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un tema específico, dar respuesta a una interrogante o sostener un punto de vista. Es utilizado
para evaluar el aprendizaje de los alumnos y su espíritu crítico. En el texto se hacen citas de los
autores en los cuales se apoya, o bien, con los que no está de acuerdo, y se exponen los
argumentos para sostener ese punto de vista.
Libros:
(Apellido del autor), (nombre del autor). (Título del libro). (Editorial), (Edición), (País), (Año).
Periódicos y revistas:
(Apellido del autor), (nombre del autor). (Título del artículo). Publicado en (Nombre de la revista o
periódico), (Fecha de publicación), (Sección), (Página).
(Nombre de la enciclopedia o diccionario). Artículo (palabra o biografía). Tomo (si está en varios
volúmenes), (Página), (Edición), (País), (Año).
Materiales Audiovisuales:
(Título del programa), (Nombre de la serie y número del programa, si lo hay). (Director o titular del
programa o video). (Estudios que lo realizan, o empresa en la que fue transmitido o es propietaria
de los derechos de autor). (Año de Realización; si es programa de radio o televisión, fecha y hora
de transmisión).
Materiales de Internet:
(Apellido del Autor), (Nombre del autor). (Nombre o título del documento). (Dirección de la página
Web. Si se han consultado varias páginas de un mismo sitio Web, se cita la dirección del sitio)
El formato del ensayo generalmente es en papel tamaño carta, por una sola cara, a doble espacio.
Cuando se usaba máquina de escribir, se usaban 60 golpes (o sea, 60 caracteres) y 30 renglones
por hoja. Con el uso de computadoras se utilizan márgenes superior e inferior de 2.5 centímetros,
y márgenes derecho e izquierdo de 3 centímetros, (predefinidos en la mayoría de los procesadores
de textos), con letra en tamaño 12, de las familias Arial (arial, calibri, tahoma o verdana) y Times
(Times New Roman, Bookman old style, o Book antiqua), siendo las más usadas Arial y Times New
Roman.
“Cien mil obras útiles se podrían mantener y mejorar con el dinero que esa vieja destina a un
monasterio. Centenares, tal vez millares de vidas, se podrían encauzar por el buen camino;
multitud de familias se podrían salvar de la miseria, del vicio, de la corrupción, de la muerte,
de los hospitales para enfermedades venéreas…, todo con el dinero de esa mujer. Si uno la
matase y se apoderara de su dinero para destinarlo al bien de la humanidad, ¿no crees que el
crimen, el pequeño crimen, quedaría ampliamente compensado por los millares de buenas
acciones del criminal? A cambio de una sola vida, miles de seres salvados de la corrupción. Por
una sola muerte, cien vidas.” [1]
Raskolnikof se lanzó con determinación a llevar a feliz término su plan. Muchos pensamientos
de temor le asaltaron su cabeza los días previos al asesinato, pero siempre procuraba
tranquilizarse con la idea “de que este plan no era un crimen” (página 75), y que por eso podía
sentirse a salvo de trastornos morbosos y conservar toda su inteligencia y voluntad. Para
Raskolnikof, los hombres extraordinarios tenían el derecho moral a cometer actos criminales si
con ellos hacían un bien a la humanidad. No tenía la menor duda de que la muerte de esa mujer
era perfectamente justificada: “Al fin y al cabo, Sonia, yo no he dado muerte más que a un vil y
malvado gusano” (página 416), afirmó el joven estudiante a Sonia cuando se disponía a
entregarse a la justicia.
Era tanta la confianza que Raskolnikof le tenía a su teoría que ni siquiera cuando se hubo en la
cárcel mostró el mínimo asomo de remordimiento o rubor por los actos cometidos. Incluso se
habría sentido mejor si se hubiera podido hacer alguna acusación, si hubiera sentido vergüenza
o algún sentimiento de deshonor, pero su endurecida conciencia no hallaba ninguna falta grave
en sus acciones: “¿El de haber matado a un gusano venenoso, a una vieja usurera que hacía
daño a todo el mundo, a un vampiro que chupaba la sangre a los necesitados? Un crimen así
basta para borrar cuarenta pecados. No creo haber cometido ningún crimen y no trato de
expiarlo.” Página 513.
A pesar de todos los empeños por que prevalezca la razón en nuestra vida, el ser humano
parece estar hecho de algo más. No por nada, un gran pensador como Freud sostuvo que si bien
el ser humano contaba con la razón, al final era lo que menos utilizaba. El hombre tiene
pasiones, emociones y muchas otras cosas que la razón parece no poder explicar. La vida
parece más un rompecabezas indescifrable e impredecible que una ecuación matemática que se
resuelve fácilmente si se conoce el procedimiento. Pese a todas sus cavilaciones, a Raskolnikof
le seguía preocupando lo que los demás pudieran pensar de él. La imagen que nuestro
semejante pueda tener de nosotros, así no lo reconozcamos, dirige nuestras acciones y nuestro
destino. Hasta el más cínico parece dar muestras de preocupación por lo que se pueda pensar de
él. Por eso, después de devanarse los sesos por muchas horas, Raskolnikof llegaba a la
conclusión alentadora de que no le debía importar el juicio de valor de los demás: “Haré cuanto
esté en mi mano para mostrarme tan grosero y desagradable como me sea posible, y no me
importan lo que puedan pensar.” Página 214. Por las horas que dedicaba a estos pensamientos
se puede inferir que efectivamente sí le importaba el juicio de sus semejantes.
Raskolnikof consideraba que si los descubrimientos de Kepler o Newton hubieran tenido que
implicar el sacrificio de una o cien vidas, bien habrían valido la pena. Desde el punto de vista
racional, este pensamiento parece muy coherente. Pero en ese caso tendríamos que pensar si,
como decía Maquiavelo, el fin justifica los medios o por el contrario los medios que se utilizan
condicionan el fin. Desde mi punto de vista, no considero que un fin noble involucre medios
innobles. En el caso de que los incluyera se debería respetar la vida del ser humano ante todo,
por el carácter irrepetible e irremplazable de la persona. Todo esto me arroja a pensar en la
lucha infructuosa de las guerrillas comunistas en Colombia. La extrema izquierda valida el uso
de la violencia para tomarse el poder y por eso no vacila en matar, en secuestrar y en torturar.
Pero, ¿qué tanto ha conseguido esa extrema izquierda en Colombia? Primero, no ha podido
conquistar el poder y segundo no ha seducido a un pueblo que por sus condiciones de miseria y
desigualdad constituyen un campo abonado para sembrar el comunismo. Pero ni así lo han
logrado. Por eso me inclino por pensar que los medios que se utilizan condicionan el fin. No es
cierto, como dice Raskolnikof, que para conseguir el triunfo de las ideas se tenga que pasar
“sobre montones de cadáveres y ríos de sangre”. Página 263. La experiencia ha demostrado que
los métodos y modos de la lucha cívica han servido para conquistar derechos y libertades.
Lo que realmente impulsó a Raskolnikof fue su deseo por envanecerse, por alimentar su ego,
por sentirse superior a los demás. Cuando, al final de la novela, Raskolnikof le confiesa el
crimen a Sonia, le dice con total sinceridad: “He aquí cómo ocurrieron las cosas. Yo quería ser
un Napoleón: por eso maté.” Página 415.
Además, así Raskolnikof hubiera procedido impulsado solo por sus intenciones filantrópicas, su
acto es reprochable. El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Cuando los
musulmanes se inmolan, lo hacen con buenas intenciones, pero eso no basta para condonarlos.
Por hacer el bien no se debe hacer el mal y según el viejo proverbio árabe “Dios juzga al árbol
por sus frutos y no por sus raíces”. Raskolnikof parecía confiar en una vida después de la
muerte y en la existencia de un ser superior y por eso apaciguaba sus temores justificándose
ante Dios de esta manera: “sí, lo soy, aunque solo sea, primero, porque me llamo gusano a mí
mismo, y segundo, porque llevo todo un mes molestando a la Divina Providencia al ponerla por
testigo de que yo no hacía aquello para procurarme satisfacciones materiales, sino con
propósitos nobles y grandiosos.” Página 277. Sus propósitos pudieron ser loables pero sus
acciones repudiables.
Después de tantas manifestaciones de amor hacia Raskolnikof no se puede pensar que fue un
entorno adverso el que lo impulsó a cometer los crímenes. Muchos culpan al entorno del mal
que alguien comete pero en este caso es distinto. Aquí podríamos concluir que existe un mal
que brota desde lo más profundo del fuero interno de una persona y que poco y nada tiene que
ver con su entorno. Es más, sería más sensato, en este caso, atribuirle el mal a un trastorno
mental que a un contexto.
Con tanto amor que rodeaba a Raskolnikof podríamos preguntarnos por la incondicionalidad de
este. ¿Existe el amor incondicional? ¿Pueden las malas acciones borrar el amor que se le tiene a
una persona? Su hermana y su madre no eran las únicas que parecían incondicionales con
Raskolnikof, sino también la joven Sonia. A pesar de que esta joven era amiga de una de las
asesinadas no juzgó las acciones de Raskolnikof sino que por el contrario lo ayudó: “de pronto
se levantó y rodeó fuertemente con los brazos el cuello del joven. Raskolnikof se desprendió
del abrazo y la contempló con una triste sonrisa.” “-No te comprendo, Sonia. Me abrazas y me
besas después de lo que te acabo de confesar. No sabes lo que haces.” Página 412. Sonia
distaba de ser una mala persona, de hecho fue ella quien lo exhortó a entregarse a las
autoridades para que expiara sus culpas. Cuando Raskolnikof lo hizo, Sonia lo siguió a Siberia,
lugar del presidio y este “Comprendió que Sonia le pertenecía para siempre y que le seguiría a
todas partes, aunque su destino le condujera al fin del mundo.” Página 521. Mientras purgaba
su pena en Siberia, Raskolnikof llegó a la conclusión de que Sonia “solo vivía para él.” Página
542.
Por último me gustaría resaltar el tema de la vanidad, presente no solo en el personaje principal
de la novela sino de manera muy enfática en Piot Petrovitch, prometido de Dunia. Petrovitch
era un hombre profundamente ególatra, vanidoso y soberbio y era eso, precisamente, lo que lo
había impulsado a casarse con Dunia. Ella reunía todos los requisitos para ser su esposa: “su
ideal, en el que pensaba con cierta delicia, era una muchacha pura y pobre (la pobreza era un
requisito indispensable), bonita, instruida y noble, que conociera los contratiempos de una vida
difícil, pues la práctica del sufrimiento la llevaría a renunciar a su voluntad ante él; y le miraría
durante toda su vida como a un salvador, le veneraría, se sometería a él, le admiraría, vería en
él el único hombre.” Página 309. Resulta particularmente encantadora la forma como
Dostoiewski propone el tema de la vanidad en la novela. Es nuestro amor propio el que nos
impulsa a cometer actos bondadosos. El escritor argentino Ernesto Sábato sostiene que la
vanidad y la soberbia se esconden detrás de la bondad, la abnegación y la generosidad. No creo
que esta regla aplique en todos los casos pero sí en la mayoría de ellos. Piotr Petrovitch era un
hombre tan arrogante que aunque disgustaba de su compañero de habitación, disfrutaba que
este lo adulara: “le halagaban de tal modo las alabanzas, fuera cual fuere su condición, que no
rechazaba estos cumplimientos.” Página 366.
Crimen y Castigo resulta, pues, una excelente novela para reflexionar sobre varios aspectos de
la vida y de nuestra manera cotidiana de pensar. La novela es una profunda y larga
elucubración que pone de relieve la avalancha de pensamientos que asaltan a un ser humano en
un corto periodo de tiempo.