor. Dice la Palabra de Dios que fueron
golpeados, torturados y encarcelados en una prisión de máxima seguridad atados de manos y
pies con cadenas y grilletes como criminales peligrosos, sin ninguna posibilidad de poderse
mover ni mucho menos escapar.

Pero lo impresionante de esta historia era la libertad de espíritu que poseían estos siervos de
Dios, que no importando el dolor de su cuerpo y todos los maltratos que recibieron, tenían un
canto para Dios en medio de la oscuridad.

Esto nos lleva a aprender cuales son esos principios que Dios nos enseña en su Palabra para
poder superar una situación terrible a través de la alabanza a Él.

I. DEBEMOS ALABAR Y ADORAR A DIOS EN MEDIO DE LA OSCURIDAD. (v.25)


La Biblia dice que fuimos creados para dar alabanza a Dios siempre.

Muchas veces pensamos que solo debemos alabar a Dios cuando estemos bien y que Dios no
nos debe exigir alabanzas a Él cuando estamos en medio de problemas, enfermedades,
peligros, etc. Pablo y Silas nos dan una tremenda lección.

Cuando amamos al Señor, nuestra vida gira toda en torno a Él. La alabanza a Dios no tiene
que ver con música, la alabanza a Dios es aquella gratitud que sale de lo más profundo de tu
corazón por lo que Dios ha hecho en tu vida; que en todo tiempo quieres decirle a Dios cuanto
le amas.

Es entonces que las circunstancias de tu medio ambiente no interfieren en esa devoción hacia
Dios. Pablo y Silas sentían esa gratitud y ellos no importando donde se encontraban en ese
momento comenzaron a alabar y adorar a Dios en medio de una noche fría y tenebrosa.

II. LA VERDADERA ALABANZA A DIOS ES UN MEDIO PODEROSO DE COMUNICAR A


DIOS A LOS DEMÁS. (V.25)
El mundo tiene que escuchar nuestra alabanza a Dios.

Muchas veces el mundo no se da cuenta de nuestra relación con Dios porque no la damos a
conocer. Alabar y adorar a Dios en todo tiempo es una buena forma de testificarle a los demás
quien es Dios y que es lo que hace Dios en nuestra vida.

Pablo y Silas estaban convencidos de eso. Aparte de que ellos querían agradar a Dios, ellos
deseaban que los demás conocieran a ese Dios que transforma las vidas.?
Hay muchas personas a nuestro alrededor que están encadenadas, frustradas, tristes y lo que
necesitan es conocer a ese Dios que puede transformar su ambiente y dar paz y gozo a sus
vidas; con nuestra alabanza podremos comunicar el amor de Dios a esas personas y !Si que
hay poder en la alabanza!

III. LA ALABANZA TRASPASA TODO LIMITE Y ES UN ARMA PODEROSA PARA ROMPER


TODA ATADURA DEL ENEMIGO. (V.26)
Cuando alabamos a Dios salimos de los limites naturales y entramos en el mundo espiritual,
porque es la forma de comunicarnos libremente con Dios. Debemos entender muy bien este
principio.

Cuando alabamos y adoramos a Dios en espíritu y en verdad, entramos inmediatamente al


mundo espiritual y removemos todas las fuerzas del diablo que atan la vida de las personas.

Es entonces que sucede lo sobrenatural, las vidas son liberadas y transformadas. Eso sucedió
en aquella noche oscura, cuando Pablo y Silas comenzaron a alabar a Dios, su canto traspaso
el mundo físico y sucedió un hecho sobrenatural; vino un terremoto que sacudió los cimientos
de aquella prisión y rompió las cadenas de Pablo y Silas y de los demás presos. !Que
maravilloso!

Alaba y adora a Dios siempre y veras lo que ocurre en la vida de los que están a tu alrededor.

CONCLUSIÓN?
Que principios tan poderosos aprendemos de esta historia. Alabar a Dios en todo tiempo es el
medio para entrar libremente a la presencia de Dios, es un arma poderosa para testificar a
otros del poder de Dios y es el arma que el cristiano tiene para poder desactivar las obras del
enemigo que tal vez nos quieran atar o tienen atadas lasa vidas de los que están a nuestro
alrededor.

La alabanza y la adoración a Dios es producto del trabajo del espíritu Santo en nuestra vida.
Por eso la Palabra nos enseña a adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:23).

La siguiente es una frase parte de una canción que dice: “Mientras halla aliento en mi, y tiempo
para obrar siempre habrá un canto para ti Señor”. Esa debe ser nuestra consigna.

Comienza a darle tu mejor alabanza y tu mejor adoración a Dios y veras el poder que fluirá en ti
y muchas cosas ocurrirán en tu vida y en los demás.

el poder de la alabanza y la adoración



La Adoración y la Alabanza
Pablo habla de sacrificio de alabanza, pero él no se refiere a la manera antigua de sacrificio si
no más bien, él se refiere a la nueva manera de vivir como cristianos, una adoración diferente.
Cuando tu comienzas a adorar a Dios, en ese momento se comienza a liberar una unción que
sube y va delante de Dios.

El diccionario, contiene diferentes definiciones acerca del sacrificio, algunas son:

es algo que trae dolor al entregar


es algo que cuesta
es algo que no es sencillo, que no es fácil
es algo que hacemos a pesar de cómo nos sentimos.
He aprendido a que si no hago el sacrificio, no recibo de los beneficios.

Cuando levantas a Dios alabanza no es porque a veces no tengas ganas de hacerlo, si no


porque cuando hago recibo grandes bendiciones. Mi actitud debe de ser, yo alabo a Dios
tenga o no tenga ganas de hacerlo, ese es el sacrificio.

Yo no debo de alabar a Dios, en base a mis sentimientos, si no por el hecho de que él es Dios,
y digno de ser alabado.

Que hace la adoración

Primer principio: La adoración determinara nuestra victoria. Cuando adoramos a Dios la mano
de Dios se mueve a nuestro favor y eso determina nuestra victoria.
Segundo Principio. Las circunstancias no deben limitar tú adoración.
Tercer principio. La adoración desata lo profético.
Cuarto principio “Dios siempre vendrá al encuentro de un adorador”. Esto funciona cuando se
le honra al Señor. El viene y se manifiesta poderosamente. Aleluya.
Quinto principio. La adoración desata la unción de sanidad.
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:23-24

leer: 2 Crónicas 20:15-22 |: 1 Crónicas 1–3 Juan 5:25-47

… Glorificad al Señor, porque su misericordia es para siempre (v. 21).

Guillermito fue secuestrado de la acera de su casa cuando tenía nueve años. Durante horas,
mientras el secuestrador lo llevaba en un auto, no sabía qué iba a sucederle. Entonces, decidió
cantar una canción llamada Toda la alabanza. Mientras repetía la letra una y otra vez, el
hombre insultaba y le decía que se callara. Finalmente, detuvo el auto y dejó que Guillermito se
bajara… sano y salvo.
Como lo demuestra este niño, la alabanza verdadera exige que nos concentremos en el

carácter de Dios, mientras olvidamos nuestros temores, los problemas que nos acosan y la

autosuficiencia que nos llena el corazón.

Los israelitas llegaron a este punto cuando enfrentaron a sus enemigos. Mientras se

preparaban para la batalla, el rey Josafat organizó un coro para que marchara hacia el ejército

enemigo y cantara: «Glorificad al Señor, porque su misericordia es para siempre» (2 Crónicas

20:21). Cuando empezó la música, los enemigos se desconcertaron y se mataron entre sí.

Como había predicho el profeta Jahaziel, Israel no tuvo que pelear (v. 17).

Ya sea que enfrentemos una lucha o nos sintamos atrapados, podemos glorificar a Dios en

nuestro corazón. Sin duda, «grande es el Señor, y digno de suprema alabanza» (Salmo 96:4).

La adoración es un corazón que rebosa de alabanza a Dios.


La bendición de un padre:
Lo que enseñan las Escrituras acerca de la crianza de los hijos

Los padres de hoy pueden pronunciar una bendición vivificante sobre la vida sus hijos,
y observar resultados de importancia eterna, al seguir estos principios bíblicos.

En uno de los relatos familiares más conmovedores en las Escrituras, el patriarca


Jacob, conocido también como Israel, está a punto de morir en Egipto después de una
tumultuosa vida, que ha durado bastante más de un siglo. Reúne a sus hijos alrededor
de su lecho de muerte y habla la verdad acerca de sus vidas (Génesis 49:1–28). Sus
palabras son sinceras; proclaman la bendición de Dios y en algunos casos, su
disciplina: “A cada uno por su bendición los bendijo” (v. 28).

El libro de Génesis describe de manera franca la dinámica familiar dentro de los clanes
que formaron la nación escogida por Dios. La amplia gama de evaluación paterna que
presenta Jacob refleja décadas de observación sobre los momentos principales en la
vida de sus hijos, algunos dignos de elogio y otros vergonzosos. Su propia
confabulación artera había robado la bendición de su padre Isaac a su hermano Esaú.
También Isaac y Abraham antes que él, había vivido como hombres de fe con pies de
arcilla.

No obstante, esta narración de Génesis les señala a los padres de hoy una verdad
maravillosa: los padres que honran a Dios se pueden convertir en instrumentos para
una influencia divina que transforme la vida de sus hijos. El libro de Génesis sirve
como una pequeña abertura en un umbral bíblico para una paternidad influyente y
guiada por Dios. (Véase en las barras laterales las sugerencias dirigidas a los hijos y
las hijas). Como sucedió con Jacob, los padres de hoy pueden pronunciar una
bendición vivificante sobre la vida sus hijos, y observar resultados de importancia
eterna.

Esa bendición va mucho más allá de las palabras; incluso de las palabras dichas en
oración. Abarca todo lo que un hombre es, y alcanza todo lo que un hijo o una hija
llegarán a ser.

LA PRESENCIA

Nuestra cultura querría engañar a un padre, haciéndole creer que su presencia puede
ser virtual y aun así, moldear la vida de sus hijos. No obstante, los tweets, los
mensajes instantáneos y los “me gusta” de Facebook, nunca reemplazarán a la
conexión de carne y hueso que Dios quiso que hubiera entre los padres y sus hijos.
Piense en Deuteronomio 6:6, 7: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre
tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y
andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.

Cada una de las cláusulas que contienen estas oraciones gramaticales hablan de una
conexión personal, y la imagen total revela una interacción llevada a cabo a lo largo de
todo el día. Sí, las profesiones y los horarios de clase, y las relaciones con persona
fuera del círculo familiar, nos exigen a todos una parte de nuestro día, pero cuando
nuestra meta consiste en conectarnos personalmente en cada oportunidad posible,
esas oportunidades se multiplican.

Son demasiados los padres que tratan de aplicar este pasaje por medio de una falsa
segmentación de su día. “Siempre que hagamos algo en la mañana, y siempre que
hagamos algo a la hora de la cena…”

Todo eso es un buen comienzo, pero aprenda a hacer que esto crezca hasta que
alcance a todos los aspectos de su vida. El libro de Deuteronomio nos describe la
imagen de unos hijos que observan todos los pasos que usted da en el camino, desde
el momento en que se levanta, hasta el momento en que se acuesta por la noche.

Puesto que los hijos son imitadores, nosotros tenemos que vivir la Palabra. Debemos
vivir nuestra fe con todas nuestras fuerzas, de manera que nuestros hijos la capten.
No es cuestión de un “Oh, ahora que estamos juntos en el automóvil, me quiero
asegurar de que tengamos nuestra charla sobre la Biblia”.

Más bien, cuando voy en el automóvil y sucede algo, necesito estar seguro de que mi
fe y la Palabra de Dios se hallan en mí hasta el punto en que se manifiestan en mi
conversación, o en una emergencia.

La primera vez que se oiga a sí mismo en las palabras de sus hijos, cuando digan las
mismas cosas que dice usted, es casi seguro que va a reaccionar con una verdadera
sacudida: “No sabía que él se había dado cuenta de lo que yo dije”.

Pero el libro de Deuteronomio insiste en que nunca nos debe sorprender la imitación
que nuestros hijos hacen de nosotros. Ellos nos observan todos los días y a toda hora,
tanto si actuamos deliberadamente, como si no. El libro de Deuteronomio nos está
diciendo: Actúa de manera deliberada, y permite que tu fe salga de ti de un modo
natural.

DAR EJEMPLO

“Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros
padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los
hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan
en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus
mandamientos” (Salmo 78:5–7).

¿Cuáles eran exactamente los “mandamientos” decretados por Dios para su pueblo?
Pasando más allá de las exigencias del sistema de adoración a base de sacrificios, se
trataban de los detalles de la vida diaria. Así, a fin de enseñarle realmente las
exigencias de la Ley a la siguiente generación, los padres necesitaban hacer caso
ellos mismos de las exigencias de la Ley en su trabajo diario y en su recreación.
Es necesario que los padres vivan de una manera tal, que sus hijos crezcan
conociendo a Dios e interiorizando todo lo que Dios tiene para ellos. Esto no tiene
nada que ver con el legalismo ni con la justicia propia, sino con un enfoque al estilo del
Nuevo Testamento que consiste en vivir como Jesús vivió, y señalárselo a nuestros
hijos con nuestro ejemplo. Al hacer esto, estamos creando una cadena de vida
piadosa de generación en generación.

Colby, nuestro hijo mayor, ha captado realmente este concepto. Busca la amistad de
aquellos jovencitos que no tienen una fe firme, o una vida de hogar fuerte, y nosotros
oramos continuamente por ellos con él. A uno de sus primeros amigos en la escuela lo
estaban criando sin el conocimiento de Dios, y cuando Colby le dio una Biblia a ese
amigo, sus padres lo obligaron a devolvérsela. Fue una lección sencilla, aunque dura,
de la influencia que hasta nuestros propios hijos pueden tener a favor de Cristo.

Yo tengo el privilegio de ministrar actualmente a través de la influencia de tres


generaciones de miembros de las Asambleas de Dios que vivieron antes que yo. Mis
bisabuelos ayudaron a fundar la iglesia donde crecí, la Primera Asambleas de Dios de
Jamestown, N.D. Mi abuela fue una de las primeras maestras de la escuela dominical.
Dio clases de primaria durante más de sesenta años seguidos, y también fue líder de
las Misioneritas. Mis padres se conocieron en el Trinity Bible Institute, y mi padre fue
pastor de una iglesia de habla alemana durante un par de años, por el tiempo en que
yo nací. Tanto él como mi madre se han mantenido muy activos en la iglesia. Mi padre
fue incluso mi pastor de niños antes que se extendiera el uso de ese título.

Fueron modelo de ministerio, y de un caminar lleno de vitalidad junto con Dios antes
que yo, y ahora retengo en mi mente y en mi espíritu muchos de los ejemplos que me
dieron sobre la vida, mientras sirvo hoy a los niños de nuestra fraternidad.

LA BENDICIÓN

Cuando la vida de un padre piadoso corresponde con la fe que profesa, sus palabras
adquieren un poder enorme sobre el destino de su hijo. La bendición verbal sobre los
hijos es clave para criarlos con las salvaguardias espirituales que necesitan.

El que usted bendiga a sus hijos va a hacer algo más que causar un impacto en sus
vidas. También se produce algo dinámico en la vida del padre. Sí, bendecir a mis hijos
es algo que produce grandes cosas en ellos, pero cuando veo a Colby y a Cadyn
como bendiciones que Dios ha puesto en mi vida, y cuando pronuncio mi bendición
sobre sus vidas, los veo de una manera diferente. No me son una carga. No son un
estorbo. No son un obstáculo en mi camino. No son “niños problemáticos”. Ellos se
convierten en incalculables reservas de gozo inyectados profundamente en cada parte
de mi ser.

Durante mis años en el ministerio, he oído y visto en los hogares muchas cosas que
indican la presencia de un padre y una madre que no tienen el corazón en el lugar
debido, ni siquiera para ser capaces de decir una verdadera bendición. Consideran a
sus hijos como un inconveniente, como un gasto financiero, como obstáculos para la
realización de sus propios sueños.

Si pudiera poner entre signos de exclamación una verdad para los padres de hoy, les
diría: “¡Padre, centre su corazón en su hijo como una bendición que usted tiene el
deber de administrar, y no como un proyecto que debe manejar!”.

Cuando usted administra lo que Dios ha puesto en el corazón de sus hijos, y los ayude
a alcanzar su mayor potencial posible en Él, los estará llevando a un nivel de éxito y
de importancia mucho más elevado que si los estuviera forzando a hacer suyos los
sueños que le pertenecen a usted.

A lo largo de toda mi vida, yo he sentido un profundo don de bendición por parte de


mis padres, y tan recientemente como mi transición más reciente en el ministerio.
Cuando nos trasladamos desde nuestro ministerio de distrito en Dakota del Sur para
servir en la Oficina Nacional de Springfield, MO., me dijeron: “En realidad, nos gustaría
que estuvieran más cerca de nosotros, pero consideramos de más valor el llamado de
Dios sobre vuestra vida, que el hecho de tenerlos cerca”.

Eso es una bendición. Es como decir: “Los estoy liberando. Estoy administrando lo que
Dios ha puesto en ustedes”.

Es lo que yo quiero para Colby y Cadyn. Si administro lo que Dios les ha puesto en el
corazón, en lugar de centrarme exclusivamente en administrarlos por medio de la
disciplina, la obediencia y la docilidad, la conversación cambia. Esto transforma mi
experiencia como padre.

¿Significa esto que no hay lugar para la instrucción y la disciplina? Por supuesto que
no. Se puede bendecir de lejos, pero no se puede ser padre desde lejos. Limitarse a
bendecir, sin pasar tiempo con su hijo, es algo tan vacío como la bendición que
describe Santiago: “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen
necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz,
calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo,
¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”
(Santiago 2:15–17).

Esto se podría parafrasear diciendo: “La bendición en sí misma, si no va acompañada


por una inversión personal y una orientación movida por la oración, está muerta”.

LA INSTRUCCIÓN

“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”


(Proverbios 1:8).

Esta instrucción fundada en la Palabra de Dios puede tocar una gran gama de temas.
Sin embargo, la clave es la continuidad. Usaré como ejemplo un concepto. Una de las
cosas que comenzamos Christie y yo a inculcar en nuestros dos hijos varones, desde
que eran muy pequeños, fue el concepto de la confianza; que mientras más confianza
uno haya podido crear a su alrededor, más libertades se le permiten como resultado.

Ahora bien, ¿qué hacer cuando su hijo pasa por alto su instrucción, o cuando su
docilidad es sólo marginal? Se vuelve necesario apelar a la disciplina, y con
demasiada frecuencia, se la aplica mal.

LA DISCIPLINA

La clave de la disciplina que Dios quiere se halla en su motivación. Es necesario que


usted distinga entre disciplinar porque quiere que su hijo viva a la altura de sus
expectativas, y disciplinar centrado en el mejor interés de él para su futuro. Admito que
a veces la línea divisoria entre ambas cosas puede ser borrosa. Es fácil que piense
que usted se está centrando en lo que más les conviene a ellos, cuando en realidad
está muy interesado en lo que a usted le atañe.

Muchas veces, nuestro ego nos roba la motivación piadosa cuando instruimos a
nuestros hijos. Yo no quiero que la gente piense que soy un mal padre cuando mis
hijos se portan mal en un restaurante. Aunque lo que estén haciendo no sea
forzosamente malo, produce vergüenza. Entonces, ¿qué sucede en el espíritu de mi
hijo, si yo lo disciplino duramente sólo porque no quiero pasar una vergüenza?

Colby tenía unos tres años cuando un pastor amigo nuestro se ofreció en un Concilio
General para llevarnos al restaurante Ruth’s Chris Steak House. Nosotros nunca
habíamos estado en ese lugar. Estábamos allí sentados con Colby y con el hijo de
nuestro amigo, que tenía más o menos su misma edad. Los niños se estaban
comportando bastante bien; no estaban actuando de manera ofensiva. Pero a esa
edad los niños son muy activos y por supuesto, nosotros sentimos que los demás
comensales nos observaban.

Una persona se aseguró de acercarse a nosotros y decirle al anfitrión del salón de


manera que lo oyéramos: “Me querría sentar en la sección donde no se permiten
niños”.

Disciplinar a nuestro hijo porque un niño de tres años no se puede comportar a la


perfección en un ambiente de personas mayores es una motivación equivocada.
Algunas veces, y tal vez con mayor frecuencia de la que nos damos cuenta, actuamos
movidos por motivaciones incorrectas.

En cambio, cuando nos enfrentamos en oración a nuestra motivación, no podemos


dejar de identificar los límites. Y los mejores límites que podemos comunicar son los
que encontramos las Escrituras. Podemos ayudar a nuestros hijos a comprender
cuándo han ido más allá de esos límites, y cuándo es necesario que los disciplinemos.
Al final, la motivación correcta tras los actos amorosos de disciplina, en conexión con
el sistema divino de fijar límites, crea una dinámica que causa un impacto incalculable
en la crianza de los hijos.
LA BENDICIÓN DE UN PADRE

Los padres que se comprometen a criar a sus hijos “en disciplina y amonestación del
Señor” (Efesios 6:4) —por medio de su presencia, de su ejemplo, su bendición verbal,
su instrucción y su disciplina— crean un canal de favor divino que llega hasta sus
jóvenes vidas. Ese canal fluye en ambas direcciones. La bendición de un padre lleva
en sí la promesa adicional del favor de Dios sobre ese mismo padre.

A un padre piadoso le produce un gozo sobreabundante el ver cómo un hijo o una hija
se van adentrando cada vez más en una comunión personal con Dios. El hijo
espiritualmente fortalecido que crece hasta convertirse en un miembro maduro y
fructífero del cuerpo de Cristo, multiplica la influencia del padre a través de un círculo
cada vez más amplio de vidas que son tocadas.

Aunque la bendición que Jacob les dio a sus hijos desde su lecho de muerte fue una
situación agridulce, todo el historial de su influencia a través de las vidas de ellos llena
el resto de las Escrituras, y se seguirá escribiendo largamente en la eternidad.
También sucederá lo mismo con toda la narración acerca de las generaciones que
vendrán y que pueden ser moldeadas hoy por unos padres piadosos.

La paternidad inicia siendo un privilegio bendecidor: beneficia al hombre que se convierte en


padre y, los padres fieles son fuente de bendición para sus hijos.

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